1. PERSONAJES TRADICIONALES DEL ECUADOR TAITA PENDEJADAS Existieron algunos personaje que dejó grabado su nombre o su apodo en forma de leyenda en la memoria de quienes crecimos en la CARITA DE DIOS; el diablo ocioso, la torera, el terrible Martínez, el cuchillo Martínez, el saumerio, la estación de radio con sintonía mundial, y mi favorito, actuando con destreza y saña contra los chispos era el hermano Tomás del convento de Santo Domingo. Además, entre tantos y tantos, había el famoso taita pendejadas que en realidad no era uno solo sino varios y por ende hay varias versiones. Era un caballero de cabellera gris en vez de canosa. La raya del peinado la hacía en la mitad. Muy engominado. El pelo era lacio con lo cual daba la impresión de que uno de los tres chiflados dejó su puesto en Hollywood y se mudó a Quito para trabajar como catedrático de la Escuela Politécnica Nacional y del Colegio Experimental Central Técnico del Estado con lo cual ese señor dejó tantas enseñanzas a la juventud de ese entonces. había momentos que aquel señor por diseño o por error o por simple broma premeditada, olvidaba que el monóculo era para el ojo izquierdo y se ponía en el derecho con lo cual no era capaz de leer las hojas de examen que le presentaban sus educandos. En no pocas veces, asomaba con zapatos de color distinto y una corbata manchada porque quizás se le regó el morocho que comía al apuro mientras esperaba el bus de la línea San Diego- El Batán en la esquina de Ave. 24 de Mayo y calle Imbabura una vez que terminó sus clases en el Central Técnico de San Roque para ir a dictar clases en El Girón que está situada la Politécnica Nacional. Fuel el vecino más popular de la ronda, don Eliseo Sandoval; alto, cari largo, de terno negro, sombrero de hongo, pantalones estrechos y anteojos de cimbra, lo apodaban también El Cisne de Ambato por su magnífica vos, a los 74 años enviudo allá por 1937. Tanto lo afecto la muerte de su esposa que según sus allegados “se hiso loco y empezó a vender cosas viejas “. En las vitrinas de su tienda en la calle Rocafuerte. Había tornillos tuercas, fierros, llaves boquillas de instrumentos musicales, piezas viejas de automóviles, zapatos usados. En las puertas colgaban llaves, tijeras y candados, libros viejos, ejes de molino y trapiches, barras machetes y azadones. SE podía pensar que todo era inservible pero todo se vendía. Falleció en 1955. El Diablo Ocioso, el tamalero más famoso de Quito Hace más de veinte años que nadie ve al tamalero más conocido de los barrios de Quito, cuando éramos niños mis amigos y yo lo llamábamos “El diablo ocioso”. - “Llegaron los famosos tamales de gallina a un sucre cada uno “. Con ese grito ya sabíamos que había llegado a nuestro barrio el “Diablo ocioso”, siempre tenía la misma apariencia un poncho negro, un descolorido sombrero, una enorme canasta en su brazo derecho y una pequeña en la izquierda, recorría hasta altas horas de la noche las calles quiteñas. Nunca olvidaré aquella noche en la que… - Miren, miren ahí viene el diablo ocioso, vamos vamos ya saben cómo tenemos que hacer, yo me escondo atrás de ese árbol, ustedes ya saben qué hacer. - Tamales, quimbolitos, compre sus deliciosos tamaaales!, gritaba el Diablo ocioso. Todos nos burlábamos del Diablo gritando con tono burlón: “Diablo Ocioso”, Diablo Ocioso” - Guambras malcriado, mocoso, aprende a respetar a los viejos como yo, yo que me mato todas las noches haciendo estos tamales, quimbolitos. Los gritos lograban despistar al tamalero que salía corriendo tras de mis amigos tirándoles piedrazos, era ahí cuando aprovechaba a tomar unos cuantos tamales para luego compartirlos con mis amigos. - Ey ey que haces, niño malcriado, mocoso ladrón, regresa aquí ya vas a ver guambra ladrón ahora si le aviso a tu taita. Esta vez el diablo casi nos da con las piedras, pero igual nos comimos los tamales y si que están deliciosos, venían saborizados con la aventura, con la adrenalina. Sin embargo la aventura no se acababa ahí recién empezaba, nuestros papacitos fueron víctimas de las quejas del diablo ocioso, nos retaban muy fuerte y nos mandaban a la cama sin tomar el delicioso chocolate. El Diablo Ocioso sabía lo que hacía, las piedras no llegaban nunca a los blancos, todos sabían que esto era un teatro que montaban solo para que el diablo pueda sacar un poquito más de plata, su trabajo era duro y casi todos los barrios de Quito estaban llenos de sus huellas. Cuando no estaba vendiendo sus tamales y quimbolitos, nos contaba historias, le encantaba estar por horas contándonos todo tipo de cosas, en el fondo el amaba a los niños - Nunca voy a olvidar mis días en las filas del general Eloy Alfaro, salió herido y salvo la vida de milagro, ese era mi general. Ejemplo de vida recuerden niños, donde esté el estaré yo. Hace más de veinte años que nadie ve al tamalero más conocido de Quito, su barba negra, su ceño fruncido y su cara siempre gruñida están presentes en mi memoria. Traté de ubicarlo y supe que es de Ambato y que sus hijos viven aquí no más en una casa de la Benalcazar. Marcó un hito en nuestras vidas, lo único que quisiera es volverlo a ver una vez más.