2. TRES PIEDRAS
Desde arriba, se podía mirar al río Tahuando ir plácido en busca del mar, serpenteando rocas y musgos, acariciando
giabos y totoras hasta llegar a los encañonados y a las sucesivas vertientes para que lo fortificaran.
Al frente, el Alto de Reyes mostraba sus arbustos y su mínima montaña frente a la laguna de Yahuarcocha. Abajo,
los olivares aún conservaban sus raíces férreas y el recuerdo de la cosecha, durante la época Colonial, antes que el
monopolio se fuera para el Sur.
Tres gráciles mujeres bajaron por la pendiente de piedras hacia el río. Llevaban los cabellos sueltos y sus pies
parecían caminar por el viento. Iban a bañarse en el surtidor de aguas curativas.
Sus risas se confundían con los cantares que traía la corriente desde las montañas. Eran muchachas y reían
mientras se desvestían para su baño de aromas de azahares y geranios. Sus pieras eran dóciles a las hierbas
mojadas y sus labios eran frescos como las gotas que salpicaban sus caderas. Estaban desnudas y sus espaldas
tersas se arremolinaban bajo el chorro firme que caía golpeando leve sus cabelleras ensortijadas. Sus ojos tenían
los paisajes de estas tierras prodigiosas.
Unos hombres los observaban ocultos en los matorrales. Tramaban el ultraje contra estas vírgenes de olores de
durazno. Las doncellas, sin percatarse, jugueteaban con el agua y sus cuerpos eran como garzas que se posan
sobre un estanque.
Los tunantes se acercaron para tomar por la fuerza lo que podrían haber logrado por la ternura. Las zagalas
comprendieron sus intenciones perversas. Cuando sus manos se acercaron a sus figuras, los hombres sintieron una
dureza de alabastro. Las muchachas se habían transformado en tres piedras. De lo que antes eran sus labios
brotaban tres ojos de agua, pero era como si estuvieran hechos de lágrimas.
Al bajar al río Tahuando las tres piedras con los fulgores de estas mujeres aún están allí. Cuando se zambulle en
su torrente es como si unas manos recorrieran una piel ajena a su tiempo, pero también con gemidos traídos de
otas épocas
3. LA CAJA RONCA
LA CAJA RONCA
LA HISTORIA DICE QUE ERA UNA PROCESIÓN DE
LAMAS QUE SALÍAN DEL ANTIGUO HOSPITAL DE SAN
VICENTE DE PAUL, ESTA PROCESIÓN IBA POR LA
CALLE MALDONADO HASTA LA COLON DONDE DE AHÍ
SE DIRIGÍAN AL CEMENTERIO DE SAN FRANCISCO
DONDE ENTRABAN A LA FOSA COMÚN, LUEGO
SEGUÍAN LA PROCESIÓN HASTA DONDE AHORA ES LA
CRUZ VERDE, LA CRUZ FUE COLOCADA PARA QUE NO
ATORMENTEN CON LOS RUIDOS QUE REALIZABA. LAS
PERSONAS QUE VEÍAN EMPEZABAN A VOTAR
ESPUMA POR LA BOCA Y LOS PERROS Y CABALLOS
TAMBIÉN TENÍAN UN ASPECTO DIABÓLICO.
LA CRUZ FUE REMODELADA Y DESDE SU UBICACIÓN
YA NO SE HA ESCUCHADO NADA.
4. BRUJAS DE IBARRA
Eran muchas las noches que los vecinos decían sentir y oir algo volando sobre la “Ciudad
Blanca”.
Los mayores aseguraban que se trataba de las Brujas de Mira, Pimampiro y Urcuquí, quienes a
diferencia de sus parientas europeas, vestían de un prístino blanco y volaban extendiendo sus
propios brazos por lo cual rasgaban el viento produciendo un sonido ya conocido.
No faltó quien descubriera que una de las maneras de combatirlas era tendiéndose al suelo en
forma de cruz. El efecto era instantáneo y caían al suelo de forma inmediata destruyéndose
completamente. Sin embargo para aquel que quisiera encontrar la identidad de las voladoras
no tenía más que pedirles una nueva visita para el día siguiente y que les recibiría con sal.
Engaños de uno y otro lado generaron estrategias de protección, cada bando buscando la
supremacía sobre el otro.
Aquellos burlones eran convertidos en gallos o mulas. Cuenta la leyenda que esto fue lo que le
pasó al incrédulo doctor Rafael Miranda, quien desapareció un buen día sin dejar rastro y pese
a la intensa búsqueda de amigos y parientes no pudo ser encontrado.
Un buen tiempo pasó cuando un amigo del médico desaparecido creyó verlo en persona,
portando un azadón en la mano y fuera de toda la etiqueta de vestido que su condición de
profesional le imponía. Su imagen y actitud, contó luego, era muy similar al de un gallo
escarbando la tierra.
Reintegrado el galeno al seno de su familia no tardó en recuperar la normalidad y a respetar lo
que sus abuelos le habían advertido.
5. Se contaba que le becer ro sal ía bufando del
car r izal y sus ojos eran como carbones
encendidos, iba hasta el ext remo de la cal le
larga donde se encont raba una piedra, el
retobado becer ro rasguñaba el polvo en señal
de desaf ío; de la enorme piedra sal ió una
especie de puerca con apar iencia de jabal í con
siete de sus lechones lanzando gruñidos y de su
hocico parecían sal i r l lamas; les daba mucho
miedo a las personas que lo veían, porque
parecía ser un desaf ío mor tal .
BECERRO DE ORO