LA ECUACIÓN DEL NÚMERO PI EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE PARÍS. Por JAVIER SOLIS ...
El gallo de la catedral guion
1. El gallo de la Catedral.
Había una vez un hombre muy rico que vivía como rey, su nombre era Don Ramón.
Él muy temprano en la mañana comía el desayuno, después dormía la siesta, luego almorzaba y a
la tarde muy perfumado salía a la calle. Bajaba a la Plaza Grande. Se paraba delante del gallo de la
Catedral y burlándose de él.
Don Ramón: ¡Qué gallito! ¡Qué disparate de gallo! –decía.
Luego, don Ramón caminaba por la bajada de Santa Catalina. Entraba en la tienda de la señora
Mariana.
Don Ramón: Doña Marianita sírvame una copa.- exclamo.
Mariana: Claro Don Ramón ya le paso su orden – dijo.
Don Ramón: Pero rapidito que ya tengo sed – gritó.
Mariana: Si ya le sirvo su mistela de siempre – dijo.
Ya en la noche después de varias copas empezó a insultar y a gritar a las personas que se
encontraban allí. Y rápidamente Carlos, el esposo de Mariana salió a ver qué pasaba.
Carlos: Siempre es lo mismo con usted Don Ramón, cálmese o voy a tener que sacarlo de
aquí – exclamo.
Don Ramón: A mí nadie me dice que es lo que tengo que hacer – respondió.
Y continúo haciendo escándalo en la tienda.
Carlos: Se lo advertí, ¡ Fuera de aquí¡ - grito.
Entonces el esposo de Mariana lo saco a la fuerza y mucha gente se alegró de ver que lo echen. A
lo que Jaime y Lucia, los empleados de la cantina, empezaron a criticarlo.
Jaime: Pobre Don Ramón, nunca lo he visto tranquilo cuando ha venido – dijo.
Lucia: Si, pobre de él, debería dejar de beber tanto – añadió.
Después de la bochornosa escena en la cantina, de regreso a su casa, don Ramón ya estaba
coloradito. Entonces, se detuvo frente a la Catedral.
Don Ramón: ¡Para mí no hay gallos que valgan! ¡Ni el gallo de la Catedral! – gritó.
Y como todas las noches Don Patricio que era el encargado de cuidar la Catedral, vio por la
ventana a Don Ramón.
Don Patricio: No hay un día que deje de gritarle al pobre gallo – dijo.
Don Ramón se creía el mejor gallo del mundo.
Una vez al pasar, volvió a desafiar al gallo.
Don Ramón: ¡Qué tontería de gallo! ¡No hago caso ni al gallo de la Catedral! – grito.
2. En ese momento, don Ramón sintió que una espuela enorme le rasgaba las piernas. Cayó herido.
El gallo lo sujetaba y no le permitía moverse. De repente una misteriosa voz apareció, era la del
gallo.
Gallo ¡Prométeme que no volverás a tomar mistelas! - gritó.
Don Ramón: ¡Ni siquiera tomaré agua! – contestó.
Gallo - ¡Prométeme que nunca jamás volverás a insultarme! – gritó.
Don Ramón: ¡Ni siquiera te nombraré! – contestó.
Gallo - ¡Levántate, hombre! ¡Pobre de ti si no cumples tu palabra de honor! – gritó.
Don Ramón: Gracias por tu perdón gallito. – contestó.
Entonces el gallito regresó a su puesto.
Cuentan quienes vivieron en esos años, que don Ramón nunca más volvió a sus andadas y que se
convirtió en un hombre serio y responsable. Además dicen algunas personas que el gallito nunca
se movió de su sitio, sino que los propios vecinos de San Juan, el sacristán de la Catedral, y algunos
de los amigos de don Ramón, cansados de su mala conducta, le prepararon una broma para
quitarle el vicio de las mistelas.