Es un editorial que relata la vivencia de un chico universitario con el alcohol queriendo saber como era por primera ves tener chuchaqui luego de haber tomado durante toda la noche

1. Pisando la luna Y nos dieron las 10 de la noche. Pregunto Andrea (a quien llamaremos así por cuestiones de seguridad simplemente luego lo entenderán) ¿qué hacemos muchachos? a lo que todos contestaron en una especie de coro ¡vamos a la luna! yo como nuevo invitado no entendía, y aunque la curiosidad me carcomía decidí no preguntar y como manso corderito me uní a ellos. Se acercó el carro que se encontraba en el parqueadero lo fue a traer chicho a quien recién había conocido, la luna seguía en mi mente, ¿qué diablos es eso? me decía yo mismo. En la camioneta subimos aproximadamente 12 personas íbamos uno sobre otro aunque esto no nos incomodo, porque hacia un frio que penetraba los huesos, en seguida empezaron los abrazos con una niña, muy simpática por cierto que se había unido esa noche al igual que yo, pero esa es otra historia. Al bajar de la universidad en donde nos encontramos, todos dijeron incluyéndome compremos trago, (claro típico lojano borracho) güisqui 10 letras (cantaclaro) dijeron, pero claro, conteste y aunque no suelo tomar mucho, esa noche las ganas consumían a más de uno, el frío las amigas y el reggae que sonaba en el carro hacían la noche perfecta para pisar la luna. Subimos rumbo otra vez a la u, ¿pero que pasa? Pregunte, se olvidaron algo a lo que, me dijeron, “tranquilo que por aquí hay que pasar”, atrás de la u llegamos a un camino Pedroso y polvoriento subimos una, dos, tres, cuatro cuadras, grito alguien “a la derecha casi te pasas” subimos dos cuadras mas y finalmente el carro paro en un lote vacío, era el lugar que iba seguramente a albergar, nuestra borrachera. Me preguntaba ¿por qué le llamaban la luna? a un lugar tan normal a lo que el cuencanito me respondió “da la vuelta mudo mira atrás” y al girar me encontré con el paisaje más precioso de la ciudad, además de que el frio ayudaba al porque de la luna. Pasaron una, dos copas poco a poco se fueron haciendo botellas, empezamos con los juegos y claro el que perdía doble copa y así, poco a poco, la conciencia se iba perdiendo. Cuando me di cuenta Andrea poso sus labios sobre los míos, que por que era una penitencia me dijo, pero eso era mas que una penitencia, algo mas hubo en ese beso, acto seguido ya con mucho alcohol sobre mi, decidí que ya no quería tomar, que era suficiente de la luna por esa noche, me fueron a dejar en mi casa y ellos decidieron seguir, “la noche es joven” dijeron. El famoso “chuchaqui” del día siguiente, era tan fuerte que parecía que la cabeza me estallaba, me sentía arrepentido, por la resaca, pero me dije a mi mismo “pise la luna en verdad” pero no por el trago, el frío o el lugar, si no por el beso de Andrea, a quien seguiré escribiendo, para seguramente visitar otra ves a la luna, pero claro en esta ocasión solo los dos.