Roma sufría una profunda crisis en los siglos III y IV debido a inestabilidad militar, problemas económicos y fronteras débiles, lo que llevó a la pérdida de territorios y la invasión de pueblos germánicos. En el siglo IV, el emperador Constantino convirtió al cristianismo en la religión oficial del imperio, poniendo fin a las persecuciones, aunque herejías y disputas teológicas debilitaron la unidad religiosa. En el siglo V, el avance de los