Esta misión no sólo constituye un imperativo ético y moral, sino que además, la mejor, más noble y más rentable inversión que podemos hacer cómo país, a las puertas del Bicentenario, para fortalecer la estabilidad democrática, la justicia social y el desarrollo económico. El problema de la pobreza y la excesiva desigualdad en el Chile de hoy, más que económico, es un problema de voluntad política y eficiencia técnica.