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INVESTIGACIÓN EN LA ESCUELA 2010
El texto recoge las principales ideas desarrolladas por la autora a partir de un
estudio realizado sobre el diálogo como estrategia de educación en valores en
Primaria. En primer lugar se expone qué se entiende por diálogo en educación
presentándose cuatro visiones frecuentes al respecto y se plantea cómo las
escuelas, en general, son instituciones antidialógicas. A continuación se reco-
gen las condiciones fundamentales del diálogo en el aula y algunas estrategias
útiles para el profesorado.
PALABRAS CLAVE: Diálogo, ciudadanía; Educación en valores; Escuela Primaria.
Introducción: dialogando en clase
A continuación reproduzco un fragmento
de una conversación que ha tenido lugar en la
clase en la que vengo desarrollando una investi-
gación sobre el diálogo como estrategia de edu-
cación en valores cívicos en Primaria.
– Profesor: Dos cosas han salido. Delante de las
casas antes se sentaba la gente a conversar y a co-
ser. O también a hilar. Y ahora eso no sucede. (…)
Bueno. ¿Por qué eso? ¿Por qué ese cambio? ¿Quién
lo sabe? ¿Quién lo piensa? ¿A quién se le ocurre?...
[Lucía pide la palabra] ¿Por qué, Lucía?
− Lucía: Porque en tiempos de Manolo no ha-
bía televisión, no como ahora que nos tumbamos
en el sofá y nos ponemos a ver la tele y no hablamos
en familia y eso. En aquel momento, como no había
tele, cogían la silla y se sentaban allá fuera y habla-
ban con la familia o con los amigos.
− Profesor: Perfecto, Lucía. Si yo lo hubiera di-
cho, en lugar de decirlo tú, no lo habría dicho me-
jor. (…) Lucía ha explicado muy bien por qué antes
se conversaba mucho entre la gente y por qué ahora
la gente conversa muy poco.
− Lucía: Ni siquiera cuando se sientan a comer,
que suele pasar. Yo cuando estaba con mi madre en
Venezuela, pues cada uno llegaba, llegaba a comer, y
decíamos “todavía no vamos a comer. Vamos a ha-
blar un poco de lo que nos pasó hoy en el día. Tú,
Lucía, explica lo que te pasó en el colegio, yo de lo
que me pasó en el trabajo” y así. (…) Mamá no nos
dejaba comer hasta que cada uno contaba su día en
la escuela, o algo. Y a mí hermano también.
(…)
− Lucía: Mi mamá, le decía a mi hermano:
“tú no te vas a marchar de la mesa a comer a la
sala porque tenemos que hablar en familia, por-
que esto no tiene que dejar de ser como era antes
allá en Venezuela y aunque ya hemos crecido y
tengamos estudios y él ya es mayor, es igual, hay
que seguir hablando en familia, para no perder la
confianza”.
− Profesor: Claro, la mamá de Lucía tenía ya
que disputar un poco con su hijo porque su hijo
quería marcharse con la comida a la televisión, a
la sala.
* Dirección de contacto: C. P. de Villar Pando (Oviedo). Despacho 236 - Facultad de Ciencias de la Educación.Universidad
de Oviedo. C/Aniceto Sela, s/n 33005 Oviedo. 985 10 30 00 - ext. 5414. alvarezalvmaria@uniovi.es
Artículo recibido el 21 de abril de 2008 y aceptado el 22 de septiembre de 2009.
El diálogo en el aula para la educación
de la ciudadanía
Carmen Álvarez Álvarez*
pp.51-62
Universidad de Oviedo
INVESTIGACIÓN EN LA ESCUELA 2010
52
− Jorge: Yo cada día lo que hago es coger la co-
mida e ir a ver la tele.
− Profesor: Exactamente, y no hablar con nadie.
− Lucas: Y yo.
− Profesor: Y hacer lo que diga la tele. Eso su-
cede en la mayor parte de las casas, que casi no se
habla. Eso ocurre casi todos los días.
− Lucía: Mi mamá se enojaba mucho.
− Profesor: Se enojaba mucho, porque tu her-
mano que es más joven, pertenece a una generación
donde ya hay televisión y la televisión atrapa a todo
el mundo.
− Lucía: Yo luego cuando llegue a casa antes de
comer le voy a contar a mi mamá lo que hice hoy
y le voy a explicar un poco lo que hice en clase y ya
más tarde hago los deberes.
Conversación en clase de cultura
asturiana en octubre de 2007.
Ésta es una de tantas conversaciones produ-
cidas en el aula de 5º B del C. P. de Villar Pando1
(Oviedo-Asturias), un espacio en el que hablar
y escuchar, ofrecer la propia experiencia coti-
diana al grupo, conocimientos académicos o
ideas previas tienen especial interés.
En esta aula vengo realizando una investi-
gación longitudinal desde hace unos años, en
colaboración con el profesor generalista de
Educación Primaria D. José María Rozada Mar-
tínez, sobre el diálogo como estrategia de edu-
cación en valores cívicos, siguiendo una meto-
dología etnográfica2. El sentido de recoger un
corte como el seleccionado deja ver el interés
de mi investigación: cómo es posible abordar
temas morales con fluidez en un aula en la que
se conversa habitualmente.
Todo corte sacado de contexto ofrece una
idea sesgada de lo que la realidad permite abs-
traer, mas he considerado de suma relevancia
presentar un botón de muestra para dar cuenta
de cómo es posible cultivar en el aula el diálo-
go pedagógico reflexivo y cultivar un espíritu
conversador.
El diálogo para la educación de la
ciudadanía
Los diálogos varían mucho en temática, ca-
lidad, tiempo, etc. De hecho, el corte seleccio-
nado en realidad es mucho más amplio, pero
dar cuenta de él agotaría el contenido de este
texto. También superaría al mismo tratar de
dar cuenta de las limitaciones que supone todo
diálogo trascrito para dar cuenta de la realidad,
por la cantidad de matices contextuales, expre-
sivos, etc., de los que se ha de prescindir.
En este caso hubo más de 90 intervenciones
entre el profesor y el grupo, y en este pequeño
espacio solamente recojo las 13 más destacadas
sobre uno de los aspectos abordados en la clase.
Además se trataron muchos temas, y no sólo el
que recojo previamente.
La formación ciudadana a través de una me-
todología dialógica no es algo sencillo, aunque
pueda parecer lo contrario. La predominante
heteronomía de los alumnos, la necesidad de
atender a los aprendizajes instrumentales bási-
cos, la hostilidad entre los propios compañeros
dentro del grupo, etc. son problemas habituales
con los que nos encontramos en cualquier aula.
Además se suele dar una escasa formación es-
pecífica del profesorado en estas materias. Por
otro lado, en las conversaciones las ideas no
salen solas ni mucho menos, generalmente hay
que pelearlas. Y en esta tarea, muchos docentes
abandonan por no ser capaces de ir más allá,
profundizando en las respuestas de sus alum-
nos. No obstante, introducir “alguna forma de
diálogo” resulta muy interesante para tratar de
desarrollar una educación en valores, pese a las
dificultades que comporta.
La tradición educativa ha privilegiado la
lengua oral y escrita en la interacción entre
profesores y alumnos como instrumento co-
1 El grupo era 5º B en el curso 2007-2008. En estos momentos es 6º B.
2 José María Rozada es maestro de Educación Primaria y la autora del artículo ha permanecido en su clase como investi-
gadora durante una buena parte del curso, habiendo sido previamente alumna suya en el Departamento de Ciencias de
la Educación donde José María Rozada ha sido profesor hasta este curso de la materia de Currículum Transversal, entre
otras, siguiendo en la misma una línea marcadamente dialógica. Durante el curso en que hemos desarrollado la investi-
gación hemos ido desarrollando una forma de trabajo cooperativa en la que se han ido diluyendo las figuras de quién es
profesor y quién alumno.
EL DIÁLOGO EN EL AULA PARA LA EDUCACIÓN DE LA CIUDADANÍA
53
municativo habitual. Esto supone una ventaja
de partida de la metodología dialógica para tra-
bajar la educación para la ciudadanía en el aula.
Saló Lloveras (2006: 28) afirma que “la lengua
constituye un componente importante en todas
las materias escolares y permite crear un ámbito
común de experiencias e informaciones indivi-
duales y colectivas mediante un conjunto de re-
ferencias”. La lengua atraviesa el curriculum y
está presente a lo largo de toda la escolaridad y
todos los docentes son de algún modo profeso-
res de lengua en sus asignaturas.
Generalmente, en las clases apenas hay in-
teracciones dialógicas porque el discurso del
profesor y las explicaciones del libro de texto se
sitúan como prioridad absoluta. El ideal sería
que la intervención del profesor active y guíe el
aprendizaje de forma organizada y deliberada
en un proceso dialógico hacia la ampliación del
conocimiento de contenidos escolares y de va-
lores, con conciencia y sistematicidad.
En el aula investigada se cultiva este espíritu
dialógico permanentemente. Se han recogido
muchos episodios de diálogo en la enseñanza,
siendo destacado su empleo en muchos casos
para favorecer la educación en valores.
¿Por qué es importante el diálogo para fa-
vorecer la formación cívica del alumnado? Por-
que en el aula es posible hacer gran número de
actividades para tratar de hacer educación en
valores, pero si el profesorado no es capaz de
escuchar al alumnado y de tener en cuenta sus
intervenciones y de reconocerles como perso-
nas que piensan y que tienen ideas sobre los
temas que surjan, pasará por su vida sin dejar
huella.
Pennac (2008), en una entrevista reciente,
afirmaba que su principal tarea como educador
es “lograr que cada niño tenga la sensación de
que existe a mis ojos”. Esto no es nada sencillo,
pero si no somos capaces como educadores
de situarnos ante el alumnado como personas
atentas y que los escuchan pasaremos por sus
vidas sin ser tampoco escuchados hagamos lo
que hagamos y digamos lo que digamos, por-
que en el diálogo se desarrolla la relación más
profundamente humana. La palabra del profe-
sor debe encontrarse con la palabra del sujeto
que aprende aunque la opinión manifestada no
siempre sea la misma. Lo peor que puede suce-
der para quien desea formar ciudadanos es que
se encuentre con el silencio de quienes están en
el mismo aula. Freire (1997: 112) afirma que “la
educación auténtica no se hace de A para B o de
A sobre B, sino de A con B, mediatizados por el
mundo. Mundo que impresiona y desafía a unos
y a otros originando visiones y puntos de vista en
torno a él.”
¿Qué se entiende por diálogo?
Por diálogo en el aula se entienden muchas
cosas y muy distintas, existiendo al respecto
cierta confusión. Hay quienes consideran que
en todas las aulas de Educación Primaria hay
diálogos por el hecho de que en todas las aulas se
habla de algo. Hay quienes consideran que hay
conversaciones en todas las clases y solamente
hay diálogos en algunas que cumplen con cier-
tos criterios. Hay quienes consideran que en las
clases se trabaja de forma oral pero no siempre
se producen ni conversaciones ni diálogos (sólo
monólogos). También hay quienes diferencian
entre diálogo espontáneo, pedagógico, filosófi-
co y otros. En fin, no hay unanimidad.
En el estudio que he desarrollado se entien-
de por “diálogo en el aula” la conversación de
los miembros de la clase en torno a “problemas
sociales relevantes”, con el objeto de permitir
al alumnado reflexionar sosegadamente sobre
un tema, situarse moralmente ante el mismo,
tomar la palabra en el aula para ofrecer al gru-
po sus conocimientos, su comportamiento o su
experiencia, sus perspectivas o ideas.
Si hacemos un análisis etimológico del tér-
mino tenemos una base de la que partir en la
conceptualización. La palabra diálogo tiene
dos partes: “dia” y “logo”. “Dia” significa “a tra-
vés de”. “Logo” alude a la facultad de expresar
el pensamiento a través del lenguaje. De este
modo, el diálogo sería el modo a través del cual
el pensamiento se expresa a través del lenguaje.
Burbules, uno de los estudiosos del diálogo
más destacado en el panorama internacional,
define el diálogo como “una interacción conver-
INVESTIGACIÓN EN LA ESCUELA 2010
54
sacional deliberadamente dirigida a la enseñan-
za y el aprendizaje”. Y añade: “no todas nuestras
conversaciones tienen un propósito pedagógico;
y a la inversa, no todas las relaciones comuni-
cativas pedagógicas son formas de conversación
(están las conferencias, por ejemplo)” (Burbules,
1999: 12). Según esta definición, el diálogo es
un método o procedimiento pedagógico dirigi-
do a favorecer el aprendizaje.
Para continuar avanzando haré referencia
a cuatro formas de entender el diálogo, con el
objeto de ofrecer la mirada más amplia posible
al respecto: la conversación ordinaria, el diálo-
go como actividad pedagógica convencional, el
diálogo pedagógico reflexivo y el diálogo inte-
rior. En cualquier caso, la siguiente tipología no
es excluyente. En las aulas pueden darse, y se
dan, momentos que responden a estos plantea-
mientos.
Diálogo como conversación ordinaria
Esta concepción del diálogo responde a lo
que Álvarez Angulo (2001: 23) denomina una
“conversación espontánea”, por oposición a la
“conversación formal”. Para este autor la pri-
mera tipología se caracterizaría por una menor
planificación, un menor respeto a los turnos
de palabra, una menor reflexividad y la apari-
ción de vulgarismos. La conversación formal,
por su parte, tendría un carácter más planifi-
cado y serio.
El diálogo bajo esta concepción se desen-
volvería como una conversación común coti-
diana. Dependiendo de los autores, esta forma
de proceder no siempre es considerada como
diálogo, pues se cree que de este modo no es
posible aprender, reflexionar o extraer modos
de comportamiento sólidos. De hecho, en oca-
siones, esta práctica se ha caricaturizado hasta
el extremo de considerarla como una conver-
sación amistosa de salón, trivial. Es cierto que
las conversaciones informales pueden versar
sobre los aspectos más irrelevantes de la rea-
lidad y pueden abordarse con suma superfi-
cialidad, mas es una forma de relación entre
dos sujetos con el objeto de entenderse sobre
un tema.
Diálogo como actividad pedagógica
convencional
Esta forma de comunicación en el aula
supone la asunción de los modos de relación
entre el profesor y sus alumnos de modo tradi-
cional, de tal modo que la relación que se gesta
suele ser monodireccional.
En la gran mayoría de las aulas la activi-
dad mayoritaria es verbal, pero suele suceder
que el discurso esté restringido a la figura del
profesor de tal modo que los alumnos sólo in-
tervienen puntualmente para preguntar dudas
o responder a las preguntas que éste formula.
Este tipo de comunicación que se forja entre
los participantes genera poco feed-back, poca
interacción, de modo que los alumnos raras ve-
ces podrán alterar el orden de lo que el profesor
tuviese en su mente.
López Herrerías (1990: 479-480) comenta
al respecto: “en muchas situaciones –y la histo-
ria puede confirmarlo ampliamente– la relación
educativa se constituye según una monodireccio-
nalidad, del maestro hacia el alumno, de quien
sabe o es más experto hacia quien no sabe; de
modo que, por una parte, hay un hablar, un dar
la clase, un ordenar, y, por otra, un escuchar, un
repetir y un obedecer”. Este tipo de relación, a
pesar de ser la habitual, no es la más deseable,
aunque en determinados momentos puede
producir en el alumnado reflexiones o aprendi-
zajes determinantes.
Diálogo como actividad pedagógica reflexiva
El Diccionario de Ciencias de la Educación
plantea que “la forma dialogada de enseñanza
surge como reacción al carácter pasivo que pre-
sentaban las llamadas formas expositivas. Dicha
técnica de instrucción utiliza como principal re-
curso el diálogo y la conversación. En este sen-
tido conviene distinguir entre conversación libre,
asistemática, y el diálogo, propiamente didáctico,
de finalidad instructiva, pues el docente se verá
siempre obligado, con independencia del método
que emplee, a discutir y coloquiar con sus alum-
nos, intercambiando opiniones y aclarando sus
conceptos” (Sánchez Cerezo, 1983 : 405).
EL DIÁLOGO EN EL AULA PARA LA EDUCACIÓN DE LA CIUDADANÍA
55
El diálogo como actividad pedagógica re-
flexiva debería caracterizarse por permitir a
los alumnos, dentro de un orden y siguiendo
ciertas reglas, expresarse y dar sus opiniones,
ideas y puntos de vista; facilitar y promover el
intercambio de ideas y opiniones, no sólo entre
el profesor y los alumnos, sino también, entre
los alumnos mismos; reconocer que el profesor
no es el único que puede poseer el conocimien-
to, sino que éste puede aprender también de
los alumnos; favorecer el intercambio de ideas
y puntos de vista, considerar el conocimiento
como el resultado de la mutua interacción, es-
tando, por tanto, abierto a crítica; proporcio-
nar a los alumnos tiempo y tranquilidad para
poder reflexionar y formular sus propias ideas,
argumentos, etc. (Lago Bornstein, 1990: 56-57).
Esta concepción del diálogo sería la más
deseable en la educación, pues se trata de una
alternativa al modelo didáctico habitual, con el
objeto de favorecer en el aula la reflexión per-
sonal y el surgimiento del pensamiento propio.
Diálogo como actividad interior
El diálogo como una actividad interior se-
ría el resultado de un diálogo previo con otros.
A partir de la puesta en común de ideas entre
las personas se estimula el pensamiento y la
reflexión, generándose un diálogo interno que
permite un mejor autoconocimiento, contri-
buyendo a clarificar las propias ideas. Como
plantea Asensio (2004: 223),“el diálogo con uno
mismo persigue, antes que nada, reconocer los
mundos que habitan en nosotros, dar cabida a
sus voces, encontrar caminos que percibimos des-
dibujados en nuestro interior, reconciliar pasado
y presente, racionalizar nuestros afectos y emo-
cionar nuestras razones”.
¿Las escuelas son antidialógicas?
En gran cantidad de contextos fuera de la
escuela (la vida familiar, las relaciones amisto-
sas,etc.) las personas pueden encontrar grandes
dificultades para desarrollar las aptitudes y dis-
posiciones de escuchar con atención, conside-
rar puntos de vista diferentes al propio, tolerar
la crítica, expresarse sinceramente, etc. Esto ya
de por sí es lamentable, pero es aún peor cuan-
do estas tendencias, lejos de ser contrarrestadas
en la escuela, se ven reforzadas por las prácticas
docentes, como tantas veces ocurre.
Cuando el intercambio en el aula se reduce
a hacer preguntas cerradas unidireccionalmen-
te por parte del profesor para ser respondidas
por el alumnado se atrofia la capacidad para
prestar atención, pensar, preguntar y conside-
rar alternativas (Burbules, 1999: 207). Si de-
liberadamente se desalienta el diálogo o se le
relega a ámbitos personales, se destierra a éste
de las aulas y se afirma que esas habilidades o
disposiciones no son significativas en el ámbito
educativo. Esta forma de proceder impone una
pauta antidialógica.
Por otro lado, diversas presiones del estado
o del sistema social han llevado a que muchas
prácticas educativas sean antidialógicas tam-
bién:
1. Una concepción del curriculum centrada
en el contenido, según la cual“dar el programa”
es el objetivo fundamental.
2. Una concepción de las metas educativas
centrada en las pruebas, en la que los resultados
que no pueden medirse de esa manera son rele-
gados cada vez más a una posición subordinada
entre las metas educativas.
3. Una concepción del papel del docente
centrada en el manejo del aula, donde el man-
tenimiento de las condiciones de orden y dis-
ciplina se convierte, no en medio de los fines
educativos, sino en un fin en sí mismo (Burbu-
les, 1999: 208).
La interacción en el aula suele responder
al modelo de iniciación, pregunta y respuesta
pautado por la presión académica de los am-
plios programas educativos y por la exigencia
hacia el alumno de tener que “acertar”, que sa-
ber la respuesta. Cazden (1991: 39) considera
que el modelo de discurso escolar más abun-
dante en todos los grados y niveles responde a
la secuencia conocida como IRE (iniciación del
docente, respuesta del alumno y evaluación).
Las interacciones en el aula, desde este punto
de vista, se inician con una invitación a un niño
INVESTIGACIÓN EN LA ESCUELA 2010
56
por parte del maestro. El alumno selecciona-
do responde aportando una historia, una idea,
etc., y finalmente, el docente comenta el relato
antes de volver a iniciar este esquema con otro
niño sin permitir que se dé la interacción co-
municativa entre los propios alumnos.
Muchos de los profesores cuando tratan de
superar esta dificultad se dan cuenta de que la
clase “se les escapa de las manos” y acaban re-
curriendo a su poder para restituir el orden en
el aula. Por otra parte, los alumnos no suelen
cuestionar el sentido de lo que se hace en la cla-
se en presencia del profesor y cuando partici-
pan lo hacen casi en exclusiva para pedir ayuda
o para plantear dudas respecto a los conteni-
dos. Brodhagen (1997: 143) afirma que “los es-
tudiantes tienen derecho a intentar comprender
cómo las cosas han llegado a ser como son. (…)
En muchas aulas, las preguntas de los estudiantes
no son bien recibidas. Pero continuamos creyen-
do que los jóvenes tienen derecho a formularlas
y derecho a saber. Tienen derecho a ser parte de
una escuela que se ocupa de sus preguntas en
serio”. Aunque la escuela como institución im-
ponga un modelo antidialógico, el profesorado
tiene el deber de trabajar en invertir este mode-
lo desde dentro.
Condiciones del diálogo en el aula
Para que se dé el diálogo en el aula, para que
se inicie en la misma una conversación a nivel
de grupo son necesarias algunas condiciones,
que comentaré a continuación.
La igualdad de los miembros en el grupo
Todo alumno que desee participar apor-
tando una idea, preguntando una duda, in-
troduciendo una experiencia personal, una
preocupación…, debe poder hacerlo, siempre
y cuando se atenga al tema que se está trabajan-
do. No obstante, si la cuestión planteada tiene
por sí misma un interés de trabajo transversal
muy destacado se debe también recuperar e in-
corporar al debate. El único requisito para par-
ticipar debe ser seguir un orden en los turnos
de palabra.
Todos los alumnos tienen que saber que
pueden pedir la palabra en cualquier momento
y el profesor debe dársela a quien la pida, sin
apartar del debate a los alumnos menos reflexi-
vos, menos hábiles comunicativamente, menos
brillantes académicamente, algo que frecuente-
mente hace el profesorado, favoreciendo única-
mente la intervención de los buenos alumnos,
pero no la de los que presentan más dificultades.
La reflexividad
Otra condición es la reflexividad en las
afirmaciones que se realicen. Muchos alumnos
tienden a levantar la mano inmediatamente
después de escuchar una pregunta que consi-
deran que pueden responder, sin tener aún la
respuesta pensada. Así, en muchas ocasiones
sucede que cuando se les da la palabra a estos
alumnos comienzan a pensar lo que van a decir.
Para pensar las respuestas, para organizar
coherentemente la idea que se desea comunicar,
etc., el profesor tiene que dar tiempo al alum-
nado y esperar la respuesta más que los tres o
cuatro segundos de rigor pasando la pregunta a
un compañero. Si el alumno tarda, debemos es-
perarle y una vez que haga su comentario apo-
yarle para que pueda expresar mejor la idea, si
es preciso.
El respeto y el reconocimiento mutuo
Tanto el profesor como el alumnado tie-
nen que mostrarse respeto y reconocimiento.
El profesor puede que tenga que poner orden
en la clase permanentemente, pero nunca debe
descalificar, ni a un alumno particular ni al
grupo. A su vez, el alumnado tiene que mostrar
respeto al profesor y al resto del grupo en las
diversas situaciones de aprendizaje, pero, sobre
todo, cuando se da tiempo para pensar la res-
puesta y el alumno tarda. Esta espera si se pro-
duce sin que genere malestar en el aula es toda
una lección de compañerismo y un ejercicio de
EL DIÁLOGO EN EL AULA PARA LA EDUCACIÓN DE LA CIUDADANÍA
57
reconocimiento del otro, de control de sí mis-
mos, de conciencia de la importancia de lo que
está pasando, de admiración por el profesor
que pone por delante de las prisas que siempre
apuran el ritmo de la enseñanza las dificultades
del alumno, etc.
La reiteración multiforme
Los temas no pueden aparecer en la clase
una única vez sino que hay que trabajarlos con
frecuencia, apareciendo muchos de ellos en re-
petidas ocasiones a lo largo del tiempo, aunque
bien es cierto que no siempre tienen por qué
apuntar hacia un mismo fin y, por tanto, no ne-
cesariamente hay por qué enfocarlos didáctica-
mente del mismo modo.
El docente puede volver sobre los temas con
un talante dialógico, con la intención de esti-
mular el recuerdo, de abordar otras dimensio-
nes relacionadas, para discutir prácticas, ideas
previas o conocimientos académicos, etc. En
ocasiones el profesor se dirigirá al grupo, en
otras, a un alumno concreto o a varios. Esa
intervención puede ser para que los alumnos
tomen conciencia reflexiva del propio pensa-
miento, para que expresen sus experiencias,
para que planteen preguntas, para que revisen
sus conocimientos previos, etc.
La tolerancia a la discrepancia y el
aumento de la autoestima
Cuando se habla en clase, el profesor debe
renunciar estratégicamente a corregir muchas
cosas juzgándolas como errores, para introdu-
cir al alumnado en dilemas cognitivos sobre
cómo debe ser el comportamiento humano
ante un problema, aumentando así la autoes-
tima del niño.
Si se trata de un tema que es opinable el
profesor puede ofrecer su visión una vez que
se han manifestado un número importante
de alumnos, mostrando respeto hacia las otras
posturas y planteando que no existe una única
respuesta al problema tratado. En otras oca-
siones puede ofrecer datos o exponer hechos
o saberes que establecen con mayor o menor
certeza el pensamiento mejor fundamentado
académica y moralmente.
Ello ayuda al alumnado a clarificar su pro-
pio sistema de valores y a tolerar la discrepan-
cia, pues hay problemas sociales ante los cuales
no cabe dar una única respuesta, pues no hay
una única solución posible.
Si el profesor espera obtener una determi-
nada respuesta posiblemente juzgue negativa-
mente algunas afirmaciones y no permitirá a los
alumnos expresarse libremente por temor al fra-
caso. Un niño que no se siente capaz de respon-
der a una pregunta no se animará a participar
en el desarrollo de las clases si sabe que lo que
diga va a ser condenado por la sencilla razón de
que da una tentativa de respuesta aproximada o
una respuesta errónea. Los alumnos tienen que
saber que pueden expresarse sin temor a que
sus respuestas sean rechazadas. Pues, como co-
menta Reed (1983: 87),“si queremos que un niño
hable sobre lo que de veras es importante para él,
no debemos ponerle en una situación en la cual él
sabe que va a ser castigado por lo que pueda decir.
El entorno que se debe crear no sólo se caracteri-
zará por la ausencia de miedo. La niña debería
sentir que usted está interesado por lo que ella dice
y que se estima o valora su opinión. Esto no sig-
nifica, evidentemente, que deban esperar que se
esté de acuerdo con todo lo que dicen. (...) El niño
debe notar que está hablando con otra persona y
no únicamente en una habitación con eco. Se pue-
de estar interesado y valorar la opinión de alguien
y al mismo tiempo disentir fuertemente de ella”.
La seriedad y la atención
Otra condición muy importante del diálogo
en el aula es la seriedad y la atención. El diálogo
es una actividad formativa para el alumnado
que se tiene que desarrollar con la misma se-
riedad con la que se aprende a multiplicar frac-
ciones. Y ello es así porque si no es imposible
aprender de él.
Sin escucha activa no hay comprensión
y sin ambas cosas no hay aprendizaje. Algún
INVESTIGACIÓN EN LA ESCUELA 2010
58
niño que reiteradamente no escucha, puede ser
privado del uso de la palabra cuando la pide,
bajo la norma, conocida por todos, de que para
hacer uso del derecho a decir, hay que cumplir
la obligación de escuchar.
La veracidad y la confianza
También es fundamental la sinceridad,
pues no se trata de intervenir para decir cual-
quier cosa con tal de atizar la polémica: aquello
que se comente tiene que ser cierto si se refie-
re a hechos o bien argumentado si se refiere a
juicios.
Cuando esta condición no se cumple, lo
más conveniente es hacerle ver al alumno que
lo que cuenta es algo fantasioso porque ello
perjudica a la clase que puede tomar como
verdaderas historias completamente falsas, de-
valuando la calidad del debate. Tiene mucho
interés en ocasiones indagar acerca de por qué
el alumno ha realizado esa intervención, qué
fin perseguía, etc., llevándole a tomar con-
ciencia del daño que hace al grupo no siendo
sincero y del que se hace a sí mismo ante los
compañeros. Aunque esto hay que hacerlo con
mucho tacto, señalando, por ejemplo, que es
frecuente en todos nosotros que alguna vez
nos sintamos tentados a ello para hacer más
atractivo e impresionante el relato, pero que
hay que dominar ese impulso cuando se está
en una conversación seria.
Cuando los alumnos valoran el diálogo
como una actividad sincera son capaces de
narrar al grupo episodios de su vida que son o
han sido muy traumáticos.
La argumentación
Otra cuestión relevante es la argumentación
de aquello que se dice, siempre que sea posible.
En Primaria los niños aún tienen muchas limi-
taciones para justificar por qué una decisión es
mejor que otra, por qué una idea es buena y
otra no, etc., pero es en este camino en el que
hay que colocar al alumnado.
Preguntas como: ¿por qué lo dices?, ¿por
qué lo piensas?, ¿de dónde lo has sacado?,
¿quién te lo ha dicho?, ¿dónde lo has visto o
leído?, etc., invitan al grupo a profundizar en
el razonamiento y la explicación de lo que se
dice.
Estrategias de mediación dialógica
A continuación recojo algunas estrategias
útiles para el profesorado en el proceso de me-
diación dialógica con los alumnos.
Las preguntas y las segundas preguntas
Hacer preguntas y plantear segundas pre-
guntas a partir de lo que el alumno ha manifes-
tado en su primera respuesta es una estrategia
fundamental, pues se obliga a los niños a pen-
sar en el porqué de su respuesta, a evaluarla, a
plantearse otras dimensiones del problema en
las que no había reparado previamente, etc.
Podría decirse que las segundas preguntas,
formuladas socráticamente por parte del pro-
fesor, son un buen indicador de que lo que el
debate trata de hacerse reflexivo, interesante y
serio.
Invitar a una mayor reelaboración
Cuando las respuestas que ofrecen los
alumnos no son muy buenas (argumentadas,
autónomas, etc.) es un buen recurso por par-
te del profesor animar al alumno a reelaborar
mejor su propuesta. Esto además permite man-
tener la atención en el aula, así como mejorar la
expresión oral.
Este ejercicio además tiene mucho interés
porque puede ayudar al alumnado a superar
el estadio de las operaciones concretas. Es fre-
cuente que los alumnos recurran a ejemplos
para explicarse fenómenos al no tener suficien-
temente desarrollado el pensamiento abstracto.
Pedirles que intenten dar una explicación pre-
via al ejemplo, significa ayudarles a desarrollar
EL DIÁLOGO EN EL AULA PARA LA EDUCACIÓN DE LA CIUDADANÍA
59
ese pensamiento. Trabajando así el profesor
trata de “tirar del desarrollo”. Representa, por
otro lado, una forma de mostrar confianza en
el grupo, al recibir el mensaje de que“es posible
hacerlo mejor”.
No desautorizar al alumno
Frecuentemente, los alumnos al mostrar
sus ideas en el aula cometen errores en lo que
dicen, ya sean de expresión, de exactitud, etc.
Para que la comunicación sea fluida y agrada-
ble para todos, el profesor no puede estar de
caza de las ideas erróneas o imprecisas desau-
torizando al alumno permanentemente. Es más
rico escuchar, interpretar e indagar qué hay de-
trás de esa idea, preguntando reflexivamente
para que el alumno reconozca su pensamiento,
sus emociones, etc.
Explicaciones, justificaciones y respuestas
por parte del profesor
En gran número de ocasiones, los alumnos
no llegan por sí mismos a obtener respuestas
a los problemas morales (o de otro tipo) a los
que se enfrentan. Cuando, tras intentar obtener
una reflexión, ésta no se logra, el profesor debe
ofrecer pistas, nuevas explicaciones o, en últi-
mo término, respuestas. El profesor no puede
dejar sin aclarar los dilemas que se presentan,
aunque, a veces, la resolución de los mismos su-
ponga que el docente asuma un protagonismo
destacado. El profesor tiene que crear un con-
texto en el que surjan las respuestas “espontá-
neamente”, pero si no es así no puede asumir
un rol neutral. La educación se orienta hacia un
fin previsto y deliberado, por abierto que sea,
como plantea Savater (1997: 104). No pueden
desaprovecharse en el aula las oportunidades
que se presentan para aprender o para trabajar
valores por el hecho de que no surjan en clase
las ideas pertinentes.
Por otra parte, los alumnos tienen unas
expectativas puestas en el profesor: esperan
de él que sepa y que les cuente cosas, que les
enseñe.
Ofrecer síntesis integradoras
En ocasiones el diálogo se dispersa ligera-
mente porque son muchos los alumnos que
levantan la mano y desean aportar sus ideas,
sus experiencias, sus sentimientos, etc., y es
preciso que el profesor, si ningún alumno o
alumna es capaz, ofrezca una síntesis al gru-
po de lo que llevan trabajado a lo largo de la
conversación, de tal modo que la marcha, en
apariencia dispersa, de la comunicación no
impida recordar los principales temas que se
han tratado, los principales ejemplos que se
han ido poniendo, etc.
Dudar
Otra estrategia útil consiste en “dudar” ante
la clase, expresar algún pensamiento de ma-
nera dubitativa, facilitando que los alumnos
intervengan dando su opinión, para que com-
prendan que su pensamiento no comienza y
termina en el de su maestro. Este modo de pro-
ceder crea una visión del maestro más cercana,
sin que ello suponga una pérdida de prestigio,
dado que no se trata de exhibir un “no saber”
sino de mostrar otras formas de saber: el saber
no seguro, no categórico, que requiere interpre-
tación, que admite otras respuestas, etc.
Cuestionar lo que ya se sabe
Otra estrategia mediadora del diálogo es
plantear problemas a aquello que se conoce,
plantear dudas, interrogarse por qué las cosas
son como son, es decir, cuestionar lo que “apa-
rentemente” damos por sabido. Es fundamen-
tal para generar conciencia de por qué se hacen
las cosas como se hacen y ver cómo podría ser
de otro modo y valorar sus ventajas e inconve-
nientes. También es importante, para“tirar”del
desarrollo como plantea Vigotsky (1979).
También es bueno que el profesor mues-
tre sus dudas y haga ver a sus alumnos que los
adultos podemos ignorar cosas y con frecuen-
cia tenemos que replantearnos algunos proble-
mas y repensarlos.
INVESTIGACIÓN EN LA ESCUELA 2010
60
El tiempo para pensar y los silencios
El tiempo para pensar y los silencios ayudan
al alumno a elaborar lo que va a decir, a orga-
nizar su discurso y, algo no menos importante,
a sentirse integrado. Cuando las clases fluyen
de manera ágil, el alumno puede sentirse des-
plazado al retirársele la pregunta y pasársela a
un compañero. Si sabe que se le da tiempo para
pensar y se le respeta su silencio, puede pensar
una respuesta, organizarla y ofrecerla al grupo
con más garantías que si lo trabajase acelerada-
mente. Por otro lado, esto además favorece una
clase comprensiva y respetuosa que no premia
la competitividad.
Favorecer la atenta escucha y el
reconocimiento del otro
Inicialmente, para dialogar es precisa cier-
ta coerción hacia los alumnos. Los niños hoy
son “hijos de la desregulación” como acertada-
mente plantean Conde y Gómez (2001), y es
importante que sepan que existen límites en la
comunicación (escucha activa, respeto al otro,
etc.), avanzando desde la heteronomía a la au-
tonomía (Piaget, 1971; Kohlberg, 1992). Asen-
sio (2004: 235) considera que “la autonomía se
construye desde la dependencia, la libertad desde
el respeto a las normas, y las actitudes dialogantes
desde la inicial coerción hacia la atenta escucha
a los demás y la aceptación de su legitimidad”.
Llamar al otro por el nombre o hacer re-
ferencia al conocimiento que ha aportado un
compañero es un síntoma de que hay una es-
cucha atenta y un reconocimiento hacia el otro.
Reconstruir la realidad de los niños
Es importante que el maestro ayude a los
niños a reconstruir su realidad, dándosela or-
denada para que comprendan algunos de los
principales mecanismos de alienación que nos
persiguen y que ofrezca su conocimiento y
su experiencia al respecto. La publicidad, por
ejemplo, es algo común en nuestras vidas, pero
no siempre se reflexiona sobre ella con la pro-
fundidad que se merece y tampoco se trabaja
con los niños el análisis de los mecanismos que
emplea para captarles desde bien pequeños en
centros de ocio y consumo, en televisión, en las
revistas, en Internet, etc.
A modo de conclusión
La enseñanza es una tarea sumamente com-
pleja y educar siguiendo una pauta dialógica en
clase es algo muy delicado y lleno de dificulta-
des. No hay una única concepción del diálogo
en educación; no hay una única práctica de éste
en la realidad de las aulas. No hay más que re-
pasar las exigencias señaladas y los matices re-
cogidos en las páginas anteriores.
Los procesos didácticos son complejos, la
diversidad de acciones es inmensa, los temas
son infinitos y la forma de abordarlos puede
variar significativamente. Por tanto, no tiene
mucho sentido pensar en modelos muy forma-
lizados de diálogo que pretendan implantarse
en todas partes. De hecho, las ideas que se re-
cogen en este texto surgen fundamentalmente
de la realización de un estudio de caso único,
con metodología etnográfica, sobre el diálogo
como estrategia de educación en valores en un
aula de Primaria3. Si se realizasen más estudios
de este tipo posiblemente sabríamos mucho
más sobre este tema.
REFERENCIAS
ÁLVAREZ ÁLVAREZ, C. (en prensa). Cuando
aparece la cultura de los alumnos en el aula.
En Revista Internacional de Filosofía para Ni-
ños, (número 1 de 2010).
ÁLVAREZ ÁLVAREZ, C. (2008). La construcción
de la ciudadanía en el aula a través del diálogo.
Debilitando algunos tópicos. En Con-ciencia
Social, 12, 63-72.
3 Para quien desee continuar formándose sobre este tema puede consultar los artículos de Álvarez Álvarez y Rozada Martínez.
EL DIÁLOGO EN EL AULA PARA LA EDUCACIÓN DE LA CIUDADANÍA
61
ÁLVAREZ ÁLVAREZ, C. (2007). El diálogo en la
Investigación-Acción Participativa. En Actas
del IV Congreso Internacional sobre Investiga-
ción Acción Participativa. Valladolid.
ÁLVAREZ ÁLVAREZ, C. y ROZADA MARTÍNEZ,
J. M. (2006). Droga, escuela y profesorado:
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Didáctica (Lengua y literatura), 13, 17-42.
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hizo especiales. En Apple, M. W. & Beane, J.
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BURBULES,N.C.(1999).El diálogo en la enseñan-
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CAZDEN, C. B. (1991). El discurso en el aula: el
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ña Pedagogía” transversal en la escuela prima-
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Gijón.
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Ariel.
VIGOTSKY, L. (1979). El desarrollo de los procesos
psicológicos superiores. Madrid: Akal.
INVESTIGACIÓN EN LA ESCUELA 2010
62
ABSTRACT
The dialogue in the classroom and the citizenship education
This paper collects the main ideas developed by the author from a research
on dialogue as a strategy for teaching values in primary school. First, we are
exposing what we mean by educational dialogue, describing four common and
related notions and showing that the schools are usually non-dialogical institu-
tions. Afterwards, we present the essential conditions of a good dialogue in the
classroom and some useful strategies for the teachers.
KEY WORDS: Dialogue; Citizenship; Teaching values; Primary school.
RÉSUMÉ
Le dialogue dans la classe et l’éducation à la citoyenneté
Cet article recueille les principales idées développées par l’auteur dans une
recherche sur le dialogue comme stratégie d’éducation en valeurs dans l’école
primaire. D’abord on montre qu’est-ce qu’on comprend par dialogue dans l’édu-
cation, étalant quatre visions fréquents sur ce sujet, arguant que normalement
les écoles sont institutions non dialogueuses. Ensuite on récupère les condi-
tions fondamentales du dialogue dans la salle de classe et quelques stratégies
profitables pour les professeurs.
MOTS CLÉ: Dialogue; Citoyenneté; Éducation en valeurs; École primaire.

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  • 1. INVESTIGACIÓN EN LA ESCUELA 2010 El texto recoge las principales ideas desarrolladas por la autora a partir de un estudio realizado sobre el diálogo como estrategia de educación en valores en Primaria. En primer lugar se expone qué se entiende por diálogo en educación presentándose cuatro visiones frecuentes al respecto y se plantea cómo las escuelas, en general, son instituciones antidialógicas. A continuación se reco- gen las condiciones fundamentales del diálogo en el aula y algunas estrategias útiles para el profesorado. PALABRAS CLAVE: Diálogo, ciudadanía; Educación en valores; Escuela Primaria. Introducción: dialogando en clase A continuación reproduzco un fragmento de una conversación que ha tenido lugar en la clase en la que vengo desarrollando una investi- gación sobre el diálogo como estrategia de edu- cación en valores cívicos en Primaria. – Profesor: Dos cosas han salido. Delante de las casas antes se sentaba la gente a conversar y a co- ser. O también a hilar. Y ahora eso no sucede. (…) Bueno. ¿Por qué eso? ¿Por qué ese cambio? ¿Quién lo sabe? ¿Quién lo piensa? ¿A quién se le ocurre?... [Lucía pide la palabra] ¿Por qué, Lucía? − Lucía: Porque en tiempos de Manolo no ha- bía televisión, no como ahora que nos tumbamos en el sofá y nos ponemos a ver la tele y no hablamos en familia y eso. En aquel momento, como no había tele, cogían la silla y se sentaban allá fuera y habla- ban con la familia o con los amigos. − Profesor: Perfecto, Lucía. Si yo lo hubiera di- cho, en lugar de decirlo tú, no lo habría dicho me- jor. (…) Lucía ha explicado muy bien por qué antes se conversaba mucho entre la gente y por qué ahora la gente conversa muy poco. − Lucía: Ni siquiera cuando se sientan a comer, que suele pasar. Yo cuando estaba con mi madre en Venezuela, pues cada uno llegaba, llegaba a comer, y decíamos “todavía no vamos a comer. Vamos a ha- blar un poco de lo que nos pasó hoy en el día. Tú, Lucía, explica lo que te pasó en el colegio, yo de lo que me pasó en el trabajo” y así. (…) Mamá no nos dejaba comer hasta que cada uno contaba su día en la escuela, o algo. Y a mí hermano también. (…) − Lucía: Mi mamá, le decía a mi hermano: “tú no te vas a marchar de la mesa a comer a la sala porque tenemos que hablar en familia, por- que esto no tiene que dejar de ser como era antes allá en Venezuela y aunque ya hemos crecido y tengamos estudios y él ya es mayor, es igual, hay que seguir hablando en familia, para no perder la confianza”. − Profesor: Claro, la mamá de Lucía tenía ya que disputar un poco con su hijo porque su hijo quería marcharse con la comida a la televisión, a la sala. * Dirección de contacto: C. P. de Villar Pando (Oviedo). Despacho 236 - Facultad de Ciencias de la Educación.Universidad de Oviedo. C/Aniceto Sela, s/n 33005 Oviedo. 985 10 30 00 - ext. 5414. alvarezalvmaria@uniovi.es Artículo recibido el 21 de abril de 2008 y aceptado el 22 de septiembre de 2009. El diálogo en el aula para la educación de la ciudadanía Carmen Álvarez Álvarez* pp.51-62 Universidad de Oviedo
  • 2. INVESTIGACIÓN EN LA ESCUELA 2010 52 − Jorge: Yo cada día lo que hago es coger la co- mida e ir a ver la tele. − Profesor: Exactamente, y no hablar con nadie. − Lucas: Y yo. − Profesor: Y hacer lo que diga la tele. Eso su- cede en la mayor parte de las casas, que casi no se habla. Eso ocurre casi todos los días. − Lucía: Mi mamá se enojaba mucho. − Profesor: Se enojaba mucho, porque tu her- mano que es más joven, pertenece a una generación donde ya hay televisión y la televisión atrapa a todo el mundo. − Lucía: Yo luego cuando llegue a casa antes de comer le voy a contar a mi mamá lo que hice hoy y le voy a explicar un poco lo que hice en clase y ya más tarde hago los deberes. Conversación en clase de cultura asturiana en octubre de 2007. Ésta es una de tantas conversaciones produ- cidas en el aula de 5º B del C. P. de Villar Pando1 (Oviedo-Asturias), un espacio en el que hablar y escuchar, ofrecer la propia experiencia coti- diana al grupo, conocimientos académicos o ideas previas tienen especial interés. En esta aula vengo realizando una investi- gación longitudinal desde hace unos años, en colaboración con el profesor generalista de Educación Primaria D. José María Rozada Mar- tínez, sobre el diálogo como estrategia de edu- cación en valores cívicos, siguiendo una meto- dología etnográfica2. El sentido de recoger un corte como el seleccionado deja ver el interés de mi investigación: cómo es posible abordar temas morales con fluidez en un aula en la que se conversa habitualmente. Todo corte sacado de contexto ofrece una idea sesgada de lo que la realidad permite abs- traer, mas he considerado de suma relevancia presentar un botón de muestra para dar cuenta de cómo es posible cultivar en el aula el diálo- go pedagógico reflexivo y cultivar un espíritu conversador. El diálogo para la educación de la ciudadanía Los diálogos varían mucho en temática, ca- lidad, tiempo, etc. De hecho, el corte seleccio- nado en realidad es mucho más amplio, pero dar cuenta de él agotaría el contenido de este texto. También superaría al mismo tratar de dar cuenta de las limitaciones que supone todo diálogo trascrito para dar cuenta de la realidad, por la cantidad de matices contextuales, expre- sivos, etc., de los que se ha de prescindir. En este caso hubo más de 90 intervenciones entre el profesor y el grupo, y en este pequeño espacio solamente recojo las 13 más destacadas sobre uno de los aspectos abordados en la clase. Además se trataron muchos temas, y no sólo el que recojo previamente. La formación ciudadana a través de una me- todología dialógica no es algo sencillo, aunque pueda parecer lo contrario. La predominante heteronomía de los alumnos, la necesidad de atender a los aprendizajes instrumentales bási- cos, la hostilidad entre los propios compañeros dentro del grupo, etc. son problemas habituales con los que nos encontramos en cualquier aula. Además se suele dar una escasa formación es- pecífica del profesorado en estas materias. Por otro lado, en las conversaciones las ideas no salen solas ni mucho menos, generalmente hay que pelearlas. Y en esta tarea, muchos docentes abandonan por no ser capaces de ir más allá, profundizando en las respuestas de sus alum- nos. No obstante, introducir “alguna forma de diálogo” resulta muy interesante para tratar de desarrollar una educación en valores, pese a las dificultades que comporta. La tradición educativa ha privilegiado la lengua oral y escrita en la interacción entre profesores y alumnos como instrumento co- 1 El grupo era 5º B en el curso 2007-2008. En estos momentos es 6º B. 2 José María Rozada es maestro de Educación Primaria y la autora del artículo ha permanecido en su clase como investi- gadora durante una buena parte del curso, habiendo sido previamente alumna suya en el Departamento de Ciencias de la Educación donde José María Rozada ha sido profesor hasta este curso de la materia de Currículum Transversal, entre otras, siguiendo en la misma una línea marcadamente dialógica. Durante el curso en que hemos desarrollado la investi- gación hemos ido desarrollando una forma de trabajo cooperativa en la que se han ido diluyendo las figuras de quién es profesor y quién alumno.
  • 3. EL DIÁLOGO EN EL AULA PARA LA EDUCACIÓN DE LA CIUDADANÍA 53 municativo habitual. Esto supone una ventaja de partida de la metodología dialógica para tra- bajar la educación para la ciudadanía en el aula. Saló Lloveras (2006: 28) afirma que “la lengua constituye un componente importante en todas las materias escolares y permite crear un ámbito común de experiencias e informaciones indivi- duales y colectivas mediante un conjunto de re- ferencias”. La lengua atraviesa el curriculum y está presente a lo largo de toda la escolaridad y todos los docentes son de algún modo profeso- res de lengua en sus asignaturas. Generalmente, en las clases apenas hay in- teracciones dialógicas porque el discurso del profesor y las explicaciones del libro de texto se sitúan como prioridad absoluta. El ideal sería que la intervención del profesor active y guíe el aprendizaje de forma organizada y deliberada en un proceso dialógico hacia la ampliación del conocimiento de contenidos escolares y de va- lores, con conciencia y sistematicidad. En el aula investigada se cultiva este espíritu dialógico permanentemente. Se han recogido muchos episodios de diálogo en la enseñanza, siendo destacado su empleo en muchos casos para favorecer la educación en valores. ¿Por qué es importante el diálogo para fa- vorecer la formación cívica del alumnado? Por- que en el aula es posible hacer gran número de actividades para tratar de hacer educación en valores, pero si el profesorado no es capaz de escuchar al alumnado y de tener en cuenta sus intervenciones y de reconocerles como perso- nas que piensan y que tienen ideas sobre los temas que surjan, pasará por su vida sin dejar huella. Pennac (2008), en una entrevista reciente, afirmaba que su principal tarea como educador es “lograr que cada niño tenga la sensación de que existe a mis ojos”. Esto no es nada sencillo, pero si no somos capaces como educadores de situarnos ante el alumnado como personas atentas y que los escuchan pasaremos por sus vidas sin ser tampoco escuchados hagamos lo que hagamos y digamos lo que digamos, por- que en el diálogo se desarrolla la relación más profundamente humana. La palabra del profe- sor debe encontrarse con la palabra del sujeto que aprende aunque la opinión manifestada no siempre sea la misma. Lo peor que puede suce- der para quien desea formar ciudadanos es que se encuentre con el silencio de quienes están en el mismo aula. Freire (1997: 112) afirma que “la educación auténtica no se hace de A para B o de A sobre B, sino de A con B, mediatizados por el mundo. Mundo que impresiona y desafía a unos y a otros originando visiones y puntos de vista en torno a él.” ¿Qué se entiende por diálogo? Por diálogo en el aula se entienden muchas cosas y muy distintas, existiendo al respecto cierta confusión. Hay quienes consideran que en todas las aulas de Educación Primaria hay diálogos por el hecho de que en todas las aulas se habla de algo. Hay quienes consideran que hay conversaciones en todas las clases y solamente hay diálogos en algunas que cumplen con cier- tos criterios. Hay quienes consideran que en las clases se trabaja de forma oral pero no siempre se producen ni conversaciones ni diálogos (sólo monólogos). También hay quienes diferencian entre diálogo espontáneo, pedagógico, filosófi- co y otros. En fin, no hay unanimidad. En el estudio que he desarrollado se entien- de por “diálogo en el aula” la conversación de los miembros de la clase en torno a “problemas sociales relevantes”, con el objeto de permitir al alumnado reflexionar sosegadamente sobre un tema, situarse moralmente ante el mismo, tomar la palabra en el aula para ofrecer al gru- po sus conocimientos, su comportamiento o su experiencia, sus perspectivas o ideas. Si hacemos un análisis etimológico del tér- mino tenemos una base de la que partir en la conceptualización. La palabra diálogo tiene dos partes: “dia” y “logo”. “Dia” significa “a tra- vés de”. “Logo” alude a la facultad de expresar el pensamiento a través del lenguaje. De este modo, el diálogo sería el modo a través del cual el pensamiento se expresa a través del lenguaje. Burbules, uno de los estudiosos del diálogo más destacado en el panorama internacional, define el diálogo como “una interacción conver-
  • 4. INVESTIGACIÓN EN LA ESCUELA 2010 54 sacional deliberadamente dirigida a la enseñan- za y el aprendizaje”. Y añade: “no todas nuestras conversaciones tienen un propósito pedagógico; y a la inversa, no todas las relaciones comuni- cativas pedagógicas son formas de conversación (están las conferencias, por ejemplo)” (Burbules, 1999: 12). Según esta definición, el diálogo es un método o procedimiento pedagógico dirigi- do a favorecer el aprendizaje. Para continuar avanzando haré referencia a cuatro formas de entender el diálogo, con el objeto de ofrecer la mirada más amplia posible al respecto: la conversación ordinaria, el diálo- go como actividad pedagógica convencional, el diálogo pedagógico reflexivo y el diálogo inte- rior. En cualquier caso, la siguiente tipología no es excluyente. En las aulas pueden darse, y se dan, momentos que responden a estos plantea- mientos. Diálogo como conversación ordinaria Esta concepción del diálogo responde a lo que Álvarez Angulo (2001: 23) denomina una “conversación espontánea”, por oposición a la “conversación formal”. Para este autor la pri- mera tipología se caracterizaría por una menor planificación, un menor respeto a los turnos de palabra, una menor reflexividad y la apari- ción de vulgarismos. La conversación formal, por su parte, tendría un carácter más planifi- cado y serio. El diálogo bajo esta concepción se desen- volvería como una conversación común coti- diana. Dependiendo de los autores, esta forma de proceder no siempre es considerada como diálogo, pues se cree que de este modo no es posible aprender, reflexionar o extraer modos de comportamiento sólidos. De hecho, en oca- siones, esta práctica se ha caricaturizado hasta el extremo de considerarla como una conver- sación amistosa de salón, trivial. Es cierto que las conversaciones informales pueden versar sobre los aspectos más irrelevantes de la rea- lidad y pueden abordarse con suma superfi- cialidad, mas es una forma de relación entre dos sujetos con el objeto de entenderse sobre un tema. Diálogo como actividad pedagógica convencional Esta forma de comunicación en el aula supone la asunción de los modos de relación entre el profesor y sus alumnos de modo tradi- cional, de tal modo que la relación que se gesta suele ser monodireccional. En la gran mayoría de las aulas la activi- dad mayoritaria es verbal, pero suele suceder que el discurso esté restringido a la figura del profesor de tal modo que los alumnos sólo in- tervienen puntualmente para preguntar dudas o responder a las preguntas que éste formula. Este tipo de comunicación que se forja entre los participantes genera poco feed-back, poca interacción, de modo que los alumnos raras ve- ces podrán alterar el orden de lo que el profesor tuviese en su mente. López Herrerías (1990: 479-480) comenta al respecto: “en muchas situaciones –y la histo- ria puede confirmarlo ampliamente– la relación educativa se constituye según una monodireccio- nalidad, del maestro hacia el alumno, de quien sabe o es más experto hacia quien no sabe; de modo que, por una parte, hay un hablar, un dar la clase, un ordenar, y, por otra, un escuchar, un repetir y un obedecer”. Este tipo de relación, a pesar de ser la habitual, no es la más deseable, aunque en determinados momentos puede producir en el alumnado reflexiones o aprendi- zajes determinantes. Diálogo como actividad pedagógica reflexiva El Diccionario de Ciencias de la Educación plantea que “la forma dialogada de enseñanza surge como reacción al carácter pasivo que pre- sentaban las llamadas formas expositivas. Dicha técnica de instrucción utiliza como principal re- curso el diálogo y la conversación. En este sen- tido conviene distinguir entre conversación libre, asistemática, y el diálogo, propiamente didáctico, de finalidad instructiva, pues el docente se verá siempre obligado, con independencia del método que emplee, a discutir y coloquiar con sus alum- nos, intercambiando opiniones y aclarando sus conceptos” (Sánchez Cerezo, 1983 : 405).
  • 5. EL DIÁLOGO EN EL AULA PARA LA EDUCACIÓN DE LA CIUDADANÍA 55 El diálogo como actividad pedagógica re- flexiva debería caracterizarse por permitir a los alumnos, dentro de un orden y siguiendo ciertas reglas, expresarse y dar sus opiniones, ideas y puntos de vista; facilitar y promover el intercambio de ideas y opiniones, no sólo entre el profesor y los alumnos, sino también, entre los alumnos mismos; reconocer que el profesor no es el único que puede poseer el conocimien- to, sino que éste puede aprender también de los alumnos; favorecer el intercambio de ideas y puntos de vista, considerar el conocimiento como el resultado de la mutua interacción, es- tando, por tanto, abierto a crítica; proporcio- nar a los alumnos tiempo y tranquilidad para poder reflexionar y formular sus propias ideas, argumentos, etc. (Lago Bornstein, 1990: 56-57). Esta concepción del diálogo sería la más deseable en la educación, pues se trata de una alternativa al modelo didáctico habitual, con el objeto de favorecer en el aula la reflexión per- sonal y el surgimiento del pensamiento propio. Diálogo como actividad interior El diálogo como una actividad interior se- ría el resultado de un diálogo previo con otros. A partir de la puesta en común de ideas entre las personas se estimula el pensamiento y la reflexión, generándose un diálogo interno que permite un mejor autoconocimiento, contri- buyendo a clarificar las propias ideas. Como plantea Asensio (2004: 223),“el diálogo con uno mismo persigue, antes que nada, reconocer los mundos que habitan en nosotros, dar cabida a sus voces, encontrar caminos que percibimos des- dibujados en nuestro interior, reconciliar pasado y presente, racionalizar nuestros afectos y emo- cionar nuestras razones”. ¿Las escuelas son antidialógicas? En gran cantidad de contextos fuera de la escuela (la vida familiar, las relaciones amisto- sas,etc.) las personas pueden encontrar grandes dificultades para desarrollar las aptitudes y dis- posiciones de escuchar con atención, conside- rar puntos de vista diferentes al propio, tolerar la crítica, expresarse sinceramente, etc. Esto ya de por sí es lamentable, pero es aún peor cuan- do estas tendencias, lejos de ser contrarrestadas en la escuela, se ven reforzadas por las prácticas docentes, como tantas veces ocurre. Cuando el intercambio en el aula se reduce a hacer preguntas cerradas unidireccionalmen- te por parte del profesor para ser respondidas por el alumnado se atrofia la capacidad para prestar atención, pensar, preguntar y conside- rar alternativas (Burbules, 1999: 207). Si de- liberadamente se desalienta el diálogo o se le relega a ámbitos personales, se destierra a éste de las aulas y se afirma que esas habilidades o disposiciones no son significativas en el ámbito educativo. Esta forma de proceder impone una pauta antidialógica. Por otro lado, diversas presiones del estado o del sistema social han llevado a que muchas prácticas educativas sean antidialógicas tam- bién: 1. Una concepción del curriculum centrada en el contenido, según la cual“dar el programa” es el objetivo fundamental. 2. Una concepción de las metas educativas centrada en las pruebas, en la que los resultados que no pueden medirse de esa manera son rele- gados cada vez más a una posición subordinada entre las metas educativas. 3. Una concepción del papel del docente centrada en el manejo del aula, donde el man- tenimiento de las condiciones de orden y dis- ciplina se convierte, no en medio de los fines educativos, sino en un fin en sí mismo (Burbu- les, 1999: 208). La interacción en el aula suele responder al modelo de iniciación, pregunta y respuesta pautado por la presión académica de los am- plios programas educativos y por la exigencia hacia el alumno de tener que “acertar”, que sa- ber la respuesta. Cazden (1991: 39) considera que el modelo de discurso escolar más abun- dante en todos los grados y niveles responde a la secuencia conocida como IRE (iniciación del docente, respuesta del alumno y evaluación). Las interacciones en el aula, desde este punto de vista, se inician con una invitación a un niño
  • 6. INVESTIGACIÓN EN LA ESCUELA 2010 56 por parte del maestro. El alumno selecciona- do responde aportando una historia, una idea, etc., y finalmente, el docente comenta el relato antes de volver a iniciar este esquema con otro niño sin permitir que se dé la interacción co- municativa entre los propios alumnos. Muchos de los profesores cuando tratan de superar esta dificultad se dan cuenta de que la clase “se les escapa de las manos” y acaban re- curriendo a su poder para restituir el orden en el aula. Por otra parte, los alumnos no suelen cuestionar el sentido de lo que se hace en la cla- se en presencia del profesor y cuando partici- pan lo hacen casi en exclusiva para pedir ayuda o para plantear dudas respecto a los conteni- dos. Brodhagen (1997: 143) afirma que “los es- tudiantes tienen derecho a intentar comprender cómo las cosas han llegado a ser como son. (…) En muchas aulas, las preguntas de los estudiantes no son bien recibidas. Pero continuamos creyen- do que los jóvenes tienen derecho a formularlas y derecho a saber. Tienen derecho a ser parte de una escuela que se ocupa de sus preguntas en serio”. Aunque la escuela como institución im- ponga un modelo antidialógico, el profesorado tiene el deber de trabajar en invertir este mode- lo desde dentro. Condiciones del diálogo en el aula Para que se dé el diálogo en el aula, para que se inicie en la misma una conversación a nivel de grupo son necesarias algunas condiciones, que comentaré a continuación. La igualdad de los miembros en el grupo Todo alumno que desee participar apor- tando una idea, preguntando una duda, in- troduciendo una experiencia personal, una preocupación…, debe poder hacerlo, siempre y cuando se atenga al tema que se está trabajan- do. No obstante, si la cuestión planteada tiene por sí misma un interés de trabajo transversal muy destacado se debe también recuperar e in- corporar al debate. El único requisito para par- ticipar debe ser seguir un orden en los turnos de palabra. Todos los alumnos tienen que saber que pueden pedir la palabra en cualquier momento y el profesor debe dársela a quien la pida, sin apartar del debate a los alumnos menos reflexi- vos, menos hábiles comunicativamente, menos brillantes académicamente, algo que frecuente- mente hace el profesorado, favoreciendo única- mente la intervención de los buenos alumnos, pero no la de los que presentan más dificultades. La reflexividad Otra condición es la reflexividad en las afirmaciones que se realicen. Muchos alumnos tienden a levantar la mano inmediatamente después de escuchar una pregunta que consi- deran que pueden responder, sin tener aún la respuesta pensada. Así, en muchas ocasiones sucede que cuando se les da la palabra a estos alumnos comienzan a pensar lo que van a decir. Para pensar las respuestas, para organizar coherentemente la idea que se desea comunicar, etc., el profesor tiene que dar tiempo al alum- nado y esperar la respuesta más que los tres o cuatro segundos de rigor pasando la pregunta a un compañero. Si el alumno tarda, debemos es- perarle y una vez que haga su comentario apo- yarle para que pueda expresar mejor la idea, si es preciso. El respeto y el reconocimiento mutuo Tanto el profesor como el alumnado tie- nen que mostrarse respeto y reconocimiento. El profesor puede que tenga que poner orden en la clase permanentemente, pero nunca debe descalificar, ni a un alumno particular ni al grupo. A su vez, el alumnado tiene que mostrar respeto al profesor y al resto del grupo en las diversas situaciones de aprendizaje, pero, sobre todo, cuando se da tiempo para pensar la res- puesta y el alumno tarda. Esta espera si se pro- duce sin que genere malestar en el aula es toda una lección de compañerismo y un ejercicio de
  • 7. EL DIÁLOGO EN EL AULA PARA LA EDUCACIÓN DE LA CIUDADANÍA 57 reconocimiento del otro, de control de sí mis- mos, de conciencia de la importancia de lo que está pasando, de admiración por el profesor que pone por delante de las prisas que siempre apuran el ritmo de la enseñanza las dificultades del alumno, etc. La reiteración multiforme Los temas no pueden aparecer en la clase una única vez sino que hay que trabajarlos con frecuencia, apareciendo muchos de ellos en re- petidas ocasiones a lo largo del tiempo, aunque bien es cierto que no siempre tienen por qué apuntar hacia un mismo fin y, por tanto, no ne- cesariamente hay por qué enfocarlos didáctica- mente del mismo modo. El docente puede volver sobre los temas con un talante dialógico, con la intención de esti- mular el recuerdo, de abordar otras dimensio- nes relacionadas, para discutir prácticas, ideas previas o conocimientos académicos, etc. En ocasiones el profesor se dirigirá al grupo, en otras, a un alumno concreto o a varios. Esa intervención puede ser para que los alumnos tomen conciencia reflexiva del propio pensa- miento, para que expresen sus experiencias, para que planteen preguntas, para que revisen sus conocimientos previos, etc. La tolerancia a la discrepancia y el aumento de la autoestima Cuando se habla en clase, el profesor debe renunciar estratégicamente a corregir muchas cosas juzgándolas como errores, para introdu- cir al alumnado en dilemas cognitivos sobre cómo debe ser el comportamiento humano ante un problema, aumentando así la autoes- tima del niño. Si se trata de un tema que es opinable el profesor puede ofrecer su visión una vez que se han manifestado un número importante de alumnos, mostrando respeto hacia las otras posturas y planteando que no existe una única respuesta al problema tratado. En otras oca- siones puede ofrecer datos o exponer hechos o saberes que establecen con mayor o menor certeza el pensamiento mejor fundamentado académica y moralmente. Ello ayuda al alumnado a clarificar su pro- pio sistema de valores y a tolerar la discrepan- cia, pues hay problemas sociales ante los cuales no cabe dar una única respuesta, pues no hay una única solución posible. Si el profesor espera obtener una determi- nada respuesta posiblemente juzgue negativa- mente algunas afirmaciones y no permitirá a los alumnos expresarse libremente por temor al fra- caso. Un niño que no se siente capaz de respon- der a una pregunta no se animará a participar en el desarrollo de las clases si sabe que lo que diga va a ser condenado por la sencilla razón de que da una tentativa de respuesta aproximada o una respuesta errónea. Los alumnos tienen que saber que pueden expresarse sin temor a que sus respuestas sean rechazadas. Pues, como co- menta Reed (1983: 87),“si queremos que un niño hable sobre lo que de veras es importante para él, no debemos ponerle en una situación en la cual él sabe que va a ser castigado por lo que pueda decir. El entorno que se debe crear no sólo se caracteri- zará por la ausencia de miedo. La niña debería sentir que usted está interesado por lo que ella dice y que se estima o valora su opinión. Esto no sig- nifica, evidentemente, que deban esperar que se esté de acuerdo con todo lo que dicen. (...) El niño debe notar que está hablando con otra persona y no únicamente en una habitación con eco. Se pue- de estar interesado y valorar la opinión de alguien y al mismo tiempo disentir fuertemente de ella”. La seriedad y la atención Otra condición muy importante del diálogo en el aula es la seriedad y la atención. El diálogo es una actividad formativa para el alumnado que se tiene que desarrollar con la misma se- riedad con la que se aprende a multiplicar frac- ciones. Y ello es así porque si no es imposible aprender de él. Sin escucha activa no hay comprensión y sin ambas cosas no hay aprendizaje. Algún
  • 8. INVESTIGACIÓN EN LA ESCUELA 2010 58 niño que reiteradamente no escucha, puede ser privado del uso de la palabra cuando la pide, bajo la norma, conocida por todos, de que para hacer uso del derecho a decir, hay que cumplir la obligación de escuchar. La veracidad y la confianza También es fundamental la sinceridad, pues no se trata de intervenir para decir cual- quier cosa con tal de atizar la polémica: aquello que se comente tiene que ser cierto si se refie- re a hechos o bien argumentado si se refiere a juicios. Cuando esta condición no se cumple, lo más conveniente es hacerle ver al alumno que lo que cuenta es algo fantasioso porque ello perjudica a la clase que puede tomar como verdaderas historias completamente falsas, de- valuando la calidad del debate. Tiene mucho interés en ocasiones indagar acerca de por qué el alumno ha realizado esa intervención, qué fin perseguía, etc., llevándole a tomar con- ciencia del daño que hace al grupo no siendo sincero y del que se hace a sí mismo ante los compañeros. Aunque esto hay que hacerlo con mucho tacto, señalando, por ejemplo, que es frecuente en todos nosotros que alguna vez nos sintamos tentados a ello para hacer más atractivo e impresionante el relato, pero que hay que dominar ese impulso cuando se está en una conversación seria. Cuando los alumnos valoran el diálogo como una actividad sincera son capaces de narrar al grupo episodios de su vida que son o han sido muy traumáticos. La argumentación Otra cuestión relevante es la argumentación de aquello que se dice, siempre que sea posible. En Primaria los niños aún tienen muchas limi- taciones para justificar por qué una decisión es mejor que otra, por qué una idea es buena y otra no, etc., pero es en este camino en el que hay que colocar al alumnado. Preguntas como: ¿por qué lo dices?, ¿por qué lo piensas?, ¿de dónde lo has sacado?, ¿quién te lo ha dicho?, ¿dónde lo has visto o leído?, etc., invitan al grupo a profundizar en el razonamiento y la explicación de lo que se dice. Estrategias de mediación dialógica A continuación recojo algunas estrategias útiles para el profesorado en el proceso de me- diación dialógica con los alumnos. Las preguntas y las segundas preguntas Hacer preguntas y plantear segundas pre- guntas a partir de lo que el alumno ha manifes- tado en su primera respuesta es una estrategia fundamental, pues se obliga a los niños a pen- sar en el porqué de su respuesta, a evaluarla, a plantearse otras dimensiones del problema en las que no había reparado previamente, etc. Podría decirse que las segundas preguntas, formuladas socráticamente por parte del pro- fesor, son un buen indicador de que lo que el debate trata de hacerse reflexivo, interesante y serio. Invitar a una mayor reelaboración Cuando las respuestas que ofrecen los alumnos no son muy buenas (argumentadas, autónomas, etc.) es un buen recurso por par- te del profesor animar al alumno a reelaborar mejor su propuesta. Esto además permite man- tener la atención en el aula, así como mejorar la expresión oral. Este ejercicio además tiene mucho interés porque puede ayudar al alumnado a superar el estadio de las operaciones concretas. Es fre- cuente que los alumnos recurran a ejemplos para explicarse fenómenos al no tener suficien- temente desarrollado el pensamiento abstracto. Pedirles que intenten dar una explicación pre- via al ejemplo, significa ayudarles a desarrollar
  • 9. EL DIÁLOGO EN EL AULA PARA LA EDUCACIÓN DE LA CIUDADANÍA 59 ese pensamiento. Trabajando así el profesor trata de “tirar del desarrollo”. Representa, por otro lado, una forma de mostrar confianza en el grupo, al recibir el mensaje de que“es posible hacerlo mejor”. No desautorizar al alumno Frecuentemente, los alumnos al mostrar sus ideas en el aula cometen errores en lo que dicen, ya sean de expresión, de exactitud, etc. Para que la comunicación sea fluida y agrada- ble para todos, el profesor no puede estar de caza de las ideas erróneas o imprecisas desau- torizando al alumno permanentemente. Es más rico escuchar, interpretar e indagar qué hay de- trás de esa idea, preguntando reflexivamente para que el alumno reconozca su pensamiento, sus emociones, etc. Explicaciones, justificaciones y respuestas por parte del profesor En gran número de ocasiones, los alumnos no llegan por sí mismos a obtener respuestas a los problemas morales (o de otro tipo) a los que se enfrentan. Cuando, tras intentar obtener una reflexión, ésta no se logra, el profesor debe ofrecer pistas, nuevas explicaciones o, en últi- mo término, respuestas. El profesor no puede dejar sin aclarar los dilemas que se presentan, aunque, a veces, la resolución de los mismos su- ponga que el docente asuma un protagonismo destacado. El profesor tiene que crear un con- texto en el que surjan las respuestas “espontá- neamente”, pero si no es así no puede asumir un rol neutral. La educación se orienta hacia un fin previsto y deliberado, por abierto que sea, como plantea Savater (1997: 104). No pueden desaprovecharse en el aula las oportunidades que se presentan para aprender o para trabajar valores por el hecho de que no surjan en clase las ideas pertinentes. Por otra parte, los alumnos tienen unas expectativas puestas en el profesor: esperan de él que sepa y que les cuente cosas, que les enseñe. Ofrecer síntesis integradoras En ocasiones el diálogo se dispersa ligera- mente porque son muchos los alumnos que levantan la mano y desean aportar sus ideas, sus experiencias, sus sentimientos, etc., y es preciso que el profesor, si ningún alumno o alumna es capaz, ofrezca una síntesis al gru- po de lo que llevan trabajado a lo largo de la conversación, de tal modo que la marcha, en apariencia dispersa, de la comunicación no impida recordar los principales temas que se han tratado, los principales ejemplos que se han ido poniendo, etc. Dudar Otra estrategia útil consiste en “dudar” ante la clase, expresar algún pensamiento de ma- nera dubitativa, facilitando que los alumnos intervengan dando su opinión, para que com- prendan que su pensamiento no comienza y termina en el de su maestro. Este modo de pro- ceder crea una visión del maestro más cercana, sin que ello suponga una pérdida de prestigio, dado que no se trata de exhibir un “no saber” sino de mostrar otras formas de saber: el saber no seguro, no categórico, que requiere interpre- tación, que admite otras respuestas, etc. Cuestionar lo que ya se sabe Otra estrategia mediadora del diálogo es plantear problemas a aquello que se conoce, plantear dudas, interrogarse por qué las cosas son como son, es decir, cuestionar lo que “apa- rentemente” damos por sabido. Es fundamen- tal para generar conciencia de por qué se hacen las cosas como se hacen y ver cómo podría ser de otro modo y valorar sus ventajas e inconve- nientes. También es importante, para“tirar”del desarrollo como plantea Vigotsky (1979). También es bueno que el profesor mues- tre sus dudas y haga ver a sus alumnos que los adultos podemos ignorar cosas y con frecuen- cia tenemos que replantearnos algunos proble- mas y repensarlos.
  • 10. INVESTIGACIÓN EN LA ESCUELA 2010 60 El tiempo para pensar y los silencios El tiempo para pensar y los silencios ayudan al alumno a elaborar lo que va a decir, a orga- nizar su discurso y, algo no menos importante, a sentirse integrado. Cuando las clases fluyen de manera ágil, el alumno puede sentirse des- plazado al retirársele la pregunta y pasársela a un compañero. Si sabe que se le da tiempo para pensar y se le respeta su silencio, puede pensar una respuesta, organizarla y ofrecerla al grupo con más garantías que si lo trabajase acelerada- mente. Por otro lado, esto además favorece una clase comprensiva y respetuosa que no premia la competitividad. Favorecer la atenta escucha y el reconocimiento del otro Inicialmente, para dialogar es precisa cier- ta coerción hacia los alumnos. Los niños hoy son “hijos de la desregulación” como acertada- mente plantean Conde y Gómez (2001), y es importante que sepan que existen límites en la comunicación (escucha activa, respeto al otro, etc.), avanzando desde la heteronomía a la au- tonomía (Piaget, 1971; Kohlberg, 1992). Asen- sio (2004: 235) considera que “la autonomía se construye desde la dependencia, la libertad desde el respeto a las normas, y las actitudes dialogantes desde la inicial coerción hacia la atenta escucha a los demás y la aceptación de su legitimidad”. Llamar al otro por el nombre o hacer re- ferencia al conocimiento que ha aportado un compañero es un síntoma de que hay una es- cucha atenta y un reconocimiento hacia el otro. Reconstruir la realidad de los niños Es importante que el maestro ayude a los niños a reconstruir su realidad, dándosela or- denada para que comprendan algunos de los principales mecanismos de alienación que nos persiguen y que ofrezca su conocimiento y su experiencia al respecto. La publicidad, por ejemplo, es algo común en nuestras vidas, pero no siempre se reflexiona sobre ella con la pro- fundidad que se merece y tampoco se trabaja con los niños el análisis de los mecanismos que emplea para captarles desde bien pequeños en centros de ocio y consumo, en televisión, en las revistas, en Internet, etc. A modo de conclusión La enseñanza es una tarea sumamente com- pleja y educar siguiendo una pauta dialógica en clase es algo muy delicado y lleno de dificulta- des. No hay una única concepción del diálogo en educación; no hay una única práctica de éste en la realidad de las aulas. No hay más que re- pasar las exigencias señaladas y los matices re- cogidos en las páginas anteriores. Los procesos didácticos son complejos, la diversidad de acciones es inmensa, los temas son infinitos y la forma de abordarlos puede variar significativamente. Por tanto, no tiene mucho sentido pensar en modelos muy forma- lizados de diálogo que pretendan implantarse en todas partes. De hecho, las ideas que se re- cogen en este texto surgen fundamentalmente de la realización de un estudio de caso único, con metodología etnográfica, sobre el diálogo como estrategia de educación en valores en un aula de Primaria3. Si se realizasen más estudios de este tipo posiblemente sabríamos mucho más sobre este tema. REFERENCIAS ÁLVAREZ ÁLVAREZ, C. (en prensa). Cuando aparece la cultura de los alumnos en el aula. En Revista Internacional de Filosofía para Ni- ños, (número 1 de 2010). ÁLVAREZ ÁLVAREZ, C. (2008). La construcción de la ciudadanía en el aula a través del diálogo. Debilitando algunos tópicos. En Con-ciencia Social, 12, 63-72. 3 Para quien desee continuar formándose sobre este tema puede consultar los artículos de Álvarez Álvarez y Rozada Martínez.
  • 11. EL DIÁLOGO EN EL AULA PARA LA EDUCACIÓN DE LA CIUDADANÍA 61 ÁLVAREZ ÁLVAREZ, C. (2007). El diálogo en la Investigación-Acción Participativa. En Actas del IV Congreso Internacional sobre Investiga- ción Acción Participativa. Valladolid. ÁLVAREZ ÁLVAREZ, C. y ROZADA MARTÍNEZ, J. M. (2006). Droga, escuela y profesorado: dos problemas y una responsabilidad inexcu- sable. En Padres y madres de alumnas y alum- nos. CEAPA, 90, 15-19. ÁLVAREZ ANGULO, T. (2001). El diálogo y la conversación en la enseñanza de la lengua. En Didáctica (Lengua y literatura), 13, 17-42. ASENSIO, J. M. (2004). Una educación para el diá- logo. Barcelona: Paidós. BRODHAGEN, B. L. (1997). La situación nos hizo especiales. En Apple, M. W. & Beane, J. A. Escuelas democráticas (131-154). Madrid: Morata. BURBULES,N.C.(1999).El diálogo en la enseñan- za: teoría y práctica. Buenos Aires: Amorrortu. CAZDEN, C. B. (1991). El discurso en el aula: el lenguaje de la enseñanza y del aprendizaje. Bar- celona: Paidós. CONDE, F. y GÓMEZ A. (2001, enero 22). Hijos de la desregulación. En El País Digital. (Con- sultado: 3-5-06). FREIRE, P. (1997). Pedagogía del oprimido. Méxi- co: Siglo XXI. KOHLBERG, L. (1995). El enfoque cognitivo-evo- lutivo de la educación moral. En Jordán, J. A. y Santolaria, F. F. (Eds.). La educación moral, hoy. Cuestiones y perspectivas. Barcelona: EUB. KOHLBERG, L. (1992). Psicología del desarrollo moral. Bilbao: Descleé de Brouwer. LAGO BORNSTEIN, J.C. (1990). Conocimiento social y diálogo: Bases para una comunidad de investigación.En Educación y Sociedad,7,53-72. LÓPEZ HERRERÍAS, J.A. (1990). Diálogo. En Flores d´Arcais, G. (Dir.) Diccionario de Cien- cias de la Educación (479-480). Madrid: Ed. Paulinas. PENNAC, D. (2008). Entrevista: “Como maestro mi tarea es lograr que cada niño tenga la sen- sación de que existe a mis ojos”. En Magazine Digital (Consultado: 29-6-09). PIAGET, J. (1971). El criterio moral en el niño. Bar- celona: Fontanella. REED, R. (1983). Talking with Children. Denver: Arden Press. ROZADA MARTÍNEZ, J.M. (2008). Una “Peque- ña Pedagogía” transversal en la escuela prima- ria. En LÓPEZ, C. (Coord.). Salud y ciudada- nía. Teoría y práctica de innovación (144-161) Asturias: Centro de Profesorado y Recursos de Gijón. SALÓ LLOVERAS, N. (2006). Estrategias de co- municación en el aula: el diálogo y la comuni- cación interactiva. Barcelona: Ceac. SÁNCHEZ CEREZO, S. (Dir.) (1983). Diccionario de Ciencias de la Educación. Madrid: Santillana. SAVATER, F. (1997). El valor de educar. Barcelona: Ariel. VIGOTSKY, L. (1979). El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Madrid: Akal.
  • 12. INVESTIGACIÓN EN LA ESCUELA 2010 62 ABSTRACT The dialogue in the classroom and the citizenship education This paper collects the main ideas developed by the author from a research on dialogue as a strategy for teaching values in primary school. First, we are exposing what we mean by educational dialogue, describing four common and related notions and showing that the schools are usually non-dialogical institu- tions. Afterwards, we present the essential conditions of a good dialogue in the classroom and some useful strategies for the teachers. KEY WORDS: Dialogue; Citizenship; Teaching values; Primary school. RÉSUMÉ Le dialogue dans la classe et l’éducation à la citoyenneté Cet article recueille les principales idées développées par l’auteur dans une recherche sur le dialogue comme stratégie d’éducation en valeurs dans l’école primaire. D’abord on montre qu’est-ce qu’on comprend par dialogue dans l’édu- cation, étalant quatre visions fréquents sur ce sujet, arguant que normalement les écoles sont institutions non dialogueuses. Ensuite on récupère les condi- tions fondamentales du dialogue dans la salle de classe et quelques stratégies profitables pour les professeurs. MOTS CLÉ: Dialogue; Citoyenneté; Éducation en valeurs; École primaire.