PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: CLAVES PARA LA REFLEXIÓN.pdf
Relacion entre el corazón de cristo y el corazón del discipulo misionero de la salud
1. RELACION ENTRE EL CORAZÓN DE
CRISTO Y EL CORAZÓN DEL DISCIPULO
MISIONERO DE LA SALUD (DISCIPULADO)
Jesús nos invita a encontrarnos con Él y a que nos
vinculemos estrechamente a Él, porque es la fuente de la
vida. Algo muy importante a tener en cuenta es que este
discipulado nos tiene que llevar a descubrir que no
somos nosotros los que escogimos al Maestro, sino que
es Cristo quien nos eligió y que no somos convocados
para algo, sino para Alguien, somos elegidos para
vincularnos íntimamente a su persona, para llegar a “ser
de Él” y formar parte “de los suyos” y participar de su
misión (cfr. DA 131). Este encuentro con Jesús debe de
llevarnos a adherirnos a Él para llegar a ser Él.
El corazón es el núcleo más secreto y el sagrario del
hombre, donde Él se encuentra sólo con Dios (cfr. G et S
16).
Para llegar a ser discípulos de verdad, necesitamos ir
enamorándonos de Cristo mediante este seguimiento
que nos configura a Él, necesitamos adherirnos a su
corazón que como hemos reflexionado es sumamente
profundo y lleno de amor.
Es interesante descubrir que la hondura del misterio del
corazón se mide en las huellas que se van dejando en
aquél al que se ama, porque el amor es como el arco iris
de mil colores; todos juntos dejan una armonía. Se
aprende a amar, amando; se aprende a dar, dándose,
siendo este un itinerario arduo y fascinante,1
es así como
el discípulo misionero de la salud se configurará con
Cristo, amando, ya que el amor sólo madura amando; y
se enriquece, dándose.
1
Cfr. MAZARIEGOS E., Corazón en llamas…, ob. cit., pp. 101 - 102.
2. El discípulo misionero de la pastoral de la salud,
siguiendo el ejemplo de Cristo, está llamado a “saber
leer” el corazón y las inquietudes de las personas,2
ya
que ser persona integral y en armonía, es encauzarse al
mundo del amor.
Se necesita una comunicación que antes de las palabras,
se transmita con los hechos y refleje los sentidos abiertos
del discípulo misionero de la salud al Amor (Dios) y al
amado (el enfermo). Que el ver al Amor, lleve a verle
luego en los hombres; oír al Amor, lleve a escucharle en
el corazón de los hombres; percibir el aroma del Amor, y
sentirle presente en el corazón humano; gustar el Amor,
y luego recrearse en los hermanos amados por el
Amado; tocar el Amor, y luego abrazarle en el corazón de
los hermanos.3
Se tiene que buscar una coherencia entre
la experiencia con el Amor y la experiencia con el amado,
no podemos quedarnos en el Amor sin aterrizarlo en el
hombre que tiene necesidades concretas de sentirse
amado.
2
Cfr. PANGRAZZI A., Creatività al servizio del malato, Camilliane,
Torino 1990, p. 91.
3
Cfr. MAZARIEGOS E., Corazón en llamas…, ob. cit., p. 110.
1. El corazón de Jesús es amante y quiere ser
amado
“Es amante porque, lo suyo, como lo del Padre es amar,
dar amor sin límite, un amor original y creativo, un amor
verdadero y limpio, libre y comprometido. Pero también
quiere ser amado,”4
porque, quien ama el corazón de
Jesús, une su corazón al suyo; quien lo ama establece
una relación profunda. Se hace discípulo dócil de Él, para
aprender de Él en su seguimiento, dignidad y plenitud de
vida (cfr. DA 41). De tal manera que entre el corazón de
Jesús y el que le ama (discípulo) se crea un canal por el
que Jesús derrama su amor, su gracia, sus dones, quiere
que le amemos para enriquecernos amando.
El costado abierto de Jesús, es la puerta para entrar en
su corazón humano, donde habita su “amor divino”, y
embriaga de dulzura, suavidad y paz.5
Dichosa la lanza
que abrió la puerta para entrar en su corazón divino, que
hizo posible descubrir, en sangre y agua, el amor del
Padre y los sentimientos del Hijo, su corazón es todo su
ser de hombre hecho amor apasionado, ardiente por la
humanidad, por eso, es necesario acercarse a la llaga de
4
Ibidem, p. 63.
5
Cfr. Ibidem, 74.
3. su corazón y refrescarse de aguas vivas que brotan de lo
más íntimo de su ser.
Se necesita creer en un amor a Jesús fundamentado en
la fe, enraizado en la caridad y abierto a una esperanza
firme, se necesita creer en ese amor humano del Verbo
encarnado que vivió la condición humana, pero en quien
habitaba en plenitud la divinidad,6
esta puede ser una
respuesta a la actualidad donde se pierde el corazón,
esa capacidad de dar amor y recibirlo, donde golpea el
egoísmo y el individualismo por todos lados, es por eso
que se falla en el amor, porque se quiere amar en el
egoísmo, es decir: más que querer al otro, que sea el
otro el que me ame; más que perdonar, que me pidan
perdón; más que dar, recibir, por eso se necesita tener
una actitud de discípulo que sabe escuchar y estar cerca
del corazón de su maestro y que mejor manera que la
actitud del discípulo amado de Jesús, reclinándose sobre
su pecho, pues quiere ser también amado.
2. Reclinarse sobre el pecho del Señor
El discípulo que ama, tiene acceso al corazón de Dios
gracias al corazón del Hijo y al Espíritu Santo que se
6
Cfr. Ibidem, p. 85.
transmite cuando se parte el corazón traspasado del Hijo,
pues, la experiencia del corazón de Jesús es un camino
hacia la vida íntima trinitaria, en él lo trascendente se ha
hecho inmanente.
La vida del discípulo debe ser configurada desde el
Espíritu como un reconocimiento del amor de Dios en
Jesucristo, San Pablo en sus cartas nos da un testimonio
sobre esta realidad, pues dice, Dios ha infundido en
nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a
Dios llamándolo “Abbà”, es decir, “Padre” (cfr. Gal. 4,6);
además, el amor de Dios se ha derramado en nuestro
corazón por el don del Espíritu Santo (cfr. Rm. 5, 5);
quedando marcados con su sello (cfr. Ef. 1, 13), para
tener un mismo amor, un mismo espíritu, un mismo sentir
(cfr. Filp. 2, 1); para llegar a decir como Pablo: “Dios es
testigo de que los amo tiernamente en el corazón de
Cristo Jesús.” (Filp. 1, 8) del que brota la configuración
con Cristo y el reconocimiento amoroso del Señor.
“Por eso doblo las rodillas ante el Padre, de quien
procede toda paternidad en el cielo y en la tierra. Que él
se digne según la riqueza de su gloria fortalecerlos
internamente con el Espíritu, que Cristo habite en sus
4. corazones por la fe, que estén arraigados y cimentados
en el amor, de modo que logren comprender, junto con
todos los consagrados, la anchura y la longitud, la altura
y la profundidad, en una palabra, que conozcan el amor
de Cristo, que supera todo conocimiento. Así serán
colmados de la plenitud de Dios.” (Ef. 3, 14-19).
En este texto Pablo expresa profundamente la
colaboración entre las tres personas divinas y la
respuesta de la fe y amor vivida en comunión cristiana
que lleva a comprender la anchura y la longitud, la altura
y la profundidad del amor de Dios, manifestado en el
corazón traspasado de Cristo, pues, solo la experiencia
del amor que Él nos tiene puede llenar al hombre, porque
su amor revela el amor de Dios, haciéndonos posible
habitar dentro de la dinámica amorosa del corazón de
Dios.
Cuando el corazón del discípulo colma su sed, se
diviniza y se convierte en intérprete e instrumento del
amor del corazón de Dios, cristificándose en plenitud, y al
cristificarse, se humaniza en toda verdad.7
El discípulo
amado, como figura del creyente, se reclina sobre el
7
Cfr. URÍBARRI G., El corazón de Jesús…, ob. cit., p. 512.
pecho del Señor, siguiendo la misma línea del
conocimiento de corazón a corazón, como se encuentra
en el evangelio de Juan: “Él se inclinó hacia el costado
de Jesús y le dijo: Señor ¿quién es?” (Jn. 13, 25).
“En lo humano de Jesús se hace epifanía lo divino,
cuando más nos adentramos en lo humano, más
tocamos lo divino, su Corazón es la clave de esa
experiencia, su Corazón como armonía, unidad,
integración de todo su ser que nos dice: ‘Yo soy’.”8
¿De
dónde, pues, le viene al ser humano su identidad como
tal? ¿Qué le constituye en su humanitas?, aquello que en
él existe de reflejo de la Divinitas: por lo que el hombre
sólo se puede conocer desde Dios, pues la actividad del
cogito humano deriva del amor, del yo amado con el que
Dios le pensó y lo hizo. Así, somos personas porque
somos amados indefectiblemente por Dios, y este ser
persona es la huella del Dios persona en el espíritu del
hombre,9
por lo que: “El discípulo que pretende adquirir el
conocimiento del Señor, sobre todo el conocimiento
interno del Señor, se reclina sobre su pecho para recibir
8
MAZARIEGOS E., Corazón en llamas…, ob. cit., p. 49.
9
DÍAZ HERNÁNDEZ C., El hombre: Imagen de Dios. Antropología
cristiana, Asociación Mexicana de promoción y cultura social, A. C.,
México 2001, p. 31.
5. la sabiduría de su corazón, quedar configurado por este
conocimiento, inflamado en el amor que brota de ese
corazón, para vivir desde ese amor, transmitirlo al mundo
y conformar la historia según los designios de este
corazón.”10
El amor al corazón de Jesús lleva a descubrir
al discípulo misionero de la salud que la humanidad de
Jesús participa, de la divinidad que lo embriaga y de su
divinidad que participa, de su humanidad que lo cobija.
En Jesús, Dios Padre se ha hecho corazón junto a
nuestro corazón, Jesús, en su humanidad, se ha
convertido en ‘morada de Dios’, donde el Padre se
manifiesta, Jesús, en su corazón de Hombre, se ha
hecho lugar de encuentro con la Divinidad, que es Dios–
Amor, por lo que es necesario penetrar en su interioridad,
para descubrir y saborear lo divino en lo humano.11
Cuando el corazón del discípulo misionero de la salud se
reclina sobre el corazón de Jesús descubre que su
humanidad participa de su divinidad, encontrándose con
la compasión y misericordia del Padre, pues Él derrama
su amor y ternura sobre nosotros por medio del corazón
de Jesús que es manantial de misericordia.
10
MAZARIEGOS E., Corazón en llamas…, ob. cit., pp. 510 – 511.
11
Cfr. Ibidem, p. 47.
Tocar el corazón de Jesús es irse identificando con Él y
al mismo tiempo, es sentir el Corazón de la Iglesia, por
eso, el discípulo que se reclina sobre el pecho de Jesús
aprende a ser profundo en el amor hacia Él y amar como
Él, aprende que el amar, saca amor y pone amor donde
no lo hay, para conseguir amor que es lo que lo hará
verdadero misionero del amor de Dios, y será creíble
reflejo de Dios en medio de la humanidad.
3. Para interiorizar y profundizar
Hoy en día el encuentro de los discípulos con Jesús en la
intimidad es indispensable para alimentar la vida (cfr. DA
154), además, el hombre bíblico, es un ser que se mide
por su interioridad, por su profundidad, por su hondura.
Siendo el corazón el centro y la esencia del ser humano,
el corazón es la clave de la vida, es más que un miembro
de carne, pues es: lo verdadero, lo auténtico, lo sincero y
noble del hombre, se es según el corazón,12
el corazón
es la interioridad del hombre, es la armonía de su ser, es
unidad y la integración de su persona.
12
Cfr. Ibidem, p 18.
6. El corazón es la personalidad que ha madurado, que ha
sido capaz de abrirse al trascendente viviendo lo
contingente.
El corazón es ese espacio, ese clima, ese oasis dentro
del desierto, donde Dios conduce y habla, donde Dios
enamora y seduce, y el mismo corazón abre los ojos al
Dios del amor, y se asombra; abre sus oídos al Dios
oculto y escucha sin palabras; abre el olfato al Dios de la
brisa suave, y percibe su aroma; abre el gusto al Dios
sabroso y saborea qué bueno es el Señor; abre el tacto
al Dios nuestro, y lo palpa, lo toca.13
La superficialidad de
la mente, puede dejar vacío el corazón, duele afirmar que
el corazón de muchos hombres de la actualidad no sabe
vivir el ritmo del gozo y la alegría, de paz y entusiasmo,
es entonces, cuando se experimenta la nada.
Cuando el hombre no cultiva su interioridad siente que su
vida no tiene sentido y vivir desde el “sin sentido” es
caminar hacia la muerte como final del camino, y el amor
al corazón de Jesús es una pasión ardiente por vivir en
su amor.
13
Cfr. Ibidem, p 19.
El permanecer en el amor de Jesús, y dejar que él
permanezca en uno, es el secreto profundo para tener
una interioridad, uno es hombre en la medida que vive
desde dentro, desde las propias raíces, desde el yo
profundo, pues amar el corazón de Jesús es llegar a
saborear esa Presencia Divina Trinitaria; saborearla en el
pobre corazón de barro. ¡Misterio del amor!14
La acción de Dios en el corazón del hombre es una
presencia que da calor y fortaleza y al mismo tiempo, es
una llamada a hacer lo mismo.15
La llaga del costado
abierto de Jesús es un llamado a vivir la vocación de
hijos de Dios desde la interioridad expresada en el dar
compasión y darse gratuitamente.
Más “La compasión no llega de repente. Requiere tener
un corazón con ojos para ver el dolor del otro; un corazón
con oídos abiertos al llanto del otro; un olfato sensible a
la angustia, depresión, ansiedad del otro; un corazón que
sabe beber en la copa amarga del otro y aliviar su trago
duro; un corazón que tiene manos abiertas a la caricia, la
ternura y acogida del otro. Cuando el hombre de hoy no
14
Cfr. Ibidem, pp. 100 – 101.
15
Cfr. TAMANINI L., La Acogida, PANGRAZZI A. (a cura de), El mosaico
de la misericordia. La relación de ayuda en la pastoral sanitaria, Sal
Terrae, Santander 1990, p. 21.
7. es compasivo es porque ha perdido la sensibilidad del
corazón. Un corazón de piedra, pasa de todo; un corazón
de carne, deja gotas de su vida en el que sufre,”16
se
necesita desarrollar los sentidos para descubrir al
hermano que sufre, y quien se adentra en el corazón de
Jesús puede descubrir el aroma de su amor y dejarse
impregnar por él.
No se puede seguir escuchando que digan que a los
católicos nos falta corazón, mucho menos, en los que
nos dedicamos al cuidado del enfermo mediante
nuestras profesiones.
La capacidad de acogida nace de la experiencia personal
y profunda de haber sido la persona misma acogida,
reconocida y amada por alguien.17
Si el discípulo
misionero se ha sentido protegido por las manos sólidas
del amor de Dios, tendrá la capacidad de lanzarse como
manos sólidas y robustas a favor de los necesitados,
haciéndose prójimo del otro.
Se necesita ir a la fuente del amor, al manantial de la
vida, a la raíz del árbol, al fundamento de la casa, y
16
MAZARIEGOS E., Corazón en llamas…, ob. cit., p. 113.
17
Cfr. TAMANINI L., La Acogida…, ob. cit., p. 20.
amando como ama el corazón de Cristo, se aprenderá a
amar con amor divino dentro del amor humano. Se
necesita amar a Dios y al hermano con pasión, fuerza,
gozo, alegría, entusiasmo, suavidad, más al mismo
tiempo con dulzura y firmeza cuando haga falta.
Los discípulos misioneros de la salud (por ejemplo:
médicos, enfermeros-as, y agentes) estamos llamados a
desarrollar funciones eficaces y directas, estando
llamados a servir al enfermo con corazón amoroso,
manos solícitas y ánimo abierto.18
El corazón de Jesús
está abierto a los abrazos, al encuentro, a la armonía, se
necesita aprender de él mediante un proceso de
interioridad. Jesús quiere que aquel que ama, sea
consuelo para sus hermanos, sea cercano y amigo del
hombre solo, así, Jesús quiere que sus discípulos se
vinculen a Él como “amigo” y como “hermano”, el amigo
ingresa a su vida haciéndola propia (cfr. DA 132), y a
esto se llega mediante la interiorización y profundización.
4. Y viva el corazón de Jesús en el corazón del
discípulo misionero de la salud.
18
Cfr. PANGRAZZI A., Creatività al servizio del malato, ob. cit., p. 125.
8. El corazón de Jesús, no enseña teorías enseña con
acciones, entregándose, por eso, cuando se ha
interiorizado el corazón de Dios, su experiencia hace
sentir al corazón del hombre como un grano de arena en
el desierto o como una gota de agua en el mar; más una
arena que hace desierto o una gota que hace mar. El
hombre se pierde en el Otro para encontrase en Él y al
encontrarse, saberlo buscar en el otro (enfermo y
necesitado) para trascender.
En base a la revelación de Jesús, el Señor Dios no es
más el inaccesible e incomprensible, sino un Padre que
tiene un rostro concreto y un corazón paterno, un
corazón rico en misericordia y amor. Pues Jesús no ha
revelado solamente con su enseñanza el corazón de
Dios Padre, sino con su estilo de vida, con sus
elecciones y con sus acciones ha presentado, su corazón
divino, viviente y operante, llegando al límite de ser
capaz de amar y donarse.19
El discípulo misionero de la salud que es católico, tiene
todas las oportunidades y ocasiones, todos los motivos e
incentivos para imitar, junto a la cama del enfermo, al
19
Cfr. GRANDI V., Più cuore nelle mani, ob. cit., p. 75.
corazón de Dios y ser así un hijo carísimo y perfeccionar
siempre más su vida y dignidad sobrenatural. Pero, si
imitar el corazón de Dios infinitamente benigno y
misericordioso parece una cosa muy sublime e
inaccesible, se puede y se debe como católicos imitar el
corazón humano de Cristo, que es expresión humana y
divina en el mismo tiempo de las perfecciones de Dios y
también de su corazón.20
Los discípulos misioneros de la
salud pueden encontrar el modelo de curar, el ideal que
inspira, el ejemplo de imitar en su actividad cotidiana en
el corazón de Cristo, para saber ser humanos, y tener un
corazón abierto y sensible, que es lo que los enfermos
desean.
En la oración se aprende una cosa: “saber amar porque
es amado. Efectivamente, la plegaria que llega hasta el
cielo es el momento en que el discípulo contempla a
Dios: en diálogo con él, lo escucha, cree en él, se fía de
él y le entrega su corazón, y, de vuelta entre los
hermanos, se percata de que le ha quedado dentro como
un latido del corazón divino.”21
Es así, como siguiendo a
Jesús, se adentra en el mecanismo de la obediencia de
20
Cfr. Ibidem, p. 79.
21
Cfr. TAMANINI L., La Acogida…, ob. cit., p. 21.
9. Dios, aprendiendo al mismo tiempo que un amor
acogedor está en relación con la capacidad de darse.
La gratuidad es una característica del amor, del
ministerio, por eso, cuando se ama, no se debe decir que
se tiene a Dios en el corazón, porque el amor no es una
posesión; más bien se debe decir que cuando se ama, se
está en el corazón de Dios. El que vive la gratuidad sabe
andar hacia el otro, sobre todo para estar con Él, es
solidario, sabe hacerse prójimo, y al mismo tiempo que
sabe dar, sabe recibir.22
Se requiere tener un corazón
con los sentidos abiertos: que sepa ver, oír, oler, que
tenga manos para trascender en el amor cotidiano. ¡Un
corazón!, un corazón que active a la persona y le dé
sentido a la vida. Que esté enamorado del corazón de
Dios, necesitamos estar apasionados de Cristo(cfr. DA
277) para irradiar ese amor apasionado con los que nos
rodean y nos necesitan.
Como decía San Camilo de Lellis (1550–1614) “Mas
corazón en las manos”, siendo esta una pedagogía de
las manos, donde se trata de desarrollar el servicio con
22
Cfr. Ibidem, pp. 24 – 25; Como lo dice también Jaume Boada: “Es cierto
que cuando amo no puedo decir que tengo a Dios en mi corazón, sino que
yo estoy en el corazón de Dios”. BOADA J., Peregrino del silencio. Ermita
blanca. Narcea, Madrid s. a., p. 67.
inteligencia y con técnica. Más corazón en las manos,
teniendo en cuenta que es importante la inteligencia y la
técnica en el servicio a los que sufren, pero también es
importante el corazón en la técnica, es decir, la presencia
de los sentimientos y de las actitudes adscritas al
corazón como son: la bondad, la benevolencia, la
afabilidad, entre otras,23
porque la ciencia se desarrolla
siempre en extensión de conocimiento, más no en
profundidad espiritual e interioridad,24
es a lo que se
quiere llegar, que el discípulo misionero de la salud no se
centre sólo en la técnica e inteligencia, sino aprenda a
plasmar con sus manos las actitudes de su corazón, para
lo que necesita una espiritualidad dinámica, original,
creadora.
El discípulo misionero de la salud, por medio del Espíritu
de Jesús está llamado a ser otro Cristo vivo, a conocer
todo lo que Jesús conocía y poder hacer lo que Él hacía.
Como discípulo de Jesús es la vida del Espíritu en el
mundo, mediante la cual se eleva a la vida divina y se
recibe nuevos ojos para ver, nuevos oídos para oír y
nuevas manos para tocar, pues al ser elevado a la vida
23
Cfr. GRANDI V., Più cuore nelle mani, ob. cit., p. 27.
24
Cfr. Ibidem, p. 28.
10. de Dios, es enviado al mundo para dar testimonio de lo
que vieron los propios ojos, oyeron los oídos y tocaron
las manos,25
una espiritualidad que haga al discípulo
misionero de la salud consciente de que es prójimo de sí
mismo y luego de los demás.
Pbro. Alejandro Gutiérrez Buenrostro.
25
Cfr. NOUWEN H., Estilo desinteresado de Cristo. Movilidad ascendente
y vida espiritual, Sal Terrae, Santander 2007, p. 37.