El salmista lamenta la desolación de Jerusalén y la derrota de Israel a manos de los paganos. Reconoce que esto es un castigo por la infidelidad del pueblo, pero ruega a Dios que tenga misericordia y libere a su pueblo por el honor de su nombre. El salmista expresa la esperanza de que Dios responderá a la súplica de su pueblo.