San Ignacio de Loyola ayudó a defender Pamplona del rey de Francia pero fue herido. Durante su recuperación en Loyola, comenzó una peregrinación a Montserrat y escribió las Constituciones de la Compañía de Jesús, de la cual fue elegido líder. Pasó el resto de su vida en Roma dedicado a salvar almas a través de oraciones, lágrimas y trabajo, proponiendo una oración que repetía para entregar su voluntad a Dios.