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Sirena,	la	mujer	del	cabello	de	fuego
	
Por
	
Lightning	García
CAP.	1
	
Aquella	era	una	noche	de	fina	lluvia	y	relámpagos,	sonido	de	espadas	y
escudos,	e	imágenes	confusas.	En	la	penumbra,	un	grito	de	valor	procedente
de	un	alma	que	revive,	el	movimiento	veloz	de	una	espada	que	se	confunde
con	 unos	 profundos	 ojos	 grises,	 cual	 nubes	 tempestuosas	 en	 un	 gélido	 y
lúgubre	 noviembre,	 interrumpen	 la	 desilusión	 de	 los	 Abadonitas	 por	 la
aparente	derrota.	Tras	un	interminable	minuto,	su	silencio	se	torna	en	gritos	de
alegría	al	llegar	la	victoria.	Todos	observan	al	guerrero	que	está	a	una	gran
distancia	delante	de	ellos.	Al	volverse,	conserva	su	mirada	amenazante	como
si	para	él	nada	hubiera	acabado	a	la	vez	que	corre	hacia	ellos	con	su	espada
empuñada	 y	 erguida,	 su	 cuerpo	 cubierto	 de	 sangre	 no	 advierte	 la	 enorme
herida	que	lleva	en	el	pecho.	Todos	confundidos	se	miran	sin	saber	qué	hacer;
de	 entre	 ellos	 Charles	 un	 guerrero	 de	 mil	 batallas,	 el	 más	 poderoso,
desconcertado	 y	 claramente	 preocupado,	 se	 interpone	 en	 su	 paso	 y	 con	 una
autoridad	propia	de	reyes	le	grita:
-	 “¡Chris!”.	 -Pero	 él,	 inmerso	 en	 su	 furia	 y	 omitiendo	 aquel	 llamado	 se
abalanza	con	total	determinación	sobre	Charles	quien	lucha	por	contener	su
ataque	 mientras	 le	 grita-	 “¡basta!”	 –los	 ojos	 de	 Charles	 revelan	 su	 gran
confusión,	 mientras	 la	 espada	 penetra	 lentamente	 en	 su	 vientre.	 De	 repente
aquel	combatiente	de	mirada	asesina	se	desploma.
Dos	años	después…
-	¡“Regresarán	a	casa”!	–Informa	el	heraldo.	Los	ensordecedores	gritos	de
alegría	 se	 confundían	 con	 el	 llanto	 de	 aquellos	 desesperados	 y	 aguerridos
hombres.	La	guerra	había	terminado	tras	dos	años	y	medio	de	batallas	sin	ver	a
sus	familias	y	amigos	puesto	que	se	vieron	obligados	a	salir	de	Abadón,	su
amada	nación.	Habían	luchado	y	derrotado	al	rey	Pericles	de	Sunem	quien	los
amenazó	con	destruir	Abadón	si	no	se	sometían	a	su	creciente	imperio.	Sunem
es	 una	 población	 situada	 a	 28	 días	 a	 caballo	 sin	 descanso	 al	 noroeste	 de
Abadón,	conformada	por	gente	practicante	de	ciencias	ocultas,	adoradores	de
muchos	 dioses,	 principalmente	 de	 Drustán	 dios	 de	 la	 guerra,	 sumamente
crueles	y	cuya	principal	actividad	económica	era	el	saqueo,	la	invasión,	y	la
violencia.	 Pericles	 había	 tomado	 poblaciones	 cercanas	 a	 su	 territorio
despojando	 a	 reyes	 de	 su	 dominio,	 cosa	 nada	 grata	 para	 los	 Abadonitas
quienes	creen	que	su	rey	y	sus	leyes	han	sido	designados	por	el	único	Dios
todopoderoso	al	cual	adoran	y	el	rendirse	ante	ellos	era	como	deshonrar	a	su
Dios.	 Tras	 lograr	 la	 victoria	 contra	 Sunem	 restablecieron	 en	 su	 antigua
posición	 a	 reyes	 derrocados	 de	 naciones	 vecinas,	 ganando	 así	 aliados
importantes	y	el	respeto	de	los	pueblos.	Los	guerreros	por	fin	regresan,	no	solo
victoriosos	 sino	 gozosos	 llenos	 de	 esperanzas,	 la	 victoria	 no	 es	 lo	 que	 les
interesa	pues	solo	estuvieron	en	esta	guerra	por	la	anhelada	paz	y	libertad	que
creían	ya	habían	conseguido…
Han	llegado	a	su	hermoso	y	sagrado	valle,	un	lugar	santo	para	ellos,	donde	
se	encuentra	el	palacio	del	rey	y	el	templo.	Liderados	por	su	muy	apreciado	
rey,	Ricardo	II	de	Abadón.	A	su	lado	derecho	viene	cabalgando	su	hijo	
Christopher	quien	es	el	más	joven	de	los	guerreros;	este	se	fue	siendo	solo	un	
muchacho	y	regresa	siendo	poderoso	entre	ellos,	con	veinte	años,	noble	y	muy	
respetado	por	lo	que	había	demostrado	en	la	batalla.	Al	lado	izquierdo	del	rey,	
cabalga	el	poderoso	Charles	su	hijo	adoptivo,	un	hombre	enorme.	En	su	
cuerpo	es	palpable	lo	cruel	que	ha	sido	la	guerra,	las	espadas	han	dibujado	
sobre	su	piel	cual	pincel	sobre	el	lienzo	las	cicatrices	de	muchas	batallas.	La	
más	notoria,	una	cicatriz	en	su	rostro	que	se	convirtió	en	su	distintivo.							
Al	ver	a	los	hombres,	el	pueblo	se	alboroza,	y	con	panderetas	inician	la	
bienvenida	de	estos	magníficos	titanes	que	estuvieron	dispuestos	a	dar	la	vida	
por	ellos.	Estos	guerreros	gritan	de	alegría	al	contemplar	su	hermoso	valle	con	
casas	de	piedra	que	tanto	añoraban.	Emocionados	paran	a	sus	caballos,	con	
trajes	de	cuero,	cabello	a	los	hombros	y	abundante	barba,	sonríen,	saludan	y	
desfilan	por	el	pasillo	de	honor	que	han	formado	los	habitantes	del	valle	de	
Abadón,	la	fortaleza	del	rey.	El	pueblo	festeja,	algunos	reciben	a	sus	padres,	
otros	a	sus	hijos,	esposos,	hermanos	etc.,	corrían	muchas	lágrimas,	algunas	de	
felicidad,	al	recibir	a	los	suyos,	otras	de	intenso	dolor	al	notar	que	muchos	no	
volvieron.	A	mitad	del	festejo,	Christopher	se	dirige	al	palacio	que	se	alza	
sobre	una	montaña	en	el	cual	solo	los	guardias	le	dan	la	bienvenida	saltando	
de	alegría	dentro	de	la	armadura,	pero	sin	moverse	de	su	sitio.	Adentro	no	hay	
nadie	pues	los	sirvientes	habían	bajado	a	la	plaza	pública.	Sube	hasta	su	
aposento	donde	sonríe	con	ironía	al	ver	todas	aquellas	cosas	en	las	cuales	
estuvo	interesado	pero	que	ahora	nada	valen,	suspira	y	sale	a	la	terraza,	oye	la	
algarabía	que	en	años	anteriores	le	hubiera	sido	grata	porque	le	encantaba	
bailar	y	cantar,	pero	como	muchas	otras	cosas,	ahora	forma	parte	de	su	pasado.	
Cuando	está	a	punto	de	entrar	llama	su	atención	la	luz	de	una	casa	al	extremo	
sur	del	valle	donde	parece	no	importar	lo	que	sucede	en	la	plaza	pública.	
Invadido	por	la	curiosidad,	se	apresura	a	buscar	el	viejo	catalejo	que	
pertenecía	a	su	madre,	se	percata	de	la	luz	de	un	candelero	en	la	terraza	de	
aquella	vieja	casa	que	refleja	una	figura	femenina,	su	recuerdo	no	le	dice	nada	
acerca	de	la	identidad	de	aquella	mujer,	de	hecho,	recuerda	que	esa	casa	por	
años	estuvo	vacía.		Al	tratar	de	enfocarla	solo	puede	observar	que	ella	está	
peinando	su	largo	cabello	que	parece	de	color…	¿cobrizo?,	cosa	que	lo	
sorprende	pues	los	habitantes	de	Abadón	son	en	su	mayoría	rubios	y	
eventualmente	castaños.	Antes	que	pueda	mejorar	la	imagen	y	así	responderse	
el	sinfín	de	preguntas	que	ocupan	su	mente,	inesperadamente	ella	se	vuelve	en
dirección	a	él	como	si	se	hubiera	sentido	observada.	Totalmente	avergonzado	
Christopher	esconde	detrás	de	sí	el	catalejo	y	simula	mirar	la	fiesta	en	la	plaza,	
sonriendo	al	pensar	en	lo	absurdo	de	su	reacción	ya	que	a	esa	distancia	sería	
difícil	que	lo	vieran,	ahora	solo	queda	en	su	mente	la	pregunta	<<	¿aquella	
mujer	es	real	o	solo	fue	producto	de	mi	imaginación?>>.	Al	fin	y	al	cabo,	lo	
último	que	necesita	en	estos	momentos	y	por	mucho	tiempo	es	pensar	en	una	
mujer.	
Al	siguiente	día,	Chris	nuevamente	observa	con	el	catalejo	desde	su	balcón	
y	se	detiene	a	observar	un	grupo	de	mujeres	jóvenes	que	conversan	mientras	
hacen	fila	para	sacar	agua	del	pozo	que	está	en	medio	de	la	plaza,	entre	ellas	
está	la	bella	Charlot,	una	dama	de	diecinueve	años,	amada	por	muchos	debido	
a	su	hermosa	apariencia,	<<sí,	no	se	le	puede	negar…	es	hermosa	y	además	
proviene	de	una	de	las	familias	más	respetadas,	lástima	que	sea	tan	soberbia>>	
piensa.	Por	otro	lado,	ellas	conversan	sobre	los	hombres	solteros	que	habían	
llegado	y	sus	aspiraciones	para	contraer	matrimonio,	cuando	Charlot	expresa	
su	interés	por	Christopher	asegurando	que	él	está	loco	por	ella,	ninguna	pone	
en	duda	que	ella	será	la	esposa	idónea	para	él.	<<De	hecho	fuimos	muy	
buenos	amigos	en	la	niñez,	pero	en	los	últimos	años	los	intereses	de	ambos	
cambiaron,	ella	se	preocupaba	más	por	su	apariencia	y	yo	por	mi	gente	y	la	
guerra>>piensa	Chris.	Ahora	ella	cree	que	él	está	en	total	sintonía	con	ella	y	
que	pronto	se	casarán.																																																																																																															
-	¿No	es	mejor	que	ellos	mismos	elijan?	-dice	Samantha	quien	se	encuentra
entre	 las	 jóvenes	 que	 está	 viendo	 Chris	 y	 todas	 las	 presentes	 la	 miran
expectantes.
-Qué	sabes	tú,	-contesta	Charlot	con	ínfulas	de	superioridad-	si	ni	siquiera
puedes	tener	ninguna	aspiración.
-Es	cierto;	así	no	tengo	que	preocuparme	de	estar	perdiendo	el	tiempo	aquí,
cuando	 debería	 arreglarme	 para	 estar	 preparada…	 ¿no?	 -Todas	 la	 miran,	 se
miran	y	se	percatan	de	que	aún	no	se	han	bañado	y	se	van	apresuradamente,
Samantha	 sonríe	 y	 con	 toda	 tranquilidad	 llena	 sus	 cubetas.	 Christopher	 se
intriga	 pues	 está	 viendo	 cómo	 las	 jóvenes	 se	 marchan	 sin	 razón	 aparente,
observa	a	la	única	joven	que	queda	allí	y	junto	a	ella	está	una	niña	rubia	como
de	6	años.	Se	sorprende	pues	se	da	cuenta,	que	es	la	misma	mujer	que	había
visto	la	noche	anterior.	Su	cabello	la	ha	delatado,	ahora	puede	ver	claramente
su	rostro.	Samantha	es	de	corta	estatura	y	su	cabello	no	es	cobrizo	sino	rojo
como	fuego,	recogido	en	dos	largas	trenzas	que	caen	en	su	espalda,	además	su
forma	de	vestir	tampoco	era	en	nada	parecida	a	las	otras	mujeres	que	usaban
pellotes	largos	por	encima	de	la	saya,	ceñidos	a	la	cintura	por	un	cinto,	era	más
parecida	a	las	prendas	de	un	hombre	pues	tenía	calzas,	botas	de	cuero	hasta	las
rodillas	y	una	saya	que	solo	llega	a	la	altura	de	sus	caderas,	con	mangas	que
eran	 ligeramente	 abullonadas	 en	 los	 hombros.	 Además,	 lleva	 un	 cinturón
grueso	de	cuero	donde	cuelga	una	espada.	<<Un	poco	ordinario	para	tan	frágil
criatura>>	-piensa.	La	sigue	con	la	mirada	hasta	que	ella	entra	a	la	vieja	casa,
confirmando	que	se	trata	de	la	misma	mujer.
***
Antes	de	ascender	el	alba,	Samantha	suele	ir	a	su	lugar	favorito	a	bañarse,	
un	sitio	apartado	y	solitario,	un	manantial	de	aguas	termales	con	una	cascada,	
sin	saber	que	Christopher	antes	de	ir	a	la	guerra	acostumbraba	tomar	su	baño	
allí	mismo.	Ese	día	él	había	llegado	más	temprano.	Su	caballo,	un	hermoso	
ejemplar	de	color	negro	azabache	de	nombre	frisón	estaba	pastando	
libremente.	Christopher	arroja	su	ropa	en	una	rama	alta	del	árbol	más	cercano,	
algo	que	Samantha	no	nota.	Él	va	a	lo	más	profundo	y	se	mete	debajo	de	la	
cascada,	coloca	sus	manos	sobre	una	piedra	y	cierra	sus	ojos	con	el	fin	de	
relajarse,	lo	que	le	impide	ver	y	oír	lo	que	sucede	a	su	alrededor;	al	rato	se	da	
vuelta	para	terminar	su	baño	y	ve	a	frisón	junto	a	otro	caballo,	los	dos	están	
relinchando.	Por	un	momento	piensa	que	es	una	yegua	salvaje	pero	cuando	
gira	su	rostro	ve	tendida	sobre	una	roca,	unas	prendas	de	vestir	que	no	son	las	
suyas.	Empieza	a	sentir	su	respiración	pesada	y	su	corazón	acelerado.	<<	
pero…	¿cómo	alguien	ha	llegado	aquí?	>>piensa.	Cuando	sin	previo	aviso	y	
justo	frente	a	él	emerge	del	agua,	el	cabello	de	fuego	de	una	chica	que	de	
inmediato	reconoció.	De	espaldas	a	Chris,	ella	se	perturba	al	ver	otro	caballo	
junto	a	su	yegua.	Mirando	a	todos	lados	menos	atrás,	lentamente	se	dirige	a	la	
orilla.		
-	 ¿Qué	 haces	 aquí	 caballito…?	 –	 dice,	 y	 entrecorta	 su	 frase	 la	 profunda
incertidumbre	de	no	saber	si	hay	alguien	más	allí.
<<	Rayos…	¿Acaso…	es	una	sirena?>>	–piensa	Christopher,	quien	niega
con	su	cabeza	rechazando	de	plano	este	mito	al	cual	nunca	ha	dado	crédito,
pero	sus	dudas	se	disipan	cuando	la	mujer	se	aproxima	a	la	orilla.	El	agua	que
cubría	su	cuerpo	se	desliza	sobre	su	torso,	revelando	la	piel	de	su	espalda	baja,
pero	 su	 melena	 flotante	 en	 el	 vaivén	 del	 agua	 va	 arropando	 lo	 que	 sigue,
dejando	 solo	 a	 la	 imaginación	 tan	 exquisita	 perspectiva.	 Así	 que	 él	 decide
interrumpir	la	intriga	de	ella	diciendo:
-	“viene	conmigo”.	–Samantha	se	tira	de	golpe	en	el	agua	y	se	da	vuelta
bruscamente,	 con	 cara	 de	 pánico	 buscando	 de	 dónde	 provino	 el	 sonido	 de
aquella	profunda	voz.	Dirige	su	atención	hacia	la	cascada	y	nota	que	del	agua
se	asoma	un	rostro.	Asumiendo	una	actitud	totalmente	ruda,	que	contrasta	con
el	profundo	miedo	inicial	grita:
-	 ¡¿quién	 rayos	 es	 usted	 y	 porque	 está	 espiándome?	 maldito	 cerdo
degenerado!	-a	la	vez	que	se	cubre	los	pechos	con	sus	brazos.
-No,	 no,	 no…	 -le	 responde	 Chris	 con	 firmeza	 agitando	 sus	 manos
desesperadamente,	 queriendo	 aclarar	 el	 malentendido-	 por	 favor	 déjeme
explicarle,	está	equivocada…	-Camina	hacia	ella	y	a	medida	que	avanza,	el
agua	escurre	de	su	pecho	quedando	éste	al	descubierto.
-	Simplemente	me	giré…	vi	el	caballo	y	después,	a	usted	en	el	agua.-	Sin
dejar	de	admirar	su	piel	color	porcelana	y	los	ojos	más	hermosos	que	jamás
haya	visto…	verde	esmeralda.	Los	ojos	de	ambos	se	encuentran	y	permanecen
inmóviles.	 Fuego	 verde	 contra	 un	 iceberg.	 Samantha	 siente	 el	 impacto	 y	 se
estremece,	su	corazón	se	detiene	para	después	comenzar	a	latir	de	un	modo
frenético	y	al	no	entender	la	reacción	de	su	cuerpo	toma	una	actitud	defensiva
o	peor...	agresiva.
-	¡¿Sí?,	¡cómo	no!	–	reclama	con	enojo-		pero	asumiendo	que	es	verdad	
¿qué	sugiere	que	hagamos?...	O	mejor	dicho	¿qué	hará	usted?	-a	Chris	lo	toma	
por	sorpresa	su	reacción.	Él	se	consideraba	muy	apuesto,	de	hecho	las	mujeres	
se	derretían	con	solo	mirarlo,	pero	esta	lo	veía	como	si	fuera	un	horroroso	y	
mal	oliente	animal,	así	que	decide	tumbar	la	barrera.	<<Tal	vez	solo	está	
asustada>>piensa.			
-Eh…	bueno,	puedo	darme	vuelta	mientras	usted…	sale	del	agua	y	se	pone
su	ropa	–	dice	a	la	vez	que	sonríe	disfrutando	la	situación-,	<<	rayos,	cuando
la	vi	de	lejos	supe	que	era	hermosa,	pero	de	cerca	es…	tan	sensual>>piensa.
Por	primera	vez	en	su	vida	se	enfrentaba	al	deseo	de	tocar	y	saborear	la	piel	de
una	mujer,	no	de	cualquier	mujer,	de	esa	mujer	que	contemplaban	sus	ojos	y
oían	sus	oídos,	ocasionando	envidia	en	sus	demás	sentidos.	Se	pasa	una	mano
por	sus	dorados	cabellos	tratando	de	controlar	la	reacción	de	su	cuerpo.	<<	de
esto	es	lo	que	tanto	me	advierte	mi	padre,	aunque	creí	que	ya	había	superado
esa	etapa	sin	que	me	afectara…>>piensa.
-Eso	es	lo	que	usted	quisiera…	-le	responde	Samantha	muy	enojada-	¿y
quién	me	asegura	que	no	va	a	mirarme?
-Créame,	-	replica	Chris-		no	tengo	ni	la	menor	intención	de	hacerlo,	si	
fuera	el	caso	habría	dejado	que	saliera	del	agua	sin	informarle	de	mi	presencia	
aquí…	¡pero	de	usted	tal	vez	no	pueda	decir	lo	mismo!	–dijo	burlón	pues	
Samantha	no	ha	dejado	de	mirar	la	cicatriz	que	él	tiene	en	el	pecho.	Ella	
conciente	de	que	sus	ojos	la	han	delatado,	se	sonroja	tanto	que	las	pecas	que	
salpican	su	nariz	se	confunden	con	el	escarlata	de	su	bochorno,	y	sus	ojos	se	
abren	ante	el	apuro.
-	¡Eh…!	no…	yo	solo	miraba	la	cicatriz…	-toma	aire-	pero	no	lo	estaba	
“mirando”	como	usted	cree	que	lo	hago.	–Chris	ríe.		
-	¿Por	qué?,	¿le	causa	repulsión?	-pone	su	mano	sobre	la	cicatriz-	la	dejaría
a	 un	 lado	 mientras	 me	 baño	 –dice	 bromeando.	 Levanta	 levemente	 los
hombros-	pero…	-Ella	suaviza	un	poco	su	gesto,	agacha	la	cabeza	y	sonríe,
viéndose	ante	los	ojos	de	Chris	excepcionalmente	bella.	Él	presiente	que	ha
sido	un	error	intentar.	<<	¿Acaso	me	he	vuelto	loco?…	aunque	claro,	lo	cortés
no	quita	lo	valiente>>piensa	tratando	de	engañarse.
-Lo	lamento,	no	me	malentienda-	continúa	ella-	sólo	imaginaba	que	algo
así	debió	doler	mucho.
-La	 verdad…	 me	 desmayé	 cuando	 sucedió;	 al	 despertar,	 ya	 me	 habían
suturado,	 -	 responde	 Chris.	 En	 ese	 momento	 se	 detiene	 frente	 a	 ella.	 -	 Por
cierto,	-	extiende	su	mano-	mi	nombre	es	Christopher.
-	¿Christopher?,	-	con	incredulidad	y	asombro	en	su	rostro,	olvidándose	de
la	 mano	 de	 Chris-	 ¿acaso	 eres	 el	 hijo	 del	 rey?,	 -Samantha	 recuerda	 lo	 que
había	dicho	Charlot.
-Sí,	-responde	él-	¿por	qué?	¿Ya	habías	oído	hablar	de	mí?	-le	dice	con	una
sonrisa	presumida.	Samantha	no	puede	creer	que	entre	todos	los	hombres	de
ese	lugar	justo	coincidiera	con	el	príncipe	en	ese	lugar.	Y	ahí	estaban	los	dos,
desnudos	frente	a	frente,	como	si	nada,	por	aquellas	cosas	de	la	vida	que	quien
sabe	porqué	suceden,	el	prometido	de	la	arrogante	Charlot,	por	si	fuera	poco.
-	Claro	que	sí,	por	cierto,	felicidades	por	la	victoria-	dice	sin	hacer	ninguna
reverencia	ni	rendir	honores.	Asume	nuevamente	una	actitud	hostil-	es	el	hijo
del	 rey	 ¿no?	 <<pero	 tampoco	 voy	 a	 quedar	 como	 si	 no	 tuviera
modales>>piensa,	 -se	 sumerge	 un	 poco	 en	 el	 agua	 para	 retirar	 su	 mano
derecha	 del	 pecho	 y	 la	 extiende	 hacia	 él,	 sin	 dejar	 de	 ver	 sus	 ojos	 que	 son
como	el	cielo	cuando	está	despejado	y	brillante,	no	había	visto	nada	igual.
-Samantha,	ese	es	mi	nombre.	–	dice-
-Me	da	gusto	conocerte	Samantha…	-inclinándose,	Chris	besa	su	mano	
sintiendo	una	deliciosa	suavidad,	igual	que	la	seda.	-	espero	no	estar	
incomodándola.	-Ella	se	limita	a	sonreírle	con	ironía	y	suelta	su	mano	
rápidamente	pues	siente	como	si	le	hubiera	puesto	un	pedazo	de	brasa	al	roce	
de	sus	labios	con	su	mano	y	se	cubre	de	nuevo	el	pecho,	aunque	en	realidad	no	
se	veía	nada	bajo	el	agua.	El	sigue	caminando,	quedando	espalda	con	espalda-	
vengo	a	este	lugar	desde	que	tengo	6	años	¿sabe?…	–se	detiene	y	agrega-	
jamás	me	había	topado	con	alguien	–Aunque	lo	dijo	con	suavidad	ella	sintió	
un	tono	de	ironía.		
-Pues	yo	tampoco	esperaba	hacerlo.	-responde	ella
-Bueno,	entonces	que	sea	nuestro	secreto.	-Chris
Ella	se	queda	inmóvil	y	no	responde.	Christopher	sale	del	agua	y	empieza
a	vestirse,	llama	su	atención	la	yegua	que	está	junto	a	frisón.
-La	 yegua…	 ¿es	 tuya?	 –le	 pregunta.	 Samantha	 se	 vuelve	 y	 mira	 los
caballos.
-Sí…
-Es	hermosa…	jamás	había	visto	uno	blanco	con	el	pecho	marrón	rugoso,
si	 tienes	 potros	 como	 ella	 me	 encantaría	 comprártelos	 –le	 dice	 mientras	 se
sube	las	botas.
-No…	Gypsy	aún	no	ha	tenido	crías.
-	Ahhh,	ya	veo…	-en	su	interior	siente	alegría	por	lo	que	ella	le	acaba	de
decir,	 aunque	 no	 específicamente	 por	 la	 yegua.	 –Si	 te	 gusta…	 -toca	 en	 el
cuello	a	frisón-	aquí	le	tengo	uno	de	sangre	pura	para	que	le	saques.	–Los	dos
caballos	relinchan	mostrando	su	desaprobación.
-	Como	ve,	es	a	Gypsy	que	le	tiene	que	gustar	no	a	mi…	-Chris	sonríe.
-Bueno…	fue	un	gran	placer	haberte	conocido…	ahhh…	y	la	próxima	
vez…	-ella	lo	mira	y	él	se	sube	al	caballo-	asegúrate	de	tener	algo	puesto,	
porque	no	volveré	a	decirte	que	estoy	aquí…	–y	se	marcha	riendo	a	
carcajadas.	Ella	golpea	el	agua	con	enojo	y	grita:	-	¡cretino!						
Camino	al	palacio	le	dice	Christopher	a	frisón.	–no	lo	niegues,	te	gustó	la
rubia…	¿no?	–	frisón	relincha	y	sacude	la	cabeza.
-tienes	razón	no	debería	ni	pensarlo…
***
Christopher	va	en	su	caballo	hacia	la	plaza	pública	en	busca	del	herrero.	
De	pronto	ve	a	las	mujeres	jóvenes	nuevamente	haciendo	fila	en	el	pozo.	Ellas	
se	burlan	de	Samantha	quien	lleva	una	cesta	llena	con	vainas	de	soya.	-	¡es	
ridículo!	-	dicen	-	¿Quién	puede	comer	eso?	–	Samantha	es	la	única	que	
cultiva	soya	en	todo	Abadón,	además	de	cultivar	algunas	plantas	medicinales.	
Samantha	está	sentada	en	uno	de	sus	cubos,	guarda	silencio	pues	no	quiere	
tener	pleitos.																										
-	 ¡Para	 eso	 existe	 el	 trigo	 y	 la	 leche	 niña!,	 -dice	 Charlot	 en	 forma
despectiva	y	maliciosa-	además	del	trabajo	que	conlleva,	para	qué	matarse	con
eso.	–	todas	se	ríen	a	carcajadas.
Christopher	 detiene	 su	 caballo	 frente	 a	 ellas,	 todas	 lo	 miran	 con	 ojos
saltarines
-Buenos	días,	señoritas	-dice.
-	¡Buenos	días!	Christopher	–responden	en	coro.
-Qué	te	incomodó	de	la	fiesta	que	te	marchaste	tan	temprano	querido,	-le
dice	Charlot	con	el	fin	de	darse	ínfulas-	pensé	que	ibas	a	cantar	algo	para	mí,
pues	llevábamos	tanto	sin	vernos.	-su	voz	sonaba	casi	como	un	ronroneo.
-No	 estaba	 de	 humor	 –responde	 Chris	 de	 forma	 tajante	 y	 se	 baja	 del
caballo-	perdón	que	me	entrometa	en	sus	asuntos.
-	Tienes	mi	permiso	–	Replica	Charlot	y	acercándosele	muy	
seductoramente	le	acaricia	con	los	dedos	el	hombro-	qué	deseas…	solo	dilo	y	
está	hecho.		
-	¿Me	pareció	oír	que	hablaban	de	soya?
-	 Ahhh	 sí…	 así	 es	 querido…	 de	 esa	 cosa	 horrible.	 Ya	 sabes	 nada
importante.
-Bueno,	yo	no	pienso	lo	mismo	-todas	quedan	pasmadas-	¿saben	quién	la
cultiva?
Todas	señalan	a	Samantha	que	está	detrás	de	ellas,	excepto	Charlot,	quien
queda	consternada,	él	baja	la	mirada	para	poder	verla	y	no	puede	creer	que	la
vida	le	esté	jugando	de	esa	manera.	Ella	no	ha	pronunciado	palabra.	Con	su
mirada	finge	indiferencia.	Chris	camina	hacia	ella	y	enseguida	ve	la	cesta	llena
de	soya.	Su	corazón	se	alegra.	Así	que	carraspea	la	voz	y	simulando	que	jamás
la	ha	visto,	le	dice:
-Perdón	señorita,	¿sabe	preparar,	comida	de	soya?		
Ella	lo	mira	sin	levantar	el	rostro.	Observa	su	vestimenta,	casi	la	misma
que	usaba	más	temprano	cuando	lo	vio	en	el	manantial.	Una	camisa	de	lienzo
delgado	y	un	chaleco	de	cuero	que	hace	juego	con	sus	pantalones	y	Botas	<<
un	poco	descuidado	para	ser	un	príncipe,	pero	no	se	puede	negar	que	se	ve
abrumadoramente	masculino>>piensa.
-Así	 es.	 –responde	 Samantha	 mientras	 exhala.	 Chris	 suspira	 y	 muy
entusiasta	dice:
-	¿podría	por	favor	prepararme	un	platillo?,	le	pagaré	lo	que	diga.
-Si	eso	desea…	-dice	Samantha	mientras	mueve	su	mano	como	restándole
importancia-	vaya	a	donde	vivo	dentro	de	dos	horas	cuando	haya	terminado
aquí.	-Él	se	acerca	a	ella	y	se	pone	de	cuclillas,	quedando	a	su	altura	y	mira
sus	ojos.
-Muero	de	hambre.	–le	dice	con	ternura.	Las	demás	la	instan	para	que	se
apresure	a	complacerlo.
Ella	 esquiva	 su	 mirada,	 no	 entiende	 por	 qué	 se	 acelera	 su	 corazón	 -
entonces	 lamento	 no	 poder	 ayudarlo	 en	 esta	 oportunidad…	 -y	 vuelve	 su
mirada	 hacia	 él	 frívolamente.	 Las	 chicas	 la	 quieren	 matar	 con	 sus	 gestos
desesperados,	mientras	que	Christopher	sonríe.
-Qué	descortés,	-dice	Charlot	y	la	mira	con	antipatía	-no	sé	que	puedes	
esperar	de	una	mujer	como	ella,	pero	tranquilo	yo	puedo	prepararte	lo	que	
desees.
-	¿sabes	preparar	comida	de	soya?	–dice	Chris,	se	levanta	y	la	mira.
-No,	pero	puedo	prepararte	verdaderas	delicias.	No	necesitas	esa	cosa.
-Entonces	no	puedes	preparar	lo	que	deseo	–vuelve	a	inclinarse	mirando	a
Samantha-	cuando	termines	aquí	¿cocinarás	para	mí?
-Eso	dije	¿no?		-Charlot	abochornada	se	retira.	Christopher	se	levanta,	va	
al	lado	del	pozo	toma	una	cubeta	grande	y	una	estaca,	la	corta	a	la	medida	de	
la	boca	del	balde	y	la	sujeta	firmemente	a	la	cubeta;	toma	una	cuerda	resistente	
y	la	amarra	a	la	estaca;	todas	están	atontadas	mirándolo,	cuando	Samantha	ve	
que	todas	están	emocionadas,	se	levanta	y	se	sube	sobre	su	cubo	para	poder	
mirar,	y	ahí	está	Christopher	con	su	chaleco	de	cuero	sin	camisa	debajo,	frente	
al	pozo	tirando	de	una	cuerda,	todas	empiezan	a	rodearlo	y	él	comienza	a	
llenar	sus	jarrones	muy	rápidamente.	Cuando	viene	hacia	Samantha…	
-Puedo	hacerlo	sola	–le	hace	saber.
-Lo	sé,	pero	permite	que	lo	haga	esta	vez,	con	eso	pagaré	mi	plato…	y	si
no	te	molesta	…	¿podrías	por	favor	traer	mi	camisa?
-Claro	que	me	molesta,	¡pero	que	más	puedo	hacer!	-de	muy	mala	gana	va	
y	toma	su	camisa	que	se	encuentra	en	una	rama,	cuando	se	da	vuelta	él	va	
andando	con	su	jarrón	a	cuestas	y	otras	dos	cubetas	muy	rápidamente	hacia	la	
casa	donde	ella	vive,	todas	las	jóvenes	se	van	regocijadas	por	lo	que	habían	
visto,	no	todos	los	días	un	príncipe	llenaría	sus	cubetas.	Pero	no	lo	manifiestan	
por	miedo	a	Charlot.	Christopher	camina	adelante,	Samantha	observa	su	
fornido	pero	no	exagerado	cuerpo.	Amplios	hombros,	sus	músculos	muy	
marcados…	estrecha	cadera	y	piernas	gruesas	y	fuertes,	algo	que	no	debería	
sorprenderla	porque	los	Abadonitas	se	caracterizan	por	sus	enormes	cuerpos	
musculosos	debido	al	fuerte	trabajo	del	campo,	la	pesca	y	la	ganadería	entre	
otras	labores.	Llegando	a	la	casa,	Christopher	recuerda	que	ya	antes	había	
visto	Samantha	en	compañía	de	una	niña	y	aunque	ella	era	joven,	no	podía	
descartar	que	fuera	su	hija	pues	es	algo	común	en	otras	culturas.	Aminora	el	
paso	y	la	espera	para	que	ella	pueda	llegar	primero.	En	realidad	no	sabe	qué	
encontrará	<<tal	vez	aparte	de	la	niña,	un	hombre	la	esté	esperando>>piensa.	
Esa	sola	idea	le	causa	un	terrible	malestar.		Cuando	ella	entra	él	escucha…	
-	“Mamá	no	te	demoraste”	-era	la	voz	de	una	niña.		-<<	¿Mamá?	.....	¡Será	
posible!>>	queda	estupefacto.	Es	la	niña	que	había	visto-	“Lena	aún	no	se	
levanta”	–	dice	la	niña.	-Christopher	no	sale	del	asombro,	<<	¿Lena?,	
¡entonces	tiene	dos	hijas!>>	
Samantha	 menea	 su	 cabeza	 en	 señal	 de	 desaprobación	 sin	 pronunciar
palabra	y	se	dirige	a	la	cocina,	la	niña	ve	entrar	a	Christopher	y	se	impresiona
tanto,	que	abre	los	ojos	como	platos	y	no	dice	nada	más.	Él	al	ver	su	reacción
se	agacha	y	sonríe.
-Hola,	mi	nombre	es	Christopher.
-El	mío	es	Shirley.	–y	hace	una	reverencia.
-Oh…	toda	una	princesita	-ella	sonríe.
-	¿Eres	amigo	de	mamá?
-Ehhh…Sí.
-Entonces	debes	ser	especial	porque	ella	no	es	muy	sociable	-él	ríe.
-Sí…	ya	lo	noté…		
-Estás	sudando	mucho.
-Así	es.	-llegan	a	la	cocina	y	dirigiéndose	a	Samantha	dice:
-Esperaré	afuera	en	el	solar.		-Él	toma	una	silla	se	sienta,	se	quita	el	
chaleco.	Shirley	ve	la	cicatriz	de	su	pecho	y	la	toca.		
-	¿Te	dolió	mucho?
-Un	poco	–le	contesta	mirando	la	pequeña	mano	de	la	niña	en	su	pecho.
-Yo	me	hice	una	aquí	–Shirley	le	muestra	su	rodilla-	y	mamá	me	la	cosió.		
-Vaya,	debió	dolerte.						
-Solo	al	principio	porque	mamá	me	dio	a	tomar	algo	y	se	me	quitó	el	dolor.	
-Samantha	observa	a	Christopher	por	la	ventana	y	se	pregunta	a	qué	se	debe	su	
presencia	allí	que	le	es	extremadamente	incómoda,	aunque	no	puede	negar	que	
le	había	agradado	que	hubiera	despreciado	la	propuesta	de	Charlot	y	se	
hubiera	venido	con	ella.	Ve	cómo	Shirley	le	lleva	una	vasija	pequeña,	él	le	
pide	que	vierta	agua	sobre	su	cabeza	y	la	sacude,	Shirley	grita	a	causa	de	las	
gotas	frías	que	le	caen	Christopher	la	mira,	toma	la	vasija	y	con	los	dedos	le	
arroja	agua,	ella	sale	a	correr	y	él	va	tras	ella.	<<parece	ser	un	hombre	
agradable,	claro	que	Shirley	es	una	niña	tan	encantadora	que	puede	ganarse	el	
corazón	de	cualquiera,	lástima	que	muy	pocos	le	dan	la	oportunidad>>piensa.	
Los	llama	a	comer	y	manda	a	Shirley	a	traerle	algo	para	que	Chris	pueda	
secarse	y	se	dirigen	a	la	cocina.	Christopher	entra	y	nota	que	no	tiene	mucho	
espacio	porque	la	cocina	estanterías	que	contienen	vasijas	de	todo	tamaño	y	en	
la	mitad	hay	una	mesa	con	cuatro	sillas,	se	sienta	a	esperar	y	no	deja	de	
observar	a	Samantha,	al	parecer	está	concentrada	en	lo	que	hace	sin	dar	
importancia	al	hecho	de	que	él	está	allí.	Ve	cómo	sus	manos	se	mueven	con	
agilidad	tomando	de	una	vasija	y	de	otra,	cuando	se	acerca	Shirley,	le	dice:				
-	¡Ohm!…	¡huele	delicioso!	¿No	te	parece?	-toma	el	paño,	se	seca	y	se
coloca	su	camisa	de	lienzo	delgado.
-	¿Hablas	enserio?		-En	ese	momento	Samantha	le	da	el	plato,	él	de
inmediato	empieza	a	comer	haciendo	sonidos	de	satisfacción.	
-Claro	que	sí.	–le	responde.
-	¿Sabes	que	lo	que	comes	está	hecho	con	soya?		
-aja.
-	¿Porqué	te	gusta,	cuando	los	demás	nos	desprecian	porque	lo	comemos?
-bueno,	la	verdad	creo	que	no	han	probado	esta	delicia.							
-	¿Porqué	tú	lo	hiciste?
-Deja	de	ser	tan	curiosa	–le	dice	Samantha	frunciendo	el	ceño-	más	bien	ve
y	haz	tus	deberes.
-No…,	 -dice	 Christopher-	 está	 bien,	 estoy	 en	 su	 casa	 y	 tiene	 todo	 el
derecho	de	preguntar	-mirando	a	Shirley	e	inclinándose	hacia	ella	dice-	lo	que
te	voy	a	contar	no	debe	saberlo	nadie	más	¿es	un	trato?
-Sí,	-contesta	Shirley	emocionada				
-Mi	madre	murió	cuando	era	solo	un	bebé	y	en	ese	momento	no	estábamos
en	casa,	lo	único	que	teníamos	cerca	era	algunas	vacadas,	así	que	mi	padre	al
ver	que	no	tenía	otra	cosa	que	darme,	tomó	leche	que	acababa	de	ordeñar	y	me
dio	a	tomar,	aunque	notó	que	me	había	caído	mal,	pensó	que	era	por	la	falta	de
costumbre	y	entonces…
-¡intolerancia!	 –con	 asombro	 Samantha	 interrumpe.	 -él	 admirado	 mira	 a
Samantha
-Así	es,	no	tolero	nada	que	contenga	leche,	esto	impidió	que	pudiera	comer
muchas	cosas,	pero	cuando	estaba	en	la	guerra	llegamos	a	una	población	que
tenía	 cultivos	 de	 soya	 y	 una	 señora	 me	 ofreció	 leche,	 le	 dije	 que	 no	 podía
tomar	 y	 ella	 insistió	 y	 me	 dijo	 que	 era	 hecha	 de	 soya.	 Cuando	 lo	 hice	 me
pareció	lo	más	delicioso	que	hubiese	probado	en	mi	vida,	me	puse	a	comer
todo	 lo	 que	 tenía	 preparado,	 comí	 tanto	 que	 sentí	 que	 se	 me	 salía	 por	 la
nariz…	-dice	burlón	y	Shirley	se	echa	a	reír.
-	¿por	qué	nadie	lo	debe	saber?	–preguntó	Shirley.
-Porque…	 cuando	 se	 nace	 con	 privilegios	 siempre	 habrá	 enemigos	 que
quieren	aprovecharse	de	mi	situación	para	causarme	daño.
-Entonces	 yo	 también	 soy	 privilegiada	 porque	 muchos	 han	 intentado
hacerme	daño.	–dice	sonriente	Shirley.
Samantha	los	observa	extrañada	al	ver	cómo	hablan	con	tanta	familiaridad.
<<	¿Porqué	este	hombre	nos	ha	dicho	algo	tan	personal,	pues	al	parecer	no	lo
sabe	ni	Charlot	que	será	su	futura	mujer?	…>>piensa.	Christopher	toma	las
manos	de	Shirley	que	se	ven	tan	pequeñas	dentro	de	las	suyas,	les	da	un	beso	y
la	mira	con	ternura
-Claro	que	sí,	eres	una	princesita	-se	levanta	de	la	mesa-	ahora	debo	
marcharme	porque	tengo	muchas	cosas	que	hacer	-mira	a	Samantha-	
muchísimas	gracias,	todo	estaba	delicioso,	lamento	los	inconvenientes.		
-No	hay	problema.	-Contesta	secamente.	-Cuando	abre	la	puerta	Shirley	lo
mira	con	sus	cejas	levantadas	y	ojos	cafés	brillantes.
-	¿Vas	a	venir	mañana	Chris?	–él	se	agacha,	la	toma	entre	sus	brazos	y	se	
pone	de	pie,	la	mira	a	los	ojos	y	le	dice:		
-Eso	 no	 depende	 de	 mí,	 princesa.	 -Ella	 se	 baja	 y	 corre	 hacia	 donde	 se
encuentra	Samantha	quien	está	fregando	los	trastos.
-Por	favor,	¿puede	venir	mañana	también?	–le	dice	Shirley	a	Samantha	en	
son	de	súplica.			
-Aquí	también	vives	tú,	puedes	invitar	a	quien	quieras.
-Sí,	 -objeta	 Shirley-	 pero	 aún	 no	 sé	 cocinar	 así	 que	 necesito	 tu
autorización.
-Está	 bien…	 mientras	 cumplas	 con	 tus	 tareas.	 <<no	 puedo	 negarle	 el
derecho	de	familiarizarse	con	otros>>piensa.	-Shirley	sale	corriendo	en	busca
de	 Christopher	 quien	 ya	 ha	 salido	 de	 la	 casa	 y	 espera	 su	 caballo	 que	 ha
llamado	con	un	silbido,	él	la	ve	y	la	carga	nuevamente.
-Chris,	por	favor	ven	mañana.
-Jamás	despreciaría	tú	invitación…	ah,	pero	dile	a	Samantha	que	no	se	
preocupe	por	el	agua.		
-	¿Madrugarás	al	pozo?						
-No…
-	¿En	tú	casa	hay	pozo?		-Shirley	le	acaba	de	dar	una	buena	idea.
-Algo	así,	¿sabes?	cuando	desees	puedes	venir,	está	en	la	cima.
-	¿Vives	en	el	palacio?
-Así	 es.	 -Ella	 sonríe	 y	 lo	 abraza	 inesperadamente,	 confundido	 no	 se	 da
cuenta	 que	 sus	 brazos	 también	 la	 han	 rodeado,	 su	 corazón	 late	 de	 manera
distinta.	 Cuando	 la	 coloca	 en	 el	 suelo	 siente	 como	 si	 algo	 vital	 se	 hubiera
quedado	con	ella	y	le	da	un	beso	en	la	frente.	Frisón	llega.
-Nos	vemos	mañana	Chris	-sube	a	su	caballo,	ella	se	despide	con	su	mano
y	él	experimenta	una	serie	de	emociones	que	jamás	había	sentido.	Lo	que	resta
del	 día	 intenta	 trabajar	 en	 sus	 campos,	 pero	 sus	 pensamientos	 no	 lo	 dejan
concentrar.
-	¿Qué	rayos	me	pasa?	¿estoy	pensando	en	una	mujer	que	tiene	dos	hijas?	-
sin	embargo,	aunque	a	veces	razonaba	no	podía	dejar	de	pensar	en	ellas.
	
	
CAP	2
	
Antes	de	amanecer	Christopher	se	levanta	y	sale	a	la	terraza,	el	cielo	está
despejado,	pero	hace	mucho	frio.	Toma	el	catalejo	y	enfoca	hacia	la	pequeña
casa	de	dos	plantas.	Visualiza	un	candelero	y	una	persona	encima	del	tejado,
se	cambia	rápido	y	va	hasta	allá,	llega	muy	silenciosamente	y	sube	a	la	terraza
se	acerca	y	ve	a	Samantha	haciendo	algunos	arreglos	en	el	tejado.
-Es	mejor	que	lo	haga	a	la	luz	del	día	¿no	le	parece?	–le	dice.
al	oír	su	voz	ella	pierde	el	equilibrio	y	cae	entre	sus	brazos,	lo	mira	a	los
ojos	soltando	chispas	de	rabia,	se	baja	y	lo	empuja.
-	¿Qué	rayos	hace	aquí?	–le	dice	susurrando.
-Eso	mismo	le	pregunto…	-dice	sin	perder	la	calma,	ella	guarda	silencio,
sintiéndose	 incómoda-	 ¿Por	 qué	 no	 lo	 haces	 en	 el	 día?	 ¿acaso	 por	 falta	 de
tiempo?	-ella	lo	mira	con	incredulidad-	si	es	eso	entonces	yo	le	ayudaré.
-Claro	que	no,	es	porque…	porque	no	me	es	permitido	hacerlo,	-dice	por
fin
-	¿y	quién	no	te	lo	permite?	-lo	dice	con	furia.
–	¿Es	que	acaso	no	conoce	sus	propias	leyes?	–	lo	dice	enojada	consigo
misma	por	dejarse	descubrir
-	¿Mis	leyes…?	-dice	confundido,	pero	se	preocupa	porque	se	da	cuenta
que	 se	 acerca	 el	 aire	 de	 la	 mañana	 y	 no	 quiere	 que	 lo	 vean	 allí	 -no	 puedo
permanecer	más	aquí,	te	espero,	no	demores	-ordena.	Samantha	por	su	parte,
se	enoja	por	su	tono	autoritario,	pero	la	embarga	la	incertidumbre	y	no	dice
más,	mientras	ve	cómo	se	marcha	camino	al	termal	y	ve	la	razón	de	su	afán,
las	luciérnagas	muestran	que	la	mañana	está	cerca,	pues	empiezan	a	apagar	su
fulgor	así	que	también	se	apresura	a	salir,	pero	se	siente	en	desventaja	ahora
que	 la	 ha	 atrapado	 infringiendo	 aquel	 precepto.	 Samantha	 llega	 y	 él	 está
poniéndose	las	botas,	casi	listo	para	irse.
-	 ¿Porque	 tanto	 afán?	 –dice	 con	 sarcasmo,	 tratando	 de	 no	 mostrar	 su
preocupación,	él	deja	a	un	lado	el	tono	de	su	comentario:
-Tengo	algunas	cosas	por	hacer	antes	de	pasar	por	tu	casa,	-responde	con
dureza-	pero	antes	de	marcharme	quisiera	que	me	expliques	lo	que	dijiste	de	la	
ley.		
-Pues…	creo	que	hay	un	mandato	que	prohíbe	que	una	forastera	como	yo,
haga	cualquier	cosa	que	pueda	interpretarse	como	que	soy	dueña	de	algo.	-Él
se	siente	aún	más	confundido.
-	¿Forastera…?	-replica.
-Sí,	forastera.	-él	aún	incrédulo	objeta.
-	¿Cómo	puedes	cultivar?
-Parece	 que	 se	 llegó	 a	 un	 acuerdo	 para	 que	 no	 tuviéramos	 necesidad	 de
entrar	en	sus	tierras	como	dijo	la	señorita	Elena	que	hacen	los	forasteros.	(La
señorita	 Elena	 es	 una	 mujer	 que	 llego	 hace	 muchos	 años	 a	 la	 nación	 y	 ha
servido	en	el	palacio,	aunque	es	alta	como	los	Abadonitas,	su	color	de	piel	es
oscuro	 y	 sus	 ojos	 marrones).	 -a	 los	 forasteros	 se	 les	 permite	 entrar	 en	 los
cultivos	y	llevarse	lo	que	cae	en	el	suelo,	pero	no	pueden	vivir	en	Abadón	solo
en	 sus	 límites,	 en	 lo	 que	 respecta	 a	 su	 valle	 sagrado	 nadie	 que	 no	 fuese
Abadonita	podía	entrar.
-	¿Cuánto	tiempo	llevan	acá?	–dice	él	mostrando	preocupación.
-Alrededor	de	un	año.
-	¿Cuál	ha	sido	la	razón	por	la	cual	les	permitieron	ocupar	la	casa?							
-Mira…	no	quiero	ser	desagradecida,	al	menos	se	nos	ha	permitido	vivir
entre	ustedes	y	eso	ya	es	mucho	para	mí,	lo	único	que	pretendía	era	que	las
niñas	pasaran	mejor	este	invierno…	si	falle,	lo	siento.	–lo	dijo	apesadumbrada.
-Entiendo.	–fue	lo	último	que	ella	le	oyó	decir	antes	de	darle	la	espalda,
montarse	en	su	caballo	y	marchase,	dejándola	totalmente	abatida,	en	vez	de	la
mirada	bromista	de	siempre,	tenía	una	mirada	fría,	distante…	y	reservada.
Camino	a	casa	Chris	trata	de	entender	la	situación,	pero	por	más	vueltas
que	le	da	no	entiende	como	pudo	haber	pasado	eso,	si	Samantha	deseaba	vivir
entre	ellos	¿porque	no	era	Abadonita?	y	Roy	que	es	el	perito	en	la	ley	y	quién
se	había	encargado	del	reino	mientras	el	rey	estaba	en	la	guerra,	¿por	qué	no	se
había	 hecho	 cargo	 del	 asunto	 como	 debía	 y	 más	 bien	 parece	 que	 hubiera
acomodado	 todo	 sin	 tener	 en	 cuenta	 para	 nada	 los	 estatutos?	 Al	 llegar,	 su
padre	lo	invita	a	ir	a	visitar	sus	dominios.
-	¿Cuándo	te	vas?
-	en	unas	horas.
-	Me	imagino	que	te	acompañarán	Roy	y	Lemuel.	(Lemuel	es	el	sacerdote
que	se	encarga	de	asuntos	relacionados	con	la	adoración).
-Así	es.	-Christopher	siente	un	gran	respeto	hacia	su	padre,	siempre	lo	ha
visto	 como	 un	 hombre	 sincero,	 que	 se	 ha	 entregado	 por	 entero	 a	 su	 nación
sobre	todo	desde	la	muerte	de	su	esposa	y	ha	sido	un	buen	padre	tanto	para	él,
como	 para	 Charles.	 Sus	 ojos	 muchas	 veces	 reflejan	 después	 de	 un	 largo
ensimismamiento	el	dolor	de	la	pérdida,	pero	jamás	lo	expresa	con	palabras.
-Lo	siento	padre,	será	en	otra	ocasión,	pues	me	urge	hacer	algunas	cosas
antes	de	que	llegue	el	invierno.	–<<Además	quiero	aprovechar	que	no	estarán
para	averiguar	todo	lo	que	ha	sucedido	en	el	tiempo	que	no	hemos	estado>>-
piensa.	Pero	no	le	hace	mención	de	ello	para	que	haga	tranquilo	su	gira.
***
Shirley	 está	 sentada	 con	 sus	 brazos	 en	 la	 mesa	 y	 su	 carita	 entre	 ellos,
aunque	 Christopher	 ha	 enviado	 a	 un	 siervo	 con	 el	 agua	 se	 ha	 demorado	 en
llegar	y	Samantha	se	siente	culpable	pues	cree	que	no	vendrá	a	causa	de	lo	que
sucedido	y	empieza	a	poner	los	platos	alrededor	de	Shirley.
-Tal	vez	tuvo	algún	inconveniente,	-le	dice	con	pesar-	más	tarde	vendrá	y
te	explicará	lo	que	sucedió.	En	ese	momento	se	escucha	un	ruido	que	viene	de
afuera,	 Shirley	 corre,	 abre	 la	 puerta	 y	 ve	 a	 Christopher	 desmontando	 una
carreta.
-Chris	–grita	de	la	emoción.	Él	la	ve	y	descarga	todo	lo	que	trae,	sonríe	y	
se	agacha	estirando	sus	brazos,	ella	corre	hacia	él	y	le	rodea	el	fuerte	cuello	
con	sus	pequeños	brazos,	entonces	se	levanta	sujetándola	por	las	piernas	y	ella	
se	pone	a	llorar.		
-	¿Por	qué	lloras	mí	princesa?	–apretándola	hacía	sí	con	cariño.
-Creí	que	no	vendrías.	-Él	la	mira	con	ternura,	le	da	un	beso	en	la	frente	y
se	queda	viéndola	a	los	ojos.
-Jamás	falto	a	mí	palabra,	lo	único	que	hubiera	impedido	que	viniera	sería
la	muerte.	-y	la	abraza.	Samantha	los	observa	y	no	le	agrada	mucho	lo	que	ve
<<un	 poco	 dramático>>	 piensa,	 mientras	 blanquea	 los	 ojos	 y	 retorna	 a	 la
cocina.
-El	desayuno	se	enfría	–les	dice.		
-Lamento	 el	 retraso,	 -dice	 al	 llegar	 a	 la	 cocina-	 pero	 estaba	 buscando
algunas	cosas	que	necesitaba	-coloca	en	el	mesón	cerca	a	Samantha	un	enorme
trozo	de	carne.
-	¿esto	que	significa?	–Samantha	lo	mira	sorprendida.		
-No	puedo	trabajar	con	el	estómago	vacío.
-	¿Trabajar…?	-ahora	si,	no	entendía	nada.
-Sí,	dijiste	que	no	lo	podías	hacer	y	yo	sí	porque	la	ley	no	me	lo	impide	y
mientras	haya	comida	todo	estará	bien	para	mí.
Ella	no	puede	creer	lo	que	está	pasando,	siente	como	si	todo	fuese	parte	de
un	extraño	sueño	del	cual	quiere	despertar.	Él	se	sienta	a	la	mesa	a	desayunar,
ella	también	lo	hace	y	lo	observa	unos	segundos.	<<	¿pero	que	es	lo	que	le
pasa	a	este	hombre?	>>piensa.
-	¿Por	qué	habría	de	hacer	eso?								
-	¿No	te	lo	acabo	de	decir?,	tu	eres	la	única	que	sabe	hacer	lo	que	me	gusta
y	yo	puedo	hacer	lo	que	tú	necesitas,	¿no	te	parece	un	excelente	trato?	–Y
agrega	 sonriendo-	 Eso	 sí,	 solo	 podre	 en	 los	 mañanas	 porque	 en	 las	 tardes
necesito	encargarme	de	otros	asuntos.	Samantha	no	sale	de	su	confusión,	en
ese	 momento	 él	 se	 limpia	 la	 boca	 y	 se	 levanta	 antes	 de	 que	 ella	 pueda
preguntar	algo	más.
-	¿Sabes	de	alguien	que	me	pueda	ayudar?	–le	dice	a	Shirley,	ella	lo	mira
con	ojitos	llenos	de	ilusión
-	¿Puedo	ayudarte?		
-Por	 supuesto	 -ella	 salta	 de	 alegría	 y	 se	 va	 con	 él.	 Christopher	 empieza
arreglando	las	paredes	que	están	bastante	deterioradas	pues	es	una	casa	que
llevaba	mucho	tiempo	desocupada,	está	tan	concentrado	que	no	se	da	cuenta
que	Roy	se	detiene	a	mirarlo	y	sé	indigna	al	ver	lo	que	está	haciendo,	no	solo
por	el	trabajo	que	está	realizando,	sino	para	quienes	lo	hace,	su	concepto	sobre
lo	 que	 debería	 estar	 haciendo	 Christopher	 como	 el	 príncipe	 y	 futuro	 rey	 de
Abadón	no	encaja	para	nada	con	lo	que	ve	y	mucho	menos	con	su	apariencia
desde	que	llegó	de	la	guerra.	Se	enoja	y	piensa	la	manera	de	acabar	con	el
problema,	<<	solo	será	cuestión	de	tiempo	>>	piensa.
***
Shirley	es	una	niña	muy	curiosa,	a	raíz	de	las	experiencias	que	ha	vivido	
llega	a	entender	temas	que	no	deberían	preocuparle	a	su	corta	edad.	Mientras	
Christopher	trabaja	le	hace	muchas	preguntas	que	a	veces	lo	dejan	muy	
admirado	y	a	la	vez	lo	hace	comprender	como	la	guerra	deja	cicatrices	en	
todos,	incluso	en	los	pequeños	y	vulnerables	niños.		
-	¿Porque	fuiste	a	la	guerra	Chris,	si	tú	no	eres	un	hombre	malo?	–pregunta
Shirley.
-Bueno,	 los	 Abadonitas	 en	 general	 no	 somos	 entrenados	 para	 la	 guerra,
aunque	 tenemos	 un	 ejército	 es	 solo	 de	 defensa.	 Tenemos	 un	 espíritu	 de
pertenencia	 hacia	 nuestro	 reino,	 ya	 que	 durante	 siglos	 hemos	 creído
fervientemente	 en	 el	 Dios	 Todopoderoso	 de	 un	 lejano	 pueblo	 junto	 al	 mar
grande,	se	dice	que	somos	descendientes	de	un	habitante	de	aquellas	tierras	y
por	el	cual	llegamos	a	obtener	nuestras	leyes.	No	permitiremos	que	deshonren
a	nuestro	Dios,	ni	al	rey	que	él	ha	escogido…	es	por	eso	por	lo	que	fui.
-	¿Podremos	entonces	vivir	siempre	aquí?	–Shirley	lo	mira	con	sus	ojitos
grandes	y	brillantes.
-Mientras	yo	esté	aquí	tu	podrás	vivir	el	tiempo	que	desees	–le	dice	sin
titubear.	Almuerzan	y	Christopher	se	retira	a	trabajar	en	sus	cultivos	y	atiende
las	vacadas,	obviamente	no	es	trabajo	de	un	príncipe	pero	él	ha	aprendido	que
un	reino	debe	ser	autosostenible	y	que	su	Monarca	debe	dar	ejemplo	así	su
Nación	 lo	 respetará	 y	 confiará	 en	 él	 cuando	 llegue	 el	 momento.	 Charles,
aunque	de	lejos	está	al	tanto	de	todo	lo	que	hace.
***
Así	transcurren	varios	días…	en	los	ojos	de	Christopher	se	puede	ver	lo
duro	que	ha	estado	trabajando,	pero	también	es	un	reflejo	del	trastorno	que
lleva	en	su	interior,	desde	que	sufrió	aquella	herida	en	el	pecho	su	sueño	es
ligero	 y	 tiene	 constantes	 pesadillas	 de	 hechos	 confusos	 que	 no	 le	 permiten
descansar.
Como	 todos	 los	 días	 Samantha	 va	 al	 manantial,	 en	 esta	 ocasión	 ya	 ha
amanecido.	Christopher	se	encuentra	apoyado	en	el	tronco	de	un	árbol	leyendo
y	cuando	la	ve	se	sorprende.
-	¿Creí	que	ya	no	vendrías?		
-Tuve	que	hacer	algunas	cosas	antes,	-ella	mira	el	libro	que	él	tiene	en	las
manos-	¡vaya!	Jamás	imaginé	que	usted	fuera	un	hombre	culto	–él	sonríe	y
cierra	el	libro.
-Eso	es	porque	hay	muchas	cosas	de	mí	que	desconoces.		
-Ah…	ya	veo,	pero…	no	se	preocupe	continúe	-y	hace	ese	movimiento	con
la	mano	que	él	tanto	odia,	como	restándole	importancia	a	los	asuntos-	no	haré
nada	que	lo	distraiga.	–espetó	sarcástica.
-Su	sola	presencia	es	una	gran	distracción	para	mí.	–la	mira	con	esa	ligera
burla	que	ella	estaba	empezando	a	odiar.
-	¿Acaso	trata	de	insinuar	algo?
-Nada	que	ya	no	sepas.	-Ella	se	aleja	en	silencio	tratando	de	no	dar	largas	a
la	conversación,	él	victorioso	ríe	y	se	va.	Ese	mismo	día	se	dedica	a	arreglar	el
tejado,	 desentecha	 algunas	 partes	 porque	 son	 imposibles	 de	 reparar	 y	 no	 le
alcanza	la	mañana	para	terminar,	así	que	continua.	Cuando	empieza	a	caer	la
tarde,	Samantha	que	le	está	ayudando	le	dice	que	deje	hasta	ahí,	pues	debe	ir	a
preparar	la	cena.	Christopher	se	sienta	en	un	mueble	de	la	sala	a	esperar	la
comida	y	lo	vence	el	sueño,	había	trabajado	hasta	el	agotamiento.	Samantha	va
a	avisarle	que	puede	pasar	a	la	mesa,	se	acerca	y	ve	que	está	profundamente
dormido,	ella	siente	que	su	corazón	empieza	a	latir	con	fuerza,	mira	su	rostro
cubierto	 en	 parte	 por	 la	 barba	 que	 impide	 ver	 con	 claridad	 sus	 hermosos
rasgos.	Ella	se	acerca	y	ve	que	aunque	creía	que	la	luz	que	irradiaban	sus	ojos
era	lo	que	lo	hacía	tan	atractivo,	ahora	que	sus	párpados	están	sobre	ellos	se	da
cuenta	 de	 lo	 equivocada	 que	 está,	 <<definitivamente	 es	 mucho	 más	 que
eso>>piensa.	Sus	largas	y	tupidas	pestañas	que	le	ponen	una	leve	sombra	al
rostro,	su	boca	masculina	tan	sensual	y	perfecta	con	labios	no	tan	gruesos	ni
muy	delgados	dando	justo	la	impresión	de	querer	ser	besados	y	en	la	mitad	de
su	mejilla	izquierda	un	lunar	que	se	ve	como	una	leve	sombra	marrón	pues	es
ligeramente	elevado	por	encima	de	su	piel,	sus	cejas	con	un	tono	un	poco	más
oscuro	 que	 su	 cabello	 e	 igual	 a	 la	 barba,	 son	 pobladas	 pero	 muy	 bien
delineadas	como	obras	de	un	diseñador.	Ella	esta	tan	absorta	que	no	se	percata
del	 sonido	 del	 galopar	 de	 un	 caballo	 que	 se	 acerca	 a	 la	 casa.	 Christopher
reconoce	ese	galopar	y	de	un	salto	reacciona	aturdido.	ella	queda	justo	frente	a
él	con	sus	manos	en	el	pecho	como	muestra	del	susto	que	se	ha	llevado,	él	la
mira	a	los	ojos	confundido	pero	su	mente	rápidamente	recuerda	el	motivo	de
su	sobresalto.
-Me…	acerque	a	decirle	que	la	cena	esta	lista.	-dice	ella	con	voz	trémula,
sobre	todo	al	ver	que	los	ojos	de	Christopher	reflejan	preocupación.
-Quédate	 aquí	 –le	 dice	 y	 sale.	 -ella	 suelta	 el	 aire	 que	 no	 sabía	 que
aguantaba.
Afuera	de	la	cerca	está	charles	en	su	caballo.
-Oye…	¿es	que	también	vas	a	dormir	aquí?	–le	dice	con	burla.	Asombrado
de	que	charles	lo	fuese	a	buscar	se	acerca	a	él.
-	¿Qué	pasa?	–dice	sin	preámbulos.				
-Tranquilo…	-dice	sonriendo-	solo	pasaba	por	aquí,	-se	baja	del	caballo-	la
verdad	 es	 quiero	 que	 sepas	 que	 cuentas	 con	 mi	 apoyo	 en	 esto	 y	 no	 te
preocupes	estos	días	por	tus	cultivos	que	yo	me	haré	cargo.
Christopher	se	alegra	por	lo	que	acaba	de	oír	de	parte	de	su	hermano,	era
justo	 lo	 que	 necesitaba	 y	 no	 es	 de	 extrañar	 ya	 que	 Charles	 siempre	 se	 ha
preocupado	por	los	más	indefensos,	todos	dicen	que	es	la	misma	estampa	de
su	 abuelo	 materno	 tanto	 físicamente	 como	 en	 su	 forma	 de	 ser,	 lo	 que	 es
absurdo,	pues	el	parentesco	que	existe	entre	ellos	es	por	la	familia	de	su	padre.
Charles	extiende	la	mano,	Christopher	la	mira	por	unos	segundos	y	entonces
sujeta	el	antebrazo	de	su	hermano	con	fuerza	y	sonríe,	mostrando	así	que	está
muy	complacido.	Charles	toma	su	caballo	y	se	marcha.
Christopher	regresa	a	dentro,	va	a	la	cocina	donde	se	encuentra	Samantha,
ella	hace	como	si	nada	hubiera	sucedido.	Él	le	pregunta	por	Shirley	y	se	sienta.
-Se	ha	ido	a	descansar.	-él	empieza	a	comer	y	ella	lo	mira	fijamente,	él
siente	el	brillo	de	sus	ojos	verdes	y	levanta	el	mentón.
-	¿No	tiene	necesidad	de	hacer	todo	esto?	–ella	murmura,	algo	le	dice	que
debe	alejarlo	de	su	vida	y	rápido.
-Es	 verdad,	 pero	 tengo	 razones	 para	 hacerlo.	 –lo	 dice	 contemplando	 sus
centelleantes	ojos	verdes.
-	¿Cómo	cuáles?
-Te	dije	lo	del	trato	¿no?							
-Sí,	-replica-	se	lo	que	dijo,	pero	quiero	entender	¿por	qué?		
-Está	bien…	la	verdad	hay	muchas	razones…	por	ejemplo,	no	me	gusta	ver	
a	una	mujer	haciendo	el	trabajo	de	un	hombre	–sonríe	de	modo	arrogante-	eres	
tan	pequeña,	tan	frágil	que	no	me	perdonaría	si	te	lastimas.		
-	¿Pequeña…	frágil?	hay	por	favor…	-achica	los	ojos	por	la	rabia.
-Aunque	con	tu	actitud	quieras	demostrar	lo	contrario	esa	es	la	realidad.
-Primero	que	todo	yo	no	soy	pequeña,	tengo	la	estatura	promedio	de	una
mujer	 normal	 o	 acaso	 no	 te	 diste	 cuenta	 en	 la	 guerra	 que	 son	 ustedes	 los
gigantes…
-Está	 bien,	 está	 bien…	 no	 te	 enojes	 solo	 bromeaba,	 la	 verdad	 es	 que…
desde	que	te	conocí	no	has	hecho	más	que	tratar	de	fastidiarme,	te	he	tratado
como	lo	haría	un	caballero	y	¿qué	recibo	de	ti?
-Mire,	-ella	trata	de	escudarse-	no	es	algo	personal	yo…	soy	así,	además,
no	le	he	pedido	nada	para	que	espere	recibir	algo	a	cambio.
-	¡Exacto!,	así	eres	y	no	tienes	por	qué	fingir	solo	porque	soy	el	hijo	del
rey;	¡no	creo	que	pienses	que	lo	que	hago	es	porque	me	voy	a	casar	contigo	o
algo	así!
-	¡Claro	que	no!		
-Lo	sé,	-él	sonríe-	cosa	que	sí	pensarían	las	otras	chicas,	no	entienden	que
estoy	muy	joven	para	contraer	matrimonio,	creen	que	porque	soy	un	príncipe	y
además	muy	apuesto…	-ella	blanquea	los	ojos-	no	tengo	derecho	a	llevar	una
vida	 normal,	 por	 eso	 me	 siento	 bien	 estando	 aquí,	 porque	 no	 me	 siento
comprometido,	si	fuera	por	ti	ya	me	habrías	mandado	al	carajo	ya	que	no	te
interesa	quien	soy	y	eso	me	hace	sentir	cómodo.	-ella	creyendo	que	entiende
se	echa	a	reír	y	él	que	hasta	ahora	no	la	había	visto	así	contempla	como	su
rostro	se	ilumina	y	justo	en	ese	momento	empieza	a	hacérsele	insoportable	la
idea	de	que	otro	hombre	la	hubiese	tocado	como	él	deseaba	hacerlo	y	sacude
la	cabeza	tratando	de	borrar	ese	pensamiento.
-Sería	 ingenua	 si	 desarrollara	 un	 interés	 romántico	 por	 usted.	 –espetó
irónica
–	 ¿Por	 qué?	 –no	 pudo	 evitar	 preguntarle,	 pero	 tratando	 de	 no	 mostrar
ningún	sentimiento.
-	Sencillamente,	porque	somos	como	el	agua	y	el	aceite…	tal	vez	juntos,
pero	jamás	revueltos.
-	¡Vaya!,	lo	tienes	muy	claro…	–dijo	burlón	y	acerca	su	cuerpo	a	la	mesa
quedando	más	cerca	de	donde	ella	se	encuentra,	aunque	no	lo	suficiente.	Sin
embargo,	 a	 esa	 distancia	 ella	 podía	 sentir	 el	 poderoso	 magnetismo	 que
irradiaba.	Levanta	su	ceja	izquierda	que	lo	hace	ver	extremadamente	apuesto,
la	mira	a	los	ojos	y	le	habla	con	un	tono	suave-	sabes,	el	primer	paso	para	el
amor	 es	 la	 negación,	 entre	 más	 luches	 más	 atrapada	 quedarás,	 así	 que…	 -
retrocede	un	poco	su	cuerpo	de	la	mesa	y	con	una	media	sonrisa	dice-	te	veré
el	 día	 de	 mañana	 diciéndome	 que	 me	 amas	 y	 rogándome	 para	 que	 nos
mezclemos.
-Para	nada…	usted	no	es	mi	tipo.
Él	toma	una	manzana	de	la	mesa	y	se	levanta,	le	da	un	mordisco	y	sonríe.
-Mejor	 me	 voy	 antes	 de	 que	 te	 haga	 cambiar	 de	 opinión.	 -sabía	 que	 se
había	pasado	del	límite	y	se	marcha.
***
Al	día	siguiente	ella	llega	al	termal,	ve	a	Christopher	exactamente	donde	lo
vio	por	primera	vez,	debajo	de	la	cascada.	Entra	en	el	agua	muy	sigilosamente
y	 nota	 que	 él	 está	 absorto	 en	 sus	 pensamientos,	 se	 aleja	 un	 poco	 donde	 no
llame	 su	 atención,	 al	 terminar	 sale	 detrás	 de	 una	 gran	 roca	 para	 secar	 su
cabello,	se	ensimisma	en	lo	que	está	haciendo	y	olvida	que	él	está	cerca	de
allí,	 con	 su	 rostro	 cubierto	 con	 su	 cabello,	 cierra	 sus	 ojos	 y	 tararea	 una
canción,	cuando	termina	arroja	su	cabello	hacia	atrás	a	su	espalda	a	la	vez	que
sacude	la	cabeza	y	abre	sus	ojos	e	inmediatamente	queda	pasmada	pues	él	está
justo	 al	 frente	 de	 ella,	 totalmente	 empapado,	 sin	 camisa,	 con	 sus	 brazos
cruzados	 y	 recostado	 en	 un	 árbol,	 en	 su	 rostro	 no	 se	 veía	 emoción.	 Él	 está
totalmente	 extasiado	 contemplando	 su	 hermosa	 cabellera	 abundante	 y	 larga
con	hondas,	cuyo	color	rubí	hace	un	perfecto	contraste	con	su	piel	color	nata
que	se	muestra	generosamente	en	sus	bien	torneadas	piernas	apenas	cubiertas
por	la	saya	que	trae	puesta	y	que	se	ha	pegado	a	su	cuerpo	como	si	fuera	otra
capa	de	piel	dejando	ver	sus	curvas	perfectas.
-	¿Porque	te	detienes…?	-	una	corriente	de	aire	helado	pasa	justo	en	aquel
instante	y	Samantha	queda	petrificada	y	no	puede	pronunciar	palabras-	tienes
un	 hermoso	 cabello	 ¿sabes?…	 -	 ella	 se	 siente	 incomoda	 ya	 que	 no	 está
acostumbrada	a	los	halagos	y	más	aún	al	referirse	a	su	cabello,	toda	su	vida	a
tenido	que	esconderlo	para	salvar	su	vida,	él	avanza	hacia	ella	quien	lo	esquiva
y	empieza	a	caminar	dándole	la	espalda.
-Bueno…	 -dice	 con	 sarcasmo	 tratando	 de	 salir	 de	 esa	 situación-
proviniendo	 de	 alguien	 que	 no	 se	 arregla	 ni	 su	 barba,	 no	 creo	 que	 pueda
tomarse	como	un	cumplido.	-él	camina	tras	ella.
-Pues…	deberías	tomarlo	así,	ya	que	ninguna	ha	tenido	la	oportunidad	de	
oír	algo	así	de	mí,	pero	claro…	tú	si	lo	habrá	escuchado	de	muchos…	-ella	
trata	de	ignorar	lo	dicho	y	empieza	a	recoger	sus	cosas,	como	es	que	había	
sido	tan	descuidada.	-Ah…	ahora	me	ignoras,	deberías	ser	Cortés	solo	por	esta	
vez	y	dar	las	gracias	en	vez	de	huir.	-Christopher	se	estaba	haciendo	conciente	
de	que	esta	batalla	la	estaba	perdiendo,	pero	simplemente	no	podía	evitar	
provocarla.			
-No	 estoy	 huyendo	 –voltea	 a	 verlo	 con	 una	 mirada	 de	 advertencia-	 solo
estaba	pensando…
-Ah	 sí…	 ¿es	 tan	 difícil	 para	 ti	 dar	 las	 gracias?	 -él	 no	 puede	 creer	 que
desprecie	sus	halagos.
-No	 cuando	 tengo	 razones	 para	 ello,	 pero	 la	 verdad	 es	 que	 quiero
aprovechar	el	momento	para	hablar	con	usted	sobre	otro	asunto.
-No	me	digas…	-dice	jovialmente-	pensó	mejor	en	lo	que	me	dijo	anoche	y
esta	arrepentida	–y	se	pone	la	camisa.
-Es	algo…	muy	serio.
-Entonces	te	escucho…
-He	notado	que	el	cariño	que	Shirley	siente	por	usted	crece	cada	vez	más	y
la	verdad,	me	preocupa	que	de	alguna	manera	ella	termine	herida.	Creo	que	se
está	haciendo	falsas	ilusiones	con	usted.
-	¿Qué	quieres	decir	con	eso?
-Shirley	perdió	a	su	padre	siendo	muy	pequeña	y	tal	vez	está	viendo	en
usted	 esa	 figura,	 que	 de	 alguna	 manera	 necesita	 lo	 sé,	 pero	 no	 creo	 que
usted…	-lo	mira	de	pies	a	cabeza-	deba	cargar	con	tal	responsabilidad.
-No	 entiendo	 lo	 que	 trata	 de	 decirme,	 acaso…	 ¿quiere	 que	 me	 aleje	 de
ella?	-y	siente	que	algo	se	rompe	por	dentro.
-Solo	digo	que	no	quiero	verla	sufrir…
-Yo	tampoco,	-dijo	un	tanto	opacado-	sé	que	debe	ser	difícil	para	usted,	la
verdad	no	deseo	que	ella	borre	de	su	memoria	algo	tan	importante	como	lo
debió	 ser	 su	 padre,	 pero	 si	 ella	 quiere	 verme	 así,	 no	 se	 lo	 puedo	 impedir,
porque	sería	recíproco.
Ella	queda	desconcertada	y	frustrada	con	lo	que	acaba	de	oír,	pero	intenta
que	él	entre	en	razón.
-	¿Recíproco?	pero	que	rayos…	mire	solo	quiero	que	entienda	por	favor	lo
que	trato	de	decir,	esto	no	es	un	juego	que	en	el	momento	en	que	usted	se
canse	o	se	aburra	pueda	abandonar.
-	¿Eso	es	lo	que	piensa,	que	estoy	jugando?	¿Así	de	superficial	cree	que
soy?...	-por	su	falta	de	sueño	esta	algo	exhausto	e	irritado-	no	sé	realmente
como	pasó,	pero…	pero…	esa	niña	sé	ha	vuelto	muy	importante	para	mí,	no
sabría	como	explicarlo,	pero	no	creo	que	eso	sea	por	lo	que	quiera	alejarla	de
mí	porque	no	dice	mejor	que	teme	tal	familiaridad	conmigo,	que	en	el	fondo
no	solamente	le	preocupa	que	ella	me	vea	como	a	un	padre,	sino	que	termines
deseándolo	también	y	requiriendo	de	mí	todo	lo	que	ello	implica.
Ella	abre	tanto	los	ojos	que	parece	que	se	le	fueran	a	salir	de	su	órbita,	los
cuales	desprenden	chispas	verdes.	Le	da	una	bofetada	y	lo	señala	con	el	dedo
-Usted	 a	 mí	 me	 respeta,	 pero…	 quien	 cree	 que	 soy	 ¿las	 mujeres	 a	 las
cuales	está	acostumbrado?	Pues	se	equivocó.	-Él	se	llena	de	ira,	le	sujeta	la
muñeca	de	la	mano	con	la	que	ella	lo	golpeó	y	con	la	que	ahora	lo	señala,	ella
reacciona	y	lo	arremete	con	su	otro	brazo.
-Suélteme…	le	digo.	-Pero	él	le	agarra	también	la	otra	muñeca	y	las	pone
contra	su	pecho	sintiendo	así	un	placer	salvaje.
-Quiero	dejarte	algo	claro,	las	mujeres	no	fueron	hechas	para	pelear	sino
para	servir	y	tú	tendrás	que	aprender	eso.	-ella	se	encoleriza	y	trata	de	soltarse
violentamente.
-Acaso	es	imbécil,	¡suélteme!,	que	pretende	que	lo	odie,	pues	le	digo,	no
está	muy	lejos	de	lograrlo	¡suélteme!	usted	no	sabe	de	lo	que	soy	capaz.
-	 ¿Me	 estás	 desafiando?	 –le	 preguntó	 él	 con	 más	 suavidad,	 casi	 burlón
como	ella	odiaba	oírlo,	Sus	manos	fuertes	le	apretaban	las	muñecas	trayéndola
contra	sí	hasta	que	su	cuerpo	se	pegó	al	suyo-	porque	si	lo	quieres	es	que	te
demuestre	 que	 estás	 equivocada,	 estaría	 encantado	 de	 hacerlo,	 no	 sabes	 las
ganas	que	tengo	de	domarte	tal	como	he	domado	a	muchas	yeguas	salvajes…
-Usted	es	el	que	es	una	bestia,	le	odio…	¡suélteme!	-le	grita.
-Dicen	 que	 del	 amor	 al	 odio	 solo	 hay	 un	 hilo,	 quisiera	 comprobar	 si
funciona	también	a	la	inversa.	–acerca	su	rostro	al	de	ella	sin	dejar	de	mirarla	a
los	ojos,	ella	lo	mira	y	ve	que	la	rabia	que	había	en	su	mirada	es	sustituida	por
una	expresión	indefinible	que	hace	que	su	corazón	palpite	pesadamente,	al	ver
que	su	cuerpo	no	quiere	luchar	más,	voltea	la	cara	y	aprieta	sus	ojos	y	siente
como	una	energía	extraña	recorre	su	espalda	y	la	deja	sin	fuerzas,	sí,	cuerpo	se
había	rendido	y	ella	no	entendía	por	qué.	Él	al	ver	su	reacción	se	apacigua,
¿cómo	había	pasado	de	la	furia	que	sentía	al	doloroso	deseo?	Aproxima	su
rostro	y	desliza	suavemente	su	nariz	por	su	sien	percibiendo	su	aroma	a	flores
a	silvestres,	exótico	y	alucinante.	Ella	trata	de	forcejear	nuevamente	con	sus
brazos	como	muestra	de	rechazo,	pero	no	con	mucha	fuerza.	Christopher	la
mira	nuevamente	y	ve	como	su	pecho	esta	agitado	y	no	se	reconoce	así	mismo
porque	jamás	había	actuado	de	tal	forma.
<<	 ¿Cómo	 es	 posible	 que	 esta	 mujer	 me	 descontrole	 hasta	 el	 grado	 de
lastimarla?>>	–piensa.	Recuerda	que	su	padre	siempre	les	decía	que	debían
cuidarse	 porque	 el	 deseo	 incontrolado	 era	 más	 fuerte	 que	 la	 razón,	 ¡cuán
sabias	eran	sus	palabras	en	ese	momento!,	Ella	siente	que	sus	enormes	manos
disminuyen	la	fuerza	con	que	la	sujetan,	pero	no	la	sueltan.
-Tú	actitud	salvaje…	–su	voz	suena	ronca	y	tiene	que	aclararla-	en	lugar	de
ser	tu	protección	es	un	imán	para	hombres,	serán	atraídos	con	el	gran	y	único
deseo	de	domarte	y	no	tendrás	la	suerte	de	que	sean	caballeros	que	hagan	lo
que	haré.	-Ella	siente	que	él	la	está	alejando	y	ve	como	sus	manos	la	sueltan	y
se	 aleja,	 todo	 parece	 ir	 más	 lento	 para	 ella	 y	 permanece	 allí	 de	 pie,	 en	 un
profundo	 e	 interminable	 silencio,	 sobándose	 las	 muñecas	 hasta	 que	 oye	 a
frisón	marchar.
	
	
CAP.	3
	
Shirley	preocupada	porque	Samantha	no	está	y	Christopher	no	llega,	va	en	
su	búsqueda	hasta	el	castillo,	pero	no	los	haya.	Samantha	no	se	ha	marchado	
de	los	termales	pensando	en	lo	que	había	sucedido,	imaginando	el	momento	
una	y	otra	vez	en	el	que	se	le	acercó	y	se	pregunta	porque	no	había	hecho	nada	
para	evitarlo,	pues	realmente	no	había	usado	todas	sus	fuerzas	ni	agotado	
todos	los	recursos	para	detenerlo	y	lo	peor…	no	sabía	si	él	lo	había	notado.	
Porque	le	habría	dicho	aquellas	palabras…	<<	para	lo	único	que	los	hombres	
se	sienten	atraídos	a	mí,	es	con	el	fin	de	matarme>>	piensa	irónica.		se	dice	a	
sí	misma	que	era	una	estúpida,	como	permitía	que	él	se	le	acercara	de	esa	
manera,	que	continuamente	la	llevara	al	límite	y	luego	de	humillarla	la	dejase	
así	sin	importar	más,	debía	conservar	lo	que	le	quedaba	de	su	orgullo	y	honra,	
no	podía	permitir	que	algo	como	eso	volviera	a	suceder.	
Christopher	 se	 encuentra	 un	 poco	 lejos	 de	 allí,	 pero	 en	 el	 mismo	 sitio,
frente	a	una	gran	roca	que	golpea	con	fuerza	desahogando	toda	la	furia	que
siente	 por	 dentro,	 no	 puede	 entender	 que	 hace	 que	 pierda	 tan	 fácilmente	 el
control,	la	deseaba	eso	era	obvio,	pero	de	ahí	a	amarla	era	un	tramo	largo	y	en
esos	momentos	no	podía	darse	ese	gusto,	incluso	lo	que	sentía	ahora	no	podía
permitírselo.	 Se	 detiene	 un	 momento	 <<	 ella	 ya	 ha	 sufrido	 mucho	 por	 la
pérdida	que	ha	tenido	y	yo…	molestando	sin	poderle	ofrecerle	nada.	Voy	a	ser
el	futuro	rey	y	no	puedo	estar	pretendiendo	a	una	mujer	que	ya	ha	pertenecido
a	otro	aún	sí	ella	me	esperara…>>piensa.	-se	arroja	golpeando	el	suelo	y	dice:
-	¿Es	acaso	una	maldita	prueba?		Porque	apareciste	ahora…	no	puedo	
fallar	al	pacto	con	mi	Dios	y	tampoco	pienso	romperlo.	
Samantha	se	va	a	la	casa	y	él	no	llega,	se	cubre	con	unos	tozos	de	paño	las
muñecas	pues	empiezan	a	marcarse	los	dedos	en	su	piel	satinada,	Shirley	le
pregunta	por	Chris	y	le	dice	que	no	está	en	el	palacio.
-Él	 no	 tiene	 ningún	 compromiso	 con	 nosotras	 para	 que	 tenga	 que	 venir
obligatoriamente,	 -responde	 furiosa-	 además	 me	 imagino	 que	 tiene	 muchas
cosas	importantes	por	hacer.	-y	se	retira.	Shirley	se	entristece	por	el	dicho	y
sale	nuevamente	a	buscarlo,	Chris	se	encuentra	en	el	palacio	vendándose	los
dedos	 y	 los	 nudillos	 que	 casi	 se	 destroza	 contra	 la	 roca,	 él	 ve	 a	 Shirley	 y
sonríe.
-Hola,	princesa.	-la	abraza	con	ternura.
-	¿Porque	no	has	ido?
-Tengo	algunos	asuntos	que	arreglar	primero,	así	que	el	tejado	tendrá	que
esperar,	pero	mientras	tanto	puede	venir	a	verme	aquí.	-ella	se	pone	feliz	y	se
va.
***
Al	 día	 siguiente	 Samantha	 no	 va	 al	 termal	 para	 no	 encontrase	 con
Christopher	y	va	a	traer	agua	al	pozo;	no	hay	nadie	pues	aún	es	temprano,	así
que	llena	sus	cubos	con	tranquilidad	y	mientras	lo	hace,	llega	un	hombre	como
de	20	años,	castaño	y	se	sienta	a	un	lado	pozo,	ella	continua	como	si	nada
pasara,	 ya	 está	 acostumbrada	 a	 que	 todos	 la	 ignoren	 o	 se	 burlen,	 por	 eso
guarda	silencio	para	que	sea	lo	primero.	Él	saca	una	rosa	roja	de	su	capa.
-una	flor	para	otra	hermosa	flor	–le	dice,	Samantha	lo	mira	suspensa	y	ve	a
un	chico	“normal”	podría	decirse,	pues,	aunque	alto	y	de	ojos	azules	como	era
común	entre	los	Abadonitas,	su	cuerpo	no	es	fornido,	ella	sonríe	pues	nunca
nadie	 le	 había	 hecho	 un	 detalle	 como	 ese	 y	 tampoco	 ve	 malas	 intenciones,
estira	 la	 mano	 y	 toma	 la	 rosa.	 Chris	 observa	 la	 escena	 desde	 la	 terraza	 del
castillo.
-	¿Puedo	ayudarte	con	eso?
-Si	lo	deseas…	-y	sonríe	sin	dejar	de	ver	la	rosa.
-Mi	nombre	es	Marcus,	-se	agacha	y	recoge	las	cubetas-	y	sé	que	el	tuyo	es
Samantha
-	 ¿Cómo	 lo	 sabes?	 -dijo	 maravillada.	 Jamás	 se	 referían	 a	 ella	 por	 su
nombre,	claro	que	el	término	“forastera”	era	mejor	que	el	que	usaban	las	otras
naciones.
-Una	mujer	linda	nunca	pasa	desapercibida	y	menos	cuando	es	visitada	por
el	príncipe.	Ella	sé	admira	por	su	franqueza	y	se	sonroja.	Chris	se	sorprende	al
verla	tan	cómoda	junto	al	hermano	de	Sharlot,	conocido	por	su	gran	afición	a
la	lectura,	sobre	todo	a	la	poesía.	Siente	gran	pasión	por	las	mujeres,	de	hecho,
son	su	inspiración,	aunque	no	es	tan	popular	entre	ellas	por	su	poco	interés	a	lo
ordinario	 y	 esto	 aplica	 al	 trabajo	 del	 campo.	 <<Marcus	 es	 un	 hombre	 muy
inteligente	que	en	algún	momento	será	útil	a	la	nación	pues	es	capaz	de	abrir
muchas	puertas,	ya	que	aparte	de	su	elocuencia	es	confiable,	pero…	¿cómo	no
imaginé	que	una	de	ellas	fuera	la	de	Samantha?...	es	tan	obvio	porque	aparte
de	su	belleza	es	una	mujer	poco	común>>	piensa.	Se	llena	de	furia	pues	no
soporta	verla	cerca	de	otro	hombre	y	menos	al	ver	que	Marcus	va	con	fines
románticos	 y	 a	 ella	 le	 agrada.	 Casi	 perdiendo	 la	 razón	 sale	 del	 palacio	 y
empieza	a	golpear	todo	lo	que	hay	a	su	paso,	por	fin	en	un	tronco	descarga
toda	su	ira.	Charles	quién	ve	en	su	rostro	el	furor	que	lleva	dentro,	lo	ataja.
Charles	espera	que	estén	calmados	los	ánimos	para	hablar.
-	¿Porque	estabas	actuando	de	ese	modo?	-Christopher	no	le	responde.							
-Sé	 que	 no	 he	 sido	 el	 mejor	 de	 los	 hermanos	 Chris,	 pero	 siempre	 te	 he
admirado	porque	eres	lo	contrario	a	mí,	como	dice	papá,	soy	impulsivo,	rudo	y
hasta	egoísta…	pero	tú…	siempre	has	sido	el	chico	perfecto,	aunque	curioso	y
egocéntrico,	jamás	descontrolado.	-él	sonríe	y	guarda	silencio	unos	segundos.
–Es	cierto,	no	sé	qué	me	pasa,	yo	mismo	me	desconozco,	tal	vez	sea	esa
mujer	o	mi	falta	de	sueño	lo	que	está	haciendo	que	pierda	el	juicio.	-Charles	se
impresiona.
-	¿Mujer…?	No	me	digas	que…	pero	oye,	pensé	que	tú	y	Sharlot…
-	¿Qué	te	hizo	pensar	eso?
-Primero,	la	vez	que	me	dijiste	que	no	me	acercara	a	ella	y,	además,	que	ni
siquiera	te	quedaste	con	la	otra	chica	en	la	guerra.
-Lo	que	dije,	lo	dije	por	ti,	no	por	ella,	no	quería	que	se	aprovechara	de	tus	
sentimientos;	¿acaso	no	ves	que	jamás	da	puntada	sin	dedal?		
-Sí	pues,	ahora	que	lo	mencionas,	la	verdad	pensé	que	la	querías	para	ti	y
te	odié	por	eso.
-Porque	no	me	lo	dijiste…	siempre	pensé	que	tú	actitud	era	porque	querías
ser	el	rey.
-Eso	no	me	interesa,	-y	se	ríe-	¡qué	tontos	hemos	sido!	pero	bueno	dejemos
ya	eso	en	el	pasado	y	más	bien	dime,	¿por	qué	no	te	le	declaras	a	la	chica	del
cabello	de	fuego	si	tanto	te	gusta?
-Es	muy	complicado,	empezando	porque	no	es	Abadonita.
-Sí,	eso	he	oído	y	no	lo	entiendo	en	verdad.
-Yo	tampoco,	estoy	tratando	de	averiguar	la	razón.
-Ya	 lo	 creo,	 pero	 me	 preocupa	 que	 tus	 ojos	 decían	 que	 ibas	 a	 matar	 a
alguien.
-Sí…	solo	verla	me	hace	perder	el	control	y	aunque	no	puedo	negar	que
me	encanta	sentir	eso,	no	puedo	permitírmelo.
-Te	comprendo,	pese	a	ser	pequeña	y	algo	extraña,	aquella	belleza	exótica
no	 pasa	 desapercibida	 para	 muchos,	 -Chris	 lo	 mira	 con	 su	 ceño	 fruncido-
incluso	dicen	que	en	sus	ojos	se	puede	ver	el	océano	por	lo	profundos.
-Eso	quiere	decir	que…	¿tú	también…?
-Ohhh,	no,	no,	no…	-Charles	elevó	las	manos	en	son	de	paz-	solo	estoy
repitiendo	lo	que	he	oído	y	si	en	todo	este	tiempo	nuestros	hombres	no	se	le
han	acercado	es	porque	no	es	Abadonita	aunque	también	pienso	que	es	debido
a	su	manera	indomable	de	ser	-Chris	sonríe	con	ironía	recordando	lo	que	había
sucedido	en	el	termal-	y	las	mujeres	la	mantienen	a	distancia	porque	para	ellas
es	una	amenaza	y	en	particular	Charlot	que	la	ve	como	su	enemiga	debido	al
interés	que	has	mostrado	al	ir	a	esa	casa.
-Tal	vez	ha	sido	una	gran	imprudencia	de	mi	parte,	al	parecer	no	soy	el	
único	que	ha	sucumbido	a	sus	encantos…	y	es	que…	rayos…	ella	parece	no	
ser	consciente	de	su	propia	belleza.			
-Cielos…	tus	sentimientos	se	están	arraigando	y	si	solo	fuera	el	hecho	de
que	es	forastera	tiene	solución,	pero	he	oído	que	no	está	sola…	-Chris	agacha
la	cabeza-	eres	el	futuro	rey	Chris	y	sabes	lo	que	dice	la	ley	al	respecto,	lo
sabes…	-Chris	cierra	los	ojos,	suspira	y	asienta	con	la	cabeza-	así	que	es	mejor
que	te	hagas	a	un	lado.
-Me	corroe	las	entrañas	la	sola	idea	de	que	haya	pertenecido	a	otro,	pero	al
mirar	sus	ojos	puedo	ver	las	características	de	la	inocencia	plena,	si	un	hombre
la	hubiese	domado	¿no	se	dejaría	de	cualquier	otro?
-Bueno,	no	estamos	hablando	de	un	animal	salvaje	y	tampoco	es	que	los
Abadonitas	nos	caractericemos	por	ser	hombres	de	experiencia	en	ese	campo
ya	que	tenemos	estrictas	normas	morales	que	pesan	sobre	todo	para	los	que
vivimos	es	este	lugar	santo	y	en	su	rey,	así	que	no	podemos	ignorar	el	hecho
de	que	hay	pruebas	que	muestran	que	sí	perteneció	a	otro	hombre,	así	que	sal
de	ese	estado	de	negación…	tal	vez	como	solo	fue	a	uno	y	quien	sabe	hace
cuánto	tiempo,	de	ahí	puede	que	venga	su	actitud.
–Sí,	solo	trato	de	engañarme	con	mi	propia	verdad.
-Chris,	 sé	 que	 ahí	 no	 termina	 todo…	 tu	 aspecto	 me	 dice	 que	 hiciste	 un
voto,	¿verdad?
-Conoces	la	ley	Charles,	sabes	que	no	puedo...
-Lo	sé,	lo	sé,	solo	dime	cuanto	tiempo.	–interrumpiéndolo.
-Cuatro	años
-	 ¿Cuatro	 años?	 ¡Vaya!…	 pero…	 en	 que	 estabas	 pensando…	 sabes	 lo
delicado	del	asunto,	jamás	nadie	se	ha	atrevido	a	hacer	uno	tan	largo.
-Sí,	lo	sé,	en	ese	momento	todo	era	más	sencillo.
-Entonces	deja	de	jugar	con	ese	asunto	y	concéntrate	en	lo	importante.	–
Le	extiende	la	mano-	otra	vez	te	lo	digo,	cuenta	conmigo	hermano.	-y	se	dan
un	fuerte	abrazo.
***
Samantha	se	levanta	de	madrugada,	últimamente	no	ha	podido	dormir	bien
así	 que	 decide	 ir	 al	 termal,	 como	 es	 bastante	 temprano	 no	 cree	 que	 se
encuentre	a	Christopher	sin	embargo	sé	cerciora	y	mira	hacia	el	castillo	y	ve
que	está	totalmente	oscuro,	se	monta	en	Gypsy	y	se	va	a	los	termales.	Hace
frio	así	que	se	apresura	a	llegar	para	calentarse	dentro	de	las	aguas	y	además
para	 disfrutar	 de	 tranquilidad,	 la	 que	 había	 perdido	 desde	 que	 Christopher
apareció.	Cuando	llega,	ve	una	luz	y	se	acerca	con	gran	curiosidad,	pensando
en	que	no	era	posible	que	él	estuviese	allí	a	esa	hora,	es	una	fogata,	pero	no
hay	nadie	alrededor	y	se	sigue	acercando	como	si	fuese	una	mariposa	atraída
por	la	luz,	cuando	oye	una	voz	conocida.
-	¿Acaso	me	extrañas	tanto	que	no	puedes	dormir…?	-ella	pega	un	salto
del	 susto	 y	 mira	 sorprendida	 a	 Christopher	 que	 está	 recostado	 en	 el	 árbol
donde	 lo	 había	 visto	 alguna	 vez,	 tiene	 cerca	 un	 candelero	 y	 en	 sus	 manos
nuevamente	un	libro	y	se	estremece	al	encontrarse	con	su	mirada-	…lamento
haberte	asustado.
-	¿Qué	rayos	hace	aquí…	a	esta	hora?	-dice	algo	nerviosa.
-Pues,	yo	le	pregunto	exactamente	lo	mismo	-se	levanta.
-Bueno…	-mirando	los	alrededores-	pues,	usted	parece	que	lo	ha	estado
haciendo	a	menudo.
-	¡Vaya!,	eso	sí	que	es	una	novedad	¿me	está	espiando?	-ella	pone	sus	dos
manos	en	sus	caderas.
-	¿Acaso	es	eso	con	lo	que	sueña	y	por	eso	no	puede	dormir?	-él	sonríe
pícaramente.
-Créame…	si	soñara	con	usted	mis	noches	serían	muy	placenteras.		
-	 ¿Entonces	 realmente	 sus	 sueños	 lo	 perturban?	 -su	 rostro	 cambia
rápidamente	y	se	admira	de	su	conclusión.
-Uh…	Me	sorprende	su	manera	sutil	de	sacar	información.	-Ella	voltea	y
hace	con	la	mano	como	restándole	importancia	cosa	que	él	odia	y	se	sienta
frente	al	fuego,	saca	de	su	mochila	de	cuero	una	vasija	de	barro	pequeña	y	la
coloca	cerca	al	fuego	a	calentar,	él	camina	hacia	ella	y	pone	su	gran	capa	de
terciopelo	purpura	en	sus	hombros	pues	nota	que	tiene	frio,	ella	lo	mira-	se
acerca	el	invierno	–le	dice	con	calma	y	camina	unos	pasos	alejándose	de	ella,
pero	cerca	al	fuego	y	sé	inclina	para	echar	más	leña.	-	¿qué	es	eso?	–pregunta
señalando	la	vasija.
-Un	poco	de	café.
-	¿puedes	darme?
-porqué	será	que	ya	no	me	extraña	–le	responde	irónicamente,	él	ríe.	Toma
la	vasija	y	se	la	alcanza.
-	 ¿Desde	 hace	 cuánto	 tiene	 problemas	 para	 dormir?	 -él	 se	 toma	 el
contenido	de	la	vasija.
-Poco	después	de	iniciar	la	guerra,	mi	sueño	se	volvió	muy	ligero,	pero	a
medida	que	pasa	el	tiempo	empeora,	desde	que	llegue	a	Abadón	prácticamente
no	he	podido	dormir.
-	¿Mató	muchas	personas?
-Era	una	guerra,	lamentablemente	hay	cosas	que	se	deben	hacer,	pero	no	es
algo	que	me	guste	recordar.
-Hay	 cosas	 que	 es	 bueno	 dejarlas	 salir…	 ya	 sabe,	 para	 que	 no	 nos
atormenten.	Él	la	observa	y	ve	como	la	luz	del	fuego	realza	su	belleza	así	que
deja	de	mirarla,	empieza	a	sentirse	algo	agotado	y	sus	parpados	pesados.	-por
lo	que	veo	es	algo…-dice	meneando	la	cabeza	y	frotándose	los	ojos-	que	no
sueles	practicar	-y	se	acuesta	en	el	suelo	con	sus	brazos	en	la	cabeza.
-	¿Porque	lo	dice?	-mira	hacia	el	suelo.
-Porque	desde	que	te	vi…	-mira	fijamente	las	estrellas-	tu	actitud	me	ha
causado…	-y	se	abisma	en	un	profundo	sueño.	Ella	sin	entender	lo	que	está
pasando,	 le	 habla,	 pero	 al	 no	 oír	 respuesta	 y	 se	 acerca	 a	 él	 y	 ve	 que
simplemente	 está	 dormido,	 cree	 que	 el	 cansancio	 lo	 ha	 vencido	 así	 que	 lo
cubre	con	el	abrigo,	se	queda	viéndolo	con	gran	ternura,	pasa	sus	dedos	con
delicadeza	por	encima	de	su	barba	y	se	da	cuenta	que	no	ha	podido	evitar	que
él	 se	 clave	 hondo	 en	 su	 piel	 y	 que	 tal	 como	 él	 dijo,	 entre	 más	 lucha	 más
atrapada	 esta.	 <<	 no	 existe	 peor	 circunstancia	 en	 el	 amor	 que	 no	 ser
correspondido>>	–piensa,	y	se	va	a	bañar.
Christopher	reacciona	y	nota	que	el	fuego	se	ha	consumido,	se	sienta,	mira
a	su	alrededor	quedando	inmóvil	al	verla	trenzando	su	cabello	y	tarareando
una	canción,	da	una	ojeada	rápida	hacía	el	sol	y	ve	que	es	alrededor	de	las
nueve	y	se	asombra	de	haber	dormido	tanto	pero	no	dice	nada	porque	quiere
seguir	 viéndola	 y	 oyendo	 su	 hermosa	 melodía,	 ella	 ve	 de	 reojo	 que	 ha
despertado.
-Por	fin,	creí	por	un	momento	que	había	muerto.	-dice	burlona
-	¿Pues	paso…?
-En	verdad	no	lo	sé…	primero	empezó	a	hablar	incoherencias	y	después
hubo	un	inmenso	pero	acogedor	silencio.	-	¿Qué	fue	lo	que	me	dio?	-ella	se
enfada	de	golpe.
-	¿Qué	rayos	esta	insinuando…?	-y	va	tomando	sus	cosas	para	marcharse-
¿Cree	que	le	di	algo	para	que	se	quedara	dormido?	debí	haber	dejado	que	se	lo
tragara	algún	animal.	-la	sujeta	por	el	brazo.
-No	entiendes…	no	estoy	diciendo	que	fuera	algo	malo.	-ella	con	fuerza	se
suelta	 y	 se	 va.	 Él	 queda	 desconcertado,	 no	 entiende	 el	 motivo	 de	 su	 enojo.
<<Qué	 mujer,	 parece	 un	 volcán,	 nunca	 se	 sabe	 cuándo	 hará	 erupción>>	 –
piensa.
En	la	tarde	Christopher	sin	que	nadie	lo	note	entra	a	la	casa	de	Samantha,
pero	oye	la	voz	de	Marcus	que	proviene	de	la	cocina,	está	recitando	poesía	con
su	melódica	voz,	se	oculta	y	lo	oye	decir:
-Igual	que	la	esmeralda.	-oye	también	a	Samantha:
-Que	hermoso	poema	Marcus,	realmente	eres	un	gran	escritor.
-	Tú	has	sido	una	gran	inspiración	para	mí…	por	eso	quiero	ser	sincero
Samantha	 y	 por	 favor	 contéstame	 algo,	 ¿tienes	 alguna	 relación	 con
Christopher?	-El	corazón	de	Christopher	casi	se	detiene	al	oír	esto.
-Porqué	la	pregunta.
-No	quiero	que	tomes	a	mal	lo	que	te	diré,	pero	hace	tiempo	te	he	estado
observando	 y	 me	 he	 sentido	 cautivado	 por	 tu	 belleza,	 tu	 personalidad,	 tu
espíritu	y	sé	que	puede	sonar	algo	precipitado	para	ti	pues	relativamente	hace
poco	me	conoces	pero	yo	en	cambio,	llevo	con	esto	desde	el	momento	en	que
llegaste,	pero	por	cobarde	hasta	ahora	me	atrevo	a	acercarme,	pensé	que	con
solo	 mirarte	 me	 bastaría	 hasta	 que	 sentí	 temor	 de	 que	 Christopher	 pudiera
robar	tu	corazón	y	decidí	arriesgarme	porque	lo	que	siento	por	ti…	-ella	lo
interrumpe.
-Antes	de	que	continúes,	quiero	dejarte	muy	claro	que	entre	el	sujeto	que
mencionaste	y	yo	no	hay	ninguna	clase	de	relación,	él	solo	estaba	ayudándome
con	 algunas	 cosas	 que	 a	 mí	 no	 se	 me	 permite	 realizar,	 como	 bien	 sabrás.	 -
Christopher	hace	un	gran	esfuerzo	por	contenerse.
-Eso	quiere	decir	que…	¿tengo	esperanzas?		-Christopher	ya	no	puede	
más.
-Bueno,	ese	es	otro	punto…	-En	ese	momento	llega	Shirley	y	ellos	dejan	la
conversación	allí.	Marcus	se	despide	y	le	dice	que	piense	en	lo	que	le	ha	dicho
y	se	va,	Shirley	le	pide	permiso	para	ir	a	ver	a	Christopher	y	se	marcha,	ella
sale	 al	 solar	 a	 extender	 ropa	 y	 Christopher	 sin	 decir	 una	 palabra	 entra	 a	 la
cocina	 y	 empieza	 a	 destapar	 y	 oler	 todos	 las	 vasijas	 que	 ella	 tiene	 con
diferentes	productos	de	plantas	terrestres	que	utiliza	para	algunos	problemas
de	salud,	él	quiere	encontrar	lo	que	preparo	en	la	mañana,	cuando	sin	previo
aviso	oye	una	voz	que	no	le	es	para	nada	familiar.
-	 ¿Qué…está…	 haciendo?	 -arrastrando	 cada	 palabra	 y	 él	 voltea,	 se
impresiona	al	ver	que	es	una	chica	idéntica	a	Shirley,	rubia,	de	ojos	cafés,	pero
de	la	edad	de	Samantha.	Con	gran	curiosidad	se	le	acerca.
-	¿Quién	eres?	–pregunta.
-Mi	 nombre	 es	 Lena,	 soy	 hermana	 de	 Shirley.	 -Él	 se	 queda	 por	 un
momento	estupefacto,	tratando	de	ordenar	sus	pensamientos	pues	pensaba	que
ella	era	solo	una	niña.
-	¿Porqué	no	te	había	visto?
-No	acostumbro	salir	en	presencia	de	otros…
-Vaya,	 parece	 que	 en	 esta	 casa	 hay	 más	 de	 una	 con	 traumas,	 soy…	 -lo
interrumpe.
-Sé	quién	es,	mi	pregunta	fue...	¿qué	hace?		-él	continua	en	lo	que	hacía.
-Busco	 una	 planta	 o	 algo	 así	 que	 Samantha	 me	 dio	 en	 la	 mañana	 y	 me
ayudó	con	un	problema	que	tengo.
-	¿Porqué	no	se	la	pide	a	ella?		-en	ese	momento	Samantha	entra	y	ve	lo	
que	hace	y	se	lanza	como	un	tigre	a	su	presa,	y	gritando	dice:	
-Qué	rayos	cree	que	hace…	esas	son	mis	cosas.	-él	con	un	brazo	evita	su
avance.
-Ve	 por	 qué	 no	 lo	 hago,	 siempre	 tiene	 esa	 misma	 reacción.	 -y	 continúa
oliendo	las	vasijas,	Samantha	se	interpone	y	él	va	a	otro	lugar	donde	hay	más,
ella	 desesperada	 lo	 golpea	 y	 lo	 grita,	 pero	 él	 continua	 sin	 decirle	 una	 sola
palabra,	Lena	queda	admirada	al	verlos	actuar	de	esa	manera.
-	 ¿Está	 seguro	 de	 que	 así	 podrá	 encontrar	 lo	 que	 busca?	 -él	 olfatea	 una
vasija	tras	otra.
-Tengo	muy	buen	olfato.	-en	eso	toma	una	vasija,	sonríe	y	la	guarda	en	la
mochila	 que	 trae,	 saca	 unas	 monedas	 de	 oro	 y	 las	 pone	 sobre	 la	 mesa	 y
empieza	a	caminar	hacia	la	salida,	Samantha	toma	las	monedas	y	se	las	arroja
por	la	cabeza.
-No	necesito	su	estúpido	dinero,	no	sea	atrevido.	-él	se	detiene,	se	soba	la
cabeza	y	voltea,	ella	está	observándolo	muy	enfadada,	su	respiración	se	puede
oír	claramente	y	tiene	empuñadas	las	manos,	él	mira	a	Lena.
-	¿Sabe	preparar	esto?
-De	pronto.
-Te	pagaré	muy	bien	si	lo	haces.	-Samantha	no	entiende	qué	es	lo	que	pasa.
-Está	bien.	-él	pasa	por	el	lado	de	Samantha	sin	ni	siquiera	mirarla	y	se
sienta	 a	 la	 mesa	 y	 saca	 de	 su	 mochila	 la	 vasija	 y	 se	 la	 entrega	 a	 Lena,
Samantha	se	para	en	la	puerta	que	da	hacia	el	solar	tratando	de	entender	qué	es
lo	que	pretende.	Lena	toma	la	vasija	y	la	huele.
-	¿Está	seguro	de	que	esto	es	lo	que	busca?
-Créame,	mi	olfato	no	falla.
-Esto	es…	“café”	-Samantha	recuerda	lo	que	sucedió	en	el	termal.
-Ajá,	eso	dijo	ella	que	era.
-	¿Tiene	problemas	con	el	sueño?						
-Sí,	necesito	dormir.	Lena	mira	a	Samantha	con	incredulidad.							
-	¿Esto	fue	lo	que	le	diste?
-Yo…	yo	no	le	di	nada,	lo	iba	a	tomar,	él	me	pidió	y	ahora	dice	que	lo	hizo
dormir;	realmente	es	un	demente.
-Esto	no	es	para	dormir	–le	dice	a	Christopher-	al	contrario,	si	lo	tomas	no
podrás	hacerlo.
-Ella	dice	que	eso	fue	lo	que	me	dio	y	sé	que	lo	es	porque	es	el	mismo	olor,
prepáralo	 porque	 me	 lo	 llevaré.	 -Lena	 llena	 una	 vasija	 y	 la	 coloca	 sobre	 la
mesa,	Samantha	pone	sus	manos	sobre	la	mesa,	uno	a	cada	lado	de	la	vasija	y
lo	mira	a	los	ojos.
-Si	 tomas	 esto	 no	 podrás	 dormir	 en	 toda	 la	 noche	 y	 ni	 siquiera	 podrás
relajarte	-él	agarra	la	vasija.
-Eso	lo	veremos.	-y	se	marcha.
Al	siguiente	día	Samantha	va	a	los	termales,	pero	Christopher	no	está	allí,
se	devuelve,	va	al	pozo	y	regresa	a	la	casa,	pero	no	hay	rastro	de	él.	Lena	le
pregunta	si	ha	sabido	algo,	pero	ella	hace	como	si	no	le	interesase.	Cuando
está	sirviendo	la	cena	siente	que	alguien	entra	y	voltea	a	ver,	es	Christopher	y
se	puede	ver	que	trae	los	ánimos	por	el	suelo,	él	sin	decir	nada	entra	y	se	sienta
a	la	mesa	que	está	en	la	cocina	donde	están	ellas.	A	Samantha	casi	se	le	parte
el	corazón	de	verle	así	y	entonces	entiende	el	porqué	de	su	afán	por	saber	qué
era	 lo	 que	 había	 tomado,	 ellas	 no	 se	 atreven	 a	 preguntar	 nada,	 nadie	 dice
palabra	 alguna,	 aunque	 se	 sienten	 ansiosas	 por	 saber	 lo	 que	 había	 sucedido
prefieren	esperar,	Samantha	rompe	el	silencio.
-	¿Desea	comer	algo?	-él	está	con	sus	manos	en	las	mejillas,	asienta	con	la
cabeza	y	Lena	no	aguanta	más.
-Y…	¿qué	paso?
-Lo	último	que	necesito	en	estos	momentos	es	reproches	–le	contesta	con
dureza.
-Prometo	no	decir	nada,	pero	cuéntanos	qué	sucedió
-Pues	lo	que	habían	dicho,	sentí	como	si	hubiera	recargado	mis	energías	y
no	pude	descansar,	me	sentí	tan…	amargamente	sorprendido	y	miserable	que
trabajé	toda	la	noche	y	todo	el	día	tratando	de	acabar	con	mi	miseria	y,	sin
embargo,	 aún	 siento	 energías	 por	 lo	 que	 creo	 que	 será	 una	 larga….	 Noche,
contentas.
-	 Por	 los	 resultados,	 me	 imagino	 que	 se	 tomó	 toda	 la	 vasija.	 -dice
Samantha.
-Debería	considerar	–dice	Lena-	que	fue	otro	de	los	factores	que	había	en
ese	momento	o	tal	vez	la	mezcla	de	todos	ellos	hicieron	posible	que	durmiera.
Además,	 Samantha	 tiene	 algunas	 plantas	 que	 sí	 son	 para	 ello,	 porqué	 no
pruebas	con	ellas.
-Jamás	me	había	sentido	tan	frustrado,	ya	lo	he	probado	todo	y	no	quiero
acordarme	de	los	resultados.	-Lena	y	Shirley	se	retiran	y	Samantha	se	sienta
frente	a	él	y	le	pregunta	otra	vez	qué	es	lo	que	lo	atormenta	tanto,	él	la	mira.
-Sé	que	la	guerra	fue	horrible	y	que	tal	vez	usted	debió	hacer	cosas	que
jamás	imagino,	pero	fueron	las	circunstancias	como	usted	mismo	dijo.
-Mi	pesadilla	no	trata	de	lo	que	hice,	sino	de	lo	que	creo	estar	haciendo.	-
ella	se	siente	desconcertada.
-No	comprendo.
-La	verdad	no	sé	cómo	explicarlo,	jamás	se	lo	he	dicho	a	nadie	–	y	cruza
los	brazos	sobre	la	mesa	y	recuesta	la	cabeza.
-Como	le	decía	ayer,	tal	vez	hablar	del	asunto	sea	lo	que	necesite	para	que
su	alma	descanse.	-ella	lo	contempla	y	se	da	cuenta	de	que	nuevamente	se	ha
dormido	y	se	siente	muy	intrigada	sobre	lo	que	realmente	le	pasa,	se	levanta,
toma	la	capa	que	él	ha	dejado	en	la	sala	y	después	de	percibir	su	olor	se	lo
coloca	en	los	hombros,	lo	observa	por	unos	segundos	y	se	va	a	su	recamara.
Él	se	despierta	y	advierte	que	ya	es	de	madrugada	se	levanta	y	va	a	la	
recamara	de	Samantha.	Ella	está	profundamente	dormida,	con	su	cabellera	
suelta,	<<rayos…	eres	tan	hermosa	que	no	pareces	una	mujer	mortal	con	razón	
a	mujeres	como	tú	las	utilizan	para	representar	esas	criaturas	mitológicas,	
como	las	sirenas	capaces	de	hipnotizar	a	cualquier	hombre…	aunque	es	simple	
leyenda,	para	mí	serás	mi	sirena	>>piensa.		Al	ver	su	espada	en	la	mano	y	que	
no	se	ha	cambiado	de	ropa,	se	da	cuenta	de	lo	inquieta	que	ha	estado	por	su	
presencia	allí	<<en	realidad	no	se	siente	nada	atraída	por	mi>>piensa	y	siente	
un	gran	dolor	alojado	en	su	pecho	con	solo	pensarlo.	Se	va	rumbo	a	los	
termales	ya	que	no	falta	mucho	para	que	amanezca	y	no	quiere	que	nadie	le	
vea	en	esta	casa.		
	
	
CAP.	4
	
Samantha	despierta	baja	los	escalones	mira	hacia	la	cocina	y	ve	que	él	ya
se	ha	marchado,	recoge	un	poco	su	cabello	y	se	va	al	termal	imaginándose	que
allí	 lo	 encontrará.	 Efectivamente	 ve	 que	 está	 nadando	 e	 inmediatamente	 él
nota	su	presencia.
-Qué	esperas,	entra	ya,	¿acaso	no	tienes	frío?	-grita	y	se	aleja,	ella	entra
tímidamente	en	el	agua,	cada	vez	se	sentía	más	confundida	no	sabía	lo	que
debía	esperar,	si	es	que	debía	esperar	algo,	se	sentía	tan	cómoda	a	su	lado	que
le	aterraba	<<	¿qué	pasará	cuando	deje	de	ser	una	novedad	para	él?,	sencillo,
no	boteará	a	ver	lo	que	deja	atrás	así	de	simple.	¿acaso	no	me	lo	advirtió?
>>piensa	a	la	vez	que	se	hunde	en	el	agua,	él	se	acerca	sin	que	se	percate	y
saca	solo	su	cabeza	justo	frente	a	ella	ocasionándole	un	gran	susto,	él	sonríe	y
le	dice:
-	 Estás	 muy	 pensativa	 ¿pasa	 algo?	 -ella	 niega	 con	 la	 cabeza-	 quería
agradecerte	 que	 no	 me	 hayas	 despertado	 pese	 al	 desagrado	 que	 sientes	 por
mí…	aunque	no	sé	por	qué…
-Nada	 lo	 hubiera	 hecho,	 así	 que,	 para	 qué	 me	 tomaba	 la	 molestia	 -sus
ganas	de	luchar	regresan,	él	sonríe.
-Claro,	no	podría	pensar	que	fuera	otra	la	razón,	bueno…	de	todas	maneras
gracias,	 ahora	 tengo	 que	 marcharme	 porque	 debo	 terminar	 algunas	 cosas
urgentes	antes	del	invierno,	-siente	intensas	ganas	de	provocarla-	así	que	hoy
no	podré	sentir	el	placer	de	verte	y	oírte	mientras	secas	tu	cabello	-ella	usando
la	ironía	como	burla	dice	mientras	él	sale	del	agua:
-Sí,	 qué	 lástima,	 tenía	 preparado	 todo	 un	 espectáculo…	 pero	 bueno…
usted	se	lo	pierde.
-Sé	que	después	me	lo	compensaras.	-ríe	y	ella	se	hunde	en	el	agua	sin
contestar,	era	mejor	mantener	las	distancias	que	provocarlo	a	sabiendas	de	que
su	cuerpo	se	debilita	con	solo	mirarlo.	él	agradece	en	el	fondo	que	se	mostrara
indiferente	para	poderse	aferrar	al	poco	autocontrol	que	le	queda,	alista	y	se
va.
Un	poco	más	tarde	Samantha	llega	a	casa	y	escucha	ruidos	que	provienen
del	tejado,	se	asoma	y	ve	que	nuevamente	Christopher	ha	vuelto	a	trabajar,
esto	 la	 hace	 feliz	 y	 empieza	 a	 preparar	 el	 desayuno	 mientras	 tararea	 una
canción,	Marcus	llega	y	se	queda	admirado	pues	no	imaginaba	verla	así,	se
para	tras	ella	y	sonríe	mientras	dice:
-	¿Puedo	saber	cuál	es	el	motivo	de	tu	felicidad?	-pensando	que	era	lo	que
él	le	había	dicho	el	día	anterior,	en	ese	mismo	momento	le	da	respuesta	a	su
pregunta	cuando	ve	entrar	a	Christopher	con	Shirley	sobre	su	espalda	y	queda
anonadado.
-Marcus.	 –dice	 Christopher	 en	 forma	 de	 saludo.	 Este	 no	 sale	 de	 su
asombro.
-	¿Qué	haces	aquí?	–pregunta.	Christopher	se	sienta	a	la	mesa,	se	relaja	y
le	dice	a	Samantha	con	toda	frescura:
-	¿Ya	está?	sabes	que	muero	de	hambre	-mira	a	Marcus	con	inocencia-	¿te
quedas	a	desayunar	con	nosotros?	-Marcus	es	un	hombre	sensible,	incapaz	de
ocultar	sus	emociones	así	que	se	ve	intranquilo	y	vacilante.
-Yo	solamente	pasaba	por	aquí	-se	oye	con	voz	quebrada	y	se	va.
-	Marcus	espera…	-Samantha	le	dice	y	va	tras	él,	pero	no	logra	alcanzarlo
y	regresa.	Christopher,	haciéndose	todavía	el	inocente	le	dice:
-	¿Qué	pasó?	-Samantha	queda	algo	pensativa.
-No	lo	sé…
-	¿Acaso	hay	algo	entre	ustedes?	porque	al	parecer	no	le	agradó	que	yo
estuviese	aquí.
-	¡Claro	que	no!	quién	sabe	qué	le	habrá	hecho	usted	para	que	reaccionara
de	esa	manera.	-él	se	siente	aliviado	después	de	escuchar	su	respuesta.
-	¿Yo?	¡ha…!	Nunca	he	tenido	ningún	problema	con	él,	con	solo	decirte
que	sueña	con	que	sea	su	cuñado.
-Entonces	ese	es	el	problema,	se	sintió	traicionado	porque	usted	está	aquí	y
no	con	su	hermana	como	debería.
-	¡Como	debería	no!	¡jamás	he	tenido	nada	con	ella!	-ella	queda	perpleja	y
siente	 como	 si	 su	 corazón	 se	 hubiera	 detenido	 <<	 no	 tiene	 nada	 con	 ella
>>piensa.	Él	continúa	haciendo	ademanes	y	expresiones	faciales-	pero	tal	vez
traicionado…	 pobre	 hombre,	 puedo	 imaginármelo	 leyéndole	 sus	 hermosos
poemas	y	declarándole	sus	sentimientos	¿y	para	qué?	para	que	se	le	partiera	el
corazón	al	verla	feliz	cocinar	para	mí.	-ella	reacciona	a	su	aletargamiento.
-	¡Vaya!,	qué	gran	imaginación	tiene,	el	que	debería	ser	escritor	es	usted
porque	primero,	no	estoy	cocinando	para	usted,	lo	estoy	haciendo	para	todos	y
segundo…	¿acaso	no	dijo	que	iba	a	estar	muy	ocupado?	-él	se	levanta,	sigue
sobreactuando	y	le	dice	a	Shirley.
-Vamos	princesita	antes	de	que	nos	hieran	también.	-ella	lo	mira	con	enojo
porque	en	el	fondo	sabe	que	así	fue.
Él	 sigue	 con	 su	 trabajo	 hasta	 concluirlo	 y	 se	 va	 al	 palacio.	 Ella	 queda
preocupada	pensando	en	lo	que	había	sucedido	y	se	va	a	buscar	a	Marcus	para
aclarar	la	situación.
Christopher	llega	al	palacio,	saluda	con	un	beso	en	la	frente	a	su	padre	a
quién	no	había	visto	hace	algún	tiempo.
-	¿Dónde	estaba?	-debido	a	los	malos	informes	que	ha	recibido	de	Roy	el
rey	Ricardo	está	inquieto.
-Padre,	ya	soy	un	hombre	no	tienes	que	preocuparte	por	mí.
-Eres	mi	hijo	y	siempre	estaré	pendiente	de	ti;	dime…	¿tu	apariencia	tiene
que	ver	con	las	forasteras?
-	¿A	qué	te	refieres?
-Me	han	informado	que	últimamente	mantienes	allí.	-dice	cortante.
-Es	cierto,	pero	solo	le	prestaba	un	servicio	a	cambio	de	comida.	¡Ah!…
entonces	también	sabrás	que	pese	al	tiempo	que	llevan	no	se	les	ha	aceptado
como	residentes	de	Abadón.
-Sí,	 Roy	 ya	 me	 informó,	 atenderé	 el	 caso	 lo	 más	 pronto	 posible.
Christopher	ya	es	hora	de	que	empieces	a	pensar	como	rey	y	a	verte	como	tal,
así	que	rasúrate	y	córtate	el	cabello	como	de	costumbre.
-Padre	te	quedan	muchos	años	de	vida,	ya	tendré	mucho	tiempo	para	eso	-
lo	abraza	y	se	retira.
Cuando	sale,	Charles	lo	está	esperando	lo	llama	y	le	dice:
-Creo	que	Roy	trama	algo	en	contra	de	las	forasteras.
-También	lo	creo.
-Vi	a	Marcus	salir	muy	mal	de	esa	casa,	¿estabas	allí?
-Sí.
-Si	sigues	así,	no	podrás	aguantar.								
-Tienes	razón,	ya	lo	había	pensado	lo	mejor	es	que	me	aleje,	sería	egoísta
de	mi	parte	no	permitirle	que	alguien	se	le	acerque	y	le	pueda	dar	lo	que	yo	no.
Marcus	es	un	excelente	hombre	así	que	hablaré	con	él	y	me	haré	a	un	lado.
-Si	me	lo	pidieras	yo	me	encargaría	de	espantarlos	a	todos.	-dice	burlón,
Christopher	se	ríe.
-	¡Ah,	sí!	¿y	quién	te	espanta	a	ti	cuando	te	enamores	de	ella?				
–Tranquilo	hermanito,	mis	intereses,	aunque	cerca,	no	son	con	ella.	-se	ríe
con	malicia	y	se	va	antes	de	que	Christopher	se	recobre	por	lo	que	acaba	de
oír.
Mientras	tanto	Samantha	encuentra	a	Marcus	quien	está	en	un	pozo	a	las
afueras	del	valle,	sentado	y	recostado	en	un	árbol.	Ella	se	baja	del	caballo	y	se
sienta	junto	a	él.
-Te	estaba	buscando	–le	dice
-Siento	haber	actuado	de	esa	manera,	es	solo	que	dijiste	que	entre	tú	y	él
no	había	nada…	-ella	lo	interrumpe	diciendo:
-Y	así	es,	él	estaba	allí	porque	como	ya	te	expliqué	me	ayuda	con	el	tejado.
-Tal	 vez,	 pero	 a	 ti	 te	 gusta,	 no	 puedes	 negarlo,	 estabas	 feliz	 porque	 él
estaba	allí.
-	¡Eso	no	es	cierto!	lo	estaba	porque	por	fin	iba	a	acabar,	además,	eso	no	es
lo	que	importa.	-Marcus	rápidamente	se	lanza	hacia	sus	labios,	pero	Samantha
interpuso	su	mano	colocándola	sobre	la	boca	de	él	y	dice:
-Marcus	no	lo	vuelvas	a	intentar,	aprecio	mucho	tu	amistad	en	serio,	eres
una	 de	 las	 pocas	 personas	 con	 las	 que	 puedo	 sentirme	 bien	 y	 disfrutar	 de
momentos	agradables,	pero	no	puedo	darte	más	que	mi	amistad,	lamento	no
habértelo	 dicho	 antes…	 -lo	 suelta-	 si	 vuelves	 a	 intentar	 algo	 como	 esto,	 no
volveré	a	hablarte	jamás.
-Discúlpame…	pensé	que	necesitabas	saber…
-Entenderé	si	no	quieres	volverme	a	ver,	y	si	lo	haces,	por	favor	no	
insistas.	-Y	se	marcha.		
Christopher	ve	a	Samantha	venir,	mira	a	lo	lejos	y	ve	a	Marcus,	toma	su
caballo	 y	 se	 dirige	 hacia	 él	 pero	 sin	 que	 ella	 lo	 vea,	 llega	 a	 donde	 Marcus
quien	se	encuentra	aún	sentado	bajo	el	árbol	escribiendo,	baja	del	caballo	y
Marcus	le	dice:
-Si	buscas	a	Samantha	se	acaba	de	ir.
-En	realidad	te	busco	a	ti.
-	¿A	mí?	¿Para	qué?
-Quiero	disculparme	por	lo	de	esta	mañana,	sé	que	te	gusta	Samantha	y	fue
muy	bajo	lo	que	hice.
-Bueno	dicen	que	en	el	amor	como	en	la	guerra	todo	se	vale.
-Estás	muy	equivocado	entre	Samantha	y	yo	no	hay	nada	y	es	justo	eso	lo
que	quiero	dejarte	claro,	estás	en	todo	tu	derecho	si	quieres	cortejarla,	nada	me
haría	sentir	mejor	que	verla	feliz	al	lado	de	un	hombre	como	tú.	Sé	que	la	vas
a	respetar	y	amar	siempre,	porque	ella	es…	-agacha	la	cabeza	y	pasa	los	dedos
por	sus	cabellos-	una	mujer…
-¡Te	has	enamorado	de	ella!.
-	¿Acaso	no	estás	oyendo	lo	que	te	digo?	recuerda	que	soy	el	futuro	rey	y
ella	una	forastera,	no	tenemos	nada	en	común.
-Sabes	Chris,	vi	a	Samantha	por	primera	vez	desde	que	empezó	a	vivir	por
aquí…	 enseguida	 llamó	 mi	 atención,	 todos	 los	 días	 la	 acechaba,	 mantenía
dibujándola	y	escribiendo	sobre	ella,	esperando	que	le	permitieran	la	entrada
para	poder	hablarle.	Un	día	mientras	lo	hacía	vi	que	mi	padre	iba	hacia	allá,
me	acerqué	feliz	porque	por	fin	me	podría	conocer,	cuando	escuché	que	él	le
decía	que	la	única	manera	para	dejarla	vivir	aquí	era	que	la	otra	chica	sirviera
como	esclava	para	mi	madre,	ella	le	mostró	sus	manos	y	le	dijo	que	mientras
las	tuviera	no	permitiría	que	nadie	las	hiciera	esclavas,	que	si	quería	podrían
trabajar	 duro,	 mi	 padre	 le	 dijo	 muchas	 maldiciones	 pero	 ella	 no	 se	 dejó
intimidar	 -Christopher	 desconcertado	 se	 sienta	 frente	 él-	 cuando	 vi	 que	 mi
padre	 definitivamente	 las	 iba	 a	 dejar	 allí	 aun	 en	 el	 invierno,	 corrí	 donde	 la
señorita	Elena	que	es	la	única	que	no	teme	a	mi	padre	y	le	conté	lo	que	había
sucedido,	ella	inmediatamente	las	trajo	a	su	casa	y	yo…	seguía	observándola.
-	¿Por	qué	no	le	hablaste?
-	¿Qué	querías	que	le	dijera?	¿que	era	el	hijo	de	aquel	que	le	había	negado
la	entrada?	quería	esperar	hasta	el	momento	oportuno.	Una	noche	era	bastante
tarde,	por	cierto,	ella	llegó	a	casa	desesperada	y	corrí	a	abrirle,	pero	papá	no	lo
permitió	 diciendo	 que	 era	 una	 hechicera	 y	 que	 quería	 atarnos	 con	 algún
maleficio	y	yo,	aunque	sabía	que	no	era	cierto,	no	tuve	el	valor	de	enfrentarlo,
así	 que	 me	 encerré	 para	 no	 oírla	 más.	 Después	 de	 eso	 pasó	 el	 tiempo
rápidamente	 y	 tú	 apareciste,	 al	 principio	 me	 llené	 de	 rabia	 y	 celos,	 pero
después	me	armé	de	valor	y	creí	que	todavía	podía	hacer	algo,	me	presenté	a
ella,	 le	 leí	 todo	 lo	 que	 en	 este	 tiempo	 había	 escrito	 y	 le	 dije	 lo	 que	 sentía
porque	quería	saber	lo	que	pensaba	para	poder	enfrentarme	a	mi	padre	cuando
regresara.	Hasta	que	esta	mañana	la	vi	tan	feliz,	por	un	momento	pensé	que	el
que	 le	 hubiera	 abierto	 mi	 corazón	 la	 había	 puesto	 de	 buen	 humor,	 pero	 en
realidad	era	porque	estabas	allí.
-Si	 lo	 estaba	 era	 porque	 por	 fin	 concluiría	 el	 trabajo	 y	 ya	 no	 tendría
ninguna	razón	para	volver	a	su	casa.
-Eso	mismo	dijo	ella,	así	que	la	intenté	besar	para	ver	si	sentía	algo	por	mí.
-Christopher	se	sobrecoge	y	se	pone	las	manos	en	la	cabeza.
-	¿Qué	hiciste	qué?...	cómo	se	te	ocurrió	hacer	eso,	ella	no	es	ese	tipo	de
mujer.
-Lo	sé,	pero	me	desesperé	y	no	pude	evitarlo,	ahora	me	ha	negado	toda
posibilidad	de	pretenderla.
-	¡¿La	lastimaste…?!
-No…,	ni	siquiera	la	toqué.
-Entonces	dale	algo	de	tiempo,	por	ahora	lo	que	necesita	es	tu	amistad.
-Christopher,	tu	actitud	demuestra	que	realmente	te	interesa,	lo	vi	en	tus	
ojos	esta	mañana,	jamás	te	había	visto	tan	cómodo	ni	siquiera	con	Charlot	que	
la	conoces	de	toda	la	vida,	debe	existir	una	razón	de	peso	para…		
-Marcus,	ya	te	lo	dije	entre	ella	y	yo	no	hay	nada,	somos	muy	diferentes,	-
se	levanta,	prepara	su	caballo-	puedes	estar	seguro	de	que	no	interferiré.	–	se
monta	y	se	marcha.
Como	de	costumbre…	antes	de	caer	el	alba,	Samantha	está	en	los	termales	
bañándose,	ya	han	pasado	varios	días	en	que	no	ha	visto	a	Christopher,	su	vida	
podría	decirse	que	volvió	a	la	normalidad.	Ella	trata	de	convencerse	que	es	
mejor	así,	sin	embargo,	su	mente	se	le	escapa	a	imaginar	los	días	en	que	
disfrutaba	de	su	presencia.																																																																																																								
Por	otra	parte,	Christopher	ha	estado	trabajando	fuertemente	en	el	palacio
con	el	fin	de	no	tener	tiempo	para	pensar	en	ella,	prácticamente	el	abandono
de	este	lugar	durante	la	guerra	ya	es	asunto	del	pasado,	Charles	ha	estado	a	su
lado	y	el	rey	se	siente	muy	complacido	al	verlos	así.	El	día	se	va	con	rapidez	y
entra	la	noche,	Christopher	va	a	sus	aposentos	y	mira	las	puertas	de	su	balcón
que	él	mismo	había	sellado	para	evitar	la	tentación	de	mirar	hacia	esa	pequeña
casa,	se	acuesta	en	su	cama	y	como	sabe	que	no	dormirá	se	pone	a	leer	antes
de	que	sus	pensamientos	lo	invadan,	siente	un	vacío	enorme	en	su	pecho	y	en
el	 libro	 que	 está	 leyendo	 aparece	 el	 rostro	 que	 tantos	 deseos	 tiene	 de
contemplar…	se	levanta	y	va	a	los	termales	antes	de	que	se	acerque	el	alba
para	evitar	encontrarse	con	ella,	aunque	el	estar	allí	es	como	si	la	tuviera	a	su
lado.	Rápidamente	regresa	al	palacio.
Desde	muy	temprano	la	gente	empieza	a	llegar	al	templo	a	oír	la	lectura	de
la	ley,	este	día	es	muy	especial	para	el	pueblo,	todos	están	jubilosos,	cantando
coros	 y	 tocando	 sus	 panderetas,	 desde	 los	 más	 viejos	 hasta	 los	 más
pequeñines,	hoy	va	a	estar	su	rey	como	era	la	costumbre	antes	de	la	guerra,
junto	a	su	consejero	y	mano	derecha	Roy	y	Lemuel	el	sacerdote.	En	el	caso	de
los	forasteros	no	les	es	permitido	entrar,	de	hecho,	no	debería	haber	ninguno
en	el	valle	de	Abadón	a	menos	que	estuvieran	dispuestos	a	adorar	a	su	Dios	y
cumplir	su	ley,	en	otras	palabras,	debían	volverse	Abadonitas.	Christopher	se
sienta	en	primera	fila	como	lo	ha	hecho	desde	niño,	Charlot	se	sienta	a	su	lado.
-	¿No	te	parece	que	siempre	deberíamos	estar	así?	–dice	ella	y	él	la	mira
con	seriedad.
-	¿A	qué	te	refieres?
-No	te	hagas	el	tonto,	sabes	muy	bien	que	nacimos	para	estar	juntos.
-	¿Realmente	lo	crees?	-ella	con	su	cabeza	en	alto	y	mirada	al	frente	dice
sin	vacilar:
-Dios	nos	ha	permitido	estar	la	mayor	parte	de	nuestra	vida	juntos	y	es	así
como	 debemos	 continuar,	 aunque	 haya	 períodos	 en	 que	 te	 alejes,	 siempre
volverás	porque	no	hay	nadie	que	te	pueda	conocer	más	que	yo,	porque	no	hay
otra	mujer	que	haya	pasado	más	tiempo	contigo	y	sepa	tanto	de	ti.
-Tus	argumentos	suenan	convincentes,	pero…	¿estarías	dispuesta	a	llevarlo
a	la	práctica	para	ver	qué	tan	cierto	es?
-	 ¿Qué	 harás	 si	 lo	 demuestro?	 -sin	 dejarlo	 contestar	 dice-	 ¿te	 casarías
conmigo?	-él	queda	pensativo-	adelante,	pregunta	lo	que	quieras	–y	él	también
se	pone	en	su	misma	tónica.
-No	solo	eso,	te	daré	tres	oportunidades	de	responder,	si	lo	haces,	te	doy	mi
palabra	de	que	nos	casaremos.	-ella	se	emociona	pues	por	fin	escucha	lo	que
hace	tiempo	ha	estado	esperando.
-	¡Qué	esperas!
-Lo	escribiré	para	que	no	creas	que	te	voy	a	cambiar	la	respuesta.
-Hazlo,	con	eso	quedará	constancia	de	este	acuerdo.
-Está	bien,	-toma	un	trozo	de	papiro,	escribe	en	él	y	lo	mete	dentro	de	su
camisa-	listo…	¿qué	es	lo	que	realmente	me	gusta	hacer	y	de	hecho	lo	hago
todos	los	días,	sin	excepción?
-Por	favor,	quién	no	sabe	eso,	cualquiera	pudiera	habértelo	dicho	–dice	en
forma	burlesca-	por	supuesto	que	es	montar	tu	caballo.
-Bueno,	no	negaré	que	eso	me	encanta,	pero	no	es	la	respuesta	correcta,	
porque	no	lo	hago	todos	los	días.	-ella	queda	desconcertada	y	en	ese	momento	
empieza	a	hablar	Lemuel.		
Dos	horas	y	media	después,	Lemuel	anuncia	el	receso	y	que	a	primera	hora
de	la	tarde	continuará	(los	Abadonitas	aprovechaban	estos	recesos	para	estar
con	sus	familias	y	amigos).
El	 rey	 Ricardo	 manda	 a	 llamar	 a	 Christopher	 y	 entra	 en	 una	 habitación
donde	solamente	están	los	dos.
-	¿Por	qué	no	hiciste	lo	que	te	pedí?	–le	pregunta.
-	¿De	qué	hablas?	-dice	intrigado.
-Christopher,	¿qué	te	está	pasando,	no	parece	que	fueras	tú?	Recuerdo	que
cuando	 inició	 la	 guerra,	 aún	 cuando	 todos	 nos	 habíamos	 dejado	 crecer	 el
cabello	y	la	barba	debido	a	lo	difícil	de	la	situación,	no	nos	quedaba	tiempo
para	 nada	 y	 tú	 siempre	 estabas	 afeitado	 y	 con	 tu	 cabello	 bien	 arreglado,
después	de	que	te	hirieron	lo	dejaste	crecer…	lo	pude	entender,	pero	ahora…	-
con	 voz	 alta-	 ¡ni	 una	 cosa	 ni	 la	 otra!	 ¿acaso	 has	 perdido	 el	 juicio?	 –Chris
guarda	silencio-	Roy	dice	que	es	a	causa	de	las	forasteras,	parece	que	tienen
alguna	 clase	 de	 hechizo	 sobre	 ti	 y	 que	 han	 estado	 violando	 nuestras	 leyes
deliberadamente…	y	la	verdad	es	que	con	tu	aspecto	estoy	por	creer	que	es
cierto,	 aunque	 hayas	 tratado	 de	 arreglarte	 un	 poco	 a	 mí	 no	 me	 engañas.	 –
Christopher	se	enoja	por	lo	dicho.
-Ni	 estoy	 hechizado	 ni	 engaño	 a	 nadie,	 no	 es	 por	 ellas	 que	 estoy	 así,
simplemente	es	algo	que	está	más	allá	de	ti	y	de	mí.	Con	esto	no	incumplo	la
ley,	créeme	padre,	más	bien	la	cumplo	y	por	esto	no	pueden	juzgarme	y	a	ellas
tampoco	porque	no	han	hecho	nada	que	lo	amerite.
-Eso	lo	veremos,	por	ahora	aléjate	de	ellas.
-Confío	en	la	ley,	por	eso	la	leo	todos	los	días	como	me	enseñaste	y	si	es	a
la	luz	de	la	ley	como	lo	harás,	estaré	conforme,	pero	si	es	por	tu	confianza	en
el	hombre	o	debido	a	favores	no	creas…	-el	rey	se	indigna,	le	da	una	bofetada.
-Con	tu	misma	lengua	te	condenas,	fui	yo	quien	te	enseñó	a	confiar	en	ella,
ahora	no	creas	que	sabes	más	que	los	que	se	sientan	tras	la	mesa	en	la	corte,	te
lo	advierto	no	interfieras	o	te	pesará.	-Christopher	vuelve	la	mirada	hacia	él	y
limpiándose	con	el	respaldo	de	la	mano	la	sangre	que	sale	de	sus	labios	dice:
-Si	eso	es	lo	que	quieres,	entonces	tú	mismo	averigua	quién	es	el	que	está
pasando	por	alto	la	ley,	de	lo	contrario	yo	lo	pondré	al	descubierto.	-y	sale	de
allí.	Afuera	lo	espera	Charlot	pues	no	piensa	perder	la	oportunidad.
-No	es	el	momento,	Charlot.
Sirena la mujer_del_cabello_de_fuego
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