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Sí, tan solo soy un común y ordinario vaso de
café. ¿Qué si dónde estoy? Apunto de morir y
al parecer no hay nada que pueda hacer al
respecto. ¿Qué si cómo llegué aquí? Todo
empezó hace algunos meses en la fábrica en
la que fui creado...


-¡Pablo! Trae el siguiente cargamento!.
En   ese   momento,      el   sonido     era   tan
estruendoso        que        inundaba         mis
pensamientos, podía escuchar cientos de
voces y máquinas. Podía ver personas
usando todos un monótono uniforme gris,
había cajas por montones y por la ventana,
podía observar filas y filas de camiones de
carga.     Unos    minutos      después,       mis
pensamientos repentinamente interrumpidos
por dos trabajadores. Uno de ellos era algo
robusto, carecía de cabello pues estaba cerca
de los 60 años. Su compañero, era todo lo
contrario a él. Era bastante alto y delgado,
además era joven, entre los 25 y 30 años
diría yo; este muchacho, por lo que pude
escuchar era nuevo en la fábrica. Mientras
empacaban a los demás vasos, sostenían una
conversación que sonaba más o menos así:


-¡Hey! ¿Francisco?- Preguntó el joven a su
compañero, pues no hacía ni diez segundos
que    había      leído   su    nombre     en   su
identificación.
-¿Si?- Respondió Francisco con una mirada
arrasada por lágrimas.
-¿Podrías ayudarme con unas cajas por
favor?-   Respondió       con    un      poco   de
preocupación acerca del tono que había
usado su compañero. Por cierto, el nombre
del joven era John.


Así, John fue ganando la confianza de
Francisco,   hasta   que   tomó   valor   para
preguntarle que había pasado. Francisco se
resistía a contestar al principio, pero después
de un rato de silencio, lo rompió con una fría
respuesta.


-Hoy es 2 se mayo...- dijo con una voz
temblorosa y antes de continuar, torció la
cara y siguió empacando vasos. El silencio
arrasaba con la poca alegría que había en
ese oscuro sótano. Me quedé observando a
Francisco un momento, noté unas cuantas
lágrimas recorrer sus mejillas y se formaron
algunas arrugas en su frente. Mi mente, por
más que lo intentara, no conseguía entender
este complicado sentimiento que invadía al
pobre. Por el otro lado, John miraba de reojo
a Francisco con una mirada de desesperación
deseoso de una respuesta.
-Hoy... hoy es 2 de mayo-           Respondió
seguido de un suspiro, mientras tomaba un
pequeño broche con figura de pelota de
béisbol de su camisa. Tomó asiento y
comenzó a platicar.
-Era un lindo sábado por la mañana, mi
esposa y yo, después de pensarlo un tiempo,
decidimos adoptar un niño, pues ella siempre
quiso ser madre. Llegamos al orfanato a las
doce am en punto, como olvidarlo. Salimos
de ahí alrededor de las dos de la tarde, la
diferencia era que llevábamos con nosotros
un niño de tres años. Dos años después, en
su cumpleaños, mi esposa y yo queríamos
llevar a nuestro hijo a un día de campo...-
Cuando mencionó lo del día de campo, se le
hizo un nudo en la garganta, como si no
pudiera seguir hablando. Sus ojos inspiraban
tristeza. Le echó una mirada más al botón de
su camisa antes mencionado, suspiro y
continúo su historia...
-Era ya hora de partir, todo estaba decidido,
menos los aperitivos que aún no estaban
listos. Decidí buscar unos viejos libros sobre
cocina que eran de mi padre para ver que
preparaba, mientras mi esposa y mi hijo se
adelantaban a la colina donde iríamos.
Busqué todos los ingredientes y terminé la
comida con todo y postre. Puse todo en una
canasta y me dirigí a donde se suponía que
estarían mi esposa y mi hijo. Entré al auto,
prendí el estéreo mientras conducía feliz y
entusiasmado de ver a mi hijo correr y jugar.
Al llegar... al llegar, no había nadie... los
esperé dos horas pues tal vez habían parado
en una tienda antes de llegar a la colina... no
fue así.. -
A este punto, a Francisco se le estaba
haciendo imposible hablar; varias lágrimas
recorrieron su angustiada cara mientras
continuaba mirando aquel raro botón. Podía
notar como las arrugas de su frente se
hacían     cada   vez   más     profundas,   sin
embargo, continuó...
- Regresé a la casa lo más rápido que pude,
tal vez habían olvidado algo, la verdad no me
importaba, a estas alturas nada me costaba
intentar. Al llegar a mi casa intenté mantener
la calma y grité sus nombres en busca de su
respuesta. Lo hice varias veces en todos los
tonos que pude... de nada sirvió. Llamé más
de cincuenta veces a su celular, pero nada
pasaba. Me hinqué en la sala de mi casa a
imaginar    alternativas   de   dónde   podían
estar... tal vez se equivocaron de colina y su
celular se les perdió, no se, en ese momento
hasta las más estúpidas ideas eran reales
para mí. Horas después, un sonido parecía
haber arreglado toda mi vida... era el
teléfono. Corrí lo más rápido que pude hacía
el teléfono, empujé todo lo que estaba a mi
paso, tomé el teléfono sin siquiera ver quien
era.


- ¡Hola amor! ¡¿Dónde estuviste?! - dije
entusiasmado, pero... no respondió quien yo
esperaba...
- ¿Hablo con Francisco Pérez? Dijo una voz
de mujer.
- Si, ¿qué pasó? - dije asustado.
- Lo sentimos señor, pero es necesario que
venga a la Cruz Roja lo más pronto posible;
su esposa e hijo sufrieron un gran accidente
automovilístico-
- Al escuchar ésto tomé las llaves del auto y
conduje al hospital... al llegar era demasiado
tarde... los cirujanos me veían con una
mirada que no me dejó esperanzas.
- Me senté en una silla al lado de ambos a
llorar, cuando llegó una enfermera y me
entregó la caja azul en la que venía el regalo
de mi hijo. Lo tomé y lo abrí con mucho
cuidado. Dentro de él encontré un botón con
forma de pelota de béisbol que le pertenecía
a mi hijo. Antes de retirarse la enfermera me
dijo que antes de morir me habían dejado un
mensaje... “te amamos” -
Después     de   esto,     Francisco    estaba
destrozado; no podía decir ni una palabra
más. John lo observaba con una mirada de
extrema tristeza, pero no encontraba nada
que   pudiera    decir     sin   lastimar   los
sentimientos de Francisco, así que mejor
permaneció callado. ¡Claro! Ahora muchas
cosas tenían sentido.
Sin más que decir, Francisco tomó su
chaqueta negra y su sombrero de la silla en
la que estaba sentado, se dio la vuelta, le
intentó regalar una sonrisa a John y dijo: lo
siento mucho John, pero yo ya no puedo
seguir por hoy. ¡Buena suerte!
Podría sonar como que lo dijo con mucha
alegría, sin embargo, su rostro demostraba
tristeza y por la forma en que se alejaba,
parecía no tener fuerzas para moverse. Yo
sólo podía observar a John impactado, dejó
caer sus brazos y miró fijamente a Francisco
sin decir una sola palabra, en eso vi una
mano acercarse lentamente hacía mi... si, era
la temblorosa mano de John; me tomó con
mucha    fuerza,   como    si   se   estuviera
desquitando conmigo. En fin, me tomó y me
metió en una caja vieja de cartón junto a los
demás vasos. En el camino podía escuchar
los pasos y voces de tantas personas. Voces
agudas como voces graves y la mayoría
graciosas. Pero una en especial me llamó la
atención. Era la más grave e intimidante que
había escuchado en el tiempo que llevaba en
la fábrica. Al oírla, John soltó la caja en la
que yo estaba. No podía comprender nada.
Máquinas y personas infestaban el lugar con
horrorosos ruidos... pero la voz de este
sujeto, hacía que hasta el más valiente
callara. Al terminar de hablar, John recogió la
caja y continuó caminando.
Minutos después, una luz se filtraba por las
ranuras de la caja y los ruidos de las
máquinas habían cesado. Habíamos salido de
la fábrica. John dejó la caja de nuevo y se
sentó a su lado; era muy relajante escuchar
por fin algo de silencio, y por lo que las
ranuras de aquella vieja caja me dejaban ver,
estábamos en una especie de parque, debajo
de un árbol y lo único que podía escuchar
eran los suspiros que repetidamente daba
John. Pasaron minutos para que John se
quedara dormido, recargado en el viejo árbol
que nos daba sombra y un aire de paz y
tranquilidad. Más tardé, unas cuantas horas
después, la escuché de nuevo; si era la voz
grave. Había destruido nuestro mundo de
paz y tranquilidad. Eché un vistazo por las
ranuras de la caja y vi al portador de aquella
estruendosa voz. Era un señor robusto y alto.
Usaba un traje gris, sombrero y botas de
piel. En el momento que vi su mirada, me dí
cuenta que a los demás les inspiraba temor.
Esa misma mirada con la que intimidaba a
John mientras golpeaba una y otra vez la
suela de sus grandes botas contra el pasto y
fumaba su cigarrillo. Si, era temible el
aspecto de aquel señor, que no le quitaba ni
un segundo la mirada a John. Minutos
después, el hombre de la grave voz dijo,
mientras le daba unas palmaditas en la
espalda a John:
-Está bien John, no pasa nada, sólo que esta
noche te tocará cuidar la fábrica para que
recuperes las horas que le dedicaste a tu
relajante   sueño.   Podrías   empezar    por
empacar los vasos que se embarcarán el día
de mañana, ordenar las cajas, subirlas a los
camiones, limpiar la fábrica... y por la fábrica
me refiero a TODA la fábrica y por último,
etiqueta unos vasos más. Con eso debería
bastar para que no descanses en toda la
noche y si a la mañana no está listo,
considérate sin empleo. ¿Está bien?-
Podía   ver   como     se   alejaba    riéndose
maniáticamente del pobre de John que no
sabía ni como reaccionar; pues por más
cruel, mal pagado o monótono que fuese, el
necesitaba el empleo para mantener a sus
hermanos, hermanas e hijos. Así que, tomó
la caja en la que estaba yo y se adentro en la
fábrica. A medida que John caminaba, más
lágrimas de él llegaban a la caja. Era
devastador ver a John en esas condiciones.
Y, para mi suerte, todos en esa fábrica
portaban la misma cara. Se escuchaban
ruidos en toda la fábrica, podía ver ratas
correr y un desastre total que John tendría
que limpiar. Todo se veía tan oscuro desde
donde estaba; la fábrica era un lugar
aterrador en la noche. John era el único en la
fábrica y puesto que era una importante
empresa, no se podían dar el lujo de apagar
las máquinas en la noche. Pasaron dos, tres,
seis horas y John no había limpiado ni la
mitad, estaba agotado, hasta que no pudo
más y se desmayo. A pesar de que lo había
conocido hace no más de dos días, ya me
preocupaba por él. La imagen que me estaba
dejando ese momento era espantosa... tirado
en el suelo rodeado de cajas y ratas a las 4
de la mañana. En eso, las puertas de la
fábrica se abrieron dejando el paso libre a un
hombre de alta edad. Podía escuchar el
sonido de sus suelas golpear una y otra vez
el hueco piso de ese feo lugar. Se acercó a
John, lo tomó de los brazos y lo sentó en una
silla. Solo podía preguntarme qué estaba
haciendo. Mi pequeña mente no podía
comprender esta sensación que había en la
fábrica. Pasados unos minutos, lo dejó solo
en la silla, tomó la escoba y comenzó a
recoger la basura, pero... ¿quién era este
hombre?
Pasaron otras tres horas de arduo trabajo por
parte de este hombre. Se veía como sus pies
apenas y se podían mover. Sus manos
estaban muy lastimadas, con trabajo y podía
sostener la escoba pero la fábrica estaba
limpia. El piso brillaba, las cajas estaban en
sus camiones y John había despertado ya.
Estaba confundido, sus ojos apenas y se
podían abrir, pero seguía sin saber quien era
este hombre, hasta que algo de su camiseta
reflejó la luz solar dando un impresionante
brillo, era un botón de béisbol... Sí, era
Francisco quien había salvado el trabajo de
John. Increíble que un hombre de su edad
pudiese hacer todo eso en tres horas, por
otro lado John por fin comenzaba a unir las
piezas de este rompecabezas mental, pero
faltaba algo; una caja en especifico no había
sido puesta en una de esas máquinas con
ruedas... la caja en la que yo estaba.
No era muy grande, habíamos unos treinta
vasos, pero ninguno de ellos parecía muy
agradable. En fin, eramos la única caja en el
sótano, pero al parecer nadie sabía de
nuestra existencia pues llevábamos días ahí.
Todos los días entraban John y Francisco,
trabajaban ahí un rato, platicaban, a veces
hasta comían, pero nunca nos veían. Algo
tenía que hacer en estos días así que me
puse a observar las emociones que tenían
John y Francisco y las anotaba en un pedazo
de papel que había en la caja, así podría
entender todo esto más fácil.
Pasaron meses para que por fin nos vieran.
Francisco se acercó lentamente... parecía
preocupado.    Tomó     la   caja   y   caminó
despacio...   débil.   Sus   manos      estaban
temblorosas y por la manera en la que se
movía la caja, me dí cuenta de que estaba
cojeando demasiado y que se comenzaba a
sofocar... algo andaba mal. Pasamos toda la
fabrica así, hasta que llegamos al camión de
carga. Se abrió la puerta trasera que era de
aluminio, por su apariencia podía determinar
que era un camión bastante viejo. Al entrar,
todo estaba muy oscuro, la única luz que
podía ver era la de la ventana que daba hacia
la cabina donde estaba el conductor. Había
unos cuantos pedazos de tela, o, al menos
eso creía hasta que le salieron patas y se fue
corriendo. Había unas botellas de soda, una
caja roja que parecía ser de herramientas y
una silla vieja y rota. Me asome por la
pequeña ventana para ver si había alguien, y
si, un señor robusto, joven y por lo que veía
estaba molesto. tenía una gorra azul, una
camisa de leñador y un pantalón desgastado.
Había muchos vasos de café, bolsas de
frituras y en el asiento de al lado había
muchos de esos trapos con patas. También
había media hamburguesa y un pedazo de
burrito.
Unos minutos después encendió el camión.
Conforme me alejaba de la fábrica, podía ver
una   sustancia   saliendo   de   la   fábrica,
pero...¿que era? Lo primero que pensé es
que parecía solo tierra, pero yo estaba
seguro de que no era eso, esto... esto tenía
que ser algo mas. Al esparcirse en el cielo,
las nubes comenzaban a asimilar su color, al
pasar cerca de las aves, estas mareadas
criaturas caían en un espiral de desilusión
hacia el piso. Era triste ver que algo que
parecía simple tierra ocasionara tanto daño.
Pero esta “tierra” no dejaba de salir de la
fabrica, cada vez el cielo se ponía mas gris y
según lo que me habían dicho esto no era
nada normal. Podía ver también pilas y pilas
de basura salir de la fabrica. Entre plásticos,
papel, cartón y otros deshechos podían
formar cantidades alarmantes de basura
dirigirse al basurero. Según había escuchado,
la basura se podía separar y así mismo
reciclarse. No dejaba de impresionarme tal
lugar, a los trabajadores se les hacia tan
simple tirar la basura en los pocos árboles
que quedaban cerca de la fábrica.
En fin, fueron horas y horas de viaje, horas
de un triste panorama recorrer la opaca
ventana de aquel camión de carga. Había un
sentimiento dentro de mi, algo que no
lograba entender... A pesar de que yo sabia
que estaba en este mundo para un sólo fin y
por un tiempo no prolongado, sentía una
preocupación en mi interior: se me iba el aire
penando en aquellas tristes imágenes que en
mi mente quedaron grabadas. En una curva,
rodé lejos de la ventana me acomodé en la
caja   de   herramientas...    podía   escuchar
cientos de carros pasar por mi lado. En eso,
una piedra se estrello en una ventana,
haciendo un pequeño agujero en ella y pego
a mi lado. Estaba viendo aquella pequeña,
gris, deforme piedra cuando veo que algo de
esa “tierra” logro entrar por el orificio de la
ventana... después de eso todo estaba
borroso, me sentía mareado y confundido...
en este estado no podía pensar con claridad.
Al recobrar mi conciencia, el camión se haba
detenido y no estaban la mitad de las otras
cajas. Desesperado por saber qué estaba
pasando,    comencé    a      buscar   a   aquel
hombrecillo que manejaba el camión, pero el
ya no estaba. En ese mismo instante, la
puerta trasera del camión se abrió, la luz de
la mañana me cegó completamente... no
podía ver nada. Escuche una risa, una grave
risa aproximarse a mi. Me tomó con ambas
manos, me acercó a él, me miro por unos
segundos y me puso junto a los demás en
una de esas viejas cajas de cartón. Se sentó
al lado de la caja a contar unas monedas de
su bolsillo. Moneda que contaba, suspiro que
soltaba. Cada moneda agregaba una arruga
de preocupación en su frente hasta formar
una cara de desesperación... tristeza. Cerró
ambos ojos, guardo de nuevo sus monedas y
golpeo la camioneta dos o tres veces. Pero...
sus ojos, sus ojos me dieron a entender todo
sin que lo dijera, tenía una mirada profunda y
asustada.     Unas      cuantas      lágrimas
descendieron de sus ojos directas al suelo,
lanzo una botella al piso con furia y tomó la
caja en la que yo estaba. En el       camino
comencé a observar donde estaba, había un
brillante cartel arriba de lo que parecía ser
una tienda anunciando café y había mucha
gente esperando para entrar, carros y carros
en el estacionamiento. Al entrar, había unas
cuantas mesas de colores vistosos, sillas
blancas y negras, lamparas por todos lados y
tapetes con extrañas figuras y texturas.
Ahora que lo pensaba, esa tierra tenía que
ser algo muy malo para que matara aves y
volviera algo tan lindo como el cielo azul en
algo tan triste como la oscuridad y desilusión
de un cielo gris. Además de que me hizo
perder la conciencia. No podía ser algo lindo
pero, ¿porque continuaban carros y fabricas
produciéndolo?, ¿que acaso no se daban
cuenta de lo que estaban haciendo?
Hasta el momento no había descubierto
porque esto me afectaba tanto, pero si, era
muy    triste    ver     cosas      así.    Mientras
reflexionaba lo anterior, nos adentrábamos
en la cocina del café. Nos puso en una vieja
mesa de plástico y se paro a su lado como si
estuviera    esperando    a      alguien.    Minutos
después, llegó una joven vestida con una
blusa roja y un pantalón blanco, tenía la
mirada clásica de fastidio y la risa fingida
mientras mascaba chicle.
-Ya era hora, te estabas tardando mucho.-
exclamó     la   muchacha     en     un     tono   de
superioridad.
-Si, si, perdón es que hubo un contratiempo
en la carretera...- dijo el conductor del
camión asustado, mirando al suelo mientras
metía sus manos a los bolsillos. La joven
tomó unas monedas de la caja registradora,
soltó una risa y se las dio al conductor. Este
las tomó y se fue retirando lentamente del
café
Minutos después, llegó otra muchacha, un
tanto más joven. Misma ropa, diferente
cabello y actitud. Sonrió hacia su amiga y se
llevo unos cuantos vasos. Pasaron horas y ya
solo quedábamos cinco vasos en la caja, pero
el lugar ya había cerrado. Nos pusieron
debajo de unas mesas junto a otras cajas...
todo   estaba    oscuro.   Podía    escuchar
aturdidores gritos afuera de la tienda, era
horrible recordar la desilusión de que soy
solo un vaso de café y aparentemente no soy
de mucha utilidad por acá; que por más que
lo intentase no sería capaz de moverme, salir
de esa caja donde los miedos son encerrados
junto a mis peores pesadillas... que por más
que lo deseara, no me crecerían un par de
piernas... y... tampoco podría tener una
familia al igual que Francisco. Todos estos
pensamientos me enredaron en tristeza e ira.
Tras pasar las largas horas de aquel 6 de
agosto, terminé por dormirme, no aguantaba
más la presión de los ruidos de la ciudad que
encerraban   por     completo   mi    mente    e
intentaban        desesperadamente       borrar
cualquier buen recuerdo que en mi mente
quedara. Estos ruidos no eran como nada
que hubiera escuchado antes, eran tan
profundos que podía sentir como entraban a
mi ser cada vez que respiraba, recorrían mi
cuerpo    como    un   escalofrío,   hasta   que
llegaron a mi mente y no pude mas. Abrí mis
ojos y estaba en un cuarto blanco, tan largo
como yo podía ver, no había ni una sola alma
y   mis   pensamientos    rebotaban     en    sus
amplias      paredes         constantemente...
confundiéndome mas aún; mi aliento se
escapaba repetidamente, me sentía débil,
pero...   podía    moverme.     Increíblemente
estaba corriendo, no recordaba haber sido
tan feliz. Corrí a través del cuarto, tomé unos
botes de pintura que se encontraban en el
piso y comencé a lanzarlos contra lo que yo
creía que era la pared... el fin del cuarto.
Pero la pintura... cayó y cayó y cuando se me
ocurrió mirar al piso... no había tal. De
repente toda la felicidad cayó a un pozo
junto a mi. Desesperado por una salida, grité
lo más fuerte que pude pero por más que
traté, ni un ruido pude pronunciar. Comencé
a golpear las paredes esperando que estas se
rompiesen y me regalaran mi libertad. Tras
horas de golpear y golpear, cien lágrimas y
yo había derramado en el pozo de aquella
habitación sin fondo. Veinte gotas de sangre
de mis puños el piso habían adornado pero,
al fin, los viejos ladrillos habían cedido. Al
final del camino, había una luz brillante, un
lago con las mas bellas flores que había
visto, árboles de todos tipos y tamaños
pero... había un pequeño en el fondo que,
después de mirarme unos segundos, sonrió y
poco a poco fue reconstruyendo los muros
del pozo. Trate con todas mis fuerzas de
correr, pero pies ya no tenía. Traté de ayuda
pedir, pero solo la gente del lago se despedía
y continuaba gritándome que ya me tocaría
mi descanso. Cada ladrillo que ponía me
hacía sentir más impotente de no poder huir.
Hasta que se me ocurrió pedirle al niño que
simplemente dejara de construir la barrera
que tanto había tardado en romper. Al
plantearle mi pregunta, me miró sonriente y
exclamó   algo    que   me   dejó   totalmente
asustado...
-¿Tu eres de la fábrica donde trabaja mi
papá, verdad?.-
Al decir esto me congelé y todos mis
pensamientos se bloquearon. ¿Su padre?
¿quien será? Preguntas que yo mismo me
repetía hasta que vi algo en su gorra, llevaba
el mismo broche que Francisco. Era aquella
pelota de béisbol hecha botón. Para cuando
reaccioné, la pared estaba terminada y el
niño de mi vista había desaparecido. Mientras
pensaba como salir, me dí cuenta de algo...
las paredes se estaban haciendo más y más
compactas, se acercaban a mi con cada
suspiro. Vasos y vasos me caían de lo que
parecía ser mi “arriba”. Bolsas, botellas,
cáscaras de plátano, entre otras cosas,
comenzaban a sofocarme. Se me hacía cada
vez más pesado mantener abiertos mis ojos
hasta que luz ya no pude ver. Me desperté de
aquel terrible sueño atemorizado. Mi mente
nunca más quedó en blanco después de ese
día; tenía mucho en que pensar. ¿Qué era
ese lugar?, ¿por qué nadie quería que me
quedara?, ¿acaso hice algo malo?... y la
pregunta que más me impactaba, ¿por qué el
hijo de Francisco me encerraba en aquel
pozo? Mire hacia abajo y, como sospeché, no
tenía piernas ni brazos... esto solo reafirmaba
aún más el hecho de que ese sueño no era
más que eso. Voltee a mis lados y no había
ningún vaso aparte de mi en la caja, no tardo
mucho para que la muchacha de negros risos
me tomara y me pusiera junto a la cafetera,
en   una    montaña    de   réplicas     de    mí
acompañados de tapas, popotes, sobrecitos
de azúcar entre otras cosas. Sabia que no
estaría ahí por mucho tiempo así que
aproveche    para   continuar   mi     libro   de
emociones que me ayudaría a recordar la
manera de interpretar las expresiones de los
humanos. Mientras esperaba algún suceso
importante que plasmar en mi libro, vi un
pequeño cable salir de la bolsa izquierda del
pantalón de la muchacha y recorrer por su
cuerpo hasta llegar a sus oídos y producir
una clase de ritmo. Al llegar su compañera
exclamó:
-¿Anette?, ¿estás ahí?- dijo en tono de broma
seguido de una carcajada. La muchacha, que
ahora sabía que se llamaba Anette, no prestó
ni el más mínimo interés por su compañera;
en cambio comenzó a cantar al ritmo de su
aparato a todo volumen. Su compañera,
insultada, se retiro de la habitación con tanta
furia que retumbaban las ventanas, incluso
dejó caer unos cuantos papeles al sucio suelo
de aquella peculiar cafetería. La tensión
envolvía   el   lugar   y   yo   continuaba   sin
comprender tantas cosas al mismo tiempo.
Pero mi estadía en este lugar se había
prolongado. Cada vez menos personas pasan
las puertas del local deseosas de un café Se
me acababan las ideas de qué hacer. El
tiempo pasaba y yo seguía formando parte
de la montaña de vasos. Solo podía escuchar
la música de Anette muy levemente. El olor
del café ya me tenía mareado y el calor era
insufrible. Ya había contado los mosaicos del
piso y techo, todas las cajas que en ese
cuarto podía ver y algunos pedazos de
basura que había tirados en el piso.
Después de varias horas, Anette me tomó
suavemente y me puso debajo de la cafetera.
Acercó lentamente la mano al botón rojo que
decía “café expreso” y lo presionó con ira
mientras tarareaba la tonada que salía del
aparato que traía en su pantalón. Un líquido
muy caliente y de color marrón cayó en mi
interior.   Anette   me    tomó   y      me   puso
cuidadosamente en una charola azul, la cual
contenía un par de galletas con chispas de
chocolate, unos cuantos pedazos de papel, y
varios      sobrecitos    de   azúcar.    Caminó
lentamente, temblando del miedo que tenía a
que el vaso (yo) derramase su café, hacia el
espacio donde estaban las mesas. Se dirigía
a la esquina, la única mesa cerca de la mesa
cerca de la puerta. En ella había un señor
usando una computadora compacta, estaba
usando un aparato como el de Anette pero
un poco mas grande que llegaba a su oído
por medio de un largo cable. Tenía traje
elegante, zapatos negros y brillantes, gafas
de sol y un pequeño portafolio le hacía
compañía en esa pequeña mesa. Al llegar a
la mesa, Anette me dejó a lado de la
computadora del señor y se retiro sin decir
una palabra. El señor era tan misterioso,
atemorizante... lo veía y podía sentir un aire
de miedo. Retiró sus gafas y las puso al lado
de su computadora. Sus ojos podían decir
mucho, las ojeras y la manera en la que
estaba muy atento a todo me indicaba que
era un señor ocupado. En sus bolsillos, las
plumas de tinta dominaban, de todos colores
y   tamaños      había.   A       continuación,   una
pequeña libreta de notas que parecía ser
muy costosa. Abrió un pequeño sobre de
azúcar y lo vació en mi interior, me agitó
repetidas veces con una pequeña cuchara,
me agarró con cuidado y tomó el primer
trago. Trago a trago me fui agotando. Cada
gota que tomaba este señor, abría más sus
ojos y cada vez tomaba más rápido el café.
Aún me quedaba medio vaso y el señor ya
estaba recogiendo todo. Lo guardó en su
maletín y salió de la cafetería conmigo en
manos. Caminamos por la calle, estaba más
que   repleta,     carros,        perros,   personas,
edificios... de    todo      en     cantidades muy
grandes, pero todos y cada uno de los
individuos traía un aparato como el del señor.
Mujeres, hombres, niños y niñas... este
aparato no distinguía sexo ni edad.... todos
lo usaban. Distintos colores y tamaños,
figuras y texturas. Inclusive las personas de
los autos traían uno. Podía ver como muchos
de mis amigos descansaban bajo la suela de
alguien en la calle. Había pasado el tiempo y
solo quedaba un trago en mí, el café estaba
frío y el señor parecía ya no querer más.
Llegamos a un subterráneo donde había el
triple de gente en la mitad del espacio. Había
unos cuantos sentados en un pedazo de
cartón. Con su ropa rota y maltratada pedían
algo... no estoy seguro de que pero pedían
que lo depositaran en vasos como yo. El
señor que me traía en manos corrió a toda
velocidad a una pequeña cabina, se acercó y
tomó un pequeño pedazo de papel amarillo.
Formó una fila junto a otros varios individuos
detrás de una máquina roja parecida a una
caja. La fila parecía ser eterna, avanzaba
demasiado lento y el olor del lugar lo hacía
más insoportable. Habían pasado tan solo
unos minutos y se sentía como si hubiesen
pasado horas. Insectos, entre ellos moscas,
abejas, escarabajos, cucarachas y algunos
más que no lograba reconocer volaban
Alrededor de mí. Era asquerosa la limpieza
de ese lugar. El ruido de la gente era tan
molesto, fuerte... mil voces retumbaban
aquel pequeño lugar. Los sonidos torturaban
mi mente, cuando, de la nada, caí. Comencé
a caer de una gran altura desde donde todo
se veía borroso, complicado... los colores de
todo en ese lugar estaban invertidos y
aclarados.   Veía como     nadie   notaba mi
caída... claro, era solo un vaso de café
¿porque debería importarles?
Al llegar al piso, me quedé atrapado en una
alcantarilla de metal. Intentaba salir pero mis
esfuerzos fueron en vano. Debajo de mí, el
agua comenzaba a elevar su nivel cada vez
más. No faltaba mucho para que el agua me
llevase   con   ella   y   probablemente   me
remojara y eventualmente me deshiciera.
Vi mi corta vida de vaso pasar por mis ojos
en tan solo tres pequeños segundos. Tome
un profundo suspiro y dí un ultimo vistazo a
toda la gente y... ¿era él? ¿él de nuevo? Si,
era el pequeño hijo de Francisco. No sabia
porque lo veía pero ahí estaba y sin duda
alguna era él. Se dio media vuelta y detuvo
fijamente su mirada en mí. Era tan que
notable que era a mí a quien veía. Todos
estaban corriendo pero él... él solo me veía
desde el fondo. Después de varios minutos
de intercambiar miradas, se fue acercando
lentamente y de por donde caminaba la
gente simplemente se detenía y se hacía a
un lado cediéndole el paso al pequeño.
Cuando por fin llego a mí y me vio de cerca,
me tomó con sus pequeñas y frías manos,
me obsequió una sonrisa y exclamó:
-¡Jaja! Pequeño amiguito, te dije que aun
no.-
Mis músculos no reaccionaban más, no podía
siquiera pensar claramente. Me quede viendo
al pequeño esperando a que dijera algo...
pero nunca paso. Me tomó y me puso lejos
de todas las personas, se dio la media vuelta,
quito la pared como si fuese papel tapiz y se
adentro en ella. Al parpadear, seguía en
manos de este raro señor, las paredes
estaban completas y no había alcantarilla
alguna. Cada uno de estos “episodios” era
parte de una gran escalera hacia la locura y
cada vez que tenía uno, daba paso al
siguiente escalón. No entiendo que tenía él
que ver en mi vida, es decir, no lo conocí...
Francisco no me conoció, yo nunca lo
vi,entonces ¿qué hace en mis sueños?
La fila parecía no avanzar aún, de hecho,
creo que cada vez quedábamos más y más
atrás en la fila. El reloj avanzaba lento... MUY
lento y yo, como de costumbre ya estaba
muriendo    de   aburrimiento.    Miré    a   mi
alrededor... había gente de todos tipos,
tamaños, inclusive países. Al fondo del lugar,
había unas cajas de metal tan largas como el
ancho del lugar, tenían unas cuantas puertas,
ventanas y en la parte inferior, unas cuantas
ruedas sostenían aquella gran máquina.
Se abrieron las puertas y un pequeño
hombre salto de ellas. Portaba un traje de
gala, zapatos negros muy elegantes, un
pequeño sombrero y una sonrisa del tamaño
de su cara. Puso sus manos detrás de su
espalda y sacó un pequeño cartel con un
circulo verde dibujado en él. Entonces, la
caja roja detrás de la que estábamos, se
quitó del camino. La gente comenzó a correr
hacia la máquina con ruedas sin ver a quién
pisaban     o     incluso    golpeaban.       Se
amontonaron cientos de personas en la
puerta   de   la   máquina;   empujando    y
gruñendo se hicieron paso al interior de la
máquina Y ahí vamos nosotros. Sin ninguna
prisa, caminó lentamente y entró a la
máquina En el interior, unas cuantas sillas
estaban pegadas a los costados y unos tubos
estaban adheridos al techo. Gomas de
mascar adornaban tristemente ventanas de
esa máquina, agujeros en las sillas y basuras
en el piso. Conforme la gente iba entrando,
iba tomando un lugar y aunque las sillas no
fueran suficientes, la gente quedaba parada
sujetándose a los tubos del techo. Este señor
que me sujetaba, tomó asiento enseguida de
una bella muchacha leyendo el periódico y de
un señor alto y delgado que estuvo todo el
viaje mirando a la gente hacia abajo... casi
de reojo pero a fin de cuentas mirándolos...
analizando cada pequeño movimiento. De
vez en cuando ponía su mano sobre su frente
y entrecerraba los ojos.
En frente de nosotros un pequeño niño de
unos   seis   años disfrutaba un      diminuto
pedazo de pan, sin embargo, él no estaba
ingiriéndolo solo, estaba compartiéndolo con
otros cuantos niños más pequeños... sin
compañía alguna aparte de ellos mismos. Del
otro lado, una señora regañaba a su hija con
todo el volumen que le permitía su voz,
mientras que la niña solo añadía unas
cuantas lágrimas al frío suelo y almacenaba
una mirada en este complejo mundo. Muchas
personas de la máquina fijaron sus miradas
en aquel triste evento, algunos incluso tiraron
todo lo que en sus manos cargaban. Al
terminar su regaño, la niña, triste, se sentó
en las sillas rotas de la máquina a llorar en
silencio; mientras que el niño que llevaba
aun en las manos la porción de pan que le
había quedado después de repartirla entre
los demás niños se acercó a la pequeña y le
ofreció su pedazo de pan.
-Gracias...- exclamó la niña después de
limpiar las lágrimas de sus azules ojos y dar
la primer mordida al pan.
La madre, cubierta de enojo, corrió hacia su
hija y de un manotazo le quito lo que le
quedaba de pan, lo tiro al suelo y lo destruyo
con la zuela de aquellos costosos zapatos. La
tomó del brazo y se la llevo del otro lado del
vagón. Sólo se podía ver como la niña se
resentía mientras pasaba un pedazo de su
bufanda por sus ojos secando las lágrimas.
Por el otro lado, el pequeño se sintió tan
ofendido que se dio media vuelta y cruzo sus
brazos. Sólo podía sentirme mal al respecto
mientras miraba cuidadosamente... era la
peor guerra de la que había escuchado
hablar solo que yo la estaba viendo en vivo.
En eso, la máquina se detuvo. Las puertas se
abrieron y la gente se acumuló en la puerta
al igual que lo había hecho al entrar. Algunos
desesperados, algunos enojados y otros
cuantos, -como el señor que me sujetaba-
esperaron a que toda la gente bajara para
salir con calma. Ya fuera de la máquina,
tomó unas escaleras había la calle, sacó unas
pequeñas piezas de metal y las introdujo en
un pequeño carro, abrió su puerta y se metió
en el. Una vez dentro, me puso en el asiento
de enseguida.
El viaje fue corto, me tomó y se bajo del
auto. Estábamos enfrente e una hermosa
casa, con hermosas flores y colores. Al entrar
podía sentir la presión de la actitud de todas
las personas ahí viviendo. Por lo que pude
ver, había una cómoda sala, con una
pequeña chimenea y tenía un retrato encima
con la foto del señor que me sostenía. Había
un sillón color vino un tanto grande junto a
unos periódicos del día. Una mesa de madera
fina con un recuadro de cristal le daba vida a
la casa. Me puso en la mesa, tomó su
periódico y se sentó en la gran silla. Podía
ver su cara, que según mi pequeño libro de
emociones era de preocupación. Se quitó sus
lentes oscuros y se notaban algunas ojeras.
Quince minutos aproximadamente pasaron
desde que tomó el periódico. En eso, bajo de
las escaleras un niño vestido con un pantalón
corto color rojo y una camiseta de manga
corta con una pelota de plástico en manos.
Saltando alegremente se acercó al señor y
exclamó:
-Papa ¿vamos al parque a jugar unos
minutos? Hace mucho que no jugamos
juntos...- dijo mientras ofrecía su pequeña
pelota al que ahora sabía era su padre. Un
profundo suspiro el señor tomó, dobló
lentamente el periódico cuatro veces, lo puso
sobre la mesa y dijo:
-Hijo... creí que ya habíamos hablado sobre
esto...- dijo con un tono de decepción y una
mirada fría que fácil podía ser distraída, era
más bien una mirada nerviosa. Por el otro
lado, el niño abrió sus ojos como si acabase
de ver un fantasma, sus manos comenzaban
a sudar y sus piernas estaban temblando.
Agacho la cabeza y se dedico a escuchar...
-Papa... es una persona ocupada hijo, tiene
documentos que crear, llamadas que atender,
personas a quien pagar pues trabajan para
papi, entre otras cosas y no tiene tiempo
para desperdiciar con un tonto juego con su
hijo. Así que, ¿porque no dejas tranquilo a
papi y te vas a jugar con tus amiguitos?- dijo
desvergonzado, tomó sus gafas y unos
segundos antes de ponérselas, vio a su hijo y
le dijo con un tono atemorizante... hasta a mí
me dio miedo y no iba dirigido a mí.
-¿Que esperas hijo? Ándate a jugar con tu
pelota. Papa tiene que trabajar.
Para mí que esto no era nada normal, pues
era obvio que los padres debían atender a
sus hijos por más trabajo que tuvieran. Se
que el dinero es importante y necesita
trabajar para darles de comer a su familia
pero    su     hijo   es     un   humano...   tiene
sentimientos también. Además, el lo dijo con
tanta   frialdad... lo dijo tan fuerte que el
pequeño no sabía ni como reaccionar. Una
lágrima recorrió su pequeña y redonda cara,
dejó la pelota caer al suelo y salió por la
puerta principal.
Pasaron horas y su padre de la ausencia de
su hijo no se había dado cuenta siendo que
era media noche.
El   trabajo    de    este    señor   no   cesaba,
documento tras documento, horas de teclear
en su computadora y su aparato que siempre
llevaba al oído no paraba de sonar. Pero, era
su hijo el que estaba en algún lugar afuera y
parecía   que      para    el   no   tenía   mucha
importancia la localización de su hijo.
En eso, alguien entro por la puerta principal.
Era una señora con un traje elegante
también, con zapatos de tacón alto y un
maletín negro. Llegó y puso su maletín en el
suelo, sacó unos papeles, una pluma y se
puso a escribir.
Dieron las cuatro de la mañana y ellos
continuaban escribiendo mientras su hijo
podría estar en cualquier lugar.
En un movimiento mal hecho, la madre
accidentalmente pateó la pelota y su mirada
cambio súbitamente. No era la misma mirada
de   estrés,    sino      una   un   tanto   alegre
acompañada de unas dos, tal vez tres
lágrimas que en este instante eran de
alegría, pero esta mirada en cinco segundos
se fue...
-Amor...      ¿donde         está     Alex?-   exclamó
lentamente la madre.
-¿Alex? ¿Quien es él?- dijo mientras seguía
tecleando y escribiendo en largos papeles.
-Alex... Alex es tu hijo, el pequeño de cinco
años... ¿lo recuerdas?- dijo bastante enojada.
-¡Ah! Si      claro,       salió    a jugar con      sus
amiguitos- exclamó con gran alegría como si
todos sus problemas estuviesen resueltos.
-Pero, son las cuatro de la mañana ¡¿DONDE
ESTÁ?!- grito al borde del llanto. Tiró todos
sus papeles y salió corriendo de la casa
mientras      que      a    su     esposo   seguía   sin
importarle.
Entro asustada pues no había encontrado a
su hijo, pero ahí estaba él... en su cuarto...
dormido.
Probablemente entró por la puerta trasera, o
tal vez entró por la ventana pero el punto es
que ahí estaba.
En el piso de su cuarto había unos cuantos
muñecos hechos con cosas que el encontró:
El sombrero de papá, los lentes de mama y
unos cuantos cojines (por lo que podía ver
eran de la sala) le habían dado una tarde de
diversión.
Ambos padres se sentían terrible por lo
hecho y la poca atención que recibía el
pequeño y acordaron que el día siguiente lo
llevarían al cine, tal vez al parque y cosas de
esa naturaleza.
Al despertar el pequeño, sus padres lo
cargaron hasta el comedor, dónde podría
degustar     deliciosos   platillos.   Todos   se
sentaron en familia a comer el desayuno y
parecía que ahora todos estaban felices. En
eso, el pequeño rompió el silencio con
simples palabras que tuvieron gran impacto
en los padres:
-Mami, papi... yo se que son personas
ocupadas y tienen cosas que hacer, no se
preocupen por mí.- Dijo sonriendo. Sus
padres   al   escuchar   esto   sonrieron   y
abrazaron al pequeño. Era una escena tan
linda la que yo estaba viendo, cuando un
canino enorme y gordo se acercó a toda
velocidad a mí. Me tomó con su hocico y me
llevó al patio trasero. Había un gran árbol y
debajo de éste una linda casita. El perro
entro en ésta y me puso junto a otros
cuantos platos y vasos, cartones y papeles
entre otras cosas que desconocía, que pudo
haber encontrado por ahí. Entre la saliva, la
oscuridad y todas las cosas que había ahí,
estaba casi ciego; sólo podía escuchar al
perro ladrar cuando pasaba el camión de la
basura por las mañanas y en las noches
cuando los gatos saltaban de techo en techo.
Algunas mañanas también podía escuchar las
risas del pequeño Alex fuera de la casa del
perro. Cada día la basura aumentaba en esa
diminuta casa, pero ¿porque la juntaba?
Paso el tiempo y la casita todas las mañanas
era vaciada en bolsas negras, y yo... yo
siempre quedaba en la casita por culpa de
una goma de mascar que logro adherirme al
fondo de la misma. Huesos, croquetas, hojas
de arboles e insectos llegaban a la casa
todos los días Diferente tamaños, colores,
olores y aveces hasta sabores... no quiero
hablar de eso. Hasta que un día, Alex entro a
la casita del canino riéndose y... me vio. Me
tomó rápidamente, me acercó a su cara y...
todo desapareció Todo se veía borroso, la
casa se caía en pedacitos, el pasto se
marchitaba a gran velocidad, los ruidos de la
ciudad y las aves del árbol cesaron hasta que
por   fin,   todo,   completamente        todo
desapareció. De nuevo, y como yo ya lo
esperaba, ahí estaba él. Sinceramente me
comenzaba a cansar de estos sueños con
ilusiones pero sin realidades. Además, nunca
me quedaba muy claro el propósito de estos
sueños, es decir, según lo que había notado
se detenía el tiempo, aparecía este niño y me
decía que aún no... no tiene ningún sentido.
En fin, misma historia, pero ahora el niño no
estaba conmigo, sino viéndome desde una
pequeña ventana. Voltee a mis lados y me
encontraba     en      un     edificio    de
aproximadamente unos veinte pisos de alto.
Alrededor todo estaba destruido, pero, al
asomarme por la ventana, abajo en el piso
todo estaba peor. Había una gran ranura en
el piso que dividía todo lo que yo podía ver
en dos. Había humo de varios colores por
todo el lugar, sin embargo, no había persona
alguna ... al menos no viva. Todo se veía tan
triste y caótico En ese momento, solo
deseaba despertar.
Voltee a ver al pequeño que constantemente
formaba parte e invadía mis sueños y... ya no
estaba. En eso, el edificio en el que el estaba
comenzó a desvanecerse piso por piso
comenzando por la primera planta. Cuando
pude ver ¡aja! ahí estaba el niño y puesto a
la   desesperación    y   tristeza   que   me
ocasionaban estos episodios le grité con
todas mis fuerzas lo siguiente:
-¡Hey! Por favor, acaba con estos sueños tan
deprimentes, desearía soñar cosas hermosas
como se supone que sea ¡¿PORQUE NO ME
DEJAS SOÑAR?!.-
-¡¿TE DIGO CUANDO?!- Me gritó de forma
burlesca en respuesta a mi petición, a lo que
yo respondí dominado por la ira.
-¡SI! DIME, TE ESCUCHO...-
-¡CUANDO DEJES DE IMAGINARME, AMIGO!-
me respondió
No me lo podía creer, ¿cómo que yo lo
imaginaba? ¿o sea que mi imaginación me
salvó la vida en aquel subterráneo?
Entonces pensé, esta es mi imaginación, yo
controlo esto... así que imaginé que tenía
piernas, brazos y manos. Me pare en la
esquina del cuarto, tomé un profundo suspiro
y salí corriendo hacia la ventana, salté sobre
los viejos escritorios que ahí había y me
disparé contra la ventana. Conforme caía,
gritos y gritos se escuchaban cada vez más
fuerte; todo lo que quedaba detrás de mí se
derrumbaba poco a poco y cuando llegué al
piso... abrí los ojos y Alex aún me tenía en
manos. Complicado... ¿no? Lo sé, pero al
parecer no puedo hacer nada al respecto. En
fin, al mirarme, Alex dejó salir una pequeña e
inocente risa, me despego la goma de
mascar y me colocó lentamente en la barda
de su casa y se fue corriendo. Y bien... ahí
estaba yo, un vaso de cartoncillo en una alta
barda de concreto sólido. Pero ahora el saber
de que tenía el poder de controlar mis
sueños no me dejaba dormir, tantas cosas
que podría hacer. Es decir, era un mundo en
el que yo era el rey y, mis deseos eran
órdenes. Podría cambiar de escenario de un
lindo bosque a una soleada playa.
Eran infinitas las opciones y combinaciones
de colores, olores. La noche se me fue
sonriendo, pensando en ese maravillo lugar,
pero todo terminó cuando me cayó en cuenta
'si yo me imaginaba todo lo de mis sueños,
¿por qué me imaginaba caos y desastre?'
Esta pregunta me envolvió en un frío aire y
malos pensamientos que en ese momento
parecían la respuesta.
Desde la barda nada interesante se podía
hacer, de hecho, no podía apreciar olores,
caras, sentimientos, expresiones, colores,
palabras... ¡nada!
Todo era extremadamente monótono, era un
día interminable a diario, tanto así que podía
escribir detalladamente todo lo que pasaba
cada día.
9:00 am, un señor gordo entra a la tienda de
enfrente, tarda alrededor de dos minutos con
treinta o treinta y cinco segundos solo los
días que aún no terminaba de despertar.
Salía de la tienda con un café en manos, una
caja de cigarrillos y el periódico. Tomaba tres
tragos de café cada minuto. Se lo terminaba
aproximadamente a las 9:07 am Se sentaba
en la esquina derecha de la segunda banca
del parque a leer su periódico. Tardaba
alrededor de diez minutos en terminarlo.
Después una muchacha de preparatoria
pasaba con su hermanita de unos nueve
años. Cruzaban la calle por la acera izquierda
y todos los días revisaba su mochila y sacaba
su almuerzo (el de su hermanita) para
asegurarse de que lo trajese completo.
Peinaba su cabello color negro azabache seis
veces y tiraba una goma de mascar enfrente
del segundo bote de basura. Abrochaba las
agujetas de su hermana después de haber
dado siete pasos desde el punto del chicle.
A las 10:00 am pasaba un autobús de
pasajeros color gris con algunas franjas
rojas. De éste se bajaba siempre una señora
de alta edad, tenía alrededor de sesenta y
cinco años. Su cabello café y corto siempre
cubría con un gorro rosa. Unas cuantas
perlas su arrugado cuello adornaban. Un
pequeño perro todo el espacio de su bolsa
ocupaba y siempre que bajaba del camión
exclamaba:
-¡Gracias por el viaje guapo!-
El señor solo sonreía unos cuantos segundos,
jalaba la punta de su gorra en manera de
agradecimiento.
Al cerrar las puertas del camión, una nube
negra era lo único que quedaba detrás;
media hora después pasaba el mismo camión
pero esta vez gente no había dentro, sólo el
conductor.
Tres jóvenes rondaban el parque a eso de las
11:45 am, daban seis vueltas caminando
mientras comían unas papas fritas. Como en
la cuarta vuelta, la bolsa de frituras se “caía”
accidentalmente y siempre era causa de
gracia para los tres muchachos. Dependiendo
del clima, el aire eventualmente se llevaba la
bolsa de frituras lejos del parque, a veces
quedaba encima, en la capa de algunos
árboles de la zona.
Minutos después, un carro rojo, pequeño y
tal vez un poco viejo pasaba por la calle. En
él, un señor corto de estatura pasaba la calle
con su brazo saliendo por la ventanilla del
auto. En su mano llevaba un cigarrillo que
dejaba caer en el calle variando en el lugar.
Detrás de el un perro raza labrador corría
alegremente persiguiendo el automóvil.
De 3:00 pm a 4:00 pm personas diferentes
recorrían la acera. Cada uno a su diferente
velocidad, diferentes humos y color de ropa.
Pero algo que los distinguía es que algunos
pasaban abriendo camino entre la multitud
como si nadie estuviese ahí mientras que
otros esperaban pacientes a que el camino se
desocupara.
De 4:00 pm a 8:00 pm un niño salía siempre
a jugar con su pelota. Se colocaba frente a la
pared y lanzaba su amarilla y redonda pelota
contra ella. Cuando ésta rebotaba, salía un
niño de atrás de la pared y lo perseguía
hasta que finalmente lo atrapaba... era genial
ver que alguien sí se divertía.
De 8:50 pm a 11:00 pm la verdad todo
estaba     muy     tranquilo,      las   tiendas
comenzaban a cerrar, las casas apagaban sus
luces y cerraban sus ventanas. A esta hora
los   carros   disminuían   poco     a   poco   y
finalmente cesaban a las 4:00 am para
comenzar de nuevo una hora después.
Yo llevaba ya diez días, veinte horas con
treinta y dos minutos en esta barda (si se
está aburrido uno tiende a contar cada
minuto esperando a que el tiempo pase más
rápido y así saber a que hora pasó algo
interesante). ¡Ah! Como el día cinco a las
3:02 pm... un gato uso la acera contraria a la
que solía usar a diario. Se que no es
interesante pero ya había visto lo mismo
durante diez días, monótono y aburrido.
Ya de noche, mis ojos no podían mantenerse
abiertos pero yo seguía esperando a que algo
interesante pasara, hasta que vi una silueta
familiar acercase a mí (raro siendo que eran
las 11:03 pm de la noche). Pero creo que
hubiese preferido que se quedara lejos de
mí.   Era    él...    pero   al   menos     era   mi
oportunidad perfecta para probar mi teoría
de que yo pudiese controlar mi sueños.
-¡Cariño, la cena esta servida!-
Esas fueron          las primeras palabras que
escuche. Abrí los ojos y estaba en un gran
cuarto      en   el    que    había   una     cama
matrimonial, un espejo, un pequeño ropero y
una mesa de madera. Arriba de la cama, en
la pared, colgaba una foto mía y de lo que
parecía ser mi esposa e hijos.
Al bajar, cuatro pequeños estaban sentados
en el comedor. Fue una noche fantástica. Al
terminar la cena, fuimos a la sala a jugar
unos cuantos juegos de mesa acompañados
de risas y unos cuantos helados.
No recordaba que mi felicidad durase tanto
desde que fui creado. Lástima que así mismo
sabía que era tan solo un sueño más, que no
era eterno y mucho menos real. Pero bueno,
habría de disfrutarlo lo más posible hasta que
mi   mente    decidiera     que   era     hora    de
despertar y volver a mi monótona vida.
La casa en la que estaba era humilde pero
linda. Una chimenea acobijaba el sofá con su
cálido   aliento.   Conté    siete      focos    que
iluminaban la bella casa además de fotos y
más fotos que adornaban las coloridas
paredes. Un pequeño cachorro llenaba de
sonrisas a mis hijos y a todos los presentes.
Pero como lo esperaba era uno de esos
sueños en los que en la mejor parte
despiertas.
Abrí los ojos un poco enojado, pues era el
mejor sueño que había vivido en un largo
tiempo y me llevé la sorpresa de que ya no
estaba en la barda, sino en el hocico de un
felino. Un gato doméstico para ser exactos.
Claro estaba que no había manera en la que
yo pudiera salir de esa situación por mi
cuenta así que preferí esperar a ver a donde
me llevaba.
De primero su hocico no olía precisamente a
rosas, más bien como que estuvo hurgando
en la basura.
Llegamos a un callejón oscuro después de
minutos de correr, saltar y más correr en el
hocico de un gato. Me colocó sobre otras
cajas de cartón y bolsas de plástico, saltó
dentro de uno de los basureros y se dedicó a
buscar comida. Después de algunos minutos
logró conseguir un pedazo de carne fría, el
corazón de una manzana, el esqueleto de un
pescado, la pierna de un pollo con todo y
salsa y un envase de pudín de chocolate.
Mientras el se comía todos esos desechos de
la basura yo observaba donde estaba e
intentaba orientarme.
Eran las siete de la mañana, el sol sale por el
este, entonces el norte debe estar... a quien
engaño... aún si supiera a donde ir no hay
manera posible en este mundo de ni siquiera
pensar en que un vaso común y corriente
como yo pudiera salir de ahí sin ayuda, así
que me resigné a esperar a que el gato
hiciera su buena obra del día y me dejara ir.
Pasó un día y cada vez que el gato salía a
buscar comida se escuchaban sus tristes
llantos. A muchas personas no le agradaban
los   gatos   pero   él   estaba    intentando
sobrevivir. No le estaba haciendo daño a
nadie pero a la gente parecía no importarle
que estaba hambriento, lo veían simplemente
como si fuese una repugnante plaga. Todos
los días un señor llegaba al callejón a hacerle
compañía a el gato. Le daba comida, lo
acariciaba e incluso aveces se sentaba con el
en el basurero. Cada día le llevaba un
pequeño trapo de diferente color cada uno.
Al cabo de una semana había formado una
pequeña casita formada con cajas, trapos,
botellas unos cuantos cojines de seda que
había encontrado en el basurero la semana
pasada junto a unas pequeñas sillas de
colores, según este señor le contó al peludo
felino.
Tras algunos días de arduo trabajo la casa de
ese gato era un completo palacio hecho e
cosas que nadie más quería, pero este señor
las reparó hasta formar su castillo. Al tiempo
los demás gatos comenzaron a ir a esa
maravillosa “casa” y a todos este señor un
acogedor hogar les creaba.
Ese callejón paso de ser tenebroso y oscuro a
ser el perfecto residencial para gatos pero
parecía que a la gente le desagradaba la
idea.
Al   lado   del   callejón   estaba   una   vieja
carnicería. Sus paredes alguna vez fueron
completamente blancas, con algunas letras y
dibujos pero eso quedo en el pasado. La
gente rayaba esas paredes como si fueran
papel sustituyendo la pluma por pinturas en
aerosol. Mientras que a tan solo tres casas
de ahí vivía el que parecía ser el dueño de la
tienda. Día tras día entraba a su tienda, la
limpiaba un poco, ponía música de los años
veinte, se sentaba en una silla mecedora y
procedía a esperar algún cliente. Lastima que
estos rumbos no eran precisamente los más
visitados, de hecho eran algo peligrosos. La
gente que vivía aquí no esta acostumbrada a
visitas, por lo tanto no conocían a nadie que
no viviese ahí, era... era como su propio
mundo y cuando venía alguien de afuera no
eran exactamente bienvenidos.
En fin, volviendo al tema, nunca vi a nadie
entrar a esa vieja tienda (además del dueño,
claro esta) y esto cada vez más depresión le
causaba al dueño. Entraba con una radiante
sonrisa y salía con una cara larga y con un
gran peso de decepción que causaba ver
como día a día su negocio decaía. Cada vez
que salía y dejaba la basura que se generaba
en su negocio enfrente de la tienda para que
por la mañana el camión de la basura se lo
llevase, veía el vecindario de gatos o “la
mansión felina” como le había puesto el
creador y se llenaba de ira. Varias veces
destruyo la mansión felina pero este señor
encontraba apasionante el hecho de construir
cosas   con   basura   así   que   parecía   no
importarle mucho. Hasta que un día el
carnicero se hartó de tener que escuchar a
todos esos gatos mientras esperaba clientes,
así que se sentó en el callejón y espero
ansioso al creador de sus pesadillas.
A media noche, el señor apareció como de
costumbre.
-¡Hey! Gatitos, gatitos ¡Gatitos!- exclamó el
señor después de una sana risa
-¿Con que son tus mascotas?- dijo el
carnicero mientras salía de las sombras.
-¡Claro! Ellos requieren de mis cuidados,
necesitan comida, agua, amor y sobre todo
compa...- Antes de terminar su oración sobre
los cuidados de un gatito, el cruel carnicero
interrumpió repentinamente con su grave
voz.
-Mira muchacho, a mí no me interesa en lo
absoluto todo lo que necesiten tus pulgosos
gatos, solo quiero que te los lleves, que los
saques de aquí. Si escucho el maullido de
alguno de tus gatos de nuevo ¡creo que me
volveré loco!- Dijo mientras jalaba de su
cabello.
-Lo siento señor... pero no tengo a donde
llevarlos...- dijo el pobre señor.
-¿Y tu casa?- Dijo muy molesto el carnicero a
lo que el señor contesto algo que me partió
el corazón en cuatro.
-Yo.. yo no tengo casa... ellos son todo lo
que tengo.- Dijo mientras abrazaba a cada
uno de los gatos.
-¿Y porque debería importarme?- Respondió
de la manera más grosera y maniática que
existe.
-Bueno, si, ¿y si tu fueras uno de ellos y no
tuvieras hogar? ¿y si cada día tuvieras que
arriesgarte        en   un   millón   de   maneras
diferentes para poder conseguir algo de
comida para ti y todos esos que viven
contigo? ¿y para terminar el día con una
sonrisa en la cara llegara un carnicero y te
sacara de lo que parece ser tu único hogar?
¡¿SERIA DIVERTIDO?!-
Mientras      el    carnicero   no    sabía   como
reaccionar, tomó la mansión con todo y sus
gatos en ella, la subió a varios carritos de
supermercado, la ató con una soga, acomodó
su sombrero y antes de retirarse añadió:
-¿Huh? Suena lindo ¿verdad? Creo que mis
gatos ya sufren demasiado como para que
llegue alguien a decirles que salgan de su
único hogar y llamarlos pulgosos. Así que con
su permiso señor, Bob, sus servidor se retira
con sus amados gatos a buscar un lugar
donde    la      gente    tenga        espacio    para
nosotros...-
El   carnicero    no     sabía    ni     que     hacer;
literalmente, se quedó de rodillas con la boca
abierta, pero después de todo, supongo que
obtuvo lo que quería; tal vez un poco
dramático y no de la mejor manera, pero lo
logró.
-Bien, ahora ¿que se supone que hiciera? Se
llevaron mi compañía, me he quedado
completamente solo en plena oscuridad... he
estado   peor,   creo   que    mejor   intentaré
dormir.- Me repetía a mí mismo una y otra
vez, esperando que en una de esas, cayera
profundamente dormido y no supiera nada
más de ese terrible y aburrido día.
Tal vez al despertar todo sea mejor, después
de todo, será un nuevo día...
Por más que lo intentara no lograría dormir.
¿Que será de mí al amanecer? ¿cuanto
tiempo me queda?...¿quien soy?.
Esas preguntas bastaron para mantenerme
despierto toda la noche. Es decir, soy solo un
vaso de café, ¿porque nadie me tiró a la
basura? Me hubiese evitado tantas cosas
extrañas que me han pasado, tal vez ni si
quiera debí salir de la fabrica...
7:00 am y no dormí ni dos minutos, pensar
en los otros caminos de mi vida que pudiese
haber seguido y saber a donde van me
intrigaba cada vez más. ¿Que tal si en lugar
de ser un ridículo vaso desechable, hubiese
sido un ridículo plato?
Cuando me dí cuenta, habían pasado tres
horas ya y yo creía que habían sido tan solo
diez minutos.
En vista de que el tiempo se me estaba
yendo demasiado rápido, decidí aprovecharlo
en    algo    productivo.       En    lugar   de   solo
desperdiciarlo en pensar lo que pude o no
haber sido, creo que había otros temas que
pensar con más prioridad... ¿qué sé? como
por ejemplo: ¿cómo saldré de aquí?
Así   que     comencé       a    observar      a   mis
alrededores     en   busca       de     factores   que
pudiesen ayudarme a llevar a cabo mi
maravilloso     escape.     Debía       estudiar    los
patrones de movimiento de cada minúscula
cosa que se moviera a mis alrededores. Tras
estudiarlo por algunos días, pude notar que
todas mañanas aproximadamente a las cinco
en punto de la mañana un señor entra al
callejón y junta las bolsas de basura que hay
ahí. Esas bolsas parecían ser mi boleto de
salida,    pero   no   había   contemplado       un
minúsculo detalle...¿cómo se supone que
llegara ahí si no puedo caminar?...
La sonrisa que había tardado muchos días de
intenso pensamiento en construir se borró
inmediatamente con esa última insignificante
pregunta y entendí que no podría salir de ahí
hasta que alguien decidiera sacarme.
Media      hora   después,     como     lo     había
planeado, el señor que recogía la basura me
vio, me tomó con ambas manos y me lanzó
al camión de basura donde pase por unas
largas cuchillas que afortunadamente no me
cortaron.      Supongo     que    porque         soy
demasiado pequeño. En fin, ahí había de
todo      en   grandes    cantidades.        Algunas
cáscaras   de     plátano    y   unos     cuantos
corazones de manzana adornaban los tristes
pedazos que quedaban de una vieja bicicleta.
Unos cuantos pedazos de electrónicos como
televisores, computadoras, grabadoras entre
otros cuantos rellenaban el viejo camión
Cada que el camión paraba, la comida de
ayer volaba desde el exterior al interior del
camión a formar parte de esa gran pasta de
basura picada.
Tras un par de paradas ya había quedado en
el fondo del camión, aplastado por un carrito
infantil de esos que funcionan a base de
baterías, de color rosa, adornado con algunas
pequeñas flores, o al menos eso parecían los
pequeños restos que había sobre mí y podía
alcanzar a ver.
A mi lado cuarenta y cinco prendas logre
contar. Entre ellas treinta y dos eran blancas,
ocho   eran     negras   y   cinco   de   colores
diferentes como el naranja pico de pato o
verde primavera. Cincuenta y seis bolsas de
tela entraron al camión (las conté antes de
que las hicieran picadillo)
Desde el interior del camión podía escuchar
como la gente se gritaba entre si majaderías
y siempre incluían las palabras “fíjate por
dónde vas”. También podía escuchar muchos
rechinidos de las llantas de los autos como
cuando frenan bruscamente y se derrapan.
-*¡BANG!* ¡apúrate!- una y otra vez sonaba
la corneta de los automóviles en coro, ya
hasta parecía música Siempre seguían un
patrón de tristes sonidos y palabras groseras
entre conductores... en eso me distraje
completamente, pues el camión había parado
de la nada y se escuchaba como se abrían
las   puertas   del   piloto   y   el   copiloto...
escuchaba sus pisadas fuertes acercarse
hacia mí y una que otra risa malvada.
-¿Aquí está bien? ¿no es muy obvio?-
exclamó uno de ellos.
-Cállate y ayúdame a tirar esta basura antes
de que alguien más nos vea...¿que esperas?
¿acaso no escuchaste? ¡ayúdame!- contesto
el otro señor.
Esto no sonaba nada bien. Después de esa
pequeña discusión las puertas del camión se
comenzaron a abrir, o al menos eso podía
escuchar.   Y    en    eso   empecé   a   caer
lentamente Creí que era mi fin, pero al fin y
al cabo yo ya me había resignado a que en
este mundo solo servía como recipiente,
simple y desechable.
Conforme iba cayendo, mi vida pasaba por
enfrente de mí... tres segundos fueron el
resumen de todo lo que alcance a vivir, pero
en eso caía en uno de los pedazos del carrito
que me aplastaba.
-Bien, no fue tan difícil...- decía uno de los
hombres mientras subía de nuevo al camión
Pero ¿me estaba moviendo o los árboles
estaban caminando? Porque definitivamente
ese   árbol   no   estaba   ahí    hace   unos
segundos...
Pase varias horas de ese día pensando en
eso hasta que algo me dijo la razón por la
que no sabía la respuesta. Era porque no
había usado bien mis sentidos, miré hacia a
mis lados y estaba en lo que parecía ser, o lo
que alguna vez fue un río, porque más bien
parecía ser un basurero de agua.
Era impactante ver ésto, el agua había
perdido si armonioso color azul para ser
remplazado por un horrendo café. Este río en
lugar de eso parecía más bien un plato de
estofado gigante, pero en lugar de verduras
y carne la basura sazonaba el agua. Los
pocos peces que había estaban más que
muertos. Pude ver a lo largo de mi viaje
como un pequeño oso y su madre venían a
tomar agua del río pero, tomaron dos o tres
tragos y ambos cayeron al mismo tiempo al
frío suelo del bosque que rodeaba la ciudad.
El agua recorría el panorama lentamente y
pude ver como estos hermosos osos sufrían
después de haber bebido del agua del río...
supongo que esto era algo parecido a cuando
la “tierra” mato a unas cuantas aves solo por
el hecho de haber inhalado el aire.
Es decir, un ser vivo necesita alimentos, agua
y aire, según lo que escuche y si tomar agua
los mata sin piedad,    y respirar el aire los
mata periódicamente ¿Qué iba a ser de todos
esos seres que dependen de esto? ¡Sí!,
incluyendo humanos. Tal vez no se den
cuenta pero a largo plazo podría perjudicar
su salud tal y como lo hizo en los osos.
Al fondo en el bosque, podía ver dos o tres
señores. Cada uno tenía una camiseta de
cuadros roja y un oberol color piel. Unos
zapatos negros parecidos a unas botas y
unos calcetines bastante graciosos.
Atrás de ellos había un camión de carga con
docenas de troncos de madera, unas cuantas
hachas   en     ella   y   dos   o   tres   trapos
desgastados.
Se podía escuchar como golpeaban una y
otra vez esas horrendas hachas a los pobres
arboles hasta derribarlos. Una vez en el suelo
le quitaban las hojas y las raíces, las dejaban
tiradas en el bosque, tomaban el puro tronco
y los ponían en los camiones.
El proceso anterior cientos de veces fue
repetido. Conforme iba avanzando el río
podía ver todo lo que habían hecho antes de
llegar a donde estaban. El bosque no tenía
más   árboles     solo     uno   o   dos    habían
sobrevivido a esa oleada de destrucción. En
los árboles que quedaban, los animales se
peleaban por vivir en los pocos hogares que
habían ahí. En sus caras podía ver la
desesperación de que la comida comenzaba
a escasear pues muchos de los ahí presentes
se alimentaban de frutos o raíces Ya era
demasiado triste ver eso, cuando llego un
camión (excavadora) junto a otros carros de
construcción al bosque. Yo pensé que solo
iban a pasar por ahí, estaba mal pero no
tanto como lo que iban a hacer...
Cada minuto llegaban más y más camiones
iguales a la escena. Llegaron unos más
pequeños y empezaron a tirar una mezcla
gris, como una pasta con unas cuantas
piedras en ella. Detrás de ellos llegaron unos
carros que tenían en su techo cientos de
varillas. En tan    solo   una hora    habían
construido la estructura de lo que parecía ser
un supermercado. Pasó de ser un hermoso
bosque a uno de millones de supermercados
que existen Alrededor de todo el avanzado
mundo. ¿Porque deberían destruir algo tan
lindo...   solo   para   cumplir   un   capricho
comercial?
Miles de personas estaban trabajando en esa
terrible estructura mientras yo solo podía ver
desde lejos.
El río pasaba estremadamente lento, en tan
solo tres horas seguía viendo al osito y la
madre... supongo que tanta basura no
dejaba que el agua fluyera bien.
El aroma de la pasta gris de la que estaba
hecha la estructura se podía oler desde
kilómetros atrás. Era muy fuerte el olor, tanto
que me comenzaba a doler la cabeza. Pero a
lo lejos... ¿era él? Poco a poco se acercaba
hacia mí. Desde lejos se podía notar que iba
hacia mí... sus ojos en mí estaban clavados.
Una vez que estaba cerca pude comprobar
que en efecto, era él... el hijo de Francisco
que continuaba saliendo en mis sueños. Y ni
siquiera sé su nombre, creo que sería hora
de averiguarlo.
-Este... se que nos hemos visto muchas
veces pero... ¿cómo te llamas?- dije con un
poco de vergüenza pues creo que es lo
primero que debí decir, aunque no me
culpo... supongo que cualquiera hubiese
hecho lo mismo.
-Mi    nombre     es   algo    raro   y   preferiría
mantenerlo en secreto pero puedes llamarme
como     gustes.-      dijo    mientras     sonreía
alegremente.      No    es    la   respuesta   que
esperaba pero bueno, al menos se que le
puedo decir de cualquier manera sin que se
moleste...
-Esta bien niño, ¿donde estamos?- pregunté
asustado al ver que estábamos suspendidos
en el aire.
-¿Ahora mismo? A punto de caer, pero
primero quiero que sepas como se ven las
calles de la ciudad.- dijo mientras bajaba un
poco su mirada, se veía desesperado.
Al llegar a las calles, era como si fuésemos
invisibles, al parecer nadie notaba nuestra
presencia. Es decir en mí es normal pero creo
que las personas reaccionarían distinto si
vieran a un niño flotar.
Podía ver las calles llenas de vasos, botellas,
bolsas, papeles y otras cosas adornando la
calle. Pero algo me llamaba la atención en
especifico... la mirada de la gente. Gente de
todas las edades portaban esa peculiar cara
que tanto me llamaba la atención. Fijé mi
vista en la basura de la calle y podía ver que
permanencía ahí... simplemente nadie tenía
la voluntad de levantarla. Voltee a ver la cara
de las personas y era una combinación entre
felicidad y “no lo vi” o “no es mio”. Algunas
tenían una cara de “como si me importase...”
Ignoraban por completo el hecho de que día
a día se agregaba una capa de basura a las
calles por las que caminaban. Esa escena era
triste... como dicen por ahí: estaban cavando
su propia tumba. Si sabían que estaba
contaminando todo lo que necesitan para
vivir, ¿porque seguir contaminando? Algún
día el planeta cederá y no será habitado de
nuevo, ¿que pasará con la gente?
Después de algunas horas de observar la
ciudad, trataba y trataba de comprender lo
que estaba pasando, sin embargo no había
nada que entender... estaban cometiendo un
error que pronto lamentarían. Decidí bajar e
intentar caminar un poco ya que era mi
sueño y podía controlarlo ¿NO?
Así que bajé a la calle y caminé unos minutos
mientras observaba la reacción de la gente.
Cerré los ojos y cuando los abrí el tiempo se
había detenido, nadie estaba hablando ni
mucho menos caminando. El silencio era
abrumados, un tanto siniestro y a la vez algo
triste pero por fin paz, algo que en este
mundo se escucha pocas veces. Camine por
las calles sin pensar a donde me llevaría pero
al ver a mi frente vi mi camino entre la
gente... me dirigía a un hospital. Me asomé
por la ventana y vaya sorpresa que me llevé;
sentía que una lágrima brotaría en cualquier
momento, mi corazón (por así llamarlo) se
aceleraba rápidamente. Por la ventana pude
ver a John sentado en una silla volteando a
ver una camilla. Entré por la ventana y pude
ver a Francisco postrado en la cama, el
electrocardiograma así se había detenido y
John estaba al borde del llanto. En eso, una
ráfaga de viento entró por la puerta y me tiró
de la ventana, estaba paralizado... tanto que
no alcance a reaccionar. Era una caída lenta y
parecía que tendría un final desastroso,
Cuando estaba a punto de caer y estrellarme
contra el frío piso... este se empezó a
desmoronar. Al caer era como un gran túnel
de tierra, una que otra raíz salía formando un
complicado lugar.
Mientras caía no podía sacarme la imagen de
Francisco   postrado   en   una   camilla   del
hospital de mi débil y común mente. Al caer
abrí los ojos y estaba de nuevo en aquel
sucio río. Estaba tan impactado por lo del
hospital que cuando me dí cuenta había
llegado a una orilla, que curiosamente iba a
dar a la ciudad de nuevo. En este punto
parecía no importarme en lo absoluto lo que
me pasaría, si un perro me lamía o un pájaro
me picoteaba en busca de algún gusano ya
no importaría. Solo estaba esperando el
momento en que alguien me tirara de una
buena vez. En eso, una imagen iluminó la
escena de gente como seres irresponsables.
Una   pequeña    niña   a   lo   lejos   estaba
recogiendo vasos, botellas, platos y cosas de
esa naturaleza para después meterlos en una
bolsa negra. Ella portaba un hermoso vestido
azul con unos cuantos puntos blancos,
botones y un listón en la cintura. Por como
veía diría que tenía entre cinco y seis años.
Era lindo ver que alguien hacía ésto. En eso,
lo que espere miles de minutos paso. Corría
hacia mí mientras reía sanamente girando
sus pequeños brazos. No dudé ni un segundo
en mirar mi libro de gestos y sentimientos...
esa cara nunca la había visto desde que
estuve en esta ciudad... era como alegre. Sus
mejillas se sonrojaban constantemente. Me
tomó con ambas manos y me puso en la
bolsa. Solo podía sentir como corría y podía
solamente su linda risa escuchar.
-¡JAJA, Eli! ¿que traes ahí pequeña?- exclamó
una voz adulta... sonaba como si fuera su
familiar.
-¡Hola mami! Son solo cositas que me
encontré por ahí... jijiji- Dijo la pequeña que
al parecer se llamaba Eli. Entramos a la casa,
me puso en el suelo junto a la demás basura
y se sentó a comer.
10:00 am seguíamos en la sala hasta que
alguien     nos   tomó.   Se   abrieron   unas
puertas... sonido inconfundible. Segundos
después se escucharon varios ladridos, le
calculo que ahí había mínimo cinco perros.
Nos puso en una parte un poco elevada del
nivel de suelo, tal vez era una lavadora o
algo así. Permanecimos ahí quietecitos, horas
en las que los perros no dejaban de ladrar.
Creo que estaban entrenados para ladrar a
coro, era una melodía alterante.
-Mami...- se escucho dentro de la casa, era
Eli.
-Mande pequeña.- respondió alegremente su
madre.
-¿Dónde has puesto la bolsa negra que
estaba en la sala? -pregunto Eli.
-Están sobre la secadora nena- Le dijo la
mamá mientras se alejaba un poco. Podía
escuchar como se acercaban los pequeños
pero rápidos pasos de Eli. Nos tomó con sus
pequeñas manitas y , se dirigió al bote de
basura, nos abrió y exclamó.
-A ver si hay algo lindo por aquí...-
Mientras nos iba vaciando en el bote de
basura, se fijaba en todo lo que caía hasta
que me vió. En ese momento bajó la bolsa
negra y la puso en el piso del patio. Me miró,
me agarró con ambas manos y me separó
del resto. Minutos después la bolsa había
acabado en la basura a excepción de mí y
otros dos vasos. También había unos cuantos
popotes, dos o tres servilletas y unas cuantas
placas de plástico. Se escuchó la puerta y su
risa mezcladas segundos después. Llegamos
a unas grandes escaleras con un lindo
barandal de metal para sujetarse al subir o
bajar. Caminó poco atrás de las escaleras y
respiró profundo, se lanzó a toda velocidad a
las escaleras y las subió saltando escalón por
escalón.
-Uno, noventa y ocho, veinticuatro, treinta y
seis...- contaba la pequeña a medida que
subía. Tarareaba canción tras canción. Eran
hermosas canciones... mejores que todo lo
que había escuchado desde la fábrica juntos.
Al llegar a la planta alta pude notar como el
pasillo se ramificaba en dos complicados
caminos. El de la derecha parecía de una
princesa, el tapiz rosado le daba un toque
elegante y la alfombra roja parecía crecer de
la imaginación de Eli. Por el otro lado el
camino era un poco más serio. En lugar de
un tapiz rosado y alegre, las paredes estaba
tapizadas con muchas fotos distintas pero en
todas salían sólo dos personas. Un hombre
alto y de buen aspecto acompañado de una
linda dama. Mientras el sujeto de ese
divertido corredor era un lindo diseño de
mosaicos azules y verdes ... un poco alocado.
En fin, Eli tomó el camino rosa, coloco una
pequeña corona dorada de plástico sobre su
cabeza y se puso unas zapatillas plateadas,
también de plástico en sus pequeños pies
mientras recorría el pasillo con gran estilo.
Al terminar el pasillo, nos encontrábamos en
un cuarto que parecía habían sacado de un
cuento de hadas. Todo era de color rosa...
literal. Había una linda cama con una linda
cobija rosa con unos cuantos adornos color
rosa y otros cuantos color rosa más claro. No
puso en     el suelo, que por cierto estaba
alfombrado en su totalidad (de color rosa) y
se sentó junto a nosotros con una pequeña
caja de zapatos. Al abrirla, en su interior
había tijeras, cinta, marcadores, pegamento,
diamantina y otras cosas del estilo. A partir
de ahí no recuerdo nada más por el
momento. Lo ultimo que vi fueron sus
manitas con un marcador negro acercarse a
mí simple personas. D... después de eso todo
esta borroso. Esta vez no vi al pequeño niño
a la hora de soñar... solo me veía a mí
corriendo dentro de una masa de caos.
Decidí cortar ese sueño lo más antes posible
pues creo que el final había marcado mi vida
permanentemente. Nada que comience así
podía terminar feliz. Pero por más que lo
intentaba el sueño seguía. En el fondo, una
voz me llamaba... decía mi nombre una y
otra vez en un tono de desesperación... como
pidiendo ayuda mientras yo sólo podía
pensar en correr. Cada vez menos personas
corrían en las calles. Cada minuto que
pasaba desaparecía alguien. Cuando todos
habían    desaparecido    (menos    yo)    los
automóviles, edificios,   botes de basura e
incluso algunos juegos de los solitarios
parques comenzaban a desvanecerse.
Cuanto pude ver... no había nada más. Una
maniaca risa inundaba el lugar a medida que
se hacía cada vez más y más fuerte yo me
asustaba más...
-JA...JA...JA...JA- se escuchaba una y otra
vez. El sonido me tenía más que harto.
Cuando dejó de tener ese tono de risa y
empezó a reemplazarlo por un sonido como
un grito...
Pasaron minutos de llantos y gritos en el
lugar... era triste no saber de donde o porque
mencionaba mi nombre con tanta frecuencia.
-Uhm... creo que están listos.-
De la nada aquella macabra voz cambio por
la de Eli. Abrí mis ojos y me estaba viendo
fijamente. Nos tomó a todos y nos puso
frente a un espejo para ver algo que no me
esperaba.    Eli     me      había   restaurado
completamente... el río, la fábrica, el perro,
el gato y todo eso me había dejado bastante
maltratado pero ahora estaba completamente
nuevo. Y por si fuera poco, Eli me había
puesto brazos y piernas hechos de popotes y
pedacitos   de     plastilina.   También    había
pegado en la parte inferior de mí, un par de
ojos y había dibujado una linda sonrisa...
cosa que nunca pensé tener. Literal... mi
sueño hecho realidad. Al ver a mis costados,
otros dos vasos también tenían brazos, pies y
caras. Detrás de nosotros había una pequeña
casita hecha con una caja de cartón. Ya
eramos sus juguetes.
Horas   pasaron      y    nosotros   solo    nos
dejábamos manipular para que ella inventara
miles de historias. En varias yo era un super
héroe... salvaba al mundo al lado de mi
familia...
Todo era risa tras risa, nunca me había
sentido útil pero esto estaba a punto de
cambiar por completo...
Las risas de Eli se interrumpieron por los
gritos desesperados de su madre, le indicaba
que tomara su mochila y que bajara lo más
rápido posible. También le dijo que se pusiera
ropa muy gruesa pero que bajara pronto...
Eli nos tomó y nos metió en su mochila. Se
puso una chamarra, una gorra, botas de hule
y bajo a la estancia donde se encontraban
sus padres.
Esto estaba mal, yo lo podía detectar pero Eli
era demasiado inocente para notarlo. Su
madre corrió hacia Eli y disfrazando el
problema que desconocía le dijo.
-Eli vamos a jugar un divertido juego, pero
tienes       que   seguir   mis   instrucciones
cuidadosamente ¿va?- Dijo su madre con la
sonrisa más fingida que había visto, pero su
estrategia le había funcionado para engañar
a la pequeña Eli... no a mí.
-Ok mami, te escucho.- Dijo Eli deseosa de
jugar.
-Cuando yo de la señal, correremos al auto.
El primero que llegue habrá ganado el primer
desafío mientras que el ultimo perderá dos
puntos.-
Su voz no terminaba de convencerme... esto
estaba muy mal... pero ¡¿QUÉ?!
Su padre solo podía disimular su juego
también mientras cargaba unas cuantas
bolsas de tela cubiertas con capas y capas de
plástico
La madre dio la señal y como lo había
planeado los tres corrieron al auto. Eli seguía
ansiosa, pues siendo la más joven también
fue la más rápida. Sus padres comenzaban a
desesperarse pues no podrían fingir por
mucho tiempo. Papi llevaba menos dos
puntos y Eli iba a la delantera. Para no
alterarla, encendieron el reproductor de
música así ningún ruido podía entrar al carro
y su madre añadió que no se debía mirar por
las ventanas... eso ya estaba MUY mal...
En las calles todos estaban dejando sus
cosas... todos estaban corriendo tomando lo
que podían incluyendo mascotas, hijos y
cosas de esa naturaleza. Las calles estaban
repletas de carros.
Mientras Eli solo sonreía pues continuaba
pensado que había ganado el primer desafío
El juego de su madre estaba saliendo como
ella lo deseaba pero no bastaba para hacerla
feliz... seguía preocupada.
En eso, la mamá volteó a ver a Eli,
cambiando totalmente su mirada por una de
felicidad y entusiasmo.
-Muy bien nena, viene el segundo reto. Ves el
edificio grande... GRANDE de por haya?
(apunto al edificio)-
-Si mama, ¿que tengo que hacer? Lo que sea
puedo,   se   que       ganaré...-   Pregunto   Eli
sonriendo.
-Bajaremos del carro y entraremos a él, pero
no se vale mirar a los lados o hacia el cielo,
tienes que ir mirando al piso delante tuyo
solamente, si no es trampa ¿de acuerdo?-
Eli solo asintió con su pequeña cabeza.
Segundos después, su madre grito “ahora”.
Vaya juego el que estaban jugando...
Eli bajo del auto y tomó la mano de sus
padres y miró fijamente la puerta por la que
habrían de entrar, pues no quería ser
descalificada. Pero las palabras “no se vale
mirar a los lados o hacia el cielo” me
alteraban más y más. Decidí ver por mí
mismo lo que la madre de Eli le estaba
escondiendo    a   la    pequeña...   algo   que
lamentaría haber visto.
Al ver, había gente sufriendo en el suelo de
las calles... estaban casi muertos... gritos y
gritos de agonía dominaban ahí pero Eli
parecía estar tan concentrada que no los
notó. Al parecer su competitividad estaba a
favor de su madre para hacer esto funcionar.
Ahora veo porque le había dicho que no lo
viera, pero creo que era necesario saber la
gravedad de la situación. Aún no lograba
entender qué estaba pasando, pero seguro
era muy peligroso.
Al entrar al edificio, además de la familia solo
había cinco o seis personas más. Mientras
que en la puerta había gente agonizando
golpeando una y otra vez la puerta pidiendo
que los dejaran pasar.
-Llévate a la pequeña, Mildred, no queremos
asustarla...- Le susurro un alto señor a la
madre de Eli. Ella al escuchar esto se llevó a
su hija a otra habitación.. pero Eli dejó ahí su
mochila, dejando que yo escuchara un poco
más de lo que estaba pasando.
-Señores, tenemos una hora antes de que se
desate por completo la lluvia de ácido. Si
esto les parece grave, estará MUCHO peor en
una hora... este edificio podrá protegernos
pero necesitamos que todos cooperen.
Primero que nada, ¿alguno de ustedes fue
tocado por la lluvia? De ser así recibirán
atención inmediata, aquí mi compañero es
paramédico.- Dijo el que parecía ser el líder
mientras que todos los demás negaron con
su cabeza.
El líder dividió el grupo en tres equipos de
dos integrantes cada uno, incluyendo al
padre de Eli.
-Equipo uno, cierren ventanas y puertas,
séllenlas con lo que encuentren. Equipo dos
busquen todas las máquinas de comida que
haya y rómpanlas, tomen todo lo comestible
que este lejos de las paredes, puertas y
ventanas... no sabemos cuanto estaremos
aquí.    Equipo      tres,   busquen       escritorios,
papeleo, muebles, lo que sea y métanlos en
aquella oficina. Es en la que cabemos todos y
más alejada de las orillas, creo que ahí
estaremos seguros más que en cualquier
otra.-
Parecia ser algo mucho más grave de lo que
pensaba. Antes de que me diera cuenta,
estábamos en la espalda de Eli.
-Hija, el penúltimo desafío y mucho más fácil
que los demás: quédate aquí y no sigas a
mami...- exclamó la madre mientras señalaba
la   oficina       donde     deberían      meter   los
escritorios y todo eso. Segundos después
comenzó        a    correr   hacia   las     ventanas
cerrándolas una por una.
Pero Eli no escucharía a su madre... no esta
vez...
Lo podía ver en sus ojos, ella quería ayudar,
así que corrió hacia las ventanas del otro
lado. Cerró una, cerró dos, cerró tres y la
cuarta... fue la desastrosa. La mochila se le
atoró en la ventana y yo salí volando. Eli sacó
sus      pequeñas   manos   por   la   ventana
intentando alcanzarme y en efecto lo hizo...
pero eso... ¿era lo que yo pensaba?... ¿eso
que esta a punto de caer es eso?... era una
gota. Una gota de lluvia ácida que iba directo
a su cabello. En el fondo pude escuchar a su
madre gritar su nombre llorando. Cuando Eli
volteo hacia arriba, la gota ya iba a sus
ojos... era todo mi culpa. Si tan solo me
hubiese dejado caer... si me hubiese dejado
en su casa o es más... en el suelo... no
estaríamos en esta situación No podía mirar
como la unica persona que me había querido
y había dado todo lo que siempre anhelé,
sufrir hasta la muerte.
Dos, tres... cuarenta y siete lágrimas de mis
ojos cayeron, pero no terminaría así. En eso,
todo el sonido se detuvo. Abrí mis ojos y se
había detenido el tiempo.
-Está bien, está bien... no pude verte llorar
un segundo más, bueno de hecho TU no
pudiste verte llorar un segundo más. En fin,
tranquilo que a ella no le pasara nada, por
ahora.- exclamó el niño.
-¡QUIERO SALI DE AQUI! ¡PORFAVOR! - grité
con todas mis fuerzas llorando.
-¿Y? ¿Yo que puedo hacer? ¿Que me crees
super héroe o que onda? Soy tan solo un
producto de tu imaginación Pero sabes... tu
mente puede hacer más de lo que piensas.-
Esto no me ayudaba de nada, o al menos eso
creía
Solo podía pensar que esto no sería eterno,
tarde o temprano el tiempo habría de seguir.
Eli moriría y yo solo podría ver a sus padres
sufrir... todo por mi culpa. Solo deseaba
volver antes de que la humanidad pisara la
Tierra. Tal vez así el planeta sería como
debería.Tal vez... solo tal vez de esta manera
el aire y el agua podrían continuar siendo
seguros y lo más importante. ¡Tal vez así, ELI
NO DEBERIA MORIR! Yo no existiría y nada
de esto hubiese pasado.
-Seguro que quieres eso?- decía una voz
grave en el fondo escondido entre las
sombras. Sin pensarlo dos segundos dije que
si. En eso, salió de las sobras y... era yo...
estaba   parado   enfrente   de   un   espejo
hablando conmigo mismo. De repente, pude
ver como regresaba el tiempo...
¿Porque tenía que terminar así? ¿porque yo?
Ahora en mi mente, me sentía como un
asesino pero creo que el mundo estará mejor
así. Y si, cuando termine el viaje yo habré
muerto. Aquí empecé y aquí terminaré. Viví
una larga vida y vi muchas cosas que hubiera
preferido no ver. A pesar de gente como Eli,
no la habría visto sufrir si alguien me hubiera
tirado a la basura. Estuve tan cerca tantas
veces... ¿y nadie fue capaz de hacerlo?
Pero no hay nada que hacer, ya no hay
marcha atrás. Y lo único que espero es que
cuando la historia vuelva a comenzar, los
humanos cuiden mejor lo que hacen... nadie
merece vivir lo que yo viví.

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Solo soy un vaso

  • 1. Sí, tan solo soy un común y ordinario vaso de café. ¿Qué si dónde estoy? Apunto de morir y al parecer no hay nada que pueda hacer al respecto. ¿Qué si cómo llegué aquí? Todo empezó hace algunos meses en la fábrica en la que fui creado... -¡Pablo! Trae el siguiente cargamento!. En ese momento, el sonido era tan estruendoso que inundaba mis pensamientos, podía escuchar cientos de voces y máquinas. Podía ver personas usando todos un monótono uniforme gris, había cajas por montones y por la ventana, podía observar filas y filas de camiones de carga. Unos minutos después, mis pensamientos repentinamente interrumpidos por dos trabajadores. Uno de ellos era algo robusto, carecía de cabello pues estaba cerca de los 60 años. Su compañero, era todo lo
  • 2. contrario a él. Era bastante alto y delgado, además era joven, entre los 25 y 30 años diría yo; este muchacho, por lo que pude escuchar era nuevo en la fábrica. Mientras empacaban a los demás vasos, sostenían una conversación que sonaba más o menos así: -¡Hey! ¿Francisco?- Preguntó el joven a su compañero, pues no hacía ni diez segundos que había leído su nombre en su identificación. -¿Si?- Respondió Francisco con una mirada arrasada por lágrimas. -¿Podrías ayudarme con unas cajas por favor?- Respondió con un poco de preocupación acerca del tono que había usado su compañero. Por cierto, el nombre del joven era John. Así, John fue ganando la confianza de
  • 3. Francisco, hasta que tomó valor para preguntarle que había pasado. Francisco se resistía a contestar al principio, pero después de un rato de silencio, lo rompió con una fría respuesta. -Hoy es 2 se mayo...- dijo con una voz temblorosa y antes de continuar, torció la cara y siguió empacando vasos. El silencio arrasaba con la poca alegría que había en ese oscuro sótano. Me quedé observando a Francisco un momento, noté unas cuantas lágrimas recorrer sus mejillas y se formaron algunas arrugas en su frente. Mi mente, por más que lo intentara, no conseguía entender este complicado sentimiento que invadía al pobre. Por el otro lado, John miraba de reojo a Francisco con una mirada de desesperación deseoso de una respuesta. -Hoy... hoy es 2 de mayo- Respondió
  • 4. seguido de un suspiro, mientras tomaba un pequeño broche con figura de pelota de béisbol de su camisa. Tomó asiento y comenzó a platicar. -Era un lindo sábado por la mañana, mi esposa y yo, después de pensarlo un tiempo, decidimos adoptar un niño, pues ella siempre quiso ser madre. Llegamos al orfanato a las doce am en punto, como olvidarlo. Salimos de ahí alrededor de las dos de la tarde, la diferencia era que llevábamos con nosotros un niño de tres años. Dos años después, en su cumpleaños, mi esposa y yo queríamos llevar a nuestro hijo a un día de campo...- Cuando mencionó lo del día de campo, se le hizo un nudo en la garganta, como si no pudiera seguir hablando. Sus ojos inspiraban tristeza. Le echó una mirada más al botón de su camisa antes mencionado, suspiro y continúo su historia...
  • 5. -Era ya hora de partir, todo estaba decidido, menos los aperitivos que aún no estaban listos. Decidí buscar unos viejos libros sobre cocina que eran de mi padre para ver que preparaba, mientras mi esposa y mi hijo se adelantaban a la colina donde iríamos. Busqué todos los ingredientes y terminé la comida con todo y postre. Puse todo en una canasta y me dirigí a donde se suponía que estarían mi esposa y mi hijo. Entré al auto, prendí el estéreo mientras conducía feliz y entusiasmado de ver a mi hijo correr y jugar. Al llegar... al llegar, no había nadie... los esperé dos horas pues tal vez habían parado en una tienda antes de llegar a la colina... no fue así.. - A este punto, a Francisco se le estaba haciendo imposible hablar; varias lágrimas recorrieron su angustiada cara mientras continuaba mirando aquel raro botón. Podía
  • 6. notar como las arrugas de su frente se hacían cada vez más profundas, sin embargo, continuó... - Regresé a la casa lo más rápido que pude, tal vez habían olvidado algo, la verdad no me importaba, a estas alturas nada me costaba intentar. Al llegar a mi casa intenté mantener la calma y grité sus nombres en busca de su respuesta. Lo hice varias veces en todos los tonos que pude... de nada sirvió. Llamé más de cincuenta veces a su celular, pero nada pasaba. Me hinqué en la sala de mi casa a imaginar alternativas de dónde podían estar... tal vez se equivocaron de colina y su celular se les perdió, no se, en ese momento hasta las más estúpidas ideas eran reales para mí. Horas después, un sonido parecía haber arreglado toda mi vida... era el teléfono. Corrí lo más rápido que pude hacía el teléfono, empujé todo lo que estaba a mi
  • 7. paso, tomé el teléfono sin siquiera ver quien era. - ¡Hola amor! ¡¿Dónde estuviste?! - dije entusiasmado, pero... no respondió quien yo esperaba... - ¿Hablo con Francisco Pérez? Dijo una voz de mujer. - Si, ¿qué pasó? - dije asustado. - Lo sentimos señor, pero es necesario que venga a la Cruz Roja lo más pronto posible; su esposa e hijo sufrieron un gran accidente automovilístico- - Al escuchar ésto tomé las llaves del auto y conduje al hospital... al llegar era demasiado tarde... los cirujanos me veían con una mirada que no me dejó esperanzas. - Me senté en una silla al lado de ambos a llorar, cuando llegó una enfermera y me entregó la caja azul en la que venía el regalo
  • 8. de mi hijo. Lo tomé y lo abrí con mucho cuidado. Dentro de él encontré un botón con forma de pelota de béisbol que le pertenecía a mi hijo. Antes de retirarse la enfermera me dijo que antes de morir me habían dejado un mensaje... “te amamos” - Después de esto, Francisco estaba destrozado; no podía decir ni una palabra más. John lo observaba con una mirada de extrema tristeza, pero no encontraba nada que pudiera decir sin lastimar los sentimientos de Francisco, así que mejor permaneció callado. ¡Claro! Ahora muchas cosas tenían sentido. Sin más que decir, Francisco tomó su chaqueta negra y su sombrero de la silla en la que estaba sentado, se dio la vuelta, le intentó regalar una sonrisa a John y dijo: lo siento mucho John, pero yo ya no puedo seguir por hoy. ¡Buena suerte!
  • 9. Podría sonar como que lo dijo con mucha alegría, sin embargo, su rostro demostraba tristeza y por la forma en que se alejaba, parecía no tener fuerzas para moverse. Yo sólo podía observar a John impactado, dejó caer sus brazos y miró fijamente a Francisco sin decir una sola palabra, en eso vi una mano acercarse lentamente hacía mi... si, era la temblorosa mano de John; me tomó con mucha fuerza, como si se estuviera desquitando conmigo. En fin, me tomó y me metió en una caja vieja de cartón junto a los demás vasos. En el camino podía escuchar los pasos y voces de tantas personas. Voces agudas como voces graves y la mayoría graciosas. Pero una en especial me llamó la atención. Era la más grave e intimidante que había escuchado en el tiempo que llevaba en la fábrica. Al oírla, John soltó la caja en la que yo estaba. No podía comprender nada.
  • 10. Máquinas y personas infestaban el lugar con horrorosos ruidos... pero la voz de este sujeto, hacía que hasta el más valiente callara. Al terminar de hablar, John recogió la caja y continuó caminando. Minutos después, una luz se filtraba por las ranuras de la caja y los ruidos de las máquinas habían cesado. Habíamos salido de la fábrica. John dejó la caja de nuevo y se sentó a su lado; era muy relajante escuchar por fin algo de silencio, y por lo que las ranuras de aquella vieja caja me dejaban ver, estábamos en una especie de parque, debajo de un árbol y lo único que podía escuchar eran los suspiros que repetidamente daba John. Pasaron minutos para que John se quedara dormido, recargado en el viejo árbol que nos daba sombra y un aire de paz y tranquilidad. Más tardé, unas cuantas horas después, la escuché de nuevo; si era la voz
  • 11. grave. Había destruido nuestro mundo de paz y tranquilidad. Eché un vistazo por las ranuras de la caja y vi al portador de aquella estruendosa voz. Era un señor robusto y alto. Usaba un traje gris, sombrero y botas de piel. En el momento que vi su mirada, me dí cuenta que a los demás les inspiraba temor. Esa misma mirada con la que intimidaba a John mientras golpeaba una y otra vez la suela de sus grandes botas contra el pasto y fumaba su cigarrillo. Si, era temible el aspecto de aquel señor, que no le quitaba ni un segundo la mirada a John. Minutos después, el hombre de la grave voz dijo, mientras le daba unas palmaditas en la espalda a John: -Está bien John, no pasa nada, sólo que esta noche te tocará cuidar la fábrica para que recuperes las horas que le dedicaste a tu relajante sueño. Podrías empezar por
  • 12. empacar los vasos que se embarcarán el día de mañana, ordenar las cajas, subirlas a los camiones, limpiar la fábrica... y por la fábrica me refiero a TODA la fábrica y por último, etiqueta unos vasos más. Con eso debería bastar para que no descanses en toda la noche y si a la mañana no está listo, considérate sin empleo. ¿Está bien?- Podía ver como se alejaba riéndose maniáticamente del pobre de John que no sabía ni como reaccionar; pues por más cruel, mal pagado o monótono que fuese, el necesitaba el empleo para mantener a sus hermanos, hermanas e hijos. Así que, tomó la caja en la que estaba yo y se adentro en la fábrica. A medida que John caminaba, más lágrimas de él llegaban a la caja. Era devastador ver a John en esas condiciones. Y, para mi suerte, todos en esa fábrica portaban la misma cara. Se escuchaban
  • 13. ruidos en toda la fábrica, podía ver ratas correr y un desastre total que John tendría que limpiar. Todo se veía tan oscuro desde donde estaba; la fábrica era un lugar aterrador en la noche. John era el único en la fábrica y puesto que era una importante empresa, no se podían dar el lujo de apagar las máquinas en la noche. Pasaron dos, tres, seis horas y John no había limpiado ni la mitad, estaba agotado, hasta que no pudo más y se desmayo. A pesar de que lo había conocido hace no más de dos días, ya me preocupaba por él. La imagen que me estaba dejando ese momento era espantosa... tirado en el suelo rodeado de cajas y ratas a las 4 de la mañana. En eso, las puertas de la fábrica se abrieron dejando el paso libre a un hombre de alta edad. Podía escuchar el sonido de sus suelas golpear una y otra vez el hueco piso de ese feo lugar. Se acercó a
  • 14. John, lo tomó de los brazos y lo sentó en una silla. Solo podía preguntarme qué estaba haciendo. Mi pequeña mente no podía comprender esta sensación que había en la fábrica. Pasados unos minutos, lo dejó solo en la silla, tomó la escoba y comenzó a recoger la basura, pero... ¿quién era este hombre? Pasaron otras tres horas de arduo trabajo por parte de este hombre. Se veía como sus pies apenas y se podían mover. Sus manos estaban muy lastimadas, con trabajo y podía sostener la escoba pero la fábrica estaba limpia. El piso brillaba, las cajas estaban en sus camiones y John había despertado ya. Estaba confundido, sus ojos apenas y se podían abrir, pero seguía sin saber quien era este hombre, hasta que algo de su camiseta reflejó la luz solar dando un impresionante brillo, era un botón de béisbol... Sí, era
  • 15. Francisco quien había salvado el trabajo de John. Increíble que un hombre de su edad pudiese hacer todo eso en tres horas, por otro lado John por fin comenzaba a unir las piezas de este rompecabezas mental, pero faltaba algo; una caja en especifico no había sido puesta en una de esas máquinas con ruedas... la caja en la que yo estaba. No era muy grande, habíamos unos treinta vasos, pero ninguno de ellos parecía muy agradable. En fin, eramos la única caja en el sótano, pero al parecer nadie sabía de nuestra existencia pues llevábamos días ahí. Todos los días entraban John y Francisco, trabajaban ahí un rato, platicaban, a veces hasta comían, pero nunca nos veían. Algo tenía que hacer en estos días así que me puse a observar las emociones que tenían John y Francisco y las anotaba en un pedazo de papel que había en la caja, así podría
  • 16. entender todo esto más fácil. Pasaron meses para que por fin nos vieran. Francisco se acercó lentamente... parecía preocupado. Tomó la caja y caminó despacio... débil. Sus manos estaban temblorosas y por la manera en la que se movía la caja, me dí cuenta de que estaba cojeando demasiado y que se comenzaba a sofocar... algo andaba mal. Pasamos toda la fabrica así, hasta que llegamos al camión de carga. Se abrió la puerta trasera que era de aluminio, por su apariencia podía determinar que era un camión bastante viejo. Al entrar, todo estaba muy oscuro, la única luz que podía ver era la de la ventana que daba hacia la cabina donde estaba el conductor. Había unos cuantos pedazos de tela, o, al menos eso creía hasta que le salieron patas y se fue corriendo. Había unas botellas de soda, una caja roja que parecía ser de herramientas y
  • 17. una silla vieja y rota. Me asome por la pequeña ventana para ver si había alguien, y si, un señor robusto, joven y por lo que veía estaba molesto. tenía una gorra azul, una camisa de leñador y un pantalón desgastado. Había muchos vasos de café, bolsas de frituras y en el asiento de al lado había muchos de esos trapos con patas. También había media hamburguesa y un pedazo de burrito. Unos minutos después encendió el camión. Conforme me alejaba de la fábrica, podía ver una sustancia saliendo de la fábrica, pero...¿que era? Lo primero que pensé es que parecía solo tierra, pero yo estaba seguro de que no era eso, esto... esto tenía que ser algo mas. Al esparcirse en el cielo, las nubes comenzaban a asimilar su color, al pasar cerca de las aves, estas mareadas criaturas caían en un espiral de desilusión
  • 18. hacia el piso. Era triste ver que algo que parecía simple tierra ocasionara tanto daño. Pero esta “tierra” no dejaba de salir de la fabrica, cada vez el cielo se ponía mas gris y según lo que me habían dicho esto no era nada normal. Podía ver también pilas y pilas de basura salir de la fabrica. Entre plásticos, papel, cartón y otros deshechos podían formar cantidades alarmantes de basura dirigirse al basurero. Según había escuchado, la basura se podía separar y así mismo reciclarse. No dejaba de impresionarme tal lugar, a los trabajadores se les hacia tan simple tirar la basura en los pocos árboles que quedaban cerca de la fábrica. En fin, fueron horas y horas de viaje, horas de un triste panorama recorrer la opaca ventana de aquel camión de carga. Había un sentimiento dentro de mi, algo que no lograba entender... A pesar de que yo sabia
  • 19. que estaba en este mundo para un sólo fin y por un tiempo no prolongado, sentía una preocupación en mi interior: se me iba el aire penando en aquellas tristes imágenes que en mi mente quedaron grabadas. En una curva, rodé lejos de la ventana me acomodé en la caja de herramientas... podía escuchar cientos de carros pasar por mi lado. En eso, una piedra se estrello en una ventana, haciendo un pequeño agujero en ella y pego a mi lado. Estaba viendo aquella pequeña, gris, deforme piedra cuando veo que algo de esa “tierra” logro entrar por el orificio de la ventana... después de eso todo estaba borroso, me sentía mareado y confundido... en este estado no podía pensar con claridad. Al recobrar mi conciencia, el camión se haba detenido y no estaban la mitad de las otras cajas. Desesperado por saber qué estaba pasando, comencé a buscar a aquel
  • 20. hombrecillo que manejaba el camión, pero el ya no estaba. En ese mismo instante, la puerta trasera del camión se abrió, la luz de la mañana me cegó completamente... no podía ver nada. Escuche una risa, una grave risa aproximarse a mi. Me tomó con ambas manos, me acercó a él, me miro por unos segundos y me puso junto a los demás en una de esas viejas cajas de cartón. Se sentó al lado de la caja a contar unas monedas de su bolsillo. Moneda que contaba, suspiro que soltaba. Cada moneda agregaba una arruga de preocupación en su frente hasta formar una cara de desesperación... tristeza. Cerró ambos ojos, guardo de nuevo sus monedas y golpeo la camioneta dos o tres veces. Pero... sus ojos, sus ojos me dieron a entender todo sin que lo dijera, tenía una mirada profunda y asustada. Unas cuantas lágrimas descendieron de sus ojos directas al suelo,
  • 21. lanzo una botella al piso con furia y tomó la caja en la que yo estaba. En el camino comencé a observar donde estaba, había un brillante cartel arriba de lo que parecía ser una tienda anunciando café y había mucha gente esperando para entrar, carros y carros en el estacionamiento. Al entrar, había unas cuantas mesas de colores vistosos, sillas blancas y negras, lamparas por todos lados y tapetes con extrañas figuras y texturas. Ahora que lo pensaba, esa tierra tenía que ser algo muy malo para que matara aves y volviera algo tan lindo como el cielo azul en algo tan triste como la oscuridad y desilusión de un cielo gris. Además de que me hizo perder la conciencia. No podía ser algo lindo pero, ¿porque continuaban carros y fabricas produciéndolo?, ¿que acaso no se daban cuenta de lo que estaban haciendo? Hasta el momento no había descubierto
  • 22. porque esto me afectaba tanto, pero si, era muy triste ver cosas así. Mientras reflexionaba lo anterior, nos adentrábamos en la cocina del café. Nos puso en una vieja mesa de plástico y se paro a su lado como si estuviera esperando a alguien. Minutos después, llegó una joven vestida con una blusa roja y un pantalón blanco, tenía la mirada clásica de fastidio y la risa fingida mientras mascaba chicle. -Ya era hora, te estabas tardando mucho.- exclamó la muchacha en un tono de superioridad. -Si, si, perdón es que hubo un contratiempo en la carretera...- dijo el conductor del camión asustado, mirando al suelo mientras metía sus manos a los bolsillos. La joven tomó unas monedas de la caja registradora, soltó una risa y se las dio al conductor. Este las tomó y se fue retirando lentamente del
  • 23. café Minutos después, llegó otra muchacha, un tanto más joven. Misma ropa, diferente cabello y actitud. Sonrió hacia su amiga y se llevo unos cuantos vasos. Pasaron horas y ya solo quedábamos cinco vasos en la caja, pero el lugar ya había cerrado. Nos pusieron debajo de unas mesas junto a otras cajas... todo estaba oscuro. Podía escuchar aturdidores gritos afuera de la tienda, era horrible recordar la desilusión de que soy solo un vaso de café y aparentemente no soy de mucha utilidad por acá; que por más que lo intentase no sería capaz de moverme, salir de esa caja donde los miedos son encerrados junto a mis peores pesadillas... que por más que lo deseara, no me crecerían un par de piernas... y... tampoco podría tener una familia al igual que Francisco. Todos estos pensamientos me enredaron en tristeza e ira.
  • 24. Tras pasar las largas horas de aquel 6 de agosto, terminé por dormirme, no aguantaba más la presión de los ruidos de la ciudad que encerraban por completo mi mente e intentaban desesperadamente borrar cualquier buen recuerdo que en mi mente quedara. Estos ruidos no eran como nada que hubiera escuchado antes, eran tan profundos que podía sentir como entraban a mi ser cada vez que respiraba, recorrían mi cuerpo como un escalofrío, hasta que llegaron a mi mente y no pude mas. Abrí mis ojos y estaba en un cuarto blanco, tan largo como yo podía ver, no había ni una sola alma y mis pensamientos rebotaban en sus amplias paredes constantemente... confundiéndome mas aún; mi aliento se escapaba repetidamente, me sentía débil, pero... podía moverme. Increíblemente estaba corriendo, no recordaba haber sido
  • 25. tan feliz. Corrí a través del cuarto, tomé unos botes de pintura que se encontraban en el piso y comencé a lanzarlos contra lo que yo creía que era la pared... el fin del cuarto. Pero la pintura... cayó y cayó y cuando se me ocurrió mirar al piso... no había tal. De repente toda la felicidad cayó a un pozo junto a mi. Desesperado por una salida, grité lo más fuerte que pude pero por más que traté, ni un ruido pude pronunciar. Comencé a golpear las paredes esperando que estas se rompiesen y me regalaran mi libertad. Tras horas de golpear y golpear, cien lágrimas y yo había derramado en el pozo de aquella habitación sin fondo. Veinte gotas de sangre de mis puños el piso habían adornado pero, al fin, los viejos ladrillos habían cedido. Al final del camino, había una luz brillante, un lago con las mas bellas flores que había visto, árboles de todos tipos y tamaños
  • 26. pero... había un pequeño en el fondo que, después de mirarme unos segundos, sonrió y poco a poco fue reconstruyendo los muros del pozo. Trate con todas mis fuerzas de correr, pero pies ya no tenía. Traté de ayuda pedir, pero solo la gente del lago se despedía y continuaba gritándome que ya me tocaría mi descanso. Cada ladrillo que ponía me hacía sentir más impotente de no poder huir. Hasta que se me ocurrió pedirle al niño que simplemente dejara de construir la barrera que tanto había tardado en romper. Al plantearle mi pregunta, me miró sonriente y exclamó algo que me dejó totalmente asustado... -¿Tu eres de la fábrica donde trabaja mi papá, verdad?.- Al decir esto me congelé y todos mis pensamientos se bloquearon. ¿Su padre? ¿quien será? Preguntas que yo mismo me
  • 27. repetía hasta que vi algo en su gorra, llevaba el mismo broche que Francisco. Era aquella pelota de béisbol hecha botón. Para cuando reaccioné, la pared estaba terminada y el niño de mi vista había desaparecido. Mientras pensaba como salir, me dí cuenta de algo... las paredes se estaban haciendo más y más compactas, se acercaban a mi con cada suspiro. Vasos y vasos me caían de lo que parecía ser mi “arriba”. Bolsas, botellas, cáscaras de plátano, entre otras cosas, comenzaban a sofocarme. Se me hacía cada vez más pesado mantener abiertos mis ojos hasta que luz ya no pude ver. Me desperté de aquel terrible sueño atemorizado. Mi mente nunca más quedó en blanco después de ese día; tenía mucho en que pensar. ¿Qué era ese lugar?, ¿por qué nadie quería que me quedara?, ¿acaso hice algo malo?... y la pregunta que más me impactaba, ¿por qué el
  • 28. hijo de Francisco me encerraba en aquel pozo? Mire hacia abajo y, como sospeché, no tenía piernas ni brazos... esto solo reafirmaba aún más el hecho de que ese sueño no era más que eso. Voltee a mis lados y no había ningún vaso aparte de mi en la caja, no tardo mucho para que la muchacha de negros risos me tomara y me pusiera junto a la cafetera, en una montaña de réplicas de mí acompañados de tapas, popotes, sobrecitos de azúcar entre otras cosas. Sabia que no estaría ahí por mucho tiempo así que aproveche para continuar mi libro de emociones que me ayudaría a recordar la manera de interpretar las expresiones de los humanos. Mientras esperaba algún suceso importante que plasmar en mi libro, vi un pequeño cable salir de la bolsa izquierda del pantalón de la muchacha y recorrer por su cuerpo hasta llegar a sus oídos y producir
  • 29. una clase de ritmo. Al llegar su compañera exclamó: -¿Anette?, ¿estás ahí?- dijo en tono de broma seguido de una carcajada. La muchacha, que ahora sabía que se llamaba Anette, no prestó ni el más mínimo interés por su compañera; en cambio comenzó a cantar al ritmo de su aparato a todo volumen. Su compañera, insultada, se retiro de la habitación con tanta furia que retumbaban las ventanas, incluso dejó caer unos cuantos papeles al sucio suelo de aquella peculiar cafetería. La tensión envolvía el lugar y yo continuaba sin comprender tantas cosas al mismo tiempo. Pero mi estadía en este lugar se había prolongado. Cada vez menos personas pasan las puertas del local deseosas de un café Se me acababan las ideas de qué hacer. El tiempo pasaba y yo seguía formando parte de la montaña de vasos. Solo podía escuchar
  • 30. la música de Anette muy levemente. El olor del café ya me tenía mareado y el calor era insufrible. Ya había contado los mosaicos del piso y techo, todas las cajas que en ese cuarto podía ver y algunos pedazos de basura que había tirados en el piso. Después de varias horas, Anette me tomó suavemente y me puso debajo de la cafetera. Acercó lentamente la mano al botón rojo que decía “café expreso” y lo presionó con ira mientras tarareaba la tonada que salía del aparato que traía en su pantalón. Un líquido muy caliente y de color marrón cayó en mi interior. Anette me tomó y me puso cuidadosamente en una charola azul, la cual contenía un par de galletas con chispas de chocolate, unos cuantos pedazos de papel, y varios sobrecitos de azúcar. Caminó lentamente, temblando del miedo que tenía a que el vaso (yo) derramase su café, hacia el
  • 31. espacio donde estaban las mesas. Se dirigía a la esquina, la única mesa cerca de la mesa cerca de la puerta. En ella había un señor usando una computadora compacta, estaba usando un aparato como el de Anette pero un poco mas grande que llegaba a su oído por medio de un largo cable. Tenía traje elegante, zapatos negros y brillantes, gafas de sol y un pequeño portafolio le hacía compañía en esa pequeña mesa. Al llegar a la mesa, Anette me dejó a lado de la computadora del señor y se retiro sin decir una palabra. El señor era tan misterioso, atemorizante... lo veía y podía sentir un aire de miedo. Retiró sus gafas y las puso al lado de su computadora. Sus ojos podían decir mucho, las ojeras y la manera en la que estaba muy atento a todo me indicaba que era un señor ocupado. En sus bolsillos, las plumas de tinta dominaban, de todos colores
  • 32. y tamaños había. A continuación, una pequeña libreta de notas que parecía ser muy costosa. Abrió un pequeño sobre de azúcar y lo vació en mi interior, me agitó repetidas veces con una pequeña cuchara, me agarró con cuidado y tomó el primer trago. Trago a trago me fui agotando. Cada gota que tomaba este señor, abría más sus ojos y cada vez tomaba más rápido el café. Aún me quedaba medio vaso y el señor ya estaba recogiendo todo. Lo guardó en su maletín y salió de la cafetería conmigo en manos. Caminamos por la calle, estaba más que repleta, carros, perros, personas, edificios... de todo en cantidades muy grandes, pero todos y cada uno de los individuos traía un aparato como el del señor. Mujeres, hombres, niños y niñas... este aparato no distinguía sexo ni edad.... todos lo usaban. Distintos colores y tamaños,
  • 33. figuras y texturas. Inclusive las personas de los autos traían uno. Podía ver como muchos de mis amigos descansaban bajo la suela de alguien en la calle. Había pasado el tiempo y solo quedaba un trago en mí, el café estaba frío y el señor parecía ya no querer más. Llegamos a un subterráneo donde había el triple de gente en la mitad del espacio. Había unos cuantos sentados en un pedazo de cartón. Con su ropa rota y maltratada pedían algo... no estoy seguro de que pero pedían que lo depositaran en vasos como yo. El señor que me traía en manos corrió a toda velocidad a una pequeña cabina, se acercó y tomó un pequeño pedazo de papel amarillo. Formó una fila junto a otros varios individuos detrás de una máquina roja parecida a una caja. La fila parecía ser eterna, avanzaba demasiado lento y el olor del lugar lo hacía más insoportable. Habían pasado tan solo
  • 34. unos minutos y se sentía como si hubiesen pasado horas. Insectos, entre ellos moscas, abejas, escarabajos, cucarachas y algunos más que no lograba reconocer volaban Alrededor de mí. Era asquerosa la limpieza de ese lugar. El ruido de la gente era tan molesto, fuerte... mil voces retumbaban aquel pequeño lugar. Los sonidos torturaban mi mente, cuando, de la nada, caí. Comencé a caer de una gran altura desde donde todo se veía borroso, complicado... los colores de todo en ese lugar estaban invertidos y aclarados. Veía como nadie notaba mi caída... claro, era solo un vaso de café ¿porque debería importarles? Al llegar al piso, me quedé atrapado en una alcantarilla de metal. Intentaba salir pero mis esfuerzos fueron en vano. Debajo de mí, el agua comenzaba a elevar su nivel cada vez más. No faltaba mucho para que el agua me
  • 35. llevase con ella y probablemente me remojara y eventualmente me deshiciera. Vi mi corta vida de vaso pasar por mis ojos en tan solo tres pequeños segundos. Tome un profundo suspiro y dí un ultimo vistazo a toda la gente y... ¿era él? ¿él de nuevo? Si, era el pequeño hijo de Francisco. No sabia porque lo veía pero ahí estaba y sin duda alguna era él. Se dio media vuelta y detuvo fijamente su mirada en mí. Era tan que notable que era a mí a quien veía. Todos estaban corriendo pero él... él solo me veía desde el fondo. Después de varios minutos de intercambiar miradas, se fue acercando lentamente y de por donde caminaba la gente simplemente se detenía y se hacía a un lado cediéndole el paso al pequeño. Cuando por fin llego a mí y me vio de cerca, me tomó con sus pequeñas y frías manos, me obsequió una sonrisa y exclamó:
  • 36. -¡Jaja! Pequeño amiguito, te dije que aun no.- Mis músculos no reaccionaban más, no podía siquiera pensar claramente. Me quede viendo al pequeño esperando a que dijera algo... pero nunca paso. Me tomó y me puso lejos de todas las personas, se dio la media vuelta, quito la pared como si fuese papel tapiz y se adentro en ella. Al parpadear, seguía en manos de este raro señor, las paredes estaban completas y no había alcantarilla alguna. Cada uno de estos “episodios” era parte de una gran escalera hacia la locura y cada vez que tenía uno, daba paso al siguiente escalón. No entiendo que tenía él que ver en mi vida, es decir, no lo conocí... Francisco no me conoció, yo nunca lo vi,entonces ¿qué hace en mis sueños? La fila parecía no avanzar aún, de hecho, creo que cada vez quedábamos más y más
  • 37. atrás en la fila. El reloj avanzaba lento... MUY lento y yo, como de costumbre ya estaba muriendo de aburrimiento. Miré a mi alrededor... había gente de todos tipos, tamaños, inclusive países. Al fondo del lugar, había unas cajas de metal tan largas como el ancho del lugar, tenían unas cuantas puertas, ventanas y en la parte inferior, unas cuantas ruedas sostenían aquella gran máquina. Se abrieron las puertas y un pequeño hombre salto de ellas. Portaba un traje de gala, zapatos negros muy elegantes, un pequeño sombrero y una sonrisa del tamaño de su cara. Puso sus manos detrás de su espalda y sacó un pequeño cartel con un circulo verde dibujado en él. Entonces, la caja roja detrás de la que estábamos, se quitó del camino. La gente comenzó a correr hacia la máquina con ruedas sin ver a quién pisaban o incluso golpeaban. Se
  • 38. amontonaron cientos de personas en la puerta de la máquina; empujando y gruñendo se hicieron paso al interior de la máquina Y ahí vamos nosotros. Sin ninguna prisa, caminó lentamente y entró a la máquina En el interior, unas cuantas sillas estaban pegadas a los costados y unos tubos estaban adheridos al techo. Gomas de mascar adornaban tristemente ventanas de esa máquina, agujeros en las sillas y basuras en el piso. Conforme la gente iba entrando, iba tomando un lugar y aunque las sillas no fueran suficientes, la gente quedaba parada sujetándose a los tubos del techo. Este señor que me sujetaba, tomó asiento enseguida de una bella muchacha leyendo el periódico y de un señor alto y delgado que estuvo todo el viaje mirando a la gente hacia abajo... casi de reojo pero a fin de cuentas mirándolos... analizando cada pequeño movimiento. De
  • 39. vez en cuando ponía su mano sobre su frente y entrecerraba los ojos. En frente de nosotros un pequeño niño de unos seis años disfrutaba un diminuto pedazo de pan, sin embargo, él no estaba ingiriéndolo solo, estaba compartiéndolo con otros cuantos niños más pequeños... sin compañía alguna aparte de ellos mismos. Del otro lado, una señora regañaba a su hija con todo el volumen que le permitía su voz, mientras que la niña solo añadía unas cuantas lágrimas al frío suelo y almacenaba una mirada en este complejo mundo. Muchas personas de la máquina fijaron sus miradas en aquel triste evento, algunos incluso tiraron todo lo que en sus manos cargaban. Al terminar su regaño, la niña, triste, se sentó en las sillas rotas de la máquina a llorar en silencio; mientras que el niño que llevaba aun en las manos la porción de pan que le
  • 40. había quedado después de repartirla entre los demás niños se acercó a la pequeña y le ofreció su pedazo de pan. -Gracias...- exclamó la niña después de limpiar las lágrimas de sus azules ojos y dar la primer mordida al pan. La madre, cubierta de enojo, corrió hacia su hija y de un manotazo le quito lo que le quedaba de pan, lo tiro al suelo y lo destruyo con la zuela de aquellos costosos zapatos. La tomó del brazo y se la llevo del otro lado del vagón. Sólo se podía ver como la niña se resentía mientras pasaba un pedazo de su bufanda por sus ojos secando las lágrimas. Por el otro lado, el pequeño se sintió tan ofendido que se dio media vuelta y cruzo sus brazos. Sólo podía sentirme mal al respecto mientras miraba cuidadosamente... era la peor guerra de la que había escuchado hablar solo que yo la estaba viendo en vivo.
  • 41. En eso, la máquina se detuvo. Las puertas se abrieron y la gente se acumuló en la puerta al igual que lo había hecho al entrar. Algunos desesperados, algunos enojados y otros cuantos, -como el señor que me sujetaba- esperaron a que toda la gente bajara para salir con calma. Ya fuera de la máquina, tomó unas escaleras había la calle, sacó unas pequeñas piezas de metal y las introdujo en un pequeño carro, abrió su puerta y se metió en el. Una vez dentro, me puso en el asiento de enseguida. El viaje fue corto, me tomó y se bajo del auto. Estábamos enfrente e una hermosa casa, con hermosas flores y colores. Al entrar podía sentir la presión de la actitud de todas las personas ahí viviendo. Por lo que pude ver, había una cómoda sala, con una pequeña chimenea y tenía un retrato encima con la foto del señor que me sostenía. Había
  • 42. un sillón color vino un tanto grande junto a unos periódicos del día. Una mesa de madera fina con un recuadro de cristal le daba vida a la casa. Me puso en la mesa, tomó su periódico y se sentó en la gran silla. Podía ver su cara, que según mi pequeño libro de emociones era de preocupación. Se quitó sus lentes oscuros y se notaban algunas ojeras. Quince minutos aproximadamente pasaron desde que tomó el periódico. En eso, bajo de las escaleras un niño vestido con un pantalón corto color rojo y una camiseta de manga corta con una pelota de plástico en manos. Saltando alegremente se acercó al señor y exclamó: -Papa ¿vamos al parque a jugar unos minutos? Hace mucho que no jugamos juntos...- dijo mientras ofrecía su pequeña pelota al que ahora sabía era su padre. Un profundo suspiro el señor tomó, dobló
  • 43. lentamente el periódico cuatro veces, lo puso sobre la mesa y dijo: -Hijo... creí que ya habíamos hablado sobre esto...- dijo con un tono de decepción y una mirada fría que fácil podía ser distraída, era más bien una mirada nerviosa. Por el otro lado, el niño abrió sus ojos como si acabase de ver un fantasma, sus manos comenzaban a sudar y sus piernas estaban temblando. Agacho la cabeza y se dedico a escuchar... -Papa... es una persona ocupada hijo, tiene documentos que crear, llamadas que atender, personas a quien pagar pues trabajan para papi, entre otras cosas y no tiene tiempo para desperdiciar con un tonto juego con su hijo. Así que, ¿porque no dejas tranquilo a papi y te vas a jugar con tus amiguitos?- dijo desvergonzado, tomó sus gafas y unos segundos antes de ponérselas, vio a su hijo y le dijo con un tono atemorizante... hasta a mí
  • 44. me dio miedo y no iba dirigido a mí. -¿Que esperas hijo? Ándate a jugar con tu pelota. Papa tiene que trabajar. Para mí que esto no era nada normal, pues era obvio que los padres debían atender a sus hijos por más trabajo que tuvieran. Se que el dinero es importante y necesita trabajar para darles de comer a su familia pero su hijo es un humano... tiene sentimientos también. Además, el lo dijo con tanta frialdad... lo dijo tan fuerte que el pequeño no sabía ni como reaccionar. Una lágrima recorrió su pequeña y redonda cara, dejó la pelota caer al suelo y salió por la puerta principal. Pasaron horas y su padre de la ausencia de su hijo no se había dado cuenta siendo que era media noche. El trabajo de este señor no cesaba, documento tras documento, horas de teclear
  • 45. en su computadora y su aparato que siempre llevaba al oído no paraba de sonar. Pero, era su hijo el que estaba en algún lugar afuera y parecía que para el no tenía mucha importancia la localización de su hijo. En eso, alguien entro por la puerta principal. Era una señora con un traje elegante también, con zapatos de tacón alto y un maletín negro. Llegó y puso su maletín en el suelo, sacó unos papeles, una pluma y se puso a escribir. Dieron las cuatro de la mañana y ellos continuaban escribiendo mientras su hijo podría estar en cualquier lugar. En un movimiento mal hecho, la madre accidentalmente pateó la pelota y su mirada cambio súbitamente. No era la misma mirada de estrés, sino una un tanto alegre acompañada de unas dos, tal vez tres lágrimas que en este instante eran de
  • 46. alegría, pero esta mirada en cinco segundos se fue... -Amor... ¿donde está Alex?- exclamó lentamente la madre. -¿Alex? ¿Quien es él?- dijo mientras seguía tecleando y escribiendo en largos papeles. -Alex... Alex es tu hijo, el pequeño de cinco años... ¿lo recuerdas?- dijo bastante enojada. -¡Ah! Si claro, salió a jugar con sus amiguitos- exclamó con gran alegría como si todos sus problemas estuviesen resueltos. -Pero, son las cuatro de la mañana ¡¿DONDE ESTÁ?!- grito al borde del llanto. Tiró todos sus papeles y salió corriendo de la casa mientras que a su esposo seguía sin importarle. Entro asustada pues no había encontrado a su hijo, pero ahí estaba él... en su cuarto... dormido. Probablemente entró por la puerta trasera, o
  • 47. tal vez entró por la ventana pero el punto es que ahí estaba. En el piso de su cuarto había unos cuantos muñecos hechos con cosas que el encontró: El sombrero de papá, los lentes de mama y unos cuantos cojines (por lo que podía ver eran de la sala) le habían dado una tarde de diversión. Ambos padres se sentían terrible por lo hecho y la poca atención que recibía el pequeño y acordaron que el día siguiente lo llevarían al cine, tal vez al parque y cosas de esa naturaleza. Al despertar el pequeño, sus padres lo cargaron hasta el comedor, dónde podría degustar deliciosos platillos. Todos se sentaron en familia a comer el desayuno y parecía que ahora todos estaban felices. En eso, el pequeño rompió el silencio con simples palabras que tuvieron gran impacto
  • 48. en los padres: -Mami, papi... yo se que son personas ocupadas y tienen cosas que hacer, no se preocupen por mí.- Dijo sonriendo. Sus padres al escuchar esto sonrieron y abrazaron al pequeño. Era una escena tan linda la que yo estaba viendo, cuando un canino enorme y gordo se acercó a toda velocidad a mí. Me tomó con su hocico y me llevó al patio trasero. Había un gran árbol y debajo de éste una linda casita. El perro entro en ésta y me puso junto a otros cuantos platos y vasos, cartones y papeles entre otras cosas que desconocía, que pudo haber encontrado por ahí. Entre la saliva, la oscuridad y todas las cosas que había ahí, estaba casi ciego; sólo podía escuchar al perro ladrar cuando pasaba el camión de la basura por las mañanas y en las noches cuando los gatos saltaban de techo en techo.
  • 49. Algunas mañanas también podía escuchar las risas del pequeño Alex fuera de la casa del perro. Cada día la basura aumentaba en esa diminuta casa, pero ¿porque la juntaba? Paso el tiempo y la casita todas las mañanas era vaciada en bolsas negras, y yo... yo siempre quedaba en la casita por culpa de una goma de mascar que logro adherirme al fondo de la misma. Huesos, croquetas, hojas de arboles e insectos llegaban a la casa todos los días Diferente tamaños, colores, olores y aveces hasta sabores... no quiero hablar de eso. Hasta que un día, Alex entro a la casita del canino riéndose y... me vio. Me tomó rápidamente, me acercó a su cara y... todo desapareció Todo se veía borroso, la casa se caía en pedacitos, el pasto se marchitaba a gran velocidad, los ruidos de la ciudad y las aves del árbol cesaron hasta que por fin, todo, completamente todo
  • 50. desapareció. De nuevo, y como yo ya lo esperaba, ahí estaba él. Sinceramente me comenzaba a cansar de estos sueños con ilusiones pero sin realidades. Además, nunca me quedaba muy claro el propósito de estos sueños, es decir, según lo que había notado se detenía el tiempo, aparecía este niño y me decía que aún no... no tiene ningún sentido. En fin, misma historia, pero ahora el niño no estaba conmigo, sino viéndome desde una pequeña ventana. Voltee a mis lados y me encontraba en un edificio de aproximadamente unos veinte pisos de alto. Alrededor todo estaba destruido, pero, al asomarme por la ventana, abajo en el piso todo estaba peor. Había una gran ranura en el piso que dividía todo lo que yo podía ver en dos. Había humo de varios colores por todo el lugar, sin embargo, no había persona alguna ... al menos no viva. Todo se veía tan
  • 51. triste y caótico En ese momento, solo deseaba despertar. Voltee a ver al pequeño que constantemente formaba parte e invadía mis sueños y... ya no estaba. En eso, el edificio en el que el estaba comenzó a desvanecerse piso por piso comenzando por la primera planta. Cuando pude ver ¡aja! ahí estaba el niño y puesto a la desesperación y tristeza que me ocasionaban estos episodios le grité con todas mis fuerzas lo siguiente: -¡Hey! Por favor, acaba con estos sueños tan deprimentes, desearía soñar cosas hermosas como se supone que sea ¡¿PORQUE NO ME DEJAS SOÑAR?!.- -¡¿TE DIGO CUANDO?!- Me gritó de forma burlesca en respuesta a mi petición, a lo que yo respondí dominado por la ira. -¡SI! DIME, TE ESCUCHO...- -¡CUANDO DEJES DE IMAGINARME, AMIGO!-
  • 52. me respondió No me lo podía creer, ¿cómo que yo lo imaginaba? ¿o sea que mi imaginación me salvó la vida en aquel subterráneo? Entonces pensé, esta es mi imaginación, yo controlo esto... así que imaginé que tenía piernas, brazos y manos. Me pare en la esquina del cuarto, tomé un profundo suspiro y salí corriendo hacia la ventana, salté sobre los viejos escritorios que ahí había y me disparé contra la ventana. Conforme caía, gritos y gritos se escuchaban cada vez más fuerte; todo lo que quedaba detrás de mí se derrumbaba poco a poco y cuando llegué al piso... abrí los ojos y Alex aún me tenía en manos. Complicado... ¿no? Lo sé, pero al parecer no puedo hacer nada al respecto. En fin, al mirarme, Alex dejó salir una pequeña e inocente risa, me despego la goma de mascar y me colocó lentamente en la barda
  • 53. de su casa y se fue corriendo. Y bien... ahí estaba yo, un vaso de cartoncillo en una alta barda de concreto sólido. Pero ahora el saber de que tenía el poder de controlar mis sueños no me dejaba dormir, tantas cosas que podría hacer. Es decir, era un mundo en el que yo era el rey y, mis deseos eran órdenes. Podría cambiar de escenario de un lindo bosque a una soleada playa. Eran infinitas las opciones y combinaciones de colores, olores. La noche se me fue sonriendo, pensando en ese maravillo lugar, pero todo terminó cuando me cayó en cuenta 'si yo me imaginaba todo lo de mis sueños, ¿por qué me imaginaba caos y desastre?' Esta pregunta me envolvió en un frío aire y malos pensamientos que en ese momento parecían la respuesta. Desde la barda nada interesante se podía hacer, de hecho, no podía apreciar olores,
  • 54. caras, sentimientos, expresiones, colores, palabras... ¡nada! Todo era extremadamente monótono, era un día interminable a diario, tanto así que podía escribir detalladamente todo lo que pasaba cada día. 9:00 am, un señor gordo entra a la tienda de enfrente, tarda alrededor de dos minutos con treinta o treinta y cinco segundos solo los días que aún no terminaba de despertar. Salía de la tienda con un café en manos, una caja de cigarrillos y el periódico. Tomaba tres tragos de café cada minuto. Se lo terminaba aproximadamente a las 9:07 am Se sentaba en la esquina derecha de la segunda banca del parque a leer su periódico. Tardaba alrededor de diez minutos en terminarlo. Después una muchacha de preparatoria pasaba con su hermanita de unos nueve años. Cruzaban la calle por la acera izquierda
  • 55. y todos los días revisaba su mochila y sacaba su almuerzo (el de su hermanita) para asegurarse de que lo trajese completo. Peinaba su cabello color negro azabache seis veces y tiraba una goma de mascar enfrente del segundo bote de basura. Abrochaba las agujetas de su hermana después de haber dado siete pasos desde el punto del chicle. A las 10:00 am pasaba un autobús de pasajeros color gris con algunas franjas rojas. De éste se bajaba siempre una señora de alta edad, tenía alrededor de sesenta y cinco años. Su cabello café y corto siempre cubría con un gorro rosa. Unas cuantas perlas su arrugado cuello adornaban. Un pequeño perro todo el espacio de su bolsa ocupaba y siempre que bajaba del camión exclamaba: -¡Gracias por el viaje guapo!- El señor solo sonreía unos cuantos segundos,
  • 56. jalaba la punta de su gorra en manera de agradecimiento. Al cerrar las puertas del camión, una nube negra era lo único que quedaba detrás; media hora después pasaba el mismo camión pero esta vez gente no había dentro, sólo el conductor. Tres jóvenes rondaban el parque a eso de las 11:45 am, daban seis vueltas caminando mientras comían unas papas fritas. Como en la cuarta vuelta, la bolsa de frituras se “caía” accidentalmente y siempre era causa de gracia para los tres muchachos. Dependiendo del clima, el aire eventualmente se llevaba la bolsa de frituras lejos del parque, a veces quedaba encima, en la capa de algunos árboles de la zona. Minutos después, un carro rojo, pequeño y tal vez un poco viejo pasaba por la calle. En él, un señor corto de estatura pasaba la calle
  • 57. con su brazo saliendo por la ventanilla del auto. En su mano llevaba un cigarrillo que dejaba caer en el calle variando en el lugar. Detrás de el un perro raza labrador corría alegremente persiguiendo el automóvil. De 3:00 pm a 4:00 pm personas diferentes recorrían la acera. Cada uno a su diferente velocidad, diferentes humos y color de ropa. Pero algo que los distinguía es que algunos pasaban abriendo camino entre la multitud como si nadie estuviese ahí mientras que otros esperaban pacientes a que el camino se desocupara. De 4:00 pm a 8:00 pm un niño salía siempre a jugar con su pelota. Se colocaba frente a la pared y lanzaba su amarilla y redonda pelota contra ella. Cuando ésta rebotaba, salía un niño de atrás de la pared y lo perseguía hasta que finalmente lo atrapaba... era genial ver que alguien sí se divertía.
  • 58. De 8:50 pm a 11:00 pm la verdad todo estaba muy tranquilo, las tiendas comenzaban a cerrar, las casas apagaban sus luces y cerraban sus ventanas. A esta hora los carros disminuían poco a poco y finalmente cesaban a las 4:00 am para comenzar de nuevo una hora después. Yo llevaba ya diez días, veinte horas con treinta y dos minutos en esta barda (si se está aburrido uno tiende a contar cada minuto esperando a que el tiempo pase más rápido y así saber a que hora pasó algo interesante). ¡Ah! Como el día cinco a las 3:02 pm... un gato uso la acera contraria a la que solía usar a diario. Se que no es interesante pero ya había visto lo mismo durante diez días, monótono y aburrido. Ya de noche, mis ojos no podían mantenerse abiertos pero yo seguía esperando a que algo interesante pasara, hasta que vi una silueta
  • 59. familiar acercase a mí (raro siendo que eran las 11:03 pm de la noche). Pero creo que hubiese preferido que se quedara lejos de mí. Era él... pero al menos era mi oportunidad perfecta para probar mi teoría de que yo pudiese controlar mi sueños. -¡Cariño, la cena esta servida!- Esas fueron las primeras palabras que escuche. Abrí los ojos y estaba en un gran cuarto en el que había una cama matrimonial, un espejo, un pequeño ropero y una mesa de madera. Arriba de la cama, en la pared, colgaba una foto mía y de lo que parecía ser mi esposa e hijos. Al bajar, cuatro pequeños estaban sentados en el comedor. Fue una noche fantástica. Al terminar la cena, fuimos a la sala a jugar unos cuantos juegos de mesa acompañados de risas y unos cuantos helados. No recordaba que mi felicidad durase tanto
  • 60. desde que fui creado. Lástima que así mismo sabía que era tan solo un sueño más, que no era eterno y mucho menos real. Pero bueno, habría de disfrutarlo lo más posible hasta que mi mente decidiera que era hora de despertar y volver a mi monótona vida. La casa en la que estaba era humilde pero linda. Una chimenea acobijaba el sofá con su cálido aliento. Conté siete focos que iluminaban la bella casa además de fotos y más fotos que adornaban las coloridas paredes. Un pequeño cachorro llenaba de sonrisas a mis hijos y a todos los presentes. Pero como lo esperaba era uno de esos sueños en los que en la mejor parte despiertas. Abrí los ojos un poco enojado, pues era el mejor sueño que había vivido en un largo tiempo y me llevé la sorpresa de que ya no estaba en la barda, sino en el hocico de un
  • 61. felino. Un gato doméstico para ser exactos. Claro estaba que no había manera en la que yo pudiera salir de esa situación por mi cuenta así que preferí esperar a ver a donde me llevaba. De primero su hocico no olía precisamente a rosas, más bien como que estuvo hurgando en la basura. Llegamos a un callejón oscuro después de minutos de correr, saltar y más correr en el hocico de un gato. Me colocó sobre otras cajas de cartón y bolsas de plástico, saltó dentro de uno de los basureros y se dedicó a buscar comida. Después de algunos minutos logró conseguir un pedazo de carne fría, el corazón de una manzana, el esqueleto de un pescado, la pierna de un pollo con todo y salsa y un envase de pudín de chocolate. Mientras el se comía todos esos desechos de la basura yo observaba donde estaba e
  • 62. intentaba orientarme. Eran las siete de la mañana, el sol sale por el este, entonces el norte debe estar... a quien engaño... aún si supiera a donde ir no hay manera posible en este mundo de ni siquiera pensar en que un vaso común y corriente como yo pudiera salir de ahí sin ayuda, así que me resigné a esperar a que el gato hiciera su buena obra del día y me dejara ir. Pasó un día y cada vez que el gato salía a buscar comida se escuchaban sus tristes llantos. A muchas personas no le agradaban los gatos pero él estaba intentando sobrevivir. No le estaba haciendo daño a nadie pero a la gente parecía no importarle que estaba hambriento, lo veían simplemente como si fuese una repugnante plaga. Todos los días un señor llegaba al callejón a hacerle compañía a el gato. Le daba comida, lo acariciaba e incluso aveces se sentaba con el
  • 63. en el basurero. Cada día le llevaba un pequeño trapo de diferente color cada uno. Al cabo de una semana había formado una pequeña casita formada con cajas, trapos, botellas unos cuantos cojines de seda que había encontrado en el basurero la semana pasada junto a unas pequeñas sillas de colores, según este señor le contó al peludo felino. Tras algunos días de arduo trabajo la casa de ese gato era un completo palacio hecho e cosas que nadie más quería, pero este señor las reparó hasta formar su castillo. Al tiempo los demás gatos comenzaron a ir a esa maravillosa “casa” y a todos este señor un acogedor hogar les creaba. Ese callejón paso de ser tenebroso y oscuro a ser el perfecto residencial para gatos pero parecía que a la gente le desagradaba la idea.
  • 64. Al lado del callejón estaba una vieja carnicería. Sus paredes alguna vez fueron completamente blancas, con algunas letras y dibujos pero eso quedo en el pasado. La gente rayaba esas paredes como si fueran papel sustituyendo la pluma por pinturas en aerosol. Mientras que a tan solo tres casas de ahí vivía el que parecía ser el dueño de la tienda. Día tras día entraba a su tienda, la limpiaba un poco, ponía música de los años veinte, se sentaba en una silla mecedora y procedía a esperar algún cliente. Lastima que estos rumbos no eran precisamente los más visitados, de hecho eran algo peligrosos. La gente que vivía aquí no esta acostumbrada a visitas, por lo tanto no conocían a nadie que no viviese ahí, era... era como su propio mundo y cuando venía alguien de afuera no eran exactamente bienvenidos. En fin, volviendo al tema, nunca vi a nadie
  • 65. entrar a esa vieja tienda (además del dueño, claro esta) y esto cada vez más depresión le causaba al dueño. Entraba con una radiante sonrisa y salía con una cara larga y con un gran peso de decepción que causaba ver como día a día su negocio decaía. Cada vez que salía y dejaba la basura que se generaba en su negocio enfrente de la tienda para que por la mañana el camión de la basura se lo llevase, veía el vecindario de gatos o “la mansión felina” como le había puesto el creador y se llenaba de ira. Varias veces destruyo la mansión felina pero este señor encontraba apasionante el hecho de construir cosas con basura así que parecía no importarle mucho. Hasta que un día el carnicero se hartó de tener que escuchar a todos esos gatos mientras esperaba clientes, así que se sentó en el callejón y espero ansioso al creador de sus pesadillas.
  • 66. A media noche, el señor apareció como de costumbre. -¡Hey! Gatitos, gatitos ¡Gatitos!- exclamó el señor después de una sana risa -¿Con que son tus mascotas?- dijo el carnicero mientras salía de las sombras. -¡Claro! Ellos requieren de mis cuidados, necesitan comida, agua, amor y sobre todo compa...- Antes de terminar su oración sobre los cuidados de un gatito, el cruel carnicero interrumpió repentinamente con su grave voz. -Mira muchacho, a mí no me interesa en lo absoluto todo lo que necesiten tus pulgosos gatos, solo quiero que te los lleves, que los saques de aquí. Si escucho el maullido de alguno de tus gatos de nuevo ¡creo que me volveré loco!- Dijo mientras jalaba de su cabello. -Lo siento señor... pero no tengo a donde
  • 67. llevarlos...- dijo el pobre señor. -¿Y tu casa?- Dijo muy molesto el carnicero a lo que el señor contesto algo que me partió el corazón en cuatro. -Yo.. yo no tengo casa... ellos son todo lo que tengo.- Dijo mientras abrazaba a cada uno de los gatos. -¿Y porque debería importarme?- Respondió de la manera más grosera y maniática que existe. -Bueno, si, ¿y si tu fueras uno de ellos y no tuvieras hogar? ¿y si cada día tuvieras que arriesgarte en un millón de maneras diferentes para poder conseguir algo de comida para ti y todos esos que viven contigo? ¿y para terminar el día con una sonrisa en la cara llegara un carnicero y te sacara de lo que parece ser tu único hogar? ¡¿SERIA DIVERTIDO?!- Mientras el carnicero no sabía como
  • 68. reaccionar, tomó la mansión con todo y sus gatos en ella, la subió a varios carritos de supermercado, la ató con una soga, acomodó su sombrero y antes de retirarse añadió: -¿Huh? Suena lindo ¿verdad? Creo que mis gatos ya sufren demasiado como para que llegue alguien a decirles que salgan de su único hogar y llamarlos pulgosos. Así que con su permiso señor, Bob, sus servidor se retira con sus amados gatos a buscar un lugar donde la gente tenga espacio para nosotros...- El carnicero no sabía ni que hacer; literalmente, se quedó de rodillas con la boca abierta, pero después de todo, supongo que obtuvo lo que quería; tal vez un poco dramático y no de la mejor manera, pero lo logró. -Bien, ahora ¿que se supone que hiciera? Se llevaron mi compañía, me he quedado
  • 69. completamente solo en plena oscuridad... he estado peor, creo que mejor intentaré dormir.- Me repetía a mí mismo una y otra vez, esperando que en una de esas, cayera profundamente dormido y no supiera nada más de ese terrible y aburrido día. Tal vez al despertar todo sea mejor, después de todo, será un nuevo día... Por más que lo intentara no lograría dormir. ¿Que será de mí al amanecer? ¿cuanto tiempo me queda?...¿quien soy?. Esas preguntas bastaron para mantenerme despierto toda la noche. Es decir, soy solo un vaso de café, ¿porque nadie me tiró a la basura? Me hubiese evitado tantas cosas extrañas que me han pasado, tal vez ni si quiera debí salir de la fabrica... 7:00 am y no dormí ni dos minutos, pensar en los otros caminos de mi vida que pudiese haber seguido y saber a donde van me
  • 70. intrigaba cada vez más. ¿Que tal si en lugar de ser un ridículo vaso desechable, hubiese sido un ridículo plato? Cuando me dí cuenta, habían pasado tres horas ya y yo creía que habían sido tan solo diez minutos. En vista de que el tiempo se me estaba yendo demasiado rápido, decidí aprovecharlo en algo productivo. En lugar de solo desperdiciarlo en pensar lo que pude o no haber sido, creo que había otros temas que pensar con más prioridad... ¿qué sé? como por ejemplo: ¿cómo saldré de aquí? Así que comencé a observar a mis alrededores en busca de factores que pudiesen ayudarme a llevar a cabo mi maravilloso escape. Debía estudiar los patrones de movimiento de cada minúscula cosa que se moviera a mis alrededores. Tras estudiarlo por algunos días, pude notar que
  • 71. todas mañanas aproximadamente a las cinco en punto de la mañana un señor entra al callejón y junta las bolsas de basura que hay ahí. Esas bolsas parecían ser mi boleto de salida, pero no había contemplado un minúsculo detalle...¿cómo se supone que llegara ahí si no puedo caminar?... La sonrisa que había tardado muchos días de intenso pensamiento en construir se borró inmediatamente con esa última insignificante pregunta y entendí que no podría salir de ahí hasta que alguien decidiera sacarme. Media hora después, como lo había planeado, el señor que recogía la basura me vio, me tomó con ambas manos y me lanzó al camión de basura donde pase por unas largas cuchillas que afortunadamente no me cortaron. Supongo que porque soy demasiado pequeño. En fin, ahí había de todo en grandes cantidades. Algunas
  • 72. cáscaras de plátano y unos cuantos corazones de manzana adornaban los tristes pedazos que quedaban de una vieja bicicleta. Unos cuantos pedazos de electrónicos como televisores, computadoras, grabadoras entre otros cuantos rellenaban el viejo camión Cada que el camión paraba, la comida de ayer volaba desde el exterior al interior del camión a formar parte de esa gran pasta de basura picada. Tras un par de paradas ya había quedado en el fondo del camión, aplastado por un carrito infantil de esos que funcionan a base de baterías, de color rosa, adornado con algunas pequeñas flores, o al menos eso parecían los pequeños restos que había sobre mí y podía alcanzar a ver. A mi lado cuarenta y cinco prendas logre contar. Entre ellas treinta y dos eran blancas, ocho eran negras y cinco de colores
  • 73. diferentes como el naranja pico de pato o verde primavera. Cincuenta y seis bolsas de tela entraron al camión (las conté antes de que las hicieran picadillo) Desde el interior del camión podía escuchar como la gente se gritaba entre si majaderías y siempre incluían las palabras “fíjate por dónde vas”. También podía escuchar muchos rechinidos de las llantas de los autos como cuando frenan bruscamente y se derrapan. -*¡BANG!* ¡apúrate!- una y otra vez sonaba la corneta de los automóviles en coro, ya hasta parecía música Siempre seguían un patrón de tristes sonidos y palabras groseras entre conductores... en eso me distraje completamente, pues el camión había parado de la nada y se escuchaba como se abrían las puertas del piloto y el copiloto... escuchaba sus pisadas fuertes acercarse hacia mí y una que otra risa malvada.
  • 74. -¿Aquí está bien? ¿no es muy obvio?- exclamó uno de ellos. -Cállate y ayúdame a tirar esta basura antes de que alguien más nos vea...¿que esperas? ¿acaso no escuchaste? ¡ayúdame!- contesto el otro señor. Esto no sonaba nada bien. Después de esa pequeña discusión las puertas del camión se comenzaron a abrir, o al menos eso podía escuchar. Y en eso empecé a caer lentamente Creí que era mi fin, pero al fin y al cabo yo ya me había resignado a que en este mundo solo servía como recipiente, simple y desechable. Conforme iba cayendo, mi vida pasaba por enfrente de mí... tres segundos fueron el resumen de todo lo que alcance a vivir, pero en eso caía en uno de los pedazos del carrito que me aplastaba. -Bien, no fue tan difícil...- decía uno de los
  • 75. hombres mientras subía de nuevo al camión Pero ¿me estaba moviendo o los árboles estaban caminando? Porque definitivamente ese árbol no estaba ahí hace unos segundos... Pase varias horas de ese día pensando en eso hasta que algo me dijo la razón por la que no sabía la respuesta. Era porque no había usado bien mis sentidos, miré hacia a mis lados y estaba en lo que parecía ser, o lo que alguna vez fue un río, porque más bien parecía ser un basurero de agua. Era impactante ver ésto, el agua había perdido si armonioso color azul para ser remplazado por un horrendo café. Este río en lugar de eso parecía más bien un plato de estofado gigante, pero en lugar de verduras y carne la basura sazonaba el agua. Los pocos peces que había estaban más que muertos. Pude ver a lo largo de mi viaje
  • 76. como un pequeño oso y su madre venían a tomar agua del río pero, tomaron dos o tres tragos y ambos cayeron al mismo tiempo al frío suelo del bosque que rodeaba la ciudad. El agua recorría el panorama lentamente y pude ver como estos hermosos osos sufrían después de haber bebido del agua del río... supongo que esto era algo parecido a cuando la “tierra” mato a unas cuantas aves solo por el hecho de haber inhalado el aire. Es decir, un ser vivo necesita alimentos, agua y aire, según lo que escuche y si tomar agua los mata sin piedad, y respirar el aire los mata periódicamente ¿Qué iba a ser de todos esos seres que dependen de esto? ¡Sí!, incluyendo humanos. Tal vez no se den cuenta pero a largo plazo podría perjudicar su salud tal y como lo hizo en los osos. Al fondo en el bosque, podía ver dos o tres señores. Cada uno tenía una camiseta de
  • 77. cuadros roja y un oberol color piel. Unos zapatos negros parecidos a unas botas y unos calcetines bastante graciosos. Atrás de ellos había un camión de carga con docenas de troncos de madera, unas cuantas hachas en ella y dos o tres trapos desgastados. Se podía escuchar como golpeaban una y otra vez esas horrendas hachas a los pobres arboles hasta derribarlos. Una vez en el suelo le quitaban las hojas y las raíces, las dejaban tiradas en el bosque, tomaban el puro tronco y los ponían en los camiones. El proceso anterior cientos de veces fue repetido. Conforme iba avanzando el río podía ver todo lo que habían hecho antes de llegar a donde estaban. El bosque no tenía más árboles solo uno o dos habían sobrevivido a esa oleada de destrucción. En los árboles que quedaban, los animales se
  • 78. peleaban por vivir en los pocos hogares que habían ahí. En sus caras podía ver la desesperación de que la comida comenzaba a escasear pues muchos de los ahí presentes se alimentaban de frutos o raíces Ya era demasiado triste ver eso, cuando llego un camión (excavadora) junto a otros carros de construcción al bosque. Yo pensé que solo iban a pasar por ahí, estaba mal pero no tanto como lo que iban a hacer... Cada minuto llegaban más y más camiones iguales a la escena. Llegaron unos más pequeños y empezaron a tirar una mezcla gris, como una pasta con unas cuantas piedras en ella. Detrás de ellos llegaron unos carros que tenían en su techo cientos de varillas. En tan solo una hora habían construido la estructura de lo que parecía ser un supermercado. Pasó de ser un hermoso bosque a uno de millones de supermercados
  • 79. que existen Alrededor de todo el avanzado mundo. ¿Porque deberían destruir algo tan lindo... solo para cumplir un capricho comercial? Miles de personas estaban trabajando en esa terrible estructura mientras yo solo podía ver desde lejos. El río pasaba estremadamente lento, en tan solo tres horas seguía viendo al osito y la madre... supongo que tanta basura no dejaba que el agua fluyera bien. El aroma de la pasta gris de la que estaba hecha la estructura se podía oler desde kilómetros atrás. Era muy fuerte el olor, tanto que me comenzaba a doler la cabeza. Pero a lo lejos... ¿era él? Poco a poco se acercaba hacia mí. Desde lejos se podía notar que iba hacia mí... sus ojos en mí estaban clavados. Una vez que estaba cerca pude comprobar que en efecto, era él... el hijo de Francisco
  • 80. que continuaba saliendo en mis sueños. Y ni siquiera sé su nombre, creo que sería hora de averiguarlo. -Este... se que nos hemos visto muchas veces pero... ¿cómo te llamas?- dije con un poco de vergüenza pues creo que es lo primero que debí decir, aunque no me culpo... supongo que cualquiera hubiese hecho lo mismo. -Mi nombre es algo raro y preferiría mantenerlo en secreto pero puedes llamarme como gustes.- dijo mientras sonreía alegremente. No es la respuesta que esperaba pero bueno, al menos se que le puedo decir de cualquier manera sin que se moleste... -Esta bien niño, ¿donde estamos?- pregunté asustado al ver que estábamos suspendidos en el aire. -¿Ahora mismo? A punto de caer, pero
  • 81. primero quiero que sepas como se ven las calles de la ciudad.- dijo mientras bajaba un poco su mirada, se veía desesperado. Al llegar a las calles, era como si fuésemos invisibles, al parecer nadie notaba nuestra presencia. Es decir en mí es normal pero creo que las personas reaccionarían distinto si vieran a un niño flotar. Podía ver las calles llenas de vasos, botellas, bolsas, papeles y otras cosas adornando la calle. Pero algo me llamaba la atención en especifico... la mirada de la gente. Gente de todas las edades portaban esa peculiar cara que tanto me llamaba la atención. Fijé mi vista en la basura de la calle y podía ver que permanencía ahí... simplemente nadie tenía la voluntad de levantarla. Voltee a ver la cara de las personas y era una combinación entre felicidad y “no lo vi” o “no es mio”. Algunas tenían una cara de “como si me importase...”
  • 82. Ignoraban por completo el hecho de que día a día se agregaba una capa de basura a las calles por las que caminaban. Esa escena era triste... como dicen por ahí: estaban cavando su propia tumba. Si sabían que estaba contaminando todo lo que necesitan para vivir, ¿porque seguir contaminando? Algún día el planeta cederá y no será habitado de nuevo, ¿que pasará con la gente? Después de algunas horas de observar la ciudad, trataba y trataba de comprender lo que estaba pasando, sin embargo no había nada que entender... estaban cometiendo un error que pronto lamentarían. Decidí bajar e intentar caminar un poco ya que era mi sueño y podía controlarlo ¿NO? Así que bajé a la calle y caminé unos minutos mientras observaba la reacción de la gente. Cerré los ojos y cuando los abrí el tiempo se había detenido, nadie estaba hablando ni
  • 83. mucho menos caminando. El silencio era abrumados, un tanto siniestro y a la vez algo triste pero por fin paz, algo que en este mundo se escucha pocas veces. Camine por las calles sin pensar a donde me llevaría pero al ver a mi frente vi mi camino entre la gente... me dirigía a un hospital. Me asomé por la ventana y vaya sorpresa que me llevé; sentía que una lágrima brotaría en cualquier momento, mi corazón (por así llamarlo) se aceleraba rápidamente. Por la ventana pude ver a John sentado en una silla volteando a ver una camilla. Entré por la ventana y pude ver a Francisco postrado en la cama, el electrocardiograma así se había detenido y John estaba al borde del llanto. En eso, una ráfaga de viento entró por la puerta y me tiró de la ventana, estaba paralizado... tanto que no alcance a reaccionar. Era una caída lenta y parecía que tendría un final desastroso,
  • 84. Cuando estaba a punto de caer y estrellarme contra el frío piso... este se empezó a desmoronar. Al caer era como un gran túnel de tierra, una que otra raíz salía formando un complicado lugar. Mientras caía no podía sacarme la imagen de Francisco postrado en una camilla del hospital de mi débil y común mente. Al caer abrí los ojos y estaba de nuevo en aquel sucio río. Estaba tan impactado por lo del hospital que cuando me dí cuenta había llegado a una orilla, que curiosamente iba a dar a la ciudad de nuevo. En este punto parecía no importarme en lo absoluto lo que me pasaría, si un perro me lamía o un pájaro me picoteaba en busca de algún gusano ya no importaría. Solo estaba esperando el momento en que alguien me tirara de una buena vez. En eso, una imagen iluminó la escena de gente como seres irresponsables.
  • 85. Una pequeña niña a lo lejos estaba recogiendo vasos, botellas, platos y cosas de esa naturaleza para después meterlos en una bolsa negra. Ella portaba un hermoso vestido azul con unos cuantos puntos blancos, botones y un listón en la cintura. Por como veía diría que tenía entre cinco y seis años. Era lindo ver que alguien hacía ésto. En eso, lo que espere miles de minutos paso. Corría hacia mí mientras reía sanamente girando sus pequeños brazos. No dudé ni un segundo en mirar mi libro de gestos y sentimientos... esa cara nunca la había visto desde que estuve en esta ciudad... era como alegre. Sus mejillas se sonrojaban constantemente. Me tomó con ambas manos y me puso en la bolsa. Solo podía sentir como corría y podía solamente su linda risa escuchar. -¡JAJA, Eli! ¿que traes ahí pequeña?- exclamó una voz adulta... sonaba como si fuera su
  • 86. familiar. -¡Hola mami! Son solo cositas que me encontré por ahí... jijiji- Dijo la pequeña que al parecer se llamaba Eli. Entramos a la casa, me puso en el suelo junto a la demás basura y se sentó a comer. 10:00 am seguíamos en la sala hasta que alguien nos tomó. Se abrieron unas puertas... sonido inconfundible. Segundos después se escucharon varios ladridos, le calculo que ahí había mínimo cinco perros. Nos puso en una parte un poco elevada del nivel de suelo, tal vez era una lavadora o algo así. Permanecimos ahí quietecitos, horas en las que los perros no dejaban de ladrar. Creo que estaban entrenados para ladrar a coro, era una melodía alterante. -Mami...- se escucho dentro de la casa, era Eli. -Mande pequeña.- respondió alegremente su
  • 87. madre. -¿Dónde has puesto la bolsa negra que estaba en la sala? -pregunto Eli. -Están sobre la secadora nena- Le dijo la mamá mientras se alejaba un poco. Podía escuchar como se acercaban los pequeños pero rápidos pasos de Eli. Nos tomó con sus pequeñas manitas y , se dirigió al bote de basura, nos abrió y exclamó. -A ver si hay algo lindo por aquí...- Mientras nos iba vaciando en el bote de basura, se fijaba en todo lo que caía hasta que me vió. En ese momento bajó la bolsa negra y la puso en el piso del patio. Me miró, me agarró con ambas manos y me separó del resto. Minutos después la bolsa había acabado en la basura a excepción de mí y otros dos vasos. También había unos cuantos popotes, dos o tres servilletas y unas cuantas placas de plástico. Se escuchó la puerta y su
  • 88. risa mezcladas segundos después. Llegamos a unas grandes escaleras con un lindo barandal de metal para sujetarse al subir o bajar. Caminó poco atrás de las escaleras y respiró profundo, se lanzó a toda velocidad a las escaleras y las subió saltando escalón por escalón. -Uno, noventa y ocho, veinticuatro, treinta y seis...- contaba la pequeña a medida que subía. Tarareaba canción tras canción. Eran hermosas canciones... mejores que todo lo que había escuchado desde la fábrica juntos. Al llegar a la planta alta pude notar como el pasillo se ramificaba en dos complicados caminos. El de la derecha parecía de una princesa, el tapiz rosado le daba un toque elegante y la alfombra roja parecía crecer de la imaginación de Eli. Por el otro lado el camino era un poco más serio. En lugar de un tapiz rosado y alegre, las paredes estaba
  • 89. tapizadas con muchas fotos distintas pero en todas salían sólo dos personas. Un hombre alto y de buen aspecto acompañado de una linda dama. Mientras el sujeto de ese divertido corredor era un lindo diseño de mosaicos azules y verdes ... un poco alocado. En fin, Eli tomó el camino rosa, coloco una pequeña corona dorada de plástico sobre su cabeza y se puso unas zapatillas plateadas, también de plástico en sus pequeños pies mientras recorría el pasillo con gran estilo. Al terminar el pasillo, nos encontrábamos en un cuarto que parecía habían sacado de un cuento de hadas. Todo era de color rosa... literal. Había una linda cama con una linda cobija rosa con unos cuantos adornos color rosa y otros cuantos color rosa más claro. No puso en el suelo, que por cierto estaba alfombrado en su totalidad (de color rosa) y se sentó junto a nosotros con una pequeña
  • 90. caja de zapatos. Al abrirla, en su interior había tijeras, cinta, marcadores, pegamento, diamantina y otras cosas del estilo. A partir de ahí no recuerdo nada más por el momento. Lo ultimo que vi fueron sus manitas con un marcador negro acercarse a mí simple personas. D... después de eso todo esta borroso. Esta vez no vi al pequeño niño a la hora de soñar... solo me veía a mí corriendo dentro de una masa de caos. Decidí cortar ese sueño lo más antes posible pues creo que el final había marcado mi vida permanentemente. Nada que comience así podía terminar feliz. Pero por más que lo intentaba el sueño seguía. En el fondo, una voz me llamaba... decía mi nombre una y otra vez en un tono de desesperación... como pidiendo ayuda mientras yo sólo podía pensar en correr. Cada vez menos personas corrían en las calles. Cada minuto que
  • 91. pasaba desaparecía alguien. Cuando todos habían desaparecido (menos yo) los automóviles, edificios, botes de basura e incluso algunos juegos de los solitarios parques comenzaban a desvanecerse. Cuanto pude ver... no había nada más. Una maniaca risa inundaba el lugar a medida que se hacía cada vez más y más fuerte yo me asustaba más... -JA...JA...JA...JA- se escuchaba una y otra vez. El sonido me tenía más que harto. Cuando dejó de tener ese tono de risa y empezó a reemplazarlo por un sonido como un grito... Pasaron minutos de llantos y gritos en el lugar... era triste no saber de donde o porque mencionaba mi nombre con tanta frecuencia. -Uhm... creo que están listos.- De la nada aquella macabra voz cambio por la de Eli. Abrí mis ojos y me estaba viendo
  • 92. fijamente. Nos tomó a todos y nos puso frente a un espejo para ver algo que no me esperaba. Eli me había restaurado completamente... el río, la fábrica, el perro, el gato y todo eso me había dejado bastante maltratado pero ahora estaba completamente nuevo. Y por si fuera poco, Eli me había puesto brazos y piernas hechos de popotes y pedacitos de plastilina. También había pegado en la parte inferior de mí, un par de ojos y había dibujado una linda sonrisa... cosa que nunca pensé tener. Literal... mi sueño hecho realidad. Al ver a mis costados, otros dos vasos también tenían brazos, pies y caras. Detrás de nosotros había una pequeña casita hecha con una caja de cartón. Ya eramos sus juguetes. Horas pasaron y nosotros solo nos dejábamos manipular para que ella inventara miles de historias. En varias yo era un super
  • 93. héroe... salvaba al mundo al lado de mi familia... Todo era risa tras risa, nunca me había sentido útil pero esto estaba a punto de cambiar por completo... Las risas de Eli se interrumpieron por los gritos desesperados de su madre, le indicaba que tomara su mochila y que bajara lo más rápido posible. También le dijo que se pusiera ropa muy gruesa pero que bajara pronto... Eli nos tomó y nos metió en su mochila. Se puso una chamarra, una gorra, botas de hule y bajo a la estancia donde se encontraban sus padres. Esto estaba mal, yo lo podía detectar pero Eli era demasiado inocente para notarlo. Su madre corrió hacia Eli y disfrazando el problema que desconocía le dijo. -Eli vamos a jugar un divertido juego, pero tienes que seguir mis instrucciones
  • 94. cuidadosamente ¿va?- Dijo su madre con la sonrisa más fingida que había visto, pero su estrategia le había funcionado para engañar a la pequeña Eli... no a mí. -Ok mami, te escucho.- Dijo Eli deseosa de jugar. -Cuando yo de la señal, correremos al auto. El primero que llegue habrá ganado el primer desafío mientras que el ultimo perderá dos puntos.- Su voz no terminaba de convencerme... esto estaba muy mal... pero ¡¿QUÉ?! Su padre solo podía disimular su juego también mientras cargaba unas cuantas bolsas de tela cubiertas con capas y capas de plástico La madre dio la señal y como lo había planeado los tres corrieron al auto. Eli seguía ansiosa, pues siendo la más joven también fue la más rápida. Sus padres comenzaban a
  • 95. desesperarse pues no podrían fingir por mucho tiempo. Papi llevaba menos dos puntos y Eli iba a la delantera. Para no alterarla, encendieron el reproductor de música así ningún ruido podía entrar al carro y su madre añadió que no se debía mirar por las ventanas... eso ya estaba MUY mal... En las calles todos estaban dejando sus cosas... todos estaban corriendo tomando lo que podían incluyendo mascotas, hijos y cosas de esa naturaleza. Las calles estaban repletas de carros. Mientras Eli solo sonreía pues continuaba pensado que había ganado el primer desafío El juego de su madre estaba saliendo como ella lo deseaba pero no bastaba para hacerla feliz... seguía preocupada. En eso, la mamá volteó a ver a Eli, cambiando totalmente su mirada por una de felicidad y entusiasmo.
  • 96. -Muy bien nena, viene el segundo reto. Ves el edificio grande... GRANDE de por haya? (apunto al edificio)- -Si mama, ¿que tengo que hacer? Lo que sea puedo, se que ganaré...- Pregunto Eli sonriendo. -Bajaremos del carro y entraremos a él, pero no se vale mirar a los lados o hacia el cielo, tienes que ir mirando al piso delante tuyo solamente, si no es trampa ¿de acuerdo?- Eli solo asintió con su pequeña cabeza. Segundos después, su madre grito “ahora”. Vaya juego el que estaban jugando... Eli bajo del auto y tomó la mano de sus padres y miró fijamente la puerta por la que habrían de entrar, pues no quería ser descalificada. Pero las palabras “no se vale mirar a los lados o hacia el cielo” me alteraban más y más. Decidí ver por mí mismo lo que la madre de Eli le estaba
  • 97. escondiendo a la pequeña... algo que lamentaría haber visto. Al ver, había gente sufriendo en el suelo de las calles... estaban casi muertos... gritos y gritos de agonía dominaban ahí pero Eli parecía estar tan concentrada que no los notó. Al parecer su competitividad estaba a favor de su madre para hacer esto funcionar. Ahora veo porque le había dicho que no lo viera, pero creo que era necesario saber la gravedad de la situación. Aún no lograba entender qué estaba pasando, pero seguro era muy peligroso. Al entrar al edificio, además de la familia solo había cinco o seis personas más. Mientras que en la puerta había gente agonizando golpeando una y otra vez la puerta pidiendo que los dejaran pasar. -Llévate a la pequeña, Mildred, no queremos asustarla...- Le susurro un alto señor a la
  • 98. madre de Eli. Ella al escuchar esto se llevó a su hija a otra habitación.. pero Eli dejó ahí su mochila, dejando que yo escuchara un poco más de lo que estaba pasando. -Señores, tenemos una hora antes de que se desate por completo la lluvia de ácido. Si esto les parece grave, estará MUCHO peor en una hora... este edificio podrá protegernos pero necesitamos que todos cooperen. Primero que nada, ¿alguno de ustedes fue tocado por la lluvia? De ser así recibirán atención inmediata, aquí mi compañero es paramédico.- Dijo el que parecía ser el líder mientras que todos los demás negaron con su cabeza. El líder dividió el grupo en tres equipos de dos integrantes cada uno, incluyendo al padre de Eli. -Equipo uno, cierren ventanas y puertas, séllenlas con lo que encuentren. Equipo dos
  • 99. busquen todas las máquinas de comida que haya y rómpanlas, tomen todo lo comestible que este lejos de las paredes, puertas y ventanas... no sabemos cuanto estaremos aquí. Equipo tres, busquen escritorios, papeleo, muebles, lo que sea y métanlos en aquella oficina. Es en la que cabemos todos y más alejada de las orillas, creo que ahí estaremos seguros más que en cualquier otra.- Parecia ser algo mucho más grave de lo que pensaba. Antes de que me diera cuenta, estábamos en la espalda de Eli. -Hija, el penúltimo desafío y mucho más fácil que los demás: quédate aquí y no sigas a mami...- exclamó la madre mientras señalaba la oficina donde deberían meter los escritorios y todo eso. Segundos después comenzó a correr hacia las ventanas cerrándolas una por una.
  • 100. Pero Eli no escucharía a su madre... no esta vez... Lo podía ver en sus ojos, ella quería ayudar, así que corrió hacia las ventanas del otro lado. Cerró una, cerró dos, cerró tres y la cuarta... fue la desastrosa. La mochila se le atoró en la ventana y yo salí volando. Eli sacó sus pequeñas manos por la ventana intentando alcanzarme y en efecto lo hizo... pero eso... ¿era lo que yo pensaba?... ¿eso que esta a punto de caer es eso?... era una gota. Una gota de lluvia ácida que iba directo a su cabello. En el fondo pude escuchar a su madre gritar su nombre llorando. Cuando Eli volteo hacia arriba, la gota ya iba a sus ojos... era todo mi culpa. Si tan solo me hubiese dejado caer... si me hubiese dejado en su casa o es más... en el suelo... no estaríamos en esta situación No podía mirar como la unica persona que me había querido
  • 101. y había dado todo lo que siempre anhelé, sufrir hasta la muerte. Dos, tres... cuarenta y siete lágrimas de mis ojos cayeron, pero no terminaría así. En eso, todo el sonido se detuvo. Abrí mis ojos y se había detenido el tiempo. -Está bien, está bien... no pude verte llorar un segundo más, bueno de hecho TU no pudiste verte llorar un segundo más. En fin, tranquilo que a ella no le pasara nada, por ahora.- exclamó el niño. -¡QUIERO SALI DE AQUI! ¡PORFAVOR! - grité con todas mis fuerzas llorando. -¿Y? ¿Yo que puedo hacer? ¿Que me crees super héroe o que onda? Soy tan solo un producto de tu imaginación Pero sabes... tu mente puede hacer más de lo que piensas.- Esto no me ayudaba de nada, o al menos eso creía Solo podía pensar que esto no sería eterno,
  • 102. tarde o temprano el tiempo habría de seguir. Eli moriría y yo solo podría ver a sus padres sufrir... todo por mi culpa. Solo deseaba volver antes de que la humanidad pisara la Tierra. Tal vez así el planeta sería como debería.Tal vez... solo tal vez de esta manera el aire y el agua podrían continuar siendo seguros y lo más importante. ¡Tal vez así, ELI NO DEBERIA MORIR! Yo no existiría y nada de esto hubiese pasado. -Seguro que quieres eso?- decía una voz grave en el fondo escondido entre las sombras. Sin pensarlo dos segundos dije que si. En eso, salió de las sobras y... era yo... estaba parado enfrente de un espejo hablando conmigo mismo. De repente, pude ver como regresaba el tiempo... ¿Porque tenía que terminar así? ¿porque yo? Ahora en mi mente, me sentía como un asesino pero creo que el mundo estará mejor
  • 103. así. Y si, cuando termine el viaje yo habré muerto. Aquí empecé y aquí terminaré. Viví una larga vida y vi muchas cosas que hubiera preferido no ver. A pesar de gente como Eli, no la habría visto sufrir si alguien me hubiera tirado a la basura. Estuve tan cerca tantas veces... ¿y nadie fue capaz de hacerlo? Pero no hay nada que hacer, ya no hay marcha atrás. Y lo único que espero es que cuando la historia vuelva a comenzar, los humanos cuiden mejor lo que hacen... nadie merece vivir lo que yo viví.