A medida que el Imperio Romano declinaba, la Iglesia Católica se extendía y fortalecía su poder e influencia. Inicialmente tenía una organización sencilla, pero con el tiempo su estructura se hizo más compleja con obispos que ejercían mayor autoridad. Aunque la Iglesia crecía en tamaño y aceptación, internamente comenzó a perder su sencillez original y adoptó doctrinas y ritos paganos, sentando las bases para la Iglesia jerárquica de la Edad Media.