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TRASTORNOS SECUNDARIOS A DÉFICIT INSTRUMENTAL
REV NEUROL 2005; 41 (Supl 1): S43-S46 S43
INTRODUCCIÓN
Diversas circunstancias patológicas en el sistema nervioso pue-
den causar alteraciones en la fluidez del habla (disfluencias): en
niños y en adultos, enfermedades y lesiones cerebrales (por
anoxia neonatal, parálisis cerebral, epilepsia, traumatismo cra-
neoencefálico, accidentes vasculares cerebrales, demencias, etc.)
y otras disfunciones cerebrales pueden perturbar la fluidez del
habla de distintas maneras.
TRASTORNOS DE LA FLUIDEZ DEL HABLA
Tartamudez neurogénica (tartamudez adquirida)
La disfluencia del habla se inicia a partir de una lesión o enfer-
medad cerebral en un sujeto que anteriormente tenía las condi-
ciones normales para el habla fluida y/o un habla fluida nor-
mal. En estos trastornos, los fallos de la fluidez suelen ser esta-
bles a lo largo del tiempo y en las distintas situaciones verba-
les, es decir sin oscilaciones, sin adaptarse a la fluidez, y sin
manifestar ansiedad al tartamudear (contrariamente a la disfe-
mia en que hay oscilaciones, adaptación a la fluidez y ansie-
dad). La investigación en la tartamudez neurogénica está apor-
tando datos de interés para la comprensión de la tartamudez,
que no está, en la mayoría de casos, asociada a daño cerebral,
pero en la que se admite la existencia de un factor disfuncional
en el sistema nervioso central demostrable mediante pruebas
de neuroimagen.
Tartamudez psicógena
Contrariamente a la disfemia, se inicia en el adulto, sin causa
neurológica, con escasa repercusión emocional. Resulta un tras-
torno muy poco frecuente, cuya causa la constituye un episodio
estresante.
Disfemia o tartamudez (stuttering),
o tartamudez evolutiva (developmental stuttering)
La disfemia se inicia en la infancia, típicamente entre los 2 y los
4 años de edad, generalmente coincidiendo con la aparición del
lenguaje conectado, o sea, cuando el niño pasa de usar expresio-
nes de una sola palabra a combinar varias palabras formando las
primeras frases. Se exceptúan los casos de niños con retraso evo-
lutivo del lenguaje o del habla o con síndrome de Down, en los
que la tartamudez se inicia más tarde. En la mayoría de los casos
la disfemia comienza sin desencadenantes aparentes. En un sub-
grupo de casos se refieren factores desencadenantes estresantes;
en este subgrupo la existencia de antecedentes familiares de tarta-
mudez es menos frecuente que en un grupo mayoritario, y ade-
más son típicos los perfiles de personalidad con alta reactividad
emocional y/o rasgos de ansiedad [18]. La conducta nuclear de la
tartamudez es la disrupción de la coarticulación [25], mayorita-
riamente al inicio de la frase, dando lugar a disfluencias diversas
(repeticiones de parte de la sílaba, prolongaciones silenciosas o
sonoras de sonidos verbales), a pesar de que el sujeto sabe lo que
quiere decir y cómo se dice, con aumento de la tensión muscular
y conductas de esfuerzo para hablar, en cuanto el niño advierte la
dificultad. Cuando el trastorno persiste durante más de dos años a
partir del inicio, se cronifica y se complica con otros síntomas
(logofobia, conductas de evitación, sentimientos y actitudes ne-
gativas hacia la comunicación) perturbando muchas veces el ren-
dimiento social, académico y más tarde el laboral.
Taquifemia (cluttering)
Trastorno particular evolutivo, del tipo de la disfemia, con dis-
fluencias unidas a un habla poco inteligible y excesivamente
rápida. Parece afectar menos al paciente que la disfemia y, en
principio, puede ser más controlable.
Tartamudez encubierta (covert stuttering)
El paciente aprecia dificultades para la coarticulación fluida nor-
mal. Sin embargo, esta dificultad apenas es apreciable para el
oyente. Se da en sujetos que han padecido un trastorno de disfe-
mia en el pasado, que han mejorado la fluidez del habla pero
todavía perciben dificultad para hablar con fluidez o tienen una
DISFEMIA O TARTAMUDEZ
Resumen. Entre los diferentes trastornos de la fluidez verbal, la tartamudez es un especial trastorno del ritmo del habla
caracterizado por disfluencias consistentes en repeticiones y prolongaciones de sonidos verbales y dificultad para iniciar la
frase, pese a que el sujeto sepa lo que va a decir. La disfluencia resulta imposible de eludir y el sujeto reacciona con conduc-
tas de esfuerzo y tensión para hablar, añadiéndose también comportamientos de evitación y escape, logofobia y repercusión
negativa en el rendimiento escolar, social y más tarde laboral. La tartamudez o disfemia se inicia típicamente en la edad pre-
escolar, alrededor de los 3 años de edad, sin que exista en la mayor parte de los casos un motivo desencadenante. En general,
hay un componente familiar de predisposición a la tartamudez. El trastorno no es la consecuencia de un problema psicopato-
lógico, sino que más bien tiene consecuencias psicológicas negativas al cronificarse y complicarse con la evolución. A dife-
rencia de la normal falta de fluidez de todo niño preescolar, la tartamudez se da en el 5% de estos niños, que pueden identifi-
carse a tiempo para facilitar la fluidez de su habla y prevenir las consecuencias de su persistencia o cronificación. Aunque es
un trastorno independiente, se halla una frecuencia de comorbilidad con otros trastornos (retraso del lenguaje, retraso del
habla y ansiedad) más alta de lo normal. [REV NEUROL 2005; 41 (Supl 1): S-43-6]
Palabras clave. Ansiedad. Disfemia. Disfluencia. Disfunción cerebral. Fluencia. Fobia social. Logofobia. Tartamudez.
Aceptado: 13.06.05.
Servicio de Psiquiatría. Hospital Universitari del Mar. Barcelona, España.
Correspondencia. Dr. Javier Sangorrín. Servicio de Psiquiatría. Hospital
Universitari del Mar. Passeig Marítim, 25-29. 08003 Barcelona.
© 2005, REVISTA DE NEUROLOGÍA
Disfemia o tartamudez
J. Sangorrín
J. SANGORRÍN
REV NEUROL 2005; 41 (Supl 1): S43-S46S44
fluidez frágil o poco consistente. Esta forma de tartamudez se da
también en algunos individuos con fobia social, que aprecian difi-
cultades (más bien subjetivas) para hablar con suficiente fluidez.
Entre los diferentes trastornos de la fluidez del habla, la disfe-
mia es el trastorno de la fluidez por excelencia.
DISFEMIA (TARTAMUDEZ)
La disfemia es un síndrome clínico caracterizado por disfluen-
cias anormales y persistentes del habla, acompañadas por pecu-
liares patrones conductuales, cognitivos y afectivos. El paciente
sabe exactamente lo que va a decir pero es incapaz de decirlo
con normal fluidez por causa de involuntarias repeticiones, pro-
longaciones o interrupciones en los movimientos productores
del habla y, consecuentemente, en el flujo sonoro verbal.
Se ha venido considerando la disfemia como un trastorno
especial (tartamudez idiopática) sin hallarse una clara etiología,
sin poderse definir una patología cerebral. Sin embargo, reciente-
mente, las pruebas de neuroimagen funcional cerebral [1] y los
potenciales cognitivos evocados [5] describen alteraciones cere-
brales funcionales de base biológica relacionadas con la tartamu-
dez. Incluso se están hallando diferencias en el volumen de masa
encefálica en estructuras relacionadas con la fluidez del habla en
el cerebro de pacientes disfémicos en comparación con el cere-
bro de personas fluentes [6,7]. También están descritos cambios
en estas anomalías cerebrales estructurales y funcionales después
de terapia de la tartamudez [10]. Ya hace tiempo que se viene
aceptando la tartamudez como un trastorno de origen fisiológico
cerebral (y no causado por otro trastorno psicopatológico).
La prevalencia de este trastorno en la población es del 0,75%,
aunque en la edad preescolar se calcula que alrededor del 5% de
los niños experimentan un periodo de tartamudez durante algu-
nos meses. Esta tartamudez es anormal en este porcentaje de
niños preescolares y diferenciable de la típica falta de fluencia
(o ‘normal no fluencia’) de todos los niños de esta edad. Por
tanto, no todos los niños en edad preescolar tartamudean, sino
sólo el 5%. Aquí, el término ‘evolutiva’ no debe emplearse para
describir la ‘falta de fluidez que es normal’ en todos los niños
de edad preescolar (normal non-fluency). La tartamudez o dis-
fluencia se diferencia de la normal no fluencia, sobre todo, por
la rapidez de las repeticiones y el breve tiempo de duración de
las vocales en las repeticiones, las prolongaciones de sonidos
verbales con tensión muscular excesiva, los bloqueos motor-
verbales, y la conducta de esfuerzo para hablar. En algunos ca-
sos, puede no ser fácil determinar si la fluidez es normal o no, y
requerir un examen cuidadoso.
Estos niños preescolares que tartamudean, es decir, en los
que el habla presenta diferencias significativas respecto a la
‘normal falta de fluencia’, pueden y deben identificarse lo antes
posible, ya que ello puede contribuir a intervenir y minimizar el
riesgo de que estos niños desarrollen una tartamudez complica-
da. Aunque el crecimiento natural juega en muchos casos a
favor del desarrollo del habla fluida, en algún caso entre los ni-
ños pequeños este trastorno puede ser grave, incluso complica-
do ya en esta edad, con dificultades en la conducta comunicati-
va. Cuatro de cada cinco niños que tartamudean, en la edad pre-
escolar, superarán el problema en la infancia. Uno, pues, de esos
cinco niños tendrá un trastorno de tartamudez persistente o cró-
nica. Los niños preescolares que tartamudean superan a las ni-
ñas en frecuencia (3 a 2). Esta proporción aumenta con la edad
(5 a 1), es decir, las niñas resuelven el problema con más facili-
dad que los niños. Entre los niños que tartamudean en la edad
preescolar, se calcula una remisión del trastorno en un 80% de
casos, dentro de los dos años siguientes a la aparición del mis-
mo, sobre todo cuando el niño recibe un trato adecuado a su ha-
bla. La intervención precoz, incluyendo el asesoramiento a los
padres, y el tratamiento del niño según la necesidad del caso
permiten ampliar las posibilidades de solución del problema.
Siempre puede y debe reducirse la complicación o agravamien-
to que este trastorno suele presentar en aquellos casos en que
persiste durante la infancia y tiende a cronificarse.
Personalidad
La disfemia es un trastorno del habla con entidad propia y en
general no se asocia a otros trastornos del habla o del lenguaje.
La gran mayoría de las personas que tartamudean no tienen un
perfil psicológico determinado similar; son iguales en inteligen-
cia, desarrollo, neuroticismo, cultura, educación y personalidad
que las personas fluentes. Los padres de los niños disfémicos
tampoco tienen un perfil de personalidad distinto que los padres
de los niños fluentes.
No obstante, la observación clínica evidencia que en un gru-
po importante de niños disfémicos se dan de forma sistemática
algunas condiciones especiales: perfeccionismo, ansiedad y
susceptibilidad emocional, que podrían considerarse como ele-
mentos acompañantes o predisponentes (si no causantes) de la
disfemia. En cualquier caso, se da una fragilidad en la fluidez
del habla que puede dar lugar a disfluencias de mayor exacerba-
ción en situaciones de alta carga emocional. La afectación emo-
cional de la disfemia produce mayor o menor cantidad y grave-
dad de las disfluencias, siendo característica común la gran va-
riabilidad de este trastorno entre los pacientes y también en un
mismo paciente en diversos momentos y circunstancias.
Algunos pacientes con una disfluencia catalogada de leve
por la percepción del interlocutor pueden sufrir una elevada
ansiedad social en el diálogo con los demás y, por tanto, reali-
zar muchas conductas de evitación, así como deterioro del ren-
dimiento social comunicativo. En el otro extremo, en cambio,
hay pacientes que, presentando una marcada disfluencia, pue-
den no sufrir apenas dificultades en la comunicación con los
demás. En el primer grupo se hallan disfémicos que cumplirían
criterios clínicos de fobia social o tartamudez encubierta. Am-
bos grupos, sin embargo, son excepciones que confirman la
regla general: la gran mayoría de disfémicos acusan niveles de
ansiedad comunicativa proporcionales a la gravedad de su dis-
fluencia [15,18].
Genética y lenguaje
La tartamudez se da, mayoritariamente, en ciertas familias. El
riesgo de este trastorno entre los miembros familiares varía se-
gún el sexo del familiar y el sexo del disfémico. Así, en térmi-
nos generales, para un hombre tartamudo se calcularía una pro-
babilidad de que el 9% de sus hijas y el 22% de sus hijos sean
tartamudos, mientras que para una mujer tartamuda, el riesgo es
más elevado. En gemelos monocigóticos, el riesgo alcanza el
75%. Se admite la existencia de un factor genético de predispo-
sición a desarrollar una tartamudez, aunque no se sabe hasta qué
punto es determinante de la gravedad del trastorno ni de su posi-
ble cronificación.
Se han identificado alteraciones genéticas entre muestras
de disfémicos (hace tiempo ya se comprobó una alteración ge-
TRASTORNOS SECUNDARIOS A DÉFICIT INSTRUMENTAL
REV NEUROL 2005; 41 (Supl 1): S43-S46 S45
nética común a la disfemia, al síndrome de Tourette y al tras-
torno por déficit de atención, y más recientemente se han des-
cubierto anomalías en los genes 13 y 18 en sujetos disfémicos),
aunque no se conoce aún bien el factor de penetración del fac-
tor genético de predisposición a la tartamudez. Actualmente se
investiga la genética de la tartamudez, pero también se estudian
las condiciones del desarrollo emocional y lingüístico de este
trastorno.
La edad de inicio de la tartamudez se sitúa, en el 90% de los
casos, entre los 25 y 41 meses, periodo en que los niños pasan
de una expresión verbal limitada al uso de palabras aisladas, a la
adquisición del llamado ‘lenguaje conectado’ (frase). Aunque la
tartamudez es un trastorno diferenciado del retraso del lenguaje,
la incidencia de tartamudez es mayor entre los niños con retraso
del lenguaje. Incluso existe una mayor persistencia de la tarta-
mudez en estos casos. Ello pone de manifiesto que existe una
implicación del desarrollo del lenguaje en la misma génesis de
la tartamudez.
Investigación
En la actualidad se investiga la tartamudez desde diferentes pers-
pectivas científicas (genética, foniátrica, neurofisiológica, neu-
ropsicológica y psicolingüística) y cada vez más de forma inter-
disciplinada, habiendo caído en desuso las antiguas teorías psi-
codinámicas y conductistas. Junto a teorías simples de la tarta-
mudez [24,25] que explican la causa próxima de la tartamudez
en términos de anomalías en el comportamiento muscular, se
elaboran teorías integradoras del conjunto de factores neuropsi-
colingüísticos [13]. Por otra parte se están planteando estudios
experimentales con neuroimagen funcional cerebral conjunta-
mente con estudios psicolingüísticos, de extraordinario interés
científico. Otro tipo de investigaciones, como los factores am-
bientales y su influencia en la tartamudez, resultan complicadas
de realizar debido a dificultades metodológicas y han caído un
poco en desuso, pese a que es necesario tenerlos en cuenta para
descifrar su relación con el factor genético y contribuir a enten-
der mejor las causas de la tartamudez.
Tratamiento y prevención
El tratamiento de elección para la disfemia es logoterapia con
elementos de psicoterapia. Se utilizan varios procedimientos:
– Enseñanza de la mecánica del habla.
– Observación de la conducta al hablar.
– Técnicas de fluidez.
– Técnicas de relajación muscular y control vocal.
– Técnicas de corrección de la tartamudez.
– Entrenamiento en habilidades sociales.
– Psicoterapia de modificación cognitivoconductual y de ac-
titudes, y de reducción de la ansiedad relacionada con el
habla y de las reacciones de defensa.
– Modificación del entorno del paciente para eliminar los con-
dicionantes que agravan o mantienen la tartamudez.
Al elaborar programas de tratamiento para niños con disfemia se
tienen en cuenta tanto los aspectos de la interacción comunicati-
va como las limitaciones de la conducta motor-verbal. En la eva-
luación clínica se pondera el peso de los distintos factores (la car-
ga genética, el desarrollo psíquico y del lenguaje del niño, el ini-
cio y la evolución de la disfluencia, la frecuencia y el tipo de dis-
fluencia respecto al paradigma tensión-fragmentación del habla,
el estatus comunicativo familiar y social y el efecto de la interac-
ción sobre la fluidez del niño). Se evalúa la gravedad del trastor-
no en función de las características de la disfluencia, la presencia
o ausencia de problemas asociados, la preocupación en el niño o
en el entorno y el riesgo de desarrollar una tartamudez.
La actitud clásica de ‘esperar’ delante de la tartamudez del
niño pequeño, derivada de la teoría diagnosogénica [8] y que
aún permanece vigente para algunos en nuestros días, está cam-
biando por la de intervenir en estas edades tempranas. El lema
de Johnson (‘dejad en paz a los niños que tartamudean’) ha per-
dido credibilidad a la luz de nuevas aportaciones científicas.
Actualmente se empieza a afirmar que los niños con riesgo de
llegar a ser tartamudos crónicos pueden y deben ser identifica-
dos y tratados lo antes posible para facilitar el desarrollo de la
fluidez y eliminar factores de fijación, mantenimiento y cronifi-
cación del trastorno.
Los pediatras son un elemento clave en la prevención, diri-
giendo a estos niños con riesgo a un especialista en el tratamien-
to de la tartamudez. Deben saber que no todos estos niños de ries-
go tienen la posibilidad de desarrollar la fluidez del habla con
facilidad. El consejo de ‘esperar, porque con el tiempo se le pasa-
rá’ no se sostiene científicamente en el caso de la tartamudez.
Gracias a estudios de investigación longitudinales [25,27-29] se
dispone de criterios para identificar, incluso, los aspectos físicos
de la tartamudez de los niños pequeños que se relacionan con la
tartamudez crónica, habiendo mejorado sensiblemente las posibi-
lidades en el diagnóstico y el pronóstico tempranos. Por otro la-
do, los terapeutas del habla y el lenguaje necesitan una formación
especializada en el tratamiento de la disfemia como requisito para
tratar adecuadamente y con la máxima eficacia este trastorno.
Los programas de intervención temprana que en la actuali-
dad se utilizan tienen como objetivos:
– Delimitar la disfluencia y evaluar el riesgo de complicación-
cronificación (alto riesgo/bajo riesgo/no riesgo).
– Asesorar a los padres en función de los factores de riesgo
estableciendo pautas de conducta que permitan optimizar
las condiciones para un habla más fluida.
Además de esta intervención indirecta (sobre el entorno) se in-
terviene también directamente sobre el niño en diverso grado y
medida según la gravedad y riesgo del caso, el tipo de evolución
y factores relativos al lenguaje y al estrés interpersonal, con la
participación de los padres en el proceso terapéutico. El niño
puede entrenarse en modelado de habla fluida, habilidades so-
ciales, manejo de la presión sobre el habla y modificación de la
conducta de esfuerzo. El tratamiento de la tartamudez requiere
modificar variables del entorno y del propio niño, siempre en el
contexto de la vida diaria, ya que de no ser así, aunque se pueda
lograr un habla fluida en una situación controlada como la se-
sión de terapia, ello sería completamente inútil si no mejorase el
problema en el diálogo diario en el entorno familiar y escolar.
La intervención persigue adecuar las demandas de fluidez del
entorno a las capacidades del niño y que éste disponga de mejo-
res condiciones personales y ambientales para un habla más
fluida, tenga la sensación de dominio de su habla y mantenga
una conducta comunicativa normal.
Recientes estudios muestran que la intervención temprana
puede prevenir el desarrollo de la tartamudez y que cuanto más
temprana es la intervención, mejores son los resultados a largo
plazo [9,11,12,14].
En general existe una impresión optimista respecto a las
posibilidades terapéuticas de la intervención temprana. La ob-
J. SANGORRÍN
REV NEUROL 2005; 41 (Supl 1): S43-S46S46
tención de resultados sobre la tartamudez crónica dependerá
de identificar y modificar los factores causantes de este trastor-
no. Tal vez las causas de la tartamudez crónica difieren de
otras formas de tartamudez (tartamudez de desarrollo, tarta-
mudez remediable). En los casos más resistentes, la finalidad
del tratamiento no puede ser, por ahora, un habla totalmente
fluente, sino un habla más fluente, con una tartamudez más
suave, una conducta extravertida y el control de la conducta de
esfuerzo. Se puede prevenir también en buena medida la com-
plicación típica de la tartamudez, es decir, el aprendizaje de
reacciones adversas a la disfluencia, así como el desajuste y
deterioro social, académico y laboral que la tartamudez cróni-
ca suele conllevar.
En los niños mayores, adolescentes y adultos, son dos los
tipos de enfoque terapéutico que se plantean hoy día en el con-
texto de la terapia del habla: ciertos programas se basan en el
modelado del habla fluida o en la modificación del habla y
corrección de la tartamudez, planteando como objetivo lograr un
habla fluida. El otro tipo de enfoque plantea más bien la desen-
sibilización respecto a hacer disfluencias procurando alcanzar
una tartamudez más fluida, con tolerancia y aceptación de ella.
CONDICIONES Y POSIBLES TRASTORNOS
ASOCIADOS A LA DISFEMIA
La tartamudez se da con bastante mayor frecuencia en el síndro-
me de Down. Hay un mayor riesgo de tartamudez en niños nor-
males que han sufrido anoxia al nacer, y también en presencia
de anomalías auditivas.
En una muestra de 550 pacientes disfémicos [23] hallamos
una presencia significativa de comorbilidad de otras entidades
clínicas en la disfemia: trastorno del habla (13%) y del lenguaje
(14%) y trastornos por ansiedad (16%).
No hallamos comorbilidad estadísticamente significativa de
retraso mental (aparte de síndrome de Down), retraso psicomo-
tor, trastorno de conducta, trastorno de personalidad, trastorno
obsesivo-compulsivo, trastorno por tics, trastorno por déficit de
atención, epilepsia o trastorno afectivo [23].
En principio, la disfemia constituye un trastorno per se,
diferenciable de los otros trastornos. En estos casos de comorbi-
lidad, es necesario analizar la relación que pueda haber entre la
disfluencia y la clínica del otro trastorno ya que, al parecer, el
tratamiento conjunto de ambos problemas ofrece mejores posi-
bilidades terapéuticas.
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Disfemia o tartamudez en niños

  • 1. TRASTORNOS SECUNDARIOS A DÉFICIT INSTRUMENTAL REV NEUROL 2005; 41 (Supl 1): S43-S46 S43 INTRODUCCIÓN Diversas circunstancias patológicas en el sistema nervioso pue- den causar alteraciones en la fluidez del habla (disfluencias): en niños y en adultos, enfermedades y lesiones cerebrales (por anoxia neonatal, parálisis cerebral, epilepsia, traumatismo cra- neoencefálico, accidentes vasculares cerebrales, demencias, etc.) y otras disfunciones cerebrales pueden perturbar la fluidez del habla de distintas maneras. TRASTORNOS DE LA FLUIDEZ DEL HABLA Tartamudez neurogénica (tartamudez adquirida) La disfluencia del habla se inicia a partir de una lesión o enfer- medad cerebral en un sujeto que anteriormente tenía las condi- ciones normales para el habla fluida y/o un habla fluida nor- mal. En estos trastornos, los fallos de la fluidez suelen ser esta- bles a lo largo del tiempo y en las distintas situaciones verba- les, es decir sin oscilaciones, sin adaptarse a la fluidez, y sin manifestar ansiedad al tartamudear (contrariamente a la disfe- mia en que hay oscilaciones, adaptación a la fluidez y ansie- dad). La investigación en la tartamudez neurogénica está apor- tando datos de interés para la comprensión de la tartamudez, que no está, en la mayoría de casos, asociada a daño cerebral, pero en la que se admite la existencia de un factor disfuncional en el sistema nervioso central demostrable mediante pruebas de neuroimagen. Tartamudez psicógena Contrariamente a la disfemia, se inicia en el adulto, sin causa neurológica, con escasa repercusión emocional. Resulta un tras- torno muy poco frecuente, cuya causa la constituye un episodio estresante. Disfemia o tartamudez (stuttering), o tartamudez evolutiva (developmental stuttering) La disfemia se inicia en la infancia, típicamente entre los 2 y los 4 años de edad, generalmente coincidiendo con la aparición del lenguaje conectado, o sea, cuando el niño pasa de usar expresio- nes de una sola palabra a combinar varias palabras formando las primeras frases. Se exceptúan los casos de niños con retraso evo- lutivo del lenguaje o del habla o con síndrome de Down, en los que la tartamudez se inicia más tarde. En la mayoría de los casos la disfemia comienza sin desencadenantes aparentes. En un sub- grupo de casos se refieren factores desencadenantes estresantes; en este subgrupo la existencia de antecedentes familiares de tarta- mudez es menos frecuente que en un grupo mayoritario, y ade- más son típicos los perfiles de personalidad con alta reactividad emocional y/o rasgos de ansiedad [18]. La conducta nuclear de la tartamudez es la disrupción de la coarticulación [25], mayorita- riamente al inicio de la frase, dando lugar a disfluencias diversas (repeticiones de parte de la sílaba, prolongaciones silenciosas o sonoras de sonidos verbales), a pesar de que el sujeto sabe lo que quiere decir y cómo se dice, con aumento de la tensión muscular y conductas de esfuerzo para hablar, en cuanto el niño advierte la dificultad. Cuando el trastorno persiste durante más de dos años a partir del inicio, se cronifica y se complica con otros síntomas (logofobia, conductas de evitación, sentimientos y actitudes ne- gativas hacia la comunicación) perturbando muchas veces el ren- dimiento social, académico y más tarde el laboral. Taquifemia (cluttering) Trastorno particular evolutivo, del tipo de la disfemia, con dis- fluencias unidas a un habla poco inteligible y excesivamente rápida. Parece afectar menos al paciente que la disfemia y, en principio, puede ser más controlable. Tartamudez encubierta (covert stuttering) El paciente aprecia dificultades para la coarticulación fluida nor- mal. Sin embargo, esta dificultad apenas es apreciable para el oyente. Se da en sujetos que han padecido un trastorno de disfe- mia en el pasado, que han mejorado la fluidez del habla pero todavía perciben dificultad para hablar con fluidez o tienen una DISFEMIA O TARTAMUDEZ Resumen. Entre los diferentes trastornos de la fluidez verbal, la tartamudez es un especial trastorno del ritmo del habla caracterizado por disfluencias consistentes en repeticiones y prolongaciones de sonidos verbales y dificultad para iniciar la frase, pese a que el sujeto sepa lo que va a decir. La disfluencia resulta imposible de eludir y el sujeto reacciona con conduc- tas de esfuerzo y tensión para hablar, añadiéndose también comportamientos de evitación y escape, logofobia y repercusión negativa en el rendimiento escolar, social y más tarde laboral. La tartamudez o disfemia se inicia típicamente en la edad pre- escolar, alrededor de los 3 años de edad, sin que exista en la mayor parte de los casos un motivo desencadenante. En general, hay un componente familiar de predisposición a la tartamudez. El trastorno no es la consecuencia de un problema psicopato- lógico, sino que más bien tiene consecuencias psicológicas negativas al cronificarse y complicarse con la evolución. A dife- rencia de la normal falta de fluidez de todo niño preescolar, la tartamudez se da en el 5% de estos niños, que pueden identifi- carse a tiempo para facilitar la fluidez de su habla y prevenir las consecuencias de su persistencia o cronificación. Aunque es un trastorno independiente, se halla una frecuencia de comorbilidad con otros trastornos (retraso del lenguaje, retraso del habla y ansiedad) más alta de lo normal. [REV NEUROL 2005; 41 (Supl 1): S-43-6] Palabras clave. Ansiedad. Disfemia. Disfluencia. Disfunción cerebral. Fluencia. Fobia social. Logofobia. Tartamudez. Aceptado: 13.06.05. Servicio de Psiquiatría. Hospital Universitari del Mar. Barcelona, España. Correspondencia. Dr. Javier Sangorrín. Servicio de Psiquiatría. Hospital Universitari del Mar. Passeig Marítim, 25-29. 08003 Barcelona. © 2005, REVISTA DE NEUROLOGÍA Disfemia o tartamudez J. Sangorrín
  • 2. J. SANGORRÍN REV NEUROL 2005; 41 (Supl 1): S43-S46S44 fluidez frágil o poco consistente. Esta forma de tartamudez se da también en algunos individuos con fobia social, que aprecian difi- cultades (más bien subjetivas) para hablar con suficiente fluidez. Entre los diferentes trastornos de la fluidez del habla, la disfe- mia es el trastorno de la fluidez por excelencia. DISFEMIA (TARTAMUDEZ) La disfemia es un síndrome clínico caracterizado por disfluen- cias anormales y persistentes del habla, acompañadas por pecu- liares patrones conductuales, cognitivos y afectivos. El paciente sabe exactamente lo que va a decir pero es incapaz de decirlo con normal fluidez por causa de involuntarias repeticiones, pro- longaciones o interrupciones en los movimientos productores del habla y, consecuentemente, en el flujo sonoro verbal. Se ha venido considerando la disfemia como un trastorno especial (tartamudez idiopática) sin hallarse una clara etiología, sin poderse definir una patología cerebral. Sin embargo, reciente- mente, las pruebas de neuroimagen funcional cerebral [1] y los potenciales cognitivos evocados [5] describen alteraciones cere- brales funcionales de base biológica relacionadas con la tartamu- dez. Incluso se están hallando diferencias en el volumen de masa encefálica en estructuras relacionadas con la fluidez del habla en el cerebro de pacientes disfémicos en comparación con el cere- bro de personas fluentes [6,7]. También están descritos cambios en estas anomalías cerebrales estructurales y funcionales después de terapia de la tartamudez [10]. Ya hace tiempo que se viene aceptando la tartamudez como un trastorno de origen fisiológico cerebral (y no causado por otro trastorno psicopatológico). La prevalencia de este trastorno en la población es del 0,75%, aunque en la edad preescolar se calcula que alrededor del 5% de los niños experimentan un periodo de tartamudez durante algu- nos meses. Esta tartamudez es anormal en este porcentaje de niños preescolares y diferenciable de la típica falta de fluencia (o ‘normal no fluencia’) de todos los niños de esta edad. Por tanto, no todos los niños en edad preescolar tartamudean, sino sólo el 5%. Aquí, el término ‘evolutiva’ no debe emplearse para describir la ‘falta de fluidez que es normal’ en todos los niños de edad preescolar (normal non-fluency). La tartamudez o dis- fluencia se diferencia de la normal no fluencia, sobre todo, por la rapidez de las repeticiones y el breve tiempo de duración de las vocales en las repeticiones, las prolongaciones de sonidos verbales con tensión muscular excesiva, los bloqueos motor- verbales, y la conducta de esfuerzo para hablar. En algunos ca- sos, puede no ser fácil determinar si la fluidez es normal o no, y requerir un examen cuidadoso. Estos niños preescolares que tartamudean, es decir, en los que el habla presenta diferencias significativas respecto a la ‘normal falta de fluencia’, pueden y deben identificarse lo antes posible, ya que ello puede contribuir a intervenir y minimizar el riesgo de que estos niños desarrollen una tartamudez complica- da. Aunque el crecimiento natural juega en muchos casos a favor del desarrollo del habla fluida, en algún caso entre los ni- ños pequeños este trastorno puede ser grave, incluso complica- do ya en esta edad, con dificultades en la conducta comunicati- va. Cuatro de cada cinco niños que tartamudean, en la edad pre- escolar, superarán el problema en la infancia. Uno, pues, de esos cinco niños tendrá un trastorno de tartamudez persistente o cró- nica. Los niños preescolares que tartamudean superan a las ni- ñas en frecuencia (3 a 2). Esta proporción aumenta con la edad (5 a 1), es decir, las niñas resuelven el problema con más facili- dad que los niños. Entre los niños que tartamudean en la edad preescolar, se calcula una remisión del trastorno en un 80% de casos, dentro de los dos años siguientes a la aparición del mis- mo, sobre todo cuando el niño recibe un trato adecuado a su ha- bla. La intervención precoz, incluyendo el asesoramiento a los padres, y el tratamiento del niño según la necesidad del caso permiten ampliar las posibilidades de solución del problema. Siempre puede y debe reducirse la complicación o agravamien- to que este trastorno suele presentar en aquellos casos en que persiste durante la infancia y tiende a cronificarse. Personalidad La disfemia es un trastorno del habla con entidad propia y en general no se asocia a otros trastornos del habla o del lenguaje. La gran mayoría de las personas que tartamudean no tienen un perfil psicológico determinado similar; son iguales en inteligen- cia, desarrollo, neuroticismo, cultura, educación y personalidad que las personas fluentes. Los padres de los niños disfémicos tampoco tienen un perfil de personalidad distinto que los padres de los niños fluentes. No obstante, la observación clínica evidencia que en un gru- po importante de niños disfémicos se dan de forma sistemática algunas condiciones especiales: perfeccionismo, ansiedad y susceptibilidad emocional, que podrían considerarse como ele- mentos acompañantes o predisponentes (si no causantes) de la disfemia. En cualquier caso, se da una fragilidad en la fluidez del habla que puede dar lugar a disfluencias de mayor exacerba- ción en situaciones de alta carga emocional. La afectación emo- cional de la disfemia produce mayor o menor cantidad y grave- dad de las disfluencias, siendo característica común la gran va- riabilidad de este trastorno entre los pacientes y también en un mismo paciente en diversos momentos y circunstancias. Algunos pacientes con una disfluencia catalogada de leve por la percepción del interlocutor pueden sufrir una elevada ansiedad social en el diálogo con los demás y, por tanto, reali- zar muchas conductas de evitación, así como deterioro del ren- dimiento social comunicativo. En el otro extremo, en cambio, hay pacientes que, presentando una marcada disfluencia, pue- den no sufrir apenas dificultades en la comunicación con los demás. En el primer grupo se hallan disfémicos que cumplirían criterios clínicos de fobia social o tartamudez encubierta. Am- bos grupos, sin embargo, son excepciones que confirman la regla general: la gran mayoría de disfémicos acusan niveles de ansiedad comunicativa proporcionales a la gravedad de su dis- fluencia [15,18]. Genética y lenguaje La tartamudez se da, mayoritariamente, en ciertas familias. El riesgo de este trastorno entre los miembros familiares varía se- gún el sexo del familiar y el sexo del disfémico. Así, en térmi- nos generales, para un hombre tartamudo se calcularía una pro- babilidad de que el 9% de sus hijas y el 22% de sus hijos sean tartamudos, mientras que para una mujer tartamuda, el riesgo es más elevado. En gemelos monocigóticos, el riesgo alcanza el 75%. Se admite la existencia de un factor genético de predispo- sición a desarrollar una tartamudez, aunque no se sabe hasta qué punto es determinante de la gravedad del trastorno ni de su posi- ble cronificación. Se han identificado alteraciones genéticas entre muestras de disfémicos (hace tiempo ya se comprobó una alteración ge-
  • 3. TRASTORNOS SECUNDARIOS A DÉFICIT INSTRUMENTAL REV NEUROL 2005; 41 (Supl 1): S43-S46 S45 nética común a la disfemia, al síndrome de Tourette y al tras- torno por déficit de atención, y más recientemente se han des- cubierto anomalías en los genes 13 y 18 en sujetos disfémicos), aunque no se conoce aún bien el factor de penetración del fac- tor genético de predisposición a la tartamudez. Actualmente se investiga la genética de la tartamudez, pero también se estudian las condiciones del desarrollo emocional y lingüístico de este trastorno. La edad de inicio de la tartamudez se sitúa, en el 90% de los casos, entre los 25 y 41 meses, periodo en que los niños pasan de una expresión verbal limitada al uso de palabras aisladas, a la adquisición del llamado ‘lenguaje conectado’ (frase). Aunque la tartamudez es un trastorno diferenciado del retraso del lenguaje, la incidencia de tartamudez es mayor entre los niños con retraso del lenguaje. Incluso existe una mayor persistencia de la tarta- mudez en estos casos. Ello pone de manifiesto que existe una implicación del desarrollo del lenguaje en la misma génesis de la tartamudez. Investigación En la actualidad se investiga la tartamudez desde diferentes pers- pectivas científicas (genética, foniátrica, neurofisiológica, neu- ropsicológica y psicolingüística) y cada vez más de forma inter- disciplinada, habiendo caído en desuso las antiguas teorías psi- codinámicas y conductistas. Junto a teorías simples de la tarta- mudez [24,25] que explican la causa próxima de la tartamudez en términos de anomalías en el comportamiento muscular, se elaboran teorías integradoras del conjunto de factores neuropsi- colingüísticos [13]. Por otra parte se están planteando estudios experimentales con neuroimagen funcional cerebral conjunta- mente con estudios psicolingüísticos, de extraordinario interés científico. Otro tipo de investigaciones, como los factores am- bientales y su influencia en la tartamudez, resultan complicadas de realizar debido a dificultades metodológicas y han caído un poco en desuso, pese a que es necesario tenerlos en cuenta para descifrar su relación con el factor genético y contribuir a enten- der mejor las causas de la tartamudez. Tratamiento y prevención El tratamiento de elección para la disfemia es logoterapia con elementos de psicoterapia. Se utilizan varios procedimientos: – Enseñanza de la mecánica del habla. – Observación de la conducta al hablar. – Técnicas de fluidez. – Técnicas de relajación muscular y control vocal. – Técnicas de corrección de la tartamudez. – Entrenamiento en habilidades sociales. – Psicoterapia de modificación cognitivoconductual y de ac- titudes, y de reducción de la ansiedad relacionada con el habla y de las reacciones de defensa. – Modificación del entorno del paciente para eliminar los con- dicionantes que agravan o mantienen la tartamudez. Al elaborar programas de tratamiento para niños con disfemia se tienen en cuenta tanto los aspectos de la interacción comunicati- va como las limitaciones de la conducta motor-verbal. En la eva- luación clínica se pondera el peso de los distintos factores (la car- ga genética, el desarrollo psíquico y del lenguaje del niño, el ini- cio y la evolución de la disfluencia, la frecuencia y el tipo de dis- fluencia respecto al paradigma tensión-fragmentación del habla, el estatus comunicativo familiar y social y el efecto de la interac- ción sobre la fluidez del niño). Se evalúa la gravedad del trastor- no en función de las características de la disfluencia, la presencia o ausencia de problemas asociados, la preocupación en el niño o en el entorno y el riesgo de desarrollar una tartamudez. La actitud clásica de ‘esperar’ delante de la tartamudez del niño pequeño, derivada de la teoría diagnosogénica [8] y que aún permanece vigente para algunos en nuestros días, está cam- biando por la de intervenir en estas edades tempranas. El lema de Johnson (‘dejad en paz a los niños que tartamudean’) ha per- dido credibilidad a la luz de nuevas aportaciones científicas. Actualmente se empieza a afirmar que los niños con riesgo de llegar a ser tartamudos crónicos pueden y deben ser identifica- dos y tratados lo antes posible para facilitar el desarrollo de la fluidez y eliminar factores de fijación, mantenimiento y cronifi- cación del trastorno. Los pediatras son un elemento clave en la prevención, diri- giendo a estos niños con riesgo a un especialista en el tratamien- to de la tartamudez. Deben saber que no todos estos niños de ries- go tienen la posibilidad de desarrollar la fluidez del habla con facilidad. El consejo de ‘esperar, porque con el tiempo se le pasa- rá’ no se sostiene científicamente en el caso de la tartamudez. Gracias a estudios de investigación longitudinales [25,27-29] se dispone de criterios para identificar, incluso, los aspectos físicos de la tartamudez de los niños pequeños que se relacionan con la tartamudez crónica, habiendo mejorado sensiblemente las posibi- lidades en el diagnóstico y el pronóstico tempranos. Por otro la- do, los terapeutas del habla y el lenguaje necesitan una formación especializada en el tratamiento de la disfemia como requisito para tratar adecuadamente y con la máxima eficacia este trastorno. Los programas de intervención temprana que en la actuali- dad se utilizan tienen como objetivos: – Delimitar la disfluencia y evaluar el riesgo de complicación- cronificación (alto riesgo/bajo riesgo/no riesgo). – Asesorar a los padres en función de los factores de riesgo estableciendo pautas de conducta que permitan optimizar las condiciones para un habla más fluida. Además de esta intervención indirecta (sobre el entorno) se in- terviene también directamente sobre el niño en diverso grado y medida según la gravedad y riesgo del caso, el tipo de evolución y factores relativos al lenguaje y al estrés interpersonal, con la participación de los padres en el proceso terapéutico. El niño puede entrenarse en modelado de habla fluida, habilidades so- ciales, manejo de la presión sobre el habla y modificación de la conducta de esfuerzo. El tratamiento de la tartamudez requiere modificar variables del entorno y del propio niño, siempre en el contexto de la vida diaria, ya que de no ser así, aunque se pueda lograr un habla fluida en una situación controlada como la se- sión de terapia, ello sería completamente inútil si no mejorase el problema en el diálogo diario en el entorno familiar y escolar. La intervención persigue adecuar las demandas de fluidez del entorno a las capacidades del niño y que éste disponga de mejo- res condiciones personales y ambientales para un habla más fluida, tenga la sensación de dominio de su habla y mantenga una conducta comunicativa normal. Recientes estudios muestran que la intervención temprana puede prevenir el desarrollo de la tartamudez y que cuanto más temprana es la intervención, mejores son los resultados a largo plazo [9,11,12,14]. En general existe una impresión optimista respecto a las posibilidades terapéuticas de la intervención temprana. La ob-
  • 4. J. SANGORRÍN REV NEUROL 2005; 41 (Supl 1): S43-S46S46 tención de resultados sobre la tartamudez crónica dependerá de identificar y modificar los factores causantes de este trastor- no. Tal vez las causas de la tartamudez crónica difieren de otras formas de tartamudez (tartamudez de desarrollo, tarta- mudez remediable). En los casos más resistentes, la finalidad del tratamiento no puede ser, por ahora, un habla totalmente fluente, sino un habla más fluente, con una tartamudez más suave, una conducta extravertida y el control de la conducta de esfuerzo. Se puede prevenir también en buena medida la com- plicación típica de la tartamudez, es decir, el aprendizaje de reacciones adversas a la disfluencia, así como el desajuste y deterioro social, académico y laboral que la tartamudez cróni- ca suele conllevar. En los niños mayores, adolescentes y adultos, son dos los tipos de enfoque terapéutico que se plantean hoy día en el con- texto de la terapia del habla: ciertos programas se basan en el modelado del habla fluida o en la modificación del habla y corrección de la tartamudez, planteando como objetivo lograr un habla fluida. El otro tipo de enfoque plantea más bien la desen- sibilización respecto a hacer disfluencias procurando alcanzar una tartamudez más fluida, con tolerancia y aceptación de ella. CONDICIONES Y POSIBLES TRASTORNOS ASOCIADOS A LA DISFEMIA La tartamudez se da con bastante mayor frecuencia en el síndro- me de Down. Hay un mayor riesgo de tartamudez en niños nor- males que han sufrido anoxia al nacer, y también en presencia de anomalías auditivas. En una muestra de 550 pacientes disfémicos [23] hallamos una presencia significativa de comorbilidad de otras entidades clínicas en la disfemia: trastorno del habla (13%) y del lenguaje (14%) y trastornos por ansiedad (16%). No hallamos comorbilidad estadísticamente significativa de retraso mental (aparte de síndrome de Down), retraso psicomo- tor, trastorno de conducta, trastorno de personalidad, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno por tics, trastorno por déficit de atención, epilepsia o trastorno afectivo [23]. En principio, la disfemia constituye un trastorno per se, diferenciable de los otros trastornos. En estos casos de comorbi- lidad, es necesario analizar la relación que pueda haber entre la disfluencia y la clínica del otro trastorno ya que, al parecer, el tratamiento conjunto de ambos problemas ofrece mejores posi- bilidades terapéuticas. 1. Brown S, Ingham RJ, Inghan JC, Laird AR, Fox PT. Stuttered and flu- ent speech production: an ALE meta-analysis of functional neuroimag- ing studies. Hum Brain Mapp 2005; 25: 105-17. 2. Brutten GJ, Dunham S. The Communication Attitude Test. A norma- tive study of grade school children. J Flu Disord 1989; 14: 371-7. 3. Cooper EB. 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