El objetivo fundamental del tratamiento es que el paciente aprenda a modular la emocionalidad extrema, reduciéndose las conductas desadaptativas dependientes del estado de ánimo y que el individuo aprenda a confiar y validar sus propias experiencias, emociones, pensamientos y comportamientos.
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Tratamiento del paciente con trastorno límite de la personalidad en urgencias...
Terapia grupal en el Trastorno limite
1. Experiencias de la clínica. Terapia grupal en el TLP. Enero 2006. Dolores Mosquera. www.centrologpsic.com
TERAPIA GRUPAL EN EL TRASTORNO LÍMITE DE LA PERSONALIDAD.
El objeto de este artículo es reflexionar acerca de los posibles beneficios de las terapias de
grupo en el trastorno límite de la personalidad y compartir algunos aspectos que pueden
ayudar a que los pacientes se interesen y se involucren en esta modalidad de terapia.
El efecto espejo: hacerse conscientes de comportamientos, actitudes y
comportamientos propios mediante la observación de similitudes en los compañeros.
Uno de los objetivos básicos de la terapia de grupo para personas con este diagnóstico es que
los participantes puedan hacerse conscientes de cómo su manera de comunicarse y de
comportarse afecta a los demás y que puedan observar cómo la de los demás, a su vez, les
afecta a ellos. El hecho de participar en un grupo, les puede ayudar a mejorar en la
comunicación y a expresar los sentimientos de una manera más apropiada y menos intensa.
Otro objetivo es ayudarles a comprender cómo sufren y actúan otras personas con problemas
similares dado que esto les permite verse reflejados en comportamientos y reacciones de sus
compañeros.
Uno de los aspectos positivos que se puede observar en los grupos es que ayudan a visualizar
tanto los aspectos positivos como los negativos de la manera que cada participante tiene de
comunicarse y/o relacionarse con los demás. El poder observar esto y señalarlo, les ayuda a
aprender de los demás y del feedback dado por los compañeros y por los terapeutas.
Es más fácil entender o reconocer los problemas cuando se observan en otros y esta
coincidencia puede ayudarles a comprender o reconocer sus propias dificultades. Uno de los
principales objetivos es crear una alianza entre los miembros del grupo, sensación de
pertenencia y de trabajo en equipo. Ayudarles a comprender que se trata de un grupo de
apoyo en el que se intentará aumentar las sensaciones positivas entre los participantes y
fortalecer y/o crear nuevas habilidades que les permitan hacer frente a los problemas de su
vida cotidiana. Además de esto se persigue que disminuya la sensación de “ser diferentes” o
“bichos raros” que tienen muchos de estos pacientes y que lleguen a la conclusión de que
cada persona es única y diferente; no sólo ellos.
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Aprender a compartir sentimientos: hacer frente al temor del “que dirán”, “que
pensarán”.
Algunas personas con trastorno límite de la personalidad, sienten que es mejor no compartir
sus sentimientos con otras personas porque no les van a comprender. Por lo general, esto se
debe a experiencias y/o vivencias negativas en las que sus sentimientos u opiniones han sido
invalidadas y/o juzgadas. En ocasiones, esto les llega a afectar tanto que algunos optan por
evitar el contacto con otras personas llegando en los casos más extremos a aislarse por
completo porque piensan que así “es menos complicado”. En este sentido es importante que
comprendan que aislarse y evitar relaciones con los demás no les permite poner en práctica
nuevas alternativas; que aunque “tomarse un tiempo” puede ser positivo en determinados
momentos, no es la única solución disponible ni la más efectiva ya que existe el riesgo de que
este “tiempo” se alargue y se convierta en una forma habitual de hacer frente a los problemas
en las relaciones interpersonales. En estos casos la asistencia a un grupo les puede ayudar a
a comprender que cuanto más se aíslen, más difícil se hará el retomar el contacto con los
demás. En los grupos pueden aprender a utilizar algunas de sus “estrategias” personales
como el aislamiento en este caso, de manera más efectiva y menos extremista. Es decir, les
permite comprender que “tomarse un tiempo” es diferente de un aislamiento total y que puede
ser útil como estrategia puntual para reflexionar acerca de lo ocurrido antes de llegar a
conclusiones precipitadas y/o a reaccionar de manera radical, impulsiva y poco reflexiva.
El temor a la reacción de los demás y la alteración de la identidad
Como comentaba antes, muchas de estas personas temen la reacción de los demás a que se
queden sorprendidos, asqueados, se sientan decepcionados o que sean críticos, por ejemplo.
Y esto hace, que muchas de las personas con este diagnóstico intenten adaptarse a los
criterios, preferencias y opiniones de los demás. En ocasiones esta adaptación surge por la
dependencia de los demás o el miedo a que si contraargumentan una opinión, sean
abandonados. Esto está relacionado y a la vez repercute en la alteración de la identidad que
suelen presentar estas personas. En este sentido, es frecuente que la persona con TLP pierda
su propia perspectiva y que busque señales y/o referentes en los demás de cómo actuar o qué
decir en cada momento. Las personas con una identidad definida o que tienen claro su criterio
pueden tener una opinión firme y no compartirla para evitar una discusión, porque no les
apetece o porque en ese momento prefieren no entrar en polémicas o debates. Sin embargo,
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en los casos de personas con una identidad frágil, insegura, poco definida como puede ser de
aplicación en muchas de las personas con TLP, pueden evitar compartir su opinión porque
dudan acerca ella, de lo que realmente quieren, de cómo son y de lo que deberían hacer,
permitir o tolerar. La asistencia a un grupo les puede dar una oportunidad para comentar y
observar este aspecto en otros compañeros. Si el paciente habla de sentimientos y se siente
comprendido y no juzgado, sentirá una sensación de alivio tremenda. Y este es uno de los
aspectos que se pueden “controlar” en un grupo. Compartir con los demás les da a los
participantes la oportunidad de hablar de sus sentimientos y como comentaré a lo largo de
este artículo, les permite ver la situación desde diferentes perspectivas y tener en cuenta, que
no todas las personas responderán adecuadamente o como ellos esperan y que el que los
demás tengan una opinión diferente no quiere decir que desaprueben la suya, ni que los
rechacen a ellos.
Compartir no implica “abrirse en exceso”: la importancia de medir lo que se cuenta y de
ser más selectivos a la hora de contar intimidades
Aunque uno de los objetivos del grupo es que los pacientes sientan que se puede hablar
abiertamente de sus sentimientos, es importante no entrar en detalles excesivos que pueden
afectar a los demás ya que esto lejos de beneficiar a los pacientes, puede resultar perjudicial.
Si se permite que el grupo sea una especie de “recipiente de males” se estaría desviando de
uno de los principales objetivos: centrarse en habilidades, recursos, soluciones y alternativas.
En este sentido, es importante enseñarles a ser más “selectivos” a la hora de compartir
sentimientos y pensamientos, que comprendan que por la intensidad con la que se viven las
emociones y las situaciones, tienen una tendencia a exponerse demasiado y el resultado no
suele ser positivo. Es decir, ayudarles a ver que es importante ser cautos a la hora de
compartir sentimientos muy íntimos y hacerlo de forma gradual, porque la respuesta que
pueda dar la persona en la que se está confiando puede no ser la esperada y desencadenar
reacciones y emociones negativas
Aprender a pedir ayuda de manera más efectiva: la importancia de aprender a escuchar
para poder ser escuchado
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Todo lo que he comentado hasta ahora, tiene relación con la manera que suelen tener estas
personas de compartir sentimientos y de pedir ayuda. Suele ser muy intensa, desesperada y
poco clara, en muchos casos esperando “ser rescatados” o que los demás “sepan qué
necesitan exactamente”. De ahí la tendencia de los demás a interpretar muchas de las
peticiones de ayuda como manipulaciones o chantajes.
Uno de los principales motivos por los que el grupo suele ser de ayuda, es el beneficio de
poder escuchar y aprender de las vivencias de otras personas que experimentan o han
experimentado problemas muy parecidos. Esto implica escuchar y respetar a cada uno de los
participantes pues será la única forma en la que el grupo se pueda convertir en un “entorno
seguro” en el que cada persona se pueda expresar libremente sin temor a ser juzgado,
criticado o invalidado. Esto último, no será tolerado en los grupos pues además de ser una
interferencia, puede dañar a las personas que acuden a las reuniones y se aleja de otro
objetivo que se comenta a lo largo de este artículo: que aprendan a aceptar situaciones y
puntos de vista diferentes a los suyos. Aprender que sus sentimientos, aunque sean distintos a
los de otros, no tienen porque ser juzgados ni criticados, igual que ellos no deben juzgar
sentimientos que sean diferentes a los suyos.
Por otra parte, hay personas que se limitan a expresar queja tras queja y que dejan muy pocas
alternativas para la persona que escucha (ya que cualquier sugerencia va a ser contestada
con otra queja o con un “ya pero”). En definitiva, aprender a compartir experiencias “únicas”,
reduce el temor a ser juzgado y facilita la flexibilidad de percibir distintas alternativas sin
centrarse en una sola posibilidad, algo relativamente frecuente en las personas con este
diagnóstico: la tendencia a no ver salida o manera de solucionar los problemas y conflictos a
los que tienen que hacer frente.
La diferencia entre compartir y desahogar
Compartir, implica ser claro acerca de lo que uno siente pero también implica escuchar a la
persona que nos está escuchando. Algunas personas tienden a realizar monólogos acerca de
lo ocurrido como desahogo pero el resultado suele ser ese: simplemente un desahogo. Es
decir, por lo general la persona no se siente mejor (el problema suele seguir presente y uno no
se centra en soluciones). En el grupo es importante centrarse en soluciones y en alternativas
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tal y como comentaba al inicio de este artículo. Es importante matizar y comprender la
diferencia entre compartir y desahogar pues generalmente la respuesta de los demás
dependerá en parte, de cómo la manera de "compartir" sea percibida por los de su entorno.
En los grupos se puede explicar a los pacientes que la comunicación ha de ser en dos
direcciones.
La tendencia a engancharse a las emociones y cómo esto impide que hagan frente a los
problemas: la importancia de relativizar y de centrarse en soluciones
Un aspecto relativamente frecuente en las personas con este diagnóstico es una
hipersensibilidad que hace que presenten reacciones desproporcionadas y poco efectivas.
Otro aspecto es la dificultad para manejar las emociones cuando se han “disparado”. Uno de
los objetivos del grupo es aprender a manejar las preocupaciones y hacer frente a los
problemas de una manera efectiva que no empeore la situación o lo que uno siente. Muchos
de los pacientes con este diagnóstico, tienen dificultades para manejar las emociones cuando
se activan de una manera muy intensa (generalmente después de una decepción o una
sorpresa desagradable) hasta el punto de tener problemas para seguir “funcionando”. En estas
situaciones las personas tienden a engancharse a la emoción negativa y cuando esto ocurre,
esta crece y crece hasta que la persona siente que va a explotar y que ya nada tiene arreglo.
Esto interfiere en la capacidad para centrarse en alternativas y posibles soluciones.
Comparativas realistas: aprender que no son los únicos que sufren
Otro aspecto fundamental es ayudarles a comprender que todas las personas tienen malos
momentos, que nadie está contento siempre pues es frecuente que las personas con este
diagnóstico se comparen con los demás y que “salgan mal parados”. Esto en parte se debe a
la dificultad para ver la totalidad de algo (persona, situación,…) que está relacionada con el
pensamiento dicotómico y la escisión. Es decir, la tendencia a centrarse en una única parte de
algo (la positiva si se idealiza y la negativa si se devalúa). El que puedan comprender que a
todos nos preocupan cosas, nos saturan, nos agotan y que esto “es normal” les puede acercar
a una visión más realista.
Comentar preocupaciones del día a día y ver cómo otros hacen frente a los mismos
problemas, les puede ayudar a comprender y/o recordar que no están solos y que existen
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alternativas para ellos. En concreto, pueden aprender cómo afrontan los demás problemas
similares y cómo, sin darse cuenta, se ponen impedimentos para establecer las relaciones
personales que les gustaría mantener.
En definitiva, hay aspectos como aprender a comunicarse de manera efectiva, relacionarse,
interpretar adecuadamente los comentarios y actitudes que transmiten los demás y todo lo que
tiene que ver con las relaciones con los demás que pueden aprender más rápido en los grupos
que en la terapia individual y en un contexto más seguro que fuera de terapia.
¿Por qué se producen cambios?
Creo que esto en parte se debe a que al tratarse de personas con una sintomatología similar,
disminuye la sensación de “bicho raro” que comentaba al inicio de este artículo. A medida que
avanzan las sesiones, los participantes perciben un entorno seguro en el que pueden
comentar cada una de sus dudas e incluso “ensayar” mediante juegos de rol, formas de
solucionar un posible conflicto recurriendo a la comunicación y no a la acción. Esto les permite
tomar conciencia de cómo interfieren muchas reacciones y comportamientos en su calidad de
vida y en la de las personas de su entorno, cómo su comunicación puede ayudar a manejar
una situación o por el contrario empeorarla y hace que se produzca un efecto de “espejo” en el
que cada participante se puede ver reflejado en los demás y aprender de este reflejo (como
comentaba antes tanto para percibir aspectos positivos como los negativos y así poder
cambiarlos). En definitiva, el entorno del grupo les da la oportunidad para dar y recibir
opiniones constructivas, no juicios ni críticas y esto permite que aprendan a ser más
autónomos en su día a día. Es decir, lo que surge es un aprendizaje y generalización a la vida
cotidiana y un aumento de los recursos y habilidades de cada participante, llegando a
interiorizarlos y automatizarlos.
Recomendaciones generales para el funcionamiento de los grupos
Para conseguir que los participantes se interesen, quieran acudir y se involucren en las
sesiones de terapia puede ser útil el tener en cuenta los siguientes puntos:
- estructurar las sesiones
- crear un ambiente agradable, un entorno seguro
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- permitir que los participantes se expresen de forma natural
- tener en cuenta las sugerencias de los participantes y solicitarlas, pedir su opinión
(esto aumenta la sensación de trabajo en equipo)
- fomentar el intercambio de opiniones
- abordar los problemas abiertamente
- dar feedback a los participantes
Estructurar las sesiones permite que los participantes sepan a qué atenerse, qué pueden
esperar de los demás (tanto de los compañeros como de los terapeutas) y qué se espera de
ellos. En este sentido suele ser muy útil dedicar parte de la primera sesión a revisar y/o crear
una serie de “sugerencias” o “normas” a respetar durante las sesiones, siendo claves la
asistencia continuada y la participación activa de cada participante. Entre estas sugerencias
las más frecuentes son decidir la duración de las sesiones, la periodicidad, cómo han de
establecerse los contactos fuera del grupo para que no interfieran, etc. Una de las “normas”
básicas del grupo es la confidencialidad.
A partir de aquí crear un ambiente agradable será mucho más fácil. Para esto es importante
animar a que el paciente se exprese de manera natural, es decir, tal y como se expresa en su
vida cotidiana pues sólo así tendremos acceso a su manera real de comunicarse y podremos
ayudarle a modificar aquellos aspectos que pueden estar interfiriendo en sus relaciones con
los demás y en la resolución de conflictos y/o malos entendidos. Recomiendo fomentar el
intercambio de opiniones y tener en cuenta las sugerencias de los participantes pues esto da
la sensación de trabajo en equipo y ayuda a crear un entorno seguro en el que cada
participante sabe que puede y se espera que opine, que tiene voz y voto y que cada
sugerencia será valorada entre todos. Además, esto les ayuda a entender que el que los
demás tengan una opinión diferente no quiere decir que desaprueben la suya (algo frecuente
en las personas con este diagnóstico que al estar tan necesitadas de aprobación tienden a
vivir cualquier desacuerdo como un rechazo, una confrontación, un desprecio, una humillación
e incluso un rechazo hacia su persona).
En ocasiones, es inevitable que surjan roces y malos entendidos entre los participantes del
grupo, cuando esto ocurre conviene abordarlo en la misma sesión de terapia pues es una
excelente oportunidad para poder practicar las habilidades que se pretende enseñar.
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Para que todo lo anterior sea posible en un grupo de personas con trastorno límite de la
personalidad, es recomendable seleccionar a los participantes del grupo e intentar que las
características sean similares. Para esto será necesario conocerlos un mínimo antes de
proponerles su incorporación a un grupo. El que las características y/o problemática sean
similares puede facilitar la cohesión y fomentar el interés entre los participantes. Además de
esto recomiendo formar grupos abiertos para que puedan incorporarse nuevos participantes a
lo largo del año. Esto ayuda a los más avanzados a ser conscientes de sus avances y también
aporta un “aire fresco” al grupo. En ocasiones puede resultar útil incorporar en el grupo uno o
dos participantes más avanzados pues esto da motivación a los compañeros y a la vez ayuda
a éstos a ser conscientes de sus logros.
Otro aspecto positivo es adelantarse a los problemas como estrategia pues de cada grupo se
sacan conclusiones y un nuevo aprendizaje que se puede plasmar en ejemplos que ayuden a
nuevos pacientes a prever posibles conflictos y así solucionarlos en lugar de huir de ellos.
El papel del terapeuta
Una vez comentados estos aspectos es importante dedicar un apartado del artículo a la figura
y el papel del terapeuta en el grupo pues los posibles resultados pueden variar en función de
la actitud y de la presencia o ausencia de ciertas cualidades. Realizada una encuesta a
pacientes de seis grupos encontramos que hay algunos aspectos “deseables” en el terapeuta,
que son valorados muy positivamente por los participantes. Algunos de los mencionados son:
- Adopta una postura activa
- Modera discusiones
- Clarifica malas interpretaciones
- No juzga; realiza observaciones y críticas constructivas
- Responde a las preguntas con respuestas concretas
- Promueve un clima de confianza entre los miembros
- Alienta a los participantes valorando sus esfuerzos y recordando los logros
- Aporta alternativas y fomenta reflexiones entre los participantes para que ellos mismos
las generen
- Da sugerencias, no órdenes
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Además de lo anterior, preguntando por aspectos que ellos valoran en el/los terapeuta/s son
frecuentes las siguientes respuestas:
- Comprensión
- Empatía
- Tacto
- Calidez
- Calma
- Seguridad
- Confianza
- Interés
- Disposición
- Flexibilidad
- Respeto
- Coherencia
- Claridad
- Paciencia
- Estabilidad
- Constancia
Por último señalar cuatro aspectos que es importante evitar:
- El contagio emocional (tanto por parte del terapeuta como del coterapeuta y de los
participantes)
- Permitir que un paciente monopolice la sesión
- Abordar temas que es necesario tratar en la terapia individual
- La formación de “subgrupos” durante las sesiones
Resumiendo, es importante estructurar las sesiones, crear un entorno seguro en el que los
participantes se sientan cómodos, permitir y fomentar la naturalidad (que los pacientes se
muestren tal y como son), facilitar la participación activa de cada miembro del grupo,
establecer una buena alianza entre terapeutas y pacientes, tener un conocimiento previo del
paciente antes de proponerle la incorporación al grupo y ser flexible: no hace falta rigidez para
manejar la situación de grupo.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
1. Diamantes en Bruto I. Un acercamiento al trastorno límite de la personalidad.
Manual informativo para profesionales, pacientes y familiares. Dolores Mosquera.
Ediciones Pléyades, S.A. 2004.
2. De la teoría a la práctica: Intervención en el trastorno límite de la personalidad.
Dolores Mosquera. Ediciones Pléyades, S.A. 2005.