Las revoluciones de 1820 comenzaron con la independencia de las colonias españolas y portuguesas en América debido al deseo de los criollos de gobernarse a sí mismos y la debilidad de España. Luego, las revoluciones se extendieron a Europa, afectando principalmente a España, Nápoles, Portugal y Grecia, impulsadas por las ideas liberales y nacionalistas. Los gobernantes absolutos de estos países intentaron reprimir los movimientos revolucionarios, mientras que en otros como Alemania y Francia hubo protestas pero no revoluciones