Tras la Primera Guerra Mundial surgió inestabilidad política en Europa, dando paso a gobiernos totalitarios en Italia, Alemania y la Unión Soviética durante la década de 1920 y 1930. Los regímenes totalitarios se caracterizaban por tener líderes fuertes y carismáticos, basarse en ideologías autoritarias y antidemocráticas, y concentrar todo el poder del estado y controlar la sociedad a través de un único partido que perseguía y eliminaba a la oposición.