SEMIOLOGIA DE CABEZA Y CUELLO. Medicina Semiologia cabeza y cuellopptx
Trabajos conferencia-literatura constructora de un humanismo
1. LITERATURA CONSTRUCTORA DE UN HUMANISMO
SOLIDARIO Y RESPONSABLE
PEDRO PAUNERO
El Humanismo es la actitud filosófica que hace hincapié en
la dignidad y el valor de la persona. Su principio básico enseña que
las personas son seres racionales con capacidad para hallar la verdad
y practicar el bien. Al principio este movimiento literario y cultural
se extendió por Europa durante los siglos XIV y XV y constituyó un
renacimiento de los estudios griegos y romanos revalorando su valor
clásico por sí mismo, más que por su importancia en el marco del
cristianismo. Siendo la imprenta, inventada a mediados del siglo
XV, el medio que impulsó al humanismo difundiendo libros de
autores antiguos.
En La Ciudad de Dios obra escrita por san Agustín de
Hipona, el primer filósofo cristiano, se sintetizan los principios
doctrinales del cristianismo y la filosofía clásica, siendo la influencia
de Platón notable, hasta el punto que San Agustín parece
“cristianizar” algunas de las tesis del platonismo. San Agustín
conoció la decadencia del Imperio Romano y el inicio de la Edad
Media. Redactada entre el 413 y el 426 en latín (De civitate Dei),
fue escrita para responder a la crítica que los romanos no cristianos
hacían a los cristianos, a quienes culpaban de la caída del Imperio
por haber promovido el abandono del culto a los dioses romanos.
Agustín de Hipona no acepta esta crítica y supone que la caída del
Imperio romano yace en causas más profundas y complejas, como la
decadencia moral de Roma expresada en los juegos gladiatorios y
las orgías y el que se habían rechazado los principios de vida que el
cristianismo instauró. La obra es una alabanza del valor del
cristianismo como única religión verdadera y un reconocimiento de
la providencia divina que permitió la gloria del imperio y su
posterior caída. Fue usada ampliamente por los principales
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2. humanistas que aparecerían a fines de la Edad Media y el
Renacimiento y nutriría los ideales utópicos de diversos autores.
Francesco Petrarca (1304-1374), por sus conocimientos
litearios clásicos y la restauración de la lengua latina obtiene la
reputación de “primer gran humanista”, contribuyendo a la
fundación del italiano como lengua literaria junto con Dante
Alighieri (1265-1321).
El Renacimiento produjo individuos a los que se les
denominó “hombres universales”: artistas que alcanzaron la
perfección en más de una disciplina. Entre estos Leonardo da Vinci
y Miguel Ángel. Característica también de varios de los gobiernos
de mecenazgo cultural de los príncipes de las ciudades italianas
durante aquella época brillante.
Entre las personalidades del Renacimiento que contribuyeron
a la teoría educativa sobresalió el humanista alemán Erasmo de
Rotterdam y el ensayista francés Michel de Montaigne. Este afán
de poner en el centro de la naturaleza al hombre traería las
consecuencias literarias de la creación de todo un género, anunciado
ya desde los mitos de la creación de todas las culturas, los paraísos
perdidos, la restauración de las ciudades celestiales o de épocas
doradas que habían quedado atrás, tratándose éste del género de las
utopías.
Es la época de los grandes descubrimientos: América se abre
como tierra de promisión; los europeos, cansados de las guerras
intestinas continentales (por ejemplo, España, con la reconquista de
los territorios ocupados por los árabes) suponen que los hombres de
esos territorios vírgenes, los llamados “indios”, constituyen “el buen
salvaje”, los resquicios de una humanidad que vive aún en una edad
paradisíaca.
Aparece la obra La Utopía de Tomás Moro, publicada en
1516, quien no sólo creó una nueva palabra (utopía, “no hay tal
lugar o lugar que no existe”), sino que inauguró ese género literario
y filosófico basado en la planificación ideal de una forma de
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3. gobierno perfecta, que posteriormente es aceptada en la condición
de “irrealizable” (utópica). Libro dividido en dos partes, dedica la
primera de estas a las críticas que un viajero hace de la situación
social y política de la Inglaterra de la época, en tanto que en el
segundo se describe el viaje a la imaginaria isla de Utopía y la
organización de su Estado, donde las reformas que remedian los
males de la sociedad ya han sido llevadas a cabo. La Utopía de
Tomás Moro es el testimonio de unos comportamientos denunciados
por el autor y que ocurrían en el momento en que es escrita la
novelita, con un fino toque burlón, con cierto dramatismo
especialmente notable en la composición de los diálogos. Su
invención de una república ideal, gobernada por medio de la razón y
bajo la más profunda tolerancia religiosa, obtuvo una importante e
inmediata resonancia en los ámbitos del humanismo renacentista,
tanto en su propio país como en el resto de Europa.
Como dato curioso: Tomás Moro es el santo de los políticos,
es decir, como santo, vive en la eternidad, puede intervenir en las
cosas del mundo, tiene licencia para hacer milagros, pero, como
apunta Roberto Mares en una edición de la Utopía, “casi nadie le
tiene devoción y nadie le reza; santo que simboliza el deseo que sólo
se realiza entre todos y para todos, al cual se le podría orar de la
siguiente manera: Sancte Thomas, ora pro te ipso… para que en el
tiempo y en el mundo se realicen tus anhelos. Hazte tú mismo el
milagro de que surja la utopía.”
Debemos señalar que si la obra literaria de Santo Tomás
Moro se realizó en la tierra, fue en México, cuando el utopista
Vasco de Quiroga, primer obispo de Michoacán, realiza su obra de
evangelización entre los indios purépechas construyendo sus
exitosos “Pueblos Hospitales”, materializando un plan donde todos
sus habitantes vivían en comunidad de bienes. Proyecto social que
consiguió por espacio de más de tres siglos, cuando donó a los
indios, en propiedad, sus tierras, creando la mítica figura de “Tata
Vasco”, que aún perdura entre los indígenas de ese estado.
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4. Michel de Montaigne (1533-1592) escritor francés
considerado hoy como el padre del ensayo como forma literaria
abarca en estos una amplia veriedad de temas, discursivos y en tono
coloquial con el uso de numerosas citas de autores clásicos. Como
pensador analiza las instituciones, opiniones y costumbres de su
época, y se opone a cualquier forma de dogma que carezca de una
base racional. Tuvo una postura ante la vida de escepticismo
filosófico, realzando las contradicciones e incoherencias inherentes a
la naturaleza y la conducta humana. Sin embargo, su moral tendía
primordialmente hacia el epicureísmo (propuesta filosófica del
griego Epicuro que dice que el placer constituye el bien supremo y
la meta más importante de la vida, pero se trata de un placer
intelectual sobre lo sensual, esto último motivo de perturbación de la
paz del espíritu), revelando las actitudes propias de un humanista
que rechazaba la esclavitud de las pasiones y los deseos. En el más
amplio de sus ensayos, Apología de Raimundo de Sabunde, realiza
un estudio de la capacidad racional y las aspiraciones religiosas del
ser humano y para él, la lectura debería servir para ayudar a emitir
juicios correctos y no sólo para desarrollar la facultad de la
memoria.
Es en la obra de Henry David Thoreau (1817-1862), escritor,
filósofo y naturalista estadounidense, donde se demuestra cómo los
ideales abstractos de libertad e individualismo pueden realizarse en
el ámbito de nuestras vidas. En Walden, o mi vida entre Bosques y
Lagunas (1854) su obra más conocida, expresa de un modo
concluyente las buenas razones que existen para adoptar una vida
contemplativa acorde a la naturaleza y respetuosa de la misma,
contiene una nítida descripción, en forma de diario, de los
principales detalles de su vivencia en el condado de los bosques de
Walden. Esta obra influyó en los posteriores movimientos
ecologistas del Siglo XX. Thoreau fue encarcelado, aunque sólo por
una noche, por negarse a pagar impuestos a un gobierno que admitía
la esclavitud y estaba envuelto en una guerra con México. Su
postura en este aspecto se patentiza en su ensayo más célebre,
Desobediencia civil (1849) donde fundó la teoria de la resistencia
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5. pasiva, método de protesta que, más adelante, adoptaría Gandhi
como táctica contra los británicos. La literatura de Thoreau es
humanista en cuanto le preocupa el hombre y su conciencia, pero
Trascendentalista, como se denominó la corriente que junto con
Ralph Waldo Emerson fundó, en cuanto supone que lo divino
impregna todos los objetos, animados o inanimados, y el objetivo de
la vida era la unión con la denominada alma superior.
El novelista ruso del siglo XIX, Fiódor Dostoyevski es quizá
el mayor representante de la literatura humanista-existencialista. En
Memorias del subsuelo (1864), su desequilibrado antihéroe, se
encuentra enojado frente a las pretensiones optimistas del
humanismo racionalista. La idea de la naturaleza humana en esta y
otras novelas de Dostoievski consiste en que es imprevisible,
perversa y autodestructiva; sólo el amor cristiano puede salvar a la
humanidad de sí misma, pero ese amor no puede ser entendido desde
la sensibilidad filosófica.
Vemos así cómo el humanismo, que pone en el centro de toda
cuestión la dignidad y el valor de la persona -que impregnó diversas
posturas filosóficas y literarias-, es una de las corrientes filosóficas
que deberían tenerse presentes constantemente en un mundo donde
cada vez más la amenaza de la deshumanización por parte de los
poderosos que comercian con la carne, la sangre y la clorofila del
planeta y que han transformado la democracia en un ejercicio de
“pornocracia” y “narco gobierno”, donde sólo importan los intereses
de los consorcios empresariales (por otro lado, los verdaderos
gobernantes del mundo) obliga a una humanidad cada vez más
doliente y decepcionada a olvidar que, como dice uno de los
personajes de Dostoievski, Aliosha, en Los hermanos Karamazov,
“tenemos que amar la vida más que el significado de la misma”.
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6. pasiva, método de protesta que, más adelante, adoptaría Gandhi
como táctica contra los británicos. La literatura de Thoreau es
humanista en cuanto le preocupa el hombre y su conciencia, pero
Trascendentalista, como se denominó la corriente que junto con
Ralph Waldo Emerson fundó, en cuanto supone que lo divino
impregna todos los objetos, animados o inanimados, y el objetivo de
la vida era la unión con la denominada alma superior.
El novelista ruso del siglo XIX, Fiódor Dostoyevski es quizá
el mayor representante de la literatura humanista-existencialista. En
Memorias del subsuelo (1864), su desequilibrado antihéroe, se
encuentra enojado frente a las pretensiones optimistas del
humanismo racionalista. La idea de la naturaleza humana en esta y
otras novelas de Dostoievski consiste en que es imprevisible,
perversa y autodestructiva; sólo el amor cristiano puede salvar a la
humanidad de sí misma, pero ese amor no puede ser entendido desde
la sensibilidad filosófica.
Vemos así cómo el humanismo, que pone en el centro de toda
cuestión la dignidad y el valor de la persona -que impregnó diversas
posturas filosóficas y literarias-, es una de las corrientes filosóficas
que deberían tenerse presentes constantemente en un mundo donde
cada vez más la amenaza de la deshumanización por parte de los
poderosos que comercian con la carne, la sangre y la clorofila del
planeta y que han transformado la democracia en un ejercicio de
“pornocracia” y “narco gobierno”, donde sólo importan los intereses
de los consorcios empresariales (por otro lado, los verdaderos
gobernantes del mundo) obliga a una humanidad cada vez más
doliente y decepcionada a olvidar que, como dice uno de los
personajes de Dostoievski, Aliosha, en Los hermanos Karamazov,
“tenemos que amar la vida más que el significado de la misma”.
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