In Venta es una muestra y mercado de obras de arte de la ciudad de Rosario, destinado a la difusión de la producción local con los objetivos de promover artistas y facilitar la venta de obras para quienes no formen parte de catálogos de galerías de arte. Se trata de la primera galería pública de la historia de la ciudad en la cual exhiben sus obras más de 70 artistas.
In Venta es una muestra y mercado de obras de arte de la ciudad de Rosario, destinado a la difusión de la producción local con los objetivos de promover artistas y facilitar la venta de obras para quienes no formen parte de catálogos de galerías de arte. Se trata de la primera galería pública de la historia de la ciudad en la cual exhiben sus obras más de 70 artistas.
La arquitectura paleocristiana y bizantina son dos estilos arquitectónicos distintivos que se desarrollaron en la historia del arte y la arquitectura.
La arquitectura paleocristiana se refiere al estilo arquitectónico que surgió en los primeros siglos del cristianismo, desde aproximadamente el siglo II hasta el siglo VI. Este estilo se caracteriza por el uso de elementos como columnas, arcos, bóvedas y cúpulas, a menudo incorporando influencias de la arquitectura romana. Las iglesias paleocristianas tempranas solían ser de planta basilical, con una disposición longitudinal y un énfasis en la simplicidad y la funcionalidad.
Por otro lado, la arquitectura bizantina se desarrolló a partir del siglo VI en el Imperio Bizantino (el antiguo Imperio Romano de Oriente) y continuó hasta la caída de Constantinopla en 1453. Este estilo se caracteriza por el uso de cúpulas, arcos de medio punto, mosaicos elaborados, columnas esbeltas y una profusión de detalles ornamentales. Las iglesias bizantinas suelen tener una planta centralizada, con una cúpula central que domina el espacio interior.
Ambos estilos arquitectónicos reflejan la evolución del arte y la cultura durante períodos históricos específicos y han dejado un legado duradero en la historia de la arquitectura occidental.
Las características principales de la arquitectura paleocristiana son:
1. Planta basilical: Las iglesias paleocristianas tempranas tenían una planta basilical, es decir, una disposición longitudinal con una nave central y dos laterales.
2. Simplicidad y funcionalidad: El énfasis en la simplicidad y la funcionalidad era una característica importante de la arquitectura paleocristiana. Las iglesias solían ser espacios sencillos y sin adornos excesivos.
3. Uso de elementos romanos: La arquitectura paleocristiana incorporaba elementos de la arquitectura romana, como columnas, arcos y bóvedas.
4. Uso de cúpulas: Aunque no tan comunes como en la arquitectura bizantina, algunas iglesias paleocristianas también incluían cúpulas.
Las características principales de la arquitectura bizantina son:
1. Cúpulas: La arquitectura bizantina se caracteriza por el uso de cúpulas, que pueden ser grandes y dominantes en el espacio interior.
2. Arco de medio punto: Los arcos de medio punto son comunes en la arquitectura bizantina, tanto en las cúpulas como en los espacios interiores.
3. Mosaicos elaborados: Los mosaicos eran una forma de decoración muy importante en la arquitectura bizantina. Estos mosaicos solían representar escenas religiosas y eran elaborados y coloridos.
4. Columnas esbeltas: Las columnas en la arquitectura bizantina suelen ser delgadas y altas, dando una sensación de ligereza y elegancia.
5. Detalles ornamentales: La arquitectura bizantina está llena de detalles ornamentales, como motivos geométricos, cruces, hojas de acanto y otros elementos decorativos.
Estas son solo algunas de las características principales de cada estilo, pero es importante tener en cuenta sus difere
Los atletas olímpicos de la antigüedad participaban en los juegos movidos por el afán de
gloria, pero sobre todo por las suculentas recompensas que obtendrían si ganaban..
Es una presentación desde el punto de vista histórico, escultórico y pictórico, gracias a la
cual podemos apreciar a través del tiempo como el arte ha contribuido a la historia de
los olímpicos.
2. «Debemos apartarnos
de la influencia de las
escuelas europeas y
buscarnos a nosotros
mismos, a fin de que
nos demos cuenta de
lo que hemos sido y
lo que somos y de lo
que estamos pisando:
un rico filón de leyendas
y tradiciones que
enriquece nuestra
imaginación creadora,
para poder llegar,
al verdadero símbolo
de América».
José Horacio Betancur
11. JoséHoracioBetancur
9
E
l arte enseña a ver el mundo y las cosas desde lo inesperado, los ar-
tistas contagian de entusiasmo el amor por la belleza. Los creadores
avivan la imaginación, esparcen sensibilidad. Cada vez se precisa
acercar más el arte a la gente, con el fin de que no sea un privilegio de
pocos, sino de todos.
Las obras de arte tienen vida propia, trascienden el tiempo y se hacen
perdurables en las exposiciones y en los libros. Siempre a los artistas,
en Colombia, les es difícil sobrevivir de su profesión. Hay que derribar
los muros que no dejan que la cultura sea una estrategia de desarrollo
para el país, y para eso se necesita que la gente consuma más cultura.
El arte es el maestro que todos los días enseña cosas distintas, pero si
sigue la hostilidad con el arte los nuevos artistas no van a poder flo-
recer. Ante la falta de oportunidades de los artistas para publicar sus
libros, la Editorial del Departamento les abre puertas mediante esta
admirable colección, bellamente editada, para que nuestros creadores
sean conocidos, se vuelvan más competitivos y puedan compartir su
obra, en grande, con el resto del mundo.
Somos los libros que leemos y que nos cambian la acostumbrada vi-
sión de la realidad. Publicar los libros de nuestros artistas se convierte,
a su vez, en una obra original; del mismo modo que una pintura o una
escultura.
Con Vivan los Creadores resurge el proyecto que como Alcalde de
Medellín, puse en marcha: crear y mantener una publicación en la cual
hablen nuestros artistas y sus obras. En esta ocasión se recupera esa
memoria cultural, revivida en el compromiso de la Gobernación con los
autores antioqueños, para que sigan habitando en sus obras. Cada título
es una comunicación del artista plástico con el público, con el fin de
promover una nueva conciencia del valor del arte, cuya lectura y rego-
cijo invitan a vivir una experiencia espiritual y sensorial plena de imáge-
nes, de signos y sentidos. Vivan los Creadores es expresión del respeto y
admiración por los artistas y sus obras; la evidente certeza sobre el im-
prescindible papel que la cultura está llamada a jugar en toda sociedad.
Este libro es un tributo al maestro José Horacio Betancur en el que que-
da plasmado su estilo, se compendia su original aproximación al mundo
del arte y se presenta su itinerario estético; es un homenaje a su queha-
cer artístico que se hace más visible en esta publicación para Antioquia,
Colombia y el mundo.
Vivan los creadores
Luis Pérez Gutiérrez
Gobernador de Antioquia
13. JoséHoracioBetancur
11
Isabel Cristina Carvajal Zapata
Directora Instituto de Cultura y
Patrimonio de Antioquia
L
a cultura es lo que distingue y diferencia a las civilizaciones; la cul-
tura y el patrimonio es lo único que permanece en la historia de los
pueblos. Sólo la cultura que es pensamiento, reflexión, poesía, arte,
tiene la capacidad de convertir la vida humana en una bella aventura.
Las manifestaciones artísticas estimulan la creatividad y la sensibilidad,
enseñan a pensar. A su vez, los libros cumplen ingentes tareas: iluminan,
liberan, convocan; sin ellos ninguna cultura sería posible.
El Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia tiene entre sus objeti-
vos fomentar la cultura en todos sus ámbitos, en especial las artes y las
letras. Acorde con este propósito ha establecido el Fondo Editorial, de
carácter departamental, que posibilita la publicación de obras artísticas
y culturales en todos los géneros. El Fondo editorial se constituye con el
fin de construir memoria y dejarla activa para las próximas generaciones.
El impulso principal al establecer la colección Vivan los Creadores es el
interés del Instituto por preservar y poner al alcance de todos, la difu-
sión de libros de artistas que contribuyan al desarrollo cultural y artísti-
co del país. Este es un hito editorial que revela la importancia del libro
artístico para la sociedad. Los libros de artistas permiten a los pintores,
escultores, dibujantes, y demás cultores de las artes visuales darse a
conocer y llegar al corazón de públicos más amplios.
Una editorial pública debe dejar de lado la rentabilidad económica para
centrarse en la rentabilidad social y cultural que, sin duda, debe marcar
la política cultural, y este es un propósito misional del Instituto.
Presentamos quince libros de artistas publicados con el sello editorial
de la Gobernación y el Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia
—este título es uno de ellos— que cumplen un servicio público que
pocos realizan: apostarle a una línea editorial sobre la vida y obra de
quienes irradian belleza en el mundo cotidiano de la gente.
El lector encontrará reproducciones de las obras y aproximaciones al
ideario de cada autor. Son libros para ser leídos y deleitados que aporta-
rán a la difusión del arte antioqueño, en los que se percibe la evolución
de las expresiones plásticas.
Todo libro que aporte a la educación y a la cultura es un gesto sensible
que contribuye al progreso moral de la humanidad.
El libro artístico
14.
15. JoséHoracioBetancur
13
Lo grandioso, lo eterno, no improvisa jamás. Ello es producto de
un esfuerzo continuado, de una fe, de una necesidad, de una vo-
cación y de una voluntad puestos al servicio colectivo. Dígase lo
que quiera, sin duda alguna, Betancur es un hombre lleno de vigor
en su obra, dueño de su propio cincel y de sus propias manos con
una capacidad de trabajo que pocos tienen en nuestro país, con
impulsos creadores a la medida de su directa vocación y con fe en
la escultura, en la tradición, en la tierra.
Esto último representa uno de sus méritos fundamentales. Con
ese apego afectuoso a los motivos terrígenos obtiene obras no
de un frívolo costumbrismo ni de un tipismo superficial, sino de
valor universal por su trascendencia plástica y humana. La afirma-
ción de algún literato: «por la vereda se llega al universo» tiene
en Betancur su más exacto seguidor. En él, el motivo nuestro, el
hombre nuestro, el problema nuestro, dejan de serlo para conver-
tirse en el motivo del hombre en diversas latitudes. En lo mejor de
su escultura, el ser humano y su grito es el problema fundamental
creado por este escultor que vive su siglo y pulsa el ritmo duro,
trágico y definitivo de su tiempo a través de los mitos indígenas,
mulatos y mestizos de nuestras regiones. Cuando Betancur se
despoja de prejuicios antiartísticos de moda, es forzoso recono-
cerle, su dominio absoluto del material trabajado y la manera de
sacarle vida es entonces cuando lo podemos ver en todo su vigor
elemental y en toda su capacidad artística que lo sitúan entre los
abanderados criollos de un americanismo fuerte, original y plás-
ticamente valedero en cualquier rincón del mundo donde halla
sensibilidad y amor a lo bello.
Manuel Mejía Vallejo
Escritor
17. JoséHoracioBetancur
15
La importancia
de esta compilación
y selección
E
sta publicación es el resultado de la meditada lectura y de la pa-
ciente selección de las múltiples opiniones y testimonios emitidos
espontáneamente sobre el comportamiento personal y la obra del
escultor. Es también el resultado de la complicada selección del material
gráfico de su obra, empresa acometida por su hijo, el escultor Miguel
Ángel Betancur.
Los orígenes de semejante aventura, después de la desaparición del
maestro, acaecida en 1957, fueron determinados por la admiración tem-
prana del compilador; estimulada también por la extrañeza del silencio,
que como una nube densa, empezó a cubrir su nombre y la mayor par-
te de sus obras, sin que hasta hoy se pueda saber o definir si la nube
impenetrable se ha formado por desidia, incomprensión o ignorancia
de quienes ostentan los «poderes», condenan y entierran, o exaltan y
magnifican; actividades que hoy carecen de explicaciones porque todos
los criterios y valores conviven.
También tienen origen en la ausencia de ediciones y publicaciones, tan
abundantes en la actualidad, sobre artistas reconocidos y las de los
noveles, asfixiantes; por último, es el deseo de justicia que aboga por
un tratamiento equilibrado, similar al otorgado a otros artistas de su
generación y a las obras consideradas representativas del movimiento
correspondiente, pues abundan los comentarios y reseñas sobre Rozo,
Josefina Albarracín, Hena Rodríguez, José Domingo Rodríguez, Acuña,
Abril, Pedro Nel Gómez, y muchos otros, pertenecientes a la corrien-
te nacionalista Bachué, en la que perfectamente encaja José Horacio
Betancur y del que apenas se hacen notas y comentarios livianísimos.
Por estas consideraciones no se ha omitido esfuerzo en la reunión de
testimonios y escritos de incalculable valor informativo, agilizadores
permanentes del estudio de su obra.
Jorge Cárdenas H.
Pintor
Medellín, Abril del 2010
19. JoséHoracioBetancur
17
De par en par abierta
por un golpe de plomo y mala suerte,
tu cabeza desierta
en raíces y en hojas se convierte.
Yo quiero que te quedes,
pero tú te despeñas por la herida
y a duras penas puedes
esculpir en el polvo tu partida.
Escultor, pero ciego,
ciego bajo la tierra y sin martillos,
dilapidas tu fuego
en medio de cartuchos amarillos.
Parece que es un sueño,
pero es verdad que vuelas y te alejas
y que en vano me empeño
en retener las alas de tus cejas.
Labrador ya no eres
de piedras duras y maderas bellas,
labrador de mujeres
elementales como las estrellas.
Eres puro trasmundo
y si algo brilla en tus alrededores,
es mi llanto profundo
que te busca entre zarzas y entre flores.
Elegía
Te recuerdo a pedazos,
pues participo de tus destrucciones,
y no alcanzan mis brazos
a juntar tus escombros y terrones.
En un buque muy serio
tu corazón naufraga sin testigos,
y en torno al cementerio
esperamos el turno tus amigos.
Nada podemos, nada
contra la muerte y sus tenaces besos,
que gastan la mirada
y derrumban la estatua de los huesos.
Me queda la esperanza
de que puedas oírme desde el suelo,
y de que mi labranza
convierta en pan la sombra de tu pelo.
Siento que te hayas ido
sin anunciar, en medio de amapolas
y que no hayas podido
despedirte del mar y de las olas.
Me gusta, sin embargo,
pensar que viajas por la tierra entera,
a cumplir el encargo
de esculpir una patria verdadera.
En la muerte del escultor José Horacio Betancur
El Colombiano Literario, Domingo 24 de noviembre de 1957
Carlos Castro Saavedra
Poeta y escritor
Medellín, noviembre de 1957
20. VIDA Y OBRA
Al ver sus obras en las diferentes
técnicas que trabajó, podemos
entender la diferencia de concepción
en cada una de ellas conservando
siempre su personalidad,
sin amaneramientos, ni facilismos.
Hay una búsqueda permanente.
En una palabra José Horacio
Betancur fue consecuente con
su vida escultórica.
22. 20
E
s el mayor de una humilde familia de 5 hijos, nacido el 2 de julio
de 1918 en el Corregimiento de San Antonio de Prado, de la ciu-
dad de Medellín, Antioquia, Colombia, sus padres fueron Rafael
Betancur y María Ramona Betancur, traído luego y residenciado en
las goteras de la ciudad de Medellín como corresponde a todo chico
de una familia honesta y pobre; desde pequeño fabricaba caucheras
y trompos, diábolos, que eran la admiración de sus amigos.
Sus padres deseosos de que adquiriera una buena educación lo
matricularon en la Escuela Superior Industrial de San Juan Bautista
de la Salle dirigida por los Hermanos Cristianos (Escuela del Hermano
Timoteo) donde estudió hasta quinto de primaria; paralelo a ello, su
padre le consiguió empleo en talleres de ebanistería, de electricidad
y, finalmente, como vendedor de diversos artículos en un mostrador
en la Tipografía Bedout a la edad de 16 años, donde fue mecáni-
co, ebanista, electricista y empleado de mostrador, sus ganancias las
partía en ayudar a su familia y en la compra de equipo de cacería,
deporte que practicó desde niño al lado de su padre y los amigos
de la tipografía, durante toda su vida y a la cual se le debe su alto
conocimiento de la flora y fauna colombiana, que demostró en sus
esculturas y que no ha tenido émulo alguno.
Durante su trabajo en la Tipografía Bedout y a la edad de 21
años, en un trozo de naranjo, con la ayuda de una navaja esculpió
un hermoso Cristo caído (copia del de la Iglesia de la Candelaria) el
que al ver sus compañeros y amigos le aconsejaron que se dedicara
a estudiar escultura en el Instituto de Bellas Artes, donde ingresó a la
edad de 22 años y allí fue becado por la Sociedad de Mejoras Públicas
por su alto rendimiento. Sus profesores de Escultura fueron Gustavo
López y Carlos Gómez Castro a los que se les entregó con todo el
entusiasmo, fuerza y capacidad de trabajo asimilando tan profun-
damente sus lecciones que de la noche a la mañana fue nombrado
profesor de escultura.
A medida que sus estudios ascendían, tallaba unas hermosas
molduras que vendía a la Tipografía Bedout y así se hacía a su plata,
la que invertía en materiales y para el sustento de su hogar, pues es-
tudiando contrajo matrimonio con su prima María Enriqueta Tamayo
Betancur en el año 1941, de cuyo matrimonio hubo cuatro hijos:
Dara, José Horacio, Miguel Ángel Nutibara e Inés de Jesús.
Vocación monumental
23. JoséHoracioBetancur
21
De cacería con amigos
El 20 de agosto de 1942 montó su primer taller Luis XV, en Uribe
Ángel por Ayacucho #48A-33 del barrio Buenos Aires, con el slogan
Lo que el arte logra en madera, en compañía de su amigo Alberto
Fernández, al que un año más tarde le compraría su parte, para
así, dar rienda suelta a su espíritu creador. En 1944 con las ganan-
cias adquiridas compró un terreno y construyó su casa en el barrio
Sucre, Calle 57A #31-40 donde montó el Taller, que fue el laboratorio
más heterogéneo: mármol, cemento, granito, piedra blanca y verde,
yeso… maquinaria de ebanistería y fundición. Como todos los escul-
tores principiantes hizo muñecos y escandalizó pero su idealismo, lo
cual fue estructurando artísticamente y adquirió poco a poco con-
cepciones modernas de la escultura.
Fue profesor además del Instituto de Bellas Artes en el Colegio
Sagrado Corazón de Jesús del barrio Miraflores, de donde hubo de
retirarse para realizar su obra escultórica. En la Escuela de Artes
Plásticas dependencia de la Biblioteca Municipal y en la Biblioteca
Santander situada en la Calle Bolivia #45-156, entre Sucre y El Palo,
donde tuvo un semillero de arte que más tarde tomó forma y se
consolidó cuando fue creada en 1953 la Casa de la Cultura, (hoy fa-
cultad de Artes de la Universidad de Antioquia) donde fue nombrado
profesor y con algunos alumnos formó el primero y único equipo de
escultores que ha existido en Antioquia y tal vez en el país.
24. 22
Estando en la Casa de La Cultura creó las primeras esculturas
monumentales no oficiales: La Madremonte 1953, La Bachué 1954,
y El Cacique Nutibara 1955. Es de anotar que sus obras fueron paga-
das por él mismo, no tuvo apoyo del Estado ni de institución alguna
y cuando regaló al municipio de Medellín la escultura en piedra La
Barequera fue rechazada porque dejaba ver un pezón del cuerpo de
la gran minera y hoy está exhibida discretamente en el Museo de
Antioquia. Como dice Christian Padilla más adelante en su escrito
El mensaje de piedra: «Un escultor que decide hacer monumentos
públicos financiados de su propio bolsillo, una actitud desprendida
y heroica que vale la pena contrastar con la de aquellos escultores
que al no encontrar favorecimiento oficial para hacer sus obras, de-
cidieron comprar caballete y pintura; un camino más fácil y rentable
para subsistir».
Éstas obras y los anteriores relieves gigantescos en madera reali-
zados hacia los años 1946 y 1947, Vida en las Montañas de Antioquia,
Opresión y Minería Antigua y moderna nos hacen ver un José Horacio
con ansías monumentales: «…Confirmándose lo que el extraordina-
rio escultor José Domingo Rodríguez dijo alguna vez en una tertulia
en la que estuvo presente el maestro Jorge Cárdenas y otros artistas
"José Horacio Betancur es el escultor colombiano con mayor capaci-
dad monumental"…»
Allí en la Casa de la Cultura desarrolló todo su potencial creativo
motivando a sus alumnos y a la Sociedad en general en busca de
un desarrollo de la escultura americana, sin extranjerismos. Fue un
hombre muy activo, además de sus obras monumentales ya men-
cionadas realizó el El Cristo de los Andes en 1956 una gigantesca ta-
lla en madera (pino) hoy propiedad del Parque Cementerio Jardines
Montesacro de la ciudad de Medellín y numerosos bustos de tamaño
heroico de personajes ilustres y de la vida política del país. A más de
numerosas esculturas y relieves en madera, piedra, mármol, granito
esmerilado, concreto y terracota.
Su prematura muerte ocurrida el 10 de noviembre de 1957,
en Porce corregimiento del municipio de Yolombó, en la Hacienda
Normandie, en un absurdo accidente de cacería, nos privó de ver
realizados todos sus sueños.
27. JoséHoracioBetancur
25
R
ecuerdo mis años de infancia, aquella época en que jugaba entre
las esculturas que existían en la casa, las esculturas de mi padre
el escultor José Horacio Betancur a quien en la vida he aprendido
a llamar JOSÉ HORACIO con mayúsculas, más que Padre, pues tengo
la visión del escultor de hechos concretos y de un hogar repleto de
obras en diferentes materiales, donde me crié. Con las palabras de mi
madre me levanté, haciéndome a la idea de un José Horacio como un
gran mito en la escultura de nuestro medio. En mi carrera escultórica
he descubierto sus bondades y aciertos. He dado mantenimiento a
una gran cantidad de obra suya y recopilado su archivo.
Al detenerme en sus obras y analizar sus contenidos, veo cómo
nivela lo social con su pensamiento americanista y con lo puramen-
te decorativo. Su ejecución escultórica es limpia, barroca, llena de
ritmo, equilibrio, armonía, audaz en su forma y permanente en su
contenido. Su convencimiento, seguridad y calidad escultórica es ad-
mirable, tenaz y atrevida. Por la escultura se apasionó, en ella vivió
y a ella se entregó totalmente. Con su posición radical y definida
ganó amigos y muchos enemigos que le sirvieron para posicionarse
como persona y, lo más importante, como escultor; convenciéndose
de que lo suyo y lo mejor para nuestra sociedad era la escultura au-
tóctona y sin extranjerismos.
Me sorprende que con una existencia tan corta en el mundo de
la escultura (escasos 19 años) logró realizar una gran cantidad de
obras en cada una de las técnicas con las que trabajó, por ejemplo:
• En la madera, con su Taller Luis XV y el slogan Lo que el arte lo-
gra en la madera, que ocupó sus primeros años, fue un pionero,
aplicó sus conocimientos escultóricos, adquiridos en el Instituto
de Bellas Artes, a todo lo que hacía: lámparas, cuña libros, baú-
les, porta ceniceros, muebles, bibliotecas, bares, comedores; en
todo veía la posibilidad de aplicar la escultura, a más de su obra
personal en esta técnica, que es admirable por su realización y
el conocimiento perfecto del oficio.
Las esculturas
de mi padre
Lámpara de madera
1943
28. 26
En familia
1953
• En las piedras talco, supo leer el contenido ancestral de la selva
y su mayor logro son las hermosas esculturas de la flora y fauna
animal que conocía desde niño por la afición a la pesca y a la ca-
cería, heredada de su padre. En ellas demostró su capacidad de
creación; fueron tallas directas, donde no existen bocetos ni di-
bujos. Es la capacidad de ver en el material: el espacio, volumen
y expresión, sacrificando el clasicismo por una verdad estética
vital y coherente con el material.
• En los granitos esmerilados y en las esculturas de concreto di-
recto, sintetizó toda su obra de contenido social, bustos de per-
sonajes y presidentes, de los cuales alguna vez dijo: «Son muñe-
cos más o menos bien hechos»... «No me han dado oportunidad
de hacer escultura monumental». Sin embargo, las hizo.
• En las esculturas de concreto patinado, fue más allá y encontró
el material para su monumentalidad, aunque, de todas formas,
estaba en su visión, pensamiento, dedicación y concepción. Son
obras monumentales sus conocidas esculturas: La Madremonte,
El Cacique, La Bachué, sin dejar atrás al Cristo de los Andes que
está en Jardines Montesacro, magnifica talla en madera, que da
crédito a las palabras del escultor Rodrigo Arenas Betancourt
en la presentación del catálogo del Jardín del Arte, casa de
Antonieta Pellicer de Vallejo, Cónsul de México en la ciudad y
gran mecenas José Horacio, «José Horacio Betancur se autorre-
trata perfectamente en su Cristo de los Andes como un gigante
maniatado e insumiso».
• Las esculturas que pensó realizar a gran escala como: La Llorona,
Violencia sobre el Mundo, La Patria y los Lagartos o De la Época
Actual, La Tragedia del Minero, Libertad Encadenada que luego
llamó Se rompieron las Cadenas en el derrocamiento del General
Gustavo Rojas Pinilla, y el Monumento al Soldado. Todas ellas
quedaron en pequeño formato en concreto directo.
30. 28
• En sus dibujos rápidos, apuntes que conservo, dan testimonio
de su pasión y entrega; en una hoja podía hacer uno, dos o más
esbozos, no le importaba la composición como tal en estos bo-
cetos, sino el escape de energía que tenía represada; con ella
daba crédito a un alma llena de vitalidad, fuerza y emoción.
• En las esculturas de terracota dio rienda suelta a su pensamiento
y en él dejó plasmadas, quizás, unas de las más importantes in-
vestigaciones y creaciones: Lo que él llamó Multisombras. Realizó
unas 75 obras, todas ellas del mismo tamaño: 30 cm. de altura, a
excepción de su Multisombra más conocida: El Atanasio Girardot
del Estadio de Fútbol que lleva su nombre. Exhibidas por prime-
ra vez en la gran exposición al aire libre de la Plazuela Nutibara,
(primera exposición al aire libre en Colombia), a finales del año
1953. Está técnica la realizó en terracota, que puede ejecutarse
también en bronce y en cualquier otro material de escultura. Allí
se deleitó con su dibujo escultórico demostrando a más de su
capacidad de trabajo que lo que más amaba era su escultura.
Al ver sus obras en las diferentes técnicas que trabajó podemos
entender la diferencia de concepción en cada una de ellas conservan-
do siempre su personalidad, sin amaneramientos, ni facilismos. Hay
una búsqueda permanente. En una palabra José Horacio Betancur
fue consecuente con su vida escultórica.
En este análisis de lo que fue mi padre, no puedo dejar de men-
cionar algunos de sus sueños no alcanzados:
• Llenar el Cerro Nutibara de esculturas y relieves que contaran
la historia, la protohistoria y el futuro de Antioquia. Solo colo-
có La Madremonte en 1954. Actualmente ubicada en el Jardín
Botánico de Medellín y el Cacique Nutibara, por decisión de la
administración pública de Medellín.
• Convertir la Piedra de El Peñol, en una especie de mural gigan-
tesco, en alto relieve con figuras representativas de los mitos de
Antioquia y Colombia y alegorías de nuestra prehistoria, historia
y desarrollo económico y artístico.
• Como homenaje al ígneo panfletario antioqueño Juan de Dios
Uribe (El Indio), proyectó un monumento realzado por una plu-
ma vertical de tres metros, en el centro de la cual, en incrus-
tación vigorosa, se destacaría la cabeza del panfletario en una
extensión de noventa centímetros, desde el mentón hasta la
coronilla, y en la base, al rematar la pluma, un sarcófago que
conserva el estilo de las sepulturas (o guacas) indígenas descu-
biertas en el suroeste antioqueño.
Cristo de los Andes
Madera
1956
31.
32. 30
• Para la municipalidad de Puerto Berrío, el escultor Betancur pro-
yectó una audaz obra: Un monumento a Jorge Eliécer Gaitán,
exornado en su base con tallas directas sobre piedra del Nare
con alegorías de la dinámica espiritual de Colombia. La figura
del caudillo, en tamaño heroico, (más de tres metros) se desta-
caría sobre el pedestal en actitud de arrebato oratorio. Se hizo el
contrato, el 12 de agosto de 1948 y la obra nunca se realizó, no
sabemos el motivo.
• Proyectó también un monumento a Barba Jacob, por iniciativa
del centro cultural que lleva el nombre del glorioso poeta ator-
mentado. Aquella frase «Era una llama al viento... » Quedaría
inmortalizada en el monumento, mediante luces indirectas
que se reflejarán sobre una superficie de cobre que arranca, en
forma de antorcha, de un pebetero rústico. Al centro, en trance
agónico, se destacaría, desde el mentón hasta la coronilla, la
convulsiva cabeza del bardo inmortal.
Y otros tantos sueños quedaron en pequeña escala, maquetas
en concreto como: La Llorona, Violencia sobre el Mundo, La Patria y
los Lagartos o De la Época Actual, La Tragedia del Minero o El Socavón,
Libertad Encadenada, el Monumento al Soldado y muchos otros más
partieron con él.
Miguel Ángel Betancur Tamayo
Escultor
Envigado, 20 de abril de 2010
Bocetos a lápiz
34. LEGADO ARTÍSTICO
La importancia de la obra escultórica
de José Horacio está en que con un
lenguaje temático localizado imprime
un lenguaje universal a su escultura.
El haber abierto camino, el haber
hecho una obra con nuestro entorno,
con nuestra raza.
Vendedora de flores
1952
36. 34
S
u capacidad investigativa, su dinamismo, su
vigor, su afán por realizarse como escultor y
dejar así un legado para que otros se alimen-
ten de él y tomen lo necesario para sus realiza-
ciones, he aquí los primeros escaños para bien del
arte escultórico nuestro
La importancia de la obra escultórica de José
Horacio está en que con un lenguaje temático lo-
calizado imprime un lenguaje universal a su escul-
tura. El haber abierto camino, el haber hecho una
obra con nuestro entorno, con nuestra raza.
La distribución voluntaria de su obra así: una
sección de carácter puramente decorativo, donde
se estiliza la fauna y la flora colombianas con téc-
nica original (granito esmerilado). Otra sección de
escultura de deidades selváticas americanas, don-
de representa motivos nuestros como La Llorona,
La Madremonte, La Laguna, La Selva, esculturas
simbólicas, temas extraídos de la tradición y de la
mitología. Otra sección de esculturas de función
Social la época presente o actual, donde el artis-
ta está compaginado con su propio pueblo, en la
cual incluye Violencia sobre el Mundo, La Tragedia
del Minero, Opresión, Libertad Encadenada, La Patria
y los Lagartos, entre otros.
En sus correrías por el nordeste antioqueño
llegó al municipio de Campamento donde encon-
tró un yacimiento de piedra esteatita (piedra talco)
la cual utilizó para sus esculturas y actualmente
son muchos los escultores que aún continúan tra-
bajando con este material en nuestro medio.
Por primera vez en Colombia José Horacio
Betancur ha sistematizado la aplicación del granito
artificial a la escultura mediante el modelado pre-
vio y vaciado común, reforzado por el concreto y
armadura metálica.
José Horacio
abrió el camino
37. JoséHoracioBetancur
35
El ha sido el único que en esta parte del país ensayó una nueva
modalidad en el arte escultórico y que empezó a implantar la cultu-
ra monumental, muestra de ello son sus esculturas La Madremonte
1953, La Bachué 1954, El Cacique Nutibara 1955 y El Cristo de los Andes
1956. Y los anteriores relieves gigantescos en madera de 3.14 m. por
1.44 m. Y por 10 m. realizados hacia los años 1945 y 1947: Vida en las
Montañas de Antioquia, Opresión éstos fueron pasto de las llamas en
Bogotá durante los episodios del 9 de abril de 1948 y Minería Antigua
y Moderna se encuentra actualmente en la Rectoría del Instituto
Técnico Metropolitano de Medellín y la Gran Minera o La Barequera
del año 1950 en piedra arenisca (bogotana) actualmente ubicada en
el Museo de Antioquia.
En su tiempo fue el único artista en Colombia que practicó la téc-
nica del concreto directo, puesto sobre armadura metálica. Puso de
moda en Medellín las lámparas eléctricas talladas en madera. Ha sido
el único que ha montado una industria de elementos ornamentales
en piedra en este país: vasos, floreros, ceniceros, pisapapeles, cuña
libros, lámparas con motivos aborígenes esparcidos en la dimensión
de la piedra, verdaderas obras de arte. Iniciador de la técnica por él
llamada Multisombra.
Miguel Ángel Betancur Tamayo
Escultor
Envigado, 2 de mayo de 2010
Atanasio Girardot
Multisombra - Concreto patinado
1954
38. 36
La Multisombra
P
ara ilustrar al público sobre esta palabra, un poco desconoci-
da en el argot artístico, dejemos al maestro José Horacio que
la aclare: la Multisombra es una técnica moderna de escultura
ideada por mí, lo mismo que el vocablo. Para su mejor conocimien-
to, sintetizaré los efectos y características de este sistema que he
ejecutado ya en barro cocido, (cerámica patinada), pero que puede
lograrse igualmente de bronce y cualquier otro material de escul-
tura: síntesis rítmica, lo que constituye el dibujo que le da la forma.
Efectos de movilidad por la variación de la luz, lo que aumenta la
fuerza expresiva.
Formas conexas y cóncavas con empates cuneiformes que ha-
cen ver el ritmo interior y exterior que da el aspecto decorativo a la
figura. Constructivismo a base de siluetas y recorte en la cerámica,
que nos permite la reproducción en serie de los vaciados modernos
al colado.
Para la escultura monumental o de tamaño heroico, esta técnica
Multisombra ofrece mejores cualidades al aumentar la fuerza rítmica
por la movilidad y recorte de la multitud de sombras que se alojan en
ella al recibir la variación de la luz solar.
Esta modalidad artística tiene su nacimiento en la escritura cu-
neiforme de la civilización babilónica, la cual fue un elemento deco-
rativo en alto grado para sus monumentos: también los indígenas
Chaco Santiagueños usaban esta técnica cóncava que es la base de
la escultura abstracta.
En Europa algunos escultores han ejecutado valiosos trabajos
con una técnica semejante entre otros Henry Moore, creador del de-
corativismo abstracto; Ossip Zadkine, cubista entre sus obras se des-
tacan Los Arquitectos. También en Francia se ha explotado la figura
cóncava en el movimiento abstraccionista: Lipschitz, Belling con su
expresionismo, Calder con su escultura móvil que se basa en efectos
de movimientos de hojas y ritmos metálicos impulsados por el vien-
to lo que da a sus obras efectos telúricos; Gargallo, con sus figuras
metálicas en las cuales se encuentran dos modalidades esenciales:
el abstraccionismo y el impresionismo. La Multisombra puede cali-
ficarse como escuela realista con efectos abstractos en cuanto a su
ritmo interior.
Gran éxito de la exposición
de José Horacio Betancur, El Colombiano
19 de noviembre de 1953
40. 38
Las rutas auténticas
C
omencé a estudiar hace seis años. Ello fue en el instituto de
Bellas Artes, cuando allí había escuela de pintura y escultu-
ra, pues entiendo que ya no existe. Me correspondió recibir
lecciones de Gustavo López, indudablemente el artista que ha con-
tribuido mayormente a mi formación. Pero fui también discípulo
de Carlos Gómez Castro, en escultura y de los maestros Pedro Nel
Gómez y Eladio Vélez en dibujo. Como usted puede ver se trata de
hombres que tienen concepciones muy diferentes de lo que deben
ser la pintura y la escultura. Pero a mí no me interesaban sus ideas
estéticas. Lo que requería era una orientación, que me mostrara un
camino. Eso es lo que necesita el principiante. Luego la propia perso-
nalidad le va revelando a uno las rutas auténticas, las que más tarde
le serán características.
Entre nosotros, nos expresó con su lenta voz, nadie se ha preo-
cupado por esta clase de escultura, la escultura decorativa. Y lo que
es peor, nadie se interesa por adquirir estas obras para el adorno de
sus hogares, como ocurre en Francia, en Italia, en Estados Unidos. En
estos países además ha cobrado gran impulso la escultura de anima-
les, en la que se han especializado no pocos artistas de renombre. Yo
deseo presentar esta clase de esculturas, inspiradas en la fauna que
nos rodea, en todos aquellos irracionales que encontramos en la vida
doméstica, como el perro y el gato, o en los que debemos buscar en
despoblado: la guagua, el conejo, la serpiente.
Miguel Arbeláez S.
Vida y obra de un artista, José Horacio Betancur
El Colombiano, 2 de marzo de 1947
42. 40
«
N
o debemos seguir copiando lo euro-
peo» –declara José Horacio– «debemos
hacer arte americano y llevar al mundo
el mensaje de este gran pueblo que posee motivos
sublimes. Quien quiera hallar fuentes de inspira-
ción en América indague un poco en la idiosincra-
sia de nuestro pueblo, adéntrese en sus orígenes y
encontrará en sus mitos y supersticiones deidades
tan mitológicas como griegas y egipcias».
Europa buscó en sus artes primigenias las
fuentes de su inspiración y por eso ésta dio obras
de arte grandes y perdurables. No debemos los
americanos recoger las sobras de un arte ya rea-
lizado, siempre los imitadores son inferiores a los
creadores. América es un rico filón inexplotado, al
cual vuelve los ojos el mundo. Sus artistas tienen
un noble destino que cumplir y no debemos por
ningún motivo dejar que nos descubran los extra-
ños. Ya Pablo Picasso, creador del cubismo, declaró
que las fuentes de su arte personalísimo radican
en América. Es inútil seguir insistiendo en trasplan-
tar y aclimatar en nuestro continente la escultura
europea. La fauna y la flora americanas, las bellas
leyendas que forman nuestra mitología, son un
campo infinito de inspiración para los artistas.
Posee Betancur una peculiaridad que merece
destacarse y es el hecho de que nunca para ejecu-
tar una escultura, recurre primero, como lo hace la
generalidad de los artistas, a hacer bocetos en barro
o en yeso. Directamente sobre el material inicia su
Con el cincel en la mano
trabajo, porque según él la inspiración del momen-
to es la que comunica vida y originalidad a la obra.
El pantógrafo y los vaciados preliminares en yeso
son contraproducentes para hacer una obra de arte
acabada. El artista cincel en mano debe arremeter
valientemente su trabajo. El mármol se encargará
de darle la voz de alarma, cuando se haya obrado el
milagro de la creación. Entonces él mismo hablará y
dirá: «Hemos terminado; es inútil que insista más».
Al preguntarle sobre los artistas que a su jui-
cio poseen un legítimo valor, nos responde: «La
obra que ejecutó Pedro Nel Gómez y la que actual-
mente prepara, es a mi juicio lo más grande que
ha dado América en cuanto a pintura, sin olvidar
naturalmente, los tres grandes de México, Diego
Rivera, José Clemente Orozco y Siqueiros y en Brasil
Cándido Portinari. Entre los escultores Rómulo
Rozo en México. En cuanto a Colombia, me reser-
vo mi concepto, puesto que aquí se consagra un
artista, no por su obra, sino por su mayor o menor
elocuencia para sostener una polémica. Guárdeme
el secreto, pero no sabe cómo me dan de mala es-
pina los artistas de uñas afiladas, de pañuelos per-
fumados y de modales afeminados. La verdadera
polémica se hace con el cincel en la mano, presen-
tando obras, no argumentos».
Margarita Gómez de Álvarez
Un escultor antioqueño
El Colombiano, 16 de septiembre de 1951
44. 42
C
onsidero que es necesario plasmar todas las leyendas y la mitología america-
na, creadas por la imaginación de nuestro pueblo, como La Madremonte, La
Patasola, Bachué es el más bello símbolo de la fecundidad americana, pues gran
porcentaje indígena de nuestra raza se atribuye a nuestra madre Bachué.
La diosa que nació en las aguas con un niño en los brazos, para más tarde engen-
drarla y poblar la tierra, hasta desaparecer juntos convertidos en un par de serpientes
que buscaban los rayos rojos del sol en la laguna de Iguaque. «Estimo que el arte ame-
ricano debe buscar raíces en los principios arqueológicos de América y continuar todas
aquellas escuelas que cultivaron nuestros antepasados hasta revivirlas en el pueblo,
mediante una concepción moderna de acuerdo con nuestro alcance cultural».
«Es sensible que del país salgan grandes sumas de dinero para la importación
de obras extranjeras, mientras nuestros pintores, escultores después de laborar largo
tiempo con sus pinceles y cinceles, mueren de hambre. En Colombia en pocos meses
se enriquecen los artistas foráneos apoyados por quienes denigran de nuestras obras y
les ponen taparrabos y sostén a nuestros más preciosos símbolos americanos».
Cuando se le preguntó a José Horacio si creía en la existencia de una escuela escul-
tórica colombiana, dijo: «Claro que la hay, pero más propiamente americana. Tenemos
un precioso sentido monumental heredado de nuestros primitivos Agustinianos, pero
nos hemos venido alejando de ese sentido de monumentalidad para darle gusto a
pequeños grupos defraudando así a un pueblo que ha creado con su imaginación
portentosa, las más bellas leyendas que tenemos obligación de plasmar en piedra y en
lienzo, para las generaciones futuras.
Debemos apartarnos de la influencia de las escuelas europeas y buscarnos a noso-
tros mismos a fin de que nos demos cuenta de lo que hemos sido y lo que somos y de
lo que estamos pisando: un rico filón de leyendas y tradiciones que enriquece nuestra
imaginación creadora, para poder llegar, al verdadero símbolo de América.
La escultura americana está llamada a ocupar los más altos peldaños del arte uni-
versal. Al turista del viejo continente no le interesa venir hasta nosotros a ver copias
europeas, sino encontrar nuestros museos y nuestras residencias repletos de obras de
expresión terrígena.
Mi proyecto para el Cerro Nutibara, iniciado con la colocación de La Madremonte,
abarca una serie de esculturas míticas sobre la historia de América que habré de ter-
minar pese a las barreras».
Gildardo García
El Tiempo, 22 de octubre de 1954
Bachué, mito
de la fecundidad
46. 44
…Dice el maestro Betancur que los escultores americanos
no tienen por qué buscar recursos ni imitar el arte
de los europeos, cuando éstos no hacen más que ilustrarse
profundamente acerca de la historia, la geología,
y la antropología americanas para enriquecer
su temario ya casi en decadencia.
El Colombiano
No quiere los bustos que ha logrado colocar en distintos
lugares de Antioquia. «Son muñecos más o menos bien
hechos», ha dicho. «No me han dado oportunidad
de hacer escultura monumental». El joven escultor estima
que después de doce años de lucha continua ha logrado su
objetivo principal: apartarse del movimiento renacentista
general, dejar de un lado los tratadistas europeos y crear
una técnica americana que puede ejecutarse en bronce,
piedra o cemento. «A juicio de los críticos dejo esta técnica»,
dijo, simplemente, José Horacio Betancur, refiriéndose
a la Multisombra.
Revista Mire, Año II No. 4
19 de marzo de 1953
49. JoséHoracioBetancur
47
Escultor autóctono
¿Cuáles son maestro, las fuentes de inspiración
de la Multisombra?
Esta modalidad artística tiene su nacimiento en la
escritura cuneiforme de la civilización babilónica,
la cual fue un elemento decorativo en alto gra-
do para sus monumentos. También los Indígenas
Chaco Santiagueños usaban esta técnica cóncava,
que es la base de la escultura abstracta.
En Europa algunos escultores han ejecuta-
do valiosos trabajos con una técnica semejante:
Henry Moore, creador del decorativismo abstracto,
Ossip Zadkine, cubista, entre sus obras se desta-
can Los Arquitectos. En Francia se ha explorado la
figura cóncava en el movimiento abstraccionista:
Lipchitz, Belling con su expresionismo, Calder con
su escultura móvil que se basa en efectos de mo-
vimientos de hojas y ritmos metálicos impulsados
por el viento, lo que da a sus obras efectos telú-
ricos; Gargallo, con sus figuras metálicas, con dos
modalidades esenciales: el abstraccionismo y el
impresionismo. La Multisombra puede calificarse
como escuela realista con efectos abstractos en
cuanto a su ritmo interior.
Como simples observadores encontramos en la
Multisombra una modalidad muy original dentro
de la escultura que estamos habituados a admi-
rar, y un gran efecto decorativo. ¿Usted como su
creador, quisiera describirnos sus características
esenciales?
Los trabajos han sido ejecutados en barro cocido,
pero pueden realizarse también en bronce y en
cualquier otro metal de escultura. En cuanto a sus
características, podemos definirlas así: síntesis rít-
mica, lo que constituye el dibujo que les da forma;
efectos de movilidad por la variación de la luz, lo
que aumenta la fuerza expresiva; formas convexas
y cóncavas con empates cuneiformes que hacen
ver el ritmo interior y exterior que da el aspecto
decorativo a la figura; constructivismo a base de si-
luetas y recortes en la cerámica, lo que no permite
la reproducción en serie ni los vaciados modernos
al colado. Para la escultura monumental o de ta-
maño heroico, esta técnica ofrece mejores cualida-
des al aumentar la fuerza rítmica por la movilidad y
el recorte de la multitud de sombras que se alojan
en ella al recibir la variación de la luz solar.
Multisombras
1952
50. 48
Muy bonito todo esto que usted expresa, maestro
Betancur. Pero, aquí entre nosotros (y le guardo el
secreto) ¿No es verdad que la falta de estímulo en
nuestromedioparasusartistasesdesconsoladora?
Desconsoladora. He aquí la palabra exacta. Y a esto
se le agrega el entusiasmo de los parroquianos por
todo lo que ostenta etiqueta extranjera, el término
ya no es «desconsolador» sino «alarmante». Sabe
usted hablando de billetes, cuánto pagó el país para
Antioquia solamente en este último año por con-
cepto de esculturas importadas del exterior? Ciento
ochenta mil pesos, que se invirtieron en mármoles
fríos y bronces hechos en serie, como el Sagrado
Corazón de Jesús para el atrio de la Catedral de
Santa Rosa, con la cual están encartados, porque
pesa cinco toneladas y donde se coloca deja hueco.
Lo encargaron para el frontis de la iglesia, y ésta no
puede con él, el mármol del Padre Giraldo, colo-
cado en la plazuela de San José, que en lugar de
construir un homenaje al ilustre sacerdote, es toda
una ofensa a su memoria. El busto de Bolívar en el
Bosque de la Independencia donado por Don Pablo
Tobón Uribe, con el cual puede completarse perfec-
tamente mil copias, distribuidas en todo el mundo.
El busto del Doctor Ospina Pérez para Granada (N.
del R: Una copia de un busto del maestro Betancur),
Una estatua con alegoría de la virgen (producción
en serie), para San Pedro. El Bolívar de Itagüí, copia
de la copia de todos los bustos del padre de la patria
que se erige en todas las plazas de todas las pobla-
ciones suramericanas. Las lámparas, confesionarios
y ángeles de la Basílica, que son todo un atentado
contra la estética de este inigualable monumento
levantado por la catolicidad antioqueña: una igle-
sia que pide a gritos las estatuas de los profetas de
cinco metros de altura, colocadas en cada colum-
na y ejecutadas en ladrillo; la estatua del Arzobispo
Caicedo, que ha producido una protesta unánime
del pueblo. Es o no un necedad que se haya con-
fiado su ejecución a un escultor italiano que no lo
conoció, en lugar de dársela a un artista criollo que
convivió con él y que sí puede apreciarlo en toda su
grandeza? Pero la lista va larga… Y si esto decimos
de los escultores, qué diremos de los pintores que
mueren en la miseria mientras los colores se les se-
can en la paleta y se oxidan los pinceles, en tanto
que en los salones de las casas de los poderosos, en
los museos y las iglesias se exhiben muñecos gro-
tescos adquiridos a precios fabulosos en el exterior.
Con sobrada razón nuestros artistas se cansan
de hacer ensayos, y a la postre resuelven hacer sus
maletas y emigrar, tenemos a la vista a Rodrigo
Arenas Betancourt y a Rómulo Rozo, colocados a la
vanguardia de los escultores americanos, mientras
en su país devengaban sueldos de hambre como
dibujantes en una oficina publicitaria.
También otros emigraron, pero de diferente
manera: Gabriel Posada, y Ramón Betancur, el pri-
mero muerto en la plenitud de la vida, después de
sobrellevar una precaria situación económica, y el
segundo falleció en Argentina en la más extrema
pobreza. Podríamos continuar con los escritores,
pero esto nos llevaría otro capítulo.
Con nuestra excelente visión de los negocios,
¿cómo es que no se nos ocurre pensar que hace-
mos una pésima transacción importando valores
extranjeros mientras exportamos los nuestros?
Afortunadamente empieza a surgir una nueva era
con el advenimiento del gobierno del teniente ge-
neral Gustavo Rojas Pinilla. En repetidas ocasiones
ha ofrecido su apoyo a los artistas, y es un hecho
cumplido la voz de estímulo que ha dado al equi-
po de escultores y pintores de Bogotá. Se empieza
La Madremonte
Piedra
1950
51. JoséHoracioBetancur
49
a descubrir el pelo de la gran obra del maestro
Pedro Nel Gómez en la cúpula del aula máxima
de la Facultad Nacional de Minas, y el Gobierno de
Antioquia ofrece un decidido apoyo a la Casa de
la Cultura.
Existe un peligro que es necesario a toda costa
detener: la influencia desastrosa que ejerce sobre
los artistas en formación que tienen la oportuni-
dad de viajar al extranjero, la cultura de barniz que
adquieren en los puertos de las grandes ciudades.
Regresan hablando pestes de nuestros artistas, y
haciéndose lenguas de lo que vieron o escucharon.
Es necesario que nos ubiquemos en nuestra tierra,
que estudiemos nuestro pueblo con sus dolores
y sus alegrías. Buscar motivos de inspiración en
obras ya realizadas pertenecientes a culturas forá-
neas decadentes es un error mayúsculo. El destino
del pueblo americano es grandioso, y es necesario
seguir en pos de él sin temor a que perdamos el
propio equilibrio. La tierra que pisamos es firme.
Todo artista que no esté a la altura de su obra y
que necesite cimientos ya levantados, deberá ol-
vidar lo que ha aprendido para volver a empezar.
No debemos olvidar el sentido monumental
de la escuela escultórica precolombina: la escuela
Agustiniana, ni la artesanía de los Quimbaya que
modelaban el oro, la cual no tiene que envidiar al
abstraccionismo, que digo es la fuente de inspira-
ción de muchos escultores modernistas.
Es conveniente también recordar a los artistas
para que no caigamos en la celada que nos tienden
quienes nos exigen levantar un bello pedestal para
colocar una cabeza de cobre, hay que ser leales a
nosotros mismos. He aquí el verdadero camino.
¿Cuándo será colocada La Madremonte en el
Cerro Nutibara?
Es esta escultura la primera de una serie de obras
que se proyectan sobre los mitos americanos y
sobre algunos paisajes históricos de La Conquista,
La Colonia y La Independencia de Colombia, obras
que serán ejecutadas por el equipo de escultores
de la Casa de la Cultura.
¿Se han realizado ya gestiones para la inicia-
ción de los trabajos?
Hasta la fecha esto no pasa de ser un bello
proyecto. Dada su grandiosidad, no dudamos que
el gobierno y las entidades comerciales lo patroci-
nen. ¡Así sea!
Margarita Gómez de Álvarez
El Colombiano, Noviembre de 1953
Barequera
Piedra
1950
52. 50
Un colosal proyecto
P
resentaré en la Plazuela Nutibara –afirma Betancur – una expo-
sición con ciento sesenta obras. Ahí daré a conocer por primera
vez al pueblo de Medellín, la cristalización de la técnica que he
llamado Multisombra, representada en esta oportunidad por sesen-
ta obras realizadas en cerámica patinada e inspiradas todas ellas en
motivos folklóricos colombianos.
En esta exposición será exhibida también La Madremonte, obra
monumental que alcanza los tres y medio metros de largo por un
metro y cincuenta de alto. Como es sabido, en este trabajo, que fue
realizado en equipo por cinco escultores dirigidos por mí, he querido
representar a la máxima deidad selvática. Fuera del mito, ella en-
carna a la selva con sus atardeceres y sinfonía. Esta Madremonte es
parte apenas del colosal proyecto que tenemos para llevar a cabo y
que, cuando sea realizado, será fijado en el Cerro Nutibara. Nuestro
proyecto tiene como meta la cristalización escultórica de los más
ilustres mitos indo-americanos, fuera de varios relieves alegóricos a
La Conquista, La Colonia e independencias nacionales.
Gabriel Cuartas Franco
La Multisombra, nueva escuela escultórica de Horacio Betancur
El Colombiano, 10 de noviembre de 1953
Atanasio Girardot
1954
53. JoséHoracioBetancur
51
Beethoven
1952
«
M
e presento en esta plaza con el fin de divulgar el arte y la escultura, para
que llegue hasta las propias entrañas del pueblo y comenzar así, un nuevo
movimiento que inicio con la Multisombra, técnica original».
Con fecha del dieciséis de noviembre el maestro Betancur, como presidente del
equipo de escultores, dirigió una atenta nota de agradecimiento a los señores secre-
tario y subsecretario de Gobierno Municipal, al jefe de tránsito, al jefe de la policía de
Antioquia, al jefe del cuerpo de bomberos y personal de esta institución y a la prensa
hablada y escrita a cuyo organismo y cooperación desinteresada y oportuna – según
se lee en la carta – se debe el magnífico éxito que ha tenido la exposición de escultura
que actualmente se lleva a efecto en la Plazuela de Nutibara.
Dice la nota en uno de sus apartes: «Como todos los espectadores se han dado
cuenta, el público ha dado muestra del más alto espíritu de civismo y ha respetado los
prados y las obras como si fueran algo propio. Con este comportamiento, queda de-
mostrado en forma meridiana, que no es con imposiciones y negativas como se hace
cultura y como se lleva a la conciencia de los ciudadanos el concepto de los deberes
cívicos. Esta exposición, obra del pueblo y para el pueblo, representa el primer mojón
que los artistas de Antioquia, venciendo el miedo y la apatía, clavan en el camino que
se abre para las futuras glorias espirituales de Colombia».
Gran éxito de la exposición de José Horacio Betancur, El Colombiano
19 de noviembre de 1953
Arte en
el espacio público
54. 52
S
obre la aplicación de la pintura y la escultura, como complemen-
to de arquitectura moderna, José Horacio Betancur nos ha dado
un concepto muy interesante al ser interrogado al respecto:
«La pintura y la escultura deben estar ligadas íntimamente a la
arquitectura, siempre que los arquitectos respeten el campo de ac-
ción que artísticamente les pertenece a los pintores y escultores. En
nuestra ciudad, y en todos los centros urbanos del país en general,
existe la costumbre inconveniente de que los mismos arquitectos
planifican los motivos ornamentales y luego llaman al pintor o al es-
cultor a que los ejecuten, sin darles a estos la oportunidad de poner
en acción sus capacidades creativas.
En este sentido se debe considerar que el pintor y el escultor no
son unos simples peones del arquitecto, sino personas con conoci-
mientos y personalidad definida, capaces de complementar y embe-
llecer un teatro, un estadio, un hospital, con obras originales en su
concepción y desarrollo, y desde luego acordes con las armonías es-
tructurales de la arquitectura. Un ejemplo digno de ser secundado lo
encontramos en el urbanismo mexicano, donde la concepción y ma-
terialización de las ideas estéticas se fusionan perfectamente, siendo
sin embargo independiente tanto la labor del arquitecto como la del
pintor o el escultor.
Por otra parte, considero que las artes plásticas deben comple-
mentar la arquitectura en América, siempre y cuando se haga entre
nosotros una arquitectura en cuyos espacios ornamentales puedan
incluirse formas americanistas, estilizaciones inspiradas en nuestra
raza, nuestra fauna y nuestra flora…»
José Horacio Betancur
El Colombiano
La pintura y la escultura
ligadas a la arquitectura
56. 54
P
resento tres secciones de escultura que marcan la evolución ar-
tística que voluntariamente he dado a mis tallas y esculturas, y
que son: escultura de estilización de la fauna y flora colombiana;
escultura de deidades selváticas americanas, y otra de función social,
es decir, donde el artista está compaginado con su propio pueblo.
De la primera citemos Motivo Decorativo de la Serpiente y la
Ardilla, ejecutado en granito, donde aparecen estos animales plas-
mados en una estilización especial, Los Peces y La Liebre y la Hoja; de
la segunda tengo algunos trabajos de la mítica antioqueña, como el
Hojarasquín del Monte, La Llorona, La Madremonte y La Laguna, de
la que han hablado extensamente escritores de renombre como el
maestro Efe Gómez, Tomás Carrasquilla y sobre todo que aparecen
descritas en los principios aborígenes de nuestra cultura. Por último
puedo citar de la sección Escultura actual y motivo de función social,
Violencia sobre el Mundo, descripción gráfica de la guerra y el instinto
de conservación, La Patria y Los Lagartos, trabajo crítico para demos-
trar los valores falsos y pseudopolíticos que han sentado plaza en
nuestro país...
Mañana se abrirá la gran exposición de Betancur, El Colombiano
Esculturas
para el pueblo
Vida en las montañas de Antioquia
1946
57. JoséHoracioBetancur
55
Salón de Artistas
Antioqueños
¿De modo que usted opina que sí hay valores en la escultura?
Desde luego por cuanto que no lo son únicamente los anteriormente
mencionados, sino muchos otros cuya enunciación me sería imposi-
ble. Otros están ausentes como Rodrigo Arenas Betancourt. Existen
en Medellín artistas que tienen una gran capacidad, pero sus medios,
su carencia de recursos económicos, no les han permitido conectar-
se con nuestro mundo. Las agobiadoras circunstancias de una eco-
nomía quebrantada lleva a conclusiones definitivas: artistas que se
entregan al comercio, o a hacer imágenes, porque no tienen otro
modo de atender su subsistencia. Carecen de estímulo...
¿Y hablaba usted de un estímulo?
Ya le dije que la prensa juega un papel importante en esta cuestión,
pero es necesario repetir lo que todo el mundo sabe: la obligación
ineludible del gobierno, como supremo administrador de los desti-
nos e intereses nacionales, de atender con efectivos estímulos a que
nuestros artistas sean justamente secundados en la labor que con
tanto esfuerzo realizan…
Gaitán
1948
59. JoséHoracioBetancur
57
¿Y cambiando un poco el ritmo de este reportaje, qué podría decir-
nos sobre la nueva técnica ejecutada en el trabajo que usted acaba
de exhibir con la cabeza del Doctor Gaitán?
Es una nueva técnica en escultura que no se había empleado antes
en Colombia. Es el vaciado en granito reforzado por el concreto con
armadura metálica. Esta técnica tiene grandes ventajas sobre los de-
más materiales de escultura, como el bronce, por ejemplo, porque da
la calidad de la piedra y se pueden imitar los mármoles, las piedras
de colores, los granitos. Si a una estatua de bronce se le estropea es
muy difícil de arreglar; en cambio, con el granito, según esta técnica,
pueden hacerse los remiendos indispensables porque ofrece mayo-
res facilidades.
¿Por qué ha preferido el tamaño monumental a otros?
Porque en mi concepto la escultura debe ser de proporciones gigan-
tescas; porque entre nosotros se ha confundido la escultura de salón
con la escultura monumental y han llenado nuestro país de «muñe-
cos», de lo que soy enemigo declarado. Uno de mis proyectos actua-
les es este: hacer la cabeza al Doctor Turbay de metro y medio sobre
un pedestal de cuatro y medio metros en granito verde con destino
a ser colocada en la Plazuela Nutibara en donde por su ubicación es
indispensable que el mencionado monumento sea de tales alcances.
¿Finalmente, díganos, que otro proyecto especial contempla?
Estoy proyectando la escultura del doctor Jorge Eliécer Gaitán, de
cinco metros con sesenta, la estatua parada en un pedestal a la altura
de un metro en granito. Si logro realizar estas obras, habré cumplido
uno de mis mejores anhelos en los últimos tiempos.
Bernardo Blair G.
Excluidos los escultores del Salón de Artistas
antioqueños. El Colombiano
60.
61. JoséHoracioBetancur
59
«
N
uestras leyendas, historias y mitos, tienen una gran varie-
dad de motivos que el arte puede explotar en bien de la
sociedad culta. Nuestro propósito no tiene ninguna fina-
lidad de retribución económica, y sólo con embellecer a Medellín, y
recibir el apoyo moral del gobierno y de la sociedad quedaremos ple-
namente satisfechos». ¿Y de los jóvenes actuales? «Antioquia tiene
un futuro brillante representado en la infinidad de jóvenes que hoy
reciben educación artística en la Casa de la Cultura. En la asignatura
de escultura, que a mí me corresponde, reciben enseñanza 45 niños
entre 8 y 15 años, y puedo garantizar que por lo menos diez de éstos
resultarán con facilidades extraordinarias para el arte escultórico»,
dijo José Horacio Betancur.
Una lora en el trasero y hojas en el pecho le mandó
poner la censura a la Madremonte, El Colombiano, Octubre de 1953
Leyendas,
historias y mitos
La Madremonte
1953
62. 60
Me indujo a la escultura la necesidad
de empezar mi mensaje, de cumplir
mi función: yo creo que estoy
obligado a ser escultor. Ustedes los
periodistas, hablan por medio de la
pluma. Yo lo hago a golpes de cincel.
No concebiría la vida de otro modo»
anota, el maestro José Horacio.
A.I.G.
José Horacio Betancur, escultor de nuestro tiempo
El Colombiano
64. EVOCACIÓN
DEL ESCULTOR
José Horacio Betancur me enseñó
lo más noble: una actitud. Su lección
ha hecho un lento trabajo de años.
Fue un maestro. Es la misma lección
que aparece, para cualquiera,
en cualquier tiempo, en sus obras.
Allí palpita la enseñanza de coraje,
de pureza, de entrega que dio a todos.
Alberto Aguirre
Escritor y abogado
66. 64
J
osé Horacio Betancur se expresa, sobre arte,
con una rara simplicidad. Las modalidades es-
cultóricas son para él meros accidentes. Trabaja
con el indiferente desparpajo de quien madruga a
la oficina pública. O con igual desenfado al que usa
quien llega a la hora del alba al almacén de ca-
charros. Sólo que José H. Betancur trabaja sobre la
dura epidermis de la piedra, arrancando al fornido
mineral el secreto de las formas escultóricas.
Su esposa entra y sale de la dura piedra. En al-
gunas obras he adivinado la huella de su rostro. El
artista dialoga con los elementos como con amigos
cordiales. Le he preguntado por sus orientaciones
artísticas y antes que entregarse a exposiciones
áridas sobre temas ontológicos para auto situarse,
me ha mostrado una a una sus realizaciones que
son la mejor recomendación de su tributo al arte.
La madera accede a su buril. La casa modesta
está colmada de formas, de expresiones arranca-
das por la mano del escultor a sus elementos. De
una alacena se desprenden mil motivos inusitados:
la huella del creador está en todo lo que toca. Al
conjuro de sus manos de artista, los mismos bur-
dos taburetes que hacen el cotidiano servicio, han
ido cobrando mil raras formas. Y una mesa tiene
la garantía de un motivo indígena que le sugirió la
visión de algún paisaje de sus montañas.
El gran artista que hay en él se ha tenido que
refugiar en los trabajos comerciales para ver de
conquistar para el arte lo que el arte no da. De esta
manera Betancur ha realizado algunos ensayos de
trabajos comerciales, explotando las condiciones
de la madera para lámparas eléctricas que ya pue-
blan los salones de las familias elegantes.
El trabajo sobre la dura
epidermis de la piedra
«Yo puse de moda en Medellín esas lámparas
y hasta llegué a tener un taller con veinte obreros
para el cumplimiento de las múltiples peticiones
que se me hacían. Gracias a ese negocio, pude con-
seguir esta modesta casa que usted ve, casa mía y
suya… pero lo hice para tener una ventaja sobre la
vida y sobreponérmele para entregarme de lleno a
mis propios trabajos…» comenta José Horacio.
El maestro Betancur habla simplemente como
el más simple de nuestros campesinos. Su rostro
está surcado de acerada palidez. Los rasgos apa-
recen vigorosos. Hay en él una verdadera voca-
ción y una vigorosa capacidad, una voluntad y una
aptitud. «Y ahora estoy tratando de montar otra
pequeña industria de elementos ornamentales en
piedra».
Y el artista me conduce al salón en donde
tiene los hermosos trabajos realizados en piedra:
vasos, floreros, ceniceros, pisapapeles, sostenes
de libros, verdaderas obras de arte, lámparas con
motivos aborígenes estarcidos en la dimensión de
la piedra que el maestro domina como un potro
domeñado. Porque lo subyuga la tierra. Porque sus
motivos son los acervos indígenas que tenemos.
Porque montañas y tipos criollos hacen sus ma-
nifestaciones. Porque es un auténtico hombre de
América en quien el destino de nuestro continente
ha calado muy hondo.
Belisario Betancur
Escritor
El Espectador, Octubre 22 de 1954
68. 66
Bachué,
señora del agua
N
osotros los colombianos carecemos entre
muchísimas otras cosas de arte público.
Todo se nos ha ido, en especial en la escul-
tura, en hacer monigotes heroicos, en poner a don
fulano de tal, todavía no muy repuesto del susto
de sentirse transferido al mármol, en un plinto di-
simulado por el más anodino follaje de un parque
aldeano. En elevar a un concejal a la dignidad de
padre de la Patria. En colgar en las alcaldías los re-
tratos de nuestros abuelos. Un problema, en suma,
de mostachos, de leyendas rastacueras, de biogra-
fías a corto plazo. Total, que la pintura o la escul-
tura no han pasado de ser un simple fenómeno
hogareño con trascendencia parroquial. Y es una
verdadera lástima porque sobran los temas. Y so-
bran los artistas, los auténticos artistas colombia-
nos, deseosos de imprimirle trascendencia plástica
al haber histórico de nuestro pueblo. Pero las co-
sas amenazan quedarse de ese tamaño porque un
grupo de puritanos de nuevo cuño, auténtica van-
guardia de la pacatería nacional trata, por todos
los medios a su alcance, de entablar guerra contra
quienes arden en deseos de estructurar nuestro
verdadero perfil estético.
Ya es clásico, como típico ejemplo de pudibun-
dez administrativa, el arropamiento con mucho cor-
tinaje a los segundos imperios, de los murales de
Pedro Nel Gómez en Medellín. Ahora los beatos y
beatas de la pujante capital Antioqueña de esa capi-
tal de la gracia y el trabajo que tenemos en Colombia
han resuelto armarle una escandalera a la armo-
niosa estatua de Bachué del escultor José Horacio
Betancur. Y realmente, ya esto es demasiado.
La Bachué
1954
69.
70. 68
No entendemos como ese bloque poderoso y noblemente ta-
llado, pueda suscitar siquiera un amago de rubor colectivo. Esto es
ridículo, simple y dolorosamente ridículo. ¿Qué se persigue con es-
tos brotes de insensatez? ¿O es que todavía, no se está en capacidad
de entender el mensaje, el hondo, el caudaloso mensaje implícito en
obras como las del vigoroso artista de la montaña? Aquí tenemos una
fotografía de la piedra ornamental. Es un bloque macizo, henchido de
austera belleza, denso Y grave en su primitiva desnudez. Todo en él
—no conocemos sus dimensiones precisas— tiene monumentalidad,
solidez contenida energía. La madre fecunda aparece allí en una acti-
tud de paz, de profundidad y de orden. Es la armonía de la cosecha el
crecimiento. Sobre sus espaldas un águila vigiIa la fluencia de dos ser-
pientes que van a abrevar a sus senos. La mano derecha se eleva en
actitud protectora y la izquierda retiene, con amorosa seguridad, un
infante que retoza, como si fuese el símbolo de una raza promisoria y
eterna. No vemos. no podemos ver por ningún lado, un amago siquie-
ra de matiz cercano a la desfachatez biológica y no podemos verlo
por la simplísima razón de que los elementos suscitatorios unificados
allí por el artista tienen una entrañable finalidad docente.
José Horacio Betancur quiere que nuestro pueblo tenga un muro
prehistórico donde recostar su presente. Quiere que respiremos con
nuestros pulmones precolombinos. Quiere, en fin estructurarle sím-
bolos plásticos al pueblo y esta labor merece toda nuestra admira-
ción y todo nuestro respeto.
En esa estatua de la Plazoleta Nutibara en Medellín se encierra
todo un tratado de lucha por la reconquista de nuestra riqueza le-
gendaria e histórica. Lo mismo que se está haciendo con el petróleo,
con el oro y con el hierro -arrebatarlo legalmente a los explotadores
foráneos- que empieza a hacerse también con el patrimonio esté-
tico de Colombia, ya hemos cancelado, definitivamente, el subsidio
escultórico con Europa. No más importación de caramelos de los ta-
lleres del viejo continente. No más Bolívares y Córdobas de fabrica-
ción en serie. Queremos que nuestros héroes sean de primera mano,
sentidos y moldeados por nuestros artistas. Lo mismo con nuestra
simbología autóctona, estamos parados en nuestra propia geografía.
Ha sonado la hora de nuestro destino plástico. En torno de esculturas
como las de Bachué de José Horacio Betancur -un escultor profun-
damente nuestro por la técnica y por el furioso arraigo de su obra en
nuestros estratos históricos- debemos librar la batalla por nuestro
solar, por nuestra raza y por nuestro destino.
Héctor Rojas Erazo
Poeta
La Bachué
1954
71.
72. 70
Entrada a la madera
y a la piedra
C
uentan que fue primero el barro que el hom-
bre y que antes que aquel lIegó por los aires
del mundo el creador Soplo Divino. Cuentan
que el primer habitante salió de la orilla de un río,
animado y vital entre las manos todopoderosas de
nuestro Dios. Hermosa suma divinidad, barro, sel-
va, sangre y deseos de vida.
Por eso, el más humilde de los elementos, el
polvo humedecido, es el más noble de los materia-
les. Su primer artífice, el hijo del hombre, su mejor
obra, los hijos de los hombres a quienes hizo para
que poblaran la tierra y para que la abandonasen a
su debido tiempo, esperando su perentoria orden
de muerte.
A unos ordenó levantar casas, a otros sembrar
y segar el trigo, a otros convertir esas mismas es-
pigas en grumos de sangre para sus hermanos, y
a otros los siguió con el más trascendental de los
oficios: labrarían el barro con sus manos, golpea-
rían la piedra a fuerza de espíritu y brazos, y darían
vida a la madera que dormía sus seculares sueños
en los bosques.
Tú entrarás a la piedra, José, y de ella harás co-
pia de mis animales, herirás los troncos del abe-
to y pondrás en relieve las sogas de mi martirio.
Tomarás el barro humedecido y sacarás los ojos, y
narices, y torsos desnudos para recordar la crea-
ción del primer hombre.
José, el buen obrero de la belleza, tomó su
mazo y empezó a golpear. Del fondo de los mon-
tes le gritaban con su estridencia ancestral los mi-
tos de una raza legendaria. En los ríos escuchaba
el llanto de la madre que ahogó a su pequeño en
un charco lleno de ranas y de lunas. Los venados
llegaban corriendo hasta la puerta de su casa, y allí
quedaban convertidos en estatuas de barro. Entre
misteriosos y pintados papagayos metió los ojos
hasta sacarlos relucientes, se adentró el chillido de
los monos y amó los batracios, pasando dulcemen-
te la espátula por sus espaldas rugosas. Hermosa
cara de indio joven, tenía un antiguo compromiso
con su raza y una tarde, en mitad de la ciudad, se le
apareció el cacique Nutibara con el brazo en alto,
señalando un sitio en las montañas.
Entrarás a la madera, José, entrarás a la piedra,
entrarás al embrujo de los mitos y saldrá tu victo-
rioso espíritu cantando en una sola pierna. El hie-
rro de tus manos será aterciopelado para el alma
y seda para el ojo que mire tu labor. No dormirás:
la pesadilla de la serpiente de piedra te despertará
en mitad de la noche, y de la misma tierra tendrás
que sacar tus más preciados frutos. Fuiste hecho
de tierra y con ella debes responder a la señal que
te fue impuesta.
Y trabajó, y golpeó rocas y guayacanes podero-
sos, amasó tierras y gredas difíciles y oscuras. Afiló
cinceles, cumplió la orden que le dieran bosques y
canteras, y un día se perdió detrás del embrujo de
sus mismos animales. Una mañana, un mal golpe
del cincel partió en dos su mejor escultura. Ya es-
taba hecha, se movía en el aire, la última espátula
había colocado los cabellos en su sitio, pero ese
ciego cincel golpeó sobre la obra viva y la hizo tri-
zas para siempre.
Ahora nacerá otro Mito, originado en él, que
tanto los buscaba. El del niño que jugando en el
bosque, dio muerte a otro niño.
Oscar Hernández
Poeta y escritor
74. 72
José Horacio Betancur
1950
Recordando
a un gran escultor
C
ada que un artista o un intelectual, que un hombre de estudio
y de pensamiento muere todo individuo de su medio pierde
parte de sus mejores posibilidades de superación. Un artista y
un hombre de auténtica cultura tiene asignada una precisa función
en la sociedad en que vive: proveerla de símbolos, relampaguear
continuamente sobre lo que la condición humana tiene de valioso;
no se requiere que se trate de un humanista, pero entre todos los
que se sumergen en la brega constante de su oficio, se estructura
una posición de humanismo, una misión de salvación del espíritu,
menospreciado en el debatirse cotidiano.
Sólo esa permanente vigilia de los valores crea condiciones de
supervivencia, incluso al holgazán y al buhonero. Desdéñenlo o no,
renieguen de su oficio o improductividad aparente o la compartan,
todo hombre es deudor del que piensa para su medio, ya sea que se
dedique a la defensa de la verdad o al culto de la belleza.
La muerte de José Horacio Betancur es otro traspié, íntimamente
irreparable que sufre la cultura de nuestros días, y se oye exclamar a
gentes que parecían ignorarlo, que hemos sufrido una gran pérdida,
todos deberíamos sentirlo así. La muerte despierta en toda concien-
cia el espíritu de justicia, y habrán comprendido todos que, pese a
las exageraciones del ambiente, José Horacio Betancur, era un gran
escultor alternativamente en él, como en todos los de su clase se
cebaron las jaurías de la maledicencia o los coros gozosos de la bea-
tificación. Pero la hipérbole deja intacta la realidad y su falsificación
es momentánea.
José Horacio Betancur, colmado de talento, arrastraba también
pesados lastres que detenían su vuelo. Le importa primero a él que a
nosotros, que se lo sitúe en su exacta verdad. El vacío que deja es au-
sencia de lo que realmente era, no de nuestra idea sobre su valor. El
mejor homenaje para rendir a Ia cultura y a sus hombres – mundo de
la verdad - solo en escasa medida los procesos culturales pueden ser
tomados en préstamo. Una cultura es el testimonio de la lucha espi-
ritual de un medio social. De ahí que importe a un pueblo que quiera
hacer cultura, que los valores se extraigan de su propia experiencia,
75. JoséHoracioBetancur
73
fruto de sus personales trabajos. No estamos en
condiciones de dar una pincelada maestra como
las de Rafael y Leonardo ni un golpe de cincel
como los de Miguel Ángel, pero para nuestro pro-
pio ascenso, más que todo eso vale la obra de un
escultor como José Horacio Betancur: ella sí nos in-
dica de qué hemos llegado a ser capaces, es ya una
expresión de nosotros mismos.
Estoy íntimamente convencido de que la obra
de Rodrigo Arenas Betancourt ha concentrado ta-
les cualidades, que nada dicen sobre nuestra ca-
pacidad artística, es un salto deslumbrador que
el arte colombiano no puede ahora continuar.
Todavía debe caminar largo trecho para alcanzarlo.
Artistas como José Horacio, de proporciones más
usuales, sí son un eslabón de nuestra cadena. Y se
puede afirmar que él representa una lección que
podrá aprender el escultor colombiano de nues-
tro tiempo. Nada podrá enseñar al mundo pero
mucho a nosotros mismos. En su escala están un
Carrasquilla, un Barba Jacob, un Pedro Nel Gómez,
algo que ha salido de nosotros que nos dice exac-
tamente qué momento vivimos de nuestra propia
cultura. No se evoluciona al azar, ni por caprichos
se rehúyen las fuerzas que condicionan una expre-
sión de cultura. Plantados en medio de nuestras
actuales posibilidades, tenemos que afirmar que
toda traza de abstracción se torna sospechosa.
Antioquia representa en el país un ademán di-
recto. La tosca fuerza humana que se ha encegueci-
do respecto a su propia forma. Y a todos los escrito-
res y artistas antioqueños que se les ha perdonado
esta deficiencia que nace de su medio: tienen un
alma que expresar, pero no se salvan de la monoto-
nía, carecen de la serenidad para sentarse a medi-
tar en su propia vestidura. A José Horacio Betancur
parecía no perdonársele este signo del medio ines-
capable. Yo no creo que sus intentos de interpretar
mitos más profundos y universales, símbolos más
vastos del sentimiento humano, hubieran tenido
fortuna. Lo monumental no es esencialmente una
dimensión especial. Y me parece que sus mejores
obras no son las que dejó de mayor tamaño, hay
toda una gama de hermosas creaciones, las más
simples incluso, que merecerán perdurar para glo-
ria de su nombre. Pero de ahí a que las tosquedades
del taller a veces presentes en el salón de sus ex-
posiciones vayan a devaluarlo hay todo un abismo.
La mencionada polémica sobre sus trabajos no fue
nunca tal, sino una guerra callejera de monosílabos:
erupciones pasionales y no juicios críticos. Es otro
episodio de nuestra falta de seriedad.
Vida en las montañas de Antioquia
1946
76. 74
José Horacio Betancur, era más concreto que
lo que es cualquiera de nuestros llamados artis-
tas representativos no sólo nunca tendió a la abs-
tracción, que requieren otras sutiles intuiciones,
sino que dentro de lo directamente figurativo él,
se ató siempre al aspecto más sensible y menos
intelectual.
El es un producto de nuestra propia cultura,
y forzándola a superarse, elaboró productos po-
sitivos que nos permiten decir que nuestro cami-
no cultural ya está iniciado, con fundamentos tan
fuertes como para que sobre ellos pueda conti-
nuarse una valiosa tradición. Toda cultura necesita
un pasado para nutrirse, desde que empieza a te-
nerlo sus avances sucesivos son más rápidos, sus
creaciones sobre duendes y endriagos del mundo
campesino son su obra mejor, donde la composi-
ción fue más elemental, depurada de inútiles ex-
plicaciones, de abigarramientos redundantes, se
dieron sus más exquisitas esculturas, es otra de sus
facetas admirables.
En nuestro medio todos comenzamos distraí-
damente a escribir, a juntar colores, o a despertar
los grupos escultóricos que en la piedra luchan con
sus excesos, abrumado por todos los problemas
del ser del mundo, sólo más tarde vamos encon-
trándonos a nosotros mismos a veces tan tarde
que ya se nos han perdido las ganas de seguir. Es
una inversión frustadora de proceso.
Y José Horacio Betancur, estuvo desde el co-
mienzo transido de la necesidad de hacer algo en
función de nuestra vida. Siempre se recordará por
el ardor con que se sentía enraizado en su tierra
y en su pueblo. De nuestras involuntarias falsifi-
caciones estuvo puro desde un comienzo. Por eso
posee la calidad y los defectos de la autenticidad.
A medida que retornemos sobre lo que somos,
comprenderemos que José Horacio Betancur, hizo
mucho por nosotros mismos sin temor a vernáculo
y a la manifestación propia compatible con la uni-
versalidad que todo arte reclama.
El homenaje no se le rinde de una vez escri-
biendo unas líneas. Se lo irá rindiendo todo el que
vaya encontrando esta verdad. Se lo rendirá todo
el que quiera hacer la historia del arte colombia-
no, en la cual su juventud supo ganar un puesto
indiscutible.
Carlos Jiménez Gómez
Poeta y abogado
José Horacio con Mariano Ospina, Laureano Gómez y Manuel J. Betancur
Granito esmerilado
1950
78. 76
Lucha abierta contra
los vientos de la
incomprensión
D
e irrevocable extracción obrera y campesina, como que su pa-
dre, labriego ocasional, ejercía en la época del advenimiento
de José Horacio, con suma honradez y modestia el honesto ofi-
cio de carpintero, desde su infancia el artista de que se viene en trato
se sintió atraído por las aficiones obreras de su progenitor, y tras de
haber cursado estudios elementales en la única escuela de varones
que existía en el poblacho, abrazó con bríos singulares el oficio de
la garlopa y el serrucho, del martillo y el escoplo, alistándose desde
entonces en el escuadrón de los obreros universales, toda vez que el
oficio de características artesanas es cogido por el rústico mocetón
para iniciarse en las lides del trabajo, es el mismo que le asigna la
Historia Sagrada al Carpintero de Nazaret.
A fuerza de estudio, en lucha abierta contra los vientos de la
incomprensión, logró acopiar una envidiable cultura artística, y en
posesión de sus vastos conocimientos y de sus ideas voluntarias,
después de haberle jurado con el pensamiento fidelidad a la patria
chica, enderezó resueltamente sus pasos hacia esta capital.
En calidad de obrero común trabajó durante algún tiempo en
un taller de ebanistería, calladamente, con el pensamiento fijo en los
estudios de escultura y dibujo que adelantaba por las noches en la
escuela de Bellas Artes, en donde él mismo se había matriculado. Más
tarde, siempre bajo el influjo de sus sueños de liberación de los yugos
patronales, fundó su propio taller en un local amplío del barrio alto de
Buenos Aires, que distinguió con el nombre legendario de Taller Luis
XV. Realizó a la sombra de su casa espiritual una copiosa obra de talla
en madera, de tan audaces y originales concepciones, que hubo de
sorprender y maravillar a los críticos del arte magnífico, hasta el punto
que, no resultara aventurado ni fuera de la realidad, asegurar que con
aquellas sus primeras obras clásicas de talla en madera, José Horacio
Betancur se incrustó de un solo golpe en el historial artístico – escul-
tural de la montaña y de Colombia.
79. JoséHoracioBetancur
77
No cejaron aquí sus empeños de supera-
ción en las artes plásticas, y con una docena de
Discípulos de buena voluntad que logró recoger
abrió una escuela para enseñarles, maestro gene-
roso, a dominar con arte y elevación de espíritu
el barro, el yeso, el concreto y el bronce, cuatro
elementos simples y duros que al conjuro de sus
sabias manos de artista genial, solían ablandarse,
adquirir formas, simular movimientos y expresio-
nes elocuentes, y hasta llegaban a tornarse dóciles
y tersos como las lunas de cristal.
Entregado por entero a la escultura, modeló
en madera, yeso, bronce y granito, monumentos
de vigorosa concepción, y en barro plasmó una
frondosa colección de cerámica que causó una
verdadera revolución artística por la originalidad y
maestría con que supo captar los más complejos
motivos autóctonos de Antioquia, de Colombia y
de América. Más llegó un día en que el dueño del
local en donde Betancur estaba consiguiendo a
duras penas el pan escaso para su familia, (ya se
había casado con doña Enriqueta Tamayo, digna
compañera de sus luchas), pero sí mucha gloria
para la patria, hubo de reclamarle su propiedad,
protestando, sin ruborizarse, que se quejaban los
vecinos por el hecho «escandaloso» de que en el
taller se hallaban exhibidas algunas estatuas de
mujeres desnudas y aquí empezó el viacrucis artís-
tico de José Horacio.
Posteriormente consiguió que le cedieran,
para continuar sus clases, el patio interior de un
local público con oficinas al frente, pero tal con-
cesión no le duro mucho tiempo debido a que el
jefe de las oficinas mencionadas, conceptuó en su
ignorancia ilimitada que era supremamente incon-
veniente para el buen nombre de la administración
pública, que José Horacio estuviera escandalizando
a la ciudad con la exposición de estatuas ligeras de
ropas, modeladas en el patio interior de un edificio
de propiedad del gobierno.
80. 78
José Horacio y sus alumnos
1953
Fue entonces cuando el varón de toda varonía
que lo era José Horacio Betancur, digno ejemplar
de la raza brava que no se doblega ni trepida, he-
rido en lo más hondo de su sensibilidad artística,
retraído como las fieras circenses nostálgicas de
selvas, en señal de protesta desdeñosa, a la ca-
beza de treinta estudiantes de ambos sexos que
era el número total de sus discípulos, se lanzó a
la calle como un tigre escapado de un jardín zoo-
lógico, sereno y frío al parecer, pero ardiendo por
dentro como los volcanes en vísperas de estallar.
En completo orden recorrieron algunas calles, sin
lanzar un grito ni arrojar una piedra de las que lle-
vaban consigo como elementos de trabajo, hasta
desembocar en la Plazuela Nutibara, en términos
modernos Plaza de las Américas, en donde, esgri-
miendo afanosamente sus instrumentos de traba-
jo, maestro y discípulos se pusieron a trabajar al
aire libre, bajo la luz de un sol atardecido, y en
presencia de altos empleados del gobierno que
los observaban curiosos desde los miradores de la
secretaría de educación.
Esta hazaña típica y original fue repetida por
varias ocasiones en parques y plazas de esta lo-
calidad, con la aceptación total del público que
aplaudía admirando al maestro y a los artistas en
embrión, hasta el día en que una entidad cívica
que por aquel entonces gobernaba a la Villa de la
Candelaria como a un feudo propio, hizo que José
Horacio y sus optimistas discípulos abandonaran
sus propósitos de continuar trabajando al aire li-
bre en los parques públicos, porque, decían los
incautos, con las aglomeraciones que provocaban
obstaculizaban el tráfico, fuera de que pisaban la
grama y despetalaban las flores. Acosado por la in-
sensatez y mala voluntad de sus conciudadanos,
Betancur, seguro de su personalidad, confiado en
la bondad de su obra y firme en sus propósitos de
lucha hasta triunfar o morir, fue a recluirse en la se-
rena paz de su hogar, y se dedicó a la talla de obras
en madera y a la elaboración de figuras y objetos
de barro para ganarse su subsistencia.
Corría el año de 1953, y era el mes de febre-
ro, cuando a los doctores Antonio Osorio Isaza
81. JoséHoracioBetancur
79
y Jorge Montoya Toro, Director de Educación
Departamental, el primero, y jefe de la extensión
cultural del municipio de Medellín, el segundo, se
les ocurrió la feliz idea de fundar en esta ciudad un
Instituto de Enseñanza que se denominaría Casa de
la Cultura, el cual funcionaría por cuenta de ambas
entidades oficiales, con un director y los profeso-
res que se requirieran para su desarrollo cultural
efectivo, que fuera de enseñanza gratuita para el
pueblo, de las artes de más fácil aprendizaje, ta-
les como la música de cuerdas, el canto, el dibujo,
la escultura y otras. Aprobada la idea y puesta en
práctica en cuestión de días, hasta el retiro hogare-
ño de José Horacio Betancur fueron a llamarlo para
desagraviarlo en parte poniéndolo al frente de los
estudiantes de escultura en la Casa de la Cultura
que acaba de abrirse. El artista aceptó complacido
y desde entonces recomenzó una vida de mayor
agitación, de trabajo más intenso, logrando dar a
la cultura escultórica americana más de cuatro
obras monumentales de extraordinaria concepción
original, muy vigorosas y ceñidas con caracteres
casi reales a las leyendas brujas de la mitología de
Colombia y América.
Esto en cuanto las obras de mayor visibilidad
por el tamaño de tales monumentos, porque en
cerámicas y obras de talla de estatura menor, José
Horacio dejó adelantada obra suficiente para col-
mar mucho más de un museo.
Sin embargo, a José Horacio no lo abandonó
jamás la sombra de la incomprensión ambiental, y
por eso, él que confiaba en sí mismo; que era des-
deñoso y altivo, nunca llegó a sentirse plenamen-
te tranquilo y confiado entre sus conciudadanos;
se sentía oprimido por lo pesado del ambiente y
asechado por las miradas egoístas de los moralis-
tas que ignoran o fingen ignorar maliciosamente
la belleza puramente espiritual de un desnudo en
el arte. Por eso, en más de una ocasión estuvo a
punto de expatriarse hacia México, tierra bravía,
libre y generosa.
León Zafir
Poeta y escritor
La minería antigua y moderna
1947
82. 80
Espejo de una patria
en desorden
E
l escultor José Horacio Betancur ya empieza a convertirse en una
piedra, a incorporarse a las rocas que el tiempo va amenazando
bajo la tierra. Los que lo conocimos, lo admiramos y lo quisi-
mos de verdad, desde el momento en que decidió marcharse para
siempre, sentimos viva su muerte, sentimos tibia su frente helada,
sentimos que no estaba quieto bajo el polvo (con las manos cruza-
das sobre el pecho) sino en plena actividad, desgarrando el misterio,
golpeando las raíces para darles forma de serpiente, exigiéndole a la
tumba un espacio más grande y alimentando los minerales con su
propia sustancia desatada. Fue tan vital José Horacio, tan intrépido,
tan ardiente, que a uno le cuesta dificultad aceptar que está en re-
poso y que sus herramientas de trabajo esperan en vano su regreso.
José Horacio Betancur vivió a prisa y caudalosamente, como si
hubiera sabido, desde la cuna, que contaba con poco tiempo para
realizar sus proyectos, para hacer su vida, para dejar en la madera y
en el barro, en el hierro y el bronce, una huella profunda, casi una
dentellada clamorosa. Trabajaba con furia, con amor y las copas que
salían de sus manos eran gigantescas, lo mismo que sus figuras mi-
tológicas y sus hogueras revolucionarias. Como ninguno otro de sus
compañeros de generación reflejó a su país en formación, a su país
de tentativas y derrotas, a su Colombia infantil y dramática, llena de
posibilidades y a la vez de caminos cerrados. El mismo, José Horacio,
fue un niño tormentoso. Víctima de su propio temperamento, espejo
de una patria en desorden, que poco o nada ha hecho por sus artis-
tas y sus valores espirituales.
Aunque no cayó en una emboscada tendida por la violencia que
hemos padecido todos en los últimos años, en una u otra forma, José
Horacio fue alcanzado por el infortunio nacional. La tempestad sopló
sobre su cara y apagó el fuego de sus ojos. La tempestad que no ha
acabado de pasar y de herir cedros y escultores. El sentimiento de
desintegración que a menudo nos asalta y nos acongoja a unos y a
otros, fue el que se apoderó de José Horacio en los últimos meses de
su vida, aunque él no se hubiera dado exacta cuenta de ello, y lo fue
doblando y haciéndole perder el equilibrio, en una especie de batalla
final, de batalla consigo mismo y su sentido dramático de la vida.
Barequera
1950
83.
84. 82
José Horacio Betancur Betancur
1945
No perteneció a fracciones políticas de nin-
guna índole, pero fue fiel a su barro humano, a la
arcilla popular de que estaba hecho. No se dejó
atar por los convencionalismos y los halagos cor-
tesanos, no labró sus piedras con timidez, para no
estropear la siesta de los reyes, ni compartió las
injusticias de los injustos ni las debilidades de los
débiles. Su rebeldía se manifestó en todos sus ac-
tos. Aun en aquellos que parecen estar condena-
dos a los desenlaces anodinos por la cotidianidad
y la costumbre. La suya fue una personalidad com-
bativa, valiente, indomeñable, pero en su corazón
había espacio para la ternura, la amistad y los pája-
ros que se fatigan de volar y buscan un refugio en
el pecho del hombre.
José Horacio fue hijo de las montañas, herma-
no de los ríos y partidario de los bosques y de los
animales que los habitan. Fue elemental, fue tierra
que esculpía, tierra que empuñaba un cincel y lo
golpeaba volcánicamente. Me parece que estoy
viéndolo en su taller, con su cara vidriada por el su-
dor, con su pelo desbordado sobre la frente, con su
clamor y sus músculos crecidos, como si estuviera
tallándose a sí mismo, dándose forma de escultura
viva y monumento palpitante. Le sobró fuerza. Le
faltó un poco de sobriedad, de medida y de ritmo,
porque lo cierto es que el solo vigor no produce la
conquista del mundo artístico, pero su desborda-
miento no siempre se quedó en mitad del camino.
Dejó obras hermosas, verdaderos testimonios de
su pasión y su tormenta, que conmueven y se re-
concilian con la belleza y con la vida.
Con la muerte de José Horacio Betancur, acae-
cida hace ya varios años, murió un poco mi ge-
neración. Cuando partió él, sentimos todos sus
compañeros un vacío en el alma, un vacío que
seguimos sintiendo, y que no logramos llenar, ni
siquiera en parte, con nuestra devoción a su me-
moria. La vida de José Horacio era también la nues-
tra, se confundía con nuestra sangre y compartía
con ella su salud, sus sueños y su calor humano.
Mañana será piedra, peñasco, cordillera –en forma
ya definitiva– y los escultores del futuro sacarán de
su pecho un mundo nuevo y limpio.
Carlos Castro Saavedra
Poeta y escritor
86. 84
L
o grandioso, lo eterno, no improvisa jamás. Ello es producto de
un esfuerzo continuado, de una fe, de una necesidad, de una
vocación y de una voluntad puestos al servicio colectivo. Todo lo
grande obedece a muchas inquietudes, a muchas angustias, a mu-
cho estudio a muchas contradicciones, rectificaciones y balbuceos
que bregan por asomarse a la verdad definitiva aquella que alcanza a
todos y cuya manifestación total debe ser siempre generosa.
Dígase lo que quiera, sin duda alguna Betancur es un hombre
lleno de vigor en su obra, dueño de su propio cincel y de sus propias
manos con una capacidad de trabajo que pocos tienen en nuestro
país, con impulsos creadores a la medida de su directa vocación y
con fe en la escultura, en la tradición, en la tierra.
Esto último representa uno de sus méritos fundamentales. Con
ese apego afectuoso a los motivos terrígenos obtiene obras no de
un frívolo costumbrismo ni de un tipismo superficial, sino de valor
universal por su trascendencia plástica y humana. La afirmación de
algún literato: «por la vereda se llega al universo» tiene en Betancur
su más exacto seguidor. En él, el motivo nuestro, el hombre nuestro,
el problema nuestro, dejan de serlo para convertirse en el motivo
del hombre en diversas latitudes. En lo mejor de su escultura, el ser
humano y su grito es el problema fundamental creado por este es-
cultor que vive su siglo y pulsa el ritmo duro y trágico y definitivo
de su tiempo a través de los mitos indígenas, mulatos y mestizos de
nuestras regiones.
Cuando Betancur se despoja de prejuicios antiartísticos de moda,
es forzoso reconocerle su dominio absoluto del material trabajado y
la manera de sacarle vida es entonces cuando lo podemos ver en
todo su vigor elemental y en toda su capacidad artística que lo sitúan
entre los abanderados criollos de un americanismo fuerte, original y
plásticamente valedero en cualquier rincón del mundo donde halla
sensibilidad y amor a lo bello.
Quienes deseen ver en su obra cuerpos y rostros bonitos, ex-
presiones angelicales y motivos de almanaque de dudosa catego-
ría, sufrirán una profunda decepción. Las estampas de un detallismo
femenino, de un acicalamiento exagerado, de una maxfactorización
hollywoodense y de un acabado de perfección fotográfica, no son
propiamente las que exige nuestro mundo de hoy, contorsionado por
la angustia de las guerras, por los afanes del hombre, por ruinas de
una civilización y por la desesperada búsqueda de nuevos caminos.
Un gran escultor
antioqueño
87. JoséHoracioBetancur
85
Patria y los lagartos
1951
Porque el artista primero tiene que ser hombre y luego artista y
como hombre debe sentir lo que luego expresará como creador; y su
expresión artística no puede rehuir el estremecimiento de su épo-
ca, lo recalcamos, aunque digan que la nuestra es una época boba,
superficial, de decadencia. No jamás hay épocas frívolas sino frívo-
los intérpretes de esa época. La obligación del artista es eternizar
momentos de humanidad. Y con rostros academistas, con paisajes
decorativos, con figuras y escenas al gusto de quienes gozan miran-
do láminas viajeras, jamás se eterniza nada, excepto la mediocridad.
Y José Horacio Betancur es, ante todo, un hombre, un hombre
que sabe esculpir y tallar en madera o en piedra su experiencia del
mundo, de otros artistas y de sí mismo. En él tiene Colombia in-
dudablemente uno de sus intérpretes más acabados, y de él puede
aguardarse una obra de las que hacen tradición y revelan el impulso
vital de un pueblo.
Manuel Mejía Vallejo
Escritor
88. 86
La grandiosidad
de sus esculturas
E
n ningún artista como en José Horacio Betancur fue tan nota-
ble la influencia telúrica y en ninguno encontraremos como en
él, la fuerte y monstruosa necesidad de enfrentarse a las más
grandes moles.
Para la realización de sus trabajos se valió de todos los medios
disponibles, hasta el concreto, donde creyó hallar el medio adecuado
para sus pensamientos de monumentalidad, confirmándose lo que
el extraordinario escultor José Domingo Rodríguez dijo alguna vez:
«José Horacio Betancur es el escultor colombiano con mayor capa-
cidad monumental». Y no se equivocó el gran maestro porque José
Horacio ya principiaba a imponer con técnica franca la grandiosidad
de sus esculturas.
En aras de la escultura este artista no vaciló en sacrificarlo todo,
hasta conformar una vida que sentía en la potencia del mármol y el
concreto, en el vientre de la madera y en las piedras suaves y frági-
les. Su actividad era febril, desesperada, y como accionada por una
necesidad más fuerte aún que su capacidad misma y los materiales
de trabajo. Su obra es pues, un ejemplo insólito de esfuerzo y vigor
incontenible, la revelación de un carácter tan rígido como los mis-
mos riscos y montañas nativos donde plasmo en materia definitiva
los ancestros y la historia de sus pueblos.
José Horacio Betancur, fue un artista en toda la plenitud de la pa-
labra, capaz de hacerle frente al peligro inminente, como lo confirman
sus decisiones espontáneas y temerarias. Por esto quizá dijo de él otro
escultor que cuando su obra no se imponía por el mérito, él la im-
ponía por la fuerza. El detalle no es interesante como anécdota, sino
como manifestación de la convicción que tenía del valor de sus obras.
Obsérvese que la trayectoria escultórica entre nosotros viene de
Cano, de Waldo Rodríguez y viene gestándose cuando Cano monta su
taller, tiene a los imagineros, que son los Carvajal y después Bernardo
Vieco. Escultores que tienen una capacidad de creación grandísima
pero con dificultades económicas y sociales igualmente grandes, has-
ta el extremo de que se tienen que ir. Cano se fue a Bogotá, Tobón
Mejía a París y Bernardo Vieco a Bogotá; la imaginería siguió haciéndo-
se aquí con la perfección que la hacían los Carvajal. Esa lucha la airea
sencillamente José Horacio Betancur que no se fue, luchó solo.
Jorge Cárdenas H.
Pintor