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Jeffrey K. Zeig,
compilador
Un
Seminario
Didáctico
con
Milton H. Erickson
Amorrortu editores Buenos Aires
Directores de la biblioteca de psicología y psicoanálisis, Colapinto y David Maldavsky A
Troching Seminar with Milton H. Erickson, M.D.
@ The Milton H. Erickson Foundation, 1980
Traducción, Leandro Wolfson
Jorge
Dedico esta obra a Martin J. Zeig y a su esposa.
Única edición en castellano autorizada por Brunner/ Mazel¡ne., Nueva York, y
debidamente protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la
ley n° 11.723. Todos los derechos de la edición castellana reservados por Amorrortu
editores, S.A., Paraguay 1225, 7° piso, Buenos Aires
Industria argentina. Made in Argentina.
ISBN 950-518-476-X
ISBN 0-87630-247-9, Brunner/Mazel, Inc., Nueva York, edición original. .
IDUSTRIA CENTRAL UNAM
Composición enfrío y armado: HUR, Av. Juan B. Justo 3167, 1414 Capital Federal.
Impreso en Talleres Gráficos Edigraf. Delgado 834. Buenos Aires.
Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares.
"En toda vida humana debe sobrevenir algo de confusión... y también algo de luz".
"Y mi voz va contigo a todas partes, y se convierte en la voz de tus padres, de tus
maestras, de tus compañeros, y en la voz del viento y de la lluvia".
Milton H. Erickson
2
Índice general
Palabras preliminares Reconocimientos
Acerca del doctor Milton H. Erickson
Introducción
El uso que daba Erickson a las anécdotas
El seminario
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Apéndice. Comentario sobre las inducciones efectuadas con Sally y Rosa
Palabras preliminares
Aunque existe ya una considerable bibliografía sobre el extinto doctor Milton H.
Erickson, el presente volumen merece una cálida acogida, pues no sólo brinda la
oportunidad de aprender algo más sobre Erickson, sino que, merced a la trascripción
de uno de sus seminarios didácticos, permite ofrecer al lector la imagen más próxima
de lo que pudo ser un aprendizaje directo con él.
Incluso para quienes han tenido el privilegio de participar en un seminario como este,
la lectura de la obra les revelará, sin duda, muchos aspectos de la enseñanza de
Erickson de los que hasta entonces no se habían percatado. Podemos asegurarlo
porque el método didáctico de Erickson era tal que en la mente de su eventual
discípulo la confusión siempre precedía a la iluminación, y no era sucedida de
inmediato por esta. Pese al esclarecedor capítulo introductorio de Jeffrey Zeig, y a que
en el apéndice de la obra se da valiosa información para entender cómo manejó
Erickson la interacción durante el seminario, es probable que el lector sea atrapado
por la misma secuencia de confusión e iluminación.
El recurso al "aprendizaje inconciente" (tal como Erickson lo aplica en este seminario)
es un método poderoso y muy penetrante; no obstante, debe admitirse que la
comprensión intelectual tiene también sus méritos y sus encantos. Para quien busque
esa comprensión más manifiesta, remitimos a las obras de Haley, Erickson y Rossi,
Bandler y Grinder y otros comentaristas que han suministrado diversos marcos de
referencia para un análisis ulterior de importantes facetas de los métodos
ericksonianos. En verdad, el lector estará en mejores condiciones de apreciar este
seminario si ya se ha familiarizado con esas otras obras.
Estas palabras preliminares, además de permitirme introducir un libro de gran valor,
constituyen para mí un placer particular, pues conocí a Erickson en un seminario muy
semejante al que aquí ha quedado registrado. Antes de ello, estuvimos trabajando
unos cuantos años, junto con algunos colegas holandeses, en el desarrollo de un tipo
de terapia breve que denominamos "terapia directiva". En nuestro enfoque gravitó
mucho Erickson, por más que sólo lo conocíamos a través de sus escritos y los de Jay
3
Haley. Gracias a Kay Thompson, quien colaboró con Erickson durante mucho tiempo y
dictó cursos sobre hipnosis en Holanda, me enteré de que aún recibía visitantes
cuando su salud se lo permitía. El doctor Thompson escribió a mi solicitud una carta
de presentación, y emprendí el viaje a Phoenix, no sólo con gran curiosidad sino
también con un sentimiento de respeto rayando en la reverencia.
Nada sabía acerca de lo que me esperaría al llegar, aparte de la abundancia del color
púrpura. Lo que más me impresionó en nuestra entrevista inicial fue la simplicidad de
Erickson, el amable interés que mostró hacia mí y su total ausencia de vanidad.
Expresó su complacencia por tener un visitante holandés e inició la charla narrándome
una historia que, como más tarde comprendí, tenía por objeto establecer entre ambos
un interés común. La anécdota se refería a la cría de ganado vacuno de raza frisona
en el desierto de Arizona y a la irrigación que consecuentemente debió realizarse en la
zona; me explicó que hacía muchísimo tiempo los indígenas habían cavado canales de
riego, y concluyó diciendo: "Usted se preguntará cómo hicieron los trabajos de
exploración del terreno necesarios para trazar los canales". Por cierto que me lo
preguntaba, pero a la vez me intrigaba saber qué relación podía tener esa anécdota
con el propósito de mi visita.
El seminario que llevé a cabo con Erickson me dio muchas más ocasiones para la
perplejidad. Era previsible que un terapeuta no convencional tuviera una manera no
convencional de enseñar. Erickson lanzaba sobre el alumno una roca que después
resultaba ser una imitación hecha de espuma de goma, tras lo cual decía
enfáticamente: "Las cosas no son siempre como parecen", narrando a continuación
algún fragmento de terapia a modo de ejemplo.
Ante una mirada superficial, los casos clínicos que él relataba tenían la apariencia de
un mero entretenimiento. Algunos queríamos llegar hasta la "verdadera enseñanza", y
le formulábamos preguntas aclaratorias. Erickson respondía contando alguna otra
historia; a nuevas preguntas, nuevas historias, una tras otra, sin darnos tiempo a
rumiar su significado, a veces intercalando algún chiste para atraer nuestra atención,
otras veces sin transición ninguna.
Erickson rara vez nos decía qué quería enseñarnos; a lo sumo, hacía una breve
enunciación al comienzo o al final del relato. Este procedimiento nos obligaba a
extraer nuestras propias conclusiones y por momentos era decepcionante. La
confusión y leve malestar resultante era uno de los elementos que contribuía a esos
desplazamientos regulares de nuestra atención que Erickson llamaba "los trances
naturales", facilitadores del aprendizaje inconciente.
Inicié el seminario con la intención de formular una serie de preguntas; nunca lo hice.
Sin necesidad de ello obtuve la respuesta a algunas; a otras no las formulé porque
sentía que estaba recibiendo más información de la que era capaz de manejar. Sólo
gradualmente me fui dando cuenta de cuál era la estructura del seminario, y hasta mi
retorno a Europa no empecé a captar qué había aprendido.
Una de mis impresiones más inmediatas fue que Erickson no se preocupaba
demasiado por tener siempre éxito en su terapia -mucho menos de lo que tal vez
hacía suponer la bibliografía sobre él-.
Subrayaba que los beneficios que podían obtenerse eran a veces limitados; quizá sólo
consistirían en un mero cambio de la valoración que el paciente hacía de sí mismo y
de su conducta sintomática. La mejoría directa de los síntomas no siempre era
posible. Fue un alivio escuchar de sus labios que un terapeuta no puede hacer nada
por algunas personas, y reconfortante enterarse de que a veces él consideraba
inapropiado enfrentarse con el paciente en el propio terreno de este (como lo ilustra la
correspondencia que mantuvo con el tartamudo que le solicitó tratamiento, infra, pág.
179).
4
Era claro que a Erickson no lo movía el deseo de postularse como figura mítica de
ningún tipo; más bien se presentaba como un artesano competente, muy interesado
en trasmitir a otros sus habilidades. En vez de tratar de impresionar a sus oyentes (lo
que de todos modos ocurría), se empeñaba por situarlos en la ruta que sería
importante para ellos, y que él tan bien conocía.
Su amor por la artesanía se evidenciaba no sólo en la colección de objetos de arte y
de souvenirs que lo rodeaba, sino en la minuciosidad con que nos relataba una
historia terapéutica o realizaba una inducción hipnótica.
La modalidad de Erickson me recordaba a un avezado neurólogo, también un notable
artesano en su oficio, a quien conocí durante mis años de formación. Generalmente se
le reservaban los diagnósticos difíciles. Observaba con sumo cuidado a los pacientes
desde el momento mismo de trasponer la puerta del consultorio, y superficialmente
parecía cumplir, distraído y como al descuido, el examen neurológico corriente
(aunque quizá sólo lo aparentaba por nosotros). No obstante, se tenía la impresión de
que era llevado hacia las áreas específicas de la patología, en lugar de tener que
descubrirlas mediante la pesquisa laboriosa y metódica que otros emprendían. Por
supuesto, su vasta experiencia clínica le había enseñado a reconocer signos sutiles de
los que nosotros ni siquiera habíamos oído hablar; muchos de ellos no estaban en los
libros de texto, y algunos tal vez ni a él mismo le eran concientes. Resultado de su
método era la misma engañosa simplicidad característica de Erickson. Llegaba al
diagnóstico como cosa natural, con la misma admirable soltura que mostraba Erickson
al averiguar elementos decisivos por la manera en que se presentaba ante él el
paciente.
Puede ser peligroso que los alumnos interpreten mal esta clase de simplicidad.
Reparando en que no se respetan las bien establecidas reglas sobre la recolección de
datos, quizá presuman que lo indicado es dejarse guiar por su intuición. Al narrar sus
relatos didácticos, Erickson parecía no recoger dato alguno ni efectuar ninguna labor
de diagnóstico; pero había inventado procedimientos sumamente hábiles para
aprender mucho preguntando poco, y lograba obtener la información que precisaba
sin que ello se notase. Conviene que nos detengamos en el proceso diagnóstico de
Erickson, ya que esto facilitará la comprensión de sus métodos.
Es evidente que le interesaban otros datos que los que emplean la psiquiatría general
o las terapias psicodinámicas. Parecía basarse mucho en el conocimiento del vivir
efectivo del individuo, con el cual la psicología y sicopatología tradicionales vacilan en
entrometerse, pese a que es el meollo de la experiencia directa cotidiana. El enfoque
diagnóstico de Erickson incluía los valores personales, las peculiaridades y
circunstancias singulares del individuo, todo lo cual aporta poco a la ciencia como
conjunto de datos generalizables pero es en cambio decisivo para la capacidad de
cambio del sujeto. Otro elemento de su enfoque es que Erickson no era un recolector
neutral de hechos, sino un buscador de soluciones. Había desarrollado un especial
talento para descubrir, en toda clase de sucesos del pasado, un significado que
apuntara a un futuro positivo. A partir de toda suerte de síntomas él vislumbraba una
apertura constructiva para una vida mejor.
Pero más allá de sus excepcionales dotes personales, Erickson será recordado porque
su método cambiará el rumbo de la psicoterapia. Allí donde otros se centraban en
analizar falencias y en tratar de hallar compensación para las debilidades individuales,
Erickson mostraba cómo se podían descubrir capacidades potenciales y trocar las
pérdidas en ganancias. El enfoque típico del pensamiento psicoterapéutico tradicional
consiste en formular una teoría general de la disfunción y luego aplicarla a casos
específicos; en el punto de aplicación surgen permanentes dificultades, ya que una y
otra vez se presentan variaciones individuales imprevistas que no pueden ser
sometidas a control. Erickson no contribuyó mucho a la teoría según esta tradición
5
clásica, pero brindó a la profesión un enorme caudal de ejemplos sobre la manera de
adaptarse a circunstancias singulares y promover el cambio. Dejó a otros la tarea de
construir, a partir de sus numerosos experimentos, teorías del cambio. A diferencia de
Freud y de los que lo siguieron, Erickson no creó una cerrada escuela de partidarios
con una organización destinada a conservar y custodiar sus contribuciones. Muchos
terapeutas de diferentes orientaciones recibieron inspiración de él, y algunos se
convirtieron en sus amigos y colaboradores íntimos. El hecho de que atrajera a varios
calificados terapeutas que, como Jeffrey Zeig, que se sintieron movidos a dedicar
mucho tiempo y esfuerzo en una estrecha colaboración con él, da testimonio de la
riqueza de sus aportes. Estos colegas continúan reuniendo, analizando y aclarando la
obra de Erickson, para ponerla a disposición de otros terapeutas. En vez de producir
"ericksonianos ortodoxos", fomentó avances que se ramificaron en múltiples
direcciones, lo cual ilustra elocuentemente su profundo respeto por la libertad e
individualidad de sus alumnos y de sus pacientes.
Varios de los aspectos señalados podrán reconocerse en las anécdotas de este libro.
La que más me gusta es la referida a Betty, la enfermera suicida (pág. 139). Lo que
Erickson hizo con ella es algo más que psicoterapia: es una obra de arte, significativa
en muchos planos. Para el auditorio, fue una demostración práctica de diversos
fenómenos hipnóticos. Para Betty fue una terapia, o más bien una invitación indirecta
pero potente a retomar su proyecto de vida. El cambio se logró proponiéndole una
visita guiada al ciclo, en sí mismo fascinante, de muerte y regeneración de la
naturaleza. Repárese en este toque magistral: Erickson no puso de relieve,
simplemente, el valor de la vida, sino que primero describió la muerte, confluyendo
así con Betty en su marco de referencia inmediato. Esta era una de sus típicas
técnicas terapéuticas, pero su importancia es mayor aún. Lo que allí hizo es
especialmente digno de mención; al mismo tiempo, estaba luchando contra la habitual
reacción profesional de instintivo retraimiento. ¿Qué otro terapeuta habría tenido el
coraje, luego de involucrarse tan profunda y públicamente en el problema de Betty,
de dejar que ella tomara su propia decisión? Consecuencia de ello fue que se lo
acusara por el aparente suicidio de Betty. Pasaron muchos años antes de apreciar con
claridad que el procedimiento que él había seguido fue, desde el comienzo, el más
correcto y sabio.
Richard Van Dyck
Presidente de la Sociedad Holandesa de Hipnosis Clínica, Oegstgeest, Países Bajos, 24
de junio de 1980.
Reconocimientos
Me siento muy afortunado de poder agradecer a muchos amigos por su ayuda y apoyo
para completar este manuscrito. Dick Heiman, Dale Fogelstrom y Marge Cattey me
brindaron una inestimable asistencia técnica y posibilitaron la filmación de Erickson en
videocinta. Trude Gruber y Bernd Schmid proporcionaron materiales que hicieron
mucho más sencilla la trascripción total. Elizabeth Erickson, Edward Hancock y Roy
Cohen tuvieron a su cargo la preparación del original y la corrección de pruebas de
imprenta. Barbara Bellamy, Sherron Peters y Barbara Curtis colaboraron en el
dactilografiado del manuscrito. Estoy agradecido a la señora Bellamy por su
insistencia en lograr un trabajo perfecto.
Vaya mi agradecimiento a las personas que participaron en el seminario de una
semana de duración con el doctor Erickson por su cooperación relacionada con la
videocinta.
6
Debo un reconocimiento especial a muchos de los que intervinieron en mis seminarios
de capacitación, llevados a cabo en Estados Unidos y Europa; ellos me dieron
estimulantes ideas que, en una u otra forma, fueron a la larga incorporadas a este
libro. Lamentablemente, son demasiado numerosos para nombrarlos de manera
individual.
Estoy sumamente agradecido a Sherron Peters por el cariño y el apoyo que me brindó
mientras escribía esta obra.
Y en memoria de mi mentor, Milton H. Erickson... diré que él me trasmitió mucho
saber para que yo lo pasara, a mi vez, a otras personas, me enseñó a valorar tanto la
iluminación como la confusión, y a apreciar mejor cuán maravilloso es abrir los ojos.
J.Z.
Acerca del doctor Milton H. Erickson
Milton H. Erickson ha sido reconocido como la principal autoridad mundial en
hipnoterapia y en psicoterapia estratégica breve. Fue una de las personalidades
psicoterapéuticas más creadoras, sagaces e ingeniosas de todos los tiempos. Se lo
llamó "el más grande comunicador mundial" y "el máximo psicoterapeuta del siglo".
No es exagerado afirmar que la historia demostrará que su contribución a la práctica
de la psicoterapia breve corre pareja con la contribución de Freud a la teoría de la
psicoterapia.
Erickson hizo su licenciatura en psicología y su doctorado en medicina en la
Universidad de Wisconsin. Entre otros antecedentes profesionales, mencionemos que
fue presidente de la Sociedad Norteamericara de Hipnosis Clínica, director fundador de
su Fundación de Educación e Investigaciones, director fundador de American Journal
of Clinical Hypnosis, profesor asociado de psiquiatría en la Universidad Estadual de
Wayne (Facultad de Medicina), miembro vitalicio de la Asociación Psicológica
Norteamericana y de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana. Es autor de más de
140 artículos científicos, en su mayoría sobre el tema de la hipnosis, y coautor de
diversos libros, entre ellos Hypnotic Experience: Therapeutic Approaches to Altered
States [Experiencia hipnótica: enfoques terapéuticos de los estados de conciencia
alterada], Hypnotherapy: An Exploratory Casebook [Hipnoterapia: casuística
exploratoria], Hypnotic Realities [Realidades hipnóticas], Practical Applications of
Medical and Dental Hypnosis [Aplicaciones prácticas de la hipnosis en medicina y
odontología], y Time Distortion in Hypnosis [Distorsión del tiempo en la hipnosis]. Hay
además otros libros, en prensa o en preparación, que se ocupan de él.
Con relación al enfoque profesional de Erickson, importa destacar que si bien creó
muchos métodos permisivos novedosos de hipnosis terapéutica, se mostró muy
renuente a formular una teoría. No postulaba ninguna teoría explícita de la
personalidad, porque estaba firmemente convencido de que ello limitaría la
psicoterapia y haría que los psicoterapeutas actuaran con mayor rigidez. Promovía la
flexibilidad, la singularidad y la individualidad, como lo puso en claro en sus escritos y
en su manera de vivir.
Erickson se radicó en Phoenix, estado de Arizona, en 1948, donde efectuó una intensa
práctica privada, viajando con frecuencia a otros lugares del país para enseñar
hipnoterapia. En sus últimos años, cuando ya no le fue posible trasladarse, acudieron
allí estudiosos de todo el mundo para escucharlo y aprender su método. Ocupado
como estaba con su trabajo, era a la vez un hombre de hogar orgulloso de su familia
y dedicado a ella.
Erickson padeció gran número de problemas de salud en el curso de su vida adulta.
Desde 1967 quedó confinado a una silla de ruedas por las secuelas de una
7
poliomielitis anterior. Decía que la poliomielitis había sido su mejor maestro sobre la
conducta y las potencialidades del ser humano. Tenía una falla en la visión cromática,
pero le gustaba el púrpura y disfrutaba mucho rodeándose de objetos de ese color o
cuando los recibía como regalos especiales.
Erickson fue un genio de la práctica de la psicoterapia, pero esas dotes eran
eclipsadas por las que tenía para el arte de vivir. En la época de su vida en que se
filmaron el grueso de las videocintas que integran este libro, sufría muchas dolencias
físicas; los residuos de la polio y de un cúmulo de otros males le provocaban enormes
dolores. Era prácticamente cuadripléjico, ya que apenas podía mover su brazo
derecho y tenía un uso limitado del izquierdo, al par que sus piernas permanecían
inmóviles. Además, sus labios estaban prácticamente paralizados, la lengua salida de
sitio, y sólo tenía movimiento la mitad del diafragma. Súmese a ello que estaba
imposibilitado de usar dientes postizos. Este hombre, cuya voz era su herramienta de
trabajo y que se enorgullecía de su manejo del lenguaje, hablaba con dificultad, en
voz baja y medida, y no era fácil entenderlo. Se tenía la impresión de que sopesaba el
efecto que podía causar cada una de sus palabras.
A pesar de sus muchos padecimientos físicos y de que debía esforzarse para
reejercitarse en tantas cosas, Erickson era, permanentemente, uno de los seres
humanos más contentos de estar vivos que es dable encontrar. Casi todos los que lo
conocieron quedaron impresionados por sus cualidades personales. Era brioso y muy
sagaz. Sentado junto a él, uno sentía que allí había un individuo muy alerta al "aquí y
ahora", al instante. Gozaba realmente de la vida y era un excelente modelo de "buena
vida". Amable, compasivo, tomaba muy en cuenta a los demás; tenía una franca y
deliciosa sonrisa, y a menudo reía a carcajadas. Su manera de reírse para sí cuando
algo lo divertía era contagiosa.
También tenía una encantadora actitud de respetuoso asombro ante los otros. Era un
individuo muy positivo, el tipo de persona que contempla las flores y pasa por alto las
malas hierbas. Y alentaba a sus pacientes para que hicieran lo mismo. Lo complacían
los cambios positivos de la gente; si alguien hacía uno de esos cambios, o cada vez
que un paciente tenía una levitación del brazo (por más que fuera la milésima vez que
Erickson lograba una levitación), se mostraba sumamente contento, asombrado y
orgulloso de que su paciente la hubiera conseguido. En su mayor parte, ese
sentimiento de goce y admiración era trasmitido en un plano no verbal, lo cual hacía
difícil desestimarlo. Por lo demás, no se atribuía méritos personales por esos cambios
positivos de sus pacientes o alumnos, comunicando más bien su satisfacción de que el
sujeto se hubiera puesto en contacto con nuevas capacidades propias y con nuevas
potencialidades vitales.
Erickson había nacido el 5 de diciembre de 1901, criándose en comunidades rurales
de Nevada y Wisconsin. Formaba parte intrínseca de su vida una actitud propia de las
personas oriundas de la campaña. Tenía visión de futuro, pero no era ambicioso.
Murió el 25 de marzo de 1980, de una infección aguda. Hasta el momento de su
muerte estuvo activo y gozó relativamente de buena salud. En muchos de los relatos
en que abundaban sus lecciones, solía hacer referencia al trabajo con pacientes que
padecían dolores crónicos, explicando que luego de haberles aplicado su técnica esos
sujetos habían llevado una vida activa, hasta que de pronto cayeron en coma y
murieron tranquilos. De manera similar, él perdió repentinamente la conciencia el
domingo 23 de marzo, permaneciendo dos días en estado semiconciente, hasta que el
martes 25, rodeado de sus familiares, dio su último y pacífico suspiro. Hasta ese
súbito colapso, tuvo el cabal propósito de continuar con su plan docente.
Durante gran parte de su vida profesional en Phoenix, Erickson les pedía a sus
pacientes y alumnos que subieran al cerro Squaw, el más alto de la zona, de unos 350
8
metros; el recorrido hasta la cumbre es de cerca de dos kilómetros, y está
perfectamente marcado, ya que es habitual que la gente haga la ascensión por
motivos de salud o para gozar del magnífico espectáculo del valle del Phoenix. El
ascenso es cansador, pero una persona sana lo puede hacer en 45 a 60 minutos; el
sendero es sinuoso y tiene muchas subidas y bajadas. Una perdurable sensación de
triunfo invade al que llega a la cumbre, además de ofrecerle una más vasta
perspectiva y un ángulo de mira más alto sobre el mundo que lo rodea.
Se rumorea que las cenizas del doctor Erickson fueron esparcidas en el cerro Squaw.
Si así fuera, no habría nada más apropiado: él había hecho de ese ascenso una parte
sustancial de su terapia. Ahora, para rendirle honores, la gente seguirá subiendo el
cerro Squaw.
Libros en los que participó Milton H. Erickson como coautor
Cooper, L. F., Y Erickson, M. H., Time Distortion in Hypnosis, Baltimore: The William &
Wilkins Company, 1959
Erickson, M. H., Hershman, S. y Secter, 1. l., The Practical Applications of Medical and
Dental Hypnosis, Nueva York: The Julian Press, 1961.
Erickson, M. H., Rossi, E. L. Y Rossi, S. l., Hypnotic Realities, Nueva York: Irvington,
1976.
Erickson, M. H. Y Rossi, E. L., Hypnotherapy: An Exploratory Casebook, Nueva York:
Irvington, 1979.
Erickson, M. H. Y Rossi, E. L., Experiencing Hypnosis: Therapeutic Approaches to
Altered States, Nueva York: Irvington, 1981.
Haley, J., ed., Advanced Techniques of Hypnosis and Therapy: Selected Papers of
Milton H. Erickson, M. D., Nueva York: Grune& Stratton, 1967.
Rossi, E. L., ed., The Collected Papers of Milton H. Erickson on Hypnosis (4 vols.),
Nueva York: Irvington, 1982.
Introducción
Un físico suizo amigo mío me narró una anécdota acerca del célebre físico danés Niels
Bohr. En una de sus conferencias el doctor Bohr exponía sobre el "principio de
incertidumbre" de Heisenberg. Este principio de "complementariedad" afirma que
cuando el observador de una partícula en movimiento descubre un dato referido a su
localización, sacrifica un dato sobre el impulso de la partícula, y a la inversa: cuando
obtiene información sobre el impulso, sacrifica información sobre la localización. Un
estudiante presente preguntó a Bohr: "¿Qué es lo complementario de la claridad de la
exposición?"; tras reflexionar un momento, el sabio respondió: "La precisión".
Aunque posiblemente sea apócrifa, esta anécdota expresa una intelección importante.
Cuando de la verdad se trata, para ser claro es menester ser simple en demasía,
sacrificando así la precisión; y para ser preciso es menester que la exposición sea
extensa, detallada y quizá confusa, con lo cual se sacrifica la claridad.
El manuscrito a que ahora accederá el lector es trascripción de un seminario docente
que el doctor Milton H. Erickson realizó con profesionales de la salud en su casa de
Phoenix, Arizona, y que tuvo una duración de una semana. La manera que tiene
Erickson de comunicarse es compleja y el lector apreciará su consumada precisión;
pero si intenta comprender el proceso de esa comunicación, quizá advierta también
cierta confusión y falta de claridad.
9
Se impone una nota aclaratoria sobre estos seminarios docentes de Erickson. Luego
de abandonar formalmente la práctica privada, Erickson continuó dedicado de manera
activa a la enseñanza. Grupos de personas de todo el mundo tomaban contacto con él
para pedirle que los incluyera en sus seminarios; entre ellos había médicos,
psicólogos, psiquiatras y psicoterapeutas todavía no doctorados. Erickson daba estas
clases todos los días, aproximadamente desde mediodía hasta las cuatro de la tarde.
A medida que aumentaba su popularidad, cada vez se hizo más difícil conseguir una
vacante. A fines de 1979 ya tenía completos sus horarios para el año siguiente.
Entre el 30 de julio y el 4 de agosto de 1979, logré filmar en videocinta uno de estos
seminarios realizados en su casa, y que constituye el grueso de este libro. No se han
añadido comentarios para describir la técnica empleada por Erickson durante esa
semana; he preferido dar al lector la oportunidad de consustanciarse con la
trascripción y llegar a sus propias conclusiones e intelecciones sobre los métodos de
Erickson.
Estos ya han sido descriptos en detalle por otros autores. Haley (1973) lo hizo con un
enfoque interaccional; Bandler y Grinder (1975) analizaron microscópicamente las
pautas de comunicación de Erickson mediante un método lingüístico basado en la
gramática trasformacional; Rossi (Erickson, Rossi y Rossi, 1976; Erickson y Rossi,
1979), en su calidad de analista de orientación junguiana, apeló a una perspectiva
intrapsíquica para comprender a Erickson. Cabe especular que Erickson hizo bien en
promover que su trabajo fuera descrito por teóricos con puntos de vista tan
divergentes: al leer los análisis de estos autores se obtiene una perspectiva
equilibrada acerca de la técnica por él utilizada.
Este método se caracterizaba por su índole indirecta. Erickson enseñó en forma
indirecta toda su vida, desde sus primeras conferencias. Curiosamente, también su
fama se divulgó de manera indirecta, ya que ganó popularidad menos por sus propios
empeños que por lo que otras personas escribieron sobre él.
Con este volumen no pretendemos proporcionar un modo diferente de comprender a
Erickson: la idea no es exponer algo nuevo sobre él, sino presentarlo bajo una nueva
luz. A lo largo del libro se podrá percibir el decurso de sus narraciones didácticas y
obtener un panorama del proceso de su comunicación. A quienes nunca estuvieron
junto a él personalmente, esta obra les brinda la posibilidad de visualizarlo en acción;
a quienes lo conocieron.. la de contemplarlo desde un ángulo distinto.
Al escuchar a Erickson personalmente era muy difícil que su comunicación resultase
clara; la gente solía decir que los "ofuscaba". Una experiencia diferente es leer sus
anécdotas o verlas en videocinta; estas perspectivas permiten apreciar mejor lo que él
hacía. En persona, era fácil confundirse a causa de la multiplicidad dé niveles,
verbales y no verbales, en que operaba. No era infrecuente, verbigracia, que cada una
de las personas, al término de una de las jornadas del seminario, dijera: "Hoy me
estuvo hablando a mí".
En una primera lectura, las historias didácticas de Erickson pueden parecer de fácil
comprensión, pero en realidad no es así. Yo he presentado filmes y videocintas sobre
Erickson en reuniones de asociaciones nacionales de profesionales, planteando a los
concurrentes el siguiente desafío: "Si logran captar el 50% de lo que hace Erickson,
pueden considerarse observadores y oyentes muy agudos". Tal vez en las presentes
trascripciones sea más sencillo aprehender lo que hace Erickson, pero puedo repetir el
mismo desafío al lector de este libro.
A título demostrativo, incluí un "Apéndice" en el que Erickson y yo comentamos una
de las inducciones hipnóticas realizadas por él en el curso de la semana. La inducción
hipnótica (acontecida el día martes, con Sally) duró cincuenta minutos; nuestros
comentarios llevaron casi cinco horas. Sería interesante que el lector, luego de
10
repasar el fragmento de trascripción correspondiente, compare lo que ha podido
comprender con los detalles que se dan en el "Apéndice".
Otras cuantas cosas deben tenerse en cuenta con respecto a los relatos didácticos de
Erickson. Era un individuo muy congruente consigo mismo; narrar historias no era
sólo su manera de trabajar sino su manera de vivir. Lo hacía al hablar con sus
parientes, colegas, alumnos o pacientes. Si alguien le pedía un consejo, lo habitual
era que respondiese con una anécdota. De ahí que este libro permita formarse una
buena idea no sólo de su método terapéutico, sino también de su enfoque pedagógico.
Además, se compenetraba mucho de lo que narraba, dando la impresión de que
estaba reviviéndolo. Sus relatos tenían un sentido teatral; los orquestaba de una
manera vívida. Por supuesto, estos aspectos no verbales se pierden en una
trascripción escrita; desgraciadamente, sus gestos y ademanes, la entonación de su
voz, su risa y su brío son irreproducibles.
Erickson estaba tan familiarizado con sus historias, cada una de las cuales era
relatada por él muchas veces, que podía aportar mucho vigor a la comunicación,
tornando más penetrante aún los mensajes mediante la apelación a técnicas verbales
y no verbales. El conocía la continuación del relato, y sus oyentes no. Pero además del
contenido de sus anécdotas, las empleaba para comunicarse al mismo tiempo en otros
niveles terapéuticos. En verdad, nunca parecía contentarlo la comunicación en un solo
plano. Tal vez le molestaba la unilateralidad mental que implica hacer una sola cosa
por vez.
Respecto de la comunicación en múltiples niveles, a la mayoría de los psicoterapeutas
se los instruye para que adviertan que, cuando sus pacientes se comunican en un
nivel, el significado de lo que expresan se hallará en otros niveles: el histórico, el
simbólico y otros niveles "psicológicos". Es mérito de Erickson haber demostrado que
si el paciente puede comunicarse en varios niveles, también el terapeuta puede
hacerlo. La comunicación terapéutica no debe ser forzosamente clara, concisa y
directa; la comunicación focalizada en varios niveles a la vez puede ser una técnica
poderosa, y Erickson la utilizaba de continuo. Por ejemplo, al leer este manuscrito se
notará que en muchas oportunidades Erickson describía un principio, lo ejemplificaba
con una anécdota y demostraba su aplicación con las personas allí reunidas, todo al
mismo tiempo.
Nos hemos empeñado por conservar aquí en la mayor medida posible la comunicación
original. Se introdujeron mínimas modificaciones, a fin de preservar el estilo de
Erickson proporcionando a la vez un texto legible. Dado que en sus inducciones
hipnóticas Erickson se afanaba por obtener una precisión mayor que la corriente, las
trascribimos aquí en forma literal. Preparar para su publicación las anécdotas de
Erickson no ofreció mayores dificultades, pues casi siempre se expresaba con
oraciones completas y gramaticalmente correctas.
Las anécdotas a que Erickson recurría dependían mucho de la composición del grupo.
Si se dirigía a un grupo interesado en la atención de niños, sus relatos versaban en
mayor medida sobre niños; si su auditorio se especializaba en la eliminación del dolor
físico, en eso se centraban sus anécdotas. El grupo presente en la semana que aquí se
trascribe era heterogéneo, y por ende Erickson empleó una temática general, aunque
dedicando cada día a uno o dos temas. Asimismo, con algunas de sus anécdotas
trabajó en forma decididamente terapéutica, a fin de ampliar la flexibilidad de algunos
miembros.
La conducta no verbal de Erickson durante sus seminarios didácticos era muy
interesante. Por lo común miraba al piso mientras narraba una historia, pero con la
visión periférica captaba las reacciones de sus pacientes o alumnos. Tenía un limitado
11
control de su cuerpo; si quería destacar que un mensaje terapéutico estaba dirigido a
una persona en particular, modificaba la localización espacial de la voz.
Erickson no se veía obligado a recurrir a inducciones formales para fijar la atención de
sus oyentes; estos a menudo cerraban los ojos al entrar y salir espontáneamente de
un trance en el curso de la sesión. El propio Erickson parecía entrar y salir de tales
trances, como si la oportunidad de enseñar le permitiera salir fuera de sí mismo y
aminorar así los dolores permanentes causados por las secuelas de la poliomielitis.
Referencias bibliográficas.
Haley., Uncommon Therapy, Nueva York: Norton, 1973. [Terapia no convencional,
Buenos Aires: Amorrortu editores, 1980.]
Bandler, R. y Grinder, J., Patterns of the Hypnotic Techniques of Mílton H. Eriékson,
M. D., vol. 1, California: Meta Publicions, 1975.
Erickson, M, H., Rossi, E. L. y Rossi, S. 1., Hypnotic Realities, Nueva York: Irvington,
1976.
Erickson, M, H. y Rossi, E- L., Hypnotherapy: An Exploratory Casebook, Nueva York:
Irvington, 1979.
El uso que daba Erickson a las anécdotas
Uno de los signos distintivos del método de Erickson fue su uso de las anécdotas como
instrumento didáctico y terapéutico. Llegó a adquirir renombre por sus precisas y
focalizadas comunicaciones, adaptadas a cada paciente. Este recurso constituía un
empleo sumamente elaborado y eficaz de la comunicación verbal.
A fin de proporcionar al lector un marco general que le permita entender mejor la
trascripción siguiente, describiré ciertos usos de las anécdotas y expondré mi primer
encuentro con Erickson, en 1973, como ejemplo de este uso para una potente
comunicación terapéutica en múltiples niveles.
El uso de anécdotas en psicoterapia
Un diccionario inglés define la "anécdota" como "una breve anotación relativa a un
suceso o incidente interesante o divertido". Las anécdotas pueden ser ficticias (p. ej.,
pueden ser cuentos tradicionales, fábulas, parábolas o alegorías), pero también
pueden ser relatos o crónicas de genuinas experiencias y aventuras vitales. La
abrumadora mayoría de las anécdotas que contaba Erickson eran descripciones
verídicas de sucesos de su vida y de las de sus familiares y pacientes.
Las anécdotas pueden ser empleadas en todo tipo de psicoterapia y en cualquier fase
del tratamiento. No se conocen contraindicaciones para ellas.
Todas las psicoterapias tienen en común determinadas operaciones; en particular, el
diagnóstico, el establecimiento de una relación empática, la ejecución de un plan de
tratamiento. En cada una de estas operaciones terapéuticas pueden utilizarse
anécdotas.
Diagnóstico
Sin interferencia ni obstáculo de la mente conciente. Erickson empleaba mucho este
procedimiento indirecto para lograr cambios inconcientes con la mayor rapidez
posible.
En armonía con el empleo que hacía Erickson de la insinuación indirecta, también
pueden emplearse anécdotas, para un observador agudo puede emplear las anécdotas
12
para el diagnóstico usándolas proyectivamente, más o menos como lo haría con las
partes de este artículo, fueron presentadas en la reunión de la Sociedad
Norteamericana de Hipnosis Clínica celebrada el 14 de octubre de 1978, un test de
Rorschach. En esta circunstancia, con la anécdota suministra estímulos que dan lugar
a una respuesta de significación diagnóstica.
Por ejemplo, puede relatarse una historia compuesta de muchos elementos y ver a
qué parte de ella reacciona el paciente. Supongamos que el terapeuta cuenta acerca
de una persona con problemas conyugales, que a su vez derivaban de los que había
tenido de niño con sus padres. Además, esos problemas tenían que ver con las
dificultades sexuales actuales de la persona y la llevaron a hacer un consumo indebido
de alcohol.
Esta sucinta historia tiene varios componentes. El terapeuta observador reparará en
las partes a las que reacciona el paciente de manera no verbal, y en aquella parte
específica a la que reacciona diciendo algo. La información diagnóstica así obtenida
puede luego profundizarse.
Para ilustrar este uso diagnóstico adicional de las anécdotas daré un ejemplo tomado
de mi propia experiencia clínica. Una mujer se presentó con una fobia de trece años
de antigüedad y solicitó tratamiento hipnótico. En la entrevista inicial le conté una
serie de anécdotas relativas a otros pacientes que habían superado sus problemas en
lapsos diversos; algunos de ellos en forma inmediata e inesperada, sin una mayor
comprensión de lo que les pasaba, en tanto que otros sólo los habían superado lenta y
laboriosamente; a estos últimos les interesaba mucho comprender su problemática.
La paciente de referencia tenía una especial manera de asentir con la cabeza, que ella
no advertía concientemente: hacía una señal afirmativa ante cada parte de la
anécdota relacionada con una lenta superación de los problemas, y con la misma
congruencia se abstenía de todo movimiento cuando se le hablaba de una resolución
inmediata. Esta pauta fue confirmada recurriendo a anécdotas similares relatadas en
diverso orden.
Por su gesto de asentimiento, era notorio que ella iba a superar sus problemas
lentamente; no intenté, pues, ninguna medida terapéutica en la sesión inicial. En
lugar de ello, le formulé preguntas detalladas sobre la etiología y las pautas de sus
síntomas. Con dos sesiones más al mes siguiente, logré aliviada de la fobia. No fue
necesario fijar reuniones más frecuentes, ya que ella misma había indicado que iba a
cambiar con lentitud.
Mientras narraba sus historias, Erickson se mantenía continuamente al tanto de las
respuestas conductuales de sus pacientes. A menudo no los miraba en forma directa,
pero los vigilaba con su visión periférica, muy bien desarrollada.
Su perceptividad era legendaria. Diligentemente se autoejercitó para notar y
comprender los más sutiles matices del comportamiento humano. Su capacidad de
respuesta terapéutica estaba fundada en esta agudeza diagnóstica. Ahondar en el
método diagnóstico de Erickson sobrepasa los alcances de este libro, pero nunca
destacaríamos lo suficiente la importancia de la aptitud que había desarrollado para
percibir con rapidez las cuestiones nucleares de cada paciente.
Establecimiento del rapport
Se considera que el establecimiento de una vinculación y un rapport empáticos es una
de las piedras angulares de la psicoterapia; para algunos teóricos (v. gr., Carkhuff y
Berenson, 1967), este es uno de los instrumentos fundamentales. Pero el método
empático tiene sus bemoles. El paciente puede aprender un tipo de empatía
autodiagnóstica que implica el escrutinio permanente de sus propios sentimientos,
13
escrutinio que puede entorpecer el proceso de goce y utilización de ese flujo
emocional. En algunos casos, un método empático directo puede estar contraindicado
o ser innecesario (p, ej., no es propio del estilo de ciertos individuos sintonizar con
sus propios sentimientos); además, hay pacientes que objetan que se les señale en
forma directa sus sentimientos, o les molesta.
Según el enfoque de Erickson, las cosas funcionan mejor cuando lo hacen de manera
automática e inconciente, o sea, establecer empatía con un paciente y los procesos
que están o no dentro de su conciencia inmediata. El paciente no necesita advertir
concientemente que el terapeuta tuvo una respuesta empática; las anécdotas pueden
emplearse para establecer rapport empático con el inconciente. Por más que la
respuesta empática permanezca fuera de la conciencia del paciente, este suele poner
de manifiesto, en forma verbal o no verbal, que el terapeuta tuvo una respuesta
empática "inconsciente".
Ilustraremos el uso de anécdotas empáticas con uno de los primeros seminarios
didácticos de Erickson, realizado en su consultorio con tres alumnos en 1975.
Erickson narró una anécdota sobre un paciente muy competitivo, quien acudió a verlo
y le pidió que lo pusiera en estado de trance. Comentó Erickson que lo hizo pidiéndole
que vigilara sus propias manos para ver cuál de ellas se elevaba primero y cuál
llegaba primero a tocar el rostro. De este modo, apeló a la competitividad del
individuo para ayudarlo a conseguir sus objetivos.
A los tres estudiantes esta anécdota les pareció muy atractiva, porque Erickson estaba
enseñándoles un aspecto interesante de su técnica. Pero de inmediato se puso en
evidencia que la historia perseguía otra finalidad, ya que algunos de los presentes
competían también por ganar para sí la atención y el tiempo de Erickson. Las
anécdotas pueden emplearse en cualquier fase del proceso de tratamiento a fin de
alcanzar los objetivos de la terapia. A título de ejemplo, repasaremos ocho categorías,
que no se excluyen entre sí
Cuando se señaló el propósito múltiple de la anécdota, Erickson analizó este otro
aspecto, declarando que había notado la competencia que ellos estaban librando y que
a través de esa anécdota les indicó dicho reconocimiento.
Ante esto, los estudiantes podrían haber reaccionado de tres maneras: una,
reconociendo concientemente su competitividad, como ocurrió; dos, comunicando,
mediante alguna indicación no verbal, que reconocía esa competitividad pero aún no
estaban preparados para hacerla conciente; por último, pudo pasárseles por alto el
sentido de la historia, tal como se aplicaba a la situación inmediata.
Cualquiera de las tres respuestas habría sido satisfactoria para Erickson, porque
habría concordado con las necesidades y personalidades de esos estudiantes. El
estaba dispuesto a seguir cualquier rumbo que los hechos indicasen. En esas
circunstancias, dijo que quería examinar la anécdota en forma conciente porque
estaban en una situación de aprendizaje.
Pero había en la anécdota un tercer mensaje: apuntaba a sugerir a los estudiantes, o
forzarlos a adoptar, una particular reacción conductual. Tras examinar la anécdota,
Erickson añadió que no sabía hasta qué punto había competitividad entre los
estudiantes, pero por cierto no deseaba que compitieran con él.
Proceso del tratamiento
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1. Formular o ejemplificar una opinión
Mediante el uso de anécdotas puede establecerse una opinión de manera memorable
y potente. Teniendo en cuenta la estructura de la memoria humana, es más sencillo
recordar el tema de una anécdota que si eso mismo fuera dicho en una enunciación
común. Las anécdotas quedan "fijadas en el recuerdo", al hacer que ideas sencillas
cobren vivacidad. Véase el siguiente ejemplo.
A comienzos de 1980 debí intervenir por primera vez en un caso vinculado con el uso
forense de la hipnosis, y solicité ayuda a Erickson. El me narró lo que reproduciré a
continuación, comenzando con esta frase: "Conozca al abogado del otro bando"…
Me explicó que estaba testimoniando en favor de un individuo en un juicio por la
tenencia de su hijo. La esposa padecía graves problemas psíquicos y el sujeto era la
persona que estaba en mejores condiciones para cuidar del chico. Luego dijo que
había conocido muy bien a la abogada de la esposa, y que sabía que era una persona
muy rigurosa.
Cuando llegó el día de prestar declaración, dijo, ella se vino muy bien preparada:
tenía 14 páginas de preguntas escritas para formularle. Al subir a la tarima, ella le
inquirió: "Doctor Erickson, dice usted que es un especialista en psiquiatría. ¿En qué
autoridad se basa?". "Me baso en mi propia autoridad", replicó él. Sabía que si
mencionaba a alguien, esta calificada abogada comenzaría a minar su condición de
especialista citando otras autoridades en pugna con la suya.
Ella le preguntó entonces: "Doctor Erickson, dice usted que es un especialista en
psiquiatría. ¿Qué es la psiquiatría?". Erickson respondió: "Puedo darle el siguiente
ejemplo. Si yo fuera un especialista en historia norteamericana, sin duda sabría algo
respecto de Simon Girty, también llamado 'Girty el Sucio'. Alguien que no sea un
especialista en historia norteamericana no sabría nada sobre Simon Girty, también
llamado 'Girty el Sucio'.
Erickson contó que cuando miró al juez, este se estaba cubriendo el rostro con las
manos. El secretario del juzgado buscaba una lapicera debajo de la mesa. Por su
parte, la abogada procuraba sofocar una risa incontrolable.
Dijo Erickson que luego de esa analogía, la abogada hizo a un lado sus papeles y dijo:
"No más preguntas, doctor Erickson".**
Entonces Erickson me miró fijamente y me
comentó: "El apellido de esa abogada era... Gertie", contándome a continuación que
cada vez que su abogado se encontraba con ella en el bando opuesto, hallaba el modo
de introducir en sus argumentaciones alguna referencia a "Girty el Sucio".
La anécdota de Erickson fue entretenida e interesante, y una encantadora manera de
darme su opinión. Si me hubiera dicho: "No se deje intimidar por la situación", el
efecto habría sido mínimo; el mensaje, tal como él me lo trasmitió, realzó sus efectos.
2. Sugerir soluciones
Erickson solía utilizar las anécdotas para sugerir una solución a su paciente, en forma
directa o indirecta. Por lo común lo hacía narrando una anécdota paralela y/o
narrando múltiples anécdotas con el mismo tema. Las conclusiones extraídas de estas
anécdotas ofrecían una perspectiva novedosa o una solución antes pasada por alto.
Con frecuencia, la anécdota que él narraba trazaba un paralelismo con el problema del
paciente pero brindando un nuevo punto de vista. Por ejemplo, si el sujeto describía
los repetidos fracasos que había tenido en su vida, le contaba historias de alguien que
había sufrido repetidos fracasos, pero esas historias terapéuticas eran
**
"Dirty Girty": la reiteración vocálica suena graciosa, más o menos como ocurriría en castellano con
"Rucio el Sucio". [N. del T.] .. "Gertie" se pronuncia casi igual a "Girty" [N. del T.]
15
cuidadosamente elaboradas, de tal modo que su desenlace final era un éxito. Así,
cada uno de los fracasos de la historia terapéutica era a la postre interpretado como
un "elemento constructivo" para alcanzar el éxito.
Un buen ejemplo de una anécdota paralela que ofrece una nueva perspectiva lo
encontramos en la trascripción del seminario correspondiente al día martes. Ese día
Erickson practicó una inducción con Sally, haciéndole atravesar algunas difíciles y
embarazosas vicisitudes; a continuación le contó el caso de un paciente que había
atravesado embarazosas vicisitudes y gracias a eso se había vuelto más flexible y
había tenido más éxito en la vida.
También sugería a veces mediante un relato una solución que el paciente había
pasado por alto; esto tiene más eficacia terapéutica que un consejo directo, que los
pacientes tienden a rechazar. Se le expone al sujeto el caso de alguien con un
problema semejante al suyo, que recurrió con éxito a determinada solución; queda en
sus manos establecer la conexión y aplicar a su vida una solución parecida.
Mediante las anécdotas se puede sugerir soluciones indirectamente, en cuyo caso el
paciente es quien "tiene la idea" y puede atribuirse los méritos del cambio en vez de
atribuírselos al terapeuta.
Erickson solía usar un estilo indirecto contando múltiples anécdotas de igual tema. Por
ejemplo, quizás introdujera una idea como la de "abordar al paciente en el propio
marco de referencia de este", y luego contaba múltiples anécdotas en todas las cuales
se enhebraba ese tema. (Además, invariablemente expondría el principio abordando a
los allí reunidos en su propio marco.) A veces mencionaba el tema antes de contarlas,
otras veces al final de la serie. Si advertía que el paciente o los alumnos habían
captado el asunto en forma inconciente (o conciente), tal vez no hacía ninguna
mención directa del tema.
3. Ayudar a las personas a reconocerse tal cual son
Uno de los procedimientos corrientes de los terapeutas es enfrentar a los pacientes
con su propia realidad, para que se vean tal como son y puedan cambiar en
consecuencia. Las anécdotas proporcionan esa comprensión de un modo más o menos
indirecto.
Por ejemplo, hacia el final de la trascripción de la sesión del miércoles, Erickson narra
algunas historias sobre psicoterapia simbólica, describiendo el caso de una pareja,
compuesta por un psiquiatra y su esposa, a quienes indicó como tarea que subieran
por separado al cerro Squaw y visitaran el Jardín Botánico. Aquí Erickson apeló a una
actividad física para que los pacientes, simbólicamente, se reconocieran y adoptaran
las medidas apropiadas; pero también estaba dando un ejemplo a los terapeutas allí
reunidos, quienes podrían aprovechar la oportunidad para reconocerse.
A la anécdota del psiquiatra le sigue otra sobre un psicoanalista y su mujer. Al leerlas,
uno repara en que ellas guían las asociaciones del auditorio (y del lector): es muy
difícil escuchar estos relatos de boca de Erickson o leerlos sin pensar en las propias
relaciones personales. Erickson solía emplear las anécdotas para guiar las
asociaciones de las personas y llevarlas a reconocerse a sí mismas, y luego tomar las
medidas correspondientes.
Este uso de las anécdotas a fin de guiar y provocar asociaciones tenía gran
importancia dentro del método de Erickson. Le encantaba dar este ejemplo: "Si
quieres que alguien te hable de su relación con el hermano, todo lo que tienes que
hacer es contarle una historia sobre tu propio hermano".
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Erickson nos viene a recordar que el poder de cambiar permanece dormido en el
paciente y debe ser despertado. Las anécdotas pueden orientar sus asociaciones, pero
el cambio es en realidad obra de él. "El terapeuta sólo crea el clima, la atmósfera".
4. Sembrar ideas e intensificar las motivaciones
En el caso de la paciente fóbica antes citado, se notará que todas las anécdotas que le
fueron relatadas se referían a éxitos psicoterapéuticos; por ende, cumplían el
propósito adicional de aumentar sus expectativas favorables. Además, permitían
diagnosticar su motivación para cambiar. Por su manera de asentir con la cabeza se
apreciaba que estaba dispuesta a introducir los cambios indispensables en su anterior
pauta fóbica; la única cuestión era cuánto tiempo llevaría ese cambio.
Erickson era perfectamente capaz de narrar una anécdota que estimulara en su
paciente o alumno cierta idea básica, y luego, conociendo la secuencia de sus
anécdotas, fortalecía esa idea con otra historia contada el mismo día o incluso varios
días o semanas más tarde.
Esta manera de "sembrar ideas" es muy importante en la “técnica hipnótica". Si el
hipnotizador quiere sugerir la levitación de un brazo, lo hará "eslabonando" sucesivos
pasos o "sembrando semillas" en cadena. Por ejemplo, atraerá la atención del sujeto
hacia su mano, luego le sugerirá la posibilidad de que tenga en ella alguna sensación,
luego su capacidad de moverla, luego la conveniencia de que realice ese movimiento,
luego centrará la atención en el movimiento en sí, hasta por último sugerir su
realización. Conociendo de antemano el resultado buscado, el terapeuta puede
sembrar ideas que lleven a él en un momento temprano de la terapia. Esta técnica de
la "siembra" era muy común en Erickson, y vigorizaba mucho el poder de su
comunicación.
5. Controlar terapéuticamente la relación.
Los pacientes suelen adquirir pautas de relación terapéutica inadaptadas,
manipuladoras o autodestructivas. Las anécdotas son un arma eficaz para controlar la
relación a fin de mantener al paciente en una posición complementaria "subordinada"
o "sometida" (cf. Haley, 1963). Esta táctica puede resultar terapéutica para ciertos
individuos rígidos, que tienen dificultades para obrar cómoda y eficazmente cuando
están en posición subordinada: las anécdotas les enseñan a sentirse confiados por
más que ocupen esa posición. Las anécdotas pueden "desequilibrar" al paciente, al
punto que ya no le sea posible recurrir a sus métodos de control habituales; a la vez,
lo hacen sentir más seguro al saber que hay alguien a quien no pueden manejar con
sus síntomas.
6. Insertar directivas.
Las anécdotas pueden emplearse para formular "directivas insertadas" (cf. Bandler y
Grinder, 1975). Esta técnica consiste en tomar una frase importante de un relato y,
sacándola de contexto, dirigirla explícita o tácitamente a un paciente. La formulación
indirecta se haría, por ejemplo, concediendo a la frase menor importancia que la que
tiene o modificando la emisión espacial de la voz al relatarla.
En la trascripción del día viernes Erickson examina el desarrollo sexual del ser
humano, y en medio de ese examen cuenta una historia acerca del doctor A., su
supervisor en el Hospital Estatal de Worcester. La anécdota parece fuera de contexto,
pero imagínese el efecto que podría causar la última oración en un alumno que opone
resistencia: allí el supervisor le sugiere que permanezca "con el rostro impasible, la
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boca cerrada, los ojos y oídos bien abiertos, y no se forme juicio propio hasta contar
con alguna prueba efectiva que venga en apoyo de sus inferencias y sus juicios".
7. Reducir la resistencia
Por el mismo hecho de ser indirectas, las anécdotas ayudan a reducir la resistencia
frente a las ideas ajenas. La anécdota estimula una asociación propia en el paciente,
que puede luego actuar llevado por dicha asociación. Es difícil resistirse a una
asociación que uno mismo ha establecido.
La anécdota puede también exponer una idea en forma indirecta. En cada anécdota se
presentan muchas ideas, y el paciente debe participar activamente para otorgar
sentido a la anécdota y decidir qué parte tiene algo que ver con él. Se fomenta así
que la energía generadora del cambio provenga del paciente mismo.
Los mensajes anecdóticos, a raíz de su estructura, pueden volverse prontamente
inconcientes: ningún paciente puede asimilar y comprender concientemente todos los
mensajes contienen una anécdota compleja. El individuo es capaz de vivenciar un
cambio de conducta que acontece fuera de su percatamiento consciente pues le es
posible responder a una parte de la anécdota, la habrá registrado concientemente.
Con frecuencia se informó de pacientes que, tras haber visitado a Erickson,
descubrían que estaban cambiando "por su cuenta", sin advertir el efecto que había
tenido sobre ellos la comunicación terapéutica de aquel.
En general, Erickson recurría a una anécdota cuando era necesario un mayor grado de
insinuación indirecta; y cuanta mayor resistencia provocaban sus ideas, más indirecto
y anecdótico se tornaba. Esto se funda en el principio de que el carácter indirecto de
la comunicación guarda una relación proporcional con la magnitud de la resistencia
percibida (Zeig, 1980b).
Hay otras técnicas vinculadas con el uso de las anécdotas para diluir la resistencia. El
terapeuta puede sembrar una idea en una anécdota y luego pasar rápidamente a una
segunda anécdota de distinto tema. Este tipo de maniobra vuelve más difícil para el
paciente resistirse a la idea presentada en la primera anécdota, y aumentan las
probabilidades de que esta idea devenga "inconciente" con más rapidez. El paciente
puede padecer una amnesia respecto de la primera historia.
Las anécdotas pueden emplearse para distraer al paciente. Erickson sostenía que a
veces las utilizaba terapéuticamente para aburrirlo, como técnica preliminar a la
presentación de una idea terapéutica en un momento en que aquel tenía menos
resistencia y podía responder mejor.
8. Reencuadrar y redefinir un problema
Las anécdotas sirven también para "reencuadrar" [reframe] un problema. El arte del
"reencuadre" ha sido descrito por diversos autores (v.gr., Watzlawick, Weakland y
Fisch, 1974). Los pacientes tienen determinadas actitudes hacia sus síntomas; el
reencuadre es una técnica que opera en el plano de las actitudes, brindando al sujeto
la alternativa de adoptar una actitud positiva hacia la situación sintomática.
La modificación de las actitudes hacia los síntomas es terapéutica. Erickson propuso
que terapia es todo aquello que cambia la pauta de conducta habitual. Este cambio
puede darse en una dirección favorable o inicialmente en una dirección negativa. A
menudo, al cambiar la actitud del individuo hacia su síntoma cambia el propio
complejo sintomático (c. Zeig, 1980b).
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La redefinición es una técnica que consiste en definir el problema de una manera
levemente diferente a como lo hace el paciente, tras lo cual se ofrece una acción
terapéutica que corregirá la nueva definición del problema, y así lo solucionará.
Erickson emplea las anécdotas tanto para el reencuadre como para la redefinición. Un
buen ejemplo se halla al comienzo de la sesión del miércoles, cuando le relata a
Christine anécdotas sobre los dolores de cabeza. Repárese al leerlas en cómo Erickson
reencuadra y redefine el dolor de cabeza de Christine.
Estas categorías no son en modo alguno exhaustivas. Pueden enumerarse los
siguientes usos adicionales de las anécdotas:
1. Las anécdotas pueden ser usadas como técnicas de edificación del yo, o sea, para
edificar las emociones, el pensamiento ylo la conducta del individuo, ayudándolo a
llevar una vida más equilibrada.
2. En sí mismas, las anécdotas son una forma infrecuente y creativa de comunicarse,
y en tal sentido sirven como "modelo" de una vida mejor. El terapeuta alienta al
paciente a vivir de manera más flexible y creadora mostrándose flexible y creador en
su propia comunicación.
3. Por su intermedio pueden estimularse y revitalizarse diversas pautas de
sentimiento, pensamiento y acción, ayudando al individuo a tomar contacto con un
recurso personal que antes le había pasado inadvertido. Erickson nos advierte que los
pacientes han evidenciado, en el pasado, que poseen los recursos para resolver el
problema que traen a la terapia, y las anécdotas se utilizan para recordárselo.
4. Las anécdotas pueden servir para desensibilizar a un paciente respecto de sus
temores. Al trabajar con fóbicos, mediante una serie de anécdotas se aumenta y
disminuye alternadamente la tensión, y así decrece el temor. Las anécdotas pueden
emplearse por muy variadas razones técnicas en cualquier clase de psicoterapia, y
también durante la inducción formal y natural y en el curso de una hipnosis.
El uso de las anécdotas en la hipnosis
Las anécdotas y la hipnosis formal tienen tres similitudes estructurales básicas:
1) En ambas, el terapeuta se dirige fundamentalmente a un sujeto pasivo, tratando
de suscitar el poder que hay dentro de él y de demostrarle que tiene la capacidad de
cambiar.
2) En uno y otro caso, el rol del sujeto se define como subordinado y complementario.
3) En ambas técnicas se trabaja a partir de los indicadores de conducta mínimos del
paciente.
Debido a estas similitudes estructurales, las anécdotas pueden aplicarse con suma
eficacia en la hipnosis formal y natural, de un modo análogo a su uso en psicoterapia.
Puede empleárselas para diagnosticar la hipnotizabilidad de un sujeto y crear rapport
con él, como también en las fases de inducción y de utilización del tratamiento
hipnótico.
Uso diagnóstico
Las anécdotas pueden emplearse diagnósticamente para evaluar la hipnotizabilidad
del sujeto y el estilo de utilización del trance que manifestará. Este proceso es similar
al uso diagnóstico de las anécdotas en psicoterapia que ya hemos descrito, pero en la
evaluación de la hipnotizabilidad intervienen algunos factores adicionales, de los
cuales tienen especial relieve los siguientes: la absorción, el estilo de respuesta, la
capacidad de atención y el control.
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1. Al relatar una anécdota, el terapeuta puede advertir el grado de absorción que
manifiesta el sujeto. Quienes se muestran más cautivados y absorbidos por la historia
suelen ser, clásicamente, los sujetos más hipnotizables.
2. Mediante las anécdotas es posible evaluar en alguna medida el estilo de respuesta
de cada individuo. Hay personas que responden mejor a la sugestión directa y otras a
la indirecta; las anécdotas permiten advertir a qué tipo de sugestión responde mejor
el sujeto. Por ejemplo, si al narrar una anécdota el operador menciona que el
protagonista tuvo que mirar súbitamente hacia arriba para ver qué hora era, la
reacción del paciente dice algo sobre su estilo de respuesta
3. Las anécdotas permiten apreciar si el sujeto tiene su atención focalizada o difusa,
interna o externa. Una persona más focalizada exhibirá movimientos mínimos y se
centrará en una sola cosa durante períodos extensos; una más difusa se mueve con
mayor frecuencia y desplaza su atención de uno a otro asunto. Las personas de
atención interna se ocupan de su propia vida interior: sus sentimientos, pensamientos
y movimientos; las de atención externa están más alertas a lo que sucede en torno.
(Erickson disfrutaba clavando la mirada en las cosas que lo rodeaban, como un gato:
su atención estaba muy orientada a lo externo.)
4. La narración permite asimismo al terapeuta averiguar algo acerca de la flexibilidad
del paciente en su control de las relaciones personales. Hay individuos que necesitan
subordinar a los demás, otros necesitan subordinarse y otros estar en un plano de
igualdad. Estas necesidades salen a relucir en la reacción verbal y no verbal frente a
las anécdotas "prehipnóticas".
Muchos elementos más pueden utilizarse para diagnosticar el estilo hipnótico de un
individuo, pero los cuatro mencionados se avienen particularmente a ser evaluados
simultáneamente con el relato de una anécdota. Al considerar este enfoque
diagnóstico (y sin trascender los alcances de este libro), resultan claras las
consecuencias que esto tiene para trazar una estrategia terapéutica. Las anécdotas y
directivas que imparte un terapeuta serán tanto más eficaces cuanto más se ajusten a
la experiencia del paciente. Por ejemplo, no se aplicarán las mismas técnicas
hipnóticas y psicoterapéuticas a un individuo sumiso, orientado hacia lo exterior y
muy sensible a la sugestión directa, que a un individuo dominante, absorto en su vida
interior y que responde mejor a la sugestión indirecta.
Al principio, hasta aprender verdaderamente la técnica, el uso diagnóstico de las
anécdotas puede ser muy fatigoso para el terapeuta, ya que al mismo tiempo que
compone su relato debe prestar atención a las respuestas del paciente y ser
susceptible a las sugestiones que se le imparten en el momento y las subsiguientes.
Erickson empleaba a menudo las anécdotas en forma natural a manera de entrada en
el trance hipnótico. Varios de sus ex pacientes me dijeron que, mientras escuchaban
sus narraciones, súbitamente se vieron en estado de trance. Una de ellas me explicó
que de pronto se sintió adormilada, y que al principio la fastidió dormirse mientras
escuchaba a su médico, hasta que se dio cuenta de que era eso lo que Erickson
quería. ¡Así pues, cerró los ojos y cayó en trance!
Pautamiento
Uso en la fase de inducción de la hipnosis
Pueden emplearse anécdotas para establecer la pauta del estado hipnótico, vale decir,
los parámetros experienciales de lo que puede significar dicho estado para un
individuo en particular. Un operador puede usarlas para describir y sugerir al paciente
cómo sería la hipnosis en su caso; por ejemplo, puede contarle a un individuo
inexperto en la materia cómo fue la hipnosis de otro más avezado, de modo que la
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conducta del personaje de la anécdota se equipare y superponga con la conducta
efectiva del sujeto inexperto. Con ello le estaría impartiendo a este una sugestión
indirecta.
Otro tipo de pautamiento del estado hipnótico. consiste en lograr que los sujetos
prueben por sí mismos (con o sin percatamiento conciente) que pueden practicar
algunos de los fenómenos hipnóticos básicos, cualquiera de los cuales puede ser
sugerido mediante anécdotas dirigidas. Una de las inducciones favoritas de Erickson
implicaba el repaso, mediante anécdotas, de las primeras cosas aprendidas en la
escuela, incluso las letras del alfabeto y el modo de formarse imágenes psíquicas y
visuales de ellas sin percatarse concientemente del proceso. Estas anécdotas
sugieren, y pueden provocar, muchos fenómenos hipnóticos clásicos, como la
regresión a una edad anterior, la hiperamnesia, la disociación y la alucinación. Al
mismo tiempo fomenta la absorción interior y la fijación interior de la atención.
Las anécdotas pueden ser empleadas en la hipnosis formal. Charles Tart (1975) ha
descrito correctamente este proceso como consistente en el desbaratamiento del
estado de conciencia básico y el pautamiento [patterning] de un nuevo estado de
conciencia hipnótico. En cualquiera de estas dos fases pueden aplicarse anécdotas.
Desbaratamiento
En la fase inicial de una inducción hipnótica formal puede usarse la técnica de la
confusión para facilitar el desbaratamiento de la predisposición conciente del sujeto.
Las anécdotas son por sí mismas generadoras de confusión, en cuanto "desequilibran"
al oyente, quien se ve instado a conferir sentido a la anécdota y comprender la
pertinencia del mensaje para su situación. Además, las anécdotas causan confusión
porque son ambiguas y tienen múltiples significados. Ni siquiera el más agudo oyente,
al escuchar a Erickson, podía percatarse quizá de todos los mensajes que componían
su anécdota, y sus posibles referentes. Las anécdotas pueden "instalar" una inducción
distrayendo y despotenciando la predisposición conciente (Erickson, Rossi y Rossi,
1976), tomando así al sujeto más abierto.
Uso en la fase de utilización de la hipnosis
En la fase de utilización de la hipnoterapia (o sea, la que sigue a la inducción), las
anécdotas pueden emplearse del mismo modo que en el tratamiento psicoterapéutico
(para formular o ejemplificar una opinión, intensificar una motivación, etc.), como
también para recordarle a la persona que posee dotes potenciales para aprender de
las que hasta entonces no hizo uso. Por ejemplo, si se trabaja en el control del dolor
físico, a través de una anécdota puede rememorarse en la hipnosis una circunstancia
en que el sujeto sufrió una herida de poca gravedad y no sintió dolor sino mucho
tiempo después.
La historia lleva implícito que el sujeto ya tiene experiencia en el control del dolor, y
que puede volver a aplicarlo.
Cuando el paciente participa intensamente en el relato, puede suscitarse en él una
disociación; la anécdota sirve entonces para situar al sujeto en un itinerario de
pensamiento que excluya su problema sintomático. Este uso de las anécdotas es
también muy eficaz en el control del dolor.
Usos combinados de anécdotas. Comunicación en niveles múltiples
Los psicoterapeutas han aprendido a tomar una pequeña muestra de comunicación en
el nivel social e, interpretándola, añadirle significados en cuanto a lo que "realmente"
sucede en el nivel psicológico del paciente. Es curioso que, si bien se percatan de que
21
los pacientes se comunican en múltiples niveles y aplican esto en su diagnóstico, en
su mayoría no han sido instruidos para utilizar ellos mismos, como herramienta
terapéutica, la comunicación en múltiples niveles. Tal vez una de las principales
contribuciones de Erickson a la psicología sea haber demostrado la posibilidad de este
empleo terapéutico de la comunicación en múltiples niveles. El puso de manifiesto
cuánto músculo puede insertarse en una comunicación terapéutica y cuánta grasa
inútil puede suprimirse de ella.
Para exponer la eficacia de esta comunicación en múltiples planos, relataré mi primer
encuentro con Erickson, en diciembre de 1973. Las anécdotas que Erickson me contó
en su transcurso ejemplifican una compleja combinación de algunos de los usos
simples a que antes hice referencia. Antes de describirlas en detalle, y para preparar
la escena, contaré los preliminares de ese encuentro inicial.
Comencé mis estudios de hipnosis en el año 1972 y me impresionó mucho la obra de
Erickson. A la sazón escribí por azar a una prima mía que estudiaba enfermería en
Tucson, estado de Arizona, comentándole lo que estaba haciendo, y le dije que si
tenía oportunidad de ir a Phoenix, no dejara de visitar a Erickson, "un genio de la
psicoterapia". Mi prima me contestó que conocía a la penúltima hija de Erickson,
Roxanna, con quien años atrás había compartido un dormitorio para estudiantes en
San Francisco. Escribí entonces a Roxanna y luego a Erickson, solicitándole estudiar
con él. Me respondió que podía tomarme como alumno, y en diciembre de 1973 viajé
por primera vez a Pnoenix.
Mi presentación fue bastante fuera de lo común. Llegué a la casa de Erickson, donde
iba a alojarme como huésped, alrededor de las diez y media de la noche. Roxanna me
recibió en la puerta y con un ademán me señaló a su padre, quien estaba sentado a la
izquierda, cerca de la puerta, mirando televisión. "Este es mi padre, el doctor
Erickson", dijo ella. Erickson alzó la cabeza lenta y mecánicamente, con movimientos
breves y entrecortados. Cuando llegó al nivel de la horizontal torció el cuello hacia mí
con idénticos movimientos escalonados. Captada mi atención visual, me miró a los
ojos e inició una serie similar de movimientos descendentes a lo largo de la línea
media de mi cuerpo. Si digo que este tipo de saludo me sorprendió e impactó, no digo
toda la verdad: nadie hasta entonces me había dicho "HOLA" de esa manera. Roxanna
me acompañó al otro cuarto y me explicó que su padre era un bromista.
Sin embargo, la conducta de Erickson había sido una excelente inducción hipnótica no
verbal; en ella no faltaba ninguno de los elementos necesarios para provocar la
hipnosis. La confusión que me produjo desbarató mi predisposición conciente: mi
expectativa era que me estrecharía las manos y me diría" ¡Hola!". Además, me ofreció
un modelo de fenómeno hipnótico, al reproducir el movimiento cataléptico escalonado
que exhiben los pacientes cuando levitan un brazo. Su conducta logró focalizar mi
atención. Al bajar la vista por la línea media de mi cuerpo me estaba sugiriendo ir
"hacia mi interior profundo". Fundamentalmente, Erickson aplicó una técnica no verbal
para desbaratar mi predisposición conciente e instaurar una nueva pauta inconciente,
dándome un ejemplo del poder que era capaz de trasmitir en su comunicación.
A la mañana siguiente, Erickson fue acompañado por su esposa hasta la casa de
huéspedes, donde sin decir palabra ni entablar ningún contacto visual conmigo se
trasladó penosamente de su silla de ruedas al sillón de su consultorio. Le pregunté si
podía encender el grabador, y sin mirarme en absoluto hizo una señal afirmativa con
la cabeza. Luego habló pausadamente, sin levantar la vista del piso:
E. Para ayudarlo a superar el choque de todo este color púrpura...
Z.: ¡Uy, uy!
E.: Soy parcialmente ciego a los colores.
22
Z.: Comprendo.
E.: Y el teléfono púrpura... fue un regalo de cuatro alumnos avanzados.
Z.: Ajá.
E.: Dos de ellos sabían que iban a ser aplazados en las materias principales... y dos
sabían que iban a ser aplazados... en las materias secundarias. Los dos que sabían
que los aplazarían en las principales, pero aprobarían... las secundarias... aprobaron
todos los exámenes. Los dos que sabían que aprobarían las principales y los botarían
en las secundarias... fueron botados en las principales y aprobaron las secundarias.
En otras palabras, seleccionaron la ayuda que yo les ofrecí. (E. mira a Z. por primera
vez, fijamente.) En lo que respecta a la psicoterapia...
(Aquí Erickson me expuso su enfoque terapéutico y lo discutió conmigo. A quien les
interese saber cómo prosiguió esta entrevista los remito (c. 1980).
Esta anécdota es un elegante fragmento de comunicación. Contiene muchos niveles
de mensaje y es un excelente ejemplo de cómo pueden condensarse muchos de ellos
en una comunicación comparativamente breve. Enumeraré los mensajes que Erickson
me difirió con esa breve anécdota:
1. La anécdota (fue una inducción hipnótica por confusión. No hizo ninguna alusión a
la hipnosis, pero de hecho su referencia a las materias principales y secundarias
generaba confusión. Además. fijó mi atención hipnóticamente. Yo había estudiado ya
su técnica de inducción por confusión (Erickson, 1964) y la había incorporado a mi
método, pero su abordaje fue tan espontáneo e inusual que no me di cuenta. Que la
estaba usando conmigo.
2. La primera referencia de Erickson contenía la palabra "choque", destacada de una
manera especial. En verdad, Erickson sabía perfectamente que el púrpura no era
ningún choque para mí. Ya había estado en su consultorio y en su casa de huéspedes
(decorada en púrpura) y ya lo había visto a él mismo vestido de color púrpura. El
choque del color púrpura había quedado atrás. El énfasis de Erickson en la palabra
"choque" tuvo como objeto enfocar mi atención y alertar a mi inconciente sobre el
choque que en ese momento estaba sucediendo, y el que estaba por venir.
3. La conducta no verbal de Erickson también provocaba confusión. En lugar de
mirarme, miraba el piso. Durante toda mi vida me habían enseñado: "Cuando hablas
con alguien, míralo a los ojos". Esa conducta de Erickson desbarataba mi esquema
habitual. Cuando luego me miró, la confusión y el choque aumentaron, fortaleciendo
el efecto de fijar mi conducta y mi atención.
4. Uno de los efectos de esta comunicación fue que olvidé la anécdota por completo.
Sólo al regresar a mi hogar y poner a funcionar el grabador en un seminario al que
asistía, escuché lo dicho entonces, y me percaté de que Erickson me había inducido
una hipnosis por confusión. Fue para mí una maravillosa enseñanza y una excelente
demostración de mi propia capacidad para experimentar amnesia.
5. En la anécdota misma había una serie de elementos significativos. Versaba sobre
estudiantes avanzados: Erickson me abordaba en mi propio marco de referencia.
Estableció un cierto vínculo conmigo hablándome de estudiantes avanzados, tema que
era para mí de comprensión inmediata.
6. El contenido expreso de la anécdota portaba un mensaje. A los estudiantes
avanzados que iban allí a aprender con Erickson les habían ocurrido ciertas cosas
inesperadas. Yo podía vincular la anécdota con mi propia situación: algunas cosas
inesperadas podrían sucederme. De hecho, ya me estaban sucediendo algunas cosas
inesperadas, de las cuales no era la de menor monta que jamás nadie se había
23
presentado ante mí de una manera tan inusual ni me había hablado de una manera
tan inusual
7. Además, la anécdota hacía referencia a estudiantes que seleccionaban algo de toda
la ayuda que Erickson les brindaba. Paralelamente, ello implicaba que yo, en mi
calidad de estudiante, también seleccionaría algo (aunque tal vez en forma
inesperada) de toda la ayuda y las enseñanzas que él me iba a brindar.
8. Había en la anécdota un mensaje adicional. Los estudiantes fueron a aprender con
Erickson y le hicieron un regalo. A mí nunca me cobró sus clases, porque yo no estaba
realmente en condiciones de pagarle. La política de Erickson era que le pagara el que
pudiera; se negaba a cobrarles a quienes no tenían recursos económicos. No
obstante, yo podía compensarle haciéndole un regalo. Le regalé una talla de madera
que colocó en su escritorio como había hecho con el teléfono púrpura. No estoy
seguro de que en esa anécdota no estuvieran contenidas las "semillas" para que le
hiciera un regalo; es posible que si le hice ese regalo, fue en parte como conducta de
respuesta.
9. La anécdota estructuró el tipo de relación que habría entre nosotros. Erickson no
dejó que yo tomara la palabra y me presentara. Puso en claro que la nuestra sería
una relación complementaria en la que hablaría él y yo me subordinaría y escucharía.
10. Estoy casi seguro de que Erickson evaluaba también en ese momento mi estilo de
respuesta. Con su visión periférica tomaba cuenta de mi reacción ante los conceptos
que él iba mencionando. Por ejemplo, cuando aludió al teléfono púrpura, yo podría no
haber dirigido la mirada al teléfono situado sobre el escritorio. Así, averiguaba algo
referente a mi manera de responder a sus sugestiones.
11. Debe mencionarse un aspecto más de esta anécdota. En 1980 un psicólogo de
Phoenix llamado Don vino a verme para pedirme que supervisara su método
psicoterapéutico ericksoniano. Acepté, y en nuestra charla me explicó que en 1972 él
y otros estudiantes avanzados habían ido a verlo a Erickson, y a cambio del tiempo
que les dedicó quisieron regalarle un teléfono de color púrpura. Tuvieron, me dijo,
muchas dificultades para gestionar el aparato en la compañía telefónica, pero al fin lo
consiguieron. Más tarde, en una de nuestras sesiones de supervisión, reproduje para
Don la grabación de mi entrevista inicial con Erickson. Don me contó que él y otros
tres estudiantes habían pedido la ayuda de Erickson para rendir sus exámenes, y en
verdad dos de ellos aprobaron los exámenes y otros dos fracasaron. ¡Por lo tanto, lo
que Erickson me había relatado era absolutamente cierto!
Luego de la presentación, Erickson pasó a examinar conmigo un caso de un paciente
sicótico que había tratado en los comienzos de su carrera (se informa sobre él en
Zeig, 1980a). También esta fue una eficaz manera de establecer rapport con un
psicoterapeuta novel, tomando un ejemplo terapéutico de la década del treinta,
cuando el propio Erickson era un novato. Además, escogió a un paciente sicótico a
sabiendas de que yo había trabajado varios años con sicóticos. Estaba haciendo muy
buen uso de lo poco que sabía sobre mí.
Los dos casos siguientes que examinó conmigo fueron ejemplos en que su
psicoterapia no había resultado eficaz; más aún, se trataba de pacientes con los que
casi no pudo trabajar. Uno de ellos ilustraba el error de presuponer cualquier cosa
respecto de un paciente; el otro, el valor de un diagnóstico rápido y preciso. Pero en
todo esto había envuelto otro mensaje. Erickson estaba destacando la importancia de
entender que ciertos pacientes no se avienen a la psicoterapia y de nada sirve invertir
energía terapéutica en ellos. El mensaje cobraba mayor dimensión por provenir de
alguien conocido por sus abrumadores éxitos psicoterapéuticos
24
Estas anécdotas de mi primera entrevista con Erickson muestran algunas de las
complejas y poderosas comunicaciones que caracterizaban su estilo. Su método de
enseñanza se veía realzado por su capacidad para utilizar la comunicación en
múltiples niveles.
Justificación del empleo de anécdotas
Resumiremos las razones que justifican el empleo de anécdotas mediante la siguiente
ilustración:
EL VIENTO Y EL SOL
"Bóreas (el Viento Norte) y el Sol tuvieron cierta vez una disputa acerca de quién de
los dos era el más fuerte. Cada uno relató sus más célebres hazañas y al fin
terminaron como habían empezado: cada uno pensaba que era él el de mayor poder.
"En ese momento apareció un viajero, y coincidieron en dirimir la cuestión con esta
prueba: quien antes lo obligara a sacarse la capa que llevaba puesta, sería el
vencedor.
"El jactancioso Viento Norte fue el primero en probar, mientras el Sol observaba
detrás de unos grises nubarrones. Dejó caer sobre el viajero una furiosa borrasca que
casi le arranca el abrigo, pero aquel no hizo más que ajustárselo mejor al cuerpo con
unos tientos, y el viejo Bóreas agotó sus fuerzas en vano. Mortificado por su fracaso
en algo tan simple, se retiró al fin, presa del desconsuelo, mientras decía: 'No creo
que tú puedas lograrlo'.
"Apareció entonces el Sol, cordial y en todo su esplendor, disipando las nubes que
había reunido en torno de sí y lanzando sobre el viajero sus más cálidos rayos.
"El hombre elevó la vista agradecido, pero luego, agobiado por el súbito calor,
prontamente se quitó la capa y buscó alivio en la sombra más próxima" (Stickney,
1915).
Digamos a modo de síntesis que las anécdotas tienen los siguientes empleos
y características:
1. Las anécdotas no implican una amenaza.
2. Las anécdotas captan el interés del oyente.
3. Las anécdotas fomentan la independencia del individuo y el sentimiento de un
dominio de sí que él mismo determina. Al tener que conferir sentido al mensaje, llega
a adoptar una acción por propia iniciativa. Se hace responsable de su propio cambio,
cuyos méritos le pertenecen. El cambio proviene de su interior y no de la directiva del
terapeuta.
4. Las anécdotas pueden ser utilizadas para eludir la natural resistencia al cambio,
presentando directivas y sugerencias de modo tal que la posibilidad de que sean
aceptadas resulte máxima. Cuando un paciente tiene un síntoma, erige defensas;
estas pueden quebrarse de manera indirecta mediante las anécdotas. Si el paciente va
a seguir las sugestiones que se le hagan, la vía indirecta no es necesaria. En general,
la medida de la acción indirecta es proporcional a la resistencia prevista. En su estilo
de inducción hipnótica, Erickson parecía ser más directo con los sujetos que
respondían mejor, en el sentido clásico, en tanto que con los más resistentes era
proclive a presentar sus ideas a través de anécdotas.
25
5. Las anécdotas pueden emplearse a fin de controlar la relación entablada con el
oyente, quien para otorgarles sentido tiene que poner una cuota de esfuerzo propio.
Al atender a la anécdota se aparta de su "equilibrio" habitual y no puede recurrir a sus
procedimientos corrientes para controlar las relaciones personales.
6. Las anécdotas son un modelo de flexibilidad. Erickson era un devoto de la
creatividad, y empleaba anécdotas como una manera de expresar su interés en lo
sutil y lo creativo. Margaret Mead (1977) escribió que una de sus más singulares
características personales era su anhelo de ser creativo.
7. Las anécdotas, tal como las empleaba Erickson, crean confusión y promueven una
buena respuesta hipnótica del sujeto.
8. Las anécdotas imprimen su huella en el recuerdo, haciendo más rememorable la
idea expuesta.
Conclusiones
Para que causen el efecto más provechoso, las anécdotas deben adecuarse
cuidadosamente a cada paciente y construirse de modo de abordar a este en su
propio marco de referencia, promoviendo cambios congruentes con la conducta y
comprensión del individuo y que sean consecuencia de estos.
De este modo se despierta un poder curativo que estaba dormido. Lo mejor no es
apartar con ellas al paciente de su síntoma, como si se le hiciera una treta, sino
conseguir que cambie por mérito propio y por obra de su propio poder (c Zeig,1980).
El efecto de las anécdotas es brindar al paciente el modelo de una modalidad creadora
y flexible de estar en el mundo. A través de esa experiencia los individuos aprenden
que pueden oponerse a sus hábitos rígidos y limitativos, y operar con más flexibilidad
y eficacia.
Teniendo en cuenta estas ideas, sugerimos al lector que preste atención a sus
asociaciones y advierta el efecto particular que causan en él las anécdotas que narra
Erickson.
Referencias bibliográficas
Bandler, R. Y Grinder, J., Pattems of the Hypnotic Techniques of Milton H. Erickson,
M.D., vol. 1; California: Meta Publications, 1975.
CarkhufC, R. R. Y Berenson, B. G., Beyond Counseling and Therapy, Nueva York: Holt,
Rinehart and Winston, 1967.
Erickson, M. H., "The Confusion Technique in Hypnosis", American Joumal of Clinical
Hypnosis, 1964, vol. 6, págs. 183- 207. Erickson, M. H., Rossi, E. L. Y Rossi, S. 1.,
Hypnotic Realities, Nueva York: Irvington, 1976.
Haley, J., Strategies of Psychotherapy, Nueva York: Grune & Stration, 1963.
(Estrategias en psicoterapia, Barcelona: Toray.)
Mead, M., "The Originality of Milton Erickson", American Journal of Clinical Hypnosis,
1977, vol. 20, págs. 4-5. Stickney, J..H., Aesop's Fables, Boston: Ginnand Co., 1915.
Tart, Charles T., States of Consciousness, Nueva York: E. P. Dutton, 1975.
Watzlawick, P., Weakland, J. y Fisch, R., Change:' Principies of Problem Formation
and Problem Resolution, Nueva York: Norton, 1974.
26
Zeig, J. K., "Symptom Prescription and Ericksonian Principies of Hypnosis and
Psychotherapy", American Joumal of Clinical Hypnosis, 1980 (a), vol. 23, págs. 16-22.
Zeig, J. K., "Symptom Prescription Tecnniques: Clinical Applications Using Elements of
Communication", American Journal of Clinical Hypnosis, 1980 (b), vol. 23, págs. 23-
33.
El seminario
Lunes
La sesión tiene lugar en la casa para huéspedes del doctor Erickson, un pequeño
edificio de tres ambientes: un dormitorio, una sala de espera más grande que aquel
(junto a la cual hay una cocina) y el consultorio de Erickson. Las sesiones se realizan
en la sala de espera a raíz de que el consultorio es demasiado pequeño para dar
cabida a los grupos, que a veces están compuestos de hasta quince personas. Hay en
el cuarto tres bibliotecas, y está decorado con diplomas, fotografías y diversos objetos
recordatorios.
Los estudiantes se sientan en círculo sobre un diván y sillas plegables tapizadas. A la
izquierda de la silla de ruedas de Erickson hay un sillón de tela verde que suele ser el
"banquillo del sujeto".
Erickson entra en su silla de ruedas empujado por su esposa, y permite que diversos
estudiantes prendan pequeños micrófonos de la solapa de su saco. Toma luego un
lápiz adornado en su parte superior, el adorno consiste en una cabeza con pelos de
fibra de color púrpura, acomodados hacia arriba en forma de punta. Erickson muestra
el lápiz al grupo y dice: "Las personas llegan aquí de este modo"; luego lo hace girar
vigorosamente entre sus palmas deshaciendo el "peinado", y agrega: "y se van de
aquí de este modo".
A continuación indica que los allí presentes deberán llenar unos formularios; entrega a
cada uno una hoja de block y les solicita que consignen los datos siguientes: fecha del
día; nombre, dirección, código postal y número de teléfono; estado civil y cantidad de
hijos; estudios realizados y lugar donde se graduaron; edad y fecha de nacimiento;
hermanos (sexo y edad); y si se criaron en un medio rural o urbano.
Espera hasta que se completan estos datos y luego lee cuidadosamente cada hoja,
haciéndoles comentarios a algunos participantes e indicaciones a quienes no
suministraron toda la información requerida.
La sesión se inicia cuando Jan, psicóloga de Nueva York, contesta a un comentario de
Erickson diciendo que ella fue durante varios años hija única. Erickson le responde:
E.: ¿Hasta qué punto simpatiza una chica de quince años con un hermano de siete?
Jan: Las cosas empezaron a invertirse después de eso.
E.: Pobre hermano.
Jan: Pudo sobrevivir.
E. (dirigiéndose a Anna, una asistente social suiza): ¿Usted no tiene hermanos ni
hermanas?
Anna: Sí, tengo. No escuché con claridad qué datos debía poner. ¿Qué desea usted
que consigne?
E.: Sus hermanos, con edad y sexo.
Sande (terapeuta de Nueva York que acaba de entrar): Hola, doctor Erickson, yo soy
Sande.
27
E. (luego de saludar a Sande con un ademán de la cabeza): Carol, su título y la fecha.
Carol (quien está haciendo el doctorado en psicología clínica en Massachusetts): ¿La
fecha en que obtuve el título?
E.: No, la fecha de hoy, Su nombre, dirección, número de teléfono, código postal,
título, dónde lo obtuvo, hermanos con sexo y edad, estado civil, hijos, y si proviene de
un medio urbano o rural.
Siegfried (doctor en psicología clínica): Yo soy Siegfried, de Heidelberg, Alemania.
E.: Encantado de conocerlo.
Siegfried: ¿No le molesta si le agrego un micrófono?
E.: Pueden poner cualquier cantidad de fichas, no hay problema.
Siegfried: Gracias.
Sande: ¿Soportaría uno más?
E.: Tengo la voz débil. Tuve polio dos veces, tengo la lengua fuera de sitio y los labios
parcialmente paralizados. Sólo me queda la mitad del diafragma y no puedo hablar
muy fuerte. Sus grabadores registrarán perfectamente todo lo que diga, pero tal vez
ustedes tengan dificultades para oírme. Si no me oyen, pues, háganmelo saber. Y una
precaución más: si hay entre ustedes personas duras de oído, que se sienten más
cerca de mí. Por lo común, las personas con dificultades de audición se sientan atrás.
(Se ríe.)
Bien. Al enseñar psicoterapia, hago hincapié en un estado de percatamiento conciente
y un estado de percatamiento inconciente. Para mayor conveniencia, hablo de la
mente conciente y de la mente inconciente.
La mente conciente es el estado de percatamiento inmediato. Ustedes se percatan
concientemente de la silla de ruedas, la alfombra que cubre el piso, las demás
personas presentes, las luces, las bibliotecas, las flores de cactus que se abren por la
noche, las fotografías o cuadros sobre la pared, el conde Drácula en la que tienen
detrás. (El "conde Drácula" es un pez raya seco que cuelga de una de las paredes.) En
otras palabras, dividen su atención entre lo que yo digo y todo lo que los rodea.
La mente inconciente se compone de lo que aprendieron a lo largo de su vida, mucho
de lo cual lo tienen por entero olvidado pero les sirve para su funcionamiento
automático. Ahora bien, gran parte de la conducta de ustedes consiste en el
funcionamiento automático de estos recuerdos olvidados.
Por ejemplo... La elegiré a usted. (Erickson sonríe y se dirige a Christine, una médica
californiana con fuerte acento alemán.) ¿Sabe usted caminar? ¿Y ponerse de pie?
¿Podría decirme, por favor, cómo hace para ponerse de pie?
Christine: Probablemente desplazando mi centro de gravedad y al mismo tiempo...
E.: ¿Y cómo hizo para desplazar su centro de gravedad?
Christine: Mediante muchos ajustes inconcientes, sin duda.
E.: Bueno, ¿y cuáles son esos ajustes?
Christine: No creo que me percate de ellos.
E.: ¿Piensa que sería capaz de caminar seis cuadras a ritmo uniforme por una calle sin
tránsito de ningún tipo? ¿Que podría hacerlo en línea recta y a ritmo uniforme?
Christine: Es probable que no pudiera hacerlo exactamente a ritmo uniforme. Y creo
que cuanta más atención le prestara a ello, menos lo lograría.
E.: Dígame, ¿cómo caminaría por la calle?
28
Christine: ¿Si me esforzase? Peor que si no hiciera esfuerzo alguno.
E.: ¿Qué?
Christine: Mucho peor que si no hiciera esfuerzo alguno.
E.: ¿Cómo caminaría naturalmente por la calle... si estuviese apurada?
Christine: Poniendo un pie delante del otro, sin prestar atención a ello.
E.: ¿Y lo haría en línea recta?
Christine: No sé. Tal vez sí, en un grado razonable.
E.: ¿Dónde se detendría y dónde disminuiría la marcha?
Christine: Donde las circunstancias lo aconsejaran.
E. (se ríe): ¡Eso es lo que llamo una respuesta evasiva! ¿Dónde se detendría y dónde
disminuiría la marcha?
Christine: Si hubiera un semáforo, me detendría.
E.: ¿Dónde?
Christine: Al terminar la acera.
E.: ¿No se detendría hasta llegar al término de la acera?
Christine: Tal vez un poco antes.
E.: ¿Cuánto antes?
Christine: Unos pasos antes, tal vez un paso.
E.: Bueno. Ahora supongamos que en vez de un semáforo hay un cartel indicador de
detención, y luego supongamos que no hay señal alguna.
Christine: Si hubiera tránsito, me detendría.
E.: Dije que no había tránsito de ningún tipo.
Christine: Entonces podría seguir.
E.: Bueno, digamos que esta es la calle (hace un ademán), y hay un semáforo; usted
camina hasta aquí, mira hacia arriba y mueve la cabeza para ver cuánto le falta hasta
el término de la acera. Y si hay un cartel indicador, disminuye la marcha para leerlo.
Al llegar al final de la acera, ¿qué haría luego?
Christine: ¿Luego de detenerme?
E.: Luego de llegar al final de la acera.
Christine: Me pararía y miraría a mi alrededor.
E.: ¿Dónde miraría?
Christine: En la dirección en que presumo que podría venir el tránsito.
E.: Dije que no había tránsito.
Christine: Entonces seguiría. Miraría del otro lado de la calle y evaluaría cómo es el
paso que tengo que dar.
E.: Debe detenerse y ver qué paso debe dar, y mirar automáticamente a izquierda y
derecha y a lo largo de la calle. Y cuando llega a la acera opuesta. disminuiría la
marcha y mediría la altura de la acera, y allí no tendría que mirar a izquierda y
derecha. ¿Y qué la haría disminuir la marcha?
Christine: ¿El tránsito que viene?
29
E.: Si tuviera hambre, la disminuiría al pasar frente a un restaurante. Si le echa una
mirada a su collar, enfilaría hacia una joyería. (Christine se ríe.) Y si fuera un hombre
que gusta de la caza y de la pesca, se apartaría de la línea recta hacia la vidriera de
una casa de artículos deportivos. ¿Pero dónde disminuirían la marcha todos ustedes?
¿En qué edificio..., como si estuvieran atravesando una barrera invisible? ¿Nunca
trataron de caminar por delante de una panadería? Al pasar frente a una panadería,
todos, hombres, mujeres y niños, aminoran la marcha. (Vuelve a dirigirse a
Christine.) Bien. Siendo usted médica, ¿puede decirme cómo aprendió a ponerse de
pie? La misma pregunta es válida para los demás. ¿Sabe cómo aprendió a pararse?
¿Cuál fue su primer "bit" de conocimiento?
Christine: Haciendo un esfuerzo e intentándolo.
E.: Ni siquiera sabía qué significaba "pararse". ¿Cómo lo aprendió?
Christine: Tal vez por accidente.
E.: No todos tienen el mismo accidente. (Risas.)
Rosa (una terapeuta italiana): Yo quería alcanzar algo.
E.: ¿Y qué quería alcanzar?
Rosa: ¿Qué quería alcanzar?
E.: No trate de responder a esa pregunta.
Anna: Probablemente quería hacer lo mismo que hace el resto de la gente. Como el
niño que se estira hacia los adultos que vienen por él.
E.: Sí, pero, ¿cómo lo hizo?
Anna: Fisiológicamente, imagino que presionando con mis pies hacia abajo... y
ayudándome con mis manos.
E. (dirigiéndose al grupo, pero mirando un punto particular en el suelo, frente a él):
Yo tuve que aprender dos veces a ponerme de pie... la primera cuando era bebé y la
otra cuando tenía 18 años. A los 17 años quedé paralizado por completo. Tenía una
pequeña hermanita, y la observé mientras gateaba para ver cómo se ponía de pie. Y
así aprendí de mi hermanita, 17 años menor que yo, cómo pararme.
Primero uno se estira hacia arriba, hasta que accidentalmente (todos tienen el mismo
accidente), tarde o temprano descubre que carga cierto peso sobre el pie. Luego
descubre que la rodilla se dobla y uno cae sentado. (Se ríe.) Entonces se estira y lo
intenta con el otro pie, y la rodilla vuelve a doblarse. Pasa mucho tiempo antes de que
uno pueda cargar su peso sobre los dos pies y mantener las rodillas derechas. Hay
que aprender a mantener los pies separados sin que se crucen nunca, porque si se
cruzan uno no se puede parar. Hay que aprender a mantenerlos lo más separados que
sea posible. Entonces uno endereza las rodillas... y el cuerpo vuelve a fallarle, se
flexiona la cadera.
Después de un tiempo, después de muchos esfuerzos, uno se las arregla para
mantener las rodillas derechas, los pies bien apartados, la cadera derecha, y se cuelga
de uno de los lados del corralito. Tiene cuatro bases de apoyo: dos en los pies y dos
en las manos.
¿Qué pasa entonces cuando uno levanta este brazo? (Alza el brazo izquierdo.) Se cae
sentado. Da bastante trabajo aprender a levantar esta mano, y más todavía
extenderla, porque el cuerpo se tambalea así. (Se mueve a derecha e izquierda.) Y
después se va para allá, y para allá. Y hay que aprender a mantener el equilibrio no
importa dónde se lleve la mano. Y después hay que aprender a mover la otra mano. Y
después hay que aprender a coordinar eso con el movimiento de la cabeza los
30
Un Seminario Didáctico con Milton H. Erickson.pdf
Un Seminario Didáctico con Milton H. Erickson.pdf
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Un Seminario Didáctico con Milton H. Erickson.pdf

  • 2. Amorrortu editores Buenos Aires Directores de la biblioteca de psicología y psicoanálisis, Colapinto y David Maldavsky A Troching Seminar with Milton H. Erickson, M.D. @ The Milton H. Erickson Foundation, 1980 Traducción, Leandro Wolfson Jorge Dedico esta obra a Martin J. Zeig y a su esposa. Única edición en castellano autorizada por Brunner/ Mazel¡ne., Nueva York, y debidamente protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723. Todos los derechos de la edición castellana reservados por Amorrortu editores, S.A., Paraguay 1225, 7° piso, Buenos Aires Industria argentina. Made in Argentina. ISBN 950-518-476-X ISBN 0-87630-247-9, Brunner/Mazel, Inc., Nueva York, edición original. . IDUSTRIA CENTRAL UNAM Composición enfrío y armado: HUR, Av. Juan B. Justo 3167, 1414 Capital Federal. Impreso en Talleres Gráficos Edigraf. Delgado 834. Buenos Aires. Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares. "En toda vida humana debe sobrevenir algo de confusión... y también algo de luz". "Y mi voz va contigo a todas partes, y se convierte en la voz de tus padres, de tus maestras, de tus compañeros, y en la voz del viento y de la lluvia". Milton H. Erickson 2
  • 3. Índice general Palabras preliminares Reconocimientos Acerca del doctor Milton H. Erickson Introducción El uso que daba Erickson a las anécdotas El seminario Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Apéndice. Comentario sobre las inducciones efectuadas con Sally y Rosa Palabras preliminares Aunque existe ya una considerable bibliografía sobre el extinto doctor Milton H. Erickson, el presente volumen merece una cálida acogida, pues no sólo brinda la oportunidad de aprender algo más sobre Erickson, sino que, merced a la trascripción de uno de sus seminarios didácticos, permite ofrecer al lector la imagen más próxima de lo que pudo ser un aprendizaje directo con él. Incluso para quienes han tenido el privilegio de participar en un seminario como este, la lectura de la obra les revelará, sin duda, muchos aspectos de la enseñanza de Erickson de los que hasta entonces no se habían percatado. Podemos asegurarlo porque el método didáctico de Erickson era tal que en la mente de su eventual discípulo la confusión siempre precedía a la iluminación, y no era sucedida de inmediato por esta. Pese al esclarecedor capítulo introductorio de Jeffrey Zeig, y a que en el apéndice de la obra se da valiosa información para entender cómo manejó Erickson la interacción durante el seminario, es probable que el lector sea atrapado por la misma secuencia de confusión e iluminación. El recurso al "aprendizaje inconciente" (tal como Erickson lo aplica en este seminario) es un método poderoso y muy penetrante; no obstante, debe admitirse que la comprensión intelectual tiene también sus méritos y sus encantos. Para quien busque esa comprensión más manifiesta, remitimos a las obras de Haley, Erickson y Rossi, Bandler y Grinder y otros comentaristas que han suministrado diversos marcos de referencia para un análisis ulterior de importantes facetas de los métodos ericksonianos. En verdad, el lector estará en mejores condiciones de apreciar este seminario si ya se ha familiarizado con esas otras obras. Estas palabras preliminares, además de permitirme introducir un libro de gran valor, constituyen para mí un placer particular, pues conocí a Erickson en un seminario muy semejante al que aquí ha quedado registrado. Antes de ello, estuvimos trabajando unos cuantos años, junto con algunos colegas holandeses, en el desarrollo de un tipo de terapia breve que denominamos "terapia directiva". En nuestro enfoque gravitó mucho Erickson, por más que sólo lo conocíamos a través de sus escritos y los de Jay 3
  • 4. Haley. Gracias a Kay Thompson, quien colaboró con Erickson durante mucho tiempo y dictó cursos sobre hipnosis en Holanda, me enteré de que aún recibía visitantes cuando su salud se lo permitía. El doctor Thompson escribió a mi solicitud una carta de presentación, y emprendí el viaje a Phoenix, no sólo con gran curiosidad sino también con un sentimiento de respeto rayando en la reverencia. Nada sabía acerca de lo que me esperaría al llegar, aparte de la abundancia del color púrpura. Lo que más me impresionó en nuestra entrevista inicial fue la simplicidad de Erickson, el amable interés que mostró hacia mí y su total ausencia de vanidad. Expresó su complacencia por tener un visitante holandés e inició la charla narrándome una historia que, como más tarde comprendí, tenía por objeto establecer entre ambos un interés común. La anécdota se refería a la cría de ganado vacuno de raza frisona en el desierto de Arizona y a la irrigación que consecuentemente debió realizarse en la zona; me explicó que hacía muchísimo tiempo los indígenas habían cavado canales de riego, y concluyó diciendo: "Usted se preguntará cómo hicieron los trabajos de exploración del terreno necesarios para trazar los canales". Por cierto que me lo preguntaba, pero a la vez me intrigaba saber qué relación podía tener esa anécdota con el propósito de mi visita. El seminario que llevé a cabo con Erickson me dio muchas más ocasiones para la perplejidad. Era previsible que un terapeuta no convencional tuviera una manera no convencional de enseñar. Erickson lanzaba sobre el alumno una roca que después resultaba ser una imitación hecha de espuma de goma, tras lo cual decía enfáticamente: "Las cosas no son siempre como parecen", narrando a continuación algún fragmento de terapia a modo de ejemplo. Ante una mirada superficial, los casos clínicos que él relataba tenían la apariencia de un mero entretenimiento. Algunos queríamos llegar hasta la "verdadera enseñanza", y le formulábamos preguntas aclaratorias. Erickson respondía contando alguna otra historia; a nuevas preguntas, nuevas historias, una tras otra, sin darnos tiempo a rumiar su significado, a veces intercalando algún chiste para atraer nuestra atención, otras veces sin transición ninguna. Erickson rara vez nos decía qué quería enseñarnos; a lo sumo, hacía una breve enunciación al comienzo o al final del relato. Este procedimiento nos obligaba a extraer nuestras propias conclusiones y por momentos era decepcionante. La confusión y leve malestar resultante era uno de los elementos que contribuía a esos desplazamientos regulares de nuestra atención que Erickson llamaba "los trances naturales", facilitadores del aprendizaje inconciente. Inicié el seminario con la intención de formular una serie de preguntas; nunca lo hice. Sin necesidad de ello obtuve la respuesta a algunas; a otras no las formulé porque sentía que estaba recibiendo más información de la que era capaz de manejar. Sólo gradualmente me fui dando cuenta de cuál era la estructura del seminario, y hasta mi retorno a Europa no empecé a captar qué había aprendido. Una de mis impresiones más inmediatas fue que Erickson no se preocupaba demasiado por tener siempre éxito en su terapia -mucho menos de lo que tal vez hacía suponer la bibliografía sobre él-. Subrayaba que los beneficios que podían obtenerse eran a veces limitados; quizá sólo consistirían en un mero cambio de la valoración que el paciente hacía de sí mismo y de su conducta sintomática. La mejoría directa de los síntomas no siempre era posible. Fue un alivio escuchar de sus labios que un terapeuta no puede hacer nada por algunas personas, y reconfortante enterarse de que a veces él consideraba inapropiado enfrentarse con el paciente en el propio terreno de este (como lo ilustra la correspondencia que mantuvo con el tartamudo que le solicitó tratamiento, infra, pág. 179). 4
  • 5. Era claro que a Erickson no lo movía el deseo de postularse como figura mítica de ningún tipo; más bien se presentaba como un artesano competente, muy interesado en trasmitir a otros sus habilidades. En vez de tratar de impresionar a sus oyentes (lo que de todos modos ocurría), se empeñaba por situarlos en la ruta que sería importante para ellos, y que él tan bien conocía. Su amor por la artesanía se evidenciaba no sólo en la colección de objetos de arte y de souvenirs que lo rodeaba, sino en la minuciosidad con que nos relataba una historia terapéutica o realizaba una inducción hipnótica. La modalidad de Erickson me recordaba a un avezado neurólogo, también un notable artesano en su oficio, a quien conocí durante mis años de formación. Generalmente se le reservaban los diagnósticos difíciles. Observaba con sumo cuidado a los pacientes desde el momento mismo de trasponer la puerta del consultorio, y superficialmente parecía cumplir, distraído y como al descuido, el examen neurológico corriente (aunque quizá sólo lo aparentaba por nosotros). No obstante, se tenía la impresión de que era llevado hacia las áreas específicas de la patología, en lugar de tener que descubrirlas mediante la pesquisa laboriosa y metódica que otros emprendían. Por supuesto, su vasta experiencia clínica le había enseñado a reconocer signos sutiles de los que nosotros ni siquiera habíamos oído hablar; muchos de ellos no estaban en los libros de texto, y algunos tal vez ni a él mismo le eran concientes. Resultado de su método era la misma engañosa simplicidad característica de Erickson. Llegaba al diagnóstico como cosa natural, con la misma admirable soltura que mostraba Erickson al averiguar elementos decisivos por la manera en que se presentaba ante él el paciente. Puede ser peligroso que los alumnos interpreten mal esta clase de simplicidad. Reparando en que no se respetan las bien establecidas reglas sobre la recolección de datos, quizá presuman que lo indicado es dejarse guiar por su intuición. Al narrar sus relatos didácticos, Erickson parecía no recoger dato alguno ni efectuar ninguna labor de diagnóstico; pero había inventado procedimientos sumamente hábiles para aprender mucho preguntando poco, y lograba obtener la información que precisaba sin que ello se notase. Conviene que nos detengamos en el proceso diagnóstico de Erickson, ya que esto facilitará la comprensión de sus métodos. Es evidente que le interesaban otros datos que los que emplean la psiquiatría general o las terapias psicodinámicas. Parecía basarse mucho en el conocimiento del vivir efectivo del individuo, con el cual la psicología y sicopatología tradicionales vacilan en entrometerse, pese a que es el meollo de la experiencia directa cotidiana. El enfoque diagnóstico de Erickson incluía los valores personales, las peculiaridades y circunstancias singulares del individuo, todo lo cual aporta poco a la ciencia como conjunto de datos generalizables pero es en cambio decisivo para la capacidad de cambio del sujeto. Otro elemento de su enfoque es que Erickson no era un recolector neutral de hechos, sino un buscador de soluciones. Había desarrollado un especial talento para descubrir, en toda clase de sucesos del pasado, un significado que apuntara a un futuro positivo. A partir de toda suerte de síntomas él vislumbraba una apertura constructiva para una vida mejor. Pero más allá de sus excepcionales dotes personales, Erickson será recordado porque su método cambiará el rumbo de la psicoterapia. Allí donde otros se centraban en analizar falencias y en tratar de hallar compensación para las debilidades individuales, Erickson mostraba cómo se podían descubrir capacidades potenciales y trocar las pérdidas en ganancias. El enfoque típico del pensamiento psicoterapéutico tradicional consiste en formular una teoría general de la disfunción y luego aplicarla a casos específicos; en el punto de aplicación surgen permanentes dificultades, ya que una y otra vez se presentan variaciones individuales imprevistas que no pueden ser sometidas a control. Erickson no contribuyó mucho a la teoría según esta tradición 5
  • 6. clásica, pero brindó a la profesión un enorme caudal de ejemplos sobre la manera de adaptarse a circunstancias singulares y promover el cambio. Dejó a otros la tarea de construir, a partir de sus numerosos experimentos, teorías del cambio. A diferencia de Freud y de los que lo siguieron, Erickson no creó una cerrada escuela de partidarios con una organización destinada a conservar y custodiar sus contribuciones. Muchos terapeutas de diferentes orientaciones recibieron inspiración de él, y algunos se convirtieron en sus amigos y colaboradores íntimos. El hecho de que atrajera a varios calificados terapeutas que, como Jeffrey Zeig, que se sintieron movidos a dedicar mucho tiempo y esfuerzo en una estrecha colaboración con él, da testimonio de la riqueza de sus aportes. Estos colegas continúan reuniendo, analizando y aclarando la obra de Erickson, para ponerla a disposición de otros terapeutas. En vez de producir "ericksonianos ortodoxos", fomentó avances que se ramificaron en múltiples direcciones, lo cual ilustra elocuentemente su profundo respeto por la libertad e individualidad de sus alumnos y de sus pacientes. Varios de los aspectos señalados podrán reconocerse en las anécdotas de este libro. La que más me gusta es la referida a Betty, la enfermera suicida (pág. 139). Lo que Erickson hizo con ella es algo más que psicoterapia: es una obra de arte, significativa en muchos planos. Para el auditorio, fue una demostración práctica de diversos fenómenos hipnóticos. Para Betty fue una terapia, o más bien una invitación indirecta pero potente a retomar su proyecto de vida. El cambio se logró proponiéndole una visita guiada al ciclo, en sí mismo fascinante, de muerte y regeneración de la naturaleza. Repárese en este toque magistral: Erickson no puso de relieve, simplemente, el valor de la vida, sino que primero describió la muerte, confluyendo así con Betty en su marco de referencia inmediato. Esta era una de sus típicas técnicas terapéuticas, pero su importancia es mayor aún. Lo que allí hizo es especialmente digno de mención; al mismo tiempo, estaba luchando contra la habitual reacción profesional de instintivo retraimiento. ¿Qué otro terapeuta habría tenido el coraje, luego de involucrarse tan profunda y públicamente en el problema de Betty, de dejar que ella tomara su propia decisión? Consecuencia de ello fue que se lo acusara por el aparente suicidio de Betty. Pasaron muchos años antes de apreciar con claridad que el procedimiento que él había seguido fue, desde el comienzo, el más correcto y sabio. Richard Van Dyck Presidente de la Sociedad Holandesa de Hipnosis Clínica, Oegstgeest, Países Bajos, 24 de junio de 1980. Reconocimientos Me siento muy afortunado de poder agradecer a muchos amigos por su ayuda y apoyo para completar este manuscrito. Dick Heiman, Dale Fogelstrom y Marge Cattey me brindaron una inestimable asistencia técnica y posibilitaron la filmación de Erickson en videocinta. Trude Gruber y Bernd Schmid proporcionaron materiales que hicieron mucho más sencilla la trascripción total. Elizabeth Erickson, Edward Hancock y Roy Cohen tuvieron a su cargo la preparación del original y la corrección de pruebas de imprenta. Barbara Bellamy, Sherron Peters y Barbara Curtis colaboraron en el dactilografiado del manuscrito. Estoy agradecido a la señora Bellamy por su insistencia en lograr un trabajo perfecto. Vaya mi agradecimiento a las personas que participaron en el seminario de una semana de duración con el doctor Erickson por su cooperación relacionada con la videocinta. 6
  • 7. Debo un reconocimiento especial a muchos de los que intervinieron en mis seminarios de capacitación, llevados a cabo en Estados Unidos y Europa; ellos me dieron estimulantes ideas que, en una u otra forma, fueron a la larga incorporadas a este libro. Lamentablemente, son demasiado numerosos para nombrarlos de manera individual. Estoy sumamente agradecido a Sherron Peters por el cariño y el apoyo que me brindó mientras escribía esta obra. Y en memoria de mi mentor, Milton H. Erickson... diré que él me trasmitió mucho saber para que yo lo pasara, a mi vez, a otras personas, me enseñó a valorar tanto la iluminación como la confusión, y a apreciar mejor cuán maravilloso es abrir los ojos. J.Z. Acerca del doctor Milton H. Erickson Milton H. Erickson ha sido reconocido como la principal autoridad mundial en hipnoterapia y en psicoterapia estratégica breve. Fue una de las personalidades psicoterapéuticas más creadoras, sagaces e ingeniosas de todos los tiempos. Se lo llamó "el más grande comunicador mundial" y "el máximo psicoterapeuta del siglo". No es exagerado afirmar que la historia demostrará que su contribución a la práctica de la psicoterapia breve corre pareja con la contribución de Freud a la teoría de la psicoterapia. Erickson hizo su licenciatura en psicología y su doctorado en medicina en la Universidad de Wisconsin. Entre otros antecedentes profesionales, mencionemos que fue presidente de la Sociedad Norteamericara de Hipnosis Clínica, director fundador de su Fundación de Educación e Investigaciones, director fundador de American Journal of Clinical Hypnosis, profesor asociado de psiquiatría en la Universidad Estadual de Wayne (Facultad de Medicina), miembro vitalicio de la Asociación Psicológica Norteamericana y de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana. Es autor de más de 140 artículos científicos, en su mayoría sobre el tema de la hipnosis, y coautor de diversos libros, entre ellos Hypnotic Experience: Therapeutic Approaches to Altered States [Experiencia hipnótica: enfoques terapéuticos de los estados de conciencia alterada], Hypnotherapy: An Exploratory Casebook [Hipnoterapia: casuística exploratoria], Hypnotic Realities [Realidades hipnóticas], Practical Applications of Medical and Dental Hypnosis [Aplicaciones prácticas de la hipnosis en medicina y odontología], y Time Distortion in Hypnosis [Distorsión del tiempo en la hipnosis]. Hay además otros libros, en prensa o en preparación, que se ocupan de él. Con relación al enfoque profesional de Erickson, importa destacar que si bien creó muchos métodos permisivos novedosos de hipnosis terapéutica, se mostró muy renuente a formular una teoría. No postulaba ninguna teoría explícita de la personalidad, porque estaba firmemente convencido de que ello limitaría la psicoterapia y haría que los psicoterapeutas actuaran con mayor rigidez. Promovía la flexibilidad, la singularidad y la individualidad, como lo puso en claro en sus escritos y en su manera de vivir. Erickson se radicó en Phoenix, estado de Arizona, en 1948, donde efectuó una intensa práctica privada, viajando con frecuencia a otros lugares del país para enseñar hipnoterapia. En sus últimos años, cuando ya no le fue posible trasladarse, acudieron allí estudiosos de todo el mundo para escucharlo y aprender su método. Ocupado como estaba con su trabajo, era a la vez un hombre de hogar orgulloso de su familia y dedicado a ella. Erickson padeció gran número de problemas de salud en el curso de su vida adulta. Desde 1967 quedó confinado a una silla de ruedas por las secuelas de una 7
  • 8. poliomielitis anterior. Decía que la poliomielitis había sido su mejor maestro sobre la conducta y las potencialidades del ser humano. Tenía una falla en la visión cromática, pero le gustaba el púrpura y disfrutaba mucho rodeándose de objetos de ese color o cuando los recibía como regalos especiales. Erickson fue un genio de la práctica de la psicoterapia, pero esas dotes eran eclipsadas por las que tenía para el arte de vivir. En la época de su vida en que se filmaron el grueso de las videocintas que integran este libro, sufría muchas dolencias físicas; los residuos de la polio y de un cúmulo de otros males le provocaban enormes dolores. Era prácticamente cuadripléjico, ya que apenas podía mover su brazo derecho y tenía un uso limitado del izquierdo, al par que sus piernas permanecían inmóviles. Además, sus labios estaban prácticamente paralizados, la lengua salida de sitio, y sólo tenía movimiento la mitad del diafragma. Súmese a ello que estaba imposibilitado de usar dientes postizos. Este hombre, cuya voz era su herramienta de trabajo y que se enorgullecía de su manejo del lenguaje, hablaba con dificultad, en voz baja y medida, y no era fácil entenderlo. Se tenía la impresión de que sopesaba el efecto que podía causar cada una de sus palabras. A pesar de sus muchos padecimientos físicos y de que debía esforzarse para reejercitarse en tantas cosas, Erickson era, permanentemente, uno de los seres humanos más contentos de estar vivos que es dable encontrar. Casi todos los que lo conocieron quedaron impresionados por sus cualidades personales. Era brioso y muy sagaz. Sentado junto a él, uno sentía que allí había un individuo muy alerta al "aquí y ahora", al instante. Gozaba realmente de la vida y era un excelente modelo de "buena vida". Amable, compasivo, tomaba muy en cuenta a los demás; tenía una franca y deliciosa sonrisa, y a menudo reía a carcajadas. Su manera de reírse para sí cuando algo lo divertía era contagiosa. También tenía una encantadora actitud de respetuoso asombro ante los otros. Era un individuo muy positivo, el tipo de persona que contempla las flores y pasa por alto las malas hierbas. Y alentaba a sus pacientes para que hicieran lo mismo. Lo complacían los cambios positivos de la gente; si alguien hacía uno de esos cambios, o cada vez que un paciente tenía una levitación del brazo (por más que fuera la milésima vez que Erickson lograba una levitación), se mostraba sumamente contento, asombrado y orgulloso de que su paciente la hubiera conseguido. En su mayor parte, ese sentimiento de goce y admiración era trasmitido en un plano no verbal, lo cual hacía difícil desestimarlo. Por lo demás, no se atribuía méritos personales por esos cambios positivos de sus pacientes o alumnos, comunicando más bien su satisfacción de que el sujeto se hubiera puesto en contacto con nuevas capacidades propias y con nuevas potencialidades vitales. Erickson había nacido el 5 de diciembre de 1901, criándose en comunidades rurales de Nevada y Wisconsin. Formaba parte intrínseca de su vida una actitud propia de las personas oriundas de la campaña. Tenía visión de futuro, pero no era ambicioso. Murió el 25 de marzo de 1980, de una infección aguda. Hasta el momento de su muerte estuvo activo y gozó relativamente de buena salud. En muchos de los relatos en que abundaban sus lecciones, solía hacer referencia al trabajo con pacientes que padecían dolores crónicos, explicando que luego de haberles aplicado su técnica esos sujetos habían llevado una vida activa, hasta que de pronto cayeron en coma y murieron tranquilos. De manera similar, él perdió repentinamente la conciencia el domingo 23 de marzo, permaneciendo dos días en estado semiconciente, hasta que el martes 25, rodeado de sus familiares, dio su último y pacífico suspiro. Hasta ese súbito colapso, tuvo el cabal propósito de continuar con su plan docente. Durante gran parte de su vida profesional en Phoenix, Erickson les pedía a sus pacientes y alumnos que subieran al cerro Squaw, el más alto de la zona, de unos 350 8
  • 9. metros; el recorrido hasta la cumbre es de cerca de dos kilómetros, y está perfectamente marcado, ya que es habitual que la gente haga la ascensión por motivos de salud o para gozar del magnífico espectáculo del valle del Phoenix. El ascenso es cansador, pero una persona sana lo puede hacer en 45 a 60 minutos; el sendero es sinuoso y tiene muchas subidas y bajadas. Una perdurable sensación de triunfo invade al que llega a la cumbre, además de ofrecerle una más vasta perspectiva y un ángulo de mira más alto sobre el mundo que lo rodea. Se rumorea que las cenizas del doctor Erickson fueron esparcidas en el cerro Squaw. Si así fuera, no habría nada más apropiado: él había hecho de ese ascenso una parte sustancial de su terapia. Ahora, para rendirle honores, la gente seguirá subiendo el cerro Squaw. Libros en los que participó Milton H. Erickson como coautor Cooper, L. F., Y Erickson, M. H., Time Distortion in Hypnosis, Baltimore: The William & Wilkins Company, 1959 Erickson, M. H., Hershman, S. y Secter, 1. l., The Practical Applications of Medical and Dental Hypnosis, Nueva York: The Julian Press, 1961. Erickson, M. H., Rossi, E. L. Y Rossi, S. l., Hypnotic Realities, Nueva York: Irvington, 1976. Erickson, M. H. Y Rossi, E. L., Hypnotherapy: An Exploratory Casebook, Nueva York: Irvington, 1979. Erickson, M. H. Y Rossi, E. L., Experiencing Hypnosis: Therapeutic Approaches to Altered States, Nueva York: Irvington, 1981. Haley, J., ed., Advanced Techniques of Hypnosis and Therapy: Selected Papers of Milton H. Erickson, M. D., Nueva York: Grune& Stratton, 1967. Rossi, E. L., ed., The Collected Papers of Milton H. Erickson on Hypnosis (4 vols.), Nueva York: Irvington, 1982. Introducción Un físico suizo amigo mío me narró una anécdota acerca del célebre físico danés Niels Bohr. En una de sus conferencias el doctor Bohr exponía sobre el "principio de incertidumbre" de Heisenberg. Este principio de "complementariedad" afirma que cuando el observador de una partícula en movimiento descubre un dato referido a su localización, sacrifica un dato sobre el impulso de la partícula, y a la inversa: cuando obtiene información sobre el impulso, sacrifica información sobre la localización. Un estudiante presente preguntó a Bohr: "¿Qué es lo complementario de la claridad de la exposición?"; tras reflexionar un momento, el sabio respondió: "La precisión". Aunque posiblemente sea apócrifa, esta anécdota expresa una intelección importante. Cuando de la verdad se trata, para ser claro es menester ser simple en demasía, sacrificando así la precisión; y para ser preciso es menester que la exposición sea extensa, detallada y quizá confusa, con lo cual se sacrifica la claridad. El manuscrito a que ahora accederá el lector es trascripción de un seminario docente que el doctor Milton H. Erickson realizó con profesionales de la salud en su casa de Phoenix, Arizona, y que tuvo una duración de una semana. La manera que tiene Erickson de comunicarse es compleja y el lector apreciará su consumada precisión; pero si intenta comprender el proceso de esa comunicación, quizá advierta también cierta confusión y falta de claridad. 9
  • 10. Se impone una nota aclaratoria sobre estos seminarios docentes de Erickson. Luego de abandonar formalmente la práctica privada, Erickson continuó dedicado de manera activa a la enseñanza. Grupos de personas de todo el mundo tomaban contacto con él para pedirle que los incluyera en sus seminarios; entre ellos había médicos, psicólogos, psiquiatras y psicoterapeutas todavía no doctorados. Erickson daba estas clases todos los días, aproximadamente desde mediodía hasta las cuatro de la tarde. A medida que aumentaba su popularidad, cada vez se hizo más difícil conseguir una vacante. A fines de 1979 ya tenía completos sus horarios para el año siguiente. Entre el 30 de julio y el 4 de agosto de 1979, logré filmar en videocinta uno de estos seminarios realizados en su casa, y que constituye el grueso de este libro. No se han añadido comentarios para describir la técnica empleada por Erickson durante esa semana; he preferido dar al lector la oportunidad de consustanciarse con la trascripción y llegar a sus propias conclusiones e intelecciones sobre los métodos de Erickson. Estos ya han sido descriptos en detalle por otros autores. Haley (1973) lo hizo con un enfoque interaccional; Bandler y Grinder (1975) analizaron microscópicamente las pautas de comunicación de Erickson mediante un método lingüístico basado en la gramática trasformacional; Rossi (Erickson, Rossi y Rossi, 1976; Erickson y Rossi, 1979), en su calidad de analista de orientación junguiana, apeló a una perspectiva intrapsíquica para comprender a Erickson. Cabe especular que Erickson hizo bien en promover que su trabajo fuera descrito por teóricos con puntos de vista tan divergentes: al leer los análisis de estos autores se obtiene una perspectiva equilibrada acerca de la técnica por él utilizada. Este método se caracterizaba por su índole indirecta. Erickson enseñó en forma indirecta toda su vida, desde sus primeras conferencias. Curiosamente, también su fama se divulgó de manera indirecta, ya que ganó popularidad menos por sus propios empeños que por lo que otras personas escribieron sobre él. Con este volumen no pretendemos proporcionar un modo diferente de comprender a Erickson: la idea no es exponer algo nuevo sobre él, sino presentarlo bajo una nueva luz. A lo largo del libro se podrá percibir el decurso de sus narraciones didácticas y obtener un panorama del proceso de su comunicación. A quienes nunca estuvieron junto a él personalmente, esta obra les brinda la posibilidad de visualizarlo en acción; a quienes lo conocieron.. la de contemplarlo desde un ángulo distinto. Al escuchar a Erickson personalmente era muy difícil que su comunicación resultase clara; la gente solía decir que los "ofuscaba". Una experiencia diferente es leer sus anécdotas o verlas en videocinta; estas perspectivas permiten apreciar mejor lo que él hacía. En persona, era fácil confundirse a causa de la multiplicidad dé niveles, verbales y no verbales, en que operaba. No era infrecuente, verbigracia, que cada una de las personas, al término de una de las jornadas del seminario, dijera: "Hoy me estuvo hablando a mí". En una primera lectura, las historias didácticas de Erickson pueden parecer de fácil comprensión, pero en realidad no es así. Yo he presentado filmes y videocintas sobre Erickson en reuniones de asociaciones nacionales de profesionales, planteando a los concurrentes el siguiente desafío: "Si logran captar el 50% de lo que hace Erickson, pueden considerarse observadores y oyentes muy agudos". Tal vez en las presentes trascripciones sea más sencillo aprehender lo que hace Erickson, pero puedo repetir el mismo desafío al lector de este libro. A título demostrativo, incluí un "Apéndice" en el que Erickson y yo comentamos una de las inducciones hipnóticas realizadas por él en el curso de la semana. La inducción hipnótica (acontecida el día martes, con Sally) duró cincuenta minutos; nuestros comentarios llevaron casi cinco horas. Sería interesante que el lector, luego de 10
  • 11. repasar el fragmento de trascripción correspondiente, compare lo que ha podido comprender con los detalles que se dan en el "Apéndice". Otras cuantas cosas deben tenerse en cuenta con respecto a los relatos didácticos de Erickson. Era un individuo muy congruente consigo mismo; narrar historias no era sólo su manera de trabajar sino su manera de vivir. Lo hacía al hablar con sus parientes, colegas, alumnos o pacientes. Si alguien le pedía un consejo, lo habitual era que respondiese con una anécdota. De ahí que este libro permita formarse una buena idea no sólo de su método terapéutico, sino también de su enfoque pedagógico. Además, se compenetraba mucho de lo que narraba, dando la impresión de que estaba reviviéndolo. Sus relatos tenían un sentido teatral; los orquestaba de una manera vívida. Por supuesto, estos aspectos no verbales se pierden en una trascripción escrita; desgraciadamente, sus gestos y ademanes, la entonación de su voz, su risa y su brío son irreproducibles. Erickson estaba tan familiarizado con sus historias, cada una de las cuales era relatada por él muchas veces, que podía aportar mucho vigor a la comunicación, tornando más penetrante aún los mensajes mediante la apelación a técnicas verbales y no verbales. El conocía la continuación del relato, y sus oyentes no. Pero además del contenido de sus anécdotas, las empleaba para comunicarse al mismo tiempo en otros niveles terapéuticos. En verdad, nunca parecía contentarlo la comunicación en un solo plano. Tal vez le molestaba la unilateralidad mental que implica hacer una sola cosa por vez. Respecto de la comunicación en múltiples niveles, a la mayoría de los psicoterapeutas se los instruye para que adviertan que, cuando sus pacientes se comunican en un nivel, el significado de lo que expresan se hallará en otros niveles: el histórico, el simbólico y otros niveles "psicológicos". Es mérito de Erickson haber demostrado que si el paciente puede comunicarse en varios niveles, también el terapeuta puede hacerlo. La comunicación terapéutica no debe ser forzosamente clara, concisa y directa; la comunicación focalizada en varios niveles a la vez puede ser una técnica poderosa, y Erickson la utilizaba de continuo. Por ejemplo, al leer este manuscrito se notará que en muchas oportunidades Erickson describía un principio, lo ejemplificaba con una anécdota y demostraba su aplicación con las personas allí reunidas, todo al mismo tiempo. Nos hemos empeñado por conservar aquí en la mayor medida posible la comunicación original. Se introdujeron mínimas modificaciones, a fin de preservar el estilo de Erickson proporcionando a la vez un texto legible. Dado que en sus inducciones hipnóticas Erickson se afanaba por obtener una precisión mayor que la corriente, las trascribimos aquí en forma literal. Preparar para su publicación las anécdotas de Erickson no ofreció mayores dificultades, pues casi siempre se expresaba con oraciones completas y gramaticalmente correctas. Las anécdotas a que Erickson recurría dependían mucho de la composición del grupo. Si se dirigía a un grupo interesado en la atención de niños, sus relatos versaban en mayor medida sobre niños; si su auditorio se especializaba en la eliminación del dolor físico, en eso se centraban sus anécdotas. El grupo presente en la semana que aquí se trascribe era heterogéneo, y por ende Erickson empleó una temática general, aunque dedicando cada día a uno o dos temas. Asimismo, con algunas de sus anécdotas trabajó en forma decididamente terapéutica, a fin de ampliar la flexibilidad de algunos miembros. La conducta no verbal de Erickson durante sus seminarios didácticos era muy interesante. Por lo común miraba al piso mientras narraba una historia, pero con la visión periférica captaba las reacciones de sus pacientes o alumnos. Tenía un limitado 11
  • 12. control de su cuerpo; si quería destacar que un mensaje terapéutico estaba dirigido a una persona en particular, modificaba la localización espacial de la voz. Erickson no se veía obligado a recurrir a inducciones formales para fijar la atención de sus oyentes; estos a menudo cerraban los ojos al entrar y salir espontáneamente de un trance en el curso de la sesión. El propio Erickson parecía entrar y salir de tales trances, como si la oportunidad de enseñar le permitiera salir fuera de sí mismo y aminorar así los dolores permanentes causados por las secuelas de la poliomielitis. Referencias bibliográficas. Haley., Uncommon Therapy, Nueva York: Norton, 1973. [Terapia no convencional, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1980.] Bandler, R. y Grinder, J., Patterns of the Hypnotic Techniques of Mílton H. Eriékson, M. D., vol. 1, California: Meta Publicions, 1975. Erickson, M, H., Rossi, E. L. y Rossi, S. 1., Hypnotic Realities, Nueva York: Irvington, 1976. Erickson, M, H. y Rossi, E- L., Hypnotherapy: An Exploratory Casebook, Nueva York: Irvington, 1979. El uso que daba Erickson a las anécdotas Uno de los signos distintivos del método de Erickson fue su uso de las anécdotas como instrumento didáctico y terapéutico. Llegó a adquirir renombre por sus precisas y focalizadas comunicaciones, adaptadas a cada paciente. Este recurso constituía un empleo sumamente elaborado y eficaz de la comunicación verbal. A fin de proporcionar al lector un marco general que le permita entender mejor la trascripción siguiente, describiré ciertos usos de las anécdotas y expondré mi primer encuentro con Erickson, en 1973, como ejemplo de este uso para una potente comunicación terapéutica en múltiples niveles. El uso de anécdotas en psicoterapia Un diccionario inglés define la "anécdota" como "una breve anotación relativa a un suceso o incidente interesante o divertido". Las anécdotas pueden ser ficticias (p. ej., pueden ser cuentos tradicionales, fábulas, parábolas o alegorías), pero también pueden ser relatos o crónicas de genuinas experiencias y aventuras vitales. La abrumadora mayoría de las anécdotas que contaba Erickson eran descripciones verídicas de sucesos de su vida y de las de sus familiares y pacientes. Las anécdotas pueden ser empleadas en todo tipo de psicoterapia y en cualquier fase del tratamiento. No se conocen contraindicaciones para ellas. Todas las psicoterapias tienen en común determinadas operaciones; en particular, el diagnóstico, el establecimiento de una relación empática, la ejecución de un plan de tratamiento. En cada una de estas operaciones terapéuticas pueden utilizarse anécdotas. Diagnóstico Sin interferencia ni obstáculo de la mente conciente. Erickson empleaba mucho este procedimiento indirecto para lograr cambios inconcientes con la mayor rapidez posible. En armonía con el empleo que hacía Erickson de la insinuación indirecta, también pueden emplearse anécdotas, para un observador agudo puede emplear las anécdotas 12
  • 13. para el diagnóstico usándolas proyectivamente, más o menos como lo haría con las partes de este artículo, fueron presentadas en la reunión de la Sociedad Norteamericana de Hipnosis Clínica celebrada el 14 de octubre de 1978, un test de Rorschach. En esta circunstancia, con la anécdota suministra estímulos que dan lugar a una respuesta de significación diagnóstica. Por ejemplo, puede relatarse una historia compuesta de muchos elementos y ver a qué parte de ella reacciona el paciente. Supongamos que el terapeuta cuenta acerca de una persona con problemas conyugales, que a su vez derivaban de los que había tenido de niño con sus padres. Además, esos problemas tenían que ver con las dificultades sexuales actuales de la persona y la llevaron a hacer un consumo indebido de alcohol. Esta sucinta historia tiene varios componentes. El terapeuta observador reparará en las partes a las que reacciona el paciente de manera no verbal, y en aquella parte específica a la que reacciona diciendo algo. La información diagnóstica así obtenida puede luego profundizarse. Para ilustrar este uso diagnóstico adicional de las anécdotas daré un ejemplo tomado de mi propia experiencia clínica. Una mujer se presentó con una fobia de trece años de antigüedad y solicitó tratamiento hipnótico. En la entrevista inicial le conté una serie de anécdotas relativas a otros pacientes que habían superado sus problemas en lapsos diversos; algunos de ellos en forma inmediata e inesperada, sin una mayor comprensión de lo que les pasaba, en tanto que otros sólo los habían superado lenta y laboriosamente; a estos últimos les interesaba mucho comprender su problemática. La paciente de referencia tenía una especial manera de asentir con la cabeza, que ella no advertía concientemente: hacía una señal afirmativa ante cada parte de la anécdota relacionada con una lenta superación de los problemas, y con la misma congruencia se abstenía de todo movimiento cuando se le hablaba de una resolución inmediata. Esta pauta fue confirmada recurriendo a anécdotas similares relatadas en diverso orden. Por su gesto de asentimiento, era notorio que ella iba a superar sus problemas lentamente; no intenté, pues, ninguna medida terapéutica en la sesión inicial. En lugar de ello, le formulé preguntas detalladas sobre la etiología y las pautas de sus síntomas. Con dos sesiones más al mes siguiente, logré aliviada de la fobia. No fue necesario fijar reuniones más frecuentes, ya que ella misma había indicado que iba a cambiar con lentitud. Mientras narraba sus historias, Erickson se mantenía continuamente al tanto de las respuestas conductuales de sus pacientes. A menudo no los miraba en forma directa, pero los vigilaba con su visión periférica, muy bien desarrollada. Su perceptividad era legendaria. Diligentemente se autoejercitó para notar y comprender los más sutiles matices del comportamiento humano. Su capacidad de respuesta terapéutica estaba fundada en esta agudeza diagnóstica. Ahondar en el método diagnóstico de Erickson sobrepasa los alcances de este libro, pero nunca destacaríamos lo suficiente la importancia de la aptitud que había desarrollado para percibir con rapidez las cuestiones nucleares de cada paciente. Establecimiento del rapport Se considera que el establecimiento de una vinculación y un rapport empáticos es una de las piedras angulares de la psicoterapia; para algunos teóricos (v. gr., Carkhuff y Berenson, 1967), este es uno de los instrumentos fundamentales. Pero el método empático tiene sus bemoles. El paciente puede aprender un tipo de empatía autodiagnóstica que implica el escrutinio permanente de sus propios sentimientos, 13
  • 14. escrutinio que puede entorpecer el proceso de goce y utilización de ese flujo emocional. En algunos casos, un método empático directo puede estar contraindicado o ser innecesario (p, ej., no es propio del estilo de ciertos individuos sintonizar con sus propios sentimientos); además, hay pacientes que objetan que se les señale en forma directa sus sentimientos, o les molesta. Según el enfoque de Erickson, las cosas funcionan mejor cuando lo hacen de manera automática e inconciente, o sea, establecer empatía con un paciente y los procesos que están o no dentro de su conciencia inmediata. El paciente no necesita advertir concientemente que el terapeuta tuvo una respuesta empática; las anécdotas pueden emplearse para establecer rapport empático con el inconciente. Por más que la respuesta empática permanezca fuera de la conciencia del paciente, este suele poner de manifiesto, en forma verbal o no verbal, que el terapeuta tuvo una respuesta empática "inconsciente". Ilustraremos el uso de anécdotas empáticas con uno de los primeros seminarios didácticos de Erickson, realizado en su consultorio con tres alumnos en 1975. Erickson narró una anécdota sobre un paciente muy competitivo, quien acudió a verlo y le pidió que lo pusiera en estado de trance. Comentó Erickson que lo hizo pidiéndole que vigilara sus propias manos para ver cuál de ellas se elevaba primero y cuál llegaba primero a tocar el rostro. De este modo, apeló a la competitividad del individuo para ayudarlo a conseguir sus objetivos. A los tres estudiantes esta anécdota les pareció muy atractiva, porque Erickson estaba enseñándoles un aspecto interesante de su técnica. Pero de inmediato se puso en evidencia que la historia perseguía otra finalidad, ya que algunos de los presentes competían también por ganar para sí la atención y el tiempo de Erickson. Las anécdotas pueden emplearse en cualquier fase del proceso de tratamiento a fin de alcanzar los objetivos de la terapia. A título de ejemplo, repasaremos ocho categorías, que no se excluyen entre sí Cuando se señaló el propósito múltiple de la anécdota, Erickson analizó este otro aspecto, declarando que había notado la competencia que ellos estaban librando y que a través de esa anécdota les indicó dicho reconocimiento. Ante esto, los estudiantes podrían haber reaccionado de tres maneras: una, reconociendo concientemente su competitividad, como ocurrió; dos, comunicando, mediante alguna indicación no verbal, que reconocía esa competitividad pero aún no estaban preparados para hacerla conciente; por último, pudo pasárseles por alto el sentido de la historia, tal como se aplicaba a la situación inmediata. Cualquiera de las tres respuestas habría sido satisfactoria para Erickson, porque habría concordado con las necesidades y personalidades de esos estudiantes. El estaba dispuesto a seguir cualquier rumbo que los hechos indicasen. En esas circunstancias, dijo que quería examinar la anécdota en forma conciente porque estaban en una situación de aprendizaje. Pero había en la anécdota un tercer mensaje: apuntaba a sugerir a los estudiantes, o forzarlos a adoptar, una particular reacción conductual. Tras examinar la anécdota, Erickson añadió que no sabía hasta qué punto había competitividad entre los estudiantes, pero por cierto no deseaba que compitieran con él. Proceso del tratamiento 14
  • 15. 1. Formular o ejemplificar una opinión Mediante el uso de anécdotas puede establecerse una opinión de manera memorable y potente. Teniendo en cuenta la estructura de la memoria humana, es más sencillo recordar el tema de una anécdota que si eso mismo fuera dicho en una enunciación común. Las anécdotas quedan "fijadas en el recuerdo", al hacer que ideas sencillas cobren vivacidad. Véase el siguiente ejemplo. A comienzos de 1980 debí intervenir por primera vez en un caso vinculado con el uso forense de la hipnosis, y solicité ayuda a Erickson. El me narró lo que reproduciré a continuación, comenzando con esta frase: "Conozca al abogado del otro bando"… Me explicó que estaba testimoniando en favor de un individuo en un juicio por la tenencia de su hijo. La esposa padecía graves problemas psíquicos y el sujeto era la persona que estaba en mejores condiciones para cuidar del chico. Luego dijo que había conocido muy bien a la abogada de la esposa, y que sabía que era una persona muy rigurosa. Cuando llegó el día de prestar declaración, dijo, ella se vino muy bien preparada: tenía 14 páginas de preguntas escritas para formularle. Al subir a la tarima, ella le inquirió: "Doctor Erickson, dice usted que es un especialista en psiquiatría. ¿En qué autoridad se basa?". "Me baso en mi propia autoridad", replicó él. Sabía que si mencionaba a alguien, esta calificada abogada comenzaría a minar su condición de especialista citando otras autoridades en pugna con la suya. Ella le preguntó entonces: "Doctor Erickson, dice usted que es un especialista en psiquiatría. ¿Qué es la psiquiatría?". Erickson respondió: "Puedo darle el siguiente ejemplo. Si yo fuera un especialista en historia norteamericana, sin duda sabría algo respecto de Simon Girty, también llamado 'Girty el Sucio'. Alguien que no sea un especialista en historia norteamericana no sabría nada sobre Simon Girty, también llamado 'Girty el Sucio'. Erickson contó que cuando miró al juez, este se estaba cubriendo el rostro con las manos. El secretario del juzgado buscaba una lapicera debajo de la mesa. Por su parte, la abogada procuraba sofocar una risa incontrolable. Dijo Erickson que luego de esa analogía, la abogada hizo a un lado sus papeles y dijo: "No más preguntas, doctor Erickson".** Entonces Erickson me miró fijamente y me comentó: "El apellido de esa abogada era... Gertie", contándome a continuación que cada vez que su abogado se encontraba con ella en el bando opuesto, hallaba el modo de introducir en sus argumentaciones alguna referencia a "Girty el Sucio". La anécdota de Erickson fue entretenida e interesante, y una encantadora manera de darme su opinión. Si me hubiera dicho: "No se deje intimidar por la situación", el efecto habría sido mínimo; el mensaje, tal como él me lo trasmitió, realzó sus efectos. 2. Sugerir soluciones Erickson solía utilizar las anécdotas para sugerir una solución a su paciente, en forma directa o indirecta. Por lo común lo hacía narrando una anécdota paralela y/o narrando múltiples anécdotas con el mismo tema. Las conclusiones extraídas de estas anécdotas ofrecían una perspectiva novedosa o una solución antes pasada por alto. Con frecuencia, la anécdota que él narraba trazaba un paralelismo con el problema del paciente pero brindando un nuevo punto de vista. Por ejemplo, si el sujeto describía los repetidos fracasos que había tenido en su vida, le contaba historias de alguien que había sufrido repetidos fracasos, pero esas historias terapéuticas eran ** "Dirty Girty": la reiteración vocálica suena graciosa, más o menos como ocurriría en castellano con "Rucio el Sucio". [N. del T.] .. "Gertie" se pronuncia casi igual a "Girty" [N. del T.] 15
  • 16. cuidadosamente elaboradas, de tal modo que su desenlace final era un éxito. Así, cada uno de los fracasos de la historia terapéutica era a la postre interpretado como un "elemento constructivo" para alcanzar el éxito. Un buen ejemplo de una anécdota paralela que ofrece una nueva perspectiva lo encontramos en la trascripción del seminario correspondiente al día martes. Ese día Erickson practicó una inducción con Sally, haciéndole atravesar algunas difíciles y embarazosas vicisitudes; a continuación le contó el caso de un paciente que había atravesado embarazosas vicisitudes y gracias a eso se había vuelto más flexible y había tenido más éxito en la vida. También sugería a veces mediante un relato una solución que el paciente había pasado por alto; esto tiene más eficacia terapéutica que un consejo directo, que los pacientes tienden a rechazar. Se le expone al sujeto el caso de alguien con un problema semejante al suyo, que recurrió con éxito a determinada solución; queda en sus manos establecer la conexión y aplicar a su vida una solución parecida. Mediante las anécdotas se puede sugerir soluciones indirectamente, en cuyo caso el paciente es quien "tiene la idea" y puede atribuirse los méritos del cambio en vez de atribuírselos al terapeuta. Erickson solía usar un estilo indirecto contando múltiples anécdotas de igual tema. Por ejemplo, quizás introdujera una idea como la de "abordar al paciente en el propio marco de referencia de este", y luego contaba múltiples anécdotas en todas las cuales se enhebraba ese tema. (Además, invariablemente expondría el principio abordando a los allí reunidos en su propio marco.) A veces mencionaba el tema antes de contarlas, otras veces al final de la serie. Si advertía que el paciente o los alumnos habían captado el asunto en forma inconciente (o conciente), tal vez no hacía ninguna mención directa del tema. 3. Ayudar a las personas a reconocerse tal cual son Uno de los procedimientos corrientes de los terapeutas es enfrentar a los pacientes con su propia realidad, para que se vean tal como son y puedan cambiar en consecuencia. Las anécdotas proporcionan esa comprensión de un modo más o menos indirecto. Por ejemplo, hacia el final de la trascripción de la sesión del miércoles, Erickson narra algunas historias sobre psicoterapia simbólica, describiendo el caso de una pareja, compuesta por un psiquiatra y su esposa, a quienes indicó como tarea que subieran por separado al cerro Squaw y visitaran el Jardín Botánico. Aquí Erickson apeló a una actividad física para que los pacientes, simbólicamente, se reconocieran y adoptaran las medidas apropiadas; pero también estaba dando un ejemplo a los terapeutas allí reunidos, quienes podrían aprovechar la oportunidad para reconocerse. A la anécdota del psiquiatra le sigue otra sobre un psicoanalista y su mujer. Al leerlas, uno repara en que ellas guían las asociaciones del auditorio (y del lector): es muy difícil escuchar estos relatos de boca de Erickson o leerlos sin pensar en las propias relaciones personales. Erickson solía emplear las anécdotas para guiar las asociaciones de las personas y llevarlas a reconocerse a sí mismas, y luego tomar las medidas correspondientes. Este uso de las anécdotas a fin de guiar y provocar asociaciones tenía gran importancia dentro del método de Erickson. Le encantaba dar este ejemplo: "Si quieres que alguien te hable de su relación con el hermano, todo lo que tienes que hacer es contarle una historia sobre tu propio hermano". 16
  • 17. Erickson nos viene a recordar que el poder de cambiar permanece dormido en el paciente y debe ser despertado. Las anécdotas pueden orientar sus asociaciones, pero el cambio es en realidad obra de él. "El terapeuta sólo crea el clima, la atmósfera". 4. Sembrar ideas e intensificar las motivaciones En el caso de la paciente fóbica antes citado, se notará que todas las anécdotas que le fueron relatadas se referían a éxitos psicoterapéuticos; por ende, cumplían el propósito adicional de aumentar sus expectativas favorables. Además, permitían diagnosticar su motivación para cambiar. Por su manera de asentir con la cabeza se apreciaba que estaba dispuesta a introducir los cambios indispensables en su anterior pauta fóbica; la única cuestión era cuánto tiempo llevaría ese cambio. Erickson era perfectamente capaz de narrar una anécdota que estimulara en su paciente o alumno cierta idea básica, y luego, conociendo la secuencia de sus anécdotas, fortalecía esa idea con otra historia contada el mismo día o incluso varios días o semanas más tarde. Esta manera de "sembrar ideas" es muy importante en la “técnica hipnótica". Si el hipnotizador quiere sugerir la levitación de un brazo, lo hará "eslabonando" sucesivos pasos o "sembrando semillas" en cadena. Por ejemplo, atraerá la atención del sujeto hacia su mano, luego le sugerirá la posibilidad de que tenga en ella alguna sensación, luego su capacidad de moverla, luego la conveniencia de que realice ese movimiento, luego centrará la atención en el movimiento en sí, hasta por último sugerir su realización. Conociendo de antemano el resultado buscado, el terapeuta puede sembrar ideas que lleven a él en un momento temprano de la terapia. Esta técnica de la "siembra" era muy común en Erickson, y vigorizaba mucho el poder de su comunicación. 5. Controlar terapéuticamente la relación. Los pacientes suelen adquirir pautas de relación terapéutica inadaptadas, manipuladoras o autodestructivas. Las anécdotas son un arma eficaz para controlar la relación a fin de mantener al paciente en una posición complementaria "subordinada" o "sometida" (cf. Haley, 1963). Esta táctica puede resultar terapéutica para ciertos individuos rígidos, que tienen dificultades para obrar cómoda y eficazmente cuando están en posición subordinada: las anécdotas les enseñan a sentirse confiados por más que ocupen esa posición. Las anécdotas pueden "desequilibrar" al paciente, al punto que ya no le sea posible recurrir a sus métodos de control habituales; a la vez, lo hacen sentir más seguro al saber que hay alguien a quien no pueden manejar con sus síntomas. 6. Insertar directivas. Las anécdotas pueden emplearse para formular "directivas insertadas" (cf. Bandler y Grinder, 1975). Esta técnica consiste en tomar una frase importante de un relato y, sacándola de contexto, dirigirla explícita o tácitamente a un paciente. La formulación indirecta se haría, por ejemplo, concediendo a la frase menor importancia que la que tiene o modificando la emisión espacial de la voz al relatarla. En la trascripción del día viernes Erickson examina el desarrollo sexual del ser humano, y en medio de ese examen cuenta una historia acerca del doctor A., su supervisor en el Hospital Estatal de Worcester. La anécdota parece fuera de contexto, pero imagínese el efecto que podría causar la última oración en un alumno que opone resistencia: allí el supervisor le sugiere que permanezca "con el rostro impasible, la 17
  • 18. boca cerrada, los ojos y oídos bien abiertos, y no se forme juicio propio hasta contar con alguna prueba efectiva que venga en apoyo de sus inferencias y sus juicios". 7. Reducir la resistencia Por el mismo hecho de ser indirectas, las anécdotas ayudan a reducir la resistencia frente a las ideas ajenas. La anécdota estimula una asociación propia en el paciente, que puede luego actuar llevado por dicha asociación. Es difícil resistirse a una asociación que uno mismo ha establecido. La anécdota puede también exponer una idea en forma indirecta. En cada anécdota se presentan muchas ideas, y el paciente debe participar activamente para otorgar sentido a la anécdota y decidir qué parte tiene algo que ver con él. Se fomenta así que la energía generadora del cambio provenga del paciente mismo. Los mensajes anecdóticos, a raíz de su estructura, pueden volverse prontamente inconcientes: ningún paciente puede asimilar y comprender concientemente todos los mensajes contienen una anécdota compleja. El individuo es capaz de vivenciar un cambio de conducta que acontece fuera de su percatamiento consciente pues le es posible responder a una parte de la anécdota, la habrá registrado concientemente. Con frecuencia se informó de pacientes que, tras haber visitado a Erickson, descubrían que estaban cambiando "por su cuenta", sin advertir el efecto que había tenido sobre ellos la comunicación terapéutica de aquel. En general, Erickson recurría a una anécdota cuando era necesario un mayor grado de insinuación indirecta; y cuanta mayor resistencia provocaban sus ideas, más indirecto y anecdótico se tornaba. Esto se funda en el principio de que el carácter indirecto de la comunicación guarda una relación proporcional con la magnitud de la resistencia percibida (Zeig, 1980b). Hay otras técnicas vinculadas con el uso de las anécdotas para diluir la resistencia. El terapeuta puede sembrar una idea en una anécdota y luego pasar rápidamente a una segunda anécdota de distinto tema. Este tipo de maniobra vuelve más difícil para el paciente resistirse a la idea presentada en la primera anécdota, y aumentan las probabilidades de que esta idea devenga "inconciente" con más rapidez. El paciente puede padecer una amnesia respecto de la primera historia. Las anécdotas pueden emplearse para distraer al paciente. Erickson sostenía que a veces las utilizaba terapéuticamente para aburrirlo, como técnica preliminar a la presentación de una idea terapéutica en un momento en que aquel tenía menos resistencia y podía responder mejor. 8. Reencuadrar y redefinir un problema Las anécdotas sirven también para "reencuadrar" [reframe] un problema. El arte del "reencuadre" ha sido descrito por diversos autores (v.gr., Watzlawick, Weakland y Fisch, 1974). Los pacientes tienen determinadas actitudes hacia sus síntomas; el reencuadre es una técnica que opera en el plano de las actitudes, brindando al sujeto la alternativa de adoptar una actitud positiva hacia la situación sintomática. La modificación de las actitudes hacia los síntomas es terapéutica. Erickson propuso que terapia es todo aquello que cambia la pauta de conducta habitual. Este cambio puede darse en una dirección favorable o inicialmente en una dirección negativa. A menudo, al cambiar la actitud del individuo hacia su síntoma cambia el propio complejo sintomático (c. Zeig, 1980b). 18
  • 19. La redefinición es una técnica que consiste en definir el problema de una manera levemente diferente a como lo hace el paciente, tras lo cual se ofrece una acción terapéutica que corregirá la nueva definición del problema, y así lo solucionará. Erickson emplea las anécdotas tanto para el reencuadre como para la redefinición. Un buen ejemplo se halla al comienzo de la sesión del miércoles, cuando le relata a Christine anécdotas sobre los dolores de cabeza. Repárese al leerlas en cómo Erickson reencuadra y redefine el dolor de cabeza de Christine. Estas categorías no son en modo alguno exhaustivas. Pueden enumerarse los siguientes usos adicionales de las anécdotas: 1. Las anécdotas pueden ser usadas como técnicas de edificación del yo, o sea, para edificar las emociones, el pensamiento ylo la conducta del individuo, ayudándolo a llevar una vida más equilibrada. 2. En sí mismas, las anécdotas son una forma infrecuente y creativa de comunicarse, y en tal sentido sirven como "modelo" de una vida mejor. El terapeuta alienta al paciente a vivir de manera más flexible y creadora mostrándose flexible y creador en su propia comunicación. 3. Por su intermedio pueden estimularse y revitalizarse diversas pautas de sentimiento, pensamiento y acción, ayudando al individuo a tomar contacto con un recurso personal que antes le había pasado inadvertido. Erickson nos advierte que los pacientes han evidenciado, en el pasado, que poseen los recursos para resolver el problema que traen a la terapia, y las anécdotas se utilizan para recordárselo. 4. Las anécdotas pueden servir para desensibilizar a un paciente respecto de sus temores. Al trabajar con fóbicos, mediante una serie de anécdotas se aumenta y disminuye alternadamente la tensión, y así decrece el temor. Las anécdotas pueden emplearse por muy variadas razones técnicas en cualquier clase de psicoterapia, y también durante la inducción formal y natural y en el curso de una hipnosis. El uso de las anécdotas en la hipnosis Las anécdotas y la hipnosis formal tienen tres similitudes estructurales básicas: 1) En ambas, el terapeuta se dirige fundamentalmente a un sujeto pasivo, tratando de suscitar el poder que hay dentro de él y de demostrarle que tiene la capacidad de cambiar. 2) En uno y otro caso, el rol del sujeto se define como subordinado y complementario. 3) En ambas técnicas se trabaja a partir de los indicadores de conducta mínimos del paciente. Debido a estas similitudes estructurales, las anécdotas pueden aplicarse con suma eficacia en la hipnosis formal y natural, de un modo análogo a su uso en psicoterapia. Puede empleárselas para diagnosticar la hipnotizabilidad de un sujeto y crear rapport con él, como también en las fases de inducción y de utilización del tratamiento hipnótico. Uso diagnóstico Las anécdotas pueden emplearse diagnósticamente para evaluar la hipnotizabilidad del sujeto y el estilo de utilización del trance que manifestará. Este proceso es similar al uso diagnóstico de las anécdotas en psicoterapia que ya hemos descrito, pero en la evaluación de la hipnotizabilidad intervienen algunos factores adicionales, de los cuales tienen especial relieve los siguientes: la absorción, el estilo de respuesta, la capacidad de atención y el control. 19
  • 20. 1. Al relatar una anécdota, el terapeuta puede advertir el grado de absorción que manifiesta el sujeto. Quienes se muestran más cautivados y absorbidos por la historia suelen ser, clásicamente, los sujetos más hipnotizables. 2. Mediante las anécdotas es posible evaluar en alguna medida el estilo de respuesta de cada individuo. Hay personas que responden mejor a la sugestión directa y otras a la indirecta; las anécdotas permiten advertir a qué tipo de sugestión responde mejor el sujeto. Por ejemplo, si al narrar una anécdota el operador menciona que el protagonista tuvo que mirar súbitamente hacia arriba para ver qué hora era, la reacción del paciente dice algo sobre su estilo de respuesta 3. Las anécdotas permiten apreciar si el sujeto tiene su atención focalizada o difusa, interna o externa. Una persona más focalizada exhibirá movimientos mínimos y se centrará en una sola cosa durante períodos extensos; una más difusa se mueve con mayor frecuencia y desplaza su atención de uno a otro asunto. Las personas de atención interna se ocupan de su propia vida interior: sus sentimientos, pensamientos y movimientos; las de atención externa están más alertas a lo que sucede en torno. (Erickson disfrutaba clavando la mirada en las cosas que lo rodeaban, como un gato: su atención estaba muy orientada a lo externo.) 4. La narración permite asimismo al terapeuta averiguar algo acerca de la flexibilidad del paciente en su control de las relaciones personales. Hay individuos que necesitan subordinar a los demás, otros necesitan subordinarse y otros estar en un plano de igualdad. Estas necesidades salen a relucir en la reacción verbal y no verbal frente a las anécdotas "prehipnóticas". Muchos elementos más pueden utilizarse para diagnosticar el estilo hipnótico de un individuo, pero los cuatro mencionados se avienen particularmente a ser evaluados simultáneamente con el relato de una anécdota. Al considerar este enfoque diagnóstico (y sin trascender los alcances de este libro), resultan claras las consecuencias que esto tiene para trazar una estrategia terapéutica. Las anécdotas y directivas que imparte un terapeuta serán tanto más eficaces cuanto más se ajusten a la experiencia del paciente. Por ejemplo, no se aplicarán las mismas técnicas hipnóticas y psicoterapéuticas a un individuo sumiso, orientado hacia lo exterior y muy sensible a la sugestión directa, que a un individuo dominante, absorto en su vida interior y que responde mejor a la sugestión indirecta. Al principio, hasta aprender verdaderamente la técnica, el uso diagnóstico de las anécdotas puede ser muy fatigoso para el terapeuta, ya que al mismo tiempo que compone su relato debe prestar atención a las respuestas del paciente y ser susceptible a las sugestiones que se le imparten en el momento y las subsiguientes. Erickson empleaba a menudo las anécdotas en forma natural a manera de entrada en el trance hipnótico. Varios de sus ex pacientes me dijeron que, mientras escuchaban sus narraciones, súbitamente se vieron en estado de trance. Una de ellas me explicó que de pronto se sintió adormilada, y que al principio la fastidió dormirse mientras escuchaba a su médico, hasta que se dio cuenta de que era eso lo que Erickson quería. ¡Así pues, cerró los ojos y cayó en trance! Pautamiento Uso en la fase de inducción de la hipnosis Pueden emplearse anécdotas para establecer la pauta del estado hipnótico, vale decir, los parámetros experienciales de lo que puede significar dicho estado para un individuo en particular. Un operador puede usarlas para describir y sugerir al paciente cómo sería la hipnosis en su caso; por ejemplo, puede contarle a un individuo inexperto en la materia cómo fue la hipnosis de otro más avezado, de modo que la 20
  • 21. conducta del personaje de la anécdota se equipare y superponga con la conducta efectiva del sujeto inexperto. Con ello le estaría impartiendo a este una sugestión indirecta. Otro tipo de pautamiento del estado hipnótico. consiste en lograr que los sujetos prueben por sí mismos (con o sin percatamiento conciente) que pueden practicar algunos de los fenómenos hipnóticos básicos, cualquiera de los cuales puede ser sugerido mediante anécdotas dirigidas. Una de las inducciones favoritas de Erickson implicaba el repaso, mediante anécdotas, de las primeras cosas aprendidas en la escuela, incluso las letras del alfabeto y el modo de formarse imágenes psíquicas y visuales de ellas sin percatarse concientemente del proceso. Estas anécdotas sugieren, y pueden provocar, muchos fenómenos hipnóticos clásicos, como la regresión a una edad anterior, la hiperamnesia, la disociación y la alucinación. Al mismo tiempo fomenta la absorción interior y la fijación interior de la atención. Las anécdotas pueden ser empleadas en la hipnosis formal. Charles Tart (1975) ha descrito correctamente este proceso como consistente en el desbaratamiento del estado de conciencia básico y el pautamiento [patterning] de un nuevo estado de conciencia hipnótico. En cualquiera de estas dos fases pueden aplicarse anécdotas. Desbaratamiento En la fase inicial de una inducción hipnótica formal puede usarse la técnica de la confusión para facilitar el desbaratamiento de la predisposición conciente del sujeto. Las anécdotas son por sí mismas generadoras de confusión, en cuanto "desequilibran" al oyente, quien se ve instado a conferir sentido a la anécdota y comprender la pertinencia del mensaje para su situación. Además, las anécdotas causan confusión porque son ambiguas y tienen múltiples significados. Ni siquiera el más agudo oyente, al escuchar a Erickson, podía percatarse quizá de todos los mensajes que componían su anécdota, y sus posibles referentes. Las anécdotas pueden "instalar" una inducción distrayendo y despotenciando la predisposición conciente (Erickson, Rossi y Rossi, 1976), tomando así al sujeto más abierto. Uso en la fase de utilización de la hipnosis En la fase de utilización de la hipnoterapia (o sea, la que sigue a la inducción), las anécdotas pueden emplearse del mismo modo que en el tratamiento psicoterapéutico (para formular o ejemplificar una opinión, intensificar una motivación, etc.), como también para recordarle a la persona que posee dotes potenciales para aprender de las que hasta entonces no hizo uso. Por ejemplo, si se trabaja en el control del dolor físico, a través de una anécdota puede rememorarse en la hipnosis una circunstancia en que el sujeto sufrió una herida de poca gravedad y no sintió dolor sino mucho tiempo después. La historia lleva implícito que el sujeto ya tiene experiencia en el control del dolor, y que puede volver a aplicarlo. Cuando el paciente participa intensamente en el relato, puede suscitarse en él una disociación; la anécdota sirve entonces para situar al sujeto en un itinerario de pensamiento que excluya su problema sintomático. Este uso de las anécdotas es también muy eficaz en el control del dolor. Usos combinados de anécdotas. Comunicación en niveles múltiples Los psicoterapeutas han aprendido a tomar una pequeña muestra de comunicación en el nivel social e, interpretándola, añadirle significados en cuanto a lo que "realmente" sucede en el nivel psicológico del paciente. Es curioso que, si bien se percatan de que 21
  • 22. los pacientes se comunican en múltiples niveles y aplican esto en su diagnóstico, en su mayoría no han sido instruidos para utilizar ellos mismos, como herramienta terapéutica, la comunicación en múltiples niveles. Tal vez una de las principales contribuciones de Erickson a la psicología sea haber demostrado la posibilidad de este empleo terapéutico de la comunicación en múltiples niveles. El puso de manifiesto cuánto músculo puede insertarse en una comunicación terapéutica y cuánta grasa inútil puede suprimirse de ella. Para exponer la eficacia de esta comunicación en múltiples planos, relataré mi primer encuentro con Erickson, en diciembre de 1973. Las anécdotas que Erickson me contó en su transcurso ejemplifican una compleja combinación de algunos de los usos simples a que antes hice referencia. Antes de describirlas en detalle, y para preparar la escena, contaré los preliminares de ese encuentro inicial. Comencé mis estudios de hipnosis en el año 1972 y me impresionó mucho la obra de Erickson. A la sazón escribí por azar a una prima mía que estudiaba enfermería en Tucson, estado de Arizona, comentándole lo que estaba haciendo, y le dije que si tenía oportunidad de ir a Phoenix, no dejara de visitar a Erickson, "un genio de la psicoterapia". Mi prima me contestó que conocía a la penúltima hija de Erickson, Roxanna, con quien años atrás había compartido un dormitorio para estudiantes en San Francisco. Escribí entonces a Roxanna y luego a Erickson, solicitándole estudiar con él. Me respondió que podía tomarme como alumno, y en diciembre de 1973 viajé por primera vez a Pnoenix. Mi presentación fue bastante fuera de lo común. Llegué a la casa de Erickson, donde iba a alojarme como huésped, alrededor de las diez y media de la noche. Roxanna me recibió en la puerta y con un ademán me señaló a su padre, quien estaba sentado a la izquierda, cerca de la puerta, mirando televisión. "Este es mi padre, el doctor Erickson", dijo ella. Erickson alzó la cabeza lenta y mecánicamente, con movimientos breves y entrecortados. Cuando llegó al nivel de la horizontal torció el cuello hacia mí con idénticos movimientos escalonados. Captada mi atención visual, me miró a los ojos e inició una serie similar de movimientos descendentes a lo largo de la línea media de mi cuerpo. Si digo que este tipo de saludo me sorprendió e impactó, no digo toda la verdad: nadie hasta entonces me había dicho "HOLA" de esa manera. Roxanna me acompañó al otro cuarto y me explicó que su padre era un bromista. Sin embargo, la conducta de Erickson había sido una excelente inducción hipnótica no verbal; en ella no faltaba ninguno de los elementos necesarios para provocar la hipnosis. La confusión que me produjo desbarató mi predisposición conciente: mi expectativa era que me estrecharía las manos y me diría" ¡Hola!". Además, me ofreció un modelo de fenómeno hipnótico, al reproducir el movimiento cataléptico escalonado que exhiben los pacientes cuando levitan un brazo. Su conducta logró focalizar mi atención. Al bajar la vista por la línea media de mi cuerpo me estaba sugiriendo ir "hacia mi interior profundo". Fundamentalmente, Erickson aplicó una técnica no verbal para desbaratar mi predisposición conciente e instaurar una nueva pauta inconciente, dándome un ejemplo del poder que era capaz de trasmitir en su comunicación. A la mañana siguiente, Erickson fue acompañado por su esposa hasta la casa de huéspedes, donde sin decir palabra ni entablar ningún contacto visual conmigo se trasladó penosamente de su silla de ruedas al sillón de su consultorio. Le pregunté si podía encender el grabador, y sin mirarme en absoluto hizo una señal afirmativa con la cabeza. Luego habló pausadamente, sin levantar la vista del piso: E. Para ayudarlo a superar el choque de todo este color púrpura... Z.: ¡Uy, uy! E.: Soy parcialmente ciego a los colores. 22
  • 23. Z.: Comprendo. E.: Y el teléfono púrpura... fue un regalo de cuatro alumnos avanzados. Z.: Ajá. E.: Dos de ellos sabían que iban a ser aplazados en las materias principales... y dos sabían que iban a ser aplazados... en las materias secundarias. Los dos que sabían que los aplazarían en las principales, pero aprobarían... las secundarias... aprobaron todos los exámenes. Los dos que sabían que aprobarían las principales y los botarían en las secundarias... fueron botados en las principales y aprobaron las secundarias. En otras palabras, seleccionaron la ayuda que yo les ofrecí. (E. mira a Z. por primera vez, fijamente.) En lo que respecta a la psicoterapia... (Aquí Erickson me expuso su enfoque terapéutico y lo discutió conmigo. A quien les interese saber cómo prosiguió esta entrevista los remito (c. 1980). Esta anécdota es un elegante fragmento de comunicación. Contiene muchos niveles de mensaje y es un excelente ejemplo de cómo pueden condensarse muchos de ellos en una comunicación comparativamente breve. Enumeraré los mensajes que Erickson me difirió con esa breve anécdota: 1. La anécdota (fue una inducción hipnótica por confusión. No hizo ninguna alusión a la hipnosis, pero de hecho su referencia a las materias principales y secundarias generaba confusión. Además. fijó mi atención hipnóticamente. Yo había estudiado ya su técnica de inducción por confusión (Erickson, 1964) y la había incorporado a mi método, pero su abordaje fue tan espontáneo e inusual que no me di cuenta. Que la estaba usando conmigo. 2. La primera referencia de Erickson contenía la palabra "choque", destacada de una manera especial. En verdad, Erickson sabía perfectamente que el púrpura no era ningún choque para mí. Ya había estado en su consultorio y en su casa de huéspedes (decorada en púrpura) y ya lo había visto a él mismo vestido de color púrpura. El choque del color púrpura había quedado atrás. El énfasis de Erickson en la palabra "choque" tuvo como objeto enfocar mi atención y alertar a mi inconciente sobre el choque que en ese momento estaba sucediendo, y el que estaba por venir. 3. La conducta no verbal de Erickson también provocaba confusión. En lugar de mirarme, miraba el piso. Durante toda mi vida me habían enseñado: "Cuando hablas con alguien, míralo a los ojos". Esa conducta de Erickson desbarataba mi esquema habitual. Cuando luego me miró, la confusión y el choque aumentaron, fortaleciendo el efecto de fijar mi conducta y mi atención. 4. Uno de los efectos de esta comunicación fue que olvidé la anécdota por completo. Sólo al regresar a mi hogar y poner a funcionar el grabador en un seminario al que asistía, escuché lo dicho entonces, y me percaté de que Erickson me había inducido una hipnosis por confusión. Fue para mí una maravillosa enseñanza y una excelente demostración de mi propia capacidad para experimentar amnesia. 5. En la anécdota misma había una serie de elementos significativos. Versaba sobre estudiantes avanzados: Erickson me abordaba en mi propio marco de referencia. Estableció un cierto vínculo conmigo hablándome de estudiantes avanzados, tema que era para mí de comprensión inmediata. 6. El contenido expreso de la anécdota portaba un mensaje. A los estudiantes avanzados que iban allí a aprender con Erickson les habían ocurrido ciertas cosas inesperadas. Yo podía vincular la anécdota con mi propia situación: algunas cosas inesperadas podrían sucederme. De hecho, ya me estaban sucediendo algunas cosas inesperadas, de las cuales no era la de menor monta que jamás nadie se había 23
  • 24. presentado ante mí de una manera tan inusual ni me había hablado de una manera tan inusual 7. Además, la anécdota hacía referencia a estudiantes que seleccionaban algo de toda la ayuda que Erickson les brindaba. Paralelamente, ello implicaba que yo, en mi calidad de estudiante, también seleccionaría algo (aunque tal vez en forma inesperada) de toda la ayuda y las enseñanzas que él me iba a brindar. 8. Había en la anécdota un mensaje adicional. Los estudiantes fueron a aprender con Erickson y le hicieron un regalo. A mí nunca me cobró sus clases, porque yo no estaba realmente en condiciones de pagarle. La política de Erickson era que le pagara el que pudiera; se negaba a cobrarles a quienes no tenían recursos económicos. No obstante, yo podía compensarle haciéndole un regalo. Le regalé una talla de madera que colocó en su escritorio como había hecho con el teléfono púrpura. No estoy seguro de que en esa anécdota no estuvieran contenidas las "semillas" para que le hiciera un regalo; es posible que si le hice ese regalo, fue en parte como conducta de respuesta. 9. La anécdota estructuró el tipo de relación que habría entre nosotros. Erickson no dejó que yo tomara la palabra y me presentara. Puso en claro que la nuestra sería una relación complementaria en la que hablaría él y yo me subordinaría y escucharía. 10. Estoy casi seguro de que Erickson evaluaba también en ese momento mi estilo de respuesta. Con su visión periférica tomaba cuenta de mi reacción ante los conceptos que él iba mencionando. Por ejemplo, cuando aludió al teléfono púrpura, yo podría no haber dirigido la mirada al teléfono situado sobre el escritorio. Así, averiguaba algo referente a mi manera de responder a sus sugestiones. 11. Debe mencionarse un aspecto más de esta anécdota. En 1980 un psicólogo de Phoenix llamado Don vino a verme para pedirme que supervisara su método psicoterapéutico ericksoniano. Acepté, y en nuestra charla me explicó que en 1972 él y otros estudiantes avanzados habían ido a verlo a Erickson, y a cambio del tiempo que les dedicó quisieron regalarle un teléfono de color púrpura. Tuvieron, me dijo, muchas dificultades para gestionar el aparato en la compañía telefónica, pero al fin lo consiguieron. Más tarde, en una de nuestras sesiones de supervisión, reproduje para Don la grabación de mi entrevista inicial con Erickson. Don me contó que él y otros tres estudiantes habían pedido la ayuda de Erickson para rendir sus exámenes, y en verdad dos de ellos aprobaron los exámenes y otros dos fracasaron. ¡Por lo tanto, lo que Erickson me había relatado era absolutamente cierto! Luego de la presentación, Erickson pasó a examinar conmigo un caso de un paciente sicótico que había tratado en los comienzos de su carrera (se informa sobre él en Zeig, 1980a). También esta fue una eficaz manera de establecer rapport con un psicoterapeuta novel, tomando un ejemplo terapéutico de la década del treinta, cuando el propio Erickson era un novato. Además, escogió a un paciente sicótico a sabiendas de que yo había trabajado varios años con sicóticos. Estaba haciendo muy buen uso de lo poco que sabía sobre mí. Los dos casos siguientes que examinó conmigo fueron ejemplos en que su psicoterapia no había resultado eficaz; más aún, se trataba de pacientes con los que casi no pudo trabajar. Uno de ellos ilustraba el error de presuponer cualquier cosa respecto de un paciente; el otro, el valor de un diagnóstico rápido y preciso. Pero en todo esto había envuelto otro mensaje. Erickson estaba destacando la importancia de entender que ciertos pacientes no se avienen a la psicoterapia y de nada sirve invertir energía terapéutica en ellos. El mensaje cobraba mayor dimensión por provenir de alguien conocido por sus abrumadores éxitos psicoterapéuticos 24
  • 25. Estas anécdotas de mi primera entrevista con Erickson muestran algunas de las complejas y poderosas comunicaciones que caracterizaban su estilo. Su método de enseñanza se veía realzado por su capacidad para utilizar la comunicación en múltiples niveles. Justificación del empleo de anécdotas Resumiremos las razones que justifican el empleo de anécdotas mediante la siguiente ilustración: EL VIENTO Y EL SOL "Bóreas (el Viento Norte) y el Sol tuvieron cierta vez una disputa acerca de quién de los dos era el más fuerte. Cada uno relató sus más célebres hazañas y al fin terminaron como habían empezado: cada uno pensaba que era él el de mayor poder. "En ese momento apareció un viajero, y coincidieron en dirimir la cuestión con esta prueba: quien antes lo obligara a sacarse la capa que llevaba puesta, sería el vencedor. "El jactancioso Viento Norte fue el primero en probar, mientras el Sol observaba detrás de unos grises nubarrones. Dejó caer sobre el viajero una furiosa borrasca que casi le arranca el abrigo, pero aquel no hizo más que ajustárselo mejor al cuerpo con unos tientos, y el viejo Bóreas agotó sus fuerzas en vano. Mortificado por su fracaso en algo tan simple, se retiró al fin, presa del desconsuelo, mientras decía: 'No creo que tú puedas lograrlo'. "Apareció entonces el Sol, cordial y en todo su esplendor, disipando las nubes que había reunido en torno de sí y lanzando sobre el viajero sus más cálidos rayos. "El hombre elevó la vista agradecido, pero luego, agobiado por el súbito calor, prontamente se quitó la capa y buscó alivio en la sombra más próxima" (Stickney, 1915). Digamos a modo de síntesis que las anécdotas tienen los siguientes empleos y características: 1. Las anécdotas no implican una amenaza. 2. Las anécdotas captan el interés del oyente. 3. Las anécdotas fomentan la independencia del individuo y el sentimiento de un dominio de sí que él mismo determina. Al tener que conferir sentido al mensaje, llega a adoptar una acción por propia iniciativa. Se hace responsable de su propio cambio, cuyos méritos le pertenecen. El cambio proviene de su interior y no de la directiva del terapeuta. 4. Las anécdotas pueden ser utilizadas para eludir la natural resistencia al cambio, presentando directivas y sugerencias de modo tal que la posibilidad de que sean aceptadas resulte máxima. Cuando un paciente tiene un síntoma, erige defensas; estas pueden quebrarse de manera indirecta mediante las anécdotas. Si el paciente va a seguir las sugestiones que se le hagan, la vía indirecta no es necesaria. En general, la medida de la acción indirecta es proporcional a la resistencia prevista. En su estilo de inducción hipnótica, Erickson parecía ser más directo con los sujetos que respondían mejor, en el sentido clásico, en tanto que con los más resistentes era proclive a presentar sus ideas a través de anécdotas. 25
  • 26. 5. Las anécdotas pueden emplearse a fin de controlar la relación entablada con el oyente, quien para otorgarles sentido tiene que poner una cuota de esfuerzo propio. Al atender a la anécdota se aparta de su "equilibrio" habitual y no puede recurrir a sus procedimientos corrientes para controlar las relaciones personales. 6. Las anécdotas son un modelo de flexibilidad. Erickson era un devoto de la creatividad, y empleaba anécdotas como una manera de expresar su interés en lo sutil y lo creativo. Margaret Mead (1977) escribió que una de sus más singulares características personales era su anhelo de ser creativo. 7. Las anécdotas, tal como las empleaba Erickson, crean confusión y promueven una buena respuesta hipnótica del sujeto. 8. Las anécdotas imprimen su huella en el recuerdo, haciendo más rememorable la idea expuesta. Conclusiones Para que causen el efecto más provechoso, las anécdotas deben adecuarse cuidadosamente a cada paciente y construirse de modo de abordar a este en su propio marco de referencia, promoviendo cambios congruentes con la conducta y comprensión del individuo y que sean consecuencia de estos. De este modo se despierta un poder curativo que estaba dormido. Lo mejor no es apartar con ellas al paciente de su síntoma, como si se le hiciera una treta, sino conseguir que cambie por mérito propio y por obra de su propio poder (c Zeig,1980). El efecto de las anécdotas es brindar al paciente el modelo de una modalidad creadora y flexible de estar en el mundo. A través de esa experiencia los individuos aprenden que pueden oponerse a sus hábitos rígidos y limitativos, y operar con más flexibilidad y eficacia. Teniendo en cuenta estas ideas, sugerimos al lector que preste atención a sus asociaciones y advierta el efecto particular que causan en él las anécdotas que narra Erickson. Referencias bibliográficas Bandler, R. Y Grinder, J., Pattems of the Hypnotic Techniques of Milton H. Erickson, M.D., vol. 1; California: Meta Publications, 1975. CarkhufC, R. R. Y Berenson, B. G., Beyond Counseling and Therapy, Nueva York: Holt, Rinehart and Winston, 1967. Erickson, M. H., "The Confusion Technique in Hypnosis", American Joumal of Clinical Hypnosis, 1964, vol. 6, págs. 183- 207. Erickson, M. H., Rossi, E. L. Y Rossi, S. 1., Hypnotic Realities, Nueva York: Irvington, 1976. Haley, J., Strategies of Psychotherapy, Nueva York: Grune & Stration, 1963. (Estrategias en psicoterapia, Barcelona: Toray.) Mead, M., "The Originality of Milton Erickson", American Journal of Clinical Hypnosis, 1977, vol. 20, págs. 4-5. Stickney, J..H., Aesop's Fables, Boston: Ginnand Co., 1915. Tart, Charles T., States of Consciousness, Nueva York: E. P. Dutton, 1975. Watzlawick, P., Weakland, J. y Fisch, R., Change:' Principies of Problem Formation and Problem Resolution, Nueva York: Norton, 1974. 26
  • 27. Zeig, J. K., "Symptom Prescription and Ericksonian Principies of Hypnosis and Psychotherapy", American Joumal of Clinical Hypnosis, 1980 (a), vol. 23, págs. 16-22. Zeig, J. K., "Symptom Prescription Tecnniques: Clinical Applications Using Elements of Communication", American Journal of Clinical Hypnosis, 1980 (b), vol. 23, págs. 23- 33. El seminario Lunes La sesión tiene lugar en la casa para huéspedes del doctor Erickson, un pequeño edificio de tres ambientes: un dormitorio, una sala de espera más grande que aquel (junto a la cual hay una cocina) y el consultorio de Erickson. Las sesiones se realizan en la sala de espera a raíz de que el consultorio es demasiado pequeño para dar cabida a los grupos, que a veces están compuestos de hasta quince personas. Hay en el cuarto tres bibliotecas, y está decorado con diplomas, fotografías y diversos objetos recordatorios. Los estudiantes se sientan en círculo sobre un diván y sillas plegables tapizadas. A la izquierda de la silla de ruedas de Erickson hay un sillón de tela verde que suele ser el "banquillo del sujeto". Erickson entra en su silla de ruedas empujado por su esposa, y permite que diversos estudiantes prendan pequeños micrófonos de la solapa de su saco. Toma luego un lápiz adornado en su parte superior, el adorno consiste en una cabeza con pelos de fibra de color púrpura, acomodados hacia arriba en forma de punta. Erickson muestra el lápiz al grupo y dice: "Las personas llegan aquí de este modo"; luego lo hace girar vigorosamente entre sus palmas deshaciendo el "peinado", y agrega: "y se van de aquí de este modo". A continuación indica que los allí presentes deberán llenar unos formularios; entrega a cada uno una hoja de block y les solicita que consignen los datos siguientes: fecha del día; nombre, dirección, código postal y número de teléfono; estado civil y cantidad de hijos; estudios realizados y lugar donde se graduaron; edad y fecha de nacimiento; hermanos (sexo y edad); y si se criaron en un medio rural o urbano. Espera hasta que se completan estos datos y luego lee cuidadosamente cada hoja, haciéndoles comentarios a algunos participantes e indicaciones a quienes no suministraron toda la información requerida. La sesión se inicia cuando Jan, psicóloga de Nueva York, contesta a un comentario de Erickson diciendo que ella fue durante varios años hija única. Erickson le responde: E.: ¿Hasta qué punto simpatiza una chica de quince años con un hermano de siete? Jan: Las cosas empezaron a invertirse después de eso. E.: Pobre hermano. Jan: Pudo sobrevivir. E. (dirigiéndose a Anna, una asistente social suiza): ¿Usted no tiene hermanos ni hermanas? Anna: Sí, tengo. No escuché con claridad qué datos debía poner. ¿Qué desea usted que consigne? E.: Sus hermanos, con edad y sexo. Sande (terapeuta de Nueva York que acaba de entrar): Hola, doctor Erickson, yo soy Sande. 27
  • 28. E. (luego de saludar a Sande con un ademán de la cabeza): Carol, su título y la fecha. Carol (quien está haciendo el doctorado en psicología clínica en Massachusetts): ¿La fecha en que obtuve el título? E.: No, la fecha de hoy, Su nombre, dirección, número de teléfono, código postal, título, dónde lo obtuvo, hermanos con sexo y edad, estado civil, hijos, y si proviene de un medio urbano o rural. Siegfried (doctor en psicología clínica): Yo soy Siegfried, de Heidelberg, Alemania. E.: Encantado de conocerlo. Siegfried: ¿No le molesta si le agrego un micrófono? E.: Pueden poner cualquier cantidad de fichas, no hay problema. Siegfried: Gracias. Sande: ¿Soportaría uno más? E.: Tengo la voz débil. Tuve polio dos veces, tengo la lengua fuera de sitio y los labios parcialmente paralizados. Sólo me queda la mitad del diafragma y no puedo hablar muy fuerte. Sus grabadores registrarán perfectamente todo lo que diga, pero tal vez ustedes tengan dificultades para oírme. Si no me oyen, pues, háganmelo saber. Y una precaución más: si hay entre ustedes personas duras de oído, que se sienten más cerca de mí. Por lo común, las personas con dificultades de audición se sientan atrás. (Se ríe.) Bien. Al enseñar psicoterapia, hago hincapié en un estado de percatamiento conciente y un estado de percatamiento inconciente. Para mayor conveniencia, hablo de la mente conciente y de la mente inconciente. La mente conciente es el estado de percatamiento inmediato. Ustedes se percatan concientemente de la silla de ruedas, la alfombra que cubre el piso, las demás personas presentes, las luces, las bibliotecas, las flores de cactus que se abren por la noche, las fotografías o cuadros sobre la pared, el conde Drácula en la que tienen detrás. (El "conde Drácula" es un pez raya seco que cuelga de una de las paredes.) En otras palabras, dividen su atención entre lo que yo digo y todo lo que los rodea. La mente inconciente se compone de lo que aprendieron a lo largo de su vida, mucho de lo cual lo tienen por entero olvidado pero les sirve para su funcionamiento automático. Ahora bien, gran parte de la conducta de ustedes consiste en el funcionamiento automático de estos recuerdos olvidados. Por ejemplo... La elegiré a usted. (Erickson sonríe y se dirige a Christine, una médica californiana con fuerte acento alemán.) ¿Sabe usted caminar? ¿Y ponerse de pie? ¿Podría decirme, por favor, cómo hace para ponerse de pie? Christine: Probablemente desplazando mi centro de gravedad y al mismo tiempo... E.: ¿Y cómo hizo para desplazar su centro de gravedad? Christine: Mediante muchos ajustes inconcientes, sin duda. E.: Bueno, ¿y cuáles son esos ajustes? Christine: No creo que me percate de ellos. E.: ¿Piensa que sería capaz de caminar seis cuadras a ritmo uniforme por una calle sin tránsito de ningún tipo? ¿Que podría hacerlo en línea recta y a ritmo uniforme? Christine: Es probable que no pudiera hacerlo exactamente a ritmo uniforme. Y creo que cuanta más atención le prestara a ello, menos lo lograría. E.: Dígame, ¿cómo caminaría por la calle? 28
  • 29. Christine: ¿Si me esforzase? Peor que si no hiciera esfuerzo alguno. E.: ¿Qué? Christine: Mucho peor que si no hiciera esfuerzo alguno. E.: ¿Cómo caminaría naturalmente por la calle... si estuviese apurada? Christine: Poniendo un pie delante del otro, sin prestar atención a ello. E.: ¿Y lo haría en línea recta? Christine: No sé. Tal vez sí, en un grado razonable. E.: ¿Dónde se detendría y dónde disminuiría la marcha? Christine: Donde las circunstancias lo aconsejaran. E. (se ríe): ¡Eso es lo que llamo una respuesta evasiva! ¿Dónde se detendría y dónde disminuiría la marcha? Christine: Si hubiera un semáforo, me detendría. E.: ¿Dónde? Christine: Al terminar la acera. E.: ¿No se detendría hasta llegar al término de la acera? Christine: Tal vez un poco antes. E.: ¿Cuánto antes? Christine: Unos pasos antes, tal vez un paso. E.: Bueno. Ahora supongamos que en vez de un semáforo hay un cartel indicador de detención, y luego supongamos que no hay señal alguna. Christine: Si hubiera tránsito, me detendría. E.: Dije que no había tránsito de ningún tipo. Christine: Entonces podría seguir. E.: Bueno, digamos que esta es la calle (hace un ademán), y hay un semáforo; usted camina hasta aquí, mira hacia arriba y mueve la cabeza para ver cuánto le falta hasta el término de la acera. Y si hay un cartel indicador, disminuye la marcha para leerlo. Al llegar al final de la acera, ¿qué haría luego? Christine: ¿Luego de detenerme? E.: Luego de llegar al final de la acera. Christine: Me pararía y miraría a mi alrededor. E.: ¿Dónde miraría? Christine: En la dirección en que presumo que podría venir el tránsito. E.: Dije que no había tránsito. Christine: Entonces seguiría. Miraría del otro lado de la calle y evaluaría cómo es el paso que tengo que dar. E.: Debe detenerse y ver qué paso debe dar, y mirar automáticamente a izquierda y derecha y a lo largo de la calle. Y cuando llega a la acera opuesta. disminuiría la marcha y mediría la altura de la acera, y allí no tendría que mirar a izquierda y derecha. ¿Y qué la haría disminuir la marcha? Christine: ¿El tránsito que viene? 29
  • 30. E.: Si tuviera hambre, la disminuiría al pasar frente a un restaurante. Si le echa una mirada a su collar, enfilaría hacia una joyería. (Christine se ríe.) Y si fuera un hombre que gusta de la caza y de la pesca, se apartaría de la línea recta hacia la vidriera de una casa de artículos deportivos. ¿Pero dónde disminuirían la marcha todos ustedes? ¿En qué edificio..., como si estuvieran atravesando una barrera invisible? ¿Nunca trataron de caminar por delante de una panadería? Al pasar frente a una panadería, todos, hombres, mujeres y niños, aminoran la marcha. (Vuelve a dirigirse a Christine.) Bien. Siendo usted médica, ¿puede decirme cómo aprendió a ponerse de pie? La misma pregunta es válida para los demás. ¿Sabe cómo aprendió a pararse? ¿Cuál fue su primer "bit" de conocimiento? Christine: Haciendo un esfuerzo e intentándolo. E.: Ni siquiera sabía qué significaba "pararse". ¿Cómo lo aprendió? Christine: Tal vez por accidente. E.: No todos tienen el mismo accidente. (Risas.) Rosa (una terapeuta italiana): Yo quería alcanzar algo. E.: ¿Y qué quería alcanzar? Rosa: ¿Qué quería alcanzar? E.: No trate de responder a esa pregunta. Anna: Probablemente quería hacer lo mismo que hace el resto de la gente. Como el niño que se estira hacia los adultos que vienen por él. E.: Sí, pero, ¿cómo lo hizo? Anna: Fisiológicamente, imagino que presionando con mis pies hacia abajo... y ayudándome con mis manos. E. (dirigiéndose al grupo, pero mirando un punto particular en el suelo, frente a él): Yo tuve que aprender dos veces a ponerme de pie... la primera cuando era bebé y la otra cuando tenía 18 años. A los 17 años quedé paralizado por completo. Tenía una pequeña hermanita, y la observé mientras gateaba para ver cómo se ponía de pie. Y así aprendí de mi hermanita, 17 años menor que yo, cómo pararme. Primero uno se estira hacia arriba, hasta que accidentalmente (todos tienen el mismo accidente), tarde o temprano descubre que carga cierto peso sobre el pie. Luego descubre que la rodilla se dobla y uno cae sentado. (Se ríe.) Entonces se estira y lo intenta con el otro pie, y la rodilla vuelve a doblarse. Pasa mucho tiempo antes de que uno pueda cargar su peso sobre los dos pies y mantener las rodillas derechas. Hay que aprender a mantener los pies separados sin que se crucen nunca, porque si se cruzan uno no se puede parar. Hay que aprender a mantenerlos lo más separados que sea posible. Entonces uno endereza las rodillas... y el cuerpo vuelve a fallarle, se flexiona la cadera. Después de un tiempo, después de muchos esfuerzos, uno se las arregla para mantener las rodillas derechas, los pies bien apartados, la cadera derecha, y se cuelga de uno de los lados del corralito. Tiene cuatro bases de apoyo: dos en los pies y dos en las manos. ¿Qué pasa entonces cuando uno levanta este brazo? (Alza el brazo izquierdo.) Se cae sentado. Da bastante trabajo aprender a levantar esta mano, y más todavía extenderla, porque el cuerpo se tambalea así. (Se mueve a derecha e izquierda.) Y después se va para allá, y para allá. Y hay que aprender a mantener el equilibrio no importa dónde se lleve la mano. Y después hay que aprender a mover la otra mano. Y después hay que aprender a coordinar eso con el movimiento de la cabeza los 30