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Sobro Milton H. Erickson en esta biblioteca
'IVnipia no convencional. Las técnicas psiquiátricas
ilr Milton H. Erickson
Jay Haley
Un seminario didáctico con Milton H. Erickson
Jeffrey K. Zeig
El Hombre de Febrero
Apertura hacia la conciencia de sí
y la identidad en hipnoterapia
Milton H. Erickson y
Emest Lawrence Rossi
Amorrortu editores
Buenos Aires - Madrid
Biblioteca de psicología y psicoanálisis
I(¡rectores: Jorge Colapinto y David Maldavsky
The February Man. Evolving Consciousness and Identity in Hypnotherapy, Milton
II Krickson y Ernest Lawrence Rossi
(0 Itrunner/Mazel, Inc., por acuerdo con Mark Paterson and Associates
Traducción: Zoraida J. Valcárcel
l’rimera edición en castellano, 1992; primera reimpresión, 2001; segunda reim­
presión, 2008
O Todos los derechos de la edición en castellano reservados por
Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7opiso - C1057AAS Buenos Aires
Amorrortu editores España S.L. - C/San Andrés, 28 - 28004 Madrid
www.amorrortueditores.com
La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada por
cualquier medio mecánico, electrónico o informático, incluyendo fotocopia, graba­
ción, digitalización o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de in­
formación, no autorizada por los editores, viola derechos reservados.
Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723
Industria argentina. Made in Argentina
ISBN 978-950-518-524-5
ISBN 0-87630-545-1, Nueva York, edición original
Krickson, Milton H.
I'll Hombre de Febrero. Apertura hacia la conciencia de sí y la identidad
en hipnoterapia / Milton H. Erickson y Ernest L. Rossi. - 1“ ed., 2a reimp. -
lluenos Aires: Amorrortu, 2008
264 p. ; 23x15 cm.- (Biblioteca de psicología y psicoanálisis / dirigida por
Jorge Colapinto y David Maldavsky)
Traducción de: Zoraida J. Valcárcel
ISBN 978-950-518-524-5
1. Psicoanálisis. I. Rossi, Ernest L. II. Valcárcel, Zoraida J., trad.
III. Título
CDD 150
Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de
Buenos Aires, en abril de 2008.
Tirada de esta edición: 1.500 ejemplares.
Indice general
9 Prefacio, Sidney Rosen
15 Introducción, Ernest Lawrence Rossi
25 Sesión I. Primera parte. Enfoques de hipnosis
terapéutica
53 Sesión I. Segunda parte. Creación de la identidad
del Hombre de Febrero
139 Sesión II. Niveles múltiples de comunicación y
existencia
203 Sesión III. Provocación y uso de procesos
psicodinámicos
233 Sesión IV. Trabajo de trance terapéutico activo
251 Referencias bibliográficas
Lista de los que participaron en las sesiones y comentarios
SESION I. PRIMERA PARTE
Presentes en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, se­
ñora Fink, la sujeto («señorita S» o «Jane») y su amiga «Ann Dey».
Presentes en los comentarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor
Ernest L. Rossi y doctor Marion Moore.
SESION I. SEGUNDA PARTE
Presentes en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, la
sujeto («señorita S» o «Jane») y su amiga «Ann Dey».
Presentes en los comentarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor
Ernest L. Rossi, doctor Marion Moore, doctor Robert Pearson y un visi­
tante no identificado.
SESION II
Presentes en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, la
sujeto («señorita S» o «Jane») y el señor Beatty.
Presentes en los comentarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor
Ernest L. Rossi y doctor Marion Moore.
SESION III
Presentes en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, la
sujeto («señorita S» o «Jane») y su amiga «Ann Dey».
Presentes en los comentarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor
Ernest L. Rossi y doctora Sandra Sylvester.
SESION IV
Presentes en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, la
sujeto («señorita S» o «Jane») y su amiga «Ann Dey».
Presentes en los comentarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor
Ernest L. Rossi y doctora Sandra Sylvester.
8
Prefacio
Sidney Rosen, doctor en Medicina
¡Qué bueno es volver a oír la voz de Erickson! Y Ernest Ros-
si, nuestro guía firme y confiable, nos trae su comprensión madu­
ra, después de haber estudiado y practicado las técnicas de Erick­
son durante más de quince años, a la vez que nos hace presenciar
el proceso que lo condujo a esa comprensión. Como lo consiguió
en sus anteriores libros en colaboración, Rossi no se entromete
entre Erickson y el lector. Presenta una trascripción que nos de­
ja ver a Erickson en su trabajo en 1945. Tras esto, con su modes­
tia habitual, actúa al modo de un estudiante inquisitivo, lo mue­
ve a explicar el pensamiento que sustenta sus técnicas terapéuti­
cas. Además, ambos discuten muchos otros temas interesantes;
entre estos, la naturaleza de la terapia, la naturaleza humana, el
desarrollo de la conciencia de sí y hasta la evolución y la función
de los lenguajes vulgar y obsceno.
Rossi pudo obtener respuestas casi directas, para algunas de
sus preguntas, en lugar de las coloridas y metafóricas que Erick­
son parecía preferir. Acaso fue porque este, un año antes de mo­
rir, estaba más dispuesto que antes a explicarse. No hay duda
de que esas respuestas metafóricas, «a lo gurú», han estimulado
el pensamiento y el desarrollo de centenares de discípulos, pero
no dejamos de dar la bienvenida a formulaciones más simples,
de aprehensión más fácil. La propia Margaret Mead (1977) ha re­
ferido que ella y otros alumnos de Erickson pedían «demostracio­
nes más simples, más reiterativas, más tediosas». Con su pacien­
cia y perseverancia, Rossi pudo conseguir tales explicaciones más
sencillas y claras, que nos ayudan a comprender la esencia del
trabajo de Erickson.
En este libro podemos apreciar todo el esfuerzo desplegado por
Erickson en la preparación de su paciente para el cambio. Aun­
que trabajó con ella de un modo juguetón y, a veces, repentinista
—jugó con palabras, le hizo escribir con las letras invertidas y
con ambas manos a la vez, consiguió que admitiera anticipada
y «absolutamente» que se curaría—, se advierte que Erickson con­
sideraba imprescindible esta preparación. Al mismo tiempo sin­
9
tonizaba con fineza la relación terapéutica, con un tono que era
cuestionador pero inspiraba confianza. Como lo señala Rossi, lo
que más le preocupaba era alentar y estimular los procesos que
capacitarían a la paciente para el cambio. La búsqueda de insight
era sólo uno de estos procesos, quizás uno de los menos impor­
tantes. Cuando vemos que guiaba a su paciente hacia insights
y conexiones con el pasado, podemos conjeturar que en gran me­
dida respondía así a la convicción de ella de que necesitaría com­
prender el pasado antes de poder ser curada.
Erickson solía decirnos: «El trabajo lo hace el paciente. El te­
rapeuta se limita a proporcionar las condiciones en que este tra­
bajo se pueda hacer». En cuanto a él, trabajaba concienzuda y cui­
dadosamente para proveer las condiciones necesarias. Con ese fin,
exploraba y utilizaba todos los elementos imaginables en los cam­
pos de la comunicación y la educación. Insistía, por ejemplo, en
la importancia de usar el poder evocador y los significados múlti­
ples de las palabras (las de la paciente y las de él mismo). Vemos
una hermosa muestra de su respeto por ellas cuando, al exami­
nar la escritura automática de la paciente, nota que una palabra
puede leerse indistintamente «living», «giving» o «diving» [vivir,
dar o zambullirse, bucear] y utiliza esta observación como base
para organizar la terapia en torno del miedo de la paciente a na­
dar, en la creencia de que, una vez superada esta fobia, quedará
más libre para «vivir» y «dar» y se librará de su depresión. Su
interpretación de esta palabra en particular, o de otras palabras,
tal vez parezca arbitraria a algunos lectores. De hecho, el mismo
Rossi lo acusa en un momento determinado de hacer «inferen­
cias». Pero no puede dejar de impresionarnos la esmerada aten­
ción que presta a cada expresión de la paciente y a cada una de
sus propias comunicaciones.
Además de ver su uso hábil y cuidadoso de las palabras, pre­
senciamos muchas formas de sugestión indirecta (p.ej., expresar
las sugestiones como preguntas). Mientras efectuaba esta «ma­
nipulación» con la paciente, constantemente le pedía permiso pa­
ra intervenir, y siempre estaba dispuesto a modificar sus inter­
venciones en respuesta a las reacciones de ella. Así demostraba
el respeto que caracterizó su trato con los pacientes. En este punto
cabe apuntar que, si bien mucho de lo escrito acerca de las «téc­
nicas ericksonianas» pone de relieve el brillo y el ingenio del tera­
peuta, cuando observamos el trabajo personal del mismo Erick­
son nos impresiona más, en verdad, la presencia y la creatividad
singular de sus pacientes.
¿Qué valor tiene el uso de la regresión como característica do­
lí)
minante de esta terapia? ¡Mientras leía este libro, comprendí con
claridad la razón por la cual Erickson tendía a tratar a casi todas
las personas como si fueran niños! De repente entendí por qué
parecía tan enamorado de los chistes vulgares, los acertijos pue­
riles y los juegos, al menos en sus últimos años. Me parece ahora
que él apreciaba, probablemente por haberlo averiguado de su tra­
bajo con pacientes adultos en estado de regresión hipnótica, que
es precisamente en este «estado infantil» cuando nos abrimos más
al aprendizaje, cuando nuestra curiosidad y nuestra aptitud para
el cambio alcanzan su punto máximo. A fin de intensificar la ex­
periencia regresiva de la paciente, Erickson trabajó con ahínco
por crear la ilusión notablemente convincente de que, en verdad,
él era una persona mayor que hablaba a una niña de corta edad.
Provocó en la «niña» la reescenificación y la abreacción de sus
experiencias traumáticas y, por medio de conversaciones aclara­
torias, la guió a través de un proceso de reeducación. De este mo­
do, la «niña» pudo añadir a sus recuerdos experiencias novedosas
y positivas con un adulto solícito y comprensivo. Estas «expe­
riencias de regresión correctiva», como las he denominado, cau­
saron un efecto duradero sobre la paciente aun después de haber
vuelto a su «self adulto».
Entre las experiencias de reeducación por las que pasó la «ni­
ña», en sus conversaciones con «el Hombre de Febrero» (ella ha­
cía regresión hipnótica en su edad, y Erickson «la visitó varios
años» en febrero), hubo algunas de las que se denominan «reen-
cuadradoras». Este libro contiene hermosos ejemplos de reencua-
dramiento. Veamos uno. La paciente experimentaba un persis­
tente sentimiento de culpa por haber tenido deseos de muerte ha­
cia su hermana menor; se culpaba del accidente en que esta casi
se ahoga. Para «reencuadrar» esto, Erickson le dijo: «En todos
estos años usted se ha condenado a sí misma, ¿no es así? ( . . . )
¿Por qué? Tal vez para poder mejorar y ampliar aún más su com­
prensión de sí misma». (Se reencuadra la autocondena como un
paso hacia la autocomprensión.) Y reencuadró de este modo la
rivalidad entre las hermanas: «Cuando usted era una bebita, es­
tar celosa de Helen significaba una cosa. Ahora que es adulta,
tiene un significado totalmente distinto. ¿Se opondría usted a que
una bebita apreciara su propia valía, su propia personalidad y
sus propias necesidades, tanto que las defendiera según su en­
tender?».
En determinado momento, Rossi sugiere a Erickson que su
hipnoterapia se basa en «la catarsis y una reestructuración de
los procesos mentales del paciente». «No es una reestructuración
11
—corrige Erickson—. Usted da al paciente una visión más com­
pleta». Entonces Rossi puede resumir su interpretación con este
comentario: «La hipnoterapia simplemente abre paso a un punto
de vista más amplio y completo, y nos libera de las limitaciones
y la literalidad de la niñez». ¡Cuán lejos estamos de la creencia
de muchos terapeutas de que la hipnosis supone alguna repro­
gramación!
El tratamiento de este caso nos muestra los comienzos de una
técnica que Jay Haley denominaría «prescribir el síntoma»: cuando
la paciente parecía lista para intentar nadar, Erickson se lo pro­
hibió. «Yo dicto mi inhibición a su acción de nadar», explica y,
hecho esto, señala: «¡Puedo cambiar mi dictado!». Por supuesto,
retiró su inhibición en la siguiente sesión.
Erickson ofrece asimismo una interesante fundamentación de
la presencia de otras personas durante la terapia: «. . Este mie­
do, esta angustia en torno de la natación se observa en relación
con otras personas ( . . . ) Usted necesita superar algunos de estos
miedos y angustias —que se manifiestan en relación con otras
personas a quienes usted se los oculta— sacándolos a la luz para
poder darse cuenta de que uno puede vivir aun cuando otros es­
tén al tanto de ellos. Las personas nos agradan más cuando las
sabemos de carne y hueso en un sinnúmero de pequeñas cosas».
Los terapeutas grupales saben esto desde hace largo tiempo, pe­
ro debemos recordar que la terapia de grupo no se practicaba mu­
cho en 1945.
Admito que cuando leí por primera vez el caso del «Hombre
de Febrero», tal como se lo presenta en Hypnotherapy (Erickson
y Rossi, 1979) y Uncommon Therapy (Haley, 1973), me entusias­
mó —como a muchos otros— la idea de que parecía ser la primera
vez que un terapeuta había modificado realmente la historia de
un paciente. Ahora comprendo que este cambio, como muchos
otros cambios producidos en terapia, consiste en realidad en «am­
pliar el cuadro» o expandir la percatación en el presente, y no
en el pasado. De hecho, recuerdo que Erickson solía comentar:
«La comprensión del pasado no lo cambiará». Se ha cuestionado
justificadamente la «realidad» de la regresión de edad. Creo que
además de una «apertura» a recuerdos reales, hay en ella una parte
considerable de fantasía. Empero, la regresión no necesita ser
«real» para resultar provechosa. La simple sensación subjetiva
de ser joven puede permitirle a un paciente ver las cosas desde
perspectivas diferentes, así como intensificar el contacto entre
él y su terapeuta y conducir a abreacciones terapéuticas.
Antes de terminar el tratamiento, Erickson ayudó a la paciente
12
a exteriorizar su hostilidad hacia él. Argumentó que esto era im­
portante porque, a menudo, los pacientes se enojan con el tera­
peuta por haberles quitado sus síntomas y puede ocurrir que ex­
presen su ira destruyendo su trabajo terapéutico. Con esto daba
otra prueba de su extremo cuidado en mantener todos los benefi­
cios obtenidos con la terapia.
Se acerca el tiempo en que veremos más reseñas críticas de
Erickson y su obra. Aun aquellos de nosotros que fuimos «hipno­
tizados» por él evaluaremos nuestras experiencias de manera dis­
tinta con el paso del tiempo. Sin embargo, en el momento actual,
cuando pienso en él lo hago con cariño aunque no fue una per­
sona particularmente «afectuosa» en el sentido habitual del tér­
mino. Nos trasmitía su amor y su respeto —a mí y a muchísimos
otros— «diciendo las cosas como son». Por ejemplo, una vez le
dije que deseaba más experimentar que intelectualizar, y él res­
pondió: «Su conducta indica otra cosa. Usted prefiere más com­
prender que experimentar». Y, en una actitud característica aña­
dió esta sugerencia a su comentario incisivo: «Pero puede intelec­
tualizar de diversos modos». Por último, me introdujo, en trance,
en una experiencia que combinaba el pensar y el sentir, partiendo
de una inducción hipnótica que empezó así: «Por mi estilo de vi­
da, me gusta escalar una montaña. . . y siempre me pregunto qué
habrá del otro lado». De esta manera, presentó un modelo de rol
que expresaba un modo diferente de intelectualizar: por medio
del preguntarse. ¡Y sólo ahora, ocho años después, al escribir es­
te prefacio, me he dado cuenta de que hizo eso!
Para quienes hemos trabajado con Erickson, siempre habrá
mucho más que aprender de él con el repaso y estudio de su obra,
en especial las trascripciones textuales de sus trabajos y pensa­
mientos tal como se presentan aquí. A la gran mayoría de los
lectores —para quienes este es, quizás, el primer libro, o el segun­
do, que leen acerca de Erickson— les resultará muy útil leerlo
sea rápidamente o con detenimiento. Una lectura rápida les hará
palpables las razones por las que se le ha dedicado recientemente
tanto interés. Un estudio despacioso sugerirá ideas enriquecedo-
ras para el trabajo de un terapeuta. Gracias, Ernest Rossi, por
ofrecernos este don.
Sidney Rosen, doctor en Medicina, Presidente
Sociedad Milton H. Erickson
de Psicoterapia e Hipnosis, de Nueva York
Autor de M y Voice Will Go With You:
The Teaching Tales of Milton H. Erickson
13
Introducción
Ernest Lawrence Rossi, doctor en Filosofía
Este libro sobre el «Hombre de Febrero» va más allá del típi­
co informe de caso que encontramos en las publicaciones de psi­
coterapia. Sobrepasa las formas habituales de análisis y psicote­
rapia para centrarse en la posibilidad de facilitar la apertura de
nuevos desarrollos de la conciencia de sí y la identidad. El extin­
to Milton H. Erickson, a quien muchos consideran el hipnotera-
peuta más creativo de su generación, ideó los singulares enfoques
y técnicas documentados en este libro. La característica más nota­
ble y valiosa de este material es que constituye la única trascrip­
ción textual completa de un caso de hipnoterapia tratado por
Erickson al promediar su carrera, cuando su genio innovador ha­
bía alcanzado su plenitud.
Además, tenemos la fortuna de poder añadir los comentarios
detallados del propio Erickson acerca de este caso. Las quince
horas de debates grabados proporcionan una comprensión única
de su pensamiento y sus métodos.
El Hombre de Febrero es un fascinante estudio de caso que
muestra el uso de una profunda regresión de edad en el trata­
miento de una joven afectada de depresión crónica y una fobia
grave y disíuncional: un miedo al agua derivado del recuerdo trau­
ma! ico, profundamente reprimido, de haber sido responsable de
un accidente en el que su hermana menor, una beba, estuvo a pun­
to de morir ahogada. Al tratar su caso, Erickson le presta apoyo
asumiendo el papel de «Hombre de Febrero», quien «visita» mu­
chas veces n la mujer en el curso de cuatro sesiones psicoterapéu-
ticas prolongadas. En ellas, Erickson utiliza fenómenos hipnóti­
cos clásicos (p.ej., la regresión de edad, la distorsión del tiempo,
la escritura automática, la amnesia, etc.) para indagar toda la in­
fancia y adolescencia de la paciente. En el papel de «Hombre de
lelaoro», le proporciona las simientes de nuevas expansiones de
su personalidad adulta.
Es improbable que alguna vez salgan a luz otras trascripcio-
inv¡ textuales más completas de lo hecho por Erickson en esa épo­
ca Aun cuando se encontraran de algún modo, no tendríamos
15
los comentarios detallados del propio Erickson acerca de sus ac­
tos; y sin ellos es casi imposible comprender su trabajo. Este vo­
lumen es, pues, la última vendimia de la cepa Erickson. Ya no po­
dremos tener más sus comentarios en grado sumo esclarecedores
sobre la naturaleza humana, la apertura hacia la conciencia de
sí, la esencia del trabajo psicoterapéutico y los aspectos medula­
res de sus originales e innovadoras técnicas hipnoterapéuticas.
La historia de este volumen
Es una larga historia, ya que el libro fue desarrollándose lenta­
mente durante más de cuarenta años. Todo empezó allá por 1945,
cuando Erickson hizo una demostración informal de su singular
enfoque de la hipnoterapia ante un pequeño grupo de colegas te­
rapeutas y de estudiantes,1 utilizando como sujeto a una enfer­
mera (la «señorita S» o «Jane»), Sólo mantuvo con ella cuatro
sesiones hipnoterapéuticas, registradas taquigráficamente y en
forma completa por la señorita Cameron y mecanografiadas con
apenas unas pocas omisiones insignificantes. Muchos años des­
pués, en 1986, pude comunicarme con la señorita Cameron y pre­
guntarle por sus recuerdos sobre Erickson de aquella época. Res­
pondió con la siguiente carta.
Recuerdos de una secretaria, la señorita Cameron
Mientras se registra taquigráficamente una reunión, una debe con­
centrarse casi con exclusividad en su trabajo. No obstante, recuerdo ha­
ber sentido una tensión casi intolerable en el consultorio del doctor Erick­
son, en Eloise, cuando la sujeto afrontó sus sentimientos de hostilidad
extrema hacia su familia. En ese momento pensé que aquello era cirugía
emocional. La última sesión a la que asistí fue ciertamente alegre; la su­
jeto reía mucho y se la veía relajada y feliz.
El doctor Erickson fue en verdad un gran jefe. Comprendía las limi­
taciones de los demás mejor que ellos y, naturalmente, esto se traducía
en un trato considerado. Mis primeros días en su consultorio fueron me­
morables. Al parecer, no había tenido secretaria por un tiempo. En un
1 Jerome Fink, doctor en Medicina; la señora Mary Fink; el señor Beatty y
la señorita Ann Dey, amiga de la sujeto.
16
rincón había una mesa llena de libros, papeles y objetos de uso personal.
El escritorio de la taquígrafa estaba cubierto de separatas, cartas y toda
clase de materiales por contestar o archivar. Empecé a leerlos y clasifi­
carlos.
Durante los dos primeros días, el doctor Erickson sólo me dictó una
carta. Yo leía, apilaba y procuraba reducir mis preguntas al mínimo. Un
pensamiento volvía una y otra vez a mi mente: quizá me esté metiendo
en camisa de once varas. Pero al retirarse del consultorio al término del
segundo día, el doctor Erickson comentó que disfrutaría con mi colabo­
ración. Fue un momento de orgullo; me erguí en todo mi metro y medio
de estatura.
Pocos días después me preguntó si sabía dibujar. Le respondí con
franqueza que ni siquiera era capaz de trazar una recta con una regla.
Me hizo copiar una ilustración que usaba en las disertaciones para sus
estudiantes de medicina. El resultado fue un esperpento, pero él dijo que
era «adecuado» y de ahí en adelante utilizó ese dibujo. Cada vez que se
lo llevaba del consultorio, me ruborizaba hasta las orejas.
El doctor Erickson me enviaba con frecuencia a tomar taquigráfica­
mente las expresiones verbales de un paciente, que luego utilizaba para
enseñar a sus estudiantes de medicina a distinguir los diferentes tipos de
problemas mentales. Una mujer, que había sido tratada en Eloise duran­
te muchos años, hablaba sin parar con palabras sueltas o frases breves
que parecían totalmente inconexas. Era una dama menuda y encantado­
ra; me habló durante varios minutos y en ese lapso pronunció tan sólo
una oración completa: «Chase e hijo es el nombre».* Habría sido fácil
suponer que la mujer había escuchado la propaganda radial del café Cha­
se and Sanborn, una marca muy publicitada por entonces, pero el doctor
Erickson fue al meollo de la cuestión: una asistente social averiguó que
la paciente, que era soltera, había tenido un hijo muchos años atrás, en
su juventud, cuando eso se juzgaba deplorable. Fue característico del
estilo de Erickson para comprender las crisis en la vida de aquellos con
quienes trabajaba y a quienes trataba.
Las personas que venían a estudiar y trabajar con él hacían que mi
empleo resultara especialmente gratificante. Los doctores y estudiantes
de medicina que lo visitaban por entonces parecían interesarse muchísi­
mo por la hipnosis y los métodos de tratamiento del doctor Erickson,
en especial con pacientes que habían manifestado recientemente algún
problema. Cada vez que se anunciaba que daría una conferencia, el lugar
designado se colmaba de gente. Siempre que les decía a sus estudiantes
que se reuniría con ellos a tal hora de la tarde o la noche, parecía correr
la voz por todo Eloise con una rapidez que aventajaba de lejos a las seña­
les de humo o los tambores de la jungla. Era asombroso. A la hora pre­
vista, la seda se llenaba no sólo de estudiantes y gente de Eloise, sino
también de una buena cuota de desconocidos. El doctor Erickson siem­
* En inglés: «Chase and son is the ñame». (N. de la T.)
17
pre ejercía un dominio increíble sobre el gentío. Como aficionada fanáti­
ca del teatro y ex empleada teatral, me maravillo cada vez que lo recuer­
do. Si lo hubiesen visto, la mayoría de los actores se habrían puesto com­
pletamente verdes de envidia.
Uno de los pasatiempos favoritos del doctor Erickson parecía atraer
el interés de muchos visitantes. Sobre el alféizar de la ventana situada
detrás de su escritorio había un grupo de vasijas de diversas formas y
tamaños, hechas por él, cada una de las cuales contenía diferentes varie­
dades de cactus. Según explicaba él, eran excelentes plantas de interior
porque los niños no las toqueteaban.
Una cena ocasional con los Erickson siempre era un acontecimiento
grato. La señora Erickson era una anfitriona encantadora y cada hijo
poseía un estilo netamente individual. Tal vez usted esté al tanto de es­
to; de ser así, sea indulgente conmigo. Los estimulaban a trabajar y aho­
rrar. Cuando estuve en Eloise, Bert y Lance cuidaban la huerta y la fa­
milia compraba sus productos; cada chico recibía una paga por sus ta­
reas domésticas y, a fin de año, un aguinaldo equivalente a lo depositado
en su cuenta de ahorros, fuera cual fuese su monto. Esta idea me ha
parecido siempre tan estupenda, que la trasmito constantemente a los
padres jóvenes que conozco.
Trabajar como secretaria del doctor Erickson fue una oportunidad
privilegiada de observar y aprender. En verdad, marcó el cénit de mi
experiencia en oficinas. Me alegra saber que su obra recibe un reconoci­
miento tan difundido —sin duda que esto se debe en mucho a los esfuer­
zos de usted— y se convertirá en una parte importante del mundo del
mañana.
La trascripción del estudio del caso de la señorita S, mecano­
grafiada por la señorita Cameron, descansó en paz en los archi­
vos de Erickson durante unos treinta años, hasta que él me la
dio para que la estudiara en privado cuando empecé a trabajar
con él, a comienzos de la década de 1970. Empero, en esos prime­
ros años simplemente fui incapaz de comprender la importan­
cia del caso y por qué Erickson se refería constantemente a él
para ejemplificar tal o cual característica exclusiva de su labor.
Mi perplejidad frente a este caso se comprenderá fácilmente a
la luz de las opiniones de Jerome Fink, doctor en Medicina, que
fue el verdadero responsable del encuentro inicial entre Erickson
y la paciente.
El trabajo de Erickson, visto por el doctor Jerome Fink
El doctor Fink fue otro integrante del pequeño grupo original
que presenció este caso de terapia; por entonces era médico resi­
18
dente. El que sigue es un informe sobre el desarrollo de la situa­
ción terapéutica:2
Fink: La paciente, la señorita S, era una estudiante de enfermería de die­
cinueve años, dotada de una inteligencia y un talento extraordinarios.
Originalmente la invité a mi casa en atención a su interés por la psiquia­
tría. El propósito de esa visita vespertina fue presenciar el comporta­
miento hipnótico y participar en él, con miras a una mejor comprensión
de la psicodinámica elemental.
Durante la conversación preliminar sobre la hipnosis, en cuya opor­
tunidad se discutieron las pautas de conducta «comunes» en estado de
trance, la señorita S dio muestras de prestar suma atención. Advertí al
punto que estaba desarrollando una trasferencia intensa y que sentía
un vivo 'deseo de ser puesta en trance. Se le dijo entonces que tendría
el honor de ser la primera sujeto.
Se le indujo fácilmente un trance profundo por el método de levita-
ción de la mano y, como disponíamos de poco tiempo, se la introdujo
con presteza en los diversos fenómenos hipnóticos. A menudo, los suje­
tos menos capaces se rehúsan a cooperar cuando no se les asigna el tiem­
po adecuado. Si el sujeto era novato, yo acostumbraba permitirle escri­
bir algo durante su primera experiencia de trance. La mayoría de los
sujetos se abstienen de escribir cualquier cosa que pueda revelar un anti­
guo conflicto; por ejemplo, suelen escribir su nombre. En cambio, la se­
ñorita S escribió «Esta maldita guerra». Para evitar una confrontación
psicodinámica prematura, se le retiró el papel y se la despertó con la
sugestión de que olvidara lo ocurrido durante ese trance. También que­
dó demostrado, para asombro de la sujeto, que era capaz de escribir auto­
máticamente. Este último hecho pronto habría de adquirir un valor adi­
cional para la paciente.
Algunos días después me encontré con la señorita S en una sala del
hospital y ella me interrogó al instante acerca de lo acontecido en su
período de amnesia. Me limité a responderle con evasivas y frases indefi­
nidas. Ella insistió en su interrogatorio, al que añadió una declaración
aparentemente inconciente de su «miedo al agua», por lo que sospeché
que este era un ruego indirecto de su inconciente que así solicitaba trata­
miento psicoterapéutico. Le hice varias preguntas, expresadas de mane­
ra tal que sólo resultaran comprensibles para su personalidad inconcien­
te, y sus respuestas confirmaron mi sospecha. Poco después me abordó
su amiga, «Ann Dey», quien me trasmitió su pedido de una segunda ex­
periencia hipnótica vespertina.
Convinimos la cita e introduje en la situación al doctor Erickson por­
que yo no pertenecía al cuerpo médico estable del hospital, sino que era
un facultativo residente, y esta joven se me había presentado inopinada­
2 Estos cdmentarios resumen lo dicho por el doctor Fink en varias conversa­
ciones mantenidas con Ernest Rossi y Margaret Ryan.
19
mente con un caso de fobia. Yo había trabajado con Milton todos los
años desde que cursé el segundo año en la Facultad de Medicina. Bajo
sus auspicios, había dado clases de hipnosis a estudiantes del último año
cuando era sólo un estudiante del penúltimo año. Milton y yo éramos
muy, pero muy unidos.
Siempre experimenté cierta necesidad de ser aceptado y adquirí una
pericia excepcional en hipnosis, probablemente por sus características
tan impresionantes, Luego, los demás empezaron a apodarme Svengali
y a temerme mucho, pues pensaban que en mi roce con Erickson él me
estaba trasmitiendo su intuición y yo podía «adivinarles el pensamien­
to». Hubo una gran agitación dentro de nuestro grupo psicoanalítico y
el mensaje fue: «Si quieres ser psicoanalista, más te valdría rechazar a
Erickson». No tengo tiempo para entrar en detalles, pero el conflicto aca­
rreó finalmente la disolución de la sociedad psicoanalítica de Detroit.
Ryan: ¿Se oponían a la personalidad de Erickson o al tipo de trabajo
que hacía?
Fink: Creo que se oponían a su modo de trabajar. Era tan intuitivo. . .
Recuerdo que con ocasión de una visita que hice a la Clínica Menninger
para disertar ante un grupo de estudiantes de medicina, el jefe del cuer­
po médico me dijo que Erickson era detestablemente intuitivo. Me contó
que él se había pasado tres meses estudiando un caso; llegó a la conclu­
sión de que la paciente sufría de esquizofrenia catatónica. Durante una
visita a la clínica, Erickson la examinó treinta segundos y dijo: «Y bien,
esta muchacha es una esquizofrénica catatónica». Le pregunté cómo ha­
bía llegado Erickson a esta conclusión y él me respondió citando la expli­
cación de aquel: «Tal vez hayan advertido que esta muchacha movía in­
concientemente su pulgar desde la palma de la mano hasta la punta de
sus dedos. No sabía dónde estaban los límites de su yo. No sabía si ella
terminaba en sus codos o fuera de su cuerpo».
Durante la Segunda Guerra Mundial, trabajé con Erickson como miem­
bro del cuerpo de examinadores psiquiátricos de la junta de enrolamien­
to del Ejército y vi muchísimos casos como ese. Su intuición era esplén­
dida pero, para ser sincero, no creo que en esa etapa de su carrera estu­
viera tan organizado en su vida profesional que fuera conciente de todos
los detalles que se examinan en la presentación de este caso, tal como
los discute con Rossi en el libro.
Ryan: Usted cree que Erickson estaba haciendo algo que sabía hacer en
un nivel intuitivo. Después se puede discutir el hecho a posteriori desde
cualquier punto de vista teórico, pero eso no significa que Erickson lo
haya visto así en aquel momento.
Fink: Exactam ente. Eso es exactamente lo que sucedió.
Ryan: En suma, Erickson hizo mucho de lo que dijo haber hecho, sólo
que no obró así por las razones que todos imaginan p ost hoc.
Fink: ¡Exactamente! Retrospectivamente, todos parecen tener una vi­
sión perfecta. La dificultad que sentí al leer la trascripción de este libro
fue que en muchos, muchísimos momentos, el doctor Rossi preguntaba:
«¿Usted hizo tal y tal cosa?». Y Erickson respondía: «Ajá». A mi modo
20
de ver, es muy posible que Erickson nunca hubiera considerado las co­
sas desde cierto punto de vista hasta que Rossi se lo preguntó y enton­
ces contestó que sí.
Erickson me dio esta pila de trascripciones entre el I o de julio de
1945 y el I o de mayo de 1946. (Se refiere a los originales en que se basó
ese libro.)
Ryan: ¿Le parecieron representativas de lo ocurrido en las sesiones? ¿O
le parecen falseadas?
Fink: Aún no estoy del todo seguro. Hay un pasaje al comienzo de la
trascripción en que el doctor Rossi pregunta: «¿Realmente hizo estas co­
sas con un propósito preconcebido? ¡¿Por qué?! ¡No puedo creer que ha­
ya hecho realmente esto! Llevo ya siete años estudiando con usted, y
todavía me cuesta creer que no se está burlando de mí con toda clase
de intrincadas intelectualizaciones p ost hoc acerca de un caso como este.
Sin embargo, tenemos aquí, frente a nosotros, esta evidencia que data
de hace más de treinta años. ¿Por qué me cuesta tanto creer en ella?».
Pienso que el doctor Rossi hizo bien al atreverse casi a cuestionar
al Maestro. Creo que Erickson siempre experimentó esta necesidad de
tener razón en todo momento y, en mi opinión, Rossi «daba en el blan­
co»* con su sentimiento de duda. Muchas de las psicodinámicas discuti­
das eran intelectualizaciones p ost hoc. Erickson era un tipo excepcional­
mente intuitivo y no cabe duda de que curó a esta muchacha. Lo que
cuestiono es que lo previera de verdad todo.
Conocí muy bien a Erickson cuando él era más joven. El y Betty vi­
nieron a nuestra casa infinidad de veces, en visita social. Fui su protegi­
do durante unos cuatro años. En 1942, siendo yo un estudiante de se­
gundo año de la Facultad de Medicina, Erickson empezó a dictarnos cla­
ses sobre hipnosis. Llegamos a conocernos muy bien y, por decirlo así,
él me tomó bajo su ala.
Siempre me ha sido imposible entrar en un trance hipnótico; tengo
un bloqueo absoluto. Erickson hizo varios intentos muy serios, incluidos
uno o dos con mi consentimiento, pero por alguna razón nunca pude en­
trar en trance con él. Ignoro por qué. Supongo que tenía mucha resisten­
cia, mucho descreimiento. Llegué a ser un buen operador, pese al hecho
de no poder entrar en trance para nadie.
Este libro me parece muy meritorio, pero es preciso tomar «con una
pizca de sal» algunos de los conceptos desarrollados en él. Como ya dije,
Erickson era excepcionalmente intuitivo pero no pudo haber imaginado
todas las psicodinámicas en ese momento y en forma conciente. Nunca
había visto a la sujeto antes de la primera sesión prolongada.
Ryan: ¿Es posible que a pesar de ello algunos de los conceptos desarro­
llados en este libro tengan validez? Dejando a un lado que tuviera con­
ciencia de ellos o no, aún queda la posibilidad de que los pusiera en prác­
tica en un nivel intuitivo.
* Fink hace aquí un juego de palabras intraducibie con «to be right» (tener
razón) y «to be right on» (ir derecho a, apuntar directamente a). (N. de la T.)
21
Fink: ¡Oh, de eso no hay duda! Operaba de ese modo, ¡pero creo que
era el único hombre, en todo el país, capaz de operar así!
Esta entrevista franca y atractiva con el doctor Fink pone de
relieve las limitaciones de cualquier análisis post hoc de un caso.
Simplemente no sabemos hasta qué punto el compromiso tera­
péutico altamente intuitivo de un clínico brillante se puede com­
prender a la luz de un análisis cognitivo posterior. De hecho, mu­
chas investigaciones de reciente data indican con firmeza que las
posteriores explicaciones racionales de «hemisferio izquierdo» son
simplemente historias tendientes a darle un sentido confortador
—sea cual fuere— a los procesos no concientes de «hemisferio de­
recho» (Gazzaniga, 1985). Aun teniendo presentes estas limita­
ciones, he persistido en mis esfuerzos por comprender el enfoque
ericksoniano.
La técnica del Hombre de Febrero
Entre 1973 y 1981 fui coautor, junto con Erickson, de varios
artículos (Erickson y Rossi, 1974, 1975, 1976, 1977, 1980) y tres
libros (Erickson, Rossi y Rossi, 1976; Erickson y Rossi, 1979,
1981) sobre hipnoterapia. Asimismo, edité cuatro volúmenes de
sus artículos completos (Erickson, 1980). A lo largo de este perío­
do fui penetrando cada vez más en sus formas de pensar y, poco
a poco, pude comprender parte de los vastos alcances de lo que
él llamaba «la técnica del Hombre de Febrero». En 1979 publica­
mos una versión abreviada del caso como capítulo final de nues­
tro libro Hypnotherapy: An Exploratory Casebook. En ese ejem­
plo, puse de relieve el modo en que Erickson había utilizado al
Hombre de Febrero para abrir el camino hacia la creación de una
nueva identidad y conciencia de sí en pacientes que, en su tem­
prana infancia, habían experimentado varios niveles de destitu­
ción. Este enfoque implicó un rebasamiento significativo de to­
das las formas de terapia precedentes, centradas en el análisis
y la reelaboración de problemas psicológicos a partir del pasado.
Con estos antecedentes preparatorios, estuve finalmente en
condiciones de explorar con mayor detenimiento las cuatro sesio­
nes presentadas en este volumen. Erickson y yo grabamos unas
quince horas de comentarios sobre estas cuatro sesiones,3 exa­
3 Estas cintas magnetofónicas están disponibles, para su investigación y es­
tudio, en la Milton H. Erickson Foundation, :)60(> N. 24th St„ Phoenix, Arizona,
85016 - Estados Unidos de Nortoanióricu.
22
minando cada palabra, cada frase, cada oración, con una minu­
ciosidad reiterativa y tediosa, a fin de asegurar una comprensión
adecuada de las sutilezas de sus métodos. Otros profesionales for­
mados por Erickson (Marión Moore, Robert Pearson, Sandy Sil-
vester) participaron de manera casual e intermitente en tal o cual
sesión de comentario; hacían preguntas y aportaban sus puntos
de vista a nuestro proceso de comprensión creciente. Corregí es­
tos comentarios y, en una segunda serie de sesiones de comenta­
rio, leí la mayoría de ellos a Erickson para que él formulara las
aclaraciones finales y diera su aprobación definitiva.
Esta versión del texto original se completó entre la primave­
ra y el otoño de 1979, o sea, el año anterior al fallecimiento de
Erickson. Habría sido nuestro cuarto libro escrito en colabora­
ción. Sólo necesitaba una introducción para darle una forma ade­
cuada, como requisito previo a su publicación, pero la muerte de
Erickson en la primavera de 1980 me sumió en un estado de due­
lo y no pude mirar el original por otros ocho años. Durante ese
lapso estuve ocupado en lo exterior en la sosegada tarea de coe­
ditar una serie de volúmenes sobre los seminarios, talleres y con­
ferencias de Erickson (Rossi y Ryan, 1985, 1986; Rossi, Ryan y
Sharp, 1984) y en hacer unas pocas incursiones independientes
en la psicobiología de lo que Erickson denominó la base psico-
neurofisiológica de la hipnosis terapéutica (Rossi, 19866; Rossi
y Cheek, 1988).
Pero, en lo interior, tuve una serie de sueños en los que Erick­
son siempre se me aparecía como un maestro de unos cuarenta
o cincuenta años. Esto era sorprendente, por cuanto sólo lo cono­
cí cuando ya era septuagenario, pero aquella era la edad que te­
nía Erickson en la época en que creó la técnica del Hombre de
Febrero y ofreció las conferencias, seminarios y talleres que yo
editaba a la sazón. Al parecer, lo más recóndito de mi mente asi­
milaba las enseñanzas de Erickson que databan de esa etapa más
temprana de su carrera, antes de que yo lo conociera.
En 1987 pude retornar finalmente a este texto original con
una perspectiva renovada, ávido de averiguar si aún tenía senti­
do y contenía algo de valor para una nueva generación de estu­
diantes abrumada por el cúmulo de libros y artículos publicados
recientemente sobre Erickson. A medida que repasaba este testi­
monio de su pensamiento cuidadoso y matizado, me di cuenta
de que este volumen podría ser un correctivo importante para
quienes describen el trabajo de Erickson como algo totalmente
intuitivo e idiosincrásico. Sin duda, fue intuitivo en el sentido de
que confiaba a menudo en sus asociaciones inconcientes espontá­
23
neas para iniciar la exploración psicodinámica de un caso nuevo.
Hasta podría dar la impresión de haber sido idiosincrásico en al­
gunos de sus métodos poco ortodoxos de disponer «experimen­
tos de campo» con el fin de evaluar la realidad fenomenológica
de la experiencia hipnótica. Pero Erickson siempre insistió en que
sus procedimientos verbales y no verbales destinados a facilitar
experiencias hipnóticas, preparados con esmero, eran esencialmen­
te racionales en tanto recurrían a la individualidad y a los poten­
ciales singulares del paciente. Los comentarios de Erickson con­
tenidos en este volumen son un testamento de la profundidad y
la naturaleza innovadora de su pensamiento y su práctica tera­
péutica, con esta técnica específica que procura expandir la con­
ciencia de sí y abrir el camino hacia el desarrollo de una nueva
identidad en hipnoterapia.
24
Sesión I. Primera parte 1
Enfoques de hipnosis terapéutica
Las primeras secciones de esta presentación son muy difíciles
de apreciar cuarenta años después de su registro taquigráfico.
La mera trascripción de las palabras —sin los tonos de voz y los
ademanes que imprimían matices importantes al significado de
los chistes, acertijos y juegos contenidos en estas secciones— re­
sulta muy desconcertante. El propósito general de esta conver­
sación inicial entre Erickson, el doctor Fink y la sujeto es atraer,
motivar y comprometer la atención de ella en forma indirecta (pri­
mera etapa de la microdinámica de inducción del trance, Erick­
son y Rossi, 1976/1980) para luego despotenciar sus disposicio­
nes concientes habituales por medio de la confusión, el cambio
de los marcos de referencia, la distracción, la sobrecarga cogniti-
va y los non sequitur (segunda etapa de la microdinámica de in­
ducción del trance). Si el lector se siente confundido y abrumado
en sus intentos de hallar un sentido a estas primeras secciones,
sólo le queda el consuelo de considerar cuánto más perpleja debe
de haberse sentido la sujeto. . aunque ella trata de mantener una
actitud valiente frente a la violenta embestida verbal asociativa
de la que ella es, a la vez, centro y objeto.2
1.0 Confusión: juegos y acertijos asociativos tendientes a iniciar
el aprestamiento para la respuesta y el proceso hipnótico
Erickson: . . .Apartándonos de las valvas de berberecho, ¿le gus­
ta Gene Autry?
1 Presentes en 1945, en esta Primera parte de la Sesión I: doctor Milton H.
Erickson, doctor Jerome Fink, señora Fink, la sujeto (también llamada «señorita
S» y «Jane») y su amiga, la «señorita Dey». Presentes en los comentarios de 1979:
doctor Milton H. Erickson, doctor Ernest L. Rossi y doctor Marión Moore.
2 Las palabras u oraciones en negrita son recogidas en los comentarios de 1979
y 1987.
25
Fink: Por cierto que debería ser capaz de montar a caballo igual
que él.* ¿O acaso eso no tiene sentido común? ¡He salido con mal
pie! ¿Que si me gusta Gene Autry?
Erickson: ¿Qué tiene que ver eso con un jardín?
Fink: Bueno, aporta fertilizante a un jardín.
Erickson: ¿Cómo pasa de volteado a jardín y a Gene Autry?
Fink: Es absolutamente esquizoide.
Erickson: ¿La puede tararear? [El doctor Fink tararea Drifting
Along with the Tumbling Tumbleweed.]
Fink: Voltear. rodante planta rodadora. . . Gene Autry.
Erickson: Sí, eso es. El no está rodando. Pregunté por su jardín. . .
Gene Autry canta The Tumbling Tumbleweed.
Fink: Es una canción inolvidable.
Erickson: No es una canción. . . ¡sólo es harina de otro costal!
Sujeto: ¿¡Y yo que trataba de relacionarlo con . . .!? [Se bloquea,
confundida.]
Fink: Y sin embargo se me escapó.
Erickson: Estoy muy seguro de que él no lo recuerda. Y la obser­
vación de usted debería haberle refrescado la memoria, pero su
memoria no fue refrescada. Por consiguiente, él no la oyó. [La
sujeto se acerca más a la señorita Dey.]
Fink: Bueno, esta vuelta lo perdí yo.
Sujeto: ¿Qué está haciendo ella?
Fink: Está escribiéndole una carta a una amiga.
Rossi: [En 1987]3 La sesión comienza con una conversación
aparentemente ajena al caso, en la que Milton Erickson pre­
gunta al doctor Fink si le gusta Gene Autry (un vaquero can­
tor que gozaba de popularidad por aquel entonces).
El doctor Fink replica con vivacidad, pero sus retruécanos
acerca del sentido común y de salir con mal pie son malos.
Erickson introduce entonces un juego asociativo y pregunta
estos non sequitur: «¿Qué tiene que ver eso con un jardín?»
y «¿Cómo pasa de volteado a jardín y a Gene Autry?».
No obstante, el resultado de este primer juego de palabras
salta a la vista de inmediato en el efecto que produce en la
conciencia de la sujeto: es evidente que está confundida, pero
* El siguiente juego mental sigue básicamente estas asociaciones: «horse» (ca­
ballo) —» «horse sense» (sentido común) —> «tumble» (rodar, voltear, volcar una
carga) —» «tumbleweed» (planta rodadora de las praderas) —►«a horse o f another
color» (harina de otro costal). (N. de la T.)
3 Los comentarios escritos por Rossi en 1987 se indican con la fecha entre
corchetes: (En 1987).
26
no se da cuenta de que Erickson le provoca esa confusión in­
directamente. Se diría que Erickson ni siquiera se dirige a ella;
sabe que los escucha, pero actúa como si sólo entretuviera la
atención del doctor Fink.
La sujeto pronto da muestras de tratar de unirse al des­
concertante juego asociativo que se desarrolla en torno de ella,
cuando exclama «¡Y yo que trataba de relacionarlo con. . .!»
y se bloquea, indicando con ello que está confundida; y este
es un estado ideal para iniciar la hipnosis, porque evidente­
mente su atención se centra en la dinámica progresiva que es­
tá iniciando Erickson y, sin embargo, necesita una orienta­
ción esclarecedora que espera recibir de Erickson o del doctor
Fink. Esta necesidad de un esclarecimiento indica que ahora
se encuentra en un estado de aprestamiento para la respues­
ta: está lista para responder mediante la aceptación de cual­
quier sugestión o sugestiones esclarecedoras. Erickson consi­
dera que este estado de aprestamiento para la respuesta es
una preparación ideal para iniciar una experiencia hipnotera-
péutica.
1.1 Preguntas, confusión, sensación de no saber y non sequitur
tendientes a facilitar la microdinámica de inducción de trance
Erickson: ¿De qué color es eso pardo?
Sujeto: No tengo la menor idea. Lo único que sé es que eso es
pardo [brown].
Erickson: ¿Qué estudio se mencionó?*
Fink: Evidentemente un estudio en pardo.
Sujeto: Me alegra saber qué significa esa palabra.
Erickson: ¿Quién se halla profundamente ensimismado [in a brown
study]?
Fink: Yo. Es un pardo oscuro y ondulante.
Sujeto: ¿Eso significa algo?
Erickson: No. Simplemente está fascinado por el sonido de las
palabras.
Señora Fink: Doctor Erickson, ¿cómo puede engañar [tell brown]?
* Aquí juegan con «study» (estudio, despacho, meditación) y la expresión
idiomática «£o be in a brown study» (hallarse profundamente ensimismado) que
podría significar «estar en un despacho pardo». Además, en la última respuesta
de la sujeto, «blocks» puede querer decir indistintamente «cuadras» o «bloqueos».
(.N. de la T.)
27
Erickson: Fue fácil hacerlo, después que me lo presentaron for­
malmente.
Fink: Fue una especie de verde bilioso.
Erickson: ¿Por qué la desafió Jerry con la escritura automática?
Sujeto: Aquí debo inventar una respuesta apropiada.
Erickson: Démosle a Jerry una ayuda excelente. ¿Cuál fue mi pre­
gunta?
Sujeto: No creo poder ayudarlo. Me perdí tres o cuatro cuadras
más atrás.
Rossi: Aunque resulte difícil seguir estos pasajes, hay un punto
sobradamente claro. La sujeto vuelve a admitir su confusión
cuando dice «Me perdí tres o cuatro cuadras más atrás». Aquí
vemos el comienzo de las cinco etapas típicas de la microdiná-
mica del trance y la sugestión (Erickson y Rossi, 1976/1980,
1979):
1. su atención ha sido centrada en los temas que usted
[Erickson] está introduciendo;
2. sus disposiciones mentales habituales han sido despo­
tenciadas y queda confundida al tratar desesperadamente de
seguir el hilo de la conversación;
3. es lanzada a búsquedas interiores creativas dentro de
su propia mente, sin que lo advierta;
4. las búsquedas interiores activan procesos inconcientes
que, a su vez,
5. establecen un estado de aprestamiento para una respues­
ta hipnótica creativa.
En este contexto, ciertamente, produce usted la primera
alusión al futuro trabajo hipnótico, cuando pregunta: «¿Por
qué la desafió Jerry con la escritura automática?». La sujeto
responde con perplejidad («Aquí debo inventar una respuesta
apropiada») y usted aumenta al punto su confusión presen­
tando un nuevo non sequitur acerca de ayudar al doctor Fink
y contestar su propia pregunta.
Erickson: ¡Parece que en cada vida entra una cuota de confu­
sión, y también una cuota de esclarecimiento!
Rossi: La confusión es necesaria para quebrar las limitacio­
nes aprendidas por la paciente, a fin de que lo nuevo pueda
ser acogido por su conciencia. En la siguiente sección usted
prosigue con esta técnica de desconcierto; se vale de una serie
de preguntas y formulaciones que provocan una sensación adi­
cional de no saber. A su vez, esta sensación activa los proce­
sos inconcientes de búsqueda interior que pueden suscitar la
respuesta hipnótica de la escritura automática.
28
1.2 Enigmas, acertijos y sobrecarga cognitiva; activación de los
potenciales de la sujeto; la ética de los «juegos mentales»
Fink: Este no es un pardo cálido, ¿verdad?
Erickson: Le daré la ayuda que necesita; sólo tiene que tomarla.
Aqui la tiene: San Pedro debería pescar halibut. ¿Por qué?*
Señorita Dey: Dejaremos que usted lo deduzca. Eso le dará las
pistas.
Fink: ¿Me completaría dos letras faltantes?
Sujeto: Ahora se hace la luz. Es tan simple. . . ¿verdad?
Erickson: Me equivoqué, Jerry.
Fink: Tal vez debería ser San Andrés.
Erickson: Me equivoqué. Corregiré mi error, pero si lo hago aho­
ra revelaré seguramente el enigma.
Sujeto: ¿Lo dejará seguir así?
Erickson: Algún pobre muchacho gritó desde el otro lado del des­
filadero «¿Por qué?».
Sujeto: Ahora yo también lo veo claro.
Erickson: Mary, si estás sufriendo tanto, te llevaré a la cocina
y te lo explicaré.
Fink: Por eso él es un genio y yo no lo soy.
Señorita Dey: ¿Es verdaderamente un enigma, no?
Fink: ¿Contestaría una pregunta?
Erickson: Sí.
Fink: ¿Me está dando las letras que componen la palabra?
Erickson: Ya he respondido a su pregunta. Me preguntó si con­
testaría una pregunta y dije «Sí». ¿Admite eso?
Fink: Sí, ¡vaya si lo admito! Veamos, ¿cómo puedo decirlo de otro
modo? ¿Cada palabra da la pista de una letra?
Erickson: ¿Creen ustedes que él trata de hacerme responder a una
segunda pregunta, ahora que ya he contestado una?
Fink: ¡Ajá!
Erickson: Correcto. Ahora bien, ¿cuánto se retrasó ese tren?
Fink: Unos veinte minutos.
Erickson: Pensé que usted nunca daría en la tecla.
Fink: ¡Es tan simple! ¿Eso significa algo que es muy importante,
relacionado con algo que en este momento debería saberse?
Sujeto: ¡Dios! ¡Guau! ¡Conteste esa!
* En inglés: «Sí. Peter ought to catch halibut. Why?». Las iniciales de las pa­
labras de la oración y la «y» de «why» forman casi la palabra enigma, «splotchy»
(emborronado). Erickson propone finalmente una variante que incluiría la «1» fal-
tante: «St. Peter's lady » (la esposa de San Pedro . (N. de la T.)
29
Fink: Usted la contesta.
Erickson: [Toma una tablilla con un sujetapapeles.] Pero el que
miraba era usted.
Fink: La palabra era «emborronado».
Erickson: Bien, ¿y eso qué tiene que ver con esta página?
Fink: ¡Oh, caramba!
Erickson: ¿Cómo describiría esa página?
Fink: Quiere decirme que en todo este tiempo en que traté de de­
ducir esa palabra. . .
Erickson: Con esa oración, yo sólo le describía la apariencia de
la página; usted está todavía allí, y no aquí.
Fink: ¡No, ahora estoy exactamente allí!
Erickson: Muy bien. Y ahora, ¿qué tiene que ver eso con Ella Fink?
Fink: Supongo que ambos somos unas bestias.
Erickson: Esto fue simple.
Fink: Muy simple.
Erickson: ¿Le gustó su proceso deductivo?
Sujeto: Fue hermoso.
Señorita Dey: ¿Por qué tomó la s y la t de saint y dejó el resto?
Fink: St. es la abreviatura de saint.
Erickson: Utilicé la forma St. Peter para recordarle el enigma.
Empecé y terminé con el recordatorio para embarullar sus pensa­
mientos.
Fink: Yo estaba siguiendo la pauta que usted había aplicado allí.
Erickson: Ahí había cuatro cosas en juego. Por eso no lo pudo
deducir. Si tan sólo se me hubiera ocurrido la oración «La esposa
de San Pedro debería pescar halibut», tal vez usted lo habría pes­
cado.
Fink: San Pedro no tenía esposa. ¡Si la hubiese tenido, reinaría
en el otro imperio!
Señorita Dey: ¿Tiene pruebas de eso?
Fink: No, y tampoco me interesa llevar más adelante esa afirma­
ción.
Sujeto: Todavía quiero conocer ese detalle de cuatro letras.
Erickson: Constantinopla es una palabra larga, ¿puede deletrear­
la? ¿«Esto» significa algo? Hay cuatro letras, ¿no es así?
Sujeto: Es tan simple. . . una vez que alguien nos lo ha resuelto.
Fink: Esto fue muy bueno.
Erickson: Esta noche ha trabajado con muy buena voluntad,
Jerry.
Sujeto: Por supuesto, está bromeando.
Erickson: Apuesto a que no parece ser así.
Sujeto: No, no lo parece. Sin embargo, es tan com plicado. . .
30
Rossi: [En 1987] En esta sección se llega a tal grado de confu­
sión y non sequitur que uno tiene la sensación de asistir a un
juego de ping-pong mental bastante caótico. Podemos detec­
tar una sensación lúdica mientras observamos el alegre ir y
venir de Erickson entre el doctor Fink y la sujeto. En verdad,
una parte nada pequeña de su encanto residia en su costum­
bre de contar a la gente, en momentos cuidadosamente elegi­
dos, la técnica que empleaba para practicar los juegos menta­
les al mismo tiempo que los practicaba. Mientras ofrecía es­
tas explicaciones, su rostro solía tener una expresión más bien
dulce, pero a la vez muy alerta e inquisitiva. Como siempre,
había muchos niveles de significado en su conducta y él acos­
tumbraba observar con detenimiento aquellos que el sujeto
aprehendía.
En un nivel, se divertía de veras participando en juegos
mentales que descolocaban los procesos asociativos de las per­
sonas, llevándolos de aquí para allá por caminos que solían
ser indiscernibles para ellas. En otro nivel, estos juegos cons­
tituían una forma importante de la experimentación de cam­
po,4 en la que exploraba la naturaleza de la conciencia de sí
y el proceso hipnótico. En un tercer nivel, sus explicaciones
aparentemente ingeniosas sobre el modo en que manipulaba
los procesos asociativos del sujeto eran una demostración cla­
ra y generosa de su destreza: si el sujeto deseaba continuar
el juego, su propia expectativa y su confianza en Erickson po­
tenciarían aún más los pasos siguientes del proceso hipnótico.
Este es un ejemplo interesante de nuestras concepciones,
todavía en elaboración, acerca de lo que podría llamarse la éti­
ca de los juegos mentales. Un principio básico de esta nueva
ética exige que el sujeto se percate de algunas de las técnicas
en uso y haya accedido a someterse al proceso con propósitos
preestablecidos.
Cuando Erickson describe cómo «empecé y terminé con el
recordatorio para embarullar sus pensamientos», da un ejem­
plo de lo que posteriormente hemos denominado amnesias es­
tructuradas:5 todas las asociaciones que vienen a la mente en­
tre el recordatorio inicial y el final tienden a perderse en una
laguna amnésica, de manera tal que el pensamiento conciente
del oyente queda confundido y despotenciado.
4 Véase Erickson (1964/1980).
5 Véase Erickson y Rossi (1974/1980).
31
Cuando la sujeto cierra esta sección, desconcertante pero
ti Iii ve/, lancinante, con el comentario «Sin embargo, es tan
«■oinplicado», admite su estado de sobrecarga cognitiva. Esta
Ni'cción i««, por cierto, un ejemplo de los extremos en aparien­
cia irascibles y tediosos a los que solía llegar Erickson en su
empleo de enigmas, acertijos y juegos asociativos arcanos.
Obraba así porque reconocía la importancia de confundir los
procesos mentales concientes del sujeto, y activar al mismo
tiempo aquellos procesos asociativos inconcientes que produ­
cirían el eventual trabajo hipnótico. Más aún, Erickson afir­
mó repetidas veces que tal estado de activación interna —en
el que los potenciales del sujeto eran activados hasta un um­
bral de trabajo terapéutico— era el ideal de su técnica hipno-
terapéutica.6 Este punto de vista contrasta marcadamente con
la noción errónea, aunque todavía generalizada, de que la hip­
nosis es un estado de franquía en blanco en el que el sujeto
se convierte en un autómata pasivo, a merced de las sugestio­
nes y programaciones del hipnotizador.
1.3 Pregunta, insinuación y autointerrogación que convocan in­
directamente una temprana disposición de aprendizaje para faci­
litar la escritura automática
Erickson: ¿Qué le ocurre a su mano? Se alzó verticalmente de su
regazo. . . ya se acerca más al lápiz.
Sujeto: Aquí una ni siquiera puede tomarse un respiro.
Erickson: Claro que puede. Inténtelo.
Sujeto: De acuerdo. Conque tomé el lápiz. . . ¿y qué? Anoche ella
me hizo levantar y mirar el despertador. ¡Me puse tan furiosa!
Rossi: ¿Qué pasaba realmente cuando usted le preguntó qué
le ocurría a su mano? ¿Simplemente estaba elevándose en un
movimiento al parecer casual, y usted aprovechó la oportuni­
dad al vuelo para comentar que el movimiento podría indicar
que la mano se acercara al lápiz para escribir automática­
mente?
Erickson: Sí.
Rossi: Con sólo formular esa pregunta, con la mera insinua­
ción de que tal vez, sin darse cuenta, ella estaba haciendo un
6 Véase Erickson y Rossi (1979), capítulo 1.
32
movimiento inconciente hacia el lápiz, usted inicia una confu­
sión que tenderá a despotenciar su conciencia de si y allanará
el camino hacia el modo hipnótico, dentro del cual ella debe
limitarse a esperar que se produzcan las respuestas automáticas.
Marión Moore, doctor en Medicina: Eso siempre hace que el
paciente se pregunte por lo que ve el doctor Erickson sin que
él lo perciba aún.
Rossi: Sí, las preguntas que la mente conciente del paciente
no puede responder con facilidad sirven para activar procesos
inconcientes.
Erickson: Una criatura empieza a aprender en el momento en
que oye algo: se pregunta por lo que dicen, por lo que signifi­
ca, y así sucesivamente.
Moore: Emprende una búsqueda interior para hallar un signi­
ficado a lo que se dice.
Rossi: Con este tipo de preguntas, usted además convoca una
disposición temprana que se remonta directamente a los dos
primeros años de vida.
1.4 Preguntas que evocan recuerdos; expectativa que provoca una
impresionabilidad automática
Erickson: Lo que suceda a continuación se referirá a algo ajeno
a esta habitación.
Sujeto: ¿Qué se pretende que haga?
Erickson: ¿Qué dije?
Sujeto: [Tras una pausa.] Es un lápiz muy bueno. [Silencio abso­
luto.] Siempre me deja maravillada. Qué proceso tedioso, ¿no?
Erickson: Un buen trabajo debe hacerse despacio.
Sujeto: Tendré que pedirle a él que venga a hablarles a los super­
visores. Sé lo que dirá. Dirá que sí. Es tan complicado. . . Tanto
trabajo para arrancarle un sí. [Ella se refiere a su escritura auto­
mática.]
Erickson: ¿Qué cree que significa?
Sujeto: Me rehúso a contestar esa pregunta. No creo que signifi­
que nada.
Erickson: Se rehúsa a contestar eso. Quiere saber, ¿no?
Sujeto: Por supuesto.
Erickson: Cuando digo «Lo que suceda a continuación se refe­
rirá a algo ajeno a esta habitación», convoco recuerdos que
ella no adquirió en esta habitación.
33
Rossi: ¿Esa es su verdadera intención al formular tal aserto:
convocar indirectamente recuerdos no relacionados con esta
habitación?
Erickson: Sí.
Rossi: Ella pregunta entonces «¿Qué se pretende que haga?»,
y usted responde con otra pregunta, «¿Qué dije?», que activa
una nueva búsqueda interior. Esto acrecienta la confusión y
obliga a la sujeto a interrogarse a sí misma sobre lo que usted
dijo primeramente. ¿Esto sugiere además una duda acerca de
ella misma y, de ese modo, despotencia aún más sus disposi­
ciones concientes?
Erickson: Ajá.
Rossi: Usted observa su mano con mucha paciencia, en una
actitud de expectativa interesada, esperando que haga otros
movimientos automáticos. Ella comenta que es un «proceso
tedioso», pero usted lo refuerza positivamente con la perogru­
llada de que «un buen trabajo debe hacerse despacio». Ella
no puede discutírselo y, por eso mismo, también debe aceptar
la implicación de que está haciendo un «buen trabajo», que
presumiblemente culminará en la escritura automática. En­
tonces comenta con cierta impaciencia que ella sabe que todo
ese trabajo terminará en que su mano responda que sí. Usted
le pregunta qué significa eso, pero ella levanta rápidamente
una defensa: se rehúsa a responder y le niega todo significa­
do. Usted admite esta verdad vivencial de ella pero, aun así,
procura motivarla valiéndose de su curiosidad natural y le pre­
gunta: «Quiere saber, ¿no?». Al responder «Por supuesto», ella
revierte de hecho su actitud anterior de negar todo significa­
do a la escritura automática; es probable que en este momen­
to se encuentre totalmente abierta, lista para recibir un nue­
vo significado.
Erickson: Sí.
1.5 Pregunta tendiente a facilitar aún más la escritura automática
[La sujeto escribe «sí» con la lentitud y vacilación características
de la escritura automática.]
Erickson: Le haré una pregunta y usted me dará la primera res­
puesta que se le ocurra. Ese «sí», ¿es una contradicción de algo
que usted ha dicho?
Rossi: Usted no sabe realmente si este «sí» contradice algo que
ella ya ha dicho. Tan sólo inicia un nuevo proceso de búsque­
34
da interior tendiente a facilitar aún más la escritura automá­
tica.
Erickson: Sí.
1.6 Contradicción y confusión en el nivel conciente para profun­
dizar automáticamente la búsqueda interior y el estado de trance
Sujeto: Diré que no.
Erickson: Esta vez responda con una sola palabra. ¿Es una con­
tradicción de algo?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Se relaciona con algo que usted ha dicho?
Sujeto: Sí. Eso no tiene sentido.
Erickson: ¿Lo dijo fuera de aquí, en otro lugar?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Sólo lo dijo aquí?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Sólo aquí?
Sujeto: No.
Erickson: El sí y el no finales se contradicen mutuamente.
Rossi: Luego, a esta altura, su mente conciente está verdade­
ramente confundida.
Erickson: ¡Así es!
Moore: Esta confusión ahonda su búsqueda interior, la que,
a su vez, profundiza automáticamente su estado de trance.
Rossi: Casi todas las preguntas y afirmaciones que hace us­
ted, en esta sección y en la siguiente, no pueden ser contesta­
das con facilidad por la mente conciente de la sujeto. Por lo
tanto, se provoca el modo hipnótico: su mente conciente y su
intencionalidad quedan en parte desconectadas, mientras ella
espera que las respuestas le lleguen desde las búsquedas y los
procesos inconcientes que se activan en su interior.
Erickson: Sí.
1.7 Nuevas contradicciones, confusiones y el doble vínculo con-
ciente-inconciente en laprofundización del trance; respuestas afir­
mativas y negativas en dos niveles; el modo hipnótico
Erickson: Lo que ha venido diciendo, ¿es la verdad, o esa contes­
tación indica la verdad con más exactitud?
35
Sujeto: Sí. Pero usted no puede pensar en nada. Yo sólo puedo
optar entre decir sí o no.
Erickson: ¿Eso se relaciona de algún modo con un dolor desde
aquí |señala el hombro de la sujeto] hacia abajo?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Se relaciona de algún modo con un dolor desde aquí
hacia arriba?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Ha olvidado algo?
Sujeto: Sí. No me pregunte qué. No lo sé.
Erickson: ¿Se relaciona con algo que usted ha olvidado?
Sujetó: Sí.
Erickson: ¿Cree haberlo olvidado?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Lo ha olvidado?
Sujeto: Sí. No tiene sentido.
Erickson: ¿No lo tiene? ¿Querría discutir consigo misma?
Sujeto: No mucho.
Erickson: ¿No sería divertido?
Sujeto: Sí.
Erickson: Veamos su respuesta a esto. ¿Tiene sentido?
Sujeto: No.
Erickson: Vea lo que escribe su mano.
Sujeto: Probablemente dirá que sí.
Erickson: Ella siempre dice lo que usted no dice.
Sujeto: Las más de las veces sé lo que va a decir.
Erickson: Note la serie contradictoria de respuestas afirmati­
vas y negativas que da a mis preguntas, a partir de «¿Ha olvi­
dado algo?». Primero contesta que sí y lo mismo responde a
mi pregunta «¿Se relaciona con algo que usted ha olvidado?»,
pero cuando continúo con «¿Cree haberlo olvidado?», dice que
no. Yo insisto: «¿Lo ha olvidado?», y ella dice: «Sí. No tiene
sentido». Ella misma admite la contradicción.
Rossi: ¿Se contradice a sí misma porque está confundida?
Erickson: Sí.
Rossi: En realidad, al estudiar este pasaje con mayor deteni­
miento, me da la impresión de que su confusión podría rela­
cionarse con su captura dentro del doble vínculo conciente-
inconciente. Responde alternadamente que sí y que no a la mis­
ma pregunta, desde dos sistemas o niveles de respuesta dife­
rentes: el conciente y el inconciente. Su respuesta afirmativa
puede ser su respuesta conciente: ella sabe que su mente con­
36
dente ha olvidado algo. Su respuesta negativa a la pregunta
«¿Cree haberlo olvidado?» puede ser la respuesta de su incon­
ciente que admite no haber olvidado nada.
Vistas en conjunto, su confusión, su búsqueda interior y
su escritura automática indican que la sujeto entra en el mo­
do hipnótico de responder sin intencionalidad conciente. . .
aunque usted no haya inducido un trance con ningún ritual
formalizado.
1.8 El uso de la sorpresa para allanar el centramiento y la bús­
queda interiores; la esencia de la hipnosis ericksoniana consiste
en despertar potenciales y soslayar las limitaciones aprendidas
Erickson: Podríamos interrumpir aquí. ¿Será sorprendida esta no­
che?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Quién la sorprenderá?
Sujeto: Usted.
Erickson: Yo.
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Usted ayudará?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Alguien más?
Sujeto: El doctor Fink.
Erickson: ¿Qué dice su mano? ¿Alguien más ayudará?
Sujeto: Probablemente dirá que sí.
Rossi: Usted ha vuelto a centrarse en los procesos internos
mediante el fenómeno de la sorpresa. Ella cree que la sorpresa
vendrá de afuera, de usted o del doctor Fink. La mayoría de
los pacientes buscan las soluciones en el mundo exterior, pero
usted le da a entender que le vendrá desde adentro, cuando
le formula sutilmente una pregunta que, en realidad, es una
declaración asertiva («Usted ayudará»). Procura abrirle aún
más el acceso a un foco de atención interior, y para ello le pre­
gunta qué dirá su mano, porque la escritura automática cen­
tra su atención en respuestas que le llegan desde adentro de
su ser. . . y allí es donde se resolverá el síntoma.
Erickson: Sí. Quiero sacarle algo que lleva dentro. Como ella
no sabe qué es y yo tampoco lo sé, hago que se contradiga
y admita que otra persona podría ayudarla. Esto implica que
ella recibirá la información, venga de donde viniere: de mí o
37
de ella. En otras palabras, trato de evitar que obtenga la in­
formación en relación con un punto de vista elegido concien-
temente. No quiero que la reciba presumiendo que proviene
del doctor Fink o de mí.
Rossi: Usted le allana el camino hacia un proceso general de
búsqueda interior que no esté influido por sus marcos de refe­
rencia concientes. La esencia de la hipnoterapia ericksoniana
no es «poner» algo en los pacientes, sino más bien evocar o
suscitar algo en ellos sin que ese algo esté influido por sus
propios marcos de referencia concientes y sus limitaciones
aprendidas. Esto es importante, porque el público en general
y muchos profesionales todavía creen que la hipnosis se usa
para controlar o programar a las personas, como si fueran autó­
matas carentes de inteligencia.
Moore: Esa es la idea equivocada que se tiene de la hipnote­
rapia.
Rossi: El propósito esencial de la hipnoterapia es provocar res­
puestas y despertar potenciales no deformados que surjan den­
tro mismo del paciente. ¿Están de acuerdo con esto?
Erickson: ¡Sí! [.Erickson narra el caso de un investigador poli­
cial que dejó de usar el polígrafo para detectar las declaracio­
nes falsas porque podía hacerlo mejor con hipnosis: hacía pre­
guntas que 1) abarcaran todas las posibilidades de respuesta;
2) provocaran confusión; 3) tuvieran en cuenta tanto las res­
puestas negativas como las afirmativas.]
1.9 Comienzo de la búsqueda indirecta de un recuerdo traumáti­
co: «ser renuente a responder»; la intuición de Erickson como res­
puesta inconciente a señales mínimas
Erickson: Podemos interrumpir allí. Querría que usted fuera re­
nuente a responder a esta pregunta: ¿hay algo en esas flores que
no le agrade?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Lo escribirá?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Conque no quiere escribir eso?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Está segura?
Sujeto: No debería decir que sí, pero lo haré.
Erickson: Quiero una promesa.
Sujeto: De acuerdo, se lo prometo.
38
Erickson: Si usted prometiese no tomar un ómnibus para regre­
sar a su casa, ¿qué haría?
Sujeto: Tomaría el ómnibus.
Erickson: Pero si lo prometiera de veras, ¿qué haría?
Sujeto: Probablemente regresaría a pie.
Erickson: Si tuviera que ir al centro de la ciudad, ¿qué haría?
Sujeto: Tomaría un taxi. . . o un tranvía.
Erickson: ¿Por qué preferiría tomar un taxi?
Sujeto: Los tranvías no me gustan mucho.
Erickson: ¿Algún otro comentario en favor de los taxis?
Sujeto: Son más rápidos.
Erickson: Son más rápidos, ¿verdad? La llevan a destino mucho
antes, de modo que al prometer no tomar un ómnibus usted ace­
leraría su viaje al centro, ¿no es así? Bien.
Sujeto: Aquí va a pasar algo.
Erickson: Ahora dejaré que el doctor Fink se haga cargo del asun­
to. Hasta ahora me hice cargo de todo. Veamos, por un rato, qué
hace él. ¿Qué cree que hará?
Sujeto: Es difícil decirlo.
Erickson: ¿Puede decirse?
Sujeto: Sí. ¡Oh, hermano!
Rossi: ¿Qué diablos se propone con ese curioso pedido de que
sea renuente a responder a esta pregunta acerca de las flores?
Erickson: Flores es la palabra importante, si hay algo en su
mente que ella haya reprimido. En general las flores son agra­
dables, ¡pero es frecuente que en algo agradable haya ciertas
cosas que a uno no le gusten!
Rossi: No com prendo. . .
Erickson: Supongo que Betty [la esposa de Erickson] ha olvi­
dado que Roger, su perro favorito, murió. Lo quería mucho
pero no le gustó verlo muerto, de modo que se olvidó comple­
tamente de él.
Rossi: Conque, muy a menudo, las cosas que no nos gustan
van asociadas a otras que sí nos gustan.
Moore: Como las espinas a la rosa.
Rossi: De modo que usted suscita en la sujeto una disposición
a buscar algo que no le agrada. . . algún recuerdo traumático
que sea importante y precioso para ella, ¿no es así?
Erickson: Sí, es un modo de buscar un recuerdo traumático
sin dejar que su mente conciente sepa que lo hago.
Rossi: ¡¿Este es un modo indirecto de buscar un recuerdo trau­
mático?!
39
Moore: Por el recurso de conseguir que la paciente haga todo
el trabajo.
Rossi: Entonces la frase sea renuente a responder es en reali­
dad una sugestión indirecta de que busque «lo reprimido».
Tiende a provocar la tercera etapa de nuestro paradigma de
la microdinámica de inducción del trance y la sugestión, o sea,
la etapa de búsqueda interior inconciente.
[En 1987] La expresión completa de Erickson «Querría que
usted fuera renuente a responder a esta pregunta: ¿hay algo
en esas flores que no le agrade?» puede ser un ejemplo de su
increíble intuición. En efecto, como veremos sobre el final del
caso, la sujeto ha temido a las flores sin percatarse de ello.
Las flores estaban asociadas a su principal problema presen­
tado: el miedo al agua.
¿Qué es exactamente una intuición? Erickson la ha descri­
to como una respuesta inconciente a señales mínimas. Por
ejemplo, en esta situación podríamos suponer que Erickson
había captado inconcientemente una respuesta conductal mí­
nima negativa de la sujeto en relación con algunas flores que
había en el consultorio. Tal vez notó que había fruncido leve­
mente el entrecejo, que evitaba mirarlas o, quizá, que fruncía la
nariz para bloquear su aroma. Luego, el proceso inconciente
de Erickson, de naturaleza «intuitiva» y asociativa, trajo a un
nivel conciente esta respuesta mínima negativa de la sujeto
con su formulación asertiva/interrogativa; y todo ello sin que
ninguno de los dos captara aún el significado más profundo
de las flores.7
[En 1979] Milton, ¿usted ideó realmente todo esto de ante­
mano? ¿Lo planificó por adelantado, como una técnica que
abriera el camino hacia el descubrimiento de un recuerdo trau­
mático? ¿Sabía, en ese momento, que su problema concreto
era un recuerdo traumático reprimido?
Erickson: No. Sólo estaba buscando.
Rossi: ¿Pero cómo supo en ese momento que debía empezar
a buscar un recuerdo traumático? ¿El doctor Fink le había ade­
lantado algún dato?
Erickson: No. El doctor Fink ignoraba cuál era el problema.
Simplemente barruntaba que algo andaba mal en la sujeto.
Era una enfermera de su equipo auxiliar que de vez en cuando
parecía deprimida. No era una paciente regular.
7 En Erickson (1980), vol. I, sección 2, se hallarán muchos ejemplos del modo
en que usaba Erickson las señales mínimas en la inducción de trance.
40
1.10 Concesión de que la mente candente de la sujeto gane algu­
nas batallas de menor importancia; niveles múltiples de respues­
ta y significado
Fink: ¿Ya ha decidido todo lo que se ha de decir y hacer para
el doctor Erickson?
Sujeto: No. Lo dejaré con el enigma.
Fink: ¿Quiere dejarlo con el enigma?
Sujeto: Sí.
Fink: ¿Quiere dejarme con el enigma?
Sujeto: Sí.
Fink: ¿Quiere permanecer usted misma con el enigma?
Sujeto: No.
Fink: ¿Ahora toma taxis?
Sujeto: Sí. No sé qué lógica tiene eso.
Rossi: La sujeto parece haber captado el estilo del juego y aho­
ra intenta invertir las posiciones, jugando a dejarlo con el enig­
ma a usted.
Erickson: ¡Oh, sí! Uno siempre deja que el paciente gane es­
tos juegos y lo aventaje en toda batalla de menor importancia
que pueda librar.
Rossi: Lo importante es que el doctor Fink le hizo expresar
claramente su deseo de no quedarse con el enigma sobre ella
misma. En otras palabras, ella quiere saber aquello, sea lo que
fuere, que ha venido representando un enigma para todos. En­
tonces Fink le pregunta «¿Ahora toma taxis?». Esta pregun­
ta carecería completamente de sentido en el nivel conciente.
En un nivel inconciente, en cambio, es probable que se asocie
con la búsqueda indirecta de un recuerdo traumático iniciada
en la sección precedente. Por eso su inconciente responde con
un sí claro e inmediato, que significa: sí, ahora avanza rápida­
mente a resolver el enigma de un recuerdo traumático. Enton­
ces su mente conciente añade una confusa pos-reflexión: «No
sé qué lógica tiene eso».
Esta es una demostración estupenda de los diversos nive­
les de significado mediante los cuales usted logra sus fines
terapéuticos. En un nivel, la transacción anterior parece ser
un diálogo superficial y un tanto repetitivo, que concluye con
la pregunta sobre los taxis, aparentemente ambigua y sin sen­
tido. Empero, en otro nivel, el contenido literal del diálogo fun­
ciona como una especie de código de los significados más pro­
fundos que de hecho se abordan. La sujeto confirma bellamente
41
este fenómeno de los niveles múltiples con su declaración fi­
nal, que representa muy bien el conflicto que viene experimen­
tando entre sus dos interpretaciones (conciente e inconciente)
de lo que sucede en su terapia.
1.11 Confusión que facilita una inducción tradicional de sueño
hipnótico; metáfora y centramiento asociativo indirecto como me­
dios de iniciar una conversación acerca de la depresión
Fink: ¿Está pensando en algo relacionado con Ichabod Crane?
Sujeto: No.
Fink: ¿Y eso también era un taxi?
Sujeto: Sí.
Fink: Siga adelante con eso.
Sujeto: Hasta he olvidado la cuestión original.
Fink: Duérmase profundamente. Duérmase profundamente, muy
profundamente. Continúe durmiendo. Hasta puede cerrar los ojos
y sumergirse más y más. Continúe durmiendo profundamente.
Y duerma profundamente, muy profundamente, muy sumergida
en un sueño muy profundo. Para poder dormirse mucho más pro­
fundamente todavía, puede bloquear todo salvo la voz del doctor
Erickson, la mía y la de usted. Sumérjase en un sueño cada vez
más profundo. Continúe durmiendo profundamente, profundamen­
te. Duérmase fácilmente, profundamente. Sumérjase en un sue­
ño aún más profundo, más profundo, más profundo, y proteja ese
sueño. Simplemente duerma a su modo, así podrá realizar todo
cuanto quiera realizar. Y duerma sosegadamente, confiadamen­
te, muy relajada. Profunda, profundamente dormida. Afiance ese
sueño. Siga durmiendo más y más profundamente.*
Erickson: Y siga durmiendo muy profundamente. Muy profun­
damente, muy profundamente dormida. Quitaremos este lápiz,
así podrá dormir más profundamente aún y sentirse más cómo­
da. Y quitaremos esta hoja de papel graduado para que usted
pueda dormir más profundamente aún. Y usted se duerme con
un propósito. Y usted cumplirá ese propósito de una manera có­
moda. Y usted se dormirá en verdad profundamente, para que
sólo pueda oírnos al doctor Fink y a mí, tan sólo con una vaga
* El doctor Fink se vale aquí del efecto fonético adormecedor de las íes largas
en las palabras «sleep» (dormir, sueño), «deep» (profundo) y sus derivados; lo mis­
mo hace después el doctor Erickson. (N. de la T.)
42
comprensión de que todo está bien y seguirá estando bien. ¿Es
agradable?
Sujeto: Sí.
Erickson: Si le hablo al doctor Fink no la molestaré, ¿verdad?
Sujeto: No.
Rossi: ¿Qué significa la pregunta sobre Ichabod Crane?
Erickson: Era un personaje temible y deprimente, que vestía
ropas oscuras. Al mencionarlo, introducimos una posible ma­
niobra para que ella se abra y hable de su depresión.
Rossi: Ese es un ejemplo de centramiento asociativo indirec­
to. Luego se asocia a Ichabod Crane con la metáfora de los
taxis, al preguntarle «¿Y eso también era un taxi?». Al res­
ponder que sí ella confirma en realidad que se acerca rápida­
mente a su área de problemas.
Erickson: Sí. También es un medio de confundirla; al cabo ad­
mite «Hasta he olvidado la cuestión original».
Rossi: Cuando admite haber olvidado la cuestión original, se
halla evidentemente en un estado de perplejidad pero de pre­
disposición a la respuesta. Al parecer, el doctor Fink no pue­
de dejar pasar la oportunidad y de repente, con el entusiasmo
propio de un bisoño, inicia una inducción hipnótica enérgica
y directamente tradicional, diciendo a la sujeto que se duer­
ma. Parece paradójico que todas las secciones precedentes se
hayan demorado en unos preparativos tan cuidadosos y com­
plejos para activar sus procesos asociativos, tan sólo para que
ahora se haga exactamente lo contrario y se le pida de mane­
ra abierta que se duerma. Sin embargo, la paradoja se resuel­
ve si admitimos que, para usted, el sueño sólo es una metáfo­
ra más (y una sugestión indirecta) que induce a la conciencia
a abandonar su intencionalidad autorrectora y da mayor li­
bertad al inconciente para expresar los procesos asociativos
que usted activaba.
1.12 La directiva implícita y una señal conductal involuntaria de
trance profundo: despotenciación de la resistencia de la paciente
que se consigue diciéndole « Usted lo hará, ¿no?»
Erickson: Creo que debería limitarse a seguir durmiendo para sí
unos pocos minutos más, hasta que sienta realmente dentro de
sí que duerme en forma satisfactoria para usted, para el doctor
Fink y para mí. Y usted lo hará, ¿no? Simplemente siga durmien­
43
do profundamente. Cuando usted sienta que en verdad está pro­
fundamente dormida, su mano derecha se elevará para hacérme­
lo saber. Y su mano se está elevando, ¿no es así?
Sujeto: Sí.
Rossi: Usted utiliza una directiva implícita para señalar que
su mano derecha se elevará cuando ella esté «profundamente
dormida». Usted suele valerse de alguna señal involuntaria de
esta índole para obtener la prueba de que la paciente respon­
de a sus sugestiones y se encuentra preparada para el paso
siguiente. Cuando ella reconoce que «en verdad está profun­
damente dormida», en realidad indica que coopera con usted
y, presumiblemente, está lista para recibir la sugestión si­
guiente.
Erickson: Sí, aquí hay un uso de esa frase que elaboré con su­
mo cuidado: «Y usted lo hará, ¿no?».
Rossi: ¿Por qué la elaboró con tanto esmero?
Erickson: No quiero que ella diga no. Si le parece que debería
pronunciar la palabra no, no puede hacerlo porque ya la dije
yo y, al decirla, se la quité.
Rossi: Usted ha despotenciado cualquier no —cualquier nega-
tividad o resistencia— que ella pueda haber experimentado en
relación con usted y con lo que usted le presentaba. En ese
momento, ¿tuvo la sensación de que era una sujeto resistente?
Erickson: No, pero ella vacilaba.
1.13 La escritura al revés y la invertida allanan el camino hacia
una disposición mental a hacer y una nueva disposición a apren­
der: la metáfora de acción
Erickson: ¿Le gustaría aprender a mover su mano con rapidez?
Me agradaría hacerle practicar un movimiento suelto, fácil y có­
modo de la mano. Es muy fácil, ¿no? Ahora suponga que me mues­
tra cómo hacer otros movimientos de la mano con facilidad y co­
modidad. Y ahora, movimientos de los dedos. ¿Alguna vez se quita
el anillo? Ahora siga durmiendo, pero quíteselo y póngaselo des-
lizándolo por el dedo. No se lo quite del todo, tan sólo hasta la
mitad del dedo. Ahora vuelva a deslizarlo a su sitio. Ahora puede
mover ambas manos con soltura, facilidad y comodidad. Y ahora
otra cosa. . puede tomar este lápiz y escribir el día de su naci­
miento. No escriba el año, sólo el día. Muy bien. Ahora escríbalo
al révés. Es una tarea bastante difícil para ejecutarla tan rápida­
44
mente. ¿Lo hace a menudo? ¿Le gustaría hacer otro ensayo?
Sujeto: Sí.
Erickson: Vea si puede escribir eso en forma invertida. Lo hizo
muy bien, ¿no? ¿Es la primera vez que lo intenta? Usted no sabía
que podía hacer eso, ¿verdad? Ahora le pasaré el lápiz a la otra
mano; escriba al revés el día de su nacimiento. Muy bien. ¿Cree
que realmente podría escribirlo más rápido? Le daré una ayudi-
ta. Ponga este lápiz ahí y ese otro allí y empiece a escribir con
ambas manos. Lo ha hecho verdaderamente muy bien. ¿Le gus­
taría ver esto luego de que la despierte? De acuerdo, retiraremos
esta hoja. De paso, usted no sabe cuál es, puesto que no tenía
los ojos abiertos. ¿Está bien así?
Sujeto: Sí.
Rossi: ¿Por qué la inicia en estas tareas extrañas, como eso
de escribir al revés y en forma invertida?
Erickson: Estoy introduciendo una determinada disposición
mental a hacer.
Rossi: ¿Una disposición mental a hacer algo insólito? ¿Una
nueva disposición exploratoria para aprender?
Erickson: Sí. Pruébelo ahora mismo. [Erickson le hace tomar
un lápiz con cada mano y escribir simultáneamente al revés
y al derecho. Rossi acaba por echarse a reír al comprobar la
sensación peculiar y curiosa que le provoca todo aquello: se
pregunta qué vendrá después, y experimenta cierta necesidad
de recibir más directivas de Erickson.]
Rossi: Está despotenciando sus esquemas mentales habitua­
les al proporcionarle la experiencia física de escribir de una
manera totalmente diferente de la consuetudinaria. Escribir
al revés y en forma invertida es, en verdad, una especie de
metáfora de acción para aprender a pensar de formas diferen­
tes. Para eso vienen los pacientes a la terapia: para salirse de
sus limitaciones aprendidas y desarrollar nuevas pautas de
vida. Pero, ¿de dónde sacó la idea de inducir en los pacientes
una nueva disposición exploratoria para aprender?
Erickson: Se me ocurrió en la escuela primaria.
Rossi: ¿Por las preguntas que se hacía sobre la operación de
sus propias sensaciones y percepciones?
Erickson: En parte, pero también por la sencilla razón de que
noté que algunos chicos escribían con la mano derecha y otros
con la izquierda . . y eso me hizo pensar.
45
1.14 Comunicación en dos niveles: sugestión pos-hipnótica de fas­
cinación, responsabilidad y alivio ante lo que acongoja; reencua-
dramiento de un trauma por medio de tareas estructuradas
Erickson: ¿Cree que sería fascinante para usted que, una vez des­
pierta, se devane los sesos acerca de esto y descubra lo que escri­
bió cada mano? Insertaremos la hoja aquí, al final de este bloc,
y su tarea será simplemente tener presente que ha de recordarme
que le traiga a colación el tema más adelante. Usted puede asu­
mir esa responsabilidad. Si yo lo olvidara, usted se encargará de
recordármelo, ¿no? ¿Ahora está durmiendo profundamente?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Empieza a tener la impresión de que podría llevar a
cabo su propósito, del mismo modo en que escribió enero al revés
y con las letras invertidas? Es toda una tarea, ¿no? Y, en verdad,
usted puede comprender muchas más cosas durante su sueño que
cuando está despierta, ¿no es así? Y se sentirá cómoda con ello,
¿no? ¿No le resulta agr.adable sentirse cómoda con ello? ¿Sentir­
se cómoda acerca de cosas que podrían perturbarla cuando está
despierta?
Erickson: Ahora la oriento para que asuma la responsabilidad
por sus propias producciones, que serán para ella un enigma
fascinante cuando despierte.
Rossi: Usted utiliza una comunicación de dos niveles: en uno
le habla de su ejercicio de escritura manual; en el otro, de la
fascinante recuperación de su recuerdo traumático, por el que
ahora puede responsabilizarse. Si hubiere algún olvido, será
de usted y no de ella («Si yo lo olvidara, usted se encargará
de recordármelo»).
Erickson: Sí. En mis comentarios finales —«¿Empieza a tener
la impresión de que podría llevar a cabo su propósito?» y «¿No
le resulta agradable sentirse cómoda con ello? ¿Sentirse có­
moda acerca de cosas que podrían perturbarla cuando está des­
pierta?»— le estoy diciendo que puede estar tranquila con res­
pecto a ese recuerdo traumático.
Rossi: Usted reencuadra el trauma, lo trasforma de algo que
debe mantenerse sepultado y olvidado en algo que ella puede
recordar con la misma tranquilidad con que aprendió una nue­
va manera de escribir.
46
1.15 Conversión de lo negativo en positivo: despotenciación de
las limitaciones aprendidas y microdinámica del trance; la opo­
sición de proceso y contenido es la esencia del enfoque erickso-
niano
Erickson: Ahora bien, ¿recuerda aquel sí escrito cuando estaba
despierta? ¿Sabe a qué se refería?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Le gustaría adivinarlo?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Dijo que no?
Sujeto: Sí.
Erickson: Muy bien. ¿He de decirle lo que tenía yo en mente?
Sujeto: Sí.
Erickson: Fíjese en esta serie de respuestas, en la que dos ne­
gativas se convierten en un «sí» cuando pregunto «¿Dijo que
no?».
Rossi: ¿Realmente hizo estas cosas con un propósito precon­
cebido? ¡¿Por qué?! ¡No puedo creer que haya hecho realmen­
te esto! Llevo ya siete años estudiando con usted, y todavía
me cuesta creer que no se está burlando de mí con toda clase
de intrincadas intelectualizaciones post hoc acerca de un caso
como este. Sin embargo, tenemos aquí, frente a nosotros, esta
evidencia que data de hace más de treinta años. ¿Por qué me
cuesta tanto creer en ella? [La incredulidad de Rossi hace reír
largo y tendido a Erickson y Moore.] Quizá cuesta tanto creerlo
porque la mayoría de los terapeutas todavía centran más su
atención en el contenido de lo que se dice que en utilizar los
procesos de la dinámica mental como lo hace usted aquí. Pa­
rece casi de un pensar concreto creer que dos negativas con­
vertidas en una respuesta positiva mediante un cambio de sig­
nificado tengan significaciones de la índole que usted sugiere
aquí. ¿Cuál es el propósito de esta conversión? ¿Está despo­
tenciando una vez más alguna resistencia negativa, o qué?
Erickson: Al término de la siguiente sección, verá que ella ad­
mite que no comprende concientemente pero sí comprende in­
concientemente.
Rossi: ¡¿Al convertir estas negativas en una respuesta positi­
va la predispone realmente a aceptar esto?! Es muy caracte­
rístico de su técnica. La paciente acaba por reconocer que lo
inconciente sabe más, que lo inconciente es la sede de la reso­
lución del síntoma y el cambio (Erickson y Rossi, 1979). De
47
este modo, se despotrncian las disposiciones concientes de la
paciente y sus Utnihicioncs aprendidas, y la microdinámica de
la búsqueda intvrior y los procesos inconcientes intervienen
para facilitar una respuesta hipnótica.
1.1(i Inducción de trance por asociación sin percatación: compren­
sión inconciente; trances sutiles en varios niveles y fenómenos
de trasferencia
Erickson: Cuando estaba despierta, ¿creía que nunca había sido
hipnotizada? ¿Alguna vez tuvo esa creencia? Procuré formular
mi pregunta de manera tal que usted la comprendiera inconcien­
temente. ¿Tuvo alguna vez esa sensación?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Y eso le está doliendo desde aquí hacia arriba?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Lo comprendió concientemente?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Lo comprendió inconcientemente?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Le molestó que yo lo supiera?
Sujeto: No.
Erickson: Ahora le pediré al doctor Fink que trabaje un poco más
con usted. ¿Le parece bien que le hable en su presencia?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Y que él me hable?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Usted escuchará?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Podría no escuchar?
Sujeto: Sí.
Erickson: Suponga que nos escucha y, si la conversación resulta
carente de interés, no nos presta atención. No es preciso que preste
atención, ¿verdad? Pero puede hacerlo si lo desea. Muy bien. [Di­
rigiéndose al doctor Fink.] ¿Qué piensa usted acerca de la reo­
rientación?
Fink: Pensaba en la reorientación mediante el establecimiento de
actitudes correctas.
Erickson: [Dirigiéndose a la sujeto.] ¿Sabe de qué hablábamos?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Qué le pareció eso? ¿Está bien?
Sujeto: Sí.
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Rossi: Al preguntarle «Cuando estaba despierta, ¿creía que
nunca había sido hipnotizada?», ¿hubo una nueva inducción
de trance que no percibi?
Erickson: Bueno, si ella ha estado en trance, va a estar en
trance.
Rossi: ¿Eh?
Moore: Cuando los pacientes han estado en trance con usted,
sea de manera formal o informal, toda vez que vuelvan a tra­
bajar con usted estarán parcialmente en trance. Cuando dan
respuestas de esta clase, es indicio de que están en un trance
de segundo o tercer nivel, o como quiera usted definirlo. Des­
pués que se hubo inducido un trance entre Milton y ella, bas­
ta presentar estas preguntas desconcertantes para reinducirlo.
Rossi: Comprendo. . ¡no puede dejar de machacarme cons­
tantemente la cabeza con eso! [Risas prolongadas.] Una vez
que un terapeuta estuvo asociado con la conducta de trance
de un paciente, en adelante siempre habrá cierta asociación
entre ese terapeuta y el previo estado alterado de trance del
paciente. El terapeuta puede reinducir el trance indirectamente
con sólo emplear el mismo tono de voz, modo, curso del inte­
rrogatorio, o lo que sea, con miras a volver a provocar ese tran­
ce anterior por asociación. El paciente puede percatarse o no
de estos trances ulteriores. A menudo son tan sutiles o mo­
mentáneos que pueden pasar totalmente inadvertidos tanto
para el terapeuta como para el paciente, a menos que pesqui­
sen con cuidado los indicadores de microtrances. Estas expe­
riencias de trance de segundo y tercer nivel, sutiles e intermi­
tentes, pueden servir de base a toda clase de reacciones de
trasferencia y contratrasferencia mal entendidas entre el te­
rapeuta y su paciente, precisamente a causa de la falta de per-
catación.8
1.17 Puente afectivo, disociación, enigmas y juegos mentales ten­
dientes a iniciar una disposición a la regresión de edad
Erickson: Me gustaría que recordara exactamente lo que sintió
la primera vez que escribió «enero» para mí. Quiero que lo recuer­
de en forma tan vivida que parezca que lo escribe en este preciso
8 Para un panorama detallado de los muchos signos conducíales indicadores
de estos trances sutiles y momentáneos, que pasan inadvertidos para la mayoría
de nosotros, véase Rossi (1986a).
49
instante. Recuérdelo hasta que pueda sentir que sus manos escri­
ben hasta que sienta que sus manos escriben. Continúe sin­
tiéndolo con la misma certeza con la que sabe dónde está ahora,
y sabe también que hay muchas otras cosas que puede hacer, co­
mo hace esa. [La sujeto escribe.] Fue una experiencia placentera,
¿no?
Sujeto: Sí.
Erickson: Y hacerlo con la mano derecha, y con la izquierda, y
en forma invertida, no fue como escribir simplemente el día de
su nacimiento, ¿verdad?
Sujeto: No.
Erickson: Fue como si estuviera haciendo una tarea. Durante su
experiencia han sucedido muchas otras cosas que puede repasar,
y puede hacerlo a modo de tarea, ¿no es así? Como una tarea que
es preciso llevar a cabo, examinar, comprender e interpretar pos­
teriormente. ¿No es así? Ahora bien, esta noche participé en un
juego con el doctor Fink basándome en esa frase que compuse.
Los enigmas fueron un juego agradable, ¿no? En nuestra propia
experiencia hay muchos enigmas, ¿no es cierto? Querría sugerir­
le que vea en ellos unos enigmas que procurará resolver por di­
versión y con satisfacción, y que luego descubra lo simple que
es el acertijo y la satisfacción que produce su resolución. Ahora
bien, la otra noche olvidó muchas cosas. Se olvidó de marzo de
1945, de febrero de 1945, de enero de 1945 y hasta de diciembre
de 1944, ¿no es así?
Sujeto: Sí.
Erickson: Podría hacerlo otra vez, ¿verdad?
Sujeto: Sí.
Erickson: Y podría hacerlo de manera muy, pero muy completa,
¿no es cierto? Y aun al reflexionar sobre eso le resulta un poco
nebuloso, ¿no? Eso la mueve a preguntarse quién soy yo, ¿no es
así?
Sujeto: Sí. .
Rossi: Usted comienza esta sección pidiendo a la sujeto que
recuerde lo que sintió la primera vez que escribió «enero» pa­
ra usted, o sea que utiliza un puente afectivo (Watkins, 1949)
para llegar hasta un recuerdo reciente con el fin de iniciar una
disposición a la regresión de edad. Abre el camino hacia esa
regresión de edad poniendo en marcha un proceso disociativo
por medio de la escritura invertida y con ambas manos, de
manera tal que «no fue como escribir simplemente el día de
su nacimiento, ¿verdad?». Asocia esto con los enigmas y acer-
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tijos del comienzo de la sesión, a fin de introducir en la situa­
ción una nueva confusión despotenciadora junto con la «di­
versión y satisfacción» por resolver un acertijo (que consis­
tirá, para la sujeto, en comprender la dinámica de su propia
psique).
Cuando le dice «Ahora bien, la otra noche olvidó muchas
cosas», ¿se refiere de manera implícita a una sesión anterior
a esta?
Erickson: Si. Lamento no haberlo llevado cronológicamente.
[Se refiere a un registro completo de las sesiones.]
Rossi: De acuerdo. Lo importante es registrar con exactitud
lo ocurrido para que nuestros lectores comprendan que usted
y la sujeto mantuvieron una reunión previa no registrada. Co­
mo esta sujeto no era una paciente común, la primera vez que
la vio probablemente ni se le ocurrió que haría con ella un tra­
bajo hipnoterapéutico tan significativo. En verdad, le estamos
agradecidos por haber contado con una taquígrafa en esta se­
gunda reunión.
Usted continúa después con la acotación «Y aun al refle­
xionar sobre eso le resulta un poco nebuloso», lo que despo­
tencia todavía más sus disposiciones limitativas concientes y
la impele a una búsqueda interior. Termina dándole un indicio
bastante enigmático («Eso la mueve a preguntarse quién soy
yo») que ahonda la búsqueda interior al par que le señala un
rumbo y una expectativa específicos. En efecto, usted ha es­
tablecido todas las bases para la primera regresión de edad y
la presentación del Hombre de Febrero, que ocurre en la si­
guiente sección.
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  • 1.
  • 2. Sobro Milton H. Erickson en esta biblioteca 'IVnipia no convencional. Las técnicas psiquiátricas ilr Milton H. Erickson Jay Haley Un seminario didáctico con Milton H. Erickson Jeffrey K. Zeig
  • 3. El Hombre de Febrero Apertura hacia la conciencia de sí y la identidad en hipnoterapia Milton H. Erickson y Emest Lawrence Rossi Amorrortu editores Buenos Aires - Madrid
  • 4. Biblioteca de psicología y psicoanálisis I(¡rectores: Jorge Colapinto y David Maldavsky The February Man. Evolving Consciousness and Identity in Hypnotherapy, Milton II Krickson y Ernest Lawrence Rossi (0 Itrunner/Mazel, Inc., por acuerdo con Mark Paterson and Associates Traducción: Zoraida J. Valcárcel l’rimera edición en castellano, 1992; primera reimpresión, 2001; segunda reim­ presión, 2008 O Todos los derechos de la edición en castellano reservados por Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7opiso - C1057AAS Buenos Aires Amorrortu editores España S.L. - C/San Andrés, 28 - 28004 Madrid www.amorrortueditores.com La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada por cualquier medio mecánico, electrónico o informático, incluyendo fotocopia, graba­ ción, digitalización o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de in­ formación, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723 Industria argentina. Made in Argentina ISBN 978-950-518-524-5 ISBN 0-87630-545-1, Nueva York, edición original Krickson, Milton H. I'll Hombre de Febrero. Apertura hacia la conciencia de sí y la identidad en hipnoterapia / Milton H. Erickson y Ernest L. Rossi. - 1“ ed., 2a reimp. - lluenos Aires: Amorrortu, 2008 264 p. ; 23x15 cm.- (Biblioteca de psicología y psicoanálisis / dirigida por Jorge Colapinto y David Maldavsky) Traducción de: Zoraida J. Valcárcel ISBN 978-950-518-524-5 1. Psicoanálisis. I. Rossi, Ernest L. II. Valcárcel, Zoraida J., trad. III. Título CDD 150 Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en abril de 2008. Tirada de esta edición: 1.500 ejemplares.
  • 5. Indice general 9 Prefacio, Sidney Rosen 15 Introducción, Ernest Lawrence Rossi 25 Sesión I. Primera parte. Enfoques de hipnosis terapéutica 53 Sesión I. Segunda parte. Creación de la identidad del Hombre de Febrero 139 Sesión II. Niveles múltiples de comunicación y existencia 203 Sesión III. Provocación y uso de procesos psicodinámicos 233 Sesión IV. Trabajo de trance terapéutico activo 251 Referencias bibliográficas
  • 6. Lista de los que participaron en las sesiones y comentarios SESION I. PRIMERA PARTE Presentes en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, se­ ñora Fink, la sujeto («señorita S» o «Jane») y su amiga «Ann Dey». Presentes en los comentarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor Ernest L. Rossi y doctor Marion Moore. SESION I. SEGUNDA PARTE Presentes en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, la sujeto («señorita S» o «Jane») y su amiga «Ann Dey». Presentes en los comentarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor Ernest L. Rossi, doctor Marion Moore, doctor Robert Pearson y un visi­ tante no identificado. SESION II Presentes en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, la sujeto («señorita S» o «Jane») y el señor Beatty. Presentes en los comentarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor Ernest L. Rossi y doctor Marion Moore. SESION III Presentes en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, la sujeto («señorita S» o «Jane») y su amiga «Ann Dey». Presentes en los comentarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor Ernest L. Rossi y doctora Sandra Sylvester. SESION IV Presentes en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, la sujeto («señorita S» o «Jane») y su amiga «Ann Dey». Presentes en los comentarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor Ernest L. Rossi y doctora Sandra Sylvester. 8
  • 7. Prefacio Sidney Rosen, doctor en Medicina ¡Qué bueno es volver a oír la voz de Erickson! Y Ernest Ros- si, nuestro guía firme y confiable, nos trae su comprensión madu­ ra, después de haber estudiado y practicado las técnicas de Erick­ son durante más de quince años, a la vez que nos hace presenciar el proceso que lo condujo a esa comprensión. Como lo consiguió en sus anteriores libros en colaboración, Rossi no se entromete entre Erickson y el lector. Presenta una trascripción que nos de­ ja ver a Erickson en su trabajo en 1945. Tras esto, con su modes­ tia habitual, actúa al modo de un estudiante inquisitivo, lo mue­ ve a explicar el pensamiento que sustenta sus técnicas terapéuti­ cas. Además, ambos discuten muchos otros temas interesantes; entre estos, la naturaleza de la terapia, la naturaleza humana, el desarrollo de la conciencia de sí y hasta la evolución y la función de los lenguajes vulgar y obsceno. Rossi pudo obtener respuestas casi directas, para algunas de sus preguntas, en lugar de las coloridas y metafóricas que Erick­ son parecía preferir. Acaso fue porque este, un año antes de mo­ rir, estaba más dispuesto que antes a explicarse. No hay duda de que esas respuestas metafóricas, «a lo gurú», han estimulado el pensamiento y el desarrollo de centenares de discípulos, pero no dejamos de dar la bienvenida a formulaciones más simples, de aprehensión más fácil. La propia Margaret Mead (1977) ha re­ ferido que ella y otros alumnos de Erickson pedían «demostracio­ nes más simples, más reiterativas, más tediosas». Con su pacien­ cia y perseverancia, Rossi pudo conseguir tales explicaciones más sencillas y claras, que nos ayudan a comprender la esencia del trabajo de Erickson. En este libro podemos apreciar todo el esfuerzo desplegado por Erickson en la preparación de su paciente para el cambio. Aun­ que trabajó con ella de un modo juguetón y, a veces, repentinista —jugó con palabras, le hizo escribir con las letras invertidas y con ambas manos a la vez, consiguió que admitiera anticipada y «absolutamente» que se curaría—, se advierte que Erickson con­ sideraba imprescindible esta preparación. Al mismo tiempo sin­ 9
  • 8. tonizaba con fineza la relación terapéutica, con un tono que era cuestionador pero inspiraba confianza. Como lo señala Rossi, lo que más le preocupaba era alentar y estimular los procesos que capacitarían a la paciente para el cambio. La búsqueda de insight era sólo uno de estos procesos, quizás uno de los menos impor­ tantes. Cuando vemos que guiaba a su paciente hacia insights y conexiones con el pasado, podemos conjeturar que en gran me­ dida respondía así a la convicción de ella de que necesitaría com­ prender el pasado antes de poder ser curada. Erickson solía decirnos: «El trabajo lo hace el paciente. El te­ rapeuta se limita a proporcionar las condiciones en que este tra­ bajo se pueda hacer». En cuanto a él, trabajaba concienzuda y cui­ dadosamente para proveer las condiciones necesarias. Con ese fin, exploraba y utilizaba todos los elementos imaginables en los cam­ pos de la comunicación y la educación. Insistía, por ejemplo, en la importancia de usar el poder evocador y los significados múlti­ ples de las palabras (las de la paciente y las de él mismo). Vemos una hermosa muestra de su respeto por ellas cuando, al exami­ nar la escritura automática de la paciente, nota que una palabra puede leerse indistintamente «living», «giving» o «diving» [vivir, dar o zambullirse, bucear] y utiliza esta observación como base para organizar la terapia en torno del miedo de la paciente a na­ dar, en la creencia de que, una vez superada esta fobia, quedará más libre para «vivir» y «dar» y se librará de su depresión. Su interpretación de esta palabra en particular, o de otras palabras, tal vez parezca arbitraria a algunos lectores. De hecho, el mismo Rossi lo acusa en un momento determinado de hacer «inferen­ cias». Pero no puede dejar de impresionarnos la esmerada aten­ ción que presta a cada expresión de la paciente y a cada una de sus propias comunicaciones. Además de ver su uso hábil y cuidadoso de las palabras, pre­ senciamos muchas formas de sugestión indirecta (p.ej., expresar las sugestiones como preguntas). Mientras efectuaba esta «ma­ nipulación» con la paciente, constantemente le pedía permiso pa­ ra intervenir, y siempre estaba dispuesto a modificar sus inter­ venciones en respuesta a las reacciones de ella. Así demostraba el respeto que caracterizó su trato con los pacientes. En este punto cabe apuntar que, si bien mucho de lo escrito acerca de las «téc­ nicas ericksonianas» pone de relieve el brillo y el ingenio del tera­ peuta, cuando observamos el trabajo personal del mismo Erick­ son nos impresiona más, en verdad, la presencia y la creatividad singular de sus pacientes. ¿Qué valor tiene el uso de la regresión como característica do­ lí)
  • 9. minante de esta terapia? ¡Mientras leía este libro, comprendí con claridad la razón por la cual Erickson tendía a tratar a casi todas las personas como si fueran niños! De repente entendí por qué parecía tan enamorado de los chistes vulgares, los acertijos pue­ riles y los juegos, al menos en sus últimos años. Me parece ahora que él apreciaba, probablemente por haberlo averiguado de su tra­ bajo con pacientes adultos en estado de regresión hipnótica, que es precisamente en este «estado infantil» cuando nos abrimos más al aprendizaje, cuando nuestra curiosidad y nuestra aptitud para el cambio alcanzan su punto máximo. A fin de intensificar la ex­ periencia regresiva de la paciente, Erickson trabajó con ahínco por crear la ilusión notablemente convincente de que, en verdad, él era una persona mayor que hablaba a una niña de corta edad. Provocó en la «niña» la reescenificación y la abreacción de sus experiencias traumáticas y, por medio de conversaciones aclara­ torias, la guió a través de un proceso de reeducación. De este mo­ do, la «niña» pudo añadir a sus recuerdos experiencias novedosas y positivas con un adulto solícito y comprensivo. Estas «expe­ riencias de regresión correctiva», como las he denominado, cau­ saron un efecto duradero sobre la paciente aun después de haber vuelto a su «self adulto». Entre las experiencias de reeducación por las que pasó la «ni­ ña», en sus conversaciones con «el Hombre de Febrero» (ella ha­ cía regresión hipnótica en su edad, y Erickson «la visitó varios años» en febrero), hubo algunas de las que se denominan «reen- cuadradoras». Este libro contiene hermosos ejemplos de reencua- dramiento. Veamos uno. La paciente experimentaba un persis­ tente sentimiento de culpa por haber tenido deseos de muerte ha­ cia su hermana menor; se culpaba del accidente en que esta casi se ahoga. Para «reencuadrar» esto, Erickson le dijo: «En todos estos años usted se ha condenado a sí misma, ¿no es así? ( . . . ) ¿Por qué? Tal vez para poder mejorar y ampliar aún más su com­ prensión de sí misma». (Se reencuadra la autocondena como un paso hacia la autocomprensión.) Y reencuadró de este modo la rivalidad entre las hermanas: «Cuando usted era una bebita, es­ tar celosa de Helen significaba una cosa. Ahora que es adulta, tiene un significado totalmente distinto. ¿Se opondría usted a que una bebita apreciara su propia valía, su propia personalidad y sus propias necesidades, tanto que las defendiera según su en­ tender?». En determinado momento, Rossi sugiere a Erickson que su hipnoterapia se basa en «la catarsis y una reestructuración de los procesos mentales del paciente». «No es una reestructuración 11
  • 10. —corrige Erickson—. Usted da al paciente una visión más com­ pleta». Entonces Rossi puede resumir su interpretación con este comentario: «La hipnoterapia simplemente abre paso a un punto de vista más amplio y completo, y nos libera de las limitaciones y la literalidad de la niñez». ¡Cuán lejos estamos de la creencia de muchos terapeutas de que la hipnosis supone alguna repro­ gramación! El tratamiento de este caso nos muestra los comienzos de una técnica que Jay Haley denominaría «prescribir el síntoma»: cuando la paciente parecía lista para intentar nadar, Erickson se lo pro­ hibió. «Yo dicto mi inhibición a su acción de nadar», explica y, hecho esto, señala: «¡Puedo cambiar mi dictado!». Por supuesto, retiró su inhibición en la siguiente sesión. Erickson ofrece asimismo una interesante fundamentación de la presencia de otras personas durante la terapia: «. . Este mie­ do, esta angustia en torno de la natación se observa en relación con otras personas ( . . . ) Usted necesita superar algunos de estos miedos y angustias —que se manifiestan en relación con otras personas a quienes usted se los oculta— sacándolos a la luz para poder darse cuenta de que uno puede vivir aun cuando otros es­ tén al tanto de ellos. Las personas nos agradan más cuando las sabemos de carne y hueso en un sinnúmero de pequeñas cosas». Los terapeutas grupales saben esto desde hace largo tiempo, pe­ ro debemos recordar que la terapia de grupo no se practicaba mu­ cho en 1945. Admito que cuando leí por primera vez el caso del «Hombre de Febrero», tal como se lo presenta en Hypnotherapy (Erickson y Rossi, 1979) y Uncommon Therapy (Haley, 1973), me entusias­ mó —como a muchos otros— la idea de que parecía ser la primera vez que un terapeuta había modificado realmente la historia de un paciente. Ahora comprendo que este cambio, como muchos otros cambios producidos en terapia, consiste en realidad en «am­ pliar el cuadro» o expandir la percatación en el presente, y no en el pasado. De hecho, recuerdo que Erickson solía comentar: «La comprensión del pasado no lo cambiará». Se ha cuestionado justificadamente la «realidad» de la regresión de edad. Creo que además de una «apertura» a recuerdos reales, hay en ella una parte considerable de fantasía. Empero, la regresión no necesita ser «real» para resultar provechosa. La simple sensación subjetiva de ser joven puede permitirle a un paciente ver las cosas desde perspectivas diferentes, así como intensificar el contacto entre él y su terapeuta y conducir a abreacciones terapéuticas. Antes de terminar el tratamiento, Erickson ayudó a la paciente 12
  • 11. a exteriorizar su hostilidad hacia él. Argumentó que esto era im­ portante porque, a menudo, los pacientes se enojan con el tera­ peuta por haberles quitado sus síntomas y puede ocurrir que ex­ presen su ira destruyendo su trabajo terapéutico. Con esto daba otra prueba de su extremo cuidado en mantener todos los benefi­ cios obtenidos con la terapia. Se acerca el tiempo en que veremos más reseñas críticas de Erickson y su obra. Aun aquellos de nosotros que fuimos «hipno­ tizados» por él evaluaremos nuestras experiencias de manera dis­ tinta con el paso del tiempo. Sin embargo, en el momento actual, cuando pienso en él lo hago con cariño aunque no fue una per­ sona particularmente «afectuosa» en el sentido habitual del tér­ mino. Nos trasmitía su amor y su respeto —a mí y a muchísimos otros— «diciendo las cosas como son». Por ejemplo, una vez le dije que deseaba más experimentar que intelectualizar, y él res­ pondió: «Su conducta indica otra cosa. Usted prefiere más com­ prender que experimentar». Y, en una actitud característica aña­ dió esta sugerencia a su comentario incisivo: «Pero puede intelec­ tualizar de diversos modos». Por último, me introdujo, en trance, en una experiencia que combinaba el pensar y el sentir, partiendo de una inducción hipnótica que empezó así: «Por mi estilo de vi­ da, me gusta escalar una montaña. . . y siempre me pregunto qué habrá del otro lado». De esta manera, presentó un modelo de rol que expresaba un modo diferente de intelectualizar: por medio del preguntarse. ¡Y sólo ahora, ocho años después, al escribir es­ te prefacio, me he dado cuenta de que hizo eso! Para quienes hemos trabajado con Erickson, siempre habrá mucho más que aprender de él con el repaso y estudio de su obra, en especial las trascripciones textuales de sus trabajos y pensa­ mientos tal como se presentan aquí. A la gran mayoría de los lectores —para quienes este es, quizás, el primer libro, o el segun­ do, que leen acerca de Erickson— les resultará muy útil leerlo sea rápidamente o con detenimiento. Una lectura rápida les hará palpables las razones por las que se le ha dedicado recientemente tanto interés. Un estudio despacioso sugerirá ideas enriquecedo- ras para el trabajo de un terapeuta. Gracias, Ernest Rossi, por ofrecernos este don. Sidney Rosen, doctor en Medicina, Presidente Sociedad Milton H. Erickson de Psicoterapia e Hipnosis, de Nueva York Autor de M y Voice Will Go With You: The Teaching Tales of Milton H. Erickson 13
  • 12.
  • 13. Introducción Ernest Lawrence Rossi, doctor en Filosofía Este libro sobre el «Hombre de Febrero» va más allá del típi­ co informe de caso que encontramos en las publicaciones de psi­ coterapia. Sobrepasa las formas habituales de análisis y psicote­ rapia para centrarse en la posibilidad de facilitar la apertura de nuevos desarrollos de la conciencia de sí y la identidad. El extin­ to Milton H. Erickson, a quien muchos consideran el hipnotera- peuta más creativo de su generación, ideó los singulares enfoques y técnicas documentados en este libro. La característica más nota­ ble y valiosa de este material es que constituye la única trascrip­ ción textual completa de un caso de hipnoterapia tratado por Erickson al promediar su carrera, cuando su genio innovador ha­ bía alcanzado su plenitud. Además, tenemos la fortuna de poder añadir los comentarios detallados del propio Erickson acerca de este caso. Las quince horas de debates grabados proporcionan una comprensión única de su pensamiento y sus métodos. El Hombre de Febrero es un fascinante estudio de caso que muestra el uso de una profunda regresión de edad en el trata­ miento de una joven afectada de depresión crónica y una fobia grave y disíuncional: un miedo al agua derivado del recuerdo trau­ ma! ico, profundamente reprimido, de haber sido responsable de un accidente en el que su hermana menor, una beba, estuvo a pun­ to de morir ahogada. Al tratar su caso, Erickson le presta apoyo asumiendo el papel de «Hombre de Febrero», quien «visita» mu­ chas veces n la mujer en el curso de cuatro sesiones psicoterapéu- ticas prolongadas. En ellas, Erickson utiliza fenómenos hipnóti­ cos clásicos (p.ej., la regresión de edad, la distorsión del tiempo, la escritura automática, la amnesia, etc.) para indagar toda la in­ fancia y adolescencia de la paciente. En el papel de «Hombre de lelaoro», le proporciona las simientes de nuevas expansiones de su personalidad adulta. Es improbable que alguna vez salgan a luz otras trascripcio- inv¡ textuales más completas de lo hecho por Erickson en esa épo­ ca Aun cuando se encontraran de algún modo, no tendríamos 15
  • 14. los comentarios detallados del propio Erickson acerca de sus ac­ tos; y sin ellos es casi imposible comprender su trabajo. Este vo­ lumen es, pues, la última vendimia de la cepa Erickson. Ya no po­ dremos tener más sus comentarios en grado sumo esclarecedores sobre la naturaleza humana, la apertura hacia la conciencia de sí, la esencia del trabajo psicoterapéutico y los aspectos medula­ res de sus originales e innovadoras técnicas hipnoterapéuticas. La historia de este volumen Es una larga historia, ya que el libro fue desarrollándose lenta­ mente durante más de cuarenta años. Todo empezó allá por 1945, cuando Erickson hizo una demostración informal de su singular enfoque de la hipnoterapia ante un pequeño grupo de colegas te­ rapeutas y de estudiantes,1 utilizando como sujeto a una enfer­ mera (la «señorita S» o «Jane»), Sólo mantuvo con ella cuatro sesiones hipnoterapéuticas, registradas taquigráficamente y en forma completa por la señorita Cameron y mecanografiadas con apenas unas pocas omisiones insignificantes. Muchos años des­ pués, en 1986, pude comunicarme con la señorita Cameron y pre­ guntarle por sus recuerdos sobre Erickson de aquella época. Res­ pondió con la siguiente carta. Recuerdos de una secretaria, la señorita Cameron Mientras se registra taquigráficamente una reunión, una debe con­ centrarse casi con exclusividad en su trabajo. No obstante, recuerdo ha­ ber sentido una tensión casi intolerable en el consultorio del doctor Erick­ son, en Eloise, cuando la sujeto afrontó sus sentimientos de hostilidad extrema hacia su familia. En ese momento pensé que aquello era cirugía emocional. La última sesión a la que asistí fue ciertamente alegre; la su­ jeto reía mucho y se la veía relajada y feliz. El doctor Erickson fue en verdad un gran jefe. Comprendía las limi­ taciones de los demás mejor que ellos y, naturalmente, esto se traducía en un trato considerado. Mis primeros días en su consultorio fueron me­ morables. Al parecer, no había tenido secretaria por un tiempo. En un 1 Jerome Fink, doctor en Medicina; la señora Mary Fink; el señor Beatty y la señorita Ann Dey, amiga de la sujeto. 16
  • 15. rincón había una mesa llena de libros, papeles y objetos de uso personal. El escritorio de la taquígrafa estaba cubierto de separatas, cartas y toda clase de materiales por contestar o archivar. Empecé a leerlos y clasifi­ carlos. Durante los dos primeros días, el doctor Erickson sólo me dictó una carta. Yo leía, apilaba y procuraba reducir mis preguntas al mínimo. Un pensamiento volvía una y otra vez a mi mente: quizá me esté metiendo en camisa de once varas. Pero al retirarse del consultorio al término del segundo día, el doctor Erickson comentó que disfrutaría con mi colabo­ ración. Fue un momento de orgullo; me erguí en todo mi metro y medio de estatura. Pocos días después me preguntó si sabía dibujar. Le respondí con franqueza que ni siquiera era capaz de trazar una recta con una regla. Me hizo copiar una ilustración que usaba en las disertaciones para sus estudiantes de medicina. El resultado fue un esperpento, pero él dijo que era «adecuado» y de ahí en adelante utilizó ese dibujo. Cada vez que se lo llevaba del consultorio, me ruborizaba hasta las orejas. El doctor Erickson me enviaba con frecuencia a tomar taquigráfica­ mente las expresiones verbales de un paciente, que luego utilizaba para enseñar a sus estudiantes de medicina a distinguir los diferentes tipos de problemas mentales. Una mujer, que había sido tratada en Eloise duran­ te muchos años, hablaba sin parar con palabras sueltas o frases breves que parecían totalmente inconexas. Era una dama menuda y encantado­ ra; me habló durante varios minutos y en ese lapso pronunció tan sólo una oración completa: «Chase e hijo es el nombre».* Habría sido fácil suponer que la mujer había escuchado la propaganda radial del café Cha­ se and Sanborn, una marca muy publicitada por entonces, pero el doctor Erickson fue al meollo de la cuestión: una asistente social averiguó que la paciente, que era soltera, había tenido un hijo muchos años atrás, en su juventud, cuando eso se juzgaba deplorable. Fue característico del estilo de Erickson para comprender las crisis en la vida de aquellos con quienes trabajaba y a quienes trataba. Las personas que venían a estudiar y trabajar con él hacían que mi empleo resultara especialmente gratificante. Los doctores y estudiantes de medicina que lo visitaban por entonces parecían interesarse muchísi­ mo por la hipnosis y los métodos de tratamiento del doctor Erickson, en especial con pacientes que habían manifestado recientemente algún problema. Cada vez que se anunciaba que daría una conferencia, el lugar designado se colmaba de gente. Siempre que les decía a sus estudiantes que se reuniría con ellos a tal hora de la tarde o la noche, parecía correr la voz por todo Eloise con una rapidez que aventajaba de lejos a las seña­ les de humo o los tambores de la jungla. Era asombroso. A la hora pre­ vista, la seda se llenaba no sólo de estudiantes y gente de Eloise, sino también de una buena cuota de desconocidos. El doctor Erickson siem­ * En inglés: «Chase and son is the ñame». (N. de la T.) 17
  • 16. pre ejercía un dominio increíble sobre el gentío. Como aficionada fanáti­ ca del teatro y ex empleada teatral, me maravillo cada vez que lo recuer­ do. Si lo hubiesen visto, la mayoría de los actores se habrían puesto com­ pletamente verdes de envidia. Uno de los pasatiempos favoritos del doctor Erickson parecía atraer el interés de muchos visitantes. Sobre el alféizar de la ventana situada detrás de su escritorio había un grupo de vasijas de diversas formas y tamaños, hechas por él, cada una de las cuales contenía diferentes varie­ dades de cactus. Según explicaba él, eran excelentes plantas de interior porque los niños no las toqueteaban. Una cena ocasional con los Erickson siempre era un acontecimiento grato. La señora Erickson era una anfitriona encantadora y cada hijo poseía un estilo netamente individual. Tal vez usted esté al tanto de es­ to; de ser así, sea indulgente conmigo. Los estimulaban a trabajar y aho­ rrar. Cuando estuve en Eloise, Bert y Lance cuidaban la huerta y la fa­ milia compraba sus productos; cada chico recibía una paga por sus ta­ reas domésticas y, a fin de año, un aguinaldo equivalente a lo depositado en su cuenta de ahorros, fuera cual fuese su monto. Esta idea me ha parecido siempre tan estupenda, que la trasmito constantemente a los padres jóvenes que conozco. Trabajar como secretaria del doctor Erickson fue una oportunidad privilegiada de observar y aprender. En verdad, marcó el cénit de mi experiencia en oficinas. Me alegra saber que su obra recibe un reconoci­ miento tan difundido —sin duda que esto se debe en mucho a los esfuer­ zos de usted— y se convertirá en una parte importante del mundo del mañana. La trascripción del estudio del caso de la señorita S, mecano­ grafiada por la señorita Cameron, descansó en paz en los archi­ vos de Erickson durante unos treinta años, hasta que él me la dio para que la estudiara en privado cuando empecé a trabajar con él, a comienzos de la década de 1970. Empero, en esos prime­ ros años simplemente fui incapaz de comprender la importan­ cia del caso y por qué Erickson se refería constantemente a él para ejemplificar tal o cual característica exclusiva de su labor. Mi perplejidad frente a este caso se comprenderá fácilmente a la luz de las opiniones de Jerome Fink, doctor en Medicina, que fue el verdadero responsable del encuentro inicial entre Erickson y la paciente. El trabajo de Erickson, visto por el doctor Jerome Fink El doctor Fink fue otro integrante del pequeño grupo original que presenció este caso de terapia; por entonces era médico resi­ 18
  • 17. dente. El que sigue es un informe sobre el desarrollo de la situa­ ción terapéutica:2 Fink: La paciente, la señorita S, era una estudiante de enfermería de die­ cinueve años, dotada de una inteligencia y un talento extraordinarios. Originalmente la invité a mi casa en atención a su interés por la psiquia­ tría. El propósito de esa visita vespertina fue presenciar el comporta­ miento hipnótico y participar en él, con miras a una mejor comprensión de la psicodinámica elemental. Durante la conversación preliminar sobre la hipnosis, en cuya opor­ tunidad se discutieron las pautas de conducta «comunes» en estado de trance, la señorita S dio muestras de prestar suma atención. Advertí al punto que estaba desarrollando una trasferencia intensa y que sentía un vivo 'deseo de ser puesta en trance. Se le dijo entonces que tendría el honor de ser la primera sujeto. Se le indujo fácilmente un trance profundo por el método de levita- ción de la mano y, como disponíamos de poco tiempo, se la introdujo con presteza en los diversos fenómenos hipnóticos. A menudo, los suje­ tos menos capaces se rehúsan a cooperar cuando no se les asigna el tiem­ po adecuado. Si el sujeto era novato, yo acostumbraba permitirle escri­ bir algo durante su primera experiencia de trance. La mayoría de los sujetos se abstienen de escribir cualquier cosa que pueda revelar un anti­ guo conflicto; por ejemplo, suelen escribir su nombre. En cambio, la se­ ñorita S escribió «Esta maldita guerra». Para evitar una confrontación psicodinámica prematura, se le retiró el papel y se la despertó con la sugestión de que olvidara lo ocurrido durante ese trance. También que­ dó demostrado, para asombro de la sujeto, que era capaz de escribir auto­ máticamente. Este último hecho pronto habría de adquirir un valor adi­ cional para la paciente. Algunos días después me encontré con la señorita S en una sala del hospital y ella me interrogó al instante acerca de lo acontecido en su período de amnesia. Me limité a responderle con evasivas y frases indefi­ nidas. Ella insistió en su interrogatorio, al que añadió una declaración aparentemente inconciente de su «miedo al agua», por lo que sospeché que este era un ruego indirecto de su inconciente que así solicitaba trata­ miento psicoterapéutico. Le hice varias preguntas, expresadas de mane­ ra tal que sólo resultaran comprensibles para su personalidad inconcien­ te, y sus respuestas confirmaron mi sospecha. Poco después me abordó su amiga, «Ann Dey», quien me trasmitió su pedido de una segunda ex­ periencia hipnótica vespertina. Convinimos la cita e introduje en la situación al doctor Erickson por­ que yo no pertenecía al cuerpo médico estable del hospital, sino que era un facultativo residente, y esta joven se me había presentado inopinada­ 2 Estos cdmentarios resumen lo dicho por el doctor Fink en varias conversa­ ciones mantenidas con Ernest Rossi y Margaret Ryan. 19
  • 18. mente con un caso de fobia. Yo había trabajado con Milton todos los años desde que cursé el segundo año en la Facultad de Medicina. Bajo sus auspicios, había dado clases de hipnosis a estudiantes del último año cuando era sólo un estudiante del penúltimo año. Milton y yo éramos muy, pero muy unidos. Siempre experimenté cierta necesidad de ser aceptado y adquirí una pericia excepcional en hipnosis, probablemente por sus características tan impresionantes, Luego, los demás empezaron a apodarme Svengali y a temerme mucho, pues pensaban que en mi roce con Erickson él me estaba trasmitiendo su intuición y yo podía «adivinarles el pensamien­ to». Hubo una gran agitación dentro de nuestro grupo psicoanalítico y el mensaje fue: «Si quieres ser psicoanalista, más te valdría rechazar a Erickson». No tengo tiempo para entrar en detalles, pero el conflicto aca­ rreó finalmente la disolución de la sociedad psicoanalítica de Detroit. Ryan: ¿Se oponían a la personalidad de Erickson o al tipo de trabajo que hacía? Fink: Creo que se oponían a su modo de trabajar. Era tan intuitivo. . . Recuerdo que con ocasión de una visita que hice a la Clínica Menninger para disertar ante un grupo de estudiantes de medicina, el jefe del cuer­ po médico me dijo que Erickson era detestablemente intuitivo. Me contó que él se había pasado tres meses estudiando un caso; llegó a la conclu­ sión de que la paciente sufría de esquizofrenia catatónica. Durante una visita a la clínica, Erickson la examinó treinta segundos y dijo: «Y bien, esta muchacha es una esquizofrénica catatónica». Le pregunté cómo ha­ bía llegado Erickson a esta conclusión y él me respondió citando la expli­ cación de aquel: «Tal vez hayan advertido que esta muchacha movía in­ concientemente su pulgar desde la palma de la mano hasta la punta de sus dedos. No sabía dónde estaban los límites de su yo. No sabía si ella terminaba en sus codos o fuera de su cuerpo». Durante la Segunda Guerra Mundial, trabajé con Erickson como miem­ bro del cuerpo de examinadores psiquiátricos de la junta de enrolamien­ to del Ejército y vi muchísimos casos como ese. Su intuición era esplén­ dida pero, para ser sincero, no creo que en esa etapa de su carrera estu­ viera tan organizado en su vida profesional que fuera conciente de todos los detalles que se examinan en la presentación de este caso, tal como los discute con Rossi en el libro. Ryan: Usted cree que Erickson estaba haciendo algo que sabía hacer en un nivel intuitivo. Después se puede discutir el hecho a posteriori desde cualquier punto de vista teórico, pero eso no significa que Erickson lo haya visto así en aquel momento. Fink: Exactam ente. Eso es exactamente lo que sucedió. Ryan: En suma, Erickson hizo mucho de lo que dijo haber hecho, sólo que no obró así por las razones que todos imaginan p ost hoc. Fink: ¡Exactamente! Retrospectivamente, todos parecen tener una vi­ sión perfecta. La dificultad que sentí al leer la trascripción de este libro fue que en muchos, muchísimos momentos, el doctor Rossi preguntaba: «¿Usted hizo tal y tal cosa?». Y Erickson respondía: «Ajá». A mi modo 20
  • 19. de ver, es muy posible que Erickson nunca hubiera considerado las co­ sas desde cierto punto de vista hasta que Rossi se lo preguntó y enton­ ces contestó que sí. Erickson me dio esta pila de trascripciones entre el I o de julio de 1945 y el I o de mayo de 1946. (Se refiere a los originales en que se basó ese libro.) Ryan: ¿Le parecieron representativas de lo ocurrido en las sesiones? ¿O le parecen falseadas? Fink: Aún no estoy del todo seguro. Hay un pasaje al comienzo de la trascripción en que el doctor Rossi pregunta: «¿Realmente hizo estas co­ sas con un propósito preconcebido? ¡¿Por qué?! ¡No puedo creer que ha­ ya hecho realmente esto! Llevo ya siete años estudiando con usted, y todavía me cuesta creer que no se está burlando de mí con toda clase de intrincadas intelectualizaciones p ost hoc acerca de un caso como este. Sin embargo, tenemos aquí, frente a nosotros, esta evidencia que data de hace más de treinta años. ¿Por qué me cuesta tanto creer en ella?». Pienso que el doctor Rossi hizo bien al atreverse casi a cuestionar al Maestro. Creo que Erickson siempre experimentó esta necesidad de tener razón en todo momento y, en mi opinión, Rossi «daba en el blan­ co»* con su sentimiento de duda. Muchas de las psicodinámicas discuti­ das eran intelectualizaciones p ost hoc. Erickson era un tipo excepcional­ mente intuitivo y no cabe duda de que curó a esta muchacha. Lo que cuestiono es que lo previera de verdad todo. Conocí muy bien a Erickson cuando él era más joven. El y Betty vi­ nieron a nuestra casa infinidad de veces, en visita social. Fui su protegi­ do durante unos cuatro años. En 1942, siendo yo un estudiante de se­ gundo año de la Facultad de Medicina, Erickson empezó a dictarnos cla­ ses sobre hipnosis. Llegamos a conocernos muy bien y, por decirlo así, él me tomó bajo su ala. Siempre me ha sido imposible entrar en un trance hipnótico; tengo un bloqueo absoluto. Erickson hizo varios intentos muy serios, incluidos uno o dos con mi consentimiento, pero por alguna razón nunca pude en­ trar en trance con él. Ignoro por qué. Supongo que tenía mucha resisten­ cia, mucho descreimiento. Llegué a ser un buen operador, pese al hecho de no poder entrar en trance para nadie. Este libro me parece muy meritorio, pero es preciso tomar «con una pizca de sal» algunos de los conceptos desarrollados en él. Como ya dije, Erickson era excepcionalmente intuitivo pero no pudo haber imaginado todas las psicodinámicas en ese momento y en forma conciente. Nunca había visto a la sujeto antes de la primera sesión prolongada. Ryan: ¿Es posible que a pesar de ello algunos de los conceptos desarro­ llados en este libro tengan validez? Dejando a un lado que tuviera con­ ciencia de ellos o no, aún queda la posibilidad de que los pusiera en prác­ tica en un nivel intuitivo. * Fink hace aquí un juego de palabras intraducibie con «to be right» (tener razón) y «to be right on» (ir derecho a, apuntar directamente a). (N. de la T.) 21
  • 20. Fink: ¡Oh, de eso no hay duda! Operaba de ese modo, ¡pero creo que era el único hombre, en todo el país, capaz de operar así! Esta entrevista franca y atractiva con el doctor Fink pone de relieve las limitaciones de cualquier análisis post hoc de un caso. Simplemente no sabemos hasta qué punto el compromiso tera­ péutico altamente intuitivo de un clínico brillante se puede com­ prender a la luz de un análisis cognitivo posterior. De hecho, mu­ chas investigaciones de reciente data indican con firmeza que las posteriores explicaciones racionales de «hemisferio izquierdo» son simplemente historias tendientes a darle un sentido confortador —sea cual fuere— a los procesos no concientes de «hemisferio de­ recho» (Gazzaniga, 1985). Aun teniendo presentes estas limita­ ciones, he persistido en mis esfuerzos por comprender el enfoque ericksoniano. La técnica del Hombre de Febrero Entre 1973 y 1981 fui coautor, junto con Erickson, de varios artículos (Erickson y Rossi, 1974, 1975, 1976, 1977, 1980) y tres libros (Erickson, Rossi y Rossi, 1976; Erickson y Rossi, 1979, 1981) sobre hipnoterapia. Asimismo, edité cuatro volúmenes de sus artículos completos (Erickson, 1980). A lo largo de este perío­ do fui penetrando cada vez más en sus formas de pensar y, poco a poco, pude comprender parte de los vastos alcances de lo que él llamaba «la técnica del Hombre de Febrero». En 1979 publica­ mos una versión abreviada del caso como capítulo final de nues­ tro libro Hypnotherapy: An Exploratory Casebook. En ese ejem­ plo, puse de relieve el modo en que Erickson había utilizado al Hombre de Febrero para abrir el camino hacia la creación de una nueva identidad y conciencia de sí en pacientes que, en su tem­ prana infancia, habían experimentado varios niveles de destitu­ ción. Este enfoque implicó un rebasamiento significativo de to­ das las formas de terapia precedentes, centradas en el análisis y la reelaboración de problemas psicológicos a partir del pasado. Con estos antecedentes preparatorios, estuve finalmente en condiciones de explorar con mayor detenimiento las cuatro sesio­ nes presentadas en este volumen. Erickson y yo grabamos unas quince horas de comentarios sobre estas cuatro sesiones,3 exa­ 3 Estas cintas magnetofónicas están disponibles, para su investigación y es­ tudio, en la Milton H. Erickson Foundation, :)60(> N. 24th St„ Phoenix, Arizona, 85016 - Estados Unidos de Nortoanióricu. 22
  • 21. minando cada palabra, cada frase, cada oración, con una minu­ ciosidad reiterativa y tediosa, a fin de asegurar una comprensión adecuada de las sutilezas de sus métodos. Otros profesionales for­ mados por Erickson (Marión Moore, Robert Pearson, Sandy Sil- vester) participaron de manera casual e intermitente en tal o cual sesión de comentario; hacían preguntas y aportaban sus puntos de vista a nuestro proceso de comprensión creciente. Corregí es­ tos comentarios y, en una segunda serie de sesiones de comenta­ rio, leí la mayoría de ellos a Erickson para que él formulara las aclaraciones finales y diera su aprobación definitiva. Esta versión del texto original se completó entre la primave­ ra y el otoño de 1979, o sea, el año anterior al fallecimiento de Erickson. Habría sido nuestro cuarto libro escrito en colabora­ ción. Sólo necesitaba una introducción para darle una forma ade­ cuada, como requisito previo a su publicación, pero la muerte de Erickson en la primavera de 1980 me sumió en un estado de due­ lo y no pude mirar el original por otros ocho años. Durante ese lapso estuve ocupado en lo exterior en la sosegada tarea de coe­ ditar una serie de volúmenes sobre los seminarios, talleres y con­ ferencias de Erickson (Rossi y Ryan, 1985, 1986; Rossi, Ryan y Sharp, 1984) y en hacer unas pocas incursiones independientes en la psicobiología de lo que Erickson denominó la base psico- neurofisiológica de la hipnosis terapéutica (Rossi, 19866; Rossi y Cheek, 1988). Pero, en lo interior, tuve una serie de sueños en los que Erick­ son siempre se me aparecía como un maestro de unos cuarenta o cincuenta años. Esto era sorprendente, por cuanto sólo lo cono­ cí cuando ya era septuagenario, pero aquella era la edad que te­ nía Erickson en la época en que creó la técnica del Hombre de Febrero y ofreció las conferencias, seminarios y talleres que yo editaba a la sazón. Al parecer, lo más recóndito de mi mente asi­ milaba las enseñanzas de Erickson que databan de esa etapa más temprana de su carrera, antes de que yo lo conociera. En 1987 pude retornar finalmente a este texto original con una perspectiva renovada, ávido de averiguar si aún tenía senti­ do y contenía algo de valor para una nueva generación de estu­ diantes abrumada por el cúmulo de libros y artículos publicados recientemente sobre Erickson. A medida que repasaba este testi­ monio de su pensamiento cuidadoso y matizado, me di cuenta de que este volumen podría ser un correctivo importante para quienes describen el trabajo de Erickson como algo totalmente intuitivo e idiosincrásico. Sin duda, fue intuitivo en el sentido de que confiaba a menudo en sus asociaciones inconcientes espontá­ 23
  • 22. neas para iniciar la exploración psicodinámica de un caso nuevo. Hasta podría dar la impresión de haber sido idiosincrásico en al­ gunos de sus métodos poco ortodoxos de disponer «experimen­ tos de campo» con el fin de evaluar la realidad fenomenológica de la experiencia hipnótica. Pero Erickson siempre insistió en que sus procedimientos verbales y no verbales destinados a facilitar experiencias hipnóticas, preparados con esmero, eran esencialmen­ te racionales en tanto recurrían a la individualidad y a los poten­ ciales singulares del paciente. Los comentarios de Erickson con­ tenidos en este volumen son un testamento de la profundidad y la naturaleza innovadora de su pensamiento y su práctica tera­ péutica, con esta técnica específica que procura expandir la con­ ciencia de sí y abrir el camino hacia el desarrollo de una nueva identidad en hipnoterapia. 24
  • 23. Sesión I. Primera parte 1 Enfoques de hipnosis terapéutica Las primeras secciones de esta presentación son muy difíciles de apreciar cuarenta años después de su registro taquigráfico. La mera trascripción de las palabras —sin los tonos de voz y los ademanes que imprimían matices importantes al significado de los chistes, acertijos y juegos contenidos en estas secciones— re­ sulta muy desconcertante. El propósito general de esta conver­ sación inicial entre Erickson, el doctor Fink y la sujeto es atraer, motivar y comprometer la atención de ella en forma indirecta (pri­ mera etapa de la microdinámica de inducción del trance, Erick­ son y Rossi, 1976/1980) para luego despotenciar sus disposicio­ nes concientes habituales por medio de la confusión, el cambio de los marcos de referencia, la distracción, la sobrecarga cogniti- va y los non sequitur (segunda etapa de la microdinámica de in­ ducción del trance). Si el lector se siente confundido y abrumado en sus intentos de hallar un sentido a estas primeras secciones, sólo le queda el consuelo de considerar cuánto más perpleja debe de haberse sentido la sujeto. . aunque ella trata de mantener una actitud valiente frente a la violenta embestida verbal asociativa de la que ella es, a la vez, centro y objeto.2 1.0 Confusión: juegos y acertijos asociativos tendientes a iniciar el aprestamiento para la respuesta y el proceso hipnótico Erickson: . . .Apartándonos de las valvas de berberecho, ¿le gus­ ta Gene Autry? 1 Presentes en 1945, en esta Primera parte de la Sesión I: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, señora Fink, la sujeto (también llamada «señorita S» y «Jane») y su amiga, la «señorita Dey». Presentes en los comentarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor Ernest L. Rossi y doctor Marión Moore. 2 Las palabras u oraciones en negrita son recogidas en los comentarios de 1979 y 1987. 25
  • 24. Fink: Por cierto que debería ser capaz de montar a caballo igual que él.* ¿O acaso eso no tiene sentido común? ¡He salido con mal pie! ¿Que si me gusta Gene Autry? Erickson: ¿Qué tiene que ver eso con un jardín? Fink: Bueno, aporta fertilizante a un jardín. Erickson: ¿Cómo pasa de volteado a jardín y a Gene Autry? Fink: Es absolutamente esquizoide. Erickson: ¿La puede tararear? [El doctor Fink tararea Drifting Along with the Tumbling Tumbleweed.] Fink: Voltear. rodante planta rodadora. . . Gene Autry. Erickson: Sí, eso es. El no está rodando. Pregunté por su jardín. . . Gene Autry canta The Tumbling Tumbleweed. Fink: Es una canción inolvidable. Erickson: No es una canción. . . ¡sólo es harina de otro costal! Sujeto: ¿¡Y yo que trataba de relacionarlo con . . .!? [Se bloquea, confundida.] Fink: Y sin embargo se me escapó. Erickson: Estoy muy seguro de que él no lo recuerda. Y la obser­ vación de usted debería haberle refrescado la memoria, pero su memoria no fue refrescada. Por consiguiente, él no la oyó. [La sujeto se acerca más a la señorita Dey.] Fink: Bueno, esta vuelta lo perdí yo. Sujeto: ¿Qué está haciendo ella? Fink: Está escribiéndole una carta a una amiga. Rossi: [En 1987]3 La sesión comienza con una conversación aparentemente ajena al caso, en la que Milton Erickson pre­ gunta al doctor Fink si le gusta Gene Autry (un vaquero can­ tor que gozaba de popularidad por aquel entonces). El doctor Fink replica con vivacidad, pero sus retruécanos acerca del sentido común y de salir con mal pie son malos. Erickson introduce entonces un juego asociativo y pregunta estos non sequitur: «¿Qué tiene que ver eso con un jardín?» y «¿Cómo pasa de volteado a jardín y a Gene Autry?». No obstante, el resultado de este primer juego de palabras salta a la vista de inmediato en el efecto que produce en la conciencia de la sujeto: es evidente que está confundida, pero * El siguiente juego mental sigue básicamente estas asociaciones: «horse» (ca­ ballo) —» «horse sense» (sentido común) —> «tumble» (rodar, voltear, volcar una carga) —» «tumbleweed» (planta rodadora de las praderas) —►«a horse o f another color» (harina de otro costal). (N. de la T.) 3 Los comentarios escritos por Rossi en 1987 se indican con la fecha entre corchetes: (En 1987). 26
  • 25. no se da cuenta de que Erickson le provoca esa confusión in­ directamente. Se diría que Erickson ni siquiera se dirige a ella; sabe que los escucha, pero actúa como si sólo entretuviera la atención del doctor Fink. La sujeto pronto da muestras de tratar de unirse al des­ concertante juego asociativo que se desarrolla en torno de ella, cuando exclama «¡Y yo que trataba de relacionarlo con. . .!» y se bloquea, indicando con ello que está confundida; y este es un estado ideal para iniciar la hipnosis, porque evidente­ mente su atención se centra en la dinámica progresiva que es­ tá iniciando Erickson y, sin embargo, necesita una orienta­ ción esclarecedora que espera recibir de Erickson o del doctor Fink. Esta necesidad de un esclarecimiento indica que ahora se encuentra en un estado de aprestamiento para la respues­ ta: está lista para responder mediante la aceptación de cual­ quier sugestión o sugestiones esclarecedoras. Erickson consi­ dera que este estado de aprestamiento para la respuesta es una preparación ideal para iniciar una experiencia hipnotera- péutica. 1.1 Preguntas, confusión, sensación de no saber y non sequitur tendientes a facilitar la microdinámica de inducción de trance Erickson: ¿De qué color es eso pardo? Sujeto: No tengo la menor idea. Lo único que sé es que eso es pardo [brown]. Erickson: ¿Qué estudio se mencionó?* Fink: Evidentemente un estudio en pardo. Sujeto: Me alegra saber qué significa esa palabra. Erickson: ¿Quién se halla profundamente ensimismado [in a brown study]? Fink: Yo. Es un pardo oscuro y ondulante. Sujeto: ¿Eso significa algo? Erickson: No. Simplemente está fascinado por el sonido de las palabras. Señora Fink: Doctor Erickson, ¿cómo puede engañar [tell brown]? * Aquí juegan con «study» (estudio, despacho, meditación) y la expresión idiomática «£o be in a brown study» (hallarse profundamente ensimismado) que podría significar «estar en un despacho pardo». Además, en la última respuesta de la sujeto, «blocks» puede querer decir indistintamente «cuadras» o «bloqueos». (.N. de la T.) 27
  • 26. Erickson: Fue fácil hacerlo, después que me lo presentaron for­ malmente. Fink: Fue una especie de verde bilioso. Erickson: ¿Por qué la desafió Jerry con la escritura automática? Sujeto: Aquí debo inventar una respuesta apropiada. Erickson: Démosle a Jerry una ayuda excelente. ¿Cuál fue mi pre­ gunta? Sujeto: No creo poder ayudarlo. Me perdí tres o cuatro cuadras más atrás. Rossi: Aunque resulte difícil seguir estos pasajes, hay un punto sobradamente claro. La sujeto vuelve a admitir su confusión cuando dice «Me perdí tres o cuatro cuadras más atrás». Aquí vemos el comienzo de las cinco etapas típicas de la microdiná- mica del trance y la sugestión (Erickson y Rossi, 1976/1980, 1979): 1. su atención ha sido centrada en los temas que usted [Erickson] está introduciendo; 2. sus disposiciones mentales habituales han sido despo­ tenciadas y queda confundida al tratar desesperadamente de seguir el hilo de la conversación; 3. es lanzada a búsquedas interiores creativas dentro de su propia mente, sin que lo advierta; 4. las búsquedas interiores activan procesos inconcientes que, a su vez, 5. establecen un estado de aprestamiento para una respues­ ta hipnótica creativa. En este contexto, ciertamente, produce usted la primera alusión al futuro trabajo hipnótico, cuando pregunta: «¿Por qué la desafió Jerry con la escritura automática?». La sujeto responde con perplejidad («Aquí debo inventar una respuesta apropiada») y usted aumenta al punto su confusión presen­ tando un nuevo non sequitur acerca de ayudar al doctor Fink y contestar su propia pregunta. Erickson: ¡Parece que en cada vida entra una cuota de confu­ sión, y también una cuota de esclarecimiento! Rossi: La confusión es necesaria para quebrar las limitacio­ nes aprendidas por la paciente, a fin de que lo nuevo pueda ser acogido por su conciencia. En la siguiente sección usted prosigue con esta técnica de desconcierto; se vale de una serie de preguntas y formulaciones que provocan una sensación adi­ cional de no saber. A su vez, esta sensación activa los proce­ sos inconcientes de búsqueda interior que pueden suscitar la respuesta hipnótica de la escritura automática. 28
  • 27. 1.2 Enigmas, acertijos y sobrecarga cognitiva; activación de los potenciales de la sujeto; la ética de los «juegos mentales» Fink: Este no es un pardo cálido, ¿verdad? Erickson: Le daré la ayuda que necesita; sólo tiene que tomarla. Aqui la tiene: San Pedro debería pescar halibut. ¿Por qué?* Señorita Dey: Dejaremos que usted lo deduzca. Eso le dará las pistas. Fink: ¿Me completaría dos letras faltantes? Sujeto: Ahora se hace la luz. Es tan simple. . . ¿verdad? Erickson: Me equivoqué, Jerry. Fink: Tal vez debería ser San Andrés. Erickson: Me equivoqué. Corregiré mi error, pero si lo hago aho­ ra revelaré seguramente el enigma. Sujeto: ¿Lo dejará seguir así? Erickson: Algún pobre muchacho gritó desde el otro lado del des­ filadero «¿Por qué?». Sujeto: Ahora yo también lo veo claro. Erickson: Mary, si estás sufriendo tanto, te llevaré a la cocina y te lo explicaré. Fink: Por eso él es un genio y yo no lo soy. Señorita Dey: ¿Es verdaderamente un enigma, no? Fink: ¿Contestaría una pregunta? Erickson: Sí. Fink: ¿Me está dando las letras que componen la palabra? Erickson: Ya he respondido a su pregunta. Me preguntó si con­ testaría una pregunta y dije «Sí». ¿Admite eso? Fink: Sí, ¡vaya si lo admito! Veamos, ¿cómo puedo decirlo de otro modo? ¿Cada palabra da la pista de una letra? Erickson: ¿Creen ustedes que él trata de hacerme responder a una segunda pregunta, ahora que ya he contestado una? Fink: ¡Ajá! Erickson: Correcto. Ahora bien, ¿cuánto se retrasó ese tren? Fink: Unos veinte minutos. Erickson: Pensé que usted nunca daría en la tecla. Fink: ¡Es tan simple! ¿Eso significa algo que es muy importante, relacionado con algo que en este momento debería saberse? Sujeto: ¡Dios! ¡Guau! ¡Conteste esa! * En inglés: «Sí. Peter ought to catch halibut. Why?». Las iniciales de las pa­ labras de la oración y la «y» de «why» forman casi la palabra enigma, «splotchy» (emborronado). Erickson propone finalmente una variante que incluiría la «1» fal- tante: «St. Peter's lady » (la esposa de San Pedro . (N. de la T.) 29
  • 28. Fink: Usted la contesta. Erickson: [Toma una tablilla con un sujetapapeles.] Pero el que miraba era usted. Fink: La palabra era «emborronado». Erickson: Bien, ¿y eso qué tiene que ver con esta página? Fink: ¡Oh, caramba! Erickson: ¿Cómo describiría esa página? Fink: Quiere decirme que en todo este tiempo en que traté de de­ ducir esa palabra. . . Erickson: Con esa oración, yo sólo le describía la apariencia de la página; usted está todavía allí, y no aquí. Fink: ¡No, ahora estoy exactamente allí! Erickson: Muy bien. Y ahora, ¿qué tiene que ver eso con Ella Fink? Fink: Supongo que ambos somos unas bestias. Erickson: Esto fue simple. Fink: Muy simple. Erickson: ¿Le gustó su proceso deductivo? Sujeto: Fue hermoso. Señorita Dey: ¿Por qué tomó la s y la t de saint y dejó el resto? Fink: St. es la abreviatura de saint. Erickson: Utilicé la forma St. Peter para recordarle el enigma. Empecé y terminé con el recordatorio para embarullar sus pensa­ mientos. Fink: Yo estaba siguiendo la pauta que usted había aplicado allí. Erickson: Ahí había cuatro cosas en juego. Por eso no lo pudo deducir. Si tan sólo se me hubiera ocurrido la oración «La esposa de San Pedro debería pescar halibut», tal vez usted lo habría pes­ cado. Fink: San Pedro no tenía esposa. ¡Si la hubiese tenido, reinaría en el otro imperio! Señorita Dey: ¿Tiene pruebas de eso? Fink: No, y tampoco me interesa llevar más adelante esa afirma­ ción. Sujeto: Todavía quiero conocer ese detalle de cuatro letras. Erickson: Constantinopla es una palabra larga, ¿puede deletrear­ la? ¿«Esto» significa algo? Hay cuatro letras, ¿no es así? Sujeto: Es tan simple. . . una vez que alguien nos lo ha resuelto. Fink: Esto fue muy bueno. Erickson: Esta noche ha trabajado con muy buena voluntad, Jerry. Sujeto: Por supuesto, está bromeando. Erickson: Apuesto a que no parece ser así. Sujeto: No, no lo parece. Sin embargo, es tan com plicado. . . 30
  • 29. Rossi: [En 1987] En esta sección se llega a tal grado de confu­ sión y non sequitur que uno tiene la sensación de asistir a un juego de ping-pong mental bastante caótico. Podemos detec­ tar una sensación lúdica mientras observamos el alegre ir y venir de Erickson entre el doctor Fink y la sujeto. En verdad, una parte nada pequeña de su encanto residia en su costum­ bre de contar a la gente, en momentos cuidadosamente elegi­ dos, la técnica que empleaba para practicar los juegos menta­ les al mismo tiempo que los practicaba. Mientras ofrecía es­ tas explicaciones, su rostro solía tener una expresión más bien dulce, pero a la vez muy alerta e inquisitiva. Como siempre, había muchos niveles de significado en su conducta y él acos­ tumbraba observar con detenimiento aquellos que el sujeto aprehendía. En un nivel, se divertía de veras participando en juegos mentales que descolocaban los procesos asociativos de las per­ sonas, llevándolos de aquí para allá por caminos que solían ser indiscernibles para ellas. En otro nivel, estos juegos cons­ tituían una forma importante de la experimentación de cam­ po,4 en la que exploraba la naturaleza de la conciencia de sí y el proceso hipnótico. En un tercer nivel, sus explicaciones aparentemente ingeniosas sobre el modo en que manipulaba los procesos asociativos del sujeto eran una demostración cla­ ra y generosa de su destreza: si el sujeto deseaba continuar el juego, su propia expectativa y su confianza en Erickson po­ tenciarían aún más los pasos siguientes del proceso hipnótico. Este es un ejemplo interesante de nuestras concepciones, todavía en elaboración, acerca de lo que podría llamarse la éti­ ca de los juegos mentales. Un principio básico de esta nueva ética exige que el sujeto se percate de algunas de las técnicas en uso y haya accedido a someterse al proceso con propósitos preestablecidos. Cuando Erickson describe cómo «empecé y terminé con el recordatorio para embarullar sus pensamientos», da un ejem­ plo de lo que posteriormente hemos denominado amnesias es­ tructuradas:5 todas las asociaciones que vienen a la mente en­ tre el recordatorio inicial y el final tienden a perderse en una laguna amnésica, de manera tal que el pensamiento conciente del oyente queda confundido y despotenciado. 4 Véase Erickson (1964/1980). 5 Véase Erickson y Rossi (1974/1980). 31
  • 30. Cuando la sujeto cierra esta sección, desconcertante pero ti Iii ve/, lancinante, con el comentario «Sin embargo, es tan «■oinplicado», admite su estado de sobrecarga cognitiva. Esta Ni'cción i««, por cierto, un ejemplo de los extremos en aparien­ cia irascibles y tediosos a los que solía llegar Erickson en su empleo de enigmas, acertijos y juegos asociativos arcanos. Obraba así porque reconocía la importancia de confundir los procesos mentales concientes del sujeto, y activar al mismo tiempo aquellos procesos asociativos inconcientes que produ­ cirían el eventual trabajo hipnótico. Más aún, Erickson afir­ mó repetidas veces que tal estado de activación interna —en el que los potenciales del sujeto eran activados hasta un um­ bral de trabajo terapéutico— era el ideal de su técnica hipno- terapéutica.6 Este punto de vista contrasta marcadamente con la noción errónea, aunque todavía generalizada, de que la hip­ nosis es un estado de franquía en blanco en el que el sujeto se convierte en un autómata pasivo, a merced de las sugestio­ nes y programaciones del hipnotizador. 1.3 Pregunta, insinuación y autointerrogación que convocan in­ directamente una temprana disposición de aprendizaje para faci­ litar la escritura automática Erickson: ¿Qué le ocurre a su mano? Se alzó verticalmente de su regazo. . . ya se acerca más al lápiz. Sujeto: Aquí una ni siquiera puede tomarse un respiro. Erickson: Claro que puede. Inténtelo. Sujeto: De acuerdo. Conque tomé el lápiz. . . ¿y qué? Anoche ella me hizo levantar y mirar el despertador. ¡Me puse tan furiosa! Rossi: ¿Qué pasaba realmente cuando usted le preguntó qué le ocurría a su mano? ¿Simplemente estaba elevándose en un movimiento al parecer casual, y usted aprovechó la oportuni­ dad al vuelo para comentar que el movimiento podría indicar que la mano se acercara al lápiz para escribir automática­ mente? Erickson: Sí. Rossi: Con sólo formular esa pregunta, con la mera insinua­ ción de que tal vez, sin darse cuenta, ella estaba haciendo un 6 Véase Erickson y Rossi (1979), capítulo 1. 32
  • 31. movimiento inconciente hacia el lápiz, usted inicia una confu­ sión que tenderá a despotenciar su conciencia de si y allanará el camino hacia el modo hipnótico, dentro del cual ella debe limitarse a esperar que se produzcan las respuestas automáticas. Marión Moore, doctor en Medicina: Eso siempre hace que el paciente se pregunte por lo que ve el doctor Erickson sin que él lo perciba aún. Rossi: Sí, las preguntas que la mente conciente del paciente no puede responder con facilidad sirven para activar procesos inconcientes. Erickson: Una criatura empieza a aprender en el momento en que oye algo: se pregunta por lo que dicen, por lo que signifi­ ca, y así sucesivamente. Moore: Emprende una búsqueda interior para hallar un signi­ ficado a lo que se dice. Rossi: Con este tipo de preguntas, usted además convoca una disposición temprana que se remonta directamente a los dos primeros años de vida. 1.4 Preguntas que evocan recuerdos; expectativa que provoca una impresionabilidad automática Erickson: Lo que suceda a continuación se referirá a algo ajeno a esta habitación. Sujeto: ¿Qué se pretende que haga? Erickson: ¿Qué dije? Sujeto: [Tras una pausa.] Es un lápiz muy bueno. [Silencio abso­ luto.] Siempre me deja maravillada. Qué proceso tedioso, ¿no? Erickson: Un buen trabajo debe hacerse despacio. Sujeto: Tendré que pedirle a él que venga a hablarles a los super­ visores. Sé lo que dirá. Dirá que sí. Es tan complicado. . . Tanto trabajo para arrancarle un sí. [Ella se refiere a su escritura auto­ mática.] Erickson: ¿Qué cree que significa? Sujeto: Me rehúso a contestar esa pregunta. No creo que signifi­ que nada. Erickson: Se rehúsa a contestar eso. Quiere saber, ¿no? Sujeto: Por supuesto. Erickson: Cuando digo «Lo que suceda a continuación se refe­ rirá a algo ajeno a esta habitación», convoco recuerdos que ella no adquirió en esta habitación. 33
  • 32. Rossi: ¿Esa es su verdadera intención al formular tal aserto: convocar indirectamente recuerdos no relacionados con esta habitación? Erickson: Sí. Rossi: Ella pregunta entonces «¿Qué se pretende que haga?», y usted responde con otra pregunta, «¿Qué dije?», que activa una nueva búsqueda interior. Esto acrecienta la confusión y obliga a la sujeto a interrogarse a sí misma sobre lo que usted dijo primeramente. ¿Esto sugiere además una duda acerca de ella misma y, de ese modo, despotencia aún más sus disposi­ ciones concientes? Erickson: Ajá. Rossi: Usted observa su mano con mucha paciencia, en una actitud de expectativa interesada, esperando que haga otros movimientos automáticos. Ella comenta que es un «proceso tedioso», pero usted lo refuerza positivamente con la perogru­ llada de que «un buen trabajo debe hacerse despacio». Ella no puede discutírselo y, por eso mismo, también debe aceptar la implicación de que está haciendo un «buen trabajo», que presumiblemente culminará en la escritura automática. En­ tonces comenta con cierta impaciencia que ella sabe que todo ese trabajo terminará en que su mano responda que sí. Usted le pregunta qué significa eso, pero ella levanta rápidamente una defensa: se rehúsa a responder y le niega todo significa­ do. Usted admite esta verdad vivencial de ella pero, aun así, procura motivarla valiéndose de su curiosidad natural y le pre­ gunta: «Quiere saber, ¿no?». Al responder «Por supuesto», ella revierte de hecho su actitud anterior de negar todo significa­ do a la escritura automática; es probable que en este momen­ to se encuentre totalmente abierta, lista para recibir un nue­ vo significado. Erickson: Sí. 1.5 Pregunta tendiente a facilitar aún más la escritura automática [La sujeto escribe «sí» con la lentitud y vacilación características de la escritura automática.] Erickson: Le haré una pregunta y usted me dará la primera res­ puesta que se le ocurra. Ese «sí», ¿es una contradicción de algo que usted ha dicho? Rossi: Usted no sabe realmente si este «sí» contradice algo que ella ya ha dicho. Tan sólo inicia un nuevo proceso de búsque­ 34
  • 33. da interior tendiente a facilitar aún más la escritura automá­ tica. Erickson: Sí. 1.6 Contradicción y confusión en el nivel conciente para profun­ dizar automáticamente la búsqueda interior y el estado de trance Sujeto: Diré que no. Erickson: Esta vez responda con una sola palabra. ¿Es una con­ tradicción de algo? Sujeto: No. Erickson: ¿Se relaciona con algo que usted ha dicho? Sujeto: Sí. Eso no tiene sentido. Erickson: ¿Lo dijo fuera de aquí, en otro lugar? Sujeto: No. Erickson: ¿Sólo lo dijo aquí? Sujeto: Sí. Erickson: ¿Sólo aquí? Sujeto: No. Erickson: El sí y el no finales se contradicen mutuamente. Rossi: Luego, a esta altura, su mente conciente está verdade­ ramente confundida. Erickson: ¡Así es! Moore: Esta confusión ahonda su búsqueda interior, la que, a su vez, profundiza automáticamente su estado de trance. Rossi: Casi todas las preguntas y afirmaciones que hace us­ ted, en esta sección y en la siguiente, no pueden ser contesta­ das con facilidad por la mente conciente de la sujeto. Por lo tanto, se provoca el modo hipnótico: su mente conciente y su intencionalidad quedan en parte desconectadas, mientras ella espera que las respuestas le lleguen desde las búsquedas y los procesos inconcientes que se activan en su interior. Erickson: Sí. 1.7 Nuevas contradicciones, confusiones y el doble vínculo con- ciente-inconciente en laprofundización del trance; respuestas afir­ mativas y negativas en dos niveles; el modo hipnótico Erickson: Lo que ha venido diciendo, ¿es la verdad, o esa contes­ tación indica la verdad con más exactitud? 35
  • 34. Sujeto: Sí. Pero usted no puede pensar en nada. Yo sólo puedo optar entre decir sí o no. Erickson: ¿Eso se relaciona de algún modo con un dolor desde aquí |señala el hombro de la sujeto] hacia abajo? Sujeto: No. Erickson: ¿Se relaciona de algún modo con un dolor desde aquí hacia arriba? Sujeto: No. Erickson: ¿Ha olvidado algo? Sujeto: Sí. No me pregunte qué. No lo sé. Erickson: ¿Se relaciona con algo que usted ha olvidado? Sujetó: Sí. Erickson: ¿Cree haberlo olvidado? Sujeto: No. Erickson: ¿Lo ha olvidado? Sujeto: Sí. No tiene sentido. Erickson: ¿No lo tiene? ¿Querría discutir consigo misma? Sujeto: No mucho. Erickson: ¿No sería divertido? Sujeto: Sí. Erickson: Veamos su respuesta a esto. ¿Tiene sentido? Sujeto: No. Erickson: Vea lo que escribe su mano. Sujeto: Probablemente dirá que sí. Erickson: Ella siempre dice lo que usted no dice. Sujeto: Las más de las veces sé lo que va a decir. Erickson: Note la serie contradictoria de respuestas afirmati­ vas y negativas que da a mis preguntas, a partir de «¿Ha olvi­ dado algo?». Primero contesta que sí y lo mismo responde a mi pregunta «¿Se relaciona con algo que usted ha olvidado?», pero cuando continúo con «¿Cree haberlo olvidado?», dice que no. Yo insisto: «¿Lo ha olvidado?», y ella dice: «Sí. No tiene sentido». Ella misma admite la contradicción. Rossi: ¿Se contradice a sí misma porque está confundida? Erickson: Sí. Rossi: En realidad, al estudiar este pasaje con mayor deteni­ miento, me da la impresión de que su confusión podría rela­ cionarse con su captura dentro del doble vínculo conciente- inconciente. Responde alternadamente que sí y que no a la mis­ ma pregunta, desde dos sistemas o niveles de respuesta dife­ rentes: el conciente y el inconciente. Su respuesta afirmativa puede ser su respuesta conciente: ella sabe que su mente con­ 36
  • 35. dente ha olvidado algo. Su respuesta negativa a la pregunta «¿Cree haberlo olvidado?» puede ser la respuesta de su incon­ ciente que admite no haber olvidado nada. Vistas en conjunto, su confusión, su búsqueda interior y su escritura automática indican que la sujeto entra en el mo­ do hipnótico de responder sin intencionalidad conciente. . . aunque usted no haya inducido un trance con ningún ritual formalizado. 1.8 El uso de la sorpresa para allanar el centramiento y la bús­ queda interiores; la esencia de la hipnosis ericksoniana consiste en despertar potenciales y soslayar las limitaciones aprendidas Erickson: Podríamos interrumpir aquí. ¿Será sorprendida esta no­ che? Sujeto: Sí. Erickson: ¿Quién la sorprenderá? Sujeto: Usted. Erickson: Yo. Sujeto: Sí. Erickson: ¿Usted ayudará? Sujeto: Sí. Erickson: ¿Alguien más? Sujeto: El doctor Fink. Erickson: ¿Qué dice su mano? ¿Alguien más ayudará? Sujeto: Probablemente dirá que sí. Rossi: Usted ha vuelto a centrarse en los procesos internos mediante el fenómeno de la sorpresa. Ella cree que la sorpresa vendrá de afuera, de usted o del doctor Fink. La mayoría de los pacientes buscan las soluciones en el mundo exterior, pero usted le da a entender que le vendrá desde adentro, cuando le formula sutilmente una pregunta que, en realidad, es una declaración asertiva («Usted ayudará»). Procura abrirle aún más el acceso a un foco de atención interior, y para ello le pre­ gunta qué dirá su mano, porque la escritura automática cen­ tra su atención en respuestas que le llegan desde adentro de su ser. . . y allí es donde se resolverá el síntoma. Erickson: Sí. Quiero sacarle algo que lleva dentro. Como ella no sabe qué es y yo tampoco lo sé, hago que se contradiga y admita que otra persona podría ayudarla. Esto implica que ella recibirá la información, venga de donde viniere: de mí o 37
  • 36. de ella. En otras palabras, trato de evitar que obtenga la in­ formación en relación con un punto de vista elegido concien- temente. No quiero que la reciba presumiendo que proviene del doctor Fink o de mí. Rossi: Usted le allana el camino hacia un proceso general de búsqueda interior que no esté influido por sus marcos de refe­ rencia concientes. La esencia de la hipnoterapia ericksoniana no es «poner» algo en los pacientes, sino más bien evocar o suscitar algo en ellos sin que ese algo esté influido por sus propios marcos de referencia concientes y sus limitaciones aprendidas. Esto es importante, porque el público en general y muchos profesionales todavía creen que la hipnosis se usa para controlar o programar a las personas, como si fueran autó­ matas carentes de inteligencia. Moore: Esa es la idea equivocada que se tiene de la hipnote­ rapia. Rossi: El propósito esencial de la hipnoterapia es provocar res­ puestas y despertar potenciales no deformados que surjan den­ tro mismo del paciente. ¿Están de acuerdo con esto? Erickson: ¡Sí! [.Erickson narra el caso de un investigador poli­ cial que dejó de usar el polígrafo para detectar las declaracio­ nes falsas porque podía hacerlo mejor con hipnosis: hacía pre­ guntas que 1) abarcaran todas las posibilidades de respuesta; 2) provocaran confusión; 3) tuvieran en cuenta tanto las res­ puestas negativas como las afirmativas.] 1.9 Comienzo de la búsqueda indirecta de un recuerdo traumáti­ co: «ser renuente a responder»; la intuición de Erickson como res­ puesta inconciente a señales mínimas Erickson: Podemos interrumpir allí. Querría que usted fuera re­ nuente a responder a esta pregunta: ¿hay algo en esas flores que no le agrade? Sujeto: Sí. Erickson: ¿Lo escribirá? Sujeto: No. Erickson: ¿Conque no quiere escribir eso? Sujeto: No. Erickson: ¿Está segura? Sujeto: No debería decir que sí, pero lo haré. Erickson: Quiero una promesa. Sujeto: De acuerdo, se lo prometo. 38
  • 37. Erickson: Si usted prometiese no tomar un ómnibus para regre­ sar a su casa, ¿qué haría? Sujeto: Tomaría el ómnibus. Erickson: Pero si lo prometiera de veras, ¿qué haría? Sujeto: Probablemente regresaría a pie. Erickson: Si tuviera que ir al centro de la ciudad, ¿qué haría? Sujeto: Tomaría un taxi. . . o un tranvía. Erickson: ¿Por qué preferiría tomar un taxi? Sujeto: Los tranvías no me gustan mucho. Erickson: ¿Algún otro comentario en favor de los taxis? Sujeto: Son más rápidos. Erickson: Son más rápidos, ¿verdad? La llevan a destino mucho antes, de modo que al prometer no tomar un ómnibus usted ace­ leraría su viaje al centro, ¿no es así? Bien. Sujeto: Aquí va a pasar algo. Erickson: Ahora dejaré que el doctor Fink se haga cargo del asun­ to. Hasta ahora me hice cargo de todo. Veamos, por un rato, qué hace él. ¿Qué cree que hará? Sujeto: Es difícil decirlo. Erickson: ¿Puede decirse? Sujeto: Sí. ¡Oh, hermano! Rossi: ¿Qué diablos se propone con ese curioso pedido de que sea renuente a responder a esta pregunta acerca de las flores? Erickson: Flores es la palabra importante, si hay algo en su mente que ella haya reprimido. En general las flores son agra­ dables, ¡pero es frecuente que en algo agradable haya ciertas cosas que a uno no le gusten! Rossi: No com prendo. . . Erickson: Supongo que Betty [la esposa de Erickson] ha olvi­ dado que Roger, su perro favorito, murió. Lo quería mucho pero no le gustó verlo muerto, de modo que se olvidó comple­ tamente de él. Rossi: Conque, muy a menudo, las cosas que no nos gustan van asociadas a otras que sí nos gustan. Moore: Como las espinas a la rosa. Rossi: De modo que usted suscita en la sujeto una disposición a buscar algo que no le agrada. . . algún recuerdo traumático que sea importante y precioso para ella, ¿no es así? Erickson: Sí, es un modo de buscar un recuerdo traumático sin dejar que su mente conciente sepa que lo hago. Rossi: ¡¿Este es un modo indirecto de buscar un recuerdo trau­ mático?! 39
  • 38. Moore: Por el recurso de conseguir que la paciente haga todo el trabajo. Rossi: Entonces la frase sea renuente a responder es en reali­ dad una sugestión indirecta de que busque «lo reprimido». Tiende a provocar la tercera etapa de nuestro paradigma de la microdinámica de inducción del trance y la sugestión, o sea, la etapa de búsqueda interior inconciente. [En 1987] La expresión completa de Erickson «Querría que usted fuera renuente a responder a esta pregunta: ¿hay algo en esas flores que no le agrade?» puede ser un ejemplo de su increíble intuición. En efecto, como veremos sobre el final del caso, la sujeto ha temido a las flores sin percatarse de ello. Las flores estaban asociadas a su principal problema presen­ tado: el miedo al agua. ¿Qué es exactamente una intuición? Erickson la ha descri­ to como una respuesta inconciente a señales mínimas. Por ejemplo, en esta situación podríamos suponer que Erickson había captado inconcientemente una respuesta conductal mí­ nima negativa de la sujeto en relación con algunas flores que había en el consultorio. Tal vez notó que había fruncido leve­ mente el entrecejo, que evitaba mirarlas o, quizá, que fruncía la nariz para bloquear su aroma. Luego, el proceso inconciente de Erickson, de naturaleza «intuitiva» y asociativa, trajo a un nivel conciente esta respuesta mínima negativa de la sujeto con su formulación asertiva/interrogativa; y todo ello sin que ninguno de los dos captara aún el significado más profundo de las flores.7 [En 1979] Milton, ¿usted ideó realmente todo esto de ante­ mano? ¿Lo planificó por adelantado, como una técnica que abriera el camino hacia el descubrimiento de un recuerdo trau­ mático? ¿Sabía, en ese momento, que su problema concreto era un recuerdo traumático reprimido? Erickson: No. Sólo estaba buscando. Rossi: ¿Pero cómo supo en ese momento que debía empezar a buscar un recuerdo traumático? ¿El doctor Fink le había ade­ lantado algún dato? Erickson: No. El doctor Fink ignoraba cuál era el problema. Simplemente barruntaba que algo andaba mal en la sujeto. Era una enfermera de su equipo auxiliar que de vez en cuando parecía deprimida. No era una paciente regular. 7 En Erickson (1980), vol. I, sección 2, se hallarán muchos ejemplos del modo en que usaba Erickson las señales mínimas en la inducción de trance. 40
  • 39. 1.10 Concesión de que la mente candente de la sujeto gane algu­ nas batallas de menor importancia; niveles múltiples de respues­ ta y significado Fink: ¿Ya ha decidido todo lo que se ha de decir y hacer para el doctor Erickson? Sujeto: No. Lo dejaré con el enigma. Fink: ¿Quiere dejarlo con el enigma? Sujeto: Sí. Fink: ¿Quiere dejarme con el enigma? Sujeto: Sí. Fink: ¿Quiere permanecer usted misma con el enigma? Sujeto: No. Fink: ¿Ahora toma taxis? Sujeto: Sí. No sé qué lógica tiene eso. Rossi: La sujeto parece haber captado el estilo del juego y aho­ ra intenta invertir las posiciones, jugando a dejarlo con el enig­ ma a usted. Erickson: ¡Oh, sí! Uno siempre deja que el paciente gane es­ tos juegos y lo aventaje en toda batalla de menor importancia que pueda librar. Rossi: Lo importante es que el doctor Fink le hizo expresar claramente su deseo de no quedarse con el enigma sobre ella misma. En otras palabras, ella quiere saber aquello, sea lo que fuere, que ha venido representando un enigma para todos. En­ tonces Fink le pregunta «¿Ahora toma taxis?». Esta pregun­ ta carecería completamente de sentido en el nivel conciente. En un nivel inconciente, en cambio, es probable que se asocie con la búsqueda indirecta de un recuerdo traumático iniciada en la sección precedente. Por eso su inconciente responde con un sí claro e inmediato, que significa: sí, ahora avanza rápida­ mente a resolver el enigma de un recuerdo traumático. Enton­ ces su mente conciente añade una confusa pos-reflexión: «No sé qué lógica tiene eso». Esta es una demostración estupenda de los diversos nive­ les de significado mediante los cuales usted logra sus fines terapéuticos. En un nivel, la transacción anterior parece ser un diálogo superficial y un tanto repetitivo, que concluye con la pregunta sobre los taxis, aparentemente ambigua y sin sen­ tido. Empero, en otro nivel, el contenido literal del diálogo fun­ ciona como una especie de código de los significados más pro­ fundos que de hecho se abordan. La sujeto confirma bellamente 41
  • 40. este fenómeno de los niveles múltiples con su declaración fi­ nal, que representa muy bien el conflicto que viene experimen­ tando entre sus dos interpretaciones (conciente e inconciente) de lo que sucede en su terapia. 1.11 Confusión que facilita una inducción tradicional de sueño hipnótico; metáfora y centramiento asociativo indirecto como me­ dios de iniciar una conversación acerca de la depresión Fink: ¿Está pensando en algo relacionado con Ichabod Crane? Sujeto: No. Fink: ¿Y eso también era un taxi? Sujeto: Sí. Fink: Siga adelante con eso. Sujeto: Hasta he olvidado la cuestión original. Fink: Duérmase profundamente. Duérmase profundamente, muy profundamente. Continúe durmiendo. Hasta puede cerrar los ojos y sumergirse más y más. Continúe durmiendo profundamente. Y duerma profundamente, muy profundamente, muy sumergida en un sueño muy profundo. Para poder dormirse mucho más pro­ fundamente todavía, puede bloquear todo salvo la voz del doctor Erickson, la mía y la de usted. Sumérjase en un sueño cada vez más profundo. Continúe durmiendo profundamente, profundamen­ te. Duérmase fácilmente, profundamente. Sumérjase en un sue­ ño aún más profundo, más profundo, más profundo, y proteja ese sueño. Simplemente duerma a su modo, así podrá realizar todo cuanto quiera realizar. Y duerma sosegadamente, confiadamen­ te, muy relajada. Profunda, profundamente dormida. Afiance ese sueño. Siga durmiendo más y más profundamente.* Erickson: Y siga durmiendo muy profundamente. Muy profun­ damente, muy profundamente dormida. Quitaremos este lápiz, así podrá dormir más profundamente aún y sentirse más cómo­ da. Y quitaremos esta hoja de papel graduado para que usted pueda dormir más profundamente aún. Y usted se duerme con un propósito. Y usted cumplirá ese propósito de una manera có­ moda. Y usted se dormirá en verdad profundamente, para que sólo pueda oírnos al doctor Fink y a mí, tan sólo con una vaga * El doctor Fink se vale aquí del efecto fonético adormecedor de las íes largas en las palabras «sleep» (dormir, sueño), «deep» (profundo) y sus derivados; lo mis­ mo hace después el doctor Erickson. (N. de la T.) 42
  • 41. comprensión de que todo está bien y seguirá estando bien. ¿Es agradable? Sujeto: Sí. Erickson: Si le hablo al doctor Fink no la molestaré, ¿verdad? Sujeto: No. Rossi: ¿Qué significa la pregunta sobre Ichabod Crane? Erickson: Era un personaje temible y deprimente, que vestía ropas oscuras. Al mencionarlo, introducimos una posible ma­ niobra para que ella se abra y hable de su depresión. Rossi: Ese es un ejemplo de centramiento asociativo indirec­ to. Luego se asocia a Ichabod Crane con la metáfora de los taxis, al preguntarle «¿Y eso también era un taxi?». Al res­ ponder que sí ella confirma en realidad que se acerca rápida­ mente a su área de problemas. Erickson: Sí. También es un medio de confundirla; al cabo ad­ mite «Hasta he olvidado la cuestión original». Rossi: Cuando admite haber olvidado la cuestión original, se halla evidentemente en un estado de perplejidad pero de pre­ disposición a la respuesta. Al parecer, el doctor Fink no pue­ de dejar pasar la oportunidad y de repente, con el entusiasmo propio de un bisoño, inicia una inducción hipnótica enérgica y directamente tradicional, diciendo a la sujeto que se duer­ ma. Parece paradójico que todas las secciones precedentes se hayan demorado en unos preparativos tan cuidadosos y com­ plejos para activar sus procesos asociativos, tan sólo para que ahora se haga exactamente lo contrario y se le pida de mane­ ra abierta que se duerma. Sin embargo, la paradoja se resuel­ ve si admitimos que, para usted, el sueño sólo es una metáfo­ ra más (y una sugestión indirecta) que induce a la conciencia a abandonar su intencionalidad autorrectora y da mayor li­ bertad al inconciente para expresar los procesos asociativos que usted activaba. 1.12 La directiva implícita y una señal conductal involuntaria de trance profundo: despotenciación de la resistencia de la paciente que se consigue diciéndole « Usted lo hará, ¿no?» Erickson: Creo que debería limitarse a seguir durmiendo para sí unos pocos minutos más, hasta que sienta realmente dentro de sí que duerme en forma satisfactoria para usted, para el doctor Fink y para mí. Y usted lo hará, ¿no? Simplemente siga durmien­ 43
  • 42. do profundamente. Cuando usted sienta que en verdad está pro­ fundamente dormida, su mano derecha se elevará para hacérme­ lo saber. Y su mano se está elevando, ¿no es así? Sujeto: Sí. Rossi: Usted utiliza una directiva implícita para señalar que su mano derecha se elevará cuando ella esté «profundamente dormida». Usted suele valerse de alguna señal involuntaria de esta índole para obtener la prueba de que la paciente respon­ de a sus sugestiones y se encuentra preparada para el paso siguiente. Cuando ella reconoce que «en verdad está profun­ damente dormida», en realidad indica que coopera con usted y, presumiblemente, está lista para recibir la sugestión si­ guiente. Erickson: Sí, aquí hay un uso de esa frase que elaboré con su­ mo cuidado: «Y usted lo hará, ¿no?». Rossi: ¿Por qué la elaboró con tanto esmero? Erickson: No quiero que ella diga no. Si le parece que debería pronunciar la palabra no, no puede hacerlo porque ya la dije yo y, al decirla, se la quité. Rossi: Usted ha despotenciado cualquier no —cualquier nega- tividad o resistencia— que ella pueda haber experimentado en relación con usted y con lo que usted le presentaba. En ese momento, ¿tuvo la sensación de que era una sujeto resistente? Erickson: No, pero ella vacilaba. 1.13 La escritura al revés y la invertida allanan el camino hacia una disposición mental a hacer y una nueva disposición a apren­ der: la metáfora de acción Erickson: ¿Le gustaría aprender a mover su mano con rapidez? Me agradaría hacerle practicar un movimiento suelto, fácil y có­ modo de la mano. Es muy fácil, ¿no? Ahora suponga que me mues­ tra cómo hacer otros movimientos de la mano con facilidad y co­ modidad. Y ahora, movimientos de los dedos. ¿Alguna vez se quita el anillo? Ahora siga durmiendo, pero quíteselo y póngaselo des- lizándolo por el dedo. No se lo quite del todo, tan sólo hasta la mitad del dedo. Ahora vuelva a deslizarlo a su sitio. Ahora puede mover ambas manos con soltura, facilidad y comodidad. Y ahora otra cosa. . puede tomar este lápiz y escribir el día de su naci­ miento. No escriba el año, sólo el día. Muy bien. Ahora escríbalo al révés. Es una tarea bastante difícil para ejecutarla tan rápida­ 44
  • 43. mente. ¿Lo hace a menudo? ¿Le gustaría hacer otro ensayo? Sujeto: Sí. Erickson: Vea si puede escribir eso en forma invertida. Lo hizo muy bien, ¿no? ¿Es la primera vez que lo intenta? Usted no sabía que podía hacer eso, ¿verdad? Ahora le pasaré el lápiz a la otra mano; escriba al revés el día de su nacimiento. Muy bien. ¿Cree que realmente podría escribirlo más rápido? Le daré una ayudi- ta. Ponga este lápiz ahí y ese otro allí y empiece a escribir con ambas manos. Lo ha hecho verdaderamente muy bien. ¿Le gus­ taría ver esto luego de que la despierte? De acuerdo, retiraremos esta hoja. De paso, usted no sabe cuál es, puesto que no tenía los ojos abiertos. ¿Está bien así? Sujeto: Sí. Rossi: ¿Por qué la inicia en estas tareas extrañas, como eso de escribir al revés y en forma invertida? Erickson: Estoy introduciendo una determinada disposición mental a hacer. Rossi: ¿Una disposición mental a hacer algo insólito? ¿Una nueva disposición exploratoria para aprender? Erickson: Sí. Pruébelo ahora mismo. [Erickson le hace tomar un lápiz con cada mano y escribir simultáneamente al revés y al derecho. Rossi acaba por echarse a reír al comprobar la sensación peculiar y curiosa que le provoca todo aquello: se pregunta qué vendrá después, y experimenta cierta necesidad de recibir más directivas de Erickson.] Rossi: Está despotenciando sus esquemas mentales habitua­ les al proporcionarle la experiencia física de escribir de una manera totalmente diferente de la consuetudinaria. Escribir al revés y en forma invertida es, en verdad, una especie de metáfora de acción para aprender a pensar de formas diferen­ tes. Para eso vienen los pacientes a la terapia: para salirse de sus limitaciones aprendidas y desarrollar nuevas pautas de vida. Pero, ¿de dónde sacó la idea de inducir en los pacientes una nueva disposición exploratoria para aprender? Erickson: Se me ocurrió en la escuela primaria. Rossi: ¿Por las preguntas que se hacía sobre la operación de sus propias sensaciones y percepciones? Erickson: En parte, pero también por la sencilla razón de que noté que algunos chicos escribían con la mano derecha y otros con la izquierda . . y eso me hizo pensar. 45
  • 44. 1.14 Comunicación en dos niveles: sugestión pos-hipnótica de fas­ cinación, responsabilidad y alivio ante lo que acongoja; reencua- dramiento de un trauma por medio de tareas estructuradas Erickson: ¿Cree que sería fascinante para usted que, una vez des­ pierta, se devane los sesos acerca de esto y descubra lo que escri­ bió cada mano? Insertaremos la hoja aquí, al final de este bloc, y su tarea será simplemente tener presente que ha de recordarme que le traiga a colación el tema más adelante. Usted puede asu­ mir esa responsabilidad. Si yo lo olvidara, usted se encargará de recordármelo, ¿no? ¿Ahora está durmiendo profundamente? Sujeto: Sí. Erickson: ¿Empieza a tener la impresión de que podría llevar a cabo su propósito, del mismo modo en que escribió enero al revés y con las letras invertidas? Es toda una tarea, ¿no? Y, en verdad, usted puede comprender muchas más cosas durante su sueño que cuando está despierta, ¿no es así? Y se sentirá cómoda con ello, ¿no? ¿No le resulta agr.adable sentirse cómoda con ello? ¿Sentir­ se cómoda acerca de cosas que podrían perturbarla cuando está despierta? Erickson: Ahora la oriento para que asuma la responsabilidad por sus propias producciones, que serán para ella un enigma fascinante cuando despierte. Rossi: Usted utiliza una comunicación de dos niveles: en uno le habla de su ejercicio de escritura manual; en el otro, de la fascinante recuperación de su recuerdo traumático, por el que ahora puede responsabilizarse. Si hubiere algún olvido, será de usted y no de ella («Si yo lo olvidara, usted se encargará de recordármelo»). Erickson: Sí. En mis comentarios finales —«¿Empieza a tener la impresión de que podría llevar a cabo su propósito?» y «¿No le resulta agradable sentirse cómoda con ello? ¿Sentirse có­ moda acerca de cosas que podrían perturbarla cuando está des­ pierta?»— le estoy diciendo que puede estar tranquila con res­ pecto a ese recuerdo traumático. Rossi: Usted reencuadra el trauma, lo trasforma de algo que debe mantenerse sepultado y olvidado en algo que ella puede recordar con la misma tranquilidad con que aprendió una nue­ va manera de escribir. 46
  • 45. 1.15 Conversión de lo negativo en positivo: despotenciación de las limitaciones aprendidas y microdinámica del trance; la opo­ sición de proceso y contenido es la esencia del enfoque erickso- niano Erickson: Ahora bien, ¿recuerda aquel sí escrito cuando estaba despierta? ¿Sabe a qué se refería? Sujeto: No. Erickson: ¿Le gustaría adivinarlo? Sujeto: No. Erickson: ¿Dijo que no? Sujeto: Sí. Erickson: Muy bien. ¿He de decirle lo que tenía yo en mente? Sujeto: Sí. Erickson: Fíjese en esta serie de respuestas, en la que dos ne­ gativas se convierten en un «sí» cuando pregunto «¿Dijo que no?». Rossi: ¿Realmente hizo estas cosas con un propósito precon­ cebido? ¡¿Por qué?! ¡No puedo creer que haya hecho realmen­ te esto! Llevo ya siete años estudiando con usted, y todavía me cuesta creer que no se está burlando de mí con toda clase de intrincadas intelectualizaciones post hoc acerca de un caso como este. Sin embargo, tenemos aquí, frente a nosotros, esta evidencia que data de hace más de treinta años. ¿Por qué me cuesta tanto creer en ella? [La incredulidad de Rossi hace reír largo y tendido a Erickson y Moore.] Quizá cuesta tanto creerlo porque la mayoría de los terapeutas todavía centran más su atención en el contenido de lo que se dice que en utilizar los procesos de la dinámica mental como lo hace usted aquí. Pa­ rece casi de un pensar concreto creer que dos negativas con­ vertidas en una respuesta positiva mediante un cambio de sig­ nificado tengan significaciones de la índole que usted sugiere aquí. ¿Cuál es el propósito de esta conversión? ¿Está despo­ tenciando una vez más alguna resistencia negativa, o qué? Erickson: Al término de la siguiente sección, verá que ella ad­ mite que no comprende concientemente pero sí comprende in­ concientemente. Rossi: ¡¿Al convertir estas negativas en una respuesta positi­ va la predispone realmente a aceptar esto?! Es muy caracte­ rístico de su técnica. La paciente acaba por reconocer que lo inconciente sabe más, que lo inconciente es la sede de la reso­ lución del síntoma y el cambio (Erickson y Rossi, 1979). De 47
  • 46. este modo, se despotrncian las disposiciones concientes de la paciente y sus Utnihicioncs aprendidas, y la microdinámica de la búsqueda intvrior y los procesos inconcientes intervienen para facilitar una respuesta hipnótica. 1.1(i Inducción de trance por asociación sin percatación: compren­ sión inconciente; trances sutiles en varios niveles y fenómenos de trasferencia Erickson: Cuando estaba despierta, ¿creía que nunca había sido hipnotizada? ¿Alguna vez tuvo esa creencia? Procuré formular mi pregunta de manera tal que usted la comprendiera inconcien­ temente. ¿Tuvo alguna vez esa sensación? Sujeto: Sí. Erickson: ¿Y eso le está doliendo desde aquí hacia arriba? Sujeto: Sí. Erickson: ¿Lo comprendió concientemente? Sujeto: No. Erickson: ¿Lo comprendió inconcientemente? Sujeto: Sí. Erickson: ¿Le molestó que yo lo supiera? Sujeto: No. Erickson: Ahora le pediré al doctor Fink que trabaje un poco más con usted. ¿Le parece bien que le hable en su presencia? Sujeto: Sí. Erickson: ¿Y que él me hable? Sujeto: Sí. Erickson: ¿Usted escuchará? Sujeto: Sí. Erickson: ¿Podría no escuchar? Sujeto: Sí. Erickson: Suponga que nos escucha y, si la conversación resulta carente de interés, no nos presta atención. No es preciso que preste atención, ¿verdad? Pero puede hacerlo si lo desea. Muy bien. [Di­ rigiéndose al doctor Fink.] ¿Qué piensa usted acerca de la reo­ rientación? Fink: Pensaba en la reorientación mediante el establecimiento de actitudes correctas. Erickson: [Dirigiéndose a la sujeto.] ¿Sabe de qué hablábamos? Sujeto: Sí. Erickson: ¿Qué le pareció eso? ¿Está bien? Sujeto: Sí. 48
  • 47. Rossi: Al preguntarle «Cuando estaba despierta, ¿creía que nunca había sido hipnotizada?», ¿hubo una nueva inducción de trance que no percibi? Erickson: Bueno, si ella ha estado en trance, va a estar en trance. Rossi: ¿Eh? Moore: Cuando los pacientes han estado en trance con usted, sea de manera formal o informal, toda vez que vuelvan a tra­ bajar con usted estarán parcialmente en trance. Cuando dan respuestas de esta clase, es indicio de que están en un trance de segundo o tercer nivel, o como quiera usted definirlo. Des­ pués que se hubo inducido un trance entre Milton y ella, bas­ ta presentar estas preguntas desconcertantes para reinducirlo. Rossi: Comprendo. . ¡no puede dejar de machacarme cons­ tantemente la cabeza con eso! [Risas prolongadas.] Una vez que un terapeuta estuvo asociado con la conducta de trance de un paciente, en adelante siempre habrá cierta asociación entre ese terapeuta y el previo estado alterado de trance del paciente. El terapeuta puede reinducir el trance indirectamente con sólo emplear el mismo tono de voz, modo, curso del inte­ rrogatorio, o lo que sea, con miras a volver a provocar ese tran­ ce anterior por asociación. El paciente puede percatarse o no de estos trances ulteriores. A menudo son tan sutiles o mo­ mentáneos que pueden pasar totalmente inadvertidos tanto para el terapeuta como para el paciente, a menos que pesqui­ sen con cuidado los indicadores de microtrances. Estas expe­ riencias de trance de segundo y tercer nivel, sutiles e intermi­ tentes, pueden servir de base a toda clase de reacciones de trasferencia y contratrasferencia mal entendidas entre el te­ rapeuta y su paciente, precisamente a causa de la falta de per- catación.8 1.17 Puente afectivo, disociación, enigmas y juegos mentales ten­ dientes a iniciar una disposición a la regresión de edad Erickson: Me gustaría que recordara exactamente lo que sintió la primera vez que escribió «enero» para mí. Quiero que lo recuer­ de en forma tan vivida que parezca que lo escribe en este preciso 8 Para un panorama detallado de los muchos signos conducíales indicadores de estos trances sutiles y momentáneos, que pasan inadvertidos para la mayoría de nosotros, véase Rossi (1986a). 49
  • 48. instante. Recuérdelo hasta que pueda sentir que sus manos escri­ ben hasta que sienta que sus manos escriben. Continúe sin­ tiéndolo con la misma certeza con la que sabe dónde está ahora, y sabe también que hay muchas otras cosas que puede hacer, co­ mo hace esa. [La sujeto escribe.] Fue una experiencia placentera, ¿no? Sujeto: Sí. Erickson: Y hacerlo con la mano derecha, y con la izquierda, y en forma invertida, no fue como escribir simplemente el día de su nacimiento, ¿verdad? Sujeto: No. Erickson: Fue como si estuviera haciendo una tarea. Durante su experiencia han sucedido muchas otras cosas que puede repasar, y puede hacerlo a modo de tarea, ¿no es así? Como una tarea que es preciso llevar a cabo, examinar, comprender e interpretar pos­ teriormente. ¿No es así? Ahora bien, esta noche participé en un juego con el doctor Fink basándome en esa frase que compuse. Los enigmas fueron un juego agradable, ¿no? En nuestra propia experiencia hay muchos enigmas, ¿no es cierto? Querría sugerir­ le que vea en ellos unos enigmas que procurará resolver por di­ versión y con satisfacción, y que luego descubra lo simple que es el acertijo y la satisfacción que produce su resolución. Ahora bien, la otra noche olvidó muchas cosas. Se olvidó de marzo de 1945, de febrero de 1945, de enero de 1945 y hasta de diciembre de 1944, ¿no es así? Sujeto: Sí. Erickson: Podría hacerlo otra vez, ¿verdad? Sujeto: Sí. Erickson: Y podría hacerlo de manera muy, pero muy completa, ¿no es cierto? Y aun al reflexionar sobre eso le resulta un poco nebuloso, ¿no? Eso la mueve a preguntarse quién soy yo, ¿no es así? Sujeto: Sí. . Rossi: Usted comienza esta sección pidiendo a la sujeto que recuerde lo que sintió la primera vez que escribió «enero» pa­ ra usted, o sea que utiliza un puente afectivo (Watkins, 1949) para llegar hasta un recuerdo reciente con el fin de iniciar una disposición a la regresión de edad. Abre el camino hacia esa regresión de edad poniendo en marcha un proceso disociativo por medio de la escritura invertida y con ambas manos, de manera tal que «no fue como escribir simplemente el día de su nacimiento, ¿verdad?». Asocia esto con los enigmas y acer- 50
  • 49. tijos del comienzo de la sesión, a fin de introducir en la situa­ ción una nueva confusión despotenciadora junto con la «di­ versión y satisfacción» por resolver un acertijo (que consis­ tirá, para la sujeto, en comprender la dinámica de su propia psique). Cuando le dice «Ahora bien, la otra noche olvidó muchas cosas», ¿se refiere de manera implícita a una sesión anterior a esta? Erickson: Si. Lamento no haberlo llevado cronológicamente. [Se refiere a un registro completo de las sesiones.] Rossi: De acuerdo. Lo importante es registrar con exactitud lo ocurrido para que nuestros lectores comprendan que usted y la sujeto mantuvieron una reunión previa no registrada. Co­ mo esta sujeto no era una paciente común, la primera vez que la vio probablemente ni se le ocurrió que haría con ella un tra­ bajo hipnoterapéutico tan significativo. En verdad, le estamos agradecidos por haber contado con una taquígrafa en esta se­ gunda reunión. Usted continúa después con la acotación «Y aun al refle­ xionar sobre eso le resulta un poco nebuloso», lo que despo­ tencia todavía más sus disposiciones limitativas concientes y la impele a una búsqueda interior. Termina dándole un indicio bastante enigmático («Eso la mueve a preguntarse quién soy yo») que ahonda la búsqueda interior al par que le señala un rumbo y una expectativa específicos. En efecto, usted ha es­ tablecido todas las bases para la primera regresión de edad y la presentación del Hombre de Febrero, que ocurre en la si­ guiente sección. 51