Una selección personal de algunos cuentos y canciones alusivos a estas fechas que estoy trabajando con mis alumnos brasileños, futuros profesores de español.
Lecciones 05 Esc. Sabática. Fe contra todo pronóstico.
Cuentos y canciones por Navidad y Fin de Año
1. Cuento de Navidad
Ray Bradbury
El día siguiente sería Navidad y,
mientras los tres se dirigían a la
estación de naves espaciales, el
padre y la madre estaban preocupados. Era el primer
vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer
viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más
agradable posible. Cuando en la aduana los
obligaron a dejar el regalo porque pasaba unos
pocos kilos del peso máximo permitido y el arbolito
con sus hermosas velas blancas, sintieron que les
quitaban algo muy importante para celebrar esa
fiesta. El niño esperaba a sus padres en la terminal.
Cuando éstos llegaron, murmuraban algo contra los
oficiales interplanetarios.
-¿Qué haremos?
-Nada, ¿qué podemos hacer?
-¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!
La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete
de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en
entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.
-Ya se me ocurrirá algo -dijo el padre.
-¿Qué...? -preguntó el niño.
El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio
oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la
Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a
un lugar donde no había tiempo, donde no había
meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron
durante el resto del primer "día". Cerca de
medianoche, hora terráquea según sus relojes
neoyorquinos, el niño despertó y dijo:
-Quiero mirar por el ojo de buey.
-Todavía no -dijo el padre-. Más tarde.
-Quiero ver dónde estamos y a dónde vamos.
-Espera un poco -dijo el padre.
El padre había estado despierto, volviéndose a un
lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en
los regalos y en el árbol con sus velas blancas que
había tenido que dejar en la aduana. Al fin creyó
haber encontrado una idea que, si daba resultado,
haría que el viaje fuera feliz y maravilloso.
-Hijo mío -dijo-, dentro de media hora será Navidad.
La madre lo miró consternada; había esperado que
de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del
pequeño se iluminó; le temblaron los labios.
-Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol?
Me lo prometieron.
-Sí, sí, todo eso y mucho más -dijo el
padre.
-Pero... -empezó a decir la madre.
-Sí -dijo el padre-. Sí, de veras. Todo eso y más,
mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.
Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó,
sonreía.
-Ya es casi la hora.
-¿Puedo tener un reloj? -preguntó el niño.
Le dieron el reloj, y el niño lo sostuvo entre los
dedos: un resto del tiempo arrastrado por el fuego,
el silencio y el momento insensible.
-¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?
-Ven, vamos a verlo -dijo el padre, y tomó al niño de
la mano.
Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron
por una rampa. La madre los seguía.
-No entiendo.
-Ya lo entenderás -dijo el padre-. Hemos llegado.
Se detuvieron frente a una puerta cerrada que daba
a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos,
empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz
desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.
-Entra, hijo.
-Está oscuro.
-No tengas miedo, te llevaré de la mano. Entra,
mamá.
Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto
realmente estaba muy oscuro. Ante ellos se abría un
inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana
de metro y medio de alto por dos de ancho, por la
cual podían ver el espacio. El niño se quedó sin
aliento, maravillado. Detrás, el padre y la madre
contemplaron el espectáculo, y entonces, en la
oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a
cantar.
-Feliz Navidad, hijo -dijo el padre.
Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño
avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío
vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato,
simplemente mirando el espacio, la noche profunda
y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de
maravillosas velas blancas.
Fuente: https://albalearning.com/audiolibros/bradbury/cuento.html
2. Estas navidades siniestras
Gabriel García Márquez
Ya nadie se acuerda de Dios en Navidad. Hay tanto
estruendo* de cornetas y fuegos de artificio, tantas
guirnaldas* de focos de colores, tantos pavos*
inocentes degollados y tantas angustias de dinero para
quedar bien por encima de nuestros recursos reales
que uno se pregunta si a alguien le queda un instante
para darse cuenta de que semejante despelote* es
para celebrar el cumpleaños de un niño que nació hace
dos mil años en una caballeriza* de miseria, a poca
distancia de donde había nacido, unos mil años antes,
el rey David. 954 millones de cristianos creen que ese
niño era Dios encarnado, pero muchos lo celebran
como si en realidad no lo creyeran.
Lo celebran además muchos millones que no lo han
creído nunca, pero le gusta la parranda*, y muchos
otros que estarían dispuestos a voltear el mundo al
revés para que nadie lo siguiera creyendo. Sería
interesante averiguar cuántos de ellos creen también
en el fondo de su alma que la Navidad de ahora es una
fiesta abominable, y no se atreven a decirlo por un
prejuicio que ya no es religioso sino social.
Lo más grave de todo es el desastre cultural que estas
Navidades pervertidas están causando en América
Latina. Antes, cuando sólo teníamos costumbres
heredadas de España, los pesebres* domésticos eran
prodigios de imaginación familiar. El niño Dios era más
grande que el buey, las casitas encaramadas* en las
colinas eran más grande que la virgen, y nadie se fijaba
en anacronismos: el paisaje de Belén era completado
con un tren de cuerda, con un pato de peluche* más
grande que un león que nadaba en el espejo de la sala,
o con un agente de tránsito que dirigía un rebaño de
corderos en una esquina de Jerusalén. Encima de todo
se ponía una estrella de papel dorado con una bombilla
en el centro, y un rayo de seda amarilla que habría de
indicar a los Reyes Magos el camino de la salvación. El
resultado era más bien feo, pero se parecía a nosotros,
y desde luego era mejor que tantos cuadros mal
copiados del aduanero Rousseau.
La mitificación empezó con la costumbre de que los
juguetes no los trajeron los Reyes Magos - como
sucede en España con toda razón -, sino el niño Dios.
Los niños nos acostábamos más temprano para que los
regalos llegaran pronto, y éramos felices oyendo las
mentiras poéticas de los adultos. Sin embargo, yo no
tenía más de cinco años cuando alguien en mi casa
decidió que ya era tiempo de revelarme la verdad. Fue
una desilusión no sólo porque yo creía de veras que
era el niño Dios quien traía los juguetes, sino también
porque hubiera querido seguir creyéndolo. Además,
por pura lógica de adulto, pensé entonces que también
los otros misterios católicos eran inventados por los
padres para entretener a los niños, y me quedé en el
limbo*.
Aquel día -como decían los maestros jesuitas en la
escuela primaria - perdía la inocencia, pues descubrí
que tampoco a los niños los traían las cigüeñas* de
París, que es algo que todavía me gustaría seguir
creyendo para pensar más en el amor y menos en la
píldora.
Todo aquello cambió en los últimos treinta años,
mediante una operación comercial de proporciones
mundiales que es al mismo tiempo una devastadora
agresión cultural. El niño Dios fue destronado por el
Santa Claus de los gringos y los ingleses, que es el
mismo Papa Noel de los franceses, y a quienes todos
conocemos demasiado. Nos llegó con todo: el trineo
tirado por un alce, y el abeto cargado de juguetes bajo
una fantástica tempestad de nieve.
En realidad, este usurpador con nariz de cervecero no
es otro que el buen San Nicolás, un santo al que yo
quiero mucho y porque es el de mi abuelo el coronel,
pero que no tiene nada que ver con la Navidad, y
mucho menos con la Nochebuena tropical de la
América Latina. Según la leyenda nórdica, San Nicolás
reconstruyo y revivió a varios escolares que un oso
había descuartizado en la nieve, y por eso lo
proclamaron el patrón de los niños. Pero su fiesta se
celebra el 6 de diciembre y no el 25. La leyenda se
volvió institucional en las provincias germánicas del
Norte a fines del siglo XVIII, junto al árbol de los
3. juguetes, y hace poco más de cien años pasó a Gran
Bretaña y Francia. Luego pasó a Estados Unidos, y
estos nos lo mandaron para América Latina, con toda
una cultura de contrabando: la nieve artificial, las
candilejas* de colores, el pavo relleno* y estos quince
días de consumismo frenético al que muy pocos nos
atrevemos a escapar.
Con todo, tal vez lo más siniestro de estas Navidades
de consumo sea la estética miserable que trajeron
consigo: esas tarjetas postales indigentes, esas ristras*
de foquitos de colores, esas campanitas* de vidrio,
esas coronas de muérdago* colgadas en el umbral,
esas canciones de retrasados mentales que son los
villancicos* traducidos del inglés; y tantas otras
estupideces gloriosas para las cuales ni siquiera valía la
pena de haber inventado la electricidad. Todo eso, en
torno a la fiesta más espantosa del año. Una noche
infernal en que los niños no pueden dormir con la casa
llena de borrachos que se equivocan de puerta
buscando donde desaguar, o persiguiendo a la esposa
de otro que acaso tuvo la buena suerte de quedarse
dormido en la sala.
Mentira: no es una noche de paz y amor, sino todo lo
contrario. Es la ocasión solemne de la gente que no se
quiere. La oportunidad providencial de salir por fin de
los compromisos aplazados por indeseables: la
invitación al pobre ciego que nadie invita, a la prima
Isabel que se quedó viuda hace quince años, a la
abuela paralítica que nadie se atreve a mostrar. Es la
alegría por decreto, el cariño por lastima, el momento
de regalar porque nos regalan, y de llorar en público
sin dar explicaciones.
Es la hora feliz de que los invitados se beban todo lo
que sobró de la Navidad anterior: la crema de menta,
el licor de chocolate, el vino de plátano. No es raro,
como sucede a menudo, que la fiesta termine a tiros.
Ni es raro tampoco que los niños - viendo tantas cosas
atroces - terminen por creer de veras que el niño Jesús
no nació en Belén, sino en Estados Unidos.
GLOSARIO (organizado por el orden de aparición en el
cuento).
- Estruendo: Un ruido grande o estampido.
- Guirnaldas de focos de colores: Una guirnalda es una
corona o tira de flores, hierbas, ramos y otros materiales
entretejidos para adornar o decorar algo. Cuando el Gabo
menciona las “guirnaldas de focos de colores” hace alusión a
los cordones con pequeños bombillos eléctricos que se usan
para iluminar y adornar por motivo de Navidad. Hoy se usan
de LED.
- Pavo: Ave de tamaño mayor que una gallina y que se
acostumbra comer asada en Navidad.
- Despelote: Desorden, confusión.
- Caballeriza: Local o establo para guardar caballos.
- Parranda: Diversión, fiesta.
- Pesebre: Especie de cajón donde se echa la comida a los
animales para que coman.
- Encaramadas: Subidas, amontonadas, trepadas.
- Belén: representación escultórica del Nacimiento de
Jesucristo.
- Peluche: Tejido con pelo largo y suave por uno de
sus lados. Muñeco forrado con este tejido. Ejemplo:
Oso de peluche.
- Rebaño de corderos: Grupo de corderos (animales
productores de lana, hijos de las ovejas).
- “Quedarse en el limbo”: Quedarse sin entender nada. La
frase cercana “estar en el limbo” significa estar
distraído, entretenido.
- Cigüeña: Ave de un metro de altura, de cuello y
pico largos, cuerpo blanco, alas negras y patas
largas y rojas.
- Alce: Mamífero europeo con cuernos.
- Abeto: Árbol de regiones frías y de montaña, de
corteza blanquecina y ramas horizontales formando
una copa cónica. Se identifica con la Navidad.
- Candilejas de colores: Candilejas palabra derivada de
candil o luminaria antigua, también referente a la
iluminación de los teatros antiguos. En este caso el Gabo se
refiere a las luces de colores.
- Relleno: Con algo dentro ("recheado")
- Ristras de foquitos de colores: Trenzado de luces de
colores. Normalmente se dice del trenzado de ajos o
cebollas.
- Corona: Aro de ramas, flores, metal generalmente
precioso, etc., que se coloca en la cabeza como
premio, adorno o símbolo de dignidad
- Muérdago: planta parasitaria cuyas hojas y ramas
se usan para adornar pues se conservan por mucho
tiempo.
- Campanita: Instrumento de metal en forma de copa
invertida que suena al golpearlo el badajo que tiene en su
interior. También puede ser cualquier cosa que tenga forma
parecida
- Villancico: Canción típica de Navidad.
- Borracho: persona que ha ingerido bebidas alcohólicas y
está en estado de embriaguez.
Fuente: Cuento de Gabriel García Márquez, tomado de "Sol y Son", Revista de Cubana
de Aviación, n. 24, 1993, p. 6-8. Con glosario añadido por Gonzalo Abio.
4. Canción de navidad para todos los pueblos – Rubén
Blades, Oscar D’ León y José Feliciano
Con un regalo de navidad, varios cantantes de América Latina y el Caribe unieron sus voces para grabar la canción
“Pa’ Todos Los Pueblos”. Entre los artistas se encuentran el venezolano Oscar D’ León, los puertorriqueños José
Feliciano, Víctor Manuelle y La India y el panameño Rubén Blades.
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Una de las memorias más dulces que poseo es la de mis navidades en Panamá, dice Rubén Blades. Aún recuerdo la
letra y la música de una canción de propaganda de la Leche Klim, que pasaban en la radio.
Era un tiempo de familia, con mi abuela, mi mamá, mi papá, mis hermanos y nuestros vecinos del barrio. No
importó nunca el tamaño del lugar donde viví, del cuarto en Calle 13 Oeste con el baño compartido afuera, hasta el
chalet de tres recámaras en Calle Segunda Carrasquilla, toda Navidad fue siempre un grato momento de unidad
familiar. En esos especiales días, los problemas retrocedían ante nuestra solidaridad y buen humor.
Todo el mundo se esforzaba en comportarse bien y en cooperar unos con los otros. Mi madre Anoland preparaba
siempre ensalada de papas, un jamón, porotos, roscas de huevo, turrones, uvas, y la casa se llenaba de gente. Al día
siguiente, la calle se llenaba de muchachos que mostraban los regalos recibidos y jugaban, felices.
Nunca he vuelto a tener navidades así. Pero su recuerdo me acompañará siempre y, de alguna manera, revive cada
Diciembre no importa donde esté, trabajando, o viajando. Esa es mi memoria de Navidad en Panamá.
https://www.youtube.com/watch?v=7inj05ICkCg
Más allá (Navidad), Gloria
Estefan
https://www.youtube.com/watch?v=TXMF0pjfjuw
Un año más, Mecano
https://www.youtube.com/watch?v=zihh1DaAMdw
5. Un año más, Mecano
En la Puerta del Sol
Como el año que fue
Otra vez el champán y las uvas
Y el alquitrán, de alfombra están.
Los petardos que borran sonidos de ayer
Y acaloran el ánimo
Para aceptar que ya, pasó uno más.
Y en el reloj de antaño
Como de año en año
Cinco minutos más para la cuenta atrás
Hacemos el balance de lo bueno y malo
Cinco minutos antes de la cuenta atrás.
Marineros, soldados, solteros, casados,
Amantes, andantes y alguno que otro
Cura despistao
Entre gritos y pitos los españolitos
Enormes, bajitos hacemos por una vez,
Algo a la vez.
Y en el reloj de antaño
Como de año en año
Cinco minutos más para la cuenta atrás
Hacemos el balance de lo bueno y malo
Cinco minutos antes de la cuenta atrás.
Y aunque para las uvas hay algunos nuevos
A los que ya no están le echaremos de menos
Y a ver si espabilamos los que estamos vivos
Y en el año que viene nos reímos
Uno, dos, tres y cuatro y empieza otra vez
Que la quinta es la una
Y la sexta es la dos y así el siete es tres.
Y decimos adiós y pedimos a Dios
Que en el año que viene,
A ver si en vez de un millón
Pueden ser dos
En la Puerta del Sol
Como el año que fue
Otra vez el champán y las uvas
Y el alquitrán, de alfombra están.