La verdad atrae a la gente y los une para resolver problemas de manera consensuada, sin obligar a los demás a adoptar una única perspectiva. La verdad espera ser considerada entre varias opciones, no como la única posibilidad bajo amenaza. Los que buscan imponer su versión de manera coercitiva defienden el descontrol y la anarquía, lo que lleva a la guerra civil. Los sistemas jerárquicos de obediencia incondicional son vulnerables porque la pérdida de un líder clave los debilita.
2. la verdad
Es lo que atrae a la gente. Es lo que la hace acercarse. Es una proclividad a juntarnos
charlar, discutir a querernos. Hay verdad en lo que nos reúne para resolver algo. En la
necesaria tarea de resolver cosas consensuando opiniones. En no tener que obligar al
otro a hacer lo que la verdad no le induce. Es una enorme preferencia la de la verdad
frente al desconcierto de no saber y de tener que amenazar con medidas de guerra verbal
y de aislamiento al que disiente, corrompiendo así la verdad, que enturbian lo que se
puede optar. La verdad espera ser una entre varias y no la única en función de un
infierno alternativo infalible bajo coacción de amedrentar y pena de juzgar al reprobarse
por fuera de la verdad al que no vota aquello que la oportunidad de obligar fundamenta.
El escarmiento como dogma de una ideología religiosa que la instrumenta como
salvación al caos o a lo que le temen. La verdad como método de venganza para
impactar en desventaja apelando al escarmiento de juicios no se impone sin ello. La
verdad no deja de ser una ponderación entre los que se juntan para encontrarle un cause.
Es amistosa en cuanto que es sujeta de amor y no de odio. Es una dedicación al tiempo
que se dispone para no dejar el resultado sujeto al descontrol. Justo eso es lo que el que
la quiere imponer defiende como fórmula. La gente descontrolada no respeta ni valora
nada de lo que se aprendió y conoció y es manejable porque no se puede organizar para
aplacar esa furia. La furia es la esencia de la anarquía y esto se parece a una guerra civil
con instrumentos de usar al pobre y al anarquista profesional, una especie de mercenario
del culto a la ideología, para delinquir e infundir y a un país de miedo y que lo que se
enardece que la violencia sea el método de evitar la verdad y en dogmas suicida se
establezca el bloqueo a no obedecer al anarquista. Sistemas jerárquicos de obediencia
incondicional en donde la pérdida de uno de sus miembros más altos destruye el plan
original que es totalmente personalista. El poder como símbolo de la imposición por
esta vía ha caído en la historia y lo sigue haciendo. Caen derrotados en su mismo
propósito de forma inesperada y previsible a la vez por el tormento que infunden. Ese
ejército que es pierde a su líder y se repliega hacia el duelo terrible del desconsuelo de
una guerra interna programada que queda en el debilitamiento inevitable y anticipado.