1. LA PUETA DEL DIABLO
Manuel Guzman
Cuentan que en tiempos de la colonia, la primogénita de los
propietarios de los terrenos conocidos también como Planes de
Renderos, al centro de la capital de San Salvador, era cortejada
por el mismísimo espíritu del mal.
Enterados de esos amoríos, el padre y sus familiares decidieron
una noche cazarle la pelea al príncipe de los ángeles rebelados
contra Dios y arrojados por él al abismo, según la tradición
judeocristiana.
En la huida, y casi al ser atrapado por sus perseguidores, el
indeseable pretendiente rompió un peñasco al que luego se le
empezó a llamar La Puerta del Diablo por la curiosa forma de
arco que aparentan las dos elevadas rocas que la conforman.
La mitología alrededor de esa nomenclatura recoge otra historia
sobre el supuesto Renderos y su prole: se asegura que el sujeto
llegó al lugar mucho antes de esos sucesos, acompañado de su
hija veinte añera y de varias semillas de naranjo para sembrar.
Pero la moza se enamoró de un indio y hasta pretendió casarse
con él, a pesar de las objeciones de los indígenas que poblaban la
zona, quienes aludían al asecho del demonio, alentado por la
belleza de la joven. La pareja desatendió los consejos de los
2. ancianos y una noche, de manera inesperada, llegó el príncipe de
los infiernos y la raptó por la fuerza.
A pesar de la lucha librada por el novio para evitar el secuestro
de su prometida, se impuso la fuerza del Diablo, quien logró
darle muerte. Enterado de lo que acontecía, Renderos se
encaminó al sitio en mitad de la madrugada y sólo encontró al
Diablo convertido en toro.
Haciendo uso de sus mañas, el demonio arrastró hasta unas
rocas gigantes al padre de la joven objeto de sus pasiones y
terminó lanzándolo hacia el abismo. Han transcurrido varios
siglos, en los cuales se ha seguido alimentando esta leyenda que
atrae a una gran cantidad de turistas, quienes visitan el escenario
donde, se dice, venció el Diablo.