1. DE MÍNIMOS EN CAMPAÑA A MÁXIMAS EN EJERCICIO
No encuentro un mejor momento para escribir, volver al tema y hacer énfasis en la
importancia histórica que puede significar que un distinto, diverso y convencido de ello
logre llegar a la Presidencia Colombiana. Después de posicionarse en el ambiente
político y de subir en las encuestas de manera fugaz y preocupante para quienes gozan
individualmente los beneficios del poder y la plata de todos, el candidato verde; el de los
libros y los lápices, se mantiene constante en los resultados de los sondeos realizados
con las encuestas, a pesar de las variaciones en los resultados de encuestador en
encuestador que dependen de quién contrata o pública.
Sólo con mantenerse activo en el debate público, ser parte recurrente -así sea por
“errores” de interpretación periodística a sus expresiones, no de facto como en nuestro
actual gobierno- en toda conversación y estar presente en todos los escenarios
colombianos, sólo con eso, la ola verde se anota un punto de más respecto al resto de
candidaturas.
En un análisis general y sin un fundamento positivo de las campañas presidenciales,
aseveraría que sin tanta contratación internacional, sin la utilización de propaganda de
Gobierno a su favor, sin publicidad política pagada pensada picarescamente, sin ocupar
todos los recursos que le correspondían por ley y sin el apoyo directo del Presidente
más legitimo y querido por los colombianos durante ocho años, incluso en la historia -el
cual, con seguridad pero no de la democrática, será de los expresidentes más
preponderantes en los libros de historia a escribirse-; ha logrado más posicionamiento y
reconocimiento que algunos otros empecinados en angular sus propuestas
programáticas sin replantear el poder carismático que poseen.
No obstante, lo anterior no implica que el poder y fuerza de la ola verde estén basados
en un componente carismático únicamente, implica que el proceso es tan organizado y
claro que no hay detalle que se escape, no se muestran errores en el discurso ni en el
manejo de la estrategia de campaña, no hay un verde que no se sepa el slogan o
tararee la canción de Mil Santos, incluso, alguno que otro inventa nuevas arengas sin
alejarse de las hormas que maneja la campaña.
Girasoles y un color priman en amplios sectores juveniles y medios; punketos, skin
heads, metaleros, froggres, intelectuales, clase media mayoritaria, clase baja no tan
mayoritaria, clase alta y los intermedios apoyan al equipo que encabeza Antanas
Mockus -esos grupos etáreos a los que nunca encuestan porque quien responde en
casa es el jefe de hogar-
Algunos sin cambiar el color de la ropa, fundamental para una que otra subcultura, y
otros convencidos en su atuendo visten de verde la propuesta de legalidad que
replantea nuestra ética política. Todos con un saludo o una mirada sabemos que
estamos en el lugar adecuado y sin bulla desplazamos con argumentos al que sigue
legitimando el uso de cualquier medio para conseguir sus fines.
2. Así, no podemos negar el desgaste del tradicionalismo político, la respuesta negativa
del soberano ante el atajo y la sensación de asco que genera un sistema legal y de
justicia que funciona cuando quiere.
Por fin la necesidad de lograr un consenso social que establezca los MÍNIMOS morales
que sostengan el que hacer político se deja entre ver en la sociedad.
Finalmente, despertamos del letargo político que genera ver al Estado como una
empresa, o finca sí algunos lo prefieren, y pensamos que éste requiere valores y
estructuras que eviten la trampa, la corrupción y el irrespeto permanente hacía las
conciencias ciudadanas que acallan infracciones de gobierno por miedo a él mismo,
aquellos que tememos a un policía de tránsito en vez de considerarlo el gendarme de
nuestros derechos, aquellos que evitamos las licitaciones o los concursos del Estado
porque sabemos quién ganará el contrato o quién ocupará el puesto.
Aquellos que hoy, mañana, el 30 y el 20 sí toca, votaremos por convertir en MÁXIMAS
morales el respeto a la Constitución Política, lo intocable de los recursos públicos, la
necesaria legalidad y, primordialmente, lo sacro de la vida humana.
VIVIANA ANDREA CICERY RAMOS