1. CUENCA, ELVIRA: El aprendizaje de la lectoescritura.
Buenos Aires: Editorial Magisterio del Río de la Plata, 1987 (Fragmento)
Lo importante no es que los chicos sepan leer y escribir mejor, sino que deseen leer y escribir y disfruten con
tales actividades.
Berta Braslavsky habla de cuatro tipos de actividades: MOTIVACIONALES, COGNITIVAS, LINGÜÍSTICAS y
FUNCIONALES.
Las ejercitaciones se llevan a cabo en forma interrelacionada, ya que es imposible en la práctica separarlas
unas de otras. No obstante cabe señalar que las motivacionales figuran como las más importantes porque en
ningún momento pueden estar ausentes. Esto corrobora lo ya expresado: no sólo buscamos que el alumno
aprenda a leer y escribir sino que disfrute con ello y desee hacerlo. Por el contrario, las actividades funcionales
aparecen en último término, es decir, no es preciso dedicar un tiempo específico para las mismas.
Motivacionales
Son aquellas cuyo objetivo consiste en alimentar el gusto, el deleite, el placer por la lectura y la escritura.
Debemos comenzar por estimular el lenguaje oral. El niño debe enunciar oralmente lo que piensa en su
lenguaje sin correcciones coercitivas. Cuando el niño aprende a hablar se está preparando para leer. Pero...
¡atención! esa intensa estimulación del lenguaje oral no debe postergar el aprendizaje de la lectoescritura.
Las actividades motivacionales fundamentales que deben acompañar la estimulación del lenguaje oral son las
siguientes:
• familiarizar al niño con libros y materiales escritos.
• leerles cuentos y poesías interesantes.
Se puede comenzar con libros de imágenes, revistas u otros materiales que contengan imágenes. Si los libros
son bien elegidos comenzarán a crear el gusto por la lectura y lo más importante, al manipularlos, el niño
comenzará a quererlos y así obtendrá la llave maestra para aprender a leer.
Es fundamental que el maestro lea en voz alta para sus alumnos y que persuada a los padres y hermanos
mayores para que ellos les lean también. Es recomendable comenzar con cuentos y poesías, con preferencia de
autores que utilicen el lenguaje local, que sean accesibles a la comprensión del niño, que estén de acuerdo con
sus intereses tanto por su contenido como por su sonoridad.
Con respecto a la escritura, hay que dar oportunidad a los pequeños para que desde temprana edad usen
tizas, lápices, etc. El niño está físicamente preparado para hacer trazados casi al mismo tiempo que aprende a
caminar. Realizando trazados, el pequeño llega a la necesidad de producir escrituras como representación de
cosas e imágenes del lenguaje hablado.
Cognitivas
Los objetivos de estas actividades son que el niño:
• comprenda los propósitos de la lectura y de la escritura y el simbolismo de esta última.
• descubra que el lenguaje escrito reproduce el lenguaje hablado.
Así como el maestro debe saber lo que va a enseñar, el niño debe saber lo que va a aprender y para qué. El
pequeño no puede iniciarse en el aprendizaje de la lectoescritura como si fueran actividades sin sentido.
Cualquiera de nosotros, cuando emprende una tarea, lo primero que necesita saber es el para qué, de lo
contrario el interés desaparece y no se efectúa ningún esfuerzo para llevarla a cabo.
De lo anterior se deriva la importancia de los libros y textos que el maestro utiliza. Cuando se emplean textos
con un lenguaje artificial la comprensión resulta imposible. Lo mismo ocurre cuando se usa en forma rigurosa el
método de la palabra generadora, empleando exclusivamente las palabras que combinen los grafemas
enseñados. (Susi asa esos seis sesos sosos; Odila poda las mieses, las anémonas y las dalias.) En tales textos no
se tiene en cuenta ni la comprensión ni el lenguaje natural de los alumnos. La lectura es considerada
exclusivamente como decodificación.
Por otra parte, con oraciones o lecturas como las transcriptas, se deja de lado la motivación que es la puerta
principal por donde el niño puede acceder al mundo de los textos escritos. Además, es preciso tener en cuenta
que cuando los alumnos encuentran en los libros un lenguaje que nada tiene que ver con el que ellos usan
diariamente en sus hogares, pueden sentirse desvalorizados y sentir que nada de lo que ellos llevan a la escuela
sirve o es valioso.
2. Lingüísticas
El objetivo general de estas actividades consiste en ayudar al niño a la toma de conciencia lingüística.
En el ser humano existe una competencia lingüística que es la capacidad innata universal para construir la
lengua y su gramática, tomando como material el lenguaje del medio. El niño construye su lenguaje oral en
cooperación con la madre y los adultos que lo rodean. Pero, a medida que construye su lengua, la analiza e
intuitivamente toma conciencia de su gramática, aunque no conozca sus reglas. Ese aprendizaje fue llamado
conciencia lingüística.
Según Mattingly, durante sus tres primeros años el niño aprende los componentes gramaticales de su lengua
(fonológicos, sintácticos y semánticos) que son condición principal para la adquisición de la lectura comprensiva.
La existencia de esa conciencia lingüística como conocimiento intuitivo y práctico que el niño tiene de los
componentes gramaticales de la lengua sin que nadie le haya enseñado definiciones ni reglas, la podemos
comprobar, por ejemplo, analizando con qué facilidad los niños cambian correctamente el género y número de
sustantivos, artículos y adjetivos y el tiempo de la acción de los verbos antes de ir a la escuela. Por ejemplo, si le
presentamos a un niño de Jardín o Preescolar el dibujo de una pelota, dirá “la pelota”; y si enseguida le
mostramos el dibujo de varias pelotas dirá “las pelotas”. También es muy común escuchar a los niños muy
pequeños cambiar el tiempo de acción de los verbos, aunque conjuguen como regulares los verbos irregulares:
“yo pusí”, “yo cabo”, “vos poniste”. Aquí lo importante es que modifican el verbo de acuerdo con el tiempo de
acción, sin que nadie se lo haya enseñado deliberadamente.
El maestro, desde Preescolar, debe ayudarlo a efectuar esa toma de conciencia lingüística creando
experiencias que faciliten ese proceso.
Las actividades lingüísticas han sido clasificadas en cuatro rubros: sintácticas, semánticas, de análisis léxico y
fonológicas.
Actividades sintácticas:
No se trata de hacer que el niño analice en oraciones el sujeto, predicado, complementos, etc., sino
simplemente de ayudarlo a tomar conciencia intuitivamente de los mismos. Por ejemplo, cuando aplicamos, a
partir de un cuento, los niveles de comprensión lectora, efectuamos preguntas tales como: ¿Quién hizo tal cosa?
¿Qué hizo el nene? ¿Dónde fue? ¿Qué compró?
Las respuestas se referirán al sujeto, al predicado, al objeto directo, al complemento y así sucesivamente.
Actividades semánticas:
Se refieren al desarrollo y enriquecimiento del vocabulario. A partir de experiencias vivenciales, como el
cuento anterior, el maestro puede idear múltiples actividades referidas al vocabulario, como por ejemplo: decir
oralmente el nombre de todos los animalitos que había en al bosque; buscar palabras de significado parecido o
contrario a otras dadas; formar familias de palabras, enunciar cualidades referidas a los personajes de un
cuento, etc.
Actividades de análisis léxico:
Los objetivos de estas actividades son lograr que el niño:
• reconozca en forma auditiva las palabras en el lenguaje hablado.
• descubra y realice la correspondencia entre la emisión sonora de una oración y el modo de
representarla, palabra por palabra.
Las experiencias y las investigaciones han demostrado que al pequeño le cuesta mucho, al hablar, diferenciar
dónde termina una palabra y dónde empieza la otra. Lo que le resulta fácil es distinguir las sílabas en la cinta
sonora del lenguaje. Esto se hace evidente cuando escuchamos hablar un idioma que no conocemos. No
podemos identificar las palabras pero sí las sílabas. Lo mismo le ocurre al pequeño al escuchar su propia lengua.
De ello nos damos cuanta más tarde, cuando al escribir, empieza a unir y separar palabras en forma incorrecta.
Tal dificultad no se presenta cuando el niño enfrenta el lenguaje escrito, ya que, en éste las palabras se
diferencian por los espacios entre sí.
A fin de evitar los errores aludidos de incorrecta unión y separación de palabras que tanto preocupan a los
docentes, debemos educar el oído del pequeño.
Actividades de análisis fonológico:
Los objetivos de estas actividades, en una primera etapa, son lograr que el niño:
3. • diferencie los sonidos de las palabras en el lenguaje hablado (esos sonidos son los fonemas que
corresponden a los grafemas o letras).
• descubra y realice la correspondencia entre los sonidos y la forma de representarlos.
Así como al pequeño le cuesta mucho diferenciar las palabras en el lenguaje hablado, también le resulta
difícil identificar los fonemas. Como ocurre en todos los idiomas alfabéticos lo que se distingue de inmediato son
las sílabas. Es muy común escuchar a los maestros quejarse diciendo que sus alumnos omiten o saltean letras. Si
nosotros ayudamos tempranamente al niño (desde los últimos meses de Preescolar) a identificar los sonidos de
la palabra hablada, se evitarán estos errores y se logrará que los alumnos escriban solos, realizando el
autodictado en forma correcta.
En una segunda etapa los objetivos específicos son lograr que el niño:
• establezca diferencias entre los sonidos de la palabra hablada, es decir, que distinga vocales y
consonantes.
• descubra y realice la correspondencia entre tales sonidos y la forma de representarlos.
Funcionales
El objetivo es que el niño adquiera las prácticas necesarias para el manejo de los materiales escritos y para la
utilización de los elementos para llegar a la lectoescritura.
Al clasificar jerárquicamente las actividades preparatorias para la lectoescritura, las ejercitaciones funcionales
aparecen en último término, porque las realizamos a medida que llevamos a cabo las anteriores.
Un niño puede ser capaz de copiar a la perfección, o sea, de tener bien desarrollada la coordinación
visomotriz, la organización espacial, la lateralidad, etc. y, sin embargo, ello no garantiza que pueda leer, en el
sentido de comprender significados de un código escrito, ni que pueda escribir, en el sentido de producir
significados mediante un código gráfico.
Ejemplos de cómo las actividades funcionales se llevan a cabo a medida que realizamos otras ejercitaciones
preparatorias para la lectoescritura los tenemos en los siguientes casos:
• manejando libros y revistas los niños acceden a las convenciones gráficas, tales como
movimiento de páginas de izquierda a derecha, movimiento de la vista de izquierda a derecha,
necesidad de detenerla y volver algunas veces, etc.
• cuando, después de la lectura o el relato de un cuento, el maestro invita a ordenar secuencias
correspondientes a lo narrado (comprensión lectora) está realizando actividades funcionales de
organización espacial, temporal, coordinación visomotriz, etc.
Con referencia a la escritura, hay que dar oportunidad al niño para que desde su más temprana edad use
tizas, lápices, crayones, etc. A este respecto, las investigaciones de Prudhommeau demuestran que el pequeño
está físicamente preparado para hacer trazados casi al mismo tiempo que aprende a caminar. Cuando un niño
comienza a hablar o a caminar, no lo hace con perfección. Al comienzo comete infinidad de errores, y por eso no
merece la represión ni la censura de los adultos que lo rodean. Ninguna madre obliga a su hijo a repetir una y
otra vez sus incipientes palabras por el sólo hecho de no decirlas como lo hace un adulto. Tampoco ningún padre
se enoja porque al dar los primeros pasos el pequeño tambalea, tropieza, se cae. Nadie lo obliga a mantener
desde un comienzo una perfecta estabilidad.
¿Por qué no le permitimos al pequeño que, frente a un libro con imágenes y texto, invente palabras que
no aparecen escritas o cambie otras? ¿Por qué insistimos tanto en la corrección de los grafismos y no nos
fijamos en la producción de significados?