El documento discute el contrato social propuesto por Jean Jacques Rousseau, en el cual los individuos ponen su poder bajo la voluntad general a cambio de ser parte de un todo y obedecer la ley general. También analiza la naturaleza de la ambición humana, argumentando que aunque la ambición impulse el progreso, cuando no está regulada puede llevar a una insaciable búsqueda de más que no conduce a la felicidad. Finalmente, resume la visión de Rousseau del estado natural del hombre y la necesidad de un contrato social para protegerse mutu
1. El contrato social.
(Análisis)
El hombre como ser social, pensante, razonante y autónomo siempre va a buscar
crecer dentro de una sociedad sea cual sea la área de ese ámbito social. La forma más
segura de hacer negocios es a través de un contrato. Es por ello, que la ambición es una
energía poderosa, es querer, crecer, tener, expandir, explorar, avanzar y conseguir su
objeto, llamado estabilidad económica. Por esta razón, Los contratos permiten que las
personas logren acuerdos comerciales mutuos y ambas partes obtengan los beneficios
deseados.
Cabe agregar, lo expuesto en el libro "El contrato social " del autor Jean Jacques
Rousseau nos da un panorámico amplio y exacto de dicha situación. Rousseau propone el contrato
social entre el individuo y la sociedad, con el fin de armonizar la convivencia humana.
Esta es la única posibilidad de regeneración moral. Los hombres se asocian y ponen su
persona y todo su poder bajo la dirección de la voluntad general. A cambio, cada
miembro es acogido como parte indivisible del todo. Así, el pacto social representa el
reconocimiento de que lo universal es más importante que lo particular, se antepone la
justicia al instinto, lo social sobre lo natural. Obedecer la voluntad general es ser libre,
es obedecernos a nosotros mismos.
Con esto se pasa al tercer estado en la evolución humana: el hombre civil. Este
hombre, aunque no puede volver al estado ideal de naturaleza original, puede recuperar
y regenerar parte del bien, de la felicidad y de las libertades pasadas. Todo mundo
admira a la persona ambiciosa y la gente hace lo posible para que sus hijos estén llenos
de ambición y empuje. Se ha dicho incluso que la ambición es la vida misma. ¿Es esto
correcto? La ambición es hambre. Una persona hambrienta anhela alimento y una
persona ambiciosa anhela los objetos de su ambición. Es un gran error pensar que la
ambición es la vida. El hambre no es vida, es tan sólo el estímulo que el Todopoderoso
ha implantado en sus criaturas para recordarles que hagan lo necesario para mantenerse
vivas. En forma análoga, todas las ambiciones de nuestro corazón, para bien o para mal.
Si echamos una ojeada al reino animal vemos que los animales hambrientos comen
hasta que están satisfechos y no vuelven a comer de nuevo sino hasta que están
hambrientos una vez más. El cerdo es tal vez una excepción, pues como todo el tiempo
y en apariencia nunca está satisfecho. El ser humano sufre de una enfermedad similar.
"El que ama el dinero nunca tendrá suficiente dinero". Está eternamente hambriento y
2. no es tan sólo el hambre de más dinero lo que lo domina todo el tiempo, lo mismo
sucede con todos sus deseos y ambiciones físicas: mientras más trata de satisfacerlos,
más intensa se vuelve el hambre. "Si uno lo satisface, está hambriento"
Como muchos contractualitas, Rousseau empieza planteando o describiendo la
condición original de la humanidad: la de un hombre naturalmente libre cuya “primera
ley” es procurar su propia preservación. Las realidades de la existencia crean sin
embargo un grado mayor de complejidad, llegando a un punto en el cual, según
Rousseau, los hombres hayan que las dificultades para persistir en el estado natural son
ya demasiado grandes. Se ven entonces obligados a abandonarlo. Pero según Rousseau,
no es posible engendrar nuevas fuerzas sino redirigir las existentes. Por ello, los
hombres deben unirse en un pacto de acuerdo con el cual “se halle una forma de
asociación que defienda y proteja mediante la fuerza común la persona y los bienes de
cada asociado, y en la cual, al unirse el hombre con todos, aun así obedezca solo a sí
mismo, y siga siendo tan libre como antes”.