En esta obra se intenta encontrar respuestas, en un lenguaje claro y simple que concuerden con el sentido común de la mayoría de las personas, a cuestiones tales como: ¿Cuáles son las aspiraciones básicas del ser humano? ¿Qué son los bienes y valores? ¿Se puede aspirar a la verdad, belleza, bondad, amor y felicidad? ¿Existe un concepto comúnmente aceptado de bien y mal? ¿Es posible un desarrollo moral humano? ¿Cuáles son las motivaciones que estimulan a los seres humanos a hacer el bien? ¿Existen leyes morales universales? ¿Es el hombre bueno por naturaleza? ¿Tiene solución el problema del mal moral y los males sociales?
¿Qué es la conciencia? ¿Puede la ética ofrecer una solución a los problemas humanos actuales?
2. 1. Visiones pesimistas de la naturaleza humana
2. Visiones optimistas de la naturaleza humana
3. Explicación psicológica de la contradicción interna
4. Mal moral
5. Males sociales
CAPÍTULO 5 NATURALEZA HUMANAY MAL MORAL
3. En este capítulo vamos a tratar de dar una
respuesta a la clásica cuestión acerca de la
bondad o maldad innata de la naturaleza
humana, así como intentar ofrecer una
explicación al problema del mal moral.
Saltando a la conclusión, podríamos decir
que los seres humanos poseen la capacidad o
potencialidad para alcanzar una madurez moral
y comportarse de una manera humana.
Así que el mal moral y los subsiguientes
males sociales pueden ser considerados como
un fallo o fracaso moral, individual o colectivo,
en cumplir esta responsabilidad de madurar
moralmente y comportarse de una manera
humana.
INTRODUCCIÓN
4. «El hombre es un lobo
para el hombre» de
Hobbes
«La lucha por la
supervivencia» de
Darwin
El «homo æconomicus»
Existen conductas
altruistas en los seres
humanos
El fin que persiguen los
seres humanos no es
sólo la supervivencia
Satisfacer las necesidades
individuales, cuidar de uno
mismo y buscar el propio
interés son impulsos naturales
y buenos
El individualismo y la
competencia no tienen por qué
provocar conflictos y guerras
Las guerras son el resultado de
un fracaso humano individual y
colectivo en alcanzar una
madurez moral y comportarse
de una manera humana
VISIONES PESIMISTAS DE LA NATURALEZA HUMANA
5. La clásica visión de la naturaleza humana más pesimista, o
si se quiere más realista, es la representada por Hobbes.
Los seres humanos por naturaleza buscan principalmente
su propia conservación, y como todos son iguales y desean
las mismas cosas, estarán siempre en una continua lucha
unos con otros.
La única salida de este estado de guerra constante hacia
una paz relativa es establecer una autoridad y unas leyes que
se respeten por el miedo a la muerte y la conveniencia
propia. Éste es el único medio para que pueda existir un
orden social.
Esta visión puede ser una descripción correcta de la
desgraciada historia humana, pero asimismo es parcial y
estrecha. Según Kohlberg y Piaget, este tipo de moral se
correspondería a la moral heterónoma de la etapa infantil, en
la que el niño obedece las reglas por el miedo al castigo.
«El hombre es un lobo para el hombre» de Hobbes
6. «De esta igualdad en las facultades surge una igualdad en
la esperanza de conseguir nuestros fines.Y, por tanto, si dos
hombres desean una misma cosa que no puede ser disfrutada
por ambos, se convierten en enemigos; y, para lograr su fin,
que es, principalmente, su propia conservación y, algunas
veces, sólo su deleite, se empeñan en destruirse y someterse
mutuamente. (...)
Y, lo peor de todo, hay un constante miedo y un constante
peligro de perecer con muerte violenta.Y la vida del hombre
es solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta. (...)
Las pasiones que inclinan a los hombres a buscar la paz son
el miedo a la muerte, el deseo de obtener las cosas necesarias
para vivir cómodamente, y la esperanza de que, con su
trabajo, puedan conseguirlas.»
Thomas Hobbes, Leviatán, Alianza Universidad, Madrid, 1989, pp. 106,
108, 109.
«El hombre es un lobo para el hombre» de Hobbes
7. Otra clásica visión semejante a ésta es la
popularizada por la creencia en la teoría de la
evolución de Darwin.
El único fin del hombre, como cualquier otro
animal, es la supervivencia. Pero, como los recursos
son limitados, la vida es una continua competencia
o lucha por el sustento, en la que los más aptos o
fuertes sobreviven y los más ineptos y débiles se
extinguen.
Este tipo de moral es similar a la “moral de los
señores” de Nietzsche, que justifica que los fuertes
sometan o eliminen a los débiles. En el modelo de
Kohlberg este tipo de moral ni siquiera encaja con la
moral heterónoma infantil, sino que habría que
ponerla en un nivel pre-moral inferior.
«La lucha por la supervivencia» de Darwin
8. En esta misma línea, otra visión muy popular
dentro de las ciencias sociales es la del famoso
homo æconomicus, o sea, esas pequeñas
máquinas de calcular individuales que están
siempre tratando de maximizar sus ganancias, y
que se agrupan, cooperan y establecen
relaciones de intercambios entre sí mediante
pactos o contratos, siempre y cuando ello les
reporte un beneficio.
La moral de este homo æconomicus —aun
siendo interesada— parece de un nivel algo
superior a las anteriores, pues este homo llega a
comprender que no es beneficioso a largo plazo
engañar a los demás o no cumplir sus promesas,
por lo que, según Kohlberg, se le podría situar
entre la etapa infantil y la adolescencia.
El «homo æconomicus»
9. Existen conductas altruistas en los seres humanos
De hecho, quienes creen que el ser humano es
esencialmente egoísta —con el fin de superar este escollo—
se esfuerzan en demostrar que las personas que se sacrifican
por otras lo hacen en el fondo porque esperan una
recompensa futura o un premio en el cielo. Sin embargo, es
muy difícil reducir este tipo de conductas altruistas y
sacrificiales a un puro egoísmo, por mucho que se intente.
Si todos los seres humanos
actuaran únicamente por motivos
interesados y egoístas, podríamos
llegar a la conclusión de que la
naturaleza humana es básicamente
egoísta.
Pero, observando que hay casos
de conductas humanas realmente
altruistas, aunque sean minoritarias,
hay que admitir la posibilidad de
que —dado que la naturaleza
humana parece homogénea en
cuanto a sus capacidades— no
solamente unos pocos sino todos
los seres humanos tengan también
la capacidad de actuar de forma
desinteresada o altruista.
10. En los hombres, animales y demás seres
de la naturaleza, se puede observar un
impulso innato a satisfacer sus
necesidades individuales y a preservar la
propia existencia. Pero, ¿es éste el único
impulso que les mueve? ¿Es éste el único
fin que persiguen en la vida?
Todo el conjunto del universo está
formado por partes o entidades
individuales pequeñas que se unen entre sí
mediante interacciones recíprocas y
forman unidades cada vez más grandes.
Las partículas interactúan entre sí y
forman átomos; éstos se unen a su vez y
forman moléculas cada vez más
complicadas.
El fin que persiguen los seres humanos no es sólo la supervivencia
Los planetas giran alrededor de las estrellas
formando sistemas planetarios; y éstos se agrupan
constituyendo galaxias. Las células interactúan
entre sí formando organismos vivos.Y los seres
humanos forman familias, tribus, sociedades y
naciones.
Si el único fin de todos los seres y cosas fuera su
propia supervivencia individual, ¿cómo podrían
interactuar entre sí y formar parte de conjuntos
cada vez más grande?
Es mucho más razonable suponer que todos los
seres y cosas poseen dos fines; uno es su propia
conservación y otro interactuar con otros y formar
unidades cada vez más grandes.
11. Satisfacer las necesidades individuales,
cuidar de uno mismo, protegerse y buscar el
interés propio, no son deseos egoístas sino
impulsos naturales y buenos que persiguen el
fin el preservar la propia existencia individual,
y que no son contrarios a los deseos que
persiguen el beneficio del conjunto.
Por ejemplo, las células cumplen el fin de
preservar su existencia individual a la vez que
contribuyen a mantener la vida del conjunto
del organismo. Si las células individuales se
deterioran, el organismo se deteriorará, y si
el organismo muere, las células perecerán
también.
Satisfacer las necesidades individuales, cuidar de uno mismo y buscar el interés propio
son impulsos naturales y buenos
Sin embargo, el fin individual está en función del
fin del conjunto. Una célula no puede pretender
que todo el organismo esté a su servicio.
Esta absurda pretensión o actitud egocéntrica es
el egoísmo. Es poner el interés, satisfacción o
felicidad individual por encima de todo, como si
fuera el fin principal y más importante de la vida,
relegando a un plano secundario el bienestar o
felicidad general.
Primero yo y luego los demás. Si hago algo por
los demás siempre es para obtener algo a cambio.
Esta actitud puede ser normal en un bebé o niño de
corta edad, pero no en una persona adulta.
12. Los conflictos entre familias, tribus y
grupos sociales, las guerras civiles y
raciales, las contiendas entre naciones, no
son más que una expansión de los
conflictos individuales, que se producen
cuando el individuo proyecta su actitud
egoísta a nivel de grupo, es decir, cuando
pone los intereses de su familia, grupo
social, raza o nación por encima del interés
general.
Si, por el contrario, el individuo adopta
una actitud madura y pone el fin individual
en función del fin de servir al conjunto,
entonces —en vez del conflicto— surge la
armonía y cooperación entre individuos,
así como entre familias, grupos sociales y
naciones.
El individualismo y la competencia no
tienen porqué provocar necesariamente
conflictos.Que los individuos o grupos
compitan entre sí en diversos campos, ya
sea el deportivo, económico, académico,
artístico o político, es algo positivo porque
les estimula a superarse a sí mismos y
perfeccionar sus talentos.
De esta manera, los individuos pueden
contribuir mejor al conjunto de la
sociedad. Pero un individualismo egoísta
que tiene como único fin el beneficiarse a
sí mismo, conduce a una competencia
destructiva que al final acaba arruinando a
la sociedad y a los propios individuos.
El individualismo y la competencia no tienen por qué provocar conflictos y guerras
13. El hecho de que siempre haya habido
guerras y conflictos no es una consecuencia
inevitable de una naturaleza humana
esencialmente egoísta o mala, sino más
bien es el resultado de un continuado
fracaso individual y colectivo de los seres
humanos en cumplir su responsabilidad de
alcanzar una madurez moral y comportarse
de una manera humana.
Creer que el ser humano es egoísta por
naturaleza y que los conflictos o guerras son
inevitables conduce a una actitud
pesimista, resignada, pasiva y conformista,
contraria a una de las aspiraciones humanas
más universales, que es vivir en un mundo
en paz.
Las guerras son el resultado de un fracaso humano individual y colectivo en alcanzar una
madurez moral y comportarse de una manera humana
14. La «piedad natural» de
Rousseau
El «buen corazón» de Mencio
Las visiones de la naturaleza
humana en las tradiciones
filosóficas y religiosas antiguas
El «buenismo» naturalista y
psicopedagógico
rousseauniano
VISIONES OPTIMISTAS DE LA NATURALEZA HUMANA
15. Rousseau, famoso por afirmar que el
hombre es bueno por naturaleza, sostenía que
en el alma humana operaban dos principios
innatos, «uno de los cuales nos interesa
vivamente para bienestar nuestro y para la
conservación de nosotros mismos, y el otro
nos inspira una repugnancia natural a ver
perecer o sufrir a cualquier ser sensible, y
principalmente a nuestros semejantes.»
Para ilustrar este sentimiento de piedad
natural, Rousseau puso el siguiente ejemplo:
«[Un hombre encerrado] …ve a una bestia
feroz arrancando del regazo de su madre a un
niño, destrozando bajo su dentadura asesina
los débiles miembros y desgarrando con sus
uñas las entrañas palpitantes de ese niño.
¡Qué horrible agitación no experimentará
ese testigo de un suceso en que ningún interés
personal tiene! ¡Qué angustia no sufre ante la
visión por no poder llevar ningún socorro a la
madre desvanecida ni el hijo moribundo!
Tal es el movimiento puro de la naturaleza,
anterior a toda reflexión:Tal la fuerza de la
piedad natural.»
J. J. Rousseau, Del contrato social, Discursos, Alianza
Editorial, Madrid, 1986, p. 198, p. 237.
La «piedad natural» de Rousseau
16. Mencio, en unos términos casi
idénticos a Rousseau, defendió
asimismo que el hombre posee un
buen corazón innato que le impulsa
a la compasión, a avergonzarse de
sí mismo cuando hace algo malo, y
a indignarse ante las injusticias.
Creía que humanidad debía
recuperar ese buen corazón que de
alguna manera había perdido.
«Todos los hombres tienen un [buen] corazón incapaz de
soportar los sufrimientos de los otros.»
«Cuando he afirmado que todos los hombres han
experimentado alguna vez compasión por los demás, he
querido expresar lo siguiente: Supongamos que alguien ve a un
niño que está a punto de caerse a un pozo; por malvado que
sea el hombre que presencie esto, no podrá evitar un oculto
sentimiento de temor y compasión en su interior;
experimentará estos sentimientos de un modo espontáneo, sin
pensar en obtener el agradecimiento de los padres del niño, ni
en las felicitaciones y elogios de sus amigos y conciudadanos,
ni en evitar la repulsa de la opinión pública.
De esto puede deducirse que quien no haya sentido nunca
compasión hacia los demás no es en verdad un hombre.»
Confucio, Mencio, II,VI, 1, Los cuatro libros, Alfaguara, Madrid, 1981.
Confucio, Meng-Tsé, III, 6, Los cuatro libros clásicos, Ediciones B, Barcelona,
1997.
El «buen corazón» de Mencio
17. La visión optimista de la naturaleza humana es
más amable y esperanzadora, pero se ve obligada a
explicar por qué la mayoría de los seres humanos
perdieron esa bondad original y dieron lugar a una
historia llena de egoísmo, conflictos y guerras.
En casi todas las mitologías y escrituras religiosas
se habla de un paraíso original o una edad dorada en
la que los seres humanos eran buenos, que fue
seguida por una caída en el error, ignorancia, pecado
o mal.
En la cultura clásica griega el mal era considerado
como un acto de fuerza, una impiedad, una ambición
desmedida que violaba el orden natural, y que era
castigado con desgracias o mala fortuna.
Sócrates es famoso por su confianza y
optimismo en el ser humano. Para él las malas
conductas eran sólo errores ocasionados por la
ignorancia. Según Aristóteles, el problema
estaba en los malos hábitos o vicios adquiridos
debido a la ignorancia, incontinencia o
debilidad de voluntad.
Visiones optimistas
Las visiones de la naturaleza humana en las tradiciones religiosas y
filosóficas antiguas
18. Las culturas china y semita compartían
una visión muy similar a la griega. Creían
en una naturaleza humana básicamente
buena y explicaban el mal moral como un
error, ignorancia, olvido, infidelidad o
desobediencia que podía ser reparado
adquiriendo conocimiento, guardando la
medida o mesura, siguiendo el camino
correcto u obedeciendo preceptos
divinos.
Advertían, no obstante, que se produce
una contradicción dentro del ser humano
entre los dictados de su razón y las
pasiones sensibles del cuerpo; o entre un
buen corazón y la codicia o deseos
egoístas.
Pero, creían que esta contradicción no era
irresoluble. A través del autodominio la razón podría
dominar a las pasiones, igual que un jinete controla
a su caballo, y así vivir en paz consigo mismo.
Visiones optimistas
19. En cambio, las religiones de la cultura hindú y
parte del ámbito griego y persa, como el
zoroastrismo, orfismo, pitagorismo,
neoplatonismo, gnosticismo y maniqueísmo,
tenían una visión de la naturaleza humana más
pesimista, pues pensaban el mal moral estaba
arraigado en el cuerpo humano como algo
esencial o innato.
Tenían una concepción dualista de la
naturaleza humana, dentro de la cual se
producía una irremediable lucha entre dos
elementos, uno bueno o divino que anidaba en
el alma, y otro malo o titánico arraigado en el
cuerpo. Esta lucha interior sólo se resolvía
cuando el alma lograba liberarse la cárcel del
cuerpo o materia.
Visiones pesimistas
20. En el cristianismo, la creencia básica es que los seres humanos
fueron creados por Dios con una naturaleza original buena, pero
que, a raíz de la caída de los primeros padres de la humanidad, ésta
se degradó causando todos los males del mundo. Aun así, en el
cristianismo siempre han existido dos tendencias; una más
optimista y otra más pesimista.
La optimista piensa que la degradación ocasionada por la caída
es como una enfermedad que se puede curar mediante la práctica
de las virtudes teologales de fe, esperanza y amor, y las virtudes
morales, y así alcanzar una perfección moral, como el mismo Jesús
señaló diciendo en Mateo 5:48: «Sed pues perfectos como vuestro
Padre del cielo es perfecto.»
En algunos círculos protestantes también ha estado presente
otra visión más pesimista basada en creer que la naturaleza
humana se corrompió de una forma irremediable, al menos en esta
vida terrenal, de tal forma que el egoísmo humano y los deseos de
la carne están en continua lucha con las inclinaciones del espíritu.
Visiones cristianas
Así que lo único que se puede
hacer mientras se vive en este
mundo es reprimir o resistir las
tentaciones del cuerpo con la
esperanza que después de la
muerte el espíritu, ya liberado del
cuerpo, pueda ir al cielo.
21. En el extremo opuesto existe una
corriente popularizada a partir de los
años sesenta del siglo pasado por
naturalistas, psicólogos y educadores
norteamericanos, debida en parte a
una reacción de rechazo de una previa
educación puritana estricta, impartida
mediante castigos corporales, en la que
se enseñaba que los deseos sexuales
eran impuros y pecaminosos, y que
había que avergonzarse de ellos, y en la
que casi todo estaba prohibido.
Estos científicos sociales partían del
supuesto rousseauniano de que el ser
humano es bueno por naturaleza y que
todos sus deseos e inclinaciones son
asimismo buenos y naturales.
Por lo tanto, para que esta naturaleza humana se desarrolle
por completo hay que dejarla que se exprese libremente,
como hacen los animales, dando rienda suelta a todos los
deseos, sin prohibiciones, ni tabúes, ni castigos, que son las
cosas que en realidad deforman la naturaleza humana,
causándole complejos, neurosis y sentimientos de culpa.
Si un hijo siente un deseo sexual hacia su madre, y si su
madre lo consiente, ¿por qué no va a estar bien?Ya sabemos
por Freud que la prohibición del incesto fue impuesta por el
padre para monopolizar sexualmente a la madre. Si un padre
se siente atraído sexualmente hacia su hija y a ésta le gusta,
tampoco está mal.
Ironía aparte, si nos miramos en el espejo de los animales
se corre el riesgo de justificar no sólo el incesto sino el
canibalismo, el infanticidio, la violación y muchas otras
barbaridades desde el punto de vista humano.
El «buenismo» naturalista y psicopedagógico rousseauniano
22. Aunque algunas conductas
animales nos parezcan crueles e
inmorales, en realidad, no lo son,
pues están fuertemente
condicionadas por instintos.
Si el dueño de un circo no da de
comer a sus leones es muy posible
que, si tienen la ocasión, se coman a
algún niño, pero no por ello se puede
decir que esos leones son psicópatas
asesinos de niños.
A diferencia de los animales, el ser humano
posee muy pocos instintos innatos. Dicho de
otra manera, sus deseos carecen de un fuerte
control instintivo porque están hechos para ser
controlados por una mente consciente de
forma libre y responsable.
Por esta razón, los niños necesitan un control
externo en forma de educación y reglas, al
menos hasta que dispongan de un autocontrol
consciente que se logra cuando se alcanza un
cierto grado de madurez moral mediante un
esfuerzo voluntario y responsable de la propia
persona.
El error consiste en querer a toda costa homologar al ser humano con
los animales
23. Cuando el hombre —ya sea por
ignorancia, egoísmo, traumas infantiles o
problemas mentales— pierde ese control
responsable o consciente de sus deseos,
puede cometer inimaginables actos de
crueldad, sadismo o tortura que no tienen
parangón en el mundo animal.
Tampoco hay animales alcohólicos,
drogadictos, fumadores, maníacos
sexuales o con cualquier otra conducta
compulsiva, tan común hoy día, que
muestran los seres humanos.
Que la naturaleza humana sea buena no
significa que el hombre pueda crecer, madurar y
ser feliz de una manera espontánea y fácil, sin
educación, sin aprender, sin hacer ningún
esfuerzo, simplemente satisfaciendo los deseos
que le vayan surgiendo.
Como vimos antes, es necesario alcanzar una
madurez moral que consiste en pasar de una
actitud egocéntrica infantil a una actitud madura
altruista a través de aprender primero a recibir y
luego a desarrollar la capacidad de dar y amar a
los demás de manera desinteresada, para lo cual
se requiere un esfuerzo voluntario y responsable.
Cuando el hombre pierde el control responsable de sus deseos puede
cometer inimaginables actos de crueldad
24. Partiendo del supuesto de que la naturaleza humana es
esencialmente buena y potencialmente capaz de alcanzar
una madurez moral, vamos a tratar de ofrecer en este
apartado una explicación psicológica al fenómeno de la
contradicción interna.
Pongamos varios ejemplos sencillos. Los niños desean
jugar, pasárselo bien, divertirse. En cambio, estudiar y
aprender cosas les parece algo aburrido y pesado. Para
ellos, la felicidad consistiría en pasarse todo el día jugando.
Pero sus padres, que piensan en su felicidad futura, los
obligan a estudiar o hacer sus deberes antes de jugar.
Sería ingenuo creer que, sin intervenir, los niños
espontáneamente van a querer estudiar.También, como
están acostumbrados a recibir cosas sin hacer ningún
esfuerzo, los niños piden continuamente cosas e incluso
piensan que los juguetes de los demás niños son suyos.
Entonces, sus padres ponen límites a sus
deseos, les reprenden cuando quitan cosas
o pegan a sus hermanos y amigos, y los
animan a tratarse bien y compartir sus
juguetes con los demás.
Lo que ocurre es que, por la actitud
inmadura y egocéntrica del niño, su deseo
natural y bueno de ser feliz se dirige en
ocasiones en una dirección equivocada
buscando una satisfacción inmediata. Por
ello, necesita una educación y un cierto
control exterior hasta que pueda
controlarse a sí mismo. Esto ocurre cuando
el niño crece y comprende que tiene que
ganarse las cosas por su propio esfuerzo,
que si quiere recibir tiene que dar primero.
EXPLICACIÓN PSICOLÓGICA DE LA CONTRADICCIÓN INTERNA
25. En este sentido, el control moral que
ejercen los padres sobre sus hijos, a
través de imponerles ciertos límites,
deberes y normas, tienen el propósito
de evitar que se hagan daño a sí
mismos y a otros, al mismo tiempo que
les sirven de preparación y
entrenamiento para luego alcanzar el
autocontrol y la autonomía propia.
Por esta razón, es absurdo creer que
lo mejor es no intervenir, ni educar, ni
poner ningún límite, regla u obligación
a los niños, esperando que éstos
espontáneamente actúen
correctamente de una manera natural.
De hecho, si se educa permisivamente a los niños,
complaciendo todos sus deseos, y no se les pone
ningún límite ni normas, la experiencia cotidiana de
nuestros días nos demuestra que cuando crecen
tienden a agudizar su egocentrismo, volviéndose
caprichosos y egoístas, e incapaces de controlarse a sí
mismos, cayendo en todo tipo de conductas
compulsivas.
Por supuesto, una educación opresiva basada en el
miedo al castigo, que enseñe a los niños que hay que
reprimir todos los deseos del cuerpo y avergonzarse de
ellos, impidiéndoles así que se hagan responsables por
sí mismos y desarrollen su propio juicio o conciencia, lo
único que produce a la larga es una rebelión y reacción
contraria radicalmente opuesta.
Tanto una educación permisiva como una educación opresiva conduce a
resultados indeseados
26. Así pues, los jóvenes deberían alcanzar una
madurez moral que significa superar la actitud
infantil egocéntrica adoptando una actitud
altruista o desinteresada. Esto se logra cuando se
comprenden las cosas por uno mismo, se actúa
según la propia conciencia y se desarrolla la
capacidad de dar.
La meta a alcanzar sería entonces lograr un
equilibrio o armonía interior entre los deseos de la
mente o conciencia y los deseos del cuerpo, lo cual
no significa suprimir los deseos que buscan la
satisfacción propia, sino ponerlos en un segundo
plano, en función de los deseos de servir a otros.
De esta manera, ambos deseos se pueden cumplir
a la vez y en armonía.
Sin embargo, si un joven o adulto
persiste en mantener una actitud
egocéntrica o incluso la acentúa aún más,
poniendo la satisfacción individual como el
único o más importante de sus fines,
inevitablemente se produce una
contradicción interior o conflicto entre los
deseos de la mente y los deseos del cuerpo.
Pues, por mucho que se trate de acallar la
voz de la conciencia justificando las propias
acciones egoístas, ésta siempre le empujará
en la dirección contraria. Son como dos
polos positivos de un imán que se repelen
mutuamente.
La meta a alcanzar sería lograr un equilibrio interior entre los deseos de la
mente o conciencia y los deseos del cuerpo
27. Debido a la inmadurez, es normal que en los niños
haya una tensión entre lo que desean hacer y lo que
tienen que hacer o las reglas que les imponen sus padres.
También, en la adolescencia, cuando, por un lado, el
cuerpo está madurando y en plena ebullición y, por otro
lado, la propia conciencia o juicio se está despertando, es
normal que exista tensiones, inestabilidad o conflictos
entre los deseos de cuerpo y lo que dicta la propia
conciencia, puesto que es la etapa en la que se debe
desarrollar una actitud más cooperativa y altruista.
Si se cumple con esta responsabilidad se puede llegar
a una madurez moral o equilibrio interior. Pero, si se
fracasa en esta responsabilidad de cambiar de actitud y
se acentúa la actitud infantil egocéntrica hasta
convertirse en una actitud egoísta, el conflicto interior
llega a ser en una enfermedad crónica.
En la cultura actual, en la que hay una
fuerte tendencia a venerar el cuerpo, la
belleza física, el placer y la satisfacción
individual, hay quienes piensan que la
máxima felicidad se halla cuando la
mente se convierte en esclava del cuerpo
físico y de sus deseos.
Aparte de ser una pretensión absurda,
antinatural e irracional, lo único que se
consigue a la larga es vivir en una
situación de permanente conflicto con
uno mismo y con los demás, o acabar —
como muchos adolescentes que están
influidos por esta cultura de culto al
cuerpo— con todo tipo adicciones o
conductas compulsivas.
El éxito o el fracaso en lograr una armonía interior depende de si se cumple o no
con la responsabilidad propia
28. MAL MORAL
El mal como un fracaso
moral del ser humano
El origen del mal moral se
remonta a la caída de los
primeros antepasados
humanos
La caída humana
consistió en una
degradación o distorsión
de la naturaleza humana
causada por un mal uso
del amor
El punto de partida del bien y el mal
está en dos actitudes o motivaciones
contrarias que dirigen a los deseos
en dos direcciones opuestas
Los cuatro tipos de deseos básicos
de los seres humanos y sus
desviaciones
Las cuatro prohibiciones comunes a
todas las religiones que tenían como
fin poner un límite a los cuatro tipos
de deseos desviados o ilícitos
29. La situación de conflictos o guerras
de unos contra otros y de contradicción
interior, no es una situación normal o
sana, no es lo que debería ser. No se
puede pensar superficialmente diciendo
que esto es lo que ocurre en realidad y lo
que ha pasado en la mayor parte de la
historia, y que, por tanto, es lo normal y
lo inevitable.
Estas visiones llamadas realistas, son
en realidad pesimistas y conformistas.
Es como un médico que trata de
convencer a su paciente enfermo y
dolorido de que, en realidad, no le
ocurre nada, que es lo normal y que es lo
que le ocurre a todo el mundo.
Sin embargo, el ser humano nunca se ha
conformado con la enfermedad o el dolor, sino que
trata incansablemente de recuperar su salud. De igual
forma, nunca se ha conformado con una situación de
guerras y conflictos continuos. Siempre ha intentado
acabar con la miseria y la injusticia con la esperanza de
vivir feliz en un mundo en paz, a pesar de que haya
fracasado una y mil veces.
Es como un pez que, estando sobre la arena de la
playa, da grandes saltos intentando con desesperación
volver de nuevo al agua a pesar de que se está
asfixiando. Igual que el pez no está hecho para vivir
fuera del agua, el ser humano no está hecho para vivir
en una situación de contradicción y sufrimiento, y por
ello intentamos ansiosamente volver a nuestro hogar,
a un ambiente natural donde reine la armonía y paz.
MAL MORAL
30. Básicamente, el desarrollo moral consiste
en progresar gradualmente desde una etapa
infantil inmadura, en la que predomina la
actitud egocéntrica y el deseo de recibir
amor y ser feliz uno mismo, hacia una etapa
adulta madura, en la que debería prevalecer
la actitud desinteresada y el deseo de dar
amor y hacer feliz a otros.
No obstante, el desarrollo moral no ocurre
de una manera automática —como es el caso
del crecimiento fisiológico— sino que
consiste en cultivar una potencialidad o
capacidad innata hasta su pleno desarrollo,
para lo cual se necesita realizar esfuerzos
conscientes propios, responsables,
voluntarios y creativos.
«El hombre tiene el poder de amar y si no
puede hacer uso de este poder, si es incapaz de
amar, sufrirá a causa de este infortunio aun
cuando trate de ignorar su sufrimiento por
medio de toda clase se racionalizaciones o
sirviéndose de vías de escape culturalmente
establecidas para evitar el dolor causado por su
fracaso.»
Erich Fromm, Ética y Psicoanálisis, Fondo de Cultura
Económica, México, 1977, p. 237.
Como señala con acierto Fromm, el fracaso
humano en cultivar su capacidad de amar es lo
que hace infeliz al hombre.
El mal como un fracaso moral del ser humano
31. Así pues, el ser humano nace con la potencialidad o
capacidad innata de alcanzar una perfección o madurez
moral, pero depende de sus propios esfuerzos responsables,
libres y creativos que la consiga o no.
El ser humano tiene la responsabilidad de cultivar esta
potencialidad innata por sus propios esfuerzos, así que se
podría decir que el hombre se tiene que construir o crear a sí
mismo, y por ello la madurez o perfección que adquiere es
muy valiosa y meritoria. Fromm escribe:
Por tanto, aunque la experiencia
histórica nos muestre la cruel realidad
del mal moral ello no implica
necesariamente que la naturaleza
humana sea esencialmente mala o
egoísta.
Tanto el mal moral individual como
los subsiguientes males sociales se
pueden explicar definiéndolos como la
consecuencia de un fallo o fracaso,
individual o colectivo, en cumplir esta
responsabilidad de madurar
moralmente y comportarse de una
manera humana.
«La principal tarea del hombre en la vida consiste en
dar nacimiento a sí mismo, en llegar a ser lo que es
potencialmente. El producto más importante de su
esfuerzo es su propia personalidad.»
Erich Fromm, Ética y Psicoanálisis, Fondo de Cultura Económica,
México, 1977, p. 255.
Fracaso en cumplir la responsabilidad de madurar moralmente
32. El Pensamiento de Unificación
afirma que el origen de este error y
fracaso humano en cumplir con su
responsabilidad, y de la
subsiguiente historia humana llena
de conflictos, guerras y miserias, se
halla en la caída de los primeros
antepasados humanos.
Según Sun Myung Moon, con la
caída se introdujo una errónea
actitud egoísta en corazón humano
que condujo a un desorden o mal
uso de las relaciones de amor, como
se puede ver en las siguientes citas:
«Entonces ¿Qué es el mal? Es la aparición del egoísmo. El
principio de Dios de dar de forma altruista fue tergiversado en el
impío principio de tomar egoístamente. Se estableció entonces la
actitud depravada de desear ser servido en lugar de servir.»
«¿Cuál es la realidad de nuestro mundo actual? La humanidad
ha sido infestada por desórdenes y enfermedades de todo tipo,
incluidas las guerras, la violencia, el consumo de drogas.Y, sobre
todo, el colapso de la moral sexual entre los jóvenes, el aumento
de los divorcios, el problema del embarazo de las adolescentes y
el derrumbe de la familia está causando la destrucción del
fundamento de la sociedad humana.Todas estas cosas tienen su
origen en la caída. Fue debido a que Adán y Eva corrompieron el
ideal del verdadero amor en su periodo de crecimiento.»
Sun Myung Moon, God’s Hope for Humanity, Washington, DC, USA, (20 de
Octubre de 1973).
Religion and the Ideal World, Seúl, Corea, (21 de agosto de 1995).
El origen del mal moral se remonta a la caída de los primeros antepasados humanos
33. El Principio Divino, que recoge las
enseñanzas religiosas del
unificacionismo, enseña que la caída
humana se produjo cuando el arcángel
motivado por los celos y la envidia
sedujo a Eva, con la que tuvo unas
relaciones sexuales ilícitas, y luego Eva
sedujo a Adán con quién tuvo una
relaciones sexuales prematuras.
De esta forma, los primeros
antepasados humanos, a través de un
mal uso del amor causado por deseos
excesivos y egoístas, corrompieron su
estado de pureza e inocencia original, y
transmitieron a sus descendientes la
tradición de un falso amor egoísta.
Sin embargo, la caída humana no fue un error irreparable. De
hecho, el Principio Divino explica que la meta de la salvación es
restaurar precisamente ese estado de pureza e inocencia
original que los seres humanos perdieron con la caída.
Así pues, según esta visión, que encaja con la tradición
cristiana, el mal originado en la caída consistió en una
degradación o distorsión de la naturaleza humana —que es
esencialmente buena— causada por un mal uso del amor. Fue
como adquirir una enfermedad, perfectamente curable, pero
que tuvo unas consecuencias desastrosas para la humanidad.
Por ello, se puede decir que la causa del mal moral no se
encuentra en los deseos o pasiones humanas, como se ha
creído tradicionalmente en muchas religiones y culturas, sino
en una desviación de dichos deseos causada por una errónea
actitud inmadura y egoísta.
El Principio Divino, Parte I, Capítulo II.
La caída humana consistió en una degradación o distorsión de la naturaleza humana
causada por un mal uso del amor
34. Se podría decir que los deseos son
neutrales y dependiendo de la dirección que
tomen pueden convertirse en deseos malos
o egoístas, o deseos buenos o altruistas.
Los deseos del cuerpo de experimentar el
placer sexual y demás placeres sensibles no
son malos intrínsecamente. Lo malo es que
estos deseos se dirijan en la dirección
equivocada debido a motivaciones y
actitudes inmaduras y egoístas que ponen el
fin de la satisfacción individual como el fin
principal y prioritario, por encima del fin de
amar a los demás y buscar la felicidad ajena.
La raíz del mal no se halla en los deseos y pasiones humanas, sino en la desviación
de dichos deseos motivados por una actitud inmadura y egoísta
Así pues, más que tratar de suprimir los
deseos, lo importante es cambiar las
motivaciones, actitudes y prioridades
interiores, que hacen que esos mismos
deseos se dirijan en una buena dirección, lo
cual se consigue al alcanzar una perfección o
madurez moral.
Los deseos son las fuerzas que mueven a
los seres humanos a cumplir sus fines. Si se
suprimen los deseos, quizás se podrá evitar
que el hombre actúe mal pero también se
impedirá que cumpla sus fines y haga cosas
buenas por el beneficio de los demás.
35. Necesidad de un cambio radical de actitud y motivación
La naturaleza humana es esencialmente
buena. El mal no es algo inevitable o
irremediable. No estamos condenados
eternamente a estar en conflicto con
nosotros mismos y con los demás.
Lo único que hace falta es un cambio
radical de actitud y motivación, un cambio
de dirección. Esto que parece simple y fácil
de decir, por desgracia, no es tan fácil de
hacer.
Es muy difícil cambiar porque cuando los
deseos y las emociones se desvían hacia en
una dirección equivocada, ni la razón, ni la
fuerza de voluntad ni la propia conciencia
pueden pararlos.
Estar centrado en uno mismo es una actitud
inmadura, ignorante y miope que induce a desear
cosas antes de tiempo buscando una satisfacción o
felicidad rápida, inmediata, fácil y barata, sin
responsabilidades y sin pensar en las consecuencias
futuras para uno mismo o para los demás.
Entonces ocurre que cuando satisfacemos
repetidamente estos deseos desviados, la alegría o
satisfacción que se siente se convierte en un fuerte
estímulo, algo parecido al efecto estimulante de
una droga, que nos impulsa a seguir repitiendo los
actos malos. Esto hace que deseos malos acaben
siendo compulsivos a pesar de ser contrarios a
nuestra razón o conciencia.
36. Debido a que los deseos y las emociones son las
fuerzas más poderosas que mueven a los seres
humanos, aunque la felicidad que se siente al cumplir
un deseo desviado sea relativamente pobre, al ser
ésta algo excitante y no conocer otra felicidad mejor,
la persona se siente impulsada a satisfacer el deseo
compulsivamente a pesar de saber le va a acarrear
malas consecuencias.
La única solución es reorientar los deseos en la
dirección correcta adoptando una actitud madura,
sabia y previsora que induce a saber esperar y
disfrutar de las cosas a su tiempo —después de
habérselas ganado, merecido o haber trabajado por
ellas— buscando una felicidad compartida con otros
más estable y duradera, a pesar de que primero haya
que hacer sacrificios.
Si se persevera en esta actitud y se actúa
siguiendo los deseos buenos, al final se logra
experimentar un verdadero amor y una
felicidad muy superior a la que se
experimenta satisfaciendo los deseos malos.
Como decía Espinosa, «una pasión
solamente puede ser vencida por una pasión
más fuerte.»
Espinosa, Ética, Aguilar, Madrid, 1978, p. 266.
“Una pasión solamente puede ser vencida por una pasión más fuerte”
37. Los cuatro tipos de deseos básicos de los seres humanos y sus desviaciones
Los deseos de comer, vestirse, tener un
alojamiento y poseer cosas materiales son
naturales y buenos, y están ahí para que
podamos cumplir con el propósito de
mantener nuestra existencia individual.
Sin embargo, cuando estos deseos, debido
a una motivación egoísta, se dirigen en una
dirección equivocada poniéndolos como la
principal meta en la vida, entonces los
hombres empiezan a desear apropiarse de las
cosas que no son suyas, cometen robos, y
esclavizan y explotan a los demás para que
trabajen para su propio lucro o
enriquecimiento personal.
Los deseos de poseer cosas materiales
Si, por el contrario, una persona que ambiciona
riquezas no sólo pensando en el propio beneficio
sino principalmente en el bienestar de todos,
haciendo negocios, creando industrias o
desarrollando y compartiendo nuevas tecnologías
con otros países menos desarrollados, podría
contribuir a que todo el mundo pueda disfrutar de
un mismo nivel de vida.
38. Otro deseo universal es el deseo de amar y ser
amado o, en otras palabras, el deseo de experimentar
emociones intensas, excitación, entusiasmo o
felicidad plena mediante relaciones de amor.
Este deseo bien dirigido por una actitud altruista de
servicio y amor incondicional a los demás es el que
lleva a los seres humanos a experimentar la máxima
felicidad posible en la vida.
Sin embargo, este mismo deseo de amar y ser
amado, debido a falta de autocontrol, infidelidades,
celos o resentimientos que por lo general tienen lugar
en la familia, puede conducir en casos extremos al
odio y al asesinato de la pareja.
En otros casos provocan una distorsión del sexo
que causa todo tipo de perversiones y delitos sexuales
que atentan contra la vida y dignidad humana.
Los deseos de amar y ser amado
La insatisfacción y falta de amor lleva
también a múltiples tipo de adicciones, como
el consumo abusivo de alcohol o drogas,
buscando un sustituto artificial de la felicidad
que se debería sentir a través de relaciones de
amor puras y sinceras.
39. Los deseos de buscar la belleza y la verdad van
siempre acompañados en personas ambiciosas
por deseos de ser un gran artista, científico,
inventor, profesor o pensador que contribuya
con sus obras, descubrimientos, inventos o ideas
a la felicidad o progreso del mundo.
Sin embargo, cuando la gente tiene una
actitud egoísta, estos deseos se desvían
ambicionando primero la fama, reconocimiento
y gloria antes de haber hecho algo valioso por los
demás. No dudan tampoco en mentir, engañar y
tratar de aparentar ser mejor de lo que son en
realidad, o vender sus inventos y conocimientos
simplemente para enriquecerse, no importando
el uso que se haga de ellos.
Los deseos de buscar la belleza y la verdad
40. El deseo de hacer el bien es, por lo general,
estimulado por el deseo de ser valioso o útiles para
los demás.
Sin embargo, este deseo de hacer el bien,
estimulado por los deseos de ser alguien importante,
se puede desviar debido a una actitud egoísta hacia
el deseo de buscar el poder, y conseguirlo no
sirviendo a los demás sino mediante violencia,
mentiras o falsas promesas.
Esta ambición de ostentar el poder, convertirse en
el centro del universo y tener el destino del mundo en
las manos, es la que ha llevado a muchos reyes,
emperadores o dictadores a querer conquistar el
mundo por la fuerza, iniciar guerras y masacrar
pueblos enteros.
Los deseos de ser personas importantes
y valiosas
No obstante, una persona que tenga la
misma ambición —pero motivada por un amor
sincero e incondicional por toda la
humanidad— puede convertirse en un gran
hombre o mujer, o un santo, que a pesar de
llevar una vida miserable, sea posteriormente
adorado y venerado como un ejemplo por
millones de personas en todo el mundo.
41. La ambición por el dinero, sexo,
imagen o fama y poder —que se
corresponden a los cuatro deseos
básicos que acabamos de mencionar—
conduce al robo, explotación y
corrupción; a todo tipo de abusos
sexuales; a la mentira y al engaño; a la
violencia y el asesinato.
Por esta razón, la mayoría de las
religiones consideraron que estos
deseos ilícitos eran la fuente de todos
los males y todas ellas compartieron las
mismas cuatro prohibiciones de no
robar, no cometer actos sexuales
ilícitos, no mentir y no matar.
Las cuatro prohibiciones comunes a todas las religiones que tenían como fin
poner un límite a los cuatro tipos de deseos desviados o ilícitos
Algunas sociedades orientales trataron de suprimir
estas pasiones limitando la libertad a través de implantar
rígidos ritos y costumbres, o por medio de una educación
muy estricta, o mediante las prácticas ascéticas.Otras
culturas como las semitas se decantaron por la
implantación de la ley y los castigos penales.
42. MALES SOCIALES
Los males sociales son la
consecuencia del mal moral
individual
La solución del liberalismo moderno
Las utopías sociales
El fracaso de la utopía comunista
Las democracias actuales dejan
mucho que desear
Necesidad de una revolución
espiritual
43. Las religiones, por lo general, se interesaron
más —por así decirlo— en curar el mal moral de los
individuos. Pero, el mal moral individual también
tiene malas consecuencias sociales, los llamados
males sociales.
Si una persona maltrata a su mujer, abusa de sus
hijos y roba al vecino, se convierte en un problema
social. Lo mismo, pero con consecuencias más
graves, sucede cuando la clase dirigente de un país
abusa de su poder, engaña y explota a los
ciudadanos.
Algo similar, pero con consecuencias aún más
graves, ocurre cuando una raza o una nación abusa
de la fuerza para esclavizar, conquistar o expoliar a
otras razas o pueblos.
Todos estos males sociales tienen su
causa en el fracaso moral humano, ya sea
individual o colectivo, en cumplir con su
responsabilidad de madurar moralmente y
comportarse de una manera humana.
Para evitar los conflictos entre individuos
y para tratar de impedir que personas
egoístas e irresponsables hicieran daño a los
demás, en todas las sociedades se
establecieron leyes, basadas en esencia en
las cuatro prohibiciones religiosas de no
mentir, no matar, no robar y no tener
relaciones sexuales ilícitas.
Los males sociales son la consecuencia del mal moral individual
44. Para evitar las graves consecuencias de la
corrupción y abusos de poder de los reyes y
aristócratas, los ilustrados ingleses y
franceses del siglo XVIII elaboraron los
principios teóricos de los sistemas
democráticos modernos cuyos puntos
principales son:
La solución del liberalismo moderno
Separación de poderes para evitar la
concentración de todo el poder del Estado en
una sola persona.
Elección de los dirigentes y limitación de
mandato para evitar tener que iniciar una
rebelión y matar al tirano cada vez que un
gobernante se corrompa.
Promulgar una Constitución que respete los
derechos naturales del hombre, y poner la
autoridad de la Constitución y la ley por
encima de la autoridad de las personas,
obligando a los gobernantes a respetar la ley
y garantizar de igualdad de todos los
ciudadanos ante la ley.
45. Aunque este sistema democrático sea
mejor que los anteriores en el sentido de
impedir la aparición de tiranos, tampoco
pudo evitar la corrupción de las clases
dirigentes.
De hecho, cuando las nuevas clases
burguesas capitalistas cometieron los
mismos errores que las antiguas clases de
aristócratas explotando y abusando de las
clases obreras, surgieron numerosos
movimientos de reforma social, las llamadas
utopías sociales. Inspirados por los profetas
judíos y los milenaristas cristianos, estos
reformistas y revolucionarios socialistas
abogaron por un cambio radical de la
sociedad con el fin de solucionar los males
sociales y realizar una utopía.
Las utopías sociales
Todos compartían la creencia de que la ambición
desmedida por las riquezas era la causa de todos los
males sociales. Inspirados por los antiguos ideales
monásticos y las clásicas utopías de Platón y Moro,
pensaban ingenuamente que, prohibiendo la
propiedad privada y obligando a las personas a
poseer todo en común, desaparecería el deseo
egoísta por las riquezas y vivirían felices juntos.
46. La utopía comunista fue la que tuvo más éxito,
atrayendo a mucha gente joven con la promesa de
construir un paraíso terrenal igualitario de
abundancia y prosperidad material.
Su éxito inicial fue debido a que este ideal de un
mundo justo y en paz, en el que todos los hombres
fueran iguales y disfrutaran de las mismas cosas
viviendo como hermanos y hermanas, es un deseo
universal perseguido por todos los hombres.
Su fracaso posterior radica precisamente en
tratar de negar y suprimir todos los demás deseos
humanos, pretendiendo meter a toda la gente en
un gran monasterio o cuartel, suprimiendo la
libertad, obligando a todos a hacer votos de
pobreza y obediencia ciega al partido, y
sacrificarlos a la fuerza por el bien común.
El fracaso de la utopía comunista
El fracaso de la economía planificada
ocurrió por la misma razón. Ignorar
olímpicamente los deseos humanos.
47. Por un lado, en las democracias actuales se
habla de elevados valores como el respeto a
los derechos humanos, la solidaridad, la
tolerancia, el diálogo y el consenso, pero, por
otro lado, impera la corrupción en todos los
ámbitos y niveles, y se multiplican todo tipo
de violencias, crímenes, delitos y conductas
compulsivas.
Parece que caemos presas de los mismos
viejos y antiguos deseos egoístas, como la
corrupción sexual, la desinformación y
mentira, el abuso de poder y la ambición
material.
Los procedimientos democráticos, con
todos sus mecanismos de control del poder,
no impiden la corrupción humana.
Igual que la ley penal no puede evitar que
se sigan cometiendo delitos, por mucho que
aumente la vigilancia policial y se agraven las
penas.
Aunque la ley sea algo necesario para
proteger a las víctimas de sus agresores y la
democracia sea el menos malo de los
sistemas, es evidente que no son la panacea
para resolver el problema del mal moral y sus
consecuencias, los llamados males sociales.
Las democracias actuales dejan mucho que desear
48. Hoy día, después de probar todo tipo de métodos de
control exterior sobre el hombre y ver que no
funcionan, lo único que cabe pensar es que la solución
del problema del mal moral y mal social está en una
revolución espiritual que logre que el ser humano
alcance una madurez moral o autocontrol de sus
propios deseos.
Es solamente la propia conciencia de las personas,
una vez que se ha producido una conversión de
actitudes y motivaciones, la única fuerza capaz de
frenar sus deseos y dirigirlos en una buena dirección.
De hecho, el ser humano no desea vivir bajo el
control de un sistema social o unas leyes exteriores, los
únicos controles que admite de buen grado es el control
interior de su propia conciencia y el que se deriva de sus
relaciones de amor con sus seres queridos.
Necesidad de una revolución espiritual