2. ICONOCLASTIA
La disputa de las imágenes.
Duró un siglo.
En relación al culto de las imágenes,
podemos decir que los cristianos de los
primeros siglos habían manifestado una
cierta oposición a las representaciones de la
divinidad y de los santos, basados en
algunos pasajes de la Sagrada Escritura.
Las consideraban como ídolos.
3.
Sin embargo, ya desde el siglo III van
apareciendo representaciones de Cristo,
de la Virgen y de los santos. Las
catacumbas mismas fueron decoradas
con representaciones de personajes y
con escenas de las Escrituras, en las
que Cristo ocupaba un lugar eminente.
En los sarcófagos cristianos se esculpían
escenas religiosas. También en los
templos van apareciendo imágenes. El
hecho es que, poco a poco, se van
imponiendo tanto en oriente como en
occidente.
4.
Se ve en ellas una función pedagógica.
Son como “sermones silenciosos” o
“libros para analfabetos”. Son veneradas
como si fijaran la presencia de aquel o
de aquella que representan. Y algunos
empiezan a preocuparse y acusan el
culto de las imágenes de superstición y
hasta de idolatría.
5. PRIMEROS ENFRENTAMIENTOS
El año 726, el emperador León III destruye una imagen
de Cristo muy venerada que se encuentra encima de la
puerta de su palacio de Constantinopla. Es el comienzo
de aquella política iconoclasta (destrucción de imágenes)
que prosigue el emperador a pesar de los motines
populares y la resistencia de los monjes, alguno de los
cuales sufren el martirio por defender la legitimidad de
las imágenes.
Este emperador pretendió que el Papa sancionase estas
medidas y, ante la negativa de Gregorio II, reaccionó
violentamente: confiscó las propiedades pontificias
enclavadas en los dominios imperiales del sur de Italia, y
arrebató de la jurisdicción de la sede romana los
territorios que constituían el antiguo vicariato de
Tesalónica. Con tales hechos creó un nuevo motivo de
fricción entre Roma y Constantinopla.
6. • El problema de las imágenes provocó
la escisión de la iglesia bizantina en dos
bandos. Los emperadores isáuricos se
apoyaron especialmente en el
ejército, que les prestaba una adhesión
entusiasta y fue el brazo ejecutor de la
política iconoclasta. En cambio, los
monjes, en su gran mayoría, fueron
fervientes defensores de los iconos, y
muchos de ellos sufrieron persecución
y muerte por esta causa.
7. • Junto a los monjes estuvo la gran masa del
pueblo, muy amante de las tradiciones
religiosas y profundamente herida en sus
sentimientos. La cuestión alcanzó sus
momentos álgidos en el reinado del hijo de
León III, el emperador Constantino V
Coprónimo, que pretendió revestir la lucha
iconoclasta de un ropaje teológico.
8. • Convocó el año 754 un concilio en
Constantinopla, que condenó como idolatría
la veneración de las imágenes y excomulgó a
los defensores de su culto, y de modo especial
al más ilustre de todos, san Juan Damasceno.
Fue un concilio acéfalo, porque ni el papa
romano ni ninguno de los patriarcas estuvo
representado. Se le llamó también “sínodo
execrable” en expresión del papa Esteban III.
9. • Irene, esposa de León IV, hijo del iconoclasta
Constantino V, promovió la calma, de
acuerdo con el papa Adriano I, y convocó el
II concilio de Nicea (787), que reconoce la
legitimidad de la veneración de las
imágenes, y declaró nulo las decisiones del
sínodo iconoclasta del 754. La lucha se
reanuda en el año 813 y no se aplaca
definitivamente hasta el 843, gracias a la
emperatriz Teodora, regente del imperio
durante la menor edad de su hijo Miguel III.
El pueblo triunfó sobre la voluntad imperial.
Este asunto de las imágenes volverá a
debatirse durante la reforma protestante.
10. • La Iglesia ha considerado a las imágenes
como “sermones silenciosos” y “libros para
los iletrados”, fáciles de entender. San Juan
Damasceno distinguía entre la verdadera
“adoración” (latría) que tan sólo a Dios es
debida, y la veneración que se tributa a las
imágenes de Cristo, de la Virgen y de los
santos. La iglesia reconoció que es legítimo
venerar y honrar las imágenes “con la
ofrenda de incienso y de luces, como fue
piadosa costumbre de los antiguos, porque
el que adora a una imagen adora a la
persona en ella representada”.