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¿SE PUEDE DETENER EL CRECIMIENTO
    DE UNA IGLESIA O DE UN CRISTIANO?




                       Mi Yo
                  (hombre exterior)
                        alma
           YO            o

                  Mi hombre
                  interior (espíritu)




1
LA GUERRA ENTRE LO NUEVO Y LO VIEJO

Después de que un hombre cree y es regenerado, lo más
importante para él es saber todo lo que recibió en su
regeneración y cuánto le queda de su vida natural. Saber estas
cosas lo mantendrá avanzando en su senda espiritual.
Examinemos lo que está incluido en la carne del hombre y
cómo el Señor Jesús al redimir al hombre trata los elementos
de la carne. En otras palabras, ¿qué recibe el creyente en la
regeneración?

Romanos 7:14 dice: “Yo soy carne, vendido al pecado”. Los
versículos 17 y 18 dicen: “El pecado... mora en mi... esto es, en
mi carne”. En estos dos versículos vemos que los elementos de
la carne son “pecado” y “mi”. Este “pecado” es el poder del
pecado; y este “mi” es lo que comúnmente llamamos el yo. Si
el creyente desea entender la vida espiritual, no debe confundir
estos dos elementos de la carne.

Sabemos que en la cruz el Señor Jesús ya puso fin al pecado de
nuestra carne. Por lo tanto, la Biblia nos dice que “nuestro
viejo hombre fue crucificado” (Ro. 6:6). Con respecto al
problema del pecado, la Biblia no nos dice que debamos ser
crucificados, ya que esto fue llevado a cabo por Cristo y se
cumplió plenamente; así que, el hombre no tiene que hacer
nada. Por eso la Biblia nos insta a considerar este asunto como
verdadero (v. 11) para que podamos recibir la eficacia de la
muerte de Cristo y ser completamente librados del poder del
pecado (v. 14).



    2
Aunque la Biblia no nos dice que seamos crucificados por
nuestros pecados, si nos dice que debemos llevar el yo a la
cruz. El Señor Jesús dijo en varias ocasiones que debemos
negarnos a nosotros mismos, tomar la cruz y seguirlo. Esto
se debe a que existe una diferencia entre lo que el Señor hizo
con nuestros pecados en la cruz y lo que hace con nuestro yo.
Sabemos que el Señor Jesús llevó nuestros pecados en la cruz
(El no lo había hecho antes), pero se negó a Su yo toda la
vida, no solamente cuando estuvo en la cruz. Por lo tanto, el
creyente puede vencer el pecado en un momento, pero
necesita toda su vida para negarse a sí mismo.

La epístola a los Gálatas muestra muy claramente la relación
entre un creyente y estos dos aspectos de la carne. Nos dice:
“Pero los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con
sus pasiones y concupiscencias” (5:24). Esto significa que el
mismo día que una persona se entrega a Jesucristo, su carne es
crucificada. Sin la enseñanza del Espíritu Santo, uno pudiera
concluir que la carne fue eliminada ya que fue crucificada. Pero
por otro lado, la Biblia también nos dice: “Andad por el
Espíritu, y así jamás satisfaréis los deseos de la carne. Porque
el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es
contra la carne” (vs. 16-17). Esto revela claramente que una
persona que pertenece a Cristo Jesús y que ya tiene al
Espíritu Santo morando en él, todavía tiene la carne, la cual
no sólo existe, sino que es especialmente poderosa. ¿Cómo
explicamos esto? ¿Hay acaso porciones de la Escritura que se
contradicen? ¡No! El versículo 24 recalca el aspecto
pecaminoso de la carne, mientras que el versículo 17 da énfasis
al yo que mora en la carne. La cruz de Cristo pone fin al
pecado, y el Espíritu Santo pone fin al yo por medio de la cruz,
mediante la cual Cristo liberó completamente del poder del
pecado a los creyentes, para que ya no señoreara sobre ellos.
    3
Por medio del Espíritu Santo, Cristo habita en los creyentes
para que puedan diariamente vencer su yo y obedecerle a Él.
Ya fuimos librados del pecado, pero nos negamos al yo día tras
día.

Si un creyente entiende lo que es la salvación efectuada en la
cruz, entonces en su regeneración (es decir, cuando recibe a
Jesús como Salvador) puede, por un lado, ser librado
completamente del pecado, y por otro, recibir una nueva vida.
Sus pecados fueron perdonados, pero les falta la fuerza para
dejar de pecar. Algunas veces la salvación se predica de una
manera total, pero debido a que a los creyentes sólo les interesa
tener la gracia del perdón de pecados y no les interesa
realmente ser librados del poder del pecado, sólo reciben una
salvación a medias.

Si un creyente cree en una salvación completa cuando es
regenerado y recibe por lo tanto esta salvación, experimentará
menos derrota al pelear contra el pecado y tendrá más
experiencia al pelear contra el yo. Sin embargo, esta clase de
creyente es extremadamente raro. Aunque no nos atrevemos a
decir cuántos hay, sí podemos decir que hay muy pocos. La
mayoría solamente recibe la mitad de la salvación. Por
consiguiente, casi todas sus batallas se libran contra el pecado.
Además, hay algunos que cuando son regenerados, ni siquiera
saben lo que es el yo.

Lo que experimentamos antes de la regeneración también
influye en esto. Muchas personas tienden a hacer mucho bien
antes de creer. (Por supuesto, no tienen la fuerza ni la
capacidad para hacerlo.) Aunque en comparación, sus
conciencias son más sensibles, su aptitud para hacer el bien es
débil y, en consecuencia, el conflicto es inevitable. Esto es lo
    4
que la gente en el mundo llama, el conflicto entre la razón y la
lujuria. Cuando estas personas escuchan acerca de la salvación
total, aceptan sinceramente la gracia de la liberación del
pecado, de la misma manera en que reciben la gracia para el
perdón del pecado. Existe otro grupo de personas cuyas
conciencias son insensibles antes de la regeneración. Pecan
terriblemente y son extremadamente malvadas; nunca tratan de
hacer el bien. Cuando oyen acerca de la salvación total,
espontáneamente reciben de la gracia para el perdón del pecado
y descuidan (aunque no rechazan) la gracia para la liberación
del pecado. Este tipo de personas tendrán la experiencia de
pelear con el pecado en su carne después de ser regeneradas.

¿A qué se debe lo anterior? Se debe a que cuando una persona
nace de nuevo y recibe una nueva vida, esta nueva vida exige
que se aleje del gobierno de la carne y que obedezca a Dios.
La vida de Dios es incondicional y debe obtener autoridad
completa. Tan pronto como esta vida entra en el espíritu del
hombre, le insta a apartarse de su antiguo amo, el pecado, y a
obedecer al Espíritu Santo sin reservas. No obstante, el
pecado está profundamente arraigado en él. Aunque su
voluntad haya sido renovada por causa de la vida regenerada,
dicha voluntad sigue unida al pecado y al yo, y muchas veces
sigue inclinada hacia el pecado. Debido a esto, es inevitable
que surja un gran conflicto entre la vida nueva y la carne.
Ya que hay un gran número de personas en esta categoría,
quiero prestar atención especial a su experiencia. Pero quiero
recordar a mis lectores que el fracaso y lucha prolongada
contra el pecado (que es diferente del yo) es innecesaria.

La carne quiere ejercer completo control y procura mantener al
hombre siempre sujeto a ella, mientras que la vida espiritual
procura llevar al hombre a una obediencia total al Espíritu
    5
Santo. La carne y la vida espiritual son diferentes en todo
aspecto. La naturaleza de la carne es la del primer Adán,
pero la naturaleza de la vida espiritual es la del postrer
Adán. Los motivos de la carne son terrenales, pero la
intención de la vida espiritual es celestial. La carne se centra
en el yo para todo, pero la vida espiritual se centra en
Cristo. Ya que son tan diferentes, la persona no puede evitar
conflictos constantes con la carne. La carne trata de guiar al
hombre al pecado, mas la vida espiritual procura guiarlo a
practicar la justicia. Debido a que los creyentes no conocen la
salvación total, en muchos casos, después de ser regenerados,
experimentan esta lucha interna.

Cuando los creyentes jóvenes descubren tal conflicto, se
confunden. Algunos se desaniman, pensando que son malos y
que no pueden avanzar. Algunos hasta dudan si fueron
verdaderamente regenerados. Ellos deben saber que es
precisamente por haber sido regenerados que tienen tal
conflicto. Antes la carne ejercía su control sin ninguna
resistencia. Además, ya que el espíritu de ellos estaba muerto,
no se daban cuenta de que eran pecaminosos, aun cuando
habían pecado mucho. Ahora la nueva vida que recibieron trae
consigo el deseo, la luz, el pensamiento y la naturaleza de Dios.
Al entrar esta nueva luz en el hombre, le muestra que él es
fundamentalmente corrupto y sucio. Naturalmente, el nuevo
deseo no quiere permanecer en la corrupción ni en la suciedad
y trata de andar según la voluntad de Dios. Entonces la carne
desea espontáneamente pelear contra de la vida espiritual, lo
cual hace que el creyente sienta que hay dos personas dentro de
él. Cada una tiene su propia opinión y poder, y cada una trata
de vencer a la otra. Si él sigue la vida espiritual y vence, se
regocija grandemente, pero si vence la carne, no podrá evitar

    6
sentirse condenado. Este conflicto interno es una prueba de que
tal persona nació de nuevo.

El propósito de Dios no es mejorar la carne, sino darle muerte.
Dios da Su vida al hombre cuando éste es regenerado, con el
fin de poner fin al yo, a la carne con esa vida. Aunque la vida
que Dios le da al hombre es muy poderosa, una persona recién
regenerada es igual que un recién nacido. Por lo tanto, es
todavía muy débil. Pero la carne, por haberle gobernado tanto
tiempo, tiene mucho poder. Además, no ha recibido la
salvación total por la fe. Así que, aunque nació de nuevo, le
cuesta mucho no ser carnal; es decir, le es muy difícil librarse
del gobierno de la carne. Lo más lamentable es que aunque este
hombre ha nacido de nuevo y la luz celestial ha resplandecido
sobre él, y además se da cuenta de que la carne es horrible y
desea con todo su corazón vencerla, es muy débil en sus
propias fuerzas y no puede vencerla. Este es un tiempo de
muchas lágrimas y mucha tristeza. Más aún, toda persona
regenerada tiene el deseo de ser limpia de sus pecados a fin de
agradar a Dios; pero su voluntad no es lo suficientemente
fuerte, y la mayoría de las veces es vencida por la carne.
Consecuentemente, sus victorias son pocas y sus derrotas,
muchas. ¿Cómo no ha de aborrecerse a sí misma?

La experiencia de Pablo, mencionada en Romanos 7, describe
tal conflicto: “Porque lo que hago, no lo admito; pues no
practico lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago... Pues
yo se que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque
el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago
el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso practico...
Así que yo, queriendo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal
está conmigo. Porque según el hombre interior, me deleito en
la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que está en
    7
guerra contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la
ley del pecado que está en mis miembros” (vs. 15, 18-19, 21-
23). Los corazones de muchos que han tenido la misma
experiencia realmente responderán unánimes con el anhelo
final de Pablo: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará del
cuerpo de esta muerte?” (v. 24).

Entonces, ¿cuál es el significado de esta batalla? Esta batalla
también es una especie de disciplina del Espíritu Santo. Dios
ya preparó una salvación total para el hombre, pero éste no la
obtiene por no conocerla o por no desearla. Dios sólo puede
darle al hombre lo que éste crea, acepte y tome como suyo. Por
lo tanto, cuando las personas piden perdón y regeneración,
Dios las perdona y las regenera. Mediante esta batalla Dios
hace que los creyentes busquen la victoria completa en Cristo
y la hagan suya. Si el creyente no ha obtenido esta salvación
por no conocerla, procurará descubrirla mediante esa batalla.
Entonces, el Espíritu Santo tendrá la oportunidad de revelarle
que Cristo en la cruz puso fin al hombre viejo para que pueda
creer y obtener la victoria. Si el creyente no ha recibido esta
salvación por no desearla, la verdad que él tiene no pasa de ser
simple conocimiento. Por medio de tal batalla, él descubrirá
que es inútil simplemente tener el conocimiento. Por sus
constantes fracasos, surgirá en él un deseo de experimentar la
verdad que ya conoce.

Esta batalla se intensifica con el tiempo. Si los creyentes no
ceden fácilmente sino que permanecen fieles, tendrán
muchas más batallas feroces. Si no obtienen liberación, esta
batalla nunca cesará.



    8
EL CRISTIANO CARNAL

Todo creyente puede, igual que Pablo, ser lleno del Espíritu
Santo al momento de creer y ser bautizado en el Espíritu Santo
y fuego (Hch. 9:17-18). Sin embargo, muchos creyentes no
creen verdaderamente que Cristo murió y resucitó como un
hecho cumplido por ellos, ni aplican en la práctica el principio
de la muerte y la resurrección, al cual el Espíritu Santo los
llama a obedecer. Permanecen sujetos al control de la carne,
como si no hubiesen muerto y resucitado, aunque en realidad
ya murieron y resucitaron, según lo que Cristo efectuó, y
piensan que deben morir a ellos mismos y vivir para Dios de
acuerdo con su obligación como discípulos. Se puede decir que
esta clase de creyentes es anormal. Pero los creyentes
anormales no sólo se encuentran en estos días, pues ya existían
en los tiempos de los apóstoles. Los corintios son un ejemplo
de esto, como lo podemos ver en lo que Pablo les dijo:

“Y yo, hermanos, no pude hablaros como a hombres
espirituales, sino como a carne, como a niños en Cristo. Os di a
beber leche, y no alimento sólido; porque aún no erais capaces
de recibirlo. Pero ni siquiera sois capaces ahora, porque todavía
sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos y contiendas,
¿no sois carnales, y andáis según lo humano?” (1 Co. 3:1-3).

Aquí el apóstol clasifica a los creyentes en dos categorías: los
espirituales y los carnales. Los creyentes espirituales no son
en ninguna manera cristianos extraordinarios, sino que son
normales. Son los cristianos carnales los que son
extraordinarios, ya que son anormales. Los corintios eran
cristianos, pero no eran espirituales, sino carnales. Tres veces
en ese capítulo de la Biblia el apóstol afirma que eran carnales.
Por la sabiduría que el apóstol había recibido del Espíritu
    9
Santo, sabía que primero debía determinar a qué grupo
realmente pertenecían para definir qué verdad doctrinal les
debía ministrar.

A la luz de las Escrituras, la regeneración es un nacimiento.
Cuando uno es regenerado, el espíritu que yace en lo más
recóndito de su ser, es renovado y habitado por el Espíritu de
Dios. Sin embargo, se necesita tiempo para que el poder de esta
nueva vida se extienda desde el centro hacia la circunferencia.
Por lo tanto, no podemos esperar que un niño en Cristo tenga la
fuerza de un joven ni la experiencia de un padre. Un creyente
recién regenerado, aun si ama al Señor con todo su corazón, es
ferviente en su servicio y avanza fielmente con el Señor, se le
tiene que dar tiempo para que tenga la oportunidad de
reconocer mejor cuán abominables son el pecado y el yo, y
para que entienda mejor la voluntad y el camino de Dios en la
vida espiritual. Por supuesto, entre estos creyentes, a menudo
existen algunos que realmente aman al Señor con fervor
extraordinario y se deleitan grandemente en la verdad, pero
esto no es más que la operación de las emociones y los
pensamientos que no han sido probados por fuego, y en
consecuencia no perdura. De todos modos, es inevitable que un
creyente recién regenerado sea carnal, ya que no conoce la
carne, aunque esté lleno del Espíritu Santo. Uno no puede
eliminar las obras de la carne si no se da cuenta que ellas son el
producto de la carne. Por lo tanto, en realidad muchos
creyentes recién nacidos son verdaderamente carnales.

En la Biblia no se espera que una persona que acaba de creer
en el Señor sea espiritual inmediatamente. Pero, si por años o
aun décadas no se le ve ningún progreso y permanece en la
condición de niño, aquello no es apropiado, y su caso es de lo
más triste y preocupante. Después de hablar de los que son
    10
niños en Cristo, el apóstol añade que quienes permanecen
como niños por un período largo, también son de la carne. Por
supuesto, así es. Antes de eso, Pablo dice que los creyentes
corintios son carnales, niños en Cristo, pero aun en ese
tiempo ellos seguían siendo carnales. Para ese entonces,
deberían haber crecido y llegado a cierta madurez, pero se
estancaron al punto de permanecer como niños. En
consecuencia, siguieron siendo creyentes carnales.

El tiempo necesario para que un creyente pase de la etapa
de ser carnal a la de ser espiritual no es tan largo como
algunos se imaginan. Aunque no habían pasado muchos años
desde que los creyentes corintios habían llegado a ser
cristianos, el apóstol estimaba que ya era tiempo de que
hubiesen dejado la etapa de la niñez y de vivir en la carne. El
esperaba que a estas alturas ya fueran espirituales. El propósito
de la redención es quitar todos los impedimentos para que el
Espíritu Santo tome pleno control de todo el ser de uno y lo
haga espiritual. Esta redención nunca fracasa, pues el poder del
Espíritu Santo no es insignificante. Así como un pecador carnal
puede llegar a ser un creyente regenerado, de igual manera, un
creyente regenerado que todavía es carnal, puede llegar a ser
espiritual. Lo triste es que entre los creyentes de hoy hay
algunos que han permanecido como niños, no solamente
por algunos años, sino que continúan en su viejo yo por
décadas sin progreso alguno. Además, aunque hay algunos
que progresan en la vida espiritual en pocos años, se
sorprenden pensando que eso no es lo usual. En realidad, esto
es lo normal; no es otra cosa que el crecimiento normal.

¿Cuántos años hace que creímos en el Señor? ¿Hemos
llegado a ser espirituales? No debemos llegar a ser niños
viejos, lo cual causa aflicción al Espíritu Santo y nos trae
    11
pérdida a nosotros mismos. Como creyentes regenerados
debemos anhelar una vida espiritual completa y debemos
permitir que el Espíritu Santo sea Amo y Señor en todo, para
que pueda en el menor tiempo posible guiarnos a lo que Dios
ha preparado para nosotros. Por ningún motivo debemos
desperdiciar nuestro tiempo quedándonos estancados. Podemos
investigar las razones por las que una persona permanece
como niño por tanto tiempo, sin crecimiento alguno. Por lo
general hay dos razones: Primera es que quienes cuidan de los
creyentes, sólo prestan atención a la gracia de Dios y a la
posición que los creyentes tienen en Cristo, y no los instan a ir
en pos de experiencias espirituales (crecimiento y
manifestación de Cristo en nuestras vidas), o ellos mismos, por
desconocer la vida en el Espíritu Santo, son incapaces de guiar
a los que cuidan a una vida más abundante. La segunda razón
es que los creyentes mismos muestran muy poco interés en las
cosas del Espíritu, pensando que basta con ser salvos; o no
tienen hambre ni sed de las cosas del Espíritu; o, después de
conocer los requisitos, no están dispuestos a hacer lo requerido,
porque es demasiado difícil. Debido a esto, hay muchos en la
iglesia que envejecen siendo niños.

            Características de un creyente carnal

¿La primera es que sigue siendo niño mucho tiempo (He.
5:11-14). La etapa de la niñez no debe exceder a unos cuantos
años. Una persona es regenerada por creer en la redención que
el Hijo de Dios efectuó por ella en la cruz. Cuando cree,
también debe creer que fue crucificada juntamente con el
Salvador y permitir que el Espíritu Santo la libre del poder
de la carne. Si ignora este principio, inevitablemente será
carnal durante muchos años.

   12
La segunda característica de un creyente carnal, es la
incapacidad de recibir las enseñanzas espirituales.
“Hermanos...os di a beber leche, y no alimento sólido; porque
aún no erais capaces de recibirlo. Pero ni siquiera sois capaces
ahora”. Los corintios se jactaban de su gran conocimiento y de
su elevada sabiduría. Hasta donde sabemos, la iglesia en
Corinto fue posiblemente la iglesia que tenía más conocimiento
entre las iglesias de ese tiempo. Ellos fueron “enriquecidos
en...todo conocimiento” (1:5). (Leamos atentamente lo que
viene a continuación). Debido a eso, Pablo dio gracias a Dios
por ellos. Si en esa ocasión Pablo les hubiera anunciado las
verdades espirituales, ellos habrían entendido cada palabra,
pero todo habría estado en la mente. Aunque ellos tenían tanto
conocimiento, no tenían el poder para expresar en sus vidas
prácticas lo que sabían. Es posible que en la actualidad haya
muchos creyentes carnales que conocen algunas doctrinas y
que pueden impartir verdades espirituales, pero ellos mismos
no son espirituales. El verdadero conocimiento espiritual no
consiste en pensamientos maravillosos y profundos, sino en
una experiencia práctica que se obtiene en el espíritu como
resultado de una armonía en el creyente entre la vida y la
verdad. La inteligencia no sirve, y tampoco basta con tener un
deseo ferviente de conocer la verdad. Nuestra vida debe ser
completamente obediente al Espíritu Santo para poder
aprender de Él. De no ser así, sólo se producirá una
comunicación de ideas de una mente a otra. Un conocimiento
de esta clase no puede hacer que una persona carnal sea
espiritual. Por el contrario, su vida carnal hará que su
conocimiento también sea carnal. Lo que le falta a esta clase
de persona no es más enseñanzas espirituales (el apóstol veía
que no era muy necesario mencionar esto), sino un corazón
dispuesto a someterse al Espíritu Santo, a obedecerle y a
tomar el camino de la cruz. El conocimiento espiritual sólo
   13
fortalece la carnalidad de una persona así, y le ayuda a
engañarse a sí misma, pensando que es espiritual, pues si no
fuera así, ¿cómo podría saber tantas cosas espirituales? Pero
¿cuántas de las cosas que sabe las ha aprendido en la vida
diaria, y cuántas son sólo con conceptos intelectuales? ¡Qué
Dios nos dé Su gracia!

Hay otra clara evidencia de que uno es carnal. “Porque
todavía sois carnales” ¿Cuál es la razón? “Pues habiendo entre
vosotros celos y contiendas, ¿no sois carnales, y andáis según
lo humano? (1 Co. 3:3). Los pecados de los celos y la
contienda son una evidencia de que uno es carnal. Había
contiendas en la iglesia de Corinto, y varios creyentes
alegaban: “Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y
yo de Cristo” (1:12). Aunque había algunos que contendían por
Cristo, diciendo: “Yo [soy] de Cristo”, esto también era obra
de la carne. La carne está llena de envidia y contienda. Exaltar
a Cristo con esta actitud también es de la carne. Por lo tanto,
cualquier jactancia sectaria es, en el mejor de los casos, nada
más que balbuceo de niños. Las divisiones dentro de la iglesia
se deben exclusivamente a la falta de amor y a andar según la
carne, así como Dios lo expresa en este pasaje. Contender por
la verdad es sólo un pretexto.

Los pecadores del mundo son hombres de carne. Debido a que
no son regenerados, tienen sus almas y sus cuerpos como
amos. Si un creyente también es de la carne, entonces anda
según lo humano. Los hombres del mundo son carnales por
naturaleza y, por lo tanto, se justifica en cierta medida que un
recién regenerado esté en la carne. Pero pasan años de haber
creído en el Señor, más cuando usted debería ya ser espiritual
desde hace mucho tiempo, ¿por qué todavía anda según lo
humano?
   14
Fracasar y pecar con frecuencia como los demás, pone de
manifiesto que la persona es de la carne. Si un creyente no
puede vencer su mal genio ni su peculiaridad y sigue siendo
egoísta, contencioso, jactancioso, no puede perdonar las faltas
de otros, habla con aspereza, entonces indiscutiblemente
todavía es de la carne, no importa cuántas verdades
espirituales conozca, cuántas experiencias espirituales (dones,
hecha fuera demonios, profetisa, etc.) piense que ha obtenido,
ni cuán ferviente o eficaz sea su labor.

Ser carnal significa “andar según lo humano”. Debemos
preguntarnos, si hemos cesado completamente de andar según
lo humano. Si todavía hay cosas en nuestra vida que siguen
dando la apariencia de gente mundana, entonces todavía
somos de la carne. No es necesario discutir sobre la
terminología si espirituales o carnales. Si no somos gobernados
por el Espíritu Santo, ¿qué nos ganamos, aunque nos llamen
espirituales? Es un asunto de vida, no de terminología, ni de
títulos… He aquí una advertencia: “Porque si vivís conforme
a la carne, habréis de morir; mas si por el Espíritu hacéis morir
las obras de la carne, viviréis”. No hay excusa alguna. Todo lo
mencionado en este versículo depende de esas dos condiciones.
Dios por Su parte no puede hacer nada más, pues ya lo logró
todo. Ahora todo depende de nosotros, si descuidamos esta
salvación tan grande ¿cómo escaparemos? Aunque hayamos
sido regenerados, si vivimos conforme a la carne, moriremos,
perderemos nuestra vida espiritual y viviremos como si
estuviéramos muertos, ¡no hay excusas! Si vivimos por el
Espíritu, también debemos morir en la muerte de Cristo. Si por
la muerte de Cristo hacemos morir todas las prácticas de la
carne, experimentaremos la verdadera muerte. Pero si no
morimos de esta manera, moriremos de la otra. De todos
modos moriremos. ¿Cuál muerte preferimos? Cuando la carne
    15
vive, el Espíritu Santo no puede vivir. Entonces, ¿cuál de los
dos deseamos que viva? Dios dispuso que nuestra carne con
todo su poder y sus actividades queden bajo el poder de la
muerte del Señor Jesús en la cruz. Lo único que necesitamos es
la muerte. Hablemos menos de la vida y mencionemos primero
la muerte, porque si no hay muerte, no hay resurrección.
¿Estamos dispuestos a obedecer la voluntad de Dios? ¿Estamos
dispuestos a permitir que la cruz de Cristo sea nuestra
experiencia? Si es así, debemos, por medio del Espíritu Santo,
hacer morir todas las prácticas de la carne.




¿PODEMOS RECONOCER EN ORACIÓN NUESTRA CONDICIÓN DELANTE
    DEL DIOS TRINO, HABRÁ UN POCO DE HUMILDAD?  NTS


No nos engañemos, cristianos evangélicos de todo el mundo,
Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre
sembrare eso también segará, no hay términos medios para
Dios o somos fríos o somos calientes, pues si somos TIBIOS
sabemos que Dios nos vomitará de su Santa Boca. Desde hace
cientos de años es la misma historia, hemos acomodado a la
Palabra de Dios a nuestra conveniencia o mejor dicho muchos
líderes cristianos han acomodado la Palabra de Dios a su
   16
conveniencia y estos líderes al pueblo de Dios, teniendo en
ataduras de la carne a muchos cristianos sinceros que quieren
ser libres verdaderamente del poder de la carne. Dejemos que
la Palabra de Dios nos acomode a nosotros y no nosotros
acomodar la Palabra de Dios a nuestra conveniencia.

Por lo tanto si se puede detener el crecimiento de un cristiano y
de una iglesia, así como ocurrió a la iglesia de Éfeso, en lo que
hoy es Turquía, no sólo dejó de crecer sino que

                   ¡ DESAPARECIÓ !




    17

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La guerra entre lo nuevo y lo viejo

  • 1. ¿SE PUEDE DETENER EL CRECIMIENTO DE UNA IGLESIA O DE UN CRISTIANO? Mi Yo (hombre exterior) alma YO o Mi hombre interior (espíritu) 1
  • 2. LA GUERRA ENTRE LO NUEVO Y LO VIEJO Después de que un hombre cree y es regenerado, lo más importante para él es saber todo lo que recibió en su regeneración y cuánto le queda de su vida natural. Saber estas cosas lo mantendrá avanzando en su senda espiritual. Examinemos lo que está incluido en la carne del hombre y cómo el Señor Jesús al redimir al hombre trata los elementos de la carne. En otras palabras, ¿qué recibe el creyente en la regeneración? Romanos 7:14 dice: “Yo soy carne, vendido al pecado”. Los versículos 17 y 18 dicen: “El pecado... mora en mi... esto es, en mi carne”. En estos dos versículos vemos que los elementos de la carne son “pecado” y “mi”. Este “pecado” es el poder del pecado; y este “mi” es lo que comúnmente llamamos el yo. Si el creyente desea entender la vida espiritual, no debe confundir estos dos elementos de la carne. Sabemos que en la cruz el Señor Jesús ya puso fin al pecado de nuestra carne. Por lo tanto, la Biblia nos dice que “nuestro viejo hombre fue crucificado” (Ro. 6:6). Con respecto al problema del pecado, la Biblia no nos dice que debamos ser crucificados, ya que esto fue llevado a cabo por Cristo y se cumplió plenamente; así que, el hombre no tiene que hacer nada. Por eso la Biblia nos insta a considerar este asunto como verdadero (v. 11) para que podamos recibir la eficacia de la muerte de Cristo y ser completamente librados del poder del pecado (v. 14). 2
  • 3. Aunque la Biblia no nos dice que seamos crucificados por nuestros pecados, si nos dice que debemos llevar el yo a la cruz. El Señor Jesús dijo en varias ocasiones que debemos negarnos a nosotros mismos, tomar la cruz y seguirlo. Esto se debe a que existe una diferencia entre lo que el Señor hizo con nuestros pecados en la cruz y lo que hace con nuestro yo. Sabemos que el Señor Jesús llevó nuestros pecados en la cruz (El no lo había hecho antes), pero se negó a Su yo toda la vida, no solamente cuando estuvo en la cruz. Por lo tanto, el creyente puede vencer el pecado en un momento, pero necesita toda su vida para negarse a sí mismo. La epístola a los Gálatas muestra muy claramente la relación entre un creyente y estos dos aspectos de la carne. Nos dice: “Pero los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias” (5:24). Esto significa que el mismo día que una persona se entrega a Jesucristo, su carne es crucificada. Sin la enseñanza del Espíritu Santo, uno pudiera concluir que la carne fue eliminada ya que fue crucificada. Pero por otro lado, la Biblia también nos dice: “Andad por el Espíritu, y así jamás satisfaréis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne” (vs. 16-17). Esto revela claramente que una persona que pertenece a Cristo Jesús y que ya tiene al Espíritu Santo morando en él, todavía tiene la carne, la cual no sólo existe, sino que es especialmente poderosa. ¿Cómo explicamos esto? ¿Hay acaso porciones de la Escritura que se contradicen? ¡No! El versículo 24 recalca el aspecto pecaminoso de la carne, mientras que el versículo 17 da énfasis al yo que mora en la carne. La cruz de Cristo pone fin al pecado, y el Espíritu Santo pone fin al yo por medio de la cruz, mediante la cual Cristo liberó completamente del poder del pecado a los creyentes, para que ya no señoreara sobre ellos. 3
  • 4. Por medio del Espíritu Santo, Cristo habita en los creyentes para que puedan diariamente vencer su yo y obedecerle a Él. Ya fuimos librados del pecado, pero nos negamos al yo día tras día. Si un creyente entiende lo que es la salvación efectuada en la cruz, entonces en su regeneración (es decir, cuando recibe a Jesús como Salvador) puede, por un lado, ser librado completamente del pecado, y por otro, recibir una nueva vida. Sus pecados fueron perdonados, pero les falta la fuerza para dejar de pecar. Algunas veces la salvación se predica de una manera total, pero debido a que a los creyentes sólo les interesa tener la gracia del perdón de pecados y no les interesa realmente ser librados del poder del pecado, sólo reciben una salvación a medias. Si un creyente cree en una salvación completa cuando es regenerado y recibe por lo tanto esta salvación, experimentará menos derrota al pelear contra el pecado y tendrá más experiencia al pelear contra el yo. Sin embargo, esta clase de creyente es extremadamente raro. Aunque no nos atrevemos a decir cuántos hay, sí podemos decir que hay muy pocos. La mayoría solamente recibe la mitad de la salvación. Por consiguiente, casi todas sus batallas se libran contra el pecado. Además, hay algunos que cuando son regenerados, ni siquiera saben lo que es el yo. Lo que experimentamos antes de la regeneración también influye en esto. Muchas personas tienden a hacer mucho bien antes de creer. (Por supuesto, no tienen la fuerza ni la capacidad para hacerlo.) Aunque en comparación, sus conciencias son más sensibles, su aptitud para hacer el bien es débil y, en consecuencia, el conflicto es inevitable. Esto es lo 4
  • 5. que la gente en el mundo llama, el conflicto entre la razón y la lujuria. Cuando estas personas escuchan acerca de la salvación total, aceptan sinceramente la gracia de la liberación del pecado, de la misma manera en que reciben la gracia para el perdón del pecado. Existe otro grupo de personas cuyas conciencias son insensibles antes de la regeneración. Pecan terriblemente y son extremadamente malvadas; nunca tratan de hacer el bien. Cuando oyen acerca de la salvación total, espontáneamente reciben de la gracia para el perdón del pecado y descuidan (aunque no rechazan) la gracia para la liberación del pecado. Este tipo de personas tendrán la experiencia de pelear con el pecado en su carne después de ser regeneradas. ¿A qué se debe lo anterior? Se debe a que cuando una persona nace de nuevo y recibe una nueva vida, esta nueva vida exige que se aleje del gobierno de la carne y que obedezca a Dios. La vida de Dios es incondicional y debe obtener autoridad completa. Tan pronto como esta vida entra en el espíritu del hombre, le insta a apartarse de su antiguo amo, el pecado, y a obedecer al Espíritu Santo sin reservas. No obstante, el pecado está profundamente arraigado en él. Aunque su voluntad haya sido renovada por causa de la vida regenerada, dicha voluntad sigue unida al pecado y al yo, y muchas veces sigue inclinada hacia el pecado. Debido a esto, es inevitable que surja un gran conflicto entre la vida nueva y la carne. Ya que hay un gran número de personas en esta categoría, quiero prestar atención especial a su experiencia. Pero quiero recordar a mis lectores que el fracaso y lucha prolongada contra el pecado (que es diferente del yo) es innecesaria. La carne quiere ejercer completo control y procura mantener al hombre siempre sujeto a ella, mientras que la vida espiritual procura llevar al hombre a una obediencia total al Espíritu 5
  • 6. Santo. La carne y la vida espiritual son diferentes en todo aspecto. La naturaleza de la carne es la del primer Adán, pero la naturaleza de la vida espiritual es la del postrer Adán. Los motivos de la carne son terrenales, pero la intención de la vida espiritual es celestial. La carne se centra en el yo para todo, pero la vida espiritual se centra en Cristo. Ya que son tan diferentes, la persona no puede evitar conflictos constantes con la carne. La carne trata de guiar al hombre al pecado, mas la vida espiritual procura guiarlo a practicar la justicia. Debido a que los creyentes no conocen la salvación total, en muchos casos, después de ser regenerados, experimentan esta lucha interna. Cuando los creyentes jóvenes descubren tal conflicto, se confunden. Algunos se desaniman, pensando que son malos y que no pueden avanzar. Algunos hasta dudan si fueron verdaderamente regenerados. Ellos deben saber que es precisamente por haber sido regenerados que tienen tal conflicto. Antes la carne ejercía su control sin ninguna resistencia. Además, ya que el espíritu de ellos estaba muerto, no se daban cuenta de que eran pecaminosos, aun cuando habían pecado mucho. Ahora la nueva vida que recibieron trae consigo el deseo, la luz, el pensamiento y la naturaleza de Dios. Al entrar esta nueva luz en el hombre, le muestra que él es fundamentalmente corrupto y sucio. Naturalmente, el nuevo deseo no quiere permanecer en la corrupción ni en la suciedad y trata de andar según la voluntad de Dios. Entonces la carne desea espontáneamente pelear contra de la vida espiritual, lo cual hace que el creyente sienta que hay dos personas dentro de él. Cada una tiene su propia opinión y poder, y cada una trata de vencer a la otra. Si él sigue la vida espiritual y vence, se regocija grandemente, pero si vence la carne, no podrá evitar 6
  • 7. sentirse condenado. Este conflicto interno es una prueba de que tal persona nació de nuevo. El propósito de Dios no es mejorar la carne, sino darle muerte. Dios da Su vida al hombre cuando éste es regenerado, con el fin de poner fin al yo, a la carne con esa vida. Aunque la vida que Dios le da al hombre es muy poderosa, una persona recién regenerada es igual que un recién nacido. Por lo tanto, es todavía muy débil. Pero la carne, por haberle gobernado tanto tiempo, tiene mucho poder. Además, no ha recibido la salvación total por la fe. Así que, aunque nació de nuevo, le cuesta mucho no ser carnal; es decir, le es muy difícil librarse del gobierno de la carne. Lo más lamentable es que aunque este hombre ha nacido de nuevo y la luz celestial ha resplandecido sobre él, y además se da cuenta de que la carne es horrible y desea con todo su corazón vencerla, es muy débil en sus propias fuerzas y no puede vencerla. Este es un tiempo de muchas lágrimas y mucha tristeza. Más aún, toda persona regenerada tiene el deseo de ser limpia de sus pecados a fin de agradar a Dios; pero su voluntad no es lo suficientemente fuerte, y la mayoría de las veces es vencida por la carne. Consecuentemente, sus victorias son pocas y sus derrotas, muchas. ¿Cómo no ha de aborrecerse a sí misma? La experiencia de Pablo, mencionada en Romanos 7, describe tal conflicto: “Porque lo que hago, no lo admito; pues no practico lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago... Pues yo se que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso practico... Así que yo, queriendo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está conmigo. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que está en 7
  • 8. guerra contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (vs. 15, 18-19, 21- 23). Los corazones de muchos que han tenido la misma experiencia realmente responderán unánimes con el anhelo final de Pablo: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte?” (v. 24). Entonces, ¿cuál es el significado de esta batalla? Esta batalla también es una especie de disciplina del Espíritu Santo. Dios ya preparó una salvación total para el hombre, pero éste no la obtiene por no conocerla o por no desearla. Dios sólo puede darle al hombre lo que éste crea, acepte y tome como suyo. Por lo tanto, cuando las personas piden perdón y regeneración, Dios las perdona y las regenera. Mediante esta batalla Dios hace que los creyentes busquen la victoria completa en Cristo y la hagan suya. Si el creyente no ha obtenido esta salvación por no conocerla, procurará descubrirla mediante esa batalla. Entonces, el Espíritu Santo tendrá la oportunidad de revelarle que Cristo en la cruz puso fin al hombre viejo para que pueda creer y obtener la victoria. Si el creyente no ha recibido esta salvación por no desearla, la verdad que él tiene no pasa de ser simple conocimiento. Por medio de tal batalla, él descubrirá que es inútil simplemente tener el conocimiento. Por sus constantes fracasos, surgirá en él un deseo de experimentar la verdad que ya conoce. Esta batalla se intensifica con el tiempo. Si los creyentes no ceden fácilmente sino que permanecen fieles, tendrán muchas más batallas feroces. Si no obtienen liberación, esta batalla nunca cesará. 8
  • 9. EL CRISTIANO CARNAL Todo creyente puede, igual que Pablo, ser lleno del Espíritu Santo al momento de creer y ser bautizado en el Espíritu Santo y fuego (Hch. 9:17-18). Sin embargo, muchos creyentes no creen verdaderamente que Cristo murió y resucitó como un hecho cumplido por ellos, ni aplican en la práctica el principio de la muerte y la resurrección, al cual el Espíritu Santo los llama a obedecer. Permanecen sujetos al control de la carne, como si no hubiesen muerto y resucitado, aunque en realidad ya murieron y resucitaron, según lo que Cristo efectuó, y piensan que deben morir a ellos mismos y vivir para Dios de acuerdo con su obligación como discípulos. Se puede decir que esta clase de creyentes es anormal. Pero los creyentes anormales no sólo se encuentran en estos días, pues ya existían en los tiempos de los apóstoles. Los corintios son un ejemplo de esto, como lo podemos ver en lo que Pablo les dijo: “Y yo, hermanos, no pude hablaros como a hombres espirituales, sino como a carne, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no alimento sólido; porque aún no erais capaces de recibirlo. Pero ni siquiera sois capaces ahora, porque todavía sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos y contiendas, ¿no sois carnales, y andáis según lo humano?” (1 Co. 3:1-3). Aquí el apóstol clasifica a los creyentes en dos categorías: los espirituales y los carnales. Los creyentes espirituales no son en ninguna manera cristianos extraordinarios, sino que son normales. Son los cristianos carnales los que son extraordinarios, ya que son anormales. Los corintios eran cristianos, pero no eran espirituales, sino carnales. Tres veces en ese capítulo de la Biblia el apóstol afirma que eran carnales. Por la sabiduría que el apóstol había recibido del Espíritu 9
  • 10. Santo, sabía que primero debía determinar a qué grupo realmente pertenecían para definir qué verdad doctrinal les debía ministrar. A la luz de las Escrituras, la regeneración es un nacimiento. Cuando uno es regenerado, el espíritu que yace en lo más recóndito de su ser, es renovado y habitado por el Espíritu de Dios. Sin embargo, se necesita tiempo para que el poder de esta nueva vida se extienda desde el centro hacia la circunferencia. Por lo tanto, no podemos esperar que un niño en Cristo tenga la fuerza de un joven ni la experiencia de un padre. Un creyente recién regenerado, aun si ama al Señor con todo su corazón, es ferviente en su servicio y avanza fielmente con el Señor, se le tiene que dar tiempo para que tenga la oportunidad de reconocer mejor cuán abominables son el pecado y el yo, y para que entienda mejor la voluntad y el camino de Dios en la vida espiritual. Por supuesto, entre estos creyentes, a menudo existen algunos que realmente aman al Señor con fervor extraordinario y se deleitan grandemente en la verdad, pero esto no es más que la operación de las emociones y los pensamientos que no han sido probados por fuego, y en consecuencia no perdura. De todos modos, es inevitable que un creyente recién regenerado sea carnal, ya que no conoce la carne, aunque esté lleno del Espíritu Santo. Uno no puede eliminar las obras de la carne si no se da cuenta que ellas son el producto de la carne. Por lo tanto, en realidad muchos creyentes recién nacidos son verdaderamente carnales. En la Biblia no se espera que una persona que acaba de creer en el Señor sea espiritual inmediatamente. Pero, si por años o aun décadas no se le ve ningún progreso y permanece en la condición de niño, aquello no es apropiado, y su caso es de lo más triste y preocupante. Después de hablar de los que son 10
  • 11. niños en Cristo, el apóstol añade que quienes permanecen como niños por un período largo, también son de la carne. Por supuesto, así es. Antes de eso, Pablo dice que los creyentes corintios son carnales, niños en Cristo, pero aun en ese tiempo ellos seguían siendo carnales. Para ese entonces, deberían haber crecido y llegado a cierta madurez, pero se estancaron al punto de permanecer como niños. En consecuencia, siguieron siendo creyentes carnales. El tiempo necesario para que un creyente pase de la etapa de ser carnal a la de ser espiritual no es tan largo como algunos se imaginan. Aunque no habían pasado muchos años desde que los creyentes corintios habían llegado a ser cristianos, el apóstol estimaba que ya era tiempo de que hubiesen dejado la etapa de la niñez y de vivir en la carne. El esperaba que a estas alturas ya fueran espirituales. El propósito de la redención es quitar todos los impedimentos para que el Espíritu Santo tome pleno control de todo el ser de uno y lo haga espiritual. Esta redención nunca fracasa, pues el poder del Espíritu Santo no es insignificante. Así como un pecador carnal puede llegar a ser un creyente regenerado, de igual manera, un creyente regenerado que todavía es carnal, puede llegar a ser espiritual. Lo triste es que entre los creyentes de hoy hay algunos que han permanecido como niños, no solamente por algunos años, sino que continúan en su viejo yo por décadas sin progreso alguno. Además, aunque hay algunos que progresan en la vida espiritual en pocos años, se sorprenden pensando que eso no es lo usual. En realidad, esto es lo normal; no es otra cosa que el crecimiento normal. ¿Cuántos años hace que creímos en el Señor? ¿Hemos llegado a ser espirituales? No debemos llegar a ser niños viejos, lo cual causa aflicción al Espíritu Santo y nos trae 11
  • 12. pérdida a nosotros mismos. Como creyentes regenerados debemos anhelar una vida espiritual completa y debemos permitir que el Espíritu Santo sea Amo y Señor en todo, para que pueda en el menor tiempo posible guiarnos a lo que Dios ha preparado para nosotros. Por ningún motivo debemos desperdiciar nuestro tiempo quedándonos estancados. Podemos investigar las razones por las que una persona permanece como niño por tanto tiempo, sin crecimiento alguno. Por lo general hay dos razones: Primera es que quienes cuidan de los creyentes, sólo prestan atención a la gracia de Dios y a la posición que los creyentes tienen en Cristo, y no los instan a ir en pos de experiencias espirituales (crecimiento y manifestación de Cristo en nuestras vidas), o ellos mismos, por desconocer la vida en el Espíritu Santo, son incapaces de guiar a los que cuidan a una vida más abundante. La segunda razón es que los creyentes mismos muestran muy poco interés en las cosas del Espíritu, pensando que basta con ser salvos; o no tienen hambre ni sed de las cosas del Espíritu; o, después de conocer los requisitos, no están dispuestos a hacer lo requerido, porque es demasiado difícil. Debido a esto, hay muchos en la iglesia que envejecen siendo niños. Características de un creyente carnal ¿La primera es que sigue siendo niño mucho tiempo (He. 5:11-14). La etapa de la niñez no debe exceder a unos cuantos años. Una persona es regenerada por creer en la redención que el Hijo de Dios efectuó por ella en la cruz. Cuando cree, también debe creer que fue crucificada juntamente con el Salvador y permitir que el Espíritu Santo la libre del poder de la carne. Si ignora este principio, inevitablemente será carnal durante muchos años. 12
  • 13. La segunda característica de un creyente carnal, es la incapacidad de recibir las enseñanzas espirituales. “Hermanos...os di a beber leche, y no alimento sólido; porque aún no erais capaces de recibirlo. Pero ni siquiera sois capaces ahora”. Los corintios se jactaban de su gran conocimiento y de su elevada sabiduría. Hasta donde sabemos, la iglesia en Corinto fue posiblemente la iglesia que tenía más conocimiento entre las iglesias de ese tiempo. Ellos fueron “enriquecidos en...todo conocimiento” (1:5). (Leamos atentamente lo que viene a continuación). Debido a eso, Pablo dio gracias a Dios por ellos. Si en esa ocasión Pablo les hubiera anunciado las verdades espirituales, ellos habrían entendido cada palabra, pero todo habría estado en la mente. Aunque ellos tenían tanto conocimiento, no tenían el poder para expresar en sus vidas prácticas lo que sabían. Es posible que en la actualidad haya muchos creyentes carnales que conocen algunas doctrinas y que pueden impartir verdades espirituales, pero ellos mismos no son espirituales. El verdadero conocimiento espiritual no consiste en pensamientos maravillosos y profundos, sino en una experiencia práctica que se obtiene en el espíritu como resultado de una armonía en el creyente entre la vida y la verdad. La inteligencia no sirve, y tampoco basta con tener un deseo ferviente de conocer la verdad. Nuestra vida debe ser completamente obediente al Espíritu Santo para poder aprender de Él. De no ser así, sólo se producirá una comunicación de ideas de una mente a otra. Un conocimiento de esta clase no puede hacer que una persona carnal sea espiritual. Por el contrario, su vida carnal hará que su conocimiento también sea carnal. Lo que le falta a esta clase de persona no es más enseñanzas espirituales (el apóstol veía que no era muy necesario mencionar esto), sino un corazón dispuesto a someterse al Espíritu Santo, a obedecerle y a tomar el camino de la cruz. El conocimiento espiritual sólo 13
  • 14. fortalece la carnalidad de una persona así, y le ayuda a engañarse a sí misma, pensando que es espiritual, pues si no fuera así, ¿cómo podría saber tantas cosas espirituales? Pero ¿cuántas de las cosas que sabe las ha aprendido en la vida diaria, y cuántas son sólo con conceptos intelectuales? ¡Qué Dios nos dé Su gracia! Hay otra clara evidencia de que uno es carnal. “Porque todavía sois carnales” ¿Cuál es la razón? “Pues habiendo entre vosotros celos y contiendas, ¿no sois carnales, y andáis según lo humano? (1 Co. 3:3). Los pecados de los celos y la contienda son una evidencia de que uno es carnal. Había contiendas en la iglesia de Corinto, y varios creyentes alegaban: “Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo” (1:12). Aunque había algunos que contendían por Cristo, diciendo: “Yo [soy] de Cristo”, esto también era obra de la carne. La carne está llena de envidia y contienda. Exaltar a Cristo con esta actitud también es de la carne. Por lo tanto, cualquier jactancia sectaria es, en el mejor de los casos, nada más que balbuceo de niños. Las divisiones dentro de la iglesia se deben exclusivamente a la falta de amor y a andar según la carne, así como Dios lo expresa en este pasaje. Contender por la verdad es sólo un pretexto. Los pecadores del mundo son hombres de carne. Debido a que no son regenerados, tienen sus almas y sus cuerpos como amos. Si un creyente también es de la carne, entonces anda según lo humano. Los hombres del mundo son carnales por naturaleza y, por lo tanto, se justifica en cierta medida que un recién regenerado esté en la carne. Pero pasan años de haber creído en el Señor, más cuando usted debería ya ser espiritual desde hace mucho tiempo, ¿por qué todavía anda según lo humano? 14
  • 15. Fracasar y pecar con frecuencia como los demás, pone de manifiesto que la persona es de la carne. Si un creyente no puede vencer su mal genio ni su peculiaridad y sigue siendo egoísta, contencioso, jactancioso, no puede perdonar las faltas de otros, habla con aspereza, entonces indiscutiblemente todavía es de la carne, no importa cuántas verdades espirituales conozca, cuántas experiencias espirituales (dones, hecha fuera demonios, profetisa, etc.) piense que ha obtenido, ni cuán ferviente o eficaz sea su labor. Ser carnal significa “andar según lo humano”. Debemos preguntarnos, si hemos cesado completamente de andar según lo humano. Si todavía hay cosas en nuestra vida que siguen dando la apariencia de gente mundana, entonces todavía somos de la carne. No es necesario discutir sobre la terminología si espirituales o carnales. Si no somos gobernados por el Espíritu Santo, ¿qué nos ganamos, aunque nos llamen espirituales? Es un asunto de vida, no de terminología, ni de títulos… He aquí una advertencia: “Porque si vivís conforme a la carne, habréis de morir; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis”. No hay excusa alguna. Todo lo mencionado en este versículo depende de esas dos condiciones. Dios por Su parte no puede hacer nada más, pues ya lo logró todo. Ahora todo depende de nosotros, si descuidamos esta salvación tan grande ¿cómo escaparemos? Aunque hayamos sido regenerados, si vivimos conforme a la carne, moriremos, perderemos nuestra vida espiritual y viviremos como si estuviéramos muertos, ¡no hay excusas! Si vivimos por el Espíritu, también debemos morir en la muerte de Cristo. Si por la muerte de Cristo hacemos morir todas las prácticas de la carne, experimentaremos la verdadera muerte. Pero si no morimos de esta manera, moriremos de la otra. De todos modos moriremos. ¿Cuál muerte preferimos? Cuando la carne 15
  • 16. vive, el Espíritu Santo no puede vivir. Entonces, ¿cuál de los dos deseamos que viva? Dios dispuso que nuestra carne con todo su poder y sus actividades queden bajo el poder de la muerte del Señor Jesús en la cruz. Lo único que necesitamos es la muerte. Hablemos menos de la vida y mencionemos primero la muerte, porque si no hay muerte, no hay resurrección. ¿Estamos dispuestos a obedecer la voluntad de Dios? ¿Estamos dispuestos a permitir que la cruz de Cristo sea nuestra experiencia? Si es así, debemos, por medio del Espíritu Santo, hacer morir todas las prácticas de la carne. ¿PODEMOS RECONOCER EN ORACIÓN NUESTRA CONDICIÓN DELANTE DEL DIOS TRINO, HABRÁ UN POCO DE HUMILDAD? NTS No nos engañemos, cristianos evangélicos de todo el mundo, Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre sembrare eso también segará, no hay términos medios para Dios o somos fríos o somos calientes, pues si somos TIBIOS sabemos que Dios nos vomitará de su Santa Boca. Desde hace cientos de años es la misma historia, hemos acomodado a la Palabra de Dios a nuestra conveniencia o mejor dicho muchos líderes cristianos han acomodado la Palabra de Dios a su 16
  • 17. conveniencia y estos líderes al pueblo de Dios, teniendo en ataduras de la carne a muchos cristianos sinceros que quieren ser libres verdaderamente del poder de la carne. Dejemos que la Palabra de Dios nos acomode a nosotros y no nosotros acomodar la Palabra de Dios a nuestra conveniencia. Por lo tanto si se puede detener el crecimiento de un cristiano y de una iglesia, así como ocurrió a la iglesia de Éfeso, en lo que hoy es Turquía, no sólo dejó de crecer sino que ¡ DESAPARECIÓ ! 17