2. Las mujeres obreras empiezan a reclamar, en el seno del movimiento obrero del
siglo XIX, su lugar en el espacio político que se fue abriendo tanto en el
movimiento socialista y anarquista como por las luchas sufragistas, de las que se
hicieron eco algunos/as líderes socialistas.
3. Las primeras alusiones en la teoría socialista a las aspiraciones de las
mujeres están presentes en la obra de algunos saintsimonianos,
owenistas y fourieristas, siendo las tesis de Fourier las de mayor
influencia: en la sociedad socialista “el trabajo estaría organizado según
los intereses de las personas y las tareas domésticas y de atención a los
niños serían realizadas comunalmente”.
Planteaban una transformación radical de la sociedad en la que tanto la
propiedad privada como el matrimonio y la tradicional división sexual del
trabajo en la esfera privada serían eliminados.
En esta primera fase destacaría una primera autora que se aproxima a la
emancipación de la mujer desde la óptica proletaria: Flora Tristán (1803-
1844).
4. "Todas las desgracias del mundo provienen del
olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho
de los derechos naturales e imprescriptibles del
ser mujer.“
"La ley que esclaviza a la mujer y la priva de
instrucción, os oprime también a vosotros,
hombres proletarios. (...) En nombre de vuestro
propio interés, hombres; en nombre de vuestra
mejora, la vuestra, hombres; en fin, en nombre
del bienestar universal de todos y de todas os
comprometo a reclamar los derechos para la
mujer.” (Unión Obrera).
Defiende la unión de los trabajadores y las Flora Tristán (1803-1844)
mujeres –los oprimidos del mundo-, en una
Internacional que, mediante una revolución
pacífica, traerá la prosperidad y la justicia.
5. Mujeres trabajadoras
Marx y Engels
Fueron Karl Marx (1818-1883), Friedrich Engels (1820-1895) y
August Bebel (1840-1913) los que establecieron las bases del
pensamiento socialista sobre la “cuestión de la mujer”.
Engels en su libro "El origen de la familia, la propiedad privada
y el Estado" (1884) equiparaba la dominación de clase con la
dominación de la mujer por el hombre. La opresión de la
mujer se produce a través del matrimonio y la familia, que se
ha convertido en “objeto de comercio”. La opresión de la
mujer deriva de la propiedad privada y de su exclusión del
proceso productivo. Sin embargo, para él como para Marx, la
emancipación de la mujer sólo se haría realidad tras una
revolución socialista que liquidara el capitalismo. Por
consecuencia, la lucha de las mujeres debía subordinarse, o
como mucho ir unida, a la lucha de clases, ya que, de hecho,
no había diferencia alguna de objetivos.
Para Marx y Engels, la igualdad política entre los sexos era una
condición necesaria para la plena emancipación de la
sociedad. Además, los fundadores del socialismo científico
entendían que la base fundamental de la emancipación
femenina era su independencia económica. frente al hombre.
6. August Bebel
Corresponde a August Bebel, dirigente socialista alemán, el
mérito de ser el primer teórico marxista que escribió de una
forma específica sobre la mujer en su libro La mujer y el
socialismo (1885), en el que se plantea las reivindicaciones
que pueden sustentar la emancipación de la mujer.
Reconoce las características específicas de la subordinación de las mujeres que no pueden
subsumirse sin más en “la explotación de los trabajadores”: “La mujer fue esclava antes de
que existiera el esclavo” (La mujer y el socialismo). Ello justifica una lucha específica de las
mujeres, si bien considera que el sufragismo se queda corto en sus reivindicaciones, al
centrarse en la igualdad formal y no “real” (económica).
Defendía la inclusión de objetivos específicos de las mujeres en el programa socialista
(frente a otros ilustres de la Primer Internacional como Proudhon), aunque admitía la
necesidad de una alianza con el movimiento sufragista: educación, mejoras laborales,
igualdad salarial, derecho al sufragio, eran objetivos compartidos.
7. Por último, hay que destacar, dentro de la
socialdemocracia alemana, la figura de Clara Zetkin
(1857-1933). Creadora del Día Internacional de la
Mujer, el 8 de marzo, fue la gran propulsora del
feminismo en la Segunda Internacional o Internacional
Socialista, junto a Rosa Luxemburgo. En 1907, se celebró,
bajo sus auspicios, la I Conferencia Internacional de
Mujeres Socialistas, desde la que defendió su derecho a
afiliarse al partido, dentro del cual potenció la creación
de una red de agentes locales y la edición de una revista,
Die Gleichheit (La Igualdad) centrada en la información
sobre los derechos de las mujeres. Esta organización
llegó a agrupar 174.751 afiliadas en 1914. Rechazó las
alianzas con el “feminismo burgués”, aunque defendió
activamente el derecho al voto femenino.
8. Una parte importante de la “Segunda Ola” del feminismo se genera
asociada a los sectores de la “Nueva Izquierda” norteamericana y
europea. En estas organizaciones las mujeres que se identifican con el
socialismo y el marxismo se plantean preguntas similares a sus
antecesoras en el primer movimiento obrero: ¿Es el marxismo una teoría
válida para explicar la opresión de las mujeres? ¿La explotación de las
mujeres era igual a la que sufrían los hombres proletarios? ¿Con qué
instrumentos metodológicos se podía explicar la subordinación?
Según los contextos, se habla de “feminismo marxista” y/o “feminismo
socialista”, a veces se consideran distintos, a veces iguales, tendiéndose
en Europa a asociar las diferencias a las estrategias políticas a seguir
(participando o no en las instituciones estatales), mientras que en EEUU
se asociaban los términos a aspectos metodológicos de la teoría
(concepciones epistemológicas, concepciones más o menos
economicistas del marxismo). (Sánchez Muñoz, 2001, p. 116)
9. La mayoría de las autoras de la época optaron por la denominación
«feminismo socialista», término que ha llegado hasta nuestros días para
indicar la adscripción a una teoría que analizaba la opresión de las mujeres
en términos económicos, pero no sólo.
Que utilizaba el método histórico materialista.
Que mantenía la defensa de la igualdad entre hombres y mujeres en
términos materiales, así como la socialización de los medios de
producción.
Y estos objetivos no estaban necesariamente vinculados a los de los
tradicionales partidos de izquierda. Éstos anteponían los intereses de
clase a la cuestión de la liberación femenina y con ello daban lugar a
problemas como los de la «doble militancia» para las mujeres - militancia
en los partidos y en las organizaciones feministas.
10. Las críticas feministas se centraron en las dos categorías fundamentales de la
teoría marxista: producción y trabajo. Para las feministas, uno de los escollos
principales del marxismo clásico era el tratamiento de la reproducción.
Ésta era interpretada en términos de repetición cíclica de la naturaleza, sin
repercusiones sobre la esfera productiva, esto es, sobre el sistema económico.
Con ello se afirmaba la escisión público-privado, según la cual la esfera pública
era el espacio propio para las relaciones productivas y la esfera privada el
espacio donde tenía lugar la reproducción.
Lo que las feministas socialistas van a plantearse -y le darán distintas respuestas-
es qué se entiende por «reproducción» --el hecho biológico o también la
reproducción social-, cuáles son las bases materiales de ese modo de
reproducción y la relación de la reproducción con la familia.
Politizar lo privado : sacando a la luz las relaciones de poder y económicas
presentes en la reproducción, así como la importancia del análisis de la
sexualidad de las mujeres y el control de ésta por parte de los hombres. (Sánchez
Muñoz, 2001, pp. 117-119)
11. Los problemas de la mujer, para Marx y Engels, sólo son resultado de su
posición como “meros instrumentos para la reproducción”, por ello su
principal interés fue la producción capitalista y la revolución socialista (de
la que esperaban que efectivamente emanaría la igualdad para las
mujeres). Así, la familia no es percibida en toda su complejidad:
“...se le considera sólo como otra parte de la superestructura, que refleja de manera
total a la sociedad de clases, y las relaciones de reproducción pasan a ser incluidas en las
relaciones de producción. Lo importante no es que la familia no refleje a la sociedad
sino que, a través tanto de su estructura como de su ideología patriarcales, la familia y
la necesidad de la reproducción también estructuran a la sociedad. Esta relación
recíproca entre familia y sociedad, producción y reproducción, determina la vida de las
mujeres.” (Eisenstein, Z. ,1980, p. 26)
12. La cuestión teórica a debatir en el seno de la teoría feminista era el
patriarcado como explicación a la opresión de las mujeres.
El patriarcado aparece así como un sistema de dominación en el que los
hombres poseen un poder superior y un privilegio económico.
Las feministas radicales y las socialistas van a coincidir en la utilización de
esta categoría explicativa. En lo que ya no van a coincidir es en la
supuesta universalización del sistema patriarcal que mantenían las
radicales, así como en la explicación del poder y de la base material del
patriarcado.
13. En su obra “La dialéctica del sexo” (1970), realiza el primer intento de
ofrecer una interpretación materialista de la opresión de la mujer
distanciándose del marxismo ortodoxo. Las mujeres son una “clase
sexual” enfrentada, como tal, a la de los hombres. Su posición de clase
viene determinada por la biología:
“La función reproductiva de la mujer es intrínsecamente determinante para su opresión
y, por tanto, también la familia biológica lo es (...). Los hombres y las mujeres son
anatómicamente diferentes y de ahí que no estén igualmente privilegiados” (Firestone,
Sh., 1970).
Es el patriarcado –y no el “capitalismo”- la estructura fundamental del
reparto del poder en la sociedad, siendo la sexualidad el origen de la
opresión social fundamental.
La opresión económica de las mujeres es secundaria respecto a las
relaciones sexuales, y la revolución feminista queda definida en términos
de la “eliminación de los privilegios masculinos mediante la eliminación
de la diferenciación sexual misma y la destrucción de la familia biológica
como la forma básica de la organización social”.
14. En “El enemigo principal” (1982) considera que las sociedades
patriarcales están organizadas en torno a un “modo de producción
doméstico” independiente del modo de producción capitalista, que se
apoya en el trabajo gratuito de las mujeres en la crianza de los hijos y los
servicios domésticos.
Las “relaciones sociales de producción” que afectan a las mujeres, de
explotación por parte de sus maridos, son las que explican que sus
trabajos se vean excluidos del mundo del valor. El trabajo doméstico es
un trabajo productivo, su caracterización como “improductivo” deriva de
la negación del marco social en el que éste se realiza, el de la gratuidad
del ámbito doméstico, y no de su propio contenido.
El trabajo doméstico se encuentra integrado en el modo de organización
de la producción, puesto que el salario se establece como fruto de la
consideración tanto de los requerimientos de la compra de materias
primas para el consumo como de su transformación gratuita por las
mujeres en el ámbito doméstico.
15. La mujer no puede disponer de forma independiente de su fuerza de
trabajo, puesto que es el marido el que dispone de ella, incluso en los
casos en que realiza trabajo asalariado.
Por ello las mujeres se sitúan en una posición de clase diferente a la de
sus maridos y a los hombres en general:
“La explotación patriarcal constituye la opresión común, específica y principal de las
mujeres.
▪ Común, porque afecta a todas las mujeres casadas (el 80% de las mujeres en
cualquier momento).
▪ Específica, porque la obligación de prestar unos servicios domésticos gratuitos se
impone únicamente a las mujeres.
Principal, porque incluso cuando las mujeres trabajan <fuera de casa> la
pertenencia de clase derivada de este hecho viene condicionada por su
explotación en tanto mujeres.”
Se requiere un proceso revolucionario que destruya este sistema
productivo, dirigido por un movimiento autónomo de mujeres.
16. Para las feministas socialistas, el poder tiene sus raíces en la clase social
tanto como en el patriarcado. El patriarcado se define por ser un
patriarcado capitalista y tener una base económica (Eisenstein, 1980).
Ni el capitalismo ni el patriarcado son autónomos. La unión de ambos
sistemas de dominación -sexual y de clase- será explicada por las
feministas socialistas con lo que se ha conocido como Teorías del Doble
Sistema (Iris Young, 1981).
La propuesta es ampliar el método materialista histórico de modo que
incorpore las relaciones de las mujeres con la división sexual del trabajo y
conciba a la sociedad como productora/reproductora, al tiempo que
incorpore también la formulación ideológica de esta relación.
17. La idea genérica que se comparte es que la opresión de las mujeres se
traduce en beneficios materiales e ideológicos para el capital; por ello, los
problemas que se abordan remiten a las reflexiones sobre la doble esfera de
la "producción del plusvalor" y la "reproducción de las relaciones capitalistas y
patriarcales de producción":
analizar el ámbito de la familia y el trabajo doméstico en relación con los procesos de
reproducción material e ideológica de la fuerza de trabajo;
las condiciones específicas de la explotación de las mujeres en el trabajo productivo;
y, también, la relación entre las divisiones de género en el seno de las clases sociales.
El patriarcado ha sido una forma de relaciones de poder anterior al
capitalismo, pero en este modo de producción asume contenidos específicos,
“abriéndose paso por entre las dicotomías de clase y sexo, esfera pública y
privada, trabajo doméstico y asalariado, familia y economía, lo personal y lo
político, la ideología y las condiciones materiales”. Ambos sistemas
interactúan.
18. De cara a las potencialidades transformadoras de la mujer, la autora
considera que éstas derivan de la situación de agobio que experimenta
este colectivo en el hogar y en el trabajo, teniendo presente que, si bien
existen diferencias entre ellas, al mismo tiempo hay puntos de contacto
que “proporcionan la base para una organización interclasista. Y aunque
deben reconocerse las diferencias (y establecer las prioridades políticas),
la lucha feminista comienza de aquella base común que deriva de los
papeles específicos que comparten las mujeres en el patriarcado”. De ahí
la necesaria vinculación de las mujeres socialistas al movimiento
feminista.
19. Capitalismo Patriarcado
Modo de Producción Modo de Producción
Capitalista “Doméstico”
Relaciones sociales de Relaciones sociales de
“explotación” “dominio”
(subordinación/opresión)
División “social” del División “sexual” del
trabajo (TM/TI) trabajo (públ./priv.)
Producción Reproducción
Las clases sociales Los géneros, las “clases
sexuales
20. La división sexual del trabajo es una división social que se apoya en
argumentos y racionalizaciones que apelan a supuestas peculiaridades
de cada sexo, pero la definición de estas peculiaridades es cultural:
“la división del trabajo en función del sexo lo es en función del sexo culturalmente
definido”.
“Toda forma de división del trabajo puede ser caracterizada como un
sistema de prohibiciones. Asignar a un sexo determinadas tareas implica
que se le prohíba al otro su realización.” Lo que pasa a prohibirse
socialmente es porque la naturaleza no lo impide. Es la ideología que se
ha construido a partir de las diferencias biológicas entre hombres y
mujeres la que sustenta las prohibiciones.
Es un “dispositivo cultural destinado a <asegurar un estado de
dependencia recíproca entre los sexos>, y no al revés”. Pero esta
reciprocidad no es simétrica, sino que encubre “una asimetría
fundamental en cuanto que son los hombres en su conjunto quienes
como grupo social ejercen el control sobre las mujeres y no a la inversa.”
21. Las diferencias en el capitalismo se traducen en un mayor grado de
explotación de la mujer: es más explotada cuando se emplea en las
mismas tareas que el hombre, o bien se la emplea en tareas susceptibles
de mayor grado de explotación.
Su inserción en la producción tiene siempre el carácter de un asomo
desde el campo de la reproducción, de modo que adquiere un carácter
provisional y excepcional:
no hay escrúpulos ideológicos para que las mujeres hagan de todo, siempre que sea en
un momento dado, en determinadas coyunturas (épocas de guerra);
su sueldo tiene un carácter específico, estando determinado por funciones que
proceden de la esfera de la reproducción: es complementario y transitorio (hasta que se
casa o tiene un hijo, hasta que el marido gane más o deje de estar en el paro,...).
En realidad, la mujer para el capital es siempre una “trabajadora posible” y cuando está
trabajando es siempre una “parada latente”.
22. Cuando una profesión es considerada más genuinamente femenina, ello
ocurre porque deriva de proyecciones de los roles que le son asignados a
la mujer en el hogar (cuidados sanitarios, secretarias, maestra,...). No
deviene de la lógica capitalista en la producción, sino del mecanismo por
el que el capitalista divide las esferas de la producción y la reproducción.
“El capitalismo se constituye como un sistema de
discriminación en la explotación y de explotación
sistemática de toda forma de discriminación.”
23. J. Mitchell (1971) y M. Barrett (1980): La opresión de las mujeres deriva de
una estructura específica que combina diversos elementos, y las variaciones
entre las mujeres derivan de “diferentes combinaciones de esos elementos”:
la producción, la reproducción, la sexualidad y la socialización, es decir, no
sólo hay que analizar la dimensión económica, sino también aspectos
psicológicos, ideológicos.
El patriarcado es “el poder ideológico de producir y reproducir a la mujer.”
H. Hartmann (1979): “la sociedad está organizada sobre bases tanto
capitalistas como patriarcales: la acumulación de capital se acomoda a la
estructura social patriarcal y contribuye a perpetuarla, de tal manera que lo
que se ha producido es una alianza entre capitalismo y patriarcado.”
El patriarcado tiene una base económica:
“es el conjunto de relaciones jerárquicas y de dominación entre hombres y mujeres, con una
base material que es el control de los hombres sobre la fuerza de trabajo de las mujeres”, que
se perpetúa a través del sistema “sexo-género”.
(Sánchez Muñoz, 2001)
24. Comienza la utilización del concepto de “género” defendiendo su
carácter cultural, frente a las explicaciones biologicistas o esencialistas
de la dominación: es la “estructura de la personalidad conforme a la
categoría sexual”, comportamientos aprendidos a través de la
educación y de estereotipos y roles que toman como modelo todo
aquello vinculado a lo masculino.
La dominación se interpreta a través de la teoría del Patriarcado,
entendido de forma amplia:
“una estructura de opresión y dominación que despliega el poder masculino sobre las
mujeres en todos los contextos de la vida, aunque es en la familia donde el patriarcado
tiene su origen y donde ejerce su fuerza mayor, a través de la asignación de roles de
género” (Millet, 1983)
“Los roles asignados a la mujer son siempre infravalorados con respecto a los roles
masculinos, y están en función de la satisfacción de las necesidades y los deseos de los
varones.” (Álvarez, 2001)
25. La dominación patriarcal tiene una clara connotación sexual: el patriarcado se
asienta en la violencia sexual, cuya máxima manifestación es la violación. A ello
se suman la dependencia económica, la religión, la literatura y otras expresiones
de la cultura que refuerzan la sumisión y opresión de las mujeres (Millet, 1969).
Si bien en un principio situaron en el primer plano de la teoría el trabajo
doméstico, entendida como la base económica y material del patriarcado, las
propuestas fueron centrándose más claramente en otros campos de la
dominación: las relaciones sexuales, la familia nuclear heterosexual, la
sociedad y la política.
Tienen una fuerte aspiración a revertir la situación de opresión logrando la
igualdad entre hombres y mujeres, si bien sentaron las bases para el surgimiento
del “Feminismo de la diferencia” y el “Feminismo Cultural” que se desarrollarían
desde finales de la década de los setenta.
26. Álvarez, S. (2001): “Feminismo Radical”, en Beltrán, E. y otras (eds.): Feminismos, Madrid, Alianza
Universidad.
Amorós, C. (1985): “De la ideología de la división sexual del trabajo”, en Hacia una crítica de la
razón patriarcal, Barcelona, Anthropos.
Barrett, M. (1980): Women’s oppression today: Problems in Marxist and Feminist Analysis, Londres,
Verso.
Bebel, A. (1977): La mujer y el socialismo, Madrid, Akal.
De Miguel, A. y Romero, R. (eds.)(2003): Feminismo y socialismo: Antología Flora Tristán, Madrid,
Los Libros de la Catarata.
Delphy, C. (1982): Por un feminismo materialista: el enemigo principal y otros textos, Barcelona, La
Sal.
Eisenstein, Z. (1980): Patriarcado capitalista y feminismo socialista, México, Siglo XXI.
Engels, F. (1884): El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Valencia, Sempere.
Firestone, Sh. (1976): La dialéctica del sexo. En defensa de la revolución feminista, Barcelona,
Kairós.
Hartmann, H. (1980): “Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre
marxismo y feminismo”, en Zona Abierta, nº 24.
Mitchell, J. (1971): La liberación de la mujer: la larga marcha, Barcelona, Anagrama.
Millet, K. (1995): Política Sexual, Madrid, Cátedra.
Sánchez Muñoz, C. (2001): “Feminismo socialista”, en Beltrán, E. y otras (eds.): Feminismos,
Madrid, Alianza Universidad.
Young, I. M. (1981): “Beyond the Unhappy Marriage: A Critique of the Dual Systems Theory”, en
Sargent, L. (ed.): Women and Revolution, Boston, South End Press.