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CLÁSICOS
                A MEDIDA
                11   12   13   14




Libro de
buen amor
Juan Ruiz
Arcipreste de Hita
Adaptación de Francisco Alejo Fernández
Ilustraciones de Adrià Fruitós
Para la explotación en el aula de esta adaptación del
        Libro de buen amor, existe un material con sugerencias didácticas
               y actividades que está a disposición del profesorado
                en cualquiera de las delegaciones de Grupo Anaya


                          www.anayainfantilyjuvenil.com
                       e-mail: anayainfantilyjuvenil@anaya.es


                   © De la adaptación, introducción, apéndice
                     y notas: Francisco Alejo Fernández, 2010
                     © De la ilustración: Adrià Fruitós, 2010
                   © De esta edición: Grupo Anaya, S. A., 2010
                  Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid


            Coordinador de la adaptación: Emilio Fontanilla Debesa
               Diseño: Javier Serrano y Miguel Ángel Pacheco




                             Primera edición, abril 2010




                           ISBN: 978-84-667-8538-9
                         Depósito legal: M. 2.415/2010
                    Impreso en Talleres Gráficos Peñalara, S. A.
                          28940 Fuenlabrada (Madrid)
                      Impreso en España - Printed in Spain




     Las normas ortográficas seguidas en este libro son las establecidas
   por la Real Academia Española en su última edición de la Ortografía,
                               del año 1999



    Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley,
que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones
por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren
        públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica,
     o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo
  de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.
ÍNDICE




Introducción  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	         5

Parte I: Preliminares y primeras aventuras amorosas
     Prólogo  . .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	   15
     Aquí dice cómo el arcipreste rogó a Dios que le diese
       gracia para poder hacer este libro  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	                                          18
     Aquí habla de cómo todo hombre, a pesar de sus pre-
       ocupaciones, se debe alegrar, y de la disputa que los
       griegos y los romanos tuvieron entre sí  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	                                                 20
     Aquí dice cómo, por naturaleza, los hombres y los otros
       animales quieren tener compañía con las hembras  . 	                                                                       23
     Sobre cómo el arcipreste se enamoró  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 24
     De cómo todas las cosas del mundo son vanidad, excepto
       amar a Dios  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 28
     Aquí habla de la constelación y del planeta en que los
       hombres nacen  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 30
     Sobre cómo el arcipreste se enamoró y fue rechazado  . . 	 33

Parte II: Pelea con don Amor
  Sobre cómo el Amor vino al arcipreste y de la pelea que
    con él tuvo dicho arcipreste  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 35
  Reproches del arciprestre a don Amor: los pecados mor-
    tales  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 41
     Aquí habla de la respuesta que don Amor dio al arcipreste 	 50

Parte III: Don Melón y doña Endrina
  Sobre cómo el Amor dejó al arcipreste y sobre cómo doña
    Venus lo aconsejó  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 63
  Aquí cuenta cómo fue el arcipreste a hablar con doña
    Endrina  . .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 69
  De cómo doña Endrina fue a casa de la vieja y el arcipres-
    te acabó lo que quiso  . .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 87
Libro de buen amor



Parte IV: Serranas
  Sobre cómo el arcipreste fue a probar la sierra y de lo que
    le sucedió en ella  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 91
  Sobre lo que sucedió al arcipreste con la serrana  .  .  .  .  . 	 94
  Sobre lo que sucedió al arcipreste con la serrana  .  .  .  .  . 	 98
  Sobre lo que sucedió al arcipreste con otra serrana y sobre
    el aspecto de ella  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 101

Parte V: Batalla de don Carnal y doña Cuaresma
  Sobre la pelea que tuvieron don Carnal y doña Cuaresma 	 103
  Sobre la penitencia que el fraile dio a don Carnal y sobre
    cómo el pecador se debe confesar y quién tiene poder
    para absolverlo  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 111
  Sobre cómo huyó don Carnal y desafió a doña Cuaresma 	 113
  Sobre cómo don Amor y don Carnal llegaron y salieron a
    recibirlos  . .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 117

Parte VI: Nuevas aventuras amorosas. La monja doña Garoza
  Sobre cómo el arcipreste llamó a su vieja para que le
    buscase algún remedio  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 119
  Retrato del arcipreste  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 134
  Sobre cómo habló Trotaconventos con la mora de parte
    del arcipreste y sobre la respuesta que le dio  .  .  .  .  .  . 	 138
  Sobre cómo murió Trotaconventos y sobre cómo el arci-
    preste hace su planto injuriando y maldiciendo a la
    Muerte  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 140
Parte VII: Piezas finales
  Sobre las propiedades que las mujeres chicas tienen  .  . 	 145
  Cántica de los clérigos de Talavera  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 147
  Sobre cómo dice el arcipreste que se ha de entender su
    libro  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 150
  Gozos de Santa María  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 134
Apéndice  . .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 	 155


                                                               4
Introducción
INTRODUCCIÓN




El Libro de buen amor es uno de los grandes clásicos de la litera-
tura medieval española. Pero, como todo clásico, su valor se ex-
tiende más allá de la época en que se escribió hasta llegar a
nuestros días, en los que todavía nos sorprende su modernidad y
fuerza. Su autor, Juan Ruiz, más conocido por el cargo ecle-
siástico que desempeñó, Arcipreste de Hita, lo escribió hacia
1330 siguiendo las reglas de la escuela literaria conocida como
mester de clerecía (por ser ocupación de clérigos u hombres le-
trados), pero en gran medida superó esas reglas. Recordemos
que el principal representante de ese mester de clerecía fue Gon-
zalo de Berceo, el clérigo riojano autor de los Milagros de Nues-
tra Señora. Guiaron su escritura un propósito didáctico y el afán
por atraer a los peregrinos (en cierta medida, turistas de la época
llenos de fervor religioso) hacia determinados centros de devo-
ción. En cambio, la intención última por la que Juan Ruiz escribió
su libro (conocido hasta el siglo xx simplemente como Libro del
Arcipreste) no fue nunca tan clara o se nos escapa todavía.


                                7
Libro de buen amor



     Juan Ruiz fue un escritor muy original. Utilizando unas fuen-
tes literarias prácticamente conocidas en toda Europa, las trans-
formó desde una perspectiva personal mediante la ironía, la
contradicción aparente, el humor y, en fin, un calculado juego
de ambigüedades. La obra trata del buen amor, pero al mismo
tiempo el libro ilustra perfectamente, incluso regodeándose en
él, el loco amor o amor pecaminoso. No cabe ninguna duda de
que Juan Ruiz recomienda seguir las reglas del buen amor,
pero da continuas muestras de su comprensión hacia al hombre
pecador que incurre en el pecado del loco amor.
     Hablamos de la originalidad de este gran escritor, pero su
obra es al mismo tiempo el resultado del conocimiento profundo
de la literatura de la época y de la tradición literaria castellana, es-
pañola y europea. Así, se ha dicho de Juan Ruiz que es un autor
influido por la cultura árabe de la época, que conocería a través
de la literatura y de su propias vivencias en las tierras fronterizas
con los reinos musulmanes de la península. Conocía la poesía de
Castilla, pero también, aunque no en los textos originales, había
leído a los principales autores de la literatura grecolatina, a los
que menciona como autoridades indiscutibles en lo literario y en
lo filosófico, a veces irónicamente. Admiró los poemas épicos o
cantares de gesta que iban cantando los juglares de pueblo en
pueblo, algunos de cuyos rasgos tomó para su libro (se ha dicho,
por ello, que Juan Ruiz es un autor ajuglarado). Fue, sin duda, un
autor de profundas convicciones religiosas, como se ve en los
principales episodios de la obra, pero estas no le impidieron mos-
trar una tolerancia auténtica hacia las debilidades humanas.
     Lo que nos importa hoy es que el Libro de buen amor es
una obra amena y, en muchas ocasiones, francamente divertida.
Y lo es por diversas razones: Como en otras grandes obras de
la literatura universal, el tema central es el amor. El libro trata


                                   8
Introducción



del amor, del buen amor y del mal amor, del placer y del sufri-
miento, del éxito y del fracaso amoroso, de cómo conquistar a
una mujer y mantener su amor y de la perseverancia como res-
puesta al rechazo. Planteando un contraste muy propio de la
Edad Media, frente al vitalismo del Arcipreste, frente a la fuerza
representada por el amor, se alza la muerte como un fenómeno
irreparable ante el que, sin embargo, el escritor no se resigna.
    El Libro de buen amor no es una obra monocorde. Tiene
una gran cantidad de registros narrativos. Su capacidad para la
creación de caracteres humanos es poderosísima. Surgen de
su pluma, de aquí y de allá, episodios variadísimos en los que
se mueven personajes de todo tipo. Pero sin duda, son las mu-
jeres las protagonistas de la obra. Las hay hermosas; unas son
débiles y otras son fuertes y listas y saben resistirse a las artes
amatorias del Arcipreste. La mayoría son cristianas, pero tam-
bién asistimos al intento, frustrado, de conquistar a una mora.
Las hay hasta feas, feísimas, como algunas de esas serranas
que obligan al viajero a hacer el amor para permitirles pasar el
puerto. Sin duda, los episodios amorosos más bellos del libro (y
de la literatura española) son el de doña Endrina y el de la mon-
ja doña Garoza, que alcanzan en algunos momentos una gran
intensidad lírica. Pero no debemos olvidarnos de Trotaconven-
tos, personaje que recuerda inevitablemente al de Celestina,
que Fernando de Rojas creó mucho después, a finales del si-
glo xv. Tiene ya algunos de sus rasgos: deseo de salir de la po-
breza, astucia, profundo conocimiento del ser humano... Aun-
que no está tan bien perfilada como Celestina, su homóloga en
el oficio de mediadora en los tratos amorosos, es ya casi un au-
téntico personaje, cuya muerte es el motivo de un magnífico
planto o elegía en el que el Arcipreste lanza un ataque sentido y
desesperado contra la muerte.


                                9
Libro de buen amor



     El Libro de buen amor contiene relatos de todo tipo: cuente-
cillos populares, cuentos de la tradición literaria española y eu-
ropea, fábulas y refranes, muchos refranes y dichos, siguiendo
una tradición española que tiene su culminación en el Quijote
de Miguel de Cervantes. Algunos de los relatos son muy largos,
otros son brevísimos. El Arcipreste los ha sabido engranar per-
fectamente en el tenue hilo argumental de la obra, pero también
podrían leerse independientemente porque son narraciones li-
geras, llenas de ironía y de humor, y también de sabiduría.
     Juan Ruiz es el primer gran humorista español. Los remates
de muchos de sus relatos son un prodigio de inteligencia. Juan
Ruiz puede elogiar a las mujeres chicas, es decir, las menudas,
aparentemente con gran sinceridad, pero solo al final del elogio
sabemos, con sorpresa, la verdadera razón de esa alabanza
tan bien llevada. Su continuo juego con el lenguaje es una bue-
na muestra de humor. Es maestro en la creación de situaciones
divertidas. Para comprobarlo, solo tenéis que leer con atención
el relato de don Pitas Payas, pintor de Bretaña. Juan Ruiz es un
humorista que nos hace sonreír continuamente y, muchas ve-
ces, nos arranca la carcajada. En fin, como todo humorista, casi
nunca defiende verdades rotundas y cerradas sino que practica
un sano relativismo. En esta actitud también encontramos se-
mejanzas con el gran Miguel de Cervantes.
     El Arcipreste de Hita es, por último, uno de los creadores de
nuestro idioma. Ya hemos hablado de su habilidad para salpicar
de refranes todo su discurso. Su lengua es rica, matizada y va-
riada. Su léxico recoge palabras de todos los niveles sociales y
refleja la diversidad cultural de la época. Lenguaje popular y tra-
dición retórica se aúnan en la obra de Juan Ruiz.
     Al terminar su libro, el Arcipreste, con esa actitud propia de
los juglares a la que hemos aludido, invita a cualquiera que sepa


                                10
Introducción



escribir a enmendar o añadir composiciones a su libro. Como
en el juego de la pelota, dice el autor, que lo coja quien pueda.
Ojalá los lectores de hoy se diviertan también con este juguete
que nos regaló Juan Ruiz. Ahora está en vuestras manos. Os
entregamos una edición casi íntegra. Sólo hemos suprimido epi-
sodios o partes de episodios que por su carácter reiterativo o
secundario no aportan nada importante. Antes de que os su-
merjáis en su lectura, os recomendamos que leáis el apéndice
final, en el que hallaréis descritos los principales elementos que
lo componen. Os facilitará la lectura y os ayudará a valorar mu-
chas cosas del libro que os podrían pasar desapercibidas.




                               11
Libro de
buen amor
PARTE I



Preliminares
y primeras aventuras amorosas




                  P    rólogo


                    Yo, con mi poquilla ciencia y mucha y gran
                    rudeza, comprendiendo cuántos bienes hace
perder, al alma y al cuerpo, el amor loco del pecado del mundo
y los muchos males que trae consigo, escribí esta pequeña obra
en memoria del bien, escogiendo y amando de buena voluntad
la salvación y la gloria del Paraíso para mi alma.
    Y compuse este nuevo libro en el que están escritas algunas
artimañas, maestrías y sutilezas engañosas del loco amor que
usan algunos para pecar. Las cuales, leyéndolas y oyéndolas el
hombre o la mujer de buen entendimiento que quiera salvar su
alma, las escogerá y obrará así. Y podrá decir con el salmista1:
«Escogí el camino verdadero», etcétera.

  Salmista: autor de salmos, es decir, composiciones que contienen alabanzas a Dios.
1

Aquí, se alude al profeta David y al salmo CXVIII, 30.



                                        15
Libro de buen amor



     Además, los de poco entendimiento no se perderán, pues,
leyendo y pensando en el mal que hacen o tienen el propósito
de hacer los que se obstinan en sus malas artes, y haciéndose
públicas las muchas y engañosas artimañas que usan para pecar
y engañar a las mujeres, se mantendrán atentos y no desprecia-
rán su propia fama, porque es muy malvado quien su propia
fama menosprecia: el Derecho lo dice. Y querrán amarse más a
sí mismos que al pecado, pues la caridad bien entendida co-
mienza por uno mismo. Y desecharán y aborrecerán las artima-
ñas y las malas artes del loco amor, que hacen perder las almas
e incurrir en la ira de Dios, acortando la vida y trayendo mala
fama y deshonra y muchos daños al cuerpo.
     Sin embargo, como pecar es una cosa humana, si alguno
quisiera usar del loco amor (lo que no le aconsejo), aquí hallará
algunos procedimientos para ello. Y así, este libro mío puede
decir a todo hombre o mujer, al cuerdo2 y al no cuerdo, al que
entienda y escoja la salvación y obre bien amando a Dios, y
también al que elija el amor loco en el camino que ande: «Te
instruiré, te enseñaré el camino que has de seguir», etcétera.
     Y ruego y aconsejo, a quien lo oiga y lo vea, que cumpla las
tres cosas del alma: lo primero, que quiera entender bien y juzgar
bien mi intención, por qué lo hice y el sentido de lo que en él se
dice, y no el sonido feo de las palabras, porque, según el Derecho,
las palabras sirven a la intención y no la intención a las palabras.
     Y Dios sabe que mi intención no fue escribirlo para ofrecer
maneras de pecar ni para murmurar, sino para despertar, en to-
das las personas, la memoria buena del bien obrar y dar ejem-
plo de buenas costumbres y consejos de salvación; y para que
estén todos avisados y se puedan defender mejor de tantas arti-

  Cuerdo: persona que está en su sano juicio, prudente.
2




                                        16
Preliminares y primeras aventuras amorosas



mañas como algunos usan por el loco amor. Pues dice San Gre-
gorio que menos hieren al hombre los dardos que han sido vis-
tos antes; y mejor nos podemos defender de lo que antes hemos
visto.
    Y lo compuse, también, para dar a algunos lección y mues-
tra de cómo hay que metrificar, rimar y trovar, pues compuse
cumplidamente trovas, notas, rimas, dictados y versos, según
esta ciencia requiere3.




3
   La mayor parte de la obra está escrita en cuaderna vía, estrofa de cuatro versos
alejandrinos (de 14 sílabas) monorrimos, versos que en esta edición se han prosificado.
Mantenemos, en cambio, los versos de las composiciones líricas, es decir, las Serra-
nillas y los Gozos de Santa María.



                                          17
Libro de buen amor




          Aquí dice cómo el arcipreste rogó a Dios
      que le diese gracia para poder hacer este libro


Dios Padre y Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, el que nació de
una Virgen, nos dé tanto ánimo que siempre lo alabemos, en
prosa o en verso, y sea cobertura y manto de nuestras almas.
    El que hizo el cielo, la tierra y el mar, Él me dé su gracia y
me quiera alumbrar para que pueda componer un libro de can-
tares con el que los que lo oigan se puedan entretener.
    Tú, Señor y Dios mío que al hombre formaste, instrúyeme
y ayúdame a mí, tu Arcipreste, para que pueda hacer un libro
de buen amor, este, que a los cuerpos alegre y a las almas apro-
veche.
    Si queréis, señores, oír un buen entretenimiento, escuchad
esta obra escrita en lengua romance, descansad unos junto a
otros. No diré mentira en nada de lo que hay dentro, pues es lo
que todo el mundo acostumbra y hace.
    Y para que sea mejor escuchado por todos, os hablaré median-
te versos y sílabas contadas: es un decir hermoso y un saber sin pe-
cado4, un discurso más placentero, un hablar más adornado.
    No creáis que es libro necio, de devaneo5, ni tengáis por
burla nada de lo que en él os muestro, pues así como el buen
dinero puede estar dentro de una vil bolsa de cuero, así en feo
libro está saber no feo.
    El ajenuz6, por fuera más negro que una caldera, es, por
dentro, muy blanco, más que el armiño. La blanca harina está
bajo negra tapadera, el azúcar dulce y blanco está dentro de
4
   Alude a la perfección estética y moral.
5
   Devaneo: amoríos pasajeros.
6
   Ajenuz: planta de hermosas flores, también conocida con el nombre de arañuela.



                                        18
Preliminares y primeras aventuras amorosas



una vil caña. Bajo la espina está la rosa, noble flor; tras una fea
letra está el saber de un gran doctor. Así como, debajo de una
mala capa, yace un buen bebedor, bajo un mal abrigo está el
buen amor.




                                19
Libro de buen amor




          Aquí habla de cómo todo hombre, a pesar
    de sus preocupaciones, se debe alegrar, y de la disputa
       que los griegos y los romanos tuvieron entre sí


Palabras son de sabio, y lo dijo Catón7, que el hombre, entre
las preocupaciones que tiene en el corazón, ha de entremezclar
placeres y alegres razones, pues la mucha tristeza mucho peca-
do acarrea. Y como con las cosas serias nadie puede reír, algu-
nas burlas tendré aquí que incluir: cuando las oigas no preten-
das discutir, salvo en la manera de componer y de escribir.
Entiende bien mis dichos y piensa en su sentido; no me pase
contigo como al doctor de Grecia con el pícaro romano y su
poca sabiduría cuando Roma pidió la ciencia a Grecia.

    Sucedió que los romanos no tenían leyes. Fueron a pedírselas a
los griegos, que sí las tenían. Respondieron los griegos que no las
merecían ni las podrían entender, puesto que sabían muy poco,
pero que, si las querían para regirse por ellas, antes debían dispu-
tar con sus sabios para ver si las entendían y merecían llevárselas.
Les daban esta respuesta hermosa para excusarse.
    Respondieron los romanos que les placía mucho. Firmaron un
documento para la disputa, pero, como no iban a entender una
lengua que ellos no usaban, acordaron competir mediante signos y
señas propias de letrados. Entre todos acordaron un día para la
disputa. Estaban los romanos preocupados, no sabían qué hacer
porque no eran letrados ni podrían entender a los doctores griegos
ni su mucho saber.

7
   Catón: escritor, político y militar romano (234 a.C. – 149 a.C.) considerado como
uno de los padres de la prosa latina.



                                        20
Preliminares y primeras aventuras amorosas



    Estando con esta preocupación, dijo un ciudadano que busca-
sen a un pícaro y astuto romano y que, según Dios le fuese indican-
do las señas que tenía que hacer, que tales hiciese: fue para ello un
consejo provechoso. Fueron a un pícaro muy grande y muy atrevi-
do y le dijeron:
    —Nosotros tenemos con los griegos el desafío de disputar me-
diante señas. Pide lo que quieras y nosotros te lo daremos; sálvanos
de este aprieto.
    Lo vistieron con muy ricos paños de gran valía, como si fuese
un doctor en Filosofía. Subió a un alto asiento y dijo con bravuco-
nería:
    —Desde este momento pueden venir los griegos con todas sus
ganas de pelea.
    Llegó en ese momento un griego, doctor excelente y loado por
todos. Subió a otro asiento, ante todo el pueblo reunido, y comenzó
a hacer sus señas según lo acordado.
    Se levantó el griego, con sosiego, tranquilamente, y mostró solo
un dedo, el que está cerca del pulgar. Luego se sentó en el mismo
lugar. Se levantó el pícaro, bravo, de malhumor. Mostró inmedia-
tamente tres dedos tendidos hacia el griego: el pulgar con los dos
que están junto a él, y los otros dos, encogidos en forma de arpón.
Después, se sentó el necio mirando sus vestidos.
    Se levantó el griego, tendió la palma de la mano y se sentó des-
pués con su conciencia tranquila. Se levantó el pícaro con engrei-
miento vano y mostró el puño cerrado: tenía ganas de pelea.
    A todos los de Grecia dijo el sabio griego:
    —Merecen los romanos las leyes. No se las niego.
    Se levantaron todos en paz y con tranquilidad: gran honra
tuvo Roma por un vulgar villano.
    Preguntaron al griego qué fue lo que le había dicho por señas
al romano y qué le había respondido este. Dijo:

                                 21
Libro de buen amor



    —Yo dije que solo existe un Dios; el romano dijo que había
uno solo y tres personas distintas, e hizo la señal correspondiente.
Yo le dije que todo estaba bajo la voluntad de Dios. Él respondió
que bajo su poder tenía el mundo, y dice la verdad. Desde que vi
que comprendían y creían en la Trinidad, entendí que merecían
nuestras leyes.
    Preguntaron al pícaro qué había entendido. Dijo:
    —Me dijo que con su dedo me quebraría un ojo. Esto me pro-
dujo gran pesar y sentí un gran enojo, y le respondí, con saña, con
ira y con rabia, que delante de todas las gentes con dos dedos yo le
quebraría los ojos y con el pulgar los dientes. Tras esto, me dijo que
tuviese cuidado pues me daría tan gran palmada en los oídos que
me los dejaría resonando. Yo le respondí que le daría a él tan gran
puñetazo que nunca en su vida lo viese vengado. Cuando vio que
la pelea la tenía perdida se dejó de amenazar a quien no le tiene
miedo.

    Por esto dice el refrán de la vieja astuta: «No hay mala pala-
bra si no es a mal tenida». Verás que está bien dicha si es bien
entendida.
    Lo escrito habla a todos en general: los cuerdos, con buen
entendimiento, entenderán la cordura; los jóvenes livianos8
guárdense de locura; y el virtuoso escoja lo mejor.




8
      Liviano: que cambia de ideas o de conducta con mucha facilidad.



                                           22
Preliminares y primeras aventuras amorosas




        Aquí dice cómo, por naturaleza, los hombres
         y los otros animales quieren tener compañía
                                con las hembras


Como dice Aristóteles (es cosa verdadera), el mundo por dos co-
sas se esfuerza: la primera, por conseguir alimento; la otra cosa es
por unirse con hembra placentera. Si lo dijese como cosa mía,
me podrían culpar, mas lo dice un gran filósofo, no se me puede
reprochar: de lo que dice el sabio no debemos dudar, pues por
sus actos se prueba al sabio y su razonar.
    Que dice la verdad el sabio claramente se prueba: hombres,
aves, animales y cualquier bestia de cueva quieren, por natura-
leza, una compañía siempre nueva, y mucho más el hombre
que cualquier ser que se mueva. Digo que mucho más el hom-
bre que cualquier criatura: todas en un tiempo determinado se
juntan según su naturaleza; en cambio, el hombre de mala ca-
beza, en cualquier tiempo, sin mesura, siempre que puede quie-
re hacer esta locura.
    El fuego siempre quiere estar entre la ceniza, porque más
arde cuanto más se atiza. El hombre, cuando peca, bien ve que
comete un desliz, pero no escapa de él porque la naturaleza lo
azuza9. Y yo, como soy un hombre como otro, pecador, a veces
sentí por las mujeres gran amor; porque el hombre pruebe las
cosas no es por eso peor, que ha de conocer el bien y el mal, y
escoger lo mejor.




  Azuzar: estimular, irritar.
9




                                       23
Libro de buen amor




               Sobre cómo el arcipreste se enamoró

Así sucedió que una vez una mujer me enamoró. De su amor
durante ese tiempo no me arrepentí. Siempre tuve de ella bue-
nas palabras y una gran sonrisa: nunca hizo otra cosa por mí ni
creo que la quiso hacer. Era señora en todo y señora de señoras;
no podía estar solo con ella ni una hora: allí donde ella vive se
guardan mucho de los hombres, mucho más que los judíos
guardan la Tora10.
    Sabe todo el arte de bordar con oro y seda, es dueña de to-
dos los bienes, anda con tranquilidad y alegría. Es de buenas
costumbres, sosegada y silenciosa, no se dejaría vencer por una
falsa moneda. Dice la verdad el dicho de que «la mujer honesta
si no quiere el mensaje no da buena respuesta». Dijo la sensata
dama a mi mensajera:
    —Yo veo a otras muchas creer en ti, charlatana, y luego se
tienen que arrepentir. Yo aprendo de esas artimañas como la
zorra, en cabeza ajena.


              Ejemplo de cómo el león estaba enfermo
                  y los otros animales venían a verlo


    Se cuenta que el león yacía enfermo con dolor. Todos los ani-
males vinieron a verlo. Estuvo muy a gusto con ellos y se sintió me-
jor. Por el cariño que le tenían, todos se alegraron mucho. Para
servirlo y alegrarlo más, se ofrecieron todos a darle de comer. Le di-
jeron que ordenase a cuál quería matar. Mandó matar al toro,

   Tora: libro de la ley de los judíos.
10




                                          24
Preliminares y primeras aventuras amorosas




    25
Libro de buen amor



pues con él tendría bastante. Nombró repartidor al lobo y le man-
dó que diese a todos. Él apartó los menudillos para que el león se
los comiese, y para él mismo la canal 11, lo mejor que nadie pudiera
ver. El lobo le pidió al león que bendijese la mesa:
     —Señor —dijo—, tú estás débil; esta comida ligera cómetela
tú, señor, que te sentará bien; para mí y para los otros, la canal,
que es poca cosa.
     El león se puso furioso, pues tenía ganas de comer. Alzó el león
la mano para santiguar la mesa y le dio un gran golpe en la cabeza
al lobo para castigarlo: le arrancó el pellejo de la cabeza, además
de la oreja. Después, mandó a la zorra que repartiera la carne.
     La zorra, con el miedo, y como es muy astuta, le dio al león
toda la canal del toro; para ella misma y para todos los otros fue el
menudillo. Se maravilló el león de tan buena repartidora. El león
le dijo:
     —Comadre, ¿quién os enseñó a hacer reparto tan bueno, tan
equitativo, tan ajustado a razón?
     Ella dijo:
     En la cabeza del lobo tomé yo esta lección, con el lobo aprendí
qué podía hacer y qué no.

    —Por eso —continuó la dama—, yo te digo, vieja pero ya
no amiga mía, que jamás me vengas ni me digas tales malda-
des; si no, yo te mostraré cómo santigua el león, pues el cuerdo
y la cuerda en mal ajeno escarmientan.
    Y, como dice Jesucristo, no hay cosa escondida que, al cabo
del tiempo, no sea bien sabida. Pronto salió mi secreto a la pla-
za pública: la señora, muy reservada, se apartó de mí; desde en-
tonces no la pude volver a ver nunca más.

   Canal: la res abierta, sin tripas ni despojos, es decir, sin menudillos.
11




                                           26
Preliminares y primeras aventuras amorosas



   Como la buena señora era muy letrada, sutil y entendida,
cuerda y bien discreta, contó esta fábula tan bien escrita, saca-
da de Esopo12, a la vieja que yo le había enviado, diciéndole
antes:
   —Cuando quiere casarse un hombre con una señora muy
honrada, promete y manda mucho, pero, cuando la ha conse-
guido, de todo lo que le prometió o da poco o da nada; hace
como la tierra cuando estaba hinchada.


               Ejemplo de cuando la tierra bramaba

     Sucedió que la tierra comenzó a bramar: estaba tan hinchada
que parecía a punto de reventar; a cuantos la oían producía espan-
to; como mujer en el parto comenzó a quejarse. La gente, que oía
unos bramidos tan grandes, pensaban que estaba preñada de tanto
que se dolía; pensaban que pariría una gran serpiente o una gran
bestia que a todo el mundo comería y destrozaría. Cada vez que
ella bramaba, comenzaban a huir, y, cuando llegó el día que le
tocó parir, parió un pequeño topo: fue un chasco de risa; sus bra-
midos y espantos en burla acabaron.

   Y así siguió diciendo la dama:
   —Sucedió a muchos y a tu amo: prometen mucho trigo y
dan paja convertida en polvo, que ciega con el viento y termina
perdiéndose en vano. Vete, dile que no me quiera, que no lo
quiero ni lo amo.



   Esopo: famoso fabulista griego que vivió alrededor del año 600 a.C.
12




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Libro de buen amor introducción

  • 1. CLÁSICOS A MEDIDA 11 12 13 14 Libro de buen amor Juan Ruiz Arcipreste de Hita Adaptación de Francisco Alejo Fernández Ilustraciones de Adrià Fruitós
  • 2. Para la explotación en el aula de esta adaptación del Libro de buen amor, existe un material con sugerencias didácticas y actividades que está a disposición del profesorado en cualquiera de las delegaciones de Grupo Anaya www.anayainfantilyjuvenil.com e-mail: anayainfantilyjuvenil@anaya.es © De la adaptación, introducción, apéndice y notas: Francisco Alejo Fernández, 2010 © De la ilustración: Adrià Fruitós, 2010 © De esta edición: Grupo Anaya, S. A., 2010 Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid Coordinador de la adaptación: Emilio Fontanilla Debesa Diseño: Javier Serrano y Miguel Ángel Pacheco Primera edición, abril 2010 ISBN: 978-84-667-8538-9 Depósito legal: M. 2.415/2010 Impreso en Talleres Gráficos Peñalara, S. A. 28940 Fuenlabrada (Madrid) Impreso en España - Printed in Spain Las normas ortográficas seguidas en este libro son las establecidas por la Real Academia Española en su última edición de la Ortografía, del año 1999 Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.
  • 3. ÍNDICE Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 Parte I: Preliminares y primeras aventuras amorosas Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Aquí dice cómo el arcipreste rogó a Dios que le diese gracia para poder hacer este libro . . . . . . . . . . . . . . . 18 Aquí habla de cómo todo hombre, a pesar de sus pre- ocupaciones, se debe alegrar, y de la disputa que los griegos y los romanos tuvieron entre sí . . . . . . . . . . . 20 Aquí dice cómo, por naturaleza, los hombres y los otros animales quieren tener compañía con las hembras . 23 Sobre cómo el arcipreste se enamoró . . . . . . . . . . . . . . 24 De cómo todas las cosas del mundo son vanidad, excepto amar a Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 Aquí habla de la constelación y del planeta en que los hombres nacen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30 Sobre cómo el arcipreste se enamoró y fue rechazado . . 33 Parte II: Pelea con don Amor Sobre cómo el Amor vino al arcipreste y de la pelea que con él tuvo dicho arcipreste . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35 Reproches del arciprestre a don Amor: los pecados mor- tales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41 Aquí habla de la respuesta que don Amor dio al arcipreste 50 Parte III: Don Melón y doña Endrina Sobre cómo el Amor dejó al arcipreste y sobre cómo doña Venus lo aconsejó . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63 Aquí cuenta cómo fue el arcipreste a hablar con doña Endrina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 De cómo doña Endrina fue a casa de la vieja y el arcipres- te acabó lo que quiso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
  • 4. Libro de buen amor Parte IV: Serranas Sobre cómo el arcipreste fue a probar la sierra y de lo que le sucedió en ella . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91 Sobre lo que sucedió al arcipreste con la serrana . . . . . 94 Sobre lo que sucedió al arcipreste con la serrana . . . . . 98 Sobre lo que sucedió al arcipreste con otra serrana y sobre el aspecto de ella . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 Parte V: Batalla de don Carnal y doña Cuaresma Sobre la pelea que tuvieron don Carnal y doña Cuaresma 103 Sobre la penitencia que el fraile dio a don Carnal y sobre cómo el pecador se debe confesar y quién tiene poder para absolverlo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111 Sobre cómo huyó don Carnal y desafió a doña Cuaresma 113 Sobre cómo don Amor y don Carnal llegaron y salieron a recibirlos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117 Parte VI: Nuevas aventuras amorosas. La monja doña Garoza Sobre cómo el arcipreste llamó a su vieja para que le buscase algún remedio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119 Retrato del arcipreste . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134 Sobre cómo habló Trotaconventos con la mora de parte del arcipreste y sobre la respuesta que le dio . . . . . . 138 Sobre cómo murió Trotaconventos y sobre cómo el arci- preste hace su planto injuriando y maldiciendo a la Muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140 Parte VII: Piezas finales Sobre las propiedades que las mujeres chicas tienen . . 145 Cántica de los clérigos de Talavera . . . . . . . . . . . . . . . . 147 Sobre cómo dice el arcipreste que se ha de entender su libro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150 Gozos de Santa María . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134 Apéndice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155 4
  • 6. INTRODUCCIÓN El Libro de buen amor es uno de los grandes clásicos de la litera- tura medieval española. Pero, como todo clásico, su valor se ex- tiende más allá de la época en que se escribió hasta llegar a nuestros días, en los que todavía nos sorprende su modernidad y fuerza. Su autor, Juan Ruiz, más conocido por el cargo ecle- siástico que desempeñó, Arcipreste de Hita, lo escribió hacia 1330 siguiendo las reglas de la escuela literaria conocida como mester de clerecía (por ser ocupación de clérigos u hombres le- trados), pero en gran medida superó esas reglas. Recordemos que el principal representante de ese mester de clerecía fue Gon- zalo de Berceo, el clérigo riojano autor de los Milagros de Nues- tra Señora. Guiaron su escritura un propósito didáctico y el afán por atraer a los peregrinos (en cierta medida, turistas de la época llenos de fervor religioso) hacia determinados centros de devo- ción. En cambio, la intención última por la que Juan Ruiz escribió su libro (conocido hasta el siglo xx simplemente como Libro del Arcipreste) no fue nunca tan clara o se nos escapa todavía. 7
  • 7. Libro de buen amor Juan Ruiz fue un escritor muy original. Utilizando unas fuen- tes literarias prácticamente conocidas en toda Europa, las trans- formó desde una perspectiva personal mediante la ironía, la contradicción aparente, el humor y, en fin, un calculado juego de ambigüedades. La obra trata del buen amor, pero al mismo tiempo el libro ilustra perfectamente, incluso regodeándose en él, el loco amor o amor pecaminoso. No cabe ninguna duda de que Juan Ruiz recomienda seguir las reglas del buen amor, pero da continuas muestras de su comprensión hacia al hombre pecador que incurre en el pecado del loco amor. Hablamos de la originalidad de este gran escritor, pero su obra es al mismo tiempo el resultado del conocimiento profundo de la literatura de la época y de la tradición literaria castellana, es- pañola y europea. Así, se ha dicho de Juan Ruiz que es un autor influido por la cultura árabe de la época, que conocería a través de la literatura y de su propias vivencias en las tierras fronterizas con los reinos musulmanes de la península. Conocía la poesía de Castilla, pero también, aunque no en los textos originales, había leído a los principales autores de la literatura grecolatina, a los que menciona como autoridades indiscutibles en lo literario y en lo filosófico, a veces irónicamente. Admiró los poemas épicos o cantares de gesta que iban cantando los juglares de pueblo en pueblo, algunos de cuyos rasgos tomó para su libro (se ha dicho, por ello, que Juan Ruiz es un autor ajuglarado). Fue, sin duda, un autor de profundas convicciones religiosas, como se ve en los principales episodios de la obra, pero estas no le impidieron mos- trar una tolerancia auténtica hacia las debilidades humanas. Lo que nos importa hoy es que el Libro de buen amor es una obra amena y, en muchas ocasiones, francamente divertida. Y lo es por diversas razones: Como en otras grandes obras de la literatura universal, el tema central es el amor. El libro trata 8
  • 8. Introducción del amor, del buen amor y del mal amor, del placer y del sufri- miento, del éxito y del fracaso amoroso, de cómo conquistar a una mujer y mantener su amor y de la perseverancia como res- puesta al rechazo. Planteando un contraste muy propio de la Edad Media, frente al vitalismo del Arcipreste, frente a la fuerza representada por el amor, se alza la muerte como un fenómeno irreparable ante el que, sin embargo, el escritor no se resigna. El Libro de buen amor no es una obra monocorde. Tiene una gran cantidad de registros narrativos. Su capacidad para la creación de caracteres humanos es poderosísima. Surgen de su pluma, de aquí y de allá, episodios variadísimos en los que se mueven personajes de todo tipo. Pero sin duda, son las mu- jeres las protagonistas de la obra. Las hay hermosas; unas son débiles y otras son fuertes y listas y saben resistirse a las artes amatorias del Arcipreste. La mayoría son cristianas, pero tam- bién asistimos al intento, frustrado, de conquistar a una mora. Las hay hasta feas, feísimas, como algunas de esas serranas que obligan al viajero a hacer el amor para permitirles pasar el puerto. Sin duda, los episodios amorosos más bellos del libro (y de la literatura española) son el de doña Endrina y el de la mon- ja doña Garoza, que alcanzan en algunos momentos una gran intensidad lírica. Pero no debemos olvidarnos de Trotaconven- tos, personaje que recuerda inevitablemente al de Celestina, que Fernando de Rojas creó mucho después, a finales del si- glo xv. Tiene ya algunos de sus rasgos: deseo de salir de la po- breza, astucia, profundo conocimiento del ser humano... Aun- que no está tan bien perfilada como Celestina, su homóloga en el oficio de mediadora en los tratos amorosos, es ya casi un au- téntico personaje, cuya muerte es el motivo de un magnífico planto o elegía en el que el Arcipreste lanza un ataque sentido y desesperado contra la muerte. 9
  • 9. Libro de buen amor El Libro de buen amor contiene relatos de todo tipo: cuente- cillos populares, cuentos de la tradición literaria española y eu- ropea, fábulas y refranes, muchos refranes y dichos, siguiendo una tradición española que tiene su culminación en el Quijote de Miguel de Cervantes. Algunos de los relatos son muy largos, otros son brevísimos. El Arcipreste los ha sabido engranar per- fectamente en el tenue hilo argumental de la obra, pero también podrían leerse independientemente porque son narraciones li- geras, llenas de ironía y de humor, y también de sabiduría. Juan Ruiz es el primer gran humorista español. Los remates de muchos de sus relatos son un prodigio de inteligencia. Juan Ruiz puede elogiar a las mujeres chicas, es decir, las menudas, aparentemente con gran sinceridad, pero solo al final del elogio sabemos, con sorpresa, la verdadera razón de esa alabanza tan bien llevada. Su continuo juego con el lenguaje es una bue- na muestra de humor. Es maestro en la creación de situaciones divertidas. Para comprobarlo, solo tenéis que leer con atención el relato de don Pitas Payas, pintor de Bretaña. Juan Ruiz es un humorista que nos hace sonreír continuamente y, muchas ve- ces, nos arranca la carcajada. En fin, como todo humorista, casi nunca defiende verdades rotundas y cerradas sino que practica un sano relativismo. En esta actitud también encontramos se- mejanzas con el gran Miguel de Cervantes. El Arcipreste de Hita es, por último, uno de los creadores de nuestro idioma. Ya hemos hablado de su habilidad para salpicar de refranes todo su discurso. Su lengua es rica, matizada y va- riada. Su léxico recoge palabras de todos los niveles sociales y refleja la diversidad cultural de la época. Lenguaje popular y tra- dición retórica se aúnan en la obra de Juan Ruiz. Al terminar su libro, el Arcipreste, con esa actitud propia de los juglares a la que hemos aludido, invita a cualquiera que sepa 10
  • 10. Introducción escribir a enmendar o añadir composiciones a su libro. Como en el juego de la pelota, dice el autor, que lo coja quien pueda. Ojalá los lectores de hoy se diviertan también con este juguete que nos regaló Juan Ruiz. Ahora está en vuestras manos. Os entregamos una edición casi íntegra. Sólo hemos suprimido epi- sodios o partes de episodios que por su carácter reiterativo o secundario no aportan nada importante. Antes de que os su- merjáis en su lectura, os recomendamos que leáis el apéndice final, en el que hallaréis descritos los principales elementos que lo componen. Os facilitará la lectura y os ayudará a valorar mu- chas cosas del libro que os podrían pasar desapercibidas. 11
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  • 13. PARTE I Preliminares y primeras aventuras amorosas P rólogo Yo, con mi poquilla ciencia y mucha y gran rudeza, comprendiendo cuántos bienes hace perder, al alma y al cuerpo, el amor loco del pecado del mundo y los muchos males que trae consigo, escribí esta pequeña obra en memoria del bien, escogiendo y amando de buena voluntad la salvación y la gloria del Paraíso para mi alma. Y compuse este nuevo libro en el que están escritas algunas artimañas, maestrías y sutilezas engañosas del loco amor que usan algunos para pecar. Las cuales, leyéndolas y oyéndolas el hombre o la mujer de buen entendimiento que quiera salvar su alma, las escogerá y obrará así. Y podrá decir con el salmista1: «Escogí el camino verdadero», etcétera.   Salmista: autor de salmos, es decir, composiciones que contienen alabanzas a Dios. 1 Aquí, se alude al profeta David y al salmo CXVIII, 30. 15
  • 14. Libro de buen amor Además, los de poco entendimiento no se perderán, pues, leyendo y pensando en el mal que hacen o tienen el propósito de hacer los que se obstinan en sus malas artes, y haciéndose públicas las muchas y engañosas artimañas que usan para pecar y engañar a las mujeres, se mantendrán atentos y no desprecia- rán su propia fama, porque es muy malvado quien su propia fama menosprecia: el Derecho lo dice. Y querrán amarse más a sí mismos que al pecado, pues la caridad bien entendida co- mienza por uno mismo. Y desecharán y aborrecerán las artima- ñas y las malas artes del loco amor, que hacen perder las almas e incurrir en la ira de Dios, acortando la vida y trayendo mala fama y deshonra y muchos daños al cuerpo. Sin embargo, como pecar es una cosa humana, si alguno quisiera usar del loco amor (lo que no le aconsejo), aquí hallará algunos procedimientos para ello. Y así, este libro mío puede decir a todo hombre o mujer, al cuerdo2 y al no cuerdo, al que entienda y escoja la salvación y obre bien amando a Dios, y también al que elija el amor loco en el camino que ande: «Te instruiré, te enseñaré el camino que has de seguir», etcétera. Y ruego y aconsejo, a quien lo oiga y lo vea, que cumpla las tres cosas del alma: lo primero, que quiera entender bien y juzgar bien mi intención, por qué lo hice y el sentido de lo que en él se dice, y no el sonido feo de las palabras, porque, según el Derecho, las palabras sirven a la intención y no la intención a las palabras. Y Dios sabe que mi intención no fue escribirlo para ofrecer maneras de pecar ni para murmurar, sino para despertar, en to- das las personas, la memoria buena del bien obrar y dar ejem- plo de buenas costumbres y consejos de salvación; y para que estén todos avisados y se puedan defender mejor de tantas arti-   Cuerdo: persona que está en su sano juicio, prudente. 2 16
  • 15. Preliminares y primeras aventuras amorosas mañas como algunos usan por el loco amor. Pues dice San Gre- gorio que menos hieren al hombre los dardos que han sido vis- tos antes; y mejor nos podemos defender de lo que antes hemos visto. Y lo compuse, también, para dar a algunos lección y mues- tra de cómo hay que metrificar, rimar y trovar, pues compuse cumplidamente trovas, notas, rimas, dictados y versos, según esta ciencia requiere3. 3   La mayor parte de la obra está escrita en cuaderna vía, estrofa de cuatro versos alejandrinos (de 14 sílabas) monorrimos, versos que en esta edición se han prosificado. Mantenemos, en cambio, los versos de las composiciones líricas, es decir, las Serra- nillas y los Gozos de Santa María. 17
  • 16. Libro de buen amor Aquí dice cómo el arcipreste rogó a Dios que le diese gracia para poder hacer este libro Dios Padre y Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, el que nació de una Virgen, nos dé tanto ánimo que siempre lo alabemos, en prosa o en verso, y sea cobertura y manto de nuestras almas. El que hizo el cielo, la tierra y el mar, Él me dé su gracia y me quiera alumbrar para que pueda componer un libro de can- tares con el que los que lo oigan se puedan entretener. Tú, Señor y Dios mío que al hombre formaste, instrúyeme y ayúdame a mí, tu Arcipreste, para que pueda hacer un libro de buen amor, este, que a los cuerpos alegre y a las almas apro- veche. Si queréis, señores, oír un buen entretenimiento, escuchad esta obra escrita en lengua romance, descansad unos junto a otros. No diré mentira en nada de lo que hay dentro, pues es lo que todo el mundo acostumbra y hace. Y para que sea mejor escuchado por todos, os hablaré median- te versos y sílabas contadas: es un decir hermoso y un saber sin pe- cado4, un discurso más placentero, un hablar más adornado. No creáis que es libro necio, de devaneo5, ni tengáis por burla nada de lo que en él os muestro, pues así como el buen dinero puede estar dentro de una vil bolsa de cuero, así en feo libro está saber no feo. El ajenuz6, por fuera más negro que una caldera, es, por dentro, muy blanco, más que el armiño. La blanca harina está bajo negra tapadera, el azúcar dulce y blanco está dentro de 4   Alude a la perfección estética y moral. 5   Devaneo: amoríos pasajeros. 6   Ajenuz: planta de hermosas flores, también conocida con el nombre de arañuela. 18
  • 17. Preliminares y primeras aventuras amorosas una vil caña. Bajo la espina está la rosa, noble flor; tras una fea letra está el saber de un gran doctor. Así como, debajo de una mala capa, yace un buen bebedor, bajo un mal abrigo está el buen amor. 19
  • 18. Libro de buen amor Aquí habla de cómo todo hombre, a pesar de sus preocupaciones, se debe alegrar, y de la disputa que los griegos y los romanos tuvieron entre sí Palabras son de sabio, y lo dijo Catón7, que el hombre, entre las preocupaciones que tiene en el corazón, ha de entremezclar placeres y alegres razones, pues la mucha tristeza mucho peca- do acarrea. Y como con las cosas serias nadie puede reír, algu- nas burlas tendré aquí que incluir: cuando las oigas no preten- das discutir, salvo en la manera de componer y de escribir. Entiende bien mis dichos y piensa en su sentido; no me pase contigo como al doctor de Grecia con el pícaro romano y su poca sabiduría cuando Roma pidió la ciencia a Grecia. Sucedió que los romanos no tenían leyes. Fueron a pedírselas a los griegos, que sí las tenían. Respondieron los griegos que no las merecían ni las podrían entender, puesto que sabían muy poco, pero que, si las querían para regirse por ellas, antes debían dispu- tar con sus sabios para ver si las entendían y merecían llevárselas. Les daban esta respuesta hermosa para excusarse. Respondieron los romanos que les placía mucho. Firmaron un documento para la disputa, pero, como no iban a entender una lengua que ellos no usaban, acordaron competir mediante signos y señas propias de letrados. Entre todos acordaron un día para la disputa. Estaban los romanos preocupados, no sabían qué hacer porque no eran letrados ni podrían entender a los doctores griegos ni su mucho saber. 7   Catón: escritor, político y militar romano (234 a.C. – 149 a.C.) considerado como uno de los padres de la prosa latina. 20
  • 19. Preliminares y primeras aventuras amorosas Estando con esta preocupación, dijo un ciudadano que busca- sen a un pícaro y astuto romano y que, según Dios le fuese indican- do las señas que tenía que hacer, que tales hiciese: fue para ello un consejo provechoso. Fueron a un pícaro muy grande y muy atrevi- do y le dijeron: —Nosotros tenemos con los griegos el desafío de disputar me- diante señas. Pide lo que quieras y nosotros te lo daremos; sálvanos de este aprieto. Lo vistieron con muy ricos paños de gran valía, como si fuese un doctor en Filosofía. Subió a un alto asiento y dijo con bravuco- nería: —Desde este momento pueden venir los griegos con todas sus ganas de pelea. Llegó en ese momento un griego, doctor excelente y loado por todos. Subió a otro asiento, ante todo el pueblo reunido, y comenzó a hacer sus señas según lo acordado. Se levantó el griego, con sosiego, tranquilamente, y mostró solo un dedo, el que está cerca del pulgar. Luego se sentó en el mismo lugar. Se levantó el pícaro, bravo, de malhumor. Mostró inmedia- tamente tres dedos tendidos hacia el griego: el pulgar con los dos que están junto a él, y los otros dos, encogidos en forma de arpón. Después, se sentó el necio mirando sus vestidos. Se levantó el griego, tendió la palma de la mano y se sentó des- pués con su conciencia tranquila. Se levantó el pícaro con engrei- miento vano y mostró el puño cerrado: tenía ganas de pelea. A todos los de Grecia dijo el sabio griego: —Merecen los romanos las leyes. No se las niego. Se levantaron todos en paz y con tranquilidad: gran honra tuvo Roma por un vulgar villano. Preguntaron al griego qué fue lo que le había dicho por señas al romano y qué le había respondido este. Dijo: 21
  • 20. Libro de buen amor —Yo dije que solo existe un Dios; el romano dijo que había uno solo y tres personas distintas, e hizo la señal correspondiente. Yo le dije que todo estaba bajo la voluntad de Dios. Él respondió que bajo su poder tenía el mundo, y dice la verdad. Desde que vi que comprendían y creían en la Trinidad, entendí que merecían nuestras leyes. Preguntaron al pícaro qué había entendido. Dijo: —Me dijo que con su dedo me quebraría un ojo. Esto me pro- dujo gran pesar y sentí un gran enojo, y le respondí, con saña, con ira y con rabia, que delante de todas las gentes con dos dedos yo le quebraría los ojos y con el pulgar los dientes. Tras esto, me dijo que tuviese cuidado pues me daría tan gran palmada en los oídos que me los dejaría resonando. Yo le respondí que le daría a él tan gran puñetazo que nunca en su vida lo viese vengado. Cuando vio que la pelea la tenía perdida se dejó de amenazar a quien no le tiene miedo. Por esto dice el refrán de la vieja astuta: «No hay mala pala- bra si no es a mal tenida». Verás que está bien dicha si es bien entendida. Lo escrito habla a todos en general: los cuerdos, con buen entendimiento, entenderán la cordura; los jóvenes livianos8 guárdense de locura; y el virtuoso escoja lo mejor. 8   Liviano: que cambia de ideas o de conducta con mucha facilidad. 22
  • 21. Preliminares y primeras aventuras amorosas Aquí dice cómo, por naturaleza, los hombres y los otros animales quieren tener compañía con las hembras Como dice Aristóteles (es cosa verdadera), el mundo por dos co- sas se esfuerza: la primera, por conseguir alimento; la otra cosa es por unirse con hembra placentera. Si lo dijese como cosa mía, me podrían culpar, mas lo dice un gran filósofo, no se me puede reprochar: de lo que dice el sabio no debemos dudar, pues por sus actos se prueba al sabio y su razonar. Que dice la verdad el sabio claramente se prueba: hombres, aves, animales y cualquier bestia de cueva quieren, por natura- leza, una compañía siempre nueva, y mucho más el hombre que cualquier ser que se mueva. Digo que mucho más el hom- bre que cualquier criatura: todas en un tiempo determinado se juntan según su naturaleza; en cambio, el hombre de mala ca- beza, en cualquier tiempo, sin mesura, siempre que puede quie- re hacer esta locura. El fuego siempre quiere estar entre la ceniza, porque más arde cuanto más se atiza. El hombre, cuando peca, bien ve que comete un desliz, pero no escapa de él porque la naturaleza lo azuza9. Y yo, como soy un hombre como otro, pecador, a veces sentí por las mujeres gran amor; porque el hombre pruebe las cosas no es por eso peor, que ha de conocer el bien y el mal, y escoger lo mejor.   Azuzar: estimular, irritar. 9 23
  • 22. Libro de buen amor Sobre cómo el arcipreste se enamoró Así sucedió que una vez una mujer me enamoró. De su amor durante ese tiempo no me arrepentí. Siempre tuve de ella bue- nas palabras y una gran sonrisa: nunca hizo otra cosa por mí ni creo que la quiso hacer. Era señora en todo y señora de señoras; no podía estar solo con ella ni una hora: allí donde ella vive se guardan mucho de los hombres, mucho más que los judíos guardan la Tora10. Sabe todo el arte de bordar con oro y seda, es dueña de to- dos los bienes, anda con tranquilidad y alegría. Es de buenas costumbres, sosegada y silenciosa, no se dejaría vencer por una falsa moneda. Dice la verdad el dicho de que «la mujer honesta si no quiere el mensaje no da buena respuesta». Dijo la sensata dama a mi mensajera: —Yo veo a otras muchas creer en ti, charlatana, y luego se tienen que arrepentir. Yo aprendo de esas artimañas como la zorra, en cabeza ajena. Ejemplo de cómo el león estaba enfermo y los otros animales venían a verlo Se cuenta que el león yacía enfermo con dolor. Todos los ani- males vinieron a verlo. Estuvo muy a gusto con ellos y se sintió me- jor. Por el cariño que le tenían, todos se alegraron mucho. Para servirlo y alegrarlo más, se ofrecieron todos a darle de comer. Le di- jeron que ordenase a cuál quería matar. Mandó matar al toro,   Tora: libro de la ley de los judíos. 10 24
  • 23. Preliminares y primeras aventuras amorosas 25
  • 24. Libro de buen amor pues con él tendría bastante. Nombró repartidor al lobo y le man- dó que diese a todos. Él apartó los menudillos para que el león se los comiese, y para él mismo la canal 11, lo mejor que nadie pudiera ver. El lobo le pidió al león que bendijese la mesa: —Señor —dijo—, tú estás débil; esta comida ligera cómetela tú, señor, que te sentará bien; para mí y para los otros, la canal, que es poca cosa. El león se puso furioso, pues tenía ganas de comer. Alzó el león la mano para santiguar la mesa y le dio un gran golpe en la cabeza al lobo para castigarlo: le arrancó el pellejo de la cabeza, además de la oreja. Después, mandó a la zorra que repartiera la carne. La zorra, con el miedo, y como es muy astuta, le dio al león toda la canal del toro; para ella misma y para todos los otros fue el menudillo. Se maravilló el león de tan buena repartidora. El león le dijo: —Comadre, ¿quién os enseñó a hacer reparto tan bueno, tan equitativo, tan ajustado a razón? Ella dijo: En la cabeza del lobo tomé yo esta lección, con el lobo aprendí qué podía hacer y qué no. —Por eso —continuó la dama—, yo te digo, vieja pero ya no amiga mía, que jamás me vengas ni me digas tales malda- des; si no, yo te mostraré cómo santigua el león, pues el cuerdo y la cuerda en mal ajeno escarmientan. Y, como dice Jesucristo, no hay cosa escondida que, al cabo del tiempo, no sea bien sabida. Pronto salió mi secreto a la pla- za pública: la señora, muy reservada, se apartó de mí; desde en- tonces no la pude volver a ver nunca más.   Canal: la res abierta, sin tripas ni despojos, es decir, sin menudillos. 11 26
  • 25. Preliminares y primeras aventuras amorosas Como la buena señora era muy letrada, sutil y entendida, cuerda y bien discreta, contó esta fábula tan bien escrita, saca- da de Esopo12, a la vieja que yo le había enviado, diciéndole antes: —Cuando quiere casarse un hombre con una señora muy honrada, promete y manda mucho, pero, cuando la ha conse- guido, de todo lo que le prometió o da poco o da nada; hace como la tierra cuando estaba hinchada. Ejemplo de cuando la tierra bramaba Sucedió que la tierra comenzó a bramar: estaba tan hinchada que parecía a punto de reventar; a cuantos la oían producía espan- to; como mujer en el parto comenzó a quejarse. La gente, que oía unos bramidos tan grandes, pensaban que estaba preñada de tanto que se dolía; pensaban que pariría una gran serpiente o una gran bestia que a todo el mundo comería y destrozaría. Cada vez que ella bramaba, comenzaban a huir, y, cuando llegó el día que le tocó parir, parió un pequeño topo: fue un chasco de risa; sus bra- midos y espantos en burla acabaron. Y así siguió diciendo la dama: —Sucedió a muchos y a tu amo: prometen mucho trigo y dan paja convertida en polvo, que ciega con el viento y termina perdiéndose en vano. Vete, dile que no me quiera, que no lo quiero ni lo amo.   Esopo: famoso fabulista griego que vivió alrededor del año 600 a.C. 12 27