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LEYENDAS PARA NUESTROS
COMPAÑEROS
 Contadas por los alumnos de 6ºB   Enero de 2012




                                        Virginia Diez Velasco Enero de 2012
Todos los compañeros de 6º estamos conociendo nuestra mitología y
, al descubrir este mundo fantástico de nuestros
antepasados, queremos acercaros a él.
 Es un mundo maravilloso que no puede perderse. Iremos por vuestras
clases contándolas, a nuestra manera. Y para no perder nuestro
esfuerzo individual y colectivo, las guardamos en las siguientes
diapositivas.

Los de 6ºB nos ocuparemos de los ojáncanos, principalmente, pero
también del hombre-pez, las sirenas, los duendes, el alicornio y la
monuca.
Todos los pueblos, desde la prehistoria, tenían que contar su vida a los
descendientes para que aprendieran de su experiencia.

Una parte esencial era explicarles por qué ocurrían las cosas: la lluvia, las
tormentas, los destrozos de la Naturaleza… Y las cosas buenas: el amor, la
compasión, la ayuda en los casos de apuro…

Estos sucesos se producían porque unos seres especiales se encargaban de ellos

Esos seres son LOS MITOS.

Los mitos de Cantabria son muchos: el ojáncano, la anjana, los duendes, el
musgoso, los ventolines, los núberos, los caballucos del diablo, el trastolillo…

Unos son buenos y otros no.
Los ojáncanos son unos seres terroríficos por su aspecto y por sus actos.
Son tan altos como una torre con un cuerpo cubierto de largo pelo.
En su cara solo tienen un enorme ojo, una boca con varias filas de
dientes, muchas verrugas amarillas y moradas y una barba que le llega a las
rodillas.

Es capaz de derribar una casa de un manotazo. Nadie se atreva a
enfrentarse a él. Pero tiene un punto débil: un pelo blanco escondido entre
su barba; si alguien se lo arrancara, el monstruo moriría.

Vive en los montes de toda Cantabria y en todos los pueblos le temen
porque solo hace cosas malas.

Se alimenta de carne de los ganados, pero también de los humanos…

Se reproduce al morir: de su cuerpo podrido van saliendo gusanos
que, pasado un tiempo, se convierten en ojáncanos adultos.

                                     Virginia Diez Velasco Enero
                                     2012
EL OJÁNCANO ENAMORADO




             PATRICIA VILLAR CLORET 6ªB
En el valle de Cabuérniga había una pastorcilla que
era muy guapa ;se hablaba de su belleza por toda la
comarca, por eso se divertía tanto al verse fea
reflejada en el agua de la fuente y un día, cuándo fue
a levantar la cabeza ¡qué horror! estaba allí un
ojáncano.

 La pastora, paralizada por el miedo, echó a
correr, pero él no la seguía. La madre le había contado
que…
los ojáncanos secuestran a las pastoras como
ella para hacerlas cosas horribles en su cueva.
Al siguiente día bajaba del monte
llevando un montón de leña en la
cabeza, pero, de pronto, sintió que se
elevaba la leña: era el
ojáncano levantandola.
Al ver el ojáncano que la pastora tenía
miedo, le puso sobre la cabeza el haz y
se fue corriendo; luego pensó que solo
la quería quitar un poco de peso.
Otro día la pastora fue al monte con sus ovejas a que pastaran
                      y, como hacía frío, se



    fue a hacer una hoguera para
calentarse, pero no la conseguía
encender; lo intento tres veces
y, nada, no se encendía.
Lo fue a intentar otra vez; levantó la
cabeza y allí estaba él ojáncano.
Ella, para que no pensará que le había
visto, actuó con normalidad y se fue.
Se quedó más tranquila y, el día que pasaba por el pueblo, la llamaban
                       la novia del ojáncano.
Una mañana el ojáncano estaba esperándola en
la puerta de su casa, pero ya la gente fue
saliendo, hasta que todo el pueblo quedó vacío
y ella no había salido. Entonces la buscó, pero
no la encontró y mandó a un cuervo a buscarla.


El cuervo vino, se posó sobre la nariz del
ojáncano y le dijó que no la había encontrado.
Le mató y destruyó la casa de la pastora y luego
las siguientes, así hasta
que destruyó todo el pueblo; solo
      quedaban unos hombres.

  Una señora dijo al ojáncano que se la
habían llevado sus padres, por si acaso la
              hacía daño.
 La gente pensaba que ese fue el primer
 ojáncano malo y luego todos los demás
            nacieron malos.
LEYENDA CANTABRA PARA CONTAR A
       MIS COMPAÑEROS
llena de flores y renacuajos.

Muchas muchachas y mujeres iban a la fuente a recoger agua y charlar
con las otras. Un día una muchacha fue a buscar agua y cuándo se iba a ir
a su casa oyó una música que empezó a sonar en su cesta; cada vez que
daba un paso rápido la música se fue alegrando de menos
a más.
               Debajo de la fuente
              Hay hay hay un tesoro
              Con mucha plata y oro
Ella se fue corriendo a su casa, al oír esas palabras, para contárselo a su padre y
decirle que era un duende. El padre no se lo creía, pero al final, la mandó que
fuera a por unas palas para cavar en la tierra.

El padre no sabía si era cierto o mentira; así que se lo preguntó de nuevo y ella le
dijo que no. Fueron noche por noche, pero desesperados no encontraban nada ;al
fin un día llegaron hasta algo duro, empezaba a amanecer y lo tuvieron que tapar
hasta la noche siguiente y poder dormir un día entero.

Los campesinos vieron los destrozos y pensaron que fue el Ojáncano que todo el
mundo conocía.
Una mañana, el padre de la muchacha
la mintió diciéndola que se iba a segar
heno a un prado que tenían; pero en
realidad lo que hizo fue subir a las
peñas del monte Dobra para
proponerle un trato al Ojáncano:

El trato fue el siguiente:
“ Si levantas una piedra, te daré a mi hija
como recompensa". El Ojáncano no se lo
podía creer y aceptó.
Cuándo llegaron a la fuente, la bestia empezó a cavar y al final llegó a la piedra.
Tiró y tiró con sus enormes manazas; y lo consiguió y debajo encontraron un
enorme baúl de hierro.

El Ojáncano que cumplió el trato preguntó al padre de la muchacha que dónde
estaba. Él le respondió que la traería enseguida; el monstruo , aún no convencido,
cogió un puñado de oro y plata para que el hombre cumpliera su promesa.
Cuando llegó a su casa despertó a su hija y la dijo que fuera a la fuente de
piedra, y que él enseguida iba porque tenía que coger unas cuerdas. Todo fue
mentira: tenía que esconder el tesoro detrás de la casa y echarle hierba seca por
encima.

Cuándo la muchacha estuvo a punto de llegar a la trampa de la bestia, un niño
apareció llorando porque no encontraba a su cordero. Los dos se pusieron a
buscarlo y, de repente, entre unos arbustos apareció ; el niño, que en realidad era
un duende, se lo contó a la muchacha; el duende la dijo que se montara en el
cordero, que unos segundos después se convirtió en caballo. Los dos subidos se
fueron galopando y el Ojáncano dando pasos gigantescos por detrás, no
consiguió alcanzarlos y juró que si algún día se encontraba con el padre, lo
mataría por no cumplir el trato.
La muchacha se asustó y el duende se
transformó en un viejecito chiquitín y
rechoncho que convirtió al caballo en lobo.
Después de andar un buen rato llegarón a
un roble hueco donde el duende decía que
era tan profundo que llegaba al centro de la
Tierra.
El duende transformo de nuevo a la
muchacha y a él en orugas para poder
agarrarse al roble. Cuándo el Ojáncano llegó
hasta el roble por su fino olfato, arrancó el
árbol, lo lanzó y empezo a cavar en la tierra.
El dunde y la muchacha volvieron
donde estaban el Ojáncano y el padre;
como ellos habían cavado mucho, el
viejecito pudo echarles toda la tierra
encima que había fuera para taparles y
que no pudieran salir.
El duende advirtió a la muchacha que,
si estaba atenta, algún día encontraría
el tesoro. Pasaron los meses, los
años, pero ya se olvido de las palabras
del duende y no lo encontró.
Ahora el tesoro está enterrado en lo
que un día fue una granja no lejos del
monte Dobra.
AHIXA RUIZ GARCÍA 6ºB
      ENERO 2012
Todos los días cuando atardece, sale a la superficie del mar una sirena
muy bella que se sienta en la orilla a peinarse mientras canta bellas
canciones. Cada día elige un lugar diferente que este alejado de los
humanos para que nadie la vea; ella es una sirena del Cantábrico y no
tiene ideas malas como otras y ella no canta para que los pescadores se
choquen con sus barcos en las rocas.
                         Una tarde eligió un acantilado en el que empezó a peinarse y
                         a cantar sus canciones. En dicho acantilado había una gruta
                         que llegaba hasta la cueva de un Ojáncano. El Ojáncano llegó
                         a su casa después de saquear las aldeas cercanas, ya que era
                         avaricioso y se moría por las riquezas.
                         Cuando se echo a dormir, después de comer diez
                         ovejas, escucho una leve voz que llegaba desde el fondo de la
                         gruta mezclada con el sonido del mar. El Ojáncano no podía
                         dormir ya que la voz de la sirena le atormentaba. Cuando
                         consiguió dormirse tuvo muchas pesadillas. Al despertarse no
                         sabía quién emitía esas melodías y no para de pensar quien
                         podría ser. Al amanecer mandó a su amigo el cuervo para que
                         descubriera quien era el culpable de que no durmiera
                         apaciblemente

                         .
Después de volar durante todo el día, al atardecer, el cuervo vio como una sirena de
pelo largo nadaba hasta la orilla y se sentaba, cogía una raspa de un pez y frotándola
entre sus manos la convertía en un peine de metal brillante con el que se peinaba
mientras entonaba bellas canciones. El cuervo no pudo aguantarse su avaricia por las
cosas brillantes que mientras la distraía con sus graznidos la robo el peine.
El cuervo voló a contarle al Ojáncano lo que había pasado y a darle el peine
dorado, este lo cogió entre sus manos y lo comparo con otras cosas que tenia en la
gruta y al ponerlo a la luz de la luna llena se dio cuenta de que era de oro y que la
sirena podía hacer el metal precioso.
Aquella noche no pudo dormir pensando como capturar a la sirena y llegó a la
conclusión que la mejor manera era construir un lago salado cerca de la cueva y
secuestrar a la sirena y meterla allí y obligarla a trabajar para el convirtiendo en oro
todo lo que se le antojase.
Los días siguientes el Ojáncano estaba feliz mientras excavaba el hoyo
que serviría de lago. Trabajo tanto que en una semana había terminado
el lago, la siguiente semana la dedico a traer agua salada desde el mar y
llenar el lago. Después puso tierra alrededor del lago para hacer una
especie de volcán y que la sirena no tendría ningún peligro del exterior.
Días después saqueo varias aldeas de donde cogía varias cabañas de
madera que sumergió en el lago ayudándose de piedras para que la
sirena eligiese una como su hogar.
Reunió una bandada de cuervos para que vigilase toda la costa y que le
avisara cuando la sirena apareciese en la superficie, el Ojáncano
esperaba nervioso con un barril lleno de agua salada para trasladarla
hasta el lago cuando le avisara los cuervos.
Al rato, la sirena salió a la superficie y los cuervos fueron a avisar al
Ojáncano, este comenzó a correr siguiendo a los cuervos hasta el lugar
donde estaba la sirena y se precipito a cogerla sin tomar ninguna
precaución, ya que se creía muy fuerte.
La sirena noto el peligro y les recito un conjuro mirándole al ojo y
señalándole con el dedo índice de la mano derecha y lo dejo inmóvil.
 Aquel ser tan hermoso que podía convertir objetos en oro había
convertido al Ojáncano en una enorme roca sin perder el sentido.
Año, tras año sus barbas se convertían en frondosos arboles y así la
vegetación se apoderaba de su cuerpo y la mar labraba formas
caprichosas mientras que su ojo observaba a la sirena peinarse cada
atardecer mientras convertía objetos en oro.
Hasta que el ojo del Ojáncano se apago, la sirena iba cada tarde allí
creyendo que allí estaba a salvo de los humanos. Con el tiempo la figura
del Ojáncano desapareció dejando el nombre a una peña y una salina de
la evaporación del lago para la sirena dando trabajo y riqueza a los
humanos. Las riquezas que el Ojáncano guardaba en su cueva jamás
fueron encontradas.
EL OJÁNCANO Y EL DUENDE
Cerca del Monte Dobra, en un
  pueblecito, hay una fuente de
  agua clara y fría donde van
  lasmujeres a buscar agua con
  sus cántaros y a charlar.

Una mañana de mayo una
  muchacha llegó para llenar su
  cántaro y cuando éste se
  llenó, la joven regresaba a
  casa. Notó como si hubiera un
  animal dentro del agua. Del
  susto hubiera soltado el
  cántaro, pero tenía más miedo
  a que la regañaran si se
  rompía.
• La muchacha sabía que existían los duendes
  juguetones en las fuentes, pero no sabía que
  hablasen, así que se asustó. Después pensó
  que era una broma de un duende y vació el
  cántaro porque tenía miedo de comérselo y
  volverse tan loca como él.

• . Una voz salía del interior y cantaba: "Debajo
  de la fuente hay, hay, hay un tesoro con mucha
  plata y oro".

   Al llegar a casa la regañaron por llegar tan
   tarde y la muchacha contó a sus padres lo
   sucedido con el duende. Su madre no la
   creyó, pero su padre, que era muy ambicioso
   y muy pobre, esperó a que todos los
   habitantes estuvieran durmiendo para ir
   junto a su hija hasta la fuente, y, allí cavaron y
   cavaron pero no encontraron nada.
Cuando       ya     estaban     casi
desfallecidos, tocaron en una losa
enorme, sin embargo fue imposible
moverla, por lo que decidieron ir a
acostarse debido a que estaba
amaneciendo.          Antes       de
irse, cubrieron la losa con la tierra
sacada.

 Al      día     siguiente,     los
vecinos, comentaron que un
Ojáncano había destrozado la fuente
y que unos vecinos la habían
arreglado.

  Al tercer día, padre e hija volvieron
a la fuente armados con picos, pero
tampoco pudieron retirar la losa y
• Así lo hicieron durante varias noches, hasta que
  en su última salida el padre dijo que no quería
  saber nada más de la fuente y subió al Monte
  Dobra, unas peñas en las que vivía un Ojáncano.
  Este lugar se reconocía fácilmente ya que estaba
  destrozado.
•
• Una vez allí, el padre gritó varias veces y, de un
  rincón del monte, salió un vozarrón. El Ojáncano
  preguntó que qué quería y el labrador dijo que
  había ido a proponerle un trato: le ofreció a su
  hija a cambio de que levantara la losa de la
  fuente, lo que el Ojáncano aceptó.
•
• Llegada la noche, ambos se encontraron en un
  puente y tal y como acordaron, fueron hasta la
  fuente. Una vez allí, el Ojáncano levantó la losa y
  dejó al descubierto un cofre de hierro.
•
• El labrador dijo que ése era su tesoro, lo abrió y
  sus ojos brillaron por avaricia al ver monedas de
  oro y joyas.
• En ese momento el Ojáncano le pidió a su hija y
          el labrador se fue a su casa a buscarla e hizo qu
          se levantara y dijo que le acompañara a la
          fuente a buscar el tesoro. A las pocos pasos al
          hombre se le desgarraba el corazón así que
          pidió a su hija que se adelantara.
        •
        • La chica obedeció, pero antes de llegar a la
          fuente, encontró un niño llorando porque había
          perdido un cordero. El Ojáncano los miraba
          y, cuando iba a atacar, el niño dijo a la joven qu
          montara en su cordero y éste se transformó en
          un caballo muy especial al que no pudo alcanza
          el Ojáncano.
        •
        • El niño dijo a la joven que en realidad era un
          duende viejecito con un cordero que se podía
          transformar en cualquier animal. La contó como
          vió a su padre ofrecerla a cambio del tesoro.
          Ella lo entendió y se puso a llorar.

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•
• El duende se ofreció a cuidar de ella, ante
  el temor de que el Ojáncano fuera a
  buscarla.
•
• Mientras tanto el Ojáncano volvió a la
  fuente y allí encontró al padre que ya
  había vaciado el cofre y lo había
  enterrado en su corral. El Ojáncano le
  contó lo sucedido y ambos fueron en
  busca del duende y de la chica.
•
• Caminaron mucho hasta encontrar la
  cueva donde estaban pero, cuando
  estaban a punto de verlos, el duende
  transformó a la chica en oruga y a sí
  mismo también.
• En ese momento el Ojáncano estaba
  furioso y empezó a cavar y cavar por
  las galerías de la cueva, tanto que
  acumuló montañas de tierra a su
  alrededor imposibles de escalar.
•
• Cuando padre y Ojáncano se dieron
  cuenta de que no podían salir del
  agujero, miraron hacia arriba y
  vieron al viejecito, el cual fue
  empujando con el pié los montones
  de arena hasta dejar a los dos
  hombres sepultados.
• El viejecito acompañó a la joven a
  su casa y la dijo que si era
  buena, algún día ella encontraría
  un tesoro, pero ella con el tiempo
  olvidó lo que dijo el viejecito.
•
• Por lo que dice la leyenda que
  todavía hay un cofre enterrado en
  un corral cerca del Monte Dobra.

•             Fin

Alex Sierra Fernández 6ºB
EL OJÁNCANO ENAMORADO
              Jose Sierra Fernandez 6ºB
e


Un día estaba una pastorcilla en un monte de
Cabuérniga contemplando su cara en una fuente. Era
tan guapa que se hablaba de ella en toda la
comarca, pero a ella le divertía ver su imagen fea y
distorsionada en el agua. De pronto, descubrió la
imagen corpulenta de un Ojáncano que la miraba con su
enorme ojo.

La pastorcilla, aterrorizada, huyó gritando y corrió
sendero abajo hasta que se quedó sin fuerzas y volvió la
cabeza, pero se sorprendió al ver que el monstruo no la
seguía, ya que muchas veces había oído contar a su
madre que el Ojáncano raptaba jovencitas y las hacía
cosas horribles en su cueva.

A pesar del terror por lo que había visto, recordó lo que
había sucedido y llegó a la conclusión de que el gigante
tan monstruoso y repugnante no tenía una mirada fiera
Otro día que la mocita fue al monte con sus ovejas, hizo
una hoguera porque hacía frío, pero una ráfaga se lo
apagaba y eso era extraño porque no hacía viento. Miró
a su alrededor y descubrió la cabeza del Ojáncano
escondido en los matorrales con la mirada triste: eran
sus suspiros los que apagaban el fuego de la pastorcilla.

Una vez más le produjo mucho miedo, así que salió
corriendo y gritando como la primera vez. Se puso de
espaldas a un castaño y se imaginaba que el monstruo le
pudiera poner la mano encima, pero también se
preguntaba ¿qué quería de ella? ¿por qué la miraba de
una manera tan triste?
Pasó el tiempo y, aunque tenía pesadillas horribles
en las que el monstruo le atacaba, volvió a bajar al
monte conduciendo sus ovejas, llevando un haz de
leña en su cabeza y sintión que éste desaparecía.

Miró a un lado y al otro y no vió nada, pero, al
mirar hacia arriba, se la cortó la respiración al ver
que el haz de leña lo tenía un Ojáncano. Esta vez
sintió tanto miedo que se quedó paralizada y no
pudo correr, ni gritar. Siguió andando mientras
rezaba y se preguntaba ¿qué le haría el Ojáncano
De esa manera llegó cerca del pueblo dónde el Ojáncano le
devolvió el haz de leña y se marchó tranquilamente. La
pastorcilla, aunque había pasado miedo, entendió que él solo
pretendía ayudar.

Poco a poco le fue quitando el miedo porque cada vez que ella
bajaba al bosque, el monstruo la ayudaba a llevar su haz de leña

.
Ninguna persona del pueblo comprendía que se
acercara a ella y no le hiciera daño, así que
llegaron a la conclusión de que el monstruo se
había enamorado de la pastorcilla. Y era verdad
que cuando la veía, se ponía rojo, se quedaba
embelesado y daba muchos suspiros. Después
ella le miraba y le sonreía con ternura.

En el valle empezaron a llamarle la novia del
Ojáncano, ya que pasaba con él desde por la
mañana a la tarde y le tenía muchísimo cariño
porque era bueno, amable, le ayudaba con sus
ovejas si se perdían, le abría caminos y le
ayudaba a resguardarse si llovía.
Un día la buscó por el monte, los ríos, la llamó
a gritos, mandó a un cuervo que fuera a
buscarla, pero no aparecía.

A la mañana siguiente siguió buscando
y, como no la encontró, se enfadó tanto que
empezó a destrozar todo lo que encontraba a
su paso. Bajó al pueblo de la muchacha y, al
ver que no estaba en su casa, gritó tanto que
sonó como si fuera un trueno
• Una viejecita le contó que sus padres
  habían llevado a la pastorcilla lejos para
  que no le viera. El Ojáncano sentía que no
  podía respirar, que su pecho se agitaba y
  se puso tan furioso que derribó
  casas, iglesias, mató animales, aplastó
  hombres y mujeres hasta que no dejó en
  el valle nada en pié.
•
• Hay gente que cree que éste fue el primer
  Ojáncano malo y que después todos
  fueron como él.
•
•
• Jose Sierra Fernández, 6ºB.
LA SIRENA Y LA OJÁNCANO



               Beatriz Solana
LA SIRENA Y EL OJÁNCANO

Todos los atardeceres, cuando el sol empieza a esconderse, aparece
una bella sirena que sale a la superficie del mar en la costa de
Cantabria y se acerca a la orilla y peina su melena mientras canta
bellas melodías.

Cada día está en un lugar distinto, siempre alejado, de manera que
no interfiera en la vida de los humanos con su presencia, ya que las
sirenas del Cantábrico no tienen las malas intenciones de atraer a
los hombres con sus cantos.

Una tarde, en un acantilado rocoso, peinaba su melena quitando
sus algas de ella mientras cantaba. En aquel lugar rocoso había una
gruta que comunicaba con las montañas del interior y desembocaba
en una cueva de un Ojáncano, conocido por su mal carácter y por
su avaricia y le gustaba aprovecharse de los demás. Escondía sus
riquezas en un lugar oculto de la cueva.
Cuando se tumbó a descansar, después de una voraz comida de diez

ovejas, oyó al fondo de la cueva una voz que no percibía claramente por

el sonido de las olas.


Atento a los canticos de la sirena no

conciliaba el sueño, ya que le molestaba;

cuando por fin pudo encontrar el
sueño, todo se volvieron pesadillas.
Al despertar, se levantó de su sitio y encargó
a su compañero, el cuervo, que sobrevolase
la costa Cantábrica y descubriese el
causante de sus pesadillas y que no volviera
sin traer noticias.
El cuervo descubrió que, al atardecer salía
una sirena a la superficie del agua y peinaba
sus cabellos con una espina de una merluza
y que frotándola con sus manos hizo un
peine de metal brillante mientras iniciaba
una melodía.


El cuervo no se pudo resistir al objeto brillante
por su instinto de robar; el animal se aprovechó
de un momento relajado de la sirena para volar
hacia ella y arrebatarla el peine.

El cuervo volvió a la gruta donde vivía el Ojáncano
para darle todo tipo de detalles sobre lo que
vio, mostrándole lo que había robado.
Él Ojáncano no salía de su asombro y miraba fijamente aquel objeto
metálico, el peine.
El Ojáncano observó, en un destello que producía la luna llena sobre el
peine, que el peine era de oro y que la sirena tenía poderes para
producir el metal. Aquella noche no pudo dormir pensando como
capturar a la sirena y llegó a la conclusión que la mejor manera era
construir un lago salado cerca de la cueva y secuestrar a la sirena y
meterla allí y obligarla a trabajar para el convirtiendo en oro todo lo que
se le antojase.



Los días siguientes el Ojáncano estaba feliz
mientras excavaba el hoyo que serviría de lago.
Trabajo tanto que en una semana había terminado
el lago; la siguiente semana la dedico a traer agua
salada desde el mar y llenar el lago. Después puso
tierra alrededor del lago
para hacer una especie de volcán y que la
sirena no tuviera ningún peligro del
exterior. Días después saqueo varias aldeas
de donde cogía varias cabañas de madera
que sumergió en el lago ayudándose de
piedras para que la sirena eligiese una
como su hogar.
Reunió una bandada de cuervos para que
vigilase toda la costa y que le avisara
cuando la sirena apareciese en la
superficie; el Ojáncano esperaba nervioso
con un barril lleno de agua salada para
trasladarla hasta el lago cuando le avisaran
los cuervos.
Al rato, la sirena salió a la superficie y los
cuervos fueron a avisar al Ojáncano; este
comenzó a correr siguiendo a los cuervos
hasta el lugar donde estaba la sirena y se
precipito a cogerla sin tomar ninguna
precaución, ya que se creía muy fuerte.
La sirena noto el peligro y le recito un
conjuro, mirándole al ojo y señalándole con el
dedo índice de la mano derecha, y lo dejó
inmóvil.
Aquel ser tan hermoso que podía convertir
objetos en oro había convertido al Ojáncano
en una enorme roca, pero podía ver y sentí
todo lo que pasaba.
Año, tras año sus barbas se convertían en
frondosos árboles y así la vegetación se
apoderaba de su cuerpo y la mar labraba
formas caprichosas mientras que su ojo
observaba a la sirena peinarse cada
atardecer, mientras convertía objetos en oro.
Hasta que el ojo del Ojáncano se apagó, la
sirena iba cada tarde allí, creyendo que allí
estaba a salvo de los humanos. Con el tiempo
la figura del
La sirena noto el peligro y le recito un conjuro, mirándole al
ojo y señalándole con el dedo índice de la mano derecha, y lo
dejó inmóvil.
Aquel ser tan hermoso que podía convertir objetos en
oro, había convertido al Ojáncano en una enorme roca, pero
podía ver y sentir todo lo que pasaba.
Año tras año sus barbas se convertían en frondosos árboles y
así la vegetación se apoderaba de su cuerpo y la mar labraba
sobre él formas caprichosas, mientras que su ojo observaba a
la sirena peinarse cada atardecer y convertir objetos en oro.
Desapareció dejando el nombre a una peña. Las riquezas que
el Ojáncano guardaba en su cueva, jamás fueron encontradas.



Beatriz Solana Moncalián 6ºB
EL HOMBRE PEZ




                Gabriel Carcoba
                Fernández 6ºB
Hace mucho tiempo en
Liérganes vivía un chico
llamado Francisco al que le
encantaban el agua y los
peces.
Estaba obsesionado en
saber cómo los peces
pueden aguantar tanto
tiempo debajo del aguay
él, ni siquiera, puede
aguantar un minuto.
Le costaba mucho estar
mucho tiempo debajo del
agua sin respirar. Fabricó
una caña larga y así se
podía quedar debajo del
agua muchísimo
tiempo, respirando por
ella.
Su madre lo mandó a casa de un tonelero para trabajar, pero le despidió porque Francisco
robó dos toneles para meter pececillos.
Su madre le echó una buena bronca:

-¡Condenado muchacho!- le regañó su madre.-No vales para nada. ¡Ojalá te hubieras
quedado en el agua con los peces!
Con el tiempo sus pulmones se acostumbraron y podía estar varios minutos debajo del
agua sin la caña.
Un día, mientras seguía concentrado a unos salmones, notó que el agua ya no era dulce,
que el río se ensanchaba y que había peces que nunca había visto.
Francisco estaba en la bahía de Santander.
Al ver lo grande que era, se quedó muy sorprendido.
Vio un barco de piedra, que dicen que llevó a Santander las cabezas de los patrones, san
Celedonio y San Emeterio.
Se quedó allí hasta la noche y se dio cuenta de que su madre le estaba esperando. Volvió a
casa, y su madre le regañó porque creía que se había ahogado
Más tarde su madre se
enteró de que en Bilbao
había trabajo y mandó
allí a Francisco.
Enseguida se enteraron
de que Francisco era
muy buen nadador y la
noche de San Juan él y
unos compañeros de
trabajo fueron a nadar.
Todos nadaban muy
rápido, pero Francisco
era más rápido. Iba tan
rápido que sus
compañeros volvieron a
la orilla y le dieron por
muerto.
Unos años después encontraron en la bahía de Cádiz un pez con cabeza de hombre y
en el lado frontal del tronco tenía unas escamas y en los pies tenía membranas. Lo
llevaron a Cádiz y después a un convento de frailes; el hombre pez consiguió
pronunciar una palabra: Liérganes.
Un fraile le llevó y fue
directo a casa de su
madre.
Su madre lo recibió
gentilmente. Francisco
vivió nueve años con su
madre.
Como era muy
dócil, todos los vecinos le
mandaban recados. Un
día uno le mandó llevar
una carta a Santander.
Cuando casi llegó vio la bahía
de Santander, tiró la carta al
aire y fue corriendo al agua. Se
lanzó al mar y no se le volvió a
ver.

Muchos científicos que eso es
una mentira que no tiene nada
que ver un desaparecido en la
ría de Bilbao con un tonto
aparecido en la bahía de Cádiz.
Recientemente han encontrado
un escrito del mismísimo
hombre-pez.

Decía que existían muchos
otros hombres-pez u que un
hombre-pez no puede salir del
mar en el que se crió . Él salió
del Cantábrico y Lantarón, el
dios cántabro del mar, le
devolvió a tierra.
LEYENDA


La sirena de ojos turquesa




Daniel Gómez Herrero 6º B.
De las sirenas dicen que son malvadas
porque atraen y enamoran con sus dulces
cantos a los pescadores para que sus
barcos choquen contra rocas que apenas se
pueden ver. Todo es falso. Las sirenas son
seres adorables.

Es cierto que se enfadan cuando ven que
algún marino les canta o les silba, púes
creen que es una burla; en este caso se
juntan muchas de ellas y nadan dando
vueltas alrededor del barco formando
remolinos, para asustar a la
tripulación, pero eso es todo.

No son mujeres-pez, sino mitad pez y mitad
mujer, igual que los tritones que no son
como ellas, sino que mitad pez, mitad
hombre.
 En una ocasión un tritón contó lo que sigue
de una sirena que, de alguna
manera, explica su relación con los
hombres.

                                               fbf
El de nuestra historia lo hizo todo bien para
Vivía en una casita cerca de Castro Urdiales una          merecerla. Un amanecer en que navegaba con
mocita. Era guapísima y presumida; no hablaba con         otros dos barcos, sintieron el aire fresco de la
nadie y siempre llevaba la barbilla bien alta. Le         aurora. Enseguida se dieron cuenta de que
                                                          estaban delante de un fenómeno: el canto de
encantaba saltar entre las rocas, de las que              las sirenas. En efecto, allí estaban un grupo de
arrancaba las mejores almejas, erizos y                   ellas entre dos olas.
percebes, que luego vendía en la plaza del pueblo.
                                                          -¡Cuidado! gritó - el pescador – no las
Su marido era un pescador que pasaba la mayor             escuchéis o estáis perdidos.
parte del tiempo en el mar. Estaba enamorado de su
mujer y siempre que volvía, traía algún regalo para       Las sirenas no cantan para atraer el peligro a
                                                          los marineros, no; cantan para deleitar y
ella. Aunque la gente hablaba sobre la actitud de         atraer a sus queridos tritones. En realidad son
superioridad de la muchacha, los mas discretos            los marineros quienes por disfrutar, dejan
creían que era por las diferencias culturales, pues se    aparte el timón y el gobierno del barco. En
decía que la había traído de otras tierras y en general   esta ocasión lo que hicieron fue perderse.
ella no estaba enamorada de él ni lo podía estar.         El, no conformándose con oírlas, cogió las
                                                          redes y hasta que no tuvo una en su poder, no
 Aquella mujer era una sirena. Como es bien               paró.
                                                          Consiguió a una mujer rubia con los ojos del
sabido, un pescador que consigue capturar una             color turquesa. La beso y, al punto, se
sirena, tiene el derecho a casarse con ella. Para         trasformó ella en mujer entera.
conseguir que pueda convertirse en su                     Le entregó su espejo y volvieron a
mujer, necesita besarla enseguida, convirtiéndosele       tierra, donde desde entonces fue su esposa.
entonces la cola en dos piernas. Además, la sirena        Para estar seguro de que nunca la
debe darle su espejo para que él lo esconda sin que       perdería, metió el espejo en una bolsita de
ella pueda encontrarlo, porque, si ella se mira en        cuero y la guardó en una rendija de su
                                                          barco, al que ella nunca subía.
él, termina el hechizo: vuelve a transformarse en
sirena y regresa al mar.
Un buen día, cuando volvía de trabajar, se levantó un violento temporal
y las olas enfurecidas zarandeaban el barquito. Serena y tranquila, su
mujer esperaba en la orilla, como muchas otras que, impacientes y
llorosas, no tuvieron la suerte de ver regresar a sus hombres. Lo llevó a
casa, le preparó un caldo caliente, le curó los desgarrones y se acostó a
su lado para darle calor.

A la mañana siguiente lo dejó dormido y se fue a su tarea habitual.

 Al arrancar un erizo rojo como el hierro, descubrió algo increíble
encajado entre las rocas.
Lo cogió y vio que era una bolsa de cuero, toda rozada que parecía
contener monedas. La abrió y vio que no eran monedas, sino trozos de
nácar. Los puso juntos en la mano y , de pronto, vio que reflejaban su
cara. Al reconocer su antigua cara en lo que quedaba de su
espejo, sintió que se le apretaban las piernas y poco después se
transformaban en cola. El rostro se le iluminó de felicidad, fue al agua
rápido y preguntó a unos espumeros dónde estaban sus excompañeras.
Un buen día, cuando volvía de trabajar, se levantó un violento temporal
y las olas enfurecidas zarandeaban el barquito. Serena y tranquila, su
mujer esperaba en la orilla, como muchas otras que, impacientes y
llorosas, no tuvieron la suerte de ver regresar a sus hombres. Lo llevó a
casa, le preparó un caldo caliente, le curó los desgarrones y se acostó a
su lado para darle calor.

A la mañana siguiente lo dejó dormido y se fue a su tarea habitual.

 Al arrancar un erizo rojo como el hierro, descubrió algo increíble
encajado entre las rocas.
Lo cogió y vio que era una bolsa de cuero, toda rozada que parecía
contener monedas. La abrió y vio que no eran monedas, sino trozos de
nácar. Los puso juntos en la mano y , de pronto, vio que reflejaban su
cara. Al reconocer su antigua cara en lo que quedaba de su
espejo, sintió que se le apretaban las piernas y poco después se
transformaban en cola. El rostro se le iluminó de felicidad, fue al agua
rápido y preguntó a unos espumeros dónde estaban sus excompañeras.
Dicen que el
pescador, desesperado, se tiró de lo
alto de un acantilado, maldiciendo a
Lantarón, el dios del mar, y a las
sirenas.

Desde entonces se comentó entre las
gentes que no conocían el verdadero
origen de aquella joven, la peregrina
leyenda de que se trataba de una hija
de una vecina del pueblo que se
transformó en sirena porque su
madre le había echado una maldición
por pasar los días enteros en la orilla
del mar.
La fuente de piedra




    Lleir Martínez Diez 6ºB
Úrsula y Rodrigo se amaban desde hace
   mucho tiempo. Sus familias veían
   bien su amor y querían que se
   casasen cuando fuesen mayores;
   ellos aceptaron. El paso de los años
   hacía su amor cada vez más fuerte.

En aquella época los montañeses se
    sentaban junto al fuego para hablar
    de rumores y, en aquella
    noche, había dos: la boda de Úrsula
    y Rodrigo y la llegada del Ojáncano
    a las montes más cercanos.
Úrsula, un día fue a pasear por un huerto de su
        casa; observando el paisaje que la
        rodeaba, llegó al pie del monte en el que
        acababan sus terrenos y se sentó en un
        tronco caído donde se veía con su amado.
        De pronto le cayó una avalancha de rocas
        que sepultó y mató. La avalancha la
        provocó el Ojáncano.

    Cuando su amor se enteró, fue corriendo hasta
       allá para intentar salvarla, apartando las
        rocas y llenándose las manos de sangre de
        Úrsula, su amada. Éste juró vengar su
        muerte.




i
t




        Reclutó a un grupillo de soldados y
           se dirigió a matar al Ojáncano.
           En su búsqueda Rodrigo se
           volvió loco; los soldados
           decidieron abandonarlo, pero
           él, pese a todo, junto con su
           espada, su caballo, su escudo y
           su lanza siguió persiguiendo al
           gigante.

        Pasaron más de 30 años; Rodrigo
           no volvía, y de la cruz de Úrsula
           nació un hilillo de agua que
           pronto, creció y se convirtió en
           un gran río.
N
6ui7ii8o``++
      p




          Un peregrino de enfermedad
             incurable, fue testigo del
             nacimiento del río y de él bebió;
             paró a descansar y, cuando se
             despertó, su enfermedad había
             desaparecido.

          La noticia voló y todos los enfermos
              fueron a beber, descansar y ser
              curados. La cruz se convirtió en un
              centro de peregrinación.

          Los frailes, aprovechando las piedras
              que sepultaban a
              Úrsula, construyeron una iglesia.,
Rodrigo, al fin, regresó arrastrando la cabeza

 imponente del monstruo para ponerla junto a

 la tumba de su amada.

Al lado de la iglesia grabaron en una piedra:

“Quien muere amando y muere casto, muere

mártir”.
EL DUENDE ZAHORÍ




Lorena Echevarría Hoya 6ºB
Todos los duendes que habitan en las montañas y pueblos de Cantabria no
son bromistas como el Trenti. Este ocupa el primer lugar y un enanito que
no tiene nombre conocido y a quien la gente llama Trastolillo. Entre los que
se dedican exclusivamente a hacer el bien y que la gente llama a veces
“ enano que todo lo encuentra”, “ buscador milagroso de las cosas perdidas”
o “ duende de los extravíos”. Aquí lo llamaremos Zahorí.




                     El duende Zahorí es pequeño, moreno, de cara
                     redonda, nariz larga y afilada, ojos negros grandes
                     y pelo rubio. Su voz es ronca, como si estuviera
                     siempre enfadado, cosa que raramente ocurre,
                     pues le gusta la broma y tiene una risa larga,
                     burlona y estrepitosa.
No tiene vivienda fija y siempre lleva encima una tira de cuero de
sapo, con la que se defiende, y un catalejo. También tiene un
hermano gemelo, mucho más tranquilo y que no lleva tira de
cuero ni catalejo, también busca las cosas perdidas, pero es
menos conocido.




                   En Cantabria, antiguamente, cuando alguien
                   perdía algo, lo primero que hacía era repetir
                   varias veces esta invocación:


              Duende, duende, duendecito

                    una cosa yo perdí;

               duende, duende, duendecito

                    compadécete de mí.
Si la persona que lo invoca es buena, el duende Zahorí llega a toda
    velocidad envuelto en una nubecilla de polvo y escucha atentamente la
    descripción del objeto perdido. Luego se lleva el catalejo al ojo derecho;
    busca a un lado y a otro, lo retira del ojo, hace una señal al perdedor
    para que lo siga y, sin decir palabra, pues nunca habla, echa a andar
    con su paso vivo y decidido. Cuando llega al lugar donde se halla el
    objeto perdido, se lo señala a su dueño, que lo toma gozoso y le da las
    gracias.


                                     Pero el duende Zahorí no va directamente
                                    hacia dicho lugar, sino que da muchos
                                    rodeos, pues quiere asegurarse de que la
                                    persona que solicita su ayuda tiene
                                    verdadera fé en él. Si ve que empieza a
                                    impacientarse y a dar muestras de
                                    incredulidad sobre sus poderes, desaparece
                                    súbitamente como había llegado y la deja
                                    con dos palmos de narices.

Luego, ya solo, sigue buscando, encuentra
el objeto y se lo regala a algún necesitado.
Cuando el camino hacia lo perdido es largo y el que pide ayuda es un
anciano o un niño que se cansan, se los carga a hombros, pues a pesar de
su reducida talla tiene unas fuerzas prodigiosas y los lleva hasta el objeto
extraviado.




                                Había en Vioño, cerca de Renedo, un señor
                                muy bromista y algo tonto, que se apostó con
                                unos amigos que conseguiría reírse a costa del
                                duende Zahorí, haciéndole buscar una oveja
                                que no había perdido. Le llamó de la forma
                                exigida:
Duende, duende, duendecito,

                          una cosa yo perdí;

               duende, duende, duendecito,

                           compadécete de mí.

Apareció el duende, y le dijo con cara triste que había perdido una oveja. El
duende Zahorí miró por su catalejo, le hizo la seña acostumbrada de que le
                    siguiera y se encaminó al monte.
El hombre le seguía, riéndose por dentro y anticipando lo que se iba a reír
con sus amigos cuando les contara el suceso.

                            Cuando llegaron a lo alto de la colina, el
                            duende Zahorí le dijo que le esperara allí,
                            pues creía que la oveja se había perdido
                            entre unos tupidos espinos que se veían en
                            el hondo de un barranco, y desapareció.


                            El bromista se sentó y sonrió como un
                            estúpido, esperando el regreso del duende.
                            Pero pasaron las horas, cayó la tarde, y el
                            duende no aparecía; así que se volvió al
                            pueblo y fué a reunirse con sus amigos, que,
                            en cuanto le vieron llegar, le dijeron:
- Has perdido, ¿eh?- le dicen.
- ¡Ja, ja, ja!- respondió él.
- ¿Y la oveja?- le preguntan.
- ¡Ja, ja, ja! El tonto del duende todavía anda buscándola por el
monte, ¡ja, ja, ja! - les contó.

Y sus amigos rieron con él.
- Mañana me la traerá, el muy inocente -
dijo- os invito a una copa.
 Bebieron todos un rato y luego el
hombre volvió a su casa. Al llegar, se
encontró con el ovejero del pueblo que
volvía del monte y dejaba en cada casa
las ovejas de cada vecino.


Nuestro hombre fue a meter las suyas en
el corral y notó que le faltaban cuatro.
Sus risas se transformaron en penas.
Alcanzó al pastor que le dijo que no
había notado nada, y poco después
volvieron los dos al monte en busca de
las cuatro ovejas.
Hicieron apresuradamente el recorrido que el pastor había hecho durante el
día, sin encontrar rastro de la cuatro ovejas, sin oír balido alguno. Cuando ya
la oscuridad de la noche no les dejaba distinguir las sombras, se volvieron a
casa cansados. El hombre no durmió en toda la noche, preocupado por la
pérdida, pero sin imaginar siquiera que aquel extravío tuviera algo que ver con
su bromita de por la mañana.



                                      Al día siguiente, en cuanto se hubo
                                     levantado, volvió a llamar al duende
                                     Zahorí; esta vez en serio y poniendo toda
                                     el alma en cada sílaba:
A la mañana siguiente volvió al monte. Imploró al duende Zahorí que, por
favor, se le apareciera y le ayudara a encontrarlas; pero una y otra vez,
del duende sólo se oían las carcajadas, cada vez, más molestas. Aquella
tarde, al bajar del monte, lo que cayó del cielo a sus pies fueron cuatro
mechones de lana, por supuesto procedentes de sus ovejas. Así pasó
varios días yendo al monte y sufrir la pérdida de sus cuatro ovejas y a
torturarse llamando al duende Zahorí que seguía riéndose de él sin
cesar.




                           Finalmente, arrepentido de su imprudencia,
                           un día le llamó, añadiendo que lo que le
                           había contado la primera vez de una oveja
                           perdida fue para reírse de él con sus amigos
                           y que le pedía perdón por ello.
En aquel mismo instante cesaron las carcajadas y, de entre unos espinos
cercanos, salieron tres ovejas a las que les faltaban algunos mechones y
se lanzaron enfurecidas hacia el hombre, al que embistieron
violentamente como si fueran carneros. El dueño trataba de defenderse
con la vara que llevaba en la mano, pero las ovejas le golpeaban sin
parar en las piernas. Cuando vio que no podía evitar aquel ataque ni el
dolor que le producía, echó a correr y las ovejas siguieron tras él,
golpeándole con la frente camino abajo.




                           Finalmente tropezó, cayó de cara y vio las
                           estrellas. Entonces volvió a oírse la risa del
                           duende Zahorí y las ovejas cesaron sus
                           embestidas y permanecieron quietas. El duende
                           apareció y,
                           contrariamente a su costumbre, habló:
- ¡Qué! ¿Te ha gustado la broma? - preguntó,
- ¡Ay, ay! - respondió el hombre, magullado por todas
partes.
- ¿A que nos hemos reído mucho?- volvió a preguntar el
duende Zahorí.
- ¡Ay, ay, ay !- acertaba apenas a decir el bromista,
levantándose y tocándose las doloridas costillas.




                           - Así aprenderás a no burlarte de mí -
                           dijo el duende. Y añadió: como
                           habías perdido cuatro ovejas y
                           confiesas que es mentira que
                           hubieras perdido otra, en total sólo
                           has perdido tres. Aquí las tienes.
                           Mientras las buscaba he encontrado
                           una cuarta que, como no te
                           pertenece, se la regalaré a alguien
                           que la necesite más que tú.
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LEYENDAS DE CANTABRIA PARA CONTAR 1

  • 1. LEYENDAS PARA NUESTROS COMPAÑEROS Contadas por los alumnos de 6ºB Enero de 2012 Virginia Diez Velasco Enero de 2012
  • 2. Todos los compañeros de 6º estamos conociendo nuestra mitología y , al descubrir este mundo fantástico de nuestros antepasados, queremos acercaros a él. Es un mundo maravilloso que no puede perderse. Iremos por vuestras clases contándolas, a nuestra manera. Y para no perder nuestro esfuerzo individual y colectivo, las guardamos en las siguientes diapositivas. Los de 6ºB nos ocuparemos de los ojáncanos, principalmente, pero también del hombre-pez, las sirenas, los duendes, el alicornio y la monuca.
  • 3. Todos los pueblos, desde la prehistoria, tenían que contar su vida a los descendientes para que aprendieran de su experiencia. Una parte esencial era explicarles por qué ocurrían las cosas: la lluvia, las tormentas, los destrozos de la Naturaleza… Y las cosas buenas: el amor, la compasión, la ayuda en los casos de apuro… Estos sucesos se producían porque unos seres especiales se encargaban de ellos Esos seres son LOS MITOS. Los mitos de Cantabria son muchos: el ojáncano, la anjana, los duendes, el musgoso, los ventolines, los núberos, los caballucos del diablo, el trastolillo… Unos son buenos y otros no.
  • 4. Los ojáncanos son unos seres terroríficos por su aspecto y por sus actos. Son tan altos como una torre con un cuerpo cubierto de largo pelo. En su cara solo tienen un enorme ojo, una boca con varias filas de dientes, muchas verrugas amarillas y moradas y una barba que le llega a las rodillas. Es capaz de derribar una casa de un manotazo. Nadie se atreva a enfrentarse a él. Pero tiene un punto débil: un pelo blanco escondido entre su barba; si alguien se lo arrancara, el monstruo moriría. Vive en los montes de toda Cantabria y en todos los pueblos le temen porque solo hace cosas malas. Se alimenta de carne de los ganados, pero también de los humanos… Se reproduce al morir: de su cuerpo podrido van saliendo gusanos que, pasado un tiempo, se convierten en ojáncanos adultos. Virginia Diez Velasco Enero 2012
  • 5. EL OJÁNCANO ENAMORADO PATRICIA VILLAR CLORET 6ªB
  • 6. En el valle de Cabuérniga había una pastorcilla que era muy guapa ;se hablaba de su belleza por toda la comarca, por eso se divertía tanto al verse fea reflejada en el agua de la fuente y un día, cuándo fue a levantar la cabeza ¡qué horror! estaba allí un ojáncano. La pastora, paralizada por el miedo, echó a correr, pero él no la seguía. La madre le había contado que…
  • 7. los ojáncanos secuestran a las pastoras como ella para hacerlas cosas horribles en su cueva.
  • 8. Al siguiente día bajaba del monte llevando un montón de leña en la cabeza, pero, de pronto, sintió que se elevaba la leña: era el ojáncano levantandola. Al ver el ojáncano que la pastora tenía miedo, le puso sobre la cabeza el haz y se fue corriendo; luego pensó que solo la quería quitar un poco de peso.
  • 9. Otro día la pastora fue al monte con sus ovejas a que pastaran y, como hacía frío, se fue a hacer una hoguera para calentarse, pero no la conseguía encender; lo intento tres veces y, nada, no se encendía. Lo fue a intentar otra vez; levantó la cabeza y allí estaba él ojáncano. Ella, para que no pensará que le había visto, actuó con normalidad y se fue.
  • 10. Se quedó más tranquila y, el día que pasaba por el pueblo, la llamaban la novia del ojáncano.
  • 11. Una mañana el ojáncano estaba esperándola en la puerta de su casa, pero ya la gente fue saliendo, hasta que todo el pueblo quedó vacío y ella no había salido. Entonces la buscó, pero no la encontró y mandó a un cuervo a buscarla. El cuervo vino, se posó sobre la nariz del ojáncano y le dijó que no la había encontrado. Le mató y destruyó la casa de la pastora y luego las siguientes, así hasta
  • 12. que destruyó todo el pueblo; solo quedaban unos hombres. Una señora dijo al ojáncano que se la habían llevado sus padres, por si acaso la hacía daño. La gente pensaba que ese fue el primer ojáncano malo y luego todos los demás nacieron malos.
  • 13. LEYENDA CANTABRA PARA CONTAR A MIS COMPAÑEROS
  • 14. llena de flores y renacuajos. Muchas muchachas y mujeres iban a la fuente a recoger agua y charlar con las otras. Un día una muchacha fue a buscar agua y cuándo se iba a ir a su casa oyó una música que empezó a sonar en su cesta; cada vez que daba un paso rápido la música se fue alegrando de menos a más. Debajo de la fuente Hay hay hay un tesoro Con mucha plata y oro
  • 15. Ella se fue corriendo a su casa, al oír esas palabras, para contárselo a su padre y decirle que era un duende. El padre no se lo creía, pero al final, la mandó que fuera a por unas palas para cavar en la tierra. El padre no sabía si era cierto o mentira; así que se lo preguntó de nuevo y ella le dijo que no. Fueron noche por noche, pero desesperados no encontraban nada ;al fin un día llegaron hasta algo duro, empezaba a amanecer y lo tuvieron que tapar hasta la noche siguiente y poder dormir un día entero. Los campesinos vieron los destrozos y pensaron que fue el Ojáncano que todo el mundo conocía. Una mañana, el padre de la muchacha la mintió diciéndola que se iba a segar heno a un prado que tenían; pero en realidad lo que hizo fue subir a las peñas del monte Dobra para proponerle un trato al Ojáncano: El trato fue el siguiente: “ Si levantas una piedra, te daré a mi hija como recompensa". El Ojáncano no se lo podía creer y aceptó.
  • 16. Cuándo llegaron a la fuente, la bestia empezó a cavar y al final llegó a la piedra. Tiró y tiró con sus enormes manazas; y lo consiguió y debajo encontraron un enorme baúl de hierro. El Ojáncano que cumplió el trato preguntó al padre de la muchacha que dónde estaba. Él le respondió que la traería enseguida; el monstruo , aún no convencido, cogió un puñado de oro y plata para que el hombre cumpliera su promesa.
  • 17. Cuando llegó a su casa despertó a su hija y la dijo que fuera a la fuente de piedra, y que él enseguida iba porque tenía que coger unas cuerdas. Todo fue mentira: tenía que esconder el tesoro detrás de la casa y echarle hierba seca por encima. Cuándo la muchacha estuvo a punto de llegar a la trampa de la bestia, un niño apareció llorando porque no encontraba a su cordero. Los dos se pusieron a buscarlo y, de repente, entre unos arbustos apareció ; el niño, que en realidad era un duende, se lo contó a la muchacha; el duende la dijo que se montara en el cordero, que unos segundos después se convirtió en caballo. Los dos subidos se fueron galopando y el Ojáncano dando pasos gigantescos por detrás, no consiguió alcanzarlos y juró que si algún día se encontraba con el padre, lo mataría por no cumplir el trato.
  • 18. La muchacha se asustó y el duende se transformó en un viejecito chiquitín y rechoncho que convirtió al caballo en lobo. Después de andar un buen rato llegarón a un roble hueco donde el duende decía que era tan profundo que llegaba al centro de la Tierra. El duende transformo de nuevo a la muchacha y a él en orugas para poder agarrarse al roble. Cuándo el Ojáncano llegó hasta el roble por su fino olfato, arrancó el árbol, lo lanzó y empezo a cavar en la tierra.
  • 19. El dunde y la muchacha volvieron donde estaban el Ojáncano y el padre; como ellos habían cavado mucho, el viejecito pudo echarles toda la tierra encima que había fuera para taparles y que no pudieran salir. El duende advirtió a la muchacha que, si estaba atenta, algún día encontraría el tesoro. Pasaron los meses, los años, pero ya se olvido de las palabras del duende y no lo encontró. Ahora el tesoro está enterrado en lo que un día fue una granja no lejos del monte Dobra.
  • 20.
  • 21.
  • 22.
  • 23.
  • 24.
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  • 26.
  • 27.
  • 28.
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  • 31. AHIXA RUIZ GARCÍA 6ºB ENERO 2012
  • 32. Todos los días cuando atardece, sale a la superficie del mar una sirena muy bella que se sienta en la orilla a peinarse mientras canta bellas canciones. Cada día elige un lugar diferente que este alejado de los humanos para que nadie la vea; ella es una sirena del Cantábrico y no tiene ideas malas como otras y ella no canta para que los pescadores se choquen con sus barcos en las rocas. Una tarde eligió un acantilado en el que empezó a peinarse y a cantar sus canciones. En dicho acantilado había una gruta que llegaba hasta la cueva de un Ojáncano. El Ojáncano llegó a su casa después de saquear las aldeas cercanas, ya que era avaricioso y se moría por las riquezas. Cuando se echo a dormir, después de comer diez ovejas, escucho una leve voz que llegaba desde el fondo de la gruta mezclada con el sonido del mar. El Ojáncano no podía dormir ya que la voz de la sirena le atormentaba. Cuando consiguió dormirse tuvo muchas pesadillas. Al despertarse no sabía quién emitía esas melodías y no para de pensar quien podría ser. Al amanecer mandó a su amigo el cuervo para que descubriera quien era el culpable de que no durmiera apaciblemente .
  • 33. Después de volar durante todo el día, al atardecer, el cuervo vio como una sirena de pelo largo nadaba hasta la orilla y se sentaba, cogía una raspa de un pez y frotándola entre sus manos la convertía en un peine de metal brillante con el que se peinaba mientras entonaba bellas canciones. El cuervo no pudo aguantarse su avaricia por las cosas brillantes que mientras la distraía con sus graznidos la robo el peine. El cuervo voló a contarle al Ojáncano lo que había pasado y a darle el peine dorado, este lo cogió entre sus manos y lo comparo con otras cosas que tenia en la gruta y al ponerlo a la luz de la luna llena se dio cuenta de que era de oro y que la sirena podía hacer el metal precioso. Aquella noche no pudo dormir pensando como capturar a la sirena y llegó a la conclusión que la mejor manera era construir un lago salado cerca de la cueva y secuestrar a la sirena y meterla allí y obligarla a trabajar para el convirtiendo en oro todo lo que se le antojase.
  • 34. Los días siguientes el Ojáncano estaba feliz mientras excavaba el hoyo que serviría de lago. Trabajo tanto que en una semana había terminado el lago, la siguiente semana la dedico a traer agua salada desde el mar y llenar el lago. Después puso tierra alrededor del lago para hacer una especie de volcán y que la sirena no tendría ningún peligro del exterior. Días después saqueo varias aldeas de donde cogía varias cabañas de madera que sumergió en el lago ayudándose de piedras para que la sirena eligiese una como su hogar. Reunió una bandada de cuervos para que vigilase toda la costa y que le avisara cuando la sirena apareciese en la superficie, el Ojáncano esperaba nervioso con un barril lleno de agua salada para trasladarla hasta el lago cuando le avisara los cuervos. Al rato, la sirena salió a la superficie y los cuervos fueron a avisar al Ojáncano, este comenzó a correr siguiendo a los cuervos hasta el lugar donde estaba la sirena y se precipito a cogerla sin tomar ninguna precaución, ya que se creía muy fuerte.
  • 35. La sirena noto el peligro y les recito un conjuro mirándole al ojo y señalándole con el dedo índice de la mano derecha y lo dejo inmóvil. Aquel ser tan hermoso que podía convertir objetos en oro había convertido al Ojáncano en una enorme roca sin perder el sentido. Año, tras año sus barbas se convertían en frondosos arboles y así la vegetación se apoderaba de su cuerpo y la mar labraba formas caprichosas mientras que su ojo observaba a la sirena peinarse cada atardecer mientras convertía objetos en oro. Hasta que el ojo del Ojáncano se apago, la sirena iba cada tarde allí creyendo que allí estaba a salvo de los humanos. Con el tiempo la figura del Ojáncano desapareció dejando el nombre a una peña y una salina de la evaporación del lago para la sirena dando trabajo y riqueza a los humanos. Las riquezas que el Ojáncano guardaba en su cueva jamás fueron encontradas.
  • 36. EL OJÁNCANO Y EL DUENDE
  • 37. Cerca del Monte Dobra, en un pueblecito, hay una fuente de agua clara y fría donde van lasmujeres a buscar agua con sus cántaros y a charlar. Una mañana de mayo una muchacha llegó para llenar su cántaro y cuando éste se llenó, la joven regresaba a casa. Notó como si hubiera un animal dentro del agua. Del susto hubiera soltado el cántaro, pero tenía más miedo a que la regañaran si se rompía.
  • 38. • La muchacha sabía que existían los duendes juguetones en las fuentes, pero no sabía que hablasen, así que se asustó. Después pensó que era una broma de un duende y vació el cántaro porque tenía miedo de comérselo y volverse tan loca como él. • . Una voz salía del interior y cantaba: "Debajo de la fuente hay, hay, hay un tesoro con mucha plata y oro". Al llegar a casa la regañaron por llegar tan tarde y la muchacha contó a sus padres lo sucedido con el duende. Su madre no la creyó, pero su padre, que era muy ambicioso y muy pobre, esperó a que todos los habitantes estuvieran durmiendo para ir junto a su hija hasta la fuente, y, allí cavaron y cavaron pero no encontraron nada.
  • 39. Cuando ya estaban casi desfallecidos, tocaron en una losa enorme, sin embargo fue imposible moverla, por lo que decidieron ir a acostarse debido a que estaba amaneciendo. Antes de irse, cubrieron la losa con la tierra sacada. Al día siguiente, los vecinos, comentaron que un Ojáncano había destrozado la fuente y que unos vecinos la habían arreglado. Al tercer día, padre e hija volvieron a la fuente armados con picos, pero tampoco pudieron retirar la losa y
  • 40. • Así lo hicieron durante varias noches, hasta que en su última salida el padre dijo que no quería saber nada más de la fuente y subió al Monte Dobra, unas peñas en las que vivía un Ojáncano. Este lugar se reconocía fácilmente ya que estaba destrozado. • • Una vez allí, el padre gritó varias veces y, de un rincón del monte, salió un vozarrón. El Ojáncano preguntó que qué quería y el labrador dijo que había ido a proponerle un trato: le ofreció a su hija a cambio de que levantara la losa de la fuente, lo que el Ojáncano aceptó. • • Llegada la noche, ambos se encontraron en un puente y tal y como acordaron, fueron hasta la fuente. Una vez allí, el Ojáncano levantó la losa y dejó al descubierto un cofre de hierro. • • El labrador dijo que ése era su tesoro, lo abrió y sus ojos brillaron por avaricia al ver monedas de oro y joyas.
  • 41. • En ese momento el Ojáncano le pidió a su hija y el labrador se fue a su casa a buscarla e hizo qu se levantara y dijo que le acompañara a la fuente a buscar el tesoro. A las pocos pasos al hombre se le desgarraba el corazón así que pidió a su hija que se adelantara. • • La chica obedeció, pero antes de llegar a la fuente, encontró un niño llorando porque había perdido un cordero. El Ojáncano los miraba y, cuando iba a atacar, el niño dijo a la joven qu montara en su cordero y éste se transformó en un caballo muy especial al que no pudo alcanza el Ojáncano. • • El niño dijo a la joven que en realidad era un duende viejecito con un cordero que se podía transformar en cualquier animal. La contó como vió a su padre ofrecerla a cambio del tesoro. Ella lo entendió y se puso a llorar. ynj7i
  • 42. • • El duende se ofreció a cuidar de ella, ante el temor de que el Ojáncano fuera a buscarla. • • Mientras tanto el Ojáncano volvió a la fuente y allí encontró al padre que ya había vaciado el cofre y lo había enterrado en su corral. El Ojáncano le contó lo sucedido y ambos fueron en busca del duende y de la chica. • • Caminaron mucho hasta encontrar la cueva donde estaban pero, cuando estaban a punto de verlos, el duende transformó a la chica en oruga y a sí mismo también.
  • 43. • En ese momento el Ojáncano estaba furioso y empezó a cavar y cavar por las galerías de la cueva, tanto que acumuló montañas de tierra a su alrededor imposibles de escalar. • • Cuando padre y Ojáncano se dieron cuenta de que no podían salir del agujero, miraron hacia arriba y vieron al viejecito, el cual fue empujando con el pié los montones de arena hasta dejar a los dos hombres sepultados.
  • 44. • El viejecito acompañó a la joven a su casa y la dijo que si era buena, algún día ella encontraría un tesoro, pero ella con el tiempo olvidó lo que dijo el viejecito. • • Por lo que dice la leyenda que todavía hay un cofre enterrado en un corral cerca del Monte Dobra. • Fin Alex Sierra Fernández 6ºB
  • 45. EL OJÁNCANO ENAMORADO Jose Sierra Fernandez 6ºB
  • 46. e Un día estaba una pastorcilla en un monte de Cabuérniga contemplando su cara en una fuente. Era tan guapa que se hablaba de ella en toda la comarca, pero a ella le divertía ver su imagen fea y distorsionada en el agua. De pronto, descubrió la imagen corpulenta de un Ojáncano que la miraba con su enorme ojo. La pastorcilla, aterrorizada, huyó gritando y corrió sendero abajo hasta que se quedó sin fuerzas y volvió la cabeza, pero se sorprendió al ver que el monstruo no la seguía, ya que muchas veces había oído contar a su madre que el Ojáncano raptaba jovencitas y las hacía cosas horribles en su cueva. A pesar del terror por lo que había visto, recordó lo que había sucedido y llegó a la conclusión de que el gigante tan monstruoso y repugnante no tenía una mirada fiera
  • 47. Otro día que la mocita fue al monte con sus ovejas, hizo una hoguera porque hacía frío, pero una ráfaga se lo apagaba y eso era extraño porque no hacía viento. Miró a su alrededor y descubrió la cabeza del Ojáncano escondido en los matorrales con la mirada triste: eran sus suspiros los que apagaban el fuego de la pastorcilla. Una vez más le produjo mucho miedo, así que salió corriendo y gritando como la primera vez. Se puso de espaldas a un castaño y se imaginaba que el monstruo le pudiera poner la mano encima, pero también se preguntaba ¿qué quería de ella? ¿por qué la miraba de una manera tan triste?
  • 48. Pasó el tiempo y, aunque tenía pesadillas horribles en las que el monstruo le atacaba, volvió a bajar al monte conduciendo sus ovejas, llevando un haz de leña en su cabeza y sintión que éste desaparecía. Miró a un lado y al otro y no vió nada, pero, al mirar hacia arriba, se la cortó la respiración al ver que el haz de leña lo tenía un Ojáncano. Esta vez sintió tanto miedo que se quedó paralizada y no pudo correr, ni gritar. Siguió andando mientras rezaba y se preguntaba ¿qué le haría el Ojáncano
  • 49. De esa manera llegó cerca del pueblo dónde el Ojáncano le devolvió el haz de leña y se marchó tranquilamente. La pastorcilla, aunque había pasado miedo, entendió que él solo pretendía ayudar. Poco a poco le fue quitando el miedo porque cada vez que ella bajaba al bosque, el monstruo la ayudaba a llevar su haz de leña .
  • 50. Ninguna persona del pueblo comprendía que se acercara a ella y no le hiciera daño, así que llegaron a la conclusión de que el monstruo se había enamorado de la pastorcilla. Y era verdad que cuando la veía, se ponía rojo, se quedaba embelesado y daba muchos suspiros. Después ella le miraba y le sonreía con ternura. En el valle empezaron a llamarle la novia del Ojáncano, ya que pasaba con él desde por la mañana a la tarde y le tenía muchísimo cariño porque era bueno, amable, le ayudaba con sus ovejas si se perdían, le abría caminos y le ayudaba a resguardarse si llovía.
  • 51. Un día la buscó por el monte, los ríos, la llamó a gritos, mandó a un cuervo que fuera a buscarla, pero no aparecía. A la mañana siguiente siguió buscando y, como no la encontró, se enfadó tanto que empezó a destrozar todo lo que encontraba a su paso. Bajó al pueblo de la muchacha y, al ver que no estaba en su casa, gritó tanto que sonó como si fuera un trueno
  • 52. • Una viejecita le contó que sus padres habían llevado a la pastorcilla lejos para que no le viera. El Ojáncano sentía que no podía respirar, que su pecho se agitaba y se puso tan furioso que derribó casas, iglesias, mató animales, aplastó hombres y mujeres hasta que no dejó en el valle nada en pié. • • Hay gente que cree que éste fue el primer Ojáncano malo y que después todos fueron como él. • • • Jose Sierra Fernández, 6ºB.
  • 53. LA SIRENA Y LA OJÁNCANO Beatriz Solana
  • 54. LA SIRENA Y EL OJÁNCANO Todos los atardeceres, cuando el sol empieza a esconderse, aparece una bella sirena que sale a la superficie del mar en la costa de Cantabria y se acerca a la orilla y peina su melena mientras canta bellas melodías. Cada día está en un lugar distinto, siempre alejado, de manera que no interfiera en la vida de los humanos con su presencia, ya que las sirenas del Cantábrico no tienen las malas intenciones de atraer a los hombres con sus cantos. Una tarde, en un acantilado rocoso, peinaba su melena quitando sus algas de ella mientras cantaba. En aquel lugar rocoso había una gruta que comunicaba con las montañas del interior y desembocaba en una cueva de un Ojáncano, conocido por su mal carácter y por su avaricia y le gustaba aprovecharse de los demás. Escondía sus riquezas en un lugar oculto de la cueva.
  • 55. Cuando se tumbó a descansar, después de una voraz comida de diez ovejas, oyó al fondo de la cueva una voz que no percibía claramente por el sonido de las olas. Atento a los canticos de la sirena no conciliaba el sueño, ya que le molestaba; cuando por fin pudo encontrar el sueño, todo se volvieron pesadillas.
  • 56. Al despertar, se levantó de su sitio y encargó a su compañero, el cuervo, que sobrevolase la costa Cantábrica y descubriese el causante de sus pesadillas y que no volviera sin traer noticias. El cuervo descubrió que, al atardecer salía una sirena a la superficie del agua y peinaba sus cabellos con una espina de una merluza y que frotándola con sus manos hizo un peine de metal brillante mientras iniciaba una melodía. El cuervo no se pudo resistir al objeto brillante por su instinto de robar; el animal se aprovechó de un momento relajado de la sirena para volar hacia ella y arrebatarla el peine. El cuervo volvió a la gruta donde vivía el Ojáncano para darle todo tipo de detalles sobre lo que vio, mostrándole lo que había robado.
  • 57. Él Ojáncano no salía de su asombro y miraba fijamente aquel objeto metálico, el peine. El Ojáncano observó, en un destello que producía la luna llena sobre el peine, que el peine era de oro y que la sirena tenía poderes para producir el metal. Aquella noche no pudo dormir pensando como capturar a la sirena y llegó a la conclusión que la mejor manera era construir un lago salado cerca de la cueva y secuestrar a la sirena y meterla allí y obligarla a trabajar para el convirtiendo en oro todo lo que se le antojase. Los días siguientes el Ojáncano estaba feliz mientras excavaba el hoyo que serviría de lago. Trabajo tanto que en una semana había terminado el lago; la siguiente semana la dedico a traer agua salada desde el mar y llenar el lago. Después puso tierra alrededor del lago
  • 58. para hacer una especie de volcán y que la sirena no tuviera ningún peligro del exterior. Días después saqueo varias aldeas de donde cogía varias cabañas de madera que sumergió en el lago ayudándose de piedras para que la sirena eligiese una como su hogar. Reunió una bandada de cuervos para que vigilase toda la costa y que le avisara cuando la sirena apareciese en la superficie; el Ojáncano esperaba nervioso con un barril lleno de agua salada para trasladarla hasta el lago cuando le avisaran los cuervos. Al rato, la sirena salió a la superficie y los cuervos fueron a avisar al Ojáncano; este comenzó a correr siguiendo a los cuervos hasta el lugar donde estaba la sirena y se precipito a cogerla sin tomar ninguna precaución, ya que se creía muy fuerte.
  • 59. La sirena noto el peligro y le recito un conjuro, mirándole al ojo y señalándole con el dedo índice de la mano derecha, y lo dejó inmóvil. Aquel ser tan hermoso que podía convertir objetos en oro había convertido al Ojáncano en una enorme roca, pero podía ver y sentí todo lo que pasaba. Año, tras año sus barbas se convertían en frondosos árboles y así la vegetación se apoderaba de su cuerpo y la mar labraba formas caprichosas mientras que su ojo observaba a la sirena peinarse cada atardecer, mientras convertía objetos en oro. Hasta que el ojo del Ojáncano se apagó, la sirena iba cada tarde allí, creyendo que allí estaba a salvo de los humanos. Con el tiempo la figura del
  • 60. La sirena noto el peligro y le recito un conjuro, mirándole al ojo y señalándole con el dedo índice de la mano derecha, y lo dejó inmóvil. Aquel ser tan hermoso que podía convertir objetos en oro, había convertido al Ojáncano en una enorme roca, pero podía ver y sentir todo lo que pasaba. Año tras año sus barbas se convertían en frondosos árboles y así la vegetación se apoderaba de su cuerpo y la mar labraba sobre él formas caprichosas, mientras que su ojo observaba a la sirena peinarse cada atardecer y convertir objetos en oro. Desapareció dejando el nombre a una peña. Las riquezas que el Ojáncano guardaba en su cueva, jamás fueron encontradas. Beatriz Solana Moncalián 6ºB
  • 61. EL HOMBRE PEZ Gabriel Carcoba Fernández 6ºB
  • 62. Hace mucho tiempo en Liérganes vivía un chico llamado Francisco al que le encantaban el agua y los peces. Estaba obsesionado en saber cómo los peces pueden aguantar tanto tiempo debajo del aguay él, ni siquiera, puede aguantar un minuto. Le costaba mucho estar mucho tiempo debajo del agua sin respirar. Fabricó una caña larga y así se podía quedar debajo del agua muchísimo tiempo, respirando por ella.
  • 63. Su madre lo mandó a casa de un tonelero para trabajar, pero le despidió porque Francisco robó dos toneles para meter pececillos. Su madre le echó una buena bronca: -¡Condenado muchacho!- le regañó su madre.-No vales para nada. ¡Ojalá te hubieras quedado en el agua con los peces!
  • 64. Con el tiempo sus pulmones se acostumbraron y podía estar varios minutos debajo del agua sin la caña. Un día, mientras seguía concentrado a unos salmones, notó que el agua ya no era dulce, que el río se ensanchaba y que había peces que nunca había visto. Francisco estaba en la bahía de Santander. Al ver lo grande que era, se quedó muy sorprendido. Vio un barco de piedra, que dicen que llevó a Santander las cabezas de los patrones, san Celedonio y San Emeterio. Se quedó allí hasta la noche y se dio cuenta de que su madre le estaba esperando. Volvió a casa, y su madre le regañó porque creía que se había ahogado
  • 65. Más tarde su madre se enteró de que en Bilbao había trabajo y mandó allí a Francisco. Enseguida se enteraron de que Francisco era muy buen nadador y la noche de San Juan él y unos compañeros de trabajo fueron a nadar. Todos nadaban muy rápido, pero Francisco era más rápido. Iba tan rápido que sus compañeros volvieron a la orilla y le dieron por muerto.
  • 66. Unos años después encontraron en la bahía de Cádiz un pez con cabeza de hombre y en el lado frontal del tronco tenía unas escamas y en los pies tenía membranas. Lo llevaron a Cádiz y después a un convento de frailes; el hombre pez consiguió pronunciar una palabra: Liérganes.
  • 67. Un fraile le llevó y fue directo a casa de su madre. Su madre lo recibió gentilmente. Francisco vivió nueve años con su madre. Como era muy dócil, todos los vecinos le mandaban recados. Un día uno le mandó llevar una carta a Santander.
  • 68. Cuando casi llegó vio la bahía de Santander, tiró la carta al aire y fue corriendo al agua. Se lanzó al mar y no se le volvió a ver. Muchos científicos que eso es una mentira que no tiene nada que ver un desaparecido en la ría de Bilbao con un tonto aparecido en la bahía de Cádiz. Recientemente han encontrado un escrito del mismísimo hombre-pez. Decía que existían muchos otros hombres-pez u que un hombre-pez no puede salir del mar en el que se crió . Él salió del Cantábrico y Lantarón, el dios cántabro del mar, le devolvió a tierra.
  • 69.
  • 70. LEYENDA La sirena de ojos turquesa Daniel Gómez Herrero 6º B.
  • 71. De las sirenas dicen que son malvadas porque atraen y enamoran con sus dulces cantos a los pescadores para que sus barcos choquen contra rocas que apenas se pueden ver. Todo es falso. Las sirenas son seres adorables. Es cierto que se enfadan cuando ven que algún marino les canta o les silba, púes creen que es una burla; en este caso se juntan muchas de ellas y nadan dando vueltas alrededor del barco formando remolinos, para asustar a la tripulación, pero eso es todo. No son mujeres-pez, sino mitad pez y mitad mujer, igual que los tritones que no son como ellas, sino que mitad pez, mitad hombre. En una ocasión un tritón contó lo que sigue de una sirena que, de alguna manera, explica su relación con los hombres. fbf
  • 72. El de nuestra historia lo hizo todo bien para Vivía en una casita cerca de Castro Urdiales una merecerla. Un amanecer en que navegaba con mocita. Era guapísima y presumida; no hablaba con otros dos barcos, sintieron el aire fresco de la nadie y siempre llevaba la barbilla bien alta. Le aurora. Enseguida se dieron cuenta de que estaban delante de un fenómeno: el canto de encantaba saltar entre las rocas, de las que las sirenas. En efecto, allí estaban un grupo de arrancaba las mejores almejas, erizos y ellas entre dos olas. percebes, que luego vendía en la plaza del pueblo. -¡Cuidado! gritó - el pescador – no las Su marido era un pescador que pasaba la mayor escuchéis o estáis perdidos. parte del tiempo en el mar. Estaba enamorado de su mujer y siempre que volvía, traía algún regalo para Las sirenas no cantan para atraer el peligro a los marineros, no; cantan para deleitar y ella. Aunque la gente hablaba sobre la actitud de atraer a sus queridos tritones. En realidad son superioridad de la muchacha, los mas discretos los marineros quienes por disfrutar, dejan creían que era por las diferencias culturales, pues se aparte el timón y el gobierno del barco. En decía que la había traído de otras tierras y en general esta ocasión lo que hicieron fue perderse. ella no estaba enamorada de él ni lo podía estar. El, no conformándose con oírlas, cogió las redes y hasta que no tuvo una en su poder, no Aquella mujer era una sirena. Como es bien paró. Consiguió a una mujer rubia con los ojos del sabido, un pescador que consigue capturar una color turquesa. La beso y, al punto, se sirena, tiene el derecho a casarse con ella. Para trasformó ella en mujer entera. conseguir que pueda convertirse en su Le entregó su espejo y volvieron a mujer, necesita besarla enseguida, convirtiéndosele tierra, donde desde entonces fue su esposa. entonces la cola en dos piernas. Además, la sirena Para estar seguro de que nunca la debe darle su espejo para que él lo esconda sin que perdería, metió el espejo en una bolsita de ella pueda encontrarlo, porque, si ella se mira en cuero y la guardó en una rendija de su barco, al que ella nunca subía. él, termina el hechizo: vuelve a transformarse en sirena y regresa al mar.
  • 73. Un buen día, cuando volvía de trabajar, se levantó un violento temporal y las olas enfurecidas zarandeaban el barquito. Serena y tranquila, su mujer esperaba en la orilla, como muchas otras que, impacientes y llorosas, no tuvieron la suerte de ver regresar a sus hombres. Lo llevó a casa, le preparó un caldo caliente, le curó los desgarrones y se acostó a su lado para darle calor. A la mañana siguiente lo dejó dormido y se fue a su tarea habitual. Al arrancar un erizo rojo como el hierro, descubrió algo increíble encajado entre las rocas. Lo cogió y vio que era una bolsa de cuero, toda rozada que parecía contener monedas. La abrió y vio que no eran monedas, sino trozos de nácar. Los puso juntos en la mano y , de pronto, vio que reflejaban su cara. Al reconocer su antigua cara en lo que quedaba de su espejo, sintió que se le apretaban las piernas y poco después se transformaban en cola. El rostro se le iluminó de felicidad, fue al agua rápido y preguntó a unos espumeros dónde estaban sus excompañeras.
  • 74. Un buen día, cuando volvía de trabajar, se levantó un violento temporal y las olas enfurecidas zarandeaban el barquito. Serena y tranquila, su mujer esperaba en la orilla, como muchas otras que, impacientes y llorosas, no tuvieron la suerte de ver regresar a sus hombres. Lo llevó a casa, le preparó un caldo caliente, le curó los desgarrones y se acostó a su lado para darle calor. A la mañana siguiente lo dejó dormido y se fue a su tarea habitual. Al arrancar un erizo rojo como el hierro, descubrió algo increíble encajado entre las rocas. Lo cogió y vio que era una bolsa de cuero, toda rozada que parecía contener monedas. La abrió y vio que no eran monedas, sino trozos de nácar. Los puso juntos en la mano y , de pronto, vio que reflejaban su cara. Al reconocer su antigua cara en lo que quedaba de su espejo, sintió que se le apretaban las piernas y poco después se transformaban en cola. El rostro se le iluminó de felicidad, fue al agua rápido y preguntó a unos espumeros dónde estaban sus excompañeras.
  • 75. Dicen que el pescador, desesperado, se tiró de lo alto de un acantilado, maldiciendo a Lantarón, el dios del mar, y a las sirenas. Desde entonces se comentó entre las gentes que no conocían el verdadero origen de aquella joven, la peregrina leyenda de que se trataba de una hija de una vecina del pueblo que se transformó en sirena porque su madre le había echado una maldición por pasar los días enteros en la orilla del mar.
  • 76. La fuente de piedra Lleir Martínez Diez 6ºB
  • 77. Úrsula y Rodrigo se amaban desde hace mucho tiempo. Sus familias veían bien su amor y querían que se casasen cuando fuesen mayores; ellos aceptaron. El paso de los años hacía su amor cada vez más fuerte. En aquella época los montañeses se sentaban junto al fuego para hablar de rumores y, en aquella noche, había dos: la boda de Úrsula y Rodrigo y la llegada del Ojáncano a las montes más cercanos.
  • 78. Úrsula, un día fue a pasear por un huerto de su casa; observando el paisaje que la rodeaba, llegó al pie del monte en el que acababan sus terrenos y se sentó en un tronco caído donde se veía con su amado. De pronto le cayó una avalancha de rocas que sepultó y mató. La avalancha la provocó el Ojáncano. Cuando su amor se enteró, fue corriendo hasta allá para intentar salvarla, apartando las rocas y llenándose las manos de sangre de Úrsula, su amada. Éste juró vengar su muerte. i
  • 79. t Reclutó a un grupillo de soldados y se dirigió a matar al Ojáncano. En su búsqueda Rodrigo se volvió loco; los soldados decidieron abandonarlo, pero él, pese a todo, junto con su espada, su caballo, su escudo y su lanza siguió persiguiendo al gigante. Pasaron más de 30 años; Rodrigo no volvía, y de la cruz de Úrsula nació un hilillo de agua que pronto, creció y se convirtió en un gran río. N
  • 80. 6ui7ii8o``++ p Un peregrino de enfermedad incurable, fue testigo del nacimiento del río y de él bebió; paró a descansar y, cuando se despertó, su enfermedad había desaparecido. La noticia voló y todos los enfermos fueron a beber, descansar y ser curados. La cruz se convirtió en un centro de peregrinación. Los frailes, aprovechando las piedras que sepultaban a Úrsula, construyeron una iglesia.,
  • 81. Rodrigo, al fin, regresó arrastrando la cabeza imponente del monstruo para ponerla junto a la tumba de su amada. Al lado de la iglesia grabaron en una piedra: “Quien muere amando y muere casto, muere mártir”.
  • 82. EL DUENDE ZAHORÍ Lorena Echevarría Hoya 6ºB
  • 83. Todos los duendes que habitan en las montañas y pueblos de Cantabria no son bromistas como el Trenti. Este ocupa el primer lugar y un enanito que no tiene nombre conocido y a quien la gente llama Trastolillo. Entre los que se dedican exclusivamente a hacer el bien y que la gente llama a veces “ enano que todo lo encuentra”, “ buscador milagroso de las cosas perdidas” o “ duende de los extravíos”. Aquí lo llamaremos Zahorí. El duende Zahorí es pequeño, moreno, de cara redonda, nariz larga y afilada, ojos negros grandes y pelo rubio. Su voz es ronca, como si estuviera siempre enfadado, cosa que raramente ocurre, pues le gusta la broma y tiene una risa larga, burlona y estrepitosa.
  • 84. No tiene vivienda fija y siempre lleva encima una tira de cuero de sapo, con la que se defiende, y un catalejo. También tiene un hermano gemelo, mucho más tranquilo y que no lleva tira de cuero ni catalejo, también busca las cosas perdidas, pero es menos conocido. En Cantabria, antiguamente, cuando alguien perdía algo, lo primero que hacía era repetir varias veces esta invocación: Duende, duende, duendecito una cosa yo perdí; duende, duende, duendecito compadécete de mí.
  • 85. Si la persona que lo invoca es buena, el duende Zahorí llega a toda velocidad envuelto en una nubecilla de polvo y escucha atentamente la descripción del objeto perdido. Luego se lleva el catalejo al ojo derecho; busca a un lado y a otro, lo retira del ojo, hace una señal al perdedor para que lo siga y, sin decir palabra, pues nunca habla, echa a andar con su paso vivo y decidido. Cuando llega al lugar donde se halla el objeto perdido, se lo señala a su dueño, que lo toma gozoso y le da las gracias. Pero el duende Zahorí no va directamente hacia dicho lugar, sino que da muchos rodeos, pues quiere asegurarse de que la persona que solicita su ayuda tiene verdadera fé en él. Si ve que empieza a impacientarse y a dar muestras de incredulidad sobre sus poderes, desaparece súbitamente como había llegado y la deja con dos palmos de narices. Luego, ya solo, sigue buscando, encuentra el objeto y se lo regala a algún necesitado.
  • 86. Cuando el camino hacia lo perdido es largo y el que pide ayuda es un anciano o un niño que se cansan, se los carga a hombros, pues a pesar de su reducida talla tiene unas fuerzas prodigiosas y los lleva hasta el objeto extraviado. Había en Vioño, cerca de Renedo, un señor muy bromista y algo tonto, que se apostó con unos amigos que conseguiría reírse a costa del duende Zahorí, haciéndole buscar una oveja que no había perdido. Le llamó de la forma exigida:
  • 87. Duende, duende, duendecito, una cosa yo perdí; duende, duende, duendecito, compadécete de mí. Apareció el duende, y le dijo con cara triste que había perdido una oveja. El duende Zahorí miró por su catalejo, le hizo la seña acostumbrada de que le siguiera y se encaminó al monte.
  • 88. El hombre le seguía, riéndose por dentro y anticipando lo que se iba a reír con sus amigos cuando les contara el suceso. Cuando llegaron a lo alto de la colina, el duende Zahorí le dijo que le esperara allí, pues creía que la oveja se había perdido entre unos tupidos espinos que se veían en el hondo de un barranco, y desapareció. El bromista se sentó y sonrió como un estúpido, esperando el regreso del duende. Pero pasaron las horas, cayó la tarde, y el duende no aparecía; así que se volvió al pueblo y fué a reunirse con sus amigos, que, en cuanto le vieron llegar, le dijeron:
  • 89. - Has perdido, ¿eh?- le dicen. - ¡Ja, ja, ja!- respondió él. - ¿Y la oveja?- le preguntan. - ¡Ja, ja, ja! El tonto del duende todavía anda buscándola por el monte, ¡ja, ja, ja! - les contó. Y sus amigos rieron con él. - Mañana me la traerá, el muy inocente - dijo- os invito a una copa. Bebieron todos un rato y luego el hombre volvió a su casa. Al llegar, se encontró con el ovejero del pueblo que volvía del monte y dejaba en cada casa las ovejas de cada vecino. Nuestro hombre fue a meter las suyas en el corral y notó que le faltaban cuatro. Sus risas se transformaron en penas. Alcanzó al pastor que le dijo que no había notado nada, y poco después volvieron los dos al monte en busca de las cuatro ovejas.
  • 90. Hicieron apresuradamente el recorrido que el pastor había hecho durante el día, sin encontrar rastro de la cuatro ovejas, sin oír balido alguno. Cuando ya la oscuridad de la noche no les dejaba distinguir las sombras, se volvieron a casa cansados. El hombre no durmió en toda la noche, preocupado por la pérdida, pero sin imaginar siquiera que aquel extravío tuviera algo que ver con su bromita de por la mañana. Al día siguiente, en cuanto se hubo levantado, volvió a llamar al duende Zahorí; esta vez en serio y poniendo toda el alma en cada sílaba:
  • 91.
  • 92.
  • 93. A la mañana siguiente volvió al monte. Imploró al duende Zahorí que, por favor, se le apareciera y le ayudara a encontrarlas; pero una y otra vez, del duende sólo se oían las carcajadas, cada vez, más molestas. Aquella tarde, al bajar del monte, lo que cayó del cielo a sus pies fueron cuatro mechones de lana, por supuesto procedentes de sus ovejas. Así pasó varios días yendo al monte y sufrir la pérdida de sus cuatro ovejas y a torturarse llamando al duende Zahorí que seguía riéndose de él sin cesar. Finalmente, arrepentido de su imprudencia, un día le llamó, añadiendo que lo que le había contado la primera vez de una oveja perdida fue para reírse de él con sus amigos y que le pedía perdón por ello.
  • 94. En aquel mismo instante cesaron las carcajadas y, de entre unos espinos cercanos, salieron tres ovejas a las que les faltaban algunos mechones y se lanzaron enfurecidas hacia el hombre, al que embistieron violentamente como si fueran carneros. El dueño trataba de defenderse con la vara que llevaba en la mano, pero las ovejas le golpeaban sin parar en las piernas. Cuando vio que no podía evitar aquel ataque ni el dolor que le producía, echó a correr y las ovejas siguieron tras él, golpeándole con la frente camino abajo. Finalmente tropezó, cayó de cara y vio las estrellas. Entonces volvió a oírse la risa del duende Zahorí y las ovejas cesaron sus embestidas y permanecieron quietas. El duende apareció y, contrariamente a su costumbre, habló:
  • 95. - ¡Qué! ¿Te ha gustado la broma? - preguntó, - ¡Ay, ay! - respondió el hombre, magullado por todas partes. - ¿A que nos hemos reído mucho?- volvió a preguntar el duende Zahorí. - ¡Ay, ay, ay !- acertaba apenas a decir el bromista, levantándose y tocándose las doloridas costillas. - Así aprenderás a no burlarte de mí - dijo el duende. Y añadió: como habías perdido cuatro ovejas y confiesas que es mentira que hubieras perdido otra, en total sólo has perdido tres. Aquí las tienes. Mientras las buscaba he encontrado una cuarta que, como no te pertenece, se la regalaré a alguien que la necesite más que tú.