Este documento resume la historia de la representación y participación de las mujeres en el arte a lo largo de la historia. Explica que las mujeres fueron durante mucho tiempo objeto pero no sujeto del arte, y solo recientemente han podido desempeñar roles como artistas profesionales. Destaca algunas de las primeras mujeres artistas como Sofonisba Anguissola en el siglo XVI y cómo recién en el siglo XIX las mujeres como Berthe Morisot y Mary Cassatt pudieron dedicarse al arte de forma más abierta. Finalmente, señala que en la actualidad la
1. Arte y género: Ausencia y presencia de la mujer en el arte
8 de Marzo, Día internacional de la mujer. Una fecha, un nombre. Una historia que hay
que volver a escribir. Pensarla nuevamente, como cualquier historia.
Susana Pérez Tort Crítica de Arte 07-mar-2005
8 de Marzo, Día internacional de la mujer. Una fecha, un nombre. Una historia que hay
que volver a escribir. Pensarla nuevamente, como cualquier historia.
Modernidad, ciudadano, individuo. Se estrenan nuevos valores de un mundo que abre
sus puertas con el Renacimiento. Y se estrena también un nuevo concepto de sujeto.
Pero ¿Cómo era? ¿Qué identidad le damos a ese "Sujeto" individual del mundo
Moderno e Ilustrado (así con mayúsculas)? Pues era Hombre, Propietario y Blanco (así
con mayúsculas). La mujer no era sujeto, mucho menos, artista.
El arte como profesión
Hasta que los románticos rompieron las cadenas que ataban el arte al público y al
comitente, hasta que los románticos hicieron arte por el arte, éste tenía los visos de una
profesión respetable en el seno de cualquier sociedad, en unas más celebrado que en
otras. Había quien exaltaba al genio, otras al trabajador. Hasta que los románticos
decidieron pintar lo que a ellos les dictaba el "estro" (la inspiración) o lo que se les
venía en gana, el ser artista había guardado el perfil de una profesión respetable y
necesaria para el juicio de la blanca e ilustrada civilización. Hasta que la fotografía
viene a liberar al arte de su sumisión a la realidad, el artista fue un profesional. Hoy el
artista, un "bohemio" que cae en brazos de las musas, tiene que remontar varios ríos y
nadar contracorriente para merecer ese nombre: profesional. Y vaya paradoja, cuando el
arte dejó de guardar el sesgo de un bien preciado por la sociedad, para pasar a los
desvanes de la labor de un diletante marginal, en ese momento, con el modernismo,
accede la mujer al arte.
La mujer, objeto del arte
Pasemos revista: las obras más "universales" y celebradas del arte de occidente (el único
considerado "arte" por ese occidente que escribió la historia), son representaciones
femeninas. El "Busto de la Reina Nefertiti" del Museo de Berlín; la "Venus de Milo" del
Louvre; por supuesto "La Gioconda"; las dos Majas de Goya y hasta las Meninas de
"Las Meninas", son mujeres. Podríamos decir también que la primera representación
artística de la que se tenga cuenta debe haber sido la talla de una figura femenina, a
juzgar por el legado de las "Venus" del Paleolítico Superior, allá en la Prehistoria y en
el frío Franco Cantábrico. Sí una mujer fue el primer objeto del arte, y se la representará
con senos enormes y el vientre abultado de la fertilidad, sin rostro y sin extremidades,
sólo apta para dar a luz y traer miembros a la tribu ¿Y cómo no adorarla si sangraba y
paría al cabo de nueve lunas, que tal vez no se llamarían lunas? Y hubo diosas de uno y
otro signo, plasmadas en la piedra, la arcilla o el papiro.
Se las pintó y esculpió una y otra vez, pero hasta que una joven italiana Sofonisba
Anguissola se registró como pintora en la corte española de Felipe II, no queda registro
de artista alguna produciendo arte y de este lado del caballete. Recordemos que el
"sujeto" es blanco, propietario y por supuesto hombre ¿Cómo conceder a una mujer las
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2. dotes necesarias para la creación? Claro que en la corte de don Felipe no se esperaba
que Sofonisba creara, sólo era menester que copiara fielmente los rasgos del rey o de la
reina. Y así lo hizo, sólo los rostros, porque le estuvo proscrito estudiar anatomía y por
supuesto vedadísimo el estudio del desnudo que le permitiría plasmar una pintura
mitológica o religiosa de grupo o de cuerpo entero. Pero es la primera mujer que registra
la historia de un occidente blanco, como sujeto y no objeto de la obra de arte.
Más tarde Artemisa Gentileschi, gracias a las bondades de un padre "liberal", podrá
asumir la maniera de Caravaggio, con el mismo talento que cualquiera de sus
compañeros de taller. Artemisa sí pudo estudiar sin remilgos y demostró que el ser
mujer no era un impedimento para ejercer el rol de artista profesional, tan necesario en
un tiempo en el que las únicas imágenes creadas nacían de la obra de arte.
Una francesa, Adelaida Laville Ghiard, será pintora y maestra, y pondrá énfasis en
mostrarse y pintarse junto a sus alumnas, para mostrar cómo era profesional del arte,
pero también educadora. Seguramente el ser maestra - algo permitido para una dama
formal - maquillaba el escándalo que merecería de haber sólo sentido el llamado de las
musas.
Otra francesa, Elizabeth Vigée Lebrun, pintora de corte de Luís XVI, amiga personal de
la reina María Antonieta, desafió los prejuicios de su tiempo. Fue artista en un tiempo
en que una mujer sólo encontraba su destino con una buena boda. Casó bien, pero fue la
fortuna del marido y la suya propia la que él se jugó sobre el tapete. Y la reina perdió su
cabeza bajo el filo del invento de Monsieu Gillotin, y Elizabeth debió vivir fuera de
Francia de la fama que construyó como retratista. Y viajó de corte en corte retratando a
los nobles, cortesanos y monarcas. La Revolución, primera en asumir con cuentagotas
que hubo mujeres en sus filas, y que el ciudadano podía tener también el rostro de una
mujer, perdonó a su hija pródiga y Vigée Lebrun pudo regresar a su país natal. Fue
madre también Elizabeth, y se pintó con su hija Julie en dos célebres retratos que
penden de las paredes del Louvre y de los Oficios, mostrándose como madre, dentro del
perfil que la historia de entonces guardaba como destino excluyente para una mujer. Y
pintó maravillosamente Elizabeth y sus obras hoy penden de los mejores museos del
mundo, aunque su nombre se haya excluido de la mayor parte de los volúmenes de
historia. Porque la historia la escriben los que ganan. Y será esa también la hora de los
salones de las "ilustradas" en la que la mujer presentaba en sociedad al poeta, el
compositor, o el pintor que era sin excepción, de género masculino.
El genio, como el ciudadano - y esto vale aún hoy que la mujer lleva un siglo dentro de
la historia oficial del arte - es propiedad del hombre, que además tiene que ser blanco.
La mujer, sujeto creador
Habrá que esperar a la Revolución Industrial, al ascenso de la burguesía y al propio
ascenso de la mujer al trabajo rural y fabril así como al imaginario colectivo, para que
aparezcan las primeras mujeres que hagan un arte "innecesario" (porque ya no era
retrato, alegoría o historia) como era el Impresionismo. Berthe Morisot, Mary Cassat, y
la escultora Camille Claudel asumieron sus roles de mujeres que crearon a la par de sus
colegas. Claro que su nombre se asocia aún al de un maestro, y Morisot es cuñada de
Manet, Cassat amante de Degas y Claudel hermana de Paul y la desgraciada enamorada
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3. de Rodin. Pero pintaron, modelaron y tallaron. Caso singular nuestra Lola Mora, mujer
criticada y acusada por el naciente movimiento feminista nacional de usar sus vínculos
con el poder (masculino) para conseguir los encargos para sus mármoles. Cualquier
rosarino conoce el olvido y deterioro de sus mármoles para un primer Monumento a la
Bandera, cancelado cuando su nombre fue arrastrado con el de Roca o Avellaneda y sus
mármoles arrancados del flamante Palacio del Congreso Nacional. Hemos debido
esperar casi un siglo para ver las tallas de Mora lucir en el Monumento que lleva la
firma de Guido y de Bustillo. Y me pregunto ¿Quién tira la primera piedra? ¿Qué
escultor - llámese Miguel Angel, Bernin o Rodin - no hizo uso del poder para recibir
encargos monumentales
El desnudo
Pero hagamos un paréntesis antes de permitir a la mujer entrar por la puerta grande del
arte del siglo XX y lo que va del XXI. Hablemos un poco del desnudo. Es un género
pictórico, con la legitimidad con que lo es el paisaje, la naturaleza muerta o el bodegón.
Si unas frutas y un mantel pueden ser el tema de una pintura, una mujer desnuda
también, aunque difícilmente se pusiera en ese lugar al hombre porque su belleza no era
ideal. ¿Pero porqué no se multiplicó el físico de Adonis como sí el de la Diosa Venus?
En un tiempo en el que la mujer iba vestida de pies a cabeza y era impudor mostrar
hasta un tobillo, la pintura se permitió exhibir a señoritas en carnes luciendo sobre un
diván o paraditas en el medio de un salón. Claro hay que bautizarlas Venus para no
irritar a la censura, y hasta el singular Francisco Goya debió urdir un sistema de
cremalleras para que Godoy pudiera exhibir su Maja desnuda debajo de la vestida.
Pensemos un poco: si hacemos omisión de la aurática tela, del pincel, del atril y del
oficio de pintor, estas señoritas luciendo sus redondeces (exquisitas algunas de ellas
como la Venus del Espejo de Velázquez de la National Gallery de Londres o "La siesta"
de nuestro Prilidiano Pueyrredón) ¿No podrían ser la página central de la marginal
Playboy? Si les quitamos el aura que le provee su identidad de "obra de arte" queda en
ellas sólo una mujer calata, como diría un peruano. Pero el aura del arte es el aura del
arte y las jóvenes son admiradas, y con razón, en los más canónicos museos.
Y llega otro provocador, el francés Courbet que osó pintar el desnudo masculino y para
un mismo conspicuo cliente pintó "La siesta", en la que dos bellas jovencitas dan la idea
de hacer algo más que dormir en una cama. "El Origen del mundo" pintura que hoy luce
orgullosa el parisino Museo de Orsay fue escondida de la vista del público hasta 1951.
Courbet debe haber dicho ¿Quieren ver a una mujer desnuda? Pues llevemos esto a su
máxima expresión, y allí está la joven que sólo muestra las partes pudendas como si
dentro del confín del marco se viese una vista que bien podría llamarse: visita al médico
especialista de la zonas erógenas de la diosa Venus. Pero la llamó "origen del mundo" y
entonces es una alegoría, no una pintura de visos pornográficos como bien la podríamos
adjetivar hoy, si le quitamos el aura que le concede el arte, la historia, el pincel y lugar
en el Orsay.
Y Courbet llegó quizá al máximo grado de la desnudez - sin maquillaje - en la pintura
tradicional e histórica, como hoy la fotógrafa Rineke Dijkstra lo hace con su lente o
Vanessa Beecroft cuando instala conjuntos de mujeres semidesnudas vivas, como obra
de arte.
Pero fueron Degas y Toulouse Lautrec los que encontraron el entorno natural para un
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4. desnudo, mostrando a sus mujeres en la intimidad del baño. Genio el de Eduardo Sívori
cuando en su "El Despertar de la Criada" (verdadera joya del MNBA), muestra a la
criada que se viste en la soledad y la humedad de un cuarto, mientras es espiada por el
ojo de la cerradura. No es un desnudo más el de nuestro maestro, desnuda a la criada,
pero desnuda cómo hasta bien entrado el siglo XX, los "señoritos" se iniciaban en su
sexualidad con la criada que veían tras los cerrojos. Desafiante un Rodin que "desnudó"
al público, como su par Gustav Klimt, a la mujer como parte de un encuentro sexual, sin
que los protagonistas fueran necesariamente Marte y Venus.
Sujeto y par
El ingreso al modernismo no le fue fácil a una mujer sobre la que gravitaban aún más de
un prejuicio. Entre la vanguardia rusa se inscribe el nombre de una mujer: Natalia
Goncharova. Y los nombres de Tamara Lempicka, Sonia Delaunay o Bárbara
Hepworth, son parte del despertar del movimiento moderno, como Louise Nevelson,
Georgia O'Keeffe, Niki de Saint Phalle o Bridget Riley lo son más tarde. Recordemos
que en los albores del modernismo argentino, Norah Borges, hermana de Jorge Luis
Borges, dejó su carrera de artista profesional por consagrarse a su familia y matrimonio,
cosa que nunca le perdonó el poeta.
También acceden al arte mujeres que son pareja de algún artista: Yente y Del Prete;
Raquel Forner y Alfredo Bigatti (autor de las esculturas del Monumento a la Bandera
junto con el maestro Fioravanti); Sonia y Roberto Delaunay; Frida Khalo, más
celebrada que sus ignoradas contemporáneas Remedios Varo o Leonora Carrington, y
Diego Rivera; Lee Krasner y Jackson Pollock.
Y entrados a la posmodernidad y a lo que Arthur Danto llama "el arte después del fin
del arte", la mujer se equipara como en todos las otras profesiones, a la actividad del
hombre. Imposible, como limitativo y tedioso sería hacer una nómina de las artista
contemporáneas. Baste tener en cuenta que en los cuatro nuevos murales que se
sumaron a los históricos de las Galerías Pacífico, está la firma de Josefina Robirosa, así
como el premio que la rosarina Graciela Sacco obtuvo en el 2003, como la artista del
año otorgado por la Asociación de Artistas Plásticos, o el lugar que ocupa Nicola
Constantino en el Olimpo de los plásticos contemporáneos, bastan para darnos cuenta
que has recorrido un largo camino, muchacha, pero has sabido llegar.
...Y sin embargo, Genios con mayúsculas (como Kandinsky, Klee, Matisse, Picasso,
Ducahmp, Dalí, Miró, Pollock o Warhol)... son sólo hombres en la historia oficial de la
historia de las artes, y ayer nomás, cuando se celebró y festejó la inauguración de las
"Puertas" en el Central Park neoyorquino, casi todos los medios registraron las naranjas
"Gates" como una esperada obra (proyectada en 1994) del artista Crhisto Javacheff...
cuando los autores de éste como de otras intervenciones textiles que los hicieron
célebres, son de la pareja formada por Christo y Jeanne Claude, tal como ellos firman
todo lo que hacen... ¿Será quizá que seguimos contando la misma historia?
El tiempo que protagonizamos, en el que el sujeto posmoderno ha sido deconstruido,
seamos las mujeres las que debamos erigir en el imaginario colectivo, el lugar donde
queremos que nos recuerde otra historia.
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