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David Martínez Mendizábal
Coordinador de la publicación
Ma. Esther Bonilla
Corrección de estilo
Clara Keys
Diseño editorial

Publicación del Programa de Formación para Laicos
y Laicas en América Latina y El Caribe.
Noviembre del 2010.
AGRADECIMIENTOS

En los trabajos de índole comunitario es complicado resaltar la participación de algunas personas; sin embargo, extendemos un reconocimiento a las y los profesores del Magis que han puesto sus ideas y sus
afectos al servicio de la formación laical y al Centro Ignaciano de Formación Humanista de la Universidad Iberoamericana León, por su apoyo
durante todo el proceso de la tercera generación del Magis.
En particular queremos agradecer a José Luis Caravias, S.J., Franklin
Ibáñez y Mauricio López su trabajo en la dictaminación de los trabajos
que les correspondieron. También a Clara Keys por el diseño del libro y
a María Esther Bonilla por la corrección de estilo de los ensayos.
ÍNDICE

Introducción

7

Cuando el «tú» y el «yo» se hicieron «nosotros»
Érika Zárate Baca y Danilo Barragán Galarza

13

Con el libro en las manos, los pies en el barro y el
corazón abierto
January N. Gómez V.

43

Aprender a nacer desde el dolor
Sofía Montañez

55

Profesión y fe: mi experiencia
Gloria L. Servín Barrios

75

¿Por qué soy laico?
Denis Coronado Pineda

89

El amor y el servicio como proyecto laical de vida
Palmiro Pável González

105

La encíclica “Caritas in veritate” y el desarrollo
económico en nuestro tiempo: ¿hay convergencias?
Víctor Roca Buiza

117
El compromiso político-social como punto
de encuentro entre creyentes y no creyentes
Clara Keys Alonso de Florida

139

Los laicos y su necesidad de formación
Luzmila Galván Huaman

149

Liberándome para amar y servir
Margoth Paguay Guacho

165

El matrimonio: una opción para crecer juntos en el
amor de Dios
Sol Beatriz Bedoya de Palacio

183

Sexualidad y espiritualidad
Gloria María Soto Marín

195

El espíritu de Dios en el amor de la pareja
Boris Araujo

221

Noviazgo y vida en pareja, una alianza de amor
Mauricio Jesús Centeno Sánchez

241
INTRODUCCIÓN
Pocos meses después del asesinato brutal de sus seis hermanos jesuitas y
de dos trabajadoras, ocurrido en noviembre de 1989 en El Salvador, Jon
Sobrino, S.J. concedió una entrevista a la televisión española. Sobre una
pregunta expresa de la entrevistadora al respecto de la vigencia de la Teología de la Liberación en América Latina, el jesuita salvadoreño-español
señaló que le repateaba la descalificación que se hacía desde Europa sobre
la falta de sistematicidad de tal producción teológica porque “podía ser
que nos faltara tiempo de reflexión, quizá no tengamos tantas bibliotecas
y a lo mejor ni seamos tan inteligentes como allá, pero no se puede afirmar
que la liberación es una moda que puede quedarse atrás”.
Daba en el clavo Jon Sobrino y sirva esta remembranza para colocar en
el horizonte adecuado los espléndidos trabajos que a continuación compartiremos. Puede que nos falte tiempo de reflexión o formación teológica
más sistemática, pero de lo que no se puede dudar es de la necesidad en
los laicos y las laicas de reflexionar, a la luz de la fe, la vida cotidiana. El
extraordinario mundo del laicado es el lugar propio para encontrarnos
con el Dios de la vida y maravillarnos de su obra. El punto de partida y de
llegada en la construcción del Reino, para el laico y la laica, es la compleja
interacción entre dimensiones tan variadas como la familia y el trabajo; la
sexualidad y la política; el ocio y la economía. La realidad cotidiana como
lugar de encuentro con Dios.
Las reflexiones que integran este libro son los trabajos finales de algunos y algunas de los participantes de la tercera generación del programa
10

LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

de formación Magis, promovido fundamentalmente por las Comunidades de Vida Cristiana (CVX) de Latinoamérica, apoyado permanentemente por el Consejo Ejecutivo Mundial (ExCo) de las CVX y con auxilio de la
Compañía de Jesús.
Por estos días, este programa cumple trece años de haberse gestado en
Santiago de Chile, con base en una iniciativa de los Consejos Nacionales
de las CVX y con el acompañamiento cálido y exigente de Jose Luis Caravias, S.J. Hasta el momento ha habido tres generaciones de laicos y laicas,
poco más de 180 personas, que han puesto como tema de discernimiento
sus propias vidas. En unos meses, en Bogotá, Colombia, inicia la cuarta
generación. El esfuerzo ha sido, en muchos sentidos, comunitario. El financiamiento ha recaído en las comunidades nacionales, particularmente
las que han fungido como sedes de los encuentros intensivos y en las propias personas que han participado. Hemos recibido ayuda de Porticus, de
la Compañía de Jesús, del ExCo y de varias personas generosas que de a
poco, hicieron mucho.
Magis no es un curso, ni tampoco una serie de momentos puntuales
y aislados. Es un programa hecho de etapas intensivas y extensivas, que
busca dar al participante la oportunidad de integrar en su vida las cuatro dimensiones de la formación ignaciana: la espiritual, la intelectual, la
comunitaria y la apostólica. El proceso dura tres años y medio, y abarca
todos los espacios de la vida humana y de fe.
El programa Magis busca profundizar en los fundamentos de la identidad cristiana desde la perspectiva de las CVX, esto es, refuerza el carisma
ignaciano, que consiste en conocer, amar y seguir más de cerca a Jesucristo
y su Iglesia a fin de amar y servir mejor a los demás. La dimensión social
de la fe y el compromiso con la justicia forman parte central de los contenidos, pues el talante propio de la espiritualidad ignaciana, el sentido
apostólico, se encuentra en la base de la formación.
¿Cuánto ha pasado en América Latina durante estos años del Magis?
Hemos visto golpes de Estado frustrados, el carrusel de la pobreza
sin lógica alguna, triunfos electorales que avivan la esperanza, retornos
al poder de los grupos desplazados, movimientos sociales que reclaman
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

con toda justicia el abatimiento de la desigualdad étnica, racial, sexual,
cultural y económica, el aumento —aún insuficiente— de la presencia de
las mujeres en los espacios de decisión, los organismos de la sociedad civil
que testimonian la emergencia del poder ciudadano —tan necesario en
nuestros países— , el deterioro ambiental producido por un capitalismo
enceguecido por la obtención de ganancias, las migraciones dolorosas que
se enfrentan a riesgos cada día mayores, la disputa por la vinculación a
través de diversos tratados comerciales, políticos y económicos que tienen
detrás modelos de países y formas de interrelación humanas diferentes,
en fin, los escenarios diversos donde se han movido nuestras vidas como
laicos y laicas.
La tercera generación del Magis se reunió en 2007 en Asunción, Paraguay; en 2008 en Lima, Perú, y en 2009 en Buenos Aires, Argentina. Durante estos tres años de convivencia humana, se abrieron espacios para
compartir de forma muy profunda las vidas de decenas de personas que
buscan de forma honesta seguir mejor a Jesús, desde su opción por la
espiritualidad ignaciana. En estas vidas, como todas aquellas que se viven con intensidad, se han escrito páginas importantes. Divorcios, matrimonios, nacimientos, muertes, abandonos, graduaciones, reencuentros y
más, han formado parte del vaivén de nuestro Magis. La frase más recurrente en las evaluaciones que se han hecho durante este tiempo es que “el
Magis ha sido pieza clave en mi vida”.
Quienes han experimentado el Magis son laicos y laicas que atienden
sus ocupaciones familiares, están ligados a un grupo de inspiración ignaciana, generalmente las CVX y ejercen su profesión para vivir. Las edades
oscilan entre los veinte y los setenta años, aunque la media de edad se
sitúa hacia los cuarenta. Muchos jóvenes, ahora ya de edad madura, han
visto fortalecida su vocación laical y se encuentran al frente de proyectos
de intervención comunitaria, en un campo de lucha educativa o a favor
de los derechos humanos.
Desde esta condición el Magis ha invitado a que laicos y laicas magistas arriesguen sus ideas y las plasmen en blanco y negro. No es tarea
fácil arrancar varias horas al estudio, al descanso, al trabajo que nos da el

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12

LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

sustento o al cuidado de un hijo, para hacer los trabajos del Magis. Y más
cuando las religiosas, los jesuitas y los laicos y laicas que han formado
parte del profesorado, nos animan a utilizar marcos conceptuales adecuados a la hora de pensar sobre los problemas de laicos y laicas.
Pierre Bourdieu propone el término habitus para aludir a un conjunto de relaciones históricas depositadas en los cuerpos individuales bajo
forma de esquemas mentales y corporales de percepción, apreciación y
acción. El habitus es un mecanismo estructurante, principio generador de
las estrategias que permiten a los agentes enfrentar situaciones diversas y
operar desde dentro de los agentes. A hacer teología sin sotana, nos ha dicho
permanentemente José Luis Caravias. Habrá que deconstruir el habitus con
el que nos acercamos a analizar nuestros nodos existenciales. La teología que se hace profesionalmente es necesaria, pero esto no sustituye los
esfuerzos de laicos y laicas que con presupuestos vitales distintos hacen
reflexiones teológicas a partir de los problemas de la vida cotidiana.
Y esto es precisamente lo que el lector y la lectora encontrarán en las
siguientes páginas. Frente a sus ojos desfilarán distintos planteamientos
sobre sexualidad, identidad laical, relaciones de pareja, ética de las profesiones, formación y compromiso socio político. Lo importante es constatar que son diferentes dimensiones de la vocación laical. No son pedazos
de historias aisladas de las otras dimensiones existenciales, son formulaciones que enfatizan un eje discursivo, pero ligadas al resto del todo que
le proporciona sentido de unidad.
Se notarán diferencias conceptuales y perspectivas incluso contradictorias, pero tenemos ante nosotros y nosotras básicamente a un grupo
laical que con arrojo presenta sus reflexiones en el ánimo de colaborar a
la construcción de una Iglesia más congruente, más al servicio de las realidades de dolor e injusticia y ante todo, más cercana a la que Jesús desea
en esta primera década del siglo XXI.
David Martínez Mendizábal
Coordinador General del Magis III.
Guanajuato, México. Noviembre de 2010.
CUANDO EL «TÚ» Y EL «YO»
SE HICIERON «NOSOTROS»
Érika Zárate Baca
Danilo Barragán Galarza
Erika Zárate Baca
Ecuatoriana. Estudió ingeniería comercial, está cursando un diplomado en
gestión cultural. Actualmente coordina un programa de comercio justo en
Pastoral Social Cáritas de Ecuador y
además colabora en el programa de liderazgo ignaciano de la Pontificia Universidad Católica de Ecuador. Tiene 8
años en CVX.
Danilo Barragán Galarza
Ecuatoriano. Licenciado en Relaciones
Internacionales, es director del Servicio
Ignaciano de Voluntariado (SIGVOL).
Tiene 10 años en CVX.
1. Introducción
«De su boca oímos,
de su vida aprendimos
que quien no vive para servir
no sirve para vivir».
Leonardo Boff,
Los sacramentos de la vida, 27-29
El desafío que la elaboración de este ensayo ha significado es considerable, sin embargo, no se compara con la gratitud y la alegría que también
ha hecho brotar en nosotros. Hemos buscado construir un texto testimonial, que reúna nuestras experiencias, ideas y mociones sobre nuestra
vida como cevequiana y cevequiano, tratando de «bajar» la fundamentación teológica a nuestras individualidades, pero también a nuestra vocación de pareja, que nosotros la distinguimos como parte importante
de nuestra identidad laical.
La motivación de realizar este trabajo en pareja es parte de esa vivencia. Las circunstancias de nuestra vida y el seguimiento, con aciertos
y errores, con que hemos respondido al llamado de Jesucristo, nos han
llevado a compartir experiencias profundas que marcaron esa vocación:
el voluntariado ignaciano, la comunidad local e incluso la vivencia del
programa Magis son espacios que hemos vivido conjuntamente y sobre
16

LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

los que siempre hemos dialogado, nos hemos acompañado y hemos interpelado nuestros puntos de vista. A partir de estos antecedentes, sentimos que podía ser un aporte significativo el redactar un ensayo que
reúna esa vivencia que se hace en la persona individual y a la vez en la
comunidad que formamos como pareja laical en la CVX, en la Iglesia y
hacia la sociedad.
Nuestro compartir sobre esta identidad, moldeada por el carisma de la
CVX, es precisamente el punto de partida. Es la manera que encontramos
de describirnos, de ubicarnos; no sólo desde nuestra particularidad como
personas, sino como miembros de la Comunidad de Vida Cristiana. Una
identidad que da un nuevo color a nuestra condición de pareja, pues le
abre a la dimensión de una vocación laical claramente dirigida hacia el
servicio, por y con la gente, como la realización de la existencia humana.
A partir de los Principios Generales (PP GG) de la CVX, realizamos una descripción de los elementos que componen esta vocación que es nuestra.
Luego de haber descrito lo que significa esta vocación CVX para nosotros, en la dimensión de pareja, pasamos a reflexionar acerca del sentido
de su misión. El «en todo amar y servir» resume la finalidad de la persona
ignaciana, la mediación por la que ésta, sea laica o religiosa, descubre su
realización como creatura, su felicidad. En tal sentido, se entiende que
la concreción de ese llamado al «...cambio de estructuras...», «...al estilo de
vida sencillo...» y a tantos otros matices con que la CVX caracteriza esta
vocación, tenga sus propios problemas y limitaciones, así como sus riquezas y retos, que al final terminan enriqueciendo y complementando
al cuerpo eclesial.
Por último, sentimos que es necesario aclarar que la intención de las
mociones y reflexiones que compartimos en este ensayo no es la teorización o la instrucción, sino más bien el debate y la discusión, la oración
y la interpelación, frente al llamado que recibimos y en compañía con
nuestra comunidad. Sentimos que al ser parte de esta comunidad laical nuestras impresiones no constituyen el todo, pero sí un componente
que puede aportar en su camino de servicio apostólico y seguimiento a
Jesucristo.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

2. Nuestra identidad: el carisma de la CVX
Nosotros reconocemos en la Comunidad de Vida Cristiana nuestra vocación laical. Compartimos además la manera en que comenzó a entrar
en nuestras vidas: a través de la experiencia de voluntariado en realidades de marginación, donde vimos y reconocimos la divinidad que hay
en la humanidad, especialmente, cuando ésta se presenta tan vulnerable como libre. Así mismo, la hemos ido conociendo y descubriendo en
compañía de nuestra comunidad local, como un mismo cuerpo, con una
historia común que se ha ido escribiendo en la frecuente convivencia.
No obstante, tal vez el hecho de mayor fuerza es que compartimos un
llamado cuyos caminos se juntan en la lucha por la dignidad de la persona y en la comprensión de que la defensa de la vida, en su integralidad, es el sentido más profundo de la misión cristiana.
Estas experiencias, externas e internas, son la «carne» en que para
nosotros se ha ido materializando la espiritualidad de San Ignacio y,
más concretamente, el carisma de la CVX. Por esta razón, partimos de los
Principios Generales (PP GG) de nuestra comunidad para ir encontrando esos vínculos que atan todas estas múltiples Gracias en cada una de
nuestras vidas. Consideramos que el PG 4 nos ayuda mucho a abordar
esta vinculación, para lo cual queremos compartir las mociones que nos
surgen a partir de su lectura y reflexión:
Nuestra Comunidad está formada por cristianos —hombres
y mujeres, adultos y jóvenes, de todas las condiciones sociales—...
Ser cristiana, ser mujer...
Ser cristiana es la primera de las características que definen mi identidad. En palabras muy simples, que procuraremos ampliar a lo largo de
este trabajo, ese Cristo no es más que la encarnación del más profundo
Amor de nuestro Dios, que nos ha sido dado (de maneras muy diversas)
y que nos llama a darlo y multiplicarlo.

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18

LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

En un segundo momento, la afirmación «ser cristiana» me define
como mujer, rasgo a partir del cual se han generado en mí varias reflexiones y mociones: desde el auto reconocimiento, la aceptación y el
aprecio por mi feminidad, que han implicado la profundización y el
afianzamiento de características propias —pero no exclusivas— de una
mujer, así como el desprendimiento de otras impuestas o auto impuestas y que limitan mi crecimiento. Procura además el reconocimiento de
la marginación que las mujeres han vivido —o siguen viviendo— por el
hecho de ser mujeres; hasta los procesos de revalorización, inclusión y
equilibrio no sólo en la sociedad sino dentro de la Iglesia.
El objetivo de esta identificación no es el de buscar elementos diferenciadores para evidenciar superioridad, es simplemente un ejercicio
de auto definición y ubicación que permite profundizar en mi integralidad para de esta manera proyectarme y complementarme con los y las
demás.
Ser cristiano, ser hombre...
Ser cristiano para mí es una identidad descubierta a través de distintas
experiencias de vida y que tuvo un punto de «quiebre» en el voluntariado con poblaciones indígenas, donde identifiqué un rostro humilde,
marginado y empobrecido de Jesús, pero que a la vez es profundamente
humano, libre y misericordioso. El mismo que está presente hasta hoy
en mi vida, enriquecido por otras personas e historias que «encarnan» el
Amor de ese Dios liberador.
Ser cristiano, a la vez, también define mi identidad como hombre.
Una característica que se convierte en un desafío ante el hecho de que
el cristianismo ha sido por lo general etiquetado como una religión
con «mentalidad» machista y que, aunque es muy triste, la Iglesia
católica ha caído de hecho en muchas posiciones que sustentan esta
definición. Por eso, ser un hombre y cristiano es para mí un reto ante
la experiencia de un Jesucristo incluyente y misericordioso, cercano
a las personas marginadas, incluso por sus propios fieles, entre quie-
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

nes se encuentran mujeres muy cercanas a mi vida. Ante esto, ser
un hombre en la Iglesia me exige aportar a la erradicación de esas
lógicas de discriminación.

Mujer y hombre, jóvenes...
Al momento en que escribimos este ensayo, tenemos 24 y 29 años, nos
consideramos jóvenes, personas sujetas de derechos y deberes específicos. Sin embargo, más allá de las definiciones etáreas o políticas, «ser joven» es una especificidad que también define nuestra identidad cristiana.
En este punto resulta interesante mencionar que la concepción que
se tiene de la juventud responde a construcciones sociales y culturales,
marcadas por la historia, los modos de vida, los sistemas económicos y
los imaginarios que se generan alrededor. Aquí incluimos una noción
de Adriana Soto: «La imagen que en la actualidad se tiene de los [y las] jóvenes hace de éstos, sujetos sin proyecto y sin futuro, nihilistas que atraviesan la
vida adoptando la violencia y el rencor. Delincuencia, drogadicción, destrucción, irresponsabilidad, desesperanza, etc., son algunas de las palabras que en
nuestra sociedad, acompañan y definen a la juventud1».
Adriana Soto presenta estos estereotipos en contraposición a los
imaginarios que en otras épocas se mantenían sobre la juventud como
símbolo de valor (guerreros), arte, continuidad, contracultura y cambio.
Por momentos, el tiempo de la juventud es el de «persona no-adulta»,
que hasta cierto punto define a los y las jóvenes como «seres incompletos» y que deben entrar a un determinado camino para poder completarse. Esta idea se fortalece cuando en un sistema como el nuestro —individual, racional, productivista— quienes no pueden aportar para este
«fin social» se consideran como «no personas».
1

Soto Martínez, Adriana. Características psicológicas y sociales del adulto, 2001. http://www.

google.com/search?ie=UTF-8&oe=UTF 8&sourceid=navclient&gfns=1&q=adriana+soto
+%2B+caracter%C3%ADsticas+psicol%C3%B3gicas+y+sociales+del+adulto.

19
20

LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

Si bien es en medio de este imaginario, por cierto bastante generalizado, en donde se define nuestra identidad joven; también encontramos
otros acercamientos que lo complementan. Por un lado, está el comprender que la vivencia de la juventud al contrario de la adolescencia, se
centra en proceso sociales, de interrelaciones, de retos y de descubrimientos. De ahí que se tomen como rasgos característicos de este tiempo
la vivacidad y la fuerza, la creatividad y el entusiasmo, que desembocan
en múltiples concreciones. Por otro lado, se encuentra también la noción
de que éste no es un «no ser», es más bien un momento histórico-social
en el que somos y vivimos.
Sentimos que este proceso histórico-social, en lo concreto, puede definirse en lo que Jesús Corella entiende como «La edad del deseo2» en
referencia al Itinerario Espiritual de Ignacio: «La edad del despertar del
corazón, del dejarse enamorar por alguien». El terreno de los ideales,
si se quiere. Esto es lo que comprendemos como nuestra juventud: este
tiempo de salir, de encontrar, de probar, de aprender, de equivocarse,
de enamorarse y, con base en ese amor, fundamentar el resto del camino,
aunque el ideal inicial vaya transformándose por la fuerza de ese mismo amor. Un camino que no lo hacemos solos, sino que se alimenta de
la interrelación con los y las demás, de la reflexión y la asimilación de
esos encuentros y desencuentros. Un aprendizaje personal en el que el
voluntariado ignaciano ha tenido un rol protagónico.
	
	

...que desean seguir más de cerca a Jesucristo y trabajar con Él
en la construcción del Reino...

En nuestra experiencia, el descubrimiento de ese «deseo» por el seguimiento a Jesucristo nace del descubrimiento de su causa primera: la persona de Jesús. Luego una formación religiosa tradicional, que no terminó de enraizar en nosotros esa imagen del Dios que castiga o del Dios
2

Corella, Jesús. Itinerario Espiritual de San Ignacio de Loyola. Formato digital.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

etéreo y todopoderoso, tuvimos la suerte de encontrar en los rostros de
la gente al Dios de la vida y de la liberación: humanizado, misericordioso y creador. A través de testimonios de gente que vive situaciones
difíciles que atentan contra su vida, pero que en esa misma realidad hacen visible toda la profundidad de su riqueza. Así como por medio de
los testimonios de gente que, por vocación, acompañan a quienes sufren
esta marginación, pero que en conjunto son testigos de Jesucristo y anticipan lo que en nuestra experiencia personal se ha ido delineando como
«el Reino».
Esta certeza en la vocación cristiana es una invitación a «conocer,
amar y seguir a Jesucristo». Tres pasos que exigen «una entrega integral
hacia ese amor». Lo que significa no sólo un entendimiento intelectual
ni un seguimiento fundamentalista ni una experiencia romántica. No
es una interpretación de estos verbos llevada al extremo y en total desarticulación. La vocación cristiana demanda un entrelazamiento profundo entre los tres; unión que, a su vez, requiere responder a esta pregunta como punto de partida: ¿a quién vamos a conocer, amar y seguir?

Al Jesús histórico...
Al hombre de Nazareth, al hijo, al amigo, al carpintero, al bautizado
por Juan, al Amor Encarnado. Al hombre que busca y encuentra a Dios
en un contexto específico y en ese camino nos muestra actitudes, palabras y acciones concretas: amar, reconciliar, perdonar, servir, no juzgar.
Así también, al Jesús que pone un especial acento en sus acciones para
con las personas más necesitadas: pecadoras, marginadas, enfermas,
niños y niñas, viudas. A quien nos enseña sobre la benevolencia, la
misericordia, la comprensión y el acercamiento a cada uno de ellos y
ellas.
Además, solamente por la condición humana de Jesús sabemos que
padece de verdaderos sufrimientos, interpretando con esto su pasión
y muerte y el profundo significado de éstas para la Resurrección. Por

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22

LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

tal motivo, entre Cristo y la persona cristiana existe un paralelismo de
fondo: en Jesús el sufrimiento da paso a la Gloria, con lo que se alimenta de esperanza a quienes lo siguen, para iluminar su soledad y tristeza
a partir de la resurrección en Jesús. La finalidad de todo cristiano debe
ser vivir, morir y resucitar como Jesús, pero no se trata de «reproducir»
sus acciones sino de «revivirlas» en nosotros. El conocimiento y seguimiento de este Jesús humano nos lleva a concluir que «...tan humano,
sólo Dios...».

Al Cristo, el Mesías...
Al Dios que por amor se hace hombre, que muere y Resucita. Verdades
de fe como la afirmación de que «es Dios», de que dejó los cielos para
habitar entre nosotros y de que en su Resurrección radica el misterio de
la Salvación de todos nosotros y todas nosotras, son las que complementan nuestro seguimiento a Cristo.
Centrarse en este misterio de Salvación fue lo que unió, fortaleció
y profundizó la experiencia cristiana de las primeras comunidades, las
que a través de su Fe, Esperanza y Amor difundieron el mandamiento
de Cristo, aun en las condiciones más crueles de pasión y muerte. Ese
Cristo no murió en la cruz, está presente y actuante en cada persona y en
nuestra comunidad eclesial.
Reconocer el Misterio de Dios y su encarnación en Jesucristo como
elementos clave de nuestra fe implica el reconocimiento de una relación
entre el Creador y la criatura que trasciende a la simple lógica sujetoobjeto. Es el Misterio del Amor, por el cual, quien crea, comparte con
su obra su misma esencia y sentido último. Un acto de liberación que le
descubre su existencia, compartiendo su condición de humana y que le
invita a multiplicar esa vocación por el Amor hacia la integralidad de su
creación, al ser humano como parte de la Naturaleza. Una comprensión
del ser humano que se ubica cercana a la ecosofía de la que habla Leonardo Boff.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

...y que han reconocido en la Comunidad de Vida Cristiana
su particular vocación en la Iglesia...
	
	
...para preparar más eficazmente a nuestros miembros para el
testimonio y el servicio apostólico, especialmente en los ambientes
cotidianos, reunimos en comunidad a personas que sienten una necesidad más apremiante de unir su vida humana en todas sus dimensiones con la plenitud de su fe cristiana según nuestro carisma...
En verdad, reconocer a la CVX como nuestra vocación particular ha sido
fundamental para encausar y asentar las experiencias vitales de «el Reino» y de Jesús que nos ayudaron a identificar en nuestro interior ese llamado a ser fieles activos de la Iglesia Católica. Retomamos lo expuesto
sobre los testimonios personales que conocimos en nuestros primeros
años de voluntariado, hombres y mujeres que desde un compromiso
discreto en palabras pero muy elocuente en acciones mostraban su coherencia con el servicio como centro de su vocación. Cevequianos, cevequianas y jesuitas, con quienes empezamos a sentir una identificación
en lo más esencial de ese «estilo de vida», que nos predisponía a ser
sensibles ante la divinidad que existe en todo lo creado.
A partir de ahí, iniciamos un proceso de asimilación sobre esta dimensión comunitaria que, como el PG 4 lo define claramente, no es fin
en sí misma sino un medio privilegiado para adentrarse en la espiritualidad ignaciana y en consecuencia ser más eficaces en el servicio apostólico. Este llamado de amor que sentimos nos plantea la inquietud acerca
de la manera en que vamos a concretar nuestra respuesta: ¿en dónde?,
¿cómo?, ¿con quién?, son las preguntas que enseguida se nos cruzan
por la mente. En ese sentido, la espiritualidad ignaciana, fuente en el
carisma de la CVX, es el medio que hemos recibido para ir encontrando
las respuestas: el descubrimiento del paso y llamado de Dios en nuestro
diario caminar.
La formación seria, el compartir, el acompañar y el confrontar la
vida en comunidad, a los que se añade la vida como misión apos-

23
24

LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

tólica, son los componentes que a diario nos retan, nos confrontan
con nosotros mismos y con nuestro entorno. Es ésta la dinámica en
la que vivimos nuestro encuentro diario con el Dios de la vida y con
su amor. Este camino dentro de la CVX es también un desafío de creatividad que nos exige «hacer carne» todas las letras escritas en los
Principios Generales, en Nuestro Carisma y en los demás documentos que
definen nuestra identidad. Ésta es nuestra manera concreta, pero no
reducida, de ser Iglesia, de vincularnos con el Cuerpo de Cristo.
	
...nuestro propósito es llegar a ser cristianos comprometidos, dando testimonio en la Iglesia y en la sociedad de los valores humanos y
evangélicos esenciales para la dignidad de la persona, el bienestar de
la familia y la integridad de la creación...
	
...como respuesta a la llamada que Cristo nos hace, tratamos de realizar esta unidad de vida desde dentro del mundo en que vivimos...
Gracias al llamado que sentimos por esta «vocación particular» dentro
de la Iglesia, fuimos asimilando un elemento clave en este camino eclesial: el compromiso y el testimonio de la gente de CVX que habíamos
conocido no estaban fundamentados en una rígida interpretación de
normas estrictas o en el seguimiento acrítico a una figura carismática.
El seguimiento cristiano de estas personas partía más bien del discernimiento sobre la realidad, de la vivencia de los problemas e incoherencias
del día a día, era una «vocación laical», vivida para el servicio y desde
la libertad, que en esa condición sentía la ambigüedad entre riqueza y
desafío, por vivir en favor de la dignidad de la persona y la integridad
de la creación.
Una vocación totalmente abierta a la cotidianidad, entendida como
la frontera de «estar en el mundo, sin ser del mundo», ahí donde los
valores humanos y evangélicos son más difíciles de mantener y, por lo
mismo, más necesarios. Este aspecto, a nuestro entender, ilustra muy
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

bien «las oportunidades apostólicas» que nuestra condición de laicos
y laicas nos otorga, a las cuales hace mención Pedro Arrupe, S.J. , en su
alocución a la Asamblea General de la CVX en 1979.
«Estar en el mundo, sin ser del mundo» resume lo que estas líneas
del PG 4 reflejan en nosotros. Nada más claro y más desafiante que este
llamado a dejarse afectar por lo que pasa a nuestro alrededor, no por
unas pequeñas salpicaduras, sino por una profunda inmersión que nos
permite sentir y conocer las raíces y los frutos, las causas y las consecuencias del mundo en que vivimos. Al mismo tiempo, sentimos el reto
por ser germen de esperanza para la transformación, desde nuestras pequeñas realidades familiares y locales hasta las más profundas estructuras sociales, culturales y económicas.
La fuente de la que esta esperanza y esta transformación se nutren
no es otra que el Evangelio de Jesús. La Palabra, que contrastada y
con la realidad cotidiana, amplia y social, permite ir discerniendo las
respuestas y acciones necesarias, inspiradas en los valores humanos
y cristianos, que se resumen en ese mandamiento que parece simple
pero del que solemos desviarnos con frecuencia: «Ámense los unos a los
otros como yo los he amado3». Una frase tan corta que «cuesta» una vida
hacerla realidad.
	
...con particular urgencia sentimos la necesidad de trabajar por la
justicia, con una opción preferencial por los pobres y un estilo de vida
sencillo que exprese nuestra libertad y nuestra solidaridad con ellos.
En nuestra experiencia, la apertura a dejarse «tocar» o interpelar por
la realidad, como elemento fundamental en la espiritualidad ignaciana,
se materializa en esta «particular urgencia» con la que sencilla pero directamente se identifica nuestra vocación cevequiana con la justicia. No
una justicia «en el aire», sino vinculada explícitamente con la opción por
3

Juan 15, 12

25
26

LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

los pobres, faceta del testimonio de Jesús que fue malinterpretada por
largo tiempo, pero que toma un nuevo impulso desde el Vaticano II y, de
manera especial, desde Medellín y Puebla.
Esta posición fue luego ampliada, superando aunque no negando a
la pobreza económica. Como lo señala Franklín Ibañez4, el concepto se
extiende hacia toda clase de exclusión que atente contra la dignidad de
la persona, o, en palabras de José María Castilo5, la propuesta de Jesucristo no se reduce a «ricos contra pobres», pues va en contra de quienes
se sitúan o intentan situarse por encima de los y las demás. Es un mundo
de tristezas y esperanzas como señala la Gaudium et Spes y en él estamos
llamados a vivir y ser sal que defienda la vida en su integridad y su dignidad por ser creación del amor de Dios.
Como hemos mencionado, ser cristianos y cristianas es ser testimonio del Amor de Cristo en el mundo, en esa realidad de profundo desequilibrio: abundancia y escasez, libertad y esclavitud, unidad y división,
progreso material y retroceso espiritual. Pero en nuestro mundo no sólo
habitan crisis temporales, sino también las aspiraciones profundas de la
humanidad, de la «criatura política» que busca justicia social, cambios
estructurales, dirigidos especialmente hacia los derechos de los grupos
marginados o vulnerables y el reconocimiento que ante la desesperanza
del hombre, nace la esperanza en Cristo.
Estamos llamados a vivir nuestra vida desde la comprensión de que
«...el ser humano no puede encontrarse plenamente a sí mismo más que en la
entrega de sí...6». Por ello, el principal reto es comprender qué significa
esa opción por los pobres: no es una prioridad en la lista de beneficencia,
una actitud paternalista o benevolente o un gesto de caridad momentá4

Ibáñez, Franklin, charla sobre la Opción por los Pobres en la CVX, durante la tercera fase

de la etapa intensiva del programa Magis III en Buenos Aires, Argentina, 2009. Audio en
DVD Fe y Vida del programa Magis.
5

Castillo, José María, «La dimensión social de nuestra misión: ¿cómo responder». Artículo

del DVD Fe y Vida del programa Magis.
6

Encíclica Gaudium et Spes: La Iglesia y la vocación del hombre.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

neo para luego regresar a la rutina. La vocación cevequiana nos llama
hacia la actitud que Jesús mismo vivió: siendo con ellos, estando con
ellos, dejarlos “ser” y aprender a “ser” desde su profunda humanidad.
Así es que, en nuestra experiencia, esta opción por los pobres no se la
interpreta como un «dar» a los pobres para que dejen de serlo, sino que,
por el contrario, nos invita a vivir «...un estilo de vida sencillo...», muestra
concreta de la libertad y de la solidaridad con la gente excluida. Es un
«compartir» antes que un «dar».

3. El desafío: ¿cómo «hacer carne» esta vocación?
En la sección anterior, hemos presentado una síntesis de lo que para
nosotros ha significado el llamado y la experiencia de este «estilo de
vida» que es la CVX. Es una representación de lo que ha fundamentado nuestra vocación y vivencia espiritual, apostólica y comunitaria,
pero no es el fin mismo de nuestra vida, tan sólo es nuestra identidad.
Una identidad transversal a todo lo que hacemos o dejemos de hacer; lo
que define los medios para llegar a ese fin último que es la Plenitud del
Amor de nuestro Dios. Ahora, queremos repasar tres aspectos por donde sentimos que puede irse construyendo esa misión desde la identidad
laical que asumimos:
Ser Pareja...
Cuando el yo y el tú se hicieron nosotros7
	
	
	
7

Dos vidas. La tuya y la mía.
dos vidas como dos riachuelos.
cada una con su propia agua y su propia corriente.

Sobrado, Clemente. “Palabras para el camino”. Artículo del DVD Fe y Vida del programa

Magis.

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28

LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

	
	
	
	
	
	
	

el uno buscando sediento el agua del otro
cual si la propia agua no pudiese calmar nuestra sed personal...
...era ese algo que la gente llama amor.
y que mejor diríamos era ese algo vital y existencial
que se llama vocación.
Nuestra común vocación de ser pareja...8

Partimos justamente con la afirmación de este último verso: ser pareja es
nuestra vocación común, que se origina en el encuentro, en la necesidad
humana de relacionarse, en la atracción recíproca y que a partir de ahí se
vuelve un solo camino que encierra en sí un mundo nuevo, desafiante,
profundo y multiplicador. Entender que «mi vocación» pasa a ser también la tuya, así como «tu vocación» pasa a ser la mía, no significa que
se limitan, se cortan o se reparten; compartir la vocación laical significa
multiplicarla, fortalecerla y potenciarla.
La vocación de ser pareja, de ser matrimonio, no puede ser entendida de manera simplista desde la visión jurídica; es decir, no puede quedar reducida a un «contrato» con deberes y derechos para cada cual.
El mutuo compromiso es el inicio de un proyecto común, de una vida
compartida conyugalmente en la que estamos llamados a alcanzar un pleno desarrollo personal, humano y cristiano. Como señala la Gaudium
et Spes sobre la pareja cristiana, que «...cumpliendo su misión conyugal y
familiar, animados por el espíritu de Cristo... llegan cada vez más a su pleno
desarrollo personal y a su mutua santificación, y por tanto, conjuntamente, a
la glorificación de Dios9».
La vocación laical implica este entender, aceptar y sentirme a gusto
en ser responsable y colaborar en el desarrollo pleno de mi pareja, que
termina también por ser el mío y que es la manifestación de Dios en
8

Id.

9

Gaudium et Spes, 48.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

esta unión. En la misma línea, vivir esta vocación común nos invita a
reflexionar sus fines: al partir de la teología tradicional, vemos que el
sentido de esta vocación era la procreación de los hijos, quedando el
amor totalmente subordinado a la procreación y el matrimonio reducido
a una institución legal necesaria para garantizar la supervivencia de la
humanidad y para regular socialmente la actividad sexual10.
Sin embargo, a partir del Vaticano II, el matrimonio se considera antes que nada como una comunidad de amor conyugal que se expresa, se
realiza y crece en el encuentro sexual. Este amor conyugal tiene valor en
sí mismo. Solamente después se dice que esta comunidad de amor conyugal está llamada a ser fuente de vida11. Es decir el fin último de esta
vocación común es el Amor que vivificará y dará sentido a cada una de
las dimensiones de la vida matrimonial.
La definición de esta vocación como una «comunidad de amor»
aclara totalmente el llamado que sentimos. No obstante, creemos que
es muy importante señalar que esta comunión no diluye nuestras individualidades, que seguimos siendo una mujer y un hombre, con nuestra
historia propia, con nuestras particularidades tanto pasadas como futuras, con nuestros propios «buen y mal espíritus» y con una relación
personal con Dios. La vocación laical y en pareja no es en función de la
otra persona aunque sí se realiza, en parte, con ella, pues la presencia
de la otra persona en nuestra vida es una manifestación concreta de ese
Amor divino y un don para alcanzar la plenitud de la vida, que tampoco
sustituye la fuente del Amor que viene de Dios y la vinculación directa
e íntima que nos une con la Trinidad.
Así mismo, creemos que esta vocación común, esta vida compartida,
no es una comunidad cerrada en sí misma. Encontramos el pleno sentido de nuestra unión cuando ésta se encarna en la comunidad que multiplica su amor hacia afuera, cuando ya no somos tú o yo sino somos nosotros
10

Pagola, José Antonio. La originalidad del matrimonio cristiano. Texto del DVD Fe y Vida del

programa Magis.
11

Id.

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30

LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

para las demás personas. José Luis Martín Descalzo aborda este tema de
una manera mucho más poética:
«Felices los que se multiplican el uno por el otro, felices los que son estímulo
y no freno. Y más felices aún quienes saben transmitir a sus hijos esta obligación
de tener despierta el alma. Esas familias son, en rigor, las únicas verdaderamente
dignas de la raza humana12».
Además, al ser una vocación laical compartida es necesario también
abrirnos a una vivencia espiritual común. El carisma cevequiano y la
espiritualidad de Ignacio de Loyola, con sus principios y herramientas,
que se fortalecen al ser vividos también en pareja:
•	 Oración y discernimiento: la convivencia aquí se caracteriza por saber encontrar los espacios individuales y conjuntos, siendo apoyo
el uno de la otra y viceversa, para sentir a Dios dentro de cada persona. También es necesario reconocer que cambiamos, que lo que
fue primero no tendrá que volver a ser y, sobre todo, saber como
proyectar nuestras vidas a la Vida de Jesucristo.
•	 Indiferencia ignaciana: crecer individual y conjuntamente en libertad para nuestros discernimientos, es saber que poco a poco podamos liberaros de esos apegos que no nos permiten estar más cerca
de Dios y ser conscientes de que éstos también pueden ser apegos
«de pareja», que no nos dejan hacer el mayor servicio como comunidad. El ejercicio como pareja debe estar enfocado en «cultivar» esa
libertad en la otra persona y en mí, al tiempo que debo reconocer las
crisis que se dan en ese camino, sabiéndolas enfrentar y sobre todo
superar.
•	 Opción cristológica por la gente empobrecida: que parte de lo expuesto anteriormente sobre esta opción, pero que además adquiere
el desafío de vivirla desde la vocación común de pareja, como fami12

Martín, José Luis. Blanco y Negro, del DVD Fe y Vida del programa Magis.

13

Caravias, José Luis. Charla sobre la Espiritualidad laical, durante la tercera fase de la

etapa intensiva del programa Magis III en Buenos Aires, Argentina, 2009. Audio en DVD
Fe y Vida del programa Magis.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

lia. Que esta opción, como lo mencionaba José Luis Caravias, S.J.,
sea «también profesional13». Una opción que, como afirma José María Vigil, vacía su fuerza al pensarse en términos de «preferencial»
y «no excluyente14», pues exige siempre de quien la realiza el tomar
una posición reflexionada pero firme frente a la marginación.

Ser pareja en la CVX...
Hemos mencionado ya que esta vocación de pareja está naturalmente
vinculada con la vocación laical. El llamado individual a ser un laico y
una laica en la Iglesia se complementa, y también se realiza, con el llamado a vivirlo como pareja. Es una Gracia que enriquece esa identidad,
pero que recibe un valor agregado al poder hacerlo desde el carisma de
la CVX. El laicado es un primer «lugar» eclesial que nos permite plantearnos nuestro «ser y hacer» ante la comunidad cristiana y la espiritualidad
ignaciana nos aporta unas características y unas mediaciones específicas para dar nuestro aporte, como una de las partes de ese «cuerpo de
Cristo» que es la Iglesia.
Este aporte es de hecho un componente de nuestra misión como «comunidad apostólica y comunidad de apóstoles» que se realiza en varios
niveles: desde la denominada comunidad pequeña, grupo o comunidad
local hasta la dimensión eclesial más amplia. Son pequeñas contribuciones, concreciones específicas de nuestra vocación, pero que se concatenan de un nivel a otro haciendo «carne» ese llamado por el seguimiento
a Jesucristo, que se proyecta, amplía y fortalece a través de ellas.
En la línea de esta reflexión, nos parece válido abordar uno de los
ámbitos más íntimos y concretos en los que sentimos el llamado como
pareja dentro de nuestra vocación. Una situación del mundo eclesial que
puede ser un «estereotipo» o un «lugar común» pero que a la vez nos
14

Vigil, José María et al. Sobre la opción por los pobres, versión digital incluida en el DVD Fe

y Vida de 2009.

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LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

cuestiona bastante: esa percepción de que el matrimonio y la vida en
pareja —opción propia del laicado— «eclipsa» la capacidad efectiva del
testimonio apostólico. Jóvenes, con gran motivación y compromiso, que
«se pierden» una vez que han ingresado «en el grupo de la gente seria».
Estos casos, que no son el absoluto en la vida de la CVX, pero tampoco
unas pocas anécdotas, mueven mucho en nuestro interior, pues, aunque
conocemos con claridad la evolución de las circunstancias de la vida,
nos deja la impresión de que aquel sentido último de nuestra vocación
cristiana laical, enriquecida por la espiritualidad ignaciana, queda incompleto.
Hemos querido tener mucho cuidado en la aproximación a este tema,
pues reconocemos, aunque no estemos aún en ello, toda la dificultad
que el construir una familia implica. Actualmente es un tema que nos sobrepasa, pero que en el discernimiento de esta vocación nos sentimos en
la obligación de al menos planteárnoslo, para luego compartir nuestras
mociones y reflexiones ante interrogantes como éstas: ¿cómo combinar
la opción por la gente empobrecida cuando tengo que alimentar y educar a mis hijos?, ¿de dónde sacar tiempo para las responsabilidades del
hogar y al mismo tiempo para participar frecuentemente en la comunidad?, ¿en qué tiempo formarme, orar, trabajar, compartir y descansar?
Aunque no sea difícil concluirlo, nosotros no tenemos ninguna de las
respuestas a estas preguntas y a muchas otras que pueden seguir surgiendo. Pero como dijimos, sí son cuestiones que se empiezan a cruzar
en nuestro camino y que nacen del llamado común que sentimos. En tal
sentido, lo que sí tenemos, son intuiciones, ideas y mociones, que se irán
haciendo realidad —o no— a lo largo de nuestras vidas, pero que a la
vez sentimos la necesidad de compartirlas en la línea de lo expuesto en
este ensayo.
La vocación a la CVX, en sus tres pilares, es la fuente a la que intuitivamente acudimos para ir abordando estas interrogantes. Partimos de
la dimensión espiritual, cuyos elementos: la oración, la pausa y el discernimiento se entrelazan en la persona ignaciana. Sacar tiempo para
un retiro es cada vez más difícil para la vida laical, incluso la modalidad
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

de «vida diaria», por eso sentimos que la primera respuesta pasa por la
actitud de «ver a Dios en todas las cosas» , por esa propuesta tan ignaciana de ser personas «contemplativas» en la acción, es decir, una actitud
orante y discerniente en la cotidianidad, en el día a día, transformando
cada momento en un espacio para el agradecimiento y la celebración
de la vida, incluso aquellos momentos más rutinarios que consideramos intrascendentes. Esta propuesta de oración activa y aterrizada en la
cotidianidad la desarrolla muy acertadamente Javier Uriarte, S.J. en un
artículo dirigido específicamente para la CVX.
Una propuesta de este tipo exige obviamente una rol complementario e importante de la comunidad. La dimensión comunitaria se convierte entonces en un espacio clave, que aterriza y contrasta el devenir
de las mociones, que apoya ante las dificultades y abre un espacio para
desahogarse y refrescarse emocionalmente. Ha habido experiencias de
comunidades exclusivas de matrimonios y otras mezcladas con personas solteras, ambas propuestas con sus riquezas y sus limitaciones, pero
desde nuestro sentir resulta muy provechoso que la dinámica e interrelación, que puede ir más allá del intimismo de la comunidad local, se
fortalezca con la diversidad de las personas en CVX, característica que
para nosotros es una de las fortalezas de nuestra comunidad.
Compartir con parejas o personas solteras, pertenecer a la misma
comunidad local o no, incluso acompañarse por una pareja de mayor
experiencia, son las mediaciones que enriquecen nuestra identidad cevequiana y a las que vale la pena acudir en el proceso de transición que
implica el iniciar una nueva familia. Esta dimensión exige, como es obvio, una participación y responsabilidad doble: de la comunidad ampliada y de la pareja que lo vive. Sin embargo, en la CVX, al reconocer la
familia humana como uno de los puntos de partida para nuestra misión
en el mundo, sí debemos sentir más responsabilidad por formalizar mejor los medios concretos con que respondemos ante ella. Propuesta por
la cual, sólo por mencionar un ejemplo, se puede requerir mucha más
motivación y formación para parejas que estén dispuestas a acompañar
a otras más jóvenes.

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LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

Fortalecer la dimensión espiritual y la comunitaria sólo cobra sentido
en la respuesta que damos a través de nuestro servicio apostólico. Aquella dimensión por la que se cuelan esos estereotipos sobre las dificultades
en el servicio que conlleva este cambio de estado de vida. Para el efecto,
creemos que al menos son necesarias las reflexiones sobre dos aspectos:
la familia como el «lugar» de nuestra acción apostólica y el sentido que
cobra en esas circunstancias la opción por la gente empobrecida.
El primer punto, centrarse en la familia como el «lugar» de nuestro apostolado, es una reacción natural de quien ha tomado esa opción,
pero que puede generar una contradicción palpable debido a la fuerte
demanda de tiempo y energías que exige. Es normal, humana y responsable esta concentración hacia la familia, pero puede también caer en
una razón «buena aparente», de las que Ignacio de Loyola ubica en la
segunda semana de los EE y que termina siendo un señuelo que nos
encamina hacia una pérdida de conexiones con la «realidad externa»,
con el mundo injusto al que se nos llama a transformar. Si a esto añadimos una conciencia superficial previa sobre la injusticia y la exclusión,
ocasionada por la ausencia de oportunidades de servicio en entornos de
marginación, es comprensible por qué nuestra capacidad y testimonio
apostólicos terminan por verse entorpecidos.
En paralelo, los escrúpulos propios llevan a una lamentable pero habitual confusión: la opción por la gente empobrecida se mezcla con el
llamado a un apostolado de contacto directo con esa misma gente, como
si ambas fueran dos sinónimos en lugar de elementos distintos aunque
concatenados. Este desconcierto interno termina enredando aún más las
posibles soluciones y puede llevar a una actitud de culpa e impotencia o
de acomodamiento y apatía, pero que en el fondo terminan por deteriorar más la capacidad y la motivación para el servicio apostólico.
Con la reflexión sobre estos dos aspectos, hemos querido ilustrar mejor la importancia de la vivencia de las dimensiones espiritual y comunitaria para la vocación laical, que en este caso específico es la de pareja.
La actitud cotidiana orante y discerniente junto con el acompañamiento
activo y diverso de la comunidad se reconocen como las ayudas con-
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

cretas con las que Dios, por medio de la espiritualidad ignaciana, nos
facilita continuar con esta vocación de ser pareja laical y cevequiana, en
la Iglesia, con una proyección apostólica hacia el servicio con los y las
demás. Todos estos elementos no sirven de punto de partida para abordar el tercer y definitivo componente del sentido que encontramos en la
misión laical de pareja.

Ser pareja en la Iglesia y hacia el mundo...
La espiritualidad ignaciana, el carisma de la CVX, la realización de nuestra vocación laical y de pareja, junto con todos los demás elementos
abordados hasta ahora, pueden quedarse simplemente en una experiencia intimista, limitada a un enriquecimiento personal profundo, a una
rica vivencia espiritual, pero que no van más allá. No obstante, cuando
volvemos a recordar los testimonios que encontramos en el voluntariado, revivimos la esencial «conexión» que entonces descubrimos entre
el seguimiento a Jesucristo y el servicio por la gente, en especial por la
más excluida, lo que lo ubica como la verdadera felicidad de la persona
humana.
Es por esta razón que nos causa una extraña desolación interna escuchar que la realización de esta vocación laical en la pareja, no termina de complementarse con la realización de la misma vocación laical
en el servicio. Es como si en ciertos momentos la una «estorbara» a la
otra. Sin embargo, nosotros creemos que, en este llamado laical, las dos
dimensiones —pareja y servicio— encajan perfectamente, puesto que
las dificultades no están en el llamado como tal, sino más bien en las
interpretaciones que hacemos de él en nuestras vidas y también en las
mediaciones que escogemos para ir haciéndolo realidad.
Para profundizar en este punto, consideramos válido partir de algunas preguntas que aparecen de manera natural: ¿es que no me realizo
en el servicio hacia mi familia?, ¿acaso mi esposa o mi esposo, mi hijo o
mi hija, no son ya ese «prójimo» más cercano al que estoy llamado a ser-

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LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

vir?, ¿por qué buscar a gente externa cuando ya tengo necesidades en mi
entorno íntimo? En verdad, hay mucha razón en estas interrogantes. El
ser humano tiene un llamado natural, podríamos incluso llamarlo instintivo, a cuidar de su familia, su círculo íntimo de personas, como parte
de su realización. Esta felicidad encontrada en la familia, en su cuidado
y bienestar, es natural, buena, responsable y positiva. Es un espacio de
servicio apostólico que reconocemos y valoramos totalmente.
Sin embargo, cuando analizamos las mismas preguntas desde los
Evangelios, desde la espiritualidad ignaciana y desde la vocación cevequiana sentimos que Jesucristo nos pide ir mucho más allá. Como lo
señala José María Castillo15, la familia es una de las instituciones sociales
que Jesús cuestionó en su época por ser fuente de exclusión, y hay varios pasajes neotestamentarios que recogen posturas que mucha gente
definiría al menos como «controversiales». En todo caso, sería un error
interpretar esta postura de Jesús como una crítica a la familia como tal,
el punto era que Jesús se centraba de tal manera en la defensa de la vida
humana que incluso puede objetar los elementos excluyentes de la familia pero, a la vez, ampliar esa dimensión familiar a una comunidad de
seguidores y seguidoras, yendo más allá de los lazos de consanguinidad
y tradición que su sociedad imponía, precisamente como un signo de
inclusión y aceptación total.
En ese sentido, vemos que la misión de Jesús no se queda en la familia, ni siquiera en la familia ampliada que era su comunidad. Por el contrario, ésta era su punto de partida, su entorno de apoyo, desde donde
él se dirigía hacia la sociedad, en una proyección totalmente universal,
hacia la persona humana en su sentido más amplio. Así es como al sentir
el llamado a seguirlo, desde la identidad de una pareja laical, tampoco
nos invita a la resignación de limitar a nuestro círculo familiar el servicio
apostólico. Podríamos decir que Jesucristo no actúa dentro de una lógica
de «mínimos posibles» o de requisitos por cumplir. El amor siempre va
mucho más allá y lo «puede todo» como lo afirma Pablo. En la misma
15

Castillo, José María. Teología para comunidades, Ediciones San Pablo, 2004.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

línea, Ignacio de Loyola desde una gran sensibilidad espiritual, nos da
como referencia el Magis, como criterio de la búsqueda de la entrega
total en el servicio apostólico.
Por lo tanto, la pareja laical en la Iglesia, y muy claramente en la CVX,
debe tener también esa proyección hacia el mundo, hacia la sociedad. Es
ése el sentido de la imagen de la molécula de levadura que hace crecer
y trascender a la «masa» eclesial. La familia cristiana debe ser ética en
sus trabajos y educar en valores humanos a sus hijos, pero no como su
razón de ser en la Iglesia, sino como el punto de partida, los «mínimos
necesarios», desde los cuales partir para empezar a ejercer su misión,
la cual debe construirse desde el discernimiento ignaciano y desde la
lectura orante de los «signos de los tiempos».
Además, el carisma de la CVX y la espiritualidad ignaciana nos da
otro elemento, adicional al Magis, para esta acción apostólica: la opción
por la gente empobrecida. Como mencionamos previamente, esta opción no nos lleva a acciones puntuales y paternalistas, sino a formas de
vivir, transversales a todo lo que hacemos. Alguna vez, una amiga cevequiana se preguntaba sobre la mejor manera de educar a su hija en la
opción por la gente empobrecida. Para la respuesta, tomamos prestada
una frase que usamos en el voluntariado. La opción por la gente empobrecida no es una camiseta, que te la pones un momento y te la sacas
según convenga. Es un «color de piel» y por lo tanto, caracteriza transversalmente todas las actividades, opciones e ideas que se tienen en el
día a día, en la convivencia con la familia y la comunidad. Es el lugar
donde se construyen los hábitos diarios, que deben ser inclusivos, no
consumistas, sencillos, participativos, solidarios.
Esta opción por la gente empobrecida es también el «lugar» en donde
se fundamenta y proyecta el trabajo activo y preciso para el cambio de
estructuras de marginación e injusticia. Un elemento presente e importante en los PP GG de la CVX. La opción por la gente empobrecida nos
interpela y empuja a la erradicación de todas las prácticas, sean micro o
macro, que atenten contra la dignidad del ser humano. Esa opción «amplia» nos lleva a acciones pequeñas y a decisiones mínimas en nuestra

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LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

propia vida, que apuntan a la solidaridad y al «ser» sobre el «hacer» y
el «tener».
Y si bien hay testimonios de parejas que han vivido con sus familias
experiencias de inserción profundamente inspiradoras, sabemos que esa
vocación a vivir «con» y «como» la gente empobrecida no es generalizada y menos aún puede ser la norma. Sin embargo, para que esta opción
pueda tener bases firmes sobre la realidad, sí es necesaria una convivencia
con gente excluida, por lo cual nos parece muy pertinente la pregunta central del Día Mundial de la CVX en 2010: ¿cuántos amigos y amigas pobres
tenemos? El estilo de vida sencillo necesita alimentarse de gente sencilla,
de valores humanos, que no lejos de contradicciones y dificultades, nos
facilitan plenamente el seguimiento de la vocación que descubrimos en
nuestras vidas. Creemos que la vocación cevequiana pasa por asimilar
esta opción como un «modelo» de vida y no sólo como la actividad «del
tiempo que me sobra». Ser amigos y amigas en la exclusión, como una
una forma de vida, principio ético personal y comunitario además de ser
un método de educar en la «contracultura del Amor».

4. Para concluir
Éste ha sido un recorrido de reflexión e interiorización de nuestras vivencias y mociones —individuales y comunes— sobre el reconocimiento de Dios en nuestras vidas y su llamado permanente a seguirlo.
Este camino se inició por nuestra identidad, no como un patrón único o
inamovible, más bien como una base: cristiana, laical, ignaciana; a partir
de la cual se seguirá construyendo y enriqueciendo. Hemos necesitado
además tener conciencia sobre las características individuales de género,
de edad, así como sobre nuestras historias personales y comunes. Es decir reconocernos como criaturas de Dios, hechas a su imagen y semejanza, cada cual con sus particularidades, a quienes Él ha manifestado su
constante y profundo amor de maneras distintas y a quienes ha llamado
a ser parte en la Historia de Salvación.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

Así como este ensayo ha requerido de una revisión de las experiencias y procesos vividos, ha significado también una reflexión sobre los
llamados hacia el futuro, como respuesta y reconocimiento de nuestra
vocación común como pareja, dentro de la CVX y de la Iglesia y, con ello,
proyectada hacia el mundo. En este trabajo se trata de poner sobre la
mesa una reflexión constante sobre la dimensión apostólica de nuestra
identidad —con todos los criterios eclesiales e ignacianos— dentro de la
cotidianidad de la vida laical. La familia como «lugar apostólico», la opción por la gente empobrecida como criterio para ese mismo apostolado,
la participación activa en la vida comunitaria de la CVX y la correlación
de todos estos elementos son el centro de esta reflexión.
Alcanzar esta noción apostólica pasa por reconocer en la familia a
la «primera comunidad», en la cual formar y acompañar la vida, pero
al mismo tiempo reconocerla inmersa en una comunidad eclesial más
grande y que en nuestro caso se la vive desde dentro del carisma ignaciano de la CVX, a través del cual se confrontarán todas nuestras acciones
que terminan por ser «sal y luz» para la sociedad. La participación activa
en la vida comunitaria debe entenderse como el espacio necesario para
el enriquecimiento de la vocación, y en ese sentido, el esfuerzo es tanto
de las familias para que se inserten en la vida comunitaria, así como de
la estructura de la CVX que facilite los procesos y mediaciones para esa
inserción.
Entendemos también que la acción apostólica no puede concebirse
como una actividad «extra» a todo lo demás que tenemos en la lista
de pendientes, sino más bien como un «color de piel»: una característica, interiorizada y asimilada, en nuestra identidad, marcada desde la
ignacianidad por esa opción por la gente empobrecida que nos está permanentemente invitando a la defensa de la vida humana, en especial
de aquella más vulnerada, una característica cuyo ejercicio debe darse
a lo largo de toda nuestra vida y no solamente en ese ficticio «ahora, que
tenemos tiempo».
Esta opción no nos lleva a acciones puntuales y paternalistas, sino a
formas de vivir, transversales a todo lo que hacemos, a la consolidación

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LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

de un estilo de vida —personal y familiar— sencillo y coherente. De
ahí que es dentro de la misma familia en la que debe formarse, fundamentarse y proyectarse esta opción por la gente empobrecida, pues es
el lugar desde donde se construyen los «mínimos necesarios» a partir
de los cuales se gesta y se compromete al cambio de esas estructuras de
marginación e injusticia que vivimos en el mundo de hoy. Esta vocación
común, laical y cevequiana, apunta según nuestra experiencia a la gestación de la «contracultura del Amor».
El descubrimiento y formación de la vocación es un camino maravilloso. De alguna manera, significa sentir en carne propia ese «...ser barro
en las manos del alfarero...16» y reconocerse creación para su «...mayor servicio y alabanza...17». La vasija por la que debe correr agua viva para ser
y dar vida. Una Gracia similar, e incluso más profunda y sentida, es
reconocer que esa vocación es común, que no es sólo un tipo de barro,
sino dos, los que toma el Alfarero para realizar su obra. Es entonces reconocer que el «tú» y el «yo» se hicieron «nosotros» y es ahora una nueva
creación para defender y acompañar la vida de las demás personas, desde el seguimiento de Jesucristo a la manera de Ignacio.

16

Jer. 18, 3 - 6.

17

EE, [98], [168], [183].
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

Bibliografía
Arrupe, Pedro. Alocución a la Asamblea Mundial de la CVX, Roma, 1979. Artículo del DVD Fe y Vida del programa Magis.
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2009. Audio en DVD Fe y Vida del programa Magis.
Castillo, José María. «La dimensión social de nuestra misión: ¿cómo responder».
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Corella, Jesús. Itinerario Espiritual de San Ignacio de Loyola.
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Ibáñez, Franklin, charla sobre la Opción por los Pobres en la
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III

CVX,

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cas+y+sociales+del+adulto.
Vigil, José María et al. Sobre la opción por los pobres, versión digital incluida en el
DVD

Fe y Vida de 2009.

41
CON EL LIBRO EN LAS MANOS,
LOS PIES EN EL BARRO
Y EL CORAZÓN ABIERTO
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Nadie va al Padre sino por mí.” (Jn 14,6)
January N. Gómez V.
January N. Gómez V.
Venezolana. Ingeniera en Computación.
Coordinadora de proyectos en una empresa consultora de tecnología. Participa
en las CVX desde de 1998. Actualmente
forma parte de una nueva comunidad
en Caracas, proveniente de varias comunidades adultas de esta región. Los
primeros 10 años en CVX fue  parte de la
Comunidad Kerygma.
“Con el libro en las manos, los pies en el barro y el corazón abierto”,
fue la frase con la que concluí la reseña de un libro titulado Laicos cristianos, Iglesia en el mundo1; más que una conclusión es una invitación
que me hago a mí misma y a los demás laicos que viven este “título”
(el de laicos), no como lo contrario a una definición (los no-clérigos),
sino como una vocación que se define a sí misma, con funciones claras
y que pueden vivir un carisma con la misma plenitud que cualquier
otra vocación.
Y, ¿qué quiere decir esta frase?, en realidad no es muy complicada, ni
muy llena de filosofía, pero creo que es una buena síntesis de las actitudes que debemos tener los laicos para ser coherentes e integrales.
Este ensayo mostrará con más detalle cada uno de los componentes
de esta frase, desde mi experiencia y sin ningún ánimo de dar cátedra a
quienes tienen más que enseñarme a mí y que leen pacientemente estas
novatas líneas.

Con el libro en las manos
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.”
El libro2 en las manos es la invitación a la dimensión discipular que debemos tener los laicos. Una experiencia discipular que se entiende como
1

García de Andoín, Carlos. Laicos Cristianos, Iglesia en el Mundo. Ediciones HOAC. 2004

2

Imagen del ensayo de fotográfico “Luz Trevas Luz” de Andreia Bichara. Magis III
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LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

un aprendizaje activo, no un aprendizaje pasivo como el que estamos
mal acostumbrados en nuestras aulas escolares. La actitud activa del
discípulo implica un mayor esfuerzo, pues no existen dogmas sino realidades vividas, ni planificación de temarios, sino procesos personales,
y exige además, una relación recíproca entre discípulo y maestro, no se
trata de una relación jerárquica y como dije anteriormente no se trata
de alguien que da (el maestro) y otro que recibe (el discípulo), tanto el
discípulo como el maestro deben sentirse libres de aprender y enseñar,
de “ceder su lugar” al otro3.
Pero, además, el discipulado del cristiano, exige el componente emocional, no sólo el componente intelectual, exige algo así como “aprender
con las entrañas”; no es sólo “comprender” la pobreza, sus fuentes y
consecuencia (que es harto escuchado y conocido), es además, “compadecer-nos” con los pobres, dejar que toda esa comprensión del mundo
nos afecte las entrañas, adentro, en lo profundo. En definitiva, el discipulado cristiano implica un proceso de transformación no sólo intelectual sino también “de entrañas”. Ése era uno de los grandes “jaleos” que
había entre Jesús y sus “discípulos”.
El discípulo no se queda solamente con un proceso de aprendizaje
desde una única fuente y en un solo momento; entiende con humildad
su condición de aprendiz en el mundo y se mantiene atento a la sabiduría del pueblo, y sobre todo de los pequeños “porque de ellos será el
Reino de los Cielos”4.
Pero la imagen de un libro en las manos no hace solamente referencia
al consumo que hace el discípulo, es también la posibilidad de dar reflejo de lo aprendido de acuerdo con su experiencia y contexto histórico y
cultural, es como si el lector se convirtiera en escritor, tal y como ocurrió
con este trabajo: es una necesidad del discípulo fortificar sus músculos
de expresividad para convertirse en “aprendiz de maestro”.
3

Cuando escribo esto, pienso en Mc. 7, 25-29, donde Jesús es aleccionado por la mujer

cananea.
4

Mt. 19, 14.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

El libro en sí mismo referencia a nuestra fuente primordial: “las Escrituras”, es decir, la Biblia: como relato de Dios en la historia, hasta
cumplirse en plenitud en el amor de Jesús Hijo Amado y la revelación
de estar en los tiempos del Reinado de Dios. Vivir las Escrituras significa
tomar la experiencia de los discípulos y hacerla nuestra, significa vivir
en el mundo en los tiempos del reinado.
Ésa era la verdad de Jesús, ésa debe ser nuestra verdad, y la verdad
de Jesús era tan suya, que él era la Verdad.

Con los pies en el barro
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.”
¿Alguna vez has sentido los pies desnudos en barro?... en un principio
no los quieres meter, hay sentimientos de picardía y temor, luego, apenas al primer contacto viene la ansiedad de llenarse todos los pies y
mantenerlos siempre llenos porque apenas algo sale, se endurece y seca,
¡y hay quienes no aguantan y llevan las manos a llenarlas de barro!
¿Alguna vez te has insertado en una comunidad realmente pobre?...
son las mismas sensaciones de extraño arrojo y temor y luego del primer
contacto... ¿cómo salir para secarme y endurecerme? Hay quienes, luego, meten las manos en el barro y comprenden la importancia de llenar
los libros de barro, pues las frases parecen tomar nuevo y mayor sentido.
Otros meten las manos para escribir y contagiar a otros de esa experiencia, a veces también para ser instrumento que transforme el barro en vasija, para transformar una comunidad con forma (formada) y presencia.
Pero sigamos con los pies, no los pies que pisan, sino los pies que caminan. Al caminar, salimos, vamos (acudimos), cambiamos de posición
(física y espiritualmente) y como dirían los psicólogos actuales “esto genera un estado de estrés latente en el sujeto”, para mí, eso está bien.
La expectativa del misionero, bien lo expresa J.R.R. Tolkien a través de su
personaje Frodo Bolsón, en El Señor de los Anillos: “El camino sigue y sigue
desde la puerta. El camino ha ido muy lejos, y si es posible he de seguirlo

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LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

recorriéndolo con pie fatigado hasta llegar a un camino más ancho donde
se encuentran senderos y cursos. ¿Y de ahí a dónde iré? No podría decirlo”.
Es Jesús Camino, pues es él quien nos desacomoda, sólo a través de
él podemos llegar ciertamente a los pobres y sólo a través de los pobres
podemos llegar al Padre, pero ¿por qué usamos a los pobres como medio
para llegar al Padre? o ¿por qué Dios puso a los pobres para que nosotros consiguiéramos salvación?, ¡uy!, ¡qué preguntas tan raras!, pues ¡no!;
llegamos al Padre por pura gracia y el primer signo de esa gracia es que
lleguemos a los pobres, que son sus amados, jamás sus instrumentos.
De modo escatológico, si un pobre ante el Padre me reconoce como
alguien que se hermanó con él y quiso ayudarle a vivir su humanidad,
inclusive desde mi pobreza, Dios me hará caro a su corazón, pues soy
hermano de su amado5... el pobre, que fue mi meta del andar apostólico,
se ha convertido en mi camino para el corazón de Dios6.
Con el corazón abierto
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.”
Aunque la estructura de este ensayo no lo demuestra, lo que aquí digo
sobre el corazón abierto fue lo último que escribí, pero ¡cuán difícil es
tener el corazón abierto, que ni siquiera se puede escribir de ello!
Aun así, éste es el elemento que le da completitud a los otros dos, le
da sentido, le da “sabor”, porque si aprendo o enseño y camino o hago,
pero no lo hago desde las entrañas, no lo hago con corazón abierto, no
lo hago con los mismos sentimientos de Dios, entonces de nada vale,
apenas semillas tiradas a orillas del camino.
Tener el corazón abierto nos permite estar atentos a los tiempos ac5

Al escribir esto, pienso en Mt. 25, 31-46 y también en una charla de Pedro Trigo S.J., sobre

la Iglesia Sacramento durante el Magis Norte de 2003.
6

¡Ojo!, no es que Dios no me ama o está en trato de “business” conmigo, es que, como en la

parábola, me ha dado “talentos” que espera que use y multiplique... porque aunque Dios
nunca espera más de lo que podemos dar, tampoco espera menos del todo.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

tuales, nos permite reconocer que estamos en los tiempos del reinado.
Tener el corazón abierto nos permite entregar todo lo que hacemos con
la conciencia y felicidad de que no nos pertenece en absoluto, que lo que
hacemos son acciones de Dios, para Dios.
Tener el corazón abierto está relacionado para mí, con la libertad: la
libertad de cambiar, la libertad de equivocarnos, la libertad de perdonar
y ser perdonados, la libertad de amar y ser amados. Para mí tiene que
ver con lo que conocemos como “indiferencia ignaciana”, ¿no les suena?, “no desear más salud que enfermedad, más riqueza que pobreza...
y así en todas las cosas”7.
Estar con el corazón abierto permite la libertad de dejar todo y enlodarse los pies. Estar con el corazón abierto es quitarse las “humildades
de garabato” y dar lo bueno que llevamos por dentro y es también admitir, que nunca podremos dejar de recibir, pues sólo cuando estemos junto
al Padre estaremos plenos.
Estar con el corazón abierto, es lo más abstracto de lo que se puede
hablar, pero es lo que complementa y sella lo que podemos hacer, en el
nombre de Dios.
¡Qué bien representado está el amor en el corazón! Si el corazón se
detiene, si nuestro amor de detiene... todo muere.
Me permito un cuento: Siempre me ha impresionado la imagen del
Sagrado Corazón de Jesús y recuerdo que cuando estaba pequeña, me parecía absurda la idea del corazón fuera del pecho, recuerdo que pregunté:
- “¿Por qué tiene el corazón afuera y por qué tiene puyas?”, y me
respondieron:
- “Es una representación, así como dibujas corazoncitos en las tarjetas
del día de la madre para decir que quieres a tu mami, entonces se dibuja
el corazón de Jesús porque nos quiere mucho”.
- “¿Y por qué las puyas, tenía puyas su corazón?”
- “Porque le pusieron una corona de espinas en la cabeza cuando lo
montaron en la cruz”...
7

Principio y Fundamento. San Ignacio de Loyola.

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LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

La segunda respuesta fue para mí un dato histórico, pero ambas respuestas no tenían relación... el cuadro me parecía más a una autopsia y
un “resumen” de lo que hizo el pobre Jesús.
Tuve la suerte de que hicieron falta apenas, unos veinte años, para
entender que el corazón abierto, allí, salido del pecho, entregado, nos
permite ser heridos y curados, implica caridad, porque nos abre a la
compasión. Nos asemeja a Dios, porque nos hace hermanos del Hijo...
¿Lo entendieron conmigo?, ¿ven, que las respuestas que me dieron eran
de una teología de la encarnación profundísima, que tenían relación?...
¡que efectivamente su corazón, estaba tan abierto de amor por nosotros,
que inclusive aceptó las “puyas”... ¡alégrense conmigo!, yo acabo de hacer el “clic” mientras escribía...
Como dicen los jóvenes románticos modernos “Jesús era puro corazón”, y yo les digo que Jesús era tan representativo del Amor del
Padre, que de Él brotaba la Vida misma, y esa Vida la entregó con tan
absoluta libertad, que la muerte no fue capaz de arrebatársela, la muerte no tiene poder sobre el Amor del Padre, por ello no pudo triunfar
en el Hijo8.
Y ésta es la tercera invitación, que nuestro corazón esté tan abierto
que de él brote Vida, que sea reflejo del Amor del Padre. Las invitaciones
cada vez son mas difíciles, por gracia nos acompaña la Divina Ruah, por
gracia todo lo envuelve lo próximo que les voy a contar.
Aquel que es la cabeza, Cristo (Ef. 4, 15)9
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.”
Existe un cuarto elemento. He hablado de pies, de manos y de corazón,
pero existe un componente del cuerpo que Pablo nunca dejó atrás: la
cabeza. Y la cabeza es Cristo.
8

Parafraseo de memoria de artículo de Pedro Trigo, S.J. “Jesús paradigma de la humanidad”.

9

Vale la pena tener en cuenta el versículo completo: “Estaremos en la verdad y el amor e

iremos creciendo cada vez más para alcanzar a aquel que es la cabeza, Cristo”.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

Igual que el cuerpo humano, hay personas con las dimensiones de
los pies o de las manos o del corazón más desarrolladas que otros, pero
nada de esto tiene sentido sin la cabeza. Permítanme esta “parábola”
recientemente descubierta:
Hay una ley en física que dice: “Todo cuerpo persevera en su estado
de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado
a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él”10. Simplifiquemos: si
un objeto se mueve, seguirá moviéndose, al menos que alguna fuerza
externa lo detenga (o cambie su curso); si algún objeto está detenido,
seguirá así, al menos que alguna fuerza externa lo mueva (un empujoncito, pues). En resumen, ningún cuerpo puede cambiar por sí mismo su
estado inicial.
Siendo nosotros carne (en el sentido paulino), no estamos exentos de
esta ley, sobre todo en su segunda instancia, estamos constantemente
a merced del Mal Espíritu, que siempre tratará de mantenernos en reposo, con esto, parece que es nuestra tendencia natural el paralizarnos,
los pies se detienen, las manos decaen, el corazón se cierra. Nosotros
por nosotros mismos, no somos capaces de darnos movimiento, sentido
o curso, ningún cuerpo se mueve por sí mismo; dependemos de una
“fuerza” y ése, en nuestro caso, es Cristo, la cabeza11.
Dios nos dio unos dones que nos hacen más aerodinámicos, más redondeados o más lisos para mejorar nuestra capacidad de movimiento,
pero la fuerza viene de la gracia, el sentido viene de la cabeza.
Este cuarto elemento es fundamental para cualquier cristiano (pues
no es sólo para las vocaciones laicales), pues si bien, la invitación es a
10

Primera ley de Newton o ley de la inercia. Referencia textual tomado de: http://

es.wikipedia.org/wiki/Leyes_de_Newton.
11

Para los detallistas (y porque yo lo soy), podemos decir que la primera instancia de la ley

funciona también con nosotros, pero de manera inversa: el Mal, si ve que nos movemos,
trata de detenernos o al menos nos cambia de curso y, como he dicho en varias oportunidades, es Cristo la fuerza “externa” que nos mantendrá en movimiento. No me extiendo
en este caso, para no enredar.

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LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

estar “con el libro en las manos, los pies en el barro y el corazón abierto”, todo esto es únicamente la respuesta a la invitación primigenia de
Dios de que vayamos hacia Él, de tener una relación de Amor con Él,
en definitiva, de este cuarto elemento, pues no podemos salvarnos por
nosotros mismos.
La invitación de Dios siempre está presente, siempre, la cabeza siempre está allí pendiente de la vida de su cuerpo, siempre empuja, atrae,
incomoda, como lo queramos ver, siempre pendiente de que no nos atrofiemos. Siempre ese cuidado, ese amor, ese mandato de felicidad es tan
grande, que solamente el crecimiento de estas tres dimensiones (discipulado, apostolado y caridad), que nos puede ocupar toda la vida, es un
justo “sí” a la infinita invitación de amor de Dios.
María comprendió esto desde el llamado del Ángel y su tierno y
arriesgado “sí” permitió la llegada de Dios a este mundo. Dios siempre está llamando, invitando, siempre espera de nosotros un “sí” para
hacerse presente en nuestra historia y ser nuestra cabeza, así nosotros
podemos ver a través a sus ojos.
He dicho que estas líneas son apenas una invitación para ustedes y
un recordatorio de mi vocación para mí. ¿Y qué más?... no puedo hacer
más; a ustedes, ojalá les haya movido alguna fibra que les refresque el
Espíritu; a mí, sólo me queda continuar poniéndome en manos de Dios,
confiar siempre, esperar siempre.
Estas líneas se han convertido poco a poco en un proceso cada vez
más íntimo de mi persona, más confesional con ustedes ¿y de qué otra
forma iba a ser?, soy laica, ya no hablo de la revelación de la cristología,
ni del amor difícil con nuestra Iglesia, ahora hablo de lo que soy, de lo
que trato ser, de lo que deseo ser.
Sólo hay un elemento que parece faltar y si no coloco este párrafo
solamente estará registrado en mi corazón: es el elemento comunitario.
¿Recuerdan la cita que hice de Frodo cuando inició su travesía?, nada de
lo que logró hubiese sido posible, si no hubiese estado acompañado de
una comunidad y finalmente de su querido Sam. Si estas palabras han
llegado a este número de páginas, ha sido justamente por mis hermanos
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

en Cristo que me han hablado de su experiencia, de su amor, de su ánimo y desánimo, que me han leído y escuchado pacientemente, que sin
querer (o queriendo) me han dado ideas y opiniones... gracias... con este
ensayo han demostrado, una vez más, que lo cristiano y en particular lo
laico, sólo es profundamente vivido en comunidad, que de ese modo se
hacen acciones buenas, y así ha sido desde los primeros cristianos hasta
el fin de los tiempos...

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APRENDER A NACER
DESDE EL DOLOR
Sofía Montañez
Sofía Montañez
Colombiana. Psicóloga de la Pontificia
Universidad Javeriana de Bogotá, con
especialidad en el trabajo con empleados de servicio. Tiene seis años en CVX.
Actualmente trabaja en el Secretariado
Mundial de la CVX en Roma.
Una característica innegable de que vamos por buen camino en el seguimiento de Jesús es que aprendemos a nacer desde el dolor, experiencias
felices traen alegría a la vida, experiencias penosas le dan profundidad y
solidez. No se debe decir: “cuando pase esta tribulación, volveré a ser feliz”
¡No! Si no eres feliz con la realidad tal como está ahora, no lo serás nunca”1.
Como vivimos en un mundo convulsionado, tenemos armado nuestro
interior con desconfianza, desesperanza, sed de venganza, crueldad, etc.
“Todos hemos sido entrenados en violencia y tendemos a entregarnos a
la oscuridad de la violencia”2 a los poderes que amenazan la humanidad
de lo humano. Al comenzar a hacer la exploración para este ensayo me
sorprendió encontrar que actitudes tan cotidianas en las personas, cuando
se presentan como una constante, como el mal humor, la queja de todo y
por todo, la impaciencia, la dureza, el egocentrismo sólo son señales de
que algo no está bien en nuestro interior, que hay afectos desordenados.
Evidencias innegables de frustraciones, desilusiones, desesperanzas, apagamientos, etc., que no han sido adecuadamente tramitados y que por
esta razón nos causan daño y por las que también causamos mal a los
otros, por acción o por omisión.
Mi ensayo es una invitación a que las personas reconozcan la raíz de
esas aparentemente pequeñas e inocuas frustraciones cotidianas para que
1

Vallés, Carlos. “Sufrir para acabar de sufrir” en Ligero de Equipaje.

2

Dear, John, The God of peace toward a theology of nonviolence, traducción personal.
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LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

sean material de oración, de compartir con Jesús y puedan quedar así disponibles para la gracia que purifica y permite seguir con renovadas energías al Dios de Jesús, porque no hay nada más devastador para la fe, la
esperanza y el amor que la experiencia de dolor que toca los afectos. Una
invitación para que se cumplan las palabras del profeta “les daré un corazón nuevo, infundiré en ustedes un espíritu nuevo, quitaré de su carne el
corazón de piedra y les daré un corazón nuevo” (Ez. 31, 26).
Ahora, estoy convencida de que estamos jugando a la felicidad en los
pequeños desafíos de la vida cotidiana, en el valor de lo pequeño y lo simple, porque también Dios (encarnado) está ahí y se interesa por mi bienestar y felicidad. Cuando desatendemos los pequeños y cotidianos eventos, cuando deseamos ignorar, por ejemplo, nuestros problemas, errores,
sinsabores o pequeñas tentaciones y simplemente los asumimos sin ser
conscientes de ellos ni de sus efectos, nos alejamos de la posibilidad de ser
felices. En el peor de los casos, vamos acumulando frustración, pena, desilusión -que en lenguaje espiritual llamaríamos desolación- y corremos el
riesgo incluso de llegar al sin sentido absoluto, a la falta de sabor a la vida.
No descuidar la importancia de vivir a fondo y gozar cada minuto de
la existencia asumida como don, para ser más generadores de vida en
nuestro alrededor. Nos han enseñado a pensar en el futuro “como una
tierra prometida que alcanzan los héroes privilegiados, no como algo que
alcanza todo el mundo al ritmo de 60 minutos por hora, haga lo que haga,
sea quien sea”3. Estamos invitados a pensar más en lo que hacemos que en
preocuparnos por lo que pasará o lamentarnos con lo que pasó. Tenemos
la experiencia del perdón que libera y la gracia de la esperanza que nos da
la certeza que lo que viene después de mañana será mejor.
¿Cuál dolor?
Que en nuestro mundo hay mucho dolor y sufrimiento que no debería
existir ¡nadie lo duda! Se identifica la miseria, la injusticia y la guerra
3

Lewis, CS. Cartas del diablo a su sobrino.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

como los núcleos grandes que mantienen esta situación para muchos/
as. Sin embargo, más que considerar las causas estructurales del dolor y
el sufrimiento, a mí me interesa profundizar en las huellas o consecuencias que se van quedando en el corazón de la persona que las padece,
una desolación prolongada siempre deja huella.
La presencia de estas heridas se puede evidenciar en la soledad, depresión, aburrimiento, sequedad, desesperación, inestabilidad, competitividad, etc. Nada parecido o precisamente lo opuesto a Gálatas 5, 22: amor,
alegría y paz; paciencia, amabilidad y bondad; fidelidad, humildad y domino propio; que corresponden a los signos de la vida según el Espíritu.
Muchas veces he considerado que en la “cultura light”, tan presente
en nuestro tiempo, el problema no es la superficialidad sino la dificultad que hay para asumir la desilusión, la incertidumbre o el desamor, a
los que estamos permanentemente expuestos y que en las sociedades
contemporáneas están cada vez más presentes. Por eso muchas de las
actitudes propias de esta cultura tienen que ver con la evasión, la indiferencia, la búsqueda de placeres inmediatos, la banalidad, la falta de
compromiso y la frivolidad entre otros, que tienen que ver con el miedo
al sufrimiento o la poca habilidad para asumirlo.
Desde mi experiencia personal y como psicóloga he reconocido la
trascendencia que tienen las heridas afectivas en la vida de la persona,
en su relación con los demás y en su relación con Dios. “El dolor mental
es menos dramático que el dolor físico pero es también más común y
más fácil de soportar. El intento frecuente de ocultar el dolor mental, aumenta el peso del mismo, es más fácil decir “me duele una muela” que
decir “mi corazón está roto”... si la causa no se enfrenta o no se reconoce,
produce el estado deprimente del neurótico crónico”4.
Se hace necesario aportar en este sentido para que las personas que tienen heridas afectivas o dolores del corazón/del alma puedan reconocer,
enfrentar y superar esas situaciones agobiantes y desoladoras que poco a
pocos van devastando y minando a la persona en muchos sentidos.
4

Lewis, CS. El problema del dolor.

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LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

Para el común de la gente, la experiencia de sufrimiento afectivo la
aleja de Dios, cuestiona sus creencias y la debilita en su fe y esperanza
porque tal vez la imagen que tiene de Dios se hace incompatible con la
experiencia de sufrimiento. Sin embargo, es precisamente en este aspecto en el que la fe cristiana significa un gran avance al presentar Dios y
dolor conjuntamente en la persona de Jesús, en la cruz y la resurrección.
Con frecuencia he encontrado que esta novedad y aspecto fundamental del cristianismo debería actualizarse permanentemente, profundizar
en el misterio de la cruz-resurrección, lo cual implica necesariamente
poner esperanza en la desesperanza...que no es más que identificar que
mi dolor pasa por el dolor de Jesús y que así como Jesús venció la muerte yo también desde la fe puedo nacer desde el sufrimiento. Sólo así la
realidad de la Resurrección se experimentaría como una realidad actual
en mi mundo y mi vida cotidiana, y no simplemente como un hecho
histórico que se rememora.
En definitiva, quiero referirme al sufrimiento que nos hace mal, que
consume, aísla, deprime y nos condena a la sensación de soledad y de
olvido (abandono) muy distinta y opuesta a la promesa de Dios de amor
por nosotros y con nosotros, quien quiere nuestra felicidad.

No se crea que “El tiempo cura todo...”
Muchas veces me sorprendo al reconocer cómo una tentación grande
que hay frente a la experiencia del dolor es creer que se sale invicto/a de
las crisis. Hay una expresión muy conocida que es “yo ya superé eso”...
pero ¿qué es superar?, ¿haber sepultado su dolor? En realidad eso sería
haberse puesto una piedra (una lápida en el alma), pero no se ha superado nada, “se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra
esperanza, todo ha acabado para nosotros” (Ez. 36, 11).
Hay una creencia muy arraigada entre la gente y es pensar que “el
tiempo cura todo” y mientras tanto lo que pasa es que se entibia el corazón, se vuelve más defensivo para evitar mayor sufrimiento, por eso
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

parece que ya no nos duele pero en realidad lo que ha pasado es que
hemos creado una costra, somos más insensibles a nuestro propio dolor
(y ni pensar en el dolor de los otros), nos volvemos más encerrados (enredados) en nosotros mismos.
La expresión “el tiempo lo cura todo” es una respuesta para la resignación (que es bien diferente a la aceptación), es conformarse con la
baja temperatura del espíritu y convencerse a sí mismo de que no está
tan baja; porque no supera adecuadamente sus dolores y desilusiones,
disminuye cada vez más su energía, interés, apasionamiento y motivación por la vida5.
El tiempo hace olvidar la razón por la que nos sentimos ahora así,
nos hace olvidar quizá las causas de nuestro malestar, pero nunca aliviará el corazón, ni sanará las heridas, ni mucho menos ofrecerá consolación a nuestras penas. A lo sumo, lo que pasa con dejar nuestro dolor en
manos del tiempo es que vamos perdiendo lo mejor de nosotros o peor
aún nos vamos haciendo más vulnerables al pecado (a lo que nos hace
mal). “La única manera de tratar con el sufrimiento es mirarle a la cara,
hacerle frente, observarlo, entenderlo. Pero en vez de eso, hacemos todo
lo contrario: empezamos a echarle la culpa a todo el mundo, nos quejamos de los otros, de la sociedad, del gobierno, de Dios mismo: nos acogemos al fácil recurso de la autocompasión, la amargura, la depresión,
o tratamos de ahogar nuestra desesperación en la diversión, el trabajo o
el cinismo”6.

Falta convencimiento del amor de Dios
Lo opuesto a la fe no es la incredulidad sino el fatalismo, “actitud predominante de la mayor parte de la gente en la mayoría de las ocasiones
y se expresa en afirmaciones como ‘no hay nada que hacer’, ‘no se puede
5

Lewis, CS. Cartas del diablo a su sobrino.

6

Vallés, Carlos. “Sufrir para acabar de sufrir” en Ligero de Equipaje.

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LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS

cambiar el mundo’, ‘hay que ser práctico y realista’, ‘no hay esperanza’,
‘nada hay nuevo bajo el sol’, ‘hay que aceptar la realidad’. Éstas son las
formas de expresarse de la gente que no cree realmente en Dios, la gente
que no espera realmente lo que Dios ha prometido”7. La fe está relacionada con la esperanza, con el convencimiento de que Dios es bueno;
quiere lo mejor para nosotros porque el bien es más poderoso que el mal.
El gran peligro de no darle el valor al dolor es que se corre el riesgo
de que la vida se vuelva gris, fría o vacía, que comencemos a desconfiar
o sospechar de Dios y en esa medida dudemos de sus promesas; si algo
no sale como esperábamos siempre queda la duda ¿por qué Dios no me
ayudó?, “no estuvo conmigo”, “no me favoreció en esta situación”.
Acá el problema es que para entender el dolor desde Dios es necesario
que evaluemos la imagen que tenemos de Él. Si ante el sufrimiento nos preguntamos ¿por qué Dios permite que pase esto?, podemos generar explicaciones equivocadas en el sentido que si Dios no puede evitar el sufrimiento
eso quiere decir que no es omnipotente o por el contrario sí puede evitarlo
pero no lo quiere hacer, entonces no sería tan bondadoso8. “Algunas personas han optado por negar la existencia de Dios porque no pueden imaginarse un Dios que permita la desgracia. Otros creen que Dios existe, pero no
quieren nada con Él porque no creen que pueda ser bueno”9.
Consideremos más claramente a qué nos referimos cuando a causa
del dolor “rompemos” con Dios. Hay muchos que acuden a Dios en caso
de necesidad o emergencia como un seguro contra cualquier tipo de peligro o problema. No han aprendido a reconocer a Dios en la acción de lo
natural, no sólo en lo sobrenatural, es necesario evidenciar la presencia
de Dios en el día a día, en los momentos especiales, pero sobre todo en
el tiempo ordinario.
Otro asunto es que se cree que Dios premia a los buenos y castiga a
los malos. Esperamos que al “bueno” le tenga que ir bien y al “malo”
7

Nolan, Albert. ¿Quién es ese hombre?, Jesús antes del cristianismo.

8

Estrada, Juan. Desde el sufrimiento encontrarse con Dios.

9

Yancey, Phillip. Cuando la vida duele.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS

le tenga que ir mal. Ser parte de una premisa equivocada de un Dios
intervencionista que no nos mira a todos con amor, como si participara
discriminando, escogiendo, haciendo distinciones. Esta imagen equivocada es la que cree que Dios prefiere sólo a los justos, los comprometidos, los puros, los cumplidores de la ley; de esta forma es un ser trascendente que nos vuelve competitivos, escudriñadores, excluyentes y con
una sensación de que tenemos que tener méritos para alcanzar su favor,
su amor y su atención.
¡Explicaciones para el sufrimiento hay muchas! pero aún hay quienes
consideran que detrás de cada sufrimiento hay un pecado que castigar,
es el tipo de imagen de un Dios revanchista, no un Dios que perdona y
es misericordioso. Una imagen de un Dios pasivo que espera nuestros
resultados pero que no se interesa en nuestros procesos particulares. Corresponde a un ser distante que desprecia a la humanidad porque ninguno podría estar a su altura de perfección, un Dios que nos estuviera
repitiendo permanentemente “no suficientemente bueno”, generando
así altos sentimientos de culpa.
Con estas imágenes erróneas de Dios se entiende más claramente por
qué, ante el dolor, la gente puede presentar actitudes como éstas:
•	 Sacar a Dios de su vida creyendo que ¡es Él quien pierde!, se cree que
se puede vivir mejor sin Dios, “que no lo necesito”, “mejor así”, “me
las arreglo solo/a”.
•	 Volverse súper escrupuloso, extremadamente riguroso u obsesivo,
inflexible y criticón.
•	 Aparentar “demostrar” a los demás que se está bien, “que no fue
nada”, que se es “invencible”, “a prueba de caídas, rayones y raspaduras”, más movido en sus relaciones por la vanidad y un egoísmo
crecido.
•	 Adoptar una actitud mediocre o derrotada porque igual da; si es mucho nunca será suficiente y si es poco de todas formas ya se encuentra
condenado. Quedarse inmutable viendo pasar la vida, indiferente.
De esta manera, nuestro modelo de humanidad se empobrece y por
eso vemos en nuestro mundo actual tantas vidas desperdiciadas, mal

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CVX Magis. Lo que más nos conduzca al fin para el que fuimos creados

  • 1.
  • 2. David Martínez Mendizábal Coordinador de la publicación Ma. Esther Bonilla Corrección de estilo Clara Keys Diseño editorial Publicación del Programa de Formación para Laicos y Laicas en América Latina y El Caribe. Noviembre del 2010.
  • 3. AGRADECIMIENTOS En los trabajos de índole comunitario es complicado resaltar la participación de algunas personas; sin embargo, extendemos un reconocimiento a las y los profesores del Magis que han puesto sus ideas y sus afectos al servicio de la formación laical y al Centro Ignaciano de Formación Humanista de la Universidad Iberoamericana León, por su apoyo durante todo el proceso de la tercera generación del Magis. En particular queremos agradecer a José Luis Caravias, S.J., Franklin Ibáñez y Mauricio López su trabajo en la dictaminación de los trabajos que les correspondieron. También a Clara Keys por el diseño del libro y a María Esther Bonilla por la corrección de estilo de los ensayos.
  • 4.
  • 5. ÍNDICE Introducción 7 Cuando el «tú» y el «yo» se hicieron «nosotros» Érika Zárate Baca y Danilo Barragán Galarza 13 Con el libro en las manos, los pies en el barro y el corazón abierto January N. Gómez V. 43 Aprender a nacer desde el dolor Sofía Montañez 55 Profesión y fe: mi experiencia Gloria L. Servín Barrios 75 ¿Por qué soy laico? Denis Coronado Pineda 89 El amor y el servicio como proyecto laical de vida Palmiro Pável González 105 La encíclica “Caritas in veritate” y el desarrollo económico en nuestro tiempo: ¿hay convergencias? Víctor Roca Buiza 117
  • 6. El compromiso político-social como punto de encuentro entre creyentes y no creyentes Clara Keys Alonso de Florida 139 Los laicos y su necesidad de formación Luzmila Galván Huaman 149 Liberándome para amar y servir Margoth Paguay Guacho 165 El matrimonio: una opción para crecer juntos en el amor de Dios Sol Beatriz Bedoya de Palacio 183 Sexualidad y espiritualidad Gloria María Soto Marín 195 El espíritu de Dios en el amor de la pareja Boris Araujo 221 Noviazgo y vida en pareja, una alianza de amor Mauricio Jesús Centeno Sánchez 241
  • 8.
  • 9. Pocos meses después del asesinato brutal de sus seis hermanos jesuitas y de dos trabajadoras, ocurrido en noviembre de 1989 en El Salvador, Jon Sobrino, S.J. concedió una entrevista a la televisión española. Sobre una pregunta expresa de la entrevistadora al respecto de la vigencia de la Teología de la Liberación en América Latina, el jesuita salvadoreño-español señaló que le repateaba la descalificación que se hacía desde Europa sobre la falta de sistematicidad de tal producción teológica porque “podía ser que nos faltara tiempo de reflexión, quizá no tengamos tantas bibliotecas y a lo mejor ni seamos tan inteligentes como allá, pero no se puede afirmar que la liberación es una moda que puede quedarse atrás”. Daba en el clavo Jon Sobrino y sirva esta remembranza para colocar en el horizonte adecuado los espléndidos trabajos que a continuación compartiremos. Puede que nos falte tiempo de reflexión o formación teológica más sistemática, pero de lo que no se puede dudar es de la necesidad en los laicos y las laicas de reflexionar, a la luz de la fe, la vida cotidiana. El extraordinario mundo del laicado es el lugar propio para encontrarnos con el Dios de la vida y maravillarnos de su obra. El punto de partida y de llegada en la construcción del Reino, para el laico y la laica, es la compleja interacción entre dimensiones tan variadas como la familia y el trabajo; la sexualidad y la política; el ocio y la economía. La realidad cotidiana como lugar de encuentro con Dios. Las reflexiones que integran este libro son los trabajos finales de algunos y algunas de los participantes de la tercera generación del programa
  • 10. 10 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS de formación Magis, promovido fundamentalmente por las Comunidades de Vida Cristiana (CVX) de Latinoamérica, apoyado permanentemente por el Consejo Ejecutivo Mundial (ExCo) de las CVX y con auxilio de la Compañía de Jesús. Por estos días, este programa cumple trece años de haberse gestado en Santiago de Chile, con base en una iniciativa de los Consejos Nacionales de las CVX y con el acompañamiento cálido y exigente de Jose Luis Caravias, S.J. Hasta el momento ha habido tres generaciones de laicos y laicas, poco más de 180 personas, que han puesto como tema de discernimiento sus propias vidas. En unos meses, en Bogotá, Colombia, inicia la cuarta generación. El esfuerzo ha sido, en muchos sentidos, comunitario. El financiamiento ha recaído en las comunidades nacionales, particularmente las que han fungido como sedes de los encuentros intensivos y en las propias personas que han participado. Hemos recibido ayuda de Porticus, de la Compañía de Jesús, del ExCo y de varias personas generosas que de a poco, hicieron mucho. Magis no es un curso, ni tampoco una serie de momentos puntuales y aislados. Es un programa hecho de etapas intensivas y extensivas, que busca dar al participante la oportunidad de integrar en su vida las cuatro dimensiones de la formación ignaciana: la espiritual, la intelectual, la comunitaria y la apostólica. El proceso dura tres años y medio, y abarca todos los espacios de la vida humana y de fe. El programa Magis busca profundizar en los fundamentos de la identidad cristiana desde la perspectiva de las CVX, esto es, refuerza el carisma ignaciano, que consiste en conocer, amar y seguir más de cerca a Jesucristo y su Iglesia a fin de amar y servir mejor a los demás. La dimensión social de la fe y el compromiso con la justicia forman parte central de los contenidos, pues el talante propio de la espiritualidad ignaciana, el sentido apostólico, se encuentra en la base de la formación. ¿Cuánto ha pasado en América Latina durante estos años del Magis? Hemos visto golpes de Estado frustrados, el carrusel de la pobreza sin lógica alguna, triunfos electorales que avivan la esperanza, retornos al poder de los grupos desplazados, movimientos sociales que reclaman
  • 11. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS con toda justicia el abatimiento de la desigualdad étnica, racial, sexual, cultural y económica, el aumento —aún insuficiente— de la presencia de las mujeres en los espacios de decisión, los organismos de la sociedad civil que testimonian la emergencia del poder ciudadano —tan necesario en nuestros países— , el deterioro ambiental producido por un capitalismo enceguecido por la obtención de ganancias, las migraciones dolorosas que se enfrentan a riesgos cada día mayores, la disputa por la vinculación a través de diversos tratados comerciales, políticos y económicos que tienen detrás modelos de países y formas de interrelación humanas diferentes, en fin, los escenarios diversos donde se han movido nuestras vidas como laicos y laicas. La tercera generación del Magis se reunió en 2007 en Asunción, Paraguay; en 2008 en Lima, Perú, y en 2009 en Buenos Aires, Argentina. Durante estos tres años de convivencia humana, se abrieron espacios para compartir de forma muy profunda las vidas de decenas de personas que buscan de forma honesta seguir mejor a Jesús, desde su opción por la espiritualidad ignaciana. En estas vidas, como todas aquellas que se viven con intensidad, se han escrito páginas importantes. Divorcios, matrimonios, nacimientos, muertes, abandonos, graduaciones, reencuentros y más, han formado parte del vaivén de nuestro Magis. La frase más recurrente en las evaluaciones que se han hecho durante este tiempo es que “el Magis ha sido pieza clave en mi vida”. Quienes han experimentado el Magis son laicos y laicas que atienden sus ocupaciones familiares, están ligados a un grupo de inspiración ignaciana, generalmente las CVX y ejercen su profesión para vivir. Las edades oscilan entre los veinte y los setenta años, aunque la media de edad se sitúa hacia los cuarenta. Muchos jóvenes, ahora ya de edad madura, han visto fortalecida su vocación laical y se encuentran al frente de proyectos de intervención comunitaria, en un campo de lucha educativa o a favor de los derechos humanos. Desde esta condición el Magis ha invitado a que laicos y laicas magistas arriesguen sus ideas y las plasmen en blanco y negro. No es tarea fácil arrancar varias horas al estudio, al descanso, al trabajo que nos da el 11
  • 12. 12 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS sustento o al cuidado de un hijo, para hacer los trabajos del Magis. Y más cuando las religiosas, los jesuitas y los laicos y laicas que han formado parte del profesorado, nos animan a utilizar marcos conceptuales adecuados a la hora de pensar sobre los problemas de laicos y laicas. Pierre Bourdieu propone el término habitus para aludir a un conjunto de relaciones históricas depositadas en los cuerpos individuales bajo forma de esquemas mentales y corporales de percepción, apreciación y acción. El habitus es un mecanismo estructurante, principio generador de las estrategias que permiten a los agentes enfrentar situaciones diversas y operar desde dentro de los agentes. A hacer teología sin sotana, nos ha dicho permanentemente José Luis Caravias. Habrá que deconstruir el habitus con el que nos acercamos a analizar nuestros nodos existenciales. La teología que se hace profesionalmente es necesaria, pero esto no sustituye los esfuerzos de laicos y laicas que con presupuestos vitales distintos hacen reflexiones teológicas a partir de los problemas de la vida cotidiana. Y esto es precisamente lo que el lector y la lectora encontrarán en las siguientes páginas. Frente a sus ojos desfilarán distintos planteamientos sobre sexualidad, identidad laical, relaciones de pareja, ética de las profesiones, formación y compromiso socio político. Lo importante es constatar que son diferentes dimensiones de la vocación laical. No son pedazos de historias aisladas de las otras dimensiones existenciales, son formulaciones que enfatizan un eje discursivo, pero ligadas al resto del todo que le proporciona sentido de unidad. Se notarán diferencias conceptuales y perspectivas incluso contradictorias, pero tenemos ante nosotros y nosotras básicamente a un grupo laical que con arrojo presenta sus reflexiones en el ánimo de colaborar a la construcción de una Iglesia más congruente, más al servicio de las realidades de dolor e injusticia y ante todo, más cercana a la que Jesús desea en esta primera década del siglo XXI. David Martínez Mendizábal Coordinador General del Magis III. Guanajuato, México. Noviembre de 2010.
  • 13. CUANDO EL «TÚ» Y EL «YO» SE HICIERON «NOSOTROS» Érika Zárate Baca Danilo Barragán Galarza
  • 14. Erika Zárate Baca Ecuatoriana. Estudió ingeniería comercial, está cursando un diplomado en gestión cultural. Actualmente coordina un programa de comercio justo en Pastoral Social Cáritas de Ecuador y además colabora en el programa de liderazgo ignaciano de la Pontificia Universidad Católica de Ecuador. Tiene 8 años en CVX. Danilo Barragán Galarza Ecuatoriano. Licenciado en Relaciones Internacionales, es director del Servicio Ignaciano de Voluntariado (SIGVOL). Tiene 10 años en CVX.
  • 15. 1. Introducción «De su boca oímos, de su vida aprendimos que quien no vive para servir no sirve para vivir». Leonardo Boff, Los sacramentos de la vida, 27-29 El desafío que la elaboración de este ensayo ha significado es considerable, sin embargo, no se compara con la gratitud y la alegría que también ha hecho brotar en nosotros. Hemos buscado construir un texto testimonial, que reúna nuestras experiencias, ideas y mociones sobre nuestra vida como cevequiana y cevequiano, tratando de «bajar» la fundamentación teológica a nuestras individualidades, pero también a nuestra vocación de pareja, que nosotros la distinguimos como parte importante de nuestra identidad laical. La motivación de realizar este trabajo en pareja es parte de esa vivencia. Las circunstancias de nuestra vida y el seguimiento, con aciertos y errores, con que hemos respondido al llamado de Jesucristo, nos han llevado a compartir experiencias profundas que marcaron esa vocación: el voluntariado ignaciano, la comunidad local e incluso la vivencia del programa Magis son espacios que hemos vivido conjuntamente y sobre
  • 16. 16 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS los que siempre hemos dialogado, nos hemos acompañado y hemos interpelado nuestros puntos de vista. A partir de estos antecedentes, sentimos que podía ser un aporte significativo el redactar un ensayo que reúna esa vivencia que se hace en la persona individual y a la vez en la comunidad que formamos como pareja laical en la CVX, en la Iglesia y hacia la sociedad. Nuestro compartir sobre esta identidad, moldeada por el carisma de la CVX, es precisamente el punto de partida. Es la manera que encontramos de describirnos, de ubicarnos; no sólo desde nuestra particularidad como personas, sino como miembros de la Comunidad de Vida Cristiana. Una identidad que da un nuevo color a nuestra condición de pareja, pues le abre a la dimensión de una vocación laical claramente dirigida hacia el servicio, por y con la gente, como la realización de la existencia humana. A partir de los Principios Generales (PP GG) de la CVX, realizamos una descripción de los elementos que componen esta vocación que es nuestra. Luego de haber descrito lo que significa esta vocación CVX para nosotros, en la dimensión de pareja, pasamos a reflexionar acerca del sentido de su misión. El «en todo amar y servir» resume la finalidad de la persona ignaciana, la mediación por la que ésta, sea laica o religiosa, descubre su realización como creatura, su felicidad. En tal sentido, se entiende que la concreción de ese llamado al «...cambio de estructuras...», «...al estilo de vida sencillo...» y a tantos otros matices con que la CVX caracteriza esta vocación, tenga sus propios problemas y limitaciones, así como sus riquezas y retos, que al final terminan enriqueciendo y complementando al cuerpo eclesial. Por último, sentimos que es necesario aclarar que la intención de las mociones y reflexiones que compartimos en este ensayo no es la teorización o la instrucción, sino más bien el debate y la discusión, la oración y la interpelación, frente al llamado que recibimos y en compañía con nuestra comunidad. Sentimos que al ser parte de esta comunidad laical nuestras impresiones no constituyen el todo, pero sí un componente que puede aportar en su camino de servicio apostólico y seguimiento a Jesucristo.
  • 17. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS 2. Nuestra identidad: el carisma de la CVX Nosotros reconocemos en la Comunidad de Vida Cristiana nuestra vocación laical. Compartimos además la manera en que comenzó a entrar en nuestras vidas: a través de la experiencia de voluntariado en realidades de marginación, donde vimos y reconocimos la divinidad que hay en la humanidad, especialmente, cuando ésta se presenta tan vulnerable como libre. Así mismo, la hemos ido conociendo y descubriendo en compañía de nuestra comunidad local, como un mismo cuerpo, con una historia común que se ha ido escribiendo en la frecuente convivencia. No obstante, tal vez el hecho de mayor fuerza es que compartimos un llamado cuyos caminos se juntan en la lucha por la dignidad de la persona y en la comprensión de que la defensa de la vida, en su integralidad, es el sentido más profundo de la misión cristiana. Estas experiencias, externas e internas, son la «carne» en que para nosotros se ha ido materializando la espiritualidad de San Ignacio y, más concretamente, el carisma de la CVX. Por esta razón, partimos de los Principios Generales (PP GG) de nuestra comunidad para ir encontrando esos vínculos que atan todas estas múltiples Gracias en cada una de nuestras vidas. Consideramos que el PG 4 nos ayuda mucho a abordar esta vinculación, para lo cual queremos compartir las mociones que nos surgen a partir de su lectura y reflexión: Nuestra Comunidad está formada por cristianos —hombres y mujeres, adultos y jóvenes, de todas las condiciones sociales—... Ser cristiana, ser mujer... Ser cristiana es la primera de las características que definen mi identidad. En palabras muy simples, que procuraremos ampliar a lo largo de este trabajo, ese Cristo no es más que la encarnación del más profundo Amor de nuestro Dios, que nos ha sido dado (de maneras muy diversas) y que nos llama a darlo y multiplicarlo. 17
  • 18. 18 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS En un segundo momento, la afirmación «ser cristiana» me define como mujer, rasgo a partir del cual se han generado en mí varias reflexiones y mociones: desde el auto reconocimiento, la aceptación y el aprecio por mi feminidad, que han implicado la profundización y el afianzamiento de características propias —pero no exclusivas— de una mujer, así como el desprendimiento de otras impuestas o auto impuestas y que limitan mi crecimiento. Procura además el reconocimiento de la marginación que las mujeres han vivido —o siguen viviendo— por el hecho de ser mujeres; hasta los procesos de revalorización, inclusión y equilibrio no sólo en la sociedad sino dentro de la Iglesia. El objetivo de esta identificación no es el de buscar elementos diferenciadores para evidenciar superioridad, es simplemente un ejercicio de auto definición y ubicación que permite profundizar en mi integralidad para de esta manera proyectarme y complementarme con los y las demás. Ser cristiano, ser hombre... Ser cristiano para mí es una identidad descubierta a través de distintas experiencias de vida y que tuvo un punto de «quiebre» en el voluntariado con poblaciones indígenas, donde identifiqué un rostro humilde, marginado y empobrecido de Jesús, pero que a la vez es profundamente humano, libre y misericordioso. El mismo que está presente hasta hoy en mi vida, enriquecido por otras personas e historias que «encarnan» el Amor de ese Dios liberador. Ser cristiano, a la vez, también define mi identidad como hombre. Una característica que se convierte en un desafío ante el hecho de que el cristianismo ha sido por lo general etiquetado como una religión con «mentalidad» machista y que, aunque es muy triste, la Iglesia católica ha caído de hecho en muchas posiciones que sustentan esta definición. Por eso, ser un hombre y cristiano es para mí un reto ante la experiencia de un Jesucristo incluyente y misericordioso, cercano a las personas marginadas, incluso por sus propios fieles, entre quie-
  • 19. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS nes se encuentran mujeres muy cercanas a mi vida. Ante esto, ser un hombre en la Iglesia me exige aportar a la erradicación de esas lógicas de discriminación. Mujer y hombre, jóvenes... Al momento en que escribimos este ensayo, tenemos 24 y 29 años, nos consideramos jóvenes, personas sujetas de derechos y deberes específicos. Sin embargo, más allá de las definiciones etáreas o políticas, «ser joven» es una especificidad que también define nuestra identidad cristiana. En este punto resulta interesante mencionar que la concepción que se tiene de la juventud responde a construcciones sociales y culturales, marcadas por la historia, los modos de vida, los sistemas económicos y los imaginarios que se generan alrededor. Aquí incluimos una noción de Adriana Soto: «La imagen que en la actualidad se tiene de los [y las] jóvenes hace de éstos, sujetos sin proyecto y sin futuro, nihilistas que atraviesan la vida adoptando la violencia y el rencor. Delincuencia, drogadicción, destrucción, irresponsabilidad, desesperanza, etc., son algunas de las palabras que en nuestra sociedad, acompañan y definen a la juventud1». Adriana Soto presenta estos estereotipos en contraposición a los imaginarios que en otras épocas se mantenían sobre la juventud como símbolo de valor (guerreros), arte, continuidad, contracultura y cambio. Por momentos, el tiempo de la juventud es el de «persona no-adulta», que hasta cierto punto define a los y las jóvenes como «seres incompletos» y que deben entrar a un determinado camino para poder completarse. Esta idea se fortalece cuando en un sistema como el nuestro —individual, racional, productivista— quienes no pueden aportar para este «fin social» se consideran como «no personas». 1 Soto Martínez, Adriana. Características psicológicas y sociales del adulto, 2001. http://www. google.com/search?ie=UTF-8&oe=UTF 8&sourceid=navclient&gfns=1&q=adriana+soto +%2B+caracter%C3%ADsticas+psicol%C3%B3gicas+y+sociales+del+adulto. 19
  • 20. 20 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS Si bien es en medio de este imaginario, por cierto bastante generalizado, en donde se define nuestra identidad joven; también encontramos otros acercamientos que lo complementan. Por un lado, está el comprender que la vivencia de la juventud al contrario de la adolescencia, se centra en proceso sociales, de interrelaciones, de retos y de descubrimientos. De ahí que se tomen como rasgos característicos de este tiempo la vivacidad y la fuerza, la creatividad y el entusiasmo, que desembocan en múltiples concreciones. Por otro lado, se encuentra también la noción de que éste no es un «no ser», es más bien un momento histórico-social en el que somos y vivimos. Sentimos que este proceso histórico-social, en lo concreto, puede definirse en lo que Jesús Corella entiende como «La edad del deseo2» en referencia al Itinerario Espiritual de Ignacio: «La edad del despertar del corazón, del dejarse enamorar por alguien». El terreno de los ideales, si se quiere. Esto es lo que comprendemos como nuestra juventud: este tiempo de salir, de encontrar, de probar, de aprender, de equivocarse, de enamorarse y, con base en ese amor, fundamentar el resto del camino, aunque el ideal inicial vaya transformándose por la fuerza de ese mismo amor. Un camino que no lo hacemos solos, sino que se alimenta de la interrelación con los y las demás, de la reflexión y la asimilación de esos encuentros y desencuentros. Un aprendizaje personal en el que el voluntariado ignaciano ha tenido un rol protagónico. ...que desean seguir más de cerca a Jesucristo y trabajar con Él en la construcción del Reino... En nuestra experiencia, el descubrimiento de ese «deseo» por el seguimiento a Jesucristo nace del descubrimiento de su causa primera: la persona de Jesús. Luego una formación religiosa tradicional, que no terminó de enraizar en nosotros esa imagen del Dios que castiga o del Dios 2 Corella, Jesús. Itinerario Espiritual de San Ignacio de Loyola. Formato digital.
  • 21. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS etéreo y todopoderoso, tuvimos la suerte de encontrar en los rostros de la gente al Dios de la vida y de la liberación: humanizado, misericordioso y creador. A través de testimonios de gente que vive situaciones difíciles que atentan contra su vida, pero que en esa misma realidad hacen visible toda la profundidad de su riqueza. Así como por medio de los testimonios de gente que, por vocación, acompañan a quienes sufren esta marginación, pero que en conjunto son testigos de Jesucristo y anticipan lo que en nuestra experiencia personal se ha ido delineando como «el Reino». Esta certeza en la vocación cristiana es una invitación a «conocer, amar y seguir a Jesucristo». Tres pasos que exigen «una entrega integral hacia ese amor». Lo que significa no sólo un entendimiento intelectual ni un seguimiento fundamentalista ni una experiencia romántica. No es una interpretación de estos verbos llevada al extremo y en total desarticulación. La vocación cristiana demanda un entrelazamiento profundo entre los tres; unión que, a su vez, requiere responder a esta pregunta como punto de partida: ¿a quién vamos a conocer, amar y seguir? Al Jesús histórico... Al hombre de Nazareth, al hijo, al amigo, al carpintero, al bautizado por Juan, al Amor Encarnado. Al hombre que busca y encuentra a Dios en un contexto específico y en ese camino nos muestra actitudes, palabras y acciones concretas: amar, reconciliar, perdonar, servir, no juzgar. Así también, al Jesús que pone un especial acento en sus acciones para con las personas más necesitadas: pecadoras, marginadas, enfermas, niños y niñas, viudas. A quien nos enseña sobre la benevolencia, la misericordia, la comprensión y el acercamiento a cada uno de ellos y ellas. Además, solamente por la condición humana de Jesús sabemos que padece de verdaderos sufrimientos, interpretando con esto su pasión y muerte y el profundo significado de éstas para la Resurrección. Por 21
  • 22. 22 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS tal motivo, entre Cristo y la persona cristiana existe un paralelismo de fondo: en Jesús el sufrimiento da paso a la Gloria, con lo que se alimenta de esperanza a quienes lo siguen, para iluminar su soledad y tristeza a partir de la resurrección en Jesús. La finalidad de todo cristiano debe ser vivir, morir y resucitar como Jesús, pero no se trata de «reproducir» sus acciones sino de «revivirlas» en nosotros. El conocimiento y seguimiento de este Jesús humano nos lleva a concluir que «...tan humano, sólo Dios...». Al Cristo, el Mesías... Al Dios que por amor se hace hombre, que muere y Resucita. Verdades de fe como la afirmación de que «es Dios», de que dejó los cielos para habitar entre nosotros y de que en su Resurrección radica el misterio de la Salvación de todos nosotros y todas nosotras, son las que complementan nuestro seguimiento a Cristo. Centrarse en este misterio de Salvación fue lo que unió, fortaleció y profundizó la experiencia cristiana de las primeras comunidades, las que a través de su Fe, Esperanza y Amor difundieron el mandamiento de Cristo, aun en las condiciones más crueles de pasión y muerte. Ese Cristo no murió en la cruz, está presente y actuante en cada persona y en nuestra comunidad eclesial. Reconocer el Misterio de Dios y su encarnación en Jesucristo como elementos clave de nuestra fe implica el reconocimiento de una relación entre el Creador y la criatura que trasciende a la simple lógica sujetoobjeto. Es el Misterio del Amor, por el cual, quien crea, comparte con su obra su misma esencia y sentido último. Un acto de liberación que le descubre su existencia, compartiendo su condición de humana y que le invita a multiplicar esa vocación por el Amor hacia la integralidad de su creación, al ser humano como parte de la Naturaleza. Una comprensión del ser humano que se ubica cercana a la ecosofía de la que habla Leonardo Boff.
  • 23. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS ...y que han reconocido en la Comunidad de Vida Cristiana su particular vocación en la Iglesia... ...para preparar más eficazmente a nuestros miembros para el testimonio y el servicio apostólico, especialmente en los ambientes cotidianos, reunimos en comunidad a personas que sienten una necesidad más apremiante de unir su vida humana en todas sus dimensiones con la plenitud de su fe cristiana según nuestro carisma... En verdad, reconocer a la CVX como nuestra vocación particular ha sido fundamental para encausar y asentar las experiencias vitales de «el Reino» y de Jesús que nos ayudaron a identificar en nuestro interior ese llamado a ser fieles activos de la Iglesia Católica. Retomamos lo expuesto sobre los testimonios personales que conocimos en nuestros primeros años de voluntariado, hombres y mujeres que desde un compromiso discreto en palabras pero muy elocuente en acciones mostraban su coherencia con el servicio como centro de su vocación. Cevequianos, cevequianas y jesuitas, con quienes empezamos a sentir una identificación en lo más esencial de ese «estilo de vida», que nos predisponía a ser sensibles ante la divinidad que existe en todo lo creado. A partir de ahí, iniciamos un proceso de asimilación sobre esta dimensión comunitaria que, como el PG 4 lo define claramente, no es fin en sí misma sino un medio privilegiado para adentrarse en la espiritualidad ignaciana y en consecuencia ser más eficaces en el servicio apostólico. Este llamado de amor que sentimos nos plantea la inquietud acerca de la manera en que vamos a concretar nuestra respuesta: ¿en dónde?, ¿cómo?, ¿con quién?, son las preguntas que enseguida se nos cruzan por la mente. En ese sentido, la espiritualidad ignaciana, fuente en el carisma de la CVX, es el medio que hemos recibido para ir encontrando las respuestas: el descubrimiento del paso y llamado de Dios en nuestro diario caminar. La formación seria, el compartir, el acompañar y el confrontar la vida en comunidad, a los que se añade la vida como misión apos- 23
  • 24. 24 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS tólica, son los componentes que a diario nos retan, nos confrontan con nosotros mismos y con nuestro entorno. Es ésta la dinámica en la que vivimos nuestro encuentro diario con el Dios de la vida y con su amor. Este camino dentro de la CVX es también un desafío de creatividad que nos exige «hacer carne» todas las letras escritas en los Principios Generales, en Nuestro Carisma y en los demás documentos que definen nuestra identidad. Ésta es nuestra manera concreta, pero no reducida, de ser Iglesia, de vincularnos con el Cuerpo de Cristo. ...nuestro propósito es llegar a ser cristianos comprometidos, dando testimonio en la Iglesia y en la sociedad de los valores humanos y evangélicos esenciales para la dignidad de la persona, el bienestar de la familia y la integridad de la creación... ...como respuesta a la llamada que Cristo nos hace, tratamos de realizar esta unidad de vida desde dentro del mundo en que vivimos... Gracias al llamado que sentimos por esta «vocación particular» dentro de la Iglesia, fuimos asimilando un elemento clave en este camino eclesial: el compromiso y el testimonio de la gente de CVX que habíamos conocido no estaban fundamentados en una rígida interpretación de normas estrictas o en el seguimiento acrítico a una figura carismática. El seguimiento cristiano de estas personas partía más bien del discernimiento sobre la realidad, de la vivencia de los problemas e incoherencias del día a día, era una «vocación laical», vivida para el servicio y desde la libertad, que en esa condición sentía la ambigüedad entre riqueza y desafío, por vivir en favor de la dignidad de la persona y la integridad de la creación. Una vocación totalmente abierta a la cotidianidad, entendida como la frontera de «estar en el mundo, sin ser del mundo», ahí donde los valores humanos y evangélicos son más difíciles de mantener y, por lo mismo, más necesarios. Este aspecto, a nuestro entender, ilustra muy
  • 25. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS bien «las oportunidades apostólicas» que nuestra condición de laicos y laicas nos otorga, a las cuales hace mención Pedro Arrupe, S.J. , en su alocución a la Asamblea General de la CVX en 1979. «Estar en el mundo, sin ser del mundo» resume lo que estas líneas del PG 4 reflejan en nosotros. Nada más claro y más desafiante que este llamado a dejarse afectar por lo que pasa a nuestro alrededor, no por unas pequeñas salpicaduras, sino por una profunda inmersión que nos permite sentir y conocer las raíces y los frutos, las causas y las consecuencias del mundo en que vivimos. Al mismo tiempo, sentimos el reto por ser germen de esperanza para la transformación, desde nuestras pequeñas realidades familiares y locales hasta las más profundas estructuras sociales, culturales y económicas. La fuente de la que esta esperanza y esta transformación se nutren no es otra que el Evangelio de Jesús. La Palabra, que contrastada y con la realidad cotidiana, amplia y social, permite ir discerniendo las respuestas y acciones necesarias, inspiradas en los valores humanos y cristianos, que se resumen en ese mandamiento que parece simple pero del que solemos desviarnos con frecuencia: «Ámense los unos a los otros como yo los he amado3». Una frase tan corta que «cuesta» una vida hacerla realidad. ...con particular urgencia sentimos la necesidad de trabajar por la justicia, con una opción preferencial por los pobres y un estilo de vida sencillo que exprese nuestra libertad y nuestra solidaridad con ellos. En nuestra experiencia, la apertura a dejarse «tocar» o interpelar por la realidad, como elemento fundamental en la espiritualidad ignaciana, se materializa en esta «particular urgencia» con la que sencilla pero directamente se identifica nuestra vocación cevequiana con la justicia. No una justicia «en el aire», sino vinculada explícitamente con la opción por 3 Juan 15, 12 25
  • 26. 26 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS los pobres, faceta del testimonio de Jesús que fue malinterpretada por largo tiempo, pero que toma un nuevo impulso desde el Vaticano II y, de manera especial, desde Medellín y Puebla. Esta posición fue luego ampliada, superando aunque no negando a la pobreza económica. Como lo señala Franklín Ibañez4, el concepto se extiende hacia toda clase de exclusión que atente contra la dignidad de la persona, o, en palabras de José María Castilo5, la propuesta de Jesucristo no se reduce a «ricos contra pobres», pues va en contra de quienes se sitúan o intentan situarse por encima de los y las demás. Es un mundo de tristezas y esperanzas como señala la Gaudium et Spes y en él estamos llamados a vivir y ser sal que defienda la vida en su integridad y su dignidad por ser creación del amor de Dios. Como hemos mencionado, ser cristianos y cristianas es ser testimonio del Amor de Cristo en el mundo, en esa realidad de profundo desequilibrio: abundancia y escasez, libertad y esclavitud, unidad y división, progreso material y retroceso espiritual. Pero en nuestro mundo no sólo habitan crisis temporales, sino también las aspiraciones profundas de la humanidad, de la «criatura política» que busca justicia social, cambios estructurales, dirigidos especialmente hacia los derechos de los grupos marginados o vulnerables y el reconocimiento que ante la desesperanza del hombre, nace la esperanza en Cristo. Estamos llamados a vivir nuestra vida desde la comprensión de que «...el ser humano no puede encontrarse plenamente a sí mismo más que en la entrega de sí...6». Por ello, el principal reto es comprender qué significa esa opción por los pobres: no es una prioridad en la lista de beneficencia, una actitud paternalista o benevolente o un gesto de caridad momentá4 Ibáñez, Franklin, charla sobre la Opción por los Pobres en la CVX, durante la tercera fase de la etapa intensiva del programa Magis III en Buenos Aires, Argentina, 2009. Audio en DVD Fe y Vida del programa Magis. 5 Castillo, José María, «La dimensión social de nuestra misión: ¿cómo responder». Artículo del DVD Fe y Vida del programa Magis. 6 Encíclica Gaudium et Spes: La Iglesia y la vocación del hombre.
  • 27. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS neo para luego regresar a la rutina. La vocación cevequiana nos llama hacia la actitud que Jesús mismo vivió: siendo con ellos, estando con ellos, dejarlos “ser” y aprender a “ser” desde su profunda humanidad. Así es que, en nuestra experiencia, esta opción por los pobres no se la interpreta como un «dar» a los pobres para que dejen de serlo, sino que, por el contrario, nos invita a vivir «...un estilo de vida sencillo...», muestra concreta de la libertad y de la solidaridad con la gente excluida. Es un «compartir» antes que un «dar». 3. El desafío: ¿cómo «hacer carne» esta vocación? En la sección anterior, hemos presentado una síntesis de lo que para nosotros ha significado el llamado y la experiencia de este «estilo de vida» que es la CVX. Es una representación de lo que ha fundamentado nuestra vocación y vivencia espiritual, apostólica y comunitaria, pero no es el fin mismo de nuestra vida, tan sólo es nuestra identidad. Una identidad transversal a todo lo que hacemos o dejemos de hacer; lo que define los medios para llegar a ese fin último que es la Plenitud del Amor de nuestro Dios. Ahora, queremos repasar tres aspectos por donde sentimos que puede irse construyendo esa misión desde la identidad laical que asumimos: Ser Pareja... Cuando el yo y el tú se hicieron nosotros7 7 Dos vidas. La tuya y la mía. dos vidas como dos riachuelos. cada una con su propia agua y su propia corriente. Sobrado, Clemente. “Palabras para el camino”. Artículo del DVD Fe y Vida del programa Magis. 27
  • 28. 28 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS el uno buscando sediento el agua del otro cual si la propia agua no pudiese calmar nuestra sed personal... ...era ese algo que la gente llama amor. y que mejor diríamos era ese algo vital y existencial que se llama vocación. Nuestra común vocación de ser pareja...8 Partimos justamente con la afirmación de este último verso: ser pareja es nuestra vocación común, que se origina en el encuentro, en la necesidad humana de relacionarse, en la atracción recíproca y que a partir de ahí se vuelve un solo camino que encierra en sí un mundo nuevo, desafiante, profundo y multiplicador. Entender que «mi vocación» pasa a ser también la tuya, así como «tu vocación» pasa a ser la mía, no significa que se limitan, se cortan o se reparten; compartir la vocación laical significa multiplicarla, fortalecerla y potenciarla. La vocación de ser pareja, de ser matrimonio, no puede ser entendida de manera simplista desde la visión jurídica; es decir, no puede quedar reducida a un «contrato» con deberes y derechos para cada cual. El mutuo compromiso es el inicio de un proyecto común, de una vida compartida conyugalmente en la que estamos llamados a alcanzar un pleno desarrollo personal, humano y cristiano. Como señala la Gaudium et Spes sobre la pareja cristiana, que «...cumpliendo su misión conyugal y familiar, animados por el espíritu de Cristo... llegan cada vez más a su pleno desarrollo personal y a su mutua santificación, y por tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios9». La vocación laical implica este entender, aceptar y sentirme a gusto en ser responsable y colaborar en el desarrollo pleno de mi pareja, que termina también por ser el mío y que es la manifestación de Dios en 8 Id. 9 Gaudium et Spes, 48.
  • 29. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS esta unión. En la misma línea, vivir esta vocación común nos invita a reflexionar sus fines: al partir de la teología tradicional, vemos que el sentido de esta vocación era la procreación de los hijos, quedando el amor totalmente subordinado a la procreación y el matrimonio reducido a una institución legal necesaria para garantizar la supervivencia de la humanidad y para regular socialmente la actividad sexual10. Sin embargo, a partir del Vaticano II, el matrimonio se considera antes que nada como una comunidad de amor conyugal que se expresa, se realiza y crece en el encuentro sexual. Este amor conyugal tiene valor en sí mismo. Solamente después se dice que esta comunidad de amor conyugal está llamada a ser fuente de vida11. Es decir el fin último de esta vocación común es el Amor que vivificará y dará sentido a cada una de las dimensiones de la vida matrimonial. La definición de esta vocación como una «comunidad de amor» aclara totalmente el llamado que sentimos. No obstante, creemos que es muy importante señalar que esta comunión no diluye nuestras individualidades, que seguimos siendo una mujer y un hombre, con nuestra historia propia, con nuestras particularidades tanto pasadas como futuras, con nuestros propios «buen y mal espíritus» y con una relación personal con Dios. La vocación laical y en pareja no es en función de la otra persona aunque sí se realiza, en parte, con ella, pues la presencia de la otra persona en nuestra vida es una manifestación concreta de ese Amor divino y un don para alcanzar la plenitud de la vida, que tampoco sustituye la fuente del Amor que viene de Dios y la vinculación directa e íntima que nos une con la Trinidad. Así mismo, creemos que esta vocación común, esta vida compartida, no es una comunidad cerrada en sí misma. Encontramos el pleno sentido de nuestra unión cuando ésta se encarna en la comunidad que multiplica su amor hacia afuera, cuando ya no somos tú o yo sino somos nosotros 10 Pagola, José Antonio. La originalidad del matrimonio cristiano. Texto del DVD Fe y Vida del programa Magis. 11 Id. 29
  • 30. 30 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS para las demás personas. José Luis Martín Descalzo aborda este tema de una manera mucho más poética: «Felices los que se multiplican el uno por el otro, felices los que son estímulo y no freno. Y más felices aún quienes saben transmitir a sus hijos esta obligación de tener despierta el alma. Esas familias son, en rigor, las únicas verdaderamente dignas de la raza humana12». Además, al ser una vocación laical compartida es necesario también abrirnos a una vivencia espiritual común. El carisma cevequiano y la espiritualidad de Ignacio de Loyola, con sus principios y herramientas, que se fortalecen al ser vividos también en pareja: • Oración y discernimiento: la convivencia aquí se caracteriza por saber encontrar los espacios individuales y conjuntos, siendo apoyo el uno de la otra y viceversa, para sentir a Dios dentro de cada persona. También es necesario reconocer que cambiamos, que lo que fue primero no tendrá que volver a ser y, sobre todo, saber como proyectar nuestras vidas a la Vida de Jesucristo. • Indiferencia ignaciana: crecer individual y conjuntamente en libertad para nuestros discernimientos, es saber que poco a poco podamos liberaros de esos apegos que no nos permiten estar más cerca de Dios y ser conscientes de que éstos también pueden ser apegos «de pareja», que no nos dejan hacer el mayor servicio como comunidad. El ejercicio como pareja debe estar enfocado en «cultivar» esa libertad en la otra persona y en mí, al tiempo que debo reconocer las crisis que se dan en ese camino, sabiéndolas enfrentar y sobre todo superar. • Opción cristológica por la gente empobrecida: que parte de lo expuesto anteriormente sobre esta opción, pero que además adquiere el desafío de vivirla desde la vocación común de pareja, como fami12 Martín, José Luis. Blanco y Negro, del DVD Fe y Vida del programa Magis. 13 Caravias, José Luis. Charla sobre la Espiritualidad laical, durante la tercera fase de la etapa intensiva del programa Magis III en Buenos Aires, Argentina, 2009. Audio en DVD Fe y Vida del programa Magis.
  • 31. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS lia. Que esta opción, como lo mencionaba José Luis Caravias, S.J., sea «también profesional13». Una opción que, como afirma José María Vigil, vacía su fuerza al pensarse en términos de «preferencial» y «no excluyente14», pues exige siempre de quien la realiza el tomar una posición reflexionada pero firme frente a la marginación. Ser pareja en la CVX... Hemos mencionado ya que esta vocación de pareja está naturalmente vinculada con la vocación laical. El llamado individual a ser un laico y una laica en la Iglesia se complementa, y también se realiza, con el llamado a vivirlo como pareja. Es una Gracia que enriquece esa identidad, pero que recibe un valor agregado al poder hacerlo desde el carisma de la CVX. El laicado es un primer «lugar» eclesial que nos permite plantearnos nuestro «ser y hacer» ante la comunidad cristiana y la espiritualidad ignaciana nos aporta unas características y unas mediaciones específicas para dar nuestro aporte, como una de las partes de ese «cuerpo de Cristo» que es la Iglesia. Este aporte es de hecho un componente de nuestra misión como «comunidad apostólica y comunidad de apóstoles» que se realiza en varios niveles: desde la denominada comunidad pequeña, grupo o comunidad local hasta la dimensión eclesial más amplia. Son pequeñas contribuciones, concreciones específicas de nuestra vocación, pero que se concatenan de un nivel a otro haciendo «carne» ese llamado por el seguimiento a Jesucristo, que se proyecta, amplía y fortalece a través de ellas. En la línea de esta reflexión, nos parece válido abordar uno de los ámbitos más íntimos y concretos en los que sentimos el llamado como pareja dentro de nuestra vocación. Una situación del mundo eclesial que puede ser un «estereotipo» o un «lugar común» pero que a la vez nos 14 Vigil, José María et al. Sobre la opción por los pobres, versión digital incluida en el DVD Fe y Vida de 2009. 31
  • 32. 32 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS cuestiona bastante: esa percepción de que el matrimonio y la vida en pareja —opción propia del laicado— «eclipsa» la capacidad efectiva del testimonio apostólico. Jóvenes, con gran motivación y compromiso, que «se pierden» una vez que han ingresado «en el grupo de la gente seria». Estos casos, que no son el absoluto en la vida de la CVX, pero tampoco unas pocas anécdotas, mueven mucho en nuestro interior, pues, aunque conocemos con claridad la evolución de las circunstancias de la vida, nos deja la impresión de que aquel sentido último de nuestra vocación cristiana laical, enriquecida por la espiritualidad ignaciana, queda incompleto. Hemos querido tener mucho cuidado en la aproximación a este tema, pues reconocemos, aunque no estemos aún en ello, toda la dificultad que el construir una familia implica. Actualmente es un tema que nos sobrepasa, pero que en el discernimiento de esta vocación nos sentimos en la obligación de al menos planteárnoslo, para luego compartir nuestras mociones y reflexiones ante interrogantes como éstas: ¿cómo combinar la opción por la gente empobrecida cuando tengo que alimentar y educar a mis hijos?, ¿de dónde sacar tiempo para las responsabilidades del hogar y al mismo tiempo para participar frecuentemente en la comunidad?, ¿en qué tiempo formarme, orar, trabajar, compartir y descansar? Aunque no sea difícil concluirlo, nosotros no tenemos ninguna de las respuestas a estas preguntas y a muchas otras que pueden seguir surgiendo. Pero como dijimos, sí son cuestiones que se empiezan a cruzar en nuestro camino y que nacen del llamado común que sentimos. En tal sentido, lo que sí tenemos, son intuiciones, ideas y mociones, que se irán haciendo realidad —o no— a lo largo de nuestras vidas, pero que a la vez sentimos la necesidad de compartirlas en la línea de lo expuesto en este ensayo. La vocación a la CVX, en sus tres pilares, es la fuente a la que intuitivamente acudimos para ir abordando estas interrogantes. Partimos de la dimensión espiritual, cuyos elementos: la oración, la pausa y el discernimiento se entrelazan en la persona ignaciana. Sacar tiempo para un retiro es cada vez más difícil para la vida laical, incluso la modalidad
  • 33. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS de «vida diaria», por eso sentimos que la primera respuesta pasa por la actitud de «ver a Dios en todas las cosas» , por esa propuesta tan ignaciana de ser personas «contemplativas» en la acción, es decir, una actitud orante y discerniente en la cotidianidad, en el día a día, transformando cada momento en un espacio para el agradecimiento y la celebración de la vida, incluso aquellos momentos más rutinarios que consideramos intrascendentes. Esta propuesta de oración activa y aterrizada en la cotidianidad la desarrolla muy acertadamente Javier Uriarte, S.J. en un artículo dirigido específicamente para la CVX. Una propuesta de este tipo exige obviamente una rol complementario e importante de la comunidad. La dimensión comunitaria se convierte entonces en un espacio clave, que aterriza y contrasta el devenir de las mociones, que apoya ante las dificultades y abre un espacio para desahogarse y refrescarse emocionalmente. Ha habido experiencias de comunidades exclusivas de matrimonios y otras mezcladas con personas solteras, ambas propuestas con sus riquezas y sus limitaciones, pero desde nuestro sentir resulta muy provechoso que la dinámica e interrelación, que puede ir más allá del intimismo de la comunidad local, se fortalezca con la diversidad de las personas en CVX, característica que para nosotros es una de las fortalezas de nuestra comunidad. Compartir con parejas o personas solteras, pertenecer a la misma comunidad local o no, incluso acompañarse por una pareja de mayor experiencia, son las mediaciones que enriquecen nuestra identidad cevequiana y a las que vale la pena acudir en el proceso de transición que implica el iniciar una nueva familia. Esta dimensión exige, como es obvio, una participación y responsabilidad doble: de la comunidad ampliada y de la pareja que lo vive. Sin embargo, en la CVX, al reconocer la familia humana como uno de los puntos de partida para nuestra misión en el mundo, sí debemos sentir más responsabilidad por formalizar mejor los medios concretos con que respondemos ante ella. Propuesta por la cual, sólo por mencionar un ejemplo, se puede requerir mucha más motivación y formación para parejas que estén dispuestas a acompañar a otras más jóvenes. 33
  • 34. 34 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS Fortalecer la dimensión espiritual y la comunitaria sólo cobra sentido en la respuesta que damos a través de nuestro servicio apostólico. Aquella dimensión por la que se cuelan esos estereotipos sobre las dificultades en el servicio que conlleva este cambio de estado de vida. Para el efecto, creemos que al menos son necesarias las reflexiones sobre dos aspectos: la familia como el «lugar» de nuestra acción apostólica y el sentido que cobra en esas circunstancias la opción por la gente empobrecida. El primer punto, centrarse en la familia como el «lugar» de nuestro apostolado, es una reacción natural de quien ha tomado esa opción, pero que puede generar una contradicción palpable debido a la fuerte demanda de tiempo y energías que exige. Es normal, humana y responsable esta concentración hacia la familia, pero puede también caer en una razón «buena aparente», de las que Ignacio de Loyola ubica en la segunda semana de los EE y que termina siendo un señuelo que nos encamina hacia una pérdida de conexiones con la «realidad externa», con el mundo injusto al que se nos llama a transformar. Si a esto añadimos una conciencia superficial previa sobre la injusticia y la exclusión, ocasionada por la ausencia de oportunidades de servicio en entornos de marginación, es comprensible por qué nuestra capacidad y testimonio apostólicos terminan por verse entorpecidos. En paralelo, los escrúpulos propios llevan a una lamentable pero habitual confusión: la opción por la gente empobrecida se mezcla con el llamado a un apostolado de contacto directo con esa misma gente, como si ambas fueran dos sinónimos en lugar de elementos distintos aunque concatenados. Este desconcierto interno termina enredando aún más las posibles soluciones y puede llevar a una actitud de culpa e impotencia o de acomodamiento y apatía, pero que en el fondo terminan por deteriorar más la capacidad y la motivación para el servicio apostólico. Con la reflexión sobre estos dos aspectos, hemos querido ilustrar mejor la importancia de la vivencia de las dimensiones espiritual y comunitaria para la vocación laical, que en este caso específico es la de pareja. La actitud cotidiana orante y discerniente junto con el acompañamiento activo y diverso de la comunidad se reconocen como las ayudas con-
  • 35. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS cretas con las que Dios, por medio de la espiritualidad ignaciana, nos facilita continuar con esta vocación de ser pareja laical y cevequiana, en la Iglesia, con una proyección apostólica hacia el servicio con los y las demás. Todos estos elementos no sirven de punto de partida para abordar el tercer y definitivo componente del sentido que encontramos en la misión laical de pareja. Ser pareja en la Iglesia y hacia el mundo... La espiritualidad ignaciana, el carisma de la CVX, la realización de nuestra vocación laical y de pareja, junto con todos los demás elementos abordados hasta ahora, pueden quedarse simplemente en una experiencia intimista, limitada a un enriquecimiento personal profundo, a una rica vivencia espiritual, pero que no van más allá. No obstante, cuando volvemos a recordar los testimonios que encontramos en el voluntariado, revivimos la esencial «conexión» que entonces descubrimos entre el seguimiento a Jesucristo y el servicio por la gente, en especial por la más excluida, lo que lo ubica como la verdadera felicidad de la persona humana. Es por esta razón que nos causa una extraña desolación interna escuchar que la realización de esta vocación laical en la pareja, no termina de complementarse con la realización de la misma vocación laical en el servicio. Es como si en ciertos momentos la una «estorbara» a la otra. Sin embargo, nosotros creemos que, en este llamado laical, las dos dimensiones —pareja y servicio— encajan perfectamente, puesto que las dificultades no están en el llamado como tal, sino más bien en las interpretaciones que hacemos de él en nuestras vidas y también en las mediaciones que escogemos para ir haciéndolo realidad. Para profundizar en este punto, consideramos válido partir de algunas preguntas que aparecen de manera natural: ¿es que no me realizo en el servicio hacia mi familia?, ¿acaso mi esposa o mi esposo, mi hijo o mi hija, no son ya ese «prójimo» más cercano al que estoy llamado a ser- 35
  • 36. 36 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS vir?, ¿por qué buscar a gente externa cuando ya tengo necesidades en mi entorno íntimo? En verdad, hay mucha razón en estas interrogantes. El ser humano tiene un llamado natural, podríamos incluso llamarlo instintivo, a cuidar de su familia, su círculo íntimo de personas, como parte de su realización. Esta felicidad encontrada en la familia, en su cuidado y bienestar, es natural, buena, responsable y positiva. Es un espacio de servicio apostólico que reconocemos y valoramos totalmente. Sin embargo, cuando analizamos las mismas preguntas desde los Evangelios, desde la espiritualidad ignaciana y desde la vocación cevequiana sentimos que Jesucristo nos pide ir mucho más allá. Como lo señala José María Castillo15, la familia es una de las instituciones sociales que Jesús cuestionó en su época por ser fuente de exclusión, y hay varios pasajes neotestamentarios que recogen posturas que mucha gente definiría al menos como «controversiales». En todo caso, sería un error interpretar esta postura de Jesús como una crítica a la familia como tal, el punto era que Jesús se centraba de tal manera en la defensa de la vida humana que incluso puede objetar los elementos excluyentes de la familia pero, a la vez, ampliar esa dimensión familiar a una comunidad de seguidores y seguidoras, yendo más allá de los lazos de consanguinidad y tradición que su sociedad imponía, precisamente como un signo de inclusión y aceptación total. En ese sentido, vemos que la misión de Jesús no se queda en la familia, ni siquiera en la familia ampliada que era su comunidad. Por el contrario, ésta era su punto de partida, su entorno de apoyo, desde donde él se dirigía hacia la sociedad, en una proyección totalmente universal, hacia la persona humana en su sentido más amplio. Así es como al sentir el llamado a seguirlo, desde la identidad de una pareja laical, tampoco nos invita a la resignación de limitar a nuestro círculo familiar el servicio apostólico. Podríamos decir que Jesucristo no actúa dentro de una lógica de «mínimos posibles» o de requisitos por cumplir. El amor siempre va mucho más allá y lo «puede todo» como lo afirma Pablo. En la misma 15 Castillo, José María. Teología para comunidades, Ediciones San Pablo, 2004.
  • 37. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS línea, Ignacio de Loyola desde una gran sensibilidad espiritual, nos da como referencia el Magis, como criterio de la búsqueda de la entrega total en el servicio apostólico. Por lo tanto, la pareja laical en la Iglesia, y muy claramente en la CVX, debe tener también esa proyección hacia el mundo, hacia la sociedad. Es ése el sentido de la imagen de la molécula de levadura que hace crecer y trascender a la «masa» eclesial. La familia cristiana debe ser ética en sus trabajos y educar en valores humanos a sus hijos, pero no como su razón de ser en la Iglesia, sino como el punto de partida, los «mínimos necesarios», desde los cuales partir para empezar a ejercer su misión, la cual debe construirse desde el discernimiento ignaciano y desde la lectura orante de los «signos de los tiempos». Además, el carisma de la CVX y la espiritualidad ignaciana nos da otro elemento, adicional al Magis, para esta acción apostólica: la opción por la gente empobrecida. Como mencionamos previamente, esta opción no nos lleva a acciones puntuales y paternalistas, sino a formas de vivir, transversales a todo lo que hacemos. Alguna vez, una amiga cevequiana se preguntaba sobre la mejor manera de educar a su hija en la opción por la gente empobrecida. Para la respuesta, tomamos prestada una frase que usamos en el voluntariado. La opción por la gente empobrecida no es una camiseta, que te la pones un momento y te la sacas según convenga. Es un «color de piel» y por lo tanto, caracteriza transversalmente todas las actividades, opciones e ideas que se tienen en el día a día, en la convivencia con la familia y la comunidad. Es el lugar donde se construyen los hábitos diarios, que deben ser inclusivos, no consumistas, sencillos, participativos, solidarios. Esta opción por la gente empobrecida es también el «lugar» en donde se fundamenta y proyecta el trabajo activo y preciso para el cambio de estructuras de marginación e injusticia. Un elemento presente e importante en los PP GG de la CVX. La opción por la gente empobrecida nos interpela y empuja a la erradicación de todas las prácticas, sean micro o macro, que atenten contra la dignidad del ser humano. Esa opción «amplia» nos lleva a acciones pequeñas y a decisiones mínimas en nuestra 37
  • 38. 38 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS propia vida, que apuntan a la solidaridad y al «ser» sobre el «hacer» y el «tener». Y si bien hay testimonios de parejas que han vivido con sus familias experiencias de inserción profundamente inspiradoras, sabemos que esa vocación a vivir «con» y «como» la gente empobrecida no es generalizada y menos aún puede ser la norma. Sin embargo, para que esta opción pueda tener bases firmes sobre la realidad, sí es necesaria una convivencia con gente excluida, por lo cual nos parece muy pertinente la pregunta central del Día Mundial de la CVX en 2010: ¿cuántos amigos y amigas pobres tenemos? El estilo de vida sencillo necesita alimentarse de gente sencilla, de valores humanos, que no lejos de contradicciones y dificultades, nos facilitan plenamente el seguimiento de la vocación que descubrimos en nuestras vidas. Creemos que la vocación cevequiana pasa por asimilar esta opción como un «modelo» de vida y no sólo como la actividad «del tiempo que me sobra». Ser amigos y amigas en la exclusión, como una una forma de vida, principio ético personal y comunitario además de ser un método de educar en la «contracultura del Amor». 4. Para concluir Éste ha sido un recorrido de reflexión e interiorización de nuestras vivencias y mociones —individuales y comunes— sobre el reconocimiento de Dios en nuestras vidas y su llamado permanente a seguirlo. Este camino se inició por nuestra identidad, no como un patrón único o inamovible, más bien como una base: cristiana, laical, ignaciana; a partir de la cual se seguirá construyendo y enriqueciendo. Hemos necesitado además tener conciencia sobre las características individuales de género, de edad, así como sobre nuestras historias personales y comunes. Es decir reconocernos como criaturas de Dios, hechas a su imagen y semejanza, cada cual con sus particularidades, a quienes Él ha manifestado su constante y profundo amor de maneras distintas y a quienes ha llamado a ser parte en la Historia de Salvación.
  • 39. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS Así como este ensayo ha requerido de una revisión de las experiencias y procesos vividos, ha significado también una reflexión sobre los llamados hacia el futuro, como respuesta y reconocimiento de nuestra vocación común como pareja, dentro de la CVX y de la Iglesia y, con ello, proyectada hacia el mundo. En este trabajo se trata de poner sobre la mesa una reflexión constante sobre la dimensión apostólica de nuestra identidad —con todos los criterios eclesiales e ignacianos— dentro de la cotidianidad de la vida laical. La familia como «lugar apostólico», la opción por la gente empobrecida como criterio para ese mismo apostolado, la participación activa en la vida comunitaria de la CVX y la correlación de todos estos elementos son el centro de esta reflexión. Alcanzar esta noción apostólica pasa por reconocer en la familia a la «primera comunidad», en la cual formar y acompañar la vida, pero al mismo tiempo reconocerla inmersa en una comunidad eclesial más grande y que en nuestro caso se la vive desde dentro del carisma ignaciano de la CVX, a través del cual se confrontarán todas nuestras acciones que terminan por ser «sal y luz» para la sociedad. La participación activa en la vida comunitaria debe entenderse como el espacio necesario para el enriquecimiento de la vocación, y en ese sentido, el esfuerzo es tanto de las familias para que se inserten en la vida comunitaria, así como de la estructura de la CVX que facilite los procesos y mediaciones para esa inserción. Entendemos también que la acción apostólica no puede concebirse como una actividad «extra» a todo lo demás que tenemos en la lista de pendientes, sino más bien como un «color de piel»: una característica, interiorizada y asimilada, en nuestra identidad, marcada desde la ignacianidad por esa opción por la gente empobrecida que nos está permanentemente invitando a la defensa de la vida humana, en especial de aquella más vulnerada, una característica cuyo ejercicio debe darse a lo largo de toda nuestra vida y no solamente en ese ficticio «ahora, que tenemos tiempo». Esta opción no nos lleva a acciones puntuales y paternalistas, sino a formas de vivir, transversales a todo lo que hacemos, a la consolidación 39
  • 40. 40 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS de un estilo de vida —personal y familiar— sencillo y coherente. De ahí que es dentro de la misma familia en la que debe formarse, fundamentarse y proyectarse esta opción por la gente empobrecida, pues es el lugar desde donde se construyen los «mínimos necesarios» a partir de los cuales se gesta y se compromete al cambio de esas estructuras de marginación e injusticia que vivimos en el mundo de hoy. Esta vocación común, laical y cevequiana, apunta según nuestra experiencia a la gestación de la «contracultura del Amor». El descubrimiento y formación de la vocación es un camino maravilloso. De alguna manera, significa sentir en carne propia ese «...ser barro en las manos del alfarero...16» y reconocerse creación para su «...mayor servicio y alabanza...17». La vasija por la que debe correr agua viva para ser y dar vida. Una Gracia similar, e incluso más profunda y sentida, es reconocer que esa vocación es común, que no es sólo un tipo de barro, sino dos, los que toma el Alfarero para realizar su obra. Es entonces reconocer que el «tú» y el «yo» se hicieron «nosotros» y es ahora una nueva creación para defender y acompañar la vida de las demás personas, desde el seguimiento de Jesucristo a la manera de Ignacio. 16 Jer. 18, 3 - 6. 17 EE, [98], [168], [183].
  • 41. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS Bibliografía Arrupe, Pedro. Alocución a la Asamblea Mundial de la CVX, Roma, 1979. Artículo del DVD Fe y Vida del programa Magis. Caravias, José Luis, charla sobre la Espiritualidad laical, durante la tercera fase de la etapa intensiva del programa Magis III en Buenos Aires, Argentina, 2009. Audio en DVD Fe y Vida del programa Magis. Castillo, José María. «La dimensión social de nuestra misión: ¿cómo responder». Artículo del DVD Fe y Vida del programa Magis. Castillo, José María. Teología para comunidades, Ediciones San Pablo, 2004. Corella, Jesús. Itinerario Espiritual de San Ignacio de Loyola. ENCICLICA Gaudium et Spes: La Iglesia y la vocación del hombre. Ibáñez, Franklin, charla sobre la Opción por los Pobres en la tercera fase de la etapa intensiva del programa Magis III CVX, durante la en Buenos Aires, Argentina, 2009. Audio en DVD Fe y Vida del programa Magis. Martín, José Luis, Blanco y Negro, del DVD Fe y Vida del programa Magis. Pagola, José Antonio, La originalidad del matrimonio cristiano. Texto del DVD Fe y Vida del programa Magis. Sobrado, Clemente, Palabras para el camino. Artículo del DVD Fe y Vida del programa Magis. Soto Martínez, Adriana, Características psicológicas y sociales del adulto, 2001. http://www.google.com/search?ie=UTF-8&oe=UTF 8&sourceid=navclien t&gfns=1&q=adriana+soto+%2B+caracter%C3%ADsticas+psicol%C3%B3gi cas+y+sociales+del+adulto. Vigil, José María et al. Sobre la opción por los pobres, versión digital incluida en el DVD Fe y Vida de 2009. 41
  • 42.
  • 43. CON EL LIBRO EN LAS MANOS, LOS PIES EN EL BARRO Y EL CORAZÓN ABIERTO “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.” (Jn 14,6) January N. Gómez V.
  • 44. January N. Gómez V. Venezolana. Ingeniera en Computación. Coordinadora de proyectos en una empresa consultora de tecnología. Participa en las CVX desde de 1998. Actualmente forma parte de una nueva comunidad en Caracas, proveniente de varias comunidades adultas de esta región. Los primeros 10 años en CVX fue  parte de la Comunidad Kerygma.
  • 45. “Con el libro en las manos, los pies en el barro y el corazón abierto”, fue la frase con la que concluí la reseña de un libro titulado Laicos cristianos, Iglesia en el mundo1; más que una conclusión es una invitación que me hago a mí misma y a los demás laicos que viven este “título” (el de laicos), no como lo contrario a una definición (los no-clérigos), sino como una vocación que se define a sí misma, con funciones claras y que pueden vivir un carisma con la misma plenitud que cualquier otra vocación. Y, ¿qué quiere decir esta frase?, en realidad no es muy complicada, ni muy llena de filosofía, pero creo que es una buena síntesis de las actitudes que debemos tener los laicos para ser coherentes e integrales. Este ensayo mostrará con más detalle cada uno de los componentes de esta frase, desde mi experiencia y sin ningún ánimo de dar cátedra a quienes tienen más que enseñarme a mí y que leen pacientemente estas novatas líneas. Con el libro en las manos “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.” El libro2 en las manos es la invitación a la dimensión discipular que debemos tener los laicos. Una experiencia discipular que se entiende como 1 García de Andoín, Carlos. Laicos Cristianos, Iglesia en el Mundo. Ediciones HOAC. 2004 2 Imagen del ensayo de fotográfico “Luz Trevas Luz” de Andreia Bichara. Magis III
  • 46. 46 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS un aprendizaje activo, no un aprendizaje pasivo como el que estamos mal acostumbrados en nuestras aulas escolares. La actitud activa del discípulo implica un mayor esfuerzo, pues no existen dogmas sino realidades vividas, ni planificación de temarios, sino procesos personales, y exige además, una relación recíproca entre discípulo y maestro, no se trata de una relación jerárquica y como dije anteriormente no se trata de alguien que da (el maestro) y otro que recibe (el discípulo), tanto el discípulo como el maestro deben sentirse libres de aprender y enseñar, de “ceder su lugar” al otro3. Pero, además, el discipulado del cristiano, exige el componente emocional, no sólo el componente intelectual, exige algo así como “aprender con las entrañas”; no es sólo “comprender” la pobreza, sus fuentes y consecuencia (que es harto escuchado y conocido), es además, “compadecer-nos” con los pobres, dejar que toda esa comprensión del mundo nos afecte las entrañas, adentro, en lo profundo. En definitiva, el discipulado cristiano implica un proceso de transformación no sólo intelectual sino también “de entrañas”. Ése era uno de los grandes “jaleos” que había entre Jesús y sus “discípulos”. El discípulo no se queda solamente con un proceso de aprendizaje desde una única fuente y en un solo momento; entiende con humildad su condición de aprendiz en el mundo y se mantiene atento a la sabiduría del pueblo, y sobre todo de los pequeños “porque de ellos será el Reino de los Cielos”4. Pero la imagen de un libro en las manos no hace solamente referencia al consumo que hace el discípulo, es también la posibilidad de dar reflejo de lo aprendido de acuerdo con su experiencia y contexto histórico y cultural, es como si el lector se convirtiera en escritor, tal y como ocurrió con este trabajo: es una necesidad del discípulo fortificar sus músculos de expresividad para convertirse en “aprendiz de maestro”. 3 Cuando escribo esto, pienso en Mc. 7, 25-29, donde Jesús es aleccionado por la mujer cananea. 4 Mt. 19, 14.
  • 47. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS El libro en sí mismo referencia a nuestra fuente primordial: “las Escrituras”, es decir, la Biblia: como relato de Dios en la historia, hasta cumplirse en plenitud en el amor de Jesús Hijo Amado y la revelación de estar en los tiempos del Reinado de Dios. Vivir las Escrituras significa tomar la experiencia de los discípulos y hacerla nuestra, significa vivir en el mundo en los tiempos del reinado. Ésa era la verdad de Jesús, ésa debe ser nuestra verdad, y la verdad de Jesús era tan suya, que él era la Verdad. Con los pies en el barro “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.” ¿Alguna vez has sentido los pies desnudos en barro?... en un principio no los quieres meter, hay sentimientos de picardía y temor, luego, apenas al primer contacto viene la ansiedad de llenarse todos los pies y mantenerlos siempre llenos porque apenas algo sale, se endurece y seca, ¡y hay quienes no aguantan y llevan las manos a llenarlas de barro! ¿Alguna vez te has insertado en una comunidad realmente pobre?... son las mismas sensaciones de extraño arrojo y temor y luego del primer contacto... ¿cómo salir para secarme y endurecerme? Hay quienes, luego, meten las manos en el barro y comprenden la importancia de llenar los libros de barro, pues las frases parecen tomar nuevo y mayor sentido. Otros meten las manos para escribir y contagiar a otros de esa experiencia, a veces también para ser instrumento que transforme el barro en vasija, para transformar una comunidad con forma (formada) y presencia. Pero sigamos con los pies, no los pies que pisan, sino los pies que caminan. Al caminar, salimos, vamos (acudimos), cambiamos de posición (física y espiritualmente) y como dirían los psicólogos actuales “esto genera un estado de estrés latente en el sujeto”, para mí, eso está bien. La expectativa del misionero, bien lo expresa J.R.R. Tolkien a través de su personaje Frodo Bolsón, en El Señor de los Anillos: “El camino sigue y sigue desde la puerta. El camino ha ido muy lejos, y si es posible he de seguirlo 47
  • 48. 48 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS recorriéndolo con pie fatigado hasta llegar a un camino más ancho donde se encuentran senderos y cursos. ¿Y de ahí a dónde iré? No podría decirlo”. Es Jesús Camino, pues es él quien nos desacomoda, sólo a través de él podemos llegar ciertamente a los pobres y sólo a través de los pobres podemos llegar al Padre, pero ¿por qué usamos a los pobres como medio para llegar al Padre? o ¿por qué Dios puso a los pobres para que nosotros consiguiéramos salvación?, ¡uy!, ¡qué preguntas tan raras!, pues ¡no!; llegamos al Padre por pura gracia y el primer signo de esa gracia es que lleguemos a los pobres, que son sus amados, jamás sus instrumentos. De modo escatológico, si un pobre ante el Padre me reconoce como alguien que se hermanó con él y quiso ayudarle a vivir su humanidad, inclusive desde mi pobreza, Dios me hará caro a su corazón, pues soy hermano de su amado5... el pobre, que fue mi meta del andar apostólico, se ha convertido en mi camino para el corazón de Dios6. Con el corazón abierto “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.” Aunque la estructura de este ensayo no lo demuestra, lo que aquí digo sobre el corazón abierto fue lo último que escribí, pero ¡cuán difícil es tener el corazón abierto, que ni siquiera se puede escribir de ello! Aun así, éste es el elemento que le da completitud a los otros dos, le da sentido, le da “sabor”, porque si aprendo o enseño y camino o hago, pero no lo hago desde las entrañas, no lo hago con corazón abierto, no lo hago con los mismos sentimientos de Dios, entonces de nada vale, apenas semillas tiradas a orillas del camino. Tener el corazón abierto nos permite estar atentos a los tiempos ac5 Al escribir esto, pienso en Mt. 25, 31-46 y también en una charla de Pedro Trigo S.J., sobre la Iglesia Sacramento durante el Magis Norte de 2003. 6 ¡Ojo!, no es que Dios no me ama o está en trato de “business” conmigo, es que, como en la parábola, me ha dado “talentos” que espera que use y multiplique... porque aunque Dios nunca espera más de lo que podemos dar, tampoco espera menos del todo.
  • 49. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS tuales, nos permite reconocer que estamos en los tiempos del reinado. Tener el corazón abierto nos permite entregar todo lo que hacemos con la conciencia y felicidad de que no nos pertenece en absoluto, que lo que hacemos son acciones de Dios, para Dios. Tener el corazón abierto está relacionado para mí, con la libertad: la libertad de cambiar, la libertad de equivocarnos, la libertad de perdonar y ser perdonados, la libertad de amar y ser amados. Para mí tiene que ver con lo que conocemos como “indiferencia ignaciana”, ¿no les suena?, “no desear más salud que enfermedad, más riqueza que pobreza... y así en todas las cosas”7. Estar con el corazón abierto permite la libertad de dejar todo y enlodarse los pies. Estar con el corazón abierto es quitarse las “humildades de garabato” y dar lo bueno que llevamos por dentro y es también admitir, que nunca podremos dejar de recibir, pues sólo cuando estemos junto al Padre estaremos plenos. Estar con el corazón abierto, es lo más abstracto de lo que se puede hablar, pero es lo que complementa y sella lo que podemos hacer, en el nombre de Dios. ¡Qué bien representado está el amor en el corazón! Si el corazón se detiene, si nuestro amor de detiene... todo muere. Me permito un cuento: Siempre me ha impresionado la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y recuerdo que cuando estaba pequeña, me parecía absurda la idea del corazón fuera del pecho, recuerdo que pregunté: - “¿Por qué tiene el corazón afuera y por qué tiene puyas?”, y me respondieron: - “Es una representación, así como dibujas corazoncitos en las tarjetas del día de la madre para decir que quieres a tu mami, entonces se dibuja el corazón de Jesús porque nos quiere mucho”. - “¿Y por qué las puyas, tenía puyas su corazón?” - “Porque le pusieron una corona de espinas en la cabeza cuando lo montaron en la cruz”... 7 Principio y Fundamento. San Ignacio de Loyola. 49
  • 50. 50 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS La segunda respuesta fue para mí un dato histórico, pero ambas respuestas no tenían relación... el cuadro me parecía más a una autopsia y un “resumen” de lo que hizo el pobre Jesús. Tuve la suerte de que hicieron falta apenas, unos veinte años, para entender que el corazón abierto, allí, salido del pecho, entregado, nos permite ser heridos y curados, implica caridad, porque nos abre a la compasión. Nos asemeja a Dios, porque nos hace hermanos del Hijo... ¿Lo entendieron conmigo?, ¿ven, que las respuestas que me dieron eran de una teología de la encarnación profundísima, que tenían relación?... ¡que efectivamente su corazón, estaba tan abierto de amor por nosotros, que inclusive aceptó las “puyas”... ¡alégrense conmigo!, yo acabo de hacer el “clic” mientras escribía... Como dicen los jóvenes románticos modernos “Jesús era puro corazón”, y yo les digo que Jesús era tan representativo del Amor del Padre, que de Él brotaba la Vida misma, y esa Vida la entregó con tan absoluta libertad, que la muerte no fue capaz de arrebatársela, la muerte no tiene poder sobre el Amor del Padre, por ello no pudo triunfar en el Hijo8. Y ésta es la tercera invitación, que nuestro corazón esté tan abierto que de él brote Vida, que sea reflejo del Amor del Padre. Las invitaciones cada vez son mas difíciles, por gracia nos acompaña la Divina Ruah, por gracia todo lo envuelve lo próximo que les voy a contar. Aquel que es la cabeza, Cristo (Ef. 4, 15)9 “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.” Existe un cuarto elemento. He hablado de pies, de manos y de corazón, pero existe un componente del cuerpo que Pablo nunca dejó atrás: la cabeza. Y la cabeza es Cristo. 8 Parafraseo de memoria de artículo de Pedro Trigo, S.J. “Jesús paradigma de la humanidad”. 9 Vale la pena tener en cuenta el versículo completo: “Estaremos en la verdad y el amor e iremos creciendo cada vez más para alcanzar a aquel que es la cabeza, Cristo”.
  • 51. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS Igual que el cuerpo humano, hay personas con las dimensiones de los pies o de las manos o del corazón más desarrolladas que otros, pero nada de esto tiene sentido sin la cabeza. Permítanme esta “parábola” recientemente descubierta: Hay una ley en física que dice: “Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él”10. Simplifiquemos: si un objeto se mueve, seguirá moviéndose, al menos que alguna fuerza externa lo detenga (o cambie su curso); si algún objeto está detenido, seguirá así, al menos que alguna fuerza externa lo mueva (un empujoncito, pues). En resumen, ningún cuerpo puede cambiar por sí mismo su estado inicial. Siendo nosotros carne (en el sentido paulino), no estamos exentos de esta ley, sobre todo en su segunda instancia, estamos constantemente a merced del Mal Espíritu, que siempre tratará de mantenernos en reposo, con esto, parece que es nuestra tendencia natural el paralizarnos, los pies se detienen, las manos decaen, el corazón se cierra. Nosotros por nosotros mismos, no somos capaces de darnos movimiento, sentido o curso, ningún cuerpo se mueve por sí mismo; dependemos de una “fuerza” y ése, en nuestro caso, es Cristo, la cabeza11. Dios nos dio unos dones que nos hacen más aerodinámicos, más redondeados o más lisos para mejorar nuestra capacidad de movimiento, pero la fuerza viene de la gracia, el sentido viene de la cabeza. Este cuarto elemento es fundamental para cualquier cristiano (pues no es sólo para las vocaciones laicales), pues si bien, la invitación es a 10 Primera ley de Newton o ley de la inercia. Referencia textual tomado de: http:// es.wikipedia.org/wiki/Leyes_de_Newton. 11 Para los detallistas (y porque yo lo soy), podemos decir que la primera instancia de la ley funciona también con nosotros, pero de manera inversa: el Mal, si ve que nos movemos, trata de detenernos o al menos nos cambia de curso y, como he dicho en varias oportunidades, es Cristo la fuerza “externa” que nos mantendrá en movimiento. No me extiendo en este caso, para no enredar. 51
  • 52. 52 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS estar “con el libro en las manos, los pies en el barro y el corazón abierto”, todo esto es únicamente la respuesta a la invitación primigenia de Dios de que vayamos hacia Él, de tener una relación de Amor con Él, en definitiva, de este cuarto elemento, pues no podemos salvarnos por nosotros mismos. La invitación de Dios siempre está presente, siempre, la cabeza siempre está allí pendiente de la vida de su cuerpo, siempre empuja, atrae, incomoda, como lo queramos ver, siempre pendiente de que no nos atrofiemos. Siempre ese cuidado, ese amor, ese mandato de felicidad es tan grande, que solamente el crecimiento de estas tres dimensiones (discipulado, apostolado y caridad), que nos puede ocupar toda la vida, es un justo “sí” a la infinita invitación de amor de Dios. María comprendió esto desde el llamado del Ángel y su tierno y arriesgado “sí” permitió la llegada de Dios a este mundo. Dios siempre está llamando, invitando, siempre espera de nosotros un “sí” para hacerse presente en nuestra historia y ser nuestra cabeza, así nosotros podemos ver a través a sus ojos. He dicho que estas líneas son apenas una invitación para ustedes y un recordatorio de mi vocación para mí. ¿Y qué más?... no puedo hacer más; a ustedes, ojalá les haya movido alguna fibra que les refresque el Espíritu; a mí, sólo me queda continuar poniéndome en manos de Dios, confiar siempre, esperar siempre. Estas líneas se han convertido poco a poco en un proceso cada vez más íntimo de mi persona, más confesional con ustedes ¿y de qué otra forma iba a ser?, soy laica, ya no hablo de la revelación de la cristología, ni del amor difícil con nuestra Iglesia, ahora hablo de lo que soy, de lo que trato ser, de lo que deseo ser. Sólo hay un elemento que parece faltar y si no coloco este párrafo solamente estará registrado en mi corazón: es el elemento comunitario. ¿Recuerdan la cita que hice de Frodo cuando inició su travesía?, nada de lo que logró hubiese sido posible, si no hubiese estado acompañado de una comunidad y finalmente de su querido Sam. Si estas palabras han llegado a este número de páginas, ha sido justamente por mis hermanos
  • 53. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS en Cristo que me han hablado de su experiencia, de su amor, de su ánimo y desánimo, que me han leído y escuchado pacientemente, que sin querer (o queriendo) me han dado ideas y opiniones... gracias... con este ensayo han demostrado, una vez más, que lo cristiano y en particular lo laico, sólo es profundamente vivido en comunidad, que de ese modo se hacen acciones buenas, y así ha sido desde los primeros cristianos hasta el fin de los tiempos... 53
  • 54.
  • 55. APRENDER A NACER DESDE EL DOLOR Sofía Montañez
  • 56. Sofía Montañez Colombiana. Psicóloga de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, con especialidad en el trabajo con empleados de servicio. Tiene seis años en CVX. Actualmente trabaja en el Secretariado Mundial de la CVX en Roma.
  • 57. Una característica innegable de que vamos por buen camino en el seguimiento de Jesús es que aprendemos a nacer desde el dolor, experiencias felices traen alegría a la vida, experiencias penosas le dan profundidad y solidez. No se debe decir: “cuando pase esta tribulación, volveré a ser feliz” ¡No! Si no eres feliz con la realidad tal como está ahora, no lo serás nunca”1. Como vivimos en un mundo convulsionado, tenemos armado nuestro interior con desconfianza, desesperanza, sed de venganza, crueldad, etc. “Todos hemos sido entrenados en violencia y tendemos a entregarnos a la oscuridad de la violencia”2 a los poderes que amenazan la humanidad de lo humano. Al comenzar a hacer la exploración para este ensayo me sorprendió encontrar que actitudes tan cotidianas en las personas, cuando se presentan como una constante, como el mal humor, la queja de todo y por todo, la impaciencia, la dureza, el egocentrismo sólo son señales de que algo no está bien en nuestro interior, que hay afectos desordenados. Evidencias innegables de frustraciones, desilusiones, desesperanzas, apagamientos, etc., que no han sido adecuadamente tramitados y que por esta razón nos causan daño y por las que también causamos mal a los otros, por acción o por omisión. Mi ensayo es una invitación a que las personas reconozcan la raíz de esas aparentemente pequeñas e inocuas frustraciones cotidianas para que 1 Vallés, Carlos. “Sufrir para acabar de sufrir” en Ligero de Equipaje. 2 Dear, John, The God of peace toward a theology of nonviolence, traducción personal.
  • 58. 58 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS sean material de oración, de compartir con Jesús y puedan quedar así disponibles para la gracia que purifica y permite seguir con renovadas energías al Dios de Jesús, porque no hay nada más devastador para la fe, la esperanza y el amor que la experiencia de dolor que toca los afectos. Una invitación para que se cumplan las palabras del profeta “les daré un corazón nuevo, infundiré en ustedes un espíritu nuevo, quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón nuevo” (Ez. 31, 26). Ahora, estoy convencida de que estamos jugando a la felicidad en los pequeños desafíos de la vida cotidiana, en el valor de lo pequeño y lo simple, porque también Dios (encarnado) está ahí y se interesa por mi bienestar y felicidad. Cuando desatendemos los pequeños y cotidianos eventos, cuando deseamos ignorar, por ejemplo, nuestros problemas, errores, sinsabores o pequeñas tentaciones y simplemente los asumimos sin ser conscientes de ellos ni de sus efectos, nos alejamos de la posibilidad de ser felices. En el peor de los casos, vamos acumulando frustración, pena, desilusión -que en lenguaje espiritual llamaríamos desolación- y corremos el riesgo incluso de llegar al sin sentido absoluto, a la falta de sabor a la vida. No descuidar la importancia de vivir a fondo y gozar cada minuto de la existencia asumida como don, para ser más generadores de vida en nuestro alrededor. Nos han enseñado a pensar en el futuro “como una tierra prometida que alcanzan los héroes privilegiados, no como algo que alcanza todo el mundo al ritmo de 60 minutos por hora, haga lo que haga, sea quien sea”3. Estamos invitados a pensar más en lo que hacemos que en preocuparnos por lo que pasará o lamentarnos con lo que pasó. Tenemos la experiencia del perdón que libera y la gracia de la esperanza que nos da la certeza que lo que viene después de mañana será mejor. ¿Cuál dolor? Que en nuestro mundo hay mucho dolor y sufrimiento que no debería existir ¡nadie lo duda! Se identifica la miseria, la injusticia y la guerra 3 Lewis, CS. Cartas del diablo a su sobrino.
  • 59. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS como los núcleos grandes que mantienen esta situación para muchos/ as. Sin embargo, más que considerar las causas estructurales del dolor y el sufrimiento, a mí me interesa profundizar en las huellas o consecuencias que se van quedando en el corazón de la persona que las padece, una desolación prolongada siempre deja huella. La presencia de estas heridas se puede evidenciar en la soledad, depresión, aburrimiento, sequedad, desesperación, inestabilidad, competitividad, etc. Nada parecido o precisamente lo opuesto a Gálatas 5, 22: amor, alegría y paz; paciencia, amabilidad y bondad; fidelidad, humildad y domino propio; que corresponden a los signos de la vida según el Espíritu. Muchas veces he considerado que en la “cultura light”, tan presente en nuestro tiempo, el problema no es la superficialidad sino la dificultad que hay para asumir la desilusión, la incertidumbre o el desamor, a los que estamos permanentemente expuestos y que en las sociedades contemporáneas están cada vez más presentes. Por eso muchas de las actitudes propias de esta cultura tienen que ver con la evasión, la indiferencia, la búsqueda de placeres inmediatos, la banalidad, la falta de compromiso y la frivolidad entre otros, que tienen que ver con el miedo al sufrimiento o la poca habilidad para asumirlo. Desde mi experiencia personal y como psicóloga he reconocido la trascendencia que tienen las heridas afectivas en la vida de la persona, en su relación con los demás y en su relación con Dios. “El dolor mental es menos dramático que el dolor físico pero es también más común y más fácil de soportar. El intento frecuente de ocultar el dolor mental, aumenta el peso del mismo, es más fácil decir “me duele una muela” que decir “mi corazón está roto”... si la causa no se enfrenta o no se reconoce, produce el estado deprimente del neurótico crónico”4. Se hace necesario aportar en este sentido para que las personas que tienen heridas afectivas o dolores del corazón/del alma puedan reconocer, enfrentar y superar esas situaciones agobiantes y desoladoras que poco a pocos van devastando y minando a la persona en muchos sentidos. 4 Lewis, CS. El problema del dolor. 59
  • 60. 60 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS Para el común de la gente, la experiencia de sufrimiento afectivo la aleja de Dios, cuestiona sus creencias y la debilita en su fe y esperanza porque tal vez la imagen que tiene de Dios se hace incompatible con la experiencia de sufrimiento. Sin embargo, es precisamente en este aspecto en el que la fe cristiana significa un gran avance al presentar Dios y dolor conjuntamente en la persona de Jesús, en la cruz y la resurrección. Con frecuencia he encontrado que esta novedad y aspecto fundamental del cristianismo debería actualizarse permanentemente, profundizar en el misterio de la cruz-resurrección, lo cual implica necesariamente poner esperanza en la desesperanza...que no es más que identificar que mi dolor pasa por el dolor de Jesús y que así como Jesús venció la muerte yo también desde la fe puedo nacer desde el sufrimiento. Sólo así la realidad de la Resurrección se experimentaría como una realidad actual en mi mundo y mi vida cotidiana, y no simplemente como un hecho histórico que se rememora. En definitiva, quiero referirme al sufrimiento que nos hace mal, que consume, aísla, deprime y nos condena a la sensación de soledad y de olvido (abandono) muy distinta y opuesta a la promesa de Dios de amor por nosotros y con nosotros, quien quiere nuestra felicidad. No se crea que “El tiempo cura todo...” Muchas veces me sorprendo al reconocer cómo una tentación grande que hay frente a la experiencia del dolor es creer que se sale invicto/a de las crisis. Hay una expresión muy conocida que es “yo ya superé eso”... pero ¿qué es superar?, ¿haber sepultado su dolor? En realidad eso sería haberse puesto una piedra (una lápida en el alma), pero no se ha superado nada, “se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros” (Ez. 36, 11). Hay una creencia muy arraigada entre la gente y es pensar que “el tiempo cura todo” y mientras tanto lo que pasa es que se entibia el corazón, se vuelve más defensivo para evitar mayor sufrimiento, por eso
  • 61. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS parece que ya no nos duele pero en realidad lo que ha pasado es que hemos creado una costra, somos más insensibles a nuestro propio dolor (y ni pensar en el dolor de los otros), nos volvemos más encerrados (enredados) en nosotros mismos. La expresión “el tiempo lo cura todo” es una respuesta para la resignación (que es bien diferente a la aceptación), es conformarse con la baja temperatura del espíritu y convencerse a sí mismo de que no está tan baja; porque no supera adecuadamente sus dolores y desilusiones, disminuye cada vez más su energía, interés, apasionamiento y motivación por la vida5. El tiempo hace olvidar la razón por la que nos sentimos ahora así, nos hace olvidar quizá las causas de nuestro malestar, pero nunca aliviará el corazón, ni sanará las heridas, ni mucho menos ofrecerá consolación a nuestras penas. A lo sumo, lo que pasa con dejar nuestro dolor en manos del tiempo es que vamos perdiendo lo mejor de nosotros o peor aún nos vamos haciendo más vulnerables al pecado (a lo que nos hace mal). “La única manera de tratar con el sufrimiento es mirarle a la cara, hacerle frente, observarlo, entenderlo. Pero en vez de eso, hacemos todo lo contrario: empezamos a echarle la culpa a todo el mundo, nos quejamos de los otros, de la sociedad, del gobierno, de Dios mismo: nos acogemos al fácil recurso de la autocompasión, la amargura, la depresión, o tratamos de ahogar nuestra desesperación en la diversión, el trabajo o el cinismo”6. Falta convencimiento del amor de Dios Lo opuesto a la fe no es la incredulidad sino el fatalismo, “actitud predominante de la mayor parte de la gente en la mayoría de las ocasiones y se expresa en afirmaciones como ‘no hay nada que hacer’, ‘no se puede 5 Lewis, CS. Cartas del diablo a su sobrino. 6 Vallés, Carlos. “Sufrir para acabar de sufrir” en Ligero de Equipaje. 61
  • 62. 62 LO QUE MÁS NOS CONDUZCA AL FIN PARA EL QUE FUIMOS CREADOS cambiar el mundo’, ‘hay que ser práctico y realista’, ‘no hay esperanza’, ‘nada hay nuevo bajo el sol’, ‘hay que aceptar la realidad’. Éstas son las formas de expresarse de la gente que no cree realmente en Dios, la gente que no espera realmente lo que Dios ha prometido”7. La fe está relacionada con la esperanza, con el convencimiento de que Dios es bueno; quiere lo mejor para nosotros porque el bien es más poderoso que el mal. El gran peligro de no darle el valor al dolor es que se corre el riesgo de que la vida se vuelva gris, fría o vacía, que comencemos a desconfiar o sospechar de Dios y en esa medida dudemos de sus promesas; si algo no sale como esperábamos siempre queda la duda ¿por qué Dios no me ayudó?, “no estuvo conmigo”, “no me favoreció en esta situación”. Acá el problema es que para entender el dolor desde Dios es necesario que evaluemos la imagen que tenemos de Él. Si ante el sufrimiento nos preguntamos ¿por qué Dios permite que pase esto?, podemos generar explicaciones equivocadas en el sentido que si Dios no puede evitar el sufrimiento eso quiere decir que no es omnipotente o por el contrario sí puede evitarlo pero no lo quiere hacer, entonces no sería tan bondadoso8. “Algunas personas han optado por negar la existencia de Dios porque no pueden imaginarse un Dios que permita la desgracia. Otros creen que Dios existe, pero no quieren nada con Él porque no creen que pueda ser bueno”9. Consideremos más claramente a qué nos referimos cuando a causa del dolor “rompemos” con Dios. Hay muchos que acuden a Dios en caso de necesidad o emergencia como un seguro contra cualquier tipo de peligro o problema. No han aprendido a reconocer a Dios en la acción de lo natural, no sólo en lo sobrenatural, es necesario evidenciar la presencia de Dios en el día a día, en los momentos especiales, pero sobre todo en el tiempo ordinario. Otro asunto es que se cree que Dios premia a los buenos y castiga a los malos. Esperamos que al “bueno” le tenga que ir bien y al “malo” 7 Nolan, Albert. ¿Quién es ese hombre?, Jesús antes del cristianismo. 8 Estrada, Juan. Desde el sufrimiento encontrarse con Dios. 9 Yancey, Phillip. Cuando la vida duele.
  • 63. REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS le tenga que ir mal. Ser parte de una premisa equivocada de un Dios intervencionista que no nos mira a todos con amor, como si participara discriminando, escogiendo, haciendo distinciones. Esta imagen equivocada es la que cree que Dios prefiere sólo a los justos, los comprometidos, los puros, los cumplidores de la ley; de esta forma es un ser trascendente que nos vuelve competitivos, escudriñadores, excluyentes y con una sensación de que tenemos que tener méritos para alcanzar su favor, su amor y su atención. ¡Explicaciones para el sufrimiento hay muchas! pero aún hay quienes consideran que detrás de cada sufrimiento hay un pecado que castigar, es el tipo de imagen de un Dios revanchista, no un Dios que perdona y es misericordioso. Una imagen de un Dios pasivo que espera nuestros resultados pero que no se interesa en nuestros procesos particulares. Corresponde a un ser distante que desprecia a la humanidad porque ninguno podría estar a su altura de perfección, un Dios que nos estuviera repitiendo permanentemente “no suficientemente bueno”, generando así altos sentimientos de culpa. Con estas imágenes erróneas de Dios se entiende más claramente por qué, ante el dolor, la gente puede presentar actitudes como éstas: • Sacar a Dios de su vida creyendo que ¡es Él quien pierde!, se cree que se puede vivir mejor sin Dios, “que no lo necesito”, “mejor así”, “me las arreglo solo/a”. • Volverse súper escrupuloso, extremadamente riguroso u obsesivo, inflexible y criticón. • Aparentar “demostrar” a los demás que se está bien, “que no fue nada”, que se es “invencible”, “a prueba de caídas, rayones y raspaduras”, más movido en sus relaciones por la vanidad y un egoísmo crecido. • Adoptar una actitud mediocre o derrotada porque igual da; si es mucho nunca será suficiente y si es poco de todas formas ya se encuentra condenado. Quedarse inmutable viendo pasar la vida, indiferente. De esta manera, nuestro modelo de humanidad se empobrece y por eso vemos en nuestro mundo actual tantas vidas desperdiciadas, mal 63