Jesús enseña que debemos invitar a los marginados y excluidos a nuestras mesas y comidas en lugar de solo a amigos y familiares. Esto va en contra de la costumbre de la época de solo comer con gente conocida, pero Jesús insiste en que invitemos a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Al hacer invitaciones desinteresadas a los más necesitados encontraremos una fuente de felicidad.