1. Parábola: Un Amigo Inoportuno
Lucas 11:5-13
«Supongamos —continuó— que uno de ustedes tiene un amigo, y a medianoche va y le dice: “Amigo,
préstame tres panes, pues se me ha presentado un amigo recién llegado de viaje, y no tengo nada que
ofrecerle.” Y el que está adentro le contesta: “No me molestes. Ya está cerrada la puerta, y mis hijos y yo
estamos acostados. No puedo levantarme a darte nada.” Les digo que, aunque no se levante a darle pan por
ser amigo suyo, sí se levantará por su impertinencia y le dará cuanto necesite.
Así que yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta. Porque
todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.
¿Quién de ustedes que sea padre, si su hijo le pide un pescado, le dará en cambio una serpiente? ¿O si le
pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos,
¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!» NVI
Nuestro Señor cuenta esta parábola como parte de la respuesta a la petición de uno de sus discípulos
que le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. (v.1) El Juan a quien se
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2. refiere es a Juan el Bautista, aquí confirmamos que Juan era un hombre de oración, quien les enseñó a sus
discípulos a orar. ¿Y nosotros, a quienes les hemos enseñado a orar?
Todos los grandes siervos de Dios han sido hombres de oración. Las vidas infructuosas de los cristianos
y la inactividad de la iglesia de hoy, se debe precisamente a nuestra falta de oración. Ahora, como
respuesta a su petición, el Señor les da primero una oración modelo, que conocemos como el Padre
nuestro, dicho sea de paso no creemos que la intención del Señor Jesucristo haya sido que se repitiera
indefinidamente en los cultos religiosos, sino que es un modelo de oración a seguir.
Cuando nuestro Señor termina con el Padre nuestro, amplía el tema sobre la oración, y lo hace relatando
la parábola del amigo inoportuno, la cual solo el Dr. Lucas relata, esta enfoca en una forma un tanto
diferente el tema de la oración, y al hacerlo vierte mucha luz sobre este tema. Se trata de una parábola de
contrastes.
Antes que nada, actualicémonos en cuanto al ambiente cultural de la época. En aquel entonces los
viajeros acostumbraban salir de viaje hasta bien entrada la tarde para evitar el calor del mediodía. En la
historia de Jesús, un viajero de ésos había llegado en medio de la noche a casa de un amigo. En Oriente, la
hospitalidad es un deber sagrado; no se salía del paso dándole al recién llegado cualquier cosa, sino que
había que ofrecerle una buena comida.
Cuando un viajero llegaba a medianoche, el dé la casa se podía encontrar en un apuro para cumplir el
sagrado deber de la hospitalidad; sobre todo si no tenía ni pan que ofrecer. Aunque era de noche, éste fue a
pedirle ayuda a un amigo, que ya había atrancado la puerta. En Oriente uno no llamaría a una puerta
cerrada si no fuera un caso de grave necesidad. Por la mañana, se abrían las puertas y no se cerraban en
todo el día; pero si ya estaba cerrada la puerta, era señal de que no se debía molestar. Pero el amigo
importuno no se daba por vencido.
Las casas de los pobres en Israel no tenían nada más que una habitación, con un remedo de ventana para
ventilar. El suelo era de tierra pisonada cubierta con cañas o paja. La habitación estaba dividida en dos
partes, no mediante una pared, sino con una especie de plataforma; dos terceras partes de la habitación
estaban a nivel del suelo, y el otro tercio estaba un poco elevado; allí era donde estaba el brasero,
encendido toda la noche, alrededor del cual dormía toda la familia, no en camas, sino en esterillas,
parecidas a nuestros petates (de allí la frase de “Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa.“ Mat.9:6). Era
corriente que las familias fueran numerosas, y dormían juntitas para darse calor. Al levantarse uno
molestaba a toda la familia. Además, en las aldeas era costumbre meter en la casa por la noche el ganado,
corrientemente gallinas y cabras.
¿Todavía nos sorprende que el hombre de la casa no quisiera levantarse? Pero el amigo necesitado
seguía llamando sin vergüenza (eso es lo que quiere decir la palabra en el original), hasta que el de dentro,
con toda la familia inquieta para entonces, acababa por levantarse a darle lo que necesitaba.
El Dr. Lamsa nos explica más sobre el contexto historico en que se desarrolla esta parábola:
«Cuando un viajero inesperado llega de noche a una cierta casa, y el señor de la casa se da cuenta que
no tiene pan en su despensa. Se viste apresuradamente y se dirige a la casa del vecino más próximo, llama
a su puerta y le pide tres panes. “Tengo algunas visitas en casa las cuales no esperaba. Otro huésped acaba
de llegar. No tengo suficiente pan para servirle y proveer para su viaje. Por favor te pido, levántate y
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3. préstanos tres panes.”
Eran precisos tres panes porque el huésped que había llegado por la noche, debía salir por la mañana
temprano y se los tendría que llevar. Si hubiese aparecido de día y hubiese tenido que comer en la casa,
aun más cosas habría pedido prestadas y puestas en la mesa al extraño para que comiese. En el oriente, un
convidado se siente avergonzado si no le es posible dejar migajas sobre la mesa. Si uno no deja migajas en
la mesa, se supone que se lleva consigo la bendición de la casa; y nunca más volverá a ser bien recibido en
aquel hogar. Los mendigos son los únicos que no dejan migajas sobre la mesa.
En el Oriente, se tiene por costumbre darle tres panes a un huésped cuando va de salida. Y esto se hace
teniendo en cuenta que lleve consigo su sustento hasta que llegue a la ciudad más próxima, una medida
para cada una de sus comidas. Los viajeros no necesitan dejar migajas. Para un niño son precisos dos panes
por día; para una mujer tres, uno para cada comida; para un obrero seis; y un pastor necesita siete. A un
honorable convidado le son ofrecidas todas sus necesidades en la casa. Sin embargo, un distinguido
convidado, raramente come más de media medida de pan en cada comida.
El endeudamiento de pan entre los vecinos es una costumbre muy antigua en el Oriente. Nadie puede
negarse a prestar pan a su vecino, porque cualquier día puede ser él quien tenga que recibir una visita
inesperada, y no tener nada que ponerle a la mesa. Hasta los individuos más ricos de la comunidad piden
prestado pan. El pan es prestado y devuelto con muchísimas ceremonias y cumplimientos, tanto por aquel
que los presta, como por el que los recibe de vuelta. Hay veces en que alguno presta diez panes a su amigo,
y a cambio recibe el mismo número, pero con la mitad de su peso inicial. En ese caso las mujeres dándose
cuenta del engaño astuto, rehúsan después a ofrecer su pan a ciertas casas que han perdido así su
confianza.
En el Oriente, todas las familias esperan recibir huespedes que se presentan sin avisar previamente,
tanto de día como de noche. En países donde los restaurantes y hoteles son desconocidos, y donde domina
la necesaria hospitalidad, la gente cree que es un pecado negar su pan a los viajeros. Los huéspedes
extraños y los viajeros son siempre bienvenidos. Cada persona recibe y come su porción. “Un hogar sin
convidados es un hogar sin bendiciones. ” “Echa tu pan sobre las aguas, porque después de muchos días lo
hallarás (Ecl_11:1)” lo que significa es “sé generoso con los extraños.”»
Lo que Jesús quiere decir es que: «si la insistencia molesta de un amigo acaba por obligar a otro a
levantarse de la cama comunal y darle lo que necesita, ¡cuánto más Dios, que es un Padre modelo, suplirá
las necesidades de sus hijos! "Si vosotros -añade Jesús-, que sois malos, sabéis darles cosas buenas a
vuestros hijos, ¡cuánto más Dios, que es el Padre perfecto!»
Lo dicho no nos exime de la insistencia en la oración. Después de todo, la prueba de la realidad y la
sinceridad de nuestro deseo está en la pasión con que lo pedimos. Pero esto no quiere decir que le tenemos
que sacar las cosas a la fuerza a un Dios despreocupado, sino que acudimos a un Dios que conoce nuestras
necesidades aún mejor que nosotros, y cuyo corazón está henchido de amor generoso hacia nosotros. Si no
recibimos lo que pedimos, no es porque Dios es tacaño y nos lo niega, sino porque tiene algo mejor para
nosotros. No hay tal cosa como una oración sin contestar. La respuesta puede no ser la que queríamos o
esperábamos; pero, aun cuando no se nos conceda lo que pedimos, la respuesta viene de la sabiduría y el
amor de Dios.
El Dr. Vernon McGee comentando el v.13 dice: «Fue en esa ocasión que Jesús les dijo a Sus discípulos
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4. que pidieran el Espíritu Santo. Y que sepamos, ellos nunca pidieron el Espíritu. Más tarde, Cristo dijo en
Juan 20:22: “...Recibid el Espíritu Santo”. Es que necesitaban el Espíritu de Dios aun en estos días de
transición cuando los acompañaba el Hijo de Dios. Luego, en el gran día de Pentecostés, vino el Espíritu
Santo, y los bautizó en el cuerpo de creyentes, o sea, en el cuerpo de Cristo. En aquel día, fueron llenados
con el Espíritu Santo. Y es esa plenitud la que todos nosotros necesitamos. Todos los creyentes hemos sido
bautizados en el cuerpo de Cristo. El Apóstol Pablo lo confirma, cuando dice en el capítulo 12 de su
primera carta a los Corintios, versículo 13: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un
cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”.»
William McDonald concluye : «Un padre humano no daría malos dones; aunque tenga una naturaleza
pecaminosa, sabe dar buenas dádivas a sus hijos. ¿Cuánto más nuestro Padre celestial estará dispuesto
a dar el Espíritu Santo a los que se lo pidan? Dice J. G. Bellett: «Es significativo que el don que Él
selecciona como el que más necesitamos, y el que más deseos tiene de dar, es el Espíritu Santo». Cuando
Jesús pronunció estas palabras, el Espíritu Santo no había sido dado todavía (Jn. 7:39). No deberíamos orar
hoy que el Espíritu Santo nos sea dado como Persona para morar en nosotros, porque viene a morar en
nosotros en el momento de nuestra conversión (Ro. 8:9b; Ef. 1:13, 14).
Pero desde luego es apropiado y necesario que oremos por el Espíritu Santo en otras formas.
Deberíamos orar que estemos dispuestos a aprender del Espíritu Santo, que seamos conducidos por el
Espíritu y que Su poder sea derramado sobre nosotros en todo nuestro servicio para Cristo.
Es bien posible que cuando Jesús enseñó a los discípulos a pedir el Espíritu Santo, estaba refiriéndose
al poder del Espíritu capacitándoles para vivir el tipo de discipulado abnegado que había estado enseñando
en los anteriores capítulos. Para este tiempo, estaban dándose ya cuenta, probablemente, de cuán imposible
les era cumplir el criterio del discipulado con sus propias fuerzas. Y, naturalmente, así es. El Espíritu
Santo es el poder que nos capacita para vivir la vida cristiana. De modo que Jesús presenta a Dios como
anhelando dar este poder a aquellos que lo piden.
En el griego original, el v. 13 no dice que Dios dará el Espíritu Santo, sino que «dará Espíritu Santo»
(sin el artículo). El profesor H. B. Swete señala que cuando está presente el artículo, se refiere a la misma
Persona, pero que cuando no está el artículo, se refiere a Sus dones u operaciones en nuestro favor. Así, en
este pasaje no se trata tanto de una oración por la Persona del Espíritu Santo, sino de Su ministerio en
nuestras vidas. Esto queda también reforzado por el pasaje paralelo de Mateo 7:11, que dice: «... cuánto
más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le pidan».»
Bibliografia
A traves de La Biblia: Vernon McGee
Comentario al Nuevo Testamento: William MacDonald
Mi Vecino Jesús: George M. Lamsa
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