2. INTRODUCCIÓN: GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
La Guerra Civil Española fue un conflicto social, político y bélico —que más tarde
repercutiría también en una crisis económica— que se desencadenó en España tras el
fracaso parcial del golpe de Estado del 17 y 18 de julio de 1936 llevado a cabo por una parte
del ejército contra el gobierno de la Segunda República Española. Tras el bloqueo del
Estrecho y el posterior puente aéreo que, gracias a la rápida colaboración de Alemania e
Italia, trasladó las tropas rebeldes a la península en las últimas semanas de julio, comenzó
una guerra civil entre el bando republicano y el bando sublevado, este liderado por
Francisco Franco, que posteriormente se haría con el poder tras ganar la guerra.
Pero durante esta se produjeron varios acontecimientos. Uno de ellos el Exilio republicano
español del cual os hablaremos.
3. El exilio republicano español se refiere el conjunto de ciudadanos españoles
que, durante la Guerra Civil Española de 1936 a 1939 y la inmediata posguerra, se
vieron forzados a abandonar su tierra natal y desplazarse a otros países, por
motivos políticos e ideológicos, o por temor a las represalias por parte del bando
vencedor y del régimen político autoritario instaurado en España, permaneciendo
en el extranjero hasta que la evolución de las circunstancias internas del país les
permitió regresar paulatinamente, aunque fueron muchos los que finalmente se
integraron en las sociedades que les dieron refugio, contribuyendo en algunos
destacados casos a su desarrollo.
DEFINICIÓN DE EXILIO REPUBLICANO ESPAÑOL
4. El 27 de enero de 1939 se abría la frontera para la población civil española
y para unos 100.000 soldados heridos, y el 5 de febrero, se autorizaba a las
tropas republicanas a cruzar a Francia.
La mayor avalancha se produjo con ocasión de la pérdida de Barcelona por
la República (febrero de 1939). En esos momentos más de medio millón de
personas huyeron a Francia.
Francia, sobrepasada y no preparada para la avalancha humana que se le
vino encima, concentró a los exiliados en campos de concentración
improvisados por el sur del país. La población civil era seleccionada en los
campos de control de Le Boulou y Bourg-Madame antes de ser repartida
por territorio nacional, y los soldados fueron reagrupados en los campos de
Argelers, St. Cebrià y Barcarès, playas superpobladas donde intentaron,
casi sin medios, sobrevivir a un duro invierno
EL PRINCIPIO DEL EXILIO
5. Pocas semanas antes del fin de la guerra, el «informe Valière» realizado a petición
del Gobierno francés estimaba a 9 de marzo de 1939 la presencia de unos 440 000
refugiados en Francia, de los cuales 170 000 eran mujeres, niños y ancianos,
220 000 soldados y milicianos, 40 000 inválidos y 10 000 heridos.
ESTADÍSTICA
6. TESTIMONIOS:
Miquel Serra Grabulosa:
En el último tren solo quedábamos nosotros [...]. Y ahora qué hacemos [...]. ¡Vámonos
todos juntos!. Nos transportaron hasta Agde, en el interior de Francia. Llegamos y allí
no había campo ni nada [...] y toda aquella expedición lo montamos. Vimos allí
verdaderas montañas de madera. El primer campo lo construimos nosotros, o sea, las
chozas. Estábamos en la F-2. Después de aquel campo pidieron voluntarios para un
segundo campo [...]. Y venga a llevar gente y más gente. Después aún hicimos un tercer
campo. Trabajábamos porque así teníamos más comida. En Agde estuvimos seis o siete
meses. Cuando llegamos al campo, estaba rodeado de alambradas, y por el exterior
patrullaban los negros senegaleses. Allí se formó un equipo de fútbol y jugábamos
barracones contra barracones. Allí se puede decir que acabamos con los piojos,
porque los piojos se nos comían vivos. Cada día, ropa hervida en un pozal que
requisamos, y venga a hervir agua y a hacer deporte [...].
7. Otília Castellví:
Estábamos en el campo de concentración de Argelers. Una mujer que estaba en la
barraca de los gendarmes, que era española pero ayudaba a los que nos encerraban,
nos dijo que teníamos que buscar refugio en alguna de las barracas que había por allí.
Entonces nos dimos cuenta de que, efectivamente, esparcidas por aquel arenal, había
algunas barracas. Fuimos a ver una, la que nos pareció más nueva, pero salimos
enseguida, pensando que justo esa era la peor, o que aún no había sido terminada.
Probamos otra, y otra [...]. todas eran iguales. Cuatro paredes de madera mal ajustada,
tan solo con una puerta y sin ventanas. La verdad es que ventilación tenían más que
suficiente, ya que los agujeros y las rendijas dejaban entrar libremente el aire, la luz, la
arena y la porquería [...]. La misma arena tenía que servirnos de mesa y de cama. Pero si
bien no había mobiliario que nos molestara o nos diera servicio no faltaban las
personas. Todas las barracas estaban llenas de mujeres y niños con sus
correspondientes bultos y maletas.