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PRÓLOGO




Si uno pudiera volver a nacer y pedir       “Permítanme siempre estas confiden-               Porque Hugo Chávez Frías trajo de regreso a Bolívar, lo despojó de la coraza
dónde, yo le diría a papá Dios: Mándame al  cias muy del alma, porque yo hablo            pétrea de las esculturas, lo bajó de los pedestales inmóviles de las plazas, se su-
mismo lugar. A la misma casita de palmas
inolvidable, el mismo piso de tierra, las
                                            con el pueblo, aunque no lo estoy vien-       mergió junto a él y lo hizo sustancia en el torrente de la gente, que se apropió del
paredes de barro, un catre de madera y un   do; yo sé que ustedes están ahí, senta-       nombre, el pensamiento y la obra del Libertador.
colchón hecho entre paja y goma-espuma. Y   dos por allí, por allá, oyendo a Hugo,            El Presidente de Venezuela cuenta como nadie la historia nacional; la in-
un patio grande lleno de árboles frutales. Ya Hugo el amigo. No al Presidente, al         terpreta, la explica, hurga en sus protagonistas, batallas, contradicciones, con
una abuela llena de amor y una madre y un
padre llenos de amor y unos hermanos, y un
                                            amigo, al soldado”.                           una visión de interconexión entre el pasado, el presente y el porvenir, con una
pueblito campesino a la orilla de un río.        Así comienza “Cuentos del Ara-           perspectiva transformadora.
                                            ñero”, cual anticipo de este libro que            Chávez es un investigador e historiador que trasciende los moldes de la aca-
                                            muestra a Chávez contado por sí mismo.        demia. Y ello no hubiera sido posible sin su paso por el cuartel, cual soldado de las
     Más de 300 ediciones del programa Aló Presidente alimentaron la presente             “tropas del Ejército Libertador de Venezuela”, como alguna vez le espetó, exigien-
compilación; páginas con visos autobiográficos y la impronta de quien ha mar-             do respeto, a un gobernador adeco, corrupto.
cado la historia reciente de Venezuela.                                                       Aquel “Bachaco” o “Tribilín” llegó a la Academia Militar, en Caracas, con la
     Son muchas las pasiones que se desbordan en el discurso del líder bolivaria-         ilusión de ser pelotero de Grandes Ligas. Pero, junto al uniforme, los sueños se en-
no: la familia, el béisbol, las Fuerzas Armadas, el culto a los próceres, a los héroes,   sancharon catando de las tradiciones, de la disciplina, de la camaradería y, más
el amor infinito a Venezuela y, sobre todo, a las amplias masas excluidas.                que todo, de las injusticias vividas y confrontadas en el cumplimiento del servicio.
     Es un viaje que inicia en sus raíces en Sabaneta de Barinas, en aquella ca-              Así lo encontramos de subteniente en 1975, en La Marqueseña, Barinas, en las
sita de palma y piso de tierra, con el topochal a mano. “Pobre, pero feliz”. Y la         “antiguas tierras del Marqués de Boconó”. Tierras mágicas signadas por sende-
abuela Rosa Inés, la “mamavieja”, la familia, los amigos de la niñez; la vívida           ros de leyendas, combates, sangre derramada y también por lo real maravilloso:
estampa de cientos de miles de hogares humildes de los pueblitos del llano.               “Aquí descubrí un carro un día entre el monte, un Mercedes Benz negro. Lo lim-
     De entonces el Chávez sensible, observador, que absorbe cual esponja, se             piamos, abrimos el maletero con un destornillador y conseguí un poco de libros
nutre de sus orígenes y carga con ellos a través de los años, las vicisitudes y           de Marx, de Lenin; conseguí este libro por allá, lo leí aquí: ‘Tiempo de Ezequiel
etapas de una vida de batalla.                                                            Zamora’, de ese gran revolucionario Federico Brito Figueroa. Aquel subteniente
     Por aquellos días se fue forjando el apasionamiento por la historia, que en-         Chávez comenzó a leer aquí, comenzó a hablar con los soldados allá”.
rumba desde las leyendas familiares, Maisanta, “el último hombre a caballo” y                 Hablar quiere decir forjar conciencias, aunar voluntades, sembrar la semilla
su escapulario más que centenario.                                                        del Movimiento Bolivariano que tuvo su juramento en el Samán de Güere y el bau-
     “Por aquí pasó Zamora”, decía la abuela, y la imaginación encandilaba a              tismo de fuego el 4 de febrero de 1992, cuando el “Por ahora” dio la pauta al devenir.
aquel muchacho que se subía al palo más alto del patio, oteando un horizonte en               Chávez dialoga, tutea, narra al detalle, se adelanta a veces, va atrás, su-
el que luego redescubrió a Bolívar por los caminos de la Patria.                          perpone historias; rompe la lógica gramatical sujeto-verbo-predicado. Es parte
de su estilo, su técnica narrativa, con la cual mantiene en vilo, enseña, polemiza,     de a pie y más, del veguero de campo adentro. De ahí el uso diáfano de vocablos
pone a pensar y convence. Se trata, sin lugar a dudas, de un fenómeno de la             que forman parte del habla popular, aunque algún diccionario no los reconoz-
comunicación directa, cercana, permanente con su pueblo.                                ca: “jamaqueo”, “choreto”, “jalamecate”, “firifirito”, “espatilla'o”, “esperola'o”,
     Llanero de pura cepa, y orgulloso de serlo, Chávez es también un fabulador.        “kilúo”, “arrejuntar”, entre muchos otros.
Él asegura que no exagera, pero Fidel Castro, quien lo conoce bien, acuña que su             ¿Es cómico?, preguntaba un amigo al conocer de la idea del libro. Chávez es
amigo venezolano “rellena”, al menos sobre las historias que involucran a ambos.        dicharachero, se ríe de sí mismo, celebra el chiste sobre su persona, pero también
     Los “rellenos” ocurren, sobre todo, cuando la narración le concierne per-          arranca carcajadas del auditorio cuando pone al adversario en el centro de su
sonalmente. Como la serpiente que, según sus propias palabras, estuvo a punto de        colimador. Ya lo dijo en alguno de sus alocuciones: “Revolución es amor y humor”.
devorarlo en su cuna, allá en la casa de piso de tierra de Sabaneta. “A la traga-       Pero “Cuentos del Arañero” es también algo muy serio. Chávez sufre en sus pá-
venado la colgaron del techo y la cola pegaba en el suelo. El grueso era como el        ginas, le duele el dolor del pueblo, del niño que agoniza sin atención médica, que
de un caucho de carro”, rememora para asegurar: “estoy vivo de broma”.                  muere porque el capitalismo y los gobernantes a su servicio se la negaron. “¡Es el
     O aquel caimán del Arauca, que fue creciendo de cuento en cuento, en medio         infierno aquí!”, se lamenta el Presidente, que en los primeros años de su gobierno
de la credulidad-incredulidad del auditorio. “Cuarenta y cinco metros de largo          se consigue la tragedia por doquier, la nefasta herencia de la IV República.
conté yo a pepa de ojo”.                                                                     “Como siempre, está la masa del pueblo y yo me echo encima de la masa, me
     Entonces la narración gana en intensidad porque el que la cuenta lo hace           abrazo con ella, sudo con ella, lloro con ella y me consigo. Porque allí está el dra-
como si la estuviera viviendo en tiempo real. Así llegan los sonidos: “Pac”, sue-       ma, allí está el dolor, y yo quiero sentir ese dolor, porque solo ese dolor, unido con
na cuando su padre bocha la bola criolla; “Ass”, el silbido de la tragavenado;          el amor que uno siente, nos dará fuerzas para luchar mil años si hubiera que lu-
“Uuuh”, los fantasmas de Sabaneta; “Pum”, vuela lejos la chapita; “Ta, ta, ta”,         char”, exclama por aquellos días.
Evo habla que habla; “Ra, ra, ra”, meterle a los gringos cuatro batallones por el            Desde esos tiempos la amistad con Fidel, relación entrañable de una sensi-
flanco; “Uju”, sorpresa.                                                                bilidad superior. Sobre ello, y más, habría mucho que decir. Pero mejor que lo
     De la mano del sonido están también los corridos, las coplas, las canciones.       cuente Chávez, el arañero de Sabaneta.
“Yo canto muy mal”, confesó públicamente, pero a continuación acotó: “como dijo
el llanero aquel, ‘Chávez canta mal, pero canta bonito’”.                                                                                          Orlando Oramas León
     Lo cierto es que resulta difícil encontrar a otro jefe de Estado que entone                                                                   Jorge Legañoa Alonso
más en público, desde el himno nacional, hasta rancheras, baladas de moda y,                                                                       Junio de 2012
sobre todo, las estrofas del cantar folclórico venezolano, del que ha sido cam-
peón promotor. Cantor de pueblo, pues.
     Y, ¡claro!, el lenguaje. El del presidente, del líder político, forjador de con-
ciencias, educador, del declamador, del poeta. Pero también el del ciudadano
HISTORIAS DE FAMILIA




               C o nfi d enc i as                       tantos los que no tienen casa ¡Dios mío! ¡Ojalá       a ese pueblo que es Sabaneta de Barinas, y me
                                                        uno pudiera arreglar eso rápido para todos los        conformaré con una cosa muy sencilla, como la
Permítanme siempre estas confidencias muy del           niños de Venezuela!                                   abuela Rosa Inés.
alma, porque yo hablo con el pueblo, aunque no              Le pedí al general González de León y al go-
lo estoy viendo; yo sé que ustedes están ahí, sen-      bernador que se unieran para atender el caso de
tados por allí, por allá, oyendo a Hugo, a Hugo         ese niño, porque él me dijo con aquellos ojitos:                L as pr op i as ra í ces
el amigo. No al Presidente, al amigo, al soldado.       “Chávez, no tengo casa. Chávez, yo quiero estu-
    Bueno, ayer fui a visitar la tumba de mi abuela     diar”, “Chávez, mi mamá está pasando hambre”,         La abuela Rosa Inés decía: “Muchacho, no te
Rosa. No quería ir en alboroto porque siempre           y bueno, me dijo tantas cosas con aquellos ojitos     encarames en esos árboles”. Yo me subía arriba,
hay un alboroto ahí, bonito alboroto y la gente         que me prendió el alma. Y les dije, miren, hagan      chico. Había un matapalo en el patio donde me
en un camión y las boinas rojas. Yo dije: “Por fa-      un estudio social. Y ya tiene casa el niño y se le    crié, era un patio hermoso y uno se subía en to-
vor, yo quiero ir solo con mi padre a visitar a la      ve el techo rojo. “Allá está. Chávez, visítame”. Y    dos esos árboles. El matapalo era el más alto y
vieja, a Rosa Inés”. Allí llegamos, y llegó el señor,   yo le dije: “No tengo tiempo papá, pero otro día      uno buscaba las ramas más altas porque había
un hombre joven, con una pala y unos niños, lim-        voy”. ¡Ojalá pueda visitarlos algún día!              unos bejucos y allá abajo un topochal. Y como
piando tumbas. Ellos viven de eso. Y me dijo el             Ahí estuvimos rezando delante de la tumba de      las matas de topocho tienen el tronco blando y
señor, dándole con cariño a un pedacito de monte        la abuela. Yo nací en la casa de esa vieja, de Rosa   esponjoso, es como un colchón.
que había al lado de la tumba de la vieja: “Presi-      Inés Chávez. Era una casa de palma, de piso de            ¿Tú sabes lo que yo hacía? Me lanzaba con
dente, usted la quiso mucho, cada vez la nombra,        tierra, pared de tierra, de alerones, de muchos pá-   mis hermanos y Laurencio Pérez, el otro que le
¿verdad?”. “Claro que la quise y la quiero, ella        jaros que andaban volando por todas partes, unas      decíamos “El Chino”. El único que no se subía
está por dentro de uno”.                                palomas blancas. Era un patio de muchos árbo-         era el “Gordo Capón”. El “Gordo Capón” no
    También me dio mucha alegría ver de nuevo,          les: de ciruelos, mandarina, mangos, de naranjos,     podía subirse, era el dueño del único bate y la
¿cómo se llama el niño? No recuerdo, un “firifi-        de aguacate, toronjas, de semerucos, de rosales,      única pelota Wilson, así que ese era cuarto bate
rito”, que hace un año fui también a darle una          de maizales. Ahí aprendí a sembrar maíz, a luchar     aunque se ponchara. Uno se lanzaba barúuu,
corona a mi abuela, y él llegó: “Chávez, yo vivo        contra las plagas que dañaban el maíz, a moler el     barúuu. El hombre de la selva. Yo prefería ser
limpiando tumbas y no tengo casa”. Ayer me              maíz para hacer las cachapas.                         Barú que Tarzán. Barú era africano. Uno caía, se
dijo, con una sonrisa de oreja a oreja: “Chávez,            De ahí salía con mi carretilla llena de lecho-    “espatillaba” contra los topochales y mi abueli-
gracias, tengo casa, mira, allá se le ve el techo”.     sa y de naranjas a venderlas en la barquillería.      ta, pobrecita, que en paz descanse, salía con las
Tiene techo rojo la casa. El niñito tiene casa, her-    Así se llamaba la heladería, y me daban de ñapa       manos en la cabeza: “¡Muchacho, te vas a matar,
mano, con su mamá y su papá y dos niñitos más,          una barquilla. Era mi premio y una locha para         bájate de ahí, mira que el Diablo anda suelto!”
que están ahí, todos limpian tumbas. Esa vez lo         comprar qué sé yo qué cosas. Bueno, de ahí ven-           A veces a mí me daba miedo porque uno
agarré y le dije: “¿No tienes casa?” ¡Claro!, son       go. Cuando yo muera quiero que me lleven allá,        pensaba que el Diablo andaba suelto de verdad.
6                                                                  CUENT OS D EL ARAÑERO

Claro, Cristo anda suelto también y Cristo             nata de nuestro pueblo y oía el canto de Alí Pri-          crecerá la paja bajo tu maizal, y entonces la
siempre le gana al Diablo como Florentino              mera. Se fueron los compañeros y me dijo: “¿Se             sonrisa alegre de tu rostro ausente llenará de
le ganó al Diablo. Ella nos regañaba mucho,            da cuenta? Usted se va a meter en un lío, porque           luces este llano caliente; y un gran cabalgar
nos bajaba de los árboles, pero en la noche nos        yo estoy oyendo esa música y usted se la pone              saldrá de repente y vendrán los federales, con
sentaba en el pretil de la casa de palma, cuando       a sus compañeros, Huguito, Huguito”. ¡Ay!, la              Zamora al frente, y las guerrillas de Maisan-
se iba la luz de la planta eléctrica de Sabaneta,      abuela. Ella me descubrió antes de tiempo, me              ta, con toda su gente, y el catire Páez, con sus
que quedaba cerquita de la casa. Cuando pasaba         intuyó. Murió aquel 2 de enero, la sembramos en            mil valientes; o quizás nunca, mi vieja, llegue
don Mauricio Herrera en una bicicleta, uno             medio de retoños y de amaneceres el año 1982.              tanta dicha por este lugar, y entonces, sola-
sabía que ya iban a apagar la planta. “Ahí pasó        Recuerdo que tenía guardia el 31 de diciembre en           mente entonces, al fin de mi vida yo vendría a
don Mauricio”, y era como un reloj. Él pasaba          Fuerte Tiuna, en la Academia. Me gustaba mucho             buscarte, mamá Rosa mía, llegaría a tu tumba
todas las noches a las ocho en punto. Recuerdo         pararme en el Gran Hall, en la puerta grande que           y la regaría con sudor y sangre, y hallaría con-
que apagaba una primera vez, ese era el aviso.         da hacia las columnatas, y ver el jolgorio en la           suelo en tu amor de madre, y te contaría de mi
Era como la retirada, como cuando uno está por         soledad. A las 12 de la noche nos asomábamos               desengaño entre los mortales, y entonces tú
allá y le tocan la corneta. Después venían dos         ahí el grupo de oficiales a darnos el abrazo, a ver        abrirías tus brazos y me abrazarías cual tiem-
apagones, rur, rur, y ya la tercera era que se iba     los cohetes de los cerros de El Valle, a oír los ru-       pos de infante, y me arrullarías con tu tierno
la luz en el pueblo.                                   mores de la alegría y la esperanza de un pueblo            canto y me llevarías por otros lugares...
    Claro, ya estaban las velas prendidas o las        que se renueva cada 31 de diciembre. El 31 hubo
lámparas aquellas de kerosene, y la abuela lis-        reunión de oficiales despidiendo el año y me dio
ta con sus cuentos. Y uno la buscaba: “Abuela,         pena pero le dije a mi coronel Tovar: “Mi coronel,                     L a N egra I n és
échanos los cuentos”. Y ella hablaba de un cabo        necesito un permiso, tan pronto regresen los que
Zamora y de un Chávez, abuelo de ella, que se          están de permiso de segundo turno”. Y le expli-        Yo tuve una abuela que le decían la Negra Inés.
fue con el cabo Zamora y no regresó más nunca.         qué: “Mi abuela, que es mi mamá vieja, está muy        Una negra despampanante, famosa en todo el
Recuerdo que desde niño oía comentarios entre          mal y no le quedan muchos días de vida. Me aca-        llano. Han pasado casi cien años y todavía la re-
las abuelas: “Cónchale, que aquel si fue maluco,       bo de despedir de ella hace dos días, un abrazo y      cuerdan poetas del llano: la Negra Inés, la de la
dejó la mujer sola y le dejó los hijos”.               las lágrimas y recuerdo que me dijo: ‘¡Ay!, Hugui-     casa del semeruco, cerca de la iglesia. ¡Ah!, eso
    El abuelo por los Chávez, el abuelo de mi abue-    to, no llores, que quizás con tanta pastilla me voy    suena a recuerdo bonito, profundo y lejano.
la se fue con un tal Zamora y no vino más nunca.       a curar’”. Pero no, ya no tenía cura, sabíamos que         Dicen que la Negra Inés, mi bisabuela, era hija
Dejó los muchachos chiquitos y la mujer se que-        se iba, ya se estaba yendo. Y el buen coronel me       de un africano que pasó por aquellos llanos. No
dó sola con los muchachos vendiendo topocho y          dijo: “Chávez, vaya”. Yo era jefe de deportes y no     es que dicen, es que era verdad, porque cuando
pescando en el río. También oía los comentarios        había en ese momento ningún gran compromiso            cien personas dicen lo mismo en un pueblo pe-
de mis abuelas, las Frías, de que hubo un maluco,      deportivo. Entonces me dijo: “Váyase el 5 de ene-      queño, es verdad. Aunque quizás yo nunca sabré
un tal Pedro Pérez Delgado, quien también tuvo         ro cuando lleguen los demás”. El día primero me        el nombre de aquel abuelo africano, que era de los
dos muchachos con Claudina Infante y se fue.           voy a visitar a mi coronel Hugo Enrique Trejo en       Mandingas. Así que yo termino siendo un Man-
Estaban los muchachos chiquiticos y más nunca          Macuto. Él tenía una casita allí; ese fue como otro    dinga. La Negra era la madre de mi abuela Rosa
volvió. Entonces yo tenía la idea de que eran ma-      padre mío, orientador, el gran líder militar de los    Inés Chávez, que nació entre india y negra. Por-
lucos, pero cuando voy a buscar la historia en los     años ‘50. Ahí estuvimos conversando el primero.        que, ¡mira!, el papá de mi abuela, de Rosa Inés,
libros resulta que no eran ningunos malucos, eran      En la tarde me fui a Villa de Cura a visitar a mi      fue un italiano que se levantó a la Negra Inés y
unos soldados. Esas son las leyendas, esos son los     tía abuela Ana, la hija de Pedro Pérez Delgado.        vivieron un tiempo juntos. Tuvieron a Rosa Inés y
cuentos pero que vienen de las propias raíces.         Estando allá salí a afeitarme, porque estaba muy       a Ramón Chávez, que lo recuerdo. Yo lo vi morir.
                                                       mechudo —como decimos—, para regresar en la            Murió de un ataque, como decían antes.
                                                       tarde a la Academia. Cuando regreso, ya tenía la           El tío Ramón me hacía los papagayos. Estaba
       Yo v e n dr í a a buscarte                      noticia: “Ha muerto la abuela”. Así que la sembra-     muy enfermo en un chinchorro y me dice: “Hugui-
                                                       mos al día siguiente. Ya yo estaba comprometido        to, ayúdame a ir al baño, que estaba allá atrás, el
Mi abuela Rosa Inés nos enseñó a Adán y a mí           con la Revolución, por eso le escribí estas líneas:    excusado, pues. Yo lo llevo y le digo: “Tío, aquí es”.
a leer y a escribir antes de ir a la escuela. Fue                                                             Y no, él siguió y llegamos casi a la cerca. Él no veía
nuestra primera maestra. Ella decía: “Tienes que               Quizás un día mi vieja querida, dirija mis y cayó. Salí corriendo a llamar a la abuela: “Mamá
aprender, Huguito”. Las letras redonditas que ella         pasos hasta tu recinto, con los brazos en alto Rosa, mamá Rosa, mi tío, tiene un ataque”. Cuan-
hacía. Quizás de ahí viene mi pasión por la lectu-         y como alborozo, colocar en tu tumba una do vino un médico, que consiguieron no sé dónde,
ra, por la buena escritura, la buena ortografía, no        gran corona de verdes laureles: sería mi victo- ya estaba muerto mi tío Ramón Chávez.
cometer ni un error. Algunos me sufren, porque             ria y sería tu victoria y la de tu pueblo, y la de
yo soy que si el acentico, la comita, la forma de la       tu historia; y entonces por la madrevieja vol-
prosa incluso, y del verso de cuando en cuando.            verán las aguas del río Boconó, como en otros              Y o est oy vi vo d e broma
Ella me decía, ya yo militar: “Huguito, usted sál-         tiempos tus campos regó; y por sus riberas se
gase de ahí, usted no sirve para eso”. Y a mí me           oirá el canto alegre de tu cristofué y el suave Cuenta mi madre que estoy vivo de broma, de bro-
gustaba el Ejército, y le preguntaba: “¿Por qué no         trinar de tus azulejos y la clara risa de tu loro mita estoy vivo. Un día ella estaba en la cocina, yo
sirvo para eso, abuela?” “Usted es muy ‘disposi-           viejo; y entonces en tu casa vieja tus blancas chiquitico, de meses. Adán tenía año y piquito. Yo
cionero’, usted inventa mucho”. Dígame después,            palomas el vuelo alzarán y bajo el matapalo estaba en un chinchorro, llorando y mi mamá le
cuando, ya de teniente, de vacaciones, llegué un           ladrará “Guardián”, y crecerá el almendro dice a Adán: “Vaya, mézame al niño”. Mi mamá
día a la casa con otros cadetes; nos sentamos ahí          junto al naranjal, también el ciruelo junto al lo que oyó fue el chillido mío y salió corriendo
y yo puse a Alí Primera: “Soldado, vuelca el fusil         topochal, y los mandarinos junto a tu piñal, a ver. Resulta que el chinchorro estaba como lo
contra el oligarca”. Ella tenía esa inteligencia in-       y enrojecerá el semeruco junto a tu rosal, y ponemos en el campo, guindado sobre la cama. Y
HUG O   CHÁV E Z    F RÍAS                                                                    7

el Adán, que además era “kilúo”, lo agarró por la      arañas, papá”. Todas las tardes, a las cinco, se                    P obre, p er o f el i z
cabuyera y haló el chinchorro. Él me meció, pero       veían allá los hombres del pueblo. Mi papá ju-
verticalmente, y el pobre niñito aquel, que era yo,    gaba bolos porque él es zurdo y lanzaba bien.           Hace poco estábamos comiendo mangos con el
salió disparado como bala humana. Mi mamá me               En el bolo yo vendía la mitad, y después pa’l       Gobernador en la casa del Rey, allá en Jamaica.
consiguió allá orinadito y todo, en la esquina allá.   cine. La concentración, pues, en la Plaza Bolívar.      Había mucho mango. Y entonces le contaba al
Menos mal que las paredes eran de barro, de tie-       A la salida de la misa estaba yo, mire, con mi          Gobernador que fui un niño pobre, pero feliz.
rra, y el piso también. Ese fue Adán.                  bichito aquí: “Arañas calientes”, no sé qué más.        Yo me iba por los montes a comer mangos, na-
    Después a los pocos días cuenta mi mamá            Y le agregaba coplas: “Arañas calientes pa’ las         ranjas y ciruelas. Éramos muy pobres. A mí lo
que ella estaba ahí como a medianoche. Todo            viejas que no tienen dientes”, “arañas sabrosas,        que me daban era una locha diaria para ir al li-
oscuro. Mi papá no había llegado. Yo estaba en         pa’ las muchachas buenamozas”, cosas así. Ara-          ceo; con eso uno se tomaba un fresco y a lo me-
la cuna. Adán estaba con mi abuela en el otro          ñas calientes, araña dulce, pa’ no sé qué. Yo in-       jor se comía un pedacito de pan.
cuarto. Mi mamá oye un ruido en la oscuridad           ventaba, ya casi se me olvidaron las coplas. A las          Pero después, cuando salíamos en la tarde,
que hace: “¡Asss, asss!” Ella pela por la linterna     muchachas yo les cantaba. Dígame si salía por           me iba directo del liceo al estadio “La Carolina”,
y alumbra. Cuando ve algo debajo de mi cuna,           ahí Ernestina Sanetti, ¡ah!, yo le cantaba. Ernes-      en Barinas, donde hoy funciona un estadio de
¡era una tragavenado, compadre! Mi mamá me             tina Sanetti, Telma González, de las bonitas del        fútbol muy bueno. Eso está rodeado de mangos y
agarró y salió disparada. Llamó a mi tío Ramón         pueblo. Entonces vendía mis arañas ahí donde            mangas y esa era la cena de nosotros, de los que
Chávez, que en paz descanse, quien mató la cu-         estaba el mercado y la concentración.                   estábamos practicando. Yo iba con mi maletín y
lebra con un machete o un palo. A la tragave-              ¡Cómo olvidar las fiestas de Sabaneta! Yo era       mis guayitos viejos de jugar béisbol: mi guante-
nado la colgaron del techo y la cola pegaba en         monaguillo, tocaba las campanas, y había que to-        cito viejo, una camiseta, una gorrita. ¡Qué divino,
el suelo. El grueso era como el de un caucho de        carlas duro los días de fiesta. Y la abuela: “¡Hugui-   vale!, La manga grandota, y uno agarraba una
carro. Era una culebra que tenía azotada a la          to, hay que buscar más lechosa!”. Porque en los         maceta y a tumbar manga, camarita, y a comer.
conejera de mi abuela. Se había comido ya va-          días normales yo vendía no más de veinte arañas         De cuando en cuando alcanzaba para un pan de
rias gallinas y andaba buscando un bachaquito,         dulces; eran dos bolívares con un real. En cambio,      azúcar, dulcito, de esos con azuquita.
fíjate. Yo estoy vivo de broma.                        en las fiestas se vendían hasta cien arañas dia-
                                                       rias. Mi abuela se levantaba muy temprano. Yo
                                                       la ayudaba; le comía las paticas a las arañas. Y le           L a Vi rg en d e la S ol edad
    S A ca v e i nte o c onsi dérat e                  regalaba una a Hilda, que me gustaba aquella mu-
                  raspa ’o                             chachita. Me quedaban por lo menos dos lochas           Recuerdo mucho a mi abuela Rosa Inés cuando lle-
                                                       todos los días, para montarme en la montaña rusa        gábamos a la casa de palma grande, donde yo nací.
Cuando mi padre era mi maestro de cuarto grado,        y la vuelta a la luna aquella. Me gustaba ir al circo   Era muy fresca. Pero veníamos de alguna actividad,
me consta que revisaba mi prueba una y tres veces,     y ver a las trapecistas bonitas que se lanzaban. De     alguna visita a los vecinos, y la casa estaba sola. Mi
con mayor rigor que las otras. Yo a veces reclama-     cuando en cuando iba un elefante, un tigre en una       abuelita abría la puerta y siempre decía: “Buenos
ba justicia, tratamiento igual, pero no, mi padre      jaula, y uno vivía las ilusiones del mes de octubre.    días o buenas noches, Virgen de la Soledad”. Ella le
era más duro conmigo. Así tenía que ser. Fue una       Dígame en las fiestas patronales. ¡No! Estábamos        hablaba a la Virgen de la Soledad, que se quedaba
gran enseñanza para mí y mis hermanos. Me dijo:        en emergencia, había que buscar lechosa no sé,          cuidando la casa; le encomendaba la casa.
“Cuando tú no saques 20 considérate raspa’o”. Y        hasta allá en el río, porque se vendía mucho, y
una de las motivaciones que uno tenía, el fin de       además no teníamos competencia. La única casa
semana, el sábado, era ir a ver “Tin Tan”, “Chucho,    donde se hacían arañas en este pueblo era la casa           L os f an tasmas d e S aba n eta
El Roto”, “El Águila Negra”, todas esas películas      de Rosa Inés Chávez. Sí, un monopolio.
de aquellos años en el único cine que había por to-                                                            Estaba recordando a mi compadre Alfredo Al-
dos esos pueblos, el Cine Bolívar de Sabaneta, que                                                             dana, en Sabaneta, al “Chiche” Frías, a “Pancho”
costaba un real. Mi papá nos llevaba, pero cuan-                  Ge nte ho nrada                              Bastidas, “Cigarrón” Tapia. Yo era un niño como
do yo no sacaba veinte, no iba al cine. No olvido                                                              de diez años, ellos eran unos zagaletones de ca-
que me perdí la película “Neutrón”, porque no sa- Recuerdo que compraba a veces a crédito. No-                 torce y quince. En las noches se ponían una sába-
qué 20 en un examen, no sé cuál. Lloré mucho, mi sotros vivíamos de lo que nos daba mi papá, que               na blanca. Yo los veía, porque mi primo “Chiche”
abuela me consolaba: “¡Ay, Huguito!”.               era maestro por allá en un monte. ¡Imagínense un           Frías era uno de ellos. Después que Mauricio
                                                    sueldo de cien bolívares! Mi abuela hacía dulces,          Herrera, que en paz descanse, apagaba la planta
                                                    vendíamos arañas, tabletas, majarete, dulce de             eléctrica de mi pueblo, salían con la sábana blan-
                  El arañ ero                       coco, y frutas. Vendíamos muchas frutas porque el          ca por Sabaneta haciendo ¡uuuuuuh!, corriendo
                                                    patio, donde yo fui un niño feliz, era un patio lleno      por la plaza, por el cementerio. Eran malos, tra-
Ustedes saben que yo vendía arañas. Desde de árboles frutales de todo tipo y de eso vivíamos.                  viesos. Uno sabía que eran ellos, pero yo callaba.
niño, más o menos, tengo noción de lo que es la        Había tiempos difíciles cuando la abuelita no           En ese tiempo más de un fantasma de esos brin-
economía productiva y cómo vender algo, cómo podía hacer el dulce. Yo le decía a Luis Alfonso,                 caba una cerca, cuestiones hasta de amores.
colocarlo en un mercado. Mi abuela terminaba las el bodeguero, donde compré toda la vida: “Luis                   Una noche le pusieron una vela, por la orilla
arañas y yo salía disparado. ¿Pa’ dónde iba a co- Alfonso, vengo a fiar un bolívar de plátano”. Y él           de la madrevieja a mi pobre viejita. Creo que fue
ger? ¿Pa’l cementerio? Estaría loco. Allá estaba anotaba ahí, porque estábamos pasando por una                 mi primo Adrián Frías, era otro que a veces se
a lo mejor una señora acomodando una tumba, situación difícil. Pero luego me ponía las pilas,                  disfrazaba. Pues pusieron una vela en el patio de la
a lo mejor un entierro. Si había un entierro en- como decíamos. Mi abuela hacía doble dulces, yo               casa vieja de mi abuela. Ella estaba muy asustada:
tonces yo aprovecharía ¿verdad? Pero no, ¿pa’ vendía más rápido y le pagábamos la locha o el                   “¿Te das cuenta?, ¡ahí están los muertos!”. Tuve que
dónde? Pa’l Bolo. Más de una vez mi papá me bolivita que nos había dado fia’o Luis Alfonso. La                 decirle la verdad: “No, abuela, es que los muchachos
regañó: “¿Qué haces tú por aquí?” “Vendiendo gente humilde es honrada.                                         quieren llevarse un saco de naranjas, entonces
8                                                             CUENT OS D EL ARAÑERO

ponen una vela para que la gente se asuste y no se para acercarse a una muchacha y sacarla a bailar,    ciones iba a La Chavera a jugar bolas criollas,
acerquen al patio”. Los fantasmas de Sabaneta.     agarrarle la mano, un esfuerzo grande aquel. Pero    a bañarnos en el río. Los muchachos le dijeron:
                                                   mi amigo, que era el triple de feo que yo, sospe-    “Don Hugo, ¿usted no cree que Huguito esté me-
                                                   chaba que las muchachas no iban a bailar con él      tido en eso?”. Ellos ya intuían, porque me cono-
           El pr imer d i scurso                   o aceptarle una conversación. Teníamos catorce       cían de tanto hablar en la cancha de bolas, en el
                                                   años, éramos unos niños. Entonces él decía: “Yo      río, por allá en bicicleta, caminando por esas cos-
Recuerdo la primera vez que di un discurso, cuan- no bailo con ninguna muchacha hasta que no se         tas de ríos. Mi papá les dijo, lavando la cochinera:
do llegó el primer obispo a Sabaneta de Barinas. defina ideológicamente”. Y él estaba comenzando        “No, no, ese no se mete en eso”.
Estaba en sexto grado y me pusieron a leer unas por los caminos del marxismo, hijo de un marxis-            En cambio, cuando Cecilia, la vecina, llamó a
palabras, a darle la bienvenida al obispo Gon- ta muy respetado, un profesor barinés.                   mi mamá: “Mira Elena, dijeron por Radio Barinas
zález Ramírez, algo así se llamaba. Y ese mismo                                                         que hay una rebelión militar”. Mi mamá se puso
año, un 12 de marzo de 1966, me correspondió                                                            a rezar “porque ahí tiene que estar Huguito”. Lo
leer también un discurso en la Plaza Bolívar,                   El Pe nsamie nto                        que son las madres, ¿no? Mientras mi papá de-
de Sabaneta de Barinas, a nombre de los mu-                                                             cía: “No, tranquilo que ese no se mete en nada
chachos del Colegio Julián Pino, donde hice mi Mi papá empezó a dar clases de primaria, por allá        de eso”, mi mamá desde que le dijeron se puso a
primaria. Nunca se me olvida una frase de ese en Los Rastrojos. Tenía sexto grado, no había li-         rezar. “¡Que no me lo maten!, porque estoy segu-
discurso que escribió mi padre: “La bandera ceo en Barinas. Luego consiguió un puestico de              ra de que ese está ahí”. Te quiero, mi vieja, Elena.
que Miranda trajo y que Bolívar condujo con maestro por allá en un monte, pues. ¡Ah!, pero en-          ¡Muy sabrosa la delicada!, las hallacas y la maza-
gloria”. Eso se me grabó para siempre.             tonces se inscribió en los cursos de mejoramien-     morra que me trajiste. Me queda todavía un po-
                                                   to del magisterio, una cosa buena que había. No      quito, voy poco a poco. No le doy a nadie.
                                                   todo lo pasado fue malo. Eso venía desde mucho
                     Ofasa                         antes del año 1958. Entonces mi papá venía a Ca-
                                                   racas en agosto y traía libros. Cuando el terremo-          L os d ed os d e m i padr e
Cuentos de familia. Hay que ver cuando nos reu- to de Caracas mi papá estaba aquí y lo lloramos
níamos. Ahora casi no tengo tiempo. A veces la mucho: “Se acabó Caracas”, decían por radio. Y           Acabo de hablar con mi padre y a mi padre lo amo,
familia sufre el impacto de todo esto. Desde aquí los rumores allá en Sabaneta: “Caracas se acabó”.     lo admiro y, además, lo metí en este lío. Mi padre
un saludo y un recuerdo a mis hermanos. A Aní-        Después llegó un telegrama al otro día: “Es-      Hugo de los Reyes Chávez, un maestro jubilado.
bal le decíamos “Boca’e bagre”. A Nacho, “Chu- toy vivo, estoy bien”. Y llevó una enciclopedia,         Estaba criando cochinos y gallinas ponedoras des-
rro mogotero”. Nacho era flaquito y paletú’o. creo que francesa, “Quillet”. Me prometió un              de hacía varios años, hasta el 4 de febrero en la
A mí me decían “Tribilín” o “Bachaco”. A Adán amigo francés conseguirme una de la época,                mañana. Dejó las gallinas, dejó los cochinos, dejó
le decían “Macha macha”. Al negro Argenis le porque se perdieron esos libros. El último que             cuatro vacas flacas, dejó un fundito que le costó
decían “El Indio” o “Curicara”. Y a mi hermano vi lo tenía mi hermano Adán. Después no sé,              toda su vida de maestro y se fue a la batalla.
menor, Adelis, le decían “Ofasa”.                  al mismo Adán se le perdió en estos huracanes            Él andaba fundando comités bolivarianos
    ¿Saben por qué? Ofasa era una cosa interna- que se llevaron muchas cosas. Pero ahí había            por los pueblos y buscando firmas para la liber-
cional, una oficina. Creo que era de los yanquis, muchas recomendaciones: filosofía, matemática,        tad, no de su hijo, sino de los soldados. Yo estaba
no estoy seguro. Sospecho que era algo raro, historia; era como mi Internet entonces.                   prisionero, me enteré y lo lloré. Incluso escribí un
porque era una agencia de ayuda humanitaria           Yo era un niño y me bebía aquellas páginas. Y     poema llamado “Los dedos de mi padre”, que se
y había propaganda por radio, allá en Barinas: una de las recomendaciones que había allí, que           perdió porque me allanaron a los pocos días y se
“Ofasa lo visitará en su casa”, “Ofasa atiende a la apliqué toda mi vida, era la siguiente: “Usted      llevaron los manuscritos.
la humanidad”. Y Adelis estaba chiquitico. Ten- piense”, decía alguna página de aquellas. Yo lo             Y perdió tres dedos porque se desprendió
dría como ocho, nueve años. Él era muy meti’o y apliqué. Si estás en la mañana limpiándote los          la carrucha en esos ríos donde no ha llegado la
quería estar en todo. Entonces llega una señora dientes, piensa lo que estás haciendo: “Me es-          mano del desarrollo y todavía se pasan en carru-
que vivía en la calle, una indigente que andaba toy limpiando los dientes”. No estés ahí como           cha, por allá en los llanos, en el pie de monte. Re-
pidiendo ropa y comida por las casas. Adelis si fueras un árbol, que no piensa. Si estás “pit-          cuerdo que hablaba de las manos de mi padre, las
estaba por la ventana del cuartico, y mi abuela chando” en el béisbol, piensa. Si estás disfru-         mismas que me enseñaron a escribir la a, la e, la i,
Rosa ahí limpiando. Él ve que la señora viene pa’ tando con unos amigos, unas amigas, piensa. El        la o, la u. Las mismas que junto a las de mi madre
la casa, y entonces le dice: “¡Mamá Rosa, mamá pensamiento es clave para entender lo que uno            y su amor, hicieron posible, por la mano de Dios,
Rosa, ahí viene Ofasa!” Porque por radio él oía: está viviendo, para no pasar por este mundo así        que viniera al mundo junto con mis hermanos.
“Ofasa lo visitará en su casa. Ofasa atiende a la como si fuera una nube que pasó.
humanidad”. Por eso le decimos “Ofasa”.
                                                                                                           El vi ej o com o un gu err er o
                                                           ¡Que no me lo mate n!
         A sun to i d eológ i c o                                                                       El día jueves en la noche mi padre sufrió un
                                                   En La Chavera estaba mi padre el 4 de febre-         accidente cerebro vascular, cumpliendo con
Como un amigo nuestro allá en los años ‘60, en ro de 1992 en la mañana, como todos los días,            sus labores allá de gobernador de Barinas. Se
Barinas. Ustedes saben que yo soy feo, él era el con sus cochinos y cuatro vacas. Llegó alguien         la pasa por los pueblitos atendiendo a la gente,
triple de feo que yo. En las fiestas uno tenía que en bicicleta a decirle: “Mire, don Hugo, que hay     viviendo con la misma angustia existencial que
hacer esfuerzos. Había otros que se peinaban de una rebelión militar, que unos militares se al-         vivimos nosotros ante la tragedia de los cam-
medio lado y no sé qué más. Además, uno siem- zaron”. Eran unos muchachos, vecinos que te-              pesinos, y cumpliendo con sus responsabilida-
pre con la misma ropita, unas botas de goma ahí. nían allí también un ganadito. Ellos me conocen        des. Fue sorprendido, una emboscada de la vida
Uno tenía que hacer un esfuerzo muy grande desde hace tiempo, porque yo siempre en vaca-                como yo la llamo.
HUG O   CHÁV E Z   F RÍAS                                                       9

     El viejo como un guerrero se paró, lo trajimos           Nunca olvidaré, como padre, la noche del 3 de
                                                                                                       sus cosas, con sus brincos. Una vez se cayó de
esa madrugada a Caracas y llegó una doctora a             febrero de 1992: dejar la casa, dejar los hijos dor-
                                                                                                       un guayabo allá en Elorza y se le zafó el brazo.
hacerle preguntas. Algo importantísimo es que             midos, echarles la bendición, darles un beso, dejar
                                                                                                       Tenía como siete años. Tuve que traérmela en un
papá nunca perdió la conciencia, y Dios median-           la mujer y salir con un fusil en la oscuridad. ¡Eso
                                                                                                       camión, en pleno invierno, hasta Barinas.
te se está recuperando. Pero esa madrugada,               es terrible!, porque uno deja un pedazo del alma.
                                                                                                          Yo con aquella niña por aquellos caminos in-
como a las cuatro de la mañana, llegó la docto-                                                        transitables, con aquel brazo que le bailaba. La
ra. “¿Tú sabes silbar?”, le dijo. “¿Qué quieres que                                                    operaron en Barinas y le pusieron el brazo en
te silbe?”. Yo lo veía muy preocupado, pero por                   Rosa V irginia                       su sitio. Luego, yo le pichaba a Huguito y Ma-
dentro con una gran esperanza al verlo con aque-                                                       ría “quechaba”. Ella me lanzaba de regreso y la
lla picardía, ahí guapeando. Después le dice la   Mañana 6 de septiembre cumple años Rosa Vir- pelota salía hacia los lados. No la lanzaba dere-
doctora: “¿Pero tú silbas y cantas también?”. “Sí”,
                                                  ginia Chávez Colmenares, mi niña, la negrita cho. Yo le decía: “Tú eres brazo loco”, así que le
y le cantó una canción, una canción viejísima.    Rosa, que Dios me la bendiga. Nació en Mara- decían “la brazo loco”.
     Papá fue parrandero. Yo era muy niño y él tenía
                                                  cay, yo era teniente apenas. Le dije al Comandan-
un amigo llamado John que tenía una guitarra y    te de batallón: “Deme un permiso que mi mujer
ellos cantaban, daban serenatas y a veces los vier-
                                                  va a parir”. Y me vine en la mañanita a Caracas,                   Nac i ó Hugu i t o
nes llegaba a medianoche. Imagínate tú, era maes- a buscar real, porque no tenía para pagar el par-
tro de escuela y vendía carne por los campos en   to y el seguro no me cubría sino una pequeña Recuerdo cuando nació mi hijo Huguito, que es
un burro negro. Conoció a mi mamá que nació y     parte. Además fue un parto un poco difícil el de Hugote ya; está más alto que yo. Lo vine a cono-
se crió en un campito más adentro del pueblo, en  Rosa Virginia. Nancy, su madre, mi primera es- cer a los tres días porque estaba yo, como siem-
las costas del Caño de Raya, un caserío que se lla-
                                                  posa, a la que recuerdo con mucho cariño.            pre, entregado a mi vida de soldado. Nancy se fue
ma Los Rastrojos. Ahí nació mi mamá. En las Frías     No tenía ni carro. Me lo prestó el subteniente a parir a Barinas y yo andaba en una comisión
eran casi puras hembras ¿no?, y buenas mozas.     Chávez Tovar, un compañero del batallón blinda- con unos tanques, en maniobra. Por allá, en me-
Papá se la trajo en el anca del burro y se casaron.
                                                  do Bravos de Apure. Tenía un Fairlane 500, rápido. dio de un tierrero, unos tanques y unos soldados,
     Cuando nació Adán, el mayor, papá tenía      Así que me vine, como una bala a Caracas, al ipsfa, me llegó el mensaje: “Parió macho”. Celebré entre
veinte años; mi mamá diecisiete. Yo nací al año   con una carta del Comandante para aligerar. Yo tanques de guerra y entre soldados el nacimiento.
siguiente. Somos seis varones en fila india. A mi había pedido un crédito personal, seis mil bolíva- “Se llamará Hugo Rafael”, dije desde allá en un
papá lo recuerdo, chico, jugaba béisbol; de ahí   res para pagar la clínica. Llego y me meto y hasta mensaje a la mamá y a la abuela, mi mamá.
nació mi pasión por el béisbol. Papá es zurdo,    me pararon firme. Había un coronel ahí que no me        Al tercer día fue que pude salir. Me dieron
jugaba en el equipo “Los Centauros” de Saba-      quería atender o estaba muy ocupado; tuve que pa- permiso, llegó otro capitán a relevarme y aga-
neta, en un peladero de chivo, jugando primera    rármele al frente: “Atiéndame que es urgente”. Por rré un autobús de Carora hasta Barquisimeto.
base. Lo recuerdo también de bochador de bolas    fin me dieron el cheque, un chequecito, hermano, Allí un primo me llevó hasta Barinas. Llegué a
criollas, con la zurda. Él sacaba la bola por un  lo cobré a las 11:30 en el mismo banco del ipsfa.    Barinas y consigo a la familia triste, porque el
lado, “pac”.                                          Prendo ese carro y llegué Maracay en menos niño nació con el píloro pegado, que es como
     Y le cantó esa vieja canción a la doctora, a de una hora, directo a la clínica. Cuando voy en- una válvula que está al final del esófago. Eso
las cuatro de la mañana. Es una tonada hermo-     trando por el pasillo largo de la clínica veo al ma- lo aprendí esa vez. El muchacho chiquitico y
sa que termina diciendo: A mí me dicen llanero, ay,
                                                  yor Richard Salazar, que era segundo comandante lo iban a operar. Por fin no hizo falta, no hubo
                                                  del batallón, y un grupo de oficiales. Y lo primero operación. Después fue que se le abrió mucho
sí / y de eso no me quejo / porque traigo mi sombrero /
                                                  que me dijo: “Perdiste la apuesta”. Yo había apos- el píloro, comía mucho y se puso como Juan
porque traigo mi sombrero de paja y con barboquejo.
                                                  tado que era macho, y es más, le había comprado Barreto, parecía una pelota blanca, porque era
                                                  un bate de béisbol. Perdí una botella de whisky, blanquito mi muchacho. ¡Que Dios lo bendiga!,
          U n p e dazo d el alma                  que en ese tiempo se podía apostar. Claro, quedé y a todos los muchachos de Venezuela.
                                                  endeudado. Yo no tenía pa’ pagar esa botella, se la
Yo fui padre la primera vez a los veintiún tomaron ese mismo día. Bueno, ya estaba la negri-
años. Nació Rosa Virginia, mi terrón de azúcar. ta Rosa Virginia chillando allí felizmente.                      N o l es t en go m i ed o
Fue creciendo Rosa y vino María y después Hu-
guito. Los veía a ellos muy pequeños, pero yo de-                                                      ¡Ah!, entonces, me di cuenta de algo que yo no
cía: “Estos no son los únicos niños del mundo”.                 “La braz o lo co”                      había descubierto: el miedo a los poderes fácticos.
Yo veía que ellos tenían vivienda, que podían                                                          Vean los periódicos. Bueno compadre, a mí no me
ir a la escuela. Si se enfermaban, los llevaba al María Gabriela nació en aquella sabana de Bari- importa. A mis hijas les dicen de todo, hasta a la
Hospital Militar.                                 nas, y en ese día tan especial siempre íbamos en más chiquita, pues, se meten con ella, con ellos,
    Recuerdo que cuando veníamos a Caracas, su cumpleaños a los desfiles y las cosas del Día con mi hijo, mis padres. No me importa nada, y
me paraba en la autopista, en algún borde y les de la Bandera. Entonces ella asociaba todo aquel ellos lo saben. No le tengo miedo al qué dirán,
decía: “Miren, ustedes tienen suerte. Tienen un colorido a su cumpleaños. Un día le dije: “Yo te ni al qué harán. Dios me cuide los hijos y los
padre que puede, más o menos, proporcionar- iba a poner María Bandera”. “¡Papá, te hubie- hijos de todos nosotros. Un día les conté algo a
les un sustento, porque soy militar profesional ra demandado!”. Porque María salió así, libre mis hijos, los grandes, porque empezaron a llegar
y tenemos un sistema de seguridad social que como el viento, como la bandera. Ella ondea así. amenazas cuando no tenía forma de protegerlos.
los atiende a ustedes. Pero allá arriba, en aque-     Cuántos recuerdos. Tu infancia más lejana, tu Ahora el Estado está obligado a protegerlos, es
llos cerros, vean cómo andan los niños, muchos compañía en los desiertos; nunca fue un desier- una obligación constitucional. Yo andaba por
sin padre, muchos sin atención de ningún tipo”. to, siempre estaba alguien allí. Nunca uno anda las calles, y me divorcié. Nancy con sus tres
Es decir, fui preparando a mis hijos para lo que solo, incluso Jesús siempre anda con nosotros, el muchachos en Barinas, solos. Yo les mandaba
vino después, que fue muy doloroso.               de Nazareth. María siempre allí, con su alegría, una platica, y una casita por allá que pudimos
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medio acomodar. Eso fue lo que les dejé, no                  Las cue ntas de Ro sinés                        chachos también, a visitar una pequeña finquita
tenía más nada. Y me fui por los caminos a                                                                   que tiene mi padre desde hace más de veinte
cumplir con lo que tenía que cumplir.                  Ustedes saben quién me imita a mí, pero per-          años. Allí echamos una partida de bolas criollas.
   Un día amenazaron que si yo seguía hacien-          fecto, Rosinés. Se para y saluda: “Permiso, mi        El gobernador de Lara, mi amigo, nuestro amigo
do lo que estaba haciendo, iban a secuestrar a         comandante en jefe”. Un día, caminando por en-        Reyes Reyes y yo, contra dos de mis hermanos, y
una de mis hijas. Estaban de doce años, quince         tre unos árboles, andaba vestida de soldado, me       también les ganamos en bolas criollas. A paso de
años, y esa edad tan difícil. Entonces reuní a las     dijo: “Papi, yo quiero ser paracaidista”. Por su-     vencedores les metimos el primer zapatero del
dos mayores, porque Huguito tenía diez. Igual          puesto la idea no me gusta mucho. La María, mi        siglo, quedó escrito allá. Tenía como cinco años
les dije: “Muchachas, cuídense”. Porque ya era         hija, fue la que se lanzó de un avión. Aquí está      que no jugaba una partida de bolas criollas en
la edad de salir de noche, el novio y la adoles-       uno de los culpables, se lanzaron sin avisarme a      ese sitio tan querido. Yo le decía a Rosa Virginia:
cencia. Esa época tan bella, pero tan peligrosa        mí, chico.                                            “¡Mira, mi vida, cómo pasa el tiempo! Yo te vi
al mismo tiempo. Alguien dijo: “El que tiene un            Ahora Rosinés me dice que quería ser para-        así, como la nieta, cuando tú aprendías a cami-
hijo tiene todos los miedos del mundo”. Y re-          caidista y ella estaba sacando la cuenta —fíjate,     nar y andabas por este mismo patio queriendo
cuerdo que a mis dos muchachas grandes les             matemática—. Ella tenía como siete años, empe-        agarrar el mingo”. Tú sabes, los niños se meten.
conté algo que leí, de algo muy cierto que ocu-        zando en la escuela, segundo grado. Yo le dije:       “¡Epa!, quiten los muchachos, apártenlos”.
rrió en la guerra española. Un general español         “Tendrás que esperar a ser mayor de edad”, ga-            Jugué unas partidas de chapita también. ¡Fíjate
defendiendo una plaza, y la fuerza enemiga le          nando tiempo. “Tendrás que esperar a que cum-         que ahí también ganamos! Tuvimos suerte ese día,
capturan un hijo adolescente. Lo llaman por            plas dieciocho años”. Se puso a sacar la cuen-        ¡pregúntale a Adán! Es más, Adán era el pitcher
teléfono y el general enemigo le dice: “Mire,          ta, la carajita. Seguimos caminando y al rato se      contrario. Éramos tres equipos. Hicimos un tú pi-
general, aquí tengo a su hijo preso. ¡Ríndase!         para: “¿Papi, o sea que faltan once años para que     des allí, tú pides acá. A mí me tocó jugar con mi
Si no se rinde, morirá su hijo”. El general repu-      yo pueda saltar en paracaídas?”. “Bueno, más o        hermano Argenis, mi hermano Adelis y mi sobrino
blicano le respondió:                                  menos por ahí, once años”. Y seguimos cami-           Aníbal, un muchacho de quince años que acaba de
                                                       nando con unos perros, porque ella tenía unos         ir a la selección nacional de béisbol. Claro, tenía-
    — “¿Está mi hijo ahí?”.                            perros allá. Se para otra vez: “Papi, ¿cuánto te      mos tanto tiempo sin jugar. No había chapitas, mi
    — “¡Sí!, aquí lo tengo, ¡ríndase!”.                queda a ti de presidente?, ¿hasta el 2021?”. Yo le    hijo Hugo y mi sobrino Ernesto las fueron a buscar
    — “¡Por favor!, ¡póngame a mi hijo!”.              dije, “no, no, yo no sé”. “Bueno, 2021 será”.         al pueblo de Camiri. Agarramos el palo de la es-
    — “¡Aquí está!, óigalo”.                               Sacó la cuenta: “Oye, te quedan a ti trece        coba de la casa. “No me vayan a partir la escoba”,
    — “¡Papá!”.                                        años, o sea que cuando yo cumpla dieciocho a ti       decía mi mamá, como siempre. Por fin, apareció
    — “Hijo, ¡muere como un hombre!”.                  te quedan como tres de Presidente”. Le dije: “Yo      otro palito por allá y empezó la partida. Pregúntale
   ¡Así tenemos que ser los verdaderos revolu-         no sé, pero eso es la cuenta que tú estás sacan-      a Adán, para que tú veas. Tres en base y me pongo
cionarios!                                             do”. “¿Y tú podrás saltar?”, “¿cuántos años ten-      yo, ¡paf!, triple. Triple era si la chapita caía sobre
                                                       drás tú?”, “¿cincuenta, sesenta y pico de años?”.     el techo, si pasaba más allá era jonrón. No hubo
                                                       O sea lo que ella estaba pensando era tirarse         jonrones ese día. Ganamos en chapita, ganamos en
               El trapo rojo                           conmigo de un avión, compadre. “No nos tirare-        bolas criollas. Pero perdimos una partida de domi-
                                                       mos de un avión, mi vida, pero podremos jugar         nó la noche del 31. En el día fue que ganamos.
Cuando estaba en Yare, María me escribió car-          dominó, a lo mejor, o jugar…” “¿Qué?”. “Bolas             Y fuimos a la orilla del río. Esa orilla de río
tas, poemas y cosas muy hermosas, del alma. Es         criollas que te gustan tanto”.                        es un bosque muy tupido. Nos fuimos a explo-
que ella escribe del alma. Y una cosa muy her-                                                               rarlo por un caminito, unos topochales, y llega-
mosa, una vez de un trapo rojo. ¿Te acuerdas                                                                 mos al río. Ese ya no es el Santo Domingo ni
María? Porque en la cárcel, cuando ellos se iban,          3 1 de dicie mbre e n fam ilia                    el Boconó. Estamos hablando del Pagüey, ya en
yo sacaba un trapo rojo por la ventana. Ella dice                                                            la vía hacia San Cristóbal, pero muy cerca de la
que sigue viendo ese trapo rojo. Eso es profun-        Tenía varios años que no pasaba el 31 con toda la     ciudad de Barinas. Claro que yo andaba tratan-
do, un símbolo.                                        familia, y especialmente con los viejos, los her-     do de pasar como desapercibido. Había muchos
    Luego un momento muy difícil del Movimien-         manos, y aquella sobrinera, los hijos, nietos, et-    niños bañándose, alguno me vio y empezaron:
to Bolivariano, en que yo había sido detenido una      cétera. Le llegué de sorpresa a mi hermano Adán       “¡Chávez! ¡Chávez!”. Bueno, tuve que bajar a sa-
vez y me mandaron a Oriente, andábamos en di-          a su casa y estaban, como siempre, jugando do-        ludarlos con la familia. Porque ahí hay una islita
ficultades. El Movimiento se vino abajo y había        minó. Desde hace quince o veinte años es la par-      muy bella en el río Pagüey, que desde hace mu-
desconcierto, persecuciones, mucha vigilancia.         tida de dominó en la tarde. Yo juego un estilo de     chos años la gente llama “La Isla de la Fantasía”.
Hubo una infiltración, una traición de alguien         dominó que bautizaron allá como “suicida”. Tenía      Ahí van muchos niños, familias enteras se van
que habló. Entonces, Huguito, una vez que vine         varios años que no jugaba. Me conseguí un viejo       en caravanas de camiones, de carros. La gente
a la casa, me dice: “Papá, escribí esto”. Hizo un      amigo, hicimos una buena partida, un match, y lo      lleva chinchorros y pasan todo el Año Nuevo a la
dibujo así como unas rayas, como un río, y un          ganamos aplicando el “suicidismo”. Mis herma-         orilla del río, bañándose en un agua muy fresca,
jeep, un carrito así, y abajo una leyenda: “El río     nos juegan mucho dominó. Yo no sé jugar. Pero         en las aguas del río Pagüey.
corre duro pero es bajito y los ‘jices’ pasarán”. Yo   uno de mis hermanos, cuando la mano ya lleva              Tenía varios años que no me sentía, ¿cómo
leí y le dije: “Dios mío, muchacho, qué alma, ¿de      tres o cuatro vueltas, sabe qué piedras tiene este,   puedo decirlo? Sí, lejos del mundanal ruido, a
dónde sacas tú eso?” Fue un mensaje al padre que       qué tiene el otro y el otro. Él cuenta cuántas pin-   la orilla de un río, caminando por un bosque de
llegó un poco cabizbajo, cansado. Yo viajaba de        tas han salido y cuántas no han salido.               la mano de mis hijos, de mi nieta, de mis viejos,
Maturín en mi carrito viejo, solo hasta la casa. En        Luego estuvimos brindando en la noche del         de mis hermanos, de amigos y de amigas. Como
ese tiempo andaba como con lepra, nadie se me          31, por lo que pudo haber sido y no fue; y el brin-   una magia. Yo me olvidé de presidente, me ol-
acercaba. Y después decía la leyenda: “Y saldrán       dis del futuro, el brindis de lo que va a ser Vene-   vidé de todo eso y volví a ser el niño aquel, el
con barro, pero los lavaremos”. Fíjate tú.             zuela y será. El día primero me fui, con los mu-      muchacho aquel que anda por dentro.
CRÓNICAS DE PELOTA




        B at e ar pa ’l top ochal                    año 1969 cuando iba hacia las Grandes Ligas.            muchacho, pero le decíamos ‘el Juan Marichal
                                                     El “Látigo” tenía 23 años cuando cayó aquel             venezolano’”, en Dominicana, en Puerto Rico, en
A veces uno era palo y palo. Cuando un equipo        avión, allá en Ziruma. Era un domingo, me le-           todo el Caribe.
está perdiendo diez a cero, le entran a palo a to-   vanté un poco tarde. A mí se me vino el mun-               Entonces al “Látigo” Chávez lo traen a relevar,
dos los pitchers; el equipo se desmoraliza. Aque-    do. Tenía, catorce años y el sueño de ser como          creo que en un quinto ining tres en base tenía el
llos juegos se convertían en una masacre, pues.      el “Látigo” Chávez.                                     Caracas y venía la toletería. Imagínate tú: Víctor
Por eso pusieron el nocaut, ¿no? En la pelota            En ese tiempo uno no veía televisión. Uno           Davalillo, José Tartabul y César Tovar que en paz
sabanera a veces uno metía 40 carreras. Adrián       oía los juegos por un radiecito de pila. Nos po-        descanse. Ese era el trío. Y el “Latiguito” los ha
Frías, mi primo, al que llaman “el Guache”, era el   níamos en grupo los vecinos a oír el juego. Yo          ponchado a los tres en fila. Nunca lo olvidaré.
más grande de todos nosotros e impuso la nor-        le seguía la pista al “Látigo” en una revista que       Nosotros pegamos gritos aquella noche. Termi-
ma de que cuando la pelota se pierde en el to-       llamaban Sport Gráfico. Al “Látigo” Chávez lo           namos peleados con los caraquistas en la esquina.
pochal, pues uno da carrera y carrera hasta que      operaron de una calcificación en el codo del bra-
aparezca. Adrián era vivo porque, como es zurdo,     zo de lanzar, comenzando el ‘68. Así que en esa
bateaba para el lado del topochal.                   temporada no jugó. Iba al dogout y aparecía por               Cai man era en el barr i o
    Nosotros éramos una pila de carajitos, como      ahí. De vez en cuando trotaba con el equipo Ma-                      Cor om ot o
de diez y once años, y ya él era un muchacho         gallanes. Así que lo extrañamos mucho el año
de catorce. Como yo soy zurdo también apro-          ‘68, bueno y no volvió. Se fue para siempre.            Nosotros teníamos el equipo de béisbol de la Ro-
veché la regla esa. Uno bateaba con una tablita          Una noche, en 1967, jugando contra el Cara-         dríguez Domínguez e íbamos a jugar los fines de
así, ¡pum!, pa’l topochal. Una vez anoté como        cas, estábamos ahí en la placita Rodríguez Do-          semana al barrio Coromoto, más allá del aserra-
12 carreras; no aparecía la pelota, había caído      mínguez oyendo el juego, caraquistas y magalla-         dero. Pero ese era un campo, un peladero ahí y
encima de una mata de topocho y mi hermano           neros. Ahí estábamos todos, vecinos y amigos.           aquel tierrero compadre, como talco, la tierra
Adán buscando la pelota. Adán también es zur-        Mi papá pues, furibundo magallanero. Caracas            floja. Porque pasaban muchos camiones por
do, así que también bateaba para ese lado del        tenía tres en base sin out. Aquella noche fue de        ahí, roleros.
topochal.                                            gloria para nosotros los magallaneros y es-                 Viene un tipo del barrio Coromoto, uno alto-
                                                     pecialmente los chavistas. Resulta que traen al         te, y batea un rolling. Yo agarro el rolling, pero
                                                     “Látigo”. Era un muchacho, veinte años tenía. Ve-       él sale corriendo arrastrando los pies. Claro,
          El “ L áti g o” C hávez                    nía de un nacional de béisbol donde representó al       esa era la técnica. Aquel tierrero y uno no veía
                                                     Distrito Federal, en Margarita. Allá se ganó el apodo   la primera base, un desastre. Yo lancé a prime-
Nunca olvido que ese fue uno de mis sueños.          del “Látigo”, porque levantaba muchísimo la pier-       ra pero él iba corriendo levantando tierra. La
Detrás del ejemplo del “Látigo” Chávez. Isaías       na, a lo Juan Marichal. Un señor puertorriqueño         primera base no vio el tiro y la pelota se fue.
Chávez, a quien yo admiré tanto y que murió el       me dijo: “Yo no recuerdo como se llamaba aquel          Él siguió levantando polvo, y segunda, tercera.
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Llegó a home, anotó en carrera. Imagínate tú, el      primer taxi que pasaba. Y yo perdido en Cara-           a los años mataron al señor para atracarlo. Bueno,
barrio Coromoto. Nunca se me olvidan esas tre-        cas, pero me iba a casa de mi tío Chicho Romero,        yendo al Cine Arauca, caminando por esos barrios.
mendas caimaneras. Ahí jugábamos todo el día          que era chofer de un por puesto, de una camio-
sábado y domingo.                                     neta. Vivía con su mujer en la calle Colombia,
                                                      de Catia, cerca del mercado. En una casita que                   Champ i on estaf ad or
                                                      tenía una habitación, y un cuartico allá atrás.
           A n o t en ese zurdo                       Ahí llegaba yo. Me iba de azul y le dije al señor:      Una vez en un torneo Interfuerzas quedé cham-
                                                      “¿Cuánto me lleva hasta Catia en la calle Colom-        pion estafador. ¡Fíjate tú!, me robé como siete ba-
Recuerdo cuando decidí venirme a la Academia          bia?”. “Cinco bolívares, vamos, un cachete”.            ses en un torneo. Yo era rápido de piernas en eso
Militar a probar suerte en la vida, porque que-           Uno se montaba atrás, se quitaba los guantes,       de salir a robar. Mi hija Rosa Virginia estaba pre-
ría ser pelotero profesional. Resulta que me vine     y mirando hacia los lados, viendo a Caracas. An-        sente el día de las premiaciones. “Teniente Hugo
sin permiso de mi papá. Él quería que estudia-        daba asustado, era un veguero, pero del monte           Chávez”. Salgo yo, y mi hija me pregunta: “Papá,
ra en la ULA, en Mérida, que era más cerca de         adentro. Yo vine a sentarme a ver televisión ahí,       ¿qué es eso de estafador?, ¡explícame!, ¿cómo es
Barinas. Yo quería ser ingeniero también. Pero        chico, en esos años. Pues entonces pasaba por           eso de estafador y no estás preso?”. ¡Imagínate
agarré un maletín viejo donde metí los spikes, el     el Cementerio General del Sur, miraba la tumba          tú!, tuve que explicarle a mi negrita varias veces
guante y la camiseta de Magallanes, vieja y raída     del “Látigo Chávez”, me la imaginaba. El chofer,        hasta que entendió.
que me ponía de vez en cuando. Y me vine a Ca-        en vez de tomar la autopista por los túneles, se            A mí me encantaba que Encarnación Aponte
racas a buscar a Chicho Romero, un tío político       metió por la avenida Nueva Granada hasta el             me diera seña a robo cuando estaba en primera
que estuvo casado muchos años con una tía mía,        cine Arauca. El viejo cine Arauca donde yo iba          base, abriendo bastante ahí. Seña de robo cuan-
hermana de mamá. Luego se separaron y él se           con una novia que después tuve por ahí, en Pra-         do el pitcher levantaba un poquito el spike y se
vino a Caracas pero tío se quedó para toda la         do de María. Ahí no había elevado, cruzamos a           disparaba uno para segunda base. Una vez, una
vida. Llegué a buscarlo a La Castellana, la casa      la izquierda. Yo iba ahí, mirando hacia los lados,      sola vez me robé el home. Recuerdo que fue en
estaba sola, así que me quedé ahí esperando que       nuevo, perdido, muy curioso.                            un campeonato nacional. Goyo, ¿recuerdas? En
alguien llegara. Llegó mi tío como a las cuatro           De repente veo a un muchacho jugando cha-           Barinas, 1976.
horas, andaba de chofer. Me dio un abrazo y           pita. Y me digo: “Yo conozco a ese tipo”. Jor-              Jugábamos contra Aragua. Yo era ya subte-
preguntó que hacía por ahí. Esa noche dormí           ge Ramírez, mi amigo, cuarto bate de nuestro            niente; estaba en tercera base y el juego empa-
en el carro de esa familia, en el asiento de atrás,   equipo junior en Barinas, en Nacionales. Zurdo,         tado. Encarnación Aponte, el manager, me dice:
porque no había habitación disponible. Me tra-        primera base y se había graduado conmigo cua-           “Coge bastante, Chávez, que el catcher está medio
taron muy bien, me dieron comida.                     tro meses antes de bachiller. Se vino a Caracas         descuidado”, por no decir otra palabra. Resulta
    Al día siguiente Chicho me llevó a la Academia    a estudiar creo que Farmacia, estaba esperando          que estaba bateando Goyo Morales, era el short
Militar y presenté mi exámen. ¿Sabes a quién co-      cupo. Y le digo al taxista: “Señor, ¿usted se pue-      stop de nosotros, buen pelotero. Yo abro bastan-
nocí ese día? A Héctor Benítez, que es para mí un     de devolver?” Dimos la vuelta por detrás de los         te y cuando el pitcher lanza, agarro bastante te-
padre. Siempre lo veo, estuvo en Cuba en el jue-      edificios, ahí está la Gran Colombia, pasamos           rreno y vuelvo a agarrar terreno. En una de esas,
go que hicimos. Héctor fue, precisamente, quien       de nuevo y le digo: “Párese aquí, por favor”. Y         cuando el catcher va a devolverle al pitcher, se le
me anotó en una lista ese otro día que Chicho me      me quedo mirando otra vez al muchacho, y me             cae la pelota como a un metro del home. Yo me
lleva porque yo tenía una materia reprobada en        digo: “Sí, éste es Jorge Ramírez, no tengo dudas”.      voy disparado para home y me deslizo.
quinto año. Venenito ayudó a eso, el profesor de      “Señor, usted me puede esperar aquí, pero un                El catcher busca la pelota y se lanza tapando el
química. Saqué nueve en el examen final, así que      minuto”. “No vaya a durar mucho, nuevo”, me             home. Y hay una foto de ese robo del home. Apa-
en la Academia no aceptaban con materia ras-          dijo. Uno era tan nuevo que hasta los choferes le       rece el umpire, que era un amigo que le decíamos
pada. Pero nos probaron en el béisbol. Héctor         decían a uno nuevo.                                     “El Ganso”, y Goyo Morales está con el bate así,
Benítez era coach de bateo del equipo de la Aca-          Le llego a Jorge y me le pongo de frente. Él        con el casco puesto, mirando la jugada. Y al fon-
demia. Yo tuve suerte. Me lanzaron tres rectas        no me conocía, chico. Yo estaba mucho más fla-          do de la foto, detrás en la tribuna aparecen senta-
pegadas y metí tres líneas hacia la banda dere-       co de tanto trotar y hacer educación física, estaba     das mi madre y mi novia Nancy Colmenares, mi
cha. Recuerdo que Héctor Benítez dijo: “Anoten        huesudo y con la gorra esa que me tapaba hasta          primera esposa, madre de mis tres hijos mayores,
ese zurdo”. Anotaron al zurdo Hugo Chávez y           las orejas. ¿Qué me iba a reconocer? Y me dice          a la que saludo afectuosamente. Es una foto así
por eso entré yo a la Academia Militar de manera      Jorge: “Y tú, ¿qué quieres?”. “Jorge, ¿no me co-        como para la vida. Nunca la había visto hasta que
temporal, mientras reparaba la materia.               noces?”. Me quito la gorra, y me dice: “¡Hugo!”,        Goyo Morales me la regaló un día en Barinas,
                                                      y nos damos un abrazo. Él no sabía que yo era           como diez años después: “Mira, Hugo, esta foto,
                                                      cadete. “¿Qué haces?”, “¿dónde estás?”. No, “en         qué foto”. Allá la tengo guardada, Goyo, muchas
            J uga nd o chap i ta                      la Academia Militar”. “¿Tú de militar?”. “Sí, vale,     gracias, recuerdo de toda la vida.
                                                      es que yo quiero jugar pelota aquí”. “Yo también
Yo era recluta, cadete de primer año. Eso fue         vale, yo voy a jugar pelota en alguna parte”.
como en noviembre o diciembre de 1971. Salí               Éramos unos “fiebruos” y estaba jugando chapi-                          ¡ S tri k e!
de permiso un día. Era nuevecito y flaquito.          ta. ¿Tú sabes lo que yo estaba haciendo a los diez
La gorra me quedaba grandota y me tapaba has-         minutos? Con un blue jeans que me prestó, unas          Imagínate que el bateador esté ahí parado y el
ta las orejas. Entonces uno agarraba un libre en      botas de goma del hijo mayor de Josefa –a la que        cuento que yo echo de un mayor. Él “pitchaba” y
El Valle, donde hoy están esos edificios. Ahí no      conocí ese día y a su esposo, tía de él–, pues jugan-   cantaba. A mí me ponchó una vez allá en los pa-
había edificios, eran casas y edificios pequeños.     do chapita en el edificio Aroa. Ahí pasé cuatro         racaidistas. Una bola por aquí, él mismo cantaba
Longaray se llama eso. Por ahí pasaban los taxis.     años jugando chapita, saliendo con los amigos, ca-      strike, y uno reclamaba. “Mi mayor cómo va a
Uno se paraba ahí vestidito de azul, impecable,       minando hasta la esquina de la panadería, la he-        ser eso strike”. “Strike, capitán, batee si puede”.
con los guantes blanquitos y sacaba la mano al        ladería allá, la licorería en la esquina que después    Después le metí un foul. Y en dos strikes, un pi-
HUG O   CHÁV E Z   F RÍAS                                                                 13

conazo, pero todo el mundo vio que picó la bola          equipo que era mucho mejor que el nuestro. Me-            Resulta que el bateador mete una tremenda
antes del home, porque era softbol bombita, ade-         jor “pitcheo”, bateo, mejor defensa, así que era       línea hacia el right field, pero corta y de frente.
más era caliche. Yo estaba cazándolo para me-            una batalla muy dura.                                  Yo estoy a cuatro pasos cuando veo la línea, así
terle una línea entre dos, entre right y center field.       Era el juego final de un campeonato militar.       que regreso a pisar la base para hacer “pisicorre”.
Pero la pelota picó como medio metro antes del           Y Pompeyo me dijo: “Vamos a ganar este juego           Piso la almohadilla pero, que va, es un movimien-
home, y aquel caballero dijo: “Strike, ponchado”.        así, chiquitico, con jugadas. Y el catcher, en cada    to de devolverse a pisar y volverse atrás; ni que
Yo coloqué el bate en el medio del home y me re-         lanzamiento miraba a Pompeyo y era él quien le         tú metas tercera, cuarta, retroceso, le metí hasta
tiré, lo que me provocó una reprimenda. “Que es          decía: “Curva”. Y señas: “Afuera”. Se ponía la         mocha. Y además, venía el coronel Maneiro, que
una falta de respeto”, me dijo: “Falta de respeto        mano en la rodilla, aquí era adentro, allá afuera;     estaba en segunda e hizo “pisicorre”. Viene como
es la suya, que usted va a ponchar a uno así. No,        una mano aquí, otra mano por el otro lado. Era         una tromba y nos conseguimos en la tercera base:
usted tiene que esperar, es el árbitro el que tiene      impresionante, aquel hombre dirigía el equipo          yo que había regresado a pisar para hacer “pisi-
que cantar”.                                             lanzamiento por lanzamiento, y comiendo cara-          corre”, Maneiro que venía sin freno, y el tercera
                                                         melos. Llegamos al séptimo ininng cero a cero.         base de la Marina que mide como dos metros. Un
                                                         Se nos cayó la defensa, rolling al short, tiro malo    choque triple y yo quedé debajo de los dos. Bue-
             El gra n ausente                            a primera. Un toque de bola, el pitcher agarra,        no, así que los muchachos que juegan al béisbol,
                                                         tira mal a segunda. Entonces me dijo Pompeyo:          cuando estén en tercera base, vean bien.
Fue unos meses después del 4 de Febrero. En-             “Así no se puede ganar. Más no puedo”. Y per-
tonces pasó algo muy bonito. Hubo Juegos In-             dimos el juego tres a dos. Hicimos después dos
terfuerzas en agosto del ‘92. Me enteré por el           carreras a punto de toque de bola, robo de ba-                  L a ban da con trari a
periódico. Y yo, que iba a todos los juegos, es-         ses, un hit and run, un squeeze play suicida, bueno,
taba preso. Me dijo mi esposa entonces: “Mira            casi ganamos el juego.                                 Recuerdo que estaba lanzando en el Universitario
que hay unos juegos y me invitaron que fuera”.               ¿Jugar contra Pompeyo? Miren, ¡hay que             a un equipo de Grandes Ligas ya retirado. Pensé
Y le dije: “Anda, lleva a los niños, salúdalos”. Ju-     ponerse las pilas! Fue manager del equipo de           que me iban a entrar a palos. Estaba Antonio Ar-
garon en Maracay. ¿Y tú sabes lo que hicieron?           béisbol de la UCV durante muchos años y en             mas, Víctor Davalillo, se metió Joselo. Le tiré una
Ese otro domingo llegó corriendo a la cárcel mi          la Academia Militar nos tocó jugar contra ellos.       curva a Joselo que todavía está haciendo “cui cui”.
hijo Hugo. Tenía como ocho años. “Papá, mira             Cualquier jugada era posible. De repente con           Yo le estaba dando no hit no run hasta el quinto in-
lo que te mandaron”, una pelota con el trofeo            dos outs, ¡pum!, toque de bola, y todo el mundo        ning que viene Remigio y me metió una línea por
“El gran ausente”.                                       quedaba sorprendido. Doble robo, hombres en            encima de segunda. ¿Te acuerdas? Traté de lanzar-
    Yo me puse a llorar de emoción. Allá tengo           segunda y primera, robo retardado. Pompeyo             te pegado, porque sé que tú eres muy hábil para
esa pelota. Se había perdido. ¿Saben por qué?,           Davalillo hacía eso, mandaba a hacer el robo re-       batear la bola afuera hacia la banda contraria.
porque el gobierno se enteró de la pelota. Mi es-        tardado, y se volvía loco todo el mundo. Un día            Una de mis debilidades como bateador es
posa se la llevó para la casa y andaban buscándo-        mandó triple robo retardado. Tres en base, sin         que nunca aprendí a batear hacia la banda con-
la. Iban a allanar la casa para llevarse la pelota,      out, triple robo, toque de bola, ¡terror!, el otro     traria. Yo halo la pelota hacia la banda derecha
para dar de baja a los que firmaron. Eran to-            equipo se aterrorizaba. Con un estratega como          pero nunca aprendí a darle a la recta de afuera ha-
dos los del equipo de softbol. Entonces le dije a        ese, ya el otro equipo está temeroso; cuidado, que     cia tercera base. Entonces Pompeyo Davalillo,
Nancy: “Esconde la pelota”. La enterraron, esa           cualquier cosa puede ocurrir. A veces incluso rom-     que es un genio del béisbol, cuando jugábamos
es una historia. Después la pelota se perdió.            piendo las reglas.                                     nosotros contra la UCV, en la Academia Militar, y
Hace poco por allá en Mariara, iba por una                   Pompeyo Davalillo no quiso ir a la fiesta des-     yo venía a batear, Pompeyo me quitaba la tercera
calle en un camión, un poco de gente y una per-          pués del juego de softbol. Quedamos empatados          base. Ponía al tercera base a jugar en el “short”,
sona: “¡Chávez, aquí está la pelota!”. La pelota         contra la Unellez de Barinas, y me dijo: “Mira,        y el “short” sobre la almohadilla de segunda; y
se la llevaron no sé para dónde para esconderla.         Chávez, yo lo que quiero es jugar dominó, chi-         la segunda más acá, o sea cerraban el cuadro por
Volvió después de quince años.                           co”. ¿Aquí juegan dominó también? Y se fue por         ese lado. Pues, en una ocasión le toqué la bola
                                                         allá a jugar dominó y perdió hasta la cartera.         por tercera y me embasé.

          P o mp eyo D avali llo
                                                                       Error me ntal                                       P el ota emb oscada
Recuerdo a Pompeyo Davalillo, impresionante
pelotero. Era el líder ahí en el dogout, sabía cómo      Estábamos perdiendo por una, yo estaba en              Esa noche veníamos juntos en el carro, Fidel y
motivar a un equipo a dar la batalla, cómo tras-         tercera con el empate y había un out. Pompeyo,         yo, ya vestidos con el uniforme de béisbol. Nos
cender lo individual. Nunca olvido a Pompeyo             que es una fiera, me dice: “Chávez, anotas aun-        paramos en la puerta, íbamos a entrar al estadio
y sus jugadas, su maestría. Me tocó la maravi-           que sea con un piconazo, cualquier cosa tú te          cuando Fidel me dijo: “Hasta aquí llega mi caba-
llosa oportunidad de ser su coach y asistente. Y         vas para home, un “rolincito” al pitcher, te vas       llerosidad, de aquí en adelante defiéndete como
él me decía: “Chávez, si el juego es a las diez de       para home”. Él me conoce, sabe que las piernas         puedas”. Él me había dicho: “Mira, Chávez, te
la mañana, deben tenerme el equipo a las siete           mías se mueven rápido y el home en softbol está        recomiendo que hagan carreras en los primeros
en el terreno. Uno se acostumbró siempre a una           muy cerca. Así que como él me dio esa orden…           innings”. Eso yo lo analizaba y le daba la vuelta:
hora antes, dos horas antes, pero ¡¿tres horas?!         El pitcher lanza y yo tres o cuatro pasos, y re-       ¿Qué me querrá decir éste con eso? ¡Claro! Te-
Y era para conversar, mirando al adversario.             gresaba rápido. Lanzaron dos veces a tercera.          nía la emboscada preparada en el cuarto inning.
“Mira, aquel que va allá es el center field, tiene       Cuidado, quieto en tercera. En una de esas,            Pero Fidel se vio obligado a adelantarla.
buen brazo”; “aquel es el primer bate, batea la          hermano, yo salgo igual, lanzamiento y agarro              Estábamos dándoles batazos por todos lados
recta de afuera”. Y hablando con el pitcher y con        tres pasos. Tenía mi distancia bien medida para        y adelantó la emboscada para el segundo inning.
el catcher. En una ocasión nos enfrentamos a un          regresar rápido.                                       ¿Te acuerdas de Germán Mesa? Una barba así…
14                                                             CUENT OS D EL ARAÑERO

Y una barrigota. Y lo de Kindelán en primera. ¡Y      Ustedes no me van a creer, pero yo le metí       Castro pide tiempo –esto es verídico– y viene a
cómo estaba de bravo Remigio Hermoso! Remigio      un hit a José Ariel Contreras. Salió a pitchear     hablar con el pitcher. Yo lo veo, me acerco a ver
tomó en serio todo eso y se peleó conmigo como     uno con una barriga grandota y una chiva pos-       qué es lo que van a hablar, ¿no? Y oigo que le
seis meses. Las relaciones se arreglaron cuando    tiza, y era nada más y nada menos que este          dice Fidel: “Mira, ¿no le puedes tirar más sua-
vino con un montón de pelotas en una caja y le     Contreras con una almohada por barriga. Yo          ve a Chávez?, no le puedes dar un pelotazo a
dice a Fidel: “Fírmeme todo eso”. Como cuatro      lo veo que sale y digo: “Este gordo barrigón,       Chávez”. Y dice Contreras: “Eso es lo más lento
cajas le trajo. ¡Estaba muy bravo! “Hasta hoy lo   ¿quién será?”. Me pongo a batear ahí y cuan-        que yo puedo lanzar una pelota de béisbol, Co-
respeté a usted”, le dijo a Fidel.                 do lanzó la primera recta, ¡fuaz! No la vi. Fidel   mandante”. Y eran como 90 millas.
DEL CUARTEL




            L o s Ceni c i entos                          Entonces yo agarraba un taxi y me bajaba en           A veces uno se llevaba una arepa escondida
                                                      la calle Brasil de Catia. Me quitaba el uniforme,      en la gorra o por allá adentro, tú sabes. Varias ve-
Uno salía el sábado si pasaba la revista de la        unas botas de goma, un blue jeans, una franelita,      ces pasé arepa de contrabando, sobre todo cuando
limpieza de armamento. ¡Ay, ya, yai!, Primero         una gorrita para que no me vieran el corte, que        sabía que quien estaba de guardia en la preven-
los sábados había trote a las cinco de la maña-       lo conocían a uno por el corte de pelo. Entonces       ción era un alférez buena gente. Entonces no
na, a veces al cerro. Los últimos veinte no salían    a jugar chapita en la esquina con los muchachos.       había lío. Pero si era un alférez severo, ni loco
para la calle, se quedaban encerrados. Después        De vez en cuando una friíta ¿no?, en la tarde del      uno llevaba una arepa. Aquel alférez me mandó
del trote uno limpiaba el fusil. Uno le metía al      sábado. En la noche una rumbita, alguna cosita         a que me devolviera y que tenía que llevarle una
fusil un guaralito por el ánima, la sacaba por aquí   por allá. Pero resulta que a los cadetes las mu-       arepa. Yo no tenía una locha, de dónde iba a sa-
y le daba. Y otra vez “ra, ra, ras” con un poquito    chachas nos llamaban “Los Cenicientos”. ¿Por           car yo para comprar arepa, y si hubiera tenido
de aceite para evitar que la pólvora se coma el       qué?, porque teníamos que irnos poco antes de          tampoco le compro la arepa. Bueno, me mandó
cañón por dentro. Tenía que estar brillante como      la medianoche, como la Cenicienta. Había que           a darle la vuelta al patio, como cien vueltas di
un espejo. “¡Nuevo, limpie el ánima que no se         estar allá en la Academia a las doce de la noche,      por la arepa esa.
vaya a comer la pólvora el cañón!”. Y había que       fin del permiso. Así que cuando uno estaba co-
limpiar el conjunto móvil, quitarle la corredera.     giendo calor, a las once de la noche, uno: “¡Ay,
“No se te olvide, nuevo, limpiar el guardamano por    me voy! Voy a vestirme de azul y a buscar un                  El rumor d e L a M uerta
dentro. Porque por ahí te van a pasar revista con     carrito y vámonos!”.
un punzón y un algodón”. Si sacaba sucio, uno                                                                ¡Mire!, este tema de los rumores y como un ru-
no salía para la calle.                                                                                      mor y otro bien planificado, de manera perversa,
    Así que después de pasar el trote, la limpieza            La ar e pa de El Caviar                        puede alterar la paz, la tranquilidad de un pue-
y la revista del armamento, de los dos fusiles: el                                                           blito, o de un grupo humano o de un país com-
FAL, que es el de combate y el FN-30, el de desfi-    ¿Quién se acuerda de aquella arepera? ¡El Caviar!      pleto. Hay muchos ejemplos que uno ha vivido.
le. Había que limpiarlos los dos, aunque el FAL       Se acabó El Caviar, vale. Más de una vez tuve que      Yo les voy a contar uno:
es el más complicado por las piezas modernas          darle como cien vueltas al patio. ¿Saben por qué?          Cuando éramos cadetes había uno llamado
que tiene. El FN-30 es mucho más sencillo. Ha-        Había un alférez en la prevención que era un in-       José María Morales Franco. Le decíamos Willy
bía que limpiar el dormitorio y ponerlo brillan-      moral. Uno venía de la calle y con el único bolívar    Mora, un cadete muy famoso. Yo le guardo mu-
te, había que limpiar el escaparate y arreglarlo.     que le quedaba había pagado el carrito y llegaba a     cho afecto y recuerdos. Coincidimos en el pe-
A uno le pasaban revista de las franelas dobladi-     comer una arepita ahí en El Caviar, antes de cru-      lotón, nos hicimos amigos. Él era más antiguo.
tas, las medias, arreglar los libros. Después de      zar el puente donde se acababa la libertad, antes      Varias veces salimos por Caracas de permiso, a
todo eso, a mediodía estaba uno rompiendo la          de entrar a la Academia. Viene un alférez de la pre-   una fiesta. Él cantaba muy bien. Allá está en Ma-
marcha a la calle.                                    vención y me dice: “Mire, nuevo, arepa al fren...”     turín, pidió la baja de teniente. Willy Mora era
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  • 1.
  • 2. PRÓLOGO Si uno pudiera volver a nacer y pedir “Permítanme siempre estas confiden- Porque Hugo Chávez Frías trajo de regreso a Bolívar, lo despojó de la coraza dónde, yo le diría a papá Dios: Mándame al cias muy del alma, porque yo hablo pétrea de las esculturas, lo bajó de los pedestales inmóviles de las plazas, se su- mismo lugar. A la misma casita de palmas inolvidable, el mismo piso de tierra, las con el pueblo, aunque no lo estoy vien- mergió junto a él y lo hizo sustancia en el torrente de la gente, que se apropió del paredes de barro, un catre de madera y un do; yo sé que ustedes están ahí, senta- nombre, el pensamiento y la obra del Libertador. colchón hecho entre paja y goma-espuma. Y dos por allí, por allá, oyendo a Hugo, El Presidente de Venezuela cuenta como nadie la historia nacional; la in- un patio grande lleno de árboles frutales. Ya Hugo el amigo. No al Presidente, al terpreta, la explica, hurga en sus protagonistas, batallas, contradicciones, con una abuela llena de amor y una madre y un padre llenos de amor y unos hermanos, y un amigo, al soldado”. una visión de interconexión entre el pasado, el presente y el porvenir, con una pueblito campesino a la orilla de un río. Así comienza “Cuentos del Ara- perspectiva transformadora. ñero”, cual anticipo de este libro que Chávez es un investigador e historiador que trasciende los moldes de la aca- muestra a Chávez contado por sí mismo. demia. Y ello no hubiera sido posible sin su paso por el cuartel, cual soldado de las Más de 300 ediciones del programa Aló Presidente alimentaron la presente “tropas del Ejército Libertador de Venezuela”, como alguna vez le espetó, exigien- compilación; páginas con visos autobiográficos y la impronta de quien ha mar- do respeto, a un gobernador adeco, corrupto. cado la historia reciente de Venezuela. Aquel “Bachaco” o “Tribilín” llegó a la Academia Militar, en Caracas, con la Son muchas las pasiones que se desbordan en el discurso del líder bolivaria- ilusión de ser pelotero de Grandes Ligas. Pero, junto al uniforme, los sueños se en- no: la familia, el béisbol, las Fuerzas Armadas, el culto a los próceres, a los héroes, sancharon catando de las tradiciones, de la disciplina, de la camaradería y, más el amor infinito a Venezuela y, sobre todo, a las amplias masas excluidas. que todo, de las injusticias vividas y confrontadas en el cumplimiento del servicio. Es un viaje que inicia en sus raíces en Sabaneta de Barinas, en aquella ca- Así lo encontramos de subteniente en 1975, en La Marqueseña, Barinas, en las sita de palma y piso de tierra, con el topochal a mano. “Pobre, pero feliz”. Y la “antiguas tierras del Marqués de Boconó”. Tierras mágicas signadas por sende- abuela Rosa Inés, la “mamavieja”, la familia, los amigos de la niñez; la vívida ros de leyendas, combates, sangre derramada y también por lo real maravilloso: estampa de cientos de miles de hogares humildes de los pueblitos del llano. “Aquí descubrí un carro un día entre el monte, un Mercedes Benz negro. Lo lim- De entonces el Chávez sensible, observador, que absorbe cual esponja, se piamos, abrimos el maletero con un destornillador y conseguí un poco de libros nutre de sus orígenes y carga con ellos a través de los años, las vicisitudes y de Marx, de Lenin; conseguí este libro por allá, lo leí aquí: ‘Tiempo de Ezequiel etapas de una vida de batalla. Zamora’, de ese gran revolucionario Federico Brito Figueroa. Aquel subteniente Por aquellos días se fue forjando el apasionamiento por la historia, que en- Chávez comenzó a leer aquí, comenzó a hablar con los soldados allá”. rumba desde las leyendas familiares, Maisanta, “el último hombre a caballo” y Hablar quiere decir forjar conciencias, aunar voluntades, sembrar la semilla su escapulario más que centenario. del Movimiento Bolivariano que tuvo su juramento en el Samán de Güere y el bau- “Por aquí pasó Zamora”, decía la abuela, y la imaginación encandilaba a tismo de fuego el 4 de febrero de 1992, cuando el “Por ahora” dio la pauta al devenir. aquel muchacho que se subía al palo más alto del patio, oteando un horizonte en Chávez dialoga, tutea, narra al detalle, se adelanta a veces, va atrás, su- el que luego redescubrió a Bolívar por los caminos de la Patria. perpone historias; rompe la lógica gramatical sujeto-verbo-predicado. Es parte
  • 3. de su estilo, su técnica narrativa, con la cual mantiene en vilo, enseña, polemiza, de a pie y más, del veguero de campo adentro. De ahí el uso diáfano de vocablos pone a pensar y convence. Se trata, sin lugar a dudas, de un fenómeno de la que forman parte del habla popular, aunque algún diccionario no los reconoz- comunicación directa, cercana, permanente con su pueblo. ca: “jamaqueo”, “choreto”, “jalamecate”, “firifirito”, “espatilla'o”, “esperola'o”, Llanero de pura cepa, y orgulloso de serlo, Chávez es también un fabulador. “kilúo”, “arrejuntar”, entre muchos otros. Él asegura que no exagera, pero Fidel Castro, quien lo conoce bien, acuña que su ¿Es cómico?, preguntaba un amigo al conocer de la idea del libro. Chávez es amigo venezolano “rellena”, al menos sobre las historias que involucran a ambos. dicharachero, se ríe de sí mismo, celebra el chiste sobre su persona, pero también Los “rellenos” ocurren, sobre todo, cuando la narración le concierne per- arranca carcajadas del auditorio cuando pone al adversario en el centro de su sonalmente. Como la serpiente que, según sus propias palabras, estuvo a punto de colimador. Ya lo dijo en alguno de sus alocuciones: “Revolución es amor y humor”. devorarlo en su cuna, allá en la casa de piso de tierra de Sabaneta. “A la traga- Pero “Cuentos del Arañero” es también algo muy serio. Chávez sufre en sus pá- venado la colgaron del techo y la cola pegaba en el suelo. El grueso era como el ginas, le duele el dolor del pueblo, del niño que agoniza sin atención médica, que de un caucho de carro”, rememora para asegurar: “estoy vivo de broma”. muere porque el capitalismo y los gobernantes a su servicio se la negaron. “¡Es el O aquel caimán del Arauca, que fue creciendo de cuento en cuento, en medio infierno aquí!”, se lamenta el Presidente, que en los primeros años de su gobierno de la credulidad-incredulidad del auditorio. “Cuarenta y cinco metros de largo se consigue la tragedia por doquier, la nefasta herencia de la IV República. conté yo a pepa de ojo”. “Como siempre, está la masa del pueblo y yo me echo encima de la masa, me Entonces la narración gana en intensidad porque el que la cuenta lo hace abrazo con ella, sudo con ella, lloro con ella y me consigo. Porque allí está el dra- como si la estuviera viviendo en tiempo real. Así llegan los sonidos: “Pac”, sue- ma, allí está el dolor, y yo quiero sentir ese dolor, porque solo ese dolor, unido con na cuando su padre bocha la bola criolla; “Ass”, el silbido de la tragavenado; el amor que uno siente, nos dará fuerzas para luchar mil años si hubiera que lu- “Uuuh”, los fantasmas de Sabaneta; “Pum”, vuela lejos la chapita; “Ta, ta, ta”, char”, exclama por aquellos días. Evo habla que habla; “Ra, ra, ra”, meterle a los gringos cuatro batallones por el Desde esos tiempos la amistad con Fidel, relación entrañable de una sensi- flanco; “Uju”, sorpresa. bilidad superior. Sobre ello, y más, habría mucho que decir. Pero mejor que lo De la mano del sonido están también los corridos, las coplas, las canciones. cuente Chávez, el arañero de Sabaneta. “Yo canto muy mal”, confesó públicamente, pero a continuación acotó: “como dijo el llanero aquel, ‘Chávez canta mal, pero canta bonito’”. Orlando Oramas León Lo cierto es que resulta difícil encontrar a otro jefe de Estado que entone Jorge Legañoa Alonso más en público, desde el himno nacional, hasta rancheras, baladas de moda y, Junio de 2012 sobre todo, las estrofas del cantar folclórico venezolano, del que ha sido cam- peón promotor. Cantor de pueblo, pues. Y, ¡claro!, el lenguaje. El del presidente, del líder político, forjador de con- ciencias, educador, del declamador, del poeta. Pero también el del ciudadano
  • 4.
  • 5. HISTORIAS DE FAMILIA C o nfi d enc i as tantos los que no tienen casa ¡Dios mío! ¡Ojalá a ese pueblo que es Sabaneta de Barinas, y me uno pudiera arreglar eso rápido para todos los conformaré con una cosa muy sencilla, como la Permítanme siempre estas confidencias muy del niños de Venezuela! abuela Rosa Inés. alma, porque yo hablo con el pueblo, aunque no Le pedí al general González de León y al go- lo estoy viendo; yo sé que ustedes están ahí, sen- bernador que se unieran para atender el caso de tados por allí, por allá, oyendo a Hugo, a Hugo ese niño, porque él me dijo con aquellos ojitos: L as pr op i as ra í ces el amigo. No al Presidente, al amigo, al soldado. “Chávez, no tengo casa. Chávez, yo quiero estu- Bueno, ayer fui a visitar la tumba de mi abuela diar”, “Chávez, mi mamá está pasando hambre”, La abuela Rosa Inés decía: “Muchacho, no te Rosa. No quería ir en alboroto porque siempre y bueno, me dijo tantas cosas con aquellos ojitos encarames en esos árboles”. Yo me subía arriba, hay un alboroto ahí, bonito alboroto y la gente que me prendió el alma. Y les dije, miren, hagan chico. Había un matapalo en el patio donde me en un camión y las boinas rojas. Yo dije: “Por fa- un estudio social. Y ya tiene casa el niño y se le crié, era un patio hermoso y uno se subía en to- vor, yo quiero ir solo con mi padre a visitar a la ve el techo rojo. “Allá está. Chávez, visítame”. Y dos esos árboles. El matapalo era el más alto y vieja, a Rosa Inés”. Allí llegamos, y llegó el señor, yo le dije: “No tengo tiempo papá, pero otro día uno buscaba las ramas más altas porque había un hombre joven, con una pala y unos niños, lim- voy”. ¡Ojalá pueda visitarlos algún día! unos bejucos y allá abajo un topochal. Y como piando tumbas. Ellos viven de eso. Y me dijo el Ahí estuvimos rezando delante de la tumba de las matas de topocho tienen el tronco blando y señor, dándole con cariño a un pedacito de monte la abuela. Yo nací en la casa de esa vieja, de Rosa esponjoso, es como un colchón. que había al lado de la tumba de la vieja: “Presi- Inés Chávez. Era una casa de palma, de piso de ¿Tú sabes lo que yo hacía? Me lanzaba con dente, usted la quiso mucho, cada vez la nombra, tierra, pared de tierra, de alerones, de muchos pá- mis hermanos y Laurencio Pérez, el otro que le ¿verdad?”. “Claro que la quise y la quiero, ella jaros que andaban volando por todas partes, unas decíamos “El Chino”. El único que no se subía está por dentro de uno”. palomas blancas. Era un patio de muchos árbo- era el “Gordo Capón”. El “Gordo Capón” no También me dio mucha alegría ver de nuevo, les: de ciruelos, mandarina, mangos, de naranjos, podía subirse, era el dueño del único bate y la ¿cómo se llama el niño? No recuerdo, un “firifi- de aguacate, toronjas, de semerucos, de rosales, única pelota Wilson, así que ese era cuarto bate rito”, que hace un año fui también a darle una de maizales. Ahí aprendí a sembrar maíz, a luchar aunque se ponchara. Uno se lanzaba barúuu, corona a mi abuela, y él llegó: “Chávez, yo vivo contra las plagas que dañaban el maíz, a moler el barúuu. El hombre de la selva. Yo prefería ser limpiando tumbas y no tengo casa”. Ayer me maíz para hacer las cachapas. Barú que Tarzán. Barú era africano. Uno caía, se dijo, con una sonrisa de oreja a oreja: “Chávez, De ahí salía con mi carretilla llena de lecho- “espatillaba” contra los topochales y mi abueli- gracias, tengo casa, mira, allá se le ve el techo”. sa y de naranjas a venderlas en la barquillería. ta, pobrecita, que en paz descanse, salía con las Tiene techo rojo la casa. El niñito tiene casa, her- Así se llamaba la heladería, y me daban de ñapa manos en la cabeza: “¡Muchacho, te vas a matar, mano, con su mamá y su papá y dos niñitos más, una barquilla. Era mi premio y una locha para bájate de ahí, mira que el Diablo anda suelto!” que están ahí, todos limpian tumbas. Esa vez lo comprar qué sé yo qué cosas. Bueno, de ahí ven- A veces a mí me daba miedo porque uno agarré y le dije: “¿No tienes casa?” ¡Claro!, son go. Cuando yo muera quiero que me lleven allá, pensaba que el Diablo andaba suelto de verdad.
  • 6. 6 CUENT OS D EL ARAÑERO Claro, Cristo anda suelto también y Cristo nata de nuestro pueblo y oía el canto de Alí Pri- crecerá la paja bajo tu maizal, y entonces la siempre le gana al Diablo como Florentino mera. Se fueron los compañeros y me dijo: “¿Se sonrisa alegre de tu rostro ausente llenará de le ganó al Diablo. Ella nos regañaba mucho, da cuenta? Usted se va a meter en un lío, porque luces este llano caliente; y un gran cabalgar nos bajaba de los árboles, pero en la noche nos yo estoy oyendo esa música y usted se la pone saldrá de repente y vendrán los federales, con sentaba en el pretil de la casa de palma, cuando a sus compañeros, Huguito, Huguito”. ¡Ay!, la Zamora al frente, y las guerrillas de Maisan- se iba la luz de la planta eléctrica de Sabaneta, abuela. Ella me descubrió antes de tiempo, me ta, con toda su gente, y el catire Páez, con sus que quedaba cerquita de la casa. Cuando pasaba intuyó. Murió aquel 2 de enero, la sembramos en mil valientes; o quizás nunca, mi vieja, llegue don Mauricio Herrera en una bicicleta, uno medio de retoños y de amaneceres el año 1982. tanta dicha por este lugar, y entonces, sola- sabía que ya iban a apagar la planta. “Ahí pasó Recuerdo que tenía guardia el 31 de diciembre en mente entonces, al fin de mi vida yo vendría a don Mauricio”, y era como un reloj. Él pasaba Fuerte Tiuna, en la Academia. Me gustaba mucho buscarte, mamá Rosa mía, llegaría a tu tumba todas las noches a las ocho en punto. Recuerdo pararme en el Gran Hall, en la puerta grande que y la regaría con sudor y sangre, y hallaría con- que apagaba una primera vez, ese era el aviso. da hacia las columnatas, y ver el jolgorio en la suelo en tu amor de madre, y te contaría de mi Era como la retirada, como cuando uno está por soledad. A las 12 de la noche nos asomábamos desengaño entre los mortales, y entonces tú allá y le tocan la corneta. Después venían dos ahí el grupo de oficiales a darnos el abrazo, a ver abrirías tus brazos y me abrazarías cual tiem- apagones, rur, rur, y ya la tercera era que se iba los cohetes de los cerros de El Valle, a oír los ru- pos de infante, y me arrullarías con tu tierno la luz en el pueblo. mores de la alegría y la esperanza de un pueblo canto y me llevarías por otros lugares... Claro, ya estaban las velas prendidas o las que se renueva cada 31 de diciembre. El 31 hubo lámparas aquellas de kerosene, y la abuela lis- reunión de oficiales despidiendo el año y me dio ta con sus cuentos. Y uno la buscaba: “Abuela, pena pero le dije a mi coronel Tovar: “Mi coronel, L a N egra I n és échanos los cuentos”. Y ella hablaba de un cabo necesito un permiso, tan pronto regresen los que Zamora y de un Chávez, abuelo de ella, que se están de permiso de segundo turno”. Y le expli- Yo tuve una abuela que le decían la Negra Inés. fue con el cabo Zamora y no regresó más nunca. qué: “Mi abuela, que es mi mamá vieja, está muy Una negra despampanante, famosa en todo el Recuerdo que desde niño oía comentarios entre mal y no le quedan muchos días de vida. Me aca- llano. Han pasado casi cien años y todavía la re- las abuelas: “Cónchale, que aquel si fue maluco, bo de despedir de ella hace dos días, un abrazo y cuerdan poetas del llano: la Negra Inés, la de la dejó la mujer sola y le dejó los hijos”. las lágrimas y recuerdo que me dijo: ‘¡Ay!, Hugui- casa del semeruco, cerca de la iglesia. ¡Ah!, eso El abuelo por los Chávez, el abuelo de mi abue- to, no llores, que quizás con tanta pastilla me voy suena a recuerdo bonito, profundo y lejano. la se fue con un tal Zamora y no vino más nunca. a curar’”. Pero no, ya no tenía cura, sabíamos que Dicen que la Negra Inés, mi bisabuela, era hija Dejó los muchachos chiquitos y la mujer se que- se iba, ya se estaba yendo. Y el buen coronel me de un africano que pasó por aquellos llanos. No dó sola con los muchachos vendiendo topocho y dijo: “Chávez, vaya”. Yo era jefe de deportes y no es que dicen, es que era verdad, porque cuando pescando en el río. También oía los comentarios había en ese momento ningún gran compromiso cien personas dicen lo mismo en un pueblo pe- de mis abuelas, las Frías, de que hubo un maluco, deportivo. Entonces me dijo: “Váyase el 5 de ene- queño, es verdad. Aunque quizás yo nunca sabré un tal Pedro Pérez Delgado, quien también tuvo ro cuando lleguen los demás”. El día primero me el nombre de aquel abuelo africano, que era de los dos muchachos con Claudina Infante y se fue. voy a visitar a mi coronel Hugo Enrique Trejo en Mandingas. Así que yo termino siendo un Man- Estaban los muchachos chiquiticos y más nunca Macuto. Él tenía una casita allí; ese fue como otro dinga. La Negra era la madre de mi abuela Rosa volvió. Entonces yo tenía la idea de que eran ma- padre mío, orientador, el gran líder militar de los Inés Chávez, que nació entre india y negra. Por- lucos, pero cuando voy a buscar la historia en los años ‘50. Ahí estuvimos conversando el primero. que, ¡mira!, el papá de mi abuela, de Rosa Inés, libros resulta que no eran ningunos malucos, eran En la tarde me fui a Villa de Cura a visitar a mi fue un italiano que se levantó a la Negra Inés y unos soldados. Esas son las leyendas, esos son los tía abuela Ana, la hija de Pedro Pérez Delgado. vivieron un tiempo juntos. Tuvieron a Rosa Inés y cuentos pero que vienen de las propias raíces. Estando allá salí a afeitarme, porque estaba muy a Ramón Chávez, que lo recuerdo. Yo lo vi morir. mechudo —como decimos—, para regresar en la Murió de un ataque, como decían antes. tarde a la Academia. Cuando regreso, ya tenía la El tío Ramón me hacía los papagayos. Estaba Yo v e n dr í a a buscarte noticia: “Ha muerto la abuela”. Así que la sembra- muy enfermo en un chinchorro y me dice: “Hugui- mos al día siguiente. Ya yo estaba comprometido to, ayúdame a ir al baño, que estaba allá atrás, el Mi abuela Rosa Inés nos enseñó a Adán y a mí con la Revolución, por eso le escribí estas líneas: excusado, pues. Yo lo llevo y le digo: “Tío, aquí es”. a leer y a escribir antes de ir a la escuela. Fue Y no, él siguió y llegamos casi a la cerca. Él no veía nuestra primera maestra. Ella decía: “Tienes que Quizás un día mi vieja querida, dirija mis y cayó. Salí corriendo a llamar a la abuela: “Mamá aprender, Huguito”. Las letras redonditas que ella pasos hasta tu recinto, con los brazos en alto Rosa, mamá Rosa, mi tío, tiene un ataque”. Cuan- hacía. Quizás de ahí viene mi pasión por la lectu- y como alborozo, colocar en tu tumba una do vino un médico, que consiguieron no sé dónde, ra, por la buena escritura, la buena ortografía, no gran corona de verdes laureles: sería mi victo- ya estaba muerto mi tío Ramón Chávez. cometer ni un error. Algunos me sufren, porque ria y sería tu victoria y la de tu pueblo, y la de yo soy que si el acentico, la comita, la forma de la tu historia; y entonces por la madrevieja vol- prosa incluso, y del verso de cuando en cuando. verán las aguas del río Boconó, como en otros Y o est oy vi vo d e broma Ella me decía, ya yo militar: “Huguito, usted sál- tiempos tus campos regó; y por sus riberas se gase de ahí, usted no sirve para eso”. Y a mí me oirá el canto alegre de tu cristofué y el suave Cuenta mi madre que estoy vivo de broma, de bro- gustaba el Ejército, y le preguntaba: “¿Por qué no trinar de tus azulejos y la clara risa de tu loro mita estoy vivo. Un día ella estaba en la cocina, yo sirvo para eso, abuela?” “Usted es muy ‘disposi- viejo; y entonces en tu casa vieja tus blancas chiquitico, de meses. Adán tenía año y piquito. Yo cionero’, usted inventa mucho”. Dígame después, palomas el vuelo alzarán y bajo el matapalo estaba en un chinchorro, llorando y mi mamá le cuando, ya de teniente, de vacaciones, llegué un ladrará “Guardián”, y crecerá el almendro dice a Adán: “Vaya, mézame al niño”. Mi mamá día a la casa con otros cadetes; nos sentamos ahí junto al naranjal, también el ciruelo junto al lo que oyó fue el chillido mío y salió corriendo y yo puse a Alí Primera: “Soldado, vuelca el fusil topochal, y los mandarinos junto a tu piñal, a ver. Resulta que el chinchorro estaba como lo contra el oligarca”. Ella tenía esa inteligencia in- y enrojecerá el semeruco junto a tu rosal, y ponemos en el campo, guindado sobre la cama. Y
  • 7. HUG O CHÁV E Z F RÍAS 7 el Adán, que además era “kilúo”, lo agarró por la arañas, papá”. Todas las tardes, a las cinco, se P obre, p er o f el i z cabuyera y haló el chinchorro. Él me meció, pero veían allá los hombres del pueblo. Mi papá ju- verticalmente, y el pobre niñito aquel, que era yo, gaba bolos porque él es zurdo y lanzaba bien. Hace poco estábamos comiendo mangos con el salió disparado como bala humana. Mi mamá me En el bolo yo vendía la mitad, y después pa’l Gobernador en la casa del Rey, allá en Jamaica. consiguió allá orinadito y todo, en la esquina allá. cine. La concentración, pues, en la Plaza Bolívar. Había mucho mango. Y entonces le contaba al Menos mal que las paredes eran de barro, de tie- A la salida de la misa estaba yo, mire, con mi Gobernador que fui un niño pobre, pero feliz. rra, y el piso también. Ese fue Adán. bichito aquí: “Arañas calientes”, no sé qué más. Yo me iba por los montes a comer mangos, na- Después a los pocos días cuenta mi mamá Y le agregaba coplas: “Arañas calientes pa’ las ranjas y ciruelas. Éramos muy pobres. A mí lo que ella estaba ahí como a medianoche. Todo viejas que no tienen dientes”, “arañas sabrosas, que me daban era una locha diaria para ir al li- oscuro. Mi papá no había llegado. Yo estaba en pa’ las muchachas buenamozas”, cosas así. Ara- ceo; con eso uno se tomaba un fresco y a lo me- la cuna. Adán estaba con mi abuela en el otro ñas calientes, araña dulce, pa’ no sé qué. Yo in- jor se comía un pedacito de pan. cuarto. Mi mamá oye un ruido en la oscuridad ventaba, ya casi se me olvidaron las coplas. A las Pero después, cuando salíamos en la tarde, que hace: “¡Asss, asss!” Ella pela por la linterna muchachas yo les cantaba. Dígame si salía por me iba directo del liceo al estadio “La Carolina”, y alumbra. Cuando ve algo debajo de mi cuna, ahí Ernestina Sanetti, ¡ah!, yo le cantaba. Ernes- en Barinas, donde hoy funciona un estadio de ¡era una tragavenado, compadre! Mi mamá me tina Sanetti, Telma González, de las bonitas del fútbol muy bueno. Eso está rodeado de mangos y agarró y salió disparada. Llamó a mi tío Ramón pueblo. Entonces vendía mis arañas ahí donde mangas y esa era la cena de nosotros, de los que Chávez, que en paz descanse, quien mató la cu- estaba el mercado y la concentración. estábamos practicando. Yo iba con mi maletín y lebra con un machete o un palo. A la tragave- ¡Cómo olvidar las fiestas de Sabaneta! Yo era mis guayitos viejos de jugar béisbol: mi guante- nado la colgaron del techo y la cola pegaba en monaguillo, tocaba las campanas, y había que to- cito viejo, una camiseta, una gorrita. ¡Qué divino, el suelo. El grueso era como el de un caucho de carlas duro los días de fiesta. Y la abuela: “¡Hugui- vale!, La manga grandota, y uno agarraba una carro. Era una culebra que tenía azotada a la to, hay que buscar más lechosa!”. Porque en los maceta y a tumbar manga, camarita, y a comer. conejera de mi abuela. Se había comido ya va- días normales yo vendía no más de veinte arañas De cuando en cuando alcanzaba para un pan de rias gallinas y andaba buscando un bachaquito, dulces; eran dos bolívares con un real. En cambio, azúcar, dulcito, de esos con azuquita. fíjate. Yo estoy vivo de broma. en las fiestas se vendían hasta cien arañas dia- rias. Mi abuela se levantaba muy temprano. Yo la ayudaba; le comía las paticas a las arañas. Y le L a Vi rg en d e la S ol edad S A ca v e i nte o c onsi dérat e regalaba una a Hilda, que me gustaba aquella mu- raspa ’o chachita. Me quedaban por lo menos dos lochas Recuerdo mucho a mi abuela Rosa Inés cuando lle- todos los días, para montarme en la montaña rusa gábamos a la casa de palma grande, donde yo nací. Cuando mi padre era mi maestro de cuarto grado, y la vuelta a la luna aquella. Me gustaba ir al circo Era muy fresca. Pero veníamos de alguna actividad, me consta que revisaba mi prueba una y tres veces, y ver a las trapecistas bonitas que se lanzaban. De alguna visita a los vecinos, y la casa estaba sola. Mi con mayor rigor que las otras. Yo a veces reclama- cuando en cuando iba un elefante, un tigre en una abuelita abría la puerta y siempre decía: “Buenos ba justicia, tratamiento igual, pero no, mi padre jaula, y uno vivía las ilusiones del mes de octubre. días o buenas noches, Virgen de la Soledad”. Ella le era más duro conmigo. Así tenía que ser. Fue una Dígame en las fiestas patronales. ¡No! Estábamos hablaba a la Virgen de la Soledad, que se quedaba gran enseñanza para mí y mis hermanos. Me dijo: en emergencia, había que buscar lechosa no sé, cuidando la casa; le encomendaba la casa. “Cuando tú no saques 20 considérate raspa’o”. Y hasta allá en el río, porque se vendía mucho, y una de las motivaciones que uno tenía, el fin de además no teníamos competencia. La única casa semana, el sábado, era ir a ver “Tin Tan”, “Chucho, donde se hacían arañas en este pueblo era la casa L os f an tasmas d e S aba n eta El Roto”, “El Águila Negra”, todas esas películas de Rosa Inés Chávez. Sí, un monopolio. de aquellos años en el único cine que había por to- Estaba recordando a mi compadre Alfredo Al- dos esos pueblos, el Cine Bolívar de Sabaneta, que dana, en Sabaneta, al “Chiche” Frías, a “Pancho” costaba un real. Mi papá nos llevaba, pero cuan- Ge nte ho nrada Bastidas, “Cigarrón” Tapia. Yo era un niño como do yo no sacaba veinte, no iba al cine. No olvido de diez años, ellos eran unos zagaletones de ca- que me perdí la película “Neutrón”, porque no sa- Recuerdo que compraba a veces a crédito. No- torce y quince. En las noches se ponían una sába- qué 20 en un examen, no sé cuál. Lloré mucho, mi sotros vivíamos de lo que nos daba mi papá, que na blanca. Yo los veía, porque mi primo “Chiche” abuela me consolaba: “¡Ay, Huguito!”. era maestro por allá en un monte. ¡Imagínense un Frías era uno de ellos. Después que Mauricio sueldo de cien bolívares! Mi abuela hacía dulces, Herrera, que en paz descanse, apagaba la planta vendíamos arañas, tabletas, majarete, dulce de eléctrica de mi pueblo, salían con la sábana blan- El arañ ero coco, y frutas. Vendíamos muchas frutas porque el ca por Sabaneta haciendo ¡uuuuuuh!, corriendo patio, donde yo fui un niño feliz, era un patio lleno por la plaza, por el cementerio. Eran malos, tra- Ustedes saben que yo vendía arañas. Desde de árboles frutales de todo tipo y de eso vivíamos. viesos. Uno sabía que eran ellos, pero yo callaba. niño, más o menos, tengo noción de lo que es la Había tiempos difíciles cuando la abuelita no En ese tiempo más de un fantasma de esos brin- economía productiva y cómo vender algo, cómo podía hacer el dulce. Yo le decía a Luis Alfonso, caba una cerca, cuestiones hasta de amores. colocarlo en un mercado. Mi abuela terminaba las el bodeguero, donde compré toda la vida: “Luis Una noche le pusieron una vela, por la orilla arañas y yo salía disparado. ¿Pa’ dónde iba a co- Alfonso, vengo a fiar un bolívar de plátano”. Y él de la madrevieja a mi pobre viejita. Creo que fue ger? ¿Pa’l cementerio? Estaría loco. Allá estaba anotaba ahí, porque estábamos pasando por una mi primo Adrián Frías, era otro que a veces se a lo mejor una señora acomodando una tumba, situación difícil. Pero luego me ponía las pilas, disfrazaba. Pues pusieron una vela en el patio de la a lo mejor un entierro. Si había un entierro en- como decíamos. Mi abuela hacía doble dulces, yo casa vieja de mi abuela. Ella estaba muy asustada: tonces yo aprovecharía ¿verdad? Pero no, ¿pa’ vendía más rápido y le pagábamos la locha o el “¿Te das cuenta?, ¡ahí están los muertos!”. Tuve que dónde? Pa’l Bolo. Más de una vez mi papá me bolivita que nos había dado fia’o Luis Alfonso. La decirle la verdad: “No, abuela, es que los muchachos regañó: “¿Qué haces tú por aquí?” “Vendiendo gente humilde es honrada. quieren llevarse un saco de naranjas, entonces
  • 8. 8 CUENT OS D EL ARAÑERO ponen una vela para que la gente se asuste y no se para acercarse a una muchacha y sacarla a bailar, ciones iba a La Chavera a jugar bolas criollas, acerquen al patio”. Los fantasmas de Sabaneta. agarrarle la mano, un esfuerzo grande aquel. Pero a bañarnos en el río. Los muchachos le dijeron: mi amigo, que era el triple de feo que yo, sospe- “Don Hugo, ¿usted no cree que Huguito esté me- chaba que las muchachas no iban a bailar con él tido en eso?”. Ellos ya intuían, porque me cono- El pr imer d i scurso o aceptarle una conversación. Teníamos catorce cían de tanto hablar en la cancha de bolas, en el años, éramos unos niños. Entonces él decía: “Yo río, por allá en bicicleta, caminando por esas cos- Recuerdo la primera vez que di un discurso, cuan- no bailo con ninguna muchacha hasta que no se tas de ríos. Mi papá les dijo, lavando la cochinera: do llegó el primer obispo a Sabaneta de Barinas. defina ideológicamente”. Y él estaba comenzando “No, no, ese no se mete en eso”. Estaba en sexto grado y me pusieron a leer unas por los caminos del marxismo, hijo de un marxis- En cambio, cuando Cecilia, la vecina, llamó a palabras, a darle la bienvenida al obispo Gon- ta muy respetado, un profesor barinés. mi mamá: “Mira Elena, dijeron por Radio Barinas zález Ramírez, algo así se llamaba. Y ese mismo que hay una rebelión militar”. Mi mamá se puso año, un 12 de marzo de 1966, me correspondió a rezar “porque ahí tiene que estar Huguito”. Lo leer también un discurso en la Plaza Bolívar, El Pe nsamie nto que son las madres, ¿no? Mientras mi papá de- de Sabaneta de Barinas, a nombre de los mu- cía: “No, tranquilo que ese no se mete en nada chachos del Colegio Julián Pino, donde hice mi Mi papá empezó a dar clases de primaria, por allá de eso”, mi mamá desde que le dijeron se puso a primaria. Nunca se me olvida una frase de ese en Los Rastrojos. Tenía sexto grado, no había li- rezar. “¡Que no me lo maten!, porque estoy segu- discurso que escribió mi padre: “La bandera ceo en Barinas. Luego consiguió un puestico de ra de que ese está ahí”. Te quiero, mi vieja, Elena. que Miranda trajo y que Bolívar condujo con maestro por allá en un monte, pues. ¡Ah!, pero en- ¡Muy sabrosa la delicada!, las hallacas y la maza- gloria”. Eso se me grabó para siempre. tonces se inscribió en los cursos de mejoramien- morra que me trajiste. Me queda todavía un po- to del magisterio, una cosa buena que había. No quito, voy poco a poco. No le doy a nadie. todo lo pasado fue malo. Eso venía desde mucho Ofasa antes del año 1958. Entonces mi papá venía a Ca- racas en agosto y traía libros. Cuando el terremo- L os d ed os d e m i padr e Cuentos de familia. Hay que ver cuando nos reu- to de Caracas mi papá estaba aquí y lo lloramos níamos. Ahora casi no tengo tiempo. A veces la mucho: “Se acabó Caracas”, decían por radio. Y Acabo de hablar con mi padre y a mi padre lo amo, familia sufre el impacto de todo esto. Desde aquí los rumores allá en Sabaneta: “Caracas se acabó”. lo admiro y, además, lo metí en este lío. Mi padre un saludo y un recuerdo a mis hermanos. A Aní- Después llegó un telegrama al otro día: “Es- Hugo de los Reyes Chávez, un maestro jubilado. bal le decíamos “Boca’e bagre”. A Nacho, “Chu- toy vivo, estoy bien”. Y llevó una enciclopedia, Estaba criando cochinos y gallinas ponedoras des- rro mogotero”. Nacho era flaquito y paletú’o. creo que francesa, “Quillet”. Me prometió un de hacía varios años, hasta el 4 de febrero en la A mí me decían “Tribilín” o “Bachaco”. A Adán amigo francés conseguirme una de la época, mañana. Dejó las gallinas, dejó los cochinos, dejó le decían “Macha macha”. Al negro Argenis le porque se perdieron esos libros. El último que cuatro vacas flacas, dejó un fundito que le costó decían “El Indio” o “Curicara”. Y a mi hermano vi lo tenía mi hermano Adán. Después no sé, toda su vida de maestro y se fue a la batalla. menor, Adelis, le decían “Ofasa”. al mismo Adán se le perdió en estos huracanes Él andaba fundando comités bolivarianos ¿Saben por qué? Ofasa era una cosa interna- que se llevaron muchas cosas. Pero ahí había por los pueblos y buscando firmas para la liber- cional, una oficina. Creo que era de los yanquis, muchas recomendaciones: filosofía, matemática, tad, no de su hijo, sino de los soldados. Yo estaba no estoy seguro. Sospecho que era algo raro, historia; era como mi Internet entonces. prisionero, me enteré y lo lloré. Incluso escribí un porque era una agencia de ayuda humanitaria Yo era un niño y me bebía aquellas páginas. Y poema llamado “Los dedos de mi padre”, que se y había propaganda por radio, allá en Barinas: una de las recomendaciones que había allí, que perdió porque me allanaron a los pocos días y se “Ofasa lo visitará en su casa”, “Ofasa atiende a la apliqué toda mi vida, era la siguiente: “Usted llevaron los manuscritos. la humanidad”. Y Adelis estaba chiquitico. Ten- piense”, decía alguna página de aquellas. Yo lo Y perdió tres dedos porque se desprendió dría como ocho, nueve años. Él era muy meti’o y apliqué. Si estás en la mañana limpiándote los la carrucha en esos ríos donde no ha llegado la quería estar en todo. Entonces llega una señora dientes, piensa lo que estás haciendo: “Me es- mano del desarrollo y todavía se pasan en carru- que vivía en la calle, una indigente que andaba toy limpiando los dientes”. No estés ahí como cha, por allá en los llanos, en el pie de monte. Re- pidiendo ropa y comida por las casas. Adelis si fueras un árbol, que no piensa. Si estás “pit- cuerdo que hablaba de las manos de mi padre, las estaba por la ventana del cuartico, y mi abuela chando” en el béisbol, piensa. Si estás disfru- mismas que me enseñaron a escribir la a, la e, la i, Rosa ahí limpiando. Él ve que la señora viene pa’ tando con unos amigos, unas amigas, piensa. El la o, la u. Las mismas que junto a las de mi madre la casa, y entonces le dice: “¡Mamá Rosa, mamá pensamiento es clave para entender lo que uno y su amor, hicieron posible, por la mano de Dios, Rosa, ahí viene Ofasa!” Porque por radio él oía: está viviendo, para no pasar por este mundo así que viniera al mundo junto con mis hermanos. “Ofasa lo visitará en su casa. Ofasa atiende a la como si fuera una nube que pasó. humanidad”. Por eso le decimos “Ofasa”. El vi ej o com o un gu err er o ¡Que no me lo mate n! A sun to i d eológ i c o El día jueves en la noche mi padre sufrió un En La Chavera estaba mi padre el 4 de febre- accidente cerebro vascular, cumpliendo con Como un amigo nuestro allá en los años ‘60, en ro de 1992 en la mañana, como todos los días, sus labores allá de gobernador de Barinas. Se Barinas. Ustedes saben que yo soy feo, él era el con sus cochinos y cuatro vacas. Llegó alguien la pasa por los pueblitos atendiendo a la gente, triple de feo que yo. En las fiestas uno tenía que en bicicleta a decirle: “Mire, don Hugo, que hay viviendo con la misma angustia existencial que hacer esfuerzos. Había otros que se peinaban de una rebelión militar, que unos militares se al- vivimos nosotros ante la tragedia de los cam- medio lado y no sé qué más. Además, uno siem- zaron”. Eran unos muchachos, vecinos que te- pesinos, y cumpliendo con sus responsabilida- pre con la misma ropita, unas botas de goma ahí. nían allí también un ganadito. Ellos me conocen des. Fue sorprendido, una emboscada de la vida Uno tenía que hacer un esfuerzo muy grande desde hace tiempo, porque yo siempre en vaca- como yo la llamo.
  • 9. HUG O CHÁV E Z F RÍAS 9 El viejo como un guerrero se paró, lo trajimos Nunca olvidaré, como padre, la noche del 3 de sus cosas, con sus brincos. Una vez se cayó de esa madrugada a Caracas y llegó una doctora a febrero de 1992: dejar la casa, dejar los hijos dor- un guayabo allá en Elorza y se le zafó el brazo. hacerle preguntas. Algo importantísimo es que midos, echarles la bendición, darles un beso, dejar Tenía como siete años. Tuve que traérmela en un papá nunca perdió la conciencia, y Dios median- la mujer y salir con un fusil en la oscuridad. ¡Eso camión, en pleno invierno, hasta Barinas. te se está recuperando. Pero esa madrugada, es terrible!, porque uno deja un pedazo del alma. Yo con aquella niña por aquellos caminos in- como a las cuatro de la mañana, llegó la docto- transitables, con aquel brazo que le bailaba. La ra. “¿Tú sabes silbar?”, le dijo. “¿Qué quieres que operaron en Barinas y le pusieron el brazo en te silbe?”. Yo lo veía muy preocupado, pero por Rosa V irginia su sitio. Luego, yo le pichaba a Huguito y Ma- dentro con una gran esperanza al verlo con aque- ría “quechaba”. Ella me lanzaba de regreso y la lla picardía, ahí guapeando. Después le dice la Mañana 6 de septiembre cumple años Rosa Vir- pelota salía hacia los lados. No la lanzaba dere- doctora: “¿Pero tú silbas y cantas también?”. “Sí”, ginia Chávez Colmenares, mi niña, la negrita cho. Yo le decía: “Tú eres brazo loco”, así que le y le cantó una canción, una canción viejísima. Rosa, que Dios me la bendiga. Nació en Mara- decían “la brazo loco”. Papá fue parrandero. Yo era muy niño y él tenía cay, yo era teniente apenas. Le dije al Comandan- un amigo llamado John que tenía una guitarra y te de batallón: “Deme un permiso que mi mujer ellos cantaban, daban serenatas y a veces los vier- va a parir”. Y me vine en la mañanita a Caracas, Nac i ó Hugu i t o nes llegaba a medianoche. Imagínate tú, era maes- a buscar real, porque no tenía para pagar el par- tro de escuela y vendía carne por los campos en to y el seguro no me cubría sino una pequeña Recuerdo cuando nació mi hijo Huguito, que es un burro negro. Conoció a mi mamá que nació y parte. Además fue un parto un poco difícil el de Hugote ya; está más alto que yo. Lo vine a cono- se crió en un campito más adentro del pueblo, en Rosa Virginia. Nancy, su madre, mi primera es- cer a los tres días porque estaba yo, como siem- las costas del Caño de Raya, un caserío que se lla- posa, a la que recuerdo con mucho cariño. pre, entregado a mi vida de soldado. Nancy se fue ma Los Rastrojos. Ahí nació mi mamá. En las Frías No tenía ni carro. Me lo prestó el subteniente a parir a Barinas y yo andaba en una comisión eran casi puras hembras ¿no?, y buenas mozas. Chávez Tovar, un compañero del batallón blinda- con unos tanques, en maniobra. Por allá, en me- Papá se la trajo en el anca del burro y se casaron. do Bravos de Apure. Tenía un Fairlane 500, rápido. dio de un tierrero, unos tanques y unos soldados, Cuando nació Adán, el mayor, papá tenía Así que me vine, como una bala a Caracas, al ipsfa, me llegó el mensaje: “Parió macho”. Celebré entre veinte años; mi mamá diecisiete. Yo nací al año con una carta del Comandante para aligerar. Yo tanques de guerra y entre soldados el nacimiento. siguiente. Somos seis varones en fila india. A mi había pedido un crédito personal, seis mil bolíva- “Se llamará Hugo Rafael”, dije desde allá en un papá lo recuerdo, chico, jugaba béisbol; de ahí res para pagar la clínica. Llego y me meto y hasta mensaje a la mamá y a la abuela, mi mamá. nació mi pasión por el béisbol. Papá es zurdo, me pararon firme. Había un coronel ahí que no me Al tercer día fue que pude salir. Me dieron jugaba en el equipo “Los Centauros” de Saba- quería atender o estaba muy ocupado; tuve que pa- permiso, llegó otro capitán a relevarme y aga- neta, en un peladero de chivo, jugando primera rármele al frente: “Atiéndame que es urgente”. Por rré un autobús de Carora hasta Barquisimeto. base. Lo recuerdo también de bochador de bolas fin me dieron el cheque, un chequecito, hermano, Allí un primo me llevó hasta Barinas. Llegué a criollas, con la zurda. Él sacaba la bola por un lo cobré a las 11:30 en el mismo banco del ipsfa. Barinas y consigo a la familia triste, porque el lado, “pac”. Prendo ese carro y llegué Maracay en menos niño nació con el píloro pegado, que es como Y le cantó esa vieja canción a la doctora, a de una hora, directo a la clínica. Cuando voy en- una válvula que está al final del esófago. Eso las cuatro de la mañana. Es una tonada hermo- trando por el pasillo largo de la clínica veo al ma- lo aprendí esa vez. El muchacho chiquitico y sa que termina diciendo: A mí me dicen llanero, ay, yor Richard Salazar, que era segundo comandante lo iban a operar. Por fin no hizo falta, no hubo del batallón, y un grupo de oficiales. Y lo primero operación. Después fue que se le abrió mucho sí / y de eso no me quejo / porque traigo mi sombrero / que me dijo: “Perdiste la apuesta”. Yo había apos- el píloro, comía mucho y se puso como Juan porque traigo mi sombrero de paja y con barboquejo. tado que era macho, y es más, le había comprado Barreto, parecía una pelota blanca, porque era un bate de béisbol. Perdí una botella de whisky, blanquito mi muchacho. ¡Que Dios lo bendiga!, U n p e dazo d el alma que en ese tiempo se podía apostar. Claro, quedé y a todos los muchachos de Venezuela. endeudado. Yo no tenía pa’ pagar esa botella, se la Yo fui padre la primera vez a los veintiún tomaron ese mismo día. Bueno, ya estaba la negri- años. Nació Rosa Virginia, mi terrón de azúcar. ta Rosa Virginia chillando allí felizmente. N o l es t en go m i ed o Fue creciendo Rosa y vino María y después Hu- guito. Los veía a ellos muy pequeños, pero yo de- ¡Ah!, entonces, me di cuenta de algo que yo no cía: “Estos no son los únicos niños del mundo”. “La braz o lo co” había descubierto: el miedo a los poderes fácticos. Yo veía que ellos tenían vivienda, que podían Vean los periódicos. Bueno compadre, a mí no me ir a la escuela. Si se enfermaban, los llevaba al María Gabriela nació en aquella sabana de Bari- importa. A mis hijas les dicen de todo, hasta a la Hospital Militar. nas, y en ese día tan especial siempre íbamos en más chiquita, pues, se meten con ella, con ellos, Recuerdo que cuando veníamos a Caracas, su cumpleaños a los desfiles y las cosas del Día con mi hijo, mis padres. No me importa nada, y me paraba en la autopista, en algún borde y les de la Bandera. Entonces ella asociaba todo aquel ellos lo saben. No le tengo miedo al qué dirán, decía: “Miren, ustedes tienen suerte. Tienen un colorido a su cumpleaños. Un día le dije: “Yo te ni al qué harán. Dios me cuide los hijos y los padre que puede, más o menos, proporcionar- iba a poner María Bandera”. “¡Papá, te hubie- hijos de todos nosotros. Un día les conté algo a les un sustento, porque soy militar profesional ra demandado!”. Porque María salió así, libre mis hijos, los grandes, porque empezaron a llegar y tenemos un sistema de seguridad social que como el viento, como la bandera. Ella ondea así. amenazas cuando no tenía forma de protegerlos. los atiende a ustedes. Pero allá arriba, en aque- Cuántos recuerdos. Tu infancia más lejana, tu Ahora el Estado está obligado a protegerlos, es llos cerros, vean cómo andan los niños, muchos compañía en los desiertos; nunca fue un desier- una obligación constitucional. Yo andaba por sin padre, muchos sin atención de ningún tipo”. to, siempre estaba alguien allí. Nunca uno anda las calles, y me divorcié. Nancy con sus tres Es decir, fui preparando a mis hijos para lo que solo, incluso Jesús siempre anda con nosotros, el muchachos en Barinas, solos. Yo les mandaba vino después, que fue muy doloroso. de Nazareth. María siempre allí, con su alegría, una platica, y una casita por allá que pudimos
  • 10. 10 CUENT OS D EL ARAÑERO medio acomodar. Eso fue lo que les dejé, no Las cue ntas de Ro sinés chachos también, a visitar una pequeña finquita tenía más nada. Y me fui por los caminos a que tiene mi padre desde hace más de veinte cumplir con lo que tenía que cumplir. Ustedes saben quién me imita a mí, pero per- años. Allí echamos una partida de bolas criollas. Un día amenazaron que si yo seguía hacien- fecto, Rosinés. Se para y saluda: “Permiso, mi El gobernador de Lara, mi amigo, nuestro amigo do lo que estaba haciendo, iban a secuestrar a comandante en jefe”. Un día, caminando por en- Reyes Reyes y yo, contra dos de mis hermanos, y una de mis hijas. Estaban de doce años, quince tre unos árboles, andaba vestida de soldado, me también les ganamos en bolas criollas. A paso de años, y esa edad tan difícil. Entonces reuní a las dijo: “Papi, yo quiero ser paracaidista”. Por su- vencedores les metimos el primer zapatero del dos mayores, porque Huguito tenía diez. Igual puesto la idea no me gusta mucho. La María, mi siglo, quedó escrito allá. Tenía como cinco años les dije: “Muchachas, cuídense”. Porque ya era hija, fue la que se lanzó de un avión. Aquí está que no jugaba una partida de bolas criollas en la edad de salir de noche, el novio y la adoles- uno de los culpables, se lanzaron sin avisarme a ese sitio tan querido. Yo le decía a Rosa Virginia: cencia. Esa época tan bella, pero tan peligrosa mí, chico. “¡Mira, mi vida, cómo pasa el tiempo! Yo te vi al mismo tiempo. Alguien dijo: “El que tiene un Ahora Rosinés me dice que quería ser para- así, como la nieta, cuando tú aprendías a cami- hijo tiene todos los miedos del mundo”. Y re- caidista y ella estaba sacando la cuenta —fíjate, nar y andabas por este mismo patio queriendo cuerdo que a mis dos muchachas grandes les matemática—. Ella tenía como siete años, empe- agarrar el mingo”. Tú sabes, los niños se meten. conté algo que leí, de algo muy cierto que ocu- zando en la escuela, segundo grado. Yo le dije: “¡Epa!, quiten los muchachos, apártenlos”. rrió en la guerra española. Un general español “Tendrás que esperar a ser mayor de edad”, ga- Jugué unas partidas de chapita también. ¡Fíjate defendiendo una plaza, y la fuerza enemiga le nando tiempo. “Tendrás que esperar a que cum- que ahí también ganamos! Tuvimos suerte ese día, capturan un hijo adolescente. Lo llaman por plas dieciocho años”. Se puso a sacar la cuen- ¡pregúntale a Adán! Es más, Adán era el pitcher teléfono y el general enemigo le dice: “Mire, ta, la carajita. Seguimos caminando y al rato se contrario. Éramos tres equipos. Hicimos un tú pi- general, aquí tengo a su hijo preso. ¡Ríndase! para: “¿Papi, o sea que faltan once años para que des allí, tú pides acá. A mí me tocó jugar con mi Si no se rinde, morirá su hijo”. El general repu- yo pueda saltar en paracaídas?”. “Bueno, más o hermano Argenis, mi hermano Adelis y mi sobrino blicano le respondió: menos por ahí, once años”. Y seguimos cami- Aníbal, un muchacho de quince años que acaba de nando con unos perros, porque ella tenía unos ir a la selección nacional de béisbol. Claro, tenía- — “¿Está mi hijo ahí?”. perros allá. Se para otra vez: “Papi, ¿cuánto te mos tanto tiempo sin jugar. No había chapitas, mi — “¡Sí!, aquí lo tengo, ¡ríndase!”. queda a ti de presidente?, ¿hasta el 2021?”. Yo le hijo Hugo y mi sobrino Ernesto las fueron a buscar — “¡Por favor!, ¡póngame a mi hijo!”. dije, “no, no, yo no sé”. “Bueno, 2021 será”. al pueblo de Camiri. Agarramos el palo de la es- — “¡Aquí está!, óigalo”. Sacó la cuenta: “Oye, te quedan a ti trece coba de la casa. “No me vayan a partir la escoba”, — “¡Papá!”. años, o sea que cuando yo cumpla dieciocho a ti decía mi mamá, como siempre. Por fin, apareció — “Hijo, ¡muere como un hombre!”. te quedan como tres de Presidente”. Le dije: “Yo otro palito por allá y empezó la partida. Pregúntale ¡Así tenemos que ser los verdaderos revolu- no sé, pero eso es la cuenta que tú estás sacan- a Adán, para que tú veas. Tres en base y me pongo cionarios! do”. “¿Y tú podrás saltar?”, “¿cuántos años ten- yo, ¡paf!, triple. Triple era si la chapita caía sobre drás tú?”, “¿cincuenta, sesenta y pico de años?”. el techo, si pasaba más allá era jonrón. No hubo O sea lo que ella estaba pensando era tirarse jonrones ese día. Ganamos en chapita, ganamos en El trapo rojo conmigo de un avión, compadre. “No nos tirare- bolas criollas. Pero perdimos una partida de domi- mos de un avión, mi vida, pero podremos jugar nó la noche del 31. En el día fue que ganamos. Cuando estaba en Yare, María me escribió car- dominó, a lo mejor, o jugar…” “¿Qué?”. “Bolas Y fuimos a la orilla del río. Esa orilla de río tas, poemas y cosas muy hermosas, del alma. Es criollas que te gustan tanto”. es un bosque muy tupido. Nos fuimos a explo- que ella escribe del alma. Y una cosa muy her- rarlo por un caminito, unos topochales, y llega- mosa, una vez de un trapo rojo. ¿Te acuerdas mos al río. Ese ya no es el Santo Domingo ni María? Porque en la cárcel, cuando ellos se iban, 3 1 de dicie mbre e n fam ilia el Boconó. Estamos hablando del Pagüey, ya en yo sacaba un trapo rojo por la ventana. Ella dice la vía hacia San Cristóbal, pero muy cerca de la que sigue viendo ese trapo rojo. Eso es profun- Tenía varios años que no pasaba el 31 con toda la ciudad de Barinas. Claro que yo andaba tratan- do, un símbolo. familia, y especialmente con los viejos, los her- do de pasar como desapercibido. Había muchos Luego un momento muy difícil del Movimien- manos, y aquella sobrinera, los hijos, nietos, et- niños bañándose, alguno me vio y empezaron: to Bolivariano, en que yo había sido detenido una cétera. Le llegué de sorpresa a mi hermano Adán “¡Chávez! ¡Chávez!”. Bueno, tuve que bajar a sa- vez y me mandaron a Oriente, andábamos en di- a su casa y estaban, como siempre, jugando do- ludarlos con la familia. Porque ahí hay una islita ficultades. El Movimiento se vino abajo y había minó. Desde hace quince o veinte años es la par- muy bella en el río Pagüey, que desde hace mu- desconcierto, persecuciones, mucha vigilancia. tida de dominó en la tarde. Yo juego un estilo de chos años la gente llama “La Isla de la Fantasía”. Hubo una infiltración, una traición de alguien dominó que bautizaron allá como “suicida”. Tenía Ahí van muchos niños, familias enteras se van que habló. Entonces, Huguito, una vez que vine varios años que no jugaba. Me conseguí un viejo en caravanas de camiones, de carros. La gente a la casa, me dice: “Papá, escribí esto”. Hizo un amigo, hicimos una buena partida, un match, y lo lleva chinchorros y pasan todo el Año Nuevo a la dibujo así como unas rayas, como un río, y un ganamos aplicando el “suicidismo”. Mis herma- orilla del río, bañándose en un agua muy fresca, jeep, un carrito así, y abajo una leyenda: “El río nos juegan mucho dominó. Yo no sé jugar. Pero en las aguas del río Pagüey. corre duro pero es bajito y los ‘jices’ pasarán”. Yo uno de mis hermanos, cuando la mano ya lleva Tenía varios años que no me sentía, ¿cómo leí y le dije: “Dios mío, muchacho, qué alma, ¿de tres o cuatro vueltas, sabe qué piedras tiene este, puedo decirlo? Sí, lejos del mundanal ruido, a dónde sacas tú eso?” Fue un mensaje al padre que qué tiene el otro y el otro. Él cuenta cuántas pin- la orilla de un río, caminando por un bosque de llegó un poco cabizbajo, cansado. Yo viajaba de tas han salido y cuántas no han salido. la mano de mis hijos, de mi nieta, de mis viejos, Maturín en mi carrito viejo, solo hasta la casa. En Luego estuvimos brindando en la noche del de mis hermanos, de amigos y de amigas. Como ese tiempo andaba como con lepra, nadie se me 31, por lo que pudo haber sido y no fue; y el brin- una magia. Yo me olvidé de presidente, me ol- acercaba. Y después decía la leyenda: “Y saldrán dis del futuro, el brindis de lo que va a ser Vene- vidé de todo eso y volví a ser el niño aquel, el con barro, pero los lavaremos”. Fíjate tú. zuela y será. El día primero me fui, con los mu- muchacho aquel que anda por dentro.
  • 11. CRÓNICAS DE PELOTA B at e ar pa ’l top ochal año 1969 cuando iba hacia las Grandes Ligas. muchacho, pero le decíamos ‘el Juan Marichal El “Látigo” tenía 23 años cuando cayó aquel venezolano’”, en Dominicana, en Puerto Rico, en A veces uno era palo y palo. Cuando un equipo avión, allá en Ziruma. Era un domingo, me le- todo el Caribe. está perdiendo diez a cero, le entran a palo a to- vanté un poco tarde. A mí se me vino el mun- Entonces al “Látigo” Chávez lo traen a relevar, dos los pitchers; el equipo se desmoraliza. Aque- do. Tenía, catorce años y el sueño de ser como creo que en un quinto ining tres en base tenía el llos juegos se convertían en una masacre, pues. el “Látigo” Chávez. Caracas y venía la toletería. Imagínate tú: Víctor Por eso pusieron el nocaut, ¿no? En la pelota En ese tiempo uno no veía televisión. Uno Davalillo, José Tartabul y César Tovar que en paz sabanera a veces uno metía 40 carreras. Adrián oía los juegos por un radiecito de pila. Nos po- descanse. Ese era el trío. Y el “Latiguito” los ha Frías, mi primo, al que llaman “el Guache”, era el níamos en grupo los vecinos a oír el juego. Yo ponchado a los tres en fila. Nunca lo olvidaré. más grande de todos nosotros e impuso la nor- le seguía la pista al “Látigo” en una revista que Nosotros pegamos gritos aquella noche. Termi- ma de que cuando la pelota se pierde en el to- llamaban Sport Gráfico. Al “Látigo” Chávez lo namos peleados con los caraquistas en la esquina. pochal, pues uno da carrera y carrera hasta que operaron de una calcificación en el codo del bra- aparezca. Adrián era vivo porque, como es zurdo, zo de lanzar, comenzando el ‘68. Así que en esa bateaba para el lado del topochal. temporada no jugó. Iba al dogout y aparecía por Cai man era en el barr i o Nosotros éramos una pila de carajitos, como ahí. De vez en cuando trotaba con el equipo Ma- Cor om ot o de diez y once años, y ya él era un muchacho gallanes. Así que lo extrañamos mucho el año de catorce. Como yo soy zurdo también apro- ‘68, bueno y no volvió. Se fue para siempre. Nosotros teníamos el equipo de béisbol de la Ro- veché la regla esa. Uno bateaba con una tablita Una noche, en 1967, jugando contra el Cara- dríguez Domínguez e íbamos a jugar los fines de así, ¡pum!, pa’l topochal. Una vez anoté como cas, estábamos ahí en la placita Rodríguez Do- semana al barrio Coromoto, más allá del aserra- 12 carreras; no aparecía la pelota, había caído mínguez oyendo el juego, caraquistas y magalla- dero. Pero ese era un campo, un peladero ahí y encima de una mata de topocho y mi hermano neros. Ahí estábamos todos, vecinos y amigos. aquel tierrero compadre, como talco, la tierra Adán buscando la pelota. Adán también es zur- Mi papá pues, furibundo magallanero. Caracas floja. Porque pasaban muchos camiones por do, así que también bateaba para ese lado del tenía tres en base sin out. Aquella noche fue de ahí, roleros. topochal. gloria para nosotros los magallaneros y es- Viene un tipo del barrio Coromoto, uno alto- pecialmente los chavistas. Resulta que traen al te, y batea un rolling. Yo agarro el rolling, pero “Látigo”. Era un muchacho, veinte años tenía. Ve- él sale corriendo arrastrando los pies. Claro, El “ L áti g o” C hávez nía de un nacional de béisbol donde representó al esa era la técnica. Aquel tierrero y uno no veía Distrito Federal, en Margarita. Allá se ganó el apodo la primera base, un desastre. Yo lancé a prime- Nunca olvido que ese fue uno de mis sueños. del “Látigo”, porque levantaba muchísimo la pier- ra pero él iba corriendo levantando tierra. La Detrás del ejemplo del “Látigo” Chávez. Isaías na, a lo Juan Marichal. Un señor puertorriqueño primera base no vio el tiro y la pelota se fue. Chávez, a quien yo admiré tanto y que murió el me dijo: “Yo no recuerdo como se llamaba aquel Él siguió levantando polvo, y segunda, tercera.
  • 12. 12 CUENT OS D EL ARAÑERO Llegó a home, anotó en carrera. Imagínate tú, el primer taxi que pasaba. Y yo perdido en Cara- a los años mataron al señor para atracarlo. Bueno, barrio Coromoto. Nunca se me olvidan esas tre- cas, pero me iba a casa de mi tío Chicho Romero, yendo al Cine Arauca, caminando por esos barrios. mendas caimaneras. Ahí jugábamos todo el día que era chofer de un por puesto, de una camio- sábado y domingo. neta. Vivía con su mujer en la calle Colombia, de Catia, cerca del mercado. En una casita que Champ i on estaf ad or tenía una habitación, y un cuartico allá atrás. A n o t en ese zurdo Ahí llegaba yo. Me iba de azul y le dije al señor: Una vez en un torneo Interfuerzas quedé cham- “¿Cuánto me lleva hasta Catia en la calle Colom- pion estafador. ¡Fíjate tú!, me robé como siete ba- Recuerdo cuando decidí venirme a la Academia bia?”. “Cinco bolívares, vamos, un cachete”. ses en un torneo. Yo era rápido de piernas en eso Militar a probar suerte en la vida, porque que- Uno se montaba atrás, se quitaba los guantes, de salir a robar. Mi hija Rosa Virginia estaba pre- ría ser pelotero profesional. Resulta que me vine y mirando hacia los lados, viendo a Caracas. An- sente el día de las premiaciones. “Teniente Hugo sin permiso de mi papá. Él quería que estudia- daba asustado, era un veguero, pero del monte Chávez”. Salgo yo, y mi hija me pregunta: “Papá, ra en la ULA, en Mérida, que era más cerca de adentro. Yo vine a sentarme a ver televisión ahí, ¿qué es eso de estafador?, ¡explícame!, ¿cómo es Barinas. Yo quería ser ingeniero también. Pero chico, en esos años. Pues entonces pasaba por eso de estafador y no estás preso?”. ¡Imagínate agarré un maletín viejo donde metí los spikes, el el Cementerio General del Sur, miraba la tumba tú!, tuve que explicarle a mi negrita varias veces guante y la camiseta de Magallanes, vieja y raída del “Látigo Chávez”, me la imaginaba. El chofer, hasta que entendió. que me ponía de vez en cuando. Y me vine a Ca- en vez de tomar la autopista por los túneles, se A mí me encantaba que Encarnación Aponte racas a buscar a Chicho Romero, un tío político metió por la avenida Nueva Granada hasta el me diera seña a robo cuando estaba en primera que estuvo casado muchos años con una tía mía, cine Arauca. El viejo cine Arauca donde yo iba base, abriendo bastante ahí. Seña de robo cuan- hermana de mamá. Luego se separaron y él se con una novia que después tuve por ahí, en Pra- do el pitcher levantaba un poquito el spike y se vino a Caracas pero tío se quedó para toda la do de María. Ahí no había elevado, cruzamos a disparaba uno para segunda base. Una vez, una vida. Llegué a buscarlo a La Castellana, la casa la izquierda. Yo iba ahí, mirando hacia los lados, sola vez me robé el home. Recuerdo que fue en estaba sola, así que me quedé ahí esperando que nuevo, perdido, muy curioso. un campeonato nacional. Goyo, ¿recuerdas? En alguien llegara. Llegó mi tío como a las cuatro De repente veo a un muchacho jugando cha- Barinas, 1976. horas, andaba de chofer. Me dio un abrazo y pita. Y me digo: “Yo conozco a ese tipo”. Jor- Jugábamos contra Aragua. Yo era ya subte- preguntó que hacía por ahí. Esa noche dormí ge Ramírez, mi amigo, cuarto bate de nuestro niente; estaba en tercera base y el juego empa- en el carro de esa familia, en el asiento de atrás, equipo junior en Barinas, en Nacionales. Zurdo, tado. Encarnación Aponte, el manager, me dice: porque no había habitación disponible. Me tra- primera base y se había graduado conmigo cua- “Coge bastante, Chávez, que el catcher está medio taron muy bien, me dieron comida. tro meses antes de bachiller. Se vino a Caracas descuidado”, por no decir otra palabra. Resulta Al día siguiente Chicho me llevó a la Academia a estudiar creo que Farmacia, estaba esperando que estaba bateando Goyo Morales, era el short Militar y presenté mi exámen. ¿Sabes a quién co- cupo. Y le digo al taxista: “Señor, ¿usted se pue- stop de nosotros, buen pelotero. Yo abro bastan- nocí ese día? A Héctor Benítez, que es para mí un de devolver?” Dimos la vuelta por detrás de los te y cuando el pitcher lanza, agarro bastante te- padre. Siempre lo veo, estuvo en Cuba en el jue- edificios, ahí está la Gran Colombia, pasamos rreno y vuelvo a agarrar terreno. En una de esas, go que hicimos. Héctor fue, precisamente, quien de nuevo y le digo: “Párese aquí, por favor”. Y cuando el catcher va a devolverle al pitcher, se le me anotó en una lista ese otro día que Chicho me me quedo mirando otra vez al muchacho, y me cae la pelota como a un metro del home. Yo me lleva porque yo tenía una materia reprobada en digo: “Sí, éste es Jorge Ramírez, no tengo dudas”. voy disparado para home y me deslizo. quinto año. Venenito ayudó a eso, el profesor de “Señor, usted me puede esperar aquí, pero un El catcher busca la pelota y se lanza tapando el química. Saqué nueve en el examen final, así que minuto”. “No vaya a durar mucho, nuevo”, me home. Y hay una foto de ese robo del home. Apa- en la Academia no aceptaban con materia ras- dijo. Uno era tan nuevo que hasta los choferes le rece el umpire, que era un amigo que le decíamos pada. Pero nos probaron en el béisbol. Héctor decían a uno nuevo. “El Ganso”, y Goyo Morales está con el bate así, Benítez era coach de bateo del equipo de la Aca- Le llego a Jorge y me le pongo de frente. Él con el casco puesto, mirando la jugada. Y al fon- demia. Yo tuve suerte. Me lanzaron tres rectas no me conocía, chico. Yo estaba mucho más fla- do de la foto, detrás en la tribuna aparecen senta- pegadas y metí tres líneas hacia la banda dere- co de tanto trotar y hacer educación física, estaba das mi madre y mi novia Nancy Colmenares, mi cha. Recuerdo que Héctor Benítez dijo: “Anoten huesudo y con la gorra esa que me tapaba hasta primera esposa, madre de mis tres hijos mayores, ese zurdo”. Anotaron al zurdo Hugo Chávez y las orejas. ¿Qué me iba a reconocer? Y me dice a la que saludo afectuosamente. Es una foto así por eso entré yo a la Academia Militar de manera Jorge: “Y tú, ¿qué quieres?”. “Jorge, ¿no me co- como para la vida. Nunca la había visto hasta que temporal, mientras reparaba la materia. noces?”. Me quito la gorra, y me dice: “¡Hugo!”, Goyo Morales me la regaló un día en Barinas, y nos damos un abrazo. Él no sabía que yo era como diez años después: “Mira, Hugo, esta foto, cadete. “¿Qué haces?”, “¿dónde estás?”. No, “en qué foto”. Allá la tengo guardada, Goyo, muchas J uga nd o chap i ta la Academia Militar”. “¿Tú de militar?”. “Sí, vale, gracias, recuerdo de toda la vida. es que yo quiero jugar pelota aquí”. “Yo también Yo era recluta, cadete de primer año. Eso fue vale, yo voy a jugar pelota en alguna parte”. como en noviembre o diciembre de 1971. Salí Éramos unos “fiebruos” y estaba jugando chapi- ¡ S tri k e! de permiso un día. Era nuevecito y flaquito. ta. ¿Tú sabes lo que yo estaba haciendo a los diez La gorra me quedaba grandota y me tapaba has- minutos? Con un blue jeans que me prestó, unas Imagínate que el bateador esté ahí parado y el ta las orejas. Entonces uno agarraba un libre en botas de goma del hijo mayor de Josefa –a la que cuento que yo echo de un mayor. Él “pitchaba” y El Valle, donde hoy están esos edificios. Ahí no conocí ese día y a su esposo, tía de él–, pues jugan- cantaba. A mí me ponchó una vez allá en los pa- había edificios, eran casas y edificios pequeños. do chapita en el edificio Aroa. Ahí pasé cuatro racaidistas. Una bola por aquí, él mismo cantaba Longaray se llama eso. Por ahí pasaban los taxis. años jugando chapita, saliendo con los amigos, ca- strike, y uno reclamaba. “Mi mayor cómo va a Uno se paraba ahí vestidito de azul, impecable, minando hasta la esquina de la panadería, la he- ser eso strike”. “Strike, capitán, batee si puede”. con los guantes blanquitos y sacaba la mano al ladería allá, la licorería en la esquina que después Después le metí un foul. Y en dos strikes, un pi-
  • 13. HUG O CHÁV E Z F RÍAS 13 conazo, pero todo el mundo vio que picó la bola equipo que era mucho mejor que el nuestro. Me- Resulta que el bateador mete una tremenda antes del home, porque era softbol bombita, ade- jor “pitcheo”, bateo, mejor defensa, así que era línea hacia el right field, pero corta y de frente. más era caliche. Yo estaba cazándolo para me- una batalla muy dura. Yo estoy a cuatro pasos cuando veo la línea, así terle una línea entre dos, entre right y center field. Era el juego final de un campeonato militar. que regreso a pisar la base para hacer “pisicorre”. Pero la pelota picó como medio metro antes del Y Pompeyo me dijo: “Vamos a ganar este juego Piso la almohadilla pero, que va, es un movimien- home, y aquel caballero dijo: “Strike, ponchado”. así, chiquitico, con jugadas. Y el catcher, en cada to de devolverse a pisar y volverse atrás; ni que Yo coloqué el bate en el medio del home y me re- lanzamiento miraba a Pompeyo y era él quien le tú metas tercera, cuarta, retroceso, le metí hasta tiré, lo que me provocó una reprimenda. “Que es decía: “Curva”. Y señas: “Afuera”. Se ponía la mocha. Y además, venía el coronel Maneiro, que una falta de respeto”, me dijo: “Falta de respeto mano en la rodilla, aquí era adentro, allá afuera; estaba en segunda e hizo “pisicorre”. Viene como es la suya, que usted va a ponchar a uno así. No, una mano aquí, otra mano por el otro lado. Era una tromba y nos conseguimos en la tercera base: usted tiene que esperar, es el árbitro el que tiene impresionante, aquel hombre dirigía el equipo yo que había regresado a pisar para hacer “pisi- que cantar”. lanzamiento por lanzamiento, y comiendo cara- corre”, Maneiro que venía sin freno, y el tercera melos. Llegamos al séptimo ininng cero a cero. base de la Marina que mide como dos metros. Un Se nos cayó la defensa, rolling al short, tiro malo choque triple y yo quedé debajo de los dos. Bue- El gra n ausente a primera. Un toque de bola, el pitcher agarra, no, así que los muchachos que juegan al béisbol, tira mal a segunda. Entonces me dijo Pompeyo: cuando estén en tercera base, vean bien. Fue unos meses después del 4 de Febrero. En- “Así no se puede ganar. Más no puedo”. Y per- tonces pasó algo muy bonito. Hubo Juegos In- dimos el juego tres a dos. Hicimos después dos terfuerzas en agosto del ‘92. Me enteré por el carreras a punto de toque de bola, robo de ba- L a ban da con trari a periódico. Y yo, que iba a todos los juegos, es- ses, un hit and run, un squeeze play suicida, bueno, taba preso. Me dijo mi esposa entonces: “Mira casi ganamos el juego. Recuerdo que estaba lanzando en el Universitario que hay unos juegos y me invitaron que fuera”. ¿Jugar contra Pompeyo? Miren, ¡hay que a un equipo de Grandes Ligas ya retirado. Pensé Y le dije: “Anda, lleva a los niños, salúdalos”. Ju- ponerse las pilas! Fue manager del equipo de que me iban a entrar a palos. Estaba Antonio Ar- garon en Maracay. ¿Y tú sabes lo que hicieron? béisbol de la UCV durante muchos años y en mas, Víctor Davalillo, se metió Joselo. Le tiré una Ese otro domingo llegó corriendo a la cárcel mi la Academia Militar nos tocó jugar contra ellos. curva a Joselo que todavía está haciendo “cui cui”. hijo Hugo. Tenía como ocho años. “Papá, mira Cualquier jugada era posible. De repente con Yo le estaba dando no hit no run hasta el quinto in- lo que te mandaron”, una pelota con el trofeo dos outs, ¡pum!, toque de bola, y todo el mundo ning que viene Remigio y me metió una línea por “El gran ausente”. quedaba sorprendido. Doble robo, hombres en encima de segunda. ¿Te acuerdas? Traté de lanzar- Yo me puse a llorar de emoción. Allá tengo segunda y primera, robo retardado. Pompeyo te pegado, porque sé que tú eres muy hábil para esa pelota. Se había perdido. ¿Saben por qué?, Davalillo hacía eso, mandaba a hacer el robo re- batear la bola afuera hacia la banda contraria. porque el gobierno se enteró de la pelota. Mi es- tardado, y se volvía loco todo el mundo. Un día Una de mis debilidades como bateador es posa se la llevó para la casa y andaban buscándo- mandó triple robo retardado. Tres en base, sin que nunca aprendí a batear hacia la banda con- la. Iban a allanar la casa para llevarse la pelota, out, triple robo, toque de bola, ¡terror!, el otro traria. Yo halo la pelota hacia la banda derecha para dar de baja a los que firmaron. Eran to- equipo se aterrorizaba. Con un estratega como pero nunca aprendí a darle a la recta de afuera ha- dos los del equipo de softbol. Entonces le dije a ese, ya el otro equipo está temeroso; cuidado, que cia tercera base. Entonces Pompeyo Davalillo, Nancy: “Esconde la pelota”. La enterraron, esa cualquier cosa puede ocurrir. A veces incluso rom- que es un genio del béisbol, cuando jugábamos es una historia. Después la pelota se perdió. piendo las reglas. nosotros contra la UCV, en la Academia Militar, y Hace poco por allá en Mariara, iba por una Pompeyo Davalillo no quiso ir a la fiesta des- yo venía a batear, Pompeyo me quitaba la tercera calle en un camión, un poco de gente y una per- pués del juego de softbol. Quedamos empatados base. Ponía al tercera base a jugar en el “short”, sona: “¡Chávez, aquí está la pelota!”. La pelota contra la Unellez de Barinas, y me dijo: “Mira, y el “short” sobre la almohadilla de segunda; y se la llevaron no sé para dónde para esconderla. Chávez, yo lo que quiero es jugar dominó, chi- la segunda más acá, o sea cerraban el cuadro por Volvió después de quince años. co”. ¿Aquí juegan dominó también? Y se fue por ese lado. Pues, en una ocasión le toqué la bola allá a jugar dominó y perdió hasta la cartera. por tercera y me embasé. P o mp eyo D avali llo Error me ntal P el ota emb oscada Recuerdo a Pompeyo Davalillo, impresionante pelotero. Era el líder ahí en el dogout, sabía cómo Estábamos perdiendo por una, yo estaba en Esa noche veníamos juntos en el carro, Fidel y motivar a un equipo a dar la batalla, cómo tras- tercera con el empate y había un out. Pompeyo, yo, ya vestidos con el uniforme de béisbol. Nos cender lo individual. Nunca olvido a Pompeyo que es una fiera, me dice: “Chávez, anotas aun- paramos en la puerta, íbamos a entrar al estadio y sus jugadas, su maestría. Me tocó la maravi- que sea con un piconazo, cualquier cosa tú te cuando Fidel me dijo: “Hasta aquí llega mi caba- llosa oportunidad de ser su coach y asistente. Y vas para home, un “rolincito” al pitcher, te vas llerosidad, de aquí en adelante defiéndete como él me decía: “Chávez, si el juego es a las diez de para home”. Él me conoce, sabe que las piernas puedas”. Él me había dicho: “Mira, Chávez, te la mañana, deben tenerme el equipo a las siete mías se mueven rápido y el home en softbol está recomiendo que hagan carreras en los primeros en el terreno. Uno se acostumbró siempre a una muy cerca. Así que como él me dio esa orden… innings”. Eso yo lo analizaba y le daba la vuelta: hora antes, dos horas antes, pero ¡¿tres horas?! El pitcher lanza y yo tres o cuatro pasos, y re- ¿Qué me querrá decir éste con eso? ¡Claro! Te- Y era para conversar, mirando al adversario. gresaba rápido. Lanzaron dos veces a tercera. nía la emboscada preparada en el cuarto inning. “Mira, aquel que va allá es el center field, tiene Cuidado, quieto en tercera. En una de esas, Pero Fidel se vio obligado a adelantarla. buen brazo”; “aquel es el primer bate, batea la hermano, yo salgo igual, lanzamiento y agarro Estábamos dándoles batazos por todos lados recta de afuera”. Y hablando con el pitcher y con tres pasos. Tenía mi distancia bien medida para y adelantó la emboscada para el segundo inning. el catcher. En una ocasión nos enfrentamos a un regresar rápido. ¿Te acuerdas de Germán Mesa? Una barba así…
  • 14. 14 CUENT OS D EL ARAÑERO Y una barrigota. Y lo de Kindelán en primera. ¡Y Ustedes no me van a creer, pero yo le metí Castro pide tiempo –esto es verídico– y viene a cómo estaba de bravo Remigio Hermoso! Remigio un hit a José Ariel Contreras. Salió a pitchear hablar con el pitcher. Yo lo veo, me acerco a ver tomó en serio todo eso y se peleó conmigo como uno con una barriga grandota y una chiva pos- qué es lo que van a hablar, ¿no? Y oigo que le seis meses. Las relaciones se arreglaron cuando tiza, y era nada más y nada menos que este dice Fidel: “Mira, ¿no le puedes tirar más sua- vino con un montón de pelotas en una caja y le Contreras con una almohada por barriga. Yo ve a Chávez?, no le puedes dar un pelotazo a dice a Fidel: “Fírmeme todo eso”. Como cuatro lo veo que sale y digo: “Este gordo barrigón, Chávez”. Y dice Contreras: “Eso es lo más lento cajas le trajo. ¡Estaba muy bravo! “Hasta hoy lo ¿quién será?”. Me pongo a batear ahí y cuan- que yo puedo lanzar una pelota de béisbol, Co- respeté a usted”, le dijo a Fidel. do lanzó la primera recta, ¡fuaz! No la vi. Fidel mandante”. Y eran como 90 millas.
  • 15. DEL CUARTEL L o s Ceni c i entos Entonces yo agarraba un taxi y me bajaba en A veces uno se llevaba una arepa escondida la calle Brasil de Catia. Me quitaba el uniforme, en la gorra o por allá adentro, tú sabes. Varias ve- Uno salía el sábado si pasaba la revista de la unas botas de goma, un blue jeans, una franelita, ces pasé arepa de contrabando, sobre todo cuando limpieza de armamento. ¡Ay, ya, yai!, Primero una gorrita para que no me vieran el corte, que sabía que quien estaba de guardia en la preven- los sábados había trote a las cinco de la maña- lo conocían a uno por el corte de pelo. Entonces ción era un alférez buena gente. Entonces no na, a veces al cerro. Los últimos veinte no salían a jugar chapita en la esquina con los muchachos. había lío. Pero si era un alférez severo, ni loco para la calle, se quedaban encerrados. Después De vez en cuando una friíta ¿no?, en la tarde del uno llevaba una arepa. Aquel alférez me mandó del trote uno limpiaba el fusil. Uno le metía al sábado. En la noche una rumbita, alguna cosita a que me devolviera y que tenía que llevarle una fusil un guaralito por el ánima, la sacaba por aquí por allá. Pero resulta que a los cadetes las mu- arepa. Yo no tenía una locha, de dónde iba a sa- y le daba. Y otra vez “ra, ra, ras” con un poquito chachas nos llamaban “Los Cenicientos”. ¿Por car yo para comprar arepa, y si hubiera tenido de aceite para evitar que la pólvora se coma el qué?, porque teníamos que irnos poco antes de tampoco le compro la arepa. Bueno, me mandó cañón por dentro. Tenía que estar brillante como la medianoche, como la Cenicienta. Había que a darle la vuelta al patio, como cien vueltas di un espejo. “¡Nuevo, limpie el ánima que no se estar allá en la Academia a las doce de la noche, por la arepa esa. vaya a comer la pólvora el cañón!”. Y había que fin del permiso. Así que cuando uno estaba co- limpiar el conjunto móvil, quitarle la corredera. giendo calor, a las once de la noche, uno: “¡Ay, “No se te olvide, nuevo, limpiar el guardamano por me voy! Voy a vestirme de azul y a buscar un El rumor d e L a M uerta dentro. Porque por ahí te van a pasar revista con carrito y vámonos!”. un punzón y un algodón”. Si sacaba sucio, uno ¡Mire!, este tema de los rumores y como un ru- no salía para la calle. mor y otro bien planificado, de manera perversa, Así que después de pasar el trote, la limpieza La ar e pa de El Caviar puede alterar la paz, la tranquilidad de un pue- y la revista del armamento, de los dos fusiles: el blito, o de un grupo humano o de un país com- FAL, que es el de combate y el FN-30, el de desfi- ¿Quién se acuerda de aquella arepera? ¡El Caviar! pleto. Hay muchos ejemplos que uno ha vivido. le. Había que limpiarlos los dos, aunque el FAL Se acabó El Caviar, vale. Más de una vez tuve que Yo les voy a contar uno: es el más complicado por las piezas modernas darle como cien vueltas al patio. ¿Saben por qué? Cuando éramos cadetes había uno llamado que tiene. El FN-30 es mucho más sencillo. Ha- Había un alférez en la prevención que era un in- José María Morales Franco. Le decíamos Willy bía que limpiar el dormitorio y ponerlo brillan- moral. Uno venía de la calle y con el único bolívar Mora, un cadete muy famoso. Yo le guardo mu- te, había que limpiar el escaparate y arreglarlo. que le quedaba había pagado el carrito y llegaba a cho afecto y recuerdos. Coincidimos en el pe- A uno le pasaban revista de las franelas dobladi- comer una arepita ahí en El Caviar, antes de cru- lotón, nos hicimos amigos. Él era más antiguo. tas, las medias, arreglar los libros. Después de zar el puente donde se acababa la libertad, antes Varias veces salimos por Caracas de permiso, a todo eso, a mediodía estaba uno rompiendo la de entrar a la Academia. Viene un alférez de la pre- una fiesta. Él cantaba muy bien. Allá está en Ma- marcha a la calle. vención y me dice: “Mire, nuevo, arepa al fren...” turín, pidió la baja de teniente. Willy Mora era