1. LAS NUEVAS CONDICIONES LABORALES
El sindicalismo, fruto de dos siglos de luchas obreras está en crisis en todo el
mundo. Los sindicatos, debilitados, perseguidos, poco pueden ayudar y dios tiene
al parecer otras ocupaciones.
Ésta frase hace reflexionar hasta a la persona más optimista, hace dudar en el
sistema y en el manejo del capital humano.
Las empresas siempre han apostado por ganar más por menos, y hasta hace
algunos pocos años se creía en una estabilidad laboral con prestaciones y derechos
respaldados por un sindicato que los mismos trabajadores gestionaban. Pero es en
este punto coyuntural que éste interés de las empresas por tener cada vez más,
vuelve a atentar contra los derechos humanos que por naturaleza les
corresponden a los trabajadores, se trata de un proceso de nueva explotación,
condicionada aguantar o perder el empleo, de cualquier forma nadie es
indispensable para las empresas multinacionales quienes saben cómo tratar a las
personas en todos los niveles.
Se trata de conseguir el máximo beneficio con la menor inversión y el coste
mínimos de producción, por lo que los costes laborales (salarios) e incrementar la
productividad (más horas gratis), y aumentar los beneficios de las empresas de
manera exponencial.
Y si la empresa se ve amenazada o tiene problemas por ello solo cambia de
radicación.
Y un factor determinante que mueve ésta situación, es la angustia que se ha
vuelto universal, el miedo al desempleo. Los políticos y gobiernos dicen necesitar
a éstas empresas para que crean empleos, mismos organismos que protegen y
amparan a las multinacionales y hacen lo que sea para que las empresas se
instalen en su estado. Así sin medir consecuencias ni pedir votos a la población a
la cual gobiernan y como deber tienen asegurar el desarrollo digno e íntegro,
cambian si es necesario las mismas políticas de estado, disminuir sueldos,
disminuir impuestos e incluso reformas la ley de los trabajadores.
2. LA DESLOCALIZACIÓN HACIA EL SUR
Las zonas de procesamiento de exportaciones están creciendo a gran medida en el
mundo y el acceso a estas fábricas está prohibido a todo el mundo, menos a
quienes importan y exportan, el trabajo en estas zonas se caracteriza por la brutal
combinación de una tremenda intensidad y la ausencia de medidas de seguridad
laboral.
Trabajan con la condición común de “la negativa a trabajar horas extraordinarias
cuando es necesario constituye una falta que se castiga con el despido”, solo que
el trabajo constante de horas extraordinarias siempre es necesario, y para seguir
hay que seguir.
Impera la modalidad de emplear por medio de contratos, mismos que se deben
cumplir al pie, bajo muchas condiciones ocultas. Se trata de un salario de hambre,
donde las empresas argumentan que si lo suben ya no podrían seguir compitiendo.
Éste secreto “tsunami” social que arrasa con la salud, la vida de miles de personas
cada año se extiende a 70 países y emplea alrededor de 27 millones de personas,
según los informes de la OIT. Y a éste maltrato se le suman violencia física, abuso
verbal, acoso sexual, obligatoriedad a pedir permiso para todo, hablar esta
prohibido. Estos reductos de esclavitud se ocultan tras un manto de transitoriedad:
los contratos van y vienen sin aviso previo; el trabajo es a corto plazo y a menudo
no se renueva y la inseguridad e ignorancia hacen más fácil mantener la disciplina.
Éste tipo de industrias se definen por su precariedad esencial, construidas con
materiales baratos y hallados en suelos alquilados. Las llaman “golondrinas” zonas
donde reina el miedo.
Para atraerlas los gobiernos de los países empobrecidos ofrecen exenciones
impositivas, leyes tolerantes y los servicios de las fuerzas armadas, subastan sus
propios ciudadanos, fija el salario mínimo y se enfrentan uno con otro por
conseguir los contratos de producción, en lo que se ha llamado “carrera hacia el
fondo”.
Quienes no aceptan las condiciones de las empresas quedan excluidos del juego.
Quienes aceptan condenan a sus poblaciones a la esclavitud a cambio de participar
de la lógica del máximo beneficio. Quedando el estado sin recursos propios, sin
ganar nada con las empresas que se pasan a ser turistas económicos y no
inversores.
3. Nueve de cada 10 nuevos empleos en Latinoamérica corresponden al sector
informal.
LA DESREGULACIÓN EN EL NORTE
Aquí las cosas son diferentes, el límite máximo de horas de trabajo establecido es
de 48 horas semanales, ahora se convierte en la norma, una cláusula conocida
como “opt-out” con la que los trabajadores pueden ampliar la jornada
“voluntariamente”.
De esta forma las empresas se ahorran el pago de las horas extraordinarias. Ya
no se computa como jornada laboral las guardias de bomberos o médicos. La
jornada francesa de trabajo de 35 horas es un mito olvidado. Se creería que con la
llegada de las nuevas tecnologías se ahorra tiempo, dinero y esfuerzo, pero no es
así, esto no ayuda a los trabajadores a liberarse de su esclavitud sino a las
empresas multinacionales para acumular mayores beneficios. Y es que
desafortunadamente los trabajadores están aceptando trabajar por menos dinero o
trabajar más tiempo. Empresas como Wal-Mart y Gap contratan sólo adolescentes
que se conforman con el salario mínimo y que tienen menos de 20 años. Los
jóvenes aguantan todo y son muy productivos.
LA FLEXIPRECARIEDAD
La lógica supone que si a las empresas les iba bien, de igual forma a sus
empleados, pero así no se dan las cosas últimamente.
Se frece más a cambio de menos para ver quién trabaja el doble a cambio de la
mitad. La flexibilidad se esgrime como un principio universal de la racionalidad
económica. Pero este término, empleado de forma genérica, oculta que su
contenido es drásticamente distinto aplicado a la demanda o a la oferta en el
mercado laboral. Para la oferta, la flexibilidad es libertad para desplazarse
buscando beneficios fiscales, exenciones y salarios más bajos para obtener
mayores beneficios. En cambio, lo que aparece como flexibilidad del lado de la
demanda, supone precariedad de puestos de trabajo que aparecen y desaparecen
de la noche a la mañana, en tanto las reglas del juego de contratación y despido
cambian sin previo aviso.
4. Las condiciones actuales de trabajo se caracterizan por aumento de las cargas de
trabajo, hacer todo, controles opresivos y una ampliación de las jornadas
laborales.
La precariedad se ha convertido en un fenómeno y una condición estructural de la
globalización neoliberal y lo malo es que no es algo que se vaya a acabar pronto.
Se necesitan nuevas condiciones que promuevan hábitos y actitudes opuestas a la
ética del trabajo. Es la nueva economía basada en esclavos.
LA DESLOCALIZACIÓN “IN SITU”
Parece un mundo al revés, se argumenta que los derechos individuales de los
empresarios han de prevalecer sobre los individuos colectivos de los trabajadores;
que los beneficios de las empresas que consiguen unos pocos accionistas se sitúan
en un peldaño más arriba que los derechos sociales de la población trabajadora.
Las empresas nacionales no dejan de presionar para igualar a la baja de
condiciones laborales, limitando a otras empresas, exigiendo por lo tanto rebajas
salariales, prolongación jornada laboral, más flexinilidad.
LA CRISIS SINDICAL
El derecho a sindicalizarse se pierde cada vez más. Las acciones organizadas por
los sindicatos son sofocadas mediante la amenaza de la patronal de trasladar la
producción al extranjero. Exigen y casi siempre lo consiguen, a cambio de
mantener abiertas sus instalaciones. Las organizaciones sindicales, situadas en la
difícil encrucijada de aceptar las imposiciones de la patronal o aparecer como
responsables de la pérdida de puestos de trabajo, descubren que ya no discuten
por un par de puntos porcentuales para sus afiliados, sino por la propia
supervivencia de los sindicatos. Casi siempre los sindicatos intentan enfrentarse a
los intentos de chantaje y casi siempre pierden el conflicto. El resultado es un
grave escisión de la clase obrera. La flexibilidad y precariedad pone a los
trabajadores en condiciones de tal debilidad, con las condiciones de un contrato
precario, que hace casi imposible la sindicación y cualquier tipo de reivindicación
laboral. En este proceso de integración en el sistema, han surgido los términos
mágicos diálogo social y consenso social como elementos cruciales en la acción
sindical. Cuando los gobiernos llaman al diálogo social, lo que en la realidad
buscan es forzar a los actores sociales a entrar en un modelo de gobernabilidad de
tintes claramente neoliberales.
La lucha sindical actual no da resultados, las multinacionales ya saben como
clamarlos, como dominarlos, como exigirles y como seguir ganando más.
Los sindicatos y los derechos de los empleados están en extinción, si no es que se
hace algo al respecto, pronto, entre todos para todos y por todos.