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VOCES SILENCIADAS
La represión de la homosexualidad en el
franquismo
Mónica María Patiño Talavera
Alberto Serrano Martín
Historia España s. XX
2º Periodismo y C. Audiovisual. Grupo 53
® Copy Right, 2009. Todos los derechos quedan reservados para los autores del trabajo,
Mónica María Patiño Talavera, y Alberto Serrano Martín.
2
ÍNDICE
1. La génesis del odio ......................................................................................................3-10
a. Bases ideológicas de la represión .........................................................................3-5
b. Construyendo una identidad.............................................................................. 6-10
2. Contexto contemporáneo. La homosexualidad en los siglos XIX y XX. Revueltas y
manifestaciones. ......................................................................................................... 11-15
3. Homosexualidad en el franquismo.......................................................................... 16-54
a. ¡Cuidado! Un gay en casa. La aceptación social de la homosexualidad ......... 16-18
b. La jurisprudencia como arma legitimizadora de una injusticia social ............ 18-29
c. La medicina franquista: un ejercicio de inventiva..............................................29-39
d. La incidencia del SIDA ........................................................................................39-41
e. Lo antinatural, la BIBLIA y la relación Iglesia-Estado-Homosexualidad............ 41-50
i. La homosexualidad en la BIBLIA...............................................................42-45
ii. Cuatro argumentos eclesiásticos ............................................................46-47
iii. El franquismo: retroceso y estancamiento .......................................... 47-50
f. La homosexualidad y el cuarto poder............................................................... 50-54
4. Lucha entre iguales................................................................................................. 55-56
5. Bibliografía y Videografía ........................................................................................ 56-57
Anexos....................................................................................................................... 59-107
1. Un té y un brownie con Javier Ugarte..................................................................... 60-94
2. Charlas cálidas: Arnalte en la Berkana .................................................................. 95-107
3
LA GÉNESIS DEL ODIO
«No sé cómo decírselo. No puedo evitarlo, sé que está mal, pero no puedo ser de
otra forma. Pero no quiero hacerles daño. Porque ellos no lo entienden, y se van a
quedar destrozados. Y no puedo imaginarme darles ese disgusto. ¿Y si no me
vuelven a hablar? ¿Y qué dirán de mí en el barrio? No puedo contárselo, de veras
que no».
Todo esto y más se le pasa por la cabeza a un adolescente que se enfrente a la temida
salida del armario en nuestros días. Pero hubo un tiempo en el que este problema no era tal.
No lo era porque no había posibilidad de salir de ningún sitio. No lo era porque no entraba
dentro del menú de opciones. Lo único que quedaba era el exilio (interior o exterior) o
mantener una doble vida. Lo único que quedaba era la represión.
Si bien nada de esto es nuevo, sí que cabe preguntarse el porqué de esa represión
exacerbada. Saber qué intereses se escondían detrás de un hecho social de tal envergadura,
qué llevó a tantas y tantas injusticias, y qué dejó tantas vidas tambaleantes.
BASES IDEOLÓGICAS DE LA REPRESIÓN
El franquismo se sustentaba en tres pilares. Franco como Estado, como padre de la
patria; la Iglesia como guarda y custodia de la moral y negociadora de la salvación eterna; y el
ejército y la policía como músculo represor. La relación entre estos tres estamentos la resumió
perfectamente el escritor Javier Ugarte en una entrevista que reproduciremos en el anexo de
este trabajo:
«La Iglesia puso la moral, la ideología; y el Estado puso la policía [el ejército]
para conservarla» (Ugarte, Un té y un brownie con Javier Ugarte [2009])
El Estado tenía el interés de que la población creciese para hacerse más fuerte. Pero
este crecimiento podía ser afrontado de dos formas: cualitativa o cuantitativamente. Los que
eligieron la primera (nazismo), lo hicieron por miedo a un crecimiento maltusiano. De esta
forma, nacieron las teorías eugenésicas de mejora de la raza. Los que eligieron la segunda
4
(fascismo italiano, franquismo) salían de conflictos que les obligaban a reconstruir su país. Y
para ello necesitaban mucha mano de obra.
La temprana caída de sus aliados, obligó a Franco a adoptar nuevas posturas. De esa
forma, España salía de la autarquía. Y salía a un mundo dominado por EEUU, en feroz lucha
contra la URSS. Debía ganarse al nuevo jefe, y para ello, tenía que abrazarse aún más a una
institución con la que había mantenido una estrecha colaboración. Ahora, Franco va a adoptar
sus valores, dándoles a cambio el monopolio sobre la sociedad. El nacionalcatolicismo
responde a los designios del Vaticano, en su Concordato con fecha del 27 de agosto de 1953.
Los motivos que tenía la Iglesia contra la homosexualidad no divergían demasiado.
Buscaban un crecimiento exponencial de sus fieles, un mayor número de bautizos que les
permita competir con el resto de religiones. Por ello, toda práctica sexual que desperdicie el
semen se considera pecado. «Los hombres no se engendran principalmente para la tierra y el
tiempo, sino para el cielo y la eternidad» (Pío XI, encíclica Casti conubii, 1930)1
.
Frente a las corrientes médicas del momento que declaran la enfermedad del
homosexualismo como hereditaria, la alianza que dio lugar al fascismo clerical afirma la
homosexualidad como un vicio contagioso frente al que había que tomar medidas. Se
opondrán a la genética y, por tanto, la homosexualidad debe ser contrarrestada con la
sublimación, bien voluntaria, bien obligada.
La identificación de la homosexualidad como vicio derivará en identificación como un
delito, haciendo que a este respecto, la discriminación se superponga a la marginación. Nos
encontramos con un «doble repudio»2
: discriminados por la ley y marginados por la sociedad.
Esta doble estigmatización va a incidir en su falta de apoyos en otros grupos también
marginados. Era peor un hijo homosexual que un hijo comunista porque al repudio político-
legal de ambos, había que sumar el repudio social del primero. Esto es lo que retrasará su
adhesión a la Transición, más solidarizada con los presos políticos.
En este punto, la legislación crea la figura del delito sin víctimas. Son acusaciones
preventivas que penalizan a una minoría o a una subcultura con escaso poder de resistencia.
Ya Foucault había advertido que «el modelo contemporáneo de vigilancia se basa en la
observación de la conducta de los marginales, en lugar de la admiración pública de los
poderosos que caracterizaba al Antiguo Régimen»3
.
1
UGARTE, Javier. 2008: 61.
2
UGARTE, Javier. 2008: 17.
3
Ibíd. [Pág. 26]
5
La alianza nacional-católica dejaba la familia como única salida lógica. Tanto el
homosexual como el heterosexual, debía fundar un hogar y pagar a Dios y a la patria con
retoños para el ejército del cielo y el ejército de la tierra. Todos podemos recordar los premios
a los matrimonios más prolíficos, a los que recibía el mismísimo Caudillo, y aparecían a bombo
y platillo en el No-Do y en los medios televisivos y radiofónicos. El soltero no tenía lugar, no era
socialmente aceptado. El Estado se encargaba de restringir las opciones: familia o Iglesia. Es así
como muchos homosexuales han hecho su come out tardíamente, y la mayoría ni siquiera lo
ha hecho. Para las personas mayores, ya casi no tiene sentido. Al igual que con los
heterosexuales, en nuestra sociedad se considera que las personas mayores no tienen sexo.
El tercer brazo en discordia, el ejecutor, es la autoridad. El ejército es una institución
marcadamente viril, en la que el homosexual no tiene lugar. Es el ejemplo máximo de cómo se
afirmaba en el periodo gay la propia personalidad. El macho afirmaba su virilidad negándosela
al otro, «las identidades se definen por afirmación, pero se fijan por negación» (Guasch, 1991:
52-53). De esa forma, el marica u homosexual afeminado podía llegar a ser bien visto siempre
que se atuviese a los estereotipos prefabricados para él. Muchos policías caían en la tentación
de traficar con la homosexualidad ya sea mediante el chantaje o como una forma de diversión
y desahogo.
Ésa era la única puerta que podía tener abierta el homosexual. Un afeminamiento
extremo que le pusiese bajo el protectorado del control informal. Esta aceptación fue
especialmente significativa en Andalucía donde el trabajo temporal del jornalero hacía que el
marica tuviera una función social. Por un lado, podían trabajar en el campo como hombre. Por
el otro, podían trabajar en la casa como mujer. Y además, servían para desahogar a esos
jóvenes campesinos alejados de sus novias y con un futuro incierto sobre el que cimentar su
hogar. Porque,
«En nuestra sociedad son homosexuales las relaciones sexuales entre personas
del mismo género cuando a partir de ellas la persona construye una identidad
particular (…) Son homoeróticas aquellas prácticas sexuales entre personas del
mismo género que no suponen la construcción de una identidad específica. [Se
debe atender a] las consecuencias que tienen en la construcción del yo» (Guasch,
1991: 32)
6
CONSTRUYENDO UNA IDENTIDAD
Esta característica será la que determine la construcción de la identidad en el periodo
pre-gay. Siempre desde una perspectiva eurocentrista, tomando como referencia la
homosexualidad institucionalizada griega. En otras sociedades como los Nambikwara (y su
poético amor-mentira) tienen otras concepciones de la homosexualidad. Hay sociedades,
como la de Papúa Nueva Guinea, que ni siquiera conciben el papel sexual, y llegan a creer que
las mujeres, al quitarles el semen a los hombres, les quitan su fuerza, dando lugar a un
planteamiento interesante de la homosexualidad.
La antropología del sexo es abordada siempre de una manera tangencial, desde una
perspectiva holística por antropólogos como Margaret Mead o B. Malinowski. Uno de los
problemas con los que se debe enfrentar la antropología homosexual, a consuno con la falta
de especifidad de los datos (la marginalidad de lo sexual) y la dispersión que esto acarrea. Por
otra parte, el hecho de que la homosexualidad haya sido empleada por las naciones
colonizadoras europeas para estigmatizar a los pueblos bajo su dominio, no hace sino
complicar aún más su estudio
De esta forma se polarizarán las construcciones entre heterosexual/homosexual y
activo/pasivo. Bien hubieran hecho en escuchar a la célebre antropóloga, Margaret Mead
cuando dijo que «Cualquier sociedad que especializa a los tipos de personalidad por el sexo,
que insista en que cualquier rasgo está inevitablemente ligado al sexo, facilita el camino a un
tipo de desajuste muy grave. (Mead, 1981: 322)4
Y si al marica se le amparaba en el control informal cuando realizaba una función social
(al llegar a las grandes urbes, ya dejaba de desempeñar esa función, por lo que ya era
represaliado), al maricón u homosexual activo se le va a penar más duramente. En él, el macho
no puede afirmar su identidad porque no puede negársela al otro. Además, se siente
amenazado porque no puede categorizar a este tipo de homosexual (« [las sociedades]
aceptan o rechazan la homosexualidad en la medida en la que pueden categorizarla» (Cardín,
1984: 49)5
), y porque no puede defenderse de él al estar en igualdad de condiciones físicas.
Sufre, por primera vez, el miedo a la violación
Pero esta reacción es muy ambivalente ya que, cuando llegue el tardofranquismo y
llegue la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social (LPRS), cuando se coja a dos hombres con
4
GUASCH, Oscar. 1995: 49.
5
Ibíd. [Pág. 54]
7
las manos en la masa, el penado siempre va a ser el marica. Nunca un maricón, probable
cabeza de familia, y que tiene a su disposición mil y una escusas para justificar su conducta y
solicitar la clemencia del sistema represor.
Esto explica que la mayoría de represaliados fueran jóvenes obreros, sin dinero y sin
influencias. Los que tenían cuartos, vivían una doble vida que les resultaba hasta cómoda y
excitante. Podían viajar a lugares exóticos y podían usar sus influencias como último recurso.
La lógica de esta represión, por tanto, radicaba en que, encerrando al joven infectado,
evitábamos el contagio de la pandemia. Y podíamos usar, encima, la excusa de su juventud
como medio para enderezar el tronco torcido, y no quitar las ramas viejas.
Finalmente, en una sociedad en la que con la «agresividad fálica se somete y se compite
sexualmente por la mujer, y a través de la que se intenta someter (más simbólica que
realmente) a otro varón» (Guasch, 1991: 51); en una cultura basada en la fuerza, en el apretón
de manos y en las palmadas en la espalda (y no en las caricias como la japonesa), se genera un
subproducto inesperado: la loca.
Con la revuelta de Stonewall en 1969, la homosexualidad toma un giro radical,
adoptando una postura política. De esta forma nace el concepto de gay. Literalmente significa
alegre, divertido, en varios idiomas. Pero es mucho más que eso. Gay es un espíritu, una
reivindicación política, una forma de ser que reclama ser entre iguales. De este modo se inicia
el periodo gay.
Si anteriormente la homosexualidad se definía en términos de extrema feminidad, en
esta etapa se va a definir en torno a lo viril. De esta forma, surgirán las figuras del macho, el
blando, la loca, el carroza y el reprimido. Y de entre todas estas figuras, la loca va a ser
estigmatizada porque ahora ya puede elegir su identidad; y elige seguir bailando la sardina al
poder heterosexual. El conflicto es especialmente duro entre el macho (supuesto activo; el
macho no da cariño, el macho folla) y la loca (supuesto pasivo). Mientras, el blando se sitúa
como un paso intermedio, indefinido, que rememora características de la adolescencia.
Finalmente, todos se convierten en carrozas. El carroza es aquél que no ha aceptado su edad y
sigue comportándose como los jóvenes.
Aparte está el reprimido. Aquél cabeza de familia que se niega a reconocer su forma de
ser ya que se aleja de lo que él considera que es normal (y entre lo cuál cree estar). Frecuenta
el ambiente, pero también es estigmatizado por el resto. Cada uno de estos tipos son
predominantemente endógamos, es decir, no se relacionan sexualmente con los otros tipos (a
8
excepción del reprimido); sus relaciones son horizontales (especialmente las del carroza). Esta
tipología es émica o interhomófila, y está construida desde las categorías del actor social.
Pero de forma externa, también había tipologías construidas en base a categorías etics,
las del observador. Para estos observadores, el mundo homosexual se sigue dividiendo entre
activos y pasivos (maricón y marica), con la incorporación del travestí. Lo gay quedaba fuera de
su alcance. Normalmente, confundían el travestismo con la transexualidad. Mientras que uno
tiene profundas raíces psicológicas, conlleva un deseo de cambiar el sexo; el otro no suele
conllevar ni siquiera la homosexualidad.
A menudo, el travestí es heterosexual, y los demás homosexuales no se sienten ni
siquiera atraídos por él. El travestí está más bien dirigido a otros heterosexuales. Vende su
ambigüedad, su indefinición. Venden el “¿Tendrá?”. El travestí puede llevar unas prácticas
heterosexuales con su pareja heterosexual, incorporando elementos fetichistas en un juego
sexual. No tiene que ver con la psicología.
Desde esta perspectiva etic será donde se desarrollen las tipologías más excéntricas.
Desde las del célebre doctor Gregorio Marañón (latente, completa, profesional y neurótica),
pasando por las de los miembros de la escuela de Chicago, Allan Bell y Marcel Weinberg
(emparejados cerrados y abiertos / funcionales y disfuncionales / asexuales), hasta llegar a los
cuarenta tipos de Richard Hauser. En verdad, intentar realizar una tipología de la
homosexualidad resulta fútil, ya que homosexualidades hay tantas como homosexuales. La
necesidad de realizarla se cimenta en un intento de aprehensión del universo por parte del ser
humano, para lo cual debemos simplificarlo. Es lo mismo que pasa con la creación de
estereotipos, e incluso, con la creación de roles de género tipificados. Es por eso por lo que las
personas ambiguas en cuanto al género son, en muchas ocasiones, estigmatizadas.
En este periodo surgen voces que empiezan a reclamar justicia. Incluso voces que
pretenden darle la vuelta a la tortilla. Así es como surge la ‘teoría de los genios’, según la cual,
todos los grandes genios de la historia serían homosexuales ya que el homosexualismo
conlleva cierta superioridad artístico-sensible (Da Vinci, Lorca, etc.). O la atrevida proclama de
Carpenter, en la que asegura que el sentimiento amoroso del uranista (el que tiene alma de
mujer, según estipuló Ulrich en 1860), es más un asunto del corazón que de placer. Incluso la
afirmación de que todos los bisexuales son homosexuales reprimidos, y hasta que todos los
heterosexuales son homosexuales reprimidos,
El nuevo periodo elimina la clandestinidad, y convertirá el universo homosexual en un
mercado que se cuantifica por orgasmos conseguidos en base al esfuerzo invertido. Un
9
mercado en el que el carroza ya no puede hacer más que pagar los servicios de profesionales,
más conocidos como chaperos. La juventud se convierte en un activo codiciado en este
mercado que empieza en el bar, pasa al disco-bar, llega a la discoteca, y termina en la sauna.
Las instituciones se delimitan. Si en el periodo anterior, el único medio que tenía el
neófito para introducirse en este universo era la calle (entiéndase también las estaciones
ferroviarias, los urinarios, el parque, el campo, la playa, el cine, etc.), mediante la famosa
carrera6
, en este periodo, las instituciones van a jugar un papel importante. Eso no quiere decir
que se desplazase la calle como elemento introductor del neófito. Pero los peligros que ésta
conllevaba anteriormente, se multiplican ya que ahora no sólo hay que saber cómo hacer
señas a entendidos sin ser advertidos por los demás heterosexuales que desconocían los signos
homosexuales. Ahora hay que saber hacerlos a la persona a quien vayan dirigidas, sin que
exista la posibilidad de que otro entendido las malinterprete y se pueda montar una escena.
Si a esto le sumamos la creación de un mercado abundante con instituciones
delimitadas, no es de extrañar que pierda importancia la antigua necesidad de una red social
homosexual para efectuar la sociabilización. Anteriormente, el varón iniciado integraba al
neófito en una red social (a menudo a cambio de favores sexuales), le presentaba a sus
hermanas, el grupo más íntimo en el que las relaciones sexuales internas están prohibidas.
Para reconocerse en la calle, debían (y deben) guiarse por tres características: actitud,
apariencia y contexto. Los lugares en los que se iniciaba la sociabilización eran marginales en
cuanto al espacio y/o en cuanto al tiempo.
Las nuevas instituciones están más destinadas a satisfacer las demandas del mercado
sexual que del social. Se generan dos regiones bien marcadas: la posterior (en la que se
prepara la acción) y la anterior (en la que se ejecuta la acción). Sólo la loca muestra la pluma
en la región anterior. La distribución espacial está estructurada en base a la exhibición y al
control. En los locales de ambiente empezó por darse un oscurecimiento lumínico, hasta que el
VIH hizo su aparición. A partir de ese momento, se empezó a subir la intensidad lumínica.
Entre las nuevas instituciones destaca la sauna. En este espacio lo prioritario es la
relación sexual. Se componen de cuarto oscuro, saunas de vapor (con la misma finalidad e
intensidad lumínica que el cuarto oscuro), largos pasillos a forma de laberintos, cine erótico,
bar y, por supuesto, cabinas donde terminar la relación sexual. Pese a la promiscuidad
6
Vocablo homófilo que designa la actividad del ligue callejero. Su nombre se debe a los parecidos con la
carrera desarrollada por la prostituta para captar clientes. Pero, mientras que la prostituta realiza su
ritual de exhibición para el público en general; el homosexual la realiza para un sólo varón previamente
seleccionado. La elección es posible para el homosexual, no para la prostituta.
10
reinante, los buenos modales persisten; y pese al exhibicionismo dominante, la toalla o
taparrabos se convierte en normativo, situando a todos es un mismo plano. Al contrario que
en otros países, las relaciones sadomasoquistas no son usuales, y cuando se realizan, se hacen
en ambientes exclusivos y excluyentes de alto standing.
Pero este salto cualitativo que se da con la llegada del periodo gay no se hará efectivo
en nuestro país hasta después de la Transición. Precisamente, a la cabeza de las primeras
manifestaciones (la del Orgullo Gay en 1977, Barcelona), se sitúan travestís y locas y se exalta
la femineidad en un tono burlón con el famoso grito unitario. Pese a que algunos han
considerado esto como una rémora a la hora de construir una nueva identidad no gregaria de
otras estructuras preexistentes, como la heterosexista; otros lo interpretan, simplemente
como que los más atrevidos, los que se atrevieron a levantar la voz, son los que han abierto la
puerta a muchos otros. Así nos lo decía Arnalte en nuestra conversación:
«… cada homosexualidad es distinta, y la gente menos convencional, por así
decirlo, es la más visible. Pero de hecho es la que ha abierto la puerta. No es que
hubiera más, sino que los que había eran los que abrían la puerta y luego venían
todos los demás que no salían en la foto y que decían ‘es que no me identifico con
esto’, pero es esa gente la que verdaderamente, al dar la cara, abrió el grifo»
(Arnalte, Una cálida charla: Arnalte en la Berkana [2009]: 10).
En definitiva, la interacción de la subcultura «homosexual» con la cultura madre ha
sufrido numerosos cambios. Para entenderlos, es preciso recurrir al utilitarismo que se
encierra tras toda ideología. Y es que, como concluyó Ugarte en nuestra charla:
«Esos preceptos [de la Iglesia] (…), lo(s) tiene(n) porque tienen una utilidad
muy evidente y muy contrastada por los siglos. Mientras sigan teniendo esa
utilidad, no los va a abandonar porque le proporciona lo que busca. Por lo tanto,
cuando alguien utiliza un instrumento y ese instrumento tiene lo que quiere, ¿por
qué lo va a cambiar?» (Ugarte, Un té y un brownie con Javier Ugarte [2009]: 18).
11
Contexto contemporáneo. La homosexualidad en
los siglos XIX y XX. Revueltas y manifestaciones.
A finales del siglo XIX la homosexualidad se introdujo de lleno en la ciencia, donde
hasta el momento no había sido objeto destacado de estudio. Dentro de ella, la biología se
dedicó a investigar el fenómeno de las relaciones entre personas del mismo sexo.
Así se comienza a indagar para poder identificar y clasificar a los individuos que
realizan estos actos y lo que les guía a hacerlos. A mediados del siglo XIX encontramos la
figura del doctor Ambroise Tardieu, miembro de la Facultad de Medicina de París y del Comité
Consultivo de Higiene Pública, que elaboró una determinada imagen del sodomita, por
entonces denominado pederasta. En 1857 publicó Étude médico-légale sur les attentats aux
moeurs, donde señala diversos puntos que indican cómo es este individuo: elementos
antropológicos (el físico y órganos sexuales), psicológicos (sensibilidad y carácter) y sociólogos
(estilo de vida, códigos de identificación y vocabulario). Gracias a este estudio se generó un
estereotipo del pederasta-sodomita que incluso conserva parte de la sociedad en nuestros
días.
Además destacó que si un hombre deseaba a otro lo hacía porque se sentía como una
mujer, por ello se vestía, se movía o hablaba de manera similar a ella (es decir, todos los
homosexuales son afeminados y no tienen las características típicas de un hombre). Se podía
reconocer al pederasta porque le gustaban las joyas, los perfumes, los adornos, cuidaba su
peinado y apariencia o por cómo movía la cadera. También compartía rasgos con la
personalidad femenina: era vanidoso, propenso al chismorreo o a la inconstancia amorosa.
“Sus formas anatómicas delataban las «prácticas nauseabundas» a las que se
entregaba en la intimidad. El aspecto redondeado de las nalgas, el relajamiento
del esfínter, y el ano en forma de embudo denotaban el gusto por la sodomía
pasiva: lo mismo que los dientes muy cortos, los labios abultados, invertidos y
deformados eran síntoma inequívoco del hábito de la felación. Se trataba de un
monstruo, que no tardaría en convertirse en objeto preferente de análisis de la
teratología, la ciencia encargada del estudio de las aberraciones de la
naturaleza”.7
7
En clave gay (FUENTES, Pablo. Pasado y presente de la homosexualidad), 2001: 44-45.
12
Más tarde la medicina estableció un nuevo concepto para definir concretamente la
sodomía o la pederastia entre personas del mismo sexo: homosexual (o incluso invertido). A
comienzos del nuevo siglo comienzan a tenerse en cuenta los sentimientos de esa persona,
pero esto no quiere decir que se suprima la hipótesis de que la homosexualidad es una
enfermedad, sino que adquiere más importancia el estudio psicológico y de la personalidad del
sujeto.
En estos momentos los gays están maltratados en todos los aspectos sociales: la religión
los repudia y condena la infierno (antinatural), la psicología los considera enfermos mentales,
la justicia criminales y la medicina el sujeto de una enfermedad (según el país e institución
varía su carácter: hereditaria, genética, congénita o adquirida).
Desde 1870 el homosexual es un degenerado en todos los ámbitos, por ello el estado
toma parte en su condena y lo convierte en un grave delito. Las autoridades los identifican,
aíslan, tratan, condenan o eliminan para proteger a la sociedad. El ejemplo más claro es el
proceso contra Oscar Wilde en los años finales del siglo XIX.
Los diferentes colectivos, bares y clubs en los que podían (y pueden) reunirse y
organizarse en pequeños colectivos los homosexuales han existido en diferentes etapas de la
historia; sin embargo, no fue hasta el siglo XIX cuando se estructuraron las primeras
organizaciones públicas que luchaban a favor de sus derechos. Podemos decir que el primer
activista del que tenemos constancia en esta época, y que se organizó para poder defender
otros modelos de sexualidad diferentes al tradicional fue Karl Marie Benkert. Él escribió una
carta al ministro de justicia de Prusia tras la redacción de un nuevo párrafo para el Código
Prusiano (artículo 175) que condenaba los actos homosexuales. En la carta Benkert, ayudado
por su amigo polígrafo Karl Heinrich Ulrichs, justificaba su posición gracias al Código
Napoleónico desarrollado en 1810 y que se había extendido por toda Europa, en el que estos
actos habían quedado despenalizados. Sin embargo, su llamada llegó a oídos sordos.
No fue hasta 20 años después cuando el neurólogo alemán Magnus Hirschfeld fundó el
Comité Científico y Humanitario (15 de mayo de 1867), que fue la primera organización para la
defensa de los derechos de los homosexuales. Llevó a cabo diversas actividades, conferencias,
congresos, debates públicos, folletos informativos y envió cartas a altos cargos del gobierno
para concienciar a la sociedad sobre el tema. Gracias a su labor se fueron estructurando
nuevas asociaciones en Alemania, de las que la más destacada fue la Comunidad de los
Especiales. Estos movimientos adquirieron mayor relevancia y se internacionalizaron. Así fue
como nació en 1911 una filial de esta agrupación en Holanda y en 1914 otra en Viena. En
13
Londres, impulsada por el doctor Havelock Ellis y el escritor Edward Carpenter, se crea la
Sociedad Británica para el estudio de la psicología sexual con un importante subcomité
dedicado a atender los problemas que puedan sufrir los homosexuales.
Tras la I Guerra Mundial, en julio de 1919, Hirschfeld y sus colaboradores fundan el
Instituto de Ciencia Sexual (ICS), donde se crea un gran archivo con materiales de todo tipo
para el estudio de la sexualidad humana, pero enfocado sobre todo a la homosexualidad.
También se desarrollaron “Ligas de Amigos” y empezaron a editarse publicaciones para
homosexuales.
En 1928 Hirschfled participó en la fundación de la Liga Mundial para la Reforma Social
que coordina congresos internacionales y publica la revista trimestral Sexus y encabeza el
movimiento social y legislativo europeo, entre 1928 y 1932. A finales de este último año había
alcanzado más de 130.000 afiliados, sin embargo, pese a su gran presencia social no logra
sobrevivir al ascenso del nazismo, el cual consiguió clausurar los centros y disolver las
organizaciones.
El 6 de mayo se inicia la “Semana de la Gran hoguera”, durante la que se queman los
archivos y materiales del ICS. Además, los nazis dan muestra de su repudio hacia el
homosexual incrementando la dureza de la ley que este colectivo había intentado derrocar. Se
amplía el artículo 175 y se establecen como acto punibles: besos, abrazos, caricias, fantasías y
deseos eróticos. Con esto lo que se pretendía lograr era suprimir una forma de ser y de sentir
(ya que eran unos degenerados y sólo perjudicaban a la sociedad).
En 1937, Himmler el comandante en jefe de las SS (Schutzstaffel), establece que los
homosexuales deben ser enviados a campos de concentración de nivel 3, en los que los
prisioneros realizan trabajos duros y agotadores hasta su muerte (la esperanza de vida se
contaba en semanas). Además, en muchos campos son torturados y utilizados como cobayas
para experimentos y nuevos tratamientos médicos.
Pero no sólo el nazismo alemán se dedicó a hacer desaparecer a los homosexuales, el
Partido Comunista ruso también la consideró una degradación social y moral, pero en este
caso, era consecuencia del capitalismo, por lo que no podía existir en una sociedad como la
promovida por el comunismo.
La II Guerra Mundial silenció los movimientos que hasta entonces habían surgido en el
período de entreguerras. Tras ella se desarrollaron de nuevo estas organizaciones en los Países
Bajos, Francia y Estados Unidos. Por ejemplo, en 1946 se forma en Holanda, con los miembros
14
de asociaciones anteriores supervivientes de la guerra, Vriendschap que comienza a organizar
actividades a favor de este grupo.
En 1954 André Baudry funda Arcadie, nueva revista que lucha contra la legislación
antihomosexual de la República francesa de Vichy, más tarde reforzada por el presidente De
Gaulle. De 1960 a 1970 presta ayuda a los grupos homosexuales que han surgido en Cataluña,
bajo el represivo régimen franquista.
En Estados Unidos surgió la organización Mattachine (creada por Harry Hays y varios
amigos) para ayudar a los homosexuales a aceptar su orientación sexoafectiva. En 1953 se
enfrenta al senador McCarthy y al Comité de Actividades Antiamericanas, que había
desarrollado una severa política contra comunistas y personajes con tendencia subversivas,
dentro de los que se encontraban los homosexuales.
En este clima de lucha, aún muy hostil a la homosexualidad se hacen públicos los
resultados del informe Kinsey de 1948, el cual señalaba que el 37% de los hombres había
mantenido al menos una experiencia homosexual a lo largo de su vida, de los cuales el 13%
había mantenido más experiencias homosexuales que heterosexuales y un 4% sólo
homosexuales. Estas estadísticas llevaron a una cierta normalización de la homosexualidad, ya
que aparentemente era mucho más común de los que se había dicho hasta el momento.
Otros sucesos que contribuyeron a introducir la homosexualidad dentro de la vida
cotidiana fueron: la llegada del preservativo o anticonceptivo y su popularización y la
intromisión de la mujer al mundo del trabajo; ambos ayudaron a impulsar la separación entre
placer y reproducción y, de este modo a hacer lícita la búsqueda del primero en una relación
sexual, no sólo la procreación.
De 1965 a 1980 surge un nuevo movimiento homosexual, el cual pretendía lograr las
libertades públicas para este colectivo. En Francia se encontró asociado a la revolución de
mayo de 1969, en España a la Transición de la dictadura a la democracia y en EE.UU. a la lucha
por derechos civiles y a la proclamación del feminismo. Estas agrupaciones son mucho más
radicales; además de atacar la leyes antihomosexuales que existen en la sociedad, también
acometen contra la identidad capitalista, el patriarcado y el heterosexismo. Como su emblema
encontramos las manifestaciones ocurridas tras Stonewall.
El movimiento homosexual como hoy lo conocemos tiene su origen en el intento de
cerrar el bar Stonewall Inn, en el que se congregaban habitualmente homosexuales, el 28 de
junio de 1969, en el barrio de Greenwich Village, en Nueva York. Esto provocó un grave
15
enfrentamiento cuasibélico entre las autoridades (la policía fundamentalmente, aunque más
tarde repercutiría en la política) y los homosexuales que se prolongó hasta el 2 de julio.
Era una redada rutinaria, pero gracias a la gran cantidad de homosexuales que
acudieron a la zona tras conocer el suceso, se convirtió en el detonante de una revolución civil.
La manifestación que trajo consigo se pudo llevar a cabo porque ya existía desde hacía tiempo
una organizada subcultura en este colectivo (desde inicios del siglo XX se han formado
asociaciones que buscan la igualdad independientemente de la orientación sexoafectiva de la
persona).
El año después de la revuelta se conmemoró el hecho con una multitudinaria
celebración, en la que surgió el movimiento que hoy conocemos como Orgullo Gay, es decir,
proclamar la visibilidad y no sentirse avergonzado de mantener una orientación sexoafectiva
diferente a la que se lleva proclamando varios siglos.
A partir de los años 70 las manifestaciones y revueltas a favor de la identidad gay y de la
igualdad de derechos se multiplican por todos los países desarrollados. En España la primera
manifestación con este objetivo la encontramos el 28 de junio de 1977 en Barcelona. Fue
convocada por el Frente de Liberación Gay de Cataluña, con el objetivo de defender la
homosexualidad. Estuvo encabezada por transexuales y travestis, que fueron los que más
padecieron las cargas policiales que se produjeron durante el acto.
Durante las décadas posteriores, los años 80 y 90 la visibilidad gay se hizo patente,
aunque aún con grandes reservas por parte de la sociedad que los reconocía y de los propios
homosexuales que exigían la igualdad. En estos complejos y difíciles años también se extiende
el SIDA entre toda la población y el origen y transmisión de la enfermedad cae en manos de los
homosexuales, aunque este tipo de relaciones no sean la única fuente de contacto. A pesar de
ello, el colectivo gay logró superar todos los obstáculos hasta alcanzar la situación actual, en la
que la homosexualidad es aceptada por la mayoría de la población joven y respetada por gran
parte de la adulta.
16
HOMOSEXUALIDAD EN EL FRANQUISMO
¡CUIDADO! UN GAY EN CASA. LA ACEPTACIÓN SOCIAL DE LA HOMOSEXUALIDAD
La situación de la sociedad en torno a la homosexualidad ha variado mucho con el
tiempo. Si en Grecia y Roma era normal y habitual, en los siglos XIX y XX, además de en la
dictadura franquista que nos ocupa ha sido despreciada. Este desprestigio e incluso fobia que
se ha desatado sobre las relaciones entre personas del mismo sexo comienza en las leyes y la
política desarrollada por los dirigentes de cada sociedad.
Como señala Javier Ugarte, la igualdad debe iniciarse desde la política, desde las normas
y derechos que afectan a todas las personas y que nos hacen ser iguales ante las instituciones,
la justicia o el trabajo. Así, lo que primero debe hacerse para alcanzar esta paridad es suprimir
las posibles desigualdades que presenten las leyes de una civilización. De este modo, después
será mucho más fácil enfrentarse a las discriminaciones sociales y laborales porque se parte de
una base legal.
Cuando se alcanza la igualdad jurídica y desaparecen los castigos legales sobre los
homosexuales la sociedad comienza a aceptar esta predilección afectiva como parte de su
civilización. Pasados unos años desde la supresión de castigos, será un hecho aceptado por
todos, si exceptuamos las minorías radicales que seguirán poniendo en duda estas relaciones.
Así, la homosexualidad se introducirá poco a poco en la sociedad. Esto es lo que ha
pasado en la mayoría de los países europeos, por ejemplo. Es cierto que no se ha alcanzado la
igualdad legal total nada más que en Países Bajos, ya que el matrimonio y la formación de
familias de homosexuales sigue generando conflictos, pero no hay duda de que la situación ha
mejorado desde el franquismo. Ahora los homosexuales no tienen porqué esconderse y
pueden reclamar sus derechos sin miedo a que les tachen de pederastas, pervertidos,
monstruos y muchos otros descalificativos.
Aunque los homosexuales sean una minoría deben ser tenidos en cuenta en la
actualidad, porque eso es lo que proclama la democracia: la igualdad de todas las personas sin
importar gustos, razas o ideas. Otro problema que se plantea al no otorgar la igualdad a las
minorías es la inexistencia de correspondencia entre la ciudadanía y la nacionalidad de estos
individuos. Es decir, pertenecer legalmente a un país y una sociedad desde que naces
(nacionalidad), pero sin tener los mismos derechos que los demás ciudadanos (ciudadanía), ya
17
que el hecho de ser homosexual plantea varios problemas legales, como el matrimonio, o la
creación de una familia.
Además de este problema la homosexualidad ha planteado muchos otros a las personas
con estos sentimientos: rechazo familiar y el propio, por lo que se cree que es (un monstruo),
la necesidad de esconderse para no ser considerado un criminal, la discriminación laboral o
agresiones físicas y psicológicas entre otros casos.
El miedo al rechazo de su familia no permitía en muchos casos al homosexual revelar sus
sentimientos a sus parientes, ya que ellos mismos podrían actuar de verdugos. Podían ser
quienes avisasen a las autoridades de que un desviado estaba en su familia y que debía ser
juzgado. Incluso hubo periodos en los que se llegó a considerar que la homosexualidad podía
transmitirse de generación en generación, por lo que era necesario aislar a los que ya existían.
En lugar de encontrar apoyo y ayuda en tu familia encontrabas rechazo y lejanía que podían
conducirte a ser condenado como un criminal simplemente por tus sentimientos.
Este rechazo se acrecentaba en los pueblos, donde todos los residentes se conocen y es
muy difícil pasar desapercibido si los rumores empiezan a mencionar la existencia de un
pervertido. Las tradiciones son mucho más estrictas, al igual que la libertad está mucho más
coartada. Por ello el número de casos de homosexualidad en las zonas rurales es muy inferior
al de las grandes ciudades, que permitían a la persona aceptar e incluso formar su identidad
personal sin rechazar sus sentimientos.
A pesar de ello en el campo también llegaron a crearse lugares de encuentro en los que
se reunían círculos de amistades que tenían en común su orientación sexoafectiva, aunque en
una proporción muy inferior a la ciudad. En el pueblo siempre había más problemas para
reconocer lo que se sentía, además del adoctrinamiento desde la niñez en el que te enseñaban
que no era normal enamorarse de una persona de tu mismo sexo ni tener relaciones con ella,
que era una abominación.
El polo opuesto a las estrictas normas de un pueblo era la gran ciudad. Allí los
homosexuales no tenían que ocultarse continuamente ni renegar de sus sentimientos. En la
ciudad se escapa del control del entorno que se produce en las pequeñas poblaciones, en
muchos casos no sé sabe ni quiénes son tus vecinos, ni mucho menos qué hacen, a dónde van
o de dónde vienen.
La subcultura homosexual que sí existía en las ciudades tenía varios puntos a destacar:
los gays podían exponerse sin miedo en determinados lugares y conocer a personas con los
mismos sentimientos, de forma que ya no se considerasen un desecho de la sociedad, había
18
más personas que se sentían de la misma manera. Estos lugares eran los cafés, bares o
tabernas, generalmente zonas en las que predominaba la vida nocturna. Esta tendencia es
mucho más fuerte en los primeros años del siglo XIX que a mediados del mismo siglo. Después
de estas fechas la homosexualidad volvía a verse relegada a la inexistencia teórica dentro de la
sociedad. Sólo podía mencionarse esta orientación en los lugares de copas donde se reunían
ellos mismos.
Los amigos sustituyen a la familia, ya que en ellos sí se encuentra comprensión y respeto
a lo que se es, no es necesario aparentar algo distinto. Estos amigos, durante la dictadura
franquista y cuando la represión era mayor, solían corresponder al mismo colectivo y reunirse
en los bares y clubs que ya hemos indicado. Los amigos se convierten en la nueva familia que
da consejos y apoya.
No fue hasta la decadencia de los totalitarismos del siglo XX, cuando empezaba a
proclamarse la democracia el momento en que se vislumbró de nuevo la existencia real de
este colectivo. Los totalitarismos, y por lo tanto el franquismo, establecían unos estereotipos
concretos para las personas, lo que privaba la libertad personal y no permitía avances sociales,
ya que nadie debía desmarcarse de los demás, todos debían ser iguales y hacer todo según las
reglas establecidas. Y en esas normas lo único permitido era la heterosexualidad que diese más
población al país, no la estéril y depravada homosexualidad.
LA JURISPRUDENCIA COMO ARMA LEGITIMIZADORA DE UNA INJUSTICIA SOCIAL
El derecho se ha utilizado en no pocas ocasiones como la legitimación de nuestro
derecho a cometer injusticias. Eso es lo que sucedió, en gran medida, durante el franquismo.
Se usaban argumentos incoherentes y cínicos para justificar un odio al homosexual.
Las principales leyes que reprimían la homosexualidad fueron: la tristemente célebre
Ley de Vagos y Maleantes (LVM) del año 54, que reinterpretaba la original, aprobada en la II
República; y la cínica Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social (LPRS), aprobada el 4 de
agosto de 1970.
Durante la dictadura de Primo de Rivera, la homofobia encontró dos vías legales: el
Código Penal de 1928 que en su artículo 616 tipificaba los delitos contra el pudor con personas
del mismo sexo de forma habitual o escandalosa con multas de 1,000 a 10.000 pesetas e
19
inhabilitación para ejercer cargos públicos entre 6 y 10 años; y el artículo 69, que reformó el
delito de abusos deshonestos agravándolos si quien los cometía era una persona del mismo
sexo que la víctima.
La LVM del 33, la original de la II República, no penaba directamente la
homosexualidad. En ella, se contemplaban el exhibicionismo, la corrupción de menores y el
escándalo público. Esto no quiere decir que el homosexual tuviera carta blanca, ni mucho
menos. Como veremos a lo largo de este apartado, la arbitrariedad y la hipocresía han
predominado (y predominan) en la justicia patria. De esta forma, era frecuente que el juez o
policía de turno encontrase escándalo público en relaciones homosexuales, así como que se
aplicara la justicia con una mayor dureza en la corrupción de menores si el corruptor era
homosexual.
Tampoco el Código Penal de 1932 contemplaba la homosexualidad como figura
jurídica. Tan sólo se tipificaba como delito en el Código de Justicia Militar. Los avances
conseguidos en este tiempo se vieron truncados con el alzamiento, que trajo cuarenta años de
oscurantismo para la sociedad española, y casi más de cincuenta para la comunidad
homosexual, que empieza a conseguir sus derechos legítimos hoy día.
Tras la guerra, el bando franquista tenía muchos problemas de los que preocuparse
antes de dedicarse a la homosexualidad. Los represaliados políticos iban primero. En este
periodo que va de 1939 a 1954, la homosexualidad en sí no constituye delito alguno. No
obstante, extraoficialmente, la policía tenía carta blanca para represaliar ateniéndose a
aquéllos actos que salieran del ámbito privado (en cuanto eran conocidos por la policía, ya
dejaban de ser privados) y tuvieran repercusión social (¿era bastante repercusión el
conocimiento por parte de una sola persona que, naturalmente, se escandalizaría ante
semejante acto contra natura?). Es decir, se penaban los abusos deshonestos, la corrupción de
menores o el escándalo público.
Otras leyes aprobadas en este periodo son la reforma del artículo 431 del Código Penal
de 1944 y la del delito contra el honor, tipificado en el artículo 298 del Código de Justicia
Militar hasta 1942. Más tarde, será el 352, que supone un mínimo de seis meses de presidio y
separación del servicio.
El escándalo público, regulado por el Código Penal franquista tipificaba la ofensa de
cualquier tipo, al pudor o a las buenas costumbres, con un hecho que causara grave escándalo
o tuviera gran trascendencia.
20
Fueron bastantes los casos de oficiales que se entregaron a la homosexualidad. Pese a
ser una institución viril y profundamente machista, el militar tenía opciones de redimirse. Eso
siempre y cuando sus actos no hubieran propasado todos los límites. En ese caso, no había
adhesión al Régimen que valiera. Pero si los hechos no eran irrefutables, un buen historial
militar, muestras de adhesión al Régimen y el enchufe, podían salvar de situaciones
comprometidas8
.
Especialmente significativo resulta el caso citado en Redada de Violetas del soldado
Fernando M.G. El joven militar gallego fue acusado de realizar proposiciones indecentes a
varios hombres, con uno de los cuales habría completado relaciones sexuales. No obstante, en
esos momentos no se encontraba en condiciones físicas (infección en el pene), para realizar
esos actos. La acusación infundada parecía estar dirigida por su suegro, que no quería que se
casara con su hija.
En el día en que se iba a celebrar su juicio, se produjo el levantamiento del general
Franco. Con la confusión, Fernando quedó exculpado. No obstante, aún le quedaría mucho por
demostrar. Se alistó en el bando franquista y se enroló en batallas peligrosas (Brunete, Vizcaya,
Aragón) con el objetivo de lavar su honor. Finalmente lo consiguió, convirtiéndose en héroe de
guerra… y perdiendo la pierna por el camino.
En otras ocasiones, eran oficiales los que intentaban aprovechar su mayor rango para
someter a sus suboficiales. Ya fuera mediante la coacción o por medio de ganarse sus afectos,
lo cierto es que no era una medida muy acertada. Y más aún cuando la embriaguez no se
consideraba como un atenuante.
Para el Tribunal Supremo, la homosexualidad era un vicio repugnante en lo social,
aberración en lo sexual, perversión en los psicológico y déficit en lo endocrino (Sentencia del
TS del 15/10/1951)9
.
A partir de 1954, el Régimen comienza a abrirse al exterior. Encuentra como dos
grandes aliados la Iglesia y EEUU. Para ser aceptado en el extranjero, interesaba mostrarse
como baluarte anticomunista. Y para ello, era necesario estrechar más lazos con la Iglesia. Y
eso es lo que sucedió en el Concordato ya mencionado en anteriores epígrafes. No hay que
olvidar que moral y derecho son dos conceptos que van unidos en el franquismo.
8
ARNALTE, Arturo. 2003.
9
ARNALTE, Arturo. 2003.
21
Es este el contexto en el que surge la reforma de la LVM del 54. En lo que pasaría a
conocerse como Dado en el Pardo, se acuerda la aprobación de medidas predelictivas contra la
homosexualidad. Esto va a suponer que la ley no necesita pruebas. Se decreta una especie de
carta blanca como parte del endurecimiento social de la consolidación del Régimen.
Oficiosamente, ahora la homosexualidad podía ser penada si se daba el requisito de
publicidad o escándalo público. Pero, ¿quién determina lo que es público y lo que es privado?
Como muestra, podemos citar un caso en el que un juez condenó a un hombre que tenía
guardadas en el cajón de su mesilla unas imágenes comprometidas10
. Se consideró como
escándalo público porque el policía, al verlas, se escandalizó. Pero, ¿es lícito rebuscar en el
cajón de la mesilla de alguien?, ¿no las tenía suficientemente guardadas?
Según la sentencia del Tribunal Supremo del 27 de enero de 1962, el hecho es
trascendente por corto que sea el número de personas que conozcan el hecho. Asimismo, el 8
de noviembre de 1961 resolvieron que la permanencia de imágenes perdurables de actos
homosexuales es la trascendencia que pena la ley.
Vemos de nuevo la manifiesta arbitrariedad de jueces. Una decisión en la que tenían
un importante papel la clase social del imputado, así como sus padrinos. Una vez que eran
juzgados, se les aplicaban las siguientes medidas previstas en el artículo 6 de la LVM:
o Internado en un establecimiento de trabajo o Colonia Agrícola en situación de
total separación de los demás con límite no oficial de tres años. De esta forma, se
hicieron famosas cárceles como la de Tefía, en Canarias. La estrategia para
combatir la homosexualidad parecía ser el hambre y palos. Palos y más palos, por
cualquier cosa.
o La prohibición de residir en determinado lugar o territorio, junto con la obligación
de declarar su domicilio. Es decir, el destierro durante un tiempo, que solía oscilar
entre el año y los tres años.
o La sumisión a la vigilancia de los delegados franquistas que había en su territorio.
En el plano real, los homosexuales, con esta ley, fueron equiparados a mendigos,
enfermos mentales y lisiados. Y también en el plano real, los menores, que en un principio se
previó que fueran destinados a centros especiales, acabaron en la cárcel, al igual que los
adultos.
10
Ibíd.
22
En Tefía, los homosexuales eran destinados para picar piedra. Se pretendía quitarles el
vicio, como ya hemos dicho, a base de palos. No obstante, muchos de los represaliados que
estuvieron en esa cárcel cuentan que, extremando las precauciones, era posible tener sexo. Y
más aún, que algunos agentes se hacían practicar una felación a cambio de no presentar
denuncia. Finalmente, el turismo abrió Canarias antes que otros puntos de España.
No podemos dejar sin mencionar el comentario de un funcionario de prisiones
producido en la cárcel canaria, y referenciado hasta la saciedad como ejemplo de la visión
simplista del franquismo hacia la homosexualidad. Podemos ver la visión hasta alienígena que
tenían de la homosexualidad: «A los maricones, yo no os quemaría, pero os juntaría a todos en
una isla desierta para que os devorarais entre vosotros» (Arnalte, 2003: 14).
Sin embargo, la mayoría fueron a parar a cárceles comunes, donde se habilitaban
determinados módulos para ellos. De esta forma, abundaban en la Modelo de Barcelona, así
como en la de Carabanchel (donde se situaría el Centro de Observación posteriormente).
La Ley de Jefatura del Estado de 24 de abril de 1958 creó los Juzgados Especiales de
Vagos y Maleantes (JEVM). Se basaba en el artículo 10 de la LVM para convocar las plazas de
jueces especiales. Las personas declaradas peligrosas por los JEVM ingresaban en las prisiones
comunes, como la Modelo de Barcelona.
Otras normativas menores destinadas a reprimir la homosexualidad son:
o El reglamento de los Servicios de Prisiones de 2 de febrero de 1956 que, en su artículo
112, con respecto a las faltas muy graves cita la comisión de «actos contrarios a la
moral y a las buenas costumbres»;
o La orden del Ministerio de Educación y Ciencia de 1971, que incluía la homosexualidad
como incompatible con el ejercicio de la docencia en la enseñanza primaria.
También cabe mencionar las Brigadas Sociales, que ejercían el papel de policía
religiosa; y la Junta Nacional de la Cruzada de la Decencia. Con su inestimable esfuerzo, junto
al de la Guardia Civil, la Policía Nacional y los Cuerpos de la Policía Local, la represión fue
posible.
El siguiente golpe de efecto, se dará con la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social.
Apenas un año después de la revuelta de Stonewall, la represión se recrudece. Se trata de una
medida desproporcionada con respecto a una sociedad cada vez más abierta. El Régimen
estaba dando sus últimos coletazos, pero sus consecuencias tardarían mucho más en disiparse.
23
El 4 de octubre de 1967 el Ministerio de Justicia ordena el nombramiento de una
comisión que reformara la LVM, y al frente de la cual se estableció al magistrado Antonio
Sabater Tomás. El 28 de julio de 1970, el proyecto de la LPRS es aprobado por unanimidad, con
lo cual, se pasa a perseguir la prevención del delito.
Ahora, para ser declarado peligroso social se debían dar dos requisitos: actos probados
y un veredicto de apreciación de peligrosidad social por parte del tribunal. Una vez condenado,
al acusado se le aplicaban las siguientes medidas, recogidas en el artículo 6,3 de la LPRS:
o Internamiento en centro de reeducación por tiempo no inferior a seis meses y
no superior a cinco años.
o Prohibición de residir en el lugar que se designase, o de visitar ciertos lugares
públicos.
o Sumisión a la vigilancia de los delegados.
El perfil del peligroso social era varón de entre 20 y 40 años de clase baja o media-baja,
con escasa cualificación, rasgos muy femeninos, residente en una gran ciudad (hecho al que
contribuyó la emigración de los sesenta)11
. A la cárcel iban, como reconocería años más tarde
el artista Nazario Luque, los más débiles; los demás se salvaban de las constantes redadas. La
suerte corría a cargo del juez de turno, por lo que la justicia se parecía a una lotería.
Redadas que afectaban especialmente a aquéllos puntos de la geografía españoles
considerados como focos epidemiológicos. De esta forma, se trazó hasta un mapa de la
homosexualidad en España. En él, se especificaba qué zonas estaban limpias, y cuales había
que vigilar. Pero las redadas también se hacían en vísperas de acontecimientos como puede
ser la visita del Caudillo a cierto lugar.
El padre de esta ley, el magistrado Antonio Sabater, basó muchos de sus puntos en
ideas del doctor Valentín Pérez Argilés, especialmente al considerar la homosexualidad como
una enfermedad más semejante a la tuberculosis que a la diabetes (comparación establecida
por el doctor Gregorio Marañón y que veremos en el siguiente apartado).
Según la retórica de este juez, la homosexualidad era una «inmundicia contra natura»
producto de una personalidad psicópata, una anomalía del instinto sexual. Como la
homosexualidad podía surgir por brotes, había que adoptar «cualquier medida represiva, no
respecto a la homosexualidad en sí, sino de sus consecuencias». Y más cuando los pervertidos
11
TERRASA MATEU, Jordi. La legislación represiva. En: UGARTE, Javier: Una discriminación universal.
Egales: Madrid, 2008. Pág. 79-107.
24
tenían por costumbre asediar a niños pequeños, y si un niño pequeño quedaba marcado por
una experiencia traumática, era un predispuesto a la homosexualidad.
Este juez nos puede servir para ver la doble moral, la hipocresía dominante en el
franquismo y más en concreto, en la jurisprudencia española. Según Sabater:
“[…] los homosexuales, con su acción deshonrosa, dan lugar a que los
peligrosos y astutos chantajistas los exploten abominablemente bajo frecuentes
amenazas de denuncias basadas en sus vivencias sexuales, con lo que contribuyen
a perturbar altamente el orden y la tranquilidad de la vida social…” (Arnalte, 2003:
133).
De la condición de los homosexuales se aprovechaban muy variados colectivos. Destaca
la historia de una pareja de amigos heterosexuales (José Manuel Armas Muñoz, el canario; y
Antonio Assan Maurad, el Toni) denominados como la colmena. Este dúo se dedicaba a
extorsionar tanto a heterosexuales como a homosexuales fingiendo ser policías, y arreglando
sobornos para que no hubiese denuncia. La ley también perseguía a aquél que se aprovechase
de la homosexualidad. Según el magistrado, los extorsionadores tipo eran peluqueros, que
conocían los secretos de sus clientes.
Pero los desvaríos del juez no terminan aquí. Basándose de nuevo en Pérez Argilés y con
criterios desconocidos (tal vez para él mismo también) elabora una clasificación de la
homosexualidad. Según ésta, de distinguirían dos tipos. En el primer grupo se englobarían los
genuinos (minoría que busca sentirse al igual que la mujer ante el hombre); los educados en
una cultura homosexual; y los que han sufrido algún trauma (padecer algún tipo de
deformación física como el enanismo era un primer paso hacia la homosexualidad).
En el segundo grupo, los que se dedican a la prostitución, se enmarcarían: los débiles
mentales (convendría, plantearse hasta qué punto pueden ser estos homosexuales, y cómo se
les protegía); los que habían sufrido una madurez prematura y se habían visto obligados a
ejercer la prostitución (aquéllos que se habían creado unas necesidades muy difíciles de
satisfacer sino es recurriendo a la prostitución); y el perverso verdadero (psíquicamente
degenerado, pero muy inteligente). Hijos de padres divorciados eran especialmente propensos
a la homosexualidad.
Finalmente, concluía que los perturbados debían ser absueltos legalmente e
internados en establecimientos adecuados, mientras que los auténticos deben ser internados
«dada su altísima peligrosidad y necesidad de tratamientos para su curación».
25
La doble moral es algo especialmente practicado en la creación de esta ley y, sobre
todo, en las enmiendas. Así, en los debates destacaban argumentos como el de Rafael Díaz-
Llanos de Leucona, que proponía moderar la ley ya que España se estaba abriendo al
extranjero, y estas medidas represoras podían ahuyentar, en cierto modo, a los ciudadanos del
mundo. Pero lo que proponía no es que se rebajara la represión, lo que se solicitaba es que se
midiera con doble rasero al extranjero y al compatriota.
Entre los más honestos, se atrevieron a decir que esta ley de rehabilitación no iba a
servir para rehabilitar ya que no se podía curar al homosexual congénito. Y razón no les
faltaba. En realidad, sucedía todo lo contrario a lo que podría sugerir el mismo nombre de la
ley. Los homosexuales solían estar en la cárcel el tiempo mínimo debido a su buen
comportamiento. Durante su estancia en la prisión, eran los propios funcionarios los que no
solo permitían las relaciones sexuales, sino que las fomentaban.
Tal como decía Anastasia Rampova en el genial libro de Arnalte, «los propios guardas
eran los proxenetas». Comerciantes de carne, vendían las mejores tajadas (los más jóvenes) a
los chivatos oficiales. El papel del chivato cobra especial relevancia ya que de los muchos
funcionarios destinados a las dos cárceles principales (Huelva y Badajoz), así como de los
destinados a los pabellones especializados, sólo permanecían unos pocos. No hay que olvidar
que,
«El fascismo (…) es un sistema con muchos partidarios, que se convierten
voluntariamente en sus ojos y en sus oídos, un sistema que alienta a los
mediocres a imponer su gris uniformidad y que se nutre del espionaje y de la
delación por parte de los que aspiran a convertirse, a su pequeña escala, en
rancia copia del dictador casposo» (Arnalte, 2003: 196).
Por eso, el nuevo represaliado debía echarse un novio que le protegiera. Así se crearon
solidaridades que, a menudo, conllevaban un componente sexual, pero que en otras ocasiones
se manifestaba como mero acto de solidaridad y de supervivencia. Quien no tenía un padrino
que le protegiese, lo pasaba realmente mal, sobre todo, en las duchas.
26
Con defensas como la que tuvo Juan S.H.12
, oficial del ejército, no es de extrañar que la
mayoría de acusados acabaran con sus huesos en Badajoz o en Huelva. La Orden del Ministerio
de Justicia de 1 de junio de 1971 creó los centros específicos que demandaba la LPRS. Entre
ellos, destacaron notablemente los de Badajoz y Huelva. Mientras que la primera albergaba a
aquéllos considerados como pasivos, a la segunda iban los considerados activos. Pero la
clasificación era muy compleja porque homosexualidades hay tantas como homosexuales. De
esta forma, surgieron las figuras de mixto-activo y mixto-pasivo, que trajeron de cabeza a los
funcionarios de prisión ya que éstos intercambiaban sus roles conforme aquéllos con los que
se encontraban rodeados.
Esta clasificación se realizaba en el Centro de Observación de Carabanchel. En esta
institución trabajaba el sociólogo Juan José Caballero, que nos va a servir para mostrar, de
nuevo, el carácter hipócrita del Régimen. Decía Caballero sobre la figura del bujarrón (el preso
heterosexual que, debido a las especiales circunstancias, recurre a prácticas homosexuales):
« […] Al ser, pues, un duro, su homosexualidad pierde el carácter de
afeminamiento que tendría fuera de la prisión. El bujarrón es un violador cuya
víctima es un hombre […] » (Arnalte, 2003: 211)
En Badajoz, como ya hemos dicho, se daban cita los supuestos pasivos, aunque había
galerías especiales para activos y para mixtos de ambos tipos. La cárcel de Badajoz había sido
creada en 1958 con una estructura panóptica en la que las celdas se ubicaban en torno a un
centro de control desde el cual el funcionario de prisión podía vigilar todo. Era el ojo del
Estado. Lástima que padeciese de bizquead selectiva.
En cuanto al número de presos que pasaron por sus rastrillos es muy difícil de precisar
debido a que no se llevaban controles exhaustivos, sino que se rellenaban los informes de vez
en cuando. La medida más común era el internamiento por un tiempo no inferior a cuatro
meses ni superior a tres años. El internamiento hasta la cura, así como el destierro por cinco
años fueron medidas menos frecuentes.
12
«[No es culpa de mi defendido, que ha caído víctima de los artistas] … muchas personas que en su
aberración de crear un arte nuevo fomentan, acogen y lo que es peor, aplauden a esos afeminados
artistas y en este viciado ambiente es donde este anormal desarrolla sus actividades y llega en su
trastorno mental los actos más repugnantes y obra así violentado por una fuerza irresistible que no
puede ser frenada porque su inteligencia está atrofiada y los actos que ejecuta no obedece por tanto a
los dictados de su conciencia y de su voluntad» (Arnalte, 2003: 54)
27
A la muerte de Franco, los presos de Badajoz se unieron a la petición generalizada de
Amnistía. El 19 de julio de 1977, liderados por Carabanchel, organizan un motín en el que se
suben al techo. No obstante, no fueron especialmente rebeldes, lo que dio lugar a que se les
rebajaran las penas en quince días. Pese a que no colaboraron con la Coordinadora de Presos
en Lucha (COPEL), la amnistía no llegó.
La Transición tenía otros problemas prioritarios y la sociedad se identificaba más con la
lucha de los represaliados políticos que con los represaliados sociales. Actualmente, esta cárcel
alberga el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC).
Huelva era el otro destino principal de los homosexuales considerados como peligrosos
sociales. En Huelva se daban cita los activos; los que habían delinquido en múltiples ocasiones.
Sin embargo, la clasificación, como hemos visto, no era fácil. No es de extrañar que
encontráramos bastantes pasivos. Tampoco que encontráramos abundantes locas que
aprovechaban los pocos recursos que tenían a su disposición para crearse sus propios
maquillajes13
. Otro aspecto teóricamente prohibido por ley, pero fomentado por los
funcionarios que querían, sobre todo, tranquilidad, que no se organizaran trifulcas en su turno.
La cárcel de Huelva era un palacete construido en 1930, que se especializó en recibir a
pervertidos sexuales conocidos como homosexuales genuinos o congénitos (no confundir con
genéticos) y a los de hábito. Quedaban fuera los ocasionales y los que sufrían anomalías
psíquicas graves.
Para la rehabilitación social se empleaban métodos psicoanalíticos y de formación
profesional. La formación profesional consistía en tres opciones: tareas que no requerían
excesiva atención y/o inteligencia; tareas mecánicas con un mínimo de atención; y trabajos
similares a los que podía ejercer cualquier obrero. En la práctica, eran tres los empleos que
podían llevarse a cabo: elaborar cajas de pescado, trenzar sogas y acuchillar parqués. También
se llevaban a cabo actividades de ludoterapia y loboterapia. Pero la realidad es que nunca
hubo ningún tratamiento regenerador ya que la Junta de Tratamiento no se reunió nunca. Lo
que sí es cierto es que se llevaba a cabo el aislamiento en celdas sin cama, sin comida, sin
comunicación hasta un máximo de veinte días.
Todo el proceso estaba orientado hacia la sublimación de los deseos, de los instintos
naturales a favor del hacedor (bien otorgándole descendencia, bien convirtiendo fieles por
medio de la religión). Ésta es una aporía a la que llegó la religión. Una religión que aconsejaba
13
Aprovechaban la crema Nivea, entre otras cosas, para todo tipo de maquillajes, forzando su inventiva.
28
seguir la naturaleza, porque la naturaleza es Dios, y todo lo demás es ir contra natura. Sin
embargo, en este asunto, debíamos sublimar la naturaleza, debíamos ir contra natura para no
ir contra natura14
.
Los homosexuales que habían delinquido estaban separados del resto. Mientras, los
más blandos, iban de tres en tres para evitar problemas y líos de pareja (al parecer, los
funcionarios no conocían el menage à trois). Pero los líos eran muy frecuentes. El evento social
en el que se organizaban las parejas eran las proyecciones de cine, donde las locas acudían con
sus mejores galas. Era una fábrica de sueños, tal y como recuerdan algunos represaliados.
La cárcel de Huelva está actualmente en trámites para albergar nuevos proyectos
similares al creado en la prisión de Badajoz. Por su parte, Tefía fue adquirida por el Cabildo y es
utilizada como albergue y como sede administrativa.
La Ley de Peligrosidad Social no desapareció hasta 1978, pero los abusos mediáticos y
policiales tardaron mucho más en desaparecer (cabe replantearse si ya han desaparecido). El
lema que resume la posición franquista frente a la homosexualidad fue la pronunciada por el
magistrado Vivas Marzal en su Contemplación jurídico-penal de la homosexualidad. Discurso de
ingreso en la Academia Valenciana de Jurisprudencia y Legislación:
«Rigor en ocasiones, caridad siempre, simpatía nunca» (Arnalte, 2003: 115).
La falta de simpatía provocaba que el encarcelado cayese en una espiral de
destrucción. Al entrar en la cárcel se ponía en contacto con un determinado ambiente, al
tiempo que se le privaba de otro tipo de ambiente. Se le obliga a progresar en una sola
dirección. Tras el paso por la cárcel, una ficha policial impedía que tuviesen trabajo estable.
Por tanto, a menudo acaban en el mundo de la prostitución, expuestos a más redadas que les
llevaran a nuevas etapas de internamiento, y a un mundo de alcohol, enfermedades venéreas
y drogas.
La idea de que los actos homosexuales siempre serán condenables por el Código Penal
porque son contrarios a la moralidad sexual más elemental tardaría muchos años en
desaparecer. Según el Tribunal Supremo, « […] no puede hacerse invocación de la «norma de
cultura» para hacer tabla rasa de lo que siempre ha sido una permanente valoración humana
del ancestral o innato sentido del pudor, como no sea en nombre de un diametralmente
14
Porque si el instinto natural del homosexual es la homosexualidad, sería pecado no seguirlo, ya que el
instinto ha sido creado por Dios
29
opuesto de «anticultura», del que ya se empieza a hablar y que es preciso atajar si no se quiere
que desaparezca la base más firme de la norma jurídico-penal» (Arnalte, 2003: 246).
LA MEDICINA FRANQUISTA: UN EJERCICIO DE INVENTIVA
Ya en el s. XVIII, la Ilustración había sentado las bases de un nuevo mundo iluminado
por la ciencia, por la razón. En el s. XIX, en el marco de una ciencia positivista, la medicina
empieza a imponer su superioridad sobre la forma de ver el mundo predominante hasta la
fecha. Es una medicina basada, sobre todo, en la biología. La represión franquista basa sus
actuaciones, en buena medida, en esta medicina. Lo hace con un siglo de diferencia,
desoyendo (a menos que sea para desautorizar) las nuevas voces. En esta época tienen que
convivir medicina y religión, subyugándose la primera a la segunda. Es el húngaro Karl Marie
Benkert el primero en utilizar la palabra homosexual, poniendo en relación la sodomía con la
demencia.
Para entender las locuras cometidas durante el s. XX, nos debemos remontar a Galton
y a sus teorías eugenésicas de mejora de la raza. Galton readapta las teorías evolucionista de
Darwin (los seres con capacidades mejor adaptadas al medio sobreviven y se reproducen).
Para él, en la actualidad la sociedad había eliminado los mecanismos de competencia entre los
individuos. Ahora, incluso los individuos que no sobrevivirían naturalmente podían
reproducirse, transmitiendo las taras a su descendencia. Cuando la prostituta o el obrero
transmitían sus enfermedades venéreas, tenía lugar la degeneración de la raza. Había sido la
industrialización y el anonimato quienes acabaron con la preocupación por la higiene de la
raza.
Siguiendo su consejo se han cometido atrocidades en campos de concentración, sin
duda, la mayor vergüenza de la historia de la humanidad. Los eugenistas nazis buscaban la
mejora de la raza y eran muy claros al respecto, de la raza aria o caucásica. Pero los eugenistas
españoles no buscaban tanto la limpieza de la raza de sangre, sino la limpieza moral. Esta
limpieza sexual o moral se conseguía por medio de la sublimación del instinto natural. Aunque
parezca contradictorio (y aunque lo sea) el mejor método para no ir contra natura era reprimir
los instintos naturales. Así, la única opción era el celibato.
Las teorías eran interpretadas por cada ideología. De esta forma, los nazis relacionaban
el marxismo (la homosexualidad) y la inferioridad mental. Para ellos, los brigadistas aspiraban
a la igualdad social como consecuencia de su propia inferioridad mental, que hacía que se
consideraran incapaces de progresar gracias a sus propios esfuerzos y méritos.
30
La misma asociación entre homosexualidad y comunismo fue hecha por Mauricio ‘Karl’
Carlavilla que sostenía que al igual que la homosexualidad era el suicidio de la raza; el
comunismo era el suicidio de la sociedad. No podemos dejar sin mencionar su particular
descripción de los hábitos y costumbres del homosexual, propios de un documental de los
leones del Serengueti:
«La manada de fieras sodomitas, por millares, se lanza a través de la
espesura de las calles ciudadanas en busca de su presa juvenil […] Disfrazada de
persona, la fiera sodomítica ojea entre el matorral abundante de las aceras su
pieza preferida, el cándido muchacho, más grato a su ávida pupila cuanto más
inocencia lleva retratada en su fisonomía. […] La alimaña sodomita, valida de su
apariencia humana, una vez elegido el joven, se aproximará, entablará
conversación con cualquier pretexto, lo invitará en un bar, lo llevará al cine […],
desarrollará su »conquista» con todo el arte y tretas de un Don Juan […] ¡Para
qué detallar más!» (Arnalte, 2003: 70).
La homosexualidad, en la psiquiatría, se aborda desde dos puntos: la etiología de la
homosexualidad y los estilos de vida. Una teoría muy utilizada para diagnosticar la
homosexualidad y para curarla es el psicoanálisis. Entre los discípulos de Freud y entre la
opinión pública, esta es la tesis que ha pervivido: Cualquier conducta que se considera
desviada de la norma general se explica por un trauma infantil no superado y que,
reviviéndolo, puede alcanzarse la curación. La homosexualidad se trata de un complejo de
Edipo mal curado15
.
Pese a la misoginia del autor vienés, y pese a ser contrario a la homosexualidad, los
actos que se han cometido justificados en el criterio psicoanalítico (tratamientos
psicoanalíticos, tratamientos aversivos, intervenciones quirúrgicas o procesos de
esterilización/castración) son infundados. Lo que realmente dice Freud sobre la
homosexualidad es:
«La homosexualidad no es, sin duda, una ventaja, pero tampoco algo de
lo que avergonzarse, no es un vicio, no es una degradación, y no puede
catalogarse como una enfermedad; lo consideramos una variación de la función
sexual, producida por una cierta detención en el desarrollo. Es una injusticia
15
Para Freud, los homosexuales son personas con desviaciones del objeto heterosexual normal hacia el
propio sexo, cuyo origen está en el género de relaciones edípicas que establecen madre e hijo. Desde
una posición narcisista, el homosexual pretende amar a otros varones como él mismo. Es esencialmente
patológico. Surge un temor a la castración.
31
perseguir la homosexualidad como si fuese un crimen; y también una crueldad»
(Guasch, 1991: 23)
No faltaban las reinterpretaciones, como la que hicieron de los reflejos condicionados
de Pavlov. De esta forma, los homosexuales no existen porque hayan nacido como tales (tal
hipótesis sólo podría valer para ciertos casos contados), sino que los varones se vuelven
homosexuales porque, de jóvenes, fueron corrompidos por individuos mayores que les
iniciaron en un placer equivocado del que luego no pudieron prescindir16
También encontraban respuestas a los novedosos estudios, como el realizado por
Alfred Kinsey en 1948. De su estudio se extrae que, entre la adolescencia y la edad adulta, el
37% había mantenido alguna práctica homosexual terminada en orgasmo, y que el porcentaje
se elevaba hasta un 50% entre los solteros hasta 35 años.
No fueron pocos los que se refirieron a este estudio. La mayoría de ellos incidían en
que el estudio estaba mal hecho, o que los datos fueron mal tomados, o que las estadísticas
fueron mal hechas. Sin embargo, otros se aventuran con teorías tan interesantes como que la
homosexualidad era culpa de los obreros. Las clases bajas siempre están más expuestas al vicio
porque no les importa tanto la descendencia, la limpieza de la raza. De esta forma, transmiten
numerosas enfermedades venéreas. Pero a ellos no les importa porque no tienen nada que
legar, ni nada que perder.
Los obreros desafiaban el sindicalismo vertical del Régimen. El nivel de vida mantenía
su tendencia al alza, trayendo la migración del campo a la ciudad. Aquí se sustituye el culto
religioso por el culto al consumismo. Eso es, precisamente, lo que ha pasado en EEUU (donde
se hizo el estudio) y en otras muchas naciones. No es casualidad, por tanto, que en estas
naciones abunden el vicio y la violencia, con unos elevados índices de homicidios y de
suicidios. Así pues, el remedio volvía a ser una vuelta a la religión.
El modelo médico hegemónico busca anomalías de tipo congénito a través de una
supuesta bisexualidad genético-embrionaria. Intenta encontrar los caracteres comunes como
hizo la criminología lombrosiana. Aduce anomalías de tipo hormonal como un desajuste en la
balanza endocrina, déficit de testosterona. Aboga por tratamientos conductistas como el
método de la masturbación, la persuasión emética e incluso la cirugía cerebral (lobotomía
practicada por Roeder en 1970, destruye mediante descargas eléctricas un núcleo central del
hipotálamo responsable de la actividad sexual, cirugía estereotaxia), junto al método de la
compensación hormonal.
16
UGARTE, Javier. 2008: 71.
32
Pero sin duda, no se podría entender la actuación del Estado en la represión de la
homosexualidad sin las teorías de Richard Von Krafft-Ebing, perteneciente a la escuela vienesa
de medicina. Krafft-Ebing consideraba la homosexualidad como «un estigma funcional de las
degeneraciones y como un fenómeno parcial de un estado neuro-psico-patológico cuya causa
más frecuente se encontraba en la herencia» (Krafft-Ebing, 1950: 434).
Para Ebing el estado natural de la sexualidad era la procreación. Basándose en el
concepto de degeneración de August Morel, Ebing realiza un estudio sobre sujetos
homosexuales, la mayoría de ellos internos en prisiones o manicomios. De este estudio sacará
Ebing la mayoría de estereotipos y prejuicios vigentes aún hoy día. De igual forma, sentó las
bases posteriores de diagnóstico, prevención y curación de la homosexualidad, incluyendo los
programas eugenésicos de higiene sexual.
Y en el panorama nacional, debemos destacar el papel de Gregorio Marañón en la
etapa previa a la guerra. Hay que destacar que España no contaba con un departamento de
psiquiatría en todo el sistema universitario y que ni siquiera contaba con un cuerpo doctrinal
propio y consolidado. De esta forma, nos neuropsiquiatras españoles debían seguir las últimas
teorías alemanas.
Marañón concebía la homosexualidad como un estado intersexual de carácter atávico,
es decir, heredero de una etapa anterior de la humanidad. Para Marañón, todo ser es en sus
comienzos bisexuado. Todo ser tiene características somáticas y funcionales del otro sexo
circulando por su sangre. A medida que la raza evoluciona, este estado de indefinición termina
y se toma un camino u otro. Por eso es más frecuente ver estos tipos de conductas en
animales poco evolucionados.
Va a integrar las teorías endocrinológicas con las teorías que abordan el desarrollo del
individuo y de la especie (ontogéneticas y filogéneticas), sin olvidar teorías contemporáneas
como las del Ebing, Ellis, Hirschfield, Bloch o Freud. Y va a proponer remedios como la
opoterapia17
, los injertos testiculares y los ejercicios viriles o «ambiente psíquico». Pero como
hemos dicho anteriormente, el mejor remedio es la contención.
Pero de ninguna forma puede ser considerado como delito, hacerlo «no sólo se trata
de una insensatez en el terreno científico, sino, socialmente, de una táctica, además de
inhumana, notoriamente contrapoducente, dada la peculiar psicología de los homosexuales»
(Marañón, 1929: 125-126).
17
Sistema terapéutico que utiliza extractos de órganos animales, especialmente glándulas endocrinas.
También es llamado organoterapia
33
Reflexiones como ésta, y como la de que «el invertido es, pues, tan responsable de su
anormalidad como pudiera serlo el diabético de su glucosuria y que cada cual, en este mundo
no ama lo que quiere, sino lo que puede» (Marañón, 1929: 127) tuvieron una gran repercusión
durante la II República. Sin embargo, tras la guerra, al volver del exilio, pese a acatar las
directrices del Régimen, éste no le reconoció más que sus méritos como clínico, endocrinólogo
y ensayista, pero no como sexólogo. Un Régimen que no le llegó a aceptar plenamente y que
criticaba su comparación de la homosexualidad con la diabetes.
En los primeros años del franquismo, el tema de la homosexualidad era obviado por la
psiquiatría, que parecía habérselo cedido al ámbito legal. El psiquiatra de referencia en esta
época es el doctor Valentín Pérez Argilés. Un profesional que, según él, estaba obligado a ser
pionero en la psiquiatría española —olvidaba la labor de Emili Mira López (1896-1964),
Francesc Tosquelles Llauradó (1912-1994) o Gonzalo Rodríguez Lafora (1886-1971)—, y que
define la perversión como desviación de la norma en sentido malévolo. Por tanto, apela a
medidas eugenésicas como la esterilización sexual de los individuos con taras hereditarias
(pese a que el Régimen, y el propio doctor, creen que la homosexualidad se trata de una
enfermedad contagiosa, pero no hereditaria).
El ilustre doctor desarrollará ideas aplicadas por el magistrado Antonio Sabater. La
principal radica en su crítica a la tesis de Marañón de la homosexualidad como una
enfermedad comparable a la diabetes. Por el contrario, se trata de una enfermedad semejante
a la tuberculosis. Por eso, el único remedio era el aislamiento del sujeto contagiado para que
no fuese contagioso también.
« […] se esgrime con fuerza el siguiente raciocinio: el homosexual no es
responsable de su homosexualidad, como el diabético no lo es de su diabetes. La
comparación viene avalada por ser dos conceptos tomados igualmente del
campo endocrinológico, según las teorías imperantes en el momento en que se
formuló; pero cuál otras comparaciones adolece de falsedad parcial. En efecto,
el diabético no ofrece peligro de contagiosidad. La comparación sería más justa
si dijera: Tampoco el tuberculoso es culpable de su tuberculosis; pero tendrá
una grave responsabilidad cuando por odio al resto de la Humanidad san (dolo),
o desinteresándose del riesgo de su contagiosidad (dolo eventual), o por
ignorancia, etc. (culposamente), se dedique a la siembra de sus esputos
bacilíferos» (Pérez Argilés, 1959: 25-26).
Pero las teorías originales de este singular psiquiatra no terminan ahí. Podemos seguir
con una contradicción clara. Este doctor llegó a afirmar en su Discurso sobre la
34
Homosexualidad de 1969 que la homosexualidad es consecuencia de una atracción autoerótica
hacia su propia masculinidad. Esta atracción se basaba en que el cuerpo femenino es «una
deformación del masculino». Al tiempo, su amigo, Antonio Sabater argumentaba que, «las
mujeres homosexuales ponderan la belleza femenina, y ante sus alegatos es preciso rendirse»
(Arnalte, 2003: 216)
Siguiendo esta argumentación, el doctor Pérez Argilés es pionero en intentar explicar
el fenómeno de lesbianismo. Según él,
“El punto de arranque de la homosexualidad femenina está en la aspiración
que existe en toda mujer de ser hombre y amar a la madre y procurarle
alimentos. (…) la niña aprende que le falta el miembro viril y experimenta
envidia; luego odia a los que lo poseen y a su brutalidad, creyendo haber sufrido
la castración (complejo); pero en vez de reaccionar admirativamente (Electra),
se identifica con la madre. (…) En otras homosexuales, la génesis de la inversión
se realiza más tardíamente, casi en la adolescencia, por una ampliación de la
represión del complejo de Electra, que se amplía a todos los hombres. Según los
más recientes trabajos, la perversión femenina no es ni congénita ni hereditaria,
sino adquirida y síntoma de una neurosis profundamente arraigada y
persistente, a base de narcisismo e inmadurez sexual. (Pérez Argilés, 1959: 217).
El lesbianismo fue invisible durante el franquismo. Las lesbianas no eran condenadas a
la cárcel, eran andadas a manicomios por parte de su propia familia. Y eso las que eran
detectadas. La mayor permisividad entre las chicas, que podían ir de la mano, dormir juntas,
compartir piso, etc. Dos mujeres que vivieran juntas eran dos solteronas que se apoyaban
mutuamente. Además, eran mucho más discretas que sus compañeros varones.
Tan sólo se registra a una mujer como prisionera por la LPRS. No obstante, su ámbito
de actuación estaba casi restringido a las clases altas. Las mujeres campesinas lo tuvieron
mucho más difícil, y como señala Ugarte en la entrevista concedida, muchas ni siquiera se
daban cuenta de su homosexualidad. Abundaban, sobre todo, en Guipúzcoa (mujeres
trabajadoras del sector de la siderurgia) y en Baleares (al calor del turismo).
Con todo, también había métodos para diagnosticar esta enfermedad. El mismísimo
Sabater nos da las claves. Para el magistrado, debemos seguir indicios como su forma de vestir,
de comportarse, de aceptar la superioridad del hombre, el no intentar atraerle, etc.
35
Las repercusiones de esta invisibilidad siguen presentes. Famoso fue el caso de Carmen
e Isabel. Tras los daños psicológicos sufridos por la primera tras tratamientos para curar su
homosexualidad, su historia de amor terminó con su muerte a manos de su amada en plena
democracia. Antes, había dejado una carta pidiéndola que lo hiciera. Por lo tanto, se consideró
como un acto de eutanasia asistida y no homicidio.
Pero, tal como dice Mili Hernández (propietaria de la primera librería de temática
homosexual de España, situada en la C/ Hortaleza, 64, Madrid) en Redada de violetas, « [el
espacio de libertad en el franquismo] a largo plazo ha servido para mantener el prejuicio y
ahora cuesta más que se desarrolle una identidad lésbica, porque ese miedo que se arrastraba
al rechazo ha hecho que sigamos siendo invisibles, aunque el estereotipo de solteronas se
halla sustituido por el de mujeres modernas» (Arnalte, 2003: 211).
Volviendo a la curiosa retórica del doctor Argilés, debemos destacar su teoría de los
olores. En este caso va a extrapolar casos del mundo animal (donde es habitual la
homosexualidad). Según el doctor, la homosexualidad tiene su raíz en circunstancias
cromosomales constitucionales. Durante la infancia, al igual que sostenía Marañón, la
sexualidad tiene una dirección borrosa. Así pues, la homosexualidad se desarrollaría debido a
una supuesta aversión al olor femenino. La sexualidad humana funciona, en buena medida,
como la de los perros, a través del olor.
«La pederastia sería una perversión del olfato que produciría aversión por el
olor a la mujer […] la observación es altamente significativa si pensamos que, en
los animales, el olfato juega un conocido e importante papel en las relaciones
sexuales. Si a los insectos Bombyx y Hannaton se cortan las antenas (que son sus
órganos olfativos), admiten el acto sexual pasivo» (Arnalte, 2003: 92).
La relación entre homosexualidad y pederastia se basa en el siguiente razonamiento. El
maricón, temeroso de enfrentarse a otros varones que, probablemente, rechacen sus
propuestas de una forma violenta, intentará satisfacer sus deseos entre los que no pueden
defenderse, es decir, entre los niños. Surge la figura del corruptor de menores con el agravante
de que los efectos de esta corrupción no serán detectados hasta mucho después, cuando ya no
tenga remedio. El diagnóstico del maricón siempre viene dado en pretérito18
.
18
GUASCH, Oscar, 1995: 56-57.
36
Para hacer un diagnóstico a tiempo, en los varones hay que detectar las criptorquidias
(ausencia de uno o ambos testículos), las ginecomastias (desarrollo excesivo de las mamas) y
los síndromes adiposogenitales transitorios. En las niñas, hay que detectar la hipertrofia del
clítoris y la tendencia incipiente al hirsutismo. También liga la homosexualidad con una
supuesta insensibilidad del varón en el glande, que le haría buscar cavidades más estrechas. En
contra de lo que se creía, la masturbación no fomenta la homosexualidad, sino todo lo
contrario. Lo que sí es característico del homosexualismo es el voyeurismo. La medicina debe
acudir al rescate de estos infelices.
Pero también se podía hacer un diagnóstico más de andar por casa. Para ello, había
que atender a ocho factores o pistas: 1º Voz y ademanes; 2º Gustos y preferencias; 3º Relación
entre el cinturón torácico y el pelviano (Estrecho de espaldas y ancho de culo…); 4º Reparto
del vello (Hombre: cuanto más mejor; mujeres: pestañas largas y gruesas); 5º Tamaño de los
genitales; 6º Apéndice xifoides en forma de espada victoriosa (debajo del esternón); 7º
Reparto de la grasa Piel de la nuca más gruesa que la de la zona sacral para el hombre y a la
inversa para la mujer; 8º Enlazar las manos y tocar con la parte externa de los codos (el
hombre no puede hacerlo, sí la mujer).
El siguiente doctor de renombre fue el psiquiatra Antonio Vallejo Nágera. Nágera, que
en su juventud visitó los campos de concentración de la Gran Guerra, donde se familiarizó con
estudiosos de la vanguardia alemana, obtuvo la primera cátedra de psiquiatría de la
Universidad Complutense de Madrid.
Para el ilustre catedrático se denominaba como uranismo la inversión del instinto
sexual. En el caso del varón, pasaría a denominarse pederastia; y en el de la mujer, tribadismo
o safismo. Se podían clasificar, asimismo, en activos o pasivos.
Además, «Adquieren estos postencefalíticos todas las características propias de las
personalidades psicópatas: holgazanería, importunidad, mala intención, hábitos viciosos,
amoralidad, tendencias cleptómanas, agresividad, vagabundeo, etc. (…) Son sujetos que se
entremeten en todo, se hacen insoportables, es imposible el aprendizaje escolar o profesional,
se permiten bromas groseras y pesadas con las personas mayores, importunan al médico con
peticiones imposibles de satisfacer, propenden la homosexualidad» (Vallejo Nágera, 1944:
834). La homosexualidad aparece como «síntoma accesorio» asociado a distintos trastornos.
Otra vez más vamos a ver declaraciones contradictorias en uno de los pilares de la
psiquiatría franquista. El doctor Vallejo afirma en su Higiene de la Raza que ni la castración ni
la glandulación corregían la homosexualidad (Vallejo Nágera, 1934: 85-127). Pero, en su
37
Tratamiento de las enfermedades mentales, señala la esterilización como método para evitar
la homosexualidad (Vallejo Nágera, 1940: 26).
Vallejo, al contrario que Marañón, es partidario de recluir a los homosexuales en
centros especiales, ya que «pierde poco la sociedad en privar del derecho a la paternidad a
tales desechos de presidio» (Vallejo Nágera, 1934: 89). La papeleta pasaba a la justicia, con lo
que se empieza a considerar al homosexual como a un delincuente además de un enfermo.
El tercer psiquiatra destacado del Régimen es el doctor Juan José López Ibor que llegó
a ser director del Centro Neurológico Militar, Jefe del Servicio de Neuropsiquiatría del Hospital
General de Madrid, catedrático de Psiquiatría en la Universidad de Madrid y vocal del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Tan sólo su adhesión a la monarquía pudo
atrasar su designación como catedrático, aunque años más tarde (tras la jubilación de Vallejo)
lo conseguiría.
Aunque López Ibor no muestra especial interés en estudiar la homosexualidad, sí que
merece la pena destacarle por dos aspectos. Primero, porque es un buen ejemplo de cómo
confundían conducta homosexual con orientación sexoafectiva. Ibor va a dedicar muchas
páginas a rebatir las conclusiones del estudio de Alfred Kinsey (llegando a dar más credibilidad
a un estudio hecho por dos abogados catalanes), remarcando la equivocación en la toma de
datos y malinterpretando y traduciendo mal una y otra vez los escritos de Kinsey.
No entendía Ibor que las identidades sexuales no se construyen en relación a las
personas con las que hayas mantenido prácticas sexuales, sino que se construyen en base a
relaciones afectivas. No con quien te acuestas, sino de quien te enamoras. Además, el haber
mantenido alguna vez relaciones sexuales homosexuales no significa ser homosexual.
La segunda razón por la que cabe destacar a este psiquiatra es para ver los rápidos
cambios que sufre en sus planteamientos sobre la curación de la homosexualidad. Mientras
que en 1968 juzga que esta enfermedad es incurable, en 1980 cambiará de opinión, y opta por
la «psicoterapia antropológica». De todos modos, siempre considera la homosexualidad como
una enfermedad, no como un delito.
A la hora de diagnosticar al enfermo mental en las prisiones, se usaba el test de
Rosarch, consistente en 15 láminas que debían interpretar. De esta forma era posible clasificar
a los psicópatas sexuales para evitar el contagio del resto de la población (también la reclusa).
El test, supuestamente, los clasificaba entre activos, pasivos, y mixtos con tendencias. La
arbitrariedad se manifestaba en el hecho de que los mixtos variaban su tendencia en
determinados contextos. Además de este test, se elaboraban preguntas sencillas que
revelaron que la práctica favorita del homosexual no era la penetración sino la felación.
38
Una vez detectado el foco de la epidemia, o incluso antes de detectarlas, de cara a
evitar brotes epidémicos, se procedía a aplicar medidas preventivas en un principio. Estas
medidas aconsejaban evitar las consecuencias de una educación por madres de carácter
tiránico. Asimismo, se debía reprimir la propaganda sexual y la pornografía y estimular una
educación viril. Es por esto por lo que la justicia debía perseguir implacablemente al
homosexual, para evitar la corrupción de menores. El tratamiento debía ser psicoanalítico y
conducir a la abstinencia sexual del pervertido.
Pero si estas medidas habían fracasado y el niño había salido sarasa, el Régimen
contaba con una surtida variedad de tratamientos que curaban la homosexualidad. Para
empezar estaban las terapias aversivas. Éstas podían ser eméticas, olfativas, eléctricas, etc.
Las eméticas buscaban provocar el vómito al paciente mientras era expuesto a
estímulos homosexuales. Las olfativas buscaban asociar estímulos olfativos desagradables (que
acababan provocando el vómito en muchas ocasiones) con estímulos sexuales pervertidos. Las
eléctricas son las más conocidas. La técnica, aplicada por vez primera por el científico Max en
1935, es de sobra conocida. Lo que puede ser no tan conocido es la zona preferente de
aplicación de las descargas del electrochoque: las plantas de los pies, donde no se veían las
marcas. Por último, la variante más novedosa del experimento de Pavlov era la aversión por
vergüenza. Esta técnica buscaba humillar públicamente al homosexual en presencia, por
ejemplo, de su familia y amigos.
Pero no solo recurrieron a este tipo de condicionamientos. También hacían sesiones
de masturbación programada, e inventaban aparatos complejos como el Biofeedback, que
ayudaba al paciente a controlar sus erecciones por medio de un aparatito, el pletimógrafo
peneano, que le daba información puntual y continua sobre el tamaño de su pene y que le
aplicaba una descarga eléctrica cuando su tamaño aumentaba ante un estímulo desviado.
Sobra decir que todas estas técnicas no consiguieron más que asquear a los pacientes. Algunos
de ellos tomaron asco al sexo en general, pero muy pocos se curaron.
La última vía era la lobotomía, practicada, entre otros, por el doctor Moniz. Consistía
en una pequeña incisión en la zona del cerebro en la que residen los instintos sexuales. Otra
variante era la extracción del lóbulo temporal, lo que conseguía zombis, pero no personas
sanas. Los desequilibrios eran permanentes. Se usaron numerosos homosexuales como
conejillos de indias para estudios. No sólo neurológicos, sino para todo tipo de estudios. Los
números son imposibles de precisar debido a la falta de informes de prisiones y a las
numerosas clínicas privadas.
Cuando el homosexual era enviado a la cárcel; cuando ya había cometido algún delito
o había sido detenido en una redada, el único camino posible era sublimar sus deseos. Por eso,
39
al recluso se le destina a celdas individuales que no le permitan el contacto con otros reclusos.
Este último punto, como muchos de los anteriores, se quedó en papel mojado ya que en las
prisiones, no sólo no se reprimía la homosexualidad, sino que se fomentaba, como hemos visto
en el apartado anterior.
En definitiva, la medicina franquista abordaba el tema de la homosexualidad desde la
simpleza y la arbitrariedad y caía, constantemente, en contradicciones. Se pretendía mantener
la homosexualidad invisible en la medida de lo posible, se regresaba a los modelos médicos
previos que criminalizaban la homosexualidad, se ignoraban a los autores de prestigio, se
manipulaban los resultados contrarios a los intereses del Régimen y se cortaba cualquier
intento de desmedicalización de la homosexualidad. En esta etapa, el sodomita pasó de la
hoguera, convertido en homosexual, al manicomio o a la cárcel.
LA INCIDENCIA DEL SIDA
Pese a que ya no pertenece al periodo franquista, la aparición del VIH ha sido (y es) un
hecho determinante a la hora de construir las diversas identidades homosexuales. Asimismo,
las formas de afrontar el nuevo reto que supuso el SIDA fueron herederas de muchas hipótesis
homófobas vistas en apartados anteriores.
En cuanto al Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, hay tres esquemas principales:
el euroccidental, que analiza una forma de transmisión sexual y parental, y que afecta, sobre
todo, a homosexuales y a toxicómanos; el africano, que afecta al hombres y mujeres por igual,
pero siempre relacionados con el mundo de la prostitución; y el de Europa del Este, Asia y
Australia, donde la enfermedad es poco frecuente.
El síndrome nace en EEUU, caracterizado por el ‘sarcoma de Kaposi’ y la ‘neumonía
karimí’. Afecta de forma especial a homosexuales, haitianos, hemofílicos y heroinómanos, que
pasan a integrar los grupos de riesgo. Son, por tanto, grupos ya estigmatizados previamente.
La principal acusación recaía sobre los homosexuales, que con sus gustos sexuales desviados
como el coito anal a pelo esparcían la enfermedad. Los demás grupos de riesgo no tenían tanta
culpa. Eran población inocente (hemofílicos y haitianos), con culpabilidad restringida
(heroinómanos) y culpables (homosexuales).
Dentro de este último colectivo, es el macho el que queda estigmatizado debido a sus
prácticas de riesgo y al uso de poppers (usados para acelerar el ritmo cardiaco). Pero la
inquietud no cunde entre ellos hasta que no se produce la muerte del actor Rock Hudson.
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La represión de la homosexualidad en el franquismo

  • 1. VOCES SILENCIADAS La represión de la homosexualidad en el franquismo Mónica María Patiño Talavera Alberto Serrano Martín Historia España s. XX 2º Periodismo y C. Audiovisual. Grupo 53 ® Copy Right, 2009. Todos los derechos quedan reservados para los autores del trabajo, Mónica María Patiño Talavera, y Alberto Serrano Martín.
  • 2. 2 ÍNDICE 1. La génesis del odio ......................................................................................................3-10 a. Bases ideológicas de la represión .........................................................................3-5 b. Construyendo una identidad.............................................................................. 6-10 2. Contexto contemporáneo. La homosexualidad en los siglos XIX y XX. Revueltas y manifestaciones. ......................................................................................................... 11-15 3. Homosexualidad en el franquismo.......................................................................... 16-54 a. ¡Cuidado! Un gay en casa. La aceptación social de la homosexualidad ......... 16-18 b. La jurisprudencia como arma legitimizadora de una injusticia social ............ 18-29 c. La medicina franquista: un ejercicio de inventiva..............................................29-39 d. La incidencia del SIDA ........................................................................................39-41 e. Lo antinatural, la BIBLIA y la relación Iglesia-Estado-Homosexualidad............ 41-50 i. La homosexualidad en la BIBLIA...............................................................42-45 ii. Cuatro argumentos eclesiásticos ............................................................46-47 iii. El franquismo: retroceso y estancamiento .......................................... 47-50 f. La homosexualidad y el cuarto poder............................................................... 50-54 4. Lucha entre iguales................................................................................................. 55-56 5. Bibliografía y Videografía ........................................................................................ 56-57 Anexos....................................................................................................................... 59-107 1. Un té y un brownie con Javier Ugarte..................................................................... 60-94 2. Charlas cálidas: Arnalte en la Berkana .................................................................. 95-107
  • 3. 3 LA GÉNESIS DEL ODIO «No sé cómo decírselo. No puedo evitarlo, sé que está mal, pero no puedo ser de otra forma. Pero no quiero hacerles daño. Porque ellos no lo entienden, y se van a quedar destrozados. Y no puedo imaginarme darles ese disgusto. ¿Y si no me vuelven a hablar? ¿Y qué dirán de mí en el barrio? No puedo contárselo, de veras que no». Todo esto y más se le pasa por la cabeza a un adolescente que se enfrente a la temida salida del armario en nuestros días. Pero hubo un tiempo en el que este problema no era tal. No lo era porque no había posibilidad de salir de ningún sitio. No lo era porque no entraba dentro del menú de opciones. Lo único que quedaba era el exilio (interior o exterior) o mantener una doble vida. Lo único que quedaba era la represión. Si bien nada de esto es nuevo, sí que cabe preguntarse el porqué de esa represión exacerbada. Saber qué intereses se escondían detrás de un hecho social de tal envergadura, qué llevó a tantas y tantas injusticias, y qué dejó tantas vidas tambaleantes. BASES IDEOLÓGICAS DE LA REPRESIÓN El franquismo se sustentaba en tres pilares. Franco como Estado, como padre de la patria; la Iglesia como guarda y custodia de la moral y negociadora de la salvación eterna; y el ejército y la policía como músculo represor. La relación entre estos tres estamentos la resumió perfectamente el escritor Javier Ugarte en una entrevista que reproduciremos en el anexo de este trabajo: «La Iglesia puso la moral, la ideología; y el Estado puso la policía [el ejército] para conservarla» (Ugarte, Un té y un brownie con Javier Ugarte [2009]) El Estado tenía el interés de que la población creciese para hacerse más fuerte. Pero este crecimiento podía ser afrontado de dos formas: cualitativa o cuantitativamente. Los que eligieron la primera (nazismo), lo hicieron por miedo a un crecimiento maltusiano. De esta forma, nacieron las teorías eugenésicas de mejora de la raza. Los que eligieron la segunda
  • 4. 4 (fascismo italiano, franquismo) salían de conflictos que les obligaban a reconstruir su país. Y para ello necesitaban mucha mano de obra. La temprana caída de sus aliados, obligó a Franco a adoptar nuevas posturas. De esa forma, España salía de la autarquía. Y salía a un mundo dominado por EEUU, en feroz lucha contra la URSS. Debía ganarse al nuevo jefe, y para ello, tenía que abrazarse aún más a una institución con la que había mantenido una estrecha colaboración. Ahora, Franco va a adoptar sus valores, dándoles a cambio el monopolio sobre la sociedad. El nacionalcatolicismo responde a los designios del Vaticano, en su Concordato con fecha del 27 de agosto de 1953. Los motivos que tenía la Iglesia contra la homosexualidad no divergían demasiado. Buscaban un crecimiento exponencial de sus fieles, un mayor número de bautizos que les permita competir con el resto de religiones. Por ello, toda práctica sexual que desperdicie el semen se considera pecado. «Los hombres no se engendran principalmente para la tierra y el tiempo, sino para el cielo y la eternidad» (Pío XI, encíclica Casti conubii, 1930)1 . Frente a las corrientes médicas del momento que declaran la enfermedad del homosexualismo como hereditaria, la alianza que dio lugar al fascismo clerical afirma la homosexualidad como un vicio contagioso frente al que había que tomar medidas. Se opondrán a la genética y, por tanto, la homosexualidad debe ser contrarrestada con la sublimación, bien voluntaria, bien obligada. La identificación de la homosexualidad como vicio derivará en identificación como un delito, haciendo que a este respecto, la discriminación se superponga a la marginación. Nos encontramos con un «doble repudio»2 : discriminados por la ley y marginados por la sociedad. Esta doble estigmatización va a incidir en su falta de apoyos en otros grupos también marginados. Era peor un hijo homosexual que un hijo comunista porque al repudio político- legal de ambos, había que sumar el repudio social del primero. Esto es lo que retrasará su adhesión a la Transición, más solidarizada con los presos políticos. En este punto, la legislación crea la figura del delito sin víctimas. Son acusaciones preventivas que penalizan a una minoría o a una subcultura con escaso poder de resistencia. Ya Foucault había advertido que «el modelo contemporáneo de vigilancia se basa en la observación de la conducta de los marginales, en lugar de la admiración pública de los poderosos que caracterizaba al Antiguo Régimen»3 . 1 UGARTE, Javier. 2008: 61. 2 UGARTE, Javier. 2008: 17. 3 Ibíd. [Pág. 26]
  • 5. 5 La alianza nacional-católica dejaba la familia como única salida lógica. Tanto el homosexual como el heterosexual, debía fundar un hogar y pagar a Dios y a la patria con retoños para el ejército del cielo y el ejército de la tierra. Todos podemos recordar los premios a los matrimonios más prolíficos, a los que recibía el mismísimo Caudillo, y aparecían a bombo y platillo en el No-Do y en los medios televisivos y radiofónicos. El soltero no tenía lugar, no era socialmente aceptado. El Estado se encargaba de restringir las opciones: familia o Iglesia. Es así como muchos homosexuales han hecho su come out tardíamente, y la mayoría ni siquiera lo ha hecho. Para las personas mayores, ya casi no tiene sentido. Al igual que con los heterosexuales, en nuestra sociedad se considera que las personas mayores no tienen sexo. El tercer brazo en discordia, el ejecutor, es la autoridad. El ejército es una institución marcadamente viril, en la que el homosexual no tiene lugar. Es el ejemplo máximo de cómo se afirmaba en el periodo gay la propia personalidad. El macho afirmaba su virilidad negándosela al otro, «las identidades se definen por afirmación, pero se fijan por negación» (Guasch, 1991: 52-53). De esa forma, el marica u homosexual afeminado podía llegar a ser bien visto siempre que se atuviese a los estereotipos prefabricados para él. Muchos policías caían en la tentación de traficar con la homosexualidad ya sea mediante el chantaje o como una forma de diversión y desahogo. Ésa era la única puerta que podía tener abierta el homosexual. Un afeminamiento extremo que le pusiese bajo el protectorado del control informal. Esta aceptación fue especialmente significativa en Andalucía donde el trabajo temporal del jornalero hacía que el marica tuviera una función social. Por un lado, podían trabajar en el campo como hombre. Por el otro, podían trabajar en la casa como mujer. Y además, servían para desahogar a esos jóvenes campesinos alejados de sus novias y con un futuro incierto sobre el que cimentar su hogar. Porque, «En nuestra sociedad son homosexuales las relaciones sexuales entre personas del mismo género cuando a partir de ellas la persona construye una identidad particular (…) Son homoeróticas aquellas prácticas sexuales entre personas del mismo género que no suponen la construcción de una identidad específica. [Se debe atender a] las consecuencias que tienen en la construcción del yo» (Guasch, 1991: 32)
  • 6. 6 CONSTRUYENDO UNA IDENTIDAD Esta característica será la que determine la construcción de la identidad en el periodo pre-gay. Siempre desde una perspectiva eurocentrista, tomando como referencia la homosexualidad institucionalizada griega. En otras sociedades como los Nambikwara (y su poético amor-mentira) tienen otras concepciones de la homosexualidad. Hay sociedades, como la de Papúa Nueva Guinea, que ni siquiera conciben el papel sexual, y llegan a creer que las mujeres, al quitarles el semen a los hombres, les quitan su fuerza, dando lugar a un planteamiento interesante de la homosexualidad. La antropología del sexo es abordada siempre de una manera tangencial, desde una perspectiva holística por antropólogos como Margaret Mead o B. Malinowski. Uno de los problemas con los que se debe enfrentar la antropología homosexual, a consuno con la falta de especifidad de los datos (la marginalidad de lo sexual) y la dispersión que esto acarrea. Por otra parte, el hecho de que la homosexualidad haya sido empleada por las naciones colonizadoras europeas para estigmatizar a los pueblos bajo su dominio, no hace sino complicar aún más su estudio De esta forma se polarizarán las construcciones entre heterosexual/homosexual y activo/pasivo. Bien hubieran hecho en escuchar a la célebre antropóloga, Margaret Mead cuando dijo que «Cualquier sociedad que especializa a los tipos de personalidad por el sexo, que insista en que cualquier rasgo está inevitablemente ligado al sexo, facilita el camino a un tipo de desajuste muy grave. (Mead, 1981: 322)4 Y si al marica se le amparaba en el control informal cuando realizaba una función social (al llegar a las grandes urbes, ya dejaba de desempeñar esa función, por lo que ya era represaliado), al maricón u homosexual activo se le va a penar más duramente. En él, el macho no puede afirmar su identidad porque no puede negársela al otro. Además, se siente amenazado porque no puede categorizar a este tipo de homosexual (« [las sociedades] aceptan o rechazan la homosexualidad en la medida en la que pueden categorizarla» (Cardín, 1984: 49)5 ), y porque no puede defenderse de él al estar en igualdad de condiciones físicas. Sufre, por primera vez, el miedo a la violación Pero esta reacción es muy ambivalente ya que, cuando llegue el tardofranquismo y llegue la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social (LPRS), cuando se coja a dos hombres con 4 GUASCH, Oscar. 1995: 49. 5 Ibíd. [Pág. 54]
  • 7. 7 las manos en la masa, el penado siempre va a ser el marica. Nunca un maricón, probable cabeza de familia, y que tiene a su disposición mil y una escusas para justificar su conducta y solicitar la clemencia del sistema represor. Esto explica que la mayoría de represaliados fueran jóvenes obreros, sin dinero y sin influencias. Los que tenían cuartos, vivían una doble vida que les resultaba hasta cómoda y excitante. Podían viajar a lugares exóticos y podían usar sus influencias como último recurso. La lógica de esta represión, por tanto, radicaba en que, encerrando al joven infectado, evitábamos el contagio de la pandemia. Y podíamos usar, encima, la excusa de su juventud como medio para enderezar el tronco torcido, y no quitar las ramas viejas. Finalmente, en una sociedad en la que con la «agresividad fálica se somete y se compite sexualmente por la mujer, y a través de la que se intenta someter (más simbólica que realmente) a otro varón» (Guasch, 1991: 51); en una cultura basada en la fuerza, en el apretón de manos y en las palmadas en la espalda (y no en las caricias como la japonesa), se genera un subproducto inesperado: la loca. Con la revuelta de Stonewall en 1969, la homosexualidad toma un giro radical, adoptando una postura política. De esta forma nace el concepto de gay. Literalmente significa alegre, divertido, en varios idiomas. Pero es mucho más que eso. Gay es un espíritu, una reivindicación política, una forma de ser que reclama ser entre iguales. De este modo se inicia el periodo gay. Si anteriormente la homosexualidad se definía en términos de extrema feminidad, en esta etapa se va a definir en torno a lo viril. De esta forma, surgirán las figuras del macho, el blando, la loca, el carroza y el reprimido. Y de entre todas estas figuras, la loca va a ser estigmatizada porque ahora ya puede elegir su identidad; y elige seguir bailando la sardina al poder heterosexual. El conflicto es especialmente duro entre el macho (supuesto activo; el macho no da cariño, el macho folla) y la loca (supuesto pasivo). Mientras, el blando se sitúa como un paso intermedio, indefinido, que rememora características de la adolescencia. Finalmente, todos se convierten en carrozas. El carroza es aquél que no ha aceptado su edad y sigue comportándose como los jóvenes. Aparte está el reprimido. Aquél cabeza de familia que se niega a reconocer su forma de ser ya que se aleja de lo que él considera que es normal (y entre lo cuál cree estar). Frecuenta el ambiente, pero también es estigmatizado por el resto. Cada uno de estos tipos son predominantemente endógamos, es decir, no se relacionan sexualmente con los otros tipos (a
  • 8. 8 excepción del reprimido); sus relaciones son horizontales (especialmente las del carroza). Esta tipología es émica o interhomófila, y está construida desde las categorías del actor social. Pero de forma externa, también había tipologías construidas en base a categorías etics, las del observador. Para estos observadores, el mundo homosexual se sigue dividiendo entre activos y pasivos (maricón y marica), con la incorporación del travestí. Lo gay quedaba fuera de su alcance. Normalmente, confundían el travestismo con la transexualidad. Mientras que uno tiene profundas raíces psicológicas, conlleva un deseo de cambiar el sexo; el otro no suele conllevar ni siquiera la homosexualidad. A menudo, el travestí es heterosexual, y los demás homosexuales no se sienten ni siquiera atraídos por él. El travestí está más bien dirigido a otros heterosexuales. Vende su ambigüedad, su indefinición. Venden el “¿Tendrá?”. El travestí puede llevar unas prácticas heterosexuales con su pareja heterosexual, incorporando elementos fetichistas en un juego sexual. No tiene que ver con la psicología. Desde esta perspectiva etic será donde se desarrollen las tipologías más excéntricas. Desde las del célebre doctor Gregorio Marañón (latente, completa, profesional y neurótica), pasando por las de los miembros de la escuela de Chicago, Allan Bell y Marcel Weinberg (emparejados cerrados y abiertos / funcionales y disfuncionales / asexuales), hasta llegar a los cuarenta tipos de Richard Hauser. En verdad, intentar realizar una tipología de la homosexualidad resulta fútil, ya que homosexualidades hay tantas como homosexuales. La necesidad de realizarla se cimenta en un intento de aprehensión del universo por parte del ser humano, para lo cual debemos simplificarlo. Es lo mismo que pasa con la creación de estereotipos, e incluso, con la creación de roles de género tipificados. Es por eso por lo que las personas ambiguas en cuanto al género son, en muchas ocasiones, estigmatizadas. En este periodo surgen voces que empiezan a reclamar justicia. Incluso voces que pretenden darle la vuelta a la tortilla. Así es como surge la ‘teoría de los genios’, según la cual, todos los grandes genios de la historia serían homosexuales ya que el homosexualismo conlleva cierta superioridad artístico-sensible (Da Vinci, Lorca, etc.). O la atrevida proclama de Carpenter, en la que asegura que el sentimiento amoroso del uranista (el que tiene alma de mujer, según estipuló Ulrich en 1860), es más un asunto del corazón que de placer. Incluso la afirmación de que todos los bisexuales son homosexuales reprimidos, y hasta que todos los heterosexuales son homosexuales reprimidos, El nuevo periodo elimina la clandestinidad, y convertirá el universo homosexual en un mercado que se cuantifica por orgasmos conseguidos en base al esfuerzo invertido. Un
  • 9. 9 mercado en el que el carroza ya no puede hacer más que pagar los servicios de profesionales, más conocidos como chaperos. La juventud se convierte en un activo codiciado en este mercado que empieza en el bar, pasa al disco-bar, llega a la discoteca, y termina en la sauna. Las instituciones se delimitan. Si en el periodo anterior, el único medio que tenía el neófito para introducirse en este universo era la calle (entiéndase también las estaciones ferroviarias, los urinarios, el parque, el campo, la playa, el cine, etc.), mediante la famosa carrera6 , en este periodo, las instituciones van a jugar un papel importante. Eso no quiere decir que se desplazase la calle como elemento introductor del neófito. Pero los peligros que ésta conllevaba anteriormente, se multiplican ya que ahora no sólo hay que saber cómo hacer señas a entendidos sin ser advertidos por los demás heterosexuales que desconocían los signos homosexuales. Ahora hay que saber hacerlos a la persona a quien vayan dirigidas, sin que exista la posibilidad de que otro entendido las malinterprete y se pueda montar una escena. Si a esto le sumamos la creación de un mercado abundante con instituciones delimitadas, no es de extrañar que pierda importancia la antigua necesidad de una red social homosexual para efectuar la sociabilización. Anteriormente, el varón iniciado integraba al neófito en una red social (a menudo a cambio de favores sexuales), le presentaba a sus hermanas, el grupo más íntimo en el que las relaciones sexuales internas están prohibidas. Para reconocerse en la calle, debían (y deben) guiarse por tres características: actitud, apariencia y contexto. Los lugares en los que se iniciaba la sociabilización eran marginales en cuanto al espacio y/o en cuanto al tiempo. Las nuevas instituciones están más destinadas a satisfacer las demandas del mercado sexual que del social. Se generan dos regiones bien marcadas: la posterior (en la que se prepara la acción) y la anterior (en la que se ejecuta la acción). Sólo la loca muestra la pluma en la región anterior. La distribución espacial está estructurada en base a la exhibición y al control. En los locales de ambiente empezó por darse un oscurecimiento lumínico, hasta que el VIH hizo su aparición. A partir de ese momento, se empezó a subir la intensidad lumínica. Entre las nuevas instituciones destaca la sauna. En este espacio lo prioritario es la relación sexual. Se componen de cuarto oscuro, saunas de vapor (con la misma finalidad e intensidad lumínica que el cuarto oscuro), largos pasillos a forma de laberintos, cine erótico, bar y, por supuesto, cabinas donde terminar la relación sexual. Pese a la promiscuidad 6 Vocablo homófilo que designa la actividad del ligue callejero. Su nombre se debe a los parecidos con la carrera desarrollada por la prostituta para captar clientes. Pero, mientras que la prostituta realiza su ritual de exhibición para el público en general; el homosexual la realiza para un sólo varón previamente seleccionado. La elección es posible para el homosexual, no para la prostituta.
  • 10. 10 reinante, los buenos modales persisten; y pese al exhibicionismo dominante, la toalla o taparrabos se convierte en normativo, situando a todos es un mismo plano. Al contrario que en otros países, las relaciones sadomasoquistas no son usuales, y cuando se realizan, se hacen en ambientes exclusivos y excluyentes de alto standing. Pero este salto cualitativo que se da con la llegada del periodo gay no se hará efectivo en nuestro país hasta después de la Transición. Precisamente, a la cabeza de las primeras manifestaciones (la del Orgullo Gay en 1977, Barcelona), se sitúan travestís y locas y se exalta la femineidad en un tono burlón con el famoso grito unitario. Pese a que algunos han considerado esto como una rémora a la hora de construir una nueva identidad no gregaria de otras estructuras preexistentes, como la heterosexista; otros lo interpretan, simplemente como que los más atrevidos, los que se atrevieron a levantar la voz, son los que han abierto la puerta a muchos otros. Así nos lo decía Arnalte en nuestra conversación: «… cada homosexualidad es distinta, y la gente menos convencional, por así decirlo, es la más visible. Pero de hecho es la que ha abierto la puerta. No es que hubiera más, sino que los que había eran los que abrían la puerta y luego venían todos los demás que no salían en la foto y que decían ‘es que no me identifico con esto’, pero es esa gente la que verdaderamente, al dar la cara, abrió el grifo» (Arnalte, Una cálida charla: Arnalte en la Berkana [2009]: 10). En definitiva, la interacción de la subcultura «homosexual» con la cultura madre ha sufrido numerosos cambios. Para entenderlos, es preciso recurrir al utilitarismo que se encierra tras toda ideología. Y es que, como concluyó Ugarte en nuestra charla: «Esos preceptos [de la Iglesia] (…), lo(s) tiene(n) porque tienen una utilidad muy evidente y muy contrastada por los siglos. Mientras sigan teniendo esa utilidad, no los va a abandonar porque le proporciona lo que busca. Por lo tanto, cuando alguien utiliza un instrumento y ese instrumento tiene lo que quiere, ¿por qué lo va a cambiar?» (Ugarte, Un té y un brownie con Javier Ugarte [2009]: 18).
  • 11. 11 Contexto contemporáneo. La homosexualidad en los siglos XIX y XX. Revueltas y manifestaciones. A finales del siglo XIX la homosexualidad se introdujo de lleno en la ciencia, donde hasta el momento no había sido objeto destacado de estudio. Dentro de ella, la biología se dedicó a investigar el fenómeno de las relaciones entre personas del mismo sexo. Así se comienza a indagar para poder identificar y clasificar a los individuos que realizan estos actos y lo que les guía a hacerlos. A mediados del siglo XIX encontramos la figura del doctor Ambroise Tardieu, miembro de la Facultad de Medicina de París y del Comité Consultivo de Higiene Pública, que elaboró una determinada imagen del sodomita, por entonces denominado pederasta. En 1857 publicó Étude médico-légale sur les attentats aux moeurs, donde señala diversos puntos que indican cómo es este individuo: elementos antropológicos (el físico y órganos sexuales), psicológicos (sensibilidad y carácter) y sociólogos (estilo de vida, códigos de identificación y vocabulario). Gracias a este estudio se generó un estereotipo del pederasta-sodomita que incluso conserva parte de la sociedad en nuestros días. Además destacó que si un hombre deseaba a otro lo hacía porque se sentía como una mujer, por ello se vestía, se movía o hablaba de manera similar a ella (es decir, todos los homosexuales son afeminados y no tienen las características típicas de un hombre). Se podía reconocer al pederasta porque le gustaban las joyas, los perfumes, los adornos, cuidaba su peinado y apariencia o por cómo movía la cadera. También compartía rasgos con la personalidad femenina: era vanidoso, propenso al chismorreo o a la inconstancia amorosa. “Sus formas anatómicas delataban las «prácticas nauseabundas» a las que se entregaba en la intimidad. El aspecto redondeado de las nalgas, el relajamiento del esfínter, y el ano en forma de embudo denotaban el gusto por la sodomía pasiva: lo mismo que los dientes muy cortos, los labios abultados, invertidos y deformados eran síntoma inequívoco del hábito de la felación. Se trataba de un monstruo, que no tardaría en convertirse en objeto preferente de análisis de la teratología, la ciencia encargada del estudio de las aberraciones de la naturaleza”.7 7 En clave gay (FUENTES, Pablo. Pasado y presente de la homosexualidad), 2001: 44-45.
  • 12. 12 Más tarde la medicina estableció un nuevo concepto para definir concretamente la sodomía o la pederastia entre personas del mismo sexo: homosexual (o incluso invertido). A comienzos del nuevo siglo comienzan a tenerse en cuenta los sentimientos de esa persona, pero esto no quiere decir que se suprima la hipótesis de que la homosexualidad es una enfermedad, sino que adquiere más importancia el estudio psicológico y de la personalidad del sujeto. En estos momentos los gays están maltratados en todos los aspectos sociales: la religión los repudia y condena la infierno (antinatural), la psicología los considera enfermos mentales, la justicia criminales y la medicina el sujeto de una enfermedad (según el país e institución varía su carácter: hereditaria, genética, congénita o adquirida). Desde 1870 el homosexual es un degenerado en todos los ámbitos, por ello el estado toma parte en su condena y lo convierte en un grave delito. Las autoridades los identifican, aíslan, tratan, condenan o eliminan para proteger a la sociedad. El ejemplo más claro es el proceso contra Oscar Wilde en los años finales del siglo XIX. Los diferentes colectivos, bares y clubs en los que podían (y pueden) reunirse y organizarse en pequeños colectivos los homosexuales han existido en diferentes etapas de la historia; sin embargo, no fue hasta el siglo XIX cuando se estructuraron las primeras organizaciones públicas que luchaban a favor de sus derechos. Podemos decir que el primer activista del que tenemos constancia en esta época, y que se organizó para poder defender otros modelos de sexualidad diferentes al tradicional fue Karl Marie Benkert. Él escribió una carta al ministro de justicia de Prusia tras la redacción de un nuevo párrafo para el Código Prusiano (artículo 175) que condenaba los actos homosexuales. En la carta Benkert, ayudado por su amigo polígrafo Karl Heinrich Ulrichs, justificaba su posición gracias al Código Napoleónico desarrollado en 1810 y que se había extendido por toda Europa, en el que estos actos habían quedado despenalizados. Sin embargo, su llamada llegó a oídos sordos. No fue hasta 20 años después cuando el neurólogo alemán Magnus Hirschfeld fundó el Comité Científico y Humanitario (15 de mayo de 1867), que fue la primera organización para la defensa de los derechos de los homosexuales. Llevó a cabo diversas actividades, conferencias, congresos, debates públicos, folletos informativos y envió cartas a altos cargos del gobierno para concienciar a la sociedad sobre el tema. Gracias a su labor se fueron estructurando nuevas asociaciones en Alemania, de las que la más destacada fue la Comunidad de los Especiales. Estos movimientos adquirieron mayor relevancia y se internacionalizaron. Así fue como nació en 1911 una filial de esta agrupación en Holanda y en 1914 otra en Viena. En
  • 13. 13 Londres, impulsada por el doctor Havelock Ellis y el escritor Edward Carpenter, se crea la Sociedad Británica para el estudio de la psicología sexual con un importante subcomité dedicado a atender los problemas que puedan sufrir los homosexuales. Tras la I Guerra Mundial, en julio de 1919, Hirschfeld y sus colaboradores fundan el Instituto de Ciencia Sexual (ICS), donde se crea un gran archivo con materiales de todo tipo para el estudio de la sexualidad humana, pero enfocado sobre todo a la homosexualidad. También se desarrollaron “Ligas de Amigos” y empezaron a editarse publicaciones para homosexuales. En 1928 Hirschfled participó en la fundación de la Liga Mundial para la Reforma Social que coordina congresos internacionales y publica la revista trimestral Sexus y encabeza el movimiento social y legislativo europeo, entre 1928 y 1932. A finales de este último año había alcanzado más de 130.000 afiliados, sin embargo, pese a su gran presencia social no logra sobrevivir al ascenso del nazismo, el cual consiguió clausurar los centros y disolver las organizaciones. El 6 de mayo se inicia la “Semana de la Gran hoguera”, durante la que se queman los archivos y materiales del ICS. Además, los nazis dan muestra de su repudio hacia el homosexual incrementando la dureza de la ley que este colectivo había intentado derrocar. Se amplía el artículo 175 y se establecen como acto punibles: besos, abrazos, caricias, fantasías y deseos eróticos. Con esto lo que se pretendía lograr era suprimir una forma de ser y de sentir (ya que eran unos degenerados y sólo perjudicaban a la sociedad). En 1937, Himmler el comandante en jefe de las SS (Schutzstaffel), establece que los homosexuales deben ser enviados a campos de concentración de nivel 3, en los que los prisioneros realizan trabajos duros y agotadores hasta su muerte (la esperanza de vida se contaba en semanas). Además, en muchos campos son torturados y utilizados como cobayas para experimentos y nuevos tratamientos médicos. Pero no sólo el nazismo alemán se dedicó a hacer desaparecer a los homosexuales, el Partido Comunista ruso también la consideró una degradación social y moral, pero en este caso, era consecuencia del capitalismo, por lo que no podía existir en una sociedad como la promovida por el comunismo. La II Guerra Mundial silenció los movimientos que hasta entonces habían surgido en el período de entreguerras. Tras ella se desarrollaron de nuevo estas organizaciones en los Países Bajos, Francia y Estados Unidos. Por ejemplo, en 1946 se forma en Holanda, con los miembros
  • 14. 14 de asociaciones anteriores supervivientes de la guerra, Vriendschap que comienza a organizar actividades a favor de este grupo. En 1954 André Baudry funda Arcadie, nueva revista que lucha contra la legislación antihomosexual de la República francesa de Vichy, más tarde reforzada por el presidente De Gaulle. De 1960 a 1970 presta ayuda a los grupos homosexuales que han surgido en Cataluña, bajo el represivo régimen franquista. En Estados Unidos surgió la organización Mattachine (creada por Harry Hays y varios amigos) para ayudar a los homosexuales a aceptar su orientación sexoafectiva. En 1953 se enfrenta al senador McCarthy y al Comité de Actividades Antiamericanas, que había desarrollado una severa política contra comunistas y personajes con tendencia subversivas, dentro de los que se encontraban los homosexuales. En este clima de lucha, aún muy hostil a la homosexualidad se hacen públicos los resultados del informe Kinsey de 1948, el cual señalaba que el 37% de los hombres había mantenido al menos una experiencia homosexual a lo largo de su vida, de los cuales el 13% había mantenido más experiencias homosexuales que heterosexuales y un 4% sólo homosexuales. Estas estadísticas llevaron a una cierta normalización de la homosexualidad, ya que aparentemente era mucho más común de los que se había dicho hasta el momento. Otros sucesos que contribuyeron a introducir la homosexualidad dentro de la vida cotidiana fueron: la llegada del preservativo o anticonceptivo y su popularización y la intromisión de la mujer al mundo del trabajo; ambos ayudaron a impulsar la separación entre placer y reproducción y, de este modo a hacer lícita la búsqueda del primero en una relación sexual, no sólo la procreación. De 1965 a 1980 surge un nuevo movimiento homosexual, el cual pretendía lograr las libertades públicas para este colectivo. En Francia se encontró asociado a la revolución de mayo de 1969, en España a la Transición de la dictadura a la democracia y en EE.UU. a la lucha por derechos civiles y a la proclamación del feminismo. Estas agrupaciones son mucho más radicales; además de atacar la leyes antihomosexuales que existen en la sociedad, también acometen contra la identidad capitalista, el patriarcado y el heterosexismo. Como su emblema encontramos las manifestaciones ocurridas tras Stonewall. El movimiento homosexual como hoy lo conocemos tiene su origen en el intento de cerrar el bar Stonewall Inn, en el que se congregaban habitualmente homosexuales, el 28 de junio de 1969, en el barrio de Greenwich Village, en Nueva York. Esto provocó un grave
  • 15. 15 enfrentamiento cuasibélico entre las autoridades (la policía fundamentalmente, aunque más tarde repercutiría en la política) y los homosexuales que se prolongó hasta el 2 de julio. Era una redada rutinaria, pero gracias a la gran cantidad de homosexuales que acudieron a la zona tras conocer el suceso, se convirtió en el detonante de una revolución civil. La manifestación que trajo consigo se pudo llevar a cabo porque ya existía desde hacía tiempo una organizada subcultura en este colectivo (desde inicios del siglo XX se han formado asociaciones que buscan la igualdad independientemente de la orientación sexoafectiva de la persona). El año después de la revuelta se conmemoró el hecho con una multitudinaria celebración, en la que surgió el movimiento que hoy conocemos como Orgullo Gay, es decir, proclamar la visibilidad y no sentirse avergonzado de mantener una orientación sexoafectiva diferente a la que se lleva proclamando varios siglos. A partir de los años 70 las manifestaciones y revueltas a favor de la identidad gay y de la igualdad de derechos se multiplican por todos los países desarrollados. En España la primera manifestación con este objetivo la encontramos el 28 de junio de 1977 en Barcelona. Fue convocada por el Frente de Liberación Gay de Cataluña, con el objetivo de defender la homosexualidad. Estuvo encabezada por transexuales y travestis, que fueron los que más padecieron las cargas policiales que se produjeron durante el acto. Durante las décadas posteriores, los años 80 y 90 la visibilidad gay se hizo patente, aunque aún con grandes reservas por parte de la sociedad que los reconocía y de los propios homosexuales que exigían la igualdad. En estos complejos y difíciles años también se extiende el SIDA entre toda la población y el origen y transmisión de la enfermedad cae en manos de los homosexuales, aunque este tipo de relaciones no sean la única fuente de contacto. A pesar de ello, el colectivo gay logró superar todos los obstáculos hasta alcanzar la situación actual, en la que la homosexualidad es aceptada por la mayoría de la población joven y respetada por gran parte de la adulta.
  • 16. 16 HOMOSEXUALIDAD EN EL FRANQUISMO ¡CUIDADO! UN GAY EN CASA. LA ACEPTACIÓN SOCIAL DE LA HOMOSEXUALIDAD La situación de la sociedad en torno a la homosexualidad ha variado mucho con el tiempo. Si en Grecia y Roma era normal y habitual, en los siglos XIX y XX, además de en la dictadura franquista que nos ocupa ha sido despreciada. Este desprestigio e incluso fobia que se ha desatado sobre las relaciones entre personas del mismo sexo comienza en las leyes y la política desarrollada por los dirigentes de cada sociedad. Como señala Javier Ugarte, la igualdad debe iniciarse desde la política, desde las normas y derechos que afectan a todas las personas y que nos hacen ser iguales ante las instituciones, la justicia o el trabajo. Así, lo que primero debe hacerse para alcanzar esta paridad es suprimir las posibles desigualdades que presenten las leyes de una civilización. De este modo, después será mucho más fácil enfrentarse a las discriminaciones sociales y laborales porque se parte de una base legal. Cuando se alcanza la igualdad jurídica y desaparecen los castigos legales sobre los homosexuales la sociedad comienza a aceptar esta predilección afectiva como parte de su civilización. Pasados unos años desde la supresión de castigos, será un hecho aceptado por todos, si exceptuamos las minorías radicales que seguirán poniendo en duda estas relaciones. Así, la homosexualidad se introducirá poco a poco en la sociedad. Esto es lo que ha pasado en la mayoría de los países europeos, por ejemplo. Es cierto que no se ha alcanzado la igualdad legal total nada más que en Países Bajos, ya que el matrimonio y la formación de familias de homosexuales sigue generando conflictos, pero no hay duda de que la situación ha mejorado desde el franquismo. Ahora los homosexuales no tienen porqué esconderse y pueden reclamar sus derechos sin miedo a que les tachen de pederastas, pervertidos, monstruos y muchos otros descalificativos. Aunque los homosexuales sean una minoría deben ser tenidos en cuenta en la actualidad, porque eso es lo que proclama la democracia: la igualdad de todas las personas sin importar gustos, razas o ideas. Otro problema que se plantea al no otorgar la igualdad a las minorías es la inexistencia de correspondencia entre la ciudadanía y la nacionalidad de estos individuos. Es decir, pertenecer legalmente a un país y una sociedad desde que naces (nacionalidad), pero sin tener los mismos derechos que los demás ciudadanos (ciudadanía), ya
  • 17. 17 que el hecho de ser homosexual plantea varios problemas legales, como el matrimonio, o la creación de una familia. Además de este problema la homosexualidad ha planteado muchos otros a las personas con estos sentimientos: rechazo familiar y el propio, por lo que se cree que es (un monstruo), la necesidad de esconderse para no ser considerado un criminal, la discriminación laboral o agresiones físicas y psicológicas entre otros casos. El miedo al rechazo de su familia no permitía en muchos casos al homosexual revelar sus sentimientos a sus parientes, ya que ellos mismos podrían actuar de verdugos. Podían ser quienes avisasen a las autoridades de que un desviado estaba en su familia y que debía ser juzgado. Incluso hubo periodos en los que se llegó a considerar que la homosexualidad podía transmitirse de generación en generación, por lo que era necesario aislar a los que ya existían. En lugar de encontrar apoyo y ayuda en tu familia encontrabas rechazo y lejanía que podían conducirte a ser condenado como un criminal simplemente por tus sentimientos. Este rechazo se acrecentaba en los pueblos, donde todos los residentes se conocen y es muy difícil pasar desapercibido si los rumores empiezan a mencionar la existencia de un pervertido. Las tradiciones son mucho más estrictas, al igual que la libertad está mucho más coartada. Por ello el número de casos de homosexualidad en las zonas rurales es muy inferior al de las grandes ciudades, que permitían a la persona aceptar e incluso formar su identidad personal sin rechazar sus sentimientos. A pesar de ello en el campo también llegaron a crearse lugares de encuentro en los que se reunían círculos de amistades que tenían en común su orientación sexoafectiva, aunque en una proporción muy inferior a la ciudad. En el pueblo siempre había más problemas para reconocer lo que se sentía, además del adoctrinamiento desde la niñez en el que te enseñaban que no era normal enamorarse de una persona de tu mismo sexo ni tener relaciones con ella, que era una abominación. El polo opuesto a las estrictas normas de un pueblo era la gran ciudad. Allí los homosexuales no tenían que ocultarse continuamente ni renegar de sus sentimientos. En la ciudad se escapa del control del entorno que se produce en las pequeñas poblaciones, en muchos casos no sé sabe ni quiénes son tus vecinos, ni mucho menos qué hacen, a dónde van o de dónde vienen. La subcultura homosexual que sí existía en las ciudades tenía varios puntos a destacar: los gays podían exponerse sin miedo en determinados lugares y conocer a personas con los mismos sentimientos, de forma que ya no se considerasen un desecho de la sociedad, había
  • 18. 18 más personas que se sentían de la misma manera. Estos lugares eran los cafés, bares o tabernas, generalmente zonas en las que predominaba la vida nocturna. Esta tendencia es mucho más fuerte en los primeros años del siglo XIX que a mediados del mismo siglo. Después de estas fechas la homosexualidad volvía a verse relegada a la inexistencia teórica dentro de la sociedad. Sólo podía mencionarse esta orientación en los lugares de copas donde se reunían ellos mismos. Los amigos sustituyen a la familia, ya que en ellos sí se encuentra comprensión y respeto a lo que se es, no es necesario aparentar algo distinto. Estos amigos, durante la dictadura franquista y cuando la represión era mayor, solían corresponder al mismo colectivo y reunirse en los bares y clubs que ya hemos indicado. Los amigos se convierten en la nueva familia que da consejos y apoya. No fue hasta la decadencia de los totalitarismos del siglo XX, cuando empezaba a proclamarse la democracia el momento en que se vislumbró de nuevo la existencia real de este colectivo. Los totalitarismos, y por lo tanto el franquismo, establecían unos estereotipos concretos para las personas, lo que privaba la libertad personal y no permitía avances sociales, ya que nadie debía desmarcarse de los demás, todos debían ser iguales y hacer todo según las reglas establecidas. Y en esas normas lo único permitido era la heterosexualidad que diese más población al país, no la estéril y depravada homosexualidad. LA JURISPRUDENCIA COMO ARMA LEGITIMIZADORA DE UNA INJUSTICIA SOCIAL El derecho se ha utilizado en no pocas ocasiones como la legitimación de nuestro derecho a cometer injusticias. Eso es lo que sucedió, en gran medida, durante el franquismo. Se usaban argumentos incoherentes y cínicos para justificar un odio al homosexual. Las principales leyes que reprimían la homosexualidad fueron: la tristemente célebre Ley de Vagos y Maleantes (LVM) del año 54, que reinterpretaba la original, aprobada en la II República; y la cínica Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social (LPRS), aprobada el 4 de agosto de 1970. Durante la dictadura de Primo de Rivera, la homofobia encontró dos vías legales: el Código Penal de 1928 que en su artículo 616 tipificaba los delitos contra el pudor con personas del mismo sexo de forma habitual o escandalosa con multas de 1,000 a 10.000 pesetas e
  • 19. 19 inhabilitación para ejercer cargos públicos entre 6 y 10 años; y el artículo 69, que reformó el delito de abusos deshonestos agravándolos si quien los cometía era una persona del mismo sexo que la víctima. La LVM del 33, la original de la II República, no penaba directamente la homosexualidad. En ella, se contemplaban el exhibicionismo, la corrupción de menores y el escándalo público. Esto no quiere decir que el homosexual tuviera carta blanca, ni mucho menos. Como veremos a lo largo de este apartado, la arbitrariedad y la hipocresía han predominado (y predominan) en la justicia patria. De esta forma, era frecuente que el juez o policía de turno encontrase escándalo público en relaciones homosexuales, así como que se aplicara la justicia con una mayor dureza en la corrupción de menores si el corruptor era homosexual. Tampoco el Código Penal de 1932 contemplaba la homosexualidad como figura jurídica. Tan sólo se tipificaba como delito en el Código de Justicia Militar. Los avances conseguidos en este tiempo se vieron truncados con el alzamiento, que trajo cuarenta años de oscurantismo para la sociedad española, y casi más de cincuenta para la comunidad homosexual, que empieza a conseguir sus derechos legítimos hoy día. Tras la guerra, el bando franquista tenía muchos problemas de los que preocuparse antes de dedicarse a la homosexualidad. Los represaliados políticos iban primero. En este periodo que va de 1939 a 1954, la homosexualidad en sí no constituye delito alguno. No obstante, extraoficialmente, la policía tenía carta blanca para represaliar ateniéndose a aquéllos actos que salieran del ámbito privado (en cuanto eran conocidos por la policía, ya dejaban de ser privados) y tuvieran repercusión social (¿era bastante repercusión el conocimiento por parte de una sola persona que, naturalmente, se escandalizaría ante semejante acto contra natura?). Es decir, se penaban los abusos deshonestos, la corrupción de menores o el escándalo público. Otras leyes aprobadas en este periodo son la reforma del artículo 431 del Código Penal de 1944 y la del delito contra el honor, tipificado en el artículo 298 del Código de Justicia Militar hasta 1942. Más tarde, será el 352, que supone un mínimo de seis meses de presidio y separación del servicio. El escándalo público, regulado por el Código Penal franquista tipificaba la ofensa de cualquier tipo, al pudor o a las buenas costumbres, con un hecho que causara grave escándalo o tuviera gran trascendencia.
  • 20. 20 Fueron bastantes los casos de oficiales que se entregaron a la homosexualidad. Pese a ser una institución viril y profundamente machista, el militar tenía opciones de redimirse. Eso siempre y cuando sus actos no hubieran propasado todos los límites. En ese caso, no había adhesión al Régimen que valiera. Pero si los hechos no eran irrefutables, un buen historial militar, muestras de adhesión al Régimen y el enchufe, podían salvar de situaciones comprometidas8 . Especialmente significativo resulta el caso citado en Redada de Violetas del soldado Fernando M.G. El joven militar gallego fue acusado de realizar proposiciones indecentes a varios hombres, con uno de los cuales habría completado relaciones sexuales. No obstante, en esos momentos no se encontraba en condiciones físicas (infección en el pene), para realizar esos actos. La acusación infundada parecía estar dirigida por su suegro, que no quería que se casara con su hija. En el día en que se iba a celebrar su juicio, se produjo el levantamiento del general Franco. Con la confusión, Fernando quedó exculpado. No obstante, aún le quedaría mucho por demostrar. Se alistó en el bando franquista y se enroló en batallas peligrosas (Brunete, Vizcaya, Aragón) con el objetivo de lavar su honor. Finalmente lo consiguió, convirtiéndose en héroe de guerra… y perdiendo la pierna por el camino. En otras ocasiones, eran oficiales los que intentaban aprovechar su mayor rango para someter a sus suboficiales. Ya fuera mediante la coacción o por medio de ganarse sus afectos, lo cierto es que no era una medida muy acertada. Y más aún cuando la embriaguez no se consideraba como un atenuante. Para el Tribunal Supremo, la homosexualidad era un vicio repugnante en lo social, aberración en lo sexual, perversión en los psicológico y déficit en lo endocrino (Sentencia del TS del 15/10/1951)9 . A partir de 1954, el Régimen comienza a abrirse al exterior. Encuentra como dos grandes aliados la Iglesia y EEUU. Para ser aceptado en el extranjero, interesaba mostrarse como baluarte anticomunista. Y para ello, era necesario estrechar más lazos con la Iglesia. Y eso es lo que sucedió en el Concordato ya mencionado en anteriores epígrafes. No hay que olvidar que moral y derecho son dos conceptos que van unidos en el franquismo. 8 ARNALTE, Arturo. 2003. 9 ARNALTE, Arturo. 2003.
  • 21. 21 Es este el contexto en el que surge la reforma de la LVM del 54. En lo que pasaría a conocerse como Dado en el Pardo, se acuerda la aprobación de medidas predelictivas contra la homosexualidad. Esto va a suponer que la ley no necesita pruebas. Se decreta una especie de carta blanca como parte del endurecimiento social de la consolidación del Régimen. Oficiosamente, ahora la homosexualidad podía ser penada si se daba el requisito de publicidad o escándalo público. Pero, ¿quién determina lo que es público y lo que es privado? Como muestra, podemos citar un caso en el que un juez condenó a un hombre que tenía guardadas en el cajón de su mesilla unas imágenes comprometidas10 . Se consideró como escándalo público porque el policía, al verlas, se escandalizó. Pero, ¿es lícito rebuscar en el cajón de la mesilla de alguien?, ¿no las tenía suficientemente guardadas? Según la sentencia del Tribunal Supremo del 27 de enero de 1962, el hecho es trascendente por corto que sea el número de personas que conozcan el hecho. Asimismo, el 8 de noviembre de 1961 resolvieron que la permanencia de imágenes perdurables de actos homosexuales es la trascendencia que pena la ley. Vemos de nuevo la manifiesta arbitrariedad de jueces. Una decisión en la que tenían un importante papel la clase social del imputado, así como sus padrinos. Una vez que eran juzgados, se les aplicaban las siguientes medidas previstas en el artículo 6 de la LVM: o Internado en un establecimiento de trabajo o Colonia Agrícola en situación de total separación de los demás con límite no oficial de tres años. De esta forma, se hicieron famosas cárceles como la de Tefía, en Canarias. La estrategia para combatir la homosexualidad parecía ser el hambre y palos. Palos y más palos, por cualquier cosa. o La prohibición de residir en determinado lugar o territorio, junto con la obligación de declarar su domicilio. Es decir, el destierro durante un tiempo, que solía oscilar entre el año y los tres años. o La sumisión a la vigilancia de los delegados franquistas que había en su territorio. En el plano real, los homosexuales, con esta ley, fueron equiparados a mendigos, enfermos mentales y lisiados. Y también en el plano real, los menores, que en un principio se previó que fueran destinados a centros especiales, acabaron en la cárcel, al igual que los adultos. 10 Ibíd.
  • 22. 22 En Tefía, los homosexuales eran destinados para picar piedra. Se pretendía quitarles el vicio, como ya hemos dicho, a base de palos. No obstante, muchos de los represaliados que estuvieron en esa cárcel cuentan que, extremando las precauciones, era posible tener sexo. Y más aún, que algunos agentes se hacían practicar una felación a cambio de no presentar denuncia. Finalmente, el turismo abrió Canarias antes que otros puntos de España. No podemos dejar sin mencionar el comentario de un funcionario de prisiones producido en la cárcel canaria, y referenciado hasta la saciedad como ejemplo de la visión simplista del franquismo hacia la homosexualidad. Podemos ver la visión hasta alienígena que tenían de la homosexualidad: «A los maricones, yo no os quemaría, pero os juntaría a todos en una isla desierta para que os devorarais entre vosotros» (Arnalte, 2003: 14). Sin embargo, la mayoría fueron a parar a cárceles comunes, donde se habilitaban determinados módulos para ellos. De esta forma, abundaban en la Modelo de Barcelona, así como en la de Carabanchel (donde se situaría el Centro de Observación posteriormente). La Ley de Jefatura del Estado de 24 de abril de 1958 creó los Juzgados Especiales de Vagos y Maleantes (JEVM). Se basaba en el artículo 10 de la LVM para convocar las plazas de jueces especiales. Las personas declaradas peligrosas por los JEVM ingresaban en las prisiones comunes, como la Modelo de Barcelona. Otras normativas menores destinadas a reprimir la homosexualidad son: o El reglamento de los Servicios de Prisiones de 2 de febrero de 1956 que, en su artículo 112, con respecto a las faltas muy graves cita la comisión de «actos contrarios a la moral y a las buenas costumbres»; o La orden del Ministerio de Educación y Ciencia de 1971, que incluía la homosexualidad como incompatible con el ejercicio de la docencia en la enseñanza primaria. También cabe mencionar las Brigadas Sociales, que ejercían el papel de policía religiosa; y la Junta Nacional de la Cruzada de la Decencia. Con su inestimable esfuerzo, junto al de la Guardia Civil, la Policía Nacional y los Cuerpos de la Policía Local, la represión fue posible. El siguiente golpe de efecto, se dará con la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Apenas un año después de la revuelta de Stonewall, la represión se recrudece. Se trata de una medida desproporcionada con respecto a una sociedad cada vez más abierta. El Régimen estaba dando sus últimos coletazos, pero sus consecuencias tardarían mucho más en disiparse.
  • 23. 23 El 4 de octubre de 1967 el Ministerio de Justicia ordena el nombramiento de una comisión que reformara la LVM, y al frente de la cual se estableció al magistrado Antonio Sabater Tomás. El 28 de julio de 1970, el proyecto de la LPRS es aprobado por unanimidad, con lo cual, se pasa a perseguir la prevención del delito. Ahora, para ser declarado peligroso social se debían dar dos requisitos: actos probados y un veredicto de apreciación de peligrosidad social por parte del tribunal. Una vez condenado, al acusado se le aplicaban las siguientes medidas, recogidas en el artículo 6,3 de la LPRS: o Internamiento en centro de reeducación por tiempo no inferior a seis meses y no superior a cinco años. o Prohibición de residir en el lugar que se designase, o de visitar ciertos lugares públicos. o Sumisión a la vigilancia de los delegados. El perfil del peligroso social era varón de entre 20 y 40 años de clase baja o media-baja, con escasa cualificación, rasgos muy femeninos, residente en una gran ciudad (hecho al que contribuyó la emigración de los sesenta)11 . A la cárcel iban, como reconocería años más tarde el artista Nazario Luque, los más débiles; los demás se salvaban de las constantes redadas. La suerte corría a cargo del juez de turno, por lo que la justicia se parecía a una lotería. Redadas que afectaban especialmente a aquéllos puntos de la geografía españoles considerados como focos epidemiológicos. De esta forma, se trazó hasta un mapa de la homosexualidad en España. En él, se especificaba qué zonas estaban limpias, y cuales había que vigilar. Pero las redadas también se hacían en vísperas de acontecimientos como puede ser la visita del Caudillo a cierto lugar. El padre de esta ley, el magistrado Antonio Sabater, basó muchos de sus puntos en ideas del doctor Valentín Pérez Argilés, especialmente al considerar la homosexualidad como una enfermedad más semejante a la tuberculosis que a la diabetes (comparación establecida por el doctor Gregorio Marañón y que veremos en el siguiente apartado). Según la retórica de este juez, la homosexualidad era una «inmundicia contra natura» producto de una personalidad psicópata, una anomalía del instinto sexual. Como la homosexualidad podía surgir por brotes, había que adoptar «cualquier medida represiva, no respecto a la homosexualidad en sí, sino de sus consecuencias». Y más cuando los pervertidos 11 TERRASA MATEU, Jordi. La legislación represiva. En: UGARTE, Javier: Una discriminación universal. Egales: Madrid, 2008. Pág. 79-107.
  • 24. 24 tenían por costumbre asediar a niños pequeños, y si un niño pequeño quedaba marcado por una experiencia traumática, era un predispuesto a la homosexualidad. Este juez nos puede servir para ver la doble moral, la hipocresía dominante en el franquismo y más en concreto, en la jurisprudencia española. Según Sabater: “[…] los homosexuales, con su acción deshonrosa, dan lugar a que los peligrosos y astutos chantajistas los exploten abominablemente bajo frecuentes amenazas de denuncias basadas en sus vivencias sexuales, con lo que contribuyen a perturbar altamente el orden y la tranquilidad de la vida social…” (Arnalte, 2003: 133). De la condición de los homosexuales se aprovechaban muy variados colectivos. Destaca la historia de una pareja de amigos heterosexuales (José Manuel Armas Muñoz, el canario; y Antonio Assan Maurad, el Toni) denominados como la colmena. Este dúo se dedicaba a extorsionar tanto a heterosexuales como a homosexuales fingiendo ser policías, y arreglando sobornos para que no hubiese denuncia. La ley también perseguía a aquél que se aprovechase de la homosexualidad. Según el magistrado, los extorsionadores tipo eran peluqueros, que conocían los secretos de sus clientes. Pero los desvaríos del juez no terminan aquí. Basándose de nuevo en Pérez Argilés y con criterios desconocidos (tal vez para él mismo también) elabora una clasificación de la homosexualidad. Según ésta, de distinguirían dos tipos. En el primer grupo se englobarían los genuinos (minoría que busca sentirse al igual que la mujer ante el hombre); los educados en una cultura homosexual; y los que han sufrido algún trauma (padecer algún tipo de deformación física como el enanismo era un primer paso hacia la homosexualidad). En el segundo grupo, los que se dedican a la prostitución, se enmarcarían: los débiles mentales (convendría, plantearse hasta qué punto pueden ser estos homosexuales, y cómo se les protegía); los que habían sufrido una madurez prematura y se habían visto obligados a ejercer la prostitución (aquéllos que se habían creado unas necesidades muy difíciles de satisfacer sino es recurriendo a la prostitución); y el perverso verdadero (psíquicamente degenerado, pero muy inteligente). Hijos de padres divorciados eran especialmente propensos a la homosexualidad. Finalmente, concluía que los perturbados debían ser absueltos legalmente e internados en establecimientos adecuados, mientras que los auténticos deben ser internados «dada su altísima peligrosidad y necesidad de tratamientos para su curación».
  • 25. 25 La doble moral es algo especialmente practicado en la creación de esta ley y, sobre todo, en las enmiendas. Así, en los debates destacaban argumentos como el de Rafael Díaz- Llanos de Leucona, que proponía moderar la ley ya que España se estaba abriendo al extranjero, y estas medidas represoras podían ahuyentar, en cierto modo, a los ciudadanos del mundo. Pero lo que proponía no es que se rebajara la represión, lo que se solicitaba es que se midiera con doble rasero al extranjero y al compatriota. Entre los más honestos, se atrevieron a decir que esta ley de rehabilitación no iba a servir para rehabilitar ya que no se podía curar al homosexual congénito. Y razón no les faltaba. En realidad, sucedía todo lo contrario a lo que podría sugerir el mismo nombre de la ley. Los homosexuales solían estar en la cárcel el tiempo mínimo debido a su buen comportamiento. Durante su estancia en la prisión, eran los propios funcionarios los que no solo permitían las relaciones sexuales, sino que las fomentaban. Tal como decía Anastasia Rampova en el genial libro de Arnalte, «los propios guardas eran los proxenetas». Comerciantes de carne, vendían las mejores tajadas (los más jóvenes) a los chivatos oficiales. El papel del chivato cobra especial relevancia ya que de los muchos funcionarios destinados a las dos cárceles principales (Huelva y Badajoz), así como de los destinados a los pabellones especializados, sólo permanecían unos pocos. No hay que olvidar que, «El fascismo (…) es un sistema con muchos partidarios, que se convierten voluntariamente en sus ojos y en sus oídos, un sistema que alienta a los mediocres a imponer su gris uniformidad y que se nutre del espionaje y de la delación por parte de los que aspiran a convertirse, a su pequeña escala, en rancia copia del dictador casposo» (Arnalte, 2003: 196). Por eso, el nuevo represaliado debía echarse un novio que le protegiera. Así se crearon solidaridades que, a menudo, conllevaban un componente sexual, pero que en otras ocasiones se manifestaba como mero acto de solidaridad y de supervivencia. Quien no tenía un padrino que le protegiese, lo pasaba realmente mal, sobre todo, en las duchas.
  • 26. 26 Con defensas como la que tuvo Juan S.H.12 , oficial del ejército, no es de extrañar que la mayoría de acusados acabaran con sus huesos en Badajoz o en Huelva. La Orden del Ministerio de Justicia de 1 de junio de 1971 creó los centros específicos que demandaba la LPRS. Entre ellos, destacaron notablemente los de Badajoz y Huelva. Mientras que la primera albergaba a aquéllos considerados como pasivos, a la segunda iban los considerados activos. Pero la clasificación era muy compleja porque homosexualidades hay tantas como homosexuales. De esta forma, surgieron las figuras de mixto-activo y mixto-pasivo, que trajeron de cabeza a los funcionarios de prisión ya que éstos intercambiaban sus roles conforme aquéllos con los que se encontraban rodeados. Esta clasificación se realizaba en el Centro de Observación de Carabanchel. En esta institución trabajaba el sociólogo Juan José Caballero, que nos va a servir para mostrar, de nuevo, el carácter hipócrita del Régimen. Decía Caballero sobre la figura del bujarrón (el preso heterosexual que, debido a las especiales circunstancias, recurre a prácticas homosexuales): « […] Al ser, pues, un duro, su homosexualidad pierde el carácter de afeminamiento que tendría fuera de la prisión. El bujarrón es un violador cuya víctima es un hombre […] » (Arnalte, 2003: 211) En Badajoz, como ya hemos dicho, se daban cita los supuestos pasivos, aunque había galerías especiales para activos y para mixtos de ambos tipos. La cárcel de Badajoz había sido creada en 1958 con una estructura panóptica en la que las celdas se ubicaban en torno a un centro de control desde el cual el funcionario de prisión podía vigilar todo. Era el ojo del Estado. Lástima que padeciese de bizquead selectiva. En cuanto al número de presos que pasaron por sus rastrillos es muy difícil de precisar debido a que no se llevaban controles exhaustivos, sino que se rellenaban los informes de vez en cuando. La medida más común era el internamiento por un tiempo no inferior a cuatro meses ni superior a tres años. El internamiento hasta la cura, así como el destierro por cinco años fueron medidas menos frecuentes. 12 «[No es culpa de mi defendido, que ha caído víctima de los artistas] … muchas personas que en su aberración de crear un arte nuevo fomentan, acogen y lo que es peor, aplauden a esos afeminados artistas y en este viciado ambiente es donde este anormal desarrolla sus actividades y llega en su trastorno mental los actos más repugnantes y obra así violentado por una fuerza irresistible que no puede ser frenada porque su inteligencia está atrofiada y los actos que ejecuta no obedece por tanto a los dictados de su conciencia y de su voluntad» (Arnalte, 2003: 54)
  • 27. 27 A la muerte de Franco, los presos de Badajoz se unieron a la petición generalizada de Amnistía. El 19 de julio de 1977, liderados por Carabanchel, organizan un motín en el que se suben al techo. No obstante, no fueron especialmente rebeldes, lo que dio lugar a que se les rebajaran las penas en quince días. Pese a que no colaboraron con la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL), la amnistía no llegó. La Transición tenía otros problemas prioritarios y la sociedad se identificaba más con la lucha de los represaliados políticos que con los represaliados sociales. Actualmente, esta cárcel alberga el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC). Huelva era el otro destino principal de los homosexuales considerados como peligrosos sociales. En Huelva se daban cita los activos; los que habían delinquido en múltiples ocasiones. Sin embargo, la clasificación, como hemos visto, no era fácil. No es de extrañar que encontráramos bastantes pasivos. Tampoco que encontráramos abundantes locas que aprovechaban los pocos recursos que tenían a su disposición para crearse sus propios maquillajes13 . Otro aspecto teóricamente prohibido por ley, pero fomentado por los funcionarios que querían, sobre todo, tranquilidad, que no se organizaran trifulcas en su turno. La cárcel de Huelva era un palacete construido en 1930, que se especializó en recibir a pervertidos sexuales conocidos como homosexuales genuinos o congénitos (no confundir con genéticos) y a los de hábito. Quedaban fuera los ocasionales y los que sufrían anomalías psíquicas graves. Para la rehabilitación social se empleaban métodos psicoanalíticos y de formación profesional. La formación profesional consistía en tres opciones: tareas que no requerían excesiva atención y/o inteligencia; tareas mecánicas con un mínimo de atención; y trabajos similares a los que podía ejercer cualquier obrero. En la práctica, eran tres los empleos que podían llevarse a cabo: elaborar cajas de pescado, trenzar sogas y acuchillar parqués. También se llevaban a cabo actividades de ludoterapia y loboterapia. Pero la realidad es que nunca hubo ningún tratamiento regenerador ya que la Junta de Tratamiento no se reunió nunca. Lo que sí es cierto es que se llevaba a cabo el aislamiento en celdas sin cama, sin comida, sin comunicación hasta un máximo de veinte días. Todo el proceso estaba orientado hacia la sublimación de los deseos, de los instintos naturales a favor del hacedor (bien otorgándole descendencia, bien convirtiendo fieles por medio de la religión). Ésta es una aporía a la que llegó la religión. Una religión que aconsejaba 13 Aprovechaban la crema Nivea, entre otras cosas, para todo tipo de maquillajes, forzando su inventiva.
  • 28. 28 seguir la naturaleza, porque la naturaleza es Dios, y todo lo demás es ir contra natura. Sin embargo, en este asunto, debíamos sublimar la naturaleza, debíamos ir contra natura para no ir contra natura14 . Los homosexuales que habían delinquido estaban separados del resto. Mientras, los más blandos, iban de tres en tres para evitar problemas y líos de pareja (al parecer, los funcionarios no conocían el menage à trois). Pero los líos eran muy frecuentes. El evento social en el que se organizaban las parejas eran las proyecciones de cine, donde las locas acudían con sus mejores galas. Era una fábrica de sueños, tal y como recuerdan algunos represaliados. La cárcel de Huelva está actualmente en trámites para albergar nuevos proyectos similares al creado en la prisión de Badajoz. Por su parte, Tefía fue adquirida por el Cabildo y es utilizada como albergue y como sede administrativa. La Ley de Peligrosidad Social no desapareció hasta 1978, pero los abusos mediáticos y policiales tardaron mucho más en desaparecer (cabe replantearse si ya han desaparecido). El lema que resume la posición franquista frente a la homosexualidad fue la pronunciada por el magistrado Vivas Marzal en su Contemplación jurídico-penal de la homosexualidad. Discurso de ingreso en la Academia Valenciana de Jurisprudencia y Legislación: «Rigor en ocasiones, caridad siempre, simpatía nunca» (Arnalte, 2003: 115). La falta de simpatía provocaba que el encarcelado cayese en una espiral de destrucción. Al entrar en la cárcel se ponía en contacto con un determinado ambiente, al tiempo que se le privaba de otro tipo de ambiente. Se le obliga a progresar en una sola dirección. Tras el paso por la cárcel, una ficha policial impedía que tuviesen trabajo estable. Por tanto, a menudo acaban en el mundo de la prostitución, expuestos a más redadas que les llevaran a nuevas etapas de internamiento, y a un mundo de alcohol, enfermedades venéreas y drogas. La idea de que los actos homosexuales siempre serán condenables por el Código Penal porque son contrarios a la moralidad sexual más elemental tardaría muchos años en desaparecer. Según el Tribunal Supremo, « […] no puede hacerse invocación de la «norma de cultura» para hacer tabla rasa de lo que siempre ha sido una permanente valoración humana del ancestral o innato sentido del pudor, como no sea en nombre de un diametralmente 14 Porque si el instinto natural del homosexual es la homosexualidad, sería pecado no seguirlo, ya que el instinto ha sido creado por Dios
  • 29. 29 opuesto de «anticultura», del que ya se empieza a hablar y que es preciso atajar si no se quiere que desaparezca la base más firme de la norma jurídico-penal» (Arnalte, 2003: 246). LA MEDICINA FRANQUISTA: UN EJERCICIO DE INVENTIVA Ya en el s. XVIII, la Ilustración había sentado las bases de un nuevo mundo iluminado por la ciencia, por la razón. En el s. XIX, en el marco de una ciencia positivista, la medicina empieza a imponer su superioridad sobre la forma de ver el mundo predominante hasta la fecha. Es una medicina basada, sobre todo, en la biología. La represión franquista basa sus actuaciones, en buena medida, en esta medicina. Lo hace con un siglo de diferencia, desoyendo (a menos que sea para desautorizar) las nuevas voces. En esta época tienen que convivir medicina y religión, subyugándose la primera a la segunda. Es el húngaro Karl Marie Benkert el primero en utilizar la palabra homosexual, poniendo en relación la sodomía con la demencia. Para entender las locuras cometidas durante el s. XX, nos debemos remontar a Galton y a sus teorías eugenésicas de mejora de la raza. Galton readapta las teorías evolucionista de Darwin (los seres con capacidades mejor adaptadas al medio sobreviven y se reproducen). Para él, en la actualidad la sociedad había eliminado los mecanismos de competencia entre los individuos. Ahora, incluso los individuos que no sobrevivirían naturalmente podían reproducirse, transmitiendo las taras a su descendencia. Cuando la prostituta o el obrero transmitían sus enfermedades venéreas, tenía lugar la degeneración de la raza. Había sido la industrialización y el anonimato quienes acabaron con la preocupación por la higiene de la raza. Siguiendo su consejo se han cometido atrocidades en campos de concentración, sin duda, la mayor vergüenza de la historia de la humanidad. Los eugenistas nazis buscaban la mejora de la raza y eran muy claros al respecto, de la raza aria o caucásica. Pero los eugenistas españoles no buscaban tanto la limpieza de la raza de sangre, sino la limpieza moral. Esta limpieza sexual o moral se conseguía por medio de la sublimación del instinto natural. Aunque parezca contradictorio (y aunque lo sea) el mejor método para no ir contra natura era reprimir los instintos naturales. Así, la única opción era el celibato. Las teorías eran interpretadas por cada ideología. De esta forma, los nazis relacionaban el marxismo (la homosexualidad) y la inferioridad mental. Para ellos, los brigadistas aspiraban a la igualdad social como consecuencia de su propia inferioridad mental, que hacía que se consideraran incapaces de progresar gracias a sus propios esfuerzos y méritos.
  • 30. 30 La misma asociación entre homosexualidad y comunismo fue hecha por Mauricio ‘Karl’ Carlavilla que sostenía que al igual que la homosexualidad era el suicidio de la raza; el comunismo era el suicidio de la sociedad. No podemos dejar sin mencionar su particular descripción de los hábitos y costumbres del homosexual, propios de un documental de los leones del Serengueti: «La manada de fieras sodomitas, por millares, se lanza a través de la espesura de las calles ciudadanas en busca de su presa juvenil […] Disfrazada de persona, la fiera sodomítica ojea entre el matorral abundante de las aceras su pieza preferida, el cándido muchacho, más grato a su ávida pupila cuanto más inocencia lleva retratada en su fisonomía. […] La alimaña sodomita, valida de su apariencia humana, una vez elegido el joven, se aproximará, entablará conversación con cualquier pretexto, lo invitará en un bar, lo llevará al cine […], desarrollará su »conquista» con todo el arte y tretas de un Don Juan […] ¡Para qué detallar más!» (Arnalte, 2003: 70). La homosexualidad, en la psiquiatría, se aborda desde dos puntos: la etiología de la homosexualidad y los estilos de vida. Una teoría muy utilizada para diagnosticar la homosexualidad y para curarla es el psicoanálisis. Entre los discípulos de Freud y entre la opinión pública, esta es la tesis que ha pervivido: Cualquier conducta que se considera desviada de la norma general se explica por un trauma infantil no superado y que, reviviéndolo, puede alcanzarse la curación. La homosexualidad se trata de un complejo de Edipo mal curado15 . Pese a la misoginia del autor vienés, y pese a ser contrario a la homosexualidad, los actos que se han cometido justificados en el criterio psicoanalítico (tratamientos psicoanalíticos, tratamientos aversivos, intervenciones quirúrgicas o procesos de esterilización/castración) son infundados. Lo que realmente dice Freud sobre la homosexualidad es: «La homosexualidad no es, sin duda, una ventaja, pero tampoco algo de lo que avergonzarse, no es un vicio, no es una degradación, y no puede catalogarse como una enfermedad; lo consideramos una variación de la función sexual, producida por una cierta detención en el desarrollo. Es una injusticia 15 Para Freud, los homosexuales son personas con desviaciones del objeto heterosexual normal hacia el propio sexo, cuyo origen está en el género de relaciones edípicas que establecen madre e hijo. Desde una posición narcisista, el homosexual pretende amar a otros varones como él mismo. Es esencialmente patológico. Surge un temor a la castración.
  • 31. 31 perseguir la homosexualidad como si fuese un crimen; y también una crueldad» (Guasch, 1991: 23) No faltaban las reinterpretaciones, como la que hicieron de los reflejos condicionados de Pavlov. De esta forma, los homosexuales no existen porque hayan nacido como tales (tal hipótesis sólo podría valer para ciertos casos contados), sino que los varones se vuelven homosexuales porque, de jóvenes, fueron corrompidos por individuos mayores que les iniciaron en un placer equivocado del que luego no pudieron prescindir16 También encontraban respuestas a los novedosos estudios, como el realizado por Alfred Kinsey en 1948. De su estudio se extrae que, entre la adolescencia y la edad adulta, el 37% había mantenido alguna práctica homosexual terminada en orgasmo, y que el porcentaje se elevaba hasta un 50% entre los solteros hasta 35 años. No fueron pocos los que se refirieron a este estudio. La mayoría de ellos incidían en que el estudio estaba mal hecho, o que los datos fueron mal tomados, o que las estadísticas fueron mal hechas. Sin embargo, otros se aventuran con teorías tan interesantes como que la homosexualidad era culpa de los obreros. Las clases bajas siempre están más expuestas al vicio porque no les importa tanto la descendencia, la limpieza de la raza. De esta forma, transmiten numerosas enfermedades venéreas. Pero a ellos no les importa porque no tienen nada que legar, ni nada que perder. Los obreros desafiaban el sindicalismo vertical del Régimen. El nivel de vida mantenía su tendencia al alza, trayendo la migración del campo a la ciudad. Aquí se sustituye el culto religioso por el culto al consumismo. Eso es, precisamente, lo que ha pasado en EEUU (donde se hizo el estudio) y en otras muchas naciones. No es casualidad, por tanto, que en estas naciones abunden el vicio y la violencia, con unos elevados índices de homicidios y de suicidios. Así pues, el remedio volvía a ser una vuelta a la religión. El modelo médico hegemónico busca anomalías de tipo congénito a través de una supuesta bisexualidad genético-embrionaria. Intenta encontrar los caracteres comunes como hizo la criminología lombrosiana. Aduce anomalías de tipo hormonal como un desajuste en la balanza endocrina, déficit de testosterona. Aboga por tratamientos conductistas como el método de la masturbación, la persuasión emética e incluso la cirugía cerebral (lobotomía practicada por Roeder en 1970, destruye mediante descargas eléctricas un núcleo central del hipotálamo responsable de la actividad sexual, cirugía estereotaxia), junto al método de la compensación hormonal. 16 UGARTE, Javier. 2008: 71.
  • 32. 32 Pero sin duda, no se podría entender la actuación del Estado en la represión de la homosexualidad sin las teorías de Richard Von Krafft-Ebing, perteneciente a la escuela vienesa de medicina. Krafft-Ebing consideraba la homosexualidad como «un estigma funcional de las degeneraciones y como un fenómeno parcial de un estado neuro-psico-patológico cuya causa más frecuente se encontraba en la herencia» (Krafft-Ebing, 1950: 434). Para Ebing el estado natural de la sexualidad era la procreación. Basándose en el concepto de degeneración de August Morel, Ebing realiza un estudio sobre sujetos homosexuales, la mayoría de ellos internos en prisiones o manicomios. De este estudio sacará Ebing la mayoría de estereotipos y prejuicios vigentes aún hoy día. De igual forma, sentó las bases posteriores de diagnóstico, prevención y curación de la homosexualidad, incluyendo los programas eugenésicos de higiene sexual. Y en el panorama nacional, debemos destacar el papel de Gregorio Marañón en la etapa previa a la guerra. Hay que destacar que España no contaba con un departamento de psiquiatría en todo el sistema universitario y que ni siquiera contaba con un cuerpo doctrinal propio y consolidado. De esta forma, nos neuropsiquiatras españoles debían seguir las últimas teorías alemanas. Marañón concebía la homosexualidad como un estado intersexual de carácter atávico, es decir, heredero de una etapa anterior de la humanidad. Para Marañón, todo ser es en sus comienzos bisexuado. Todo ser tiene características somáticas y funcionales del otro sexo circulando por su sangre. A medida que la raza evoluciona, este estado de indefinición termina y se toma un camino u otro. Por eso es más frecuente ver estos tipos de conductas en animales poco evolucionados. Va a integrar las teorías endocrinológicas con las teorías que abordan el desarrollo del individuo y de la especie (ontogéneticas y filogéneticas), sin olvidar teorías contemporáneas como las del Ebing, Ellis, Hirschfield, Bloch o Freud. Y va a proponer remedios como la opoterapia17 , los injertos testiculares y los ejercicios viriles o «ambiente psíquico». Pero como hemos dicho anteriormente, el mejor remedio es la contención. Pero de ninguna forma puede ser considerado como delito, hacerlo «no sólo se trata de una insensatez en el terreno científico, sino, socialmente, de una táctica, además de inhumana, notoriamente contrapoducente, dada la peculiar psicología de los homosexuales» (Marañón, 1929: 125-126). 17 Sistema terapéutico que utiliza extractos de órganos animales, especialmente glándulas endocrinas. También es llamado organoterapia
  • 33. 33 Reflexiones como ésta, y como la de que «el invertido es, pues, tan responsable de su anormalidad como pudiera serlo el diabético de su glucosuria y que cada cual, en este mundo no ama lo que quiere, sino lo que puede» (Marañón, 1929: 127) tuvieron una gran repercusión durante la II República. Sin embargo, tras la guerra, al volver del exilio, pese a acatar las directrices del Régimen, éste no le reconoció más que sus méritos como clínico, endocrinólogo y ensayista, pero no como sexólogo. Un Régimen que no le llegó a aceptar plenamente y que criticaba su comparación de la homosexualidad con la diabetes. En los primeros años del franquismo, el tema de la homosexualidad era obviado por la psiquiatría, que parecía habérselo cedido al ámbito legal. El psiquiatra de referencia en esta época es el doctor Valentín Pérez Argilés. Un profesional que, según él, estaba obligado a ser pionero en la psiquiatría española —olvidaba la labor de Emili Mira López (1896-1964), Francesc Tosquelles Llauradó (1912-1994) o Gonzalo Rodríguez Lafora (1886-1971)—, y que define la perversión como desviación de la norma en sentido malévolo. Por tanto, apela a medidas eugenésicas como la esterilización sexual de los individuos con taras hereditarias (pese a que el Régimen, y el propio doctor, creen que la homosexualidad se trata de una enfermedad contagiosa, pero no hereditaria). El ilustre doctor desarrollará ideas aplicadas por el magistrado Antonio Sabater. La principal radica en su crítica a la tesis de Marañón de la homosexualidad como una enfermedad comparable a la diabetes. Por el contrario, se trata de una enfermedad semejante a la tuberculosis. Por eso, el único remedio era el aislamiento del sujeto contagiado para que no fuese contagioso también. « […] se esgrime con fuerza el siguiente raciocinio: el homosexual no es responsable de su homosexualidad, como el diabético no lo es de su diabetes. La comparación viene avalada por ser dos conceptos tomados igualmente del campo endocrinológico, según las teorías imperantes en el momento en que se formuló; pero cuál otras comparaciones adolece de falsedad parcial. En efecto, el diabético no ofrece peligro de contagiosidad. La comparación sería más justa si dijera: Tampoco el tuberculoso es culpable de su tuberculosis; pero tendrá una grave responsabilidad cuando por odio al resto de la Humanidad san (dolo), o desinteresándose del riesgo de su contagiosidad (dolo eventual), o por ignorancia, etc. (culposamente), se dedique a la siembra de sus esputos bacilíferos» (Pérez Argilés, 1959: 25-26). Pero las teorías originales de este singular psiquiatra no terminan ahí. Podemos seguir con una contradicción clara. Este doctor llegó a afirmar en su Discurso sobre la
  • 34. 34 Homosexualidad de 1969 que la homosexualidad es consecuencia de una atracción autoerótica hacia su propia masculinidad. Esta atracción se basaba en que el cuerpo femenino es «una deformación del masculino». Al tiempo, su amigo, Antonio Sabater argumentaba que, «las mujeres homosexuales ponderan la belleza femenina, y ante sus alegatos es preciso rendirse» (Arnalte, 2003: 216) Siguiendo esta argumentación, el doctor Pérez Argilés es pionero en intentar explicar el fenómeno de lesbianismo. Según él, “El punto de arranque de la homosexualidad femenina está en la aspiración que existe en toda mujer de ser hombre y amar a la madre y procurarle alimentos. (…) la niña aprende que le falta el miembro viril y experimenta envidia; luego odia a los que lo poseen y a su brutalidad, creyendo haber sufrido la castración (complejo); pero en vez de reaccionar admirativamente (Electra), se identifica con la madre. (…) En otras homosexuales, la génesis de la inversión se realiza más tardíamente, casi en la adolescencia, por una ampliación de la represión del complejo de Electra, que se amplía a todos los hombres. Según los más recientes trabajos, la perversión femenina no es ni congénita ni hereditaria, sino adquirida y síntoma de una neurosis profundamente arraigada y persistente, a base de narcisismo e inmadurez sexual. (Pérez Argilés, 1959: 217). El lesbianismo fue invisible durante el franquismo. Las lesbianas no eran condenadas a la cárcel, eran andadas a manicomios por parte de su propia familia. Y eso las que eran detectadas. La mayor permisividad entre las chicas, que podían ir de la mano, dormir juntas, compartir piso, etc. Dos mujeres que vivieran juntas eran dos solteronas que se apoyaban mutuamente. Además, eran mucho más discretas que sus compañeros varones. Tan sólo se registra a una mujer como prisionera por la LPRS. No obstante, su ámbito de actuación estaba casi restringido a las clases altas. Las mujeres campesinas lo tuvieron mucho más difícil, y como señala Ugarte en la entrevista concedida, muchas ni siquiera se daban cuenta de su homosexualidad. Abundaban, sobre todo, en Guipúzcoa (mujeres trabajadoras del sector de la siderurgia) y en Baleares (al calor del turismo). Con todo, también había métodos para diagnosticar esta enfermedad. El mismísimo Sabater nos da las claves. Para el magistrado, debemos seguir indicios como su forma de vestir, de comportarse, de aceptar la superioridad del hombre, el no intentar atraerle, etc.
  • 35. 35 Las repercusiones de esta invisibilidad siguen presentes. Famoso fue el caso de Carmen e Isabel. Tras los daños psicológicos sufridos por la primera tras tratamientos para curar su homosexualidad, su historia de amor terminó con su muerte a manos de su amada en plena democracia. Antes, había dejado una carta pidiéndola que lo hiciera. Por lo tanto, se consideró como un acto de eutanasia asistida y no homicidio. Pero, tal como dice Mili Hernández (propietaria de la primera librería de temática homosexual de España, situada en la C/ Hortaleza, 64, Madrid) en Redada de violetas, « [el espacio de libertad en el franquismo] a largo plazo ha servido para mantener el prejuicio y ahora cuesta más que se desarrolle una identidad lésbica, porque ese miedo que se arrastraba al rechazo ha hecho que sigamos siendo invisibles, aunque el estereotipo de solteronas se halla sustituido por el de mujeres modernas» (Arnalte, 2003: 211). Volviendo a la curiosa retórica del doctor Argilés, debemos destacar su teoría de los olores. En este caso va a extrapolar casos del mundo animal (donde es habitual la homosexualidad). Según el doctor, la homosexualidad tiene su raíz en circunstancias cromosomales constitucionales. Durante la infancia, al igual que sostenía Marañón, la sexualidad tiene una dirección borrosa. Así pues, la homosexualidad se desarrollaría debido a una supuesta aversión al olor femenino. La sexualidad humana funciona, en buena medida, como la de los perros, a través del olor. «La pederastia sería una perversión del olfato que produciría aversión por el olor a la mujer […] la observación es altamente significativa si pensamos que, en los animales, el olfato juega un conocido e importante papel en las relaciones sexuales. Si a los insectos Bombyx y Hannaton se cortan las antenas (que son sus órganos olfativos), admiten el acto sexual pasivo» (Arnalte, 2003: 92). La relación entre homosexualidad y pederastia se basa en el siguiente razonamiento. El maricón, temeroso de enfrentarse a otros varones que, probablemente, rechacen sus propuestas de una forma violenta, intentará satisfacer sus deseos entre los que no pueden defenderse, es decir, entre los niños. Surge la figura del corruptor de menores con el agravante de que los efectos de esta corrupción no serán detectados hasta mucho después, cuando ya no tenga remedio. El diagnóstico del maricón siempre viene dado en pretérito18 . 18 GUASCH, Oscar, 1995: 56-57.
  • 36. 36 Para hacer un diagnóstico a tiempo, en los varones hay que detectar las criptorquidias (ausencia de uno o ambos testículos), las ginecomastias (desarrollo excesivo de las mamas) y los síndromes adiposogenitales transitorios. En las niñas, hay que detectar la hipertrofia del clítoris y la tendencia incipiente al hirsutismo. También liga la homosexualidad con una supuesta insensibilidad del varón en el glande, que le haría buscar cavidades más estrechas. En contra de lo que se creía, la masturbación no fomenta la homosexualidad, sino todo lo contrario. Lo que sí es característico del homosexualismo es el voyeurismo. La medicina debe acudir al rescate de estos infelices. Pero también se podía hacer un diagnóstico más de andar por casa. Para ello, había que atender a ocho factores o pistas: 1º Voz y ademanes; 2º Gustos y preferencias; 3º Relación entre el cinturón torácico y el pelviano (Estrecho de espaldas y ancho de culo…); 4º Reparto del vello (Hombre: cuanto más mejor; mujeres: pestañas largas y gruesas); 5º Tamaño de los genitales; 6º Apéndice xifoides en forma de espada victoriosa (debajo del esternón); 7º Reparto de la grasa Piel de la nuca más gruesa que la de la zona sacral para el hombre y a la inversa para la mujer; 8º Enlazar las manos y tocar con la parte externa de los codos (el hombre no puede hacerlo, sí la mujer). El siguiente doctor de renombre fue el psiquiatra Antonio Vallejo Nágera. Nágera, que en su juventud visitó los campos de concentración de la Gran Guerra, donde se familiarizó con estudiosos de la vanguardia alemana, obtuvo la primera cátedra de psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid. Para el ilustre catedrático se denominaba como uranismo la inversión del instinto sexual. En el caso del varón, pasaría a denominarse pederastia; y en el de la mujer, tribadismo o safismo. Se podían clasificar, asimismo, en activos o pasivos. Además, «Adquieren estos postencefalíticos todas las características propias de las personalidades psicópatas: holgazanería, importunidad, mala intención, hábitos viciosos, amoralidad, tendencias cleptómanas, agresividad, vagabundeo, etc. (…) Son sujetos que se entremeten en todo, se hacen insoportables, es imposible el aprendizaje escolar o profesional, se permiten bromas groseras y pesadas con las personas mayores, importunan al médico con peticiones imposibles de satisfacer, propenden la homosexualidad» (Vallejo Nágera, 1944: 834). La homosexualidad aparece como «síntoma accesorio» asociado a distintos trastornos. Otra vez más vamos a ver declaraciones contradictorias en uno de los pilares de la psiquiatría franquista. El doctor Vallejo afirma en su Higiene de la Raza que ni la castración ni la glandulación corregían la homosexualidad (Vallejo Nágera, 1934: 85-127). Pero, en su
  • 37. 37 Tratamiento de las enfermedades mentales, señala la esterilización como método para evitar la homosexualidad (Vallejo Nágera, 1940: 26). Vallejo, al contrario que Marañón, es partidario de recluir a los homosexuales en centros especiales, ya que «pierde poco la sociedad en privar del derecho a la paternidad a tales desechos de presidio» (Vallejo Nágera, 1934: 89). La papeleta pasaba a la justicia, con lo que se empieza a considerar al homosexual como a un delincuente además de un enfermo. El tercer psiquiatra destacado del Régimen es el doctor Juan José López Ibor que llegó a ser director del Centro Neurológico Militar, Jefe del Servicio de Neuropsiquiatría del Hospital General de Madrid, catedrático de Psiquiatría en la Universidad de Madrid y vocal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Tan sólo su adhesión a la monarquía pudo atrasar su designación como catedrático, aunque años más tarde (tras la jubilación de Vallejo) lo conseguiría. Aunque López Ibor no muestra especial interés en estudiar la homosexualidad, sí que merece la pena destacarle por dos aspectos. Primero, porque es un buen ejemplo de cómo confundían conducta homosexual con orientación sexoafectiva. Ibor va a dedicar muchas páginas a rebatir las conclusiones del estudio de Alfred Kinsey (llegando a dar más credibilidad a un estudio hecho por dos abogados catalanes), remarcando la equivocación en la toma de datos y malinterpretando y traduciendo mal una y otra vez los escritos de Kinsey. No entendía Ibor que las identidades sexuales no se construyen en relación a las personas con las que hayas mantenido prácticas sexuales, sino que se construyen en base a relaciones afectivas. No con quien te acuestas, sino de quien te enamoras. Además, el haber mantenido alguna vez relaciones sexuales homosexuales no significa ser homosexual. La segunda razón por la que cabe destacar a este psiquiatra es para ver los rápidos cambios que sufre en sus planteamientos sobre la curación de la homosexualidad. Mientras que en 1968 juzga que esta enfermedad es incurable, en 1980 cambiará de opinión, y opta por la «psicoterapia antropológica». De todos modos, siempre considera la homosexualidad como una enfermedad, no como un delito. A la hora de diagnosticar al enfermo mental en las prisiones, se usaba el test de Rosarch, consistente en 15 láminas que debían interpretar. De esta forma era posible clasificar a los psicópatas sexuales para evitar el contagio del resto de la población (también la reclusa). El test, supuestamente, los clasificaba entre activos, pasivos, y mixtos con tendencias. La arbitrariedad se manifestaba en el hecho de que los mixtos variaban su tendencia en determinados contextos. Además de este test, se elaboraban preguntas sencillas que revelaron que la práctica favorita del homosexual no era la penetración sino la felación.
  • 38. 38 Una vez detectado el foco de la epidemia, o incluso antes de detectarlas, de cara a evitar brotes epidémicos, se procedía a aplicar medidas preventivas en un principio. Estas medidas aconsejaban evitar las consecuencias de una educación por madres de carácter tiránico. Asimismo, se debía reprimir la propaganda sexual y la pornografía y estimular una educación viril. Es por esto por lo que la justicia debía perseguir implacablemente al homosexual, para evitar la corrupción de menores. El tratamiento debía ser psicoanalítico y conducir a la abstinencia sexual del pervertido. Pero si estas medidas habían fracasado y el niño había salido sarasa, el Régimen contaba con una surtida variedad de tratamientos que curaban la homosexualidad. Para empezar estaban las terapias aversivas. Éstas podían ser eméticas, olfativas, eléctricas, etc. Las eméticas buscaban provocar el vómito al paciente mientras era expuesto a estímulos homosexuales. Las olfativas buscaban asociar estímulos olfativos desagradables (que acababan provocando el vómito en muchas ocasiones) con estímulos sexuales pervertidos. Las eléctricas son las más conocidas. La técnica, aplicada por vez primera por el científico Max en 1935, es de sobra conocida. Lo que puede ser no tan conocido es la zona preferente de aplicación de las descargas del electrochoque: las plantas de los pies, donde no se veían las marcas. Por último, la variante más novedosa del experimento de Pavlov era la aversión por vergüenza. Esta técnica buscaba humillar públicamente al homosexual en presencia, por ejemplo, de su familia y amigos. Pero no solo recurrieron a este tipo de condicionamientos. También hacían sesiones de masturbación programada, e inventaban aparatos complejos como el Biofeedback, que ayudaba al paciente a controlar sus erecciones por medio de un aparatito, el pletimógrafo peneano, que le daba información puntual y continua sobre el tamaño de su pene y que le aplicaba una descarga eléctrica cuando su tamaño aumentaba ante un estímulo desviado. Sobra decir que todas estas técnicas no consiguieron más que asquear a los pacientes. Algunos de ellos tomaron asco al sexo en general, pero muy pocos se curaron. La última vía era la lobotomía, practicada, entre otros, por el doctor Moniz. Consistía en una pequeña incisión en la zona del cerebro en la que residen los instintos sexuales. Otra variante era la extracción del lóbulo temporal, lo que conseguía zombis, pero no personas sanas. Los desequilibrios eran permanentes. Se usaron numerosos homosexuales como conejillos de indias para estudios. No sólo neurológicos, sino para todo tipo de estudios. Los números son imposibles de precisar debido a la falta de informes de prisiones y a las numerosas clínicas privadas. Cuando el homosexual era enviado a la cárcel; cuando ya había cometido algún delito o había sido detenido en una redada, el único camino posible era sublimar sus deseos. Por eso,
  • 39. 39 al recluso se le destina a celdas individuales que no le permitan el contacto con otros reclusos. Este último punto, como muchos de los anteriores, se quedó en papel mojado ya que en las prisiones, no sólo no se reprimía la homosexualidad, sino que se fomentaba, como hemos visto en el apartado anterior. En definitiva, la medicina franquista abordaba el tema de la homosexualidad desde la simpleza y la arbitrariedad y caía, constantemente, en contradicciones. Se pretendía mantener la homosexualidad invisible en la medida de lo posible, se regresaba a los modelos médicos previos que criminalizaban la homosexualidad, se ignoraban a los autores de prestigio, se manipulaban los resultados contrarios a los intereses del Régimen y se cortaba cualquier intento de desmedicalización de la homosexualidad. En esta etapa, el sodomita pasó de la hoguera, convertido en homosexual, al manicomio o a la cárcel. LA INCIDENCIA DEL SIDA Pese a que ya no pertenece al periodo franquista, la aparición del VIH ha sido (y es) un hecho determinante a la hora de construir las diversas identidades homosexuales. Asimismo, las formas de afrontar el nuevo reto que supuso el SIDA fueron herederas de muchas hipótesis homófobas vistas en apartados anteriores. En cuanto al Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, hay tres esquemas principales: el euroccidental, que analiza una forma de transmisión sexual y parental, y que afecta, sobre todo, a homosexuales y a toxicómanos; el africano, que afecta al hombres y mujeres por igual, pero siempre relacionados con el mundo de la prostitución; y el de Europa del Este, Asia y Australia, donde la enfermedad es poco frecuente. El síndrome nace en EEUU, caracterizado por el ‘sarcoma de Kaposi’ y la ‘neumonía karimí’. Afecta de forma especial a homosexuales, haitianos, hemofílicos y heroinómanos, que pasan a integrar los grupos de riesgo. Son, por tanto, grupos ya estigmatizados previamente. La principal acusación recaía sobre los homosexuales, que con sus gustos sexuales desviados como el coito anal a pelo esparcían la enfermedad. Los demás grupos de riesgo no tenían tanta culpa. Eran población inocente (hemofílicos y haitianos), con culpabilidad restringida (heroinómanos) y culpables (homosexuales). Dentro de este último colectivo, es el macho el que queda estigmatizado debido a sus prácticas de riesgo y al uso de poppers (usados para acelerar el ritmo cardiaco). Pero la inquietud no cunde entre ellos hasta que no se produce la muerte del actor Rock Hudson.