Nuestras predicciones sobre el futuro a menudo se basan en recuerdos sesgados de eventos pasados y nos vemos influenciados por eventos dramáticos que vemos en las noticias o experimentamos personalmente. Para minimizar este sesgo, debemos analizar cuidadosamente nuestros supuestos iniciales y utilizar estadísticas reales en lugar de impresiones para evaluar probabilidades de manera más equilibrada.