1. Arzobispado de Arequipa
Domingo 14
de agosto
de 2016
ARI-QUEPAY
Este 15 de agosto celebramos el 476° aniversario
de la fundación de nuestra querida Arequipa.
Brota de nuestro corazón el deseo de festejarlo,
para lo cual son importantes dos elementos:
primero, recordar qué festejamos; segundo,
definir el modo en que lo festejamos. Respecto a
lo primero, vale la pena tener en cuenta que no
celebramos solamente la fundación de la ciudad,
sino que celebramos también el formar parte de
esta comunidad, sea por haber nacido en
Arequipa o por descender de arequipeños o por
haber llegado a vivir acá por diversas razones y
habernos integrado a esta realidad local.
Respecto al modo en que lo festejamos, si no
queremos quedarnos en lo superficial parece
fundamental que, como parte de nuestras
celebraciones, hagamos memoria de nuestra
historia. Al hacerlo, encontraremos el gran
tesoro de humanidad, tesón y espiritualidad que
siempre nos ha caracterizado. Podremos
entonces, sin complejo de superioridad pero al
mismo tiempo sin falsa modestia, dar gracias a
Dios por esta identidad arequipeña que nos
distingue, aunque no nos separa, de otras
comunidadesqueconformannuestroPerú.
Como hace unos días ha dicho el Papa Francisco
en Polonia, la conciencia de identidad es
esencial para organizar una comunidad basada
en su patrimonio humano, social, político,
económico y religioso, manteniendo su cultura
fiel a la tradición y, al mismo tiempo, abierta a la
renovación. En este sentido, merece destacar
que la identidad arequipeña ha estado siempre
caracterizada por la fe católica y la devoción
mariana. De hecho, no por casualidad la
fundación de Arequipa se realizó un 15 de
agosto, día en que se celebra la solemnidad de la
Asunción de la Virgen María al Cielo. Desde
entonces, la Virgen no ha dejado de
acompañarnos, aun en los momentos más
difíciles de nuestra vida familiar y social; por eso
se ha ganado nuestro amor de hijos que, con toda
justicia, la invocamos ahora como nuestra
“Mamita de Chapi”. Nuestra identidad católica,
además, ha hecho posible que Arequipa aporte
no pocos de los más ilustres hijos del Perú y sea
pionera de importantes gestas sociales, políticas
y religiosasennuestranación.
Animados entonces por nuestra fe católica, que
debemos seguir fortaleciendo, y por las metas
alcanzadas a lo largo de nuestros casi cinco
siglos de historia, podemos afrontar con
esperanza los retos que ahora se nos presentan,
entre los cuales quisiera destacar la importancia
de la integración o, dicho en otras palabras, vivir
la unidad en la diversidad. La concordia y el
respeto recíproco, aun en la diferencia de
opiniones, perspectivas y costumbres que pueda
haber en la pluralidad de los que ahora
conformamos la comunidad arequipeña,
configuran el mejor modo de buscar juntos el
bien común. No se trata de imponer a los demás
que renuncien a sus convicciones, ni de
renunciar nosotros a las nuestras, sino de
aprender a dialogar y a acogernos mutuamente,
procurando ver lo bueno que pueda haber en el
otro, de modo que seamos capaces de convertir
las dificultades en oportunidades y de construir,
cada vez más unidos en las actuales
circunstancias históricas, el futuro de nuestra
comunidad, haciendo así honor al sentido
acogedor de nuestro nombre: Ari-quepay, sí
quédenseconnosotros.
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa
LA ColumnA
De Mons. Javier Del Río Alba