1. Arzobispado de Arequipa
Domingo 27
de marzo
del 2016
EL DON DE LA RESURRECCIÓN
La resurrección de Cristo es el centro de la fe
cristiana. Cuando Jesús fue apresado, sus
discípulos se dispersaron. Pedro, a quien Jesús
había elegido como cabeza de los apóstoles, lo
negó tres veces. Otros de los discípulos huyeron
y varios de los apóstoles se refugiaron en un
lugar con las puertas cerradas. “Sólo el
encuentro con Cristo resucitado los liberó de su
espanto y los llenó de una fe entusiasta” (Youcat
105). Y no se trató de un solo encuentro. Cristo
resucitado se apareció a sus apóstoles y a varios
discípulos, varones y mujeres, varias veces
durante las semanas siguientes a su muerte y
sepultura. Pero no sólo eso, en los años
siguientes y hasta nuestros días se han seguido
dando encuentros con el Señor resucitado,
porque Cristo está vivo y se sigue manifestando
a los hombres. La resurrección de Cristo,
entonces, no ha sido una ilusión ni una
experiencia mística de los apóstoles, mucho
menos una invención de la Iglesia. Si bien no
hay pruebas científicas, es un hecho histórico y,
como tal, ha llegado hasta nosotros a través de
numerosos testigos que se han ido sucediendo a
lolargo delossiglos.
Como escribió el Papa Benedicto XVI, se
comienza a ser cristiano a raíz del encuentro con
Jesucristo resucitado (CV, 1). Esto es posible
porque la resurrección de Cristo no consistió en
la reanimación de un muerto, como sucedió por
ejemplo con Lázaro o el hijo de la viuda de
Naím, a quienes el mismo Jesús resucitó según
nos relatan los evangelios. Si bien ellos fueron
resucitados por Jesús, lo que les sucedió fue que
volvieron a tener la misma vida que tenían antes
de morir, pero la tuvieron sólo por un tiempo
más y después volvieron a morir. La novedad de
la resurrección de Cristo consiste en que en Él se
dio un cambio existencial, es decir que Jesús no
volvió a su vida anterior sino que pasó a vivir de
un modo cualitativamente distinto. Pasó a vivir
en Dios, más allá del tiempo y del espacio,
aunque eso no significa que Jesús sea sólo
espíritu. Él mantiene el mismo cuerpo que fue
martirizado y crucificado, pero ese cuerpo ha
sido glorificado. Por tanto, como lo hizo con los
apóstoles, puede comer y beber, pero al mismo
tiempo no está limitado por el espacio ni por el
tiempo.
En síntesis, entrando en la muerte Jesucristo ha
destruido la muerte y ha inaugurado una nueva
forma de vida, no sólo para Él sino también para
nosotros. Por eso el Apocalipsis dice que
Jesucristo es el primogénito de entre los
muertos, el primero de muchos hermanos,
porque Él ha muerto y resucitado para que
también nosotros podamos tener una vida nueva
en Él. La resurrección de Cristo es el mayor
signo de que Dios Padre ha aceptado el sacrificio
de su Hijo y, por tanto, ha perdonado nuestros
pecados. En consecuencia, si por el pecado entró
la muerte en el mundo y ahora nuestros pecados
han sido perdonados, entonces la muerte ya no
tiene poder sobre nosotros, es decir ya no es la
última palabra, sino que quienes mueren en
Cristo pasan a vivir eternamente con Él. Y “en
esto sabemos que hemos pasado de la muerte a la
vida, en que amamos a los hermanos” (1 Juan
3,14). El fruto de la resurrección de Cristo es que
podemos amar a Dios sobre todas las cosas y al
prójimo como a nosotros mismos, porque
cuando la muerte ha sido vencida no hay límites
paraelhombre.Estoeselcristianismo.
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa
LA ColumnA
De Mons. Javier Del Río Alba