Te amo, amantísimo, Jesús, te amo bondad infinita, te amo todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas y quiero amarte más y más. Esta oración, de franca raíz bíblica, acu- ñada por san Juan Eudes, fue muchas veces recitada por el Padre Eudista Carlos Nicolás Ancel. Conocía muy bien la espiritualidad del amor, la espiritualidad del Corazón de Jesús y María, propuesta por san Juan Eudes, que lo llevaría finalmente hasta el culmen de su amor a Jesús, al entregar su vida por él y por la Iglesia.
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Beato Carlos Nicolás Ancel
Te amo, amantísimo, Jesús, te amo bondad infinita, te amo to-
do mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas y quie-
ro amarte más y más. Esta oración, de franca raíz bíblica, acu-
ñada por san Juan Eudes, fue muchas veces recitada por el Pa-
dre Eudista Carlos Nicolás Ancel. Conocía muy bien la espiri-
tualidad del amor, la espiritualidad del Corazón de Jesús y Ma-
ría, propuesta por san Juan Eudes, que lo llevaría finalmente
hasta el culmen de su amor a Jesús, al entregar su vida por él y
por la Iglesia.
El 11 de noviembre de 1763 nace en la ciudad de Ruán Carlos
NicolásAntonioAncel, y el día 12 es bautizado, esto es, hace su
alianza con Dios, a través de sus padres y padrinos. En su ado-
lescencia descubre el llamado de Dios para servirlo como sa-
cerdote, y se forma en la Congregación de los Padres Eudistas,
en la escuela de santidad de la espiritualidad de san Juan Eudes.
Recibe la ordenación sacerdotal a los 24 años de edad el 22 de
marzo de 1788.
Uno de los lugares en donde desempeña su pastoral es en el
colegio de Lisieux, en el cual hace parte de la llamada
“Congregación de la Inmaculada”, organización laical que hon-
ra de manera particular a María, en una época en la que el dog-
ma de la Inmaculada Concepción aún no había sido definido,
pero que ya san Juan Eudes argumenta magistralmente con
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fundamentación bíblica y teológica (Cfr. Oeuvres Complètes,
V, 100-436). La Espiritualidad Eudista, centrada en el amor a
Jesús y María, le llena y le fortalece en las diferentes activida-
des, gozos y sufrimiento de la vida diaria.
Carlos Nicolás conoce la oración propuesta por san Juan Eu-
des, llamada “profesión de humildad”, igualmente hace suya la
espiritualidad de la formación de Jesús en nuestro corazón, pa-
ra lo cual el “ejercicio del mediodía”, es un medio práctico, que
ayuda a reconocer nuestra debilidad y nuestras carencias espiri-
tuales, a contemplar a Jesús, a adorarlo y a pedirle que conti-
núe en nosotros sus sentimientos, sus disposiciones e intencio-
nes, de modo que nuestra vida sea una continuación real de su
vida.
Al estallar la revolución francesa, la situación del país y de la
Iglesia toma un rumbo inesperado en Francia. La iglesia es per-
seguida, los sacerdotes son buscados, detenidos, confinados en
diversos sitios de Francia y coloca-
dos, bajo presión, ante la obligación
de prestar un juramento de fidelidad
a la “Constitución Civil del Clero”,
que implica obediencia a la revolu-
ción y, por consiguiente, dejar de
obedecer al Papa. La situación era
realmente angustiosa y dramática. Se
abría un camino por el cual algunos
optaron: huir de Francia, solución
que equivalía al destierro.
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En 1791, a la edad de 28 años se rehúsa valientemente a firmar
el juramento y se niega a huir de Francia, consciente de las
consecuencias de semejante decisión. Su argumento es muy
claro: un sacerdote tiene compromiso con la Iglesia y sirve a la
Iglesia, no es empleado civil del gobierno y, por tanto, no pue-
de ser obligado a jurarle fidelidad a la revolución. Su convic-
ción radica en que es sacerdote y como tal debe llevar una vida
coherente a su estado.
El 22 de abril de 1793 vuelve a rehusarse a pronunciar tal jura-
mento y se afirma en su fidelidad sacerdotal. Entonces es dete-
nido y confinado en la prisión de Saint-Vivian, lugar de paso
para ser enviado al puerto de Rochefort, Charante Marítima,
en donde los detenidos debes iniciar el embarco, en calidad de
prisioneros, para la Guayana Francesa, en condiciones muy di-
fíciles. En el puerto se hallaban dos embarcaciones, conocidas
como “pontones”, que se utilizaban como barcos de carga o
servían como bodegas. Un pontón tenía el nombre de
“Washington” y el otro se llamaba “Los dosAsociados”.
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Los barcos nunca zarparon del puerto, sino que sirvieron como
prisión en condiciones inhumanas para los presos. El 11 de
abril de 1794 fueron confinados en las bodegas de los pontones
827 prisioneros entre sacerdotes y religiosos que se rehusaron
a firmar el documento de la Constitución Civil del Clero. Era
el inicio de su propio calvario, que Carlos Nicolás asumió con
la misma valentía con que se rehusó, en dos ocasiones, a firmar
el juramento, sostenido por la espiritualidad del amor, pro-
puesta por san Juan Eudes. El padre Ancel fue enviado al pon-
tón “Los DosAsociados” con otros compañeros detenidos.
En “Los Dos Asociados” estaba el Padre Carlos Nicolás, muy
seguramente recitando las oraciones legadas por san Juan Eu-
des. No pocas veces pudo llegar a su mente el pensamiento del
“Voto de Martirio”, que san Juan Eudes firmara con su propia
sangre: Te adoro y te glorifico, amabilísimo Jesús, en el cruento
martirio que padeciste en tu pasión y en tu cruz… Te adoro y
te bendigo, con todo mi ser, en tu estado de hostia y de víctima
en el santo sacrificio del altar, en el que te ofreces continua-
mente para la gloria de tu Padre y por nuestro amor… Me
ofrezco a ti para sufrir en mi cuerpo y en mi alma, según tu
beneplácito y mediante tu gracia, toda clase de penas y tor-
mentos, y aún para derramar mi sangre y hacerte el sacrificio
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de mi vida con el género de muerte que te plazca, sólo por tu
gloria y por tu puro amor. El ideal de continuar y completar en
el propio cuerpo lo que faltó a la pasión de Cristo (Col 1,24),
uno de los fundamentos de la espiritualidad eudista, era una
realidad en su propia vida, que se hacía soportable con la fuerza
de esta misma espiritualidad.
Entre los prisioneros había un sacerdote, que tallaba la madera,
quien poco a poco fue dando forma a un crucifijo, que se con-
virtió en signo de consuelo, en centro de las miradas y que fue
como una fuerza animadora para los sacerdotes y religiosos
prisioneros pues se convertía en un estímulo de oración y crea-
ba un espacio sagrado para las confesiones o las oraciones por
los enfermos, que iban multiplicándose por las condiciones tan
adversas en las que se encontraban. Durante el cautiverio mu-
rieron 542 personas.
“Adoremos a Jesús en su cruz, como soberano
sacerdote que se inmola a sí mismo, y como
hostia santa que es inmolada para la gloria de
su padre y para nuestra salvación”.
(O. C. III)
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Pronto entre los sacerdotes prisioneros surgió una idea, por
inspiración del Espíritu Santo: hubo un acuerdo general para
hacer un voto. Se trata del “Voto de Silencio”. Ya en el siglo
XVII se había difundido, a partir del libro La Perla Evangélica,
el “voto de esclavitud a Jesús y María”. El Cardenal de Bérulle
proponía también el voto de esclavitud (“servitude”) a Jesús,
Olier hace un “voto de hostia”, San Juan Eudes, en su voto de
martirio propone un “voto a Jesús para ofrecerse como hostia y
víctima, que debe ser sacrificada a su gloria y a su puro
amor” (OC, XII, 135ss). Con este trasfondo de la espiritualidad
en Francia, no resultaba extraño el voto propuesto por los sa-
cerdotes prisioneros en los pontones de Rochefort. Con el
“voto de silencio” se comprometieron a no revelar a nadie, bajo
ninguna circunstancia, las torturas, los vejámenes, humillacio-
nes y sufrimientos a que fueron sometidos por sus enemigos.
Tales hechos se conocieron por testimonio de los campesinos
lugareños que podían presenciar el mal trato que daban a los
sacerdotes y religiosos prisioneros. El 29 de julio de 1794, a
causa de una enfermedad contraída en el pontón, muere el P.
Carlos Nicolás Ancel, en el barco “Los Dos Asociados”. La libe-
ración de los 285 sobrevivientes tuvo lugar el 12 de febrero de
1795; para esa fecha ya el Padre Ancel se encontraba en la co-
munidad eudista celestial. El Papa Juan Pablo II beatificó al Pa-
dre Carlos Ancel y 63 compañeros más en octubre de 1995, en
Roma.
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(Jesús) adoro y bendigo todos los pensamien-
tos,los designios y el amor que tienes,desde
toda eternidad,hacia los bienaventurados
mártires que han existido en la Iglesia desde
sus comienzos y que existirán hasta el fin del
mundo
(Tomado del“Voto de Martirio”de san Juan
Eudes)
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¡Que toda mi vida sea
un perpetuo sacrificio
de amor y de alabanza a
ti!
Director:
P. Álvaro Duarte Torres CJM
Diseño y compilación:
Hermes Flórez Pérez