SELECCIÓN DE LA MUESTRA Y MUESTREO EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pdf
Falso pescado
1. Natalia Muñoz Santiago
Falso pescado
En algún estanque nació un pez con extremidades. El pez nadó en el mismo
charco durante años, hasta el día en que una pequeña niña traviesa se topó con
dicha criatura curiosa. ¡Es un renacuajo! ¡Es un lagarto!, ante sus gritos agudos
el pequeño pez no mostró sorpresa , pues le gustaba el tono de voz de la niña
regordeta. Ambos miraron al otro con ojos curiosos durante unos cuantos
minutos, que viraron a horas dentro de sus cabezas y aunque todo quedó en
silencio, lentamente su alrededor siguió fluyendo.
Ambos parpadearon casi con sincronía cuando la pequeña burbuja imaginaria
que los alejaba del mundo y del bosque se rompió. La pequeña volvió a
desaparecer dentro del bosque y el pez caminante pensó haberse quedado solo
de nuevo, su gesto se quebró con decepción y tristeza, estaba a punto de
retomar su nado nuevamente cuando el sonido de movimiento y de hierva
agitada le llegó de un lugar no tan lejano. De entre los arbustos resurgió la niña
pelirroja con mejillas sonrojadas de la mano de un balde color verde, en unos
cuantos segundos , sin saber ni cómo ni porqué el pez se encontraba dentro de
la cubeta , mareado y consternado pues el movimiento dentro del balde fue de
repente demaciado violento y el pez se balanceaba de un lado a otro sin parar.
Sobre su cabeza se alcanzaban a atisbar ayos de sol colados pentre las ramas
de los árboles. El cuadrúpedo se inquietó al no encontrarse en la seguridad de
su estanque, pero al alzar la mirada y ver la amplia sonrisa en el rostro de la niña
sintió un cálido alivio extenderse por su pequeño cuerpo. Con el vaivén del agua
supo que se alejaba más y más de su hogar, pero no se preocupó, no pudo, se
encontraba capturado con la mirada verde de la infanta, tanto, que ante su
hipnosis perdió el hilo del tiempo que lo mantenía amarrado a la realidad, cerró
los ojos y quedó dormido.
Sus párpados se abrieron lentamente y se encontró frente a un paisaje muy
peculiar, estaba escondido, cerrado, con objetos de todos los colores esparcidos
por todos lados. El animal se sintió abrumado ante la inesperada visión, pero
mayor fue su sorpresa al darse cuent que del techo colgaban seres semejantes
a él, eran peces normales y él, el único animal de cuatro patas; La mayoría lo
observaba desde sus cápsulas de vidrio con ojos curiosos, el no pudo más que
sentirse abrumado. La niña entró en el cuarto como una tormenta Y al notar la
vigilia del pez se acercó a paso rápido a su cautivo y colocó su rostro a la altura
de este, conectaron miradas y durante horas y horas ninguno de los dos pudo
moverse, había algo en la manera en que sus ojos conectaban que los
ensimismaba, perdieron la noción del tiempo, y se lo dijeron todo, no entendieron
nada. La noche les cayó encima y el cansancio se apoderó de ellos, este nos
llevó a la cama. El pescado soñó que corría sobre la superficie del agua, corría
con sus extremidades extendidas, porque usaba sus piernas ¡usaba sus piernas!
Corría en cuatro patas y corría en dos, se sentía vivo, sus aletas se agitaban con
el viento.
Al despertar, el animal estaba histérico, ¿qué había sido esa maravillosa
sensación? ¿cómo sería corren en cuatro o en dos patas?. El cuadrúpedo se
2. encontraba solo, entonces, llevado por la histeria, dió su primer salto, se impulsó
y salió del agua por un instante, su alegría fue tanta que agitó sus piernas y
aletas y sonrío como solo pueden hacerlo los peces. Los demás acuáticos lo
observaban con atención, sin atreverse a copiar sus acciones, todos rieron ante
la curiosa escena, a la chiquilla usurpadora todo esto le resultó ajeno, pues el
bullicio era silencioso, inaudible al oído humano. El pez siguió saltando durante
un largo rato y no reparó en que la niña lo observaba con piernas cruzadas desde
la cama, la chiquilla pensó que el comportamiento de ese pez tan extraño era
tan raro como el pez mismo y con una sonrisa en los ojos se quedó callada,
observando a su pescadito.
Los días y las noches fueron pasando y mientras el pez más soñaba más
pequeño se sentía dentro de su pecera, el curioso animal se pasaba horas y
horas saltando, respirando aire. Observaba todos los días como su niña querida
caminaba sobre sus dos piernas y se mortificaba; ¿porqué no podía simplemente
caminar? quería usar sus piernas, quería correr. Un buen día, en el que el sol
brillaba en el cielo y las nubes eran casi nulas el pescado logró mover una pierna,
la balanceó de un lado a otro y no puedo hacer más; días más tarde, cuando el
cielo era gris y el agua caía a borbotones, pudo balancear ambas piernas y en
un movimiento regular dió vueltas circulares. Dos meses después, un día de
abril, en que el viento era cálido, sus dos extremidades delanteras no quisieron
estarse quietas, y así, el pez nado como un perrito con aletas.
Con estas nuevas cualidades el pez podía saltar más alto, dios, como amaba el
tacto del aire en todo su cuerpo, como disfrutaba respirar con la nariz en lugar
de sus anticuadas branquias. Un soleado día de junio, al cuadrúpedo empezaron
a caérsele las escamas, este ni lo notó , pues estaba ensimismado observando
a los niños jugar desde su ventana; quien si lo notó fue su acompañante, que
aunque no se sorprendía ante los cambios de su criatura, sentía un casi
imperceptible miedo ante lo que creía conllevarían esos cambios ¿acaso era
posible un cambio tan grande de un otoño al otro?. A finales de junio al pez le
ardieron los pulmones, creyó que no poder respirar, dándose casi por muerto,
pero no llegó el fatal final, porque en un momento confuso el pez que ya no
parecía serlo fue extraído del agua por su apacible observadora, y en los
siguientes minutos del frenesí, el pez se sintió menos pez que nunca antes. El
pescado con cuatro patas comenzó a dormir en una cama, y para el fin del verano
y el comienzo de un nuevo otoño el pescado ya corría
Corría y respiraba como un humano, porque había soñado con serlo durante
mucho tiempo, corría descalzo porque quería sentir la hierva en las plantas de
sus pies de niño humano. El falso pescado corrió de la mano de su amada niña
pecosa y mientras el frío viento les golpeaba la cara, el niño pensó en su vida
pasada no tan lejana, pensó en sus sueños acuosos y en sus antiguas aletas.
La criatura que sin certeza era un humano o un pez (pero se asemejaba más al
primero) saltó, removiendo el acuario de su pecho y causando olas en su cabeza.
El tiempo pasó mientras besaba a la muchacha de cabellos rojos, mientras
nadaban juntos y mientras él le contaba historias maravillosas, cuentos
fantásticos de su vida como pescado, ella lo escuchaba atenta, porque ella
siempre había deseado tener aletas.