Éste es el número 24 del Mensuario de la Sociedad Julio Garavito para el Estudio de la Astronomía, el cual contiene un artículo de mi autoría. Además, se trata de un medio que dicha Sociedad dejó morir lamentablemente, lo cual jamás he podido justificar.
Mata, S. - Kriegsmarine. La flota de Hitler [2017].pdf
El exilio científico español durante la Guerra Civil
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NOVIEMBRE 2009 VOL. 2 Nº 24
EL EXILIO CIENTÍFICO ESPAÑOL1
Por: Carlos Eduardo de Jesús Sierra Cuartas
2
Naturaleza del problema
La investigación de la historia de la ciencia y la
tecnología en el mundo hispano ha dado lugar
a unos descubrimientos harto interesantes en
las últimas décadas, con nombres propios co-
mo los de Nicolás García Tapia, José María
López Piñero, Elías Trabulse y José Manuel
Sánchez Ron, entre otros. Empero, sus descu-
brimientos han tenido mejor acogida fuera del
ámbito hispano, como cosa rara. Es decir, los
propios hispanos ni se dan por enterados, sal-
vo por minorías intelectuales cultas. No impor-
ta si tales investigadores hablan de sus descu-
brimientos con megáfono hasta quedar afóni-
cos, casi nadie los escucha, lo que equivale a
decir que la historia de marras es una pobre
dama vergonzante en el seno de los países
hispano parlantes, enemistados con el modo
científico de ver el mundo como los que más.
Es una situación de auténtica depravación
cultural.
A tal punto llega este problema que, incluso,
creencias infundadas, que han quedado supe-
radas hace rato merced a la investigación rigu-
rosa, siguen haciendo carrera. Por ejemplo,
afirmaciones gratuitas como la de que Santia-
go Ramón y Cajal es el único científico que ha
dado el mundo hispano, cual resonancia de un
juicio muy atrevido emitido en su momento por
José Ortega y Gasset, con la consecuente in-
justicia para con figuras de relieve como Je-
rónimo de Ayanz y Beaumont, los Novatores,
Jorge Juan y Santacilia, Isaac Peral y Caballe-
ro, Ignacio Bolívar, Severo Ochoa, y otros
más. Ahora bien, conviene aclarar que la exis-
tencia de buenos cultores de la ciencia en el
mundo hispano, a lo largo de su historia, no
significa que sus sociedades hayan incorpora-
do el modo científico de ver el mundo, pues,
esto sería como afirmar que un país es rico
por el hecho de contar con 1000 magnates a
1
Texto de la conferencia dictada por el autor en la
Sociedad Julio Garavito el sábado 12 de septiembre
de 2009
2
Profesor Asociado, Universidad Nacional de
Colombia.
la par que el grueso de su población está por
debajo del umbral de pobreza.
Cuando se ausculta con detenimiento el exi-
lio científico republicano español, provocado
por la infausta Guerra Incivil Española, salta
a la vista la pléyade de figuras científicas de
reconocimiento internacional que había logra-
do producir España durante la llamada Edad
de Plata, esto es, el lapso comprendido entre
1868 y 1936. Por lo pronto, baste señalar
que, hacia México, gracias a la iniciativa de
Lázaro Cárdenas, Presidente de la República
a la sazón, confluyeron unos 1700 científicos
y técnicos de alto nivel, quienes contribuye-
ron de forma significativa al aumento del nivel
científico, académico e industrial de su país
de adopción, como quedó bien recogido en
un artículo de la revista Selecciones del año
1942. Así las cosas, la investigación detenida
y rigurosa es el mejor antídoto a fin de no in-
currir en afirmaciones gratuitas que tan sólo
reflejan lo más sórdido del temperamento his-
pano.
El exilio como parte de la idiosincrasia
hispana
Con sobrada razón, José Lluís Barona, de la
Universidad de Valencia, hace ver que los
procesos de modernización y secularización
han provocado en España la secuela del exi-
lio
3
. Para percatarnos de ello, sólo pensemos
en unos cuantos ejemplos: la expulsión de
los judíos y, luego, la de los moros; el exilio
sufrido por Miguel Servet y Juan Luis Vives
en el siglo XVI; las peripecias de los Novato-
res en el siglo XVII; las de Jorge Juan en el
siglo XVIII; las de Isaac Peral y Caballero en
el siglo XIX; y la expulsión de los jesuitas de
los dominios españoles en 1767. Y quedan
muchos más ejemplos que no alcanzan a
quedar recogidos aquí, tanto de España co-
mo de Hispanoamérica, puesto que esta “de-
voción” por mandar al exilio a intelectuales y
científicos ha sido una verdadera fiebre en
ambas orillas del Atlántico. En general, los
exilios han implicado la descapitalización cul-
tural de España y otros países hispanos, por
3
Barona, José Lluís. (1999). Imágenes del exilio
científico. En Lafuente, Antonio y Saraiva, Tiago
(eds.). Imágenes de la ciencia en la España
contemporánea (pp. 89-99). Madrid: Fundación
Arte y Tecnología y Fundación Telefónica.
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lo que no debe causarnos sorpresa el hecho
que la cultura de la ciencia no haya asentado
sus reales en nuestras latitudes.
En el caso especial del exilio republicano, ca-
be hablar de unas características más peno-
sas que las de los exilios precedentes habida
cuenta del mayor encono y desamparo. Aca-
so, en la historia hispana, el desplazamiento
de colectividades humanas en la Colombia ac-
tual supere lo sucedido en aquellos días de la
Guerra Incivil Española. En el fondo, se trata
de una ofuscación del temperamento hispano,
como bien hace ver José María Laso Prieto en
forma lapidaria4
.
Por otro lado, salta a la vista la inflexión expe-
rimentada por la actividad científica española
tras la Guerra Incivil, puesto que, en 1939, el
nuevo gobierno nacionalista fundó el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas sobre
la base de las instalaciones que fueran de la
Junta para Ampliación de Estudios (JAE),
creada en 1907 gracias a la iniciativa de San-
tiago Ramón y Cajal y Francisco Giner de los
Ríos, dos de las figuras conspicuas de la Edad
de Plata, y enraizada en otra institución meri-
toria: la Institución Libre de Enseñanza (ILE),
la obra magna de Giner, clave en el remoza-
miento de la educación en España, cuyas re-
percusiones positivas se hicieron sentir en La-
tinoamérica gracias a los maestros españoles
en el exilio, de formación institucionista. En fin,
una vez fundado el Consejo de marras, éste
quedó en manos del Opus Dei. De aquí que
sea acertada la denominación de un punto de
inflexión experimentado por tal actividad cientí-
fica, como bien lo muestra la fotografía adjun-
ta.
En todo caso, fue marcado el contraste entre
ambos períodos, puesto que España quedó
descapitalizada en lo científico y pedagógico
con motivo del exilio republicano, sobre todo
hacia México, esto es, lo más granado de la
intelectualidad española marchó al exilio por
miedo a la represión franquista, de suerte que
el régimen de Franco tuvo que conformarse
con figuras intelectuales de mucho menor
nivel. Botón de muestra de lo previo, desta-
quemos el caso de Ignacio Bolívar, decano de
4
Laso P., José M. (2004). El exilio científico
español. El Catoblepas: Revista crítica del
presente, 26, 6.
los biólogos españoles, quien, ya nonagena-
rio, recaló en México a fin de “morir con digni-
dad”.
Nueva Agrupación Astronómica en Barcelona “Aster”
3 de diciembre de 1953
5
Antes de que pasemos a considerar algunos
ejemplos representativos de científicos espa-
ñoles en el exilio, conviene señalar que,
stricto sensu, hemos de hablar de dos tipos
de exilio: el externo y el interno, o sea, el su-
frido por quienes se vieron forzados a dejar
su patria y el sufrido por quienes se quedaron
en la propia España. Esta precisión permite
apreciar mejor dicho fenómeno sin incurrir en
sesgos indeseables. Ahora bien, sea el tipo
de exilio que sea, subyace en esto el proble-
ma de las dos Españas antagónicas, origina-
do en el siglo XIX, esto es, una España del
casticismo y la pandereta, conservadora,
confesional, atrasada e intransigente, en con-
traste marcado con otra España, mistificado-
5
Barona, p. 209.
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ra del progreso, la ciencia y la modernidad.
Empero, si por algo se ha distinguido el mundo
hispano, en ambas orillas del Atlántico, es por
su gran incomprensión de la cultura de la cien-
cia propiamente dicha, entendida cual modo
de entender el mundo opuesto al dogma y al
principio de autoridad, sin importar de cual
sector social hablemos. Es decir, el mundo
hispano cuenta con una larga tradición en pen-
samiento único.
Muestrario conspicuo de científicos espa-
ñoles en el exilio
Acaso la muestra más elocuente al respecto la
tengamos en la Escuela Histológica Española,
fundada por el insigne Cajal. Por ejemplo, Pío
del Río Hortega, nieto espiritual de don Santia-
go, recaló en el Cono Sur, mientras Isaac Cos-
tero Tudanca, discípulo de don Pío, hizo lo
propio con la hornada de científicos exiliados a
México. En fin, decir que la Escuela de Cajal
marchó al exilio equivale a afirmar que la
descapitalización científica de España fue de
grandes proporciones. En el campo de la
medicina, 500 médicos españoles se exiliaron
a México, entre los que cabe señalar, amén de
Costero, a Augusto Pi y Sunyer, José Puche
Álvarez, Gustavo Pittaluga, Ángel Garma y
Severo Ochoa.
En general, enumerar aquí los científicos es-
pañoles de alto nivel exiliados desborda con
creces los alcances de este artículo, por lo que
centraremos la mirada en unos cuantos casos
representativos.
Enrique Moles y Ormella fue el químico espa-
ñol más destacado, y con más relaciones in-
ternacionales, del primer tercio del siglo XX.
Durante la guerra aludida, fue director general
de Pólvoras y Explosivos de la República.
También, junto a Menéndez Pidal, Medina-
veita, Juan de la Encina, Zulueta y Pedro Ca-
rrasco, firmó un manifiesto titulado Contra la
barbarie fascista. Su caso fue el de un exilio
interior, pues, a pesar de la presión internacio-
nal, se le desposeyó de su cátedra, se le en-
carceló de inmediato y se le condenó a muerte
en un Consejo de Guerra, pena conmutada
por la de 30 años de prisión, si bien quedó li-
berado en 1945. Jamás recuperó su cátedra,
viéndose así en la necesidad de ganarse la vi-
da trabajando para laboratorios privados.
Por el estilo fue el caso de Miguel Catalán y
Sañudo, puesto que le quedó prohibido el re-
greso a su cátedra en la Universidad de Ma-
drid, ni se le permitió el acceso a su laborato-
rio, en el Instituto Nacional de Física y Quími-
ca. Así las cosas, tuvo que ganarse la vida
por otros medios, con la industria privada.
Desde Norteamérica, Henry Norris Russell, el
gran astrofísico de la Universidad de Prince-
ton, se interesaba por la situación de Miguel
Catalán. Por su interés, merece la pena re-
producir aquí lo que éste le decía a aquél en
una carta del 18 de agosto de 1940, bastante
diciente de la penuria sufrida por los científi-
cos españoles que se quedaron en España:
Para enviarle una lista con todos
los términos de Fe I, he estado
trabajando en la versión de los
manuscritos que escaparon a la
destrucción durante la guerra.
Como todos estos papeles son
muy incompletos, creo que se
pueden perder algunos térmi-
nos, en especial los más eleva-
dos. Mi trabajo procede con al-
gunas dificultades porque ya no
trabajo en el laboratorio del Insti-
tuto Nacional de Física y Quími-
ca (Rockefeller), en el que se ha
cerrado la sección de espectros-
copia. No me es posible consul-
tar una biblioteca científica, de
manera que, desde julio de
1936, estoy prácticamente aisla-
do del mundo. ¡Sea tan amable
de enviarme cualquier separata
de que pueda disponer!
Los trabajos del Bureau of Stan-
dards, también son desconoci-
dos aquí desde 1936. He escrito
al Dr. Meggers, pero, hasta el
momento, no he recibido res-
puesta. Tengo algunas dificulta-
des económicas, y debo trabajar
en otros temas, no espectroscó-
picos, para ganarme la vida”. Y,
añadió: “me vendría muy bien
disponer de Fe I, si el profesor
Harrison consiente en enviárme-
los. Le enviaré a usted la lista
requerida tan pronto como me
sea posible. En Mn I, he estado
4. __________________________________________________________________________________________________
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trabajando durante algunos años,
y he medido muchos efectos Zee-
man, porque tengo una buena co-
lección de placas que el profesor
Back, de Tubinga (Alemania) me
dio cuando trabajé con él hace al-
gunos años. Desgraciadamente,
los manuscritos no están en mis
manos, por eso no puedo enviarle
la lista de términos.
La filosofía tampoco estuvo exenta de felonías
de un jaez como el de las anteriores. Tal el ca-
so de María Zambrano, quien fuera discípula
de José Ortega y Gasset. Acaso la mejor
muestra de su sentir hacia España, tras el
triunfo bélico de los nacionalistas, la tengamos
en su forma de referirse a Francisco Franco:
“El Innombrable”. No era para menos, pues,
todo intelectual digno y con estatura ética no
puede estar del lado de los tiranos. Y, tam-
bién, es célebre el encontronazo entre don
Miguel de Unamuno, Rector de la Universidad
de Salamanca, y el general José Millán Astray,
conocido éste como el novio de la muerte, el
12 de octubre de 1936 en el paraninfo de di-
cha institución de educación superior. Millán,
con su escolta de legionarios y metralletas,
irrumpió en el recinto académico y profirió una
frase de manifiesto talante necrofílico: ¡Muera
la inteligencia! ¡Viva la muerte! Naturalmente,
don Miguel, de 72 años a la sazón, no podía
permanecer impasible ante semejante cafre.
Su respuesta, gallarda y digna como pocas,
fue ésta6
:
Venceréis, pero no convenceréis.
Venceréis porque tenéis sobrada
fuerza bruta, pero no convence-
réis porque, para convencer, te-
néis que persuadir, y, para per-
suadir, necesitáis lo que os falta,
razón y derecho en la lucha.
La ira de Millán no se hizo esperar. Tan tensa
fue la situación que Carmen Polo, esposa de
Franco, temerosa por la vida de Unamuno,
salió con él del paraninfo. No faltaron los
epítetos por parte del régimen franquista
7
.
6
García R., José Luis. (2003). Frases con historia.
Madrid: Alianza.
7
Fernández de Bobadilla, Vicente. (2006). Cómo
vieron los intelectuales la Dictadura: Maestros en el
erial. Muy Historia, 3, 66-71.
Botón de muestra, Américo Castro, Claudio
Sánchez Albornoz y Pedro Salinas quedaron
rotulados como profesores “intoxicadores”,
mientras que Miguel Mihura, Azorín y Pío Ba-
roja eran los escritores “inofensivos”. Por su
parte, Ortega y Gasset, tras la guerra, alternó
entre Lisboa, Alemania y Madrid. La Dictadu-
ra controló con mano de hierro sus interven-
ciones. Con todo, luego de 1940, Ortega es-
tuvo del lado franquista, vergüenza denuncia-
da hace poco por el dramaturgo Alfonso Sas-
tre
8
. En concreto, en dicha década, Ortega
dio una conferencia en el Ateneo, en la que
dijo, para empezar, que “por fin España tenía
suerte”. ¡Válganos, Dios! ¿Acaso no sabía
Ortega aquello de que “cuando no se puede
hablar, callarse es mejor”?
En lo que a la bibliografía científica atañe,
existe un libro primoroso de Termodinámica y
mecánica estadística, de Julio Palacios, cuyo
prólogo trae un indicio de lo más significativo,
acerca de la penuria de aquellos días para la
investigación científica en España. Propia-
mente, don Julio dice lo siguiente
9
:
Las guerras nos han mantenido
prácticamente aislados del resto
del mundo justamente cuando la
Física se hallaba en pleno desa-
rrollo. Ahora van llegando las
publicaciones extranjeras, y el
modernizar nuestro libro signifi-
ca resumir y compendiar la labor
realizada por los físicos durante
cerca de quince años de febril
actividad.
No es típico encontrar este tipo de testimo-
nios en los libros científicos. Con todo, es la
novela de Luis Martín Santos, Tiempo de
silencio, la que mejor testimonia las dificulta-
des de la actividad científica en la España de
Franco
10
. Las primeras líneas de la misma
contienen una clara alusión a Santiago Ra-
món y Cajal, llamado ahí “el hombre de la
barba”, símbolo mismo del papel inspirador
8
Sastre, Alfonso. (2005). La batalla de los
intelectuales o nuevo discurso de las armas y las
letras. Buenos Aires: CLACSO.
9
Palacios, Julio. (1958). Termodinámica y
mecánica estadística. Madrid: Espasa-Calpe.
10
Martín-Santos, Luis. (2000). Tiempo de
silencio. Barcelona: Crítica.
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de Cajal, ya fallecido, en una España postrada
cultural y científicamente.
Para concluir, destaquemos un muestrario de
la labor desplegada por los científicos, maes-
tros e intelectuales españoles radicados en
México a causa del exilio, proyectos inspirados
en el ideario de la Institución Libre de Ense-
ñanza: el Patronato de Enseñanza Cervantes,
el Colegio Hispano-Mexicano Ruiz de Alarcón,
el Colegio Madrid, el Instituto Luis Vives, la
Academia Hispano-Mexicana, el Ateneo Ra-
món y Cajal, y el Ateneo Español de México.
Entre las publicaciones surgidas de tales ini-
ciativas culturales y científicas, señalemos és-
tas: La España Peregrina, Romance, Cuader-
nos Americanos, Taller, El Hijo Pródigo, Rue-
ca, Revista de Literatura Mexicana, Ciencia,
Novedades, Anales del Ateneo Ramón y Cajal,
y Lista de Espera.
Muchas de estas publicaciones contenían
aportes científicos. En general, estimo que es-
tas iniciativas de los exiliados españoles en
México tras la Guerra Incivil Española son su-
gerentes e inspiradoras para salirle al paso a
la situación presente, de franco oscurantismo
y terrible depravación cultural, debidamente
diagnosticada por Carl Edward Sagan en un
libro primoroso: El mundo y sus demonios: La
ciencia como una luz en la oscuridad. Que los
hados nos sean propicios.
Guerra Civil Española11
“Se denomina Guerra Civil Española a la guerra
civil que tuvo lugar en España entre el pronuncia-
miento del 17 y 18 de julio de 1936 y el último
parte de guerra firmado por Francisco Franco el 1
de abril de 1939.
Suele dársele también el nombre de guerra de Es-
paña, que comparte con otras guerras civiles del
siglo XIX (las guerras carlistas).
Los bandos en contienda se denominaron a sí mis-
mos bando nacional (el vencedor, organizado en
torno a los militares sublevados) y bando republ-
icano (el perdedor, que se fue constituyendo en
torno al gobierno de la Segunda República Españo-
la, ejercido por el Frente Popular desde las eleccio-
nes de febrero de 1936); mientras que recibían de
su contrario los adjetivos de fascista y rojo. En lí-
11
Ver el texto completo en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_Civil_Espa%C
3%B1ola
Guernica. Famoso cuadro de Pablo Picasso, pintado en
los meses de mayo y junio de 1937, cuyo título alude al
bombardeo de Guernica, ocurrido el 26 de abril de dicho
año, durante la Guerra Civil Española. Fue realizado por
encargo del Gobierno de la República Española para ser
expuesto en el pabellón español durante la Exposición
Internacional de 1937 en París, con el fin de atraer la aten-
ción del público hacia la causa republicana en plena Guerra
Civil Española.
neas generales, se identificaban respectivamente
con la derecha política y la izquierda política, las
clases altas (que en zonas de pequeña propiedad
agrícola -Galicia, Castilla la Vieja, Navarra- conta-
ban con apoyos más amplios) y el movimiento
obrero (muy dividido, que protagonizó durante la
guerra una frustrada Revolución española y vio-
lentos enfrentamientos internos), la iglesia católi-
ca y el anticlericalismo (con significativas excel-
ciones, como el nacionalismo vasco), y con distin-
tas ideas de España y opciones de organización
territorial, de forma de Estado o de su misma
existencia.
El contexto internacional pasaba por los momen-
tos críticos anteriores a la Segunda Guerra Mun-
dial. Mientras que las democracias liberales (In-
glaterra y Francia) procuraron el mantenimiento
de una política de no intervención, cada uno de
los bandos fue claramente apoyado por las poten-
cias identificadas con el fascismo (la Alemania de
Hitler y la Italia de Mussolini) y el comunismo (la
Unión Soviética de Stalin).11
Órgano de difusión de la Sociedad Julio Garavito
Comité Editorial:
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Editora: Olga Lucía Penagos
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