Éste es el número 21 del Mensuario de la Sociedad Julio Garavito para el Estudio de la Astronomía, el cual contiene un artículo de mi autoría. Además, se trata de un medio que dicha Sociedad dejó morir lamentablemente, lo cual jamás he podido justificar.
PIZARRO-parte4.pdf apuntes de física 3, electricidad y magnetismo
Mensuario vol2 21 ago-09-
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AGOSTO 2009 VOL. 2 Nº 21
ECLIPSE PENUMBRAL DE LUNA DEL 5 - 6
Magnitud del eclipse: 0,000
CONTACTOS DIA HORA UT DIA / HORA LOCAL
P1 Primer contacto con la penumbra 05 23h 04.4m 05 / 18h 04.4m
Medio del eclipse 06 00h 39.2m 05 / 19h 39.2m
P4 Último contacto con la penumbra 06 02h 14.1m 05 / 21h 14.1m
REF: http://www.astronomia.org/2009/eclipseluna08.html
Duración del eclipse: 01h 34m 56s
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CIENCIA Y TECNOLOGÍA ANDALUSÍ
1
Por: Carlos Eduardo de Jesús Sierra Cuartas
2
Exordio: Naturaleza del problema
Como bien sabe quienquiera que esté al tan-
to del acontecer internacional, hay una demo-
nización grotesca del mundo musulmán en
estos tiempos que corren, reflejo de edades
oscuras que hubiésemos creído superadas
por el influjo de las Luces de la Ilustración.
Sin embargo, no es así. De facto, el proyecto
de la Ilustración sigue nonato todavía. Ahora
bien, la demonización de marras queda pues-
ta más en evidencia si tomamos en cuenta
que, si el premio Nóbel hubiese existido un
milenio atrás, el mismo habría quedado en
manos de los sabios musulmanes, tanto los
del Islam Oriental como los del Islam Occi-
dental. Y no es exageración.
En matemáticas, Occidente apenas pudo
equiparar al mundo islámico en el siglo XVI;
en arquitectura, en el siglo XVII, con motivo
de la construcción de la Catedral de San Pa-
blo en Londres, monumento equiparable al
celebérrimo Taj Mahal; en calidad de aceros,
apenas a mediados del siglo XIX con la in-
vención del proceso Bessemer, con lo que se
logró un temple comparable al de los famo-
sos aceros de Damasco. En el Quijote, con
mo-tivo de la estancia del ilustre manchego
en Barcelona, salta a la vista la superioridad
de la medicina islámica. Y así por el estilo.
En la Edad Media, mientras los núcleos ur-
banos de la Europa cristiana no eran muy po-
pulosos que digamos, a la par que la insalu-
bridad campeaba a sus anchas, una urbe is-
lámica como Córdoba frisaba el millón de al-
mas y la higiene era norma en la misma, al
igual que en otras urbes del Islam. Así, sor-
prende la estulticia de hoy al pasar por alto
1
Este artículo acompaña a la conferencia dada por
el autor ante la Sociedad Julio Garavito para el
Estudio de la Astronomía, en el Planetario de
Medellín, el sábado 18 de abril de 2009 a las
10:00 a.m.
2
Profesor Asociado, Universidad Nacional de
Colombia.
los méritos de dicha cultura. La ignorancia es
atrevida.
En lo que a nuestra historia concierne, hay
un período de tres siglos, caracterizado por el
esplendor científico y cultural, correspondien-
te al emirato y califato en la España musul-
mana, al-Andalus, nombre que significa “tie-
rra de vándalos” en árabe. Además, conviene
no omitir el período de los reinos taifas, que
corresponde a la descomposición del califato,
puesto que, también, brindó no pocos perso-
najes y sucesos de relevancia científica. Lue-
go, tras la derrota islámica en la batalla de
las Navas de Tolosa (1212), la decadencia
científica será patente. Así las cosas, deten-
gámonos en esta valiosa parte de nuestra
historia, pues, genéticamente hablando, los
habitantes de al-Andalus eran tan hispanos
como nosotros, los españoles cristianos, sea
los de la propia España, sea los que descen-
demos de inmigrantes españoles venidos a
América. Al fin y al cabo, la Reconquista fue
una guerra civil de ocho siglos en toda regla.
Contexto histórico básico
A fin de entender mejor los aportes científicos
y tecnológicos andalusíes, es menester cono-
cer el marco histórico general. Veamos.
A grandes rasgos, la Península Ibérica ha pa-
sado por varias oleadas invasoras. Entre és-
tas, destaquemos tres que tuvieron un fuerte
influjo en la evolución cultural respectiva, a
saber: la invasión pergeñada por el imperio
romano, que significó un salto cualitativo cul-
tural conspicuo para el mundo hispano, pues-
to que, antes de Roma, los hispanos eran
“pocos, brutos y mal avenidos”, salvo por la
civilización de Tartesos; la invasión visigoda,
cuando la Roma imperial fenecía, e importan-
te habida cuenta que, entre las tribus ger-
mánicas, los visigodos poseían el mayor nivel
cultural; y la invasión islámica, en el año 711,
clave para la historia de la ciencia y la cultura
en el mundo hispano. De hecho, la fusión en-
tre islámicos e hispano godos, en un princi-
pio, se dio sin mayores traumatismos y de
forma natural.
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La época del Emirato Omeya va del año 756
al año 929, con ocho emires, siendo un pe-
ríodo de gran brillo cultural. Entre otros he-
chos dignos de mención, casi a mediados del
siglo IX, el Emirato tuvo que enfrentar una in-
vasión vikinga. Finalmente, Abderrahman III
decidió crear el Califato, que va del año 929
al año 1031, declarándose Emir al-Muminin,
esto es, Príncipe de los Creyentes, indepen-
dizándose así del otro Califato, el de Bagdad.
De esta suerte, Abderrahman III, amén del
poder terrenal, adquirió el poder espiritual so-
bre la umma, la comunidad de creyentes.
Tanto Abderrahman III como su sucesor, al-
Hakam II, se rodearon de la inteligencia de
su tiempo.
Empero, los califas posteriores carecieron del
tacto político de los dos antedichos y el Cali-
fato llegó a su fin, descomponiéndose el terri-
torio en una miríada de reinos, los llamados
reinos taifas. A partir de este momento, los
cristianos se fortalecen para combatir a los
musulmanes. Con todo, en la época taifa, su-
rgieron figuras relevantes en el campo del sa-
ber, fruto de la descentralización, puesto que
los diversos reyes taifas competían entre sí
en el plano cultural y científico.
Los reinos taifas llegaron a su fin a causa de
la invasión de los almorávides, un movimien-
to político y religioso surgido en el sur del
Magreb occidental, hoy Marruecos. En la
práctica, el puritanismo almorávide chocó
frontalmente con el hedonismo y la liberali-
dad del pueblo andalusí. A su vez, los almo-
hades, otra oleada invasora, derrocarán a los
almorávides. También, los almohades dota-
ron a al-Andalus de prosperidad económica y
cultural. Fueron grandes constructores y, así
mismo, se rodearon de los mejores literatos y
científicos de la época. Pero, como los almo-
rávides, los almohades sucumbieron ante la
dejadez espiritual y el relajamiento de cos-
tumbres de los andalusíes.
La etapa final de al-Andalus correspondió a
la dinastía nazarí, fundada por al-Ahmar ibn
Nasr. Fue el célebre Reino de Granada, ba-
sado en lo precario y la inestabilidad, es de-
cir, el avance cristiano era imparable por en-
tonces. Como sabemos, tal Reino concluirá
en enero de 1492 con la toma de Granada
por parte de los Reyes Católicos.
En suma, estamos hablando de un período
de tres siglos de esplendor científico y cultu-
ral antes que al-Andalus entrase en una
Franca decadencia, sobre todo en la época
nazarí.
El legado científico y tecnológico andalusí
De entrada, conviene evitar un obstáculo
epistemológico que nubla la percepción co-
rrecta de la historia de la ciencia y la tecnolo-
gía en el mundo hispano: la polémica de la
ciencia española, esto es, la tendencia a ale-
gar la presencia o ausencia de personajes e
hitos científicos en nuestra historia desde un
punto de vista emotivo sin mayor basamento
en los hechos comprobados y los fondos do-
cumentales existentes. De esta suerte, le
hacemos caso a lo aconsejado por investiga-
dores como José María López Piñero y Nico-
lás García Tapia, quienes suelen advertir ha-
cerca de la tendencia, aún presente, a emitir
afirmaciones gratuitas sin soporte alguno en
una investigación rigurosa y seria.
Si leemos con cuidado a Julio Samsó, nos
damos cuenta con facilidad del brillo cultural
y científico del Islam Occidental, el cual tuvo
un Siglo de Oro, el período comprendido en-
tre 1031 y 1086, es decir, en la época taifa.
En dicho período, destacaron la ingeniería
mecánica, con el tratado sobre autómatas de
Ibn Jalaf al-Muradi; la alquimia y magia, con
la obra del seudo-Maslama; la botánica, far-
macología y medicina, entre cuyos autores
cabe señalar a Yunus b. Ishaq b. Buklaris al-
Isra’ili, médico judío; la agronomía, con el de-
sarrollo de una tradición de jardines botáni-
cos. Así, notamos un énfasis en la ciencia
aplicada. En lo que sigue, centraremos la
atención en la astronomía y áreas afines.
Propiamente, el inicio de la actividad científi-
ca andalusí está situado a mediados del siglo
IX, en la época de Abderrahman II. Antes de
esta fecha, la actividad científica estaba ba-
sada en la tradición isidoriana y en manos
cristianas. En general, en los tres siglos de
esplendor científico andalusí, amén de la as-
tronomía y las matemáticas, recibieron aten-
ción la botánica, la astronomía y la medicina.
El hijo y sucesor de Abderrahman III, al-
Hakam II, fomentó con lucidez la actividad
científica, hecho manifiesto en que reunió
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una biblioteca de más de 400.000 volúme-
nes, muchos de los cuales tenían anotacio-
nes de su puño y letra. Además, en aquellos
días, Córdoba era la segunda ciudad del
mundo en importancia, luego de Constantino-
pla. De facto, era la capital cultural de Euro-
pa.
En el campo de las matemáticas y la astro-
nomía, Maslama de Madrid fundó la primera
escuela andalusí. Situó Córdoba a sólo un
grado al oeste de su posición real en relación
con Damasco, con lo cual superó a Ptolomeo
y al-Jwarizmi. Sus numerosos discípulos, di-
rectos o indirectos, una vez hundido el Califa-
to, huyeron de Córdoba y se radicaron en los
reinos taifas de Sevilla, Toledo, Zaragoza,
Denia y Granada. Pero, mayor peso histórico
lo tuvo el grupo encabezado por el cordobés
Azarquiel en la ciudad de Toledo en la se-
gúnda mitad del siglo XI. En sí, Azarquiel co-
menzó como artesano constructor de instru-
mentos astronómicos, pero su talento notable
le permitió formarse científicamente con sus
clientes para luego pasar a encabezarlos. En
cuanto a obras, se debe a Azarquiel y los su-
yos la invención de una azafea o astrolabio
universal que no requería cambiar, para cada
latitud, las láminas que representaban la es-
fera celeste. Con todo, el aporte más conspi-
cuo del grupo de Azarquiel fue la confección
de las Tablas toledanas, traducidas más tar-
de al latín, hebreo, castellano e italiano, y las
cuales influyeron sobremanera en la evolu-
ción de la astronomía europea. Además,
Azarquiel se percató de que la órbita de Mer-
curio no era circular y midió el movimiento del
apogeo solar con referencia a las estrellas.
De otro lado, Azarquiel, al dejar atrás la as-
tronomía de círculos de Ptolomeo, dio el pri-
mer paso que, a la postre, llevó hasta el sis-
tema de elipses de Kepler.
En lo doctrinal, la astronomía andalusí se ba-
saba en el geocentrismo tolemaico, aunque
durante el siglo XII, surgió un movimiento de
crítica a algunos presupuestos de dicho para-
digma, iniciado por el filósofo y científico za-
ragozano Avempace ateniéndose al sistema
astronómico de Aristóteles, así mismo geo-
céntrico. En fin, dicho movimiento concluyó
en las obras del sevillano Geber ibn Aflah y
de Alpetragius, obras vertidas con prontitud
al latín y al hebreo y consideradas en Europa
como los textos claves de una “nueva as-
tronomía”. Por otro lado, los andalusíes cul-
tivaron también la geografía y la cartografía,
algo apenas natural dada la importancia que,
para los islámicos, tiene el conocimiento pre-
ciso de la ubicación y orientación de La Me-
ca, amén del hecho que fueron grandes na-
vegantes. De hecho, el Océano Índico fue el
escenario de grandes navegaciones de los
árabes.
Por desgracia, tras la derrota almohade en la
batalla de las Navas de Tolosa, decayó en
grado sumo la actividad científica andalusí.
En el mejor de los casos, la astronomía y las
matemáticas en la Granada nazarita tuvieron
un carácter epigonal, con figuras como al-
Garnati, autor, en 1311, de un comentario so-
bre el álgebra de Abenbéder; al-Mursi, autor
de unas tablas astronómicas y de textos so-
bre astrolabios y relojes de Sol; y Qalasadi,
comentarista de un matemático marroquí del
siglo XIII y uno de los introductores del sim-
bolismo matemático.
En todo caso, durante los tres siglos dorados
de la ciencia y cultura de al-Andalus, los pe-
queños núcleos cristianos peninsulares man-
tuvieron una relación científica con la España
musulmana. Será gracias a la labor de tra-
ducción en monasterios catalanes como Vic y
Ripoll, cuyos abades estaban en contacto
con la Córdoba califal, que la ciencia del Is-
lam Occidental pasará a la Europa latina. Era
tal el prestigio de ambos monasterios que el
monje Gerberto de Aurillac, quien será el Pa-
pa Silvestre II con el correr del tiempo, vino a
estudiar en los mismos. Por otra parte, Tole-
do fue el escenario de otra labor de traduc-
ción bajo la dirección de Gerardo de Cremo-
na en la segunda mitad del siglo XII. Cosa
curiosa, Gerardo llegó inicialmente a Toledo
para leer el Almagesto y aprender el árabe,
pero se quedó para siempre en dicha ciudad.
En fin, las consecuencias de tal transmisión
del saber greco árabe al resto de Europa in-
fluyeron sobremanera en la evolución cien-
tífica europea. No es menester darle muchas
vueltas al asunto para ver aquí una de las
raíces de la posterior revolución científica.
Sobre esto, George Saliba no descarta esta
posibilidad.
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Según se dijo más arriba, desde el punto de
vista genético, los andalusíes, que hablaban
árabe, eran tan españoles como los cristia-
nos, que hablaban latín. Desde luego, esta
precisión es más bien reciente, fruto de las
investigaciones de las últimas décadas,
puesto que, en nuestra historia, no han falta-
do los puntos de vista que difieren al respec-
to, como el de don Santiago Felipe Ramón y
Cajal, nuestra mayor gloria científica. En
efecto, el ilustre histólogo aragonés asevera-
ba que no debía España considerar dentro
de su historia los aportes científicos de los
hispanoárabes para alegar un pasado cien-
tífico glorioso porque ellos dizque no eran
españoles. ¡Vaya! Más bien, cabe interpretar
este juicio de don Santiago como sigue: des-
de el punto de vista genético, andalusíes y
cristianos españoles no eran diferenciables
para efectos prácticos. En lo tecnocientífico y
cultural, las raíces sí difieren, y en grado su-
mo, tanto que, como hemos visto, al-Andalus
tuvo tres siglos de esplendor al respecto. No
lo olvidemos: si el premio Nobel hubiese exis-
tido un milenio atrás, los sabios islámicos lo
habrían acaparado sin la menor duda.
Bien, aquí concluye está breve remembranza
acerca del período en el cual el mundo hispa-
no culto hablaba árabe como lingua franca de
la ciencia y la cultura. Lástima grande que la
cultura de la ciencia se alejó de nosotros tras
esos tres siglos de esplendor.
FUENTES
García Tapia, Nicolás. (1994). Ciencia y
técnica en la España de los Austrias. Una
visión desde la perspectiva de las
investigaciones actuales. En: Cuadernos de
Historia Moderna. N°15.
López Piñero, J. M. (1986). La ciencia en la
historia hispánica. Barcelona: Salvat.
Posteguillo, Santiago. (2008). Hispania antes
de los romanos: Pocos, brutos y mal
avenidos. En: Muy Historia. N°20.
Ramón y Cajal, Santiago. (1963). Los tónicos
de la voluntad: Reglas y consejos sobre
investigación científica. Madrid: Espasa-
Calpe.
Saliba, George. (2003). La astronomía griega
y la tradición árabe medieval. En:
Investigación y Ciencia. N°321.
Samsó, Julio. (1992). Las ciencias de los
antiguos en al-Andalus. Madrid: MAPFRE.
Samsó, Julio. (2001). Las luces de al-
Andalus. En: Muy Especial. N°53.
Strohmaier, Gotthard. (2001). Al-Biruni, el
sabio que Occidente ignoró. En:
Investigación y Ciencia. N°301.
Vernet, Juan. (1993). Ingeniería mecánica del
Islam Occidental. En: Investigación y Ciencia.
N°201.
www.legadoandalusi.es.
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