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En la introducción parte del axioma “conócete a ti mismo”, para que partiendo de
esa autoconciencia, y a través de esas dos alas, fe y razón, se pueda llegar al
conocimiento de la verdad, a ese Dios, Verdad suprema, y desde ese
conocimiento alcanzar la plena verdad de sí mismo
En toda la historia, en todas las culturas el hombre se ha preguntado por el sentido
de su vida, han surgido preguntas que se hace sobre qué, por qué, para qué… Y
se ha ido dando respuestas, surgiendo distintas filosofías, buscando principios
universales, recta razón, que den sentido a la vida.
La iglesia no ha podido sustraerse de esa inquietud y considera a la filosofía el
camino para conocer verdades fundamentales, y ayuda indispensable para
profundizar en la fe.
Pero la filosofía, en su reflexión sobre el hombre ha aportado gran conocimiento
pero también en el momento actual, ha renegado del conocimiento del ser para
enfocar su punto de mira en las limitaciones y condicionamientos, cayendo en
distintas formas de agnosticismo o relativismo. Convencida la iglesia de la
importancia de la reflexión de la fe, para que reafirmando la verdad de la fe pueda
el hombre confiar en sus capacidades cognitivas y devolver dignidad a la filosofía.
Ricardo Ferrara1, viendo la situación actual de la relación de la razón y de la fe,
del distanciamiento y antagonismo existentes en las nuevas corrientes de
pensamiento así como el rechazo de la fe que se produce en el hombre actual,
plantea que “fe y razón deben deponer sus hostilidades, absolver sus
parcialidades y reconciliarse con la sabiduría”.
Según Joseph Rantzinger2 la intención última de Papa en esta encíclica es animar
de nuevo a la aventura de la verdad. Toda lectura de ella te lleva al
convencimiento que es necesaria esta relación para comprender la Verdad
Absoluta, al Dios que se manifiesta al hombre, de la historia de la salvación.
Unas de las preguntas que se hace el hombre es por qué creo, cómo se inserta la
fe en nuestra estructura psicológica y en muchas ocasiones se plantea si es
racional la credebilidad. En la época moderna ha sido muy debatida en teología,
siendo importante resaltar que las objeciones contra la fe no constituyen una
fuerza determinante porque ninguna demostración científica es suficiente para
hacer surgir la fe, y por tanto, ninguna puede hacerla desaparecer.
En el capítulo I pone como base de la reflexión que el conocimiento no proviene
del hombre, sino de Dios mismo, que de manera gratuita , se ha dado a conocer, y
que este conocimiento no se contrapone con el alcanzado a través de la reflexión
filosófica. “Además del conocimiento propio de la razón humana, capaz por
naturaleza de llegar hasta el Creador , existe un conocimiento que es peculiar a la
fe” Estos dos verdades no se confunde, porque la revelación, impulsa a la razón a
intuir otras razones que debe de acoger.
Para confirmar lo que Juan Pablo II afirma en este primer capítulo sabemos que
en la tradición cristiana se ha mantenido siempre la convicción de que se puede
llegar al conocimiento de Dios a partir de la realidad del mundo. Desde que
Aristóteles en su Metafísica admite la existencia de una primera sustancia , primer
motor inmóvil a la que le da el nombre de Dios, los pensadores cristianos de la
Edad Media lo identifican como el único Dios verdadero anunciado en la Biblia. No
podemos olvidar las vías de Santo Tomas en su SummaTheologica, la prueba
moral de Kant, etc. Todos intenta afirmar la existencia de Dios con argumentos
racionales.
Sige afirmado la encíclica que es en la historia donde se puede constatar la acción
de Dios a favor del hombre, Jesús revela el rostro de Dios, pero sólo la fe nos
permite entrar en este misterio, una fe con el asentimiento a Dios donde la libertad
personal se vive de modo pleno. Para ayudar a la razón están los signos de la
revelación, los sacramentos, sobre todo la eucaristía. La revelación no es un
pensamiento elaborado por la razón, sino que nos es dada gratuitamente y exige
ser acogida como expresión de amor.
Zubiri3 escribe: “Fe es creer en Dios y no sólo creer a Dios. Pero ¿qué es creer
en una persona , en especial, creer en Dios? Para S. Agustín la cosa no ofrece
duda:creer en Dios es amar creyendo. La fe sería la entrega personal en el amor”.
En el capítulo II inicia su reflexión afirmando que la sagrada Escritura nos presenta
el vinculo profundo que existe entre el conocimiento de fe y el de la razón y la
inseparable unidad de ambas. En los libros sapienciales se presenta al hombre
sabio como el que ama y busca la verdad, y al buscar una característica común a
todos los hombres destaca el deseo de conocer, considerando que la razón y la fe
forman una unidad no existiendo competitividad entre ellas. Israel busca con la
razón el camino hacia el misterio, y la revelación Dios le da lo que con la razón no
podía comprender. Dios se da a conocer por medio de la naturaleza y a través de
ella se puede llegar a Dios. En definitiva, la razón es valorada pero adquiere
significado pleno en la fe, no puede conocerse y descubrirse sino como ser en
relación, conociendo los límites, ya que Dios le dio la razón para llegar a El pero
por el pecado quedo mermada esta capacidad.
Se presenta la imposibilidad de prescindir del conocimiento ofrecido por Dios, si se
quiere conocer plenamente el camino que todo hombre debe recorrer para
responder a las preguntas fundamentales sobre la existencia y se debe de ayudar
de la razón para recorrer ese camino.
El objeto de la fe no es una verdad abstracta, sino una persona viva, plenitud de
verdad y sentido. La fe es la respuesta del hombre a la autocomunicación de Dios
en Cristo por medio del Espíritu. Santo Tomás escribe: Todo creyente se adhiere a
la palabra de alguien. De modo que lo principal y lo que tiene, en cierto sentido,
valor de fin de todo acto de fe en la persona a cuya palabra damos adhesión.
En el III capítulo afirma que el hombre busca a Dios, porque la razón busca lo
infinito; todos los hombres desean saber, tanto en el ámbito teórico como en el
ámbito práctico. Al preguntarse por la muerte, por el fin del hombre los filósofos se
plantean el sentido de la vida y la inmortalidad, buscan la verdad, el valor
supremo, el universal. Las respuestas a estas preguntas han dado múltiples
filosofías y experiencias personales distintas. El hombre busca la verdad y por lo
tanto, confía en alcanzarla, porque tiene capacidad para esa búsqueda.
Por otra parte, el hombre recibe creencias de la generaciones anteriores y vive
esas creencias y confía en los conocimientos adquiridos por otras personas, es
decir, el hombre al creer, confía en la verdad que el otro le manifiesta.
El hombre, gracias a la razón busca la verdad, el verdadero bien, y el sentido de la
vida y lo encuentra en el absoluto. Puede llegar a esto por vía racional o por el
abandono en otras personas.
La de cristiana ayuda al hombre en esta búsqueda, ya que le permite participar en
el misterio de Cristo, en el cual se le ofrece el conocimiento verdadero de Dios
Uno y Trino.
Esta verdad no contradice a las verdades adquiridas por la filosofía; la verdad que
nos llega por la revelación es una verdad que debe ser comprendida a la luz de la
razón.
Se puede afirmar para razonar lo anterior, que a pesar de las dificultades que
encuentra el hombre para adoptar una actitud de disponibilidad ante la fe, la fe es
un comportamiento propiamente humano, que está relacionado con su ser hombre
entendido en su totalidad, de tal modo que la vida humana está profundamente
determinada por una dimensión de fe en distinto niveles.
Cuando se habla de fe cristiana la dimensión propia es la de recibir antes que
hacer. Sólo si estamos dispuestos a recibir, estamos en situación de hacer.
La comprensión es una actividad racional del hombre. San Juan de la Cruz4
comenta cómo la fe es el proporcionado medio al entendimiento para que el alma
pueda llegar a la divina unión de amor.
Alfaro en la “Fe como conocimiento” indica que no consiste simplemente en el
conocimiento de nuevas verdades, sino en una nueva apertura en virtud de la cual
el creyente se pone en relación con el misterio de Dios y, a su luz, se hace capaz
de comprender el signo de las realidades reveladas que expresan de modo
accesible al hombre este misterio.
En el capítulo IV hacer un recorrido partiendo desde San Pablo que se opone a la
filosofía basada en mitos y se relaciona principalmente con las que eran
respetuosas con la trascendencia divina, la prevención sobre la gnosis de Ireneo y
Tertuliano, el rechazo de los primeros cristianos a la filosofía porque el Evangelio
les daba sentido a su vida, hasta el primer encuentro positivo de la fe con la
filosofía expresada en San Justino o clemente de Alejandría.
Orígenes cristianiza a Platón , lo transformó sobre todo en conceptos como
inmortalidad del alma, divinización del hombre y el origen del mal. Nombres como
Dionisio el Areopagita, o San Agustín, que consiguió hacer la primera gran
síntesis del pensamiento filosófico y teológico, consiguieron una razón purificada
y recta capaz de llegar a los más altos niveles de reflexión de lo trascendente y de
lo absoluto, llevando al encuentro a la criatura con su creador.
Basándose en estas explicaciones Pablo Sudar muestra, a su vez, los dos
escollos que acechan a la teología en su historia, la confusión entre fe y razón
(Escuela de Alejandría) y su separación (Escuela de Antioquía), y remite a la
“clave de oro de la teología y de la vida cristiana” del Concilio de Calcedonia.
En la teología escolástica hay que destacar a San Anselmo o la figura cumbre de
Santo Tomas de Aquino que apuesta por una relación dialogal con el pensamiento
árabe y judío. Afirma que la fe y la razón proceden de Dios y, por lo tanto, no
puede existir contradicción entre ellas, ya que la fe busca y perfecciona la razón.
El no permitió que la filosofía pagana entrase en el cristianismo pero no la
rechazó, por lo que ha pasado a la historia como el precursor de la relación de la
filosofía y la cultura universal. El hombre tiene pasión por la verdad, y la sabiduría,
que la alcanza por dos forma complementaria, una por la razón, limitada y otra por
la teológica , fundada en la Revelación y puede llegar al misterio de Dios.
En la baja Edad media se produce una separación debido al espíritu racionalista, y
se empieza a sentir recelo de la razón. En el pensamiento moderno se da esta
contradicción en corrientes como Idealismo, positivismo, nihilismo..la filosofía pasa
de ser universal al fragmentarse y con un fin, buscando placer o poder. E incluso
se llega a la alineación, dirigiéndose contra sí mismo o abandonando la búsqueda
de la verdad. Actualmente esta separación se da en gran medida de los filósofos
actuales por lo que el Papa hace una llamada para que la fe y la filosofía
recuperen la unidad.
En el capítulo V presenta las intervenciones de magisterio en algunas cuestiones
filosóficas. Comienza explicando que la Iglesia no tiene una filosofía propia porque
la Filosofía tiene sus propios métodos y reglas, por lo que la Iglesia debe indicar
las conclusiones filosóficas que van contra la verdad revelada, y tiene el deber de
decir los sistemas filosóficos que van contra de ella, ya que la Iglesia es
depositaria, no entendiendo esta función de forma negativa, sino como un
mecanismo para animar, promover, o estimular el pensamiento filosófico a buscar
la verdad.
Comentando este parrafo, Héctor J. Delbosco, subraya la legítima pluralidad que
defiende la Encíclica: “la Iglesia no propone una filosofía propia ni canoniza una
filosofía particular en menoscabo de otras” (FR 49) pero se enfrenta al pluralismo
relativista, que o bien niega la verdad o la reemplaza por el simple consenso.
Señala también la necesidad de reconocer un núcleo de verdades filosóficas
básicas que sean compatibles con la fe. Concluye con una interesante
convergencia entre el pensamiento de Juan Pablo II y el filósofo neomarxista de la
escuela de Frankfurt, Max Horkheimer sobre el tema crucial del empobrecimiento
recíproco de la religión y de la razón en el proceso histórico de su separación
moderna y posmoderna.
Siempre ha intervenido el magisterio de la Iglesia en determinadas filosofías como
en la idolatría, el esoterismo en algunos textos del averroísmo, el fideísmo, el
tradicionalismo radical , el racionalismo , el ontologismo. En el siglo XX ha llamada
la atención contra las tentaciones racionalistas, o el rechazo a la teoría marxista o
comunismo, el existencialismo, el historicismo…
Hoy existe el problemas que estas tesis están difundidas y no se limitan a unos
pocos, como puede ser ese nuevo racionalismo o el biblicismo, creando una
desconfianza hacia las verdades globales y abolir esta relación de fe y razón.
Pero el magisterio no se ha limitado sólo a señalar errores, y así el papa León XIII
muestra como el pensamiento filosófico es una aportación fundamental para la fe.
Y desde diversas perspectivas se han seguido elaborando especulaciones
filosóficas que buscan mantener viva esta unidad. En el concilio Vaticano II ha
mostrado esta relación y urge a los sacerdotes a tener una buena preparación
filosófica.
En el capítulo VII nos presenta las interacción entre teología y filosofía. La teología
tiene un doble principio metodológico: el ausitusfidei, por el que se asume el
contenido de la revelación, y el intelectusfidei por el que quiere reponder a las
exigencias propias del pensamiento mediante la reflexión especulativa.
En este último método, intelectos fidei, la filosofía aporta la estructura del
conocimiento y de la comunicación y también las formas y funciones del lenguaje.
Este método hace explicita la verdad dada en la revelación. Tanto la teología
dogmática como la teología moral deben articular dicho conocimiento de forma
conceptual y argumentativa propia de la filosofía y es la teología fundamental la
que tiene la misión de dar razón a la fe y justificar y explicar la relación entre la fe y
la reflexión filosófica. También hoy se puede ayudar de otras formas del saber
humano como la historia, las ciencias, pero toda esa ayudad debe ser mediatizada
por la reflexión filosófica.
Otro punto importante es como se relaciona la fe con las culturas afirmando que
no se debe de hablar de una cultura concreta porque todas las culturas deben
estar abiertas a la verdad. El hombre está inmerso en la cultura y absorbe lo que
generaciones anteriores le da pero a la vez modifica esta cultura con nuevos
valores o aportaciones, produciendo transformaciones en ella. Continuamente se
produce una inculturación, análoga a los primeros siglos. Se insiste en el carácter
irrenunciable de la herencia cultural del pasado, del acervo del pensamiento que
forma la cultura pero abierta a todas las cultura, no sólo a la judía, griega o
romana, sino a las culturas a las que le ha llegado más tarde el anuncio salvífico
como pueden ser la culturas de la India, China Japón y demás países de Asia o
África .
Nieduhr expone el debate existente sobre las relaciones entre cristianismo y
cultura:” El objeto de los siguientes capítulos estriba en exponer repuestas
cristianas típicas al problema de Cristo y la cultura, y contribuir así a la compresión
mutua entre grupos cristianos diferentes y, a menudo, en pugna. La creencia
subyacente a este esfuerzo es, sin embargo, la convicción de que Cristo, como
Señor vivo, responde a sus interrogantes en la totalidad de la historia y de la vida
de una forma que trasciende la sabiduríaa de todos sus interpretes, pero que
utiliza para ello las penetraciones parciales de estos últimos y sus conflictos
necesarios”
Entre la teología y la filosofía debe de darse una circularidad. Para la teología el
punto de partida en la revelación, pero para su compresión debe de utilizar la
reflexión filosófica, y este reflexionar, este estar atento de la razón, es animada a
explorar vías que por sí sola no habría nunca pensado en recorrer.
Según Juan Carlos Scannone se refiere al punto de partida del Papa, que habla
más como teólogo y pastor que como filósofo, al admirable “círculo hermenéutico
teológico” entre la fe que busca entender y la inteligencia que busca creer y
finalmente al “exceso de sabiduría, es decir de sentido, de verdad y de
racionalidad nueva” que aporta la Revelación a la filosofía, permitiéndole llevarla
más allá de sí misma.
Así mismo Carlos María Galli analiza varios tipos de circularidad entre fe y razón,
a saber: el “círculo o cerco” epistémico que delimita el ámbito propio de cada
disciplina, filosofía y teología; la “circulación” que lleva a considerar los aportes
recíprocos que las enriquecen mutuamente gracias a un movimiento ascendente
de la razón y otro descendente de la revelación; el paradigma circular de la
Encarnación, unidad-distinción en Cristo, rostro humano de Dios y rostro divino del
hombre; finalmente el sentido circular de la “presencia recíproca o perijoresis”
donde cada ciencia toma para sí los mejores aportes de la otra y ambas se
potencian recíprocamente.
La filosofía en sus relaciones con la fe, toma diversas posturas: independencia
absoluta respecto a la revelación, otra sería la filosofía cristiana, no como filosofía
oficial de la iglesia sino un modo de filosofar cristiano y otra posición sería cuando
la teología recurre a la filosofía. Esta última debe ser lugar de encuentro entre la fe
cristiana y las distintas culturas, y un lugar de encuentro entre creyentes y no
creyentes.
En el capítulo VII acomete las exigencias y los cometidos actuales. La filosofía de
la Biblia nos presentan la convicción de que la vida humana y el mundo tiene
sentido y están orientados hacia su cumplimiento que se realiza en Jesucristo.
Pero hoy hay crisis de sentido, no se busca la verdad; y lo primordial hoy es que la
filosofía busque el sentido último y global de la vida. El no tener este sentido hace
que la filosofía caiga en errores, como el eclecticismo, el historicismo, el llamado
modernismo, el cientificismo, el pragmatismo , nihilismo que han anulado la
búsqueda de la verdad global quedándose en verdades parciales o negando
incluso esta búsqueda.
Según Ratzingern siguiendo la línea discursiva del Papa, hoy no se busca la
verdad como se afirma en la encíclica, sino se busca su utilidad, la praxis; “la
moderna actitud cae en una falsa humildad a que niega al hombre la capacidad
para la verdad y en una falsa soberbia con la que se sitúa sobre las cosas, sobre
la verdad misma, en cuanto erige en meta de su pensamiento la ampliación de su
poder , el dominio de las cosas”
Hoy la teología, como se afirma en el Concilio Vaticano II debe mirar hacia la
verdad dada en la revelación, y debe de ayudarse en la filosofía con un dialogo
sincero para presentar la inteligencia de la Revelación y el contenido de la fe,
porque esta verdad dada en y para la historia, representa una verdad estable y
definitiva.
Termina la encíclica con una conclusión donde se afirma de manera categórica
que la fe y la razón se ayudan mutuamente, ejerciendo recíprocamente una
función tanto de examen crítico y purificado, como estímulo para progresar en la
verdad y por lo tanto hace un llamamiento a los teólogos, a los sacerdotes, a los
filósofos, a los científicos, y a todos en general que fijen su atención en el hombre
que Cristo salvó en el misterios de su amor y en su permanente búsqueda de
verdad y sentido. E invoca a la Virgen como Trono de Sabiduría
El lenguaje en que se expresa el autor es un lenguaje claro, asequible a todos, sin
complejidad lingüística aunque hay pasajes de la encíclica que requieren lectura
atenta y detenida, no tanto por el lenguaje, sino por la complejidad de los
conceptos.
Su pensamiento sigue un proceso lógico y evolutivo y el discurso lineal partiendo
desde situarse en el problema hasta la misión actual de la Iglesia respecto a la
relación de la fe y la razón, analizando algunos sistemas filosóficos y sin abdicar
de los avances actuales de la filosofía, de la ciencia, de las ideologías, dando
pautas para una recta compresión de la palabra de Dios. La primera parte de la
encíclica es mas expositivo para terminar con una interperlación sobre la
verdadera Verdad

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  • 1. En la introducción parte del axioma “conócete a ti mismo”, para que partiendo de esa autoconciencia, y a través de esas dos alas, fe y razón, se pueda llegar al conocimiento de la verdad, a ese Dios, Verdad suprema, y desde ese conocimiento alcanzar la plena verdad de sí mismo En toda la historia, en todas las culturas el hombre se ha preguntado por el sentido de su vida, han surgido preguntas que se hace sobre qué, por qué, para qué… Y se ha ido dando respuestas, surgiendo distintas filosofías, buscando principios universales, recta razón, que den sentido a la vida. La iglesia no ha podido sustraerse de esa inquietud y considera a la filosofía el camino para conocer verdades fundamentales, y ayuda indispensable para profundizar en la fe. Pero la filosofía, en su reflexión sobre el hombre ha aportado gran conocimiento pero también en el momento actual, ha renegado del conocimiento del ser para enfocar su punto de mira en las limitaciones y condicionamientos, cayendo en distintas formas de agnosticismo o relativismo. Convencida la iglesia de la importancia de la reflexión de la fe, para que reafirmando la verdad de la fe pueda el hombre confiar en sus capacidades cognitivas y devolver dignidad a la filosofía. Ricardo Ferrara1, viendo la situación actual de la relación de la razón y de la fe, del distanciamiento y antagonismo existentes en las nuevas corrientes de pensamiento así como el rechazo de la fe que se produce en el hombre actual, plantea que “fe y razón deben deponer sus hostilidades, absolver sus parcialidades y reconciliarse con la sabiduría”. Según Joseph Rantzinger2 la intención última de Papa en esta encíclica es animar de nuevo a la aventura de la verdad. Toda lectura de ella te lleva al convencimiento que es necesaria esta relación para comprender la Verdad Absoluta, al Dios que se manifiesta al hombre, de la historia de la salvación.
  • 2. Unas de las preguntas que se hace el hombre es por qué creo, cómo se inserta la fe en nuestra estructura psicológica y en muchas ocasiones se plantea si es racional la credebilidad. En la época moderna ha sido muy debatida en teología, siendo importante resaltar que las objeciones contra la fe no constituyen una fuerza determinante porque ninguna demostración científica es suficiente para hacer surgir la fe, y por tanto, ninguna puede hacerla desaparecer. En el capítulo I pone como base de la reflexión que el conocimiento no proviene del hombre, sino de Dios mismo, que de manera gratuita , se ha dado a conocer, y que este conocimiento no se contrapone con el alcanzado a través de la reflexión filosófica. “Además del conocimiento propio de la razón humana, capaz por naturaleza de llegar hasta el Creador , existe un conocimiento que es peculiar a la fe” Estos dos verdades no se confunde, porque la revelación, impulsa a la razón a intuir otras razones que debe de acoger. Para confirmar lo que Juan Pablo II afirma en este primer capítulo sabemos que en la tradición cristiana se ha mantenido siempre la convicción de que se puede llegar al conocimiento de Dios a partir de la realidad del mundo. Desde que Aristóteles en su Metafísica admite la existencia de una primera sustancia , primer motor inmóvil a la que le da el nombre de Dios, los pensadores cristianos de la Edad Media lo identifican como el único Dios verdadero anunciado en la Biblia. No podemos olvidar las vías de Santo Tomas en su SummaTheologica, la prueba moral de Kant, etc. Todos intenta afirmar la existencia de Dios con argumentos racionales. Sige afirmado la encíclica que es en la historia donde se puede constatar la acción de Dios a favor del hombre, Jesús revela el rostro de Dios, pero sólo la fe nos permite entrar en este misterio, una fe con el asentimiento a Dios donde la libertad personal se vive de modo pleno. Para ayudar a la razón están los signos de la revelación, los sacramentos, sobre todo la eucaristía. La revelación no es un pensamiento elaborado por la razón, sino que nos es dada gratuitamente y exige ser acogida como expresión de amor. Zubiri3 escribe: “Fe es creer en Dios y no sólo creer a Dios. Pero ¿qué es creer en una persona , en especial, creer en Dios? Para S. Agustín la cosa no ofrece duda:creer en Dios es amar creyendo. La fe sería la entrega personal en el amor”.
  • 3. En el capítulo II inicia su reflexión afirmando que la sagrada Escritura nos presenta el vinculo profundo que existe entre el conocimiento de fe y el de la razón y la inseparable unidad de ambas. En los libros sapienciales se presenta al hombre sabio como el que ama y busca la verdad, y al buscar una característica común a todos los hombres destaca el deseo de conocer, considerando que la razón y la fe forman una unidad no existiendo competitividad entre ellas. Israel busca con la razón el camino hacia el misterio, y la revelación Dios le da lo que con la razón no podía comprender. Dios se da a conocer por medio de la naturaleza y a través de ella se puede llegar a Dios. En definitiva, la razón es valorada pero adquiere significado pleno en la fe, no puede conocerse y descubrirse sino como ser en relación, conociendo los límites, ya que Dios le dio la razón para llegar a El pero por el pecado quedo mermada esta capacidad. Se presenta la imposibilidad de prescindir del conocimiento ofrecido por Dios, si se quiere conocer plenamente el camino que todo hombre debe recorrer para responder a las preguntas fundamentales sobre la existencia y se debe de ayudar de la razón para recorrer ese camino. El objeto de la fe no es una verdad abstracta, sino una persona viva, plenitud de verdad y sentido. La fe es la respuesta del hombre a la autocomunicación de Dios en Cristo por medio del Espíritu. Santo Tomás escribe: Todo creyente se adhiere a la palabra de alguien. De modo que lo principal y lo que tiene, en cierto sentido, valor de fin de todo acto de fe en la persona a cuya palabra damos adhesión. En el III capítulo afirma que el hombre busca a Dios, porque la razón busca lo infinito; todos los hombres desean saber, tanto en el ámbito teórico como en el ámbito práctico. Al preguntarse por la muerte, por el fin del hombre los filósofos se plantean el sentido de la vida y la inmortalidad, buscan la verdad, el valor supremo, el universal. Las respuestas a estas preguntas han dado múltiples filosofías y experiencias personales distintas. El hombre busca la verdad y por lo tanto, confía en alcanzarla, porque tiene capacidad para esa búsqueda. Por otra parte, el hombre recibe creencias de la generaciones anteriores y vive esas creencias y confía en los conocimientos adquiridos por otras personas, es decir, el hombre al creer, confía en la verdad que el otro le manifiesta.
  • 4. El hombre, gracias a la razón busca la verdad, el verdadero bien, y el sentido de la vida y lo encuentra en el absoluto. Puede llegar a esto por vía racional o por el abandono en otras personas. La de cristiana ayuda al hombre en esta búsqueda, ya que le permite participar en el misterio de Cristo, en el cual se le ofrece el conocimiento verdadero de Dios Uno y Trino. Esta verdad no contradice a las verdades adquiridas por la filosofía; la verdad que nos llega por la revelación es una verdad que debe ser comprendida a la luz de la razón. Se puede afirmar para razonar lo anterior, que a pesar de las dificultades que encuentra el hombre para adoptar una actitud de disponibilidad ante la fe, la fe es un comportamiento propiamente humano, que está relacionado con su ser hombre entendido en su totalidad, de tal modo que la vida humana está profundamente determinada por una dimensión de fe en distinto niveles. Cuando se habla de fe cristiana la dimensión propia es la de recibir antes que hacer. Sólo si estamos dispuestos a recibir, estamos en situación de hacer. La comprensión es una actividad racional del hombre. San Juan de la Cruz4 comenta cómo la fe es el proporcionado medio al entendimiento para que el alma pueda llegar a la divina unión de amor. Alfaro en la “Fe como conocimiento” indica que no consiste simplemente en el conocimiento de nuevas verdades, sino en una nueva apertura en virtud de la cual el creyente se pone en relación con el misterio de Dios y, a su luz, se hace capaz de comprender el signo de las realidades reveladas que expresan de modo accesible al hombre este misterio.
  • 5. En el capítulo IV hacer un recorrido partiendo desde San Pablo que se opone a la filosofía basada en mitos y se relaciona principalmente con las que eran respetuosas con la trascendencia divina, la prevención sobre la gnosis de Ireneo y Tertuliano, el rechazo de los primeros cristianos a la filosofía porque el Evangelio les daba sentido a su vida, hasta el primer encuentro positivo de la fe con la filosofía expresada en San Justino o clemente de Alejandría. Orígenes cristianiza a Platón , lo transformó sobre todo en conceptos como inmortalidad del alma, divinización del hombre y el origen del mal. Nombres como Dionisio el Areopagita, o San Agustín, que consiguió hacer la primera gran síntesis del pensamiento filosófico y teológico, consiguieron una razón purificada y recta capaz de llegar a los más altos niveles de reflexión de lo trascendente y de lo absoluto, llevando al encuentro a la criatura con su creador. Basándose en estas explicaciones Pablo Sudar muestra, a su vez, los dos escollos que acechan a la teología en su historia, la confusión entre fe y razón (Escuela de Alejandría) y su separación (Escuela de Antioquía), y remite a la “clave de oro de la teología y de la vida cristiana” del Concilio de Calcedonia. En la teología escolástica hay que destacar a San Anselmo o la figura cumbre de Santo Tomas de Aquino que apuesta por una relación dialogal con el pensamiento árabe y judío. Afirma que la fe y la razón proceden de Dios y, por lo tanto, no puede existir contradicción entre ellas, ya que la fe busca y perfecciona la razón. El no permitió que la filosofía pagana entrase en el cristianismo pero no la rechazó, por lo que ha pasado a la historia como el precursor de la relación de la filosofía y la cultura universal. El hombre tiene pasión por la verdad, y la sabiduría, que la alcanza por dos forma complementaria, una por la razón, limitada y otra por la teológica , fundada en la Revelación y puede llegar al misterio de Dios. En la baja Edad media se produce una separación debido al espíritu racionalista, y se empieza a sentir recelo de la razón. En el pensamiento moderno se da esta contradicción en corrientes como Idealismo, positivismo, nihilismo..la filosofía pasa de ser universal al fragmentarse y con un fin, buscando placer o poder. E incluso se llega a la alineación, dirigiéndose contra sí mismo o abandonando la búsqueda de la verdad. Actualmente esta separación se da en gran medida de los filósofos
  • 6. actuales por lo que el Papa hace una llamada para que la fe y la filosofía recuperen la unidad. En el capítulo V presenta las intervenciones de magisterio en algunas cuestiones filosóficas. Comienza explicando que la Iglesia no tiene una filosofía propia porque la Filosofía tiene sus propios métodos y reglas, por lo que la Iglesia debe indicar las conclusiones filosóficas que van contra la verdad revelada, y tiene el deber de decir los sistemas filosóficos que van contra de ella, ya que la Iglesia es depositaria, no entendiendo esta función de forma negativa, sino como un mecanismo para animar, promover, o estimular el pensamiento filosófico a buscar la verdad. Comentando este parrafo, Héctor J. Delbosco, subraya la legítima pluralidad que defiende la Encíclica: “la Iglesia no propone una filosofía propia ni canoniza una filosofía particular en menoscabo de otras” (FR 49) pero se enfrenta al pluralismo relativista, que o bien niega la verdad o la reemplaza por el simple consenso. Señala también la necesidad de reconocer un núcleo de verdades filosóficas básicas que sean compatibles con la fe. Concluye con una interesante convergencia entre el pensamiento de Juan Pablo II y el filósofo neomarxista de la escuela de Frankfurt, Max Horkheimer sobre el tema crucial del empobrecimiento recíproco de la religión y de la razón en el proceso histórico de su separación moderna y posmoderna. Siempre ha intervenido el magisterio de la Iglesia en determinadas filosofías como en la idolatría, el esoterismo en algunos textos del averroísmo, el fideísmo, el tradicionalismo radical , el racionalismo , el ontologismo. En el siglo XX ha llamada la atención contra las tentaciones racionalistas, o el rechazo a la teoría marxista o comunismo, el existencialismo, el historicismo… Hoy existe el problemas que estas tesis están difundidas y no se limitan a unos pocos, como puede ser ese nuevo racionalismo o el biblicismo, creando una desconfianza hacia las verdades globales y abolir esta relación de fe y razón.
  • 7. Pero el magisterio no se ha limitado sólo a señalar errores, y así el papa León XIII muestra como el pensamiento filosófico es una aportación fundamental para la fe. Y desde diversas perspectivas se han seguido elaborando especulaciones filosóficas que buscan mantener viva esta unidad. En el concilio Vaticano II ha mostrado esta relación y urge a los sacerdotes a tener una buena preparación filosófica. En el capítulo VII nos presenta las interacción entre teología y filosofía. La teología tiene un doble principio metodológico: el ausitusfidei, por el que se asume el contenido de la revelación, y el intelectusfidei por el que quiere reponder a las exigencias propias del pensamiento mediante la reflexión especulativa. En este último método, intelectos fidei, la filosofía aporta la estructura del conocimiento y de la comunicación y también las formas y funciones del lenguaje. Este método hace explicita la verdad dada en la revelación. Tanto la teología dogmática como la teología moral deben articular dicho conocimiento de forma conceptual y argumentativa propia de la filosofía y es la teología fundamental la que tiene la misión de dar razón a la fe y justificar y explicar la relación entre la fe y la reflexión filosófica. También hoy se puede ayudar de otras formas del saber humano como la historia, las ciencias, pero toda esa ayudad debe ser mediatizada por la reflexión filosófica. Otro punto importante es como se relaciona la fe con las culturas afirmando que no se debe de hablar de una cultura concreta porque todas las culturas deben estar abiertas a la verdad. El hombre está inmerso en la cultura y absorbe lo que generaciones anteriores le da pero a la vez modifica esta cultura con nuevos valores o aportaciones, produciendo transformaciones en ella. Continuamente se produce una inculturación, análoga a los primeros siglos. Se insiste en el carácter irrenunciable de la herencia cultural del pasado, del acervo del pensamiento que forma la cultura pero abierta a todas las cultura, no sólo a la judía, griega o romana, sino a las culturas a las que le ha llegado más tarde el anuncio salvífico como pueden ser la culturas de la India, China Japón y demás países de Asia o África . Nieduhr expone el debate existente sobre las relaciones entre cristianismo y cultura:” El objeto de los siguientes capítulos estriba en exponer repuestas
  • 8. cristianas típicas al problema de Cristo y la cultura, y contribuir así a la compresión mutua entre grupos cristianos diferentes y, a menudo, en pugna. La creencia subyacente a este esfuerzo es, sin embargo, la convicción de que Cristo, como Señor vivo, responde a sus interrogantes en la totalidad de la historia y de la vida de una forma que trasciende la sabiduríaa de todos sus interpretes, pero que utiliza para ello las penetraciones parciales de estos últimos y sus conflictos necesarios” Entre la teología y la filosofía debe de darse una circularidad. Para la teología el punto de partida en la revelación, pero para su compresión debe de utilizar la reflexión filosófica, y este reflexionar, este estar atento de la razón, es animada a explorar vías que por sí sola no habría nunca pensado en recorrer. Según Juan Carlos Scannone se refiere al punto de partida del Papa, que habla más como teólogo y pastor que como filósofo, al admirable “círculo hermenéutico teológico” entre la fe que busca entender y la inteligencia que busca creer y finalmente al “exceso de sabiduría, es decir de sentido, de verdad y de racionalidad nueva” que aporta la Revelación a la filosofía, permitiéndole llevarla más allá de sí misma. Así mismo Carlos María Galli analiza varios tipos de circularidad entre fe y razón, a saber: el “círculo o cerco” epistémico que delimita el ámbito propio de cada disciplina, filosofía y teología; la “circulación” que lleva a considerar los aportes recíprocos que las enriquecen mutuamente gracias a un movimiento ascendente de la razón y otro descendente de la revelación; el paradigma circular de la Encarnación, unidad-distinción en Cristo, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre; finalmente el sentido circular de la “presencia recíproca o perijoresis” donde cada ciencia toma para sí los mejores aportes de la otra y ambas se potencian recíprocamente. La filosofía en sus relaciones con la fe, toma diversas posturas: independencia absoluta respecto a la revelación, otra sería la filosofía cristiana, no como filosofía oficial de la iglesia sino un modo de filosofar cristiano y otra posición sería cuando la teología recurre a la filosofía. Esta última debe ser lugar de encuentro entre la fe cristiana y las distintas culturas, y un lugar de encuentro entre creyentes y no creyentes.
  • 9. En el capítulo VII acomete las exigencias y los cometidos actuales. La filosofía de la Biblia nos presentan la convicción de que la vida humana y el mundo tiene sentido y están orientados hacia su cumplimiento que se realiza en Jesucristo. Pero hoy hay crisis de sentido, no se busca la verdad; y lo primordial hoy es que la filosofía busque el sentido último y global de la vida. El no tener este sentido hace que la filosofía caiga en errores, como el eclecticismo, el historicismo, el llamado modernismo, el cientificismo, el pragmatismo , nihilismo que han anulado la búsqueda de la verdad global quedándose en verdades parciales o negando incluso esta búsqueda. Según Ratzingern siguiendo la línea discursiva del Papa, hoy no se busca la verdad como se afirma en la encíclica, sino se busca su utilidad, la praxis; “la moderna actitud cae en una falsa humildad a que niega al hombre la capacidad para la verdad y en una falsa soberbia con la que se sitúa sobre las cosas, sobre la verdad misma, en cuanto erige en meta de su pensamiento la ampliación de su poder , el dominio de las cosas” Hoy la teología, como se afirma en el Concilio Vaticano II debe mirar hacia la verdad dada en la revelación, y debe de ayudarse en la filosofía con un dialogo sincero para presentar la inteligencia de la Revelación y el contenido de la fe, porque esta verdad dada en y para la historia, representa una verdad estable y definitiva. Termina la encíclica con una conclusión donde se afirma de manera categórica que la fe y la razón se ayudan mutuamente, ejerciendo recíprocamente una función tanto de examen crítico y purificado, como estímulo para progresar en la verdad y por lo tanto hace un llamamiento a los teólogos, a los sacerdotes, a los filósofos, a los científicos, y a todos en general que fijen su atención en el hombre que Cristo salvó en el misterios de su amor y en su permanente búsqueda de verdad y sentido. E invoca a la Virgen como Trono de Sabiduría El lenguaje en que se expresa el autor es un lenguaje claro, asequible a todos, sin complejidad lingüística aunque hay pasajes de la encíclica que requieren lectura atenta y detenida, no tanto por el lenguaje, sino por la complejidad de los conceptos.
  • 10. Su pensamiento sigue un proceso lógico y evolutivo y el discurso lineal partiendo desde situarse en el problema hasta la misión actual de la Iglesia respecto a la relación de la fe y la razón, analizando algunos sistemas filosóficos y sin abdicar de los avances actuales de la filosofía, de la ciencia, de las ideologías, dando pautas para una recta compresión de la palabra de Dios. La primera parte de la encíclica es mas expositivo para terminar con una interperlación sobre la verdadera Verdad