El documento analiza cómo la publicidad utiliza mecanismos para crear falsas ilusiones y deseos en torno a productos, aunque las personas no tengan el poder adquisitivo para comprarlos. Los anuncios sustituyen la realidad por símbolos que generan emociones asociadas a los grupos sociales representados por los productos. Esto crea una insatisfacción permanente ya que la imagen generada rara vez coincide con la capacidad real del producto para satisfacer el deseo. Algunos estudios muestran que el grado de felicidad de una soc
1. Seducción en la publicidad
Se da un intento de conquistar al receptor mediante la creación de expectativas que
modifiquen nuestra experiencia de placer. Para ello el publicista hace uso de diversos
mecanismos para atraer la atención de un producto aunque no se tenga el poder adquisitivo
para alcanzarlo, de este modo crea la falsa ilusión de meta u objetivo. Por tanto para llegar a
esa meta hacer uso de artimañas emotivos que calen en la mente del espectador. Los objetos
reales son extraídos de nuestro mundo físico y absorbidos por un sistema de símbolos cerrado.
Los anuncios, por tanto, constituyen un sustituto de la realidad y de las emociones reales. No
compramos un producto sólo para formar parte del grupo adherido a dicho producto, sino
que, además, debemos sentir de forma inherente las cualidades de este, como el grupo social
o adquisitivo.
Cada vez más estamos inundados de lujo, y no significa esto que tengamos más disponibilidad
económica, en general, para afrontarlo. Lo que ocurre es que nos conformamos con los
sucedáneos. Escribe Featherstone, “imágenes, signos y bienes simbólicos que evocan sueños,
deseos y fantasías que sugieren autenticidad romántica y satisfacción emocional en la
complacencia narcisista de sí mismo, y no de los otros”
La imagen generada por el objeto, generalmente, no coincide con su capacidad real para
satisfacer el deseo, por lo que se genera una frustración que tenderá a ser superada mediante
la adquisición de nuevos objetos. Se establece así una espiral que nos lleva a la insatisfacción
permanente.
Algunos estudios sociológicos demuestran que el grado de satisfacción de una sociedad no
depende de la cantidad de productos de que se dispone puesto que la proporción de personas
que se consideran felices es similar en los países del primer y del tercer mundo.
Este tipo de publicidad promueve un modelo de sociedad que basa sus expectativas en lo
material, lo superfluo, en el hedonismo… a la vez que refleja una ausencia de valores éticos. Es
lo que Joan Ferrés llama la sociedad del vacío.